De liberales a liberadas

Page 1



2

Nueva Alianza Comité de Dirección Nacional Presidente Luis Castro Obregón Secretario General Luis Alfredo Valles Mendoza Coordinador Ejecutivo Nacional Político Electoral Roberto Pérez de Alva Blanco Coordinador Ejecutivo Nacional de Finanzas Juan Luis Salazar Gutiérrez Coordinador Ejecutivo Nacional de Vinculación Constantino González Alcocer Coordinador Ejecutivo Nacional de Asuntos Jurídicos Fernando Medina Villarreal

Primera Edición, 2014 México, D. F. © Nueva Alianza Durango 199, Colonia Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México, D. F. ISBN

Maquetación: Ana Rosa Chacón Foto de portada: Manifestación de obreras con pancartas, a su paso por una calle. © (5336) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

De liberales a liberadas, es una publicación de Nueva Alianza, sin fines de lucro y de distribución gratuita. Número de reserva de título ante el Instituto Nacional de Derechos de Autor---------, expedido el --------. Certificado del ISSN en trámite. Esta edición consta de 5,000 ejemplares. Impreso en La Buena Estrella Ediciones S.A. de C.V., Playa Eréndira, Núm. 8, Santiago Sur Iztacalco, México D.F., CP 08800. Los derechos de reproducción de los textos e imágenes, están reservados por Nueva Alianza. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, imágenes y fotografías, por cualquier medio físico o electrónico, sin previa autorización por escrito.


3

DE LIBERALES A

LIBERADAS

pensamiento y movilización de las mujeres en la historia de méxico (1753 – 1975)



De liberales a liberadas Pensamiento y movilización de las mujeres en la historia de México (1753 – 1975)

Adriana Maza Pesqueira Lucrecia Infante Vargas Martha Santillán Esqueda



ÍNDICE

Presentación Luis Castro Obregón Introducción Adriana Maza Pesqueira I. Las mujeres y el arribo del liberalismo a México: antecedentes, cambios, permanencias e impactos (1753–1850) Lucrecia Infante Vargas II. La consolidación del liberalismo. Del Ángel del Hogar, al sinuoso camino de la individuación femenina (1850–1910) Lucrecia Infante Vargas III. Las mujeres en la Revolución Mexicana (1900–1924) Adriana Maza Pesqueira IV. Posrevolución y participación política. Un ambiente conservador (1924–1953) Martha Santillán Esqueda V. Movilización y ciudadanía. Las mujeres en la escena política y social (1953–1975) Adriana Maza Pesqueira y Martha Santillán Esqueda Bibliografía



PRESENTACIÓN A la memoria le queda la ventaja del reconocimiento del pasado como habiendo sido, aunque ya no lo es; a la historia le corresponde el poder de ampliar la mirada en el espacio y el tiempo, la fuerza de la crítica en el orden del testimonio, explicación y comprensión, el dominio retórico del texto y, más que nada, el ejercicio de la equidad respecto de las reivindicaciones de los distintos bandos de memorias heridas… Paul Ricoeur

En la historia tradicional de México, cuando las mujeres no han sido excluidas han aparecido como subordinadas, visibilizadas desde un sistema de poder que buscaba legitimar y reproducir un orden específico. En el mejor de los casos, y como forma sistemática de compensar aquella exclusión, esa misma historia nos revela las hazañas de mujeres extraordinarias, próceres y heroínas muchas veces reducidas a monografía escolar por el discurso oficial. La obra que el lector tiene en sus manos nos ofrece una visión diferente sobre la presencia de las mujeres en momentos y procesos cruciales de la construcción de nuestro país. Sus autoras nos presentan una revisión de los principales procesos históricos nacionales desde una perspectiva de género, teniendo como objeto de estudio el protagonismo de las mujeres en la vida social, económica, política y cultural de México durante los siglos xix y xx. Se trata, como se señala en el texto introductorio, de recuperar experiencias fundacionales del debate y la política de género actuales, analizando algunas de las “prácticas individuales y movimientos colectivos de mujeres desde la Independencia hasta 1975, mediante las cuales se afirman como parte integrante y creadora de la historia… y la forma en que, lejos de la pasividad con que han sido retratadas, toman la palabra y alzan la voz para expresar su inconformidad de distintas maneras: resisten, cuestionan, avanzan, se movilizan por su derecho a participar en los cambios sociales y modifican los esquemas culturales que enfatizan la desigualdad”.


10

Con la presentación de este libro, Nueva Alianza rinde un homenaje a la lucha histórica que las mujeres han sostenido por la conquista y el ejercicio pleno de sus derechos. Lo dedicamos especialmente a nuestras compañeras del Movimiento Nacional de Mujeres, en reconocimiento a la determinación y al trabajo cotidiano con que impulsan la agenda de género en nuestro país. Queremos que esta obra llegue a toda la militancia partidista y que su lectura contribuya no sólo a reafirmar nuestra vocación como la fuerza política más progresista y más comprometida con la igualdad de género, sino también a enriquecer el debate desde una óptica que revalora las extraordinarias aportaciones que han hecho las mujeres mexicanas.

Luis Castro Obregón Presidente del Comité de Dirección Nacional Nueva Alianza




INTRODUCCIÓN

Adriana Maza Pesqueira Los avances logrados en materia de equidad,

sobre la condición femenina y la igualdad entre los

reconocimiento de derechos y participación política

sexos, con los cuales, las autoridades de los países

de las mujeres en México son relativamente recientes

inscritos se ven compelidas a implementar políticas que

y se han concretado en las dos últimas décadas. La

promuevan su empoderamiento. Podemos citar, entre

situación presente y el activismo que desempeñan los

los más preponderantes, la creación de la Comisión

más diversos colectivos son cuestiones estudiadas a

de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (1946),

profundidad, tienen visibilidad en todo tipo de medios

la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer

de comunicación y la atención de la mayoría de los

(1953), la Primera Conferencia Mundial sobre la

centros de enseñanza e investigación superior. Desde

Mujer celebrada en México y la declaración del Año

luego, éstas ocupan también un lugar importante en

Internacional de la Mujer (1975), la Convención sobre

la agenda política nacional.

la eliminación de todas las formas de discriminación ha

contra la mujer cedaw (1979) y la Declaración sobre la

impulsado, mediante reuniones y convenios, temas

eliminación de la violencia contra la mujer (1993).

En el ámbito internacional, la

onu


14

Con estos instrumentos, asuntos como

cuales han articulado un nuevo lenguaje que les ha

erradicación de todas las formas de violencia, acceso

permitido expresar sus más apremiantes reclamos

tanto a la tierra como a un trabajo equitativamente

y,

remunerado, derechos reproductivos, igualdad de

de apoyo a la mujer, proyectos de crédito para

participación en instituciones públicas y privadas,

fomentar el autoempleo y la vivienda, programas de

en puestos de poder y, por supuesto, al interior de la

salud específicos, en fin, campañas que han puesto

familia se han colocado en el centro de los debates

el foco de atención en lo que hasta hace algunos

han logrado la creación de planes integrales

sobre la situación de la mujer. Materias sobre las

años era invisible.

cuales México todavía tiene un largo camino por

recorrer, pero también logros que admitir, pues

de mujeres no sólo está sujeta a condiciones de

reconocerlo es hacer justicia a las incansables luchas

extrema pobreza y discriminación por clase y

emprendidas por las mexicanas que protagonizan

sexo, sino también a la total subordinación que

los cambios y, en particular, a los grupos invisibles

dictan usos y costumbres milenarios propios de

que desde su espacio cotidiano contribuyen a llevar

la cultura patriarcal. Sin embargo, la actividad

a cabo las transformaciones que hacen posibles sus

política de las campesinas se ha incrementado de

reivindicaciones.

manera sustancial a partir de movimientos sociales

Por citar algunos ejemplos, en el espacio de

desde los años setenta, el levantamiento zapatista

la política mexicana no existe todavía la igualdad

de 1994 y con éste, la Ley Revolucionaria de

sustantiva ni se ha erradicado la discriminación

las Mujeres que entre sus postulados consigna el

hacia las mujeres en cargos de poder: aún son

derecho a participar en cargos públicos, a la salud,

cuestionadas en función de su papel de madres y

salario justo, educación, elección libre de pareja y

amas de casa; asimismo, su influencia en políticas

no violencia. A través de estos movimientos, de los

públicas favorables a ellas es insuficiente. No

cuales ellas han formado parte, han logrado hacer

obstante, hoy podemos hablar de un compromiso

públicas sus demandas por los derechos humanos

público por promover una cultura de equidad de

fundamentales.

género y por apoyar los liderazgos femeninos, así

como del logro reciente sobre la paridad de género

décadas no busca, evidentemente, justificar el

en las candidaturas a los puestos de elección.

status quo, ni mucho menos condescender ante

Es un hecho que las mujeres enfrentan

las injusticias y desafíos vigentes. La situación

carencias muy importantes en materia de vivienda,

actual, sin ninguna duda, presenta zonas de franca

servicios urbanos y salud con enfoque de género;

inequidad, desigualdades crónicas y una larga

las políticas públicas avocadas a la equidad en

lista de asignaturas pendientes. Nuestro propósito

el ámbito social son insuficientes. Por otro lado,

es hacer visibles a las mujeres que, a través de

es cierto que las mujeres han sido protagonistas

la historia, fueron cimentando los espacios desde

notables de movimientos urbanos mediante los

los cuales surgen hoy las nuevas propuestas. Sus

En las áreas rurales una gran cantidad

El reconocer las conquistas de las últimas


15

experiencias en la vida política, social y cultural

de México son históricas, han dejado su impronta.

prácticas individuales y movimientos colectivos

Reconstruir su memoria nos brinda, por lo tanto, un

de mujeres desde la Independencia de México

mejor entendimiento del presente y nos posibilita

hasta 1975, mediante los cuales se afirman como

una proyección distinta hacia el futuro.

parte integrante y creadora de la historia, a la

La

atención

que

poseen

los

La presente obra es el estudio de algunas

más

vez que dan cuenta de las tácticas empleadas

diversos grupos femeninos en busca de nuevas

para cuestionar y cambiar el orden social que las

reivindicaciones tiende a concebirse como producto

mantiene subordinadas en diferentes épocas y la

de las luchas feministas de las últimas décadas;

forma en que, lejos de la pasividad con que han sido

con ello se olvida que en la base de las mismas

retratadas, toman la palabra y alzan la voz para

hay una larga historia de expresiones, ideologías y

expresar su inconformidad de distintas maneras:

movilizaciones que las mexicanas emprendieron en

resisten, cuestionan, avanzan, se movilizan por

momentos significativos de la construcción del país,

su derecho a participar en los cambios sociales y

mismas que han materializado la presencia que

modifican los esquemas culturales que perseveran

tienen en la vida pública. Se trata sobre todo de

en la desigualdad.

experiencias fundacionales de la política de género,

cuya memoria es un legado vital para comprender

perspectiva de género ha contribuido a estudiar a

el origen de los logros a partir de los cuales las

las mujeres como protagonistas y, además, como

mujeres reafirman sus derechos o los transforman en

parte de las relaciones que las definen como

nuevas demandas.

sujetos subordinados,1 lo cual se ha justificado

En México, la historia de las mujeres

como resultado de un determinismo biológico y

ha trascendido aquella que las incluía como

no de factores culturales. Entendemos por género

próceres que, mediante aventuras extraordinarias,

el elemento constitutivo de las relaciones sociales

contribuyeron

Bajo

esta

óptica,

la

historia

con

grandes

basadas en las diferencias que distinguen a los

acontecimientos nacionales, o como heroínas que

sexos, es decir, “una forma primaria de relaciones

desafiaban la opresión en todas sus variedades;

significantes de poder”;2 concepto que, por lo tanto,

afortunadamente, también ha superado el discurso

obedece a la necesidad de dilucidar la diferencia

al

desarrollo

de

los

que las reducía a víctimas de dicha opresión. En otras palabras, se ha rebasado la historia de las apologías sobre personajes femeninos como sujetos excepcionales y que, al hacerlo, dejaba de lado

1  Elsa Muñiz, “Historia y género. Hacia la construcción de una nueva historia cultural del género”, en Sara Elena Pérez–Gil Romo y Patricia Ravelo Blancas (coords.), Voces disidentes. Debates contemporáneos en los estudios de género en México, México:

la permanente participación de las mujeres en

ciesas/Miguel

los procesos históricos. No obstante, es un hecho

2  Joan W. Scott, “El género: una categoría útil para el análisis

innegable que no se ha difundido lo suficiente.

Ángel Porrúa/Cámara de Diputados, 2004, p. 35

histórico”, en El género. La construcción cultural de la diferencia sexual, Marta Lamas (comp.), Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género, México 2003, p. 289.


16

entre lo biológico y la construcción cultural de 3

tradicional, no les corresponden. Hacen públicas

lo masculino y lo femenino. Es por ello que este

sus preocupaciones y sus deseos, las demandas por

enfoque aborda un debate indispensable para el

la educación y condiciones laborales igualitarias,

desarrollo de la obra que presentamos: la relación

toman las calles y pelean por obtener derechos

entre lo público y lo privado, y la posición de

políticos, de tal manera que el imaginario que las

hombres y mujeres en ambos espacios, idea que nos

confinó al hogar se trastoca para demostrar que

permite estudiar la manera en que ellas cuestionan

ésta no fue, precisamente, la única esfera en que

las relaciones de poder y articulan demandas

se desenvolvieron. En otras palabras, estudiamos

igualitarias en todos los ámbitos.

los procesos mediante los cuales se reafirman como

En De liberales a liberadas: Pensamiento

sujetos capaces de participar en la construcción

y movilización de las mujeres en la historia de

nacional.

México (1753–1975), analizamos la respuesta

de las mujeres frente a los planteamientos del

analizamos el discurso que las mexicanas emplean

liberalismo decimonónico, la Revolución Mexicana,

como principal arma, atendemos a la retórica de

la reconstrucción nacional posrevolucionaria y la

las distintas formas de pensamiento que pretenden

irrupción de los cambios sociales y culturales de las

mantenerlas al margen de la vida pública; no para

décadas de los años sesenta y setenta. Cada época,

exponerlas como víctimas del sistema de género

con sus particularidades, dictó a las mexicanas el

imperante, sino para estar en condiciones de

diseño de estrategias específicas para demandar

valorar el horizonte desde el cual se piensan a sí

espacios de participación y la forma de utilizarlas.

mismas y para comprender por qué en determinada

Las vemos recurrir a la palabra impresa para

coyuntura histórica hacen uso de medios específicos

hacer públicas sus inquietudes y deseos o dentro

para cuestionar su subordinación. De esta manera

de las grandes movilizaciones sociales, políticas

estudiamos desde los cambios sociales y políticos

y culturales, pero, sobre todo, las descubrimos

nacionales más emblemáticos en que participan e

rebatiendo el discurso que justifica su sometimiento

indirectamente inscriben sus demandas, hasta las

mediante un cuestionamiento audaz, e incluso

expresiones más abiertas del feminismo –visibles

retórico, de aquellos argumentos que, sin embargo,

desde el siglo

les permiten formular reivindicaciones para su sexo.

relaciones más igualitarias dentro de los ámbitos

familiar, educativo, laboral y cultural.

Observamos

cómo

reconfiguran

los

En este orden de ideas, a la par que

xix–

mediante las cuales pugnan por

espacios que les son asignados por la jerarquía

patriarcal para internarse en territorios que, en

del feminismo liberal que, mediante modificaciones

teoría, y según lo que ha registrado la historia

sustanciales, recorre los siglos

3  Celina de Jesús Trimiño Velásquez, Aportaciones del feminismo liberal al desarrollo de los derechos políticos de las mujeres, Madrid: Congreso de los Diputados, 2013, pp. 331–332.

Brindamos especial atención al desarrollo xix

y

xx

y se convierte


17

en pieza trascendental en el desarrollo de los

del Movimiento de Liberación de la Mujer en

derechos políticos de las mujeres. Esta corriente

1974, momento en que, finalmente, las mexicanas

intenta, en un primer momento, hacer compatibles

obtienen igualdad jurídica al lograr la reforma del

los espacios público y privado y, con ello, da cuenta

artículo cuarto constitucional. Así, a lo largo de dos

de una confrontación histórica con el orden social

siglos, revisaremos la historia del pensamiento de

establecido que le niega su participación en la

las mujeres como agentes de cambio.

esfera pública.

Según Cristina Molina Petit “la liberada

Hacia fines del siglo

xviii

en la Nueva

España, el arribo de las ideas ilustradas constituye

liberal es una mujer que, definida en primer lugar

un

como esposa y madre, no termina de realizarse

mexicano y, por lo tanto, del orden social que se

en la esfera de lo privado, debiendo acudir a lo

buscará consolidar en la nación independiente.

4

antecedente

fundamental

del

liberalismo

público para encontrar su completa identidad”. El

Los postulados que enarbola la Ilustración se

feminismo liberal evolucionará en el desarrollo de sus

fundamentan en que todos los hombres nacen

planteamientos conforme sus conquistas se concreten,

iguales y libres, pero las mujeres quedan excluidas.

y particularmente al constatar que aun con su acceso

Por lo tanto, la discusión girará en torno a la

al espacio público subsisten las desigualdades entre

diferencia entre los sexos, que exalta la supuesta

los sexos en muchos ámbitos. De esta forma trasciende

primacía de una naturaleza biológica y no racional

el proyecto liberal tradicional para colocar en el

de aquéllas, idea que, a la postre, respaldará

centro de sus demandas aspectos imprescindibles

su total subordinación a los hombres. Si bien lo

para el progreso de sus reivindicaciones, tales como

anterior acentúa la exclusión de las mujeres del

el derecho a decidir sobre su cuerpo, la maternidad

espacio público, fijará a la vez la justificación de

como única función social de las mujeres, la libertad

su ingreso a la educación formal y, con ello, el

sexual, la doble jornada de trabajo y la igualdad de

reconocimiento de su capacidad racional. Este

oportunidades en todos los campos.

hecho significa apropiarse de herramientas culturales

que les permitan posicionarse como personas con

La obra está dividida en cinco periodos.

Se inicia en las últimas décadas del siglo

xviii

capacidad de acción en la vida pública y, mediante

novohispano

del

una diversidad de estrategias, expresar sus deseos

cuando,

bajo

la

influencia

pensamiento ilustrado y su idea del individuo libre,

e intereses.

se producen cambios de orden legal y cultural que

Durante

la

segunda

mitad

del

siglo

analizamos cómo, con la consolidación del

afectan directamente a las mujeres, quienes desde

xix

la concepción ilustrada no fueron consideradas

liberalismo, la nueva normatividad emanada de

sujetos de derecho; y concluye con el advenimiento

la Constitución de 1857 genera diversos conflictos dentro del orden familiar que afectan negativamente a las mujeres, al reafirmar la división de los espacios

4  Cristina Molina Petit, Dialéctica feminista de la Ilustración, Barcelona: Anthropos, 1994, p. 180.


público y privado, confinándolas al último. Ello

un parteaguas en las batallas feministas por

reforzará su papel social como madres y esposas

nuevas reivindicaciones, especialmente políticas.

subordinadas al poder patriarcal5 y, a través de esta

La guerra brinda a las mujeres la posibilidad de

idea, cobrará impulso el estereotipo de lo femenino

participar en una gran variedad de actividades

más representativo del liberalismo decimonónico:

en el espacio público además de asumir funciones

el ángel del hogar. Bajo esta concepción, las

reservadas a los hombres. Quienes durante el siglo

mujeres se asumen como guardianas de la moral,

anterior habían expresado demandas por igualdad,

educadoras de futuros ciudadanos y responsables

educación y trabajo, aprovechan la coyuntura

de las labores domésticas.

de descontento social generalizado durante los

Para el buen desempeño de estas tareas,

últimos años del Porfiriato para reclamar derechos

tal como se señaló, se considerará necesario su

de carácter político; asimismo, se involucran en el

acceso a una buena educación elemental. La

proceso revolucionario como activistas, ideólogas

historia ha consignado en general que los objetivos

partidarias de alguna de las facciones y en diversas

de la instrucción femenina estaban orientados hacia

tareas requeridas para el desarrollo de la contienda.

la consolidación del régimen liberal más que al

desarrollo intelectual de las mujeres. Si bien ésa

guerra surgen voces femeninas que pugnan por una

era la intención, exponemos cómo la misma servirá

educación moderna y la igualdad ante la ley; pero,

para impulsar su posicionamiento como sujetos con

más relevante, asumen una postura progresista frente

derechos, y cómo a través de este discurso, diversos

a temas como sexualidad, matrimonio y religión.

grupos

actividades

Se trata de un proyecto feminista que reclama su

educación

inclusión en la reconstrucción del Estado en los

formal y el trabajo remunerado, prácticas que se

más diversos foros y que, como mujeres liberales,

incrementarán en el tránsito hacia el nuevo siglo, y

posicionan sus demandas en términos de derechos

serán vitales al momento de enfrentar los grandes

políticos que les permitan influir en el diseño de leyes

cambios sociales de 1910.

que brinden mayores beneficios para su causa.

femeninos

consideradas

incursionan

masculinas

como

en la

La Revolución Mexicana es indudablemente

Con la experiencia acumulada durante la

Estos

proyectos

feministas

encuentran

en los años posteriores a la Revolución nuevos espacios de participación y formas de encarar las 5  Acudiremos a la definición de patriarcado de Gerda Lerner: “la manifestación y la institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y los niños de la familia, y la ampliación de ese

posturas gubernamentales. Asimismo, la modificación del marco legal ampliará sus oportunidades para

dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad en general.

intervenir en educación, trabajo y producción cultural,

Ello implica que los varones tienen el poder en todas las institu-

entre otros ámbitos. Sus actividades se integran

ciones importantes de la sociedad y que se priva a las mujeres de acceder a él. No implica que las mujeres no tengan ningún tipo de poder o que se las haya privado por completo de derechos, influencia y recursos”, citado en Celina de Jesús Trimiño Velásquez, op. cit., p. 329.

al poder político a través del corporativismo y, a veces cuestionándolo otras como aliadas del mismo, persisten en la demanda por el sufragio y la igualdad


civil en entornos sociopolíticos tan distintos como la reconstrucción posrevolucionaria de los años veinte, el cardenismo y el conservadurismo avilacamachista. Se enfrentarán además a los prejuicios morales y religiosos de la época, mismos que sustentan el discurso de la domesticidad y conciben a la “mujer liberal” como una visión negativa de la mujer moderna.

Finalmente, en la década de los años

cincuenta, las mujeres obtienen el derecho al voto, factor que las llevará a participar en otros espacios de la vida pública. En estos años, los grandes cambios económicos y sociales permiten modificar aquellos valores morales que sostenían la desigualdad entre los sexos: el ambiente conservador al cual se enfrentan genera una dinámica social que las motiva a cuestionar nuevamente su subordinación, a la vez que se involucran en importantes movimientos de la época como la contracultura, el movimiento estudiantil del 68 y el feminismo de la nueva ola. Este último representará nuevas oportunidades de emancipación, una transformación de las mentalidades sin precedente y, por fin, la igualdad jurídica en la Constitución. Pero más significativo aún, brindará nuevas pautas para configurar sus reivindicaciones en términos de una nueva cultura de género y continuar, con mejores armas, por el largo y sinuoso camino hacia la libertad.


CAPÍTULO

UNO


Las mujeres y el arribo del liberalismo a MÊxico: antecedentes, cambios, permanencias e impactos (1753 – 1850)


22

Las mujeres y el arribo del liberalismo a México: antecedentes, cambios, permanencias e impactos (1753 – 1850)

imaginó un modelo de sociedad en la que a través del libre ejercicio de la voluntad (lo cual se consideraba la máxima expresión de dicha racionalidad), sería posible conseguir la perfección y el progreso de la humanidad.

A partir de dicho planteamiento, y aun cuando

con algunas diferencias, todos los filósofos, escritores, pedagogos y juristas sumados a esta visión Ilustrada del mundo, postularon también la imprescindible necesidad de reformular el papel, las actividades y espacios que hombres y mujeres debían ocupar en este nuevo orden social. Asimismo, y de acuerdo con “la voluntad de crítica y reforma social […] y la oposición a lo legítimo únicamente por la tradición”, que caracterizó a la mayoría de los pensadores ilustrados, la idea de que “la educación era una fuerza

Lucrecia Infante Vargas

En las nuevas enciclopedias del siglo xviii las mujeres y los hombres eran definidos como opuestos. Las mujeres eran emocionales, los hombres racionales, las mujeres pasivas, los hombres, activos. Las mujeres delicadas, los hombres agresivos. Las virtudes de una mujer eran castidad y obediencia; las de un hombre, el valor y el honor. Las mujeres estaban destinadas al hogar, los hombres estaban destinados a la vida pública.1 La influencia del movimiento ilustrado hacia finales del siglo xviii

en Nueva España, fue un antecedente fundamental en

transformadora de la sociedad y de las relaciones entre los sexos”,2 se convirtió en uno de los ejes centrales del discurso ilustrado; así como la discusión, derivada de ello, relacionada con la “igualdad, inferioridad o complementariedad de los sexos”,3 y de manera todavía más puntual, sobre la presunta supremacía de una naturaleza biológica, y no racional de las mujeres, y del fundamento que ello suponía para justificar su total subordinación a los hombres.

El sexo de las mujeres es más débil en cuanto a las fuerzas corporales que el de los hombres. Por lo que respecta a las del ánimo, excede en perfección algunas veces, en acciones que siendo fáciles piden cierta movilidad, y presteza en ejecutarlas, pero falta por lo

el advenimiento del proyecto modernizador que a lo largo del siglo

xix

determinó el establecimiento del liberalismo en

México. Con base en la idea de que la racionalidad era la esencia de lo humano, esta corriente de pensamiento

2  Condorcet, De Gouges, De Lambert y otros. La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII. Edición Alicia H. Puleo, Presentación Celia Amorós. Barcelona, España: Anthropos. 1993, p. 18. 3  Mónica Bolufer, Mujeres e Ilustración. La construcción de la feminidad

1  Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinzer, Historia de las mujeres. Una

en la ilustración española, Valencia: Instituto Alfons el Magnánim–Diputa-

historia propia, Madrid: Crítica, 2009, p. 618.

ción de Valencia, 1998 (Estudios Universitarios, 70), p. 23.


23

común en las más difíciles, por la mayor profundidad, extensión y constancia que requieren. Dios le hizo para ayudar al hombre, y por consiguiente le formó con relación a este fin, proporcionado para los asuntos económicos y para seguir en todo la dirección de los hombres.4

Conviene puntualizar, sin embargo, que aun cuan-

do el modelo de mujer ilustrada más difundido en suelo novohispano (más no el único) fue el promovido por los autores antes mencionados (Feijoo, Amar y Borbón), quienes abogaron a favor de la igualdad entre los sexos, el conjunto de circunstancias socioeconómicas y culturales propias de la realidad colonial que determinaron la instrumentación de las ideas ilustradas mediante políticas y proyectos concre-

Dicha polémica ocupó a los autores que reafir-

tos, produjo una compleja adaptación de dicho ideal de

maron “las más antiguas tradiciones heredadas acerca

lo femenino. En primer lugar porque, como veremos más

de las mujeres: que éstas eran inferiores a los hombres

adelante, aun cuando en términos generales la legislación

en las facultades cruciales de la razón y la ética”;5 entre

virreinal (civil y religiosa) “conservó el sistema de privilegio

los más conocidos, los franceses Juan Jacobo Rousseau, el barón de Montesquieu, Voltaire, el escocés David Hume y el inglés John Locke; asimismo a quienes en diversos niveles, cuestionaron e incluso se opusieron del todo a esta tradición (en su mayoría mujeres), las francesas, Madame d´Epinay, Madame d´Alembert y Olimpia de Gouges, quien pagó con su vida el

masculino heredado de sus dos

Las francesas Madame d’Epinay, Madame d’Alembert y Olimpia de Gouges, se opusieron a las más antiguas tradiciones heredadas acerca de las mujeres: que éstas eran inferiores a los hombres en las facultades cruciales de la razón.

atreverse a defender los derechos

nutrientes [las culturas precolombina y cristiana] y centró el papel de la mujer en el matrimonio y la maternidad”,6 la ambigüedad legal que favoreció a las mujeres en la resolución de conflictos como la bigamia, la patria potestad de los hijos, o la herencia de propiedades, títulos y negocios, estableció también un margen de libertad que las mujeres aprendieron a utilizar,

de las mujeres durante los primeros años de la Revolución

y al que no estaban dispuestas a renunciar.

francesa, y fue guillotinada en julio de 1793; también a Di-

derot, Marie–Jean Antoine de Caritat (mejor conocido como

educación, el interés primordial de las autoridades virrei-

el marqués de Condorcet), Theodor von Hippel en Prusia,

nales fue, para el caso de las mujeres de las clases altas,

la inglesa Mary Wollstonecraft y, de manera especial, por

modelar su conducta para recluirlas en el matrimonio, o el

haber tenido una influencia crucial en territorio novohispa-

convento y, para el caso de las mestizas, mulatas, indígenas

no, los españoles Benito Jerónimo Feijoo y Josefa Amar y

y el resto de las castas no privilegiadas, su incorporación

Borbón.

a la fuerza de trabajo. Objetivo que, como revisaremos de

En segundo porque, en el caso específico de la

4  Manuel Rosell y Viciano, La educación conforme a los principios de la Religión Christiana, leyes y costumbres de la nación española en tres libros dirigidos a los Padres de familia, Madrid: Imprenta Real, 1786, p. 55.

6  Julia Tuñón, Mujeres en México. Recordando una historia, México:

5  Bonnie Anderson, op.cit. p. 586.

conaculta ,

1998: p. 55.


24

preceptiva moral y legal establecida bajo la influencia del pensamiento ilustrado, reforzó la permanencia del conjunto de ideas que, a lo largo de casi dos siglos, habían perpetuado en la historia de occidente el argumento central que invalidaba a las mujeres como sujetos políticos y en igualdad de derechos civiles: la definición de lo femenino y masculino como esencias vinculadas, respectivamente, con lo natural–sensible y lo racional–productivo.

Asimismo, de cómo, no obstante lo anterior, el

racionalismo ilustrado sentó las bases para el surgimiento de un nuevo ideal de lo femenino que permanecería por más de un siglo: la imagen de la mujer ilustrada como sinónimo de la mujer “instruida” y poseedora de la capacidad racional, de juicio o intelectual, para recibir instrucción y aprender. Cambio que resultaría sustancial en la progresiva afirmación de una idea de la mujer como individuo y sujeto social, no importando si desde los parámetros de los tratados pedagógicos del siglo

xviii,

el conocimiento conce-

dido a las mujeres remarcara entonces el sentido utilitario de dicha educación, “como un instrumento indispensable para la reforma y progreso del país”; y, en esa medida, Alexander Kucharsky, Marie–Olympe–de–Gouges.

tuviera como objetivo, nuevamente, el de su definición como madres y esposas, aunque ahora desde el horizonte moder-

Olimpia de Gouges pagó con su vida el atreverse a defender los derechos de las mujeres durante los primeros años de la Revolución francesa. manera puntual más adelante, perdió su vigencia como

no de capacitarlas en la “economía doméstica (concebida ahora, al estilo moderno, con criterios de ahorro, orden y eficacia) y en cuanto educadoras de sus hijos en los valores ilustrados”.8

criterio rector de la educación femenina ante la idea ilustrada de que “la cooperación femenina era esencial para el progreso y la prosperidad”; e incluso, desde su principal papel social como madres, “sólo podían cumplir con sus responsabilidades (como educadoras cívicas de los futuros ciudadanos) si ante todo eran ilustradas ellas”.7

Así pues, a lo largo de las siguientes páginas ob-

servaremos la complejidad del proceso mediante el cual la

7  Silvia Arrom, Las mujeres en la ciudad de México, 1790–1857, México: Siglo

xxi ,

1988, pp. 28–30.

8  Mónica Bolufer, “Transformaciones culturales. Luces y sombras”, en Historia de las Mujeres en España y América latina, Vol.II, El mundo Moderno, Madrid: Cátedra, 2005, p. 485.


25

Ambos aspectos, heredados y promovidos más

de aspiraciones, de-

tarde por el liberalismo decimonónico, llegarían incluso a

mandas y luchas.

configurarse como un ideal de “sentido común” y de la ima-

gen de la mujer ilustrada como estandarte o símbolo de las

nera, en las siguientes

naciones modernas.9 Tal como puede apreciarse, por ejem-

páginas

atendere-

plo, en el siguiente fragmento de un discurso pronunciado

mos

polémica

hacia 1877, en la inauguración de una de las primeras ins-

suscitada en torno al

tituciones públicas de educación para mujeres en Mérida,

argumento de que la

Yucatán, el Instituto Literario de Niñas: “La educación de la

“naturaleza” sensible,

mujer […] es hoy y será siempre, de la más alta significa-

y no racional de las

ción social en todo pueblo civilizado y libre, a la par que

mujeres,

la más imperiosa obligación, el más sagrado deber de todo

su exclusión de los

gobierno ilustrado y liberal”.10

ámbitos públicos, y su

presunta inclinación a

Es en este contexto que a lo largo del presente

De esta ma-

la

justificaba

“Considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han decidido exponer en una solemne declaración los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer”. Olympe–de–Gouges, Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana.

capítulo revisaremos, en primer lugar, algunas de las voces

lo familiar y doméstico. Entre otras, revisaremos las obras

e ideas más importantes que, ya desde la metrópoli o en

de los ya mencionados Benito Feijoo y Josefa Amar, autores

territorio virreinal, se manifestaron a favor y en contra de la

españoles que, hemos dicho, tuvieron amplia recepción en-

compleja preceptiva ilustrada que imperó en los territorios

tre diversos sectores de la élite novohispana. Su influencia

novohispanos. Así pues, daremos cuenta de la manera en

se expresó en una amplia gama de obras de orden pedagó-

que las ideas ilustradas y las normas jurídicas y sociales

gico y literario, tales como la novela La Quijotita y su prima,

de ellas derivadas, acentuaron la exclusión de las mujeres

del famoso escritor José Joaquín Fernández de Lizardi (El

como sujetos de derecho, al negarles los beneficios legales

Pensador Mexicano), mejor conocido por su primera gran

y de orden civil que el propio pensamiento ilustrado pos-

obra, El periquillo Sarniento; e incluso en la voz de las mu-

tulaba como derecho natural del hombre (sin el cual era

jeres novohispanas en tránsito hacia el siglo

impensable el pleno ejercicio de su libre albedrío); pero,

nión sobre muchas de las problemáticas derivadas de este

al mismo tiempo, establecieron la justificación esencial del

proceso apareció en diversos medios impresos de la época,

acceso de las mujeres a la educación formal: el reconoci-

entre ellos El Diario de México, una de la publicaciones

xix,

cuya opi-

miento de su capacidad racional. Ello significó, entre otras

periódicas más importantes del virreinato.

muchas cosas, la posibilidad de apropiarse de herramientas

culturales que progresivamente les permitirían posicionarse

aspectos centrales que, de modo distinto, se vieron influidos

como sujetos sociales y, más allá de la preceptiva legal, mo-

por las ideas ilustradas y afectaron de manera sustancial

ral y pedagógica imperante, establecer su propia agenda

a las mujeres. El primero tiene que ver con las nuevas y

En un segundo momento, pasaremos revista a dos

crecientes oportunidades de acceso a una educación bási9  Mónica Bolufer, Mujeres e Ilustración, op. cit., p. 17. 10  Rodolfo Menéndez, Boceto Biográfico. Magisterio Yucateco. Rita Cetina Gutiérrez 1846–1908, Mérida, Yucatán, 2011, p. 16.

ca (también llamada elemental) de la población femenina, que promovió la política ilustrada con puntualidad hacia


26

mencionó, de manera particular analizaremos el desconocimiento jurídico de las mujeres como individuos, y en consecuencia como sujetos no acreedores de derechos civiles o legales, precepto heredado por el liberalismo mexicano a lo largo de la primera mitad del siglo

xix.

En términos generales, observaremos entonces la

forma en que estas ideas se tradujeron en modificaciones puntuales que afectaron ámbitos esenciales de la vida social de las mujeres, como el matrimonio, la relación de potestad entre padres e hijos, y mecanismos para dirimir conflictos entre cónyuges, entre otros. Asimismo, daremos cuenta de cómo todos estos cambios no sólo impactaron prácticas y costumbres entre los hombres y mujeres de la sociedad novohispana; también establecieron una normatividad jurídica en la que, al menos desde la formalidad de la preceptiva legal, aquéllas quedaron supeditadas en todos sentidos a la autoridad masculina, al desaparecer, por ejemplo, figuras y mecanismos de acción legal y cultural que hasta entonces favorecían a las novohispanas en la resolución de diversos conflictos, entre otros, los tribunales eclesiásticos o los depósitos de esposas. José Joaquín Fernández de Lizardi en Vicente Riva Palacio, Julio Zárate, México a través de los siglos, Tomo III: La guerra de Independencia (1808–1821), México, J. Ballescá y Compañía, 1890.

1753, cuando a imitación de lo que años atrás ocurría en la metrópoli española, en la Ciudad de México se produjeron importantes cambios relacionados con la educación recibida hasta entonces por una minoría de mujeres de las élites.

El segundo aspecto tiene que ver con el impacto

jurídico de las reformas legales y económicas que, hacia 1765, estableció en territorio novohispano la nueva casa reinante de España: los Borbón, dinastía que, vinculada con el entonces Rey de Francia, Luis

xiv,

Finalmente, identificaremos la diversidad de tácti-

cas económicas, legales y culturales que las mujeres establecieron para salvaguardar sus deseos e intereses, pues tal como señala Pilar Gonzalbo: “Si creyésemos en la eficacia de los severos pedagogos, que hablaban de encierro, silencio, sumisión y austeridad, nos quedaríamos sin entender cómo fue la Nueva España y comprenderíamos muy poco el papel de las mujeres en la formación del México moderno”.11

En este mismo sentido, se enfatizará la idea de que

más allá de las restricciones legales impuestas por la política

buscó emular en todo

el orbe virreinal el nuevo orden social modelado por los pensadores del racionalismo ilustrado francés. Como ya se

11  Pilar Gonzalbo, La educación de la mujer en la Nueva España, México:

sep –Ediciones

el Caballito, 1985, p. 14 (Biblioteca Pedagógica).


27

ilustrada, el conjunto de acciones implementadas para que

las mujeres recibieran la educación considerada elemental

más allá de la discusión sobre si hubo o no Renacimiento y

para el buen cumplimiento de su deber social como madres

Revolución científica para las mujeres, o si de acuerdo con

y esposas representó, de cualquier manera, un impulso no

algunas autoras “las Luces [más que iluminar a las mujeres]

previsto para el fortalecimiento de su anhelo por acceder

las habrían dejado en una zona oscura”,12 resulta innega-

a la educación superior; es decir, a la escuela secundaria

ble aceptar que el arribo de las ideas ilustradas a territorio

a las profesiones

novohispano representó un parteaguas en el devenir de la

liberales. Tránsito que resultaría fundamental en la lenta,

historia de las mujeres en México y, de manera especial,

pero irreversible, configuración de una identidad femenina

de quienes habitaban en el corazón del antiguo valle de

que, más allá del deber ser impuesto por una preceptiva

Anáhuac, entonces mejor conocida como Ciudad de los

cultural dictada desde un criterio masculino, poco a poco

Palacios.

y más tarde, hacia finales del siglo

xix,

Este breve asomo nos ayudará a comprender que,

consiguió nombrar un ser mujer desde sí misma; es decir, una identidad que incluyera sus experiencias, emociones, reflexiones y, por supuesto, sus propias expectativas.

Asimismo, y con el objetivo de precisar los matices

de las múltiples formas en que cada mujer pudo haber percibido, aceptado, rechazado, y sobre todo dar un sentido propio a “esas palabras que se les dirigían [...] normas que trataban de dictarles formas de ser y actuar”, retomaremos algunos aspectos poco conocidos de mujeres excepcionalmente documentadas por la historiografía de dicho periodo: Josefa Ortiz de Domínguez –también conocida como la Corregidora– Leona Vicario, y María Ignacia (la Güera) Rodríguez.

Las obras de Benito Feijoo y Josefa Amar, tuvieron amplia recepción entre diversos sectores de la élite novohispana. Su influencia se expresó en una gama de obras de orden pedagógico y literario, tales como la novela La Quijotita y su prima, del famoso escritor José Joaquín Fernández de Lizardi. 12  Mónica Bolufer, Mujeres e Ilustración, op. cit., p. 18.


28

El pensamiento ilustrado sobre la mujer en Nueva España

En el año de 1723, en la ciudad de Madrid, se publicó el primer tratado en lengua hispana que abogaba por la igualdad entre los sexos: “Defensa de las mujeres”.14 Su autor, el benedictino Benito Jerónimo Feijoo, plasmó en esta obra ideas que promovían la inclusión de las mujeres en el gran proyecto educativo de la Ilustración.

A diferencia de la preceptiva ilustrada que imperó

en Inglaterra, Francia y la mayor parte de Europa, Feijoo se opuso a la idea de la inferioridad femenina a partir de un argumento central que “marcó un punto sin retorno” en las

La modernización, con sus ambigüedades y sus limitaciones, fue el resultado de toda una evolución socioeconómica y cultural: el aumento de la producción, el consumo, y la circulación, la lenta erosión de la sociedad estamental, la difusión más amplia del libro y la lectura, la adopción de nuevos valores ilustrados, y lo fue también de las estrategias de las propias mujeres, que hicieron uso, en sus vidas y su pensamiento de aquellos recursos que estaban a su alcance: la lectura, la escritura y el estudio, el protagonismo en un ámbito doméstico redefinido o la participación en los espacios de sociabilidad.13

discusiones planteadas por la filosofía racionalista sobre la diferencia de los sexos. En primer lugar, porque contrapuso a “los argumentos habituales sobre la inferioridad física, moral e intelectual de las mujeres”, la idea de que éstas eran iguales a los hombres con la histórica frase: “en tanto que seres racionales, pues la razón no tiene sexo (<la Alma no es varón ni hembra>)”; misma que, cabe mencionar, se convertiría en la columna vertebral de la corriente de pensamiento que años más tarde argumentaría el derecho de las mujeres a emanciparse, el feminismo, conocido también –paradójicamente– como el “hijo no querido de la Ilustración”.15

En segundo lugar, y a partir de la idea anterior,

Feijoo reelaboró el argumento por excelencia emanado del pensamiento ilustrado: el papel de la educación como máximo elemento reformador o modelador de las conductas, con base en la siguiente premisa: “puesto que las mujeres están

14  Benito Jerónimo Feijoo, “Defensa de las mujeres”, en Teatro Crítico Universal. Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes, Madrid, Joaquín Ibarra, 1723. Esta obra alcanzó tirajes excepcionales para la época –más de 3000 ejemplares– y se reeditó total o parcialmente en por lo menos 20 ocasiones entre 1725 y 1787. Asimismo, fue traducida al francés, portugués, inglés y alemán. 15  Celina de Jesús Trimiño Velásquez, Aportaciones del Feminismo liberal al desarrollo de los derechos políticos de las mujeres, Madrid: Congre13  Mónica Bolufer, “Luces”, op. cit., p. 509.

so de los Diputados, 2013, p. 130.


29

sexos, sucede a veces que los vicios que se atribuyen a las mujeres se encuentran también en algunos hombres y los de éstos en aquéllas […] los mismos hombres, no son, ni pueden ser todos iguales. Es preciso que haya unos que manden a otros […] Así las mujeres podrán estar sujetas en ciertos casos a los hombres, sin perder por eso la igualdad con ellos en el entendimiento. 18

dotadas de las mismas capacidades intelectuales que los hombres, es la desigualdad en la educación, reflejo a su vez de una desigualdad social, lo que les impide desarrollar su potencial”.16

Muy cercanas a este planteamiento fueron las re-

flexiones que la también española Josefa Amar y Borbón desarrolló tanto en su famoso Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (publicado en 1790), como en una amplia colección de tratados pedagógicos que ocuparon su labor como escritora. Incluso desde una concepción

organicista de la sociedad, Josefa Amar aceptó “como

autores tuvieron en territorio novohispano puede apreciarse

necesaria la desigualdad de los sexos en sus ocupaciones

con toda puntualidad en al menos tres ámbitos. El primero

y poderes, como necesarias parecían a su autora otras

es el de las publicaciones periódicas donde, justamente en

desigualdades”; pero de manera rotunda afirmó “que hom-

el más temprano e importante diario del orbe novohispano,

bres y mujeres poseían los mismos talentos” y argumentó

El Diario de México (1805–1817), ya desde 1813 encon-

extensamente “la idea de que la educación, entendida en

tramos el anuncio ininterrumpido de los “Discursos sobre la

un sentido amplio, como formación intelectual y moral, y

educación física y moral de las mujeres. Por doña Josefa

proceso de socialización, producía, en buena medida, las

Amar y Borbón, socia de mérito de la Real Sociedad Arago-

identidades masculinas y femeninas”.17

Ahora bien, la recepción e influencia que estos

nesa, y de la junta de damas unida a la Real Sociedad de

Así, y tal como expresa en el siguiente fragmento,

Madrid” (su costo era de catorce reales, en octavo mayor en

esta autora jamás puso en entredicho la igualdad racional

pasta, o de diez reales en pergamino), así como otros textos

entre ambos sexos, y al igual que Feijoo, trasladó la discu-

de la autora relacionados con la educación femenina: Re-

sión sobre la presumible desigualdad de éstos al terreno de

glamento de la Academia de ilustración de señoritas (a un

la educación:

real el ejemplar); y el primer tomo de Educación de las mu-

No se pueden señalar con certeza las pasiones peculiares a cada sexo, porque como esto depende de la fragilidad de la naturaleza, de los vicios de una mala educación, del mayor o menor influjo de la reflexión, del ejemplo, de las circunstancias en que cada uno se halla, y de otras causas morales y físicas, que son comunes a entrambos

jeres, con un valor de diez reales en octavo y pergamino.19

18  Josefa Amar y Borbón, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, Madrid, Benito Cano, 1790. Edición moderna de Ma. Victoria López Cordón, Madrid: Cátedra, 1994, citada por Bolufer, op. cit. pp. 100–101. 19  El Diario de México (1805–1815), fundadores y editores: Carlos María de Bustamante, Jacobo de Villaurrutia y J. Wenceslao Sánchez de la Barquera; se vendía a medio real en 12 establecimientos de la ciudad, y fue impreso por María Fernández de Jáuregui durante 1805–1806, y 1812–1813. Cabe hacer notar que, además de la ciudad de México, esta

16  Mónica Bolufer, “Luces”, op. cit., p. 482.

publicación llegó a lugares tan remotos como Veracruz, San Andrés Tuxtla,

17  Mónica Bolufer, Mujeres e Ilustración, op. cit., pp. 117–118.

Zacatecas, Durango y Chihuahua.


30

Este mismo tipo de registro histórico, publicaciones

En este sentido, vale la pena subrayar desde aho-

y revistas, da cuenta de las polémicas y discusiones que res-

ra la importancia de la prensa como “uno de los primeros

pecto de la educación femenina mantuvieron los diferentes

medios disponibles –si no el único– para que además de

sectores interesados en dicha cuestión, incluidas las mujeres,

expresar y polemizar en favor de sus ideas”,22 las mujeres

quienes a través de los “Remitidos” revelan, por ejemplo,

se posicionaran gradualmente como agentes de opinión

que además de leer los tradicionales catecismos, las carti-

pública, lo cual resultaría fundamental para que, más allá

llas sobre enfermedades y las novelas (en especial francesas

de las restricciones legales, culturalmente se constituyeran

e inglesas), estaban al tanto de los autores que reflexionan

como sujetos políticos.

sobre la educación femenina.20 Entre los más importantes:

José Fernández de Moratín, Luis Vives (Cienfuegos), Tomás

cer la amplia difusión del pensamiento ilustrado, aunque en

de Iriarte, la Princesa Beaumont, la Marquesa de Sillery, Fe-

este caso más bien en desacuerdo con las ideas propaga-

nelon, Ovidio, Chateubriand, Samuel Richardson y Erasmo,

das por Feijoo y Josefa Amar. De manera especial la obra

además de los españoles ya referidos. Tal como expresan

del conocido escritor José Joaquín Fernández de Lizardi: La

dos señoritas que señalan haber leído juntas la obra de

Quijotita y su prima. Historia muy cierta con apariencias

Feijoo:

de novela, publicada en dos tomos hacia 1818 y 1819,

La literatura es otro registro que nos permite cono-

respectivamente. La trama de esta novela descansa en la

¿Qué me dirás amiga mía de todos estos discursos? ¡Cuántos nos juzgan incapaces de dictar una carta, no diré como las que María Gurmay escribía a Francisco de Sales, sino como las nuestras, que no pasan los términos de la sencillez con que nos comunicamos nuestras ideas! [si bien es cierto] que muchos sabios nos han hecho justicia sobre este particular, .. como de la Francia el Abad de Bellegarde, a Mr. Frejin de la Italia […] y al Illmo. Feijoo, cuya obra comenzamos a leer cuando nos separamos. 21

comparación entre dos hermanas de una familia acomodada, Eufrosina y Matilde, así como de sus respectivas hijas, Pomposa (la Quijotita) y Pudenciana.

Eufrosina encarna el tipo de mujer educada a la

usanza del antiguo orden colonial, y que Lizardi promueve erradicar: “supersticiosa, frívola y vana. Consagrada al lujo, la última moda y el ajetreo social”; alejada del cumplimiento de su deber materno, pues además de malcriar a Pomposa con excesivo consentimiento, delega su cuidado y educación a las nodrizas y sirvientas.23 Matilde, por el contrario, representa el ideal ilustrado de la domesticidad que Lizardi admira, y que dibuja en la figura de una mujer

21  “Cartas de una Señorita Mexicana que reside por ahora fuera de su patria, a una amiga suya que se halla en esta corte“, Diario de México, 20  Con el título de “remitidos” se identifica toda la correspondencia que

junio 26 de 1806.

los lectores del Diario enviaban a la dirección editorial del mismo, y que

22  María de Lourdes Alvarado, La Educación “Superior” femenina en

abordaban asuntos muy diversos, desde anuncios e información sobre

el México del siglo xix . Demanda Social y reto gubernamental, México:

acontecimientos sociales, hasta textos breves que discurrían sobre algún

cesu – unam –Plaza y Valdés, 2004, p. 26.

suceso de actualidad o que había sido tratado en el Diario.

23  Silvia Arrom, op. cit., p. 34.


31

El ideal educativo femenino del autor se resume

de manera contundente en el desenlace de la historia: “Pudenciana prosperó, llegó a ser una excelente joven, se casó bien y vivió feliz para siempre; Pomposa cayó hasta los abismos de la pobreza y la prostitución y encontró una muerte prematura”.25 Como puede observarse, las ideas de Lizardi coinciden del todo con el discurso ilustrado que se opuso tajantemente a “los valores propios de una sociedad tradicional y aristocrática”,26 y cuyo ideal femenino se acerca al racionalismo filosófico y a las teorías pedagógicas de Rousseau, quien justificaba la exclusión de las mujeres de cualquier ámbito de la vida pública, con la afirmación de que su “utilidad social” estaba determinada por la esencia de su naturaleza como madres y esposas:

Toda la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Complacerlos, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarlos de jóvenes, cuidarlos de ancianos, aconsejarles, consolarlos, hacerles agradable y dulce la vida; éstos son los deberes de las mujeres en todas las épocas y lo que han de aprender desde la infancia.27

Figurines, en El Mosaico Mexicano, t. II (1837). Litografía de Ignacio Cumplido.

Testimonios de mujeres revelan a través de los “Remitidos” que además de leer los tradicionales catecismos, las cartillas sobre enfermedades y las novelas (en especial francesas e inglesas), estaban al tanto de los autores que reflexionan sobre la educación femenina.

En ese mismo sentido se pensaba entonces nece-

saria una educación diferenciada que formaría a hombres y mujeres de acuerdo con su presunta naturaleza “complementaria”. La radical simpleza de este principio sería

dedicada “personalmente al cuidado de su marido, su hija y su casa [y que] a diferencia de su hermana, amamantó a su hija, no la mandó a la escuela hasta los cinco años y tampoco la consintió demasiado”.24

25  Ibid. 26  Mónica Bolufer, Mujeres e Ilustración, op. cit., p. 20. 27  Martine Sonnet, “La educación de una joven”, en George Duby y Michelle Perrot (eds.), Historia de las Mujeres. Del Renacimiento a la Edad Moderna, Madrid: Taurus, 1993, p. 137. Una brillante revisión de las discusiones que al respecto se suscitaron entre diversos pensadores ilustrados puede consultarse en: Cristina Molina Petit, Dialéctica feminista de la

24  Ibid.

Ilustración. Prólogo Celia Amorós. Barcelona, España: Anthropos, 1994.


32

ser declarado por necio y por ingrato; pero al fin de todo, hemos de confesar que justísimamente las mujeres son inferiores a los hombres por las leyes civiles. ¡Qué bien se acomodaría un mujer con un niño en los brazos asido de un pecho y sobre el otro apoyando un fusil! Lo mismo digo de una pluma, un formón, un arado u otros instrumentos peculiares de los hombres; era menester que abandonara el instrumento o el niño. 28

expresada con toda claridad en Sofía, quinto libro de Las conversaciones con Emilio (publicado en 1774), secuela de la obra que resume la filosofía de Rousseau al respecto: Emilio o de la educación (1762), y que seguramente inspiró a Lizardi, quien en el siguiente fragmento de La Quijotita define a las mujeres y su papel social, en los mismos términos que el filósofo francés: Además del Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, la autora publicó otros textos relacionados con la educación femenina como el Reglamento de la Academia de ilustración de señoritas y el primer tomo de Educación de las mujeres.

El último testimonio que nos permite constatar la

recepción de la literatura ilustrada durante los últimos años del México colonial, proviene de los interrogatorios de la causa instruida en 1813 contra María Leona Vicario por

En esta inteligencia has de saber que es un error pensar que las mujeres tengan, por ningún título, alguna superioridad sobre los hombres […] Por ley natural, por la civil, y por la divina, la mujer, hablando en lo común, siempre es inferior al hombre. Te explicaré esto. La naturaleza, siempre sabia y obediente a las órdenes del Creador, constituyó a las mujeres más débiles que los hombres, acaso para que esa misma debilidad física de que hablo les sirviera como de parco o excepción para conservarse en aptitud para ser madres y sostener la duración del mundo [...]. En consideración a estas cosas, las leyes las han separado del sacerdocio, gobierno, política y artes de guerra, que les ha confiado a los hombres, de cuya privación resulta un justo premio debido al bello sexo, y tan justo que los hombres en haberlas excluido de estos cargos no ha hecho más sino premiarles sus peculiares ejercicios […]. El hombre que las vitupere por razón de la diferencia del sexo, debe

el delito de infidencia, gracias a los cuales sabemos que su biblioteca personal albergaba no sólo Novenas y otros impresos místicos (las Epístolas de San Jerónimo, y los Avisos de San Juan de la Cruz); sino también obras ilustradas, como la Idea del Universo del jesuita Lorenzo Hervas y Panduro, la Historia General y Particular del Conde Buffon, las Aventuras de Telémaco, del famoso autor francés François de Salignac, mejor conocido como Fenelon, y de nuevo, el Teatro Crítico Universal de Feijoo, del cual se sabe solía transcribir páginas enteras.29

28  José Joaquín Fernández de Lizardi, La Quijotita y su prima, México: Editorial Porrúa, séptima edición (Sepan cuantos, 71) Introducción María del Carmen Ruíz Castañeda, pp. 32–33. 29  La participación de Leona Vicario en el movimiento insurgente, así como la investigación judicial a que fue sometida, es un episodio referido por la mayoría de las biografías escritas sobre ella. Véase Carlos María de Bustamante, “Necrología de la Sra. Doña María Leona Vicario de Quintana”, en El siglo xix , México, 25 de agosto de 1842; Jacobo M. Sánchez de la Barquera, Biografía de la Heroína Mexicana Doña María Leona Vicario de Quintana, México, 1900; Genaro García, Leona Vicario. Heroína Insurgente, México, Edición de G. García, 1910.


33

Así pues, y antes de terminar con este breve reco-

rrido por la diversidad de medios que transmitieron la preocupación de las distintas posturas ilustradas por “modelar los comportamientos sociales y las pautas de relación entre los sexos de acuerdo con los nuevos valores de racionalidad, sentimiento, utilidad y orden que aspiraban imprimir en la sociedad”,30 vale la pena señalar que, como ya se ha dicho, la recepción de estos discursos por parte de las mujeres fue todo menos pasiva.

Por el contrario, y una vez más en la prensa, du-

rante la primera mitad del siglo

xix

encontramos evidencia

de que las mujeres expresaron constantemente su opinión sobre múltiples aspectos relacionados con el polémico tema de cómo debían ser educadas, y de manera especial sobre asuntos en los que se decían directamente afectadas, entre los que destacan la discusión sobre el lujo y el vestido: “¿Qué le importa a usted o a cualquiera de los muchos censuradores de las damas, que las chatres, currutacas, coquetillas o como quieran llamarlas, se vistan como más en gana les venga?”;31 así como el menosprecio de sus capacidades intelectuales. Tal como se aprecia en este fragmento de la carta “imaginaria” que –si pudiera– La incógnita enviaría a esos quejosos:

Leona Vicario.

Un testimonio que nos permite constatar la recepción de la literatura ilustrada durante los últimos años del México colonial proviene de los interrogatorios de la causa instruida en 1813 contra María Leona Vicario por el delito de infidencia, gracias a los cuales sabemos que su biblioteca personal no sólo albergaba Novenas y otros impresos místicos.

30  Mónica Bolufer, Mujeres e Ilustración, op. cit., p. 18. 31  Tomasa Ontonelo Pozi, “Costumbres”, Diario de México, enero 15 de 1806.


34

Sr. Misántropo: Doy a usted en nombre de mi pobre sexo las más sinceras gracias por los generosos deseos que animan sus cartas... Si tuviera proporciones, de la noche haría día para ilustrarme, porque estoy firmemente persuadida de que la mitad de la corrupción “La moda elegante ilustrada”. Archivo Fotográfico del Instituto de que lloramos en este Investigaciones Estéticas de la unam. siglo nace de la ignorancia […]. Si deseáis sus adelantamientos [de la mujer] no lo manifestéis sin agraviarla, si su triste ceguedad os compadece es insultándola, y esto a pesar de vuestras luces, de diez o más años de colegio [… además] hay muchos señoritos que apenas saben leer y escribir, y cuyas ideas jamás se pulen. 32

la vestimenta de las mujeres, se vincula sin embargo con la especificidad de formas y ámbitos de lo cotidiano en que impactó el discurso de la preceptiva ilustrada, y su propósito de imponer un nuevo ideal de lo femenino.

En otras palabras, la discusión sobre el derecho de

las mujeres a vestirse como mejor les pareciera, es un asunto que merece más atención, pues no resulta gratuito que al

La discusión sobre la vestimenta de las mujeres se vincula con la especificidad de formas y ámbitos de lo cotidiano que impactó el discurso de la preceptiva ilustrada, y su propósito de imponer un nuevo ideal de lo femenino. unísono, el discurso médico, legal y moral de la Ilustración buscara promover entre “las mujeres de las élites unos modelos de comportamiento [opuestos a los de] la sociabilidad mundana en favor de la dedicación doméstica”, y que debido a ello, fueran ellas y no los varones, el blanco predilecto de las críticas al lujo, ya desde “una perspectiva moral (que

La reiterada molestia que expresan las mujeres

aproxima peligrosamente el lujo y la lujuria), social (como

por ambos temas: la moda y la inteligencia femenina, nos

censura de los hábitos aristocráticos, o bien como defensa

invita a reflexionar por qué un asunto que a primera vista

del orden social tradicional), económica (gasto excesivo

puede no relacionarse con aspectos más complejos de la

para la economía familiar o nacional) o higiénica (constric-

polémica sobre la educación femenina, la discusión sobre

ciones al desarrollo saludable del cuerpo)”.33

33  Mónica Bolufer, “La imagen de las mujeres en la polémica sobre el lujo (siglo xviii )”, en vii Encuentro La mujer en los siglos xviii y xix . Cádiz 19, 20 y 21 de mayo de 1993. De la Ilustración al Romanticismo. Cádiz, 32  Pepita, “Carta de una señorita a otra, que se halla ausente de esta

América y Europa. Coordinadora: Cinta Canterla. [España], Universidad

ciudad”, Diario de México, septiembre 3 de 1810.

de Cádiz, p. 179.


35

Así, el estrecho vínculo entre dicha intención y el

desconocimiento de las mujeres como sujetos racionales, y por tanto, ajenos a toda actividad intelectual y cultural, es decir fuera de los parámetros de la educación permitida, se evidencia en el estereotipo de la Coquetilla, creado en contraposición al de la mujer correctamente educada. Conocida también como Currutaca o Bachillera, retrataba con burla a las mujeres que manifestaban públicamente su interés en actividades de tipo intelectual como leer, escribir o participar en sucesos sociales también relacionados con dichas habilidades, como tertulias, y cuya descripción resume el siguiente remitido:

Gran descaro en el modo de vestir, el pelo bien cortado, y con su flor, mucha desenvoltura en el decir, ninguna continencia en el favor […] cata aquí a mi señora doña urraca, queriendo presumir de currutaca, el bufete con novelas, la almohadilla sin labor, el estrado con tertulia, la madre sin precaución, cada visita con riesgo, cada riesgo sin temor.34 No obstante, el estereotipo cultural difundido sobre la mujer educada e inteligente fue usado también para identificar a la Mujer Ilustre pero, incluso desde una actitud alejada de la sátira, este tipo de mujer fue considerada siempre excepcional, tal como refiere

“La coqueta”. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam .

Fernández de Lizardi en la ya mencionada novela La Quijotita:

34  Anónimo, “Sobre una currutaca”, Diario de México, mayo 28 de 1806.

El estereotipo de la Coquetilla, creado en contraposición al de la mujer correctamente educada, conocida también como Currutaca o Bachillera, retrataba con burla a las mujeres que manifestaban públicamente su interés en actividades de tipo intelectual como leer, escribir o participar en sucesos sociales.


36

Los ejemplos de mujeres ilustres que he citado prueban hasta la evidencia que el sexo [femenino] es capaz de saber y de pensar lo mismo que los hombres enseñados; más no por esto digo que se dediquen todas las mujeres a los estudios serios y abstractos, ni que todas aspiren a merecer regentear una cátedra, ni pronunciar una oración en una iglesia. Esto sería pretender que saliesen de su esfera […]. Las mujeres sabias y varoniles no soncomunes […]. Estas mujeres raras son más para admiradas que para seguidas. 35 Una última opinión de Lizardi nos permite vislumbrar lo complejo que para la recién independizada sociedad novohispana, pudo ser conciliar dos ideas sobre la mujer en apariencia contrapuestas. Por un lado, la tradicional, es decir aquella cuyo destino natural y social era el matrimonio y la maternidad; por otro, la idea no sólo nueva, sino en más de un sentido transformadora, de que las mujeres eran iguales al varón en algo sustancial: el espíritu. Lo cual, desde la propia filosofía ilustrada, hacía obligado su reconocimiento como sujetos inteligentes y capaces de discernir y aprender.

sabrán a proporción de sus talentos y del cultivo que les dieren, sin que sea su sexo un estorbo para aprender, ni menos un motivo que justifique su ignorancia [pero] yo estoy muy lejos en persuadir que se hagan las mujeres estudiantes. A la Portada de la obra La Quijotita y su prima, José Joaquín Fernández de verdad que no han Lizardi, Obras. nacido sino para ser esposas y madres de familia. En sabiendo cumplir estas obligaciones, seguramente serán mujeres sabias en su clase y utilísimas a la sociedad. 36

Tal como deja ver el siguiente fragmento de La Quijotita:

[…] tú me has oído decir varias veces que las mujeres pueden saber tanto como los hombres más instruidos. Esto se prueba por la causa y por el efecto. Por la causa, porque siendo el alma el receptáculo de la sabiduría y no careciendo las mujeres de alma, se sigue que tienen la misma aptitud que los hombres […] las mujeres

35  Fernández de Lizardi, La Quijotita, op.cit., pp. 124, 125.

El estereotipo cultural difundido sobre la mujer educada e inteligente fue usado también para identificar a la Mujer Ilustre, pero considerada siempre excepcional, tal como refiere Fernández de Lizardi en La Quijotita.

36  Ibid., pp. 122, 125.


37

El impulso a la educación

Limpia Concepción o Niñas vírgenes, y Nuestra Señora de los Gozos, conocido popularmente también como La Enseñanza.

Hemos visto que la necesidad de integrar a las mujeres al desarrollo productivo y social, se mantuvo como un interés prioritario tanto de los “funcionarios borbónicos como de los republicanos mexicanos”, y que la llamada “marca distintiva de la Ilustración” fue precisamente, la política de impulso a la educación femenina en que se tradujo dicho interés.

37

No obstante, la impronta de educar a las novohis-

panas no se originó en estricto sentido a partir de la influencia de Feijoo, pues ya desde 1548 tenemos antecedentes de una larga lista de colegios para mujeres; entre los más antiguos está, por ejemplo, La Caridad, también conocido como De Niñas, De Doncellas, De Santa Isabel o De la Visitación, originalmente pensado para el recogimiento de mujeres mestizas, donde de acuerdo con Pilar Gonzalbo, es seguro que, al menos durante un tiempo, en esta institución se impartieron clases de lectura, según consta “en las cuentas del año 1569 [con el registro de una partida destinada a comprar] seis tomillos de cartillas para enseñar a leer a las muchachas”.

38

Dos años más tarde (1571–1575), en Guadala-

jara se estableció el Colegio de Santa Catarina de Siena, cuya pretensión fue atender de manera particular a niñas huérfanas y mujeres “virtuosas”. Dos décadas después, a escasos diez años de que iniciara el nuevo siglo (1590), la ciudad de Puebla inauguró tres nuevos espacios para

Más de medio siglo después, en 1680, una institu-

ción de suma importancia abrió sus puertas en la Ciudad de México, el Colegio de San Miguel de Belem, llamado también de las Capuchinas seglares, y conocido popularmente como las Mochas. La trascendencia de este colegio radicó en la gran cantidad y heterogeneidad de mujeres que a él ingresaron con el correr de los años; planeada originalmente como recogimiento de mujeres adultas, esta institución se transformó muy pronto en un colegio al que acudían “niñas o jóvenes solteras que convivían con las mayores”, mismas que pertenecían a “todos los grupos étnicos y de cualquier capa social”.39 Un hecho crucial en este sentido, fue el ingreso de las mujeres indígenas a la educación formal con la apertura del primer convento para mujeres indias, que, con el nombre de Corpus Christi, se fundó en 1724.

Es cierto, sin embargo, que el impacto de las nue-

vas ideas ilustradas en la educación femenina puede ubicarse a partir de 1753, al menos en la Ciudad de México, con la fundación del Internado de Primeras Letras para niñas indígenas de Nuestra Señora de Guadalupe o Colegio de Indias, fundado hacia 1753, bajo los auspicios de la Compañía de Jesús.40

Asimismo, con la inauguración, en 1755, de la

primera Amiga (pública y gratuita) de la Ciudad de México que, financiada por el Ayuntamiento, tuvo como instalación parte del colegio de monjas de la Compañía de María La Enseñanza o Colegio del Pilar. Cabe aclarar que Amiga,

la educación femenina: El Colegio de Jesús María, el de 39  Ibid., p. 330. 37  Silvia Arrom, op. cit., p. 29.

40  Al producirse la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, el cole-

38  Pilar Gonzalbo, Historia de la educación en la época colonial. La

gio pasó a manos del clero secular para luego, hacia 1811, transformarse

educación de los criollos y la vida urbana, México: El Colegio de México,

en convento de la Compañía de María. Véase Dorothy Tanck Estrada, La

1990, p. 329.

educación ilustrada. 1786–1836, México: El Colegio de México, 1977.


38

era el nombre que recibían todas las pequeñas e informales

Como dato curioso, cabe mencionar que Josefa

escuelas para niñas (es decir no reconocidas por autoridad

Ortiz de Domínguez, sobre quien el escritor Francisco Sosa

alguna), pero que ya desde la segunda mitad del siglo xvi se

difundió la leyenda de que “recortó pacientemente palabras

abrían en el hogar de aquellas mujeres que, mínima o me-

de los libros de su marido para formar el famoso mensaje

dianamente, sabían leer y escribir (por lo general viudas).

que envió a Allende, porque sabía leer, pero no escribir”,

En estas escuelas, además del aprendizaje del catecismo y

fue alumna de este importante colegio, donde aprendió a

las ya mencionadas habilidades femeninas (costura, borda-

escribir, como puede constatarse en varios documentos que

do, etc.), se ofrecía también la enseñanza de las primeras

sobreviven en el archivo de esta institución.43

letras, dentro de lo cual solía incluirse el aprendizaje de la

De regreso a nuestro tema central, el impulso a la

41

educación de las mujeres tuvo otro momento importante en

Es importante señalar que, muy probablemente

1786, cuando el Ayuntamiento de la ciudad promovió de-

bajo la influencia del pensamiento ilustrado, La Enseñanza

cretos para abrir escuelas primarias gratuitas en parroquias

modificó el parámetro de edad de su población escolar,

y conventos. Entre los más importantes están La Enseñanza y

pues durante los primeros años aceptó alumnas que oscila-

Las Vizcaínas, que a través de las llamadas “escuelas pías”

escritura.

ban entre los ocho y treinta años de edad, con un promedio general de quince, pero luego se determinó que sólo ingresarían niñas menores de quince años.

Un hito fundacional importante fue la inauguración

en 1767 de El Colegio de San Ignacio de Loyola, mejor conocido como Las Vizcaínas, institución educativa que tras un proceso de negociación de casi cuarenta años, abrió sus puertas en la Ciudad de México como Recogimiento para niñas pobres fundado por acaudalados caballeros de la cofradía vasca de Aránzazu, y que “alcanzaría fama y sobreviviría al régimen colonial y a los cambios políticos de los siglos

xix

y

xx”.

42

Un hecho crucial en la historia de la educación, fue el ingreso de las mujeres indígenas a la educación formal con la apertura del primer convento para mujeres indias que, con el nombre de Corpus Christi, se fundó en 1724.

41  Para profundizar en la historia de estas primeras opciones de educación femenina, puede consultarse la obra de Pilar Gonzalbo, Las mujeres en la Nueva España. Educación y vida cotidiana, México, El Colegio de México, 1987; así como el trabajo ya referido de Dorothy Tanck de Estrada, La educación ilustrada, op. cit. 42  Pilar Gonzalbo, Historia de la educación en la época colonial, op. cit., p. 333. Vid. Josefina Muriel, “El Real Colegio de San Ignacio de Loyola (1734–1863)” en Josefina Muriel (coord.), Los vascos en México y su Colegio de las Vizcaínas, México: iih – unam – iie –Cigatam, 1987.

43  Silvia Arrom, op. cit., p. 28.


39

(escuelas diurnas gratuitas) y las Amigas que, durante la última década de 1790, recibieron en sus aulas a por lo menos 500 niñas.

Como ya se dijo, la continuidad de esta política

caracterizó el tránsito del México colonial al independiente, en tanto que “los gobiernos republicanos, siguiendo las huellas de sus predecesores coloniales, impulsaron la expansión de la educación primaria”.44 Así, hacia 1842, se promulgó una Ley de obligatoriedad de educación primaria para niños y niñas de 7 a 15 años; aun cuando en la práctica no fue posible implementarla por la escasez de recursos para abrir más escuelas, esta ley da cuenta de la preocupación que los sucesivos gobiernos mexicanos de la primera mitad del siglo xix tuvieron por mejorar la educación de las mujeres; tal como manifestó en 1856 el periodista Florencio del Castillo, estaban plenamente convencidos de que “El medio más eficaz de mejorar la condición moral del pueblo es educar a la mujer”.45

Doña Josefa Ortiz de Domínguez.

Doña Josefa Ortiz de Domínguez fue alumna de Las Vizcaínas, institución educativa que tras un proceso de negociación de casi cuarenta años, abrió sus puertas en la Ciudad de México en 1767. 44  Ibid., p. 35. 45  Ibid.


40

El reverso legal: conflictos y restricción

las raíces prehispánicas, españolas y africanas), subsistían desde mucho tiempo atrás de diferentes maneras: como verduleras y guisanderas en el mercado o la vía pública, como criadas y cocineras en las casas particulares, o como parteras, curanderas, cuidadoras de niños, ejerciendo la prostitución o bien empleándose “en las fábricas de tabaco,

La definición de mujer que predominó en la preceptiva moral ilustrada como sujeto sensible, no racional, y dependiente en todo sentido del hombre, no fue sólo una idea; significó, también, la reestructuración económica y legal de ámbitos fundamentales de la cotidianidad femenina.

En consecuencia, por un lado se consolidó la po-

lítica de incorporar a las mujeres de las clases más pobres en sectores productivos que “compatibles con su decoro y fuerza”, les habían estado prohibidos, como las manufacturas textiles (tejido, la fabricación de encaje, bordado), la pintura de abanicos, la repostería o la atención de tiendas y cajones.46 Así por ejemplo, y a raíz de la queja que doña Josefa de Celis presentó ante el virrey don Miguel Joseph de Azanza en 1798, se publicó el histórico decreto que el 12 de enero de 1799 eliminó las restricciones gremiales contra las mujeres y estableció que “con ningún pretexto se permitiese que por los Gremios ni otras cualesquier personas se impidiese la enseñanza a mujeres y niñas de todas aquellas labores que son propias de su sexo, ni que vendan por sí o de su cuenta libremente sus manufacturas”.47

Ahora bien, al igual que en el caso de la educa-

ción, esta apertura legal no significó el inicio de la actividad laboral de las mujeres; por el contrario, la gran mayoría de ellas, es decir, quienes no formaban parte de la élite social (no debe olvidarse que la diversidad étnica se nutrió de

que durante los últimos cincuenta años de la Colonia ocuparon el segundo renglón en la economía, después de la minas [ambas industrias] utilizaron un 43.3% de la fuerza de trabajo femenina, sobre todo en labores eventuales, a destajo y con mayor cuota de faena y menor salario”.48 La siguiente descripción hace posible imaginar la imparable labor de las mujeres:

Del cajón de ropa al puesto de chiles, del expendio de carne al mostrador de las aguas frescas, las criadas de las familias acomodadas y la mujeres modestas hacían sus compras en el mercado, platicaban con sus conocidas y comentaban diariamente las noticias y rumores. También eran mujeres casi todas las vendedoras de los tianguis, mujeres que administraban su pequeño comercio y sabían muy bien cómo pesar, medir y cobrar la mercancía, aunque nunca hubiesen ido a la escuela. Junto al artístico montoncito de duraznos o calabacitas, al lado del bebé que dormía envuelto en el rebozo y de los hermanitos que jugueteaban semidesnudos, algún gorrito a medio bordar [...] la aguja, el dedal y la imaginación femenina combinaba la tradición y la fantasía. 49 48  Ma. del Pilar Iracheta Cenecorta, Educación Femenina: México El

46  Nombre dado a las tiendas de cualquier tipo, a partir de la costumbre

Colegio Mexiquense, 2009, pp. 47,48; Julia Tuñón, Mujeres en México.

colonial de colocar en los mercados un cajón de madera donde se mostra-

Recordando una historia, México:

ban las mercancías.

49  Pilar Gonzalbo, La educación de la mujer en la Nueva España, op.

47  Silvia Arrom, op. cit., p. 44–45.

cit., pp. 10–11.

conaculta ,

198, pp. 86, 87.


41

Por otro lado, sin embargo, las reformas legales descono-

voluntario de la esposa en una casa respetable mientras se

cieron a las mujeres como individuos políticos, es decir las

resolvía el conflicto, no implicó la creación de estructura o

excluyeron de la calidad de ciudadanas, y en virtud de ello,

mecanismo civil semejante.

favorecieron el control patriarcal sobre el matrimonio y la

familia, incluida la potestad sobre los hijos.50 Un punto de

característica del tránsito del México colonial al indepen-

inflexión al respecto fue el establecimiento en 1781 de la

diente, así como el recrudecimiento del modelo de familia

Real Pragmática del matrimonio (que tendría vigencia hasta

patriarcal como símbolo de la Nación Moderna y Liberal,

1803), que desde la visión secular de una sociedad laica

imagen que hasta cierto punto se fortaleció con el conjunto

buscó establecer una nueva concepción de familia, y un

legal de reformas establecidas entre los años 1855 a 1867,

modelo de la misma a seguir; política que en términos lite-

y de las cuales nos ocuparemos en el siguiente capítulo.

rales desató una batalla entre Iglesia y Estado por el control

En este sentido, nos parece atinada la reflexión de la his-

social de las relaciones familiares.

toriadora Silvia Arrom sobre el hecho de que “las escasas

La continuidad de este proceso fue también otra

En términos generales, este reforzamiento de un

divergencias republicanas respecto de la ley colonial son

patriarcado normativo significó el aumento de la autoridad

indicios reveladores de nuevas actitudes hacia las mujeres

del marido, no sólo respecto a la resolución de los conflictos

[y da cuenta de que] la nueva visión de la utilidad social y

conyugales, sino también en el control de las propiedades

la aptitud femenina chocaba con algunas de la limitaciones

de la esposa y sus transacciones legales. Así, por ejemplo,

tradicionales de los derechos de las mujeres”.52

en tanto el marido era su representante legal, la mujer “no

podía representar a su marido [pero] necesitaba su permiso

vida de las mexicanas se sujetara en estricto sentido a este

para realizar casi cualquier acto legal en su propio nombre,

“deber ser” que, por supuesto, no respondía a sus deseos

específicamente para celebrar contratos, renunciar a una

e intereses. Por el contrario, como ya se mencionó, las mu-

herencia o aceptar una herencia hipotecada, para iniciar

jeres supieron aprovechar la fuerza de la tradición y las

un juicio legal o para hacer donaciones a los pobres”.51

ambigüedades de la ley para llevar a cabo sus propósitos.

Todo lo cual, sin embargo, no significa que la

Por otro lado, el aumento de la injerencia de los

La siguiente anécdota, protagonizada por María Ignacia

tribunales civiles, y la exclusión del derecho eclesiástico

Rodríguez de Velasco, mejor conocida como la Güera

en la resolución de los conflictos relacionados con el ma-

Rodríguez (1778–1850), famosa no sólo por su belleza e

trimonio, el divorcio y los convenios de separación, colocó

ingenio, sino por el gran interés que siempre tuvo por la filo-

a las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad y

sofía y la ciencia de su tiempo, puede darnos una divertida

desprotección; por ejemplo, ante la violencia doméstica,

idea de la audacia con que una mujer “ilustrada” como ella,

pues la desaparición de los mecanismos e instancias que

pudo enfrentar a las leyes y la moral social.

hasta entonces las habían protegido, como el “depósito”

50  Patricia Seed, Amar, honrar y obedecer en el México Colonial. Conflictos en torno a la elección matrimonial. 1574–1821, México: Alianza Editorial–conaculta (Los Noventa), 1991, pp. 17, 20, 158. 51  Silvia Arrom, op. cit., pp. 87, 88.

52  Ibid., p. 71.


42

Viuda y embarazada a los pocos meses de haberse casado (por segunda ocasión) con Mariano Briones, hombre sumamente rico y mucho mayor que ella (rondaba ya los 70 años), María Ignacia fue acusada de “disimulación astuta” por parte de los hijos y parientes de su difunto marido, quienes en virtud del presunto engaño que afirmaban iba a realizar consiguiendo “por ahí un chiquillo llorón y acabado de nacer”,53 reclamaron la totalidad de la herencia de don Mariano.

Ante ello, María Ignacia decidió que “cuando le

llegara la hora terrible, su hijo le saliera de las entrañas a los ojos del mundo, delante de testigos fehacientes”; así pues, el día del alumbramiento, salió “muy decidida y sosegada a la puerta de su casa [...], hizo entrar en su residencia hasta seis señores que pasaban muy tranquilos por la calle [...] les pidió que subieran a su alcoba [y les dijo] que en ese instante iba a dar a luz y quería que testificaran el acto [...] con este nacimiento [de una niña] a la que María Ignacia puso el simbólico nombre de Victoria [...], chasqueó bien a los tontos parientes de su marido, a quienes les salió en blanco la esperanza o el tiro por la culata”.54

Las anécdotas protagonizadas por María Ignacia Rodríguez de Velasco, mejor conocida como la Güera Rodríguez (1778–1850), famosa no sólo por su belleza e ingenio, sino por el gran interés que siempre tuvo por la filosofía y la ciencia de su tiempo, nos brindan una divertida idea de la audacia con que una mujer “ilustrada” como ella, enfrentó a las leyes y la moral social.

53  Artemio de Valle Arizpe, La Güera Rodríguez, México, Librería de Manuel Porrúa, 9a. edición, 1960 (Biblioteca Mexicana), p. 54. 54  Ibid., pp. 56–57.

La Güera Rodríguez, en ¿No queda huella ni memoria? Semblanza iconográfica de una familia, Aurelio de los Reyes.


43

La búsqueda de la individuación: una herencia incómoda

desde tiempo atrás les habían brindado espacios de libertad y fortalecimiento de su identidad.

De manera particular todos los que, originados

como ámbitos de entretenimiento y recreo, representaron más bien espacios de sociabilidad a través de los cuales generaron redes de apoyo y comunicación, y fueron útiles para llevar a cabo diversos tipos de actividades, se tratara de practicar una receta de cocina, de la lectura clandestina de una novela o un tratado de filosofía no recomendado

Como se ha visto, la irrupción del pensamiento ilustrado fue un factor determinante en el surgimiento de nuevas posibilidades de vida para las mujeres novohispanas. Al menos en la vertiente ya señalada en el primer apartado, que favoreció la idea de la igualdad intelectual y moral de los sexos, a partir de la cual, por ejemplo, se produjo una paulatina aceptación del ingreso de las mujeres a la educación formal de nivel primario.

En este sentido, y aun con las restricciones deriva-

das del marco legal ya esbozado, es importante observar un par de elementos que dan cuenta de cómo este conjunto de circunstancias impulsó, aun cuando no fuera su propósito, la conformación de una identidad de lo femenino que poco a poco afirmó un elemento sustancial para la progresiva inserción de la mujeres en el marco social establecido por el liberalismo a lo largo del siglo

xix:

la individualidad.

En otras palabras, aun cuando, como se ha visto,

durante las primeras décadas de este periodo se reforzó el estatus legal y la mentalidad cultural que en la sociedad novohispana destinó a las mujeres los ámbitos de lo privado y familiar, la forma en que las mujeres asumieron dichos cambios estuvo muy lejos de la aceptación o la pasividad.

para las mujeres. En este sentido, vale la pena señalar la importancia de los escasos, pero valiosos testimonios artísticos que las propias mujeres crearon para dejar constancia de estos ámbitos.

Un caso mínimamente documentado es la pintu-

ra de las hermanas Juliana y Josefa San Román Castilla (1828), alumnas ejemplares de la Academia de San Carlos y probables alumnas del reconocido pintor Clavé.

55

Los cuadros de ambas hermanas recrean algunos de los espacios en que, además de aprender y desarrollar diversas habilidades de carácter intelectual, artístico o manual, las mujeres de esta clase social establecían vínculos sociales y de acompañamiento; entre sus obras destacan: Gabinete de Costura, Sala de Música, La lectura, Interior del estudio de una artista.56

En este mismo sentido, no debe pasarse por alto

que la generación de estos espacios como ámbitos no sólo de convivencia y sociabilidad entre las mujeres, sino incluso de libertad, tienen un antecedente, pocas veces imaginado así, en los espacios conventuales, entre cuyos muros las mujeres encontraron no sólo “la compañía y ayuda de otras mujeres, la conversación, la lectura de las Escrituras o el

Por el contrario, establecieron sus propios mecanismos de incumplimiento, o bien de negociación con la normatividad imperante, y aprovecharon al máximo las estrategias que

55  Aurora Tovar Ramírez, Mil quinientas mujeres en nuestra memoria colectiva, México,

demac ,

1996, pp. 583, 584.

56  Véase imagen anexa en página 45.


44

de las armas intelectuales más preciadas de la modernidad, la escritura, aprovecharon esos espacios de libertad para expresar lo que sentían y pensaban a través de una carta, un manifiesto, una petición o una conspiración política. Todo lo anterior, insistimos, se sumaría a la autoafirmación de una identidad de lo femenino que, más allá de las recomendaciones morales y las restricciones legales, exploraba por sí y para sí misma, otras posibilidades de ser mujer. Lo cual, como ha sido estudiado en el caso español, no implicaba necesariamente un conflicto ni enfrentamiento con la aceptación del mandato social:

Josefa San Román, La lectura, 1854. Óleo sobre tela, 136 x 125 cm. Colección particular. Museo Casa de la Bola, Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama I.A.P. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

La pintura de las hermanas Juliana y Josefa San Román Castilla (1828), alumnas ejemplares de la Academia de San Carlos, recrea algunos de los espacios en que, además de aprender y desarrollar diversas habilidades de carácter intelectual, artístico o manual, las mujeres establecían vínculos sociales y de acompañamiento. rezo”, y en los que una mujer como sor Juana de Asbaje logró acceder al “viril mundo del conocimiento”.57

[…] muchas mujeres, aunque gustaran de representarse a sí mismas como madres afectuosas y entregadas, no entendían que ello excluyera necesariamente otros deberes propios de su rango, otros vínculos de amistad y relación y otras ambiciones sociales e intelectuales […], mujeres y hombres de su tiempo, concedieron gran importancia en sus vidas a las relaciones sociales y a la amistad, que cultivaron a través del contacto personal y de amplias redes epistolares [esta] correspondencia es testimonio de que no vivían ni concebían sus vidas como volcadas de forma exclusiva en lo doméstico. Y ello explica la insistencia de algunas, como Inés Joyes, en defender la capacidad de su sexo para la amistad, en contra de la opinión común que consideraba a las mujeres inclinadas por naturaleza tan sólo al afecto conyugal y a la ternura materna. 58

Así pues, como veremos a continuación, ya fuera

en la tertulia o la sala de costura, las mujeres que tuvieron el beneficio de la educación, y con ello del acceso a una

57  Julia Tuñon, op. cit., pp. 77, 79.

58  Mónica Bolufer, “Transformaciones culturales”, op. cit., pp. 492–493.


45

Interior del estudio de una artista. Óleo sobre tela, 132.5 x 115 cm. Museo Casa de la Bola, Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama I.A.P. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.


46

En efecto, estos espacios de reunión y convivencia

social promovidos por las mujeres, que en Nueva España se organizaban con seguridad por lo menos desde 1760 (en casa de doña Lorenza Martín Romero, por ejemplo, quien reunía a diversas personalidades del mundo literario y político), llegaron a convertirse en sitios predilectos para el intercambio cultural e incluso la conspiración política, como es el caso de las reuniones organizadas por dos de las mujeres cuya participación en las conspiraciones proindependentistas es bastante conocida: Mariana Rodríguez del Toro y Josefa Ortiz de Domínguez; así como las ya mencionadas María Ignacia, la Güera Rodríguez y Leona Vicario.

A semejanza de los prestigiados “salones” surgi-

dos en Francia durante los siglos xvii y xviii, las tertulias representaron para las novohispanas, un espacio de acceso tanto al conocimiento indirecto de autores y temas de discusión vigentes en la ciencia, la filosofía y la política, como a la oportunidad de acrecentar su relación con el mundo de las letras.59

El salón y la carta [fueron] espacios culturales femeninos por excelencia, ya que regulan y canalizan la palabra de la mujer. Si bien las correspondencias pueden pasar de mano en mano, por lo general, la circulación del mensaje se limita a un ir y venir entre remitente y destinatario. En tales circunstancias, la carta, al igual que el salón constituye un medio privado apto para la transmisión tanto de noticias públicas como de secretos íntimos. No resulta sorprendente que las autoras de epistolarios sean

igualmente organizadoras de tertulias. Prolongación “natural” del arte de la conversación ejercitada en los salones, la carta favorece el desarrollo de una voz original. 60 En el caso de México, aun cuando escasas e indirectas, algunas referencias de procedencia literaria indican que además de promover y organizar estas reuniones, las mujeres participaban directamente en la propagación de sus lecturas preferidas, entre ellas, la poesía, tal y como ya en plena mitad del siglo xix, refiere Guillermo Prieto en sus conocidas Memorias:

Mi predilecto arrimo era mi madre, mis primas y las criadas. Ellas inventaban juegos y recitaban versos, leían Los desengaños de la vida y el Flor Sanctorum, y me declamaban trozos de Lope y Calderón de la Barca, queyo aprendía de memoria haciéndome de prestigio para las veladas y tertulias femeninas. 61

60  María Cristina Arambel Guiñazú y Claire Emilie Martin, Las mujeres toman la palabra. Escritura femenina del siglo xix en Hispanoamérica. Volumen I, Madrid: Iberoamericana– Vervuert, 2001, p. 20. 59  Un estudio clásico para el caso de Francia: Joan B. Landes, Women

61  Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos, Obras completas, Investi-

and the Public Sphere in the Age of the French Revolution, Ithaca, Nueva

gación y compilación de las obras completas Boris Rosen Jélomer, Consejo

York: Cornell University Press, 1988.

Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1993, pp. 79–80.


47

Como ya se dijo, las tertulias persistieron por lo

El primer caso refiere la polémica suscitada en

y en ellas era ya

1831 entre Leona Vicario y el entonces ministro de Relacio-

una costumbre la lectura de la obra escrita, o traducida por

nes, Lucas Alamán, quien publicó un texto en el que acusó

menos hasta los años sesenta del siglo

xix,

62

En

a Leona Vicario de aprovechar su vínculo matrimonial con

este sentido, y en coincidencia con lo ocurrido en España,

el también conocido –y adversario político de Alamán– An-

es claro que estas reuniones fueron un espacio de sociabi-

drés Quintana Roo, para adjudicarse la posesión de una

lidad que las mujeres aprovecharon de diversas maneras,

serie de fincas que, en calidad de pensión, el gobierno

las organizadoras, en especial la de orden poético.

y fue propicio para su entrenamiento en prácticas que fortalecieron la configuración de una identidad de lo femenino que se afirmaba como individuo social; no sólo las vinculadas

con

la

lectura

personal o en grupos, sino de manera todavía más crucial, las de la escritura de diarios

le otorgaba en retribu-

Las tertulias representaron para las novohispanas un espacio de acceso tanto al conocimiento indirecto de autores y temas de discusión vigentes en la ciencia, la filosofía y la política, como a la oportunidad de acrecentar su relación con el mundo de las letras.

ción a sus acciones en favor

del

movimiento

insurgente. Acciones que Alamán no consideraba merecedoras de tal reconocimiento, puesto que su motivación fue en realidad “cierto heroísmo romanesco [sic] que el

personales, y de intercambio

que sepa algo del influjo

de cartas, hábitos que en múl-

de las pasiones, sobre

tiples aspectos afirmarían su capacidad para expresar sus

todo en el bello sexo, aunque no haya leído a Madame de

ideas no sólo entre sí mismas, sino también frente a otros,

Staël, podrá atribuir a otro principio menos patriótico”.63

y en un ámbito en el que se adentrarían poco a poco: el

espacio público.

días después en el Federalista Mexicano, subrayó enfática-

La respuesta de la señora Vicario, publicada doce

Algunos casos particulares enfatizan el papel de

mente el error en que incurría el ministro Alamán, así como

la palabra impresa como una expresión de la naciente mo-

el agravio que le producía la suposición de que su apoyo al

dernidad política y, en dicho sentido, de la importancia que

ejército insurgente fuera el resultado de sus afecciones senti-

para las mujeres tuvo asimismo la escritura como una herra-

mentales. Asimismo, y con un simbólico empleo en femenino

mienta cultural que, gradualmente, les permitió posicionarse

de la primera persona del plural, nosotras, afirmó:

como sujetos públicos.

62  Además de la obra de Prieto ya mencionada, véase Alicia Perales, Asociaciones Literarias Mexicanas, xix , México, rregida y aumentada).

unam ,

2000 (edición co63  Registro Oficial, lunes 14 de marzo de 1831.


48

No sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos, y que los deseos de gloria y de la libertad de la Patria no les son unos sentimientos extraños […]. Si M. Staël atribuye algunas acciones de patriotismo en las mujeres a la pasión amorosa, esto no probará jamás que sean incapaces de ser patriotas, cuando el amor no las estimula a que lo sean. Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado siempre con total independencia […]. Me persuado que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases también hay muchísimos hombres […]. Aseguro a Usted, Sr. Alamán, que me es sumamente sensible que un paisano mío, como es Usted, se empeñe en que aparezca manchada la reputación de una compatriota suya, que fue la única mexicana acomodada que tomó una parte activa en la emancipación de la Patria. En todas las naciones del mundo, ha sido apreciado el patriotismo de las mujeres: ¿por qué, pues, mis paisanos, aunque no sean todos, han querido ridiculizarlo como si fuera un sentimiento impropio en ellas? ¿Qué tiene de extraño ni ridículo el que una mujer ame a su patria y le preste los servicios que pueda para que a éstos se les dé, por burla, el título de heroísmo romanesco? 64

Es importante señalar que la voz plural empleada por Leona Vicario, nosotras, es una representación colectiva de lo femenino que permanecerá como una constante en los textos que las mujeres publicarán en diversos medios impresos a partir de la década de 1830. Una voz plural que, como hemos señalado, se afirma gradualmente como parte de una identidad colectiva que no duda de su derecho a expresarse.

Un caso particularmente dramático, ocurrido du-

rante la guerra de Independencia, nos muestra también el vínculo de este proceso con la actuación de las mujeres en terrenos que, desde la preceptiva moral y legal, presumiblemente no les corresponden. Se trata de la autodefensa presentada por un grupo de 300 mujeres encarceladas en Guanajuato por órdenes de Agustín de Iturbide, bajo la acusación de “realizar actividades rebeldes como: seducción de la tropa, contrabando de mensajes y armas, espionajes, conspiración, abastecimiento económico; por ser soldadas, guiar a los rebeldes por los caminos, desempeñarse como enfermeras en los improvisados hospitales insurgentes, llevar agua a los soldados y enterrar a los muertos”.65

Desde la cárcel, de junio a noviembre de 1816,

estas mujeres enviaron una serie de cartas a diferentes autoridades para solicitar su libertad (entre ellas Juan Ruíz de Apodaca y el virrey Félix María Calleja). En dicha correspondencia, aquellas “labradoras y rústicas” narraban la injusticia de que habían sido víctimas (puesto que nunca reconocieron haber cometido los delitos que se les imputaban), así como los padecimientos recibidos en la casa de Recogidas de Guanajuato, y en los diversos presidios a que

65  María José Garrido, “Entre hombres te veas: las mujeres de Pénjamo y la revolución de independencia”, en Marcela Terrazas y Felipe Castro (eds.), Disidencia y disidentes en la Historia de México, Instituto de Inves64  El Federalista Mexicano, 2 de abril de 1831.

tigaciones Históricas–unam , México, 2004, p. 170.


49

más convencimiento de esta verdad, lea el art. 18 de la Constitución y el 371. Y como por dicha mía no soy súbdita de Vd., ni su sirvienta no me excluye. Con la libertad y licencia que los dichos artículos me dan para escribir, no necesité de pedírsela a nadie.67

fueron enviadas. Llama la atención que como parte de la retórica utilizada para demostrar su inocencia, se encuentre el argumento de su incapacidad para abordar asuntos políticos.

Con este recurso, las acusadas buscaban desa-

creditar cualquier pronunciamiento –oral o escrito– que las vinculara con el movimiento insurgente, puesto que, según dijeron en la carta dirigida a Calleja en el mes de junio, era por todos sabido que las mujeres “[…] ni nos encargamos de los asuntos, ni somos capaces de algún contrapeso a la revolución. Por falta de conocimiento en los asuntos serios, las leyes mismas de España dan por nulos los crímenes de palabra que cometen las mujeres”.

66

Un ejemplo más de la actividad política informal de

las mujeres, o no reconocida como tal, es la Respuesta de la Americana Constitucional al Amigo de la Verdad, folleto

Asimismo lo hace María Josefa Gulberdi, quien en

1821 escribe La mexicana independiente, poema donde manifiesta su beneplácito por la consumación del Plan de Iguala, firmado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero. Cabe señalar que, tal como muestra el siguiente fragmento, María abunda también en una interesante justificación de las razones por las que se considera a sí misma capaz, y con la autorización legal requerida para tomar la pluma y expresar su opinión sobre dichos acontecimientos:

manufacturado en la imprenta de don Mariano Ontiveros,

Si estamos ya en los tiempos ilustrados en que todos pueden manifestar sus ideas: si todos escriben lo que les parece, lo que quieren, lo que saben o lo que pueden: si el fastuoso día del juramento de nuestra feliz independencia da mérito para que lo aplauda, el sabio, el ignorante, el rico, el pobre, el niño, el viejo, el noble, el plebeyo, porque todos nacen con su filosofía natural, no sé por qué causa sólo los hombres hayan de tener permiso para escribir, discurrir, filosofar y no lo puedan hacer las mujeres.68

que hacia 1820 circuló en la capital de la entonces todavía Nueva España. En este impreso, aquella “Americana Constitucional” defiende –sin duda ni temor– el derecho que la propia Constitución española le concede para expresarse públicamente, es decir, para manifestarse por escrito en un medio impreso. Tal como refiere en este breve fragmento de su discurso:

[…] sé que nací para obedecer y para mandar. Nací para escribir para declamar [sic] mis derechos. Y los de mis hermanos cuando los veo ultrajados. Sé que debo observar y obligar a que se observe la Constitución, que he jurado como buena ciudadana aunque a Vd. le pese […] y así ciudadana y muy ciudadana para

67  Americana constitucional “Respuesta de la Americana Constitucional al Amigo de la Verdad, México, 1820, Imprenta de D. Mariano Ontiveros, p. 4. 68  María Josefa Gulberdi, La Mexicana independiente, 1821, México, 66  María José Garrido, op.cit., p. 185.

Imprenta Ontiveros, p. 4.


50

En este orden de ideas, resulta claro entonces que

Para el tema que atendemos, la importancia de

no importando si la ley no las enviste o les niega la ciuda-

dicho texto radica, por un lado, en ser ésta la más temprana

danía, ni si les otorga o prohíbe el derecho de participar en

oferta editorial dirigida expresamente a las mujeres; y a

el gobierno y las decisiones de la vida pública, las mujeres

partir de la cual, como se ha mencionado ya, se produciría

“participaron de manera indirecta en los asuntos públicos”,

un mercado de lectura expresamente dirigido a las mexi-

echando mano de diversos recursos vinculados con la ex-

canas. Por otro, en que su contenido las reconoce como

presión escrita, entre los cuales, además de los ejemplos

integrantes de la nueva nación que recién se construye,

antes revisados, está de manera puntual el de “la petición”,

pues además del obligado Santoral, el Calendario ofrecía

se

la reseña biográfica de cuatro “señoras patriotas”: María

convirtió también en un “arma política” recurrente; pues aun

Leona Vicario, Mariana Rodríguez de Lazarín, Manuela

cuando “no era raro que las mujeres presentaran peticiones

Herrera y María Fermina Rivera, por cuyas “acciones he-

al gobierno […] después de la independencia empezaron

roicas” durante la guerra de Independencia merecían la

a agruparse para hacer peticiones colectivas [...], organi-

“atención y reconocimiento de la patria” y a quienes Lizardi

zándose por primera vez como grupo femenino de presión

otorga retóricamente el título de “ciudadanas”.71

que de acuerdo con Silvia Arrom, a lo largo del siglo

política”.

xix

69

En efecto, más allá de lo que la ley demarcara, en

términos culturales la identidad de las mujeres comenzaba a percibirse de manera distinta, al menos en dos aspectos de suma importancia para su posicionamiento como sujetos públicos. El primero tiene que ver con su identificación como mercado lector, el segundo, como integrantes de la recién forjada nación. Un suceso singular nos permite apreciar lo antes dicho: la publicación que en 1825 hizo Mariano Ontiveros de un librito del ya referido Fernández de Lizardi: Calendario para el año de 1825. Dedicado a las Señoritas Americanas especialmente las patriotas.70

69  Silvia Arrom, op. cit., p. 57. 70  José Joaquín Fernández de Lizardi, “Calendario para el año de 1825. Dedicado a las Señoritas Americanas, especialmente a las patriotas. Por El Pensador Mexicano”, en Obras xiii , Folletos (1824–1827), México, Instituto de Investigaciones Filológicas–unam, 1995 (recopilación, edición, notas e índices de María Rosa Palazón Mayoral e Irma Isabel Fernández Arias). De acuerdo con Luis González Obregón, la editorial Vargas Rea publicó también otra versión en 1955, aunque sólo de las

71  Fernández de Lizardi, Calendario, op. cit., p. 312. Cabe señalar que

biografías, misma que apareció como parte de la Colección Biblioteca de

el calendario incluye una larga lista de “mujeres destacadas en la guerra

Historiadores Mexicanos.

de independencia”.


51

Reflexiones finales

significación en su identidad que, al fortalecer la imagen de sí mismas como individuos inteligentes y capaces de expresar sus ideas, las afirmó como sujetos sociales.

En un sentido opuesto, este proceso ha sido con-

siderado más bien como parte de un periodo de transición

Pero dime, amiga mía, ¿no es una cosa extraña y terrible, que los mismos que anhelan hacernos sabias, se empeñen en que no leamos una pieza buena? ¿Se ha de dejar al filósofo, al Misántropo, al Antojadizo, y quizá,... quizá al Necio, insultarnos hasta que guste, sin hablar palabra? ¡dura e insoportable paciencia! […] A la verdad, querida amiga, si tuviera una bien cortada pluma, un estilo florido, y la más persuasiva elocuencia, tomaría con ardoroso interés la defensa de mi sexo, más ¿qué puede hacer una mujer sin instrucción, que no tuvo otro patrimonio que la estupidez, que nació para vivir y morir sepultada en la ignorancia?72 La revisión hasta aquí realizada de los diversos impactos que el arribo del pensamiento ilustrado a Nueva España tuvo en ámbitos puntuales de la relación social entre los sexos, nos ha permitido observar la complejidad de escenarios en que las mujeres y los hombres de las últimas décadas de la sociedad novohispana y las primeras del México independiente, enfrentaron los cambios legales, económicos, morales y culturales derivados de las reformas ilustradas.

De manera especial, nos muestra cómo las mujeres

asumieron dichas transformaciones en su quehacer cotidiano, y de manera todavía más compleja, cómo a partir de dicha transición se produjo una, si no nueva, sí distinta

en el cual:

Los mexicanos comenzaron a modificar su concepción de la desigualdad entre los sexos [y] la creencia en la inferioridad femenina fue siendo moderada cada vez más por un mayor respeto a las mujeres [pero] la tensión entre la competencia de las mujeres y su sujeción se resolvió asignándoles una esfera separada que gobernar, solución que evitaba el paso radical de concederles los mismos derechos que a los hombres.73

A partir de dicha consideración, también se ha

asumido la idea de que el presunto retorno de las mujeres a la reclusión doméstica tras la guerra de Independencia, fue el motivo central que detuvo, paralizó o, en todo caso, retardó el asentamiento del pensamiento ilustrado, y con ello, su demanda de derechos políticos. Asimismo, que no sería sino hasta 1910, con el advenimiento de una nueva convulsión social: la Revolución Mexicana, que se establecerían las condiciones para que de cualquier forma muchos años después, las mexicanas consiguieran ser reconocidas como sujetos políticos al obtener el derecho al voto.

Sin embargo, y aun cuando coincidimos en al-

gunos elementos con esta perspectiva, creemos que hace falta no pasar por alto aspectos que nos permitan construir una historia de las mujeres que subraye la trascendencia de la subjetividad, en los procesos de configuración de su

72  Pepita, “Carta de una señorita a otra, que se halla ausente de esta ciudad”, Diario de México, septiembre 3 de 1810.

73  Silvia Arrom, op. cit., p. 322.


52

identidad como individuos sociales. Elementos que hemos

identidad puede constatarse en uno de los registros históri-

intentado mostrar a lo largo del presente texto y que dan

cos más cercanos al universo de la subjetividad: la palabra

cuenta de un acontecimiento fundamental, aunque por lo

escrita. Para el caso que nos ocupa, un amplísimo acervo

general inadvertido: nos referimos a la lenta, pero progre-

de testimonios escritos (cartas, ensayos, traducciones, poe-

siva afirmación de una identidad intelectual de lo femenino

mas) que las mujeres envían a los medios impresos, y se

que, como ya se dijo, al fortalecer su capacidad de expre-

incrementa en muchos otros géneros a lo largo de todo el

sión en el espacio público, las ubicó como sujetos sociales y

siglo.

potencialmente políticos.

En este sentido, a lo largo del periodo revisado ha

menina que a partir de entonces no dejará de contravenir

sido posible vislumbrar algunos de los elementos que dan

a quienes ponen en duda su inteligencia, o su derecho a

cuenta de dicho proceso, mismo que desde la perspecti-

la libertad de pensamiento y acción, es un resultado con-

va antes mencionada, resulta un precedente fundamental

tundente del proceso a través del cual las mujeres supieron

para comprender cómo décadas después, con el arribo

beneficiarse de las nuevas formas y espacios de sociabili-

pleno del liberalismo decimonónico, las mexicanas consi-

dad inaugurados por la modernidad ilustrada. En otras pa-

guieron pensarse a sí mismas como individuos capaces de

labras, de cómo se apropiaron de una herramienta cultural

ejercer la ciudadanía, y luchar entonces por la obtención

que les permitiría desarrollar las habilidades necesarias

de derechos de orden civil y político.

para librar la primera y más importante batalla del siglo

Así pues, y tal como veremos en el siguiente ca-

pítulo, el surgimiento y la creciente consolidación de esta

xix

En nuestra opinión, la afirmación de esta Voz fe-

y los primeros años del

superior.

xx:

el derecho a la educación



54

CAPÍTULO

DOS


55

La consolidación del liberalismo. Del Ángel del Hogar, al sinuoso camino de la individuación femenina (1850 – 1910)


56

La consolidación del liberalismo. Del Ángel del Hogar al sinuoso camino de la individuación femenina (1850 – 1910)

liberalismo, como son el concepto de la soberanía popular, la división de poderes, la representación, la igualdad de todos los mexicanos ante la ley o la defensa de las libertades y los derechos individuales”.1 Sin embargo, el impacto de esta nueva normatividad en los principios morales y los usos y costumbres que hasta entonces imperaban en ámbitos centrales de la sociedad, como la familia y el matrimonio, no sólo generó severos conflictos en ambas instancias, sino que afectó de manera negativa a las mujeres, pues desde las premisas del derecho moderno la familia quedó inscrita en:

[...] una compleja dualidad no resuelta entre lo natural privado y lo político público [lo cual] creó las condiciones necesarias para que la mujer quedara inmersa en lo natural y únicamente el varón fuera el sujeto del contrato social, reafirmándose así la oposición entre lo público y lo privado como categorías que estructuran las diversas actividades de la vida social y [manteniendo] el papel subordinado de las mujeres, pero en un nuevo sistema de dominación patriarcal fincado en la supuesta igualdad jurídica de los individuos.2

Lucrecia Infante Vargas El proceso de secularización de la naciente sociedad mexicana se consolidó de manera formal con la promulgación de la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma promovidas por el gobierno de Benito Juárez hacia 1874. La adopción de sucesivos códigos legales de orden civil, comercial y penal entre 1871 y 1894, así como la desamortización de los bienes de la Iglesia y la exclaustración de las órdenes eclesiásticas, formaron parte de un programa de cambios inspirado en el derecho liberal clásico emanado de la Ilus-

tración, y su búsqueda de las condiciones ideales para que

la concepción jurídica del vínculo matrimonial, que redefi-

Desde esta perspectiva, por ejemplo, se estableció

los mexicanos ejercieran, finalmente, la libertad obtenida

nido como un contrato material (y no espiritual) desde la

tras el largo proceso de separación de la Corona española iniciado con la guerra de Independencia en 1810.

El fortalecimiento legal de una estructura social

1  Elisa Speckman Guerra, “Las tablas de la ley en la era de la moderni-

que garantizara la función del Estado como regulador y

dad. Normas y valores en la legislación porfiriana”, en Elisa Speckman y

guardián de la vida social, el individuo y la propiedad

de México en el cambio de siglo ( xix – xx ) , México: Instituto de Investiga-

privada, fue un aspecto esencial en este tránsito hacia la modernidad. Tal como afirma Elisa Speckman “la Constitución promulgada en 1857 recogió puntos esenciales del

Claudia Agostoni (comps.), Modernidad, Tradición y Alteridad. La ciudad ciones Históricas, 2001, p. 243. 2  Ana Lidia García Peña, El fracaso del amor. Género e individualismo en el siglo xix mexicano, México: El Colegio de México–Universidad Autónoma del Estado de México, 2006, pp. 31, 34.


57

Real Pragmática del Matrimonio proclamada por Carlos III en 1776 en Nueva España, se tipificó como un convenio legal establecido entre dos individuos libres en la Ley del Matrimonio Civil promulgada en 1859 por el gobierno de Juárez. Un contrato–convenio en el que, sin embargo, tal como hemos apuntado, la esposa quedaba sujeta del todo a la voluntad del marido.

En este orden de ideas, otra continuidad fundamen-

tal entre el antiguo régimen y el liberalismo decimonónico fue la persistencia de un ideal femenino configurado desde la asignación esencialista –o biológica–, del papel social de las mujeres al interior de la familia. Un ejemplo magistral del revestimiento con que la modernidad liberal retomó la

abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y ternura, debe de dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe de dar a la persona que nos apoya y defiende y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca irritable y dura de sí mismo. El uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, y ambos procurarán que lo que el uno no esperaba del otro al unirse con él no vaya a desmentirse con la unión.

dicotomía clásica de la diferenciación sexual, es el artículo 15 de la Ley del Matrimonio Civil del 23 de julio de 1859, mejor conocida como Epístola de Melchor Ocampo,

En la Ley del Matrimonio Civil promulgada en 1859 por el gobierno de Juárez, la esposa quedaba sujeta del todo a la voluntad del marido.

cuya definición del “contrato” establecido entre los cónyuges así reza:

[El matrimonio] es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y suplir las imperfecciones del individuo, que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Éste no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí. El hombre cuyas dotes sexuales, son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento y dirección; tratándola siempre como la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él y cuando por la sociedad, se le ha confiado. La mujer, cuyas principales dotes son, la

Así pues, definida entonces como sujeto sólo en

función de su rol materno, se consideró pertinente incluir a las mujeres en el horizonte de la educación laica y moderna, es decir la instrucción formal, para que cumpliera de manera adecuada con el importante papel que se aceptaba le correspondía como formadora de los futuros ciudadanos. En el caso particular de México, el enlace de dicha concepción con el positivismo comteano, introducido hacia 1860, daría impulso a la difusión del estereotipo de lo femenino más representativo del discurso liberal decimonónico: el ángel del hogar. Y con ello, aunque de manera no prevista, al fortalecimiento de una de las políticas de Estado


58

insospechadamente benéficas para el lento, pero inevitable

en territorios y actividades de la vida pública hasta entonces

posicionamiento de las mexicanas como individuos y sujetos

considerados exclusivamente masculinos. Así, las veremos

sociales: el impulso de la educación femenina en nivel me-

confrontando el rechazo social para ingresar a la escuela

dio superior y profesional.

de Medicina o Jurisprudencia, sumándose a Círculos y Aso-

La revisión de ambos escenarios que se ofrece a

ciaciones de carácter literario, publicando versos, cuentos y

continuación, nos permitirá conocer el origen de las insti-

novelas, escribiendo en revistas creadas especialmente para

tuciones que a partir de entonces se convertirían en para-

mujeres, asociándose para formar una escuela, un gabinete

digmas de la relación entre las mujeres y su papel como

de lectura y, en especial, expresar sus ideas y emociones

instructoras de la sociedad, tales como la creación de la

por medio de la escritura, ya fuera de manera individual o

Secundaria para Señoritas (antecedente de la Escuela Nor-

colectivamente a través de un proyecto editorial.

mal de Maestras), o el kindergarten, renombrado más tarde

en su traducción más cercana como Jardín de Niños. Asi-

caminando por las calles rumbo a la fábrica, la tienda de

mismo, dará cuenta de la forma en que diversos sectores de

costura, el almacén, el café o el expendio de abarrotes

mujeres retomaron estos espacios para impulsar proyectos

donde trabajan diariamente; las veremos en las aulas, re-

de educación que respondieran a intereses y aspiraciones

cibiendo lecciones o enseñando, sumándose a un círculo

no vinculadas en estricto sentido con el destino social dicta-

político, actuando en el escenario o participando en alguna

do desde el discurso liberal clásico.

obra de beneficiencia. En resumen, como una faceta más de

En el tránsito al nuevo siglo, las encontraremos

En el mismo sentido, analizaremos también la for-

los cambios que se avecinarían en el tránsito al siglo xx, las

ma en que diversos grupos de mujeres aprovecharon, sin

encontraremos redefiniéndose a sí mismas en los espacios

embargo, los elementos de dicho discurso para incursionar

conocidos de siempre, y en muchos otros por conocer.


59

El ideal femenino liberal: El Ángel del Hogar y el papel de la mujer como educadora del ciudadano moderno

canario y del gato, porque si no fuera eso, no podría hablar de otra cosa. Y que en vez de desarrollar su inteligencia, le hicieron perder el tiempo miserablemente haciéndole aprender a pespuntar camisas; y que sabe hacer tejidos de crochet, randitas y deshilados [...] Cuántas veces el marido protesta amargamente contra la mujer, cuya educación la constituye en el mueble más inservible de la casa.3 El ya mencionado afán de convertir a México en un país moderno, permeó de manera importante muchos de los elementos ideológico–culturales que dictaban códigos de conducta y relación entre las diferentes clases sociales, y por supuesto entre hombres y mujeres. Para el caso de estas

De naturaleza delicada, porque fuerte y robusta parece un tipo vulgar; de carácter humilde, dulce y débil, para que no impere en el hogar más voluntad que la del esposo, y sobre todo, que no sea sab[h]ionda, porque la ciencia vuelve a la mujer orgullosa y la descompone, lo que más importa es que sepa las labores propias de su sexo [...] Da gusto verla con la cabeza inclinada y los ojos bajos; cuando habla es para decirle a su marido: “Como tú quieras, lo que tú mandes”. Y qué sencilla en su conversación; sólo se le oye hablar de su canario, de su gatito y de sus flores. Pero sobre todo, qué manos tan primorosas, ¡esa criatura es una hada! Todo esto significa que la niña está flaca y pálida, porque está anémica por indolencia, o quién sabe si es indolente por anémica. Que aprueba todas las ideas de su marido porque no tiene ideas propias; que no hace su propia voluntad porque es incapaz de tenerla. Que habla del

últimas, la definición de la conducta que les correspondía de acuerdo con su presunta naturaleza femenina fue una preocupación permanente de filósofos, educadores y políticos durante todo el siglo

xix

y su tránsito al

xx.

Una influencia crucial en dicha discusión fue la teo-

ría positivista entonces en boga, en especial la desarrollada por el pensador francés Augusto Comte, quien afirmaba que emociones y sentimientos eran la vía de interiorización del pensamiento racional. En otras palabras, la capacidad afectiva de los seres humanos era considerada un elemento de cohesión entre los diversos y diferentes sectores e individuos de la sociedad. Tal como señala Comte en el siguiente fragmento de su Discurso preliminar sobre la ciencia del positivismo:

3  “El tipo ideal de mujer a principios del siglo xix ”, en La mujer en el hogar. Nociones de economía doméstica y deberes de la mujer, Imprenta de Eduardo Dublán, México, 1898, pp. 1–2.


60

En la economía individual y sobre todo colectiva, la armonía sólo se fundará sobre el sentimiento [...] La coordinación positiva, sin dejar de ser teórica y práctica, también debe ser moral y alcanzar en el sentimiento su verdadero principio de universalidad, es decir en el gobierno espiritual de la humanidad.4

menor participación en el gobierno político, son más idóneos para sentir la necesidad y las condiciones del gobierno moral, destinado sobre todo, a salvaguardarles de la opresión temporal.5 Definidas en función de su rol materno, se consideró pertinente incluir a las mujeres en la educación laica y moderna, para que cumplieran de manera adecuada su papel. Dicha concepción daría impulso a la difusión del estereotipo de lo femenino más representativo del discurso liberal decimonónico: el ángel del hogar.

Con base en este postulado, el papel de la mujer

era considerado vital, en tanto se creía que su presunta naturaleza emocional le atribuía una serie de cualidades de orden espiritual como el sentimiento y la moral, razón por la cual se le consideraba la educadora natural de la sociedad. A diferencia del hombre, a quien se le atribuía el poder material y social, por ser el depositario de cualidades como la fuerza y una naturaleza racional, activa y constructiva.

Así pues, este poder espiritual femenino, imponía

a las mujeres el deber moral de fungir como el “regulador espiritual” de la sociedad desde el espacio que de igual manera se presumía como propio de la naturaleza femenina: el de la vida privada y las actividades domésticas, tal como señala de nuevo Comte:

Todas las épocas de transición, como la nuestra, han suscitado sofísticas aberraciones sobre las condiciones sociales de las mujeres. Pero la ley natural, que asigna al sexo afectivo una existencia esencialmente doméstica, nunca se ha alterado gravemente. Dicha ley es de tal modo real que siempre se preserva espontáneamente [...]. Las mujeres y los proletarios, de acuerdo con su

Esta definición de lo femenino encarnaría en el

estereotipo del Ángel del Hogar, construcción cultural del “deber ser” de las mujeres y su papel social, imagen idílica que durante más de un siglo fue tema gráfico y discursivo de cientos de páginas de múltiples medios impresos, y que es descrito de manera puntual en el siguiente poema: Ella es el ángel del hogar, miradla; La ligera sonrisa que embellece De sus labios la gracia seductora, No tiene la altivez ni los desdenes De la dama soberbia y orgullosa, Ni el triste desencanto del escéptico Cuya amargura compasión provoca Brilla en su frente luminosa aureola, Doble aureola que revela a un tiempo La misión de la madre y de la esposa. Ella es el ángel del hogar, miradla Allá en el fondo de su humilde alcoba Entre su amor y sus faenas pasa

4  Augusto Comte, “Discurso Preliminar sobre la ciencia del positivismo”, citado por Rosa Manieri en “La mística del hogar doméstico y de la feminidad en A. Comte”, Mujer y Capital, Debate Feminista, Madrid, 1978, pp. 19–20.

5  Rosa Manieri, op. cit., p. 59.


61

De su existencia las tranquilas horas

La permanente preocupación que durante la segunda mitad del siglo xix se observa por difundir el modelo angelical de la mujer como sacerdotisa del ámbito doméstico y familiar, nos lleva a pensar en el abismo que muy probablemente existía entre el ideal prescrito y la realidad.

Allí del ruido mundanal no turba La algazara constante y fatigosa Ni se escucha del alma acongojada El ¡Ay! doliente que derrama a solas Tan sólo turba la apacible calma que reina siempre en la tranquila alcoba, Murmullos de plegarias y de besos Que suenan como notas armoniosas, Unidas al trabajo que allí reina A las iguales y apacibles notas.6

Es oportuno señalar que la preceptiva moral im-

plícita en este imaginario cultural responde a la intención expresa de las élites sociales en el poder, por establecer una función social única para la población femenina, y promover así el tipo de comportamiento que se considera deseable. En este sentido, y tal como observa la historiadora Julia Tuñón, no debe olvidarse que los estereotipos “muestran rasgos de la ideología dominante que seguramente incidían en las mujeres de carne y hueso, pero [además] sugieren datos de esa realidad con la que se debía mediar: cuando se insiste en que un sujeto, niño, obrero, hombre o mujer actúe de determinada manera se nos da, entre líneas, la pauta de cómo sí actúa [...]”.7

En otras palabras, ante la evidencia histórica de

tantas y diversas conductas femeninas como diferentes clases sociales y etnias en que se inscriben las mujeres; la permanente preocupación que durante la segunda mitad del siglo

xix

se observa por difundir el modelo angelical de

la mujer como sacerdotisa del ámbito doméstico y familiar, nos lleva a pensar, más bien, en el abismo que muy probablemente existía entre el ideal prescrito y la realidad.

Desde una perspectiva semejante, y tal como re-

visaremos más adelante, ante la insistencia de un discurso que buscaba excluir a las mujeres del espacio público: “Cuida de tu familia y no salgas a menudo de tu casa, ni te vean por las calles y por la plaza del mercado [...]”,8 es bastante previsible que desde tiempo atrás las mujeres se ocuparan en actividades que presumiblemente no les correspondían. Experiencia que, de seguro, les fue útil para concebirse a sí mismas como individuos no determinados necesaria, o solamente a partir de la experiencia del matrimonio y la maternidad.

Desde esta misma lógica, también es importante

subrayar que, aun cuando por supuesto El Ángel del Hogar reforzó durante casi toda la segunda mitad del siglo el modelo de la domesticidad femenina, no debe pasarse

6  “El Ángel del Hogar”, Violetas del Anáhuac, México, núm. 42, 1888. 7  Julia Tuñón, El Álbum de la mujer. Antología ilustrada de las mexicanas. Volumen iii . El siglo xix (1821–1880), México: 11 y 13.

conaculta ,

1991, pp.

8  Agustín Rivera, “Pensamientos filosóficos sobre la educación de la mujer en México”, en El Correo de la tarde, Mazatlán–México, 1889.


62

por alto que el “nuevo modo de representar y experimentar la subjetividad” y de diferenciación de lo público–privado emanados del rompimiento entre el movimiento romántico– liberal y el antiguo régimen que “dio lugar a una nueva imagen burguesa de la mujer como árbitro angelical de las relaciones domésticas [y la sometió] a la familia patriarcal”, también le otorgó un ámbito de autoridad que le permitió posicionarse como sujeto cultural. Parteaguas fundamental en la afirmación de la autoridad intelectual femenina en el tránsito al siglo

xx.

9

Revisemos entonces dos de los ámbitos en que se

expresó claramente esta lenta, pero irreversible fractura de una representación totalizadora y única de la mujer y, en consecuencia, el reconocimiento de identidades femeninas diversas: el acceso a la educación superior y la resignificación de lo público y lo privado.

“Lo novelesco en de un casamiento en segundas nupcias”, en Semana de las Señoritas Mexicanas, t. III (1851).

9  Susan Kirkpatrick, Las Románticas. Escritoras y subjetividad en España, 1835–1850, Madrid, Cátedra–Universidad de Valencia–Instituto de la Mujer, 1991 (Las Románticas, 1), p. 63.


63

Herencias de la modernidad. El ingreso de las mujeres a la educación formal: acciones… y discusiones

xix,

y de manera especial, durante el prolongado gobierno

de Porfirio Díaz (1876–1910). A lo largo de más de treinta años, el desarrollo de la política de modernización y progreso impulsada por el general Díaz permitió consolidar muchos proyectos de crecimiento económico y social anhelados por los gobiernos de corte liberal que le precedieron, entre ellos el de la educación.

En otras palabras, y al igual que ocurrió con la

imitación de los códigos legales franceses, modernizar la educación fue una prioridad del gobierno porfirista que, como ya se ha dicho, retomó diversos elementos del modelo social propuesto por la filosofía positivista que paralelamente cobró auge. En particular, la idea de que sólo mediante el orden, la estabilidad y la educación, sería posible que el progreso arribara a nuestro país, y con ellos, la tan

Por ser demasiado extenso el dominio de la ciencia, conviene que las mujeres se atengan en él a las cosas de interés más inmediato para ellas, pues hay materias de cuyo conocimiento la gente culta no puede prescindir; las principales son: Moral y Religión, Historia, Geografía, Ciencias naturales, Economía doméstica y Literatura. Si es evidente que no está llamado el bello sexo a dogmatizar, usurpando el papel de los doctores en teología, también lo es que, para el gobierno racional de su vida, no le bastan las cortas nociones que, en la niñez, recibiera del Catecismo.10

ansiada prosperidad económica y cultural de las naciones modernas.

En dicho contexto, y bajo la dirección de los dife-

rentes responsables de la política educacional, de manera especial durante la estancia de Joaquín Baranda como titular de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, se dio impulso y continuidad a varios de los proyectos de educación femenina más importantes hasta entonces, entre ellos, la ley de instrucción primaria obligatoria para ambos sexos promulgada en 1861; la fundación de la Escuela Nacional Secundaria para niñas (originalmente bautizada como Escuela Secundaria para Personas del Sexo Femenino) en 1869; la creación de la Escuela de Artes y Oficios para mujeres (1871), e incluso, con el ánimo de “reforzar la formación

La conveniencia de que las mujeres acudieran a las aulas

pedagógica y científica de las alumnas”, la modificación

escolares fue una idea aceptada del todo por la política

de los planes de estudio de colegios (Liceos o Institutos Lite-

educativa mexicana, a partir de la segunda mitad del siglo

rarios) con un nivel equiparable al de secundaria ubicados

10  D. L. J. Verdollin, Manual de las Mujeres, París, 1881, p. 175.


64

en varios estados y ciudades de la república: Guadalajara,

problemas presupuestales y conflictos internos e internacio-

Oaxaca, Durango, Mérida, Guanajuato, Veracruz, Sinaloa,

nales que durante aquellos años enfrentaron los gobiernos

Jalapa, Córdoba, Orizaba.11

en turno; así, la inversión requerida para el funcionamiento

No obstante, el caso de la Escuela Nacional

de la secundaria, cuyo propósito central era constituirse

Secundaria para niñas merece especial atención, no sólo

como “un semillero de profesores de instrucción secunda-

porque representa el antecedente directo de una de las

ria” para subsanar la insuficiencia de profesores de nivel

instituciones que más impacto y trascendencia tuvo, y tie-

primario y secundario detectada por uno de los principales

ne aún, en la educación profesional de las mexicanas, al

promotores de la educación en el Porfiriato, José Díaz Cova-

transformarse entre diciembre de 1889 y febrero de 1890

rrubias hacia mediados de la década de los setenta, nunca

en la Normal de Profesoras; sino también porque su proce-

se consideró una prioridad. Pero, asimismo por influencia

so de conversión resume de manera ejemplar el complejo

de Horacio Barreda, discípulo directo de Augusto Comte,

horizonte sociocultural desde el cual se dio entonces sentido

quien sin titubeos apoyó la creación de la Secundaria para

y pertinencia al ingreso de las mujeres a las escuelas, así

Niñas en la Ley de Instrucción Pública de 1867, y cuya opi-

como el impacto y controversia que a partir de los cambios

nión respecto del importante papel que “el sexo amoroso”

introducidos en dicho ámbito se generó entre diversos secto-

jugaba en el desarrollo de la humanidad se aprecia con

res de la sociedad mexicana, incluidas las mujeres.

claridad en el siguiente fragmento de uno de los muchos

La historia de la conversión de la Secundaria de

Niñas en Normal de Maestras ha sido reconstruida con

artículos que escribió para el principal órgano de difusión del positivismo en México, la Revista Positiva:

suma dificultad, en parte por la confusión de los documentos que dan cuenta de su proceso de creación. Para comenzar, aun cuando su inauguración legal fue aprobada desde abril de 1856 (durante el gobierno de Comonfort), la apertura real de la escuela se produjo hasta 1867, debido a

La conveniencia de que las mujeres acudieran a las aulas escolares resultaría insospechadamente benéfica para el lento pero inevitable posicionamiento de las mexicanas como individuos y sujetos sociales.

Superiores por el amor, mejor dispuestas siempre a subordinar al sentimiento, la inteligencia y la actividad, las mujeres constituyen espontáneamente los seres intermedios entre la humanidad y los hombres. Tal es su sublime destino […] el gran ser [la Humanidad] les confía especialmente su providencia moral para sostener el cultivo directo y continuo de la afección universal en medio de las tendencias teóricas y prácticas, que nos desvían sin cesar. Esta común aptitud del sexo amoroso se hace aún más sensible por la uniformidad de naturalezas y de situaciones femeninas.12

11  Lourdes Alvarado, La educación superior femenina en el México del siglo xix . Demanda social y reto gubernamental, México: cesu –unam /

12  Horacio Barreda, “Apreciaciones de la obra y la vida de Augusto

Plaza & Valdés, 2004, pp. 225–227.

Comte”, en Revista Positiva, vol. viii , 1908, pp. 621–622.


65

No obstante, a pesar de la convicción de las au-

toridades educativas sobre el proyecto, la falta de recursos motivó que durante algunos años la escuela funcionara parcialmente en las instalaciones del Conservatorio de Música, hasta que finalmente se le reubicó en el hermoso edifico del ex Convento de Nuestra Señora de la Encarnación, que desde 1862 había sido también sede de la Lotería Nacional. La composición del plan de estudios “a tono con la tendencia liberal de sus promotores” nos da idea de la compleja interacción cultural que giraba en torno a este proceso pues, tal como afirma la historiadora Lourdes Alvarado:

En otras palabras, frente a la urgente necesidad

de disminuir los escandalosos índices de analfabetismo femenino (a pesar de la ley de instrucción obligatoria para las mujeres de los años cincuenta, todavía en 1895 sólo 32.3% de las mujeres residentes en la Ciudad de México sabían leer y escribir); y de integrar a las mexicanas al mercado laboral formal (objetivo que, por el contrario, fortaleció la permanencia y réplica de Escuelas de Artes y Oficios para mujeres), la idea de una educación que tuviera como fin último la formación para impartir enseñanza, no se consideraba sustancial, en tanto dicho

La Escuela Nacional Secundaria para niñas representa el antecedente directo de una de las instituciones que más impacto y trascendencia tuvo, y tiene aún, en la educación profesional de las mexicanas, al transformarse en la Normal de Profesoras.

La instrucción ofrecida debía abrirse a las corrientes de los nuevos tiempos, pero sin abandonar la antigua formación cristiana y doméstica. Encabezaba el listado de saberes el estudio de religión y moral cristiana y “social” […]. El resto de las asignaturas se organizaba a manera de bloques y en el orden siguiente: gramática castellana, poesía y literatura; música, dibujo y nociones de pintura; bordado en todos sus ramos, elaboración de flores artificiales y jardinería; historia general –antigua y moderna–, historia particular del país y principios generales de historia natural; geografía física y política, con hincapié en el aprendizaje de los principios fundamentales del sistema republicano democrático; aritmética y teneduría de libros; idiomas (francés, inglés e italiano); higiene, medicina y economía domésticas. Finalizaba con la innovadora educación física.13

papel debía ser cubierto de cualquier modo por todas las mujeres en su rol angelical de madres y esposas.

Así pues, y en contra

de los propósitos originales, los pronósticos adversos en relación al interés que entre la población femenina despertaría esta nueva opción educati-

va, los problemas financieros que justificaron su conversión a Normal de Profesoras, e incluso el reforzamiento del estereotipo tradicional de la mujer–madre–educadora perfilado en su definición como profesión; lo cierto es que la apertura y consolidación de la Secundaria para Niñas durante la década de los ochenta, representó un suceso fundamental en el proceso de acceso de las mujeres a la educación superior. Durante sus veinte años de vida (1869–1889), un aproximado de 3 000 alumnas egresaron de ella con un título de profesoras de instrucción primaria, y en algunos casos también de instrucción secundaria. Tal como señala Lourdes Alvarado, esta institución “abrió a las mujeres de 13  Lourdes Alvarado, La educación superior femenina…, op. cit., pp. 85,86. El subrayado es nuestro.


66

su tiempo la posibilidad de desarrollar una carrera magis-

terial que iba desde las prefecturas interinas en la Escuela

por alto que el llamado “fenómeno de feminización cuan-

de Perfeccionamiento anexa a la Secundaria, que parece

titativa del magisterio” responde tanto al ya comentado

haber sido el nivel académico más bajo, hasta la dirección

reforzamiento de la idea de la enseñanza como a una labor

del plantel”.14 En este mismo orden de ideas, es importante

identificada con la maternidad y a lo benéfico que para las

subrayar que:

finanzas nacionales resultaba el hecho de que el salario

Justamente debido a ello, tampoco debe pasarse

que las profesoras recibían era menor que el de sus pares

El trabajo femenino en el aula [brindó] alternativas de vida más amplias que las del estrecho universo doméstico [y que] a pesar de que era muy demandante, la enseñanza era la única profesión remunerada y con prestigio social (a excepción de las carreras musicales) que ofrecía márgenes de autonomía personal más amplios que los accesibles a las mujeres en la esfera privada donde, en casi todos los aspectos de su vida, dependían de la autoridad del padre o del marido.15 Pues, como veremos más adelante, no es gratuito el hecho de que muchas mujeres que años más tarde fundaron instituciones educativas cruciales en el devenir de la educación nacional, como el Jardín de Niños, o que impulsaron empresas culturales y asociaciones políticas fundamentales para la afirmación de las mujeres como sujetos sociales, hayan sido primero alumnas de la Secundaria, luego de la Normal, y en algunos casos, incluso profesoras y directivas.

masculinos, pues, de acuerdo también con el estereotipo social imperante se pensaba que el ingreso de las mujeres era “una aportación complementaria y no esencial para el sostenimiento de una familia”. 16

El llamado “fenómeno de feminización cuantitativa del magisterio” responde tanto al reforzamiento de la idea de la enseñanza como una labor identificada con la maternidad, como a lo benéfico que para las finanzas nacionales resultaba el hecho de que el salario que las profesoras recibían fuera menor que el de sus pares masculinos.

14  Ibid., p. 202. 15  Gabriela Cano, “Género y construcción cultural de las profesiones en el Porfiriato: magisterio, medicina, jurisprudencia y odontología”, Historia y grafía, uia , núm. 14, 2000, p. 208.

16  Ibid., pp. 207 y 215.


67

La aceptación generalizada de esta lógica se ex-

Antes de adentrarnos en los pormenores del de-

presó de manera contundente en el discurso inaugural de la

bate ideológico generado por el progresivo ingreso de las

Secundaria ofrecido por el ministro de Educación José Díaz

mujeres a la educación secundaria y superior, es indispen-

Covarrubias: “La mujer, que tiene menos carreras abiertas

sable atender brevemente a una de las instituciones más ol-

para emplear su trabajo, se dedica más fácilmente al profe-

vidadas por la historiografía de las mujeres y la educación

sorado de primeras letras y una vez en esta profesión, per-

en México: el Jardín de Niños.

severa más en ella y se consagra mayor número de horas al servicio de su escuela [...]. De esta manera, la profesora

Las fundadoras del Jardín de Niños, pertenecen a una generación de mujeres que trascienden del estereotipo dominante de lo femenino a otro en el que, aun sin abandonar del todo el terreno de lo privado–materno, se convierten en personajes centrales de un espacio que les permitió construir un destino personal de mayor libertad.

formada en una escuela normal sale más barata, permítasenos la expresión, puesto que servirá mayor número de horas profesorado”.17 Idea que igualmente compartían diversos sectores de la sociedad, como deja ver el siguiente fragmento de una nota periodística publicada con motivo del anuncio de transformación de la Secundaria para Niñas en Normal:

Una idea acertada fue la de transformar la escuela Secundaria de Niñas en Escuela Normal porque así el proyecto se ha hecho fácil; entre nosotros la cuestión de recursos todo lo estorba, una escuela como la de la calle de Santa Teresa [Normal de Maestros] costaría cientos de miles de pesos y años enteros para levantar el edificio y proveerlo convenientemente.18

La educación de los párvulos, o pequeños (del latín

párvulus), es decir de los niños entre cuatro y seis años, se estableció de forma institucional durante la primera década del siglo xx como parte sustancial de la política de instrucción pública del gobierno porfirista, aun cuando desde 1871 la idea había sido importada y puesta en práctica de manera particular por los pedagogos Enrique Laubscher y Manuel Cervantes Imaz, discípulos directos de los fundadores de

17  José Díaz Covarrubias, La instrucción pública en México. Estado que guardan la instrucción primaria, la secundaria y la profesional en la República, México, Imprenta del Gobierno, 1875, pp. cxxi – cxxii .

18  Juvenal, “La Escuela Normal de Profesoras”, Boletín del Monitor. El Monitor Republicano, junio 13, 1888, p. 1.

este modelo educativo: Federico Froebel y Enrique Pestalozzi, cuyos nombres recibieron los dos primeros kindergarten (en su nombre original) abiertos en la Ciudad de México


68

en 1904. Como ya se apuntó, con base en la idea de que la educación era la herramienta más poderosa para hacer de México un país moderno, la institucionalización del Jardín de Niños, nació como una adaptación de la experiencia desarrollada por los países pioneros en la instauración de este nivel de enseñanza: Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Suiza, Francia y Bélgica.

Para conocer este modelo escolar, el gobierno

comisionó en 1903 a un selecto grupo de profesoras normalistas para que viajaran a dichos países y tras recabar la información necesaria, diseñaran un proyecto que respondiera a las necesidades y cultura de nuestro país. Además de las responsables del proyecto, Rosaura Zapata y Estefanía Castañeda, el resto de las comisionadas fueron Carmen y Josefina Ramos del Río, Bertha von Glumer, Amelia Toro y Viazcán, Guadalupe Varela, Adela Calderón, Luz Valle David, Virginia Lozano, Guadalupe Tello Menéses, María Oropeza, Elena Zapata y Laura Méndez de Cuenca. Así pues, este grupo tuvo a su cargo la fundación de una ins-

Laura Méndez de Cuenca. Poetisas mexicanas, México, Secretaría de Fomento, 1893. Dominio público.

titución cuyo sentido original se resumía en los siguientes términos:

El jardín arranca al niño de los peligros de la calle y de la vida asfixiante de los hogares en la clase humilde, ofreciéndole oportunidades para que su espíritu, esencialmente plástico en esa edad, se moldee en la verdad y en la belleza […]. Las escuelas de párvulos se destinan a la educación de los niños, precisamente entre cuatro y seis años, con el objeto de favorecer su desenvolvimiento físico, intelectual y moral. Cada profesora, en dichas escuelas, debe tener a su cargo

cuando más treinta párvulos. Los edificios para estas escuelas deben necesariamente satisfacer todas las condiciones higiénicas y pedagógicas. Las asignaturas en las escuelas de párvulos serán: juegos libres y juegos gimnásticos, dones de Froebel, trabajos manuales y de jardinería, conversaciones maternales y canto.19

19  Rosaura Zapata Cano, La educación preescolar en México, México, sep (Divulgación), 1951, p. 39; Fernando Solana, Raúl Cardiel (coord.)

Historia de la educación pública en México, México: fce – sep , 1981, p. 66.


69

Al igual que en el caso de la Normal de Profe-

femenino (donde las

soras, paralela a la inauguración de los primeros kinder-

mujeres no son con-

gartens, se implementaron cátedras para la formación de

cebidas como indi-

maestras normalistas especializadas en dicho nivel educati-

viduos aptos para el

vo; proyecto dirigido por las profesoras Bertha von Glumer

desarrollo intelectual

y posteriormente Carmen Ramos del Río, quien años más

y la toma de decisio-

tarde inauguraría los primeros cursos de Técnica Preescolar

nes en el ámbito ins-

en la Escuela de Altos Estudios, de la Universidad Nacional

titucional y público)

de México. Asimismo, la demanda de ingreso a la Escue-

a otro en el que, aun

la Nacional de Maestras de Jardines de Niños desbordó

sin

desde sus primeros años a la institución (que sin embargo

todo el terreno de lo

contó con un edificio propio hasta 1960), y aun cuando

privado–materno, se

enfrentó un sinfín de problemas presupuestales (agravados

convierten en perso-

por los albores de la Revolución que enfrentó el país hacia

najes centrales de un

1910), este nivel de enseñanza se consolidó como ámbito

espacio que además

profesional exclusivamente femenino, tanto en el ejercicio

de haber sido creado

docente como en la administración institucional.

y dirigido por ellas,

abandonar

del

En ese sentido, debe señalarse que al igual que en

les permitió construir un destino personal de mayor liber-

las instituciones de educación antes revisadas, el perfil de

tad, y en el que el “incumplimiento” del ejercicio directo de

la maestra de párvulos fue la instancia que con mayor inten-

la maternidad (ninguna se casó ni tuvo hijos), pareció no

sidad reforzó la concepción tradicional de la mujer como

representar una afrenta social ni un conflicto personal en

madre y educadora; en palabras de Estefanía Castañeda:

tanto se ampliaba al conjunto de la sociedad. No sólo en

“Las cualidades de dulzura, paciencia, serenidad, en nin-

la formación moderna de los futuros ciudadanos, sino tam-

guna parte como en el kindergarten pueden desarrollarse:

bién al subsanar algunas de las problemáticas en relación

el amor a la niñez”;20 es de llamar la atención el hecho de

a su posibilidad de ser madre. Tal como señalara Estefanía

que entre las fundadoras de este nivel educativo, destacan

Castañeda en la inauguración del kindergarten anexo a la

dentro de la literatura pedagógica: Estefanía Castañeda y

Casa Amiga de la Obrera: “Los niños pobres reciben el

Cáceres, Rosaura Zapata Cano, Carmen Ramos del Río; per-

cuidado que requieren tanto para el cuerpo como para el

tenecen a una generación de mujeres singulares y de sumo

alma, y la madre encuentra ahí un refugio para su tierno

interés para comprender algunos aspectos de un proceso

vástago mientras atiende su diaria y ruda labor”.21

de transición complejo entre el estereotipo dominante de lo

20  Estefanía Castañeda, “El kindergarten como escuela de vida para la

21  Archivo Histórico sep , Colección Personal sobresaliente, caja 8, exp.

mujer”, Boletín de Instrucción Pública, 1906, p. 78.

E. Castañeda y Cáceres.


70

Tras esta breve revisión de estos tres grandes pro-

crearon algunos de los proyectos más importantes para la

yectos de educación, que en diversas modalidades impulsa-

integración de las mujeres a la educación formal.

ron la formación de las mujeres en la carrera magisterial, es

posible afirmar que en ellos se conjuga tanto la permanencia

ban estrechamente con el conjunto de normas y preceptos

del imaginario cultural de lo femenino como un ser de natu-

de orden moral que, hemos visto, perfilaron un prototipo

raleza afectiva, cuya principal misión social descansa en el

ideal de la conducta social y moral de las mujeres desde su

rol materno y doméstico, como las grandes preocupaciones

presunta “naturaleza femenina”. A partir de este horizonte

del Estado mexicano de fines de siglo respecto a las muje-

cultural, es posible observar tres grandes grupos de opinión

res: fortalecer un sentido laico en la mentalidad femenina

sobre los contenidos y expectativas que debería tener la

y, en esa dirección, brindar a las futuras madres de familia

educación dirigida a las mujeres.

una educación moderna que les permitiera cumplir con su

Las diversas opiniones al respecto, se relaciona-

La primera corriente de opinión consideraba que

responsabilidad como mentoras de los futuros ciudadanos; asimismo, brindarles una herramienta profesional que les posibilitara integrarse en mejores condiciones a un mercado de trabajo intermedio, y, en función de las necesidades del país, subsanar la creciente demanda de maestras y maestros bien preparados.

Ahora bien, se ha dicho

el “ser” de las mujeres debía cir-

La especificación del tipo de conocimiento que era preciso para educar a la población femenina se convirtió en un tema de constante debate social durante toda la segunda mitad del siglo XIX.

ya que la intención de educar a

cunscribirse sólo a la institución familiar; es decir, que su lugar social corresponde a su ubicación como hija, esposa o madre de alguien más (el marido, el padre o los hijos), alrededor de quienes debe cumplir con su papel de educadora y organizadora de la vida doméstica. En este sentido, el espacio delimitado como “propio” para la actividad femenina

la población femenina fue en general una idea aceptada

es el privado; aun cuando en ciertas ocasiones se considera

por los diversos sectores de la sociedad. No obstante, la

pertinente su participación en labores externas a éste ám-

definición de los planes de estudio que debían cursar las

bito, en tanto resultan una extensión de su labor primor-

nuevas alumnas, generó severas y prolongadas discusiones.

dial, como por ejemplo los actos de beneficiencia pública

En otras palabras, la especificación del tipo de conocimien-

y religiosa. Sin embargo, como veremos más adelante, la

to que era preciso para educar a la población femenina

posibilidad de insertarse en actividades de corte político

se convirtió en un tema de constante debate social durante

(asociaciones, instancias de gobierno), laboral remunerado

toda la segunda mitad del siglo, e incluso, y de manera muy

(en oficinas, fábricas, comercios) o literario–intelectual (asis-

importante, a lo largo del régimen de Porfirio Díaz; perio-

tencia a escuelas de educación superior o colaboración en

do en el que, hemos también señalado, se consolidaron y

revistas) era definitivamente rechazada bajo el argumento


71

Mujeres practican ejercicios mecanográficos. © (5124) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico. Mujeres practican ejercicios mecanográficos. Archivo Casasola, CONACULTA.


72

de la secta liberal, hemos combatido y seguiremos combatiendo, porque esos factores darán si acaso marisabidillas, bachilleras y descocadas, pero nunca excelentes madres de familia ni mujeres virtuosas.23

ya mencionado de que su naturaleza le asignaba el hogar como lugar único de actividades y deberes.

En opinión de Agustín Rivera, uno de los escritores

más prolíficos de textos pedagógicos del siglo xix: “El primer deber de la mujer, es el de cuidar que la vida del hogar se deslice sin el menor contratiempo, que su esposo, sus hijos, sus padres, sus hermanos, hallen siempre agradable su casa”.22

En consecuencia con el planteamiento de Rivera,

este sector de opinión reprobaba el ingreso de las mujeres a la educación superior y profesional, en tanto consideraba que una preparación intelectual más allá de lo requerido para cumplir con el papel de educadoras al interior de la familia, resultaba impropia e incluso contraproducente y ominosa para la sociedad entera. Tal como expresó el periódico El Tiempo, a un año de que terminara el siglo, y aun cuando ya para entonces cinco mujeres habían egresado de la escuela de Medicina y de Jurisprudencia:

Ni ciencia ni educación ha producido ese laicismo, prostitución del espíritu, cáncer del corazón, eso nada más ha dado el sistema masónico implantado en las escuelas del Estado [...] que a la mujer se la instruya como conviene a la delicadeza, importancia y trascendencia de su misión salvadora [...] no solo en la maternidad, sino también en la categoría de virgen cristiana en el hogar y en la familia, en donde está toda una misión de paz, de dulzura y de virtudes heroicas [...]. A todo esto se opone la instrucción laica, la charlatanería del Normalismo, el enciclopedismo de los nuevos programas de enseñanza y todo lo que, nacido

Para finalizar con este primer sector de opinión,

vale la pena comentar que, aun con diversos matices, a él se sumaron incluso personajes como Justo Sierra, Andrés Molina Enríquez y Horacio Barreda, quienes desde una perspectiva positivista coincidían con la visión biológico– esencialista del papel social de los sexos. Horizonte a partir del cual consideraban que las mujeres deberían estudiar solamente aquello que les permitiera ampliar y consolidar su función social como educadoras al interior de la familia. 24

El segundo grupo de opinión sobre la educación

femenina reconocía la capacidad intelectual de la mujer para insertarse como un sujeto “útil” en el medio social y productivo de la nación, sin que ello se contrapusiera con la ya señalada “naturaleza femenina” ni representara una amenaza para el cumplimiento de su papel en la familia y el hogar. Se piensa sólo en una expansión de los espacios en que actúa como buena esposa, madre y mexicana. Esta posición presentaba diversos grados de radicalidad, aunque en general el acceso de la mujer a sectores laborales y de instrucción antes negados era considerado como un elemento más para ayudarla a cumplir con mayor eficiencia y “calidad” sus obligaciones como columna de la institución familiar (a la que se consideraba base de la sociedad y la civilización). 23  “La instrucción laica y religiosa”, núm. 10, año I, t. I, abril 1899, tomado de El Tiempo (5–09–95). 24  Un estudio detallado al respecto es el de Lourdes Alvarado (comp.), El

22  Agustín Rivera, “Pensamientos filosóficos sobre la educación de la

siglo xix ante el feminismo. Una interpretación positivista, México: unam ,

mujer en México”, op. cit.

1991.


73

Sólo hallándose la mujer a la misma altura que el hombre en conocimientos, podrá levantar su voz diciéndole: te reclamo mi reivindicación social y civil, te reclamo mis derechos naturales para poder cuidar de mí misma y de mis principales deberes, que son los de la familia, de cuya educación dirigida por mí depende la sólida cultura de las generaciones futuras. Conozco el lugar que debo ocupar; yo no soy la esclava, sino la conductora de la humanidad. Nuestro último deseo es colocar una partícula de arena en el pedestal del monumento reservado al perfeccionamiento común de la especie humana.25

Una interesante vertiente de esta corriente de opi-

nión se vislumbra en el proyecto educativo dirigido a las mujeres impulsado por el temprano protestantismo asentado hacia mediados de siglo en México. Su propuesta fue guiada por la insistencia en que era necesario que las mujeres accedieran a una educación de tipo ilustrada no considerada como opuesta a la impartición de los “principios de la más sana moral”.26 Es interesante también que se reconoce a las mujeres una calidad política ausente para las mexicanas en esos momentos: la ciudadanía. La educación moderna de la población femenina logrará –se dice– formar

mujeres con “espíritus cristianos, ilustrados y patrióticos [...] sin gazmoñería ni hipocresía” y permitirá hacerlas “aptas para la vida civil y religiosa”.27

Sin embargo, a estos planteamientos que podemos

considerar de vena liberal, se suman otros que perpetúan elementos centrales de las entonces concepciones tradicionales en la sociedad mexicana sobre la naturaleza femenina, sobre todo en relación al ya referido papel que las mujeres deben jugar al interior del núcleo familiar como responsables de la formación del corazón y espíritu de los futuros ciudadanos. Tal como se aprecia en la siguiente opinión:

Hijas del pueblo pobre [...] puestas en salvo por fortuna ahora, ya sea en la honrosa práctica del profesorado, o en cualquier otra posición social que les tenga el destino deparado, poseerán un patrimonio de saber, virtud y moralidad que nada ni nadie les podrá arrebatar. De todas maneras serán institutrices de las personas que las rodean, e iniciadas ya en los misterios de la providencia y bondad de Dios, no podrán menos que formar ciudadanos instruidos, virtuosos y de invariables convicciones, porque aquél que con entendimiento ilustrado cree en el Dios de los pueblos, tiene fe en la libertad, en la justicia y en el progreso de la humanidad [...] propagarán entonces el amor a Dios y el amor a la patria, y serán por lo mismo, el sostén más eficaz de la autonomía de su país.28

25  Laureana Wright de Kleinhans, “La emancipación de la Mujer”, en La Mujer Mexicana, Revista mensual consagrada a la evolución y perfeccionamiento de la mujer mexicana, año II , núm. 10, 1905. 26  “Una visita al Colegio Profesional de Señoritas”, El Faro. Órgano de

27  Ibid.

la iglesia presbiteriana en México, tomo II, núm. 9, 1886.

28  Ibid.


74

Finalmente, tenemos un tercer discurso sobre la

educación de las mujeres que nos interesa subrayar: el elaborado por ellas mismas y en el que, aun cuando comparten algunas ideas expuestas en las otras corrientes de opinión, la tendencia liberal y de librepensamiento que forma parte de sus planteamientos, jugó un papel indiscutible en la construcción de un discurso propio sobre las posibilidades y el papel social de la mujer.

Como veremos en el apartado siguiente, los me-

dios impresos dirigidos por mujeres fueron una plataforma crucial en la difusión de esta perspectiva que, en términos generales, demandó que las mujeres ingresaran sin restricción o diferenciación pedagógica a la educación superior. Postura que por supuesto rebasaba ya los planteamientos del liberalismo clásico al respecto, para sumarse a una de las corrientes de pensamiento derivadas de la evolución del mismo: el feminismo, acepción entonces referida a la defensa de la Emancipación de la Mujer. Una expresión concreta de ello se prefigura, por ejemplo, en el siguiente fragmento de la declaración constitutiva de la primera asociación integrada por mujeres, La Sociedad Protectora de la Mujer (más tarde fundaría el Círculo Feminista Mexicano), que justifica la inminente necesidad de “instrucción” de las mujeres, al afirmar que la educación era una condición elemental para mejorar sus condiciones de vida.29

Las feministas quieren preparar a la mujer para que con paso firme pueda avanzar sin temor en el progreso humano y ser más útil a la sociedad y a sí misma [...]. La mujer de clase ínfima no puede aprovechar en estos momentos las ventajas del feminismo por el nivel intelectual y moral en que se encuentra, aunque ello se solucionará con la difusión de la educación obligatoria, que el gobierno procura impartir. Las obreras de los talleres de costura sí pueden ser objeto de nuestro estudio ya que suelen confundirse con la clase media. ¿Qué mujer no se sentirá grande y digna de su misión cuando vea partir de su lado, en busca de pan al padre de sus hijos? Porque al partir el esposo de una mujer de espíritu fuerte sabrá que al volver encontrará el risueño y cariñoso hogar que le espera como recompensa. Causa vergüenza confesar que se han tenido peligros y dificultades que vencer sobre todo en los primeros impulsos, pues que hasta la misma mujer y desgraciadamente entre aquellas que ocupen puestos que les permitirían ayudarla, se ha mostrado decidido empeño en nulificarla, en negarle la igualdad intelectual con el hombre y la ayuda para elevarse.30

30  Fragmento del “Ensayo presentado en la Sociedad Mexicana para el cultivo de las ciencias, por Esther Huidobro de Azua”, en La Mujer Mexicana. Revista mensual. Consagrada a la evolución y perfeccionamiento 29  La Sociedad Protectora de la Mujer se constituyó el 14 de febrero de

de la mujer mexicana. Dirigida, redactada y sostenida sólo por Señoras y

1904 bajo el lema “Patria, Ciencia y Hogar”. Se denominó a sí misma

Sritas., México, 1904. Tomo I, núm. 1, Directora Srita. Profesora Dolores

como la primera sociedad feminista de México.

Correa Zapata.


75

Antes de concluir este breve recorrido por las diver-

En primer término, se observa una defensa absolu-

sas posturas que discutieron sobre lo pertinente o nocivo que

ta del derecho de las mujeres a recibir educación (básica,

resultaría el ingreso de las mexicanas a la educación secun-

superior y profesional), así como la pertinencia de su argu-

daria y superior, es oportuno señalar que algunos sectores

mentación como parte del cumplimiento del espíritu civiliza-

de mujeres difundieron su propuesta no sólo a través de me-

dor que presumía la consolidación del país en cuanto nación

dios impresos periódicos, como diarios y revistas, también

moderna y liberal. Apegadas a la creencia generalizada

lo hicieron desde una plataforma editorial formal. Es el caso

en aquellos momentos de que la “educación intelectual del

de los dos libros de Laureana Wright de Kleinhans: Educa-

individuo debía llevar a la reconstrucción de la sociedad”,31

ción errónea de la mujer y medios para corregirla, México,

estas mujeres suscribieron también la idea de que el pro-

Imprenta Nueva, 1892; La emancipación de la mujer por

greso material (inseparable de la modernidad), requería

medio del estudio, México, 1891; o de Dolores Correa

asimismo de un progreso espiritual y del pensamiento. En

Zapata autora de numerosos libros utilizados como lecturas

segundo lugar, el desacuerdo respecto a los límites y fines

obligatorias en las escuelas nocturnas y en la Normal de

de la educación femenina. La atención se dirige entonces al

Profesoras. Entre las más citadas: Nociones de Instrucción

papel que una mujer instruida puede jugar al interior de la

Cívica y Derecho Casual, 7a. edición, México, Librería de

familia y, de manera más extensa, de la sociedad.

la viuda de Ch. Bouret, 1907; Conferencias sobre las escue-

las normales de la República. Trabajos iniciados por Alberto

men la polémica central respecto a la educación femenina

Correa en el año de 1908 y publicados por Dolores Correa

que recorrió todo el siglo: ¿en qué beneficiaría –o haría

Z., México, Carlos Luteroth, 1911; Vida humilde o Memo-

peligrar– aquella instrucción a su rol social como madres?

rias de una maestra... Obra escrita para servir de lectura

Como veremos a continuación, más allá del discurso y la

en las escuelas nocturnas de obreras, México, Imprenta de

suposición, las respuestas a esta preocupación se gestaban

Carlos Luteroth, 1910.

ya en otros ámbitos y prácticas de la realidad nacional.

Como puede observarse, ambos aspectos resu-

Así pues, y aun cuando más adelante analizare-

mos un aspecto puntual del debate decimonónico sobre el acceso de las mujeres a la educación superior (el discurso que en favor de la igualdad intelectual femenina promovieron Violetas del Anáhuac y La Mujer Mexicana, proyectos editoriales a los que pertenecieron Laureana Wright y Dolores Correa) es importante subrayar que la mayoría de las revistas para mujeres, dirigidas por ellas mismas, tuvo elementos unificadores muy significativos respecto a dicha discusión.

31  Charles Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo xix , México: Vuelta, 1992, p. 242.


76

Público–privado: la resignificación del espacio

se les asociaba, sino también a las representaciones culturales que, a través de diversas manifestaciones discursivas –textuales, visuales, plásticas– intentaron precisar quiénes y cómo debían ocupar estos espacios. La recreación artística de este proceso motivó, al mismo tiempo, un valioso registro de las diversas formas en que se manifestaron estos cam-

La reformulación del sentido y significados de lo público y lo privado como parte del proceso de secularización y del arraigo del liberalismo, tuvo un impacto sustancial en la redefinición no sólo de los ámbitos y las actividades con que

bios, mismos que recordando el anterior señalamiento de Julia Tuñón, no siempre respondieron a los dictados de la preceptiva moral y los estereotipos de conducta promovidos desde las distintas instancias de regulación social.

El quehacer cotidiano de las mujeres por la ciudad va más allá de los espacios que cultural y socialmente les son permitidos. Sin embargo, su presencia en los espacios públicos es percibida simplemente como una prolongación externa de tareas consideradas femeninas.

Tal es el caso del registro literario que, a través

de la figura de la duquesa Job, personaje inmortalizado por el poeta y escritor Manuel Gutiérrez Nájera, recrea con puntualidad el largo proceso, a través del cual durante toda la segunda mitad del siglo

xix,

se gesta “la conquista de

la calle por la mujer solitaria”;32 suceso sustancial que, en efecto, modifica la idea que todavía hasta los años setenta del siglo

xx

se tuvo del México decimonónico como “una

época de inmovilidad, mutismo y encierro doméstico para

“La partera”. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

32  Vicente Quirarte, Elogio de la calle. Biografía Literaria de la ciudad de México. 1890–1992, México: Cal y Arena, 2001, p. 308.


77


78

el alto goce, y los placeres del five o’clock […]. Pie de andaluza, boca de guinda […]. ¡Cómo resuena su taconeo en las baldosas! ¡Con qué meneo luce su talle de tentación! […] Altas, lustrosas y pequeñitas, sus puntas muestran las dos botitas, abandonadas del catre al pie […]. Toco; se viste; me abre; almorzamos; con apetito los dos tomamos un par de huevos y un buen beef steak, media botella de rico vino, y en coche, juntos, vamos camino del pintoresco Chapultepec.35

las mujeres […] sombrío y triste, austero y restrictivo para la población femenina”.33 Por el contrario, tal como nos permite observar Gutiérrez Nájera, fue un periodo donde el arribo de los paradigmas modernos que acompañaron al paulatino asentamiento de la república liberal, trajo consigo la modificación de algunas “normas de género que destrabaron ancestrales cerrojos”,34 cuya consecuencia inmediata fue la modificación de algunos aspectos de la relación social de hombres y mujeres, de manera específica en el entorno urbano de la Ciudad de México:

Aun desde la exclusividad de la esfera doméstica, las mujeres son un sujeto imprescindible del espacio público. Una representación magistral de ello es la imagen que hacia 1883 anuncia la portada de El Álbum de la Mujer. Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yanqui o francesa, ni más bonita ni más traviesa que la duquesa del duque Job. No es la condesa de Villasana, caricatura, ni la poblana de enagua roja, que Prieto amó. No es la criadita de pies nudosos, ni la que sueña con los gomosos y con los gallos de Micoló. Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran señora. Es la griseta de Paul de Cock. No baila bostón y desconoce de las carreras

En efecto, a semejanza del taconeo de la duquesa

Job, el quehacer cotidiano de las mujeres por la ciudad va más allá de los espacios que cultural y socialmente les son prohibidos, de manera especial los de orden público. Así, y aun cuando en la mayoría de los casos, su presencia en ellos es percibida simplemente como una prolongación externa de tareas consideradas femeninas, la ambivalencia simbólica que esto produjo en la dualidad público–masculino/privado–femenino asignado a los sexos, deja claro que, aun desde la exclusividad del espacio doméstico, las mujeres son un sujeto imprescindible del espacio público. Una representación magistral de ello es la imagen que hacia 1883 anuncia la portada de uno de los proyectos editoriales femeninos más importantes de la segunda mitad del siglo, El Álbum de la Mujer.36

35  Manuel Gutiérrez Nájera, “La duquesa Job”, Los imprescindibles, selección y prólogo Rafael Pérez Gay, México: Ediciones Cal y Arena,

33  Gabriela Cano y Georgette José Valenzuela, “Introducción. Historia

octava reimpresión, 2009.

y género en el México decimonónico”, Cuatro estudios de género en el

36  Se trata de la primera publicación dirigida por una mujer en la ciu-

México urbano del siglo xix , México: pueg –Miguel Ángel Porrúa, 2001,

dad de México durante la década de los años ochenta. Circuló semanal-

pág. 16.

mente del 8 de septiembre de 1883 hasta el 29 de junio de 1890 bajo la

34  Ibid.

dirección de Concepción Gimeno de Flacquer, española nacida en 1860.


79

En el plano central, aparece una suerte de ángel

como el cuidado y educación de los niños o el aprendizaje

femenino (así lo sugiere el largo de sus cabellos y el pro-

de labores manuales y disciplinas artísticas. No obstante,

nunciamiento de senos bajo la túnica que la cubre), a su

otros muchos registros de la época dan cuenta de la manera

lado se encuentran una mujer y una pequeña niña; llama la

en que éstas y otras actividades, propias de la entonces lla-

atención el vestuario de esta última, no tanto porque, como

mada economía doméstica, se convierten en una fuente de

era entonces usual, asemeje al de una mujer adulta y, a tono

ingreso cuando se llevan a cabo fuera del núcleo familiar.

con la moda europea en boga, porte un vestido a la rodilla

que se adorna con un grueso listón en la cadera, bies de

grafía, acuarela, obra plástica, crónica y novela producida

estola blanco, y sombrero de plumas, sino más bien por los

a lo largo de todo el siglo

zapatos de tacón que calza y que, inevitable, recuerdan el

labores domésticas como lavar, cocinar, planchar, barrer

resonar cotidiano de la ya referida duquesita Job por las

y sacudir, fue un importante rubro de la actividad econó-

calles de la Ciudad de México.

mica urbana.38 De acuerdo con el censo realizado en la

Esta imagen, que fácilmente podemos ubicar en un

Ciudad de México hacia 1811, de sus entonces 137 000

espacio cerrado e incluso familiar, contrasta con las otras

habitantes, las mujeres representaban 32.4 % de la fuerza

escenas que le acompañan. En la primera, dos mujeres

de trabajo; y hacia 1857, cuando la población sumaba ya

se encuentran en una sala de estar conectada al exterior

200 000 habitantes, más de 4 200 mujeres formaban parte

por medio de una enorme ventana; una toca el piano, la

del servicio doméstico. 39

otra lee lo que parece ser una revista mientras mece una

cuna. En la segunda, una joven pinta en una terraza desde

torretrato del imaginario sobre lo nacional, Los Mexicanos

cuyo horizonte se observan las torres de la catedral

pintados por sí mismos. Tipos y costumbres nacionales, pu-

metropolitana.

37

En este sentido, gracias al amplio conjunto de litoxix,

sabemos que el ejercicio de

La inclusión de “La recamarera” en el primer au-

blicado en 1854, da cuenta del arraigo que ya entonces

La imagen descrita entrelaza un referente puntual

tiene dicha actividad; pública, si la consideramos parte

de la vida urbana –la catedral metropolitana– con la pri-

del intercambio de bienes y servicios que se dan cita en

vacidad del espacio hogareño, lugar donde las mujeres

la ciudad; privada, desde la diferenciación de género que

desempeñan labores tradicionalmente asignadas a su sexo,

la define como propia de lo femenino y, por tanto, del espacio doméstico, aun cuando, como refiere el texto que acompaña la litografía de Hiriarte, la recamarera mantiene

37  Esta portada apareció tal cual sólo durante los primeros cuatro ejem-

una interrelación permanente con las calles y sucesos de la

plares. A partir del quinto número, se desdibujan los caracteres femeninos

ciudad.

del ángel: los senos se adivinan apenas bajo una larga y holgada túnica de color blanco; el cabello que antes caía abundante sobre los hombros es ahora muy corto y alisado en extremo hacia atrás, por lo que el aspecto del ángel no se asemeja al de una mujer de aquella época. No tiene ya

38  Algunos autores: Hesiquio Iriarte, Casimiro Castro, E. Pringet, Carl

los pies desnudos, calza una especie de sandalias que se confunden con

Nebel, entre otros. Para el caso de la producción literaria, Fernández de

la túnica, sus alas tienen ahora una apariencia menos algodonada y los

Lizardi, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno, José Tomás de Cuéllar,

bordes son más agudos; ahí incluyó la siguiente especificación: Ilustración

Manuel Gutiérrez Nájera.

Hispano–Americana; desapareció entonces la litografía descrita, se incre-

39  Julia Tuñón, Mujeres en México. Recordando una historia, México:

mentó al doble el tamaño del formato, y el número de páginas.

conaculta ,

1ª. Edición en Regiones, 1998, p. 113.


80

Una vez admitida en casa la recamarera, comienza sus ejercicios cotidianos. Levantarse a las siete, fregar los orinales, hacer las camas, barrer la casa, lavar las toallas, hacer algunos mandados cuando no están los otros sirvientes, y pare usted de contar; tales son las obligaciones de la recamarera, amén de las que se toma por comedimiento o por su cuenta y riesgo, como la de servir a los niños de la casa y llevar cartitas al novio de la niña y viceversa [...].40

Otras tareas domésticas merecen también ser men-

cionadas: lavar, cocinar y coser, pues fueron de las más socorridas y mejor pagadas, en particular la de lavandera, cuyo salario sólo era superado por el de una Ama de Llaves. Asimismo, fueron actividades que ofrecieron a las mujeres cierta autosuficiencia económica, pues además de que podían realizarse de forma independiente, como en el caso de la venta de alimentos, tenían como “local” la vía pública, la calle, la plaza, el portal. Como ya se dijo, diversos testimonios dan cuenta de dichas actividades a lo largo del siglo y, más allá de la imagen ya clásica de la vendedora de agua “La recamarera”. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

de Chía, se sabe de muchos otros productos que formaban parte de la actividad comercial realizada por las mujeres, incluso antes del virreinato, en diversos lugares de la ciudad y sus alrededores:

Las calles de México presentan a la noche un aspecto muy animado. En las principales avenidas las “tortilleras” muestran sus tentadoras viandas iluminadas por un

40  Hilarión Frías y Soto, et al., Los Mexicanos pintados por sí mismos, México, edición facsimilar de la edición de 1855, Grupo Financiero Internacional–Librería de Manuel Porrúa.


81

brasero, que sirve para conservar calientes las tortillas y el chile colorado. A esos puestos acuden los arrieros y clientes de todos tipos […]. A la entrada del mercado, pasé por una larga fila de indias y otras mujeres sentadas sobre el piso vendiendo rosas y ramilletes de flores. Algunas “La costurera”. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas comerciaban con frutas, de la unam. otras tenían pulque de colores [en] envases de vidrio; y no eran pocas las que se ocupaban en pequeñas fogatas de carbón, preparando panecillos o friendo carne para el consumo de los campesinos, arrieros y léperos, que hormigueaban en la calle y el mercado.41

Por otro lado, la naciente industrialización en la

Ciudad de México a lo largo del siglo

xix

promovió la in-

serción de las mujeres en los nuevos sectores de la producción, el comercio y los servicios. El traslado a la fábrica, la tienda, la oficina, el taller e incluso la escuela hacia 1867, con la inauguración de la Escuela Secundaria de Niñas, modificaron también las formas y espacios de interacción social entre los sexos. En el caso particular de las mujeres, estos cambios transformaron incluso la actitud hacia ciertas

parte del intercambio económico de bienes y servicios, fueron finalmente identificadas así por la modificación del espacio donde después se llevaron a cabo. Tal es el caso de la tendera, es decir de la mujer

a cargo de las ventas de una tienda o estanco; o de la costurera, cuya solitaria y agotadora labor sufrirá una drástica transformación al tener que competir con los modernos talleres de costura donde se cose ya con máquinas; o bien con la creciente influencia de los modelos parisinos que introdujeron los cajones: El Correo Francés, El Palacio de Hierro, y El Progreso, primeros antecedentes de los almacenes departamentales42.

Algo similar ocurre con la industria textil y taba-

calera, cuyas trabajadoras ven amenazada su fuente de trabajo por la introducción de maquinaria que compite en costos y tiempo con la mano de obra humana; tal como señala el siguiente fragmento de la carta que las “maestras, oficiales y demás empleadas de la Fábrica de Tabacos” de la ciudad, dirigen a la presidencia para que interceda por ellas:

Exmo. Sr.– Las que abajo firmamos […] con el respeto que le es debido y como mejor proceda aparecemos y decimos: que ha llegado a nuestra noticia que el Sr. D. Rafael Adorno se halla actualmente en Inglaterra, de orden del gobierno supremo, y con los fondos necesarios para traer una máquina que elabore los puros y cigarros que ahora se hacen a mano, y de cuyo trabajo subsisten, como nosotras, en la república, más

actividades que, aun cuando desde tiempo atrás formaban

42  La máquina Singer, lanzada al mercado por el norteamericano Isaac 41  Julia Tuñón, op. cit., p. 178.

Merrit Singer en 1851, comenzó a importarse en México desde 1880.


82

más desgraciada […] cuando una madre tiene que cuidar del mantenimiento y educación de los hijos, o (cuando) las hijas o las hermanas se ven obligadas a proveer su propia subsistencia […] no encuentran recursos, pues que fuera del servicio doméstico tan repugnante por su humillación, en las artes manuales que desempeñan apenas hallan un trabajo muy escaso y una recompensa más miserable todavía.43 El crecimiento y transformación de la ciudad motivó también dinámicas de relación entre los sexos hasta entonces no permitidas; no sólo en tanto generó la apertura de nuevos sitios para el encuentro de hombres y mujeres, sino también en cuanto modificó las normas de la dicotomía público/masculino–

Empleadas de El Buen Tono en una escalinata, retrato (1905). © (5497) conaculta.inah.sinafo. fn . méxico .

En las industrias textil y tabacalera, las trabajadoras ven amenazada su fuente de trabajo por la introducción de maquinaria que compite con la mano de obra humana, y su respuesta no se hace esperar: “Si mañana se despiden a la operarias cuyo trabajo sea ya inútil ¿en qué parte encontrarán éstas una ocupación?”.

de treinta mil familias menesterosas e infelices […] si mañana se despiden a la operarias cuyo trabajo sea ya inútil ¿en qué parte encontrarán éstas una ocupación? […] si en el estado actual de nuestra sociedad… las mujeres se encuentran reducidas a una situación aún

privado/femenino; y en algunos casos, determinó incluso el devenir de actividades que, en estricto sentido,

desde

la

moral

predominante,

no

sólo eran consideradas nocivas, sino también exclusivas de la vida privada.

Tal es el caso de la prostitución, que salvo la ejerci-

da de manera eventual y en absoluta clandestinidad, otorgó a las mujeres dedicadas a esta actividad una libertad excepcional para actuar más allá de las reglas establecidas; incluso, como afirma Junius (seudónimo de Manuel Gutiérrez Nájera) en su colaboración al periódico La Libertad, para ejercer su poder como protagonistas de un espacio público que fundaba su existencia en la presencia de la meretriz, conocida también como mujer de la calle.

43  El Monitor Republicano, 23 de mayo de 1846, citado por Julia Tuñón, op. cit., pp. 188,194.


83

El sobrenombre de la prostituta, como mujer de la calle, define la representación cultural de su identidad (no importa si el escenario es la acera, la casa de citas o el burdel), y abreva del discurso moral que advierte a las mujeres sobre la ciudad como un lugar peligroso.

El sobrenombre de la prostituta define con suma

claridad la representación cultural de su identidad (no importa si el escenario es en efecto la acera, la casa de citas o el burdel), y abreva del discurso moral que advierte a las mujeres sobre la ciudad como un lugar peligroso si van más allá de “los estrechos límites de su casa y su hogar para aventurarse en los espacios públicos”.45 Asimismo, como un ámbito donde se trastocan las máximas del imaginario cultural asociado a lo femenino, entre las más importantes,

Las mujeres que trafican públicamente con su cuerpo son bien conocidas; y las que juegan con cartas de la inspección de Policía, son precisamente las que escandalizan y alardean de impudor en la avenida Plateros. El rigor de las disposiciones recae únicamente sobre las mujeres vergonzantes, que no pueden andar en coche todo el día ni se exhiben en los palcos segundos del teatro […]. Muchas veces el pacífico transeúnte que sin tener trato ninguno con las damas alegres pasa por la calle, es insultado por ellas con un gesto obsceno o con una palabra de cuartel. No hay manera de evitarlas; llenan la calle, van y vienen […]. Las traviatas han convertido las calles en escaparates para exhibirse; las cantinas son sus estaciones y los carruajes de providencia parte de sus bienes muebles. Porque no hay señora que se atreva a alquilar un carruaje por temor de que la confundan con las damas de la noche que se pasean en ellos a toda hora [...] las de tercera categoría, porque están clasificadas en varias, se pasean de siete a nueve en las calles de Plateros, Empedradillo y Tacuba y durante los entreactos visitan el hotel situado en esta última calle para tormento del vecindario.44 44  “Esposas, grisetas y damas alegres”, “Las damas de la noche”, La Libertad, 1883, en Manuel Gutiérrez Nájera, Los Imprescindibles…, op. cit., pp. 32–35, 64.

la experiencia de la maternidad.

La mayoría de las prostitutas, que con los productos del vicio han encontrado la manera de vivir con más desahogo que las otras, procuran adoptar como hijos, en lo privado, los de otras mujeres o los huérfanos que les presentan. Otras hay que antes de prostituirse tuvieron prole y continuaron viviendo con ella […] pero la mujer que mancha con sus labios impuros la casta y pura frente de seres inocentes, la que no se avergüenza de presentarse ante ellos con toda la deformidad de su impudicia, no puede ser madre, por más que lo diga.46

El ya mencionado acceso de las mujeres a la edu-

cación formal generó también nuevos patrones de convivencia entre los sexos en el espacio público, pues ya fuera gracias al aprendizaje de algún oficio técnico o habilidad manual (encuadernación, telegrafía, zapatería, estenografía, mecanoescritura, litografía, tejido de punto industrial, y diversas labores decorativas) o a su paulatino ingreso a las Escuelas de Medicina, Jurisprudencia y Odontología, 45  Judith Walkowitz, La Ciudad de las pasiones terribles, Ediciones Cátedra/Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer, 1992 (Colección Feminismos), p. 22. 46  Manuel Gutiérrez Nájera, Los Imprescindibles…, op. cit., p. 64.


84

incrementó notablemente la cantidad de mujeres que circulaban diariamente por la ciudad. No sólo por el traslado de ida y regreso a las escuelas; también por las nuevas fuentes de trabajo en que ingresaron muchas de ellas, en especial comercios, oficinas y los propios colegios. Así, hacia 1885, la cantidad de mujeres que trabajaban en todo el país representaba 26.5% de la población económicamente activa.

Vale la pena señalar que el crecimiento de la bu-

rocracia gubernamental incrementó la apertura de escuelas de comercio para mujeres, que ofrecían el aprendizaje de las habilidades secretariales requeridas en este rubro. Como ya se apuntó, la docencia se perfiló tempranamente como un área creciente de trabajo para las mujeres, en especial en la enseñanza básica, la formación de profesoras normalistas, de maestras de artes y oficios, y de párvulos o educación para niños menores de seis años.

Así pues, el nuevo ritmo de la ciudad se registra

también en la prensa de la época. La crónica social, la nota roja e incluso la publicidad, dan cuenta de los espacios en que día con día se refrenda la identidad de género: cocina, tienda, mercado, molino, salón de clase, iglesia, tranvía, lavadero común, entre otros. Los cambios en el tránsito urbano se extienden o modifican de acuerdo con el estrato social; las mujeres de la élite amplían su estar en el almacén de ropa, la visita a la modista, la tertulia, la sala de bordado y lectura, la clase de pintura, el carruaje, la visita al hospicio, la cárcel y los actos de caridad; e incluso, como se mencionó antes, en el ejercicio íntimo y solitario de pintar,

“La estanquillera”. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

tejer, redactar un ensayo, un artículo, un poema, una partitura, traducción, o pieza teatral. Las menos afortunadas

Hacia 1885, la cantidad de mujeres que trabajaban en todo el país representaba 26.5% de la población económicamente activa.

hacen de un lavadero, un escalón, una fuente, una ventana o una azotea nuevos lugares para el descanso, la costura, el tejido y, de manera muy importante, para la conversación.


85

En este sentido, y de acuerdo con Julia Tuñón, la

es otro acontecimiento

impronta de esta nueva dinámica social promueve también

que señala, con suma

una percepción diferente de lo público y privado entre ellas:

claridad, el recambio simbólico que opera

[…] ciertamente, era diferente trabajar en el hogar, como lo habían hecho siempre –así fuera fabricando productos para el mercado, artesanías o comida preparada–, que salir de la casa a cumplir un horario y ciertas reglas de conducta, lo cual además implicaba, a menudo, dejar solos a los hijos o a los ancianos [...] las mujeres que se incorporaron al trabajo remunerado tenían la opción de abrir su visión del mundo y trascender los más o menos estrechos límites de su hogar, así como ensayar formas de participación y poder hasta entonces desconocidas.47 El resultado de la modificación de los límites entre lo público y lo privado se convierte asimismo en un factor de cambio que impacta otros ámbitos en estricto sentido no físicos: nos referimos a la afirmación de la capacidad de las mujeres para generar opinión pública en los medios impresos. El ingreso de la autoría femenina en las publicaciones periódicas

ya en la percepción social de lo público–privado, y su asociación cultural con lo masculino–femenino;

pues,

como señala Michelle Perrot, “la palabra y su circulación modelan la esfera pública aún más que el espacio material”.48

En el mismo

sentido, y de acuerdo

Semanario de las señoritas mexicanas. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

con lo antes dicho, la dinámica misma del proceso de creación intelectual implícito en la escritura, demuestra ya entonces la imposibilidad de establecer fronteras inflexibles entre el espacio público y el privado a partir de su presunta diferenciación sexual: “Una mujer puede escribir en la intimidad de su habitación un libro o un artículo de prensa que la introducen en el espacio público. Por esto la escritura, que se puede practicar en el domicilio (como

Con el surgimiento en 1838 de la primera publicación periódica dedicada en exclusiva a las mujeres, el Calendario de las Señoritas Mexicanas, se reconocía en forma tácita la importancia que para el mercado editorial tenían ya entonces las mujeres como un público lector consolidado.

la pintura) es una de las primeras conquistas femeninas y también una de las que suscitan mayor resistencia”.49

En efecto, la oposición a recibir a las mujeres en

los nuevos espacios de sociabilidad es otro elemento que da cuenta de la difícil transición que se gesta durante la segunda mitad del siglo

xix

y su tránsito al xx. Desde mediados

48  Michelle Perrot, Mujeres en la Ciudad, Chile: Editorial Andrés Bello, 1997, p. 61. 47  Julia Tuñón, op. cit., pp. 128–129.

49  Ibid., p. 10.


86

de los años setenta, por ejemplo, la aparición de meseras

gobiernan las mujeres, gozó de gran éxito entre la pobla-

en los entonces novedosos expendios de café, muestra los

ción que acudía a este tipo de espectáculo. En ella, se hizo

nuevos criterios de diferenciación sexual del espacio que

mofa de lo irreal que resultaba imaginar un mundo inver-

dicta el ritmo cotidiano de la ciudad. Asimismo, la pronta

tido, es decir, aquél donde los espacios y las actividades

generalización de este empleo, tal como afirmó Juan Pa-

hasta entonces todavía percibidas como zona exclusiva de

blo de los Ríos (Nataniel), columnista de El Eco de Ambos

lo masculino, eran ocupados por las mujeres, subvirtiendo

Mundos:

así toda lógica del orden social.

La meseras han sido para (el Café del Progreso) como la sangre regeneradora para los anémicos, pues han vuelto la vida al referido establecimiento […]. Ya se hacía sentir la necesidad de proporcionar al sexo débil algún nuevo recurso para vivir, y no cabe duda que el más a propósito es el servicio de esa clase de establecimientos, el de las tiendas y aun el de los escritorios, donde podrán encontrar su bienestar por medio del trabajo, muchas mujeres que hoy tienen que vivir en la miseria más espantosa o que se entregan a la prostitución […].50

La renuencia social a la presencia de las mujeres

en el ámbito público, tiende en algunos casos barreras menos fáciles de franquear, como la modificación del Código Civil que, en 1884, disminuye a las mujeres como sujetos de derecho, e incrementa la subordinación legal para con

En muy breve tiempo, sin embargo, el nuevo siglo

demostraría que ese mundo “imaginario” era ya tan real, como imparables los cambios de la demarcación espacial de la ciudad, y de las formas en que, a partir de entonces, se daban cita en ella sus habitantes.

Hoy comienzan por meseras, y ya hay encuadernadoras, mañana habrá cargadoras y también carretoneras, remendonas y cocheras algunas se volverán […]. Los que antes tenían calzones vestirán la crinolina, y la raza femenina se vestirá pantalones, formadas en batallones a los cuarteles se irán [...]. Ellas se hacen maquinistas, hagámonos lavanderos, si ellas son talabarteras, nos volveremos modistas […]. Dejemos nuestros quehaceres pues ellas nos mantendrán, a esto obligadas están, puesto que así lo quisieron cuando a México trajeron la isla de San Balandrán. 51

sus maridos, padres, e incluso hermanos e hijos (entre ellos la imposibilidad de contratar y administrar bienes, o ejercer de manera directa la patria potestad).

La contienda se libra en todos lados, incluida la

sátira. Es el caso de la copla compuesta por JMV, en ocasión del estreno de la zarzuela “La isla de San Balandrán”. Inspirada en la leyenda medieval de una mítica isla donde

50  Clementina Díaz y de Ovando, Los cafés en México en el siglo xix , México: unam , 2006. Pp. 78–80.

51  jmv , “La isla de San Balandrán”, citado por Clementina Díaz, Ibid.


87

Más allá del aula. La batalla impresa por la igualdad intelectual Las mujeres que ingresaron al territorio de la escritura en el ámbito público enfrentaron numerosos conflictos, derivados de dos imaginarios culturales de difícil transformación: la supuesta incapacidad “natural” de las mujeres para ejercer cualquier actividad de orden intelectual y las presumibles consecuencias negativas que el ejercicio de la escritura pudiera causar en su desempeño como madres y esposas.

De modo paralelo a los proyectos de educación formal hasta aquí revisados, la batalla de las mujeres por ingresar en espacios y actividades que hasta entonces les estaban prohibidos, se libró en muchos otros territorios de la vida social y cultural del México decimonónico y en su tránsito hacia el siglo xx. Un escenario fundamental que nos permite dar cuenta de este proceso es el de los medios impresos. La evolución de la relación entre las mujeres y dicho espacio de expresión, retrata la manera en que a la par se produjo la afirmación de una nueva identidad de lo femenino que, de manera particular, reconocía tanto la capacidad intelectual de las mujeres, como la posibilidad de que su destino social no se definiera sólo a partir de su rol como madre y responsable del espacio familiar y doméstico.

A grandes rasgos, el inicio de este importante pro-

ceso se ubica en 1838, con el surgimiento de la primera publicación periódica dedicada en exclusiva a las mujeres, el Calendario de las Señoritas Mexicanas, financiado por Mariano Galván, uno de los editores más importantes de la época; al publicar este impreso reconocía en forma tácita la importancia que para el mercado editorial tenían ya entonces las mujeres como un público lector consolidado. A partir de entonces, y a lo largo de las dos décadas siguientes, más de una veintena de publicaciones femeninas aparecen, en un ritmo promedio de cinco a seis cada año. Lo único que por momentos interrumpe esa continuidad son los conflictos


88

Durante las décadas de 1840 y 1850 aparecen más de una veintena de publicaciones femeninas, entre las que destacan: Presente Amistoso Dedicado a las Señoritas Mexicanas, La Semana de las Señoritas Mexicanas, La Camelia. Semanario de literatura, variedades, teatros, modas. Dedicado a las señoritas mexicanas y El Álbum de las Señoritas. armados de orden internacional (como la guerra de 1847, y la intervención francesa), que de forma directa rompen con el orden cotidiano, e impiden la llegada de los suministros básicos a las imprentas: la tinta y el papel.

Entre las más importantes: El Museo Yucateco

(1841), que bajo la batuta de don Justo Sierra O´Reilly consigue aparecer cada mes, y durante un año, en la ciudad de Campeche; el Semanario de las Señoritas Mexicanas. Educación científica, moral y literaria del bello sexo (1841–1842), editado en la Ciudad de México por Isidro Rafael Gondra; El apuntador. Semanario de teatros, costumbres, literatura y variedades (1841), revista publicada por Ignacio Cumplido, también impresor del Presente Amistoso Dedicado a las Señoritas Mexicanas (una verdadera joya tipográfica), cuyos tomos anuales aparecen en 1847, 1851 y 1852. En la década siguiente destacan La Semana de las Señoritas Mexicanas, que en sus distintas épocas (1850, 1851, 1852) fue impresa por Juan R. Navarro, también responsable de la publicación de otro par de importantes revistas, La Camelia. Semanario de literatura, variedades, teatros, modas. Dedicado a las señoritas mexicanas, que circuló de 1852 a 1853, y El Álbum de las Señoritas (1855–1856).

Este progresivo incremento de publicaciones feme-

ninas fue paralelo al aumento de las mujeres que comienzan

a escribir en ellas. Así, en 1838 sólo se publica un texto firmado por una mujer con su nombre y apellido real; pero hacia 1859, el número de firmas se incrementa a treinta y nueve. Si en términos cuantitativos el aumento es indiscutible, el terreno ganado por las escritoras es claro también en la ampliación de las temáticas que abordan y de los géneros literarios en que lo hacen. Con relación a este último aspecto, por ejemplo, aun cuando la poesía se mantiene como género predilecto, aumenta muy significativamente la cantidad de traducciones, cuentos, novelas y ensayos.

Cabe mencionar también, que ya no sólo escriben

sobre los tópicos románticos tradicionalmente asociados a la femineidad (el amor maternal, la muerte, la naturaleza, o las desavenencias amorosas); tampoco sobre los rubros que, para entonces, se han convertido en secciones indispensables de estas revistas: moda, consejos domésticos o la crónica semanal de actos sociales. Ahora también escriben sobre asuntos que –dicen– les atañen e inconforman; en particular, el escaso nivel de instrucción escolar de las mujeres; ciertos comportamientos masculinos que consideran moralmente ofensivos (como el adulterio); asimismo, y aunque todavía sólo de manera esporádica, traducen las notas que informan sobre los avances del sufragismo en Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica.

El detrimento del seudónimo es también un cam-

bio de suma importancia a lo largo de estas décadas. Por lo general, ya sólo se recurre a esta estrategia cuando los temas atendidos en el poema o el ensayo pueden poner en riesgo la honorabilidad de las escritoras; como aquellos que aluden a la experiencia de la sensualidad; o bien cuando se ejerce una crítica todavía más aguda sobre alguno de los temas vinculados a la condición social de las mujeres, ya antes referidos: la desigualdad salarial entre los sexos, la negativa a que las mujeres accedan a la educación superior y, de manera muy especial, el menosprecio a sus capacidades intelectuales.


89

Si en 1838 sólo se publica un texto firmado por una mujer con su nombre y apellido real, hacia 1859, el número de firmas se incrementa a treinta y nueve.

Es oportuno señalar que el ingreso de las mujeres

al territorio de la escritura en el ámbito público no fue una batalla fácil de librar, como quizá parezca por lo hasta aquí narrado. Por el contrario, sus protagonistas enfrentaron numerosos conflictos, derivados en general de los dos imaginarios culturales de difícil transformación ya comentados. El primero, la presunta incapacidad “natural” de las mujeres para ejercer cualquier actividad de orden intelectual; el segundo, las presumibles consecuencias negativas que el ejercicio de la escritura pudiera causar en su desempeño

había enviado un poema de “amor prohibido” (declaraba su apasionado afecto por un conocido profesor casado), reveló la identidad de la poetisa, que había sido encubierta por ella con un seudónimo.

Con todo, las mujeres perseveraron en su decisión

y tendieron diversos mecanismos para sobrepasar la hostilidad, la burla e incluso el escándalo que entre algunos sectores generaba su manifiesto deseo de ingresar a la república de las letras. Uno de los más sobresalientes fue la creación de las llamadas Amistades Románticas, una suerte de red de intercambio epistolar entre las poetas, y sus lectoras, que llegó a convertirse en todo un género literario, en especial de la poesía. En el caso de las escritoras mexicanas, el inicio de esta práctica se ubica hacia 1850, y al igual que en el resto de países donde también surgió (en especial España, Francia, y Argentina), esta forma de escritura no sólo tuvo como propósito reconocer la calidad literaria de

como madres y esposas. Todo lo cual se percibía como un peligro para el orden social.

En un sentido figurado, puede decirse que la con-

quista de este continente, el territorio de la escritura femenina, también cobró sus víctimas. Las tempranas y cercanas muertes de Teresa Vera (1834–1859) y Dolores Guerrero (1833–1858), fueron una triste prueba de que no bastaba ser inteligente y talentosa para convertirse en una escritora aplaudida y, sobre todo, aceptada por la sociedad. Estas dos jóvenes gozaron de una educación privilegiada, es decir, por encima del nivel acostumbrado de la enseñanza básica brindada entonces a las mujeres y su obra escrita (en especial la poética) fue incluso elogiada por los círculos literarios que frecuentaban, tanto en sus entidades de origen, Veracruz y Durango, como en la capital del país. Ambas se quitaron la vida a causa de una presunta decepción amorosa que, además, puso en duda su decencia y honorabilidad. Sobre todo en el caso de Teresa, pues el periódico al que

Concepción Gimeno de Flaquer.


90

la poeta a quien se dirigía la carta (o a quien se dedicaba el poema), sino también, como ya se dijo, generar lazos de solidaridad y hermandad entre las mujeres dedicadas al ejercicio de la escritura.

Otra estrategia de acompañamiento fue la crea-

ción de equipos editoriales conformados exclusivamente por mujeres; grupos de colaboración reunidos en torno de prestigiadas revistas literarias que, además de permanecer unidos durante dos o tres años (periodos de tiempo considerablemente largos, si se toma en cuenta la efímera vida de la mayoría de publicaciones decimonónicas), incrementan sus filas, e incluso se mantienen unidos al trasladarse de un impreso a otro. Entre las revistas literarias más importantes que abrieron las puertas a las mujeres en sus equipos editoriales están El Anáhuac, dirigida por Manuel Payno (y órgano de difusión de la Sociedad Netzahualcóyotl) y El Renacimiento, fundada y dirigida, entre otros, por los prestigiados escritores Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto y Justo Sierra. La demarcación de este nuevo continente letrado en el que las mujeres escribían de sí mismas a partir de su vivencia, de su experiencia particular, fue también la consolidación de un elemento crucial para la configuración de las mujeres como sujetos modernos: el tránsito de lectoras a redactoras, y el cruce de la frontera privada hacia el territorio de lo público.

Las escritoras abogaron por una “cultura del racionamiento” en la que todo individuo se apegara a la “ley del progreso intelectual”. Afirmaban que este “avance universal y progresivo de las sociedades modernas” demandaba necesariamente “elevar la instrucción y educación de la mujer”.

Un momento vital en el posicionamiento de las mexicanas dentro de la cultura impresa y la generación de opinión pública se ubica en la década de 1870, con el surgimiento de las primeras 12 revistas para mujeres escritas por ellas mismas. Entre las más importantes: Las Hijas del Anáhuac y La Siempreviva.

En este mismo orden de ideas, un momento vital

en el posicionamiento de las mexicanas dentro de la cultura impresa y la generación de opinión pública se ubica en la década de 1870, con el surgimiento de las primeras 12 revistas para mujeres escritas por ellas mismas. Entre las más importantes: La Siempreviva (1870–1872), dirigida y redactada en Mérida, Yucatán, por las también oriundas de dicha península Rita Cetina Gutiérrez, Cristina Farfán y Gertrudis Tenorio Zavala; Hijas del Anáhuac (1873–1874), administrada y dirigida literariamente por Concepción García y Ontiveros (autonombrada “redactora en jefe”) y elaborada en las prensas de la Escuela de Artes y Oficios para mujeres; El Recreo del Hogar (1879), publicada en Tabasco por las ya mencionadas Rita Cetina y Gertrudis Tenorio Zavala.

Otros acontecimientos paralelos dan cuenta tam-

bién del impacto que esta afirmación de las mujeres como productoras de cultura impresa tuvo en la reconfiguración de la identidad femenina del México finisecular. Entre ellos, el reconocimiento (y la publicación) de su obra poética por editores extranjeros; es el caso del español José Domingo Cortés, quien en 1875 publica Ramillete poético del bello sexo hispano–americano, donde se reúnen poemas de Josefa Letechipía, Isabel Prieto de Landázuri, Dolores Guerrero


91

y Esther Tapia de Castellanos; asimismo el ingreso de éstas

Durante la década siguiente surgen proyectos

y varias otras escritoras a los círculos nacionales de la auto-

editoriales de suma importancia para la afirmación de las

ridad letrada, es decir las Asociaciones y Sociedades Litera-

mujeres como partícipes de la cultura nacional: El Álbum

rias (en especial la ya referida Sociedad Netzahualcóyotl).

de la Mujer (1883–1890), proyecto editorial comandado

Así, un promedio de ochenta escritoras mexicanas

durante siete años por la española avecindada en México

se adscriben como colaboradoras permanentes en proyectos

Concepción Gimeno de Flacquer; La República Literaria

literarios de renombre, y al menos veinte de ellas se integran

(1886–1890) codirigida por Esther Tapia de Castellanos

también a las mesas de redacción de estas publicaciones. En

(autora del primer libro de poesía femenina publicado en

El Federalista, por ejemplo, un periódico literario dominical

nuestro país, Flores Silvestres, de 1871), y José López Por-

surgido en 1872 (entre cuyos directores se encuentra Ignacio

tillo y Rojas; la ya mencionada Violetas del Anáhuac, que

Manuel Altamirano), media docena de ellas se convierten en

bajo la sucesiva dirección de Laureana Wright y Mateana

redactoras permanentes durante los cinco años de vida de la

Murguía de Aveleyra se publicó en la Ciudad de México du-

publicación (además de quienes sólo colaboran de manera

rante dos años (1887–1889); La Palmera del Valle (1887),

eventual). El Eco de Ambos Mundos y El Búcaro (ambos de

de Guadalajara, Jalisco cuya directora, la profesora Refu-

1873), publican textos de más de veinte escritoras nacionales

gio Barragán de Toscano, es también la primera novelista

y extranjeras (en especial españolas); y lo mismo ocurre en

mexicana (La hija del bandido o Los subterráneos del Ne-

La Alianza Literaria (1876), cuya mesa directiva conforman

vado, publicada en 1886), y autora del segundo libro de

Isabel Prieto de Landázuri y el siempre entusiasta promotor de

poesía femenina publicado en suelo nacional (Celajes de

la escritura femenina y fundador de la Biblioteca Nacional,

Occidente, de 1880).

José María Vigil.

Gertrudis Tenorio Zavala. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

Esther Tapia de Castellanos. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.


92

Cabe señalar que es tal el auge del mercado de

todo al oficio de la escritura, colaboran en múltiples revistas

lectura femenino, que incluso semanarios como La Ilustra-

e incursionan en diversos géneros de la narrativa literaria;

ción femenil (1880) o La Mujer. Semanario de la Escuela

entre las más conocidas: Dolores Correa Zapata, Trinidad

de Artes y Oficios (1880–1883), se anuncian como revistas

Orcilles, Laura Méndez de Cuenca, Mateana Murguía, Ma-

donde sólo escriben autoras mexicanas, aun cuando la di-

tilde Montoya (primera mujer en estudiar medicina), Dolores

rección administrativa esté a cargo de varones. Estrategia

Jiménez, Antonia L. Ursúa, Severa Aróstegui y María Enri-

comercial o no, lo cierto es que esta oferta es elegida por

queta Camarillo.

las lectoras, y que su preferencia será fundamental para

la supervivencia de muchas de estas revistas, algunas de

jeres cercanas a los proyectos editoriales hasta aquí mencio-

las cuales consiguen mantenerse en circulación durante

nados, promovieron sin titubeos la pertinencia del acceso de

más de cinco años, tiempo en verdad extraordinario para

sus congéneres a todos los niveles de instrucción, aun cuando

publicaciones de esta naturaleza. Es el caso, por ejemplo,

no siempre coincidieran en los argumentos y el propósito

de Filomeno Mata, empresario y editor del Diario del Hogar

social de dicha demanda. En este sentido, es importante com-

(1882–1912), en cuyas páginas, y sólo durante sus tres

prender la perspectiva desde la que estas mujeres se dieron

primeros años de vida, se publican más de quinientos textos

a la tarea de crear una tribuna pública que, en su opinión,

firmados por mujeres.

atendiera diversas problemáticas relacionadas con la vida

En el tránsito al nuevo siglo, 1896, aparece El

de las mexicanas en aquel momento pues, en términos ge-

Periódico de las Señoras, semanario femenino que, funda-

nerales, consideraban que esta labor resultaba fundamental

do por las citadinas Guadalupe Fuentes viuda de Gómez

para lograr que la población femenina respondiera en forma

Vergara e Isabel M. viuda de Gamboa, se establece como

adecuada a los nuevos retos que el país demandaba. Desde

el primer proyecto editorial que surge desde una preclara

esta perspectiva, es interesante subrayar la manera en que,

mirada empresarial, es decir, como una actividad ante todo

podemos decir, interpretaron una serie de ideas predominan-

rentable. La Mujer Intelectual Mexicana, dirigida en Jalapa

tes en el horizonte social para argumentar en favor de sus

por Lucila Rodríguez durante 1906 y, de manera especial La

demandas. Tal es el caso de la conocida afirmación positivista

Mujer Mexicana (1904–1907), revista mensual dirigida su-

sobre la “ley del progreso intelectual”,52 que acompañaba el

Ahora bien, hemos dicho ya que el conjunto de mu-

cesivamente por Dolores Correa Zapata, Victoria Sandoval

avance de la civilización en todos los pueblos.

de Zarco (una de las primeras abogadas en México), Laura

Méndez de Cuenca y Luz Fernández viuda de Herrera.

prometedor acceso a la modernidad se vinculaba también

Este impreso resume con elocuencia el camino

con la idea de que el correcto ejercicio del raciocinio hu-

trazado por todas las publicaciones que en su género le

mano era lo que permitía la construcción de las grandes

anteceden. En especial, porque en sus páginas se dan cita

civilizaciones. Para el caso concreto de las mujeres, la fór-

una buena parte de las fundadoras –o colaboradoras– de

mula que les permitiría ingresar al mundo moderno se tra-

la última generación de revistas citadas, y escritoras más

ducía en una “[...] noble campaña del pensamiento contra

Como veremos más adelante, el significado de este

jóvenes que durante las primeras décadas del siglo xx emprenden proyectos semejantes; o que, ya dedicadas del

52  Mateana Murguía de Aveleyra, “Nuestro segundo tomo”, en Violetas del Anáhuac, año 2, tomo 2, núm. 1, enero 6 de 1889.


93

la apatía, del estudio contra la ignorancia, del progreso contra el atraso“.53 Fue con base en dicha idea, que estas mujeres difundieron semana a semana su opinión sobre lo que consideraban “los intereses, los derechos y las prerrogativas sociales”54 de las mexicanas. Entre las que, como ya se dijo, fue permanente la demanda del acceso a la educación superior.

Matilde P. Montoya. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

53  Las Hijas del Anáhuac, op. cit. año 1, tomo 1, núm. 1, diciembre 4 de 1887. 54  Ibid.


94

De las mujeres y lo femenino. El caso de Violetas del Anáhuac El análisis de las ideas que sobre la igualdad entre mujeres y hombres divulgó Violetas del Anáhuac nos permite observar uno de los matices más interesantes que respecto a dicha discusión difundió este selecto grupo de mujeres “ilustradas” que, vale la pena insistir, no sólo pertenecían a la élite política, sino a las clases medias. Asimismo, su discurso nos muestra el tipo de estrategias discursivas que estas mujeres implementaron para adentrarse en temáticas, espacios y actividades consideradas tradicionalmente masculinas. Tales como la difusión de ideas a través del ejercicio de la escritura pública, y aunado a ello, la participación en determinadas polémicas que afectaban de manera directa a las mujeres, entre ellas, de manera muy importante, la educación. Mateana Murguía de Aveleyra. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

Así pues, y de acuerdo con lo ya señalado, en

tanto se pensaban a sí mismas parte del proyecto civilizador del México moderno, abogaron por una “cultura del racionamiento” en la que todo individuo se apegara a la antes referida “ley del progreso intelectual”.55 Desde su punto de

La mayoría de las mujeres biografiadas en Violetas del Anáhuac eran maestras que, aun solas, lograron “sostener con el fruto de su tiento, con su honorífica profesión, su dignidad de señora y jefe de familia”, convirtiéndose por ello en una “gran prueba de lo que es la ilustración en el sexo femenino”.

vista, entre otras cosas ello significaba la abolición de toda expresión social no producida por las facultades morales e intelectuales, como por ejemplo la práctica del duelo o las corridas de toros. Actos que se consideraban legados de la barbarie en tanto eran contrarios a “los derechos naturales, 55  María del Alba, “Consideraciones sobre el duelo”, en Violetas del Anáhuac, año 1, núm. 2, diciembre 11 de 1887.


95

la justicia y la razón”.56 En el mismo orden de ideas, afirmaban que este “avance universal y progresivo de las sociedades modernas”,57 demandaba necesariamente “elevar la instrucción y educación de la mujer”.58 Ello se traducía, por tanto, en la posibilidad de contar con los medios necesarios para “vivir honrosamente [y] buscar de una manera decente y honrosa el pan“.59

En otras palabras, el acceso al trabajo productivo,

impulsado ya por el Estado a través de la Escuela de Artes y Oficios para mujeres, adquiría una nueva connotación en la identidad moral de aquéllas. No sólo era una política de respuesta a la demanda de trabajo especializado y de mano de obra calificada generada por la paulatina industrialización del país;60 significaba también la posibilidad de conformar un futuro digno para una mujer –con o sin marido–, ya que “ni todas se casan ni es justo ni digno que muchas lo hagan por tener cubiertas sus necesidades”; además, disminuiría el peligro de recurrir a la prostitución como único remedio frente a las carencias económicas.61

Según nuestras autoras, no era una postura idea-

lista, y así lo demostraban todas las mujeres biografiadas en la revista. La mayoría eran maestras que aun solas y en

Laureana Wright en portada de Violetas del Anáhuac. Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.

circunstancias adversas, lograron “sostener con el fruto de su tiento, con su honorífica profesión su dignidad de señora y jefe de familia”, convirtiéndose por ello en una “gran prueba de lo que es la ilustración en el sexo femenino”. 62 56  Ibid. 57  Carolina Morales, “El trabajo” en Violetas del Anáhuac, año II, tomo II, núm. 9, marzo 3 de 1889, p. 141. 58  Elvira Lozano, “Asociación Minerva Jalisciense”, en Violetas del Anáhuac, año II, tomo II, marzo 31 de 1889. 59  Carolina Morales, “El trabajo”, op. cit. 60  Milada Bazant, Historia de la educación durante el Porfiriato, México: El Colegio de México, 1993, pp. 118–119. 61  Carolina Morales, “El trabajo”, op. cit. 62  Violetas del Anáhuac, año I, tomo I, núm. 30, julio 1o. de 1888, y Laureana Wright “Mateana Murguía de Aveleyra”, Violetas del Anáhuac, op. cit. p. 350.

Laureana Wright dedicó a la discusión sobre la igualdad intelectual entre los sexos y el derecho a la educación de las mujeres un vasto conjunto de artículos que a partir de 1880, y hasta 1907, se publicaron en diversos semanarios, entre ellos La Ilustración femenil.


96

Además, la mujer debía participar del “derecho legal [...] de la instrucción” para consolidar su función como “auxiliar eficaz de la civilización” y guía de las nuevas generaciones, pues sólo mediante el cumplimiento de su acceso a la educación, la mujer conquistaría también “los derechos innegables de la independencia individual, otorgada al adulto emancipado por la ley natural”; y aposentada en el “magisterio de su poder intelectual y moral, que es lo único que la nivela al hombre”, contribuiría en “la difícil tarea de modificar las costumbres, de imprimir en la prole el sello de la virtud, del amor al trabajo [...]”. 63

En términos generales, lo hasta aquí expuesto

deja claro que en su argumentación a favor del ingreso femenino a la educación, confluyen diversos rasgos del horizonte sociocultural predominante en el México de fines del siglo

xix.

64

Entre los más significativos, la convicción

de que la educación no sólo era “una fuerza moral de la sociedad”65 sino un principio central de su regeneración; creencia compartida por personajes como Justo Sierra (secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el régimen del general Porfirio Díaz a partir de 1905), o Gabino Barreda (fundador y director de la Escuela Nacional Preparatoria durante sus primeros diez años de existencia, 1868–1878). 66

Por otro lado, muchos argumentos en favor de “la

capacidad intelectual de las mujeres y de la necesidad de una educación que las [preparara] para un mundo regido por bruscos cambios de fortuna”,67 coinciden también con el

Declaraciones publicadas en la revista, tales como la condena del “salario desigual entre profesores y profesoras”, o la consideración del matrimonio como la “única carrera para las mujeres”, adquieren una dimensión casi política al vincularlas con afirmaciones sobre el sufragio universal como la “primera garantía” para conseguir la libertad y la igualdad que necesita toda “sociedad estable”. tipo de “reivindicación pedagógica” realizada por algunos grupos de mujeres en Europa durante la segunda mitad del siglo xix. Esta corriente planteaba que el acceso de las mujeres a la independencia económica y su papel civilizador en la familia, eran beneficios sociales que sólo se obtendrían mediante su ingreso a las profesiones liberales (magisterio, medicina, jurisprudencia, ingeniería).68 Así pues, el énfasis en que “el hermoso cielo de la emancipación de la mujer” 69 se vinculaba estrechamente con su “instrucción [y] dignificación como compañera del hombre”,70 es uno de los rasgos que nos hace considerar a las mujeres reunidas en esta revista como una generación en la que puede observarse la decantación del largo proceso cultural que se produjo

63  Catalina Zapata de Puig, “La mujer de este siglo”, febrero 26 de 1888, pp. 151–153.

68  La demanda del acceso a la educación superior fue enarbolada en

64  Charles Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del

general por diversos grupos de mujeres en Europa, Norteamérica y Amé-

siglo xix , México: Vuelta, 1992, pp. 9, 345, 348–351.

rica Latina. Un texto clásico al respecto: Anne–Marie Kapelli, “Escenarios

65  Ibid., pp. 371, 208.

del Feminismo”, en Historia de las mujeres, op. cit., tomo VIII, p. 204.

66  Ibid., pp. 235, 242.

69  Catalina Zapata de Puig, “La Mujer de este siglo”, op. cit.

67  Dominique Godineau, “Hijas de la libertad y ciudadanas revoluciona-

70  María del Carmen Simón Palmer, “Mujeres rebeldes”, Historia de las

rias”, en Historia de las mujeres, tomo VII, Madrid, Taurus, 1993, p. 36.

mujeres, op. cit., tomo VIII, p. 326, 333.


97

también en muchos otros puntos geográficos a lo largo del

conseguir la libertad y la igualdad que necesita toda “so-

Nos referimos al fenómeno de recepción, reflexión

ciedad estable”.75 Tal como deja ver la nota siguiente, que

e interpretación que las mujeres hicieron de las ideas ilustra-

reportó uno de los sucesos más importantes de la lucha por

das de la Francia revolucionaria, y del impacto que dicho

el sufragio en Norteamérica, el 40 aniversario de la Primera

proceso tuvo en la reconformación de su identidad y sentido

Convención sobre los derechos de la mujer realizada en

siglo

xix.

de pertenencia social.

71

Seneca Falls en 1848:

En este sentido, Violetas del Anáhuac resulta

No sólo fue el sufragio el tema de los muchos discursos pronunciados, algunos de mérito notable, y todos por bocas femeninas; también se trató de la educación de la mujer y de sus triunfos en diversas profesiones y esferas sociales; en la medicina, en las leyes, en las letras, en las artes, en la prensa, en la industria, en el comercio. Se trató además del mejoramiento de las diversas agrupaciones formadas por el sexo femenino; filantrópicas, de temperancia, de moral social, de aspiraciones políticas, y para el adelanto de diversas profesiones y trabajos. ¿Cuándo la igualdad de derechos de los dos sexos será la verdadera regeneración de la humanidad?76

una expresión singular de dicho fenómeno, al mostrarnos la compleja interacción de ideas que intervinieron en la construcción del discurso decimonónico sobre las mujeres: radicalmente innovador en algunos aspectos, ortodoxo y conservador en otros. Para muestra basta un botón: al lado de su declarada intención de conseguir la “ilustración y sostenimiento de los intereses y derechos femeninos”,72 permanece la concepción católica de la mujer como “instrumento [divino] de quien depende el bien y el mal en la sociedad”. 73

Desde esta perspectiva, resulta interesante la

presencia de ideas provenientes del “libre pensamiento” europeo de fines de siglo, tales como la masonería o el espiritismo; y de otras cercanas al sufragismo femenino en los Estados Unidos de Norteamérica. Así, por ejemplo, la condena del “salario desigual entre profesores y profesoras”, o la consideración del matrimonio como la “única ca74

La presencia de textos como este último, por ejem-

rrera para las mujeres”, son declaraciones que adquieren

plo, hacen pensar incluso en la posibilidad de un contacto

una dimensión casi política al vincularlas con afirmaciones

muy cercano con dichos acontecimientos. Supuesto no del

sobre el sufragio universal como la “primera garantía” para

todo aventurado si pensamos en que la condición de clase y el nivel de educación de algunas de las principales escritoras de la revista, podían facilitar tanto la lectura de periódicos

71  Marie Claire Hoock–Demarle, “Leer y escribir en Alemania”, Historia

y literatura proveniente del extranjero (al menos de Francia,

de las mujeres, tomo VII, op. cit, p. 169. 72  Catalina Zapata de Puig, “La mujer de este siglo”, op. cit. 73  “Las Madres” conferencia familiar dirigida al Excmo. Sr. Fco. Nava di Bontife por Victor Van Tricht S. J., La semana Católica, vol. 1, año 1, núm. 1, junio 4 de 1887; “A ellas”, sin firma, La nueva Semana Católica, año

75  “Autoridad”, E.R., Violetas del Anáhuac, año I, tomo I, pp. 622–625.

1, tomo 1, núm. 16, 1887.

76  “El sufragio de la mujer”, sin firma, Viletas del Anáhuac, año ii , tomo

74  “La Novia”, C.F., Violetas del Anáhuac, año I, tomo I, núm. 10, 1888.

ii , febrero 24 de 1889. El subrayado es nuestro.


98

los Estados Unidos de Norteamérica y quizá España), como el encuentro con mujeres de éstas y otras naciones.77 Un dato curioso que ejemplifica los posibles alcances del inter-

Reflexiones finales

cambio de ideas entre estas escritoras y mujeres de otras latitudes, es la narración hecha por Laureana Wrigth en La Ilustración Espírita (revista del espiritismo kardeciano en Mé-

La mujer que escribe, medita y desarrolla sus ideas [...] la mujer ilustrada, la madre instruida y la esposa intelectualmente igual al esposo, son las que están llamadas a regenerar a las sociedades venideras.80

xico).78 En ella se detalla la discusión espistolar entablada con una mujer chilena, a partir del inicial descrédito que del espiritismo realizó Laureana en un artículo publicado durante el último año de Violetas del Anáhuac. 79

El escenario de influencias en que las mujeres acceden al llamado mundo moderno “por intermedio de la cultura, que

Muchas de las librepensadoras del siglo xix postularon a la inteligencia como el parámetro incuestionable de la igualdad entre los sexos, al mismo tiempo que aceptaban sin extrema preocupación la innegable diferencia biológica entre ambos.

les permite leer, y de la vía indirecta de lo literario, que les permite hablar [...]”,81 nos ha hecho posible vislumbrar una lectura más amplia del afán con que estas escritoras otorgaron una prioridad vital a la defensa del postulado de una mejor instrucción para las mujeres. En el mismo sentido, uno de los discursos que mejor ilustra la manera en que estas mujeres reformularon dos ejes rectores del pensamiento liberal clásico: la necesaria constitución de las mujeres como sujetos útiles a la formación del ciudadano moderno, mediante una instrucción adecuada, y el derecho natural de igualdad de la humanidad, es el de la ya mencionada Laureana Wright González (1840–1896), casi siempre más conocida por su apellido de casada, Wright de Kleinhans.

En palabras de Ana Lidia García Peña, es un ejem-

77  El conocimiento del idioma francés no era raro entre las mujeres

plo singular de cómo “las mujeres aprendieron a utilizar un

educadas, el francés fue la lengua extranjera que aprendían los sectores

versátil discurso de resistencia que lentamente apuntaló el

acomodados desde comienzos del siglo, la prioridad del aprendizaje del

cambio histórico hacia el sinuoso y difícil camino de la indi-

inglés fue retomado como primera lengua extranjera en las escuelas durante el gobierno de Porfirio Díaz.

viduación femenina”.82 En efecto, Laureana Wright dedicó

78  Esta escuela del espiritismo, desarrollada por el holandés Alan Kardec, parece haber sido la influencia más fuerte en México de esta corriente de pensamiento.

80  Laureana Wright de K., “Esther Tapia de Castellanos”, en Violetas

79  La Ilustración Espírita. Periódico consagrado exclusivamente a la

del Anáhuac, año I, tomo I, núm. 15, marzo 11 de 1888, pp. 170–171.

propaganda del Espiritismo, año xii , tomo xi , núm. 7, noviembre 1o. de

81  Marie Claire Hoock, op. cit., pp. 159, 160.

1891, pp. 189–190.

82  Ana Lidia García Peña, op. cit., pp.31, 51,52.


99

a la discusión sobre la igualdad intelectual entre los sexos

transformación de dicho escenario radicaba no sólo en la

y el derecho a la educación de las mujeres un vasto con-

modificación de las circunstancias culturales, o las estruc-

junto de artículos que a partir de 1880, y hasta 1907, se

turas legales y materiales que restringían el acceso de las

publicaron en diversos semanarios, entre ellos La Ilustración

mujeres a una educación superior, sino todavía más en la

femenil. Y aun cuando como ya se apuntó, no fue ella la

reformulación misma de la identidad femenina subyacente

única escritora mexicana que dedicó más de un tintero a

en la conciencia subjetiva de cada mujer.

dichas reflexiones (Dolores Correa Zapata y Laura Méndez

de Cuenca produjeron también muchos textos al respecto),

de una confianza en sí, un proceso de autoafirmación sin el

la escritura de Laureana logró transmitir con suma nitidez

cual las mujeres no podrían transitar hacia un nuevo modelo

el sentido vitalmente transformador de esa coyuntura, de

de educación que hiciera posible el desarrollo de sus ha-

ese momento histórico en el que todas ellas participaron

bilidades intelectuales. El sentido de dicha transformación

como protagonistas directas: la conformación de un nuevo

queda bastante claro, nos parece, en este fragmento, uno

sentido de pertenencia cultural de las mexicanas a través de

de los muchos incluidos en Educación errónea de la mujer,

su quehacer intelectual.

de sus textos más importantes:

En términos generales, la trascendencia de su dis-

Proclamar dentro de los límites del decoro y la justicia la emancipación de la mujer, la igualdad de la educación, de principios y de derechos entre ambos sexos por medio de una revolución intelectual que la mujer tiene que efectuar por sí misma y con el auxilio de sus propias fuerzas, como se efectúan todas las revoluciones [pretende] hacerla apta para atenderse y bastarse a sí misma, dándole la instrucción por salvaguardia, el trabajo por recurso y la dignidad por égida […]. ¿Qué necesita la mujer para llegar a esta perfección? Fuerza de voluntad, valor moral, amor a la instrucción y, sobre todo, amor a sí misma y a su sexo, para trabajar por él, para rescatarle de los últimos restos de esclavitud que por inercia conserva.83

curso radica en haber ignorado el escenario hasta entonces común de los argumentos que justificaban la desigualdad social entre los sexos para, situándose en un horizonte estrictamente sociocultural, poner el acento en la necesidad de crear en dicha dirección un nuevo sentido de pertenencia genérica; en crear una identidad común a partir de la cual, cada mujer construyera una conciencia de sí misma como un sujeto cultural y, por lo tanto, no predestinado por sus capacidades o limitaciones biológicas.

Así, Laureana señaló el imprescindible desarrollo

En otras palabras, esta autora consiguió ir más allá

de la idea entonces imperante sobre la diferencia sexual (léase biológica o corporal) como el eje a partir del cual se determinaban las conductas, actividades y espacios sociales propios de cada sexo; por el contrario, afirmó que la única diferencia esencial entre hombres y mujeres era la desigualdad respecto al nivel de instrucción recibida –es decir de los conocimientos formales adquiridos en la escuela–; desigualdad que, en efecto, repercutía en un desarrollo desigual de las habilidades intelectuales y cognitivas entre un sexo y otro. Asimismo, insistió en que la verdadera

83

Lourdes Alvarado, (Transcripción y estudio introductorio), Educa-

ción y superación femenina en el siglo xix : dos ensayos de Laureana Wright, México: unam , 2005 (Cuadernos del Archivo Histórico de la unam , núm. 19), pp. 95, 120.


100

A riesgo de generalizar demasiado, finalmen-

científico y moral; fue también una expresión palpable del

fue escenario de una

victorioso ingreso en el imaginario cultural de México, de

introducción lenta, pero progresiva, de nuevas ideas que

aquella identidad por la que tanto habían luchado ella y sus

cuestionaron y criticaron los modelos femeninos tradicio-

contemporáneas, y más atrás, sus madres, sus abuelas, y las

nales, y brindaron elementos centrales para lograr que se

abuelas de sus tatarabuelas.

reconocieran las capacidades y el derecho de las mujeres

para incursionar en ámbitos externos al doméstico y fami-

mujeres como sujetos históricos, como individuos con un

liar, como por ejemplo la educación profesional y el trabajo

papel activo en la construcción social y cultural del país al

igualitariamente remunerado; planteamientos que, a su vez,

que pertenecían. En otras palabras: por fin, en ese libro,

serían también el punto de arranque de las futuras luchas

quedaba registrada por escrito –e impresa– la memoria de

por la obtención de los derechos de ciudadanía y, en ge-

aquel conjunto de mujeres que, más allá del origen étnico,

neral, de los espacios públicos y políticos que librarían las

la edad, la condición social, la adscripción ideológica, la

xx.

creencia espiritual o la actividad desarrollada en vida, me-

Un testimonio, casi desconocido, pero que resume

recían ser adjetivadas como notables, merecían ser postula-

de manera ejemplar dicho proceso es el libro Mujeres No-

das como un ejemplo a seguir, a imitar por las generaciones

te podemos afirmar que el siglo

xix

mujeres mexicanas desde las primeras décadas del siglo

Una identidad de lo femenino que concebía a las

tables Mexicanas publicado por la Secretaría de Instrucción

futuras.

Pública y Bellas Artes hace ya más de un siglo, en septiem-

bre de 1910, como parte de las celebraciones del primer

habían compartido también una convicción: más allá de

centenario de la Independencia nacional. A lo largo de qui-

ideas, expectativas y deseos de otros, ellas fueron capaces

nientas treinta y cuatro páginas, esta obra da cuenta de la

de pensar por sí mismas, de hablar con una voz propia, de

vida de ciento veinte mujeres que, a partir de ese momento,

decidir y actuar en consecuencia consigo mismas.

al menos en términos simbólicos, se adentraron formalmente

en la memoria histórica de nuestro país.

de este libro, que sin embargo, yace desafortunadamente

¿Por qué eran dignas de tal atención? Porque

Tal es, entre muchas otras, la trascendencia cultural

Este libro, en su género el primero, y hasta la fecha

olvidado en un par de bibliotecas nacionales y alguna del

todavía el más extenso, fue uno de los legados póstumos

extranjero. No obstante, cada una de sus páginas nos re-

de la guerrerense Laureana Wright González, quien no

cuerda la batalla librada por aquellas mujeres, y la conquis-

vivió lo suficiente para contemplar la edición de las his-

ta final del territorio fértil sobre el cual construyen su vida las

torias que, al menos durante los últimos dieciséis años de

mexicanas de hoy: la creación de una identidad femenina

su vida había comenzado a publicar en distintas revistas

que se reconoce asimismo como un sujeto cultural, como

literarias y, de manera particular, en aquellas dirigidas a sus

un individuo que participa activamente en la generación y

contemporáneas.

el registro diario de la historia, de la suya, la de todos los

días, y también, aunque a veces lo dude, lo olvide, o no lo

La publicación de Mujeres Notables Mexicanas,

resultó tributo póstumo a la memoria de esta mujer, cuyo

crea, la de la historia de su país.

declarado amor por las letras la llevó a incursionar lo mismo

en la prosa y la poesía, que en el ensayo histórico, filosófico,

la búsqueda de alguno de los últimos ejemplares de este

Para recordarlo, bien vale la pena aventurarse en


101

libro para conocer la historia de las mujeres que ocupan sus páginas. Ello puede ayudar también a no olvidar que aquel esfuerzo resultó fundamental en el surgimiento de una nueva manera de pensar, de una tradición y una cultura que las reconoció como sujetos dotados de la inteligencia y sensibilidad necesarias para dar cuenta de la realidad, y crear un testimonio de su paso por el mundo.

Asimismo, para reflexionar sobre la importancia

de la afirmación subjetiva o identitaria de las mujeres como sujetos políticos e inteligentes; definición de lo femenino a partir de la cual, como hemos visto a lo largo de estas páginas, muchas de las librepensadoras aquí esbozadas postularon a la inteligencia como el parámetro incuestionable de la igualdad entre los sexos, al mismo tiempo que aceptaban sin extrema preocupación la innegable diferencia biológica entre ambos. Igualdad y diferencia, mujeres y hombres, una discusión que hoy permanece, por cierto, en periódicos, políticas públicas y libros escritos por mujeres.


102

CAPÍTULO

TRES


103

Las mujeres en la Revolución Mexicana (1900 – 1924)


104

III. Las mujeres en la Revolución Mexicana (1900–1924)

nación de hombres con una reserva adjunta de mujeres”. 1 Nuevas formas de hacer historia hacen posible que rescatemos la participación femenina a lo largo del proceso. Además, nos permiten reflexionar sobre las inquietudes, ideas y propuestas de quienes se incluyeron en él para demostrar que, lejos de asumirse como víctimas, ellas fueron capaces de analizar proyectos y optar por el que mejor se adecuaba a sus inquietudes ideológicas y a los intereses compartidos con sus compañeras de lucha.

Adriana Maza Pesqueira La Revolución Mexicana fue un proceso complejo que transformó el orden social, económico y político del país; en la insurrección convergieron movimientos que enarbolaban distintas demandas, desde la participación democrática y la defensa de los principios liberales consignados en la Constitución de 1857, hasta el reparto agrario y el combate a la desigualdad social.

Como

proyecto

nacionalista

que abarcó a todas las clases sociales, cada una de las facciones involucradas, primero en el movimiento precursor, después en la lucha armada, contó con la participación de mujeres en sus bandos. Aquellas que lo hicieron modificaron los

La guerra trastocó el orden social vigente y, como

proceso que origina tomas de posición, afectó tanto a hombres como a mujeres. Aquellas que intervinieron en la Revolución lo hicieron desde diferentes perspectivas y de acuerdo con las posibilidades que les brindó el contexto

Las mujeres que participaron en la Revolución Mexicana modificaron los esquemas del ideal femenino y con ello cuestionaron las formas de dominación patriarcal.

esquemas del ideal femenino y el orden familiar existente, y con ello cuestionaron las formas de dominación patriarcal.

El discurso posrevolucionario relegó a las mujeres

social en que se desenvolvían. Por ello es importante iniciar el presente capítulo con un análisis sobre el panorama general de las mexicanas en los albores del siglo

xx,

marco que nos permitirá entender

el origen y la diversidad de causas que ellas defendieron; evidenciando así que la guerra no era espacio exclusivo de los hombres.

Nos adentraremos en el proceso

de gestación de la Revolución mediante las mujeres precursoras de la misma. Autoras de distintos proyectos, ingre-

saron al espacio público como periodistas, directoras de periódicos y revistas, fundadoras de grupos políticos y clubes femeniles. Dispuestas a organizar protestas públicas,

que participaron en el movimiento, de tal forma que no fueron incluidas en la historia del nuevo nacionalismo revolucionario. Como señaló Carlos Monsiváis, “la Revolución fue

1  Carlos Monsiváis, “Prólogo. De cuando los símbolos no dejaban ver el género (las mujeres y la Revolución mexicana)”, en Gabriela Cano,

un asunto de hombres, y las mujeres son el fondo decorativo

Mary Kay Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.), Género, poder y política

de los largos enfrentamientos que dan como resultado una

en el México posrevolucionario, Rossana Reyes (trad.), México: Fondo de Cultura Económica, UAM–Iztapalapa, 2009, p. 36.


105

demandar derechos políticos, defender los principios del liberalismo, asumir posturas críticas frente a la Iglesia y, en otro nivel, ante la falta de democracia y de justicia social; fueron intelectuales y activistas dentro de las diferentes facciones revolucionarias. Su producción literaria y periodísti-

Las mujeres antes de la Revolución

ca constituye una fuente valiosa para analizar su papel en el desarrollo del movimiento.

La guerra llevó a las mujeres a asumir funciones

reservadas a los hombres, desde su participación en la producción agrícola y fabril, hasta el diseño de estrategias de supervivencia. Muchas aprovecharon este espacio para involucrarse eligiendo entre opciones como el cuidado de los suyos, las armas, o la dirección de tropas; de tal forma, fueron inmortalizadas como las famosas soldaderas. La construcción de este modelo, por medio del discurso posrevolucionario, buscó establecer un estereotipo para todas las mujeres que participaron en la Revolución. Al analizar su intervención en las diferentes fases del movimiento revolucionario, buscaremos hacer visibles las formas en que ellas contribuyeron en el ámbito de acción propio de la guerra.

Durante los últimos años de la Revolución y en

torno al proyecto constitucionalista, surgieron las voces feministas que buscaban tener los mismos derechos que los hombres. Mexicanas que pugnaron por una educación moderna, por adquirir derechos políticos y legales, y que asumieron posturas progresistas frente a temas como sexualidad, matrimonio, religión, trabajo y política. Expondremos cómo lucharon ellas por su inclusión en la reconstrucción del Estado en espacios como la prensa y los congresos fe-

Como vimos en los capítulos anteriores, la aspiración liberal por modificar los patrones de conducta establecidos durante la colonia enfatizó la separación de los espacios público y privado, y colocó a la mujer en el último, lo cual se interpretaba como la mejor manera de sostener el nuevo orden social. Paradójicamente el liberalismo triunfador que pregonaba la igualdad como uno de sus principios esenciales, imponía a la mujer un lugar de sumisión dentro de la familia y al exaltar sus virtudes como “ángel del hogar” buscaba reforzar su reclusión dentro de la esfera doméstica.

Las restricciones impuestas a las mujeres en el

marco jurídico liberal hasta principios del siglo

xx

reprodu-

jeron la separación de los espacios y acentuaron la subordinación femenina en todos los órdenes.2 Las leyes ponían énfasis en la obediencia de la esposa, lo que contribuía a crear la idea de la complementariedad entre los sexos –el hombre aseguraba el sostenimiento material de la familia desde el espacio público y la mujer, a su vez, garantizaba la estabilidad de la institución familiar, pero subordinada a las decisiones del marido en todos los aspectos de la vida doméstica–, discurso que trascendió a los ámbitos educativo y laboral.

ministas; en ellos, las mujeres liberales abanderaron ideas tan avanzadas para su tiempo que retaron tanto a las autoridades revolucionarias como a los círculos conservadores

2  Ver Carmen Ramos Escandón, “Legislación y representación de género

del país. Con sus ideas fueron debilitando los muros que

en la nación mexicana: la mujer y la familia en el discurso de la ley,

la cultura patriarcal construyó para mantenerlas en lo que, hasta entonces, se consideraba su esfera.

1870–1890”, en Pérez–Gil Romo, Sara Elena y Ravelo Blancas Patricia (coords.), Voces disidentes. Debates contemporáneos en los estudios de género en México, México: ciesas /Miguel Ángel Porrúa/Cámara de Diputados, 2004, pp. 96–99.


106

su gran fuerza de voluntad consiste […] en sobreponerse a la dificultad de obedecer”.3 La obediencia, la docilidad y el pudor eran virtudes que la jerarquía patriarcal buscaba resaltar para mantenerlas subordinadas.

El modelo de mujer ideal propuesto por el posi-

tivismo estaba dirigido a la mexicanas de clases media y alta de la sociedad porfiriana, por lo tanto, distaba de la gran mayoría de la población femenina, inmersa en condiciones materiales que la enfrentaban a duras jornadas de trabajo para subsistir. Su situación contradecía el discurso positivista que interpretaba el trabajo femenino como una circunstancia anormal, que debía combatirse mediante reformas económicas que mejoraran la condición material de las familias. En cuanto a la educación, tanto positivistas como liberales apoyaban la ilustración de las mujeres, siempre que con ello no transgredieran los papeles que les correspondían como madres y amas de casa; de hecho, su instrucción debía estar dirigida a perfeccionar su tarea, proporcionarles conocimientos necesarios para el desarrollo humano, pero sin ponerlas fuera del margen de su misión. Mercedes MacGregor de Flores Alatorre, Inspectora de Instrucción Primaria, con Porfirio Díaz y Justo Sierra.

Durante el Porfiriato, un gran número de mujeres

se incorporó a las actividades docentes, prueba de ello fue la creación de la Escuela Nacional para Profesoras. Esta

El positivismo, como corriente filosófica preponde-

profesión, junto con la enfermería, se consideraban traba-

rante durante el Porfiriato, apoyó el marco legal liberal al

jos respetables y adecuados para ellas en tanto que sus

confinar a la mujer al ámbito privado; mientras el liberalis-

funciones eran vistas como una extensión de las actividades

mo reforzaba la separación de las esferas en las leyes, los

del hogar y de la maternidad: educar y cuidar de los otros.

positivistas, mediante la publicación de libros y artículos, se

Mientras las profesiones se mantuvieran ligadas simbóli-

afanaban en demostrar la menor capacidad intelectual de

camente a la función doméstica y maternal que les eran

las mujeres, sustentándola en tratados médicos, filosóficos y

propias, fueron socialmente aceptadas, lo cual impulsó su

políticos, para justificar su exclusión de la vida pública: del

crecimiento. El mayor acceso a la educación creó espacios

sistema de enseñanza superior dirigido a los hombres y del

que las llevaron a cuestionar su papel dentro del matrimonio

trabajo, por no hablar de la política: “la inferioridad de su inteligencia y de su carácter la colocará por necesidad, en una posición subalterna respecto del sexo masculino […]

3  Horacio Barreda, citado en María de Lourdes Alvarado Martínez Escobar (comp.), El siglo xix ante el feminismo. Una interpretación positivista, México:

unam

/cesu, 1991, p. 61.


107

y de la sociedad, así como las condiciones educativas y

laborales desiguales entre hombres y mujeres.

ron lugar durante los años anteriores a la lucha armada; en

Los debates en torno a la educación femenina tuvie-

se multiplicaron los artículos

el transcurso de la misma la educación en todos sus niveles

que fijaron posturas sobre la educación femenina. Enfren-

y modalidades quedó en punto muerto y una vez terminada,

tados entre sí, liberales y positivistas exponían sus puntos

todos los esfuerzos se concentraron en la castellanización

de vista en la prensa. Para ilustrar lo anterior, La Voz de

y la alfabetización de la población en general. Las escue-

México, “diario político y religioso” de corte positivista,

las técnicas industriales y comerciales, así como las voca-

proponía, por ejemplo, que la educación debía orientarse

cionales que se fundaron a principios de siglo, siguieron

Al iniciar el siglo

xx

a la “formación para el gobierno del hogar” y que las mujeres que ejercían la licenciatura, la medicina, la anatomía, etc. se degeneraban con su ilustración,

4

de hecho se masculinizaban al ejercer actividades fuera del ámbito doméstico. En las mismas fechas El Popular, diario liberal, defendía la educación femenina como “medio por excelencia para redimir a la mujer, de substraerla de todas las funestas sugestiones del vicio […] de enseñarla a ser compañera del hombre”.

5

Horacio Barreda, uno de los máximos representantes de la ideología positivista, agregaba que el sistema de enseñanza

siendo las mismas cuando se consolidó

En la disputa por los puestos en el mercado laboral, el patriarcado utilizó su discurso de la separación de las esferas para afirmar que el trabajo remunerado de las mujeres constituía una amenaza al orden familiar.

tendría que ser inferior al que recibiera

la Revolución. Sin embargo, la tarea educativa de los gobiernos posrevolucionarios ofreció la oportunidad a cientos de mexicanas de integrarse a nuevos espacios de trabajo y actividades en la esfera pública. Serán las organizaciones de mujeres surgidas de la Revolución, las que demanden con su activismo nuevos y mayores derechos por la educación.

El desarrollo económico experi-

mentado durante el Porfiriato, aunado a las precarias condiciones materiales de la mayoría de la población, incrementaron la incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo; la mayoría de ellas

el sexo masculino: “Una educación moral e intelectual que

empleadas en los ramos textil y del tabaco. Ellas habían tra-

jamás pierde de vista aquellos objetos de eterno amor que

bajado siempre, pero con el desarrollo del capitalismo los

han hecho latir con fuerza el corazón del hombre”.6 Para

puestos en la industria cobraron otra dimensión; el salario

Barreda, los enemigos de este tipo de educación eran pre-

y las condiciones laborales entraron en una dinámica de

cisamente los feministas y la mujer que pugnaba por una

competencia dependiente de un mercado que, a principios

educación superior se estaba “virilizando”.

de siglo, entraba en crisis. En la disputa por el espacio, el patriarcado utilizó su discurso de la separación de las

4  Firma “La Provincia” de San Francisco del Rincón, en La voz de Méxi-

esferas para afirmar que el trabajo remunerado de las mu-

co, Año XXXVII, 22 junio de 1907, núm. 138, p. 1.

jeres constituía una amenaza al orden familiar: su incursión

5  Sin firma, “El adelanto y la educación de la mujer”, en El Popular, 30 de junio de 1907, año IX, núm. 3804, p. 1. 6  Horacio Barreda citado en María de Lourdes Alvarado Martínez Escobar, op. cit., p. 70.

en el espacio público ponía en riesgo su papel dentro del hogar y, por ende, su moral. Por un lado, se reconocía la


108

necesidad de que las mujeres trabajaran y, por el otro, los

ello implicaba que las condiciones laborales de las trabaja-

ideólogos del positivismo sostenían que ellas ingresaban al

doras fueran inferiores a las de los hombres, tanto en el tipo

trabajo por un deseo personal y, con ello, generaban un

de actividad que desempeñaban como en el salario que

ambiente de rivalidad con los hombres, no por la calidad

percibían. La modernización industrial reforzó las diferen-

de su trabajo, sino por los bajos salarios que “estaban dis-

cias otorgando a los hombres los puestos mejor calificados

puestas” a recibir.

en la operación de las máquinas y dejó a las obreras los

Esta controversia estaba dirigida, desde luego, a

trabajos manuales más pesados y peor pagados. La divi-

la clase media y, como en el caso de la educación, si se

sión por sexo también se dio en los espacios físicos de las

trataba del empleo adecuado, también era visto como un

plantas textiles y tabacaleras; su interacción constante y el

medio de redención: un trabajo “respetable” las salvaría

creciente malestar por las condiciones de vida, contribuyó a

de recurrir a la prostitución y al crimen para sobrevivir. Se

crear una cultura laboral femenina y a tejer poco a poco un

entendía por ocupación respetable aquella que implicaba actividades similares a las realizadas en el hogar, como el magisterio y la enfermería, o labores que requerían de la delicadeza manual femenina.

La interacción constante de las mujeres en los espacios físicos de las fábricas contribuyó a crear redes de apoyo y un discurso propio acerca del trabajo femenino.

Así, las mujeres se dedicaban

discurso propio para defender tanto su situación en la fábrica, como su concepción de trabajadoras con derecho al espacio público. Este discurso se construyó en términos de lograr un mejor desempeño dentro de la familia.

a la producción de artesanías o de artículos utilitarios que

incluyeran trabajo artístico o decorativo, desde la ilustra-

triarcal que las condenaba para legitimar sus demandas;

ción de textos y cartas hasta la sombrerería y la bonetería;

apelaron a su situación de madres solas, desamparadas,

también trabajaron en la teneduría de libros, litografía,

para reclamar mejores salarios o su derecho a utilizar calles

encuadernación y fotografía. Las mujeres que se integraron

y plazas: “Nuestros medios de subsistencia se nos dismi-

a las nuevas fábricas lo hicieron en aquellos procesos que

nuyen […], ello nos conduce de la mano y de un modo

significaban la mecanización de las tareas tradicionales

irremediable a la desesperación y tal vez al crimen”.9 De

Las trabajadoras utilizaron la misma retórica pa-

7

femeninas, de ahí su preeminencia en el sector textil, en las áreas que precisaban labores manuales.

Al interior de las fábricas existía una división sexual

del trabajo, tal como la había dentro de la familia –los hombres dedicados a la actividad productiva, las mujeres a la reproductiva, el cuidado familiar y las labores domésticas–;8

8  La división sexual del trabajo se refiere a la distribución de las actividades de acuerdo con el sexo, misma que establece jerarquías y desigualdad, casi siempre en detrimento de las mujeres; ver Celina de Jesús Trimiño Velásquez, Aportaciones del feminismo liberal al desarrollo de los derechos políticos de las mujeres, Madrid: Congreso de los Diputados, 2013, pp. 353–359. 9  “Reducción de salarios a las costureras”, El Periódico de las Señoras,

7  Carmen Ramos Escandón, Industrialización, género y trabajo femenino

1896, p. 5, en Martha Eva Rocha Islas, El álbum de la mujer. Antología

en el sector textil mexicano: el obraje, la fábrica y la compañía industrial,

ilustrada de las mexicanas, vol. IV, El Porfiriato y la Revolución, 1ª ed.

México: CIESAS, 2005, p. 237.

México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991, p. 192.


109

fundaron la primera junta revolucionaria femenina: Las “Hijas de Anáhuac”; las obreras de las fábricas de hilados La Abeja, La Magdalena, Santa Teresa y La Hormiga, dieron a conocer el Manifiesto del Partido Liberal Mexicano. Fue la primera organización de mujeres precursora del movimiento revolucionario; asimismo ha sido identificada como el primer sindicato femenino diferenciado de las sociedades mutualistas.11

En 1907 las trabajadoras del ramo textil fundaron la primera junta revolucionaria femenina: “Las Hijas de Anáhuac”.

“Hombres y mujeres se manifiestan”. © (6350) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

esta forma planteaban, en los mismos términos que el positivismo, que la falta de empleos o los bajos salarios podrían conducirlas a la deshonra. Hicieron uso de la calle, las plazas y la prensa para apropiarse del espacio público y, aludiendo a las ideas de “vulnerabilidad material y moral” del discurso que cuestionaba su papel en las dos esferas, enfrentaron a las autoridades y al poder patronal.10

Desde finales del siglo

xix

las mujeres se habían

organizado en sociedades mutualistas. Estas corporaciones de ayuda mutua habían surgido como un medio para hacer frente a las condiciones de explotación del capitalismo; las aportaciones de sus integrantes constituían un fondo que servía para auxiliarse en momentos de necesidad. El mutualismo sentó las bases para la conformación de sindicatos en años posteriores y de grupos que participaron en los movimientos de oposición al régimen de Porfirio Díaz.

Las trabajadoras fueron un sector muy activo

durante la Revolución; organizaron mítines, huelgas y manifestaciones en las calles. Sus protestas se centraron en las condiciones laborales específicas de las mujeres y encontraron un lugar privilegiado para su activismo en las organizaciones revolucionarias. Como obreras, aprovecharon el espacio que les brindó la Casa del Obrero Mundial, donde eran consideradas compañeras de los hombres en todos los niveles. Jacinto Huitrón, uno de sus principales dirigentes, exponía que sólo los anarquistas propagaban ideas de igualdad considerando a la mujer como compañera de lucha, de sociedad y de vida. “¡No más esclavas de la familia, de la sociedad, de la religión, del trabajo y del hogar!”.12 Formaron la Brigada Sanitaria Ácrata mediante la cual participaron en la lucha armada, realizando labores

En 1907, por ejemplo, las trabajadoras del ramo textil 11  Ibid., p. 140. 12  Ana Ribera Carbó, “Mujeres sindicalistas; las trabajadoras de la 10  Susie S. Porter, Mujeres y trabajo en la ciudad de México. Condicio-

Casa del Obrero Mundial (1912–1916). Una aproximación a las fuentes

nes materiales y discursos públicos (1879–1931), María Palomar (trad.),

para su estudio”, en Boletín americanista, Universidad de Barcelona, núm.

México: El Colegio de Michoacán, 2008, pp. 266–267.

54, 2004, p. 170.


110

de espionaje, enfermería y correo. Posteriormente, durante

en cambio, si nacía niña, se preparaba un simple atole de

todo el año de 1915, se agruparon en sindicatos. La vida

masa,14 costumbre todavía vigente en algunas regiones del

de los grupos anarquistas, al igual que la de la Casa del

país. Las mujeres eran valoradas por su potencial casadero

Obrero Mundial fue corta, pero permitió a las mujeres for-

y su trabajo doméstico; debido a esto, su educación escolar

mas de organización nunca antes vistas.

constituía una amenaza al orden familiar existente y, por

México era un país

ello, la asistencia de las niñas a las escuelas mixtas rurales

fundamentalmente rural, y las mexicanas constituyeron una

era muy escasa,15 factor que propició una mayor desigual-

fracción importante de la fuerza laboral agrícola. Su pa-

dad en los niveles de alfabetización de ambos sexos. Duran-

pel en el campo, como en otros, se subestimó aun cuando

te la Revolución, la violencia imperante las alejó aún más de

su trabajo aportaba una parte significativa del sustento

las escuelas.

familiar. Las campesinas realizaban tareas agrícolas y de

acarreo, tanto en los pueblos libres como en las haciendas;

en las campesinas, que sumado a sus condiciones materia-

además, como extensión de sus labores domésticas, fabri-

les, las convirtió en seres marginados tanto por su condición

caban artesanías que vendían en los mercados, junto con

femenina como por su situación social; sin embargo, es

los excedentes de la producción. El desarrollo económico

importante resaltar que no siempre permanecieron pasivas

porfiriano requirió su inclusión en la fuerza de trabajo rural,

ante el orden impuesto, y muchas resistieron utilizando los

pero también permitió que las mujeres de las clases media y

recursos que tenían a su alcance; así las “retobonas”, las

alta participaran en procesos de compra y venta de tierras,

“juilonas” (las que se escapaban), o las que engañaban a

tomando parte activa en la agricultura. 13

sus hombres, expresaron con sus acciones su desacuerdo.16

Hacia principios del siglo

xx

La jerarquía patriarcal impuso un papel de sumisión

De acuerdo con las ideas de la época, el hombre

Los motes y castigos que recibían, así como la lucha cons-

aportaba mucho más a la vida familiar porque se incorpo-

tante de los hombres por imponer su voluntad, nos hablan

raba a las tareas de producción, mientras que las mujeres,

de la inconformidad de las mexicanas por aceptar el papel

además de no considerarse productivas, por su sexo deman-

que les asignaban, y de las estrategias que emplearon de

daban un esfuerzo adicional de la familia al tener que vi-

manera cotidiana para oponerse a su sumisión.

gilar su comportamiento para garantizar su moral. Por ello, la tradición campesina dictaba que cuando nacía un niño se celebraba invitando chocolate a familiares y vecinos;

14  Alicia Villaneda, Justicia y Libertad: Juana Belén Gutiérrez de Mendoza 1875–1942, 2ª ed., México:

demac ,

2010, p. 20.

15  Para conocer más acerca de la educación de las mujeres del campo, 13  Un caso interesante que analiza la naturaleza del trabajo de las mu-

ver Mary Kay Vaughan, “El alfabetismo y la educación de las mujeres

jeres en el campo mexicano y los contrastes entre las diferentes clases so-

del campo durante la Revolución Mexicana: ¿La subversión de un acon-

ciales, puede consultarse en el estudio de Chassen: desde las propietarias

tecimiento patriarcal?”, en Heather Fowler Salamini y Mary Kay Vaughan

que participaban en la especulación de tierras o las poderosas tehuanas,

(comps.), op. cit., pp. 177–192.

hasta las esclavas de Valle Nacional. Francie R. Chassen, “Más baratas

16  Soledad González Montes, “La violencia en la vida de las mujeres

que las máquinas: las mujeres y la agricultura en Oaxaca, 1880–1910”,

campesinas: el distrito de Tenango, 1880–1919”, en Carmen Ramos Es-

en Heather Fowler Salamini y Mary Kay Vaughan (comps.), Las mujeres

candón et al., Presencia y transparencia. La mujer en la historia de Méxi-

del campo mexicano, 1850–1990, México: El Colegio de Michoacán /

co, México: 1ª ed., El Colegio de México, Programa Interdisciplinario de

Universidad Autónoma de Puebla, 2003, pp. 77–107.

Estudios de la Mujer, 1987, pp. 138–139.


111

Durante la Revolución Mexicana, sobre todo en

la zona zapatista, poblaciones enteras compuestas en su mayoría por mujeres, ancianos y niños fueron obligadas a desplazarse hacia campamentos o bien a esconderse en las montañas.17 La labor de las mujeres en estos escenarios fue clave, porque de ellas dependió la subsistencia de toda la familia. El mismo fenómeno las orilló en muchos casos a tomar parte activa en el movimiento armado, como

La participación de las mujeres en la Revolución Mexicana

soldaderas y como soldados. La familia constituyó un apoyo fundamental para los ejércitos revolucionarios; como “pueblo en armas”, las mexicanas optaron por participar en la guerra, en la mayoría de los casos para subsistir.

Tanto en el proceso de gestación de la Revolución Mexicana como durante la lucha armada, las mujeres participaron activamente desde diferentes perspectivas y de acuerdo con las posibilidades que les ofrecía el ámbito en que se desenvolvían. La coyuntura de malestar político y social imperante a principios del siglo

xx

motivó que un grupo de activistas,

quienes ya anteriormente había mostrado inquietudes respecto a temas como la igualdad, la educación y el trabajo, expresaran nuevas demandas de carácter político, aprovechando la proliferación de publicaciones de oposición a la dictadura y la formación de clubes liberales.

El ambiente político, la defensa del liberalismo

decimonónico y la oposición al positivismo, así como la creciente integración de las mujeres a la educación y al trabajo remunerado, propició su participación como precursoras y, posteriormente, como activistas en la Revolución. Fundaron periódicos y revistas, firmaron artículos en los principales órganos de oposición, distribuyeron manifiestos, promovieron la formación de clubes femeniles y de mítines públicos. Participaron en actividades clandestinas, defendieron la libertad de expresión, fueron perseguidas y encarceladas al igual que sus correligionarios. También como esposas, madres y hermanas, apoyaron a los principales precursores 17  Felipe Arturo Ávila Espinosa, “La vida campesina durante la Revolu-

del movimiento revolucionario.

ción: el caso zapatista”, en Aurelio de los Reyes (coord.), Historia de la

vida cotidiana en México, Tomo V, vol. 1, México: El Colegio de México/ Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 62–64.

Desde 1900, un grupo de intelectuales empezó a

luchar por la defensa de los ideales del liberalismo del siglo


112

Positivistas y liberales condenaban cualquier idea de emancipación: “las mujeres que hablan de feminismo no son buenas, y quieren llamarse en vez de malas, adelantadas y liberales, que es nombre que suena mejor”, El Colmillo Público, 1904.

de fomentarse el feminismo en México tendrá que consistir en afirmar la situación doméstica de la mujer, para la que se haya admirablemente preparada”.19 Por su parte, los diarios opositores llamaban la atención del público femenino con artículos dirigidos a su sexo y alentaban su participación, siempre que con ello no contravinieran su función de esposa y madre. Por ejemplo, el periódico El Colmillo Público en un artículo de junio de 1904 declaraba: “las mujeres que hablan de feminismo no son buenas, y quieren llamarse en vez de malas, adelantadas y liberales, que es nombre que suena mejor”.20 Dejando de lado las contradicciones, cabe

sus planteamientos se sustentaban en la falta de demo-

destacar que tanto positivistas como liberales estaban de

cracia y libertad de expresión, así como en la creciente

acuerdo en que las mexicanas se expresaran si con ello no

influencia de la Iglesia católica en el país, especialmente

descuidaban su misión suprema de ángeles del hogar.

xix;

favorecida por las élites porfirianas. En estos primeros años de formación de la oposición, las ideas trascendieron el liberalismo tradicional para incluir demandas de diversos grupos sociales, entre ellas las de obreros y campesinos.18 Lo anterior abrió un espacio para que también las mujeres se manifestaran, tanto en mítines callejeros y huelgas, como en la prensa; demandaron derechos como ciudadanas y se pronunciaron sobre la situación general del país, pero también cuestionaron la subordinación a que estaban sujetas. Al hacer públicas sus ideas, colocaron a la jerarquía patriarcal ante un nuevo reto para el cual no tardaron en encontrar argumentos de réplica.

Su incursión en espacios políticos motivaba opinio-

nes contradictorias entre los círculos positivistas y liberales. El positivismo condenaba el incipiente feminismo que “masculinizaba a las mujeres” sacándolas de la esfera doméstica, lo cual hacía peligrar el orden familiar existente. Por eso, Horacio Barreda sostenía que “el sentido en que habrá 19  Horacio Barreda citado en María de Lourdes Alvarado Martínez Escobar, op. cit., p. 139. 20  Citado en Ángeles Mendieta Alatorre, La mujer en la Revolución 18  James D. Cockcroft, Precursores intelectuales de la Revolución Mexi-

Mexicana, 1ª ed. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la

cana (1900–1913), 25ª ed. México: Siglo

Revolución Mexicana, 1961, p. 36.

xxi

Editores, 2005, p. 9.


113

Las mujeres se arman de discursos. El movimiento precursor

En el primer número de su periódico, Andrea Villa-

rreal expuso su interés por ocupar un puesto a la vanguardia de la lucha por los derechos de la mujer, argumentando que en esas fechas no existía un periódico dedicado por entero a ellas. Como en la mayoría de los casos de perio-

El club Ponciano Arriaga se fundó en 1900 y aglutinó en torno a la figura de Camilo Arriaga a connotados intelectuales, entre los cuales se encontraban los hermanos Flores

distas durante la Revolución, combinó ideas feministas con la lucha de oposición al régimen, subordinándolas a lo que entonces consideraban prioritario:

Magón y Antonio Villarreal. Sus esposas fueron entusiastas

Pero no solamente por nosotras venimos a combatir; tarea más grande acometemos: Gritaremos si es preciso para que los hombres recuerden lo que deben ser, sientan vergüenza de su infamia actual y despedacen sus yugos […]. La mujer moderna tiene, más allá de los viejos límites marcados, por el capricho masculino, una misión nobilísima que cumplir: La de hacer rebeldes. Venimos a buscar libertad para nosotras y también para vosotros.21

activistas del movimiento precursor, como Avelina Villarreal, esposa de Camilo Arriaga, quien se desempeñó como propagandista de la causa liberal, escribió para el periódico de oposición Regeneración, financió la compra de armas, sirvió de correo y espía para su marido. También María Talavera, compañera de Ricardo Flores Magón, fue integrante activa del Partido Liberal Mexicano; fue propagandista de las ideas postuladas por el partido y organizó protestas y mítines en las ciudades fronterizas de Estados Unidos como apoyo al movimiento magonista.

La hermana de Antonio Villarreal, Andrea, colabo-

ró en el periódico Regeneración, y cuando los integrantes del Partido Liberal se establecieron en San Luis Missouri, participó activamente junto a los Flores Magón. Durante los primeros levantamientos auspiciados por los magonistas en Coahuila, en 1907, Andrea se encargó de transportar armas desde la frontera para suministrarlas a los rebeldes. En 1909 fundó en San Antonio, Texas, el periódico La Mujer Moderna, nombre que retomó Hermila Galindo en 1915 para su revista –la publicación estaba ligada a un club liberal femenil–. Es conveniente señalar que en esta

La actividad prerrevolucionaria incentivó la crea-

ción de múltiples clubes liberales en todo el país; las mujeres fundaron también los suyos, ya fueran para pelear por sus derechos o para apoyar a la oposición. Una de las primeras organizaciones feministas fue la Sociedad Protectora de la Mujer, creada por María Sandoval de Zarco, primera abogada mexicana, Dolores Correa Zapata y Julia Nava de Ruisánchez. Esta sociedad estaba dirigida a lograr el “perfeccionamiento físico, intelectual y moral de la mujer, el cultivo de las ciencias, las bellas artes y la industria, además

etapa los clubes enarbolaron el liberalismo consagrado en las reformas juaristas, que demandaba derechos como la democracia, libertad de expresión y Estado laico, de tal modo que las mujeres liberales se estaban insertando de lleno en el espacio político.

21  Andrea Villarreal, “A qué venimos”, en La Mujer Moderna, diciembre 1909, tomo 1, núm. 1, en Ana Lau Jaiven y Carmen Ramos, op. cit., pp. 192–193.


114

del auxilio mutuo” entre las asociadas y, atendiendo a este

últimos años del siglo xix publicaron artículos con ideas radi-

22

cales en los diarios de oposición, como El Diario del Hogar

Editaron la revista La mujer mexicana, que sirvió para plan-

de Filomeno Mata, Juan Panadero fundado por Casimiro

tear los problemas sociales de las mujeres y, con respecto a

Alvarado y su esposa Guadalupe Rojo, o El Campo Libre

la educación, festejaron las nuevas oportunidades que ellas

publicado por Carlota Antuna de Borrego, entre otros.

aprovechaban para su ilustración, con lo cual caminaban

hacia la igualdad con los hombres. Fueron de las primeras

principales precursoras intelectuales de la Revolución Mexi-

feministas en hacer pública una demanda de reformas al

cana que, junto con Dolores Jiménez y Muro, Elisa Acuña y

Código Civil de 1884, pidiendo que existiera una sola mo-

Rosete y Sara Estela Ramírez empuñaron la pluma para ex-

ral para ambos sexos, así como el derecho de disponer y

presar el descontento social imperante durante el Porfiriato,

administrar sus bienes.

proponer reformas sociales de carácter liberal y motivar a

propósito, se enfocó a reclamos en materia de educación.

Juana Belén Gutiérrez de Mendoza fue una de las

En 1903 se publicó la protesta del Club Liberal

la población a emprender acciones en contra del régimen.

Ponciano Arriaga en El Hijo del Ahuizote. A grandes rasgos

Gutiérrez de Mendoza nació en Durango en 1875; vivió la

criticaba la falta de libertad de expresión y de democra-

explotación de obreros y la discriminación de los indígenas,

cia, defendía las leyes del liberalismo y el Estado laico.

lo cual la motivó a iniciarse en el periodismo publicando

En la redacción del manifiesto participaron mujeres que se

reportajes en defensa de los mineros desde 1897; a conse-

incorporaron a la causa liberal; Juana Belén Gutiérrez de

cuencia de dichos escritos fue encarcelada y tras la prisión,

Mendoza y Elisa Acuña y Rosete firmaron como vocales.

sus opiniones contra el régimen se hicieron más radicales.

La convocatoria muestra una idea de las convicciones en

En 1901 fundó su periódico Vésper ¡Justicia y Libertad! en

torno a las cuales se organizaron los liberales: “Sobre las

Guanajuato. El semanario la dio a conocer entre el círculo

vejaciones de la tiranía, sobre la intriga del clero, sobre

de los liberales opositores y le valió el reconocimiento de los

la absorción del capital y del militarismo, surja el edificio

hermanos Flores Magón quienes publicaron al respecto en

grandioso de la fraternidad, de la democracia y del engran-

su periódico:

decimiento nacionales”.

23

En el Manifiesto Liberal las mujeres más destaca-

das del movimiento precursor encontraron ideales por los cuales luchar, hicieron suya la corriente de pensamiento expuesta en sus principios y participaron difundiéndolos de muy diversas maneras entre la población. El espacio por excelencia utilizado por ellas fue el periodismo; desde los 22  La mujer mexicana, 1905, citado en Martha Eva Rocha Islas, El álbum de la mujer…, op. cit., p. 30. 23  El Hijo del ahuizote, 1 de marzo de 1903, en Ángeles Mendieta Alatorre, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, precursora de la Revolución Mexicana, 1ª ed. México: Talleres Impresores de Morelos, 1983, pp. 90–91.

Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Dolores Jiménez y Muro, Elisa Acuña y Rosete y Sara Estela Ramírez fueron las principales precursoras intelectuales de la Revolución Mexicana.


115

El viril colega Vésper que hábilmente dirige la entusiasta Sra. Doña Juana B. Gutiérrez de Mendoza […] ha vuelto a la lid con más bríos que antes. Vésper es un haz de viriles energías […]. En nuestro referido colega vemos comprendido en toda su extensión el amplio criterio liberal. El colega no sólo ataca la corrupción del fraile, sino que censura al mismo tiempo a los mandatarios que oprimen al pueblo […].24 El tono anticlerical del periódico y su oposición al régimen provocó a las autoridades de Guanajuato que ordenaran su captura, hecho que originó su huida a la Ciudad de México. La persecución no sólo no la intimidó, sino que radicalizó aún más su postura, de manera que para 1903 los ataques contra Porfirio Díaz en su periódico eran francamente abiertos: “en la guerra un motinero, en la paz un intrigante. Como hombre un monstruo, como político un cobarde […]. El motín injustificado, la intriga burda y ruin, la matanza en las sombras tiene que ser obra del monstruo moral […]”.25 En el artículo exigía su retiro, demandaba justicia y denunciaba la represión en contra de los periodistas independientes.

En 1903 se unió a Vésper Elisa Acuña y Rosete,

quien anteriormente se había presentado en la sede de El Hijo del Ahuizote para ofrecer sus servicios a la causa

años; posteriormente fundó su propio periódico Fiat Lux.26 En coautoría con Juana Belén publicó un texto en Vésper que originó el encarcelamiento de ambas periodistas. En el artículo “A los mexicanos” expresaron una gran inquietud por lograr que las clases trabajadoras se unieran a la lucha en contra del régimen de Díaz, a la vez que denunciaban su incapacidad para defenderse como ciudadanos: “La dictadura ha atropellado garantías, violado derechos y ultrajado ciudadanos, con ensañamiento salvaje ha destrozado la prensa independiente […]. ¿A dónde está la dignidad de ciudadanos que así se dejan arrebatar sus derechos?”.27

Dentro del grupo liberal también destacó Sara

Estela Ramírez, quien fundó el periódico de oposición La Corregidora y fue muy cercana a Ricardo Flores Magón; trabajaba para la causa magonista desde la frontera. Su casa fue el cuartel general del Partido Liberal Mexicano en Texas cuando sus integrantes se exiliaron. Mantuvo contacto con Elisa Acuña y Juana Belén Gutiérrez, y fue una propagandista convencida de que el mutualismo era la base de las relaciones sociales y el mejor punto de apoyo para los trabajadores.28 Como poetisa, escribió sobre temas filosóficos y políticos y mostró un gran interés por los derechos y la igualdad de la mujer.

Las publicaciones femeninas de esta primera épo-

ca exhibieron no sólo el valor de las mujeres por enfrentarse al régimen, sino también la audacia de transgredir espacios que hasta el inicio del proceso revolucionario les

liberal. Acuña nació en Hidalgo en 1887 y sus primeros artículos en contra de la dictadura fueron publicados en el periódico Excélsior de Veracruz cuando sólo contaba con 16

26  Elvira Hernández Carballido, Las otras soldaderas. Mujeres periodistas de la Revolución Mexicana. 1910–1917, España: Editorial Académica Española, 2011, pp. 40–41. 27  “A los mexicanos”, Vésper, 15/mayo/1903, El artículo completo en

24  Sin firma, “Vésper”, en Regeneración, 1ª época, año II, núm. 51, 23

Ángeles Mendieta Alatorre, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza…, op. cit.,

de agosto de 1901, pp. 4–5.

pp. 125–130.

25  “¡Ecce Homo!” Vésper 15/mayo/1903, en Ángeles Mendieta Ala-

28  Soledad Vidal, “Ramírez, Sara Estela (1881–1910)”, en Vicky L. Ruiz

torre, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, precursora de la Revolución

y Virginia Sánchez Korrol (eds.), Latinas in the United States: a Historical

Mexicana, 1ª ed. México: Talleres Impresores de Morelos, 1983, p. 130.

Encyclopedia, Indiana: Indiana University Press, 2006, p. 608.


116

Las publicaciones femeninas de la época mostraron además del valor de enfrentarse al régimen, la audacia de transgredir espacios vedados a las mujeres.

propaganda al movimiento liberal. En la Ciudad de México, por ejemplo, se fundó el Club Benito Juárez presidido por Concepción Valdés.

Una de las primeras organizaciones femeniles que

esgrimió los principios del programa del

plm,

como ya se

mencionó, fue la de las obreras del ramo textil “Hijas de Anáhuac”, integrada por María del Carmen y Catalina

habían estado vedados. Como menciona Anna Macías, las

Frías, Justa Vega, Eligia Pérez, María Gómez, Carlota Lira,

oportunidades educativas que ellas tuvieron, añadieron una

Leonila Aguilar y Josefa Ortega. Al conocer el Manifiesto,

dimensión intelectual a su participación como precursoras

las obreras explotadas en las fábricas vieron que los postu-

de la Revolución.29 Aun con publicaciones esporádicas,

lados referentes a la defensa de los trabajadores hacían eco

muchas veces interrumpidas o de tirajes menores, suscitaron

de su situación. Las reuniones de la agrupación se llevaban

comentarios positivos entre los liberales opositores, a la vez

a cabo en casa de las hermanas Frías y llegaron a contar

que llamaron la atención de las autoridades, de forma que

con más de trescientas integrantes. Como en muchos casos

sus imprentas fueron confiscadas en incontables ocasiones

de juntas clandestinas de la época, fueron denunciadas y

y las periodistas encarceladas. La persecución de la prensa

las reuniones suspendidas. Sin embargo, continuaron con

independiente, lejos de amedrentarlas, promovió entre ellas

su labor de propaganda de la causa liberal y en 1910 se

la difusión de amplias protestas.

unieron a los Clubes Antirreeleccionistas que apoyaron la

En 1905 el Partido Liberal Mexicano (plm) cons-

candidatura de Madero.31

tituyó la Junta Organizadora y lanzó su programa en un

Manifiesto a la Nación Mexicana con Regeneración como

la Revolución Mexicana fueron las huelgas de Cananea

órgano oficial, publicada el 30 de septiembre. Su segunda

y Río Blanco, hechos que implicaron una seria amenaza

cláusula fue un aliciente para la organización de clubes

para el régimen de Díaz y reflejaron fundamentalmente un

clandestinos: “Los ciudadanos mexicanos que estén de

sentimiento nacional de descontento frente al sector patro-

acuerdo con las ideas de este Manifiesto y anhelen la Li-

nal y los extranjeros. Las mujeres no fueron ajenas a estos

bertad de la Patria, constituirán en las poblaciones en que

sentimientos y participaron activamente en las huelgas,

residan agrupaciones secretas”. Asimismo, la Junta propuso

principalmente en la de Río Blanco por estar más ligadas

el fomento de publicaciones opositoras y para ello ofreció

al sector textil, dentro del cual comprendían cerca de 25%

fondos a los luchadores liberales.30 De esta forma, el conte-

Uno de los antecedentes más significativos de

de la fuerza laboral. Jugaron un papel fundamental al tratar

nido del programa estimuló también la fundación de clubes políticos femeniles en provincia, todos con el fin de hacer

30  Sin firma, “Manifiesto. La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. A la Nación”, en Regeneración, año 1, 2ª época , tomo III, núm. 48 (Missouri, 30 de septiembre de 1905), pp. 2–3.

29  Anna Macías, Contra viento y marea: el movimiento feminista en Mé-

31  Ver “La primera organización Revolucionaria de Mujeres” Hijas de

xico hasta 1940. 1ª ed. México: Colección de libros del PUEG, Programa

Anáhuac, en Julia Tuñón (comp.), Voces a las mujeres: antología del pensa-

Universitario de Estudios de Género, Universidad Nacional Autónoma de

miento feminista mexicano, 1873–1953, México: Universidad Autónoma

México, 2002, p. 42.

de la Ciudad de México, 2011, pp. 139–144.


117

de impedir el regreso de los trabajadores a la planta ante

planeó el Complot de Tacubaya como apoyo al movimiento

la ofensiva del gobierno por suprimir el movimiento. En los

maderista. Para el intento de rebelión, traicionado en mayo

enfrentamientos Isabel Díaz de Pensamiento, Carmen Cruz,

de 1911, se había diseñado el Plan Político Social procla-

Filomena Pliego, Anselma Sierra, Margarita Martínez y Lu-

mado por los estados de Guerrero, Michoacán, Tlaxcala,

crecia Toriz, entre otras, se organizaron y pelearon. Toriz,

Puebla, Campeche y el Distrito Federal. Conocer las ideas

por citar un ejemplo, marchó con el pendón del “Círculo

que contiene el programa resulta importante porque consti-

Recreativo Mutualista Morelos”, agitando a los trabajadores

tuyen la base de planes sociales que se enarbolarán durante

con frases subversivas.

32

En la época en que se publicó el programa del

la lucha armada y porque su redactora fue Jiménez y Muro. plm,

Entre los postulados del Plan Político Social se

los intelectuales fundadores del partido ya se habían dividido.

proclamaba como ley suprema la Constitución de 1857, el

Entre Ricardo Flores Magón y Camilo Arriaga surgieron pro-

voto libre y la no reelección; se proponía la reorganización

fundas diferencias ideológicas que causaron su rompimiento.

de las municipalidades suprimidas, y la devolución de las

Las mujeres optaron por seguir a alguno de los líderes; Juana

tierras usurpadas a sus legítimos dueños. La intervención

Belén Gutiérrez, Sara Estela Ramírez y Elisa Acuña tomaron

de Dolores fue clave en cláusulas como la referente a la

partido por Arriaga. En esta coyuntura, una de las figuras

equidad en los alquileres de vivienda, evitando a los pobres

femeninas más importantes dentro del círculo de Arriaga fue

el pago de rentas elevadas; la protección y dignificación de

Dolores Jiménez y Muro, quien trabajó con Gutiérrez de Men-

la raza indígena y la demanda de mejores salarios para los

doza y Acuña y Rosete en la formación de una agrupación

trabajadores de ambos sexos.34 En el plan se reconocía a

llamada Socialistas Mexicanos en 1907. Fundaron también el

Madero como presidente provisional y Jefe Supremo de la

periódico antiporfirista Anáhuac como órgano de la agrupa-

Revolución, pero su contenido proponía, además, profundas

ción, y se dedicaron a organizar obreros que posteriormente

reformas sociales que sólo podían haber sido contempladas

participarían en el Complot de Tacubaya.

por actores con una visión clara de la situación nacional en

Dolores Jiménez y Muro nació en 1848, en el seno

todos los niveles. El plan llegó a manos de Emiliano Zapata

de una familia de firmes convicciones liberales, hecho que

y cuando supo que Jiménez y Muro lo había redactado, la

propició su formación en artes, lectura y creación literaria.

invitó a incorporarse a las filas zapatistas. Sin embargo,

Durante el Porfiriato se integró a labores filantrópicas y fue

para esas fechas Dolores se encontraba detenida en la cár-

donde tomó conciencia de la situación social del país. Un

cel de Belén junto con Gutiérrez de Mendoza.

hecho significativo era que Dolores tenía más de sesenta años cuando se unió a los precursores intelectuales de la Revolución, Camilo Arriaga y Antonio Díaz Soto y Gama; doblaba la edad a sus compañeras precursoras.33 Bajo

33  Para conocer más sobre la vida de este personaje ver Oresta López y

la dirección de Camilo Arriaga, el grupo de intelectuales

Varinia Hernández, “La Soledad y el fuego de Dolores Jiménez Muro”, en La Jornada, 5 noviembre, 2001. 34  El Plan Político Social se encuentra en Gildardo Magaña, Emiliano

32  Bernardo García Díaz, “Apuntes sobre la huelga de Río Blanco”, en

Zapata y el agrarismo en México, Tomo I, México: Instituto Nacional de

Anuario II, Centro de Investigaciones Históricas, Universidad Veracruzana,

Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, edición facsimilar, 1985,

1979, pp. 200–201.

pp. 124–126.


118

Las mujeres en el movimiento antirreeleccionista En mayo de 1909 se fundó el Centro Antirreeleccionista de México en torno a Francisco I. Madero. El Centro lanzó un manifiesto que enarbolaba los principios de “sufragio efectivo, no reelección”, y en donde se invitaba a los ciudadanos de todo el país a formar clubes antirreeleccionistas. Su función era erigirse en pilares del partido para difundir sus Dolores Jiménez y Muro. © (18906) conaculta . inah . sinafo . fn . mexico .

principios; el otro pilar lo constituyeron las giras de Madero por gran parte del país, siempre acompañado de su esposa Sara Pérez de Madero.35 Tanto la madre como la esposa del

Dolores Jiménez y Muro fue la redactora del Plan Político Social proclamado por los estados de Guerrero, Michoacán, Tlaxcala, Puebla, Campeche y el Distrito Federal. Consideraba que la Revolución era “el brazo armado de las aspiraciones de una inmensa colectividad que ha resuelto establecer las leyes que garanticen la equidad entre el capital y el trabajo con los derechos de todos”.

“Apóstol de la democracia” fueron mujeres comprometidas con el movimiento revolucionario. Se convirtieron en defensoras de la causa maderista y asesoras que evidenciaron un amplio conocimiento sobre los actores involucrados en la lucha revolucionaria.

Las mujeres vieron en la causa maderista una opor-

tunidad de participación y fundaron sus propios clubes; aquellas que se habían agrupado en torno a Camilo Arriaga, apoyaron su campaña. En mayo de 1910 apareció la Liga Femenil Antirreeleccionista Josefa Ortiz de Domínguez; Juana Belén Gutiérrez celebró la formación de esta agrupación en su periódico, expresando que las mujeres unidas debían contribuir con sus ideas al desarrollo de los partidos independientes. La organización publicó una excitativa en la cual invitaba a las mexicanas a adherirse a una liga femenina en todo el país; la carta es interesante porque demuestra la perspectiva de quienes se incorporaron a la

35  Santiago Portilla, Una sociedad en armas: insurrección antirreeleccionista en México, 1910–1911, México: El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 1995, pp. 45–69.


119

causa maderista, según la cual, su participación se daba

que, sólo mediante su participación en la política, podrían

dentro del espacio político, pero sin salir del todo de su

hacer evidente su estado de subordinación y actuar en pro

esfera; sus tareas se realizaban siempre desde su papel de

de una mayor igualdad.

madres y esposas.

El suceso inmediato anterior al levantamiento ar-

mado de 1910 tuvo lugar en Puebla el 18 de noviembre

Ha llegado la oportunidad compatriotas, de que, dentro de nuestra esfera de acción, tomemos parte activa en la lucha política. Entre tanto llegue el momento de las elecciones, podemos ayudar a los partidos independientes con nuestros óbolos, con nuestras ideas, y con impulsar a nuestros esposos, padres, hijos […] a ejercer sus derechos de hombres libres y de ciudadanos conscientes.36

en casa de los hermanos Serdán, durante el cual Carmen jugó un papel relevante. Carmen Serdán fue, de hecho, una de las primeras figuras femeninas en ser distinguida por la historia oficial. A todos nos viene a la memoria la arenga de Carmen, fusil en mano, llamando al pueblo a las armas desde el balcón de su casa. Sin embargo, poco se ha difundido sobre su participación alrededor de este hecho emblemático. Colaboró con su hermano Aquiles en la publicación de Luz y Progreso, órgano de un club

En el mismo año se fundó la Liga Femenil de Propaganda Política, conformada por Carmen Serdán, María Luisa Urbina, Teresa Arteaga y María Aguilar, entre otras, para apoyar la campaña de Madero.37 Dolores Jiménez y Muro por su parte, presidió el club “Hijas de Cuauhtémoc” –formado en junio de 1910–, en el cual participaron también Elodia Arce Arciniega y Julia Nava de Ruisánchez. Este club lanzó una protesta en favor del sufragio efectivo, y aprovechó para hacer públicas sus demandas como mujeres. Sus integrantes, como ha quedado expuesto, habían participado ya en otros movimientos tanto de carácter social como de lucha por derechos para su sexo. Eran liberales convencidas de

antirreeleccionista y a consecuencia de los sucesos del 18 de noviembre fue encarcelada. Desde su encierro coordinó actividades en apoyo a Madero junto con otras mujeres, entre las que se encontraban las hermanas Narváez. Se encargaron no sólo de distribuir proclamas y armas, sino también de fabricarlas.

Después de la muerte de Madero, Carmen organizó

una Junta Revolucionaria para combatir a Victoriano Huerta, y participó en la lucha de Carranza organizando grupos de enfermeras voluntarias. Aludiendo a la reflexión de la historiadora Carmen Ramos Escandón, es importante recobrar las características de Carmen Serdán como sujeto social y mujer inmersa en las costumbres de su tiempo; su heroísmo radicó en la labor cotidiana con la que disimulaba la actividad sub-

36  “Excitativa a las dignas mexicanas de la Liga Femenil Anti–reeleccionista Josefa Ortiz de Domínguez”, mayo 9 de 1910, en Ana Lau Jaiven y Carmen Ramos (estudio preliminar y compilación). Mujeres y Revolución

versiva: de su casa salían “enormes paquetes de pescado, cajas de zapatos, canastas de verdura que ocultan granadas

1900–1917, 1ª ed. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de

de fabricación casera, armas, pólvora”.38 Desde el espacio

la Revolución Mexicana, Instituto Nacional de Antropología e Historia,

cotidiano las mujeres diseñaron estrategias para demostrar

1993, pp. 201–202. 37  Martha Eva Rocha Islas, “Nuestras propias voces. Las mujeres en la Revolución Mexicana”, en Historias, Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 25, octubre–marzo

38  Carmen Ramos Escandón, “Carmen Serdán. Mujer de su tiempo”, en

1991, México:

Fem, núm. 74, vol. XIII, México, p. 26.

inah ,

p. 116.


120

Š (5966) conaculta.inah.sinafo.fn.mexico.


121

que no eran ajenas a la lucha revolucionaria y revelaron una firme convicción al apoyar sus causas.

El maderismo produjo nuevas instancias de partici-

pación femenina, lo cual se aprecia en la organización de clubes, la redacción de proclamas, las manifestaciones callejeras y en la labor de propaganda, vital para la campaña antirreeleccionista. En esta coyuntura también levantaron la voz para reclamar derechos para ellas. En junio de 1911 las integrantes del club “Amigas del Pueblo” enviaron una carta al presidente interino León de la Barra demandando su derecho al voto. Argumentaron que de acuerdo con la Constitución de 1857, las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres pues no existía ningún señalamiento sobre el sexo de los votantes.39 Este acontecimiento representó uno de sus primeros intentos en la larga lucha que libraron durante la primera mitad del siglo xx por su derecho al sufragio.

El asesinato de Madero marcó el inicio de la se-

gunda fase de la Revolución Mexicana. Huerta se constituyó en el enemigo común, aun cuando las diferencias entre los grupos rebeldes eran insalvables. En esta nueva etapa las mujeres optaron por seguir a alguno de los bandos; para

Carmen Serdán, (1875–1948).

ese momento, estas activistas tenían claros los objetivos que perseguían, eran capaces de analizar posturas ideológicas, y libres para elegir la que mejor se adecuaba a sus convicciones. Los clubes femeniles se reorganizaron; se fundó el club “Hijas de la Revolución”, dirigido por Elodia Arce, quien fue muy combativa en sus escritos contra Huerta y no dudó en publicarlos, en una coyuntura de dura represión: “Pueblo despierta ya, sacude el yugo, no te inclines jamás ante el verdugo […]. No ha de quedar impune entre tus lares, la sangre de Madero y Pino Suárez”.40 Asimismo fijó su postura liberal en contra de la Iglesia: 39  Shirlene Ann Soto, op. cit., p. 25. 40  Elodia Arce, “Voz de justicia”, en Ana Lau Jaiven y Carmen Ramos, Mujeres y Revolución 1900–1917, op. cit., pp. 221–222.

En junio de 1911 integrantes del club “Amigas del Pueblo” enviaron una carta al presidente interino León de la Barra demandando su derecho al voto. Argumentaron que de acuerdo con la Constitución de 1857, las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres pues no existía ningún señalamiento sobre el sexo de los votantes.


122

¡El eterno enemigo del Pueblo está al frente! La hidra clerical pasea descaradamente su osadía, ante la faz de toda la República […]. Liberales inútiles resultarán vuestros esfuerzos por impulsar a la Patria por el camino del progreso, mientras permitáis que vuestras esposas, hijas, madres y hermanas se arrodillen en el confesionario para hacer confidentes de los secretos de vuestro hogar a hombres que más tarde los utilicen contra vosotros.41

Por su parte María Arias Bernal42 presidió el club

Lealtad, conformado por maestras, estudiantes y empleadas del gobierno. Con el pretexto de llevar flores a la tumba de Madero, las integrantes coordinaban apoyos para los grupos revolucionarios. María Arias se dedicó a difundir noticias censuradas por el gobierno de Huerta; por su actividad subversiva fue cesada de su trabajo y finalmente encarcelada. Posteriormente, apoyó la labor de la Cruz Blanca Neutral junto a Elena Arizmendi, y con el triunfo de Carranza obtuvo el cargo de directora de la Escuela Normal. Recibió el mote despectivo de “María Pistolas” en la prensa y en los teatros, por un hecho que en realidad estaba dirigido a distinguirla por sus méritos: en 1914, cuando Álvaro Obregón visitó la tumba de Madero, habló del valor de la mujer que a pesar de todos los riesgos, rendía homenaje cada semana al presidente asesinado, y como reconocimiento le entregó su revólver, manifestando que sólo ella merecía usarlo.

Dolores Jiménez, Juana Belén Gutiérrez y Elisa

Acuña optaron por el zapatismo en su combate a Victoriano Huerta, hecho que les valió de nuevo el encierro. Desde

la cárcel, Dolores escribió una carta a Aureliano Blanquet, secretario de Guerra y Marina, en la que expresó su visión acerca de la Revolución, “el brazo armado de las aspiraciones de una inmensa colectividad […] que ha resuelto efectuar reivindicaciones que le son debidas, así como establecer leyes que garanticen la equidad entre el capital y el trabajo con los derechos de todos”.43 Jiménez y Muro había entrado en contacto con las comunidades más pobres del campo y atestiguado “la explotación del hombre por el hombre”, comprendiendo desde entonces que la Revolución no estaba lejos. Estas ideas de corte marxista, pudieron ser parte de su formación inicial en las reuniones de los precursores liberales de la Revolución. En la carta desde la prisión propuso que Huerta convocara a una convención que discutiera la forma de hacer efectivas las aspiraciones del pueblo y pusiera fin a la contienda. Una vez libre, Dolores se unió a Zapata y permaneció a su lado hasta su asesinato en 1919.

Juana Belén Gutiérrez también se trasladó a More-

los, fue nombrada coronela por Emiliano Zapata y organizó un regimiento al que llamó Victoria.44 En 1913 fue aprehendida por zapatista y estuvo presa 10 meses. Una vez libre y de nuevo en Morelos puso en práctica sus ideas anarquistas acerca de la unión libre de las parejas y, además, reiteró su anticlericalismo. En 1915 intervino en un proyecto de ley sobre el matrimonio aplicable a la zona zapatista, en la cual se planteaba la libertad de elección, la separación o divorcio de la pareja, el matrimonio natural y la investigación de la paternidad; esta propuesta fue compartida por todas las facciones revolucionarias: en sus programas, villistas, zapatistas y constitucionalistas mostraron posturas similares en asuntos relacionados con la mujer, el matrimonio y el

43  Dolores Jiménez y Muro, “Carta desde la prisión”, en Gildardo 41  Elodia Arce, “¡Alerta liberales!”, en Ibid., pp. 223–224.

Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, Tomo III,

42  Ver Angelina Del Valle, “María Arias Bernal”, en Fem, vol. VIII, núm.

op. cit., 1985, p. 398.

30, oct–nov 1983, México, pp. 44–45.

44  Alicia Villaneda, op. cit., p. 93.


123

divorcio. Consolidada la Revolución, Juana siguió publicando artículos críticos sobre los gobiernos posrevolucionarios.

Además de las periodistas, la integración plena de

la sociedad en la guerra originó que un buen número de mujeres de la clase media se vieran inmersas en diversas tareas nuevas para ellas. Se encargaron de conseguir y administrar armas y municiones, medicinas y equipo militar; trabajaron como enfermeras, telegrafistas y empleadas de oficina. Contrabandearon armas desde la frontera, lo mismo que participaron en labores de alfabetización en medio de la guerra o se encargaron directamente del funcionamiento de las escuelas. Las mujeres de las clases bajas, sobre todo rurales, se vieron inmersas en un proceso de cambios sin precedente y se involucraron en la lucha armada de muy diversas maneras, improvisando soluciones sobre la marcha, por la situación inédita a la que se enfrentaron. Muchas tuvieron la posibilidad de aprovechar el espacio que la guerra les brindaba para involucrarse eligiendo entre opciones como el cuidado de los suyos, las armas, la dirección de tropas o el cambio de identidad de género.

Elena Arizmendi, la Adriana de José Vasconcelos, y voluntarias de la Cruz Blanca Neutral curan heridos en Ciudad Juárez (1911). Archivo General de la Nación, Colección fotográfica de propiedad artística y literaria, HJ GUTIÉRREZ (PAL HJ. Gutiérrez/Revolución/56).


124

Las mujeres en el campo de batalla La participación de las mexicanas en la lucha armada estuvo determinada por la dinámica social de su entorno. La diversidad de roles que ejercieron como apoyo a los ejércitos, así como el protagonismo que algunas alcanzaron fueron borrados de la historia oficial por la retórica posrevolucionaria. La guerra, restringida a los hombres desde su concepción patriarcal, exaltó las hazañas de los héroes revolucionarios y redujo a las mujeres al genérico de “solda-

Soldado federal con su familia (ca. 1915). © (5015) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

deras”, todas en una sola palabra. Así, la famosa “Adelita” inmortalizada en novelas, murales y corridos, se convirtió en el mito que perduró en el imaginario de la Revolución,

La actividad de las famosas “soldaderas” trascendió la asignación de roles de género al servir como espías, correos, contrabandistas de armas y soldadas que tomaron las armas.

resaltando los atributos que la jerarquía patriarcal deseaba imponer al sexo femenino,45 o bien, denostándolas como prostitutas por haber transgredido el orden social vigente que consignaba su actuación a las labores del hogar.

La soldadera también dio la vuelta al mundo en

las fotografías que fijaron su imagen en la historia de la Revolución Mexicana. La fotografía de Casasola de la mujer que se asoma desde el tren es emblemática y ha servido para ilustrar portadas de libros, acompañar artículos académicos y periodísticos, cursos de historia, etc. En ella se ve, más allá de la “soldadera en Buenavista”, un semblante que expresa temor, desconfianza, zozobra y sobre todo incertidumbre. Atrás, otras mujeres que cargan a cuestas toda clase de pertenencias, saben que para sobrevivir no tienen otra opción que integrarse a la guerra. Verlas en el vagón del tren no es lo común: la mayoría de las veces viajarán en

las vigas de abajo, con su carga y sus hijos, porque en el carro irán los caballos y en el techo los hombres. ¿Qué más se escondía detrás de las imágenes?

La mayoría de las mujeres que se integró a la lu-

cha armada provenía de los estratos sociales más bajos; su participación en muchos casos obedeció a la necesidad de supervivencia. Muchas lo hicieron por seguir a sus hombres, padres, hermanos, hijos; otras fueron involucradas por la fuerza o debido a los desplazamientos de pueblos enteros. La mayoría se volcó en tareas inéditas sin conocer cuáles eran los fines; sin embargo, muchas otras expresaban ideales de justicia social. Su labor fue fundamental para la subsistencia de las tropas cuando trasladaron su quehacer cotidiano a los campamentos, pues no sólo se encargaron

45  Sobre el mito de la “Adelita”, ver Gabriela Cano, “¿Es posible hacer

de cuidar heridos y alimentar a la tropa, sino de conse-

la historia de las mujeres en la Revolución Mexicana?”, en Charles B.

guir alimentos en una coyuntura de escasez propia de las

Faulhaber (ed.), México’s unfinished Revolutions, California: University of California Press, 2011, pp. 11–24.

guerras.


125

Los relatos de los soldados veteranos resultan ilustrativos en

como militares, asumieron un rol masculino como estrate-

cuanto a la situación de las mujeres en los campamentos:

gia de autodefensa y también para demostrar cualidades como valentía y fortaleza en una época que sólo reconocía

Como toda mujer casada que atiende su hogar, así es a lo que se dedicaban las mujeres de los soldados, nomás con una diferencia grandísima: que las soldaderas lavan, planchan, remiendan, hacen tortillas, hacen las comidas, sin nada de comodidades y mucho menos que dispongan de tener los medios para hacer su trabajo doméstico, pero más de tomarles muy en cuenta, es que exponen la vida por su soldado.46

a los hombres. Se destacaron en funciones militares que

La ideología patriarcal destacaba la labor domésti-

guerra y si tenían oportunidad de elegir; considerar si per-

ca como actividad principal de las soldaderas y ésta siempre

seguían algún objetivo y si al tomar las armas respondían a

fue considerada tarea secundaria, pero conviene no perder

un deseo personal, además de muchos nombres propios por

de vista que la participación de las mujeres en la lucha

descubrir, pero se pueden citar algunos ejemplos de lo que

las llevaron a obtener rangos de oficiales y coronelas. Su participación se incrementó en la segunda etapa de la Revolución, cuando los ejércitos rebeldes de Carranza, Villa y Zapata se reorganizaron para combatir a Huerta, cuyo golpe significaba para ellos el regreso de las élites porfirianas y el ejército federal al poder, y el retroceso de los cambios implantados por Madero. Falta mucho por rescatar sobre la actividad de las mexicanas en la guerra, indagar sobre sus motivaciones, analizar qué opciones les ofreció la

armada fue esencial, en la medida en que la familia era

algunas de ellas realizaron.

el soporte de los ejércitos revolucionarios; sobre todo en la

Carmen Parra viuda de Alanís, originaria de

zona zapatista. Su actividad no se limitó a la alimentación

Chihuahua, se incorporó al movimiento antirreeleccionista

de las tropas, sino que trascendió la asignación de roles de

desde 1910 y se le conoció como la coronela Alanís. Sirvió

género al servir como espías, correos, contrabandistas de

de correo para Madero en Casas Grandes y combatió en

armas y soldadas que tomaron las armas. Como afirman

las batallas de Ciudad Juárez y Chihuahua. A raíz de la

las historiadoras Ana Lau y Carmen Ramos, “las soldaderas

muerte de Madero operó contra Huerta; participó con Villa

fueron doblemente rebeldes: rebeldes a las políticas del ré-

en el avance de Torreón y en Ojinaga, en 1913, y sirvió

47

gimen y rebeldes a su adscripción de género”.

48

de correo entre Emiliano Zapata y Gildardo Magaña, por

Un buen número de mujeres se incorporó a los ejér-

lo cual fue aprehendida. De 1916 a 1919 se integró a va-

citos revolucionarios como soldadas en la línea de batalla

rias comisiones en Chihuahua y, posteriormente, a diversas

y, ya fuera con las cartucheras sobre sus enaguas o vestidas

agrupaciones femeniles de carácter proletario.49 Su participación confirma que algunas mujeres tuvieron opciones diferentes y eligieron libremente la que les convencía. Tal

46  Entrevista con Francisco Ruiz Moreno 17/julio/1973, en Eva Salgado, “Fragmentos de historia popular II. Las mujeres en la Revolución”, en Secuencia, núm. 2, Instituto Mora, sept–dic 1985, p. 26.

48  Ana Lau Jaiven y Carmen Ramos, Mujeres y Revolución 1900–1917,

47  Para conocer más sobre la vida cotidiana en los campamentos za-

op. cit., p. 38.

patistas, ver Felipe Arturo Ávila Espinosa, “La vida campesina durante la

49  Ángeles Mendieta Alatorre, La mujer en la Revolución Mexicana, op.

Revolución: el caso zapatista”, op. cit., pp. 49–88.

cit., 1961, p. 78.


126

es el caso de algunas soldadas que obtuvieron puestos de

Quinteras de Merás a quien dio el cargo de coronela, o a

mando.

Mariana Gómez Gutiérrez que se integró activamente en su

Entre aquellas activistas que asumieron una posi-

ejército; cuando se enlistó, el general la presentó a la tropa

ción de liderazgo, se encuentra Margarita Neri, de Quin-

como la profesora: “Ella escribirá la historia de nuestras

tana Roo, quien comandó una tropa de indios que bajo su

batallas y de nuestra causa”.52 María participó en la batalla

dirección derrotó en una batalla al ejército federal en el

de Ojinaga en 1913, donde la División del Norte resultó

sur de México. Varias mujeres más asumieron la dirección

vencedora. El triunfo de Carranza y la persecución de la

de tropas en los ejércitos como Rosa Bobadilla, coronela

facción villista ocasionaron su exilio en Estados Unidos.

zapatista, o Petra Herrera, villista, quien estuvo al mando de

tropas de soldados en varias misiones; al no poder acceder

rra, muchas adoptaron un rol masculino para sobrevivir, no

a los rangos militares más altos, se autonombró generala

sólo en su vestimenta sino también en su actitud, tratando

y formó su propio ejército de mujeres, con más de mil inte-

con ello de emular las características más admiradas en los

grantes. Su intervención en la toma de Torreón fue decisiva,

hombres, sobre todo en época de guerra. Tal fue el caso de

aunque Villa nunca le reconoció sus méritos.

50

De las mujeres que tomaron parte activa en la gue-

Ángela Jiménez, en Oaxaca, que cambió su nombre al de

La guerra de Francisco Villa no era la de “un pue-

Ángel, se unió a diferentes grupos rebeldes y posteriormente

blo en armas” como fue la de Zapata, factor que lo llevó

al ejército de Carranza. Fue soldada experta en explosivos

a guardar grandes reservas en cuanto a la intervención de

y abanderada, logró el cargo de teniente.53 También Petra

las mujeres en la línea de batalla; conforme iba profesiona-

Ruiz o Encarnación Mares, Chonita, quien se incorporó al

lizándose el ejército fue limitando su participación. Asimis-

décimo regimiento de caballería de Jesús Carranza; partici-

mo, los cambios en la estrategia militar, las condenaron a

pó en diversas campañas en Nuevo León y San Luis Potosí y

seguir a los trenes a pie o viajar en las vigas inferiores de

fue promovida a sargento primero.

los vagones, pues éstos fueron destinados a transportar a

los caballos. Un veterano de la guerra describió la situación

con mujeres que se masculinizaron y alcanzaron rangos

de la siguiente forma: “Abajo del tren hacían una cuna y

militares medios. Un caso particularmente interesante lo

entonces ahí se metían las mujeres con los bebitos […]. Los

representó Amelia Robles, cuya historia ha sido rescatada

soldados mero arriba, los caballos en medio y las mujeres

por la historiadora Gabriela Cano.54 Amelia mostró desde

abajo, mero abajo del tren con muchachitos”.

El ejército zapatista también contó entre sus filas

51

Sin embargo, hay testimonios de historias de solda-

deras que, arriba de los ferrocarriles de Villa, tomaron las armas cuando sus soldados resultaron heridos, para resistir los ataques de los federales durante la retirada. En algunos

52  Martha Eva Rocha Islas, “Nuestras propias voces. Las mujeres en la Revolución Mexicana”, op. cit., p. 116. 53  Elizabeth Salas, “La soldadera en la Revolución Mexicana. La guerra y las ilusiones de los hombres”, en Heather Fowler Salamini y Mary Kay

casos Villa otorgó promociones militares, como a María

Vaughan (comps.), op. cit., p. 167.

50  Elena Poniatowska, Las soldaderas, 1ª ed. México: Ediciones Era,

masculinidad (transgénero), en la Revolución mexicana”, en Gabriela

2007, p. 17.

Cano, Mary Kay Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.), op. cit., pp. 61–90.

51  Entrevista con Severo Medina, 3/febrero/1973, en Eva Salgado, op.

(Atendiendo a la transformación que el coronel Robles defendió siempre,

cit., p. 7.

no debería estar incluido en el presente estudio).

54  Gabriela Cano, “Inocultables realidades del deseo. Amelio Robles,


127

muy joven cierta predilección por los caballos y las armas, elementos asociados con lo masculino. La guerra le brindó la oportunidad de crearse una nueva identidad de género y demostrar su capacidad como soldado, exhibiendo las cualidades más admiradas entre ellos como la valentía, el comportamiento violento y su habilidad en el manejo de las armas. Cambió su nombre al de Amelio y libró numerosas batallas dentro de los ejércitos zapatistas, hasta obtener el rango de coronel. La diferencia con las mujeres que se vistieron como hombres para sobrevivir o tomar parte activa en los combates, fue que la masculinización del coronel Amelio fue permanente y obedeció a un deseo personal que defendió a ultranza hasta el último día de su vida.

La guerra modificó los estereotipos tradicionales

de género y llevó a las mujeres a asumir papeles antes reservados a los hombres, desde su intervención en la producción, agrícola o fabril, hasta el diseño de estrategias de supervivencia. Así, la representación de la mujer como compañera y como madre adquirió una dimensión que trascendió el ámbito privado. El ideal de domesticidad, por un lado, y el escenario de la guerra como espacio exclusivamente masculino, por el otro, destacó algunas biografías de mexicanas notables, pero excluyó la labor colectiva de todas aquellas a quienes el movimiento armado impactó de manera espectacular en sus costumbres y trastocó los roles habituales, presentándoles desafíos nunca antes vistos, a la vez que demostró su capacidad de enfrentar pruebas a las que no se habían visto sometidas.

Coronela Amelia Robles, revolucionaria, fuma en habitación, (1914). © (33492) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

Muchas mujeres adoptaron un rol masculino para sobrevivir, no sólo en su vestimenta sino también en su actitud, tratando de emular las características más admiradas en los hombres.


128

Lejos del campo de batalla, pero dependientes del

mismo, estuvieron todas aquellas mujeres que resistieron la guerra desde otras trincheras. Cuidaban de sus hijos, apoyaban a los soldados descritos por Nellie Campobello en Cartucho: “enfermos de la carne sin sal, que querían ir comidos de frijoles o de algo que estuviera cocido”;55 o escondían a sus hijas, defendiéndolas de la violencia que la guerra desató en su contra. Las violaciones y los raptos se convirtieron en parte habitual, cotidiana de la época, y las madres ejercieron el papel de jefes de familia que, desde la visión patriarcal, eran los guardianes de la honra femenina. Asimismo, en los desplazamientos forzosos, la subsistencia de la familia dependió enteramente de las mujeres, así fuera en campamentos, pueblos ajenos a sus costumbres o escondidas en las montañas.

A pesar de que muchas revolucionarias se incor-

poraron directamente a los ejércitos federales y rebeldes, al consolidarse la Revolución la Secretaría de Guerra y Marina desconoció su actuación y los rangos que alcanzaron dentro de la jerarquía militar. Fueron excluidas del ejército y no se les otorgó pensión alguna, a diferencia de lo que sucedió con los soldados reconocidos por sus servicios durante la guerra. El concepto sobre las mujeres dentro del discurso posrevolucionario no varió mucho del que imperaba en el Porfiriato. No obstante, la Revolución les abrió espacios para salir de su esfera y cuestionar el orden social vigente. En la medida de sus posibilidades, reaccionaron ante el discurso que reforzaba su confinamiento al ámbito doméstico para demostrar que la guerra las afectaba por igual, y aprovecharon el caos social producto de la misma para demandar nuevos derechos.

55  Nellie Campobello, Cartucho, en La novela de Revolución Mexicana, Antonio Castro Leal (selección e introducción), México: 10a ed., Aguilar editor, 1972, pp. 936.

En torno al constitucionalismo se fue gestando un movimiento feminista cuya formación estuvo determinada por diversos factores: la fundación de nuevas organizaciones, la figura de Hermila Galindo y su revista La Mujer Moderna, la celebración de dos congresos feministas en el estado de Yucatán y las reformas progresistas del gobernador militar Salvador Alvarado.


129

Carranza visita una fábrica de uniformes militares. © (5438) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.


130

Las mujeres y el constitucionalismo. El proyecto feminista

XXIII.

Favorecer la emancipación de la mujer por medio de una juiciosa ley sobre el divorcio, cimentando la unión conyugal sobre la mutua estimación y el amor, y no sobre las mezquindades del prejuicio social.56

El liberalismo decimonónico que, como se ha he-

cho hincapié, protegía la institución familiar sobre todas las cosas, produjo leyes muy restrictivas para las mexicanas. En

Si bien las distintas facciones revolucionarias encontraron un enemigo común en Victoriano Huerta, mantuvieron posiciones opuestas desde el inicio del proceso, tanto como diferentes eran sus orígenes y objetivos. Sin embargo, la revolución contra Huerta originó la formación de tres ejércitos poderosos que lograron lo que no pudo Madero: destruir el Estado y el ejército porfirianos, y construir regionalmente un nuevo orden. Con miras a unificarlos para iniciar las transformaciones sociales y políticas contempladas en los programas de cada facción, se organizó la Convención de Aguascalientes. Los temas de igualdad y derechos de las mujeres fueron puestos sobre la mesa aunque, de manera incipiente, algunos postulados significarían cambios sustanciales para ellas.

Los dos artículos que contemplaban algún avance

en cuanto a derechos femeninos, tocaron los temas de la paternidad y el divorcio: XXII.

Proteger a los hijos naturales y a las mujeres que sean víctimas de la seducción masculina, por medio de leyes que les reconozcan amplios derechos y sancionen la investigación de la paternidad.

el Código Civil de 1884 existía una desigualdad expresa en cuanto a la moral de ambos sexos. La esposa estaba obligada a vivir con el marido y a obedecerle en todos los ámbitos de la vida conyugal: el doméstico, la educación de los hijos y la administración de los bienes. El adulterio de la mujer era siempre causa de divorcio, a diferencia del cometido por el hombre. Por lo tanto, una ley de divorcio como la que proponía la Convención constituía una nueva concepción sobre los derechos de la esposa al interior de la familia.

Venustiano Carranza se retiró de la Convención y

como facción vencedora, enarboló las banderas de sus oponentes, radicalizó su programa social y promulgó la Ley de Divorcio en diciembre de 1914. Como inflexible legalista, de formación liberal juarista, aglutinó una fuerza de gran diversidad y con presencia nacional. Este proyecto atrajo a buen número de mujeres que adoptaron la posición más avanzada en materia de derechos para su sexo. De esta manera, en torno al constitucionalismo se fue gestando un movimiento feminista cuya formación estuvo determinada

56  “Proyecto de programas de reformas político sociales de la Revolución”, 18 de febrero de 1915. Las posturas ideológicas de villistas y zapatistas eran similares en respecto a la familia, el matrimonio, el divorcio, la situación de las mujeres y la protección de los hijos; véase Felipe Arturo Ávila Espinosa, El pensamiento económico, político y social de la Convención de Aguascalientes, México: Instituto Cultural Aguascalientes/ inherm , 1991, pp. 190 y ss.


131

por diversos factores: la fundación de nuevas organiza-

gobierno, dando un ejemplo al mundo de la consagración

ciones, la figura de Hermila Galindo y su revista La Mujer

al culto de la civilización y derechos del hombre”.58

Moderna, la celebración de dos congresos feministas en el

57

Desde los primeros artículos periodísticos demos-

estado de Yucatán y las reformas progresistas del goberna-

tró que su lucha era por las mujeres en el espacio público

dor militar del mismo estado, Salvador Alvarado. Éste, junto

–como feminista liberal entendía que los problemas de éstas

con Carranza, fueron los primeros políticos en calcular que

descansaban en su exclusión de la esfera política–; en mar-

la participación femenina era indispensable para su causa.

zo de 1915 dio a conocer esta demanda en el periódico El

Hermila Galindo fue la máxima exponente de un

Pueblo: “La mujer como colaboradora en la vida pública”.59

feminismo inserto en el liberalismo revolucionario. Nació en

En él expresó que, ante la evidencia de la participación

1886 en Durango y quedó huérfana muy joven, factor que

femenina en el movimiento contra Huerta, los revoluciona-

la alejó del ideal de mujer dependiente de la familia y la in-

rios estaban obligados a facilitar a la mujer el desarrollo

trodujo en el mundo del trabajo en la Ciudad de México. En

de sus aptitudes intelectuales para integrarse en la recons-

1913 fue secretaria de un funcionario maderista, también

trucción nacional. Juzgaba que la mujer estaba “dotada de

maestra de la escuela Miguel Lerdo de Tejada y en 1914 se

las mismas cualidades psíquicas que el hombre, como la

incorporó a las filas del constitucionalismo como secretaria

inteligencia, la voluntad, el raciocinio” y, al exponer estas

particular de Venustiano Carranza. Su cercanía con el jefe

ideas hacía gala de sus lecturas de John Stuart Mill, consi-

revolucionario la llevó a erigirse como firme propagandista

derado uno de los ideólogos más importantes de la teoría

del constitucionalismo, a la vez que aprovechaba los es-

liberal del siglo

pacios que esto le brindaba para exponer sus ideas sobre

mujeres, cuya obra significó importantes aportaciones a la

la emancipación femenina. Combinó viajes diplomáticos al

lucha feminista.60

extranjero, a los cuales era enviada para dar a conocer

la “Doctrina Carranza”, con giras por diversos estados del

na en septiembre de 1915. Su objetivo: combinar la pro-

país para promover la incorporación de las mujeres a la

paganda del constitucionalismo con sus ideas feministas,

xix,

defensor de la igualdad de hombres y

Hermila Galindo fundó su revista La Mujer Moder-

lucha revolucionaria y exponer su feminismo, con el fin de “despertar a la mujer para que sea un elemento útil a su patria, a su pueblo y a ella misma, y ayudar a consolidar al 59  Hermila Galindo, “La mujer como colaboradora en la vida pública”, en El Pueblo, 3/marzo/1915, en Rosa María Valles Ruiz, Sol de libertad. Hermila Galindo: feminista, constitucionalista y primera censora legislativa 57  Martha Eva Rocha Islas, “Feminismo y Revolución”, en Gisela Espi-

en México, producto de investigación uaeh , México: Universidad Autóno-

nosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo.

ma del Estado de Hidalgo, 2010, pp. 48–49.

Luchas feministas en México 1910–1920, México: uam – x /conacyt /

60  John Stuart Mill (1806–1873) precursor del feminismo liberal, cuya

Itaca/Ecosur, 2011, pp. 40.

concepción sobre la igualdad de los sexos fue una constante dentro de su

58  Hermila Galindo, La Voz de la Revolución, mayo–junio 1915, en

obra. Su pensamiento giró en torno al matrimonio como esclavitud total, a

Carlota Orellana Trinidad, “’La mujer del porvenir’: raíces intelectuales y

la educación para capacitar a las mujeres en el desempeño de profesiones

alcances del pensamiento feminista de Hermila Galindo, 1915–1919”, en

y oficios, pero principalmente a los derechos políticos, considerando el

Signos históricos, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, núm.

sufragio como un deber moral y social. Véase Celina de Jesús Trimiño

5, enero–junio 2001, p. 117.

Velásquez, op. cit., pp. 170–195.


132

y dirigirla a la reivindicación y dignificación de la mujer

tutela clerical que “la embota y adormece sus facultades

mexicana. Así lo hizo saber en su artículo inaugural “Labo-

todas con la ventajosa arma de la fe” y de la del hombre,

remos”,61 en el cual escribió que, aun cuando a la mujer no

para poder “cuidar [ella sola] de su honor y subsistir con

se le habían concedido derechos civiles, aspiraba a que se

su trabajo sin considerar la institución del matrimonio como

elevara social y moralmente para que se “compenetre de la

una tabla salvadora”.62 Pero, sobre todo, su emancipación

cosa pública” y participe. Argumentó que, si bien no poseía

social para tomar parte activa en la política.

la ciudadanía, tenía el medio propicio para alcanzarla y era el hogar, donde podían forjarse los mejores ciudadanos. Se refirió a la participación femenina en la política cuando afirmó que no era racional ni justo que desconociera las leyes “tendientes a conquistar su bienestar por medio del progreso moral y material”, y a compartir las decisiones de los problemas sociales que afectaban tanto al hombre como a la mujer “su compañera y su igual”.

En la revista colaboraron otras mujeres liberales

y de ideas profundamente anticlericales como Salomé y María de Jesús Carranza, María Dilia Macías y Clarisa P. de Torres, entre otras. Salomé Carranza, en su artículo “La emancipación de la mujer”, expuso que la educación religiosa era la principal causa de sumisión de la mujer, el freno de su emancipación. “La Iglesia siempre ha sido el más grande enemigo de la mujer y de su emancipación”, que la veía como un ser abominable o bien incapaz de discernir. Salomé reprobó la idea de que ésta necesitara el apoyo y la dirección del hombre para vivir, pues ello provocaba la sumisión femenina. Citando los consejos de los librepensadores afirmó que sólo cuando la mujer se instruyera en la escuela laica, alcanzaría su emancipación, tanto de la

61  Hermila Galindo, “Laboremos”. El artículo completo de Galindo pue-

62  Salomé Carranza G., “La emancipación de la mujer”, en La Mujer

de consultarse en La Mujer Moderna. Semanario ilustrado. México, año 1,

Moderna. Semanario ilustrado. México, año 1, núm. 19, 20/febre-

núm. 1, 16 de septiembre, 1915, p. 2.

ro/1916, pp. 4–5.


133

Los congresos feministas de Yucatán

formación en la economía doméstica, es decir, educación para desempeñar su papel dentro de aquella esfera.63

Una de las mayores preocupaciones de Salvador

Alvarado fue el fanatismo religioso; derivado de ello se dedicó a construir escuelas laicas y a cerrar las religiosas.

Exponer los debates de las mujeres en los congresos feministas que tuvieron lugar entre 1916 y 1923 es imprescindible, porque en ellos se revela el desarrollo de su pensamiento, la lucha por conquistar reivindicaciones para su sexo, y los nombres de quienes aportaron ideas revolucionarias a un feminismo que estableció las bases de su activismo durante las décadas siguientes. Presenta también la forma en que sus demandas evolucionaron y cómo, inclusive, algunas fueron incorporadas a la legislación. En suma, constituye la historia misma de las mujeres liberales en la época en que se consolidó la Revolución. Ellas pugnaron por una mayor equidad en los ámbitos económico, social y político que les permitiera intervenir en el espacio público, así como en el diseño de leyes que las beneficiaran con nuevos derechos y, sobre todo, en la reconstrucción nacional.

El general Salvador Alvarado, gobernador militar

de Yucatán de 1915 a 1918, se caracterizó por el interés que mostró en torno a los problemas de las mujeres, pues consideraba que para efectuar las grandes reformas que el país demandaba era necesario luchar por la emancipación femenina. Alvarado defendió el derecho de esta mitad de la población por una mayor educación y mejores oportunidades de empleo. Realizó un profundo análisis sobre la situación de las escuelas vocacionales femeninas, contemplando que las mexicanas no recibían las mismas oportunidades de educación que los hombres, ni se les formaba adecuada-

Organizó dos congresos pedagógicos donde declaró que las reformas educativas tenían por objetivo liberar a las mujeres del control de la Iglesia. En 1916 también promovió dos congresos feministas; el primero se efectuó en enero y en su convocatoria se evidenciaron las principales inquietudes del gobernador: la participación cívica de las mujeres y el combate al fanatismo religioso. En el documento se exponían, entre otros considerandos, que la educación estaba dirigida a recluir a la mujer en el hogar, cuando lo que necesitaba era una formación que le permitiera vivir con independencia. El congreso ofrecía la oportunidad de discutir la manera de prepararla para la conservación de los derechos que el constitucionalismo había puesto a su

En el Primer Congreso Feminista de Yucatán se plantearon las principales inquietudes del gobernador: la participación cívica de las mujeres y el combate al fanatismo religioso. Asistieron cerca de 700 mujeres, maestras en su mayoría. Se evidenciaron posturas avanzadas sobre temas como sexualidad, divorcio, política y prostitución.

mente para el trabajo. Sin embargo, su visión se enfocaba en la preparación de las mujeres “como mujeres” y a su

63  Salvador Alvarado, “Escuelas vocacionales femeninas”, en La Reconstrucción de México, en Martha Eva Rocha Islas, El álbum de la mujer…, op. cit., pp. 160–163.


134

alcance, tales como el divorcio absoluto, y sus organiza-

creencia de vivir un tiempo único, que inauguraba un nuevo

dores consideraban que “el medio más eficaz de libertar y

sistema que trastocaría el anterior”.65 Después de repasar

educar a la mujer es concurriendo ella misma a reclamar sus

la concepción de la mujer, la maternidad y el matrimonio

derechos, a señalar la educación que necesita y a pedir su

a través de la historia, Galindo se refirió al tema de la se-

injerencia en el Estado”.64

xualidad femenina, afirmando que “el instinto sexual opera

Al congreso asistieron cerca de 700 mujeres,

de tal suerte en la mujer y con tan irresistibles resortes, que

maestras en su mayoría, y en sus debates se evidenciaron

ningún artífice hipócrita es capaz de destruir […], atentar

tres posturas: avanzadas, moderadas y conservadoras. Es

contra el instinto soberano es destruir la salud, corromper

conveniente señalar que, si bien todas buscaban trascender

la moral”.66 Al respecto es importante señalar que con esta

el espacio privado al participar, las primeras pugnaron por

idea revolucionaba las creencias más arraigadas en la so-

su reivindicación como ciudadanas con plenos derechos

ciedad porfiriana sobre el pudor femenino, la virtud más

e igualdad de condiciones con los hombres en todos los

relevante impuesta a las mujeres desde todos los medios. La

ámbitos de la vida pública, mientras que las más conserva-

falta de pudor acarreaba riesgos a la salud moral; incluso

doras reclamaban mejorar su situación dentro del espacio

en los tratados médicos del siglo

privado. Hermila Galindo ha sido señalada por diversos

sexo era un asunto temible, ya que el placer intenso era

autores como la persona que influyó en Alvarado para que

peligroso para la salud física.

se efectuaran los congresos; no obstante, estimamos que

su organización obedecía en mayor medida a los planes

dor mal entendido y añejas preocupaciones privan a la mu-

reformistas del gobernador. Galindo no asistió, pero envió

jer de conocimientos que le son sólo útiles […] y serían una

su ponencia, “La mujer en el porvenir”, leída por un re-

coraza para las naturales exigencias del sexo: me refiero a

presentante de la Secretaría de Educación. En ésta mostró

la fisiología y la anatomía […], que debieran ser familiares

las posturas más avanzadas en temas como sexualidad,

en las escuelas y colegios de enseñanza secundaria […]”.67

xix

se consideraba que el

Respecto a esta virtud, Hermila señaló que “un pu-

divorcio, política y prostitución, lo que causó verdadera conmoción entre las mujeres moderadas y conservadoras, y aun cuando su liberalismo la llevó a hacerlo sin descuidar el espacio familiar y doméstico, sus ideas fueron tachadas de inmorales y carentes de pudor.

La ponencia inició con la frase singular “La profe-

cía del Evangelio se ha cumplido”, que a simple vista con-

La maternidad como obligación moral, imperante en el siglo xix, se transformó en una obligación política al consolidarse la Revolución.

travenía la postura anticlerical de las feministas de la época. Pero, a decir de Laura Orellana, las frases bíblicas surgie-

65  Carlota Orellana Trinidad, “’La mujer del porvenir’: raíces inte-

ron como nuevo lenguaje que daría sentido a su lucha: “La

lectuales y alcances del pensamiento feminista de Hermila Galindo, 1915–1919”, en Signos históricos, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, núm. 5, enero–junio 2001, p. 124. 66  Hermila Galindo, “La mujer en el porvenir”, en Primer Congreso Femi-

64 “Convocatoria”, Primer Congreso Feminista de Yucatán, en Julia Tu-

nista de México, 1916, México:

ñón, op. cit., pp. 178–181.

67  Ibid., p. 199.

infonavit ,

1975, p. 198.


135

Aprovechó para censurar a las madres que “no abren los

Las preguntas uno y dos generaron discusiones tan acalora-

ojos a las niñas”, pues con ello contribuían a la degene-

das que casi llegaron a la violencia física. Las resoluciones

ración de la raza; la idea daba a la función maternal una

aprobadas tuvieron tendencia moderada para todos los

connotación cívica llevándola al espacio público, a la políti-

casos: 68

ca en particular, si consideramos que en esos años, cuando el conflicto revolucionario todavía no llegaba a su fin, una de las principales preocupaciones fue el repoblamiento del país; de ahí que se inculcara en las madres la función de productoras de futuros ciudadanos para la patria. Esta idea se convirtió en una constante en el discurso posrevolucionario, de tal manera que la maternidad como obligación moral, imperante en el siglo

xix,

se transformó en una obli-

gación política. Para Hermila, la mujer tenía el derecho y la obligación de orientar su sexualidad hacia la formación de uniones que repercutieran en la renovación social.

El Congreso se estructuró en función de preguntas

que fueron elaboradas por el propio Alvarado y que debían ser analizadas y respondidas por una comisión. Las interrogantes planteadas en el primero fueron:

¿Cuáles son los medios sociales que deben emplearse para manumitir a la mujer del yugo de las tradiciones? ¿Cuál es el papel que corresponde a la escuela primaria en la reivindicación femenina, ya que aquélla tiene como finalidad preparar para la vida? ¿Cuáles son las artes y ocupaciones que debe fomentar y sostener el Estado, y cuya tendencia sea preparar a la mujer para la vida intensa del progreso? ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer a fin de que no solamente sea elemento dirigido sino también dirigente de la sociedad?

1. Educación laica y anticlerical, pero sin tocar lo relativo al sexo; los conocimientos de la naturaleza de la mujer restringidos a escuelas secundarias y Normales, “siempre que se tenga la seguridad de que la mujer ha adquirido ya la facultad de concebir”. 2. Introducción a la educación racionalista, pero no su inmediata implementación, sino hasta que las educadoras conocieran bien sus objetivos. 3. Dedicación a nuevas actividades, artes y ciencias, pero sólo las consideradas femeninas: fotografía, encuadernación, joyería, trabajos de henequén, imprenta, litografía y medicina (por los cuidados femeninos que puede requerir un paciente). 4. Puede la mujer del porvenir desempeñar cualquier cargo público que no exija vigorosa constitución física, pues no habiendo diferencia alguna entre su estado intelectual y el del hombre, es tan capaz, como éste, de ser elemento dirigente de la sociedad. Es decir, crear la posibilidad de votar y ser votadas. Si uno de los objetivos de Alvarado para promover el congreso era que se aprobara la educación racionalista,69 no lo logró. La idea de emancipación femenina a través de la educación, mostró rasgos innovadores en cuanto al tipo de

68  El informe del Congreso, en op. cit., pp. 129–131. 69  Formación científica y racional, mixta y laica, complementada con educación moral, estética y física para que fuera integral, y en donde se desarrollaran todas las capacidades del individuo para formar seres humanos libres.


136

educación que se perseguía, pero todavía supeditada al

Yucatán perseguía; además, persistieron ciertas ideas so-

objetivo de inculcar a la mujer los conocimientos que la ayu-

bre la complementariedad entre los sexos, sobre todo a la

darían a cumplir sus deberes como esposa. La participación

hora de definir nuevos derechos de participación política

de la señorita Ascanio con su ponencia “El feminismo en

y educación. De este modo, preparar intelectualmente a la

acción” es ilustrativa al respecto.70 La delegada al congre-

mujer serviría para que la pareja pudiera complementarse

so asumió la educación como el punto de partida para la

en cualquier dificultad; hacerle comprender la responsabi-

reivindicación de los derechos de la mujer, y se manifestó

lidad de sus actos y a la vez instruirla para conocer, al

a favor de la educación mixta, fuente del progreso que la

casarse, cuáles eran sus derechos y obligaciones, tenía por

pondría en contacto con el sexo opuesto, para colocarse en

objetivo “no acudir a otro confesor que su conciencia”; es

el mismo plano intelectual y hacer frente a la lucha por la

decir, para suprimir a la religión del modelo de familia que

subsistencia. No obstante, sus reflexiones estaban encami-

se estaba esbozando como pilar del nuevo orden social

nadas a prepararla para “ser alma de su casa”.

emanado de la Revolución.

La resolución del congreso de rechazar el sufragio

Galindo se pronunció por el amor libre, entendido como la unión de dos personas que, gracias a los jefes revolucionarios, llegarían a tener los mismos derechos.

fue otro duro golpe para Alvarado quien esperaba, en un futuro próximo, contar con el voto de las mujeres para su elección como gobernador de Yucatán. El tema fue muy discutido por liberales y conservadoras. Para estas últimas, las leyes sólo podían ser elaboradas por quienes eran capaces de sostenerlas con la espada en la mano, en este caso, los hombres.71 Las liberales defendían por su cuenta el derecho al voto, “por lo menos en las elecciones municipales”, a manera de ensayo, sí, pero también porque la organización municipal les parecía similar a la del hogar, además de que

ahí se trataban asuntos que les concernían directamente,

noviembre de 1916. Para realizarlo se argumentó que en

como la higiene y la salud pública.

esa nueva ocasión se orientara, mediante un mayor número

El Segundo Congreso Feminista se llevó a cabo en

En el informe del Primer Congreso Feminista, se

de consideraciones y razones, a “lograr la alta finalidad

hizo manifiesto el interés por mejorar las condiciones de las

que persigue la mujer moderna, de independizarse, des-

mujeres para reducir la desigualdad entre los sexos, pero

enajenándose del viejo tutorado matrimonial, haciéndose

todavía subordinado a los objetivos que el gobernador de

fuerte para los combates rudos que tiene que librar por la existencia y para ser a la vez una eficaz colaboradora del hombre”.72 Dentro de los temas en torno a los cuales

70  Ascanio, “El feminismo en acción”, en Ana Lau Jaiven y Carmen Ra-

se organizó, se incluyeron asuntos de orden político que

mos, Mujeres y Revolución 1900–1917, op. cit., pp. 244–247. 71  Aurora Cortina G. Quijano, “Los congresos feministas de Yucatán

72  La mujer moderna, núm. 75, 7/mayo/1917, citado en Rosa María

en 1916 y su influencia en la legislación local y federal”, en Anuario

Valles Ruiz, “Segundo Congreso Feminista en México: Una historia olvida-

Mexicano de Historia del Derecho, núm. 10, Instituto de Investigaciones

da”, en Revista de Investigación Social ICSHU, Universidad Autónoma del

Jurídicas, unam , México, 1998, p. 177.

Estado de Hidalgo, 2012, p. 131.


137

posteriormente serían sometidos a la consideración del si-

las preguntas planteadas en la convocatoria. Inició con una

guiente Congreso Constituyente de la Nación. Los cuatro

defensa del escándalo que suscitó “La mujer en el porve-

temas generales fueron:

nir”; a la acusación de “propagandista de la inmoralidad”

1. Si la escuela primaria debe iniciar a las mujeres en actividades que hasta ahora fueron únicamente para hombres. ¿Cuáles son esas artes y ocupaciones?

afirmó que la verdad no estaba reñida con las normas de la

2. ¿Cómo se hace para “convertir” a la mujer en agente de difusión científica y de la libertad?

rior, manifestó ideas muy revolucionarias sobre los derechos

3. Las mujeres y el voto. ¿Electoras y candidatas?

4. En caso de divorcio, ¿quiénes deben hacerse cargo de los hijos?

De nuevo, en este congreso, en el que participaron

cerca de 200 mujeres, se observaron posturas contrarias de conservadoras y avanzadas. Entre las últimas se encontraban correligionarias de Hermila Galindo, como Elena Torres y Salomé Carranza. Ambas delegadas declararon en entrevistas previas a la reunión que era una arbitrariedad que, siendo la mujer y el hombre iguales, no se hubiera dado a aquélla las mismas prerrogativas políticas, religiosas y sociales. Como activistas adscritas a las ideas liberales revolucionarias, buscaban como primera concesión la igualdad política y se declaraban a favor del voto, pero no en igualdad de circunstancias que el sufragio de los hombres. Esta ala radical dominó entre las asistentes al Segundo Congreso.

Hermila Galindo no asistió al congreso por cues-

tiones de salud pero, al igual que en el primero, envió una ponencia, “Soy una mujer de mi tiempo”, leída por su representante, Elena Torres;73 en ella expuso su posición sobre 73  Hermila Galindo, “Soy una mujer de mi tiempo. Estudio de la seño-

buena conducta, y que el único objetivo de su lucha era la emancipación de la mujer de la situación abyecta en que se encontraba. Aunque este texto no suscitó el revuelo del antefemeninos, y defendió sus tesis anteriores sobre matrimonio y sexualidad, educación moderna y participación política. En contra de la educación tradicional que mante-

nía a la mujer en constante tutela para evitarle el contacto con la malicia del mundo, Galindo proponía una educación abierta a los conocimientos que recibían los hombres, que combatiera la ignorancia y saciara su curiosidad por lo desconocido para no caer presa del “yugo que la envilece” o de los peligros que acechaban en un confesionario.74 Se pronunció por el amor libre, entendido como la unión de dos personas que se eligen libremente y que, gracias a los jefes revolucionarios, llegarían a tener los mismos derechos y las mismas prerrogativas, porque “sin amor, el matrimonio es un negocio, y sin él el hogar se convierte en un infierno, en lugar de ser el centro de todos los afectos íntimos en donde se cultiven las virtudes y en donde se forjen el alma y el temple de las generaciones del porvenir”.75 Preparar a las mujeres del futuro significaba otorgarles una educación libre de tapujos morales que desenmascarara los vicios sociales, que enseñara las bondades del amor libre y la sexualidad.

Hermila insistió en la necesidad de educar a las

jóvenes en determinados conocimientos fisiológicos, sobre todo porque en su ignorancia, iría al matrimonio a ciegas y, víctima de un pudor mal entendido, se uniría a un hombre

rita… con motivo de los temas que han de resolverse en el Segundo Congreso Feminista de Yucatán, Noviembre 20 de 1916”, en Ana Lau Jaiven y

74  Ibid; pp. 257-258.

Carmen Ramos, Mujeres y Revolución 1900–1917, op. cit., pp. 248–269.

75  Ibid; pp. 259.


138

enfermo o incapaz de procrear hijos sanos. Por ello también

era mediante la práctica. Éstos y otros argumentos fueron

celebraba la Ley de Divorcio promulgada por el Jefe Supre-

puestos sobre la mesa antes de elaborarse los dictámenes

mo de la Revolución, ya que el divorcio como simple sepa-

del congreso.

ración de cuerpos, era lo que había empujado al hombre

a la búsqueda de uniones pasajeras y propiciado la pros-

delegadas elegidas se pronunciaron por la formación de la

titución, a la vez que había convertido a la esposa en una

mujer en artes y oficios que le facilitaran un medio de sub-

víctima del marido bajo una condición de esclavitud. Por

sistencia. La escuela primaria debía incluir en su programa

el contrario, el divorcio sustentado en una moral científica

materias como telegrafía, tintorería, fotografía, sastrería,

suponía para Galindo que ambas personas pudieran crear

sombrerería, orfebrería, litografía, mecanografía y taqui-

otra unión auténtica y formar una nueva familia que descan-

grafía.78 Y aunque el acuerdo se adornaba con un enun-

sara en la sexualidad legítima, el amor y la dignificación de

ciado que calificaba estas ocupaciones como exclusivas

la mujer. El otro cimiento de la dignificación femenina con-

del hombre, se puede apreciar que, de hecho, no lo eran

sistía en que el Estado proporcionara los medios necesarios

tanto ya que eran las mismas desempeñadas por las mujeres

para lograr su manumisión.

En

cuanto

a

la

participación política de las mujeres expresó de manera contundente: “Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las

Sobre el tema de la educación en las escuelas, las

La fracción liberal o avanzada defendía el derecho al voto, “por lo menos en las elecciones municipales”, porque la organización municipal les parecía similar a la del hogar.

autoridades, porque si ella tie-

desde el siglo anterior. Lo novedoso, en todo caso, estaba en que los conocimientos se impartieran desde la educación primaria y en que se establecieran salas anexas para tales fines. Por ello las discusiones al respecto provo-

ne obligaciones para con el grupo social, razonable es, que

caron varios puntos de desencuentro; las maestras yucate-

no carezca de derecho”.76 Argüía que si ella debía cumplir

cas sintieron que, al hablar sobre si los niños podrían o no

los mandatos de las autoridades, entonces debía tener el

aprender las nuevas materias, se cuestionaba su capacidad

derecho de elegirlas; además, si existían leyes que deci-

como profesoras. En general, la discusión se daba en torno

dían la parte más importante de sus vidas, tales como las

a si esas nuevas enseñanzas debían impartirse en escuelas

referentes al matrimonio y a la patria potestad, lo justo era

primarias, vocacionales o de artes y oficios.

que interviniera en su elaboración. Las mujeres necesitaban el voto “por las mismas razones que los hombres: es decir, para defender sus intereses particulares, los intereses de sus hijos, los intereses de la Patria y de la humanidad, que miran a menudo bastante distinto que los hombres”.77 Para ella la única forma de avanzar en los asuntos de la política

78  Las resoluciones del Segundo Congreso Feminista han sido tomadas de La Mujer Moderna, núms. 53, 18/noviembre/1916, 63, 11/ febrero/1917, 66, 4/marzo/1917, 70, 15/abril/1917 y La Voz de la Revolución, Mérida, 27/noviembre/1916, citados en el trabajo de Rosa María Valles Ruiz, “Segundo Congreso Feminista en México: Una historia

76  Ibid., p. 265.

olvidada”, en Revista de Investigación Social

77  Ibid., p. 266.

del Estado de Hidalgo, 2012, pp. 138–153.

icshu ,

Universidad Autónoma


139

En cuanto al dictamen sobre la tutoría de los hijos

Toda esta discusión se debía a que desde finales

en caso de divorcio, se propuso que el “cónyuge culpable”

del siglo

xix,

tuviera la posibilidad de observar la forma como el “cónyu-

generación en el desarrollo de las sociedades, y el auge del

ge inocente” educaba a sus hijos. En donde se suscitó una

positivismo, se consideraba que las enfermedades mentales,

amplia discusión fue en el punto referente al principio de

por ejemplo, eran incurables y, por lo tanto, sólo podían

selección en el matrimonio. Había un franco apoyo a que

controlarse por medio de normas preventivas; así, “las ten-

el hombre presentara un certificado médico que acreditara

dencias hacia la criminalidad y otros fenómenos relaciona-

su buena salud antes del matrimonio, para que la mujer no

dos con la marginalidad urbana (prostitución, alcoholismo y

cayera en manos de, por ejemplo, un sifilítico. Sin embargo,

toxicomanías) fueron también vistos como efectos o causas

una de las congresistas señaló que el acuerdo sería deficien-

de un proceso de degeneración con carácter hereditario”.80

con las influencias extranjeras acerca de la de-

te si sólo se consideraba la selección desde el punto de vista

“Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones para con el grupo social, razonable es, que no carezca de derecho”, Hermila Galindo.

del hombre: otros aspectos debían tomarse en cuenta: “Los jugadores y los briagos son peores que los sifilíticos porque arrastran a su familia al desastre”.79 Entonces, si las mujeres estaban pugnando por ser iguales a los hombres, también padecían enfermedades y debían someterse a un examen al igual que los hombres.

Las voces subieron de tono cuando algunas dele-

gadas defendieron que la esposa era pura en el hogar y, por lo tanto, si enfermaba era culpa del hombre, mientras otras apoyaban la idea de que también la mujer presentara

De hecho, los gobiernos posrevolucionarios consideraron

un certificado. Al no haber acuerdo entre ambas posiciones

estas ideas posteriormente para poner en marcha un progra-

se concluyó que, finalmente, si las leyes no podían interve-

ma de eugenesia enfocado a controlar los males sociales de

nir en los sentimientos de las parejas, siempre quedaba el

la época y, al hacer énfasis en las relaciones madre–hijo, la

remedio de la cuarentena, durante la cual los tratamientos

maternidad pasó a ser un asunto del Estado.

médicos adecuados ayudarían a paliar los males. Hablar

abiertamente sobre estos temas indicaba que el ala liberal

formidable; las delegadas se dividieron y fijaron posturas

consideraba la opción de intervenir en la selección de su

encontradas. Las que estaban en contra del voto argumenta-

pareja, y en la del divorcio en caso de contraer una en-

ban que “todavía era temprano” para que la mujer votara,

fermedad hereditaria, aunque aportaba como justificación

pues se necesitaban años, siglos, para estar preparadas.

principal a su descendencia.

Una de las congresistas, Consuelo Andrade, replicaba que

El tema del sufragio también causó un revuelo

su rechazo al voto político se debía a que “nos amargaría 80  Beatriz Urías Horcasitas, “Degeneracionismo e higiene mental en el 79  Porfiria Ávila de Rosado, en La Voz de la Revolución, Mérida, 27/

México posrevolucionario (1929–1949)”, en Frenia, Revista de Historia de

noviembre/1916, en Ibid., p. 144.

la psiquiatría, vol. IV, fascículo 2, España, 2004, p. 41.


140

la vida”, porque la mujer era apasionada y tendría muchos disgustos si sus candidatos no salían triunfadores.81 En general, las premisas en contra se centraban en que el ejercicio del sufragio traería como consecuencia el descuido del hogar y en que la falta de preparación las llevaría al fracaso. Aprovecharon para tachar a las defensoras del voto de “exaltadas feministas” y apoyaron la idea de que su responsabilidad cívica, y por ende pública, estaba en formar a los ciudadanos honrados del futuro.

Las delegadas de avanzada justificaban sus de-

mandas explicando que el hombre no necesitó siglos de preparación para votar; además, si a la mujer se le estaban concediendo todos los derechos, entonces ¿por qué no los políticos? Pretendían ser compañeras del hombre en todas sus luchas, incluidas las políticas. En cuanto al descuido del hogar, el ala liberal señalaba que no se perdía tiempo al votar, al fin y al cabo, para votar, el hombre no abandonaba el hogar. En el dictamen final se aceptó que la mujer podría votar, pero no ser votada. Asimismo, el diario La Voz de la Revolución informó que derivado del congreso, se habían fundado dos clubes políticos feministas para apoyar las candidaturas de Venustiano Carranza como presidente de la República y Salvador Alvarado como gobernador de Yucatán,82 con lo cual se demostraba que persistió el interés de las mujeres liberales por involucrarse en los asuntos políticos.

81  En Rosa María Valles Ruiz, “Segundo Congreso Feminista en México: Una historia olvidada”, op. cit., p. 149. 82  Aurora Cortina G. Quijano, op. cit., p. 181.

Los argumentos en contra del voto femenino se centraban en la influencia de la Iglesia católica sobre las mexicanas.


141

Las leyes emanadas de la Revolución ¿y los derechos de las mujeres?

Algunas propuestas de los Congresos feministas fueron consideradas dentro de la Ley de Relaciones Familiares en 1917.

Algunas propuestas de los congresos feministas fueron tomadas en consideración por el Jefe Supremo de la Revolución a la hora de ordenar la elaboración de la Ley de Relaciones Familiares en 1917. En el capítulo IV, los derechos y obligaciones de los cónyuges se establecían sobre una base de igualdad; asimismo, se le otorgó a la mujer la mayoría de edad dentro del núcleo familiar y obtuvo el derecho de disponer y administrar sus bienes sin autorización del marido. Estas concesiones no significaron que ellas lograran las libertades por las que estaban luchando y en algunos rubros la ley siguió siendo muy restrictiva en cuanto a sus derechos. Por ejemplo, no podían trabajar sin consentimiento del esposo; en cambio, quedaba bajo su responsabilidad la atención de todos los asuntos domésticos.

Hermila Galindo, por su parte, envió al Congreso

Constituyente un escrito pidiendo la igualdad de derechos políticos. La demanda de sufragio femenino no prosperó: se determinó que la mayoría de las mujeres carecía de las condiciones necesarias para ejercer los derechos políticos –premisa que no aplicó a la hora de decidir sobre el voto de, por ejemplo, los hombres analfabetas–. Prevaleció como enérgica justificación que las mexicanas estaban influidas por la Iglesia, lo cual sólo podía beneficiar a los círculos conservadores del país. Y, aludiendo a las ideas imperantes del siglo

xix,

se aseveró que la mujer no había salido de su

esfera ni estimaba necesario participar en asuntos políticos, en tanto que sus intereses estaban representados por los hombres de la familia.

En Yucatán, en cambio, con la llegada al poder de

Felipe Carrillo Puerto, se promulgó una ley que otorgaba a las mujeres el derecho al voto en 1922. Ese mismo año, una maestra participante del Primer Congreso Feminista, Rosa Torres, fue nombrada concejal de Mérida, convirtiéndose en la primera mujer en México en ocupar un cargo público. Esta ley produjo, además, a las primeras legisladoras del país en 1923. Elvia Carrillo Puerto, hermana del gobernador, Raquel Dzib y Beatriz Peniche, compitieron por los distritos quinto, segundo y tercero respectivamente, obteniendo la mayoría en las urnas.83 Sus triunfos fueron reconocidos y ellas ocuparon sus puestos. Sin embargo, su función como legisladoras duró poco menos que el cargo de Carrillo Puerto como gobernador, asesinado en 1924.

En 1923, el gobernador de San Luis Potosí, Aurelio

Manrique, también aprobó una ley en que las mujeres podían votar y ser candidatas a puestos de elección popular. Elvia Carrillo Puerto aprovechó el espacio que en Yucatán le había sido vetado, estableció su residencia legal en el estado y lanzó su candidatura. Ganó la elección por una abrumadora mayoría, pero nunca llegó a ocupar su curul. El otro estado que promulgó igualdad de derechos políticos fue Chiapas en los mismos años. En los tres casos, la experiencia resultó efímera; duró mientras los gobernadores progresistas que la aprobaron estuvieron en el poder. No obstante, sentaron una base importante para la lucha que las sufragistas libraron en pro de sus derechos, hasta la obtención del voto en 1953. 83  Ibid., pp. 184–185.


142

El feminismo a principios de los años veinte

Su aproximación a los movimientos internacionales

se tradujo en la organización del Primer Congreso Feminista de la Liga Panamericana de Mujeres en la Ciudad de México en mayo de 1923. Su antecedente fue el Congreso de Mujeres Votantes celebrado en la ciudad de Baltimore, Estados Unidos, en 1922, al que asistió una delegación de mexicanas,

Es importante recordar que la mayoría de las asistentes a los congresos feministas fueron maestras; este sector de la clase media fue el primero en organizarse al consolidarse la Revolución, para seguir luchando por la participación de las mujeres en los ámbitos político y social del país. Una de estas primeras organizaciones fue el Consejo Feminista Mexicano en 1919, dirigido por las maestras comunistas Elena Torres, Refugio García y Estela Carrasco, cuyo enfo-

entre las que se encontraban Elena Torres, Eualalia Guzmán, Luz Vera y Julia Nava de Ruisánchez.85 Al congreso en México asistieron personalidades como Matilde Montoya y Margarita Robles de Mendoza, y se destacaron por sus ideas progresistas Elvia Carrillo Puerto y Elena Torres; también acudieron representantes de organizaciones norteamericanas y la Asociación de Mujeres Cristianas. Se adoptaron resoluciones encaminadas a otorgar mayores derechos a las mujeres en todos los planos,86 tanto públicos como de la esfera privada.

que era el trabajo por la emancipación política, económica

Como afirma Gabriela Cano, las conclusiones a las que lle-

y social de las mujeres, dirigido especialmente a las traba-

garon constituyeron un verdadero proyecto de acción política

jadoras. Su relación más importante se dio con la izquierda,

feminista. De hecho, mostraron un significativo avance en

al considerar que la igualdad entre ambos sexos podría

relación con los congresos de 1916.

impulsarse a través de la lucha de clases.84

Al involucrar cuestiones de esta índole, su feminis-

mo fue más allá de la lucha por los derechos políticos y legales de las mujeres. Sus ideas reformistas se transformaron en experiencias colectivas de mayor alcance al insertarse en movimientos sociales y traducirse en agentes de cambio. Así, participaron en la conformación de partidos y agrupaciones, y eligieron para su activismo las reuniones internacionales, entre otras estrategias. Por otro lado, poco a poco fueron abandonando la convicción comunista que les impedía su interlocución con el Estado, cuestión que juzgaban a todas luces imprescindible para que sus demandas prosperaran.

Se reclamó la igualdad civil para que las mujeres

pudieran ser elegidas en cargos de administración. Respecto a la ponencia que presentó Elena Torres –contribución valiosa a los temas civiles–, se cuestionaron algunos artículos de la flamante Ley de Relaciones Familiares que “constituían una radical desigualdad”. Se abogó por la aplicación de una sola moral para ambos sexos, tanto en asuntos de conducta dentro del matrimonio, como en las condiciones de divorcio y patria potestad, ya que las leyes dejaban a la mujer divorciada en condición de “tutoreada del marido”. Con relación a los derechos civiles, es interesante rescatar 85  Gabriela Cano, (Selección e introducción), “México 1923: Primer Congreso Feminista Panamericano”, en Debate feminista, año. 1, vol. 1, México: marzo, 1991, p. 309. 86  El documento Conclusiones del Primer Congreso Feminista de la Liga

84  Ana Lau Jaiven, “Mujeres, feminismo y sufragio en los años veinte”,

Panamericana de Mujeres puede consultarse en Julia Tuñón, op. cit., pp.

en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), op. cit., p. 71.

248–259.


143

la participación de feministas moderadas como Sofía Villa

de Buentello, cuyo juicio expresado en el congreso y publi-

se estableciera igualdad de derechos políticos, y también

cado previamente en 1921, en su libro La mujer y la ley,

trataron asuntos de carácter económico que incorporaron,

resulta admirable.

entre otras cosas, una solicitud para modificar el artículo

Villa de Buentello, como representante de un fe-

123 de la Constitución a fin de que la mujer percibiera

minismo más conservador, no dejaba de tener razón al

el mismo salario que el hombre en puestos iguales, y en

argumentar que no aceptaba el divorcio porque, en las

todos los casos que éste correspondiera al costo de la vida.

condiciones imperantes de desigualdad sociales y legales,

En estas modificaciones incluyeron tomar en cuenta a las

la mujer divorciada era prácticamente ultrajada, mientras la

trabajadoras del servicio doméstico, para que tuvieran pro-

sociedad se inclinaba a creer que la conducta del marido

tección en salarios, salud, instrucción y buenas condiciones

era la autorizada por la ley.87 Igualmente cuestionaba la

de habitación. También se propuso la creación de casas

idea de que el marido mantuviera el hogar como condición

de maternidad y de cuna para las mujeres del proletaria-

para limitar el derecho de la esposa al trabajo remunerado,

do. En otros rubros de protección a la mujer alcanzaron un

pues este requerimiento podía satisfacerse con una cantidad

dictamen muy amplio que abarcó prostitución, migración,

mínima, misma que servía para afirmar su autoridad dentro

explotación y alcoholismo.

de la familia.

88

Si bien se trataba de un feminismo modera-

Las congresistas elevaron una petición para que

Abordaron el asunto de la sexualidad consideran-

do de corte liberal –entendido sobre todo desde la igualdad

do que era un error admitir dos tipos distintos de conduc-

ante la ley–, este planteamiento de los años veinte sigue

ta moral para hombres y mujeres, y que la época actual

vigente en muchas relaciones familiares. Sofía incluso se

requería de una conciencia más amplia para juzgar las

adelantó a su tiempo al proponer que la jefatura de familia

uniones de las parejas. En el mismo capítulo asentaron que

debía ser responsabilidad del miembro mejor capacitado,

el control de la natalidad constituía un verdadero problema

independientemente de su sexo.

social y en algunos casos era necesario; no obstante, la

En el Primer Congreso Feminista de la Liga Panamericana de Mujeres, celebrado en 1923, las delegadas presentaron avances sustanciales en sus demandas por derechos laborales e igualdad dentro del matrimonio.

implementación de programas que incluyeran la difusión de métodos anticonceptivos no prosperó y se argumentó que el país no estaba preparado para ello. Cabe señalar que esta discusión se daba un año después de que los grupos conservadores del país iniciaran una verdadera cruzada contra una campaña sobre control de la natalidad, promovida en Yucatán. De cualquier manera puede apreciarse que, en los pocos años de distancia entre los congresos yucatecos y el panamericano, las experiencias de las mujeres liberales

87  Carmen Ramos Escandón, ”Desafiando el orden legal y las limita-

produjeron demandas mucho más acabadas y de una cla-

ciones en las conductas de género en México. La crítica de Sofía Villa de

ridad propia de quienes seguían inmersas en la batalla por

Buentello a la legislación familiar mexicana 1917–1927”, en La Aljaba, segunda época, Revista de estudios de la mujer, vol. VII, 2002, Universidades de La Pampa, Luján y Comahue, Argentina, p. 85. 88  Ibid., p. 97.

sus derechos.


144

Otra batalla feminista

Ideas tan modernas confrontaron de lleno a los gru-

pos conservadores, primero de Yucatán y luego de todo el país, lo que las llevaría al fracaso en poco tiempo: una cosa era que el empleo de métodos anticonceptivos tuviera lugar

Durante el Congreso Panamericano, Elvia Carrillo Puerto distribuyó un panfleto, que circulaba en Yucatán desde el año anterior, referente al control de la natalidad. La Liga Feminista Rita Cetina Gutiérrez, de corte socialista, se había dedicado a difundirlo desde que, en febrero, el gobernador Carrillo Puerto lo mandó publicar. “La regulación de la natalidad, o la brújula del hogar” de Margaret Sanger contenía información sobre métodos anticonceptivos, cuya práctica estaba prohibida por la ley en Estados Unidos, pero no en México. Su objetivo era evitar que las parejas tuvieran más hijos de los que podían mantener, sobre todo las familias de la clase trabajadora. La autora declaraba que “la mujer debe hacer uso de su derecho de negarse a poblar la tierra de esclavos y llenar el Mercado de niños explotados”.

89

En Yucatán la idea originó la creación de clínicas para el control de la natalidad, con miras a atender a las parejas proletarias y a las prostitutas, con lo cual se controlarían de paso las enfermedades venéreas.

La circulación del panfleto sobre control de la natalidad en Yucatán suscitó un escándalo que adquirió dimensión nacional. En respuesta, Excélsior organizó e instituyó, en 1922, una celebración a las madres todos los 10 de mayo.

desde hacía siglos y otra que se hiciera público. Asimismo, como señala Anna Macías, los métodos explicados en el folleto eran inaccesibles para la gran mayoría de la población, tanto por su analfabetismo como por sus condiciones materiales.90 Otras autoras opinan que el objetivo de la Liga Feminista era llamar la atención de las mujeres sobre su derecho a decidir el número de hijos, independientemente del método, y que la maternidad no estuviera marcada por una rancia moralidad.91 Aunque se trataba de una visión moderna que no tenía eco en una mayoría rural ajena a dichas prácticas y carente de medios para aplicarlas, hay que reconocer en la difusión de la campaña un feminismo profundamente liberal, no falto de valor para la época en que las ideas conservadoras dominaban en todos los espacios.

La propaganda suscitó reacciones muy firmes en

contra; la mayoría de las opiniones iban en defensa de la función maternal como misión suprema de la mujer y por ende, de la tradición y la moral. Además, la campaña de control natal contribuía a la disminución de la población en un momento histórico en que se perseguía lo contrario. El escándalo adquirió dimensión nacional y su abanderado fue el periódico Excélsior. El director, Rafael Alducin, reseñó en marzo de 1922 que “el reparto de folletos inmorales relacionados con la maternidad ha causado una enorme indignación en todos los círculos sociales […], nunca la sociedad yucateca había recibido ultraje mayor”.92 90  Anna Macías, op. cit., p. 118. 91  Martha Acevedo, El 10 de mayo, México:

sep /Martín

Casillas Edito-

89  Margaret Sanger, “La regulación de la natalidad o la brújula del

res, 1982, p. 16; Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto. La monja roja

hogar”. El folleto puede consultarse en Martha Eva Rocha Islas, El álbum

del Mayab, México: Editorial Castillo, 1998, p. 45.

de la mujer…, op. cit., pp. 278–282.

92  Excélsior, 10/marzo/1922, en Martha Acevedo, op. cit., pp. 10–11.


145

entera manifieste, con una fórmula banal si se quiere, pero profundamente significativa, que no hemos llegado de ninguna manera a esa aberración que predican los racionalistas exaltados, sino que, lejos de ello, sabemos honrar a la mujer que nos dio la vida.94

El golpe definitivo contra estas ideas progresistas

vino del mismo periódico, al organizar e instituir una celebración a las madres todos los días 10 de mayo. El 13 de abril de 1922 publicó:

[…] a propósito de una costumbre que deberíamos imitar imperiosamente y ésta es dedicar un día a enaltecer a la madre, a hacer un monumento de amor y de ternura a la que nos dio el ser, a manifestar en una palabra que todos los sacrificios, que todas las infinitas ansiedades de que es capaz el corazón de la mujer cuando se trata de sus hijos, sean valorados por éstos.93 Fue así como, enalteciendo las virtudes de la madre, sacrificio, ternura y todas las bondades propias de su condición, no sólo se impugnaban las ideas liberales sobre el control de la natalidad, sino que prácticamente se regresaba a la mujer a su esfera, de la cual no debió salir. La campaña reafirmó su reclusión en el hogar y su subordinación; para que al lector no le quedara duda acerca de algunos de los

La prensa, como había ocurrido siempre, ejerció

su papel como garante de la decencia. Mientras las progresistas yucatecas combatían en el campo los prejuicios sexuales y raciales, y el fanatismo religioso aconsejando a las mujeres que se alejaran de las iglesias y se instruyeran para hacerse libres, los círculos conservadores obtuvieron cobertura nacional por medio de los periódicos. Excélsior aglutinó a instituciones tan poderosas como las educativas, la Iglesia y el comercio; este último, favorecido especialmente, siguió reproduciendo el ideal de mujer dedicada al hogar en la oferta de sus productos. El 10 de mayo fue un factor importante de unidad nacional que, entre otras cosas, contribuyó a marginar los incipientes movimientos socialistas con que los gobiernos posrevolucionarios no coincidían.

motivos que originó tan sensible idea, Excélsior explicó que:

El periódico publicó cinco años después que el Día de las

Hoy, en el extremo meridional del país, se ha venido emprendiendo una campaña suicida y criminal en contra de la maternidad, cuando en Yucatán elementos oficiales no han vacilado en lanzarse a una propaganda grotesca, denigrando la más alta función de la mujer que no sólo consiste en dar a luz sino en educar a los hijos que forma su carne, es preciso que la sociedad

sentimientos de todos los mexicanos y, para 1949, dicha

93  Excélsior, 13/abril/1922, en Ibid., p. 9.

Madres era ya una institución nacional que congregaba los institución quedó labrada en piedra cuando se inauguró el Monumento a la Madre.

Las mujeres liberales de la época posrevolucio-

naria se toparon con ésta y otras tácticas, que restringían su actuación ante cualquier intento de emancipación –por ejemplo, el concurso de la “India bonita” auspiciado por el periódico El Universal en 1921, que buscó resaltar los

94  Ibid.


146

La autora de “La regulación de la natalidad, o la brújula del hogar” declaraba que “la mujer debe hacer uso de su derecho de negarse a poblar la tierra de esclavos y llenar el Mercado de niños explotados”. María Bibiana Uribe, la India Bonita Centenario de la Consumación de la Independencia, 1921. Archivo General de la Nación, Archivo fotográfico Díaz, Delgado y García, caja 3/18 adai 2005.

atributos físicos femeninos y de paso abonar al pensamiento indigenista, entonces en auge–; ello las llevó en muchas ocasiones a buscar acuerdos con las élites políticas, para que sus demandas por una igualdad en todos los ámbitos fueran escuchadas. También, como apunta Gabriela Cano, las feministas de esta época tuvieron que marcar las diferencias entre los sexos para pedir nuevos derechos:95 su concepción como madres capaces de mayores sacrificios y de una moral superior, ofrecía a la política un elemento benéfico para la sociedad. Este principio sostenía en buena medida su demanda por el ejercicio de la ciudadanía con todas las prerrogativas: la diferencia y la maternidad se constituyeron en valiosas estrategias a su alcance.

95  Gabriela Cano, “México 1923: Primer Congreso Feminista Panamericano”, op. cit., p. 312.

La participación de las mujeres en la Revolución Mexicana fue mucho más allá de la establecida dentro del estereotipo de la soldadera valiente, sumisa y servicial, o de la heroína capaz de sacrificios sobrehumanos.


147

Reflexiones finales

Algunos autores han dado a la Revolución Mexi-

cana la connotación de madre de los derechos políticos de las mujeres: podemos afirmar que, si bien no lograron estas reivindicaciones, el proceso les abrió espacios de partici-

Las mujeres comenzaron a movilizarse tiempo antes de que iniciara el proceso revolucionario y, con los medios que tenían a su alcance, demostraron su inconformidad ante la cultura patriarcal que las subordinaba en todos los órdenes: legal, laboral, educativo, cultural y político. Un conjunto de factores, entre los cuales pueden citarse el acceso a una mayor educación, el trabajo remunerado y el desarrollo de la oposición al régimen de Porfirio Díaz, les brindó un espacio sin precedentes para organizarse y participar, tanto en el proceso de gestación de la Revolución, como en el movimiento armado. Con ello, no sólo apoyaron las causas que inspiraban a las distintas corrientes ideológicas revolucionarias, sino que cuestionaron el orden familiar existente al modificar el patrón del ideal femenino dominante en la época.

Al involucrarse en el movimiento, las mexicanas

hicieron públicas sus ideas en contra de la dictadura, pero también reaccionaron ante el sistema legal y el discurso positivista que reforzaba su reclusión. Otras muchas participaron desde los diversos ámbitos que les marcaba su contexto social, disputaron las añejas costumbres que las mantenían sometidas y aprovecharon el caos social producto de la guerra para transgredir espacios exclusivos de los hombres. En todos los casos, su actuación fue mucho más allá de la establecida dentro del estereotipo de la soldadera valiente, sumisa y servicial, o de la heroína capaz de sacrificios sobrehumanos. Como mujeres liberales, posicionaron sus demandas en términos de igualdad, pugnaron por su derecho al espacio público donde se tomaban decisiones que las afectaban directamente, y por su intervención en la formulación de leyes que posibilitaran sus reivindicaciones.

pación nunca antes vistos y, al incorporarse a la guerra y posteriormente a los proyectos de reconstrucción nacional, hicieron política. Enarbolaron las banderas del liberalismo que la oposición defendía y las utilizaron para demandar sus derechos. Si había que pelear por la democracia y que el sufragio fuera efectivo, el derecho al voto para ellas también. ¿Libertad de expresión?, sí, pero por su prerrogativa al espacio público a través de la prensa, la propaganda, su organización en sindicatos y las manifestaciones en la calle. ¿Regresar al Estado laico?, sí, para emancipar a la mujer de la dominación de la Iglesia y del pensamiento conservador. Con la experiencia adquirida durante la gesta revolucionaria, transformaron el modelo de domesticidad que les había sido impuesto y fueron desarrollando a la par que sus demandas de justicia para todos, un pensamiento feminista que reclamaba nuevos derechos.

Fue así que al consolidarse la Revolución, las en-

contramos debatiendo sobre temas tan progresistas, que pusieron en jaque tanto a las autoridades revolucionarias liberales, como a los grupos conservadores del país, mismos que no tardaron en oponerse a sus ideas. El feminismo liberal de principios de los años veinte del siglo pasado, avanzaba con paso firme en la tarea de lograr reivindicaciones en todas las áreas; los patrones culturales que las mantenían confinadas en su esfera comenzaban a mostrar fisuras y entonces los portadores de esta cultura se vieron obligados a buscar nuevas estrategias para frenar sus demandas. Ante la ofensiva, las mujeres comprendieron que era necesario hacer política, negociar propuestas, establecer alianzas con los grupos de poder, aprovechar todos los foros para hacerse visibles y, con ello, armar a las mujeres para librar nuevas batallas por la conquista de sus derechos.


148


149


150

CAPÍTULO

CUATRO


151

Posrevolución y participación política. Un ambiente conservador (1924 – 1953)


152

IV. Posrevolución y participación política. Un ambiente conservador (1924–1953)

y asociaciones como el Frente Único Pro-Derechos de la Mujer (fupdm, 1935–1938), o los congresos Nacionales de Obreras y Campesinas (1931, 1933, 1934). Igualmente, diversas mujeres lograron ingresar al mundo de la política al obtener importantes puestos dentro del Estado como Matilde Rodríguez Cabo, Concha Michel, Palma Guillén, Esther Chapa, María Lavalle Urbina (la primera magistrado de México), entre otras muchas. Ello nos lleva a proponer que, aun cuando no se había conseguido la ciudadanía y el derecho al voto (lucha sinuosa que terminaría años más tarde), las mujeres fueron encontrando espacios y canales de participación a través de los cuales, al agruparse, exi-

Martha Santillán Esqueda

gir derechos y encarar posturas gubernamentales, hacían política.

Las décadas que siguieron al triunfo de la Revolución Mexi-

cana estuvieron marcadas por cambios significativos en la

vo exclusivamente a través de canales políticos. Los años

dinámica de la esfera pública que trastocaron el orden de

veinte fueron una década agitada en muchos sentidos. Tras

la vida cotidiana y repercutieron de manera directa sobre

la lucha armada, también se trocaron diversas estructuras

los comportamientos femeninos. Para los años veinte, la ne-

sociales y morales. Los cambios políticos y la modificación

cesidad de restablecer la paz llevó a los nuevos gobiernos

del marco legal posibilitaron la abierta participación de las

a organizar las estructuras políticas y el marco jurídico con-

mexicanas en la producción cultural y artística, la educa-

forme a los ideales planteados por la gesta revolucionaria.

ción o el trabajo, así como la reorganización de la vida en

En este contexto, el movimiento feminista, que había tomado

los hogares. Estas transformaciones, aunque operaron de

No obstante, esta “pequeña política” no se sostu-

un importante impulso en la década precedente, comenzó a

manera lenta, a la postre serían inevitables.

fraccionarse y asociarse, según diversas filiaciones ideoló-

gicas (comunismo, socialismo, conservadurismo moderado

Plutarco Elías Calles (1925–1928) llegó a la presidencia,

o conservadurismo católico). De este modo, se sentaron las

con lo que comenzó la etapa posrevolucionaria marcada

bases para la conformación de dos tipos fundamentales de

por la reorganización política y del marco legal acorde

feminismo en ese periodo: el radical y el conservador, los

con los lineamientos de la Constitución de 1917: Código

cuales enfrentaron tensiones diversas entre sí y formas distin-

Civil (1928), Código Penal (1929 y 1931), Ley Federal

tas de acercamiento y negociación con el poder.

del Trabajo (1931). En este contexto, las luchas feministas

Abrimos el periodo de estudio en 1924 cuando

Hacia los años treinta, las mujeres feministas

orientaron sus esfuerzos, por un lado, a la obtención del

se fueron organizando para manifestar sus demandas

voto y, por otro, a lograr espacios de participación en las

conforme a las estructuras corporativistas del Estado pos-

esferas del poder. En el presente capítulo analizaremos las

revolucionario; así, surgieron importantes movimientos

facetas del movimiento feminista, así como sus filiaciones


153

ideológicas y las diferentes tensiones existentes entre las mismas agrupaciones, conforme al marco sociopolítico de los años veinte, del cardenismo y del conservadurismo avilacamachista, cuando el feminismo cayó en un impasse al ser cooptado por el Estado.

Tras la lucha armada… nuevo marco legal

Nos interesa conocer cómo se integraron las agru-

paciones de mujeres al poder político mediante el corporativismo posrevolucionario hasta su cooptación. Al mismo tiempo, estudiaremos la actividad de mujeres que lograron integrarse a la vida política, al igual que la creación de instituciones diversas en favor de las mujeres (como las casas de maternidad o la cárcel de mujeres). Por otro lado, pondremos atención en los cambios sociales que, tras la Revolución, posibilitaron la apertura de diversos espacios de acción en ámbitos tan variados como la política nacional, el trabajo, la educación e, incluso, el doméstico. Para ello realizaremos análisis estadísticos con tablas y cuadros que nos permitan evaluar la actividad de las mujeres en diversas esferas sociales. Igualmente, estudiaremos de manera cualitativa los discursos de género al reflexionar de manera general en torno a la creación y difusión de modelos femeninos (a través del análisis de revistas y filmes del periodo), lo que en última instancia marcaba importantes límites a los feminismos de la época.

La inestabilidad social producida por la Revolución, así como los conflictos sociales posteriores, posibilitaron que las mexicanas tuvieran una participación más notoria en actividades políticas, laborales y culturales. La reorganización jurídica que llevaron a cabo los gobiernos posrevolucionarios se convirtió en el marco legal que trazaría los lineamientos sociales que, según las élites, el país necesitaba. Una serie de modificaciones relativas al género en el discurso jurídico afectó, de manera positiva, la situación social de las mujeres. Las modificaciones propuestas fueron notables ya que les brindaban más protección y mejores oportunidades de desarrollo en relación con el siglo anterior.

Los cambios comenzaron a constatarse en el ámbi-

to civil desde la Convención Revolucionaria de 1914–1916, en la cual se aprobó la investigación de la paternidad con el fin de proteger a las mujeres de los varones que las abandonaban evadiendo la responsabilidad hacia sus hijos. En diciembre de 1914 se emitió la Ley sobre el Divorcio,1 mediante la cual se legalizó por primera vez en México la disolución total del matrimonio y se permitía a los excónyuges contraer nuevas nupcias. Más adelante fue expedida la

1  Se publicó el 2 de enero de 1915 en el periódico El Constitucionalista (Veracruz). Para las posturas ideológicas de villistas y zapatistas al respecto, las cuales eran similares a la constitucionalista en relación a la familia, el matrimonio, el divorcio, la situación de las mujeres y la protección de los hijos, véase Felipe Arturo Ávila Espinosa, El pensamiento económico, político y social de la Convención de Aguascalientes, México: Instituto Cultural Aguascalientes/inherm , 1991, pp. 190 y ss.


154

Ley de Relaciones Familiares (1917) en la cual se establecía

la responsabilidad de las mujeres que eran provocativas

la igualdad entre los cónyuges, quienes debían decidir de

y coquetas, e inclusive se dijo que la iniciación sexual de

común acuerdo la educación de los hijos y la administración

los hijos era normalmente impartida por las mujeres que

de los bienes familiares, y se habilitó a las casadas para dis-

se quedaban en casa”.4 A pesar de que no fructificó di-

poner de sus bienes; asimismo, especificaba sus derechos

cha moción es relevante para dar cuenta, por un lado, de

y obligaciones en caso de separación y las causales de divorcio, las cuales eran las mismas para ambos salvo en el caso de adulterio. Al igual que en el Porfiriato, cuando era cometido por la mujer siempre sería motivo de divorcio; en cambio, en el caso del marido, sólo cuando el adulterio se hubiese consumado en la casa común, hubiese generado escándalo, si el adúltero había vivido en concubinato o si la amante había insultado o maltratado a la mujer legítima.2

Respecto a la incorporación

La reorganización jurídica que llevaron a cabo los gobiernos posrevolucionarios afectó, de manera positiva, la situación social de las mujeres. Entre las innovaciones en materia de género incluidas en la Carta Magna se conceden las mismas garantías individuales a hombres y mujeres.

de consideraciones sobre las mujeres

la necesidad manifestada por cierto grupo de constituyentes de proteger a las mujeres de los abusos y excesos masculinos; y, por otro, de la carga sexual que en el imaginario poseían. No obstante, en el código penal de 1931 se logró un avance importante en materia de aborto al permitir que el embarazo producto de una violación fuese interrumpido.

La Carta Magna sentó los pre-

cedentes legales para la elaboración del marco legal posrevolucionario, el cual comenzó a establecerse tras el gobierno de Plutarco Elías Calles

en las reformas constitucionales, vale la pena destacar la

(1924–1928). Entre las innovaciones en materia de géne-

interesante discusión que desató una propuesta elaborada

ro incluidas en la Carta Magna se conceden las mismas

por un grupo de congresistas para incluir en el artículo

garantías individuales a hombres y a mujeres y se estable-

3

22 la pena de muerte a los violadores. De acuerdo con

cen derechos laborales relativos a la condición femenina,

Enriqueta Tuñón, la sola sugerencia causó “hilaridad entre

aun cuando los derechos políticos “fueron soslayados y no

los congresistas”; contra tal planteamiento “se argumentó

trascendieron al plano constitucional”.5 Efectivamente, el artículo 34 constitucional provocaría muchas discusiones

2 Venustiano Carranza, Ley sobre relaciones familiares, México: imprenta del Gobierno, 1917, pp. 27–30. 3 El artículo prohibía la pena de muerte, aunque estimaba la posibilidad

4 Enriqueta Tuñón, “Feminismo y constitucionalismo del 17”, en revista Pro-

de que se impusiera “al traidor a la Patria en guerra extranjera, al parri-

ceso Bi–centenario, núm. 3: “La mujer en la Revolución”, junio de 2009,

cida, al homicida con alevosía, premeditación y ventaja, al incendiario,

p. 32. Véase Olivia Rojas Fidencio, Trabajo histórico sobre la pena capital

al plagiario, al salteador de caminos, al pirata y a los reos de delitos

al delito de violación sexual en los debates del Congreso Constituyente de

graves del orden militar”. Este párrafo fue derogado hasta 2005 (véase

1917, tesina de licenciatura en historia, uam –Iztapalapa, 2005.

Felipe Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México 1808–2005, Méxi-

5 Olga Sánchez Cordero de García Villegas, “Los derechos de las mujeres

co: Editorial Porrúa, 2005). No obstante, el código penal de 1931 no la

en la historia del constitucionalismo mexicano”, en Comisión Bicentenario

consideraba entre sus castigos; la mayor sanción aplicable era la prisión

Centenario

por 30 años (art. 25).

México, 1810–2010, México: scjn , 2010, p. 544.

del

Poder Judicial

de la

y

Federación, Los Caminos de la Justicia en


155

posteriores entre las sufragistas feministas; establecía que los ciudadanos de la República eran los que tenían calidad de mexicanos,6 habían cumplido 18 años si eran casados o 21 si no lo eran, y poseían un modo honesto de vivir. Aun cuando no se manifiesta una noción específica que excluyese a las mujeres en su condición de ciudadanas (salvo que el artículo estaba redactado gramaticalmente en masculino), tampoco había estipulación alguna que las integrase; por tanto, ellas no eran consideradas como tales. Aparentemente esto justificaría que las mexicanas no tuviesen derecho al voto ya que el artículo 35 establecía como prerrogativas del ciudadano el derecho a votar y ser votado.7

De cualquier forma, la emisión de nuevas leyes y

códigos instauró cambios que fueron sustanciales para las mujeres. Los artículos 3º y 123 constitucionales dictaban que tanto hombres como mujeres tenían derecho a la educación laica y a jornadas máximas de ocho horas. El derecho al trabajo, sin duda, acrecentaría las posibilidades de movilidad para el sexo femenino, su autonomía y desarrollo en el espacio público a partir de las siguientes décadas; asimismo, posibilitaría una mejora en las condiciones laborales para las trabajadoras que se reflejaron en la Ley Federal del

Trabajo (1931).8 Esta ley reconocía en general los mismos derechos para hombres y mujeres respecto al seguro por desocupación, accidente, fallecimiento o vejez; se les eximía de jornadas extraordinarias y de labores consideradas peligrosas e insalubres, se protegió la maternidad y podían laborar sin consentimiento del marido (arts. 25, 48, 76, 77, 79, 107); sin embargo, aún no había equidad de género entre los trabajadores.9 Por su parte, los códigos penal (1931) y civil (1932), les otorgaba, aunque no total autonomía, sí mayor libertad de acción respecto a su entorno. Varias historiadoras aseguran que las reuniones políticas llevadas a cabo por agrupaciones femeninas durante la década de 1920 coadyuvaron en la configuración, sobre todo, del código civil, donde se estipulaban derechos y obligaciones de las mujeres casadas.10 Este código estableció el mismo nivel de autoridad de ambos cónyuges dentro del matrimonio para administrar y disponer de bienes, tomar decisiones y educar a los hijos. A partir de entonces, las mujeres ya no perderían la patria potestad de los hijos; se les otorgaba libertad para administrar libremente sus bienes, celebrar cualquier tipo de contrato y tener un empleo, siempre y cuando no descuidaran la dirección y los trabajos del hogar.11 Se promovieron algunas reformas a este código respecto a la

8 A lo largo del periodo de estudio, las reformas realizadas no afecta6 Según el artículo 30, mexicanos eran todos aquellos que habían nacido

ron los párrafos alusivos al trabajo femenino (Alberto Trueba Urbina, Ley

en el territorio nacional, los hijos de padres mexicanos o bien aquellos que

Federal del Trabajo reformada, México, Porrúa, 1956). En adelante, los

se naturalizaban.

artículos referentes a esta ley se señalarán en el cuerpo del texto.

7 Véanse los trabajos de Gabriela Cano, en especial “Ciudadanía y su-

9 Habría que esperar hasta la modificación del artículo 4º constitucional,

fragio femenino: el discurso igualitario de Lázaro Cárdenas”, en Marta

en 1974, cuando se declaró la igualdad jurídica entre hombres y mujeres.

Lamas (comp.), Miradas feministas sobre las mexicanas del siglo XX, fce /

10 Véase por ejemplo Anna Macías, Contra viento y marea. El movimiento

conaculta , México, 2007; cfr. Carmen Ramos Escandón, “La participa-

feminista en México hasta 1940, México: unam – pueg / ciesas , 2002,

ción política de la mujer en México: del fusil al voto 1915–1955”, en Bole-

p. 149.

tín Americanista, núm. 44, 1994, Universidad de Barcelona; cfr. Enriqueta

11 Véase el libro primero de la exposición de motivos del Código civil para

Tuñón, ¡Por fin… ya podemos elegir y ser electas!, inah / conaculta /

el Distrito y Territorios Federales (1932), México, Imprenta Aldina, 1928.

Plaza y Valdés, México, 2002.

Las referencias a este código se harán en el cuerpo del texto.


156

mujer y la familia, publicadas el 9 de enero de 1954 en el

Diario Oficial. Sin embargo, éstas fueron muy sutiles y no

A partir del código civil posrevolucionario, por primera vez

cambiaron el rol femenino en el hogar.

en la historia de México, las causales de divorcio eran igua-

Un avance importante fue en materia de divorcio.

A pesar de los cambios, sin duda relevantes, desde

les para ambos cónyuges (art. 267). No obstante, existía un

el punto de vista legal la función primordial de las mujeres

sesgo de género en las resoluciones de la separación, pues

continuaba siendo la procreación realizada de preferencia

la mujer debía recibir pensión del marido mientras no se

en el ámbito conyugal. Según el código civil la importancia

volviera a casar y viviera honradamente (art. 288); y para

del matrimonio radicaba en la procreación. Y, aun cuando

que ella pudiera contraer nuevas nupcias debían pasar tres-

se logró la igualdad entre los cónyuges respecto al régimen

cientos días, salvo que diera a luz en ese periodo (art. 158);

del hogar, la educación de los hijos y la administración de

ello para asegurar que no llevara al nuevo matrimonio un

bienes (art. 167), legalmente los roles estaban delimitados

hijo del marido anterior. No obstante, en el ámbito moral,

por sexos: era obligación del hombre la manutención del

las madres solteras o las divorciadas eran “consideradas

hogar (art. 164), y estaba “a cargo de la mujer la dirección

bienes mostrencos de fácil acceso”, aseguraba la escritora

y cuidado de los trabajos del hogar” (art. 168). Así, desde

y periodista María Elvira Bermúdez; la primera, porque ha-

el punto de vista legal, la realización femenina se presumía

bía sido derrotada en su honra, y la segunda porque había

en el ámbito del matrimonio y la procreación, pues ello era

fracasado en su realización a través del matrimonio.13

su responsabilidad social, moral y legal. En caso de que

El adulterio era castigado por el código penal cuan-

alguna mujer desempeñara una actividad ajena al hogar

do fuese consumado y cometido en el domicilio conyugal o

(profesión, industria, oficio o comercio) debía hacerlo sin

con escándalo, y no había distinción penal alguna entre el

que ello perjudicara su misión femenina ni dañase la moral

adúltero y la adúltera (arts. 273 y 275).14 Sin embargo, en

o la estructura de la familia (art. 169, reformado en 1954);

la práctica operaban restricciones morales, ya que era más

de ser así, el marido podría oponerse y, si persistía, un juez

escandaloso el adulterio femenino: “para el [varón] mexica-

debía resolver lo más conveniente (art. 170, reformado en

no, la fidelidad propia es un ridículo o una afrenta.

1954).

12

A pesar de los cambios emanados de la legislación posrevolucionaria, los roles estaban delimitados por sexo: era obligación del hombre la manutención del hogar y estaba “a cargo de la mujer la dirección y cuidado de los trabajos del hogar”.

12 El art. 171 también fue afectado por las reformas de 1954; se incluyó como la línea final del precedente y se redactó una propuesta más igualitaria para la cónyuge al dictar que ella también “podrá oponerse a que el marido desempeñe algún trabajo que lesione la moral o la estructura de la familia. En todo caso el juez resolverá lo que sea procedente”. Aun así, a diferencia del varón, la mujer seguía teniendo como misión primera el desarrollo del hogar. 13 María Elvira Bermúdez, La vida familiar del mexicano, México: Antigua librería Robredo, 1955, p. 77. 14 Código Penal para el distrito y territorios federales en materia de fuero común y para toda la República en materia de fuero federal (1931), México: Ediciones Botas, 1936, En adelante las referencias a este código se harán en el cuerpo del texto.


157

La femenina, por el contrario, es un axioma”.15 Ello explica por qué ante las denuncias de adulterio que hemos localizado por parte de maridos, varias mujeres generalmente eran detenidas, consideradas presuntas responsables y en muchas ocasiones examinadas por médicos legistas a pesar de no haber sido sorprendidas consumando el acto en el domicilio conyugal o sin que hubiese mediado escándalo público alguno.

16

Por otro lado, el código penal coadyuvaba con el reforzamiento del vínculo entre lo femenino y la procreación preferentemente en el marco del matrimonio. Así, el infanticidio se sancionaba con seis a diez años de prisión cuando se mataba a un recién nacido hasta sus 72 horas de vida (art. 326); a las madres infanticidas sin mala fama y que habían ocultado un embarazo ilegítimo ante la sociedad y el Registro Civil, se les aplicaba una pena menor: de tres a cinco años de cárcel (art. 327). En tanto, el aborto se castigaba con seis meses a un año de prisión cuando la mujer no tenía mala fama y había ocultado el embarazo resultado de una unión ilegítima; de lo contrario, se aplicaban de uno a cinco años de cárcel (arts. 329–334). Todo lo expuesto prueba la importancia de la procreación en familia y de la obligación de las mujeres en el mantenimiento de este espacio, así como de la fuerza legal normativa sobre el sexo femenino para mantener este orden. En este escenario legal y político, podemos afirmar que el concepto de mujer liberal durante la posrevolución traspasó el ámbito de lo político. Las mujeres liberales solían ser identificadas con quienes luchaban por obtener derechos: las feministas, las cuales no conformaban ciertamente

15 María Elvira Bermúdez, op. cit., p. 52. 16 Véase Martha Santillán Esqueda, capítulo II: “Mujeres y la ley”, en Delincuencia femenina. Representación, prácticas y negociación judicial, Distrito Federal (1940–1954), tesis de doctorado en Historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013.

un grupo uniforme pues se agrupaban según posturas políticas e ideológicas diversas. De modo que las feministas liberales eran para estos años las que se adscribían a la corriente política liberal retomada por los gobiernos posrevolucionarios y de corte moral conservador. Por otro lado, había feministas que se vinculaban preferentemente al socialismo o al comunismo, corrientes ideológicas en boga en el mundo occidental. Con todo, ser feminista –o mujer liberal–, contenía una carga de desacreditación importante vinculada a la “masculinización” de la mujer, al abandono de las “obligaciones femeninas” y al “libertinaje” sexual. Ciertamente los cambios jurídicos posibilitaron mayores espacios de acción social y civil para el sexo femenino; sin embargo, los esquemas morales y sexuales de la época no cambiaron tan fácilmente. En esferas sociales más amplias, las mujeres liberales eran equiparadas con las mujeres modernas, es decir, con quienes hacían uso de las nuevas prerrogativas legales: las que estudiaban y/o trabajaban. Pero, a la vez y como veremos más adelante, en el periodo circulaba una concepción negativa respecto a ser mujer moderna: la “liberada”, es decir, la que renegaba de los valores y obligaciones tradicionales considerados propios de su sexo (esto es, la realización personal a través del hogar, el matrimonio y la procreación).


158

Los feminismos y la organización política Tras la gesta revolucionaria, las mexicanas buscaron legitimar su lucha al influir en las leyes concernientes a sus derechos y a su situación dentro del nuevo Estado posrevolucionario; de este modo, en la mesa de debates, además de diversas cuestiones de orden civil implementadas en el código de 1932, el sufragio y la ciudadanía fueron cuestiones prioritarias encabezadas por los feminismos.

Las feministas liberales eran para los años veinte las que se adscribían a la corriente política liberal retomada por los gobiernos posrevolucionarios y de corte conservador.

El proceso de pacificación e institucionalización del Estado posrevolucionario en la década de los años veinte, propició el ejercicio de una política bastante activa y organizada por parte de las mujeres, al tiempo que sentó las bases para la diversificación de posturas ideológicas y políticas en los siguientes años. Es importante destacar que, aun cuando las mujeres no tuvieron derechos políticos –en específico derecho al voto–, al unirse, movilizarse y exigir la modificación legal de su situación, hacían política pues se relacionaban con las esferas de poder y buscaron acomodo por medio de las estructuras institucionales disponibles. Desde los congresos feministas celebrados en Tabasco (1915) y Yucatán (1916–1917), así como las reuniones organizadas entre 1919 y 1925 por el Consejo Feminista Mexicano, se evidenció esta situación. Las mujeres feministas, en general, eran instruidas y se desempeñaban laboralmente como maestras, educadoras, periodistas, médicas, abogadas, profesionistas. Quizá ello les permitió asumir una posición más reflexiva y comprometida de acuerdo con las ideologías políticas imperantes en la época; corrientes de pensamiento que, a su vez, utilizaron para descifrar la situación en que vivían


159

las mexicanas, así como para enfrentar a los gobiernos y exigir determinadas soluciones para resolver dichas problemáticas. De este modo, las mexicanas comprometidas con las demandas feministas fueron afianzando posiciones ideológicas y políticas diversas. En 1925 se llevó a cabo el Primer Congreso de Mujeres de la Raza en el que se trataron temas en torno a problemas sociales, morales, económicos, educativos, sexualidad, divorcio, derechos civiles, políticos, penales, internacionales, derechos de los niños, de las madres, etcétera. Preocupaciones que por su gran amplitud temática brindaron en un primer momento unidad al movimiento feminista. Con todo, los movimientos de mujeres fueron es-

Mujeres de la Casa del Obrero Mundial manifestándose por la igualdad civil y política. © (5884) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

cindiéndose y distinguiéndose conforme a ideologías y perspectivas de reflexión diferenciadas en cuanto a la situación

problemas de las mujeres trabajadoras. Las mujeres comu-

de las mujeres y las propuestas resolutivas de tan variadas

nistas eran básicamente maestras; la relevancia de su par-

problemáticas. Situación que, a la vez, sentaría las bases

ticipación en los movimientos de izquierda lo evidencia la

de negociación por parte de cada grupo con el Estado.

fundadora del Partido Comunista Mexicano (pcm), Refugio

En estos primeros años del feminismo, estudiosas

García, quien era maestra rural, veterana de la Revolución

del tema como Ana Lau Jaiven, establecen que fueron

y muy respetada por los generales Mújica, Treviño, Figue-

fundamentalmente dos las vertientes de feminismo que se

roa, Leyva y Cárdenas.

consolidarían y se enfrentarían entre sí. Las de izquierda

El bando de la derecha moderada–liberal “busca-

(comunistas o socialistas, que podían llegar al radicalismo)

ba igualdad, exaltaba los valores de la libertad y deman-

y las de derecha (que podían ser moderadas–liberales o

daba cambios dentro de los cauces legales, así como la

conservadoras). La primera facción se caracterizó por dar

colaboración en igualdad de condiciones con los varones;

mayor peso a la búsqueda de la igualdad de condiciones

y la otra [la conservadora] daba preeminencia a las mujeres

políticas y sociales en relación con los varones, a los as-

en la sociedad en tanto madres y amas de casa, ya que

pectos económicos de la situación femenina, así como a los

serían quienes implementarían la paz y la concordia”.17 En realidad, las conservadoras estaban más en sintonía con

La relevancia de la participación de las mujeres comunistas en los movimientos de izquierda lo evidencia la fundadora del Partido Comunista Mexicano, Refugio García, maestra rural.

el tipo de sociedad tradicionalista característica en el país. Aun cuando las agrupaciones de mujeres tenían una fuerte

17 Ana Lau Jaiven, “Mujeres, feminismo y sufragio en los años veinte”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910–2010, México, uam –x/ itaca / conacyt / ecosur ,

2011, p. 86.


160

sinarquista mexicano.20 Afirmaba que la “vida moderna carece de ideales y de preocupaciones propiamente femeniles”, de modo que para ella la verdadera misión de la mujer era “hacer un llamado a todas las mujeres que sientan que es necesario que conservemos nuestra feminidad que doctrinas perversas y comunistas nos tratan de robar”.21 Para los años treinta el término feminismo caía en desuso, lo que pudo deberse, en opinión de la historiadora Gabriela Cano, al predominio del lenguaje político marxista que descalificaba al feminismo por considerarlo asunto de mujeres burguesas ajeno a los intereses del proletariaArzobispo José “Mora del Río” junto a mujeres durante el “Primer Congreso de Damas Católicas”, (1922). © (5299) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

presencia de izquierda, no era nada desdeñable la presencia de mujeres organizadas en asociaciones católicas y logias masónicas, como por ejemplo Soledad Orozco (esposa de Manuel Ávila Camacho y militante del Partido Nacional Revolucionario,

pnr),

Margarita Lozano Garza (católica,

aunque progresista) o la profesora María del Carmen Rodríguez (maestra normalista, soltera y jefa de la sección femenina en 1945 de la Unión Nacional Sinarquista, uns).18 En aquella época se consideraba, en términos generales, que la igualdad entre los sexos era “antinatural” e inalcanzable; se asumía que cuando las mujeres luchaban por sus derechos políticos, civiles o sociales, lo que en realidad buscaban era convertirse en “remedos de hombres”.19 Situación que defendían incluso las mujeres inmersas en asociaciones políticas de orden católico o altamente con-

do;22 a lo que debemos sumar la denostación del vocablo por parte de los grupos más conservadores. De una u otra forma, el ser mujer feminista o “liberal” no era en términos generales bien visto. De cualquier modo, los movimientos de mujeres no cejaron sus esfuerzos y orientaron de manera importante su mirada a los sectores populares e incorporaron a sus agendas políticas demandas de campesinas y obreras, algo muy acorde con los intereses del Estado posrevolucionario y establecidos en la Constitución: el trabajo y la tierra. Las confrontaciones ideológicas entre el feminismo de izquierda radical y de derecha (liberal–moderada o conservadora) se evidenció en los años treinta y, más precisamente, durante el cardenismo cuando varias asociaciones de trabajadoras se unieron a las demandas feministas. En esta época el feminismo tuvo una de sus etapas más agitadas, llena de actividad y beligerancia: las mujeres lograron desafiar más

servadoras. Por ejemplo, la joven María del Carmen Hernández firmó un artículo titulado “Feminismo”, publicado en el diario El Sinarquista, órgano difusor del movimiento

20 El movimiento sinarquista mexicano se creó en 1937, en Guanajuato, por Juan Ignacio Padilla y José Antonio Urquiza. Agrupación de ultraderecha que se presentaba como anticomunista, antidemocracia liberal,

18 Roxana Rodríguez Bravo, Mujeres sinarquistas en México. Historia de

nacional–sindicalista, católica y social cristiana.

una militancia católica fémina (1937–1948), tesis de doctorado en histo-

21 Cita tomada de Roxana Rodríguez Bravo, op. cit., pp. 79–80.

ria, México, El Colegio de Michoacán, 2011, p. 115.

22 Gabriela Cano, “Más de un siglo de feminismo en México”, en Debate

19 “El Congreso de Mujeres”, en El Universal, 8 de julio de 1925.

feminista, año 7, vol. 14, 1996, p. 352.


161

Mujeres delP Centro Feminista Casa del Obrero Mundial con estandarte durante manifestación (1920-1924). © (287674) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.


162

y conservadoras), afiliadas al

pnr

y las de

izquierda, afiliadas al pcm.

Las primeras des-

tacaban la importancia de los temas relativos al sufragio femenino y la necesidad de contar con una organización exclusiva de mujeres que mediara con las instancias políticas. Las segundas, en cambio, presentaron tas

propues-

concretas

para

resolver la situación de la mujeres obreras y campesinas. Ambos grupos

Miembros del Frente Único Pro–Derechos de la mujer (1934–1940). © (49490) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

encontraron El Frente Único Pro–Derechos de la Mujer (fupdm, 1935– 1938) aglutinó organizaciones de mujeres con ideologías y políticas diversas; contemplaba reivindicaciones económicas, laborales, salariales, sociales, democráticas y hasta antiimperialistas. Llegó a tener cincuenta mil afiliadas. frontalmente al Estado, se engancharon con los discursos de justicia social y se demostró que las mexicanas eran importante capital político para los grupos en el poder. En 1931, 1933 y 1934 se llevaron a cabo tres Congresos Nacionales de Obreras y Campesinas. Se discutieron temas en torno a las cooperativas de producción en el campo, licencias por maternidad, beneficios del reparto agrario para mujeres, así como los salarios mínimos en la industria y en el trabajo doméstico. En este espacio quedó clara la postura de las mujeres de derecha (moderadas–liberales

dificulta-

des para darle cauce al movimiento feminista. Las penerristas consideraban que sólo debían crearse asociaciones femeninas desligadas de los hombres porque creían que sólo las mujeres conocían bien sus problemas; en cambio, las comunistas sí apoyaban las asociaciones y sindicatos mixtos, y confiaban en la cooperación masculina para alcanzar sus metas, sobre todo si los varones estaban integrados a esferas de poder. Esto último se evidencia en el Congreso contra la Prostitución celebrado en 1934, en el que las comunistas planteaban la necesidad de que el oficio fuera reconocido moralmente para que las prostitutas recibieran un trato digno, así como horarios de servicio. Este álgido tema provocó que las penerristas abandonaran el congreso, pues hacían


163

hincapié en los aspectos morales y culturales, apostando

Dicha situación de desencuentros dentro del mo-

por la eliminación completa del oficio a partir del “esta-

vimiento feminista tomaría un cauce distinto durante el car-

blecimiento de un criterio moral igualitario para hombres

denismo, sexenio en el que a pesar de las diferencias entre

y mujeres, la coeducación y la responsabilidad sexual de

las facciones de derecha y de izquierda, ambos grupos

ambos sexos”.23 En cambio, el ala izquierda consideraba

sumaron esfuerzos para conformar el Frente Único Pro–De-

que ello no sucedería en tanto no se atacara el origen social

rechos de la Mujer (fupdm, 1935–1938). Esta agrupación se

del problema: la miseria y la desigualdad económica entre

caracterizó por la inclusión de distintas organizaciones de

clases y sexos.

mujeres, con ideologías y políticas diversas; llegó a tener

Las comunistas consideraban que las posturas de

cincuenta mil afiliadas y ochocientas organizaciones políti-

las penerristas atentaban contra el movimiento femenil. Cier-

cas y asociaciones culturales de mujeres de distinta compo-

tamente, las mujeres vinculadas al partido oficial se identifi-

sición social, procedencia regional y filiación política. Éste fue un gran esfuerzo que dio unicidad al

caban de manera importante con las posturas del partido, y en la era cardenista con la política de masas del presidente.

movimiento de mujeres, no obstante la creación del

Las comunistas aseguraban que:

no significó que las discrepancias desaparecieran. Por otro

fupdm

lado, aunque el programa de lucha era tan amplio, siempre

[…] el pnr empieza a poner en práctica su maniobra para controlar a la mujer […]. La maniobra es bien clara. Al participar la mujer trabajadora de Veracruz en las elecciones internas del pnr (partido de burgueses y terratenientes del país, fieles servidores del imperialismo yanqui) para elegir los funcionarios municipales, tácitamente se convierten en miembros de ese partido […]. El voto debemos arrancarlo no por concesión del partido de nuestros explotadores, sino a base de lucha, ligando nuestras demandas económicas y políticas de los trabajadores en general.24

hubo puntos en los que la mayoría se mostró de acuerdo, recuerda Adelina Zendejas (militante del maestra):

25

pcm,

periodista y

“¿quién iba a estar en contra de la lucha por

abaratar la vida, contra la instalación de servicios médico– asistenciales que le dieran atención a la maternidad, contra el principio de a trabajo igual salario igual? Eso importaba a todas: católicas, protestantes, comunistas”.26 El

fupdm

contemplaba reivindicaciones económicas, laborales, salariales, sociales, democráticas y hasta antiimperialistas. Las mujeres exigieron, por ejemplo, disminuir los costos de los artículos de primera necesidad, aumentar los sueldos y salarios de las mujeres trabajadoras, limitar la jornada laboral a ocho horas, rebajar las rentas de las casas habitación y, por supuesto, obtener el derecho al voto.

Las confrontaciones ideológicas entre el feminismo de izquierda radical y de derecha se evidenció en los años treinta. Las mujeres de derecha destacaban la importancia del sufragio femenino. Las de izquierda presentaban propuestas concretas para resolver la situación de la mujeres obreras y campesinas.

24 Cita tomada de Esperanza Tuñón, “El Frente Único Pro-Derechos de la Mujer durante el cardenismo”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910–2010, México, uam –x/ itaca / conacyt / ecosur , 2011, p. 102. 25 Ibid.

23 Ibid.

26 Esperanza Tuñón, “El Frente Único…”, op. cit., p. 107.


164

Pero no todo era miel sobre hojuelas. Si bien las

con el poder político. En este año se llevó a cabo la expro-

facciones buscaron mantener un frente común, los cuestio-

piación petrolera y el partido oficial (pnr) se transformó en

namientos entre los grupos estuvieron latentes. Por ejemplo,

el Partido Mexicano Revolucionario (pmr). De acuerdo con

en torno a la obtención del voto un sector, conformado por

Esperanza Tuñón, estas medidas, máximas expresiones del

mujeres penerristas (liberales y conservadoras) y algunas

cardenismo, lograron la “vinculación [del poder] con las

comunistas, consideraba que cuando las mujeres llegasen

masas y con el control vertical de las mismas”,28 situación

a ocupar puestos políticos deberían desempeñar labores de

que tuvo una repercusión trascendental para el movimiento

índole social más que política. En contraparte, un grupo de

feminista. La expropiación petrolera colocó a las facciones

izquierda más radical, aglutinado en torno a Juana Gutié-

feministas en una posición de inevitable solidaridad con el

rrez de Mendoza, Concha Michel, Sara y Virginia Godínez

entonces presidente Lázaro Cárdenas (1934–1940), en “un

y Aurora Reyes, sostenía que era fundamental cuestionar si

pacto político establecido con el Estado”.29 Esta situación,

el voto en manos de las mexicanas no se convertiría en un

en contraparte, abrió cauce a la iniciativa presidencial de

medio eficaz al servicio del poder político para la designa-

otorgar a las mujeres derechos políticos. Asimismo, permitió al integrar

ción de funcionarios preestablecidos. Para ellas, la raíz de

la cooptación de una parte importante del

fondo de la problemática residía en la necesidad de romper

a diversos grupos feministas oficialmente al nuevo partido.

con la situación de desventaja en que vivían las mexicanas,

Así, los movimientos de mujeres terminaron alineándose a

lo que había sido implementado por el patriarcado y la

las políticas establecidas por el partido y perdieron toda

existencia de las clases sociales.

27

Cabe destacar que el desarrollo del feminismo tuvo un viraje importante en 1938, año que marca una

beligerancia: “la forma de controlar a las mujeres fue incorporarlas a cada sector”, aseguraba la maestra y feminista Adelina Zendejas.30 Para la campaña presidencial de Manuel Ávila Ca-

coyuntura en la relación de las agrupaciones de mujeres

macho (1940–1946), el

La expropiación petrolera solidarizó a las facciones feministas con el presidente Cárdenas y abrió cauce a la iniciativa presidencial de otorgarles derechos políticos. En 1937 el fupdm demandó abiertamente al presidente el derecho al sufragio.

fupdm

avaló las posturas conserva-

doras que el candidato expresó respecto a las mujeres. Por su parte, los sectores de la sociedad que desconfiaban de las políticas socialistas de la administración cardenista, encontraron en el nuevo presidente un aliado, sobre todo tras haberse declarado católico creyente. Así, se implementaba una política de conciliación con la Iglesia católica y varias agrupaciones de derecha; ello cimentó una atmósfera de conservadurismo y reedificación de los valores tradicionales que promovían a las familias como base de la sociedad. En este marco, la política de Unidad Nacional (implementada

28 Ibid., pp. 118–119. 29 Ibid., p. 120. 27 Ibid., p. 114.

fupdm

30 Idem.


165

por el nuevo presidente para dirimir los conflictos entre grupos políticos nacionales en el marco de una posible amenaza militar venida del exterior a raíz la guerra en Europa) abarcaba también, a decir de la historiadora Martha Eva Rocha, la defensa de la familia y de la mujer como eje del hogar.31 Desde su campaña presidencial, el sucesor de Cárdenas consignó su postura frente a la maternidad en lo que Excélsior tituló “Bello elogio a la madre”:

La madre mexicana, la madre humilde del pueblo, vive Madres tomando clase de primaria (ca. 1940). © (463115) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico. frecuentemente entre nosotros sometida a los más duros no debe estar tan desamparada. […Por ello se abandonos, a las más tristes condiciones […] una comprometía a] organizar una campaña de veneración, civilización se caracteriza por la protección que la de respeto a la madre.32 comunidad extiende sobre los seres débiles, y la mujer Ávila Camacho evidenciaba en este discurso que es la medida de esa debilidad. Sobre todo la mujer en para él las mujeres eran intrínsecamente débiles, que su misión de maternidad y educación de la raza en un tenían el cometido “natural” de ser madres y que, en todo estado bien organizado, una mujer en camino a ser caso, las desavenencias que pudieran enfrentar socialmente madre y en el desempeño de sus funciones maternales, se debían a abandonos y desamparos por parte de sus

familias. Esta postura se contraponía, sin duda, a los 31 Martha Eva Rocha, “Las mexicanas en el siglo XX”, en Blanco Figueroa Francisco (director), Mujeres mexicanas del siglo XX, la otra revolución,

planteamientos de las agrupaciones progresistas referentes a la adquisición de derechos y a la conformación de otros

México, Editorial Edicol, 2001, pp. 124–125. Si bien desde el Porfiriato

espacios de participación social para el sexo femenino.

se había procurado consolidar el papel femenino dentro del hogar, para el

Asimismo, muestra que el Estado posrevolucionario se

siglo xx las políticas estatales de protección a la familia debían enfrentar una serie de cambios sociales que posibilitaban la realización de la mujer en espacios distintos a los domésticos. En este sentido, para el estado posrevolucionario la familia constituyó un puntal fundamental de la estructura

32 “Bello elogio a la madre”, Excélsior, 12 de mayo de 1940, 1ª secc.,

social que debía fortalecerse.

pp. 1 y 14.


166

planteaba la posibilidad de otorgar a las mujeres una mejor situación social, sólo que a través de su expresa protección y ayuda para que cumplieran su misión de madres. De esta suerte, el nuevo mandatario dejaba claro cuál debía ser el rol de las mexicanas en la nueva época que vivía el país: estar al margen de los acontecimientos públicos y abocarse preferentemente al hogar y a la procreación. Esto es muestra de la fehaciente politización de la madre promovida por los gobiernos posrevolucionarios. En este escenario, y conforme avanzaba la década de los años cuarenta, la actividad política de las mujeres fue perdiendo fuerza e interés. Si bien el presidente Ávila Camacho no antagonizó frontalmente con el movimiento feminista, lo cierto es que el

fupdm

ya había perdido por

completo visibilidad e importancia: apenas se mencionaban de vez en cuando sus inquietudes políticas y sus demandas se centraron en programas de tipo social. Ya en el marco de la Segunda Guerra Mundial, las comunistas impulsaron dos organizaciones: el Comité Coordinador para la Defensa de la Patria (1941) y el Bloque de Mujeres Revolucionarias (1943), instancia dependiente del partido oficial.33 Para entonces, ya se hizo muy difícil para las fe-

En el marco de la Segunda Guerra Mundial, las comunistas impulsaron dos organizaciones: el Comité Coordinador para la Defensa de la Patria y el Bloque de Mujeres Revolucionarias.

ministas, así como para las mujeres de diversos sectores, reagruparse en un movimiento social específico. Así, a lo largo de los años cuarenta y hasta la obtención del voto en 1953, podemos afirmar que los movimientos feministas, al ser cooptados y verse afectados por la situación política nacional e internacional, fueron canibalizados; no obstante, la marxista Concha Michel34 comentó que a pesar de ello, “nuestra lucha tuvo resultados en la conciencia y allí no la destruye nadie. Esta lucha seguirá”.35 34 Concha Michel fue folklorista, cantante de canciones populares, perteneció al pc . Conoció a Alejandra Kollontai cuando ésta era embajadora 33 Carmen Ramos, “La participación política de la mujer en México: del

de la urss en México, por lo que Michel dio recitales en la embajada

fusil al voto 1915–1955”, en Boletín Americanista, Universidad de Barce-

soviética.

lona, núm. 44, 1994, pp. 186–172.

35 Esperanza Tuñón, “El Frente Único…”, op. cit., p. 123.


167

La lucha por los derechos políticos A pesar de la existencia de posturas ideológicas a veces antagónicas, la obtención del voto era el tema prioritario para las diferentes facciones feministas. Las sufragistas, sin importar su filiación ideológica, estaban conformadas de manera importante, como hemos comentado, por mujeres instruidas; ello a la postre posibilitó el enriquecimiento de las discusiones, así como encuentros y desencuentros. Una discrepancia importante al interior del

fupdm

se dio cuando Lázaro Cárdenas expresó su apoyo en 1937 a la aprobación del sufragio en el marco de un ambiente político caldeado por las posturas socialistas gubernamentales, las cuales eran francamente rechazadas por los sectores conservadores y empresariales; de modo que las demandas feministas respecto al voto entraron en controversia. Un sector del

fupdm

promovía de manera fehaciente el derecho

al voto pues ello suponía el medio para alcanzar otras demandas del programa del Frente.36 En cambio, otro sector (incluidas algunas radicales de la izquierda) cuestionó la eficacia del sufragio femenino pues creían que ya por falta de educación o por inclinaciones religiosas las mujeres no estaban preparadas para votar y podían utilizar este derecho como un instrumento al servicio de los intereses establecidos antes que por convicción y conocimiento político. 36 Ciertamente, el feminismo liberal fue esencial en la conquista de

Sra. Margarita Robles de Mendoza, sosteniendo un cartel en la espalda (1934–1940). © (49494) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

Durante el sexenio de Lázaro Cárdenas la Cámara de Diputados aprobó los derechos políticos de las mujeres; sin embargo nunca se publicó la reforma constitucional en el Diario Oficial. De cualquier modo, en 1937 el

fupdm

demandó

derechos políticos, como se verá en el siguiente capítulo, ya que desde

abiertamente a Cárdenas el derecho al sufragio. La res-

su perspectiva consideraban que la obtención del sufragio brindaría a

puesta del mandatario no se hizo esperar y fue de absoluto

las mexicanas la posibilidad de intervenir en diversos asuntos públicos y,

apoyo; se envió al senado un proyecto de reforma constitu-

en consecuencia, en la futura aprobación de leyes que favorecieran sus reivindicaciones.

cional para modificar la definición de ciudadanía de forma


168

conservador.38 Durante su gobierno Cárdenas debió enfrentar diversos conflictos, a veces violentos, a causa de la puesta en práctica de políticas democráticas, liberales o socialistas, consideradas decadentes por diversas organizaciones católicas, moderadas y extremas, como la Unión Nacional de Padres de Familia, la Asociación Nacional Pro– Libertad de Enseñanza, la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos, la Confederación de Clases Medias y la Unión Nacional Sinarquista, las cuales agrupaban en sus bases a un importante número de mujeres.39 Así, por ejemplo, en 1934, con la puesta en marcha de la educación socialista, Mujer deposita su voto durante una elección presidencial. © (385894) conaculta . inah . sinafo . fn . méxico .

aproximadamente 30 000 mujeres católicas se manifestaron abiertamente en contra del gobierno cardenista.40

El 17 de octubre de 1953 se publicó en el Diario Oficial el decreto referente al sufragio pleno para las mexicanas. que incluyese a las mujeres para que pudieran votar y ser votadas, pero aun cuando fue aprobada no llegó a implementarse. Al año siguiente, tras quejas y enfrentamientos del Frente con el Estado, la Cámara de Diputados aprobó los derechos políticos de las mujeres; sin embargo, tampoco se pusieron en práctica pues nunca se publicó la reforma constitucional en el Diario Oficial.37 Varios trabajos historiográficos han argumentado que la omisión se debió a que las élites en el gobierno, en efecto, llegaron a temer que las mujeres inclinaran su voto hacia la derecha y favorecieran a un partido político

Ávila Camacho, dado el contexto bélico internacio-

nal y su filiación con los sectores religiosos y conservadores, logró evadir las demandas por el sufragio. Por su parte, su sucesor Miguel Alemán (1946–1952) tras recibir el apoyo de las mujeres organizadas durante su campaña, al tomar la presidencia promovió la participación política femenina limitada al municipio bajo el argumento de que éste era una extensión de lo doméstico.41 El proceso de reestructuración del partido oficial, que tenía como lema en 1946 “Democracia y justicia social”, permitió la integración de un sector femenil en el Comité Ejecutivo Nacional del nuevo partido: Partido Revolucionario Institucional (pri). Sin embargo, aunque las mujeres comenzaron a intervenir de manera más abierta en los asuntos políticos, seguía sosteniéndose la idea de que ellas eran, antes que nada, seres domésticos. 38 Véase Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), op. cit.; Enriqueta Tuñón, ¡Por fin.. ya podemos…, op. cit.; Gabriela Cano, “Revolución, feminismo y ciudadanía en México, 1915–1940” en Duby, Georges y Perrot, Michelle (dirs.), Historia de las mujeres, vol. V, Taurus,

37 Enriqueta Tuñón, “La lucha política de la mujer mexicana por el dere-

Madrid, 2000.

cho al sufragio y sus repercusiones”, en Carmen Ramos Escandón (comp.),

39 Esperanza Tuñón, “El Frente Único…”, op. cit., p. 123.

Presencia y transparencia: la mujer en la historia de México, México:

40 Anna Macías, Contra viento…, op. cit., p. 173.

colmex , 1987, pp. 185–187.

41 Esperanza Tuñón, “El Frente Único …”, op. cit., p. 101.


169

Considerando que, a partir de la Revolución y consciente de su alta misión en las vicisitudes de nuestras luchas libertarias, la mujer ha logrado obtener una preparación cultural, política y económica, similar a la del hombre, que la capacita para tener una eficaz y activa participación en los destinos de México. Considerando que siempre he abrigado la convicción de que la mujer mexicana, ejemplo de abnegación, de trabajo y de moral, debe recibir estímulo y ayuda para su participación creciente en la vida política del país.44

Al llegar Adolfo Ruiz Cortines (1952–1958) a la

presidencia, debió enfrentar los saldos del alemanismo: desprestigio de las élites gobernantes por la descarada corrupción y el encarecimiento del costo de vida, lo que dificultaba el control de las organizaciones de trabajadores y ponía en peligro los avances de la industrialización.42 Entre sus estrategias para proyectar una actitud progresista y honesta promovió inmediatamente una reforma constitucional para otorgar plenitud de derechos políticos a las mujeres.43 Así, el artículo 34 se modificó de tal suerte que “son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos…”. Finalmente, el 17 de octubre de 1953 se publicó en el Diario Oficial el decreto referente al sufragio pleno para las mexicanas. En el discurso correspondiente, el presidente enfatizó la abnegación como el rasgo fundamental del ser mujer y su importancia como responsable moral de la familia; para el mandatario, eran estas características las que le merecían adentrarse en la vida política, pero con la vigilancia, orientación y los estímulos adecuados de la sociedad en general:

Considerando que la mujer mexicana, generosa y desinteresadamente ha prestado su valiosa aportación a las causas más nobles, compartiendo peligros y responsabilidades con el hombre, alentándolo en sus empresas, e inculcando en sus hijos los principios morales que han sido un firme sostén de la familia mexicana.

No hay ningún argumento en la exposición del

mandatario donde se refiera a los derechos inherentes de las mujeres como ciudadanos participantes en la vida política y cívica, y tampoco hace referencia alguna a la inequidad democrática en que vivían las mexicanas. Juan José Rodríguez Prats, biógrafo de Ruiz Cortines, narra que cuando los sectores del partido en el Estado de Chiapas se pronunciaron por Efraín Aranda Osorio, hubo algunas inconformidades. Entonces en algún evento al que asistía Don Adolfo una chiapaneca lo aborda y le reclama por qué designaron a Aranda Osorio… y Don Adolfo ni siquiera busca explicación […] le dice “claro, lo designamos porque si dejamos que ustedes lo elijan se agarran de las greñas”.45

La iniciativa del voto femenino fue más bien un

movimiento político –antes que democrático– del que las mujeres no obtuvieron avances reales en ese momento; en

42 Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, Historia de la Revolución

44 Adolfo Ruiz Cortines, “Iniciativa de reformas a la constitución para

Mexicana: el afianzamiento de la estabilidad política, vol. 22, México,

otorgar el voto a la mujer”, en Los presidentes de México ante la Nación,

colmex , 1978, p. 13.

1821–1966, vol. v , México, Cámara de Diputados, 1966, p. 863. Las

43 Con la reforma del artículo 34 se otorgaba plenitud de derechos ciu-

cursivas son mías.

dadanos a las mexicanas y, en consecuencia, se derogaba la adición al

45 Enrique Krauze (productor) y Eduardo Herrera (realizador), “Adolfo

artículo 115, fracción I, relativa al voto femenino en elecciones municipa-

Ruiz Cortines”, video documental México siglo XX: los sexenios, vol.

les (aprobada el 31 de diciembre de 1946).

México, Editorial Clío, 1998, min 17’23.

xi ,


170

la práctica se mantenía la convicción de que ellas se desempeñaban mejor en el hogar y no fuera de ahí, pues se insistía en que las mujeres debían asumir esta responsabilidad con sumo cuidado para que no perdieran su feminidad ni olvidaran su papel tradicional de esposa y madre. El

pri

Mujeres en los partidos políticos

pretendía modernizar su imagen y la de los gobiernos revolucionarios, y aprovechó el momento para integrar la fuerza política que las mexicanas representaban.

La participación de las mujeres al interior de los partidos políticos, antes de que en 1946 se aprobara la adición al artículo 115 en el que se les reconocía el derecho de votar y ser votadas en elecciones municipales, se resumía en apoyar las campañas políticas de los diversos candidatos, promover los ideales del partido que representaban y atraer nuevos adeptos. Sin embargo, dentro de las filas del el

pnr–prm–pri

pcm,

y el Partido Acción Nacional (pan, fundado

en 1939) hubo mujeres que ocuparon importantes cargos, incluso algunas se lanzaron como candidatas a puestos de elección popular. Las mujeres de izquierda solían estar afiliadas al

La iniciativa del voto femenino fue más bien un movimiento político –antes que democrático– del que las mujeres no obtuvieron avances reales en ese momento.

pcm;

en su mayoría eran maestras que habían tenido cierta

participación durante la Revolución. Aunque conformaban un grupo importante hay pocas fuentes que muestren su actividad dentro de los partidos políticos. Otra mujer destacada del

pcm

fue María del Refugio García, quien tuvo la

iniciativa de crear el fupdm, y en 1937 lanzó su candidatura para ocupar una diputación en el estado de Michoacán con el apoyo del El

pnr,

pcm

sin que fuera reconocido su triunfo.

fue un partido que, a pesar de su ardua

lucha durante las primeras décadas después de la lucha revolucionaria y su cercanía con las estructuras de poder durante el cardenismo, no consiguió consolidarse como partido importante. En realidad, estuvo bastante alejado de la escena política y no logró ser un verdadero partido de oposición. Por otro lado, el conservadurismo vigente en el país dio cabida políticamente a las mujeres que se insertaban al

pnr–prm–pri

o al

pan.

Ello dificultó la integración de


171

las mujeres comunistas a las esferas de poder, incluso a las mismas estructuras fragmentadas del partido. Por ejemplo, en la Legislatura xlv (1961–1964), Guadalupe Rivera Marín (hija de Diego Rivera, cofundador del

pcm,

y de Guadalupe

Marín Preciado) fue diputada tras afiliarse al

pri.

En cambio, las mujeres en el partido oficial encontraron mayores oportunidades para ser escuchadas y buscar influir en las políticas relativas a la situación de las mexicanas. En 1934, durante la campaña presidencial de Lázaro Cárdenas, fue instaurado formalmente el Sector Femenil del

pnr

que tuvo como primera dirigente a la maestra

Edelmira Rojas Vda. de Escudero, quien logró congregar a un gran grupo de obreras, ejidatarias, profesionistas, locatarias y estudiantes; grupo importante de mujeres que trabajaron en apoyo a la candidatura de Lázaro Cárdenas a la presidencia.46 Una figura femenina relevante dentro de las filas de pnr

fue Soledad Orozco de Ávila. En 1937 el partido, con

apoyo del

fupdm,

la lanzó como candidata a diputada al

congreso del estado de Guanajuato por el distrito de León. La junta declaró la victoria de la candidata con 13 282 votos a favor; sin embargo, su triunfo no fue reconocido bajo el argumento de que las leyes no permitían a las mujeres ocupar cargos de elección popular. Dentro de su plataforma política Orozco incluía hacer efectivo el pago del salario mínimo a las trabajadoras, instalar casas de cuna, distribuir desayunos gratuitos para todos los niños del estado y crear cooperativas para disolver los monopolios que se habían creado en torno a los productos de primera necesidad. Ese mismo año, el

fupdm

también nombró a María del Refugio

García (miembro del

pcm)

como candidata a ocupar una

curul en la Cámara de Diputados por Uruapan, Michoacán;

La Sra. Ávila Camacho durante su visita a la Villa Olímpica Femenil (18 de noviembre 1841). Archivo General de la Nación, Archivo fotográfico Díaz, Delgado y García, caja 73/8.

pero el Comité Electoral de la Cámara de Diputados se negó a darle el triunfo que supuestamente obtuvo en los comicios. Podemos interpretar estos acontecimientos, más que como una derrota de los movimientos feministas, como una forma de manifestar, por un lado, la capacidad de las mujeres para participar en las estructuras políticas y de gobierno; y, por otro, para evidenciar las incongruencias del Estado posrevolucionario, el cual, a pesar de abanderar el lema de la justicia social para todos los sectores de la sociedad, mantenía a las mexicanas al margen de las estructuras políticas y de gobierno. Con el cambio del

pnr

al

prm,

en 1940, se recibie-

ron afiliaciones de mujeres provenientes de las principales organizaciones de los diversos sectores que conformaban la población como la Confederación de Trabajadores Mexicanos (ctm), Confederación Nacional de Organizaciones Po-

46 Véase Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, “Participación femenina en los partidos políticos mexicanos. El caso de las mujeres en el PRI”, tesis de maestría en Sociología Política, México, Instituto Mora, 1996.

pulares (cnop), Confederación Nacional Campesina (cnc) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación


172

(snte). Todas estas organizaciones contaban con sectores

directora del sector femenil. Había participado dentro del de Nuevo

femeniles que optaron por unirse al partido, con lo cual

partido como Secretaria Femenil de la

podrían tener más peso dentro de las estructuras de go-

León en 1949, y había ocupado un cargo en el Comité

bierno. Entre las dirigentes que impulsaron dicha alianza

Ejecutivo Nacional del partido por el sector popular. Así,

se encontraba la abogada María Lavalle Urbina, Dolores

en la Legislatura

Blanco Arvizu, Guadalupe Martínez de Hernández Loza

diputada federal en México, por el territorio de Baja Califor-

(representante de las obreras), Aurora Esquerro y Fidelia

nia: Aurora Jiménez de Palacios. En la siguiente Legislatura

Brindis; este grupo de mujeres, ya insertas en el partido,

(1955–1958) fueron cuatro: Marcelina Galindo Arce (Chia-

orientaron sus esfuerzos en apoyo al candidato presidencial Manuel Ávila Camacho.47 Al mismo tiempo crearon un plan de trabajo que tenía como principales objetivos la igualdad de derechos para hombres y mujeres; mayores oportunidades de preparación para las mujeres; su acceso a puestos públicos; y, finalmente, la elevación en todos los órdenes de la mujer y la familia. En enero de 1946, el

pmr

En la Legislatura xlii (1952–1955), el pri colocó la primera diputada federal en México, por el territorio de Baja California: Aurora Jiménez de Palacios.

se

xlii

(1952–1955), el

pri

coloca la primera

pas), María Guadalupe Urzúa F. (Jalisco), Albertina Ezeta Remedios (Estado de México) y Margarita García Flores (Nuevo León). Las primeras senadoras llegaron hasta la siguiente década en la Legislatura

xlvi

y

xlvii

(1964–1970): Ma-

ría Lavalle Urbina (Campeche) y Alicia Arellano Tapia (Sonora). En tanto, mujeres con orientaciones ideológicas más conservadoras encontraron en el

convirtió en el Partido Revolucionario

cnop

pan

un importante

canal de participación que llevó sus

Institucional (pri). A diferencia de sus antecesores, este orga-

experiencias políticas por otro sendero, partiendo de que

nismo reconoció abiertamente la situación de desigualdad

era un partido que estaba lejos de las esferas de influencia

cívica y política en que se encontraban las mexicanas. Al

política, a diferencia del

respecto, uno de sus objetivos fue conseguir la igualdad

conformación del partido, se ofreció a las mujeres un espa-

de derechos políticos para las mujeres en relación con los

cio abierto para luchar en aras del progreso de la Nación

varones; el primer paso fue la adición al artículo 115 cons-

desde una perspectiva conservadora e incluyente.49 En la

titucional, lo que permitió que las mexicanas pudieran votar

asamblea constitutiva del partido, en septiembre de 1939,

y ser votadas a nivel municipal. Así, en opinión de María

participaron de manera activa once mujeres entre las cuales

Antonieta Hidalgo, “muchas mujeres se sentían atraídas por

destacan la madre y la esposa del fundador Manuel Gómez

el partido […], debido a que se sentían incluidas dentro de

Morín, Conchita Morín Vda. de Gómez y Lidia Torres. A

los estatutos promulgados en la conformación del

pri”.

48

pnr–pmr–pri.

Con todo, desde la

su vez acudieron 21 delegaciones de diferentes estados

En 1951, Margarita García Flores fue nombrada

de la República y dos de ellas, Distrito Federal y Toluca,

como la primera

contaban con la participación de mujeres como delegadas

por el Comité Ejecutivo Nacional del

pri

numerarias. 47 Ibid., p. 56. 48 Ibid., p. 64.

49 Ibid., p. 17.


173

Mujeres con orientaciones ideológicas más conservadoras encontraron en el pan un importante canal de participación.

El 16 de noviembre del mismo año se llevó a cabo

la primera asamblea de la Sección Femenina del pan; ahí se le otorgó la presidencia a la señora Amelia de Sordo Noriega y posteriormente a Rosa Yarza de Ayala. La Sección Femenina comenzó a tomar fuerza en diferentes estados del país como Nuevo León, Michoacán, Guerrero, Yucatán, Querétaro, Baja California y Estado de México, entre otros. El 6 de junio la Sección Femenina dio a conocer su programa de trabajo en el cual designaron jefas de grupos y secciones. Las mujeres panistas que participaron en la Asamblea General estaban convencidas de que el trabajo realizado por la Sección Femenina debía “inspirarse siempre

afiliadas, no tenían como principal objetivo, conforme a su plan de trabajo, conseguir el sufragio femenino, como sí sucedía con las militantes liberales del mismo pan o las mujeres izquierdistas del

hizo la siguiente declaración en torno al reconocimiento del voto:

Yo os puedo asegurar que el derecho de votar o ser votadas nos tiene sin cuidado. Porque sabemos que no es el único medio, y ni siquiera para nosotras es uno de los medios principales para obtener la salvación y el engrandecimiento de México […]. ¿He de decir con esto que la mujer mexicana rechaza el derecho del sufragio? No ciertamente: ni lo exige ni lo rechaza.52

sentido y del alcance de la misión de la mujer en la vida de la Nación”.50 En esta asamblea igualmente se sentaron las bases, ideas y principios bajo los cuales las mujeres panistas iban a conducir su esfuerzo y trabajo dentro de dicha sección. La declaración postulaba que:

El trabajo principal de las mujeres dentro del pan era

promover al partido y atraer afiliaciones tanto de hombres como de mujeres, al igual que organizar las secciones femeniles regionales y varias actividades de asistencia social. Las mujeres no militantes del

pan,

es decir, las simplemente

Sin embargo, una vez aprobada la adición al artí-

culo 115, la Sección Femenina del

pan

emprendió la tarea

de empadronar a hombres y mujeres en los lugares donde el partido estuviera establecido; y presentó como candidata a la presidencia municipal de Tacámbaro, Michoacán, a Delfina Botello en octubre de 1947, aunque perdió los comicios. En realidad, faltarían varios años para que llegara la primera alcaldesa panista: Norma Villarreal de Zambrano por el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León (1966–1969).

50 Ibid., p. 21. 51 Idem.

En 1945, en una reunión del partido,

María Ignacia Mejía, partidaria importante en Michoacán,

en el pensamiento que Acción Nacional tiene acerca del

La mujer no puede considerarse ajena a los intereses y problemas nacionales, porque también ella debe reconocer las exigencias impuestas por el Bien Común y porque el verdadero patriotismo –que es ante todo la conciencia del deber para con la Patria y decisión de cumplirlo– no es patrimonio exclusivo del varón.51

pcm.

52 Ibid., p. 28.


174

Las mujeres del pan se caracterizaron por ser perso-

najes activos dentro del partido. Desde su conformación en 1939 desempeñaron cargos en la Sección Femenina. Dentro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido de 1953–1956, Luisa Isabel Salas y Concepción Zambrano fueron las prime-

Mujeres en la actividad política

ras mujeres en formar parte de ese órgano. Sin embargo, en cuanto a cargos de elección popular las mujeres panistas no tuvieron una participación tan activa, sino a partir de los años sesenta en que se registra a la primera diputada federal por el pan, Florentina Villalobos Chaparro (1964–1967); a su vez, la primera diputada local, Soledad Hernández de Pérez Rivas, llegó hasta el periodo 1974–1978. La participación de las mujeres en los partidos políticos fue muy importante pues ayudaron con su trabajo como promotoras de los ideales partidistas, así como con su apoyo a ciertos candidatos, a la consolidación de los mismos. Igualmente sus esfuerzos coadyuvaron para evidenciar inquietudes de las luchas feministas al menos de los sectores liberales y moderados, los cuales a la postre fueron encontrando cauce en las estructuras políticas.

Lázaro Cárdenas habló, durante su campaña presidencial, de integrar a las mujeres al pnr, así como de incorporarlas a la vida política. En enero de 1935, a unos meses de haber asumido la presidencia, designó a Palma Guillén embajadora de México en Colombia (1935–1936); esto convirtió a México en el primer país de América Latina en tener una embajadora. En 1939 Cárdenas nombró a Matilde Rodríguez Cabo titular del Departamento de Previsión Social del Departamento del Distrito Federal, y a Esther Chapa directora del Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español. Ello indica que efectivamente había interés por incluir a las mujeres en su gobierno y por mejorar las condiciones de vida para las mexicanas. Rodríguez Cabo estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Trabajó en el pabellón de niños enfermos del Manicomio General La Castañeda, organizó escuelas para menores infractores, formó parte del fupdm, fue directora de Asistencia Pública y se desempeño como catedrática en la Escuela de Medicina, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, en la Escuela Nacional de Trabajo Social y como Inspectora de la Dirección General de Incorporación y Revalidación de Estudios de la

unam.

53

Su pensamiento

de avanzada se patentiza cuando, junto con la abogada comunista Ofelia Domínguez Navarro, propuso reformas al código penal para despenalizar el aborto cuando fuera perpetrado por motivaciones económicas y sociales. 53 Gregorio Sosenski y Susana Sosenski, “En defensa de los niños y las mujeres: un acercamiento a la vida de la psiquiatra Mathilde Rodríguez Cabo”, en Salud Mental, México, vol. 33, núm.1, enero–febrero de 2010.


175

Por su parte, Esther Chapa estudió medicina, for-

Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias, dos organi-

y se adscribió a la ideología marxista. A

zaciones feministas surgidas a finales de los años veinte.

principios de los cuarenta fungió como jefa de la Academia

El principal objetivo de Ríos Cárdenas y sus colaboradoras

de Ciencias Penales del área de Prevención Social de la

era unir a las mexicanas de todas las clases sociales y ten-

Penitenciaria de Lecumberri. Chapa proponía la creación

dencias ideológicas para formar una organización unifica-

de una cárcel exclusiva para mujeres pues consideraba que

da que presionara al gobierno para reconocer y satisfacer

ello mejoraría las condiciones de vida de las presas. En

sus necesidades y demandas, tal como sucedió con el fupdm.

mó parte del

pcm

1944 se llevó a cabo el Congreso del Vicio, convocado por Ávila Camacho y que tenía la finalidad de elaborar pro-

Con el nombramiento de Palma Guillén como embajadora en Colombia (1935–1936), México se convirtió en el primer país de América Latina en tener una embajadora.

puestas para atacar males sociales como el alcoholismo, la vida nocturna viciosa, la prostitución y la delincuencia, entre otros. En este encuentro Chapa aseguró que la importancia de edificar una prisión exclusiva para reas se centraba en que debían recibir un trato diferenciado para corregir con efectividad sus desvíos, así como para propiciar en ellas el desarrollo de hábitos de trabajo adecuados para su sexo y encaminados a su regeneración.54 Chapa estuvo muy com-

prometida –incluso obsesionada, comenta Enriqueta Tuñón–

ta, apoyaba abiertamente a Francisco Múgica, fue fundadora

con este proyecto hasta su realización. Sin embargo, nunca

del

55

María del Refugio García, mujer marxista y comunisfupdm,

maestra rural, directora de debates de la agrupa-

la primera encargada fue María de

ción de socialistas michoacanos residentes en el D.F., y oficial

Lourdes Ricaud, trabajadora social y exreina de belleza de

tercero en el Departamento de Aprovisionamientos Genera-

llegó a ser directora;

la Facultad de Derecho.

56

les. En 1923 fue jefa de la Comisión de Maestros Misioneros

Entre las mujeres que destacaron en su lucha fe-

Rurales que acudió a Yucatán para estudiar la labor social y

minista y mantuvieron importantes nexos con las esferas

cultural desarrollada por el gobernador Felipe Carrillo Puerto.

de poder podemos citar a María Ríos Cárdenas, quien fue

Participó en la Confederación Revolucionaria Michoacana

una de las principales artífices de los Congresos de Mujeres

del Trabajo. Militó en el Partido Comunista, fue delegada en

Obreras y Campesinas de 1931, 1933 y 1934. Se alió

el Congreso Socialista Femenino realizado en Pátzcuaro en

a las dirigentes del Partido Feminista Revolucionario y del

1934, y compartió nexos con militantes socialistas del pcm. Se desempeñó como educadora y periodista, colaboró de manera regular con artículos en El Machete, órgano del partido co-

54 “Cárcel de Mujeres”, Criminalia. Revista de Sociología Criminal,

munista mexicano. Al igual que varias de sus correligionarias

año X, núm. 8, abril de 1944 (especial Congreso contra el Vicio),

pensaba que la única forma para gestionar la mejoría de los

pp. 471–472. Abordamos más a fondo este Congreso en el capítulo

niveles y condiciones de vida de las mexicanas, era mediante

III.

55 Enriqueta Tuñón, ¡Por fin… ya podemos…, op. cit., pp. 71–73. 56 Gerardo López, “De la cárcel al aula”, en Divulgación uacm , disponible en http://www.uacm.edu.mx/Sedes/AulaLopez/tabid/2836/Default. aspx

canales políticos como las organizaciones de campesinas y las uniones laborales existentes.


176

de la Escuela Normal y de la Escuela Nacional Preparatoria; fue ministra

de

México

en Dinamarca (1938) y representante de la delegación mexicana ante la Liga de las Naciones tiempo

(1939);

después

fue

nombrada Consejera en la Habana por el

presidente

Ávila

Camacho.

Pero la lucha

de las mujeres por la obtención de mejores espacios de desarrollo Miembros del Comité Femenil del PNR. © (230377) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

Diversos son los nombres importantes para los mo-

vimientos de mujeres en este periodo, muchas de ellas emergidas del magisterio; por supuesto, no todas alcanzaron a posicionarse en puestos políticos, lo cual no deja de lado la

y

participación

social y política no se limitó al ámbito de las estructuras de gobierno,

como

tampoco

fue sólo un asunto proyectado desde los feminismos. Los cambios de actitudes y las maneras en que muchas mujeres

relevancia de su participación. Sin duda hacen falta estudios biográficos de muchas de ellas para recuperar, además de sus biografías, un aspecto fundamental de la historia de México y sus mujeres. Vale la pena destacar algunos nombres más: Consuelo Uranga, esposa del comunista Valentín Campa, profesora de una escuela normal de Chihuahua y delegada comunista en el Congreso de Mujeres Obreras y Campesinas. Edelmira Rojas viuda de Escudero fue la primera dirigente del sector femenil del

pnr

en 1934. Palma Guillén

fue profesora normalista, doctora en psicología. Profesora

Matilde Rodríguez Cabo tomó posesión como titular del Departamento de Previsión Social del Departamento del Distrito Federal, y Esther Chapa como directora del Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español.


177

Mujeres en la educación y la cultura se desenvolvían en su vida cotidiana, la modificación de

Los procesos de modernización del siglo xx coadyuvaron

conductas, la búsqueda de mejores oportunidades dentro

a promover la educación media y superior para todos los

y fuera del hogar, fue un fenómeno igualmente relevante

mexicanos bajo el fundamento de que, a través de la pre-

que, a la par de las exigencias y negociaciones más fron-

paración técnica y profesional, se fortalecerían los nuevos

tales de las agrupaciones de mujeres, permitió a la postre

espacios laborales más orientados hacia la industria y los

ir modificando, aunque lentamente, estructuras patriarcales

servicios. La reducción del analfabetismo, el aumento en los

que confinaban a las mexicanas simbólicamente al espacio

índices de escolaridad y el incremento de las aulas univer-

doméstico.

sitarias benefició también a las mujeres. Su incorporación a la educación superior les permitía especializarse para integrarse al mundo laboral, particularmente en la administración pública, el magisterio y la vida académica y cultural. Desde finales del siglo cadas del

xx,

xviii

hasta las primeras dé-

la educación femenina estuvo pensada en fun-

ción de hacer mejores madres y esposas; era un adorno de la feminidad. Para el siglo

xx,

la educación tenía la función

social de mejorar las habilidades femeninas respecto a la maternidad. De acuerdo con la historiadora Asunción Lavrín, el papel más significativo de la educación femenina se dio en razón de la conciencia propia que impulsó a algunas mujeres a modificar sus roles sociales.57

Para la década de los años treinta, el hecho de

que las universidades comenzaran a tener mayor asistencia de mujeres, posibilitó abrir un foro, aunque limitado, donde se escuchaban voces femeninas hablando sobre sí mismas. En primer lugar, este espacio se convertía en un terreno de negociación de poder social menos desigual entre los sexos, 57 Asunción Lavrín (comp.), “Introducción”, en Las mujeres latinoamericanas, perspectivas históricas, México: fce , 1978, p. 21.


178

que consentía la participación de las mujeres en la construc-

ción de la normatividad de lo femenino y les permitía hacer

gobiernos de Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines repre-

frente a los discursos que las colocaban en situación de

sentó entre 10 y 14% del presupuesto federal.58 La cons-

inferioridad, al tiempo que les brindaba herramientas para

trucción de la Ciudad Universitaria (1951–1952) fue una

encarar a los grupos en el poder que restringían sus dere-

obra de gran envergadura urbanística, que se erigía como

chos políticos y sociales. En segundo lugar, la posibilidad

un “monumento que el primer gobierno de universitarios se

de cuestionar los esquemas de género facilitaba a las muje-

levantaba a sí mismo”.59 La educación superior se impulsó

res una interpretación distinta y más autónoma, lo que iba

de manera notable ya que se necesitaban técnicos y profe-

minando los discursos oficiales sobre su sexo. En tercero,

sionales preparados para realizar los proyectos industriales

este proceso de autoafirmación colocaba a las mujeres en

para el desarrollo y crecimiento del país. En 1950, había

una situación política distinta: gracias a una presencia pú-

24 929 alumnos inscritos en la Universidad Nacional Autó-

blica diferente –y más visible– fueron adquiriendo un mayor

noma de México (unam) y 13 480 en el Instituto Politécnico

control sobre su entorno y más poder social, lo que permitía

Nacional (ipn).60 Este fenómeno incluía al sexo femenino; no

su paulatina inclusión en los asuntos sociales y culturales.

obstante, la cantidad de mujeres marginadas de la educa-

En México la inversión en educación durante los

ción era todavía muy alta: había 13 094 082 mexicanas, de las cuales 23.4% eran analfabetas y sólo .035% estaban inscritas en la

AÑOS

unam.

61

HOMBRES

MUJERES

TOTAL DE ALFABETOS

HOMBRES

MUJERES

TOTAL DE ANALFABETOS

ALFABETOS

ALFABETAS

AMBOS SEXOS

ANALFABETOS

ANALFABETAS

AMBOS SEXOS

1900

1 277 203

908 558

2 185 761

3 377 643

3 908 438

7 286 081

1910

1 680 918

1 311 108

2 992 026

3 408 029

4 057 385

7 465 414

1920

1 878 434

1 686 333

3 564 767

3 195 842

3 778 013

6 973 855

1930

2 460 614

2 064 421

4 525 035

3 100 946

3 861 571

6 962 517

60 nafinsa , 50 años… op. cit., pp. 320–321. 61 La disparidad en las cifras era parecida en la población masculina, pero no tan brutal como en la femenina respecto de la educación superior; 58 nafinsa , 50 años de Revolución Mexicana en cifras, México: Presi-

19.10% de los mexicanos eran analfabetas y .16% estaban inscritos en

dencia de la República/nafinsa , 1963, pp. 318–320.

la unam . Secretaría de Economía, Séptimo censo general de población,

59 Enrique Krauze (productor) y León Sermet (realizador), “Miguel Alemán

México, 1953. p. 83; unam , Anuario estadístico, 1959, México: unam

Valdés”, video documental México siglo XX: los sexenios, vol. x , México:

(Secretaría General, Departamento de estadística), 1959, pp. 129 y 132.

Editorial Clío, 1998, min 18’05.

Los porcentajes respecto al estudiantado son míos.


179

Para la década de los cincuenta, la matrícula

femenina disminuyó dramáticamente. La Escuela de Altos Estudios, inaugurada en 1910, abrió las puertas de la educación superior para las mujeres. En 1924, se convirtió en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1926, su población femenina era de 78%;62 sin embargo, para 1958 el porcentaje se redujo a 16.23% del total de inscritos:63

AÑOS

Total Inscritos unam

Hombres

Mujeres

% Mujeres

1945

23 300

18 193

5 107

21.91

1950

24 929

20 374

4 555

18.27

1955

37 094

30 948

6 146

16.56

1958

43 924

36 791

7 133

16.23

Un grupo de alumnos de la Academia Moderna Comercial Pitman (23 de mayo 1940). Archivo General de la Nación, Colección fotográfica de la Presidencia de la República, Manuel Ávila Camacho, expediente 120/416.

Entre 1928 y 1954 sólo quince mujeres obtuvieron

el grado de maestras en historia, letras o filosofía, y tres el de doctoras (entre ellas se encuentran Rosario Castellanos, Luz Vera, Concha Meléndez, Eulalia Guzmán y Soledad Anaya Solórzano).64 Asimismo, como señala el siguiente cuadro, decaía el porcentaje de mujeres que obtenían títulos universitarios:65

AÑOS

Títulos unam

Hombres

Mujeres

% Mujeres

1945

900

709

191

27.22

1950

1 167

939

228

19.53

1955

1 531

1 241

290

18.94

1957

1 503

1 203

300

19.96

62 Lucrecia Infante Vargas, “Por nuestro género hablará el espíritu: las mujeres en la unam ”, en Francisco Blanco Figueroa (director) Mujeres

mexicanas del siglo xx , t. III, México: Editorial Edicol/ uam / ipn / unam / uaemex / uanl / uaem / uacd , 2001, pp. 79–80.

64 Lucrecia Infante Vargas, op. cit., p. 80, nota al pie 11.

63 unam , Anuario…, op. cit., pp. 7, 12 y 22. Los porcentajes son míos.

65 unam , Anuario…, op. cit., pp. 127 y 133. Los porcentajes son míos.


180

Ello se debía con toda seguridad a los discursos normativos de corte conservador y tradicionalista, lo cuales insistían en que las mujeres debían realizarse prioritariamente en el hogar, antes que en el terreno profesional. Además, el control del ámbito educativo estaba en manos de varones que no aceptaban fácilmente la participación femenina. Por ejemplo, ninguno de los intelectuales del Ateneo de la Juventud, eligió como esposa a una mujer dedicada a la vida cultural, ni fomentó el desarrollo intelectual de sus hijas.66 Clementina Díaz y de Ovando, historiadora y primera mujer que formó parte de la Junta de Gobierno de la

unam,

cuenta que no se veía bien a las mujeres que estaban en la Universidad: “en 1943 entré al Instituto de Investigaciones Estéticas […] el maestro Justino Fernández durante mucho tiempo no contestó a mis saludos, hasta que un día leyó un artículo mío en los Anales […]. Entonces, se me acercó y me dijo: ‘no es usted aviadora, la invito a comer’”.67 Medicina o enfermería y las disciplinas humanísti-

UNAM. Archivo fotográfico del CEMOS. II. Mítines, marchas y manifestaciones. Serie 6. Movimientos estudiantiles. Subserie 4. Estudiantes UNAM, caja 104.

cas (filosofía, letras, historia y pedagogía) se habían convertido en áreas de estudio feminizadas por su cercanía con el magisterio y las semejanzas que se suponía tenían con la maternidad.68 En cambio, las científicas o tecnológicas seguían considerándose áreas masculinas. Para 1945, en la Facultad de Filosofía y Letras se inscribieron 216 alumnas, mientras que en la de Ciencias hubo 61 inscritas; en 1955, fueron 241 y 82, respectivamente.69

66 Gabriela Cano, “Las mujeres y las humanidades”, en Francisco Blanco Figueroa (director), op. cit., t. II, p. 43. 67 Clementina Díaz y de Ovando, citada por Lucrecia Infante Vargas, op. cit., p. 83. 68 Gabriela Cano, “Las mujeres…”, op. cit., pp. 37–38. 69

unam ,

Anuario..., op. cit., pp. 7, 8, 12, 13.

Medicina o enfermería y las disciplinas humanísticas (filosofía, letras, historia y pedagogía) se convirtieron en áreas de estudio feminizadas.


181

ESCUELAS Y FACULTADES

MUJERES TITULADAS POR DÉCADA 1920

1940

ESC. NAL. DE ARQUITECTURA

0

1

5

ESC. NAL. DE ARTES PLÁSTICAS

0

0

5

FAC. DE CIENCIAS

0

4

27

ESC. NAL. DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

0

0

0

15

131

349

ESC. NAL. DE COMERCIO Y ADMINISTRACIÓN

0

6

6

FAC. DE DERECHO

1

19

101

ESC. NAL. DE ECONOMÍA

0

0

13

482

868

728

15

53

90

ESC. NAL. DE INGENIERÍA

0

3

6

ESC. NAL. DE MEDICINA

30

68

293

ESC. NAL. DE MÚSICA

24

17

11

ESC. NAL. DE ODONTOLOGÍA

15

80

176

FAC. DE PSICOLOGÍA

0

0

2

ESC. NAL. DE VETERINARIA Y ZOOTECNIA

0

0

3

ESC. NAL. DE TRABAJO SOCIAL

0

0

0

ESC. NAL. DE CIENCIAS QUÍMICAS

ESC. NAL. DE ENFERMERÍA Y OBSTETRICIA FAC. DE FILOSOFÍA Y LETRAS

TOTAL DE MUJERES TITULADAS POR DÉCADA

1930

582

1 250

Por otro lado, en 1934 Amalia González Caballe-

ro de Castillo Ledón fundó el Ateneo Mexicano de Mujeres con la finalidad de educar y atender las inquietudes intelectuales de mujeres. En agosto de 1944, apareció el primer

Amalia González Caballero.

Entre 1928 y 1954 sólo quince mujeres obtuvieron el grado de maestras en historia, letras o filosofía, y tres el de doctoras.

1 815

número de la Revista Ideas, órgano difusor del pensamiento femenino.70 Ese mismo año, Adela Formoso de Obregón Santacilia, afiliada del Ateneo, fundó la Universidad Femenina de México donde se preparaba a jóvenes –que 70 Marcela Del Río, “Ateneo mexicano de mujeres”, revista El Búho, año 6, núm. 70, diciembre de 2005, p. 1.


182

cuarenta, tiene como antecedente al Ateneo, ya que fue un lugar donde mujeres de familias con recursos pudieron educarse y capacitarse para luchar por mejores espacios sociales y políticos para su sexo.72 Estos nuevos espacios posibilitaron el encuentro de muchas mujeres deseosas de organizar agrupaciones artísticas, literarias, culturales y educativas. Emma Saro y Carmen Toscano crearon en 1941 la revista literaria Rueca (que en once años publicó 20 números) editada completamente por mujeres; tenía la finalidad de promover la actividad literaria femenina, pero con una postura inclusiva publicaban también trabajos de hombres. A lo largo del proyecto, se fue modificando el grupo de editoras hasta la dispersión total de las participantes en el último número. El matrimonio fue el principal motivo de ello: “solamente Emma Saro y yo, casada ya desde el primer momento, quizá por el entrenamiento que teníamos, pudimos resistir la doble tarea”, comentó Carmen Toscano.73 Otro espacio importante de desarrollo artístico para las mujeres en estos años, sin duda fue la pintura. Entre las artistas más reconocidas hoy en día se encuentra Frida Khalo. Sin embargo, son varios los nombres que junto al de Khalo dieron vida al mundo de la creación visual Rosario Castellanos. Archivo fotográfico del CEMOS. XI. Expresiones artísticas y culturales. Serie 6. Artistas e intelectuales. Subserie 21. Rosario Castellanos, caja 485.

pudieran pagar las colegiaturas o recibieran beca– para aprender actividades consideradas propias para ellas como docencia en escuelas primarias, labores de oficina, decoración, etcétera.71 De acuerdo con Marcela del Río, el boom de escritoras que se dio en México después de los años

en México, entre las que se encuentran varias extranjeras, como Leonora Carrington (pintora inglesa), Remedios Varo (pintora española), Alice Rahon (pintora francesa), Angelina Beloff (pintora rusa) o Tina Modotti (fotógrafa italiana), quienes decidieron radicar en el país y desarrollar aquí su obra. La situación para las pintoras, escultoras o fotógrafas en México no resultaba fácil, pues el arte era un 72 Marcela del Río, “Ateneo mexicano…”, op. cit., pp. 2–3. 73 Carmen Toscano (pres.), Rueca, tomo I, méxico : fce , edición facsimilar, 1984, p. 8. Cfr. Elena Urrutia, “Rueca: una revista literaria

71 Carmen Ramos Escandón, “Señorita porfiriana”, en Carmen Ramos

Femenina”, en Elena Urrutia (coord.), Nueve escritoras mexicanas

Escandón (comp.), Presencia y transparencia: la mujer en la historia de

nacidas en la primera mitad del siglo xx , y una revista, México:

México, México: colmex , 1987, pp. 165–166.

inmujeres / colmex , 2006.


183

Imaginarios culturales y conservadurismo coto masculino que no les daba mucha cabida; así, la batalla no fue sencilla para creadoras como, María Izquierdo (pintora), Rosario Cabrera (pintora), Nahui Ollin (pintora), Carmen Antúnez (escultora), Lola Álvarez Bravo (fotógrafa), entre muchas otras.74

Hacia los años cuarenta, bajo el cobijo del eminente conservadurismo, el papel diseñado para las mexicanas era mantenerse al margen de los acontecimientos públicos y dedicarse preferentemente a la procreación y el cuidado del hogar. Ese estereotipo también era avalado por el catolicismo que enaltecía a la virgen María, arquetipo de la madre perfecta.75 De hecho, para hacer frente a la devastación del mundo moderno, el papa Pío XII aseguró, en un discurso dirigido a la Acción Católica en 1940, que las mujeres eran responsables de restituir el matrimonio, de renovar el ámbito familiar y difundir la forma de vida católica en los hogares.76 Para este sector religioso, las jóvenes no debían fijarse en propuestas que desviaran sus intereses por formar y consolidar una familia católica; es decir, su única circunstancia de vida debía ser el matrimonio y garantizar la transmisión de la fe.

Diversos grupos conservadores aprovecharon el

giro en las políticas del nuevo régimen gubernamental avilacamachista para evidenciar sus preocupaciones ante la intromisión de estilos ajenos a las formas de vida nacionales,

75 Para un análisis más detallado del vínculo de la maternidad y la virgen de Guadalupe, véase Valentina Torres Septién, “Una familia de tantas. La celebración de las fiestas familiares católicas en México (1940–1960) en Pilar Gonzalbo Aizpuru (dir.), Historia de la vida cotidiana en México, t. v , vol. i : “Siglo xx . Campo y ciudad”,

fce

/colmex,

México, 2006; cfr.

María Luisa Aspe Armella, La formación social y política de los católicos mexicanos. La acción Católica Mexicana y la Unión Nacional de Estudian74 Véase Mujeres artistas en el México de la modernidad: las contemporá-

tes Católicos, 1929–1958, Universidad Iberoamericana, México, 2008.

neas de Frida, México: Museo Mural Diego Rivera, 2007.

76 Aspe, Formación…, op. cit., p. 143.


184

sociedad), y planteaban que ello podía evitarse al limitar la autonomía de las mujeres –consideradas pilar del hogar– a través del sometimiento y la sujeción económica al marido que coartaría sus posibilidades de acción, o al menos las ceñiría al arbitrio y la vigilancia de éste.

Por su parte, el famoso criminólogo mexicano

Alfonso Quiroz Cuarón igualmente tenía la convicción de que la participación femenina en la vida social podía tener María Lavalle Urbina, juez, durante una sesión en el auditorio. © (19525) conaculta . inah . sinafo . fn . méxico .

A pesar de que los movimientos feministas se silenciaban, el número de mujeres participando en la esfera pública crecía de manera considerable. sobre todo en el ámbito familiar; en otras palabras, ante la posibilidad de que las mujeres adquiriesen una responsabilidad (trabajo o educación) adicional a la doméstica. Por ejemplo, para el reconocido politólogo de la época José E. Iturriaga, el hecho de que ellas trabajaran les otorgaba

consecuencias negativas: al abandonar el espacio doméstico las mujeres debían considerar que “la mala constitución familiar puede ser el origen de la agresividad infantil. En todas las formas de disociación familiar: niños ilegítimos, adulterinos, adoptivos […]”.79 La obligación de las mujeres no sólo era dar a luz a los hijos sino educar a los futuros ciudadanos como sujetos de bien; es decir, al no mantener un hogar estable la madre se convertía en la responsable de la procreación de sujetos indeseables y transgresores de la normas adecuadas de socialización.

una actitud de autosuficiencia económica que confería “al matrimonio una estabilidad menor, pues como se sabe la

AÑOS

solidaridad de la familia radicaba en la dependencia eco-

SOLTERAS

CASADAS

VIUDAS

DIVORCIADAS

1910

2 376 275

2 053 055

659 637

***

atributos de la vida familiar que, según el autor, se estaban

1920

1 714 039

2 228 253

747 754

111 667

contaminando por la modernidad eran el fuerte apego a

1930

1 668 076

2 252 364

770 449

29 078

1940

1 827 555

2 734 746

782 357

30 285

nómica absoluta de la esposa con respecto al marido”.77 Los

la tradición, la cohesión y vigorosa solidaridad, el celoso cuidado del patrimonio, la convivencia de tres generaciones (abuelo, padres, hijos), la incuestionable autoridad del jefe de familia y la docilidad absoluta de sus dependientes (hijos y esposa).78 Estos argumentos revelan un miedo ante el posible colapso de la familia (entendida como el eje de la

En México, desde una perspectiva moral, era

generalizada la idea de que al contraer matrimonio las mujeres que se desenvolvían en otros ámbitos más allá del doméstico debían renunciar a ellos; esto es, interrumpir sus

77 Iturriaga, Estructura, social y cultural en México, México, 1ª edición facsimilar de la edición fce – nafinsa 1951, inherm , 2003, p. 14. Itu-

estudios, dejar las actividades políticas y trabajar sólo en

rriaga fue asesor de la presidencia durante las administraciones de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos. 78 Ibid., p. 12.

79 Alfonso Quiroz Cuarón, La criminalidad en la República Mexicana, México: unam – iis , 1958, p. 74.


185

casos excepcionales y por necesidad, pues se creía que

Así, los discursos se convertían en un intento de estos gru-

ello podría corromper el “espíritu femenino”, y por tanto

pos conservadores por frenar una serie de avances sociales

las desviaría de su misión social en el ámbito doméstico.

que, en el terreno cultural, comenzaban a asimilarse.

Ciertamente, aquellos grupos, entre ellos la prensa en voz

del “Diario de la Vida Nacional”, se mostraban atemori-

ciones sociales que experimentaban las mujeres –que para

zados ante dicho fenómeno; parecían convencidos de que

entonces tenían ya un carácter irreversible– y la necesidad

el abandono de la familia tradicional mexicana tendría re-

de consolidar la domesticidad y la maternidad como des-

percusiones sociales serias como la masculinización de las

tino femenino, se evidencia en un artículo de Ana Salado

mujeres o la delincuencia infantil.

Álvarez, publicado por Excélsior en 1941; en él la autora

La discordancia y tensiones entre las transforma-

Desde esta lógica, se fortalecieron una serie de

aseguraba que la “chica moderna” además de tener ideas

discursos que aseguraban que la liberación femenina era

sanas también ostentaba “las más torcidas y enfermas”, y se

un peligro para la sociedad, al tiempo que se enaltecía

le reconocía porque

la domesticidad de las mujeres modernas a quienes se les

trabaja, estudia, es desenvuelta, viaja sola, habla idiomas, tiene ideas, deseos de conquistar derechos, que lee, que discute, que es inconforme, que lanza su actividad a todas direcciones y proyecta su personalidad en las demás mujeres, como la que fuma, bebe, es indolente, maleducada, sale sola con los amigos, es libre y frívola, viste con desvergüenza, desprecia el hogar y el matrimonio y cree en el control de la natalidad, en el divorcio y en iguales derechos, absolutamente hablando para hombres como para mujeres.80

adjudicaba la responsabilidad absoluta del hogar y la educación de los hijos, aun cuando realizaran otro tipo de actividades; la plena aceptación de esta obligación ayudaría a que ellas se mantuviesen alejadas de cualquier otro tipo de actividad y, en consecuencia, a que la familia estuviese a salvo. En otras palabras, al enfatizar la trascendencia social y política del papel de madres se buscaba evitar que las mujeres optasen por formas de realización personal distintas al matrimonio y la procreación, ya que ello debilitaría la estructura familiar y social.

Sin embargo, en este punto existe una contradic-

ción entre el discurso y la realidad en función de lo que se asumía –y pretendía– debía ser el papel de una mujer moderna; pues, a pesar de que los movimientos feministas se silenciaban y se difundían más abiertamente las preocu-

paciones de los sectores tradicionalistas, crecía de manera considerable el número de mujeres participando en la esfera pública a través del desarrollo de actividades laborales, políticas, culturales y educativas. Con todo, las cifras de mujeres desenvolviéndose en los espacios públicos, aunque eran reducidas en comparación con las de los varones, marcaban un fenómeno irreversible y en constante crecimiento.

80 Ana Salado, “El modernismo”, Excélsior, 27 de abril de 1941, 1ª secc., p. 3, México. Las cursivas son mías.


186

Aunque la periodista reconocía que la sociedad

debía modernizarse y vivir los cambios que ello traía aparejados, en lo referente a las mujeres afirmaba la existencia de “ciertas leyes que por ser universales, eternas e inmutables, no pueden variar. Y que éstas son las normas morales […]. Porque cuando se trata de su decoro, de su moralidad […la mujer] es siempre la misma, ni moderna ni anticuada, sino sólo una mujer que guarda y defiende un sitio en este mundo, con el ánimo y la valentía”. Así, la escritora aseguraba que la mujer moderna aceptaba “serenamente […] todas las obligaciones que le tocan”.81 Con aseveraciones de este tipo queda claro que se buscaba, por un lado, propagar el imperativo de consolidar la unidad familiar, siguiendo la lógica del Estado, a través de la maternidad y de los esfuerzos femeninos cifrados en el hogar; y, por otro, frenar la toma de espacios ajenos a la domesticidad al asumir que la feminidad era incompatible con el desenvolvimiento de las mujeres en los espacios públicos. Es decir, pareciera que ante el hecho de no poder negar las transformaciones

La prensa en general se encargaba de encumbrar el modelo femenino considerado el correcto. Excélsior patrocinaba concursos que exaltaran la maternidad; en específico el de “la madre prolífica”, que apelaba a la necesidad del gobierno de reafirmar el discurso sobre una supuesta determinación biológica.

sociales consecuencia de la modernización, se buscaba estigmatizar las formas en que la mujer se adscribía a estos cambios estableciendo una diferenciación entre la buena y la mala mujer moderna.

81 Idem.

Festival organizado para conmemorar el Día de las Madres en el Estadio Olímpico. (9 de mayo de 1948. Fotógrafo: M. Flores). Archivo General de la Nación, Colección Presidencia de la República, Miguel Alemán Valdés, expediente 256/1.


187

% H Económicamente AÑOS

Población Total

Hombres

M Económica-

activos

Mujeres

respecto a la

mente Activas*

población*

%M Económicamente activas respecto a la población*

1930

16 552 722

8 119 004

29.76

8 433 718

239 575

1.44

1940

19 653 552

9 695 787

27.60

9 957 765

432 457

2.20

1950

25 791 017

12 696 935

27.94

13 094 082

1 137 646

4.41

1960

34 923 129

17 415 320

26.45

17 507 809

2 035 293

5.78

La prensa en general –al igual que otros medios

de “la madre prolífica”, apelaban, sin duda, a la necesidad

de comunicación como revistas o cine– se encargaba de

del gobierno de reafirmar el discurso decimonónico sobre

encumbrar el modelo femenino considerado el correcto. Al

una supuesta determinación biológica que enraizaba al

respecto, la labor de Excélsior fue determinante. Desde los

sexo femenino en la maternidad, lo cual permitía controlar

años veinte este diario, considerado entonces el más im-

el acceso a otros espacios de participación social que no

portante de México y con una sólida visión conservadora,

fuese el doméstico.83

según anota Arno Burkholder,82 se había dedicado a enal-

tecer la maternidad y a protegerla de aquellas ideas que

nía a todas las corrientes sociales e ideológicas que hasta

proponían un desenvolvimiento social distinto para las mu-

el inicio de los cuarenta habían buscado fervientemente la

jeres. En los años cuarenta, colaboraba abiertamente con

obtención de derechos políticos, laborales y sociales para

el Estado y otros grupos, entre ellos la Iglesia católica, al

el sexo femenino. Con el inicio del sexenio avilacamachis-

emitir en 1941 de manera enfática su reconocido concurso

ta parecía que en dicha batalla, al menos en el terreno

“la madre prolífica”. Este tipo de concursos de exaltación a

cultural, los sectores conservadores tomaban ventaja al ir

la maternidad patrocinados por Excélsior, en específico el

difundiendo a través de diversos aparatos discursivos –entre

Este fenómeno comercial y mediático se contrapo-

83 Aunque en los discursos de Ávila Camacho subyacía esta idea desde su candidatura, como ya hemos mencionado, igualmente el partido opositor 82 Para una comprensión de las visiones y tendencias conservadoras

(Partido Revolucionario de la Unidad Popular, prun ) se dirigía a las mexi-

de Excélsior, así como de sus relaciones con el Estado, véase Arno Bur-

canas afirmando: “El gobierno te ha negado derechos políticos porque la

kholder, “Crecimiento y consolidación del diario Excélsior (1932–1968),

imposición [sic] sabe que tú no venderías por ningún precio el porvenir

Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, enero–abril 2009,

de tus hijos [...] Tu revancha consistirá en hacer valer tus derechos de

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, pp. 87–104; “La red

mexicana, de mujer, de madre, de esposa, de amante, de hermana, por

de los espejos. Una historia del diario Excélsior (1916–1976)”, tesis de

conducto de los hombres que amas y sobre los que puedes influir”. Véase

doctorado, Instituto Mora, México, 2007.

“Mujer mexicana”, Excélsior, 25 de junio de 1941, 1ª secc., p. 3.


188

Las mujeres liberales y la comercialización del ama de casa ellos, prensa, cine, música popular– la necesidad de retener

El crecimiento económico y la estabilidad social consecuen-

en el hogar a las mujeres que pretendían encontrar su reali-

cia de la modernización, permitió el fortalecimiento de

zación personal fuera de éste.

la clase media y la difusión de la idea del ama de casa moderna, estereotipo que se convertía en la otra cara de la moneda de la “mujer liberal”, imagen asumida como algo negativo por el tipo de accionar fuera de la norma tradicionalista de género. En esta lógica, se promovería con fuerza la modernización de las mujeres, no a través de la obtención de derechos o prerrogativas sociales, sino a través de la adquisición de tecnología para el hogar. Así, los electrodomésticos se convertían en los asistentes de esa gran ejecutiva del hogar; el ideal femenino porfiriano se renovaba: el “ángel del hogar” fue sustituido por la “mujer moderna”.

Los electrodomésticos se convirtieron en los asistentes de esa gran ejecutiva del hogar; el ideal femenino porfiriano se renovaba: el “ángel del hogar” fue sustituido por la “mujer moderna”.

Los aparatos del hogar fueron los principales ar-

tículos de importación que penetraron las barreras de la sustitución de importaciones implementada en los años


189

cuarenta. En 1946, 11% de los artículos procedentes del ex-

tranjero eran bienes de consumo durables como lavadoras,

comunicación junto con sus novedosas técnicas de comer-

refrigeradores, radios, automóviles, etcétera.84 Entre 1945

cialización, también promovía los hogares como el lugar

y 1947 se introdujeron al país 45 900 refrigerado-

ideal para el desenvolvimiento femenino. La propaganda

res, 20 650 lavadoras y 1 260 276 pares de medias de

publicitaria de cualquier producto destinado a mujeres, las

nylon.

85

Estas importaciones se redujeron a 7% en 1950,

86

pues comenzaba a gestarse una producción nacional; a

La naciente industria de los medios masivos de

retrataba como una ensoñadora y tradicional ama de casa, preocupada por su aspecto físico y por el hogar.89

mediados de esta década ya se producían en el país todo

En la época circulaban diversas revistas para mu-

tipo de electrodomésticos (máquinas de coser, aspiradoras,

jeres que se ocupaban de difundir una serie de consejos

acondicionadores de aire, ventiladores, batidoras).87

para el funcionamiento del hogar y la buena apariencia

José E. Iturriaga, politólogo y estadista, estaba con-

femenina.90 En Paquita se aseguraba que la madre era la

vencido de que la invasión de electrodomésticos permitía

responsable de la buena educación de los hijos: “La mujer

que las mujeres ya no se dedicaran al hogar ni a la familia

es para todos, y ella es la que, para llegar al maravilloso

y le dieran prioridad a otras actividades; por ello advierte

triunfo hogareño, sacrifica en todos los momentos del día

que se debían evitar los engaños de “influencias extrañas,

sus propias predilecciones para acatar las de los suyos”.91

encubiertas de progreso tecnológico”.88 El estadista asegu-

También se recordaba a la madre que “la naturalidad que

raba que ello promovía la relajación moral respecto a las

inculques a tu hijo será la conformidad con lo irremediable,

conductas femeninas y una distensión de la presión familiar

con las leyes divinas, con la condición humana”.92 En La

sobre las casadas o las solteras, que provocaba el aumento

Familia podía leerse que las madres modernas eran mujeres

de divorcios.

“bien intencionadas que hi-

Sin embargo, la intrusión de estos aparatos estuvo

cieron estudios serios, que

acompañada de una importante campaña de comercializa-

están ávidas de conocer y

ción, principalmente en impresos, que promovía la adop-

son amantes del progreso

ción de una actitud moderna, ejemplificada en el american

en todas sus formas, que

way of life: mujeres empleadas en los servicios (vendedo-

tienen un libro en una

ras, secretarias, administradoras) o que realizaban estudios

mano y cocinan con la

en áreas consideradas femeninas, pero siempre casadas y

otra”; pero, les advertían

redescubriendo los encantos del hogar a través de la meca-

contra el peligro al educar

Las revistas femeninas se ocupaban de difundir una serie de consejos para el funcionamiento del hogar y la buena apariencia femenina. Incluían además una serie de relatos literarios que propagaban el estereotipo de la mujer abnegada.

nización que les ayudaba a no descuidar sus actividades de madre y esposa. 89 Luisa Passerino, “Sociedad de consumo y la cultura de masas”, en 84 Tzvi Medin, El sexenio alemanista, México: Era, 1990, p. 116.

Georges Duby y Michelle Perrot, Historia…, op. cit., p. 394.

85 Ana Cecilia Treviño, “Radios, refrigeradores, relojes y medias para

90 Elvia Montes de Oca Navas, “La mujer ideal según las revistas femeni-

muchos años”, en Excélsior, 25 de julio de 1947, 1ª secc., p. 1.

nas que circularon en México. 1930–1950”, Convergencia, vol. 10, núm.

86 Tzvi Medin, El sexenio…, op. cit., p. 116.

32, uaem , p. 147.

87 nafinsa , 50 años…, op. cit., p. 153.

91 Paquita, abril de 1946, p. 9.

88 José E. Iturriaga, Estructura…, op. cit., p. 224.

92 Paquita, mayo de 1957, p. 22.


190

a sus hijos con las nuevas formas “racionales” desdeñan-

La época de oro del cine mexicano adquirió una fuerza social fundamental y transmitía los modelos de género imperantes a través de estereotipos femeninos dicotómicos de la “buena” y la “mala”. Las “liberales” enfrentan además del castigo merecido, la imposibilidad de “ser a través” del amor de un buen hombre.

do los “métodos empíricos de antaño”.93 Ambas revistas, al igual que otras de su género,

94

contaban con secciones

de moda, corte y confección, consejos para el hogar, una serie de relatos literarios que propagaban el estereotipo de la mujer abnegada, así como anuncios publicitarios de electrodomésticos, artículos para la limpieza del hogar y la higiene personal. Otras ediciones, como Social, se dedicaban a mostrar la vida de la alta sociedad a través de notas fotográficas que exhibían bodas, bautizos, primeras comuniones, recepciones, baby–showers, fiestas infantiles: imágenes en las que se podía ver el interior de los hogares modernos, de salones exclusivos, así como los modos de ser y de presentarse de las mujeres pertenecientes a la élite posrevolucionaria. Entre sus anunciantes había principalmente marcas de electrodomésticos, artículos para la higiene personal, joyería, ropa fina, cosméticos. En general, todas las revistas femeninas hacían un fuerte hincapié en mostrar a las mujeres la senda para lograr ser una “buena” mujer, es decir, formar una familia y existir maternalmente. Por otro lado, el cine mexicano adquiría una fuerza social fundamental; era la época de oro. En la pantalla se transmitían los modelos de género imperantes a través de estereotipos femeninos dicotómicos de la “buena” (la sacrificada) y la “mala” (la egoísta que se divierte) que atravesaban todos los estratos sociales: la madre pura, la novia, la esposa desvalida, frente a la devoradora, la rumbera, la prostituta.95 Además, la narrativa melodramática cinematográfica muestra la necesidad de resguardar el amor familiar en peligro.96

De acuerdo con Julia Tuñón, “pese a la simplicidad

del estereotipo que muestra a la madre plana y monocorde, el cine mexicano más barato muestra también temores profundos, ideas remotas y, destacadamente, los mecanismos de nuestra sociedad para doblegarlos”. Dichos temores se ubican en los sucesos políticos y sociales experimentados tras la Revolución, y que para los años cuarenta habían generado “cambios efectivos” para las mexicanas; de este modo, continua la autora, “pareciera que […] el discurso fílmico hubiese fungido como instrumento de la tendencia a influir a favor de los esquemas tradicionales del sistema de género, devolver a las mujeres al orden, al ámbito de lo privado, al reposo del guerrero, a la unidad primigenia del todas–las–mujeres–son idénticas, del arquetipo esencial femenino”.97 Por ejemplo, las mujeres “de celuloide” que atentan contra el ideal femenino, las “liberales”, enfrentan además del castigo merecido, la imposibilidad de disfrutar –de realizarse, de ser a través– del amor de un buen hombre y/o de los hijos, de ahí el dolor y el sufrimiento.

93 La Familia, 2ª quincena de abril de 1954, p. 104. 94 Por ejemplo, El hogar, Negro y blanco, Romances. 95 Julia Tuñón, Mujeres de luz y sombra en el cine mexicano. La cons-

96 Carlos Monsiváis, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX”, en Daniel Cosío Villegas, Historia de México, vol. 4, México: colmex ,

trucción de una imagen 1939–1952, México: imcine / colmex , 1998, pp.

1976, p. 449.

78–79.

97 Julia Tuñón, op. cit., pp. 288–290.


191

En la película Victimas del pecado (Emilio Fer-

seguía siendo el

nández, 1951) Rosa, una cabaretera subyugada por su

pilar moral de la

explotador y amante, abandona durante una noche fría a

familia en Méxi-

su hijo recién nacido en un basurero ubicado en un oscuro y

co y, por tanto,

sórdido rincón de la ciudad de México. Violeta (Ninón Sevi-

su

lla), compañera de profesión de la “malvada” mujer, se da

realización ideal

cuenta de los hechos y salva a la criatura; se convierte en su

era el doméstico.

espacio

madre putativa y logra educar a Juanito, un niño amoroso y trabajador. En contraparte Rosa, tras abandonar a su hijo,

A

de

me-

diados del siglo

se pierde en un lóbrego destino al lado de un hombre que

xx,

la golpea y maltrata sin que se vuelva a saber más de ella.

que

Violeta encontrará definitivamente su exoneración de toda

madres

mancha en el amor de Juanito.

doras o jefas de

A través de las pantallas cinematográficas se difun-

el hecho de

familia

existieran trabajasolteras

día con visión oficialista y de manera masiva una imagen

no había cambia-

ideal de la mexicana: la mujer “domada”, que se encuentra

do por completo

en el polo extremo de las que han pretendido violentar con

el ideal femenino

su conducta descarriada los modos en que deben vivir las

decimonónico de

“buenas” mujeres, a saber, las dedicadas al hogar y a la

“estar

maternidad y que se comportan de manera sumisa frente a

y los cambios que ha habido en relación con las mujeres

la autoridad masculina.

solteras pueden haberse efectuado más bien en el área del

Ninón Sevilla, primer plano. © (327720) conaculta . inah . sinafo . fn . méxico .

casada;

Así, las novedosas campañas mediáticas, las revis-

trabajo y de la educación que en el área de los valores

tas femeninas y el cine nacional, difundían el mensaje de la

sociales”.98 De acuerdo con June Nash, la familia latinoa-

emancipación femenina a través del aligeramiento de los

mericana moderna era entendida como una forma nuclear

trabajos domésticos y del gozo por el espacio doméstico y

dominada por el varón. Aun cuando existían bastantes ho-

respeto a la jerarquía del varón protector, mas no el cambio

gares encabezados por mujeres y cuando muchas debían

de estatus para la mujer en la sociedad: el sexo femenino

trabajar para apoyar el ingreso familiar, el espacio simbólico de la mujer era antes doméstico que público.99

Los discursos sobre lo femenino no se transformaban; se elaboraban renovaciones de la ética tradicionalista aplicada a la mujer moderna –redomesticación femenina–.

98 Asunción Lavrín, “Algunas consideraciones finales sobre las tendencias y los temas en la historia de las mujeres de Latinoamérica”, en Asunción Lavrín (comp.), Las mujeres latinoamericanas, perspectivas históricas, México: fce , 1978, p. 359. 99 June Nash, “Perspectiva de la mujer latinoamericana en las ciencias sociales”, en María del Carmen Elu de Leñero, La mujer en América Latina, tomo II, México: sep Setentas, 1975, p. 18.


192

La idea de la madre–esposa era fortalecida tam-

bién a través de la ya extendida comercialización del Día de la Madre y de las doctrinas católicas que enaltecían a la Virgen María (madre de Dios).100 Ello debió repercutir fuertemente en las mentalidades católicas y conservadoras mexicanas que tenían a esta figura religiosa como arquetipo de la mujer ideal. Así, la maternidad pasó de ser un asunto privado a una responsabilidad social de las mujeres. Los Estados modernos se dieron a la labor de recordarles que su misión en la vida era ser madres de buenos ciudadanos, y enseñarles a educar correctamente a sus hijos para evitar sujetos delincuentes, viciosos o flojos que generaran problemas sociales.101 De esta manera, los cambios vividos por las mujeres a raíz de los nuevos procesos económicos, políticos y sociales traídos por la modernización, se encontraban constreñidos por la fuerza de discursos religiosos, morales y sociales, que se imbricaban con aquellos cientificistas y comerciales importados. Todos insistían en que el lugar ideal del sexo femenino era el hogar, a pesar de su notable y necesaria participación pública. De esta suerte, hubo dos tipos de modernizaciones: una para los hombres y otra para las mujeres. Según refieren Elsa M. Chaney y Marianne C. Schmink, la situación social del sexo femenino empeoró; las mujeres se vieron atrapadas entre el trabajo fuera y dentro del hogar, mientras tenían una participación reducida en decisiones políticas referentes a las esferas públicas y privadas, así como la validación en la esfera social para el cuidado de niños y las tareas domésticas de lo cual eran responsables.102

En refuerzo de lo anterior, los discursos existentes

sobre lo femenino no se transformaban por completo, más bien se elaboraban renovaciones y actualizaciones de la ética tradicionalista y conservadora aplicada a la mujer moderna –redomesticación femenina–, que era entendida como la mujer tradicional inserta en una domesticidad modernizada. Es decir, que las mujeres debían ser ajenas a la vida pública. La modernización que se experimentaba era diferenciada, y la mujer era la única responsable de las actividades domésticas y sólo tenía derechos como madre–esposa, y en todo caso debía modernizarse según los esquemas tecnológicos dentro del hogar, estudiar y trabajar pero siempre y cuando ello no interviniera con su “misión femenina”. En la modernización experimentada en México, según Barbara Potthast y Eugenia Scarzanella, las mujeres corrían el riesgo de que los discursos sobre la maternidad y la domesticidad que las acosaban las hicieran “prisioneras de una ciudadanía limitada al ejercicio de sus tareas ‘exquisitamente femeninas’”.103 Ciertamente, las relaciones de género ya no eran las mismas que en el siglo

xix,

las mu-

jeres se encontraban en una situación menos desventajosa en cuanto a lo laboral, lo educativo y la política que les permitía actuar desde un lugar menos subordinado y poseer herramientas distintas para negociar una mejor posición social y enfrentar aquellos discursos conservadores. En suma, los discursos sobre lo femenino seguían fundamentándose en la idea decimonónica de una supuesta naturaleza que ataba a las mujeres, ahora desde una visión politizada, a la maternidad y al hogar. Aquellas mujeres

100 El papa Pío XII declaró en noviembre de 1950 el Dogma de la

102 Elsa M. Chaney y Marianne C. Schmink, en María del Carmen Elu de

Asunción de la Virgen María, y le dedicó el año de 1954.

Leñero (intro.), op. cit., p. 26.

101 Véase Asunción Lavrín, “Puericultura, Public Health, and Motherhood”,

103 Barbara Potthast y Eugenia Scarzanella (eds.), “Introducción: las mu-

en Women, Feminism and Social Change in Argentina, Chile and Uruguay,

jeres y las naciones”, en Mujeres y naciones en América Latina, problemas

1890–1940, USA: University of Nebraska Press, 1995.

de inclusión y exclusión, Madrid: Iberoamericana, 2001, p. 15.


193

que no se apegaban a esta norma, no sufrieron la misma represión que en el siglo

xix,

pero sí tuvieron que

rivalizar con una fuerza normalizadora que las marcaba con la devaluación moral de su persona. De cualquier manera, a diferencia de los otros ámbitos públicos, la vida cultural fue un escenario importante para las mujeres pues les permitía, aunque limitadamente, demostrar su capacidad intelectual y manifestar sus ideas respecto a la vida social y la situación femenina. En este contexto, nuestro análisis permite establecer elementos impor-

María Izquierdo, pintora, de pie junto a una de sus pinturas. © (18803) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.

tantes para comprender la actuación de las mujeres insertas en la vida cultural (como escritoras, pintoras, escultoras, pensadoras, académicas e, incluso, científicas) del periodo. Primero, las mujeres que estuvieron más involucradas en la vida cultural, fueron las que con sus comportamientos quebrantaron más abiertamente el ideal femenino. En segundo lugar, sus conductas están enmarcadas en un momento histórico contradictorio para el sujeto femenino en México: por un lado, las transformaciones que estaban sufriendo las estructuras sociales del país en razón de los procesos de modernización, posibilitaban una participación femenina más abierta en la vida cultural; por otro, al desdeñarse la figura de la mujer liberal como la que atentaba contra los valores tradicionales, se restringía la participación de las mujeres en el ámbito público, circunscribiendo por tanto su realización como sujetos únicamente al ámbito del hogar, lugar de la buena mujer moderna.


194

Reflexiones finales

tomaban las mujeres como capital político fue utilizada por los gobiernos que terminaron por otorgar el sufragio femenino y absorber los movimientos sufragistas en su beneficio. No obstante, las mujeres ganaron terreno y obtuvieron

En el presente capítulo se buscó establecer cómo en las décadas de los años veinte a cincuenta las mexicanas se organizaron de una manera efectiva y trabajaron insistentemente para conseguir igualdad civil y derechos políticos; las reformas integradas al marco legal posrevolucionario dan fe de ello, al igual que las distintas formas de organización y la congregación de muchas feministas en movimientos y organización diversos, todos con miras a exigir a los gobiernos en turno cambios legales y morales para mejorar la situación social en que se encontraban las mexicanas. Las luchas del movimiento feminista en el México de este periodo lograron relevantes frutos, sin duda alguna. Sin embargo, una de sus debilidades fue la falta de continuidad de sus dirigentes, la discrepancia –a veces irreconciliable– de posturas ideológicas, así como la cooptación de diversos grupos de mujeres por parte del Estado al integrarlas al partido oficial. Cabe destacar que el mejor momento del feminismo mexicano se registra en la década de los treinta, ligada al socialismo del régimen cardenista, cuyo discurso sostenía su interés por alcanzar una sociedad más democrática. A pesar de que varias de las demandas no

mayor protección social, así como la oportunidad de desenvolverse con un poco más de libertad. A su vez, fueron ocupando plazas laborales y educativas (preferentemente aquellas consideradas femeninas y menos remuneradas) que les abrían canales de participación social, de desarrollo personal y cierta independencia económica, lo que las colocaba en una situación de subordinación más laxa frente a los jefes patriarcales. Por otro lado, la presencia femenina en la escena pública, que aumentaba de manera gradual e irreversible, no era aún un fenómeno altamente representativo. Existían, además, prejuicios morales y religiosos que sustentaban el discurso de la domesticidad natural del sexo femenino y su incapacidad para participar en espacios considerados masculinos. En un ámbito social y cultural más amplio, se crearon discursos que pretendían restringir la participación de las mexicanas en la escena pública y retenerlas en el hogar, al consolidarse en el imaginario la idea de la “mujer liberal” como una versión negativa de la mujer moderna, en tanto rechazaba los valores tradicionales designados para el sexo femenino.

lograron convertirse en cambios inmediatos para beneficio de las mujeres, se sembraron las bases para que en años posteriores la lucha continuara. De otro lado, en los años subsiguientes a la Revolución, años de industrialización y modernización en México, se hizo posible que las mujeres tuvieran una mayor participación en la vida política, laboral y cultural. Las luchas políticas buscaban el reconocimiento de los derechos civiles del sexo femenino en sociedades en que su participación social era distinta y se hacía más necesaria. La fuerza que

La fuerza que tomaban las mujeres como capital político fue utilizada por los gobiernos que terminaron por otorgar el sufragio femenino y absorber los movimientos sufragistas en su beneficio.



196

CAPÍTULO

CINCO


197

Movilización y ciudadanía. Las mujeres en la escena política y social (1953 – 1975)


198

Movilización y ciudadanía. Las mujeres en la escena política y social (1953 – 1974).

como la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas (1964) de filiación soviética y comunista, Mujeres en Acción Solidaria (1971) o el Movimiento de Liberación de la Mujer (1974). En este contexto estudiar la participación femenina en planos diversos es materia fundamental ya que tanto la actividad política como la cotidiana llevó a las mujeres a posibilitarse otros –y mejores– espacios de desarrollo, al tiempo que enfrentaban estructuras de poder más amplias.

Abrimos el estudio en 1953, pues este año marca

un hito en la historia de las mujeres en México. Tras varias décadas de lucha sufragista, finalmente Adolfo Ruiz Cortines (1952–1956) otorga derechos políticos plenos a las

Adriana Maza Pesqueira Martha Santillán Esqueda

mexicanas para votar y ser votadas. Considerar el marco legal internacional es relevante pues, a partir de la emisión, auspiciada por la ONU, de la Declaración de los Derechos

Las décadas de los años cincuenta y sesenta forman parte

Humanos en 1948, el “Pacto Internacional de Derechos Po-

de lo que se conoce como el “milagro mexicano”, etapa de

líticos y Civiles” y el de “Derechos Económicos y Sociales

gran crecimiento económico y estabilidad política, que pro-

y Culturales” (ambos en 1966), las autoridades políticas

yectó al país a la modernidad. En este periodo la participa-

se vieron compelidas a tomar una actitud más progresista

ción del sexo femenino en otras esferas además del hogar

respecto a la actividad femenina en la vida nacional, lo

(como la educación, el trabajo y la vida política) comenzó

que se evidencia en 1975 con la celebración en México

a ser notable. No obstante, en diversos ámbitos sociales y

de la Conferencia del Año Internacional de la Mujer; para

culturales existían resistencias ante la modificación de, por

ello se reformó el artículo 4º constitucional, con lo cual las

ejemplo, las estructuras de género patriarcales, la sexua-

mexicanas obtuvieron la igualdad jurídica.

lidad en el ámbito conyugal, el rechazo a la maternidad

y la realización femenina fuera del hogar, entre otros. De

cipación femenina en el ámbito político permitió –al menos

cualquier forma, esta época de grandes transformaciones

en teoría– el acceso de las mujeres a procesos electorales,

permitió que se fueran modificando, aunque lentamente,

puestos en el poder y su desarrollo dentro de los partidos

aquellos valores morales que sostenían la desigualdad entre

políticos. Ello requirió de un despliegue táctico que les facili-

los sexos.

tara su inserción en un sistema político bien consolidado en

Tras la obtención del voto en 1953, el feminismo

el cual la cultura patriarcal continuaba permeándolo todo.

dio un giro importante al centrar sus preocupaciones en otros

De esta forma, analizaremos los retos a los cuales se enfren-

ámbitos, además del político, como el social y el cultural,

taron, las formas discursivas que utilizaron y las acciones

lo que podríamos proponer como una politización de estas

mediante las cuales incursionaron en la vida política del

otras esferas de la vida nacional. Así surgen agrupaciones

país.

A partir de la obtención de la ciudadanía la parti-


199

Dentro del ámbito social, vinculado a la política,

factores como el modelo de desarrollo estabilizador y el desbordado crecimiento urbano, requirieron la intervención

El milagro mexicano

de las mujeres en gran diversidad de movimientos populares y culturales. El ambiente conservador dentro del cual desarrollaron su actividad les presentó nuevos desafíos y generó una dinámica social que las llevó a cuestionar nuevamente su subordinación y a elaborar estrategias de resistencia –y en ocasiones de subversión–, que culminaron con su participación en importantes movimientos de esta época: la contracultura, el movimiento estudiantil del 68 y el feminismo de la nueva ola.

A la par de las grandes transformaciones sociales,

el agotamiento del modelo de desarrollo estabilizador, la creciente dependencia económica de Estados Unidos y el abrumador imperialismo cultural norteamericano, afectó las estructuras mentales de la población mexicana que vio en su vecino del norte al referente del sujeto moderno y que, desde luego, implicó también una fuerte influencia en la forma de ser mujer, alterando su concepción sobre la educación, el mundo laboral, el espacio doméstico y materno, y las relaciones entre los sexos. En el proceso, el cine, la televisión, la radio y la publicidad jugaron un papel relevante.

Esta inminente expansión de los medios de comu-

nicación, actores sociales –y sin duda políticos– sentó las pautas de lo que serían las industrias culturales en México, fenómeno que ciertamente tuvo importantes repercusiones en la reconfiguración de espacios femeninos. Así, dedicaremos espacio para la reflexión, desde el terreno discursivo, sobre la producción cinematográfica, los mensajes televisivos y radiofónicos, y las publicaciones periódicas para

Desde el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934–1940) hasta la administración de Gustavo Díaz Ordaz (1964–1970), la economía mexicana tuvo un crecimiento sostenido, atravesó por un proceso de industrialización y experimentó una etapa de elevada producción agrícola. Se trató de un logro conocido como “el milagro mexicano”. Particularmente, durante el periodo comprendido entre 1958 y 1970, denominado “el desarrollo estabilizador”, México alcanzó un crecimiento anual promedio de 6.8%; mantuvo el equilibrio de las finanzas públicas, la estabilidad del tipo de cambio (12.50 pesos por dólar, de 1954 a 1976) y una tasa inflacionaria relativamente baja que, excepto en 1953 cuando se ubicó en 13.4%, no llegó a rebasar un dígito.

De acuerdo con Roger Hansen, de 1940 en ade-

lante, la participación del Estado mexicano fue determinante para detonar el crecimiento. “Entre 1935 y 1960 más de la mitad de la inversión del sector público se destinó a gastos de capitales de infraestructura, transportes y comunicaciones”. En ese lapso, el financiamiento público se elevó a una tasa anual de 4.9%, lo cual permitió abarcar a “más de 60% de toda la tierra irrigada en México, en comparación del 13% que era en 1940”.1 Con base en esta política, más la respuesta positiva de los inversionistas privados, el mejoramiento de la producción y productividad agropecuaria, el “milagro” del crecimiento económico fue posible.

mujeres (revistas femeninas), que tuvieron una influencia sustancial en los esquemas de género que en la época se trastocaban o reforzaban y que, a su vez, formaron parte de las tensiones en torno a la actividad femenina fuera del

1 Roger D. Hansen, La política del desarrollo mexicano, 25 ed. México:

hogar, incluida su participación política.

Siglo

xxi

editores, 2004, pp. 61–62.


200

México se encontró frente a una virtual autosuficiencia

socio y protector en caso de producirse estrangulamientos o

alimentaria; impulsó el crecimiento acelerado del sector

cuando hubiera que reducir riesgos excesivos”.4

manufacturero y detonó las exportaciones; al comercio exte-

rior le suministró algodón, café, azúcar, legumbres, frutas y

rrollo, los avances económicos también se vieron favore-

ganado, logrando que la actividad agropecuaria se convir-

cidos por la creciente urbanización. La población mayori-

tiera en una fuente crucial de captación de divisas. Si bien

tariamente concentrada en el área rural, sistemáticamente

de 1935 a 1955 la agricultura fue el sector más dinámico

empezó a congregarse en las grandes ciudades. Con base

de la economía nacional, “de 1955 a 1970, el sector de

en las cifras del

desarrollo más rápido fue el industrial (electricidad, petróleo

1940 reunía en su territorio a 9.17% de la población total

y manufacturas) [En ese lapso] la agricultura disminuyó su

del país, y en 1980 llegó a 19.98%.

tasa de crecimiento a 3% anual, por debajo del incremento

de la población; en cambio, las manufacturas aumentaron

ámbito de las cifras agregadas de la economía, y en el

a 8.6%, mientras la electricidad y el petróleo subieron a

buen manejo de la política fiscal, monetaria, comercial y

11.6% y a 9.2%, respectivamente”.

2

Estrechamente vinculado con el proceso de desa-

inegi,

la ciudad de México, por ejemplo, en

Mientras el “milagro mexicano” ocurría en el

laboral, el prodigio estuvo acompañado, tal como señala

Asimismo, en el comportamiento de la economía

Roger Hansen, por un incremento veloz y significativo de los

mexicana, influyeron otros factores relevantes: la protección

precios, y “una pauta muy inequitativa en la distribución del

ante la competencia externa, el apoyo al florecimiento de

ingreso […], en estos últimos treinta años, una gran parte de

industrias específicas, la política de sustitución de impor-

la cuenta de la rápida industrialización se ha pagado con

taciones y los efectos positivos derivados de la elevación

mayores reducciones en el consumo de la gran mayoría de

de la demanda del mercado norteamericano de productos

la sociedad mexicana situada en los últimos peldaños de

industriales, la cual se vio favorecida por la participación

la escala de ingresos”.5 Entre 1940 y los primeros años de

de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

la década de 1970, se abrió considerablemente la brecha

Durante el sexenio de Miguel Alemán (1946–

económica entre las clases sociales. La enorme desigualdad

1952) las inversiones asignadas a las empresas públicas

en la distribución del ingreso en México, en buena parte fue

(ferrocarriles,

pemex, cfe)

aumentaron considerablemente.

consecuencia de una política de contención salarial.

La importancia de la intervención del Estado fue tanta que

en el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (1952–1958), la

gro mexicano”, principalmente a partir de 1940, se basó

se elevó en 80%.3 En ese

en un sistema autoritario sustentado en la hegemonía po-

capacidad instalada de la mismo lapso,

pemex

cfe

aumentó su capacidad de refinación de

petróleo en alrededor de 50%: “el Estado actuaba como

lítica del

Desde el punto de vista político, el llamado “mila-

prm–pri,

el corporativismo y un presidencialismo

omnipotente que distribuyó discrecionalmente premios y castigos. Los incentivos individuales y colectivos, se repartían en función de la capacidad de presión de los distintos

2 Leopoldo Solís, La realidad económica de México: retrovisión y perspectivas, México: Siglo

xxi ,

1981, p. 169.

3 Raymon Vernon:, El dilema del desarrollo económico de México,

4 Ibid., p. 125.

México: Diana, 1975, pp. 120–125.

5 Roger Hansen, op. cit., p. 97.


201

liderazgos y grupos sociales, con la condición de que no se

instituciones y programas sociales, algunas de las cuales

propusieran cuestionar al sistema, sino legitimar la política

fueron la culminación de demandas de las activistas mexica-

y las decisiones gubernamentales. Fue en esta coyuntura en

nas. En la contraparte, los actores sociales (maestros, ferro-

donde las demandas que las sufragistas habían planteado

carrileros, médicos, telegrafistas, estudiantes, electricistas y

desde principios de siglo encontraron respuesta al integrar-

quienes optaron por la vía guerrillera) que tuvieron la auda-

se al corporativismo.

cia de cuestionar la desigualdad económica, la pobreza y

la antidemocracia, padecieron “todo el poder del Estado”

No obstante el carácter autocrático en el ejercicio

del poder político, en la forma se cuidaban los requerimien-

mediante la represión policiaca y militar.

tos constitucionales concernientes al principio de separación

de poderes y a la celebración periódica de los procesos

tada por los indicadores macroeconómicos y los niveles de

Lo cierto es que a pesar de la admiración desper-

electorales para renovar al Congreso y al titular del Ejecutivo tanto a nivel federal como estatal. Con ello, el sistema político mexicano cumplía algunos de los requisitos de un régimen democrático; en este sentido, otorgar el derecho al sufragio

crecimiento

Entre 1940 Y 1970, la economía mexicana tuvo un crecimiento sostenido: Se trató de un logro conocido como “el milagro mexicano”. En esta coyuntura, las demandas que las sufragistas habían planteado desde principios de siglo, encontraron respuesta al integrarse al corporativismo.

femenino y posterior-

indus-

trial, agropecuario y de servicios que México

logró,

modelo

de

el

rrollo

capitalista

desa-

adoptado, en realidad generó agudas diferencias

econó-

micas y una serie de contradicciones sociales. Sin duda, la

politización

e

mente apoyar las candidaturas de algunas mujeres –desde

ideologización de los liderazgos obreros, magisteriales y

el partido en el poder–, constituía un factor importante

campesinos desempeñaron un papel esencial en la irrupción

para dicha práctica. Los logros políticos de las mexicanas

de los movimientos sociales contestatarios que terminaron

actuaron precisamente como hechos que legitimaban a la

sofocados por acciones de fuerza del Estado. En este con-

autoridad y que, en adelante, fragmentarían a los diversos

texto, a mediados de la década de los setenta, el “milagro

grupos femeniles que se habían organizado en torno a las

mexicano” se desfondó. Desde el punto de vista de algunos

luchas por el voto, todo bajo la lógica de los incentivos y los

analistas económicos, su agotamiento se explica, entre otros

castigos.

factores, porque fue un modelo fiscalmente oneroso y cada

Las representaciones colectivas alineadas y dis-

vez más dependiente del endeudamiento externo y de los

ciplinadas en torno a la estrategia y los intereses del go-

recursos petroleros; junto a lo cual abandonó la política de

bierno en turno, eran recompensadas con la creación de

desarrollo industrial y agropecuario.


202

Últimas batallas por el sufragio

En el marco nacional, la consolidación del sistema político mexicano, con un gobierno capacitado para intervenir en los procesos electorales, facilitaba la inclusión de las mexicanas como ciudadanas con todos los derechos. La lucha por el voto, en la cual las agrupaciones femeniles habían propuesto como estrategia el sufragio gradual –primero en

La piedra angular que sostenía al feminismo liberal fue la lucha por los derechos políticos. Se trataba de un proyecto organizado que, aunque abarcaba otros espacios como el educativo y el laboral, buscaba en el acceso al sufragio obtener la ciudadanía que el propio liberalismo había vedado a las mujeres y, a través del voto, incidir en el diseño de leyes y políticas públicas que les concernían directamente, tanto dentro de la familia, como en lo referente a su exclusión del espacio público.

Como ya se señaló, las políticas económicas im-

plementadas durante el periodo conocido como “desarrollo estabilizador”, insertaron a México en la modernidad. En este escenario, varios factores se aglutinaron para crear condiciones favorables a la concesión de los derechos políticos plenos para las mexicanas. En el ámbito internacional, con la Declaración de los Derechos Humanos emitida por la

onu

en 1948, los países inscritos a la organización se

vieron compelidos a instrumentar políticas que coadyuvaran al cumplimiento de igualdad en derechos y libertades “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política […]”6 consignados en su artículo 2º, entre otros. Asimismo, para esas fechas, ya más de una decena de países latinoamericanos habían concedido el voto a las mujeres; por lo tanto, un país que se proyectaba hacia la modernidad, no podía excluir del goce de derechos políticos a la mitad de la población.

los municipios, posteriormente a nivel federal–, fructificó en 1947, cuando el presidente Miguel Alemán les otorgó el derecho al voto municipal; la aprobación descansaba en la idea de que con ello no se ponía en riesgo su función en el hogar. Este argumento estaba ligado al discurso posrevolucionario que, desde los años veinte, había politizado la maternidad y exaltado el papel de las mujeres dentro de la esfera doméstica, como la mejor manera de contribuir al desarrollo nacional.

Las mujeres, a su vez, utilizaron este recurso en su

favor para el reclamo de los derechos políticos, hecho que sumado a las condiciones de estabilidad, les brindó buenos resultados. Como señala la historiadora Enriqueta Tuñón, las sufragistas de la época de Alemán pugnaron por un feminismo liberal, no beligerante, que perseguía la igualdad social, política, económica y educativa en el ámbito legislativo,7 y alegaron que la mujer virtuosa y abnegada aportaría una nueva moral a la política. En estos años se destacó como líder del movimiento sufragista Amalia de Castillo Ledón. Su actividad política la llevó a participar en diversos organismos internacionales –entre otros cargos, había fungido como presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres– que, de alguna forma, ejercían presión sobre los países que no habían otorgado igualdad de derechos a las mujeres, a la vez que afianzó su relación con el poder. Su discurso iba muy acorde con el oficial cuando afirmaba

7 Enriqueta Tuñón, ¡Por fin… ya podemos elegir y ser electas! El sufragio 6 Declaración de los Derechos Humanos,

onu ,

1948.

femenino en México, 1935–1953, 1ª Ed., México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Plaza y Valdés, 2002, p. 160.


203

que “la era del feminismo primitivo asexual” había pasa-

oposición. En este sentido, los apoyos del

do y ahora “la reivindicación femenina estaba basada en

femeniles se fueron otorgando como respuesta a la forma en

elevar la condición general de la mujer y especialmente la

que los partidos de oposición movilizaban a sus cuadros;

función de esposa y madre […]”.

8

pri

a los grupos

como en casi todos los campos, el partido demostraba su

El movimiento sufragista, por su propia naturale-

capacidad de institucionalización ante el crecimiento de la

za, ofreció la ventaja de aglutinar a mujeres de diversas

participación femenina de todas las corrientes en la política

corrientes ideológicas. Lo anterior, aunado al liderazgo

nacional.

que representaba Castillo Ledón y al apoyo de las autori-

dades, culminó en la fundación de la Alianza de Mujeres

electoral importante para su partido durante los primeros

de México (amm). De esta forma las demandas feministas

comicios municipales en que pudieron votar. Por su parte,

se institucionalizaron y se eliminó todo intento de belige-

el movimiento encabezado por Miguel Henríquez sumó a

Las panistas habían demostrado ser una fuerza

sirvió al régimen para legitimar su proyecto

sus filas diversos grupos de mujeres; entre sus contingentes,

modernizador y su imagen democrática y, además de tener

las jaramillistas de Morelos formaron un comité femenil y se

el apoyo del presidente, también contó con el del candidato

pronunciaron a favor de una campaña electoral que con-

a la presidencia, Adolfo Ruiz Cortines. Cabe señalar

tribuiría a la liberación económica de toda la población,

que para esta coyuntura electoral, los candidatos de todos

y sería parte de una estrategia para conquistar los dere-

rancia. La

del

pri

amm

los partidos se pronunciaban ya a favor del sufragio femenino.

Ruiz Cortines expresó abierta-

mente su apoyo argumentando que “la mujer mexicana ha compartido las luchas por la libertad, pero lo que es más valioso, está siempre presente, abnegada y alentadora, en el diario combate por la 9

vida”. El discurso enfatizaba la posición de la mujer dentro del hogar y, a la vez, la estrategia de cooptar las demandas femeninas servía para hacer frente a la

Exceptuando a los candidatos Lombardo Toledano y Miguel Henríquez, en los discursos de campaña de 1952 se enfatizaba la abnegación como la cualidad ideal de las mexicanas.

chos cívicos que toda mexicana debía tener.10 Asimismo, dentro de la Organización Nacional Única del Magisterio Henriquista, las mujeres ocupaban los cargos de mayor relevancia, desde la Secretaría General hasta carteras como Finanzas, Acción Popular, Comisión de Estudios Políticos y Acción Femenil.11

En cuanto al Partido Acción Na-

cional (pan), su candidato Efraín González Luna declaraba que:

8 Citado en Sarah A. Buck, “The meaning of the women’s vote in Mexico, 1917–1953”, en The women’s revolution in Mexico, 1910–1953, Stephanie Mitchell y Patience A. Schell (eds.), Maryland: Rowman & Littlefield Publishers Inc., 2007, p. 83.

10 Tanalís Padilla, Rural resistance in the land of Zapata: The jaramillis-

9 Citado en Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, Participación

ta movement and the myth of the Pax Priísta, 1940–1962, Carolina del

femenina en los partidos políticos mexicanos. El caso de las mujeres en

Norte: Duke University Press, 2008, p. 175.

el PRI, tesis de maestría en Sociología Política, México: Instituto de

11 Gisela Zaremberg, Mujeres, votos y asistencia social en el México

Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1996, p. 67.

priista y la Argentina peronista, México:

flacso

México, 2009, p. 282.


204

Tampoco es verdad que la participación de la mujer en la política implique el abandono de su misión esencial en la familia. […] Es suficiente el tiempo de que puede disponer, conservando el cuidado escrupuloso que dedica a su hogar, para trabajar por el bien de México, para realizar esa tarea esencial y en ciertos casos más esencial, si vale la expresión, que la que hace dentro del hogar. Necesitamos, por tanto, la presencia nueva, limpia, purificadora, abnegada y generosa de la mujer, en esta realidad sucia, sombría, injusta y dolorosa que es la vida pública de México.12

Exceptuando a los candidatos Lombardo Toledano

y Miguel Henríquez, en los discursos se enfatizaba la abnegación como la cualidad ideal de las mexicanas. Conviene hacer un paréntesis para compararla con aquellas que la cultura patriarcal había exaltado desde el siglo

xix.

La obe-

diencia, la docilidad y el pudor eran los ejes bajo los cuales se mantenían subordinadas a las mujeres. El discurso dio un giro con la politización de la maternidad pero también, y esto hay que subrayarlo, los años de batallas feministas lograron desterrar estas virtudes de la retórica masculina, orillada a buscar nuevas formas de control. La abnegación, por un lado, tenía una connotación de entrega desinteresada a la Patria y, por otro, recordaba que la función femenina era dentro del hogar. Lo anterior es importante

12 Efraín González Luna, “Mensaje del Candidato Nacional a la mujer mexicana…” del 9 de junio de 1952, en La Nación, citado en Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, Las mujeres en Acción Nacional: 60 años de trabajo y consolidación política, México:

epessa ,

2000, pp. 71–72.

porque, precisamente el rechazo a la misma, fue una de las primeras banderas de la nueva ola del feminismo, como veremos más adelante.

Finalmente, el 17 de octubre de 1953 se publi-

caron en el Diario Oficial las reformas a los artículos 34 y 115 de la Constitución, con las cuales se otorgaba la ciudadanía plena a las mexicanas. Este logro originó posiciones diferenciadas entre las activistas de tendencias izquierdistas que se habían escindido del

pri

y las militantes del mismo.

Las últimas adoptaron una postura de reconocimiento al presidente y se alinearon a su partido de manera disciplinada; juraron lealtad al programa del gobierno y a los principios de la Revolución Mexicana, y se apresuraron a asegurar, mediante sus discursos, que no tenían la menor intención de alejarse de su desempeño como madres y esposas. Al respecto es necesario reconocer esta posición como una táctica que a la postre rindió resultados muy positivos. La labor de Amalia de Castillo Ledón, María Lavalle y Esther Chapa, entre otras, fue de gran influencia en la consecución de las demandas sufragistas y debe observarse a la luz de la situación política imperante de la época.

Por el contrario, las líderes de izquierda que no

mostraron disciplina hacia el partido dominante, perdieron toda capacidad de negociación y quedaron marginadas de los cargos públicos. La siguiente carta dirigida al presidente y firmada por antiguas dirigentes feministas, así lo demuestra:


205

Hemos observado […] que dentro del Partido Revolucionario Institucional existe una fuerte corriente de oposición a nuestra participación […] que dentro de nuestro Partido poco o nada significa la antigua actividad y militancia en las filas de la Revolución Mexicana, ya que se subestima el trabajo social y político de las viejas luchadoras que han consagrado su vida a la mística cívica, poniendo su capacidad y energía al servicio de la Patria para elegir como candidatos del mismo a jóvenes, sin una trayectoria social y política con lo que prácticamente nos sentimos postergadas.13 Con la estrategia de mujer disciplinada a la autoridad, a la vez que madre y esposa, las mexicanas accedieron a los primeros cargos de elección popular.

Las mujeres en la política Si bien las corrientes de izquierda habían sido las que, desde décadas anteriores, apoyaron en mayor grado la participación política de las mujeres y su derecho al sufragio, estas demandas, como vimos, fueron cooptadas por el

pri,

y capitalizadas a favor de su proyecto reformador. No obstante la imagen moderna que este último deseaba proyectar, las mexicanas que buscaban acceder a las candidaturas debieron demostrar que no competirían con los hombres por los cargos públicos y que, desde luego, no abandonarían su perfil tradicional de madres y amas de casa. Asimismo, como señala Gisela Zaremberg, otro requisito indispensable lo constituyó el demostrarse libres de todo rasgo comunista; figuras como Esther Chapa y Fidelia Brindis se alejaron de las instituciones oficiales e ingresaron en las filas del Partido Popular para la campaña de 1958, mientras a la conocida activista María Lavalle Urbina se le objetó su candidatura por considerarla comunista, y debió echar mano de todas

Las líderes de izquierda que no mostraron disciplina hacia el partido dominante, perdieron toda capacidad de negociación y quedaron marginadas de los cargos públicos.

las redes de apoyo que había construido para ser postulada como senadora por Campeche en 1960.14

Por su cuenta, el

pan

alentó a las mujeres en la

participación política una vez conseguido el sufragio, y las panistas no tardaron en expresar sus opiniones de manera pública y convertirse en un apoyo importante para su partido. A raíz de la obtención de la ciudadanía, se fortaleció la Sección Femenina y, como oposición, aunque se tratara de un sector claramente conservador, ésta adoptó una actitud más beligerante que su contraparte en el Revolucionario Ins-

13 Citado en Gisela Zaremberg, op. cit., p. 283. Firmaron Consuelo M. De Cuervo del “Grupo Precursor de los Derechos Políticos de la Mujer”, Fidelia Brindis de las “Logias Femeninas”, Josefina Reynoso de la “Alianza

titucional. Con todo, no abandonaron su imagen de amas de casa como estrategia de participación, al igual que las integrantes de todas las corrientes políticas:

Nacional de Clase Media” y Dolores Grimaldo del “Frente de Mujeres Revolucionarias”.

14 Gisela Zaremberg, op. cit., p. 284.


206

Las mujeres quisieran estar en su casa que es un santuario, pero sabemos que tenemos que salir a limpiar la casa grande, al santuario de la Patria, y saldremos no a luchar contra el hombre, sino junto a él, porque, de la misma manera que en el hogar uno y otra planean lo mejor para la familia, así en la vida pública debe haber un diálogo entre autoridades y pueblo para discutir los problemas de la comunidad y buscar el bienestar de la familia nacional.15 del

Soy diputada 11-ARC545.21. Archivo General de la Nación.

En julio de 1954 fue electa la primera diputada pri

por el estado de Baja California, Aurora Reyes de

Sí. Esto quiere decir que estoy dedicada a la Política. Pero yo, tengo hijos […]. Los amo como toda madre mexicana sabe amar a sus hijos. Tengo a mi esposo y lo cuido y atiendo como sólo la esposa mexicana sabe hacerlo. Pero ahora soy “diputada”. ¿Quiere decir esto que voy a desatender a mis hijos, mi esposo, mi hogar? De ninguna manera. [La política es] buscar el beneficio de nuestras mujeres trabajadoras; la seguridad en el futuro de nuestros hijos basada en el progreso de nuestro País […].16

Palacios, licenciada en Economía por la Universidad de Guadalajara. Analizar su propaganda de campaña resulta interesante porque demuestra precisamente aquellos requisitos de perfil subordinado, acorde con la cultura patriarcal, que las candidatas debían exhibir para acceder a los cargos de elección:

Soy una representante popular, que es a la vez esposa, madre, mujer del hogar, como todas las mujeres mexicanas. […] Está tú segura de que nunca, una mujer pierde su femenina característica al participar en cuestiones políticas […]. Yo soy una “diputada”.

Para las elecciones de la

xliii

Legislatura (1955–

1958) resultaron vencedoras solamente las candidatas a diputadas del Revolucionario Institucional: Marcelina Galindo Arce, profesora normalista, diputada federal por el

iv

distrito de Chiapas; María Guadalupe Urzúa Flores,

15 Celia G. de Hernández Díaz, en La Nación, 15/noviembre/1953, citada en ibid., p. 99.

16 “Soy Diputada”, folleto de campaña, agn farc 545.2:1.


207

maestra rural, diputada federal por Jalisco; Remedios Alunam

y

única mujer notario público para 1955, diputada por el

iv

bertina Ezeta Uribe, Licenciada en Derecho por la

distrito del Estado de México, y Margarita García Flores por el estado de Nuevo León.17

Las panistas participaron con una actitud crítica

hacia la política nacional, y en una situación de franca desventaja. En un sistema que utilizaba métodos represivos para neutralizar a sus contrarios, no dudaron en salir a las calles a repartir volantes, pronunciar discursos y realizar manifestaciones después de cada elección local o federal, aun bajo las amenazas de los guardianes del orden públi-

Julio 3 de 1955: por primera vez votan las mujeres en elecciones federales. Archivo General de la Nación, Archivo fotográfico Hermanos Mayo, sobre 9013.

co. Con ello trataban de evidenciar la falta de democracia y la corrupción imperante en los procesos electorales. Sus

El voto de la mujer pesará mucho en las próximas elecciones, pues ya gran número de mujeres se han dado cuenta de sus deberes y derechos cívicos y que para cumplir y ejercitar unos y otros hay necesidad de luchar constantemente. Hasta ahora, debido a las fallas de que adolece la Ley Electoral –que debe ser reformada–, se han cometido numerosas burlas al voto público, pero a cada fraude hemos ido reafirmando nuestra convicción de trabajar más y emplear la escoba y el plumero para hacer una limpia total en la política de México.18

opiniones comenzaron a adquirir peso aunque sólo fueran publicadas por el órgano de su partido. En 1957, en “Prensa frente a las elecciones de 1958”, Luisa Isabel Salas, presidenta de la Sección Femenina del

pan

(1953–1959),

declaró:

Las panistas participaron con una actitud crítica hacia la política nacional: “…a cada fraude hemos ido reafirmando nuestra convicción de trabajar más y emplear la escoba y el plumero para hacer una limpia total en la política de México”.

Utilizando el modelo de género impuesto a su

sexo, bien como un sarcasmo, o como estrategia de participación, para las elecciones de 1958 lograron 20 candidaturas a diputadas y 8 para senadoras, aunque la coyuntura no les permitió un solo triunfo.19

18 En La Nación, 5/09/1957, citado en Antonieta Guadalupe Hidalgo 17 Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, Participación femenina en los

Ramírez, Las mujeres en Acción Nacional: 60 años de trabajo y consolida-

partidos políticos mexicanos. El caso de las mujeres en el PRI, op. cit.,

ción política, op. cit., p. 161.

p. 101.

19 Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, ibid., pp. 171–172.


208

El 6 de julio de 1958, las mexicanas participaron

por primera vez en unas elecciones presidenciales. Las reseñas en el periódico El Nacional, portavoz del gobierno, hicieron gala del acontecimiento: “Fue resaltante un hecho que constituye una característica: la responsabilidad femenina. No había, prácticamente, casilla en la que no estuviera

En 1958 Macrina Rabadán, candidata del Partido Popular, se convirtió en la primera legisladora federal de oposición.

presente la mujer en un elevado porcentaje”; pero los repor-

teros destacaron aquellos hechos o entrevistas en que las

por el pri; ninguna del pan resultó triunfadora. En cambio, un

mujeres evidenciaban su ignorancia sobre el proceso, o su

hecho destacado fue el triunfo de Macrina Rabadán por el

preferencia por el candidato del partido en el poder; así por

Partido Popular, quien pasó a la historia como la primera

ejemplo una votante abordada después de cumplir con su

legisladora federal de oposición en resultar electa. Como

deber cívico declaraba: “Las mujeres de este barrio, aunque

luchadora social, se dedicó a denunciar los abusos del caci-

ignorantes deseamos en forma unánime la continuación de

quismo en Guerrero y participó junto con Vicente Lombardo

los gobiernos revolucionarios […]”.

Para estas elecciones se eligieron ocho diputadas

Toledano en la fundación del Partido Popular en 1948. Se

20

En sus artículos, los periodistas aseguraban haber

había postulado como candidata a diputada por el distrito

visto mayor número de mujeres que de hombres en las filas

de Acapulco en dos ocasiones (1953 y 1955), pero no fue

de las casillas, y se dieron a la tarea de señalar que no por

sino hasta 1958 que se reconoció su triunfo y ocupó su

ello las ciudadanas abandonaban sus deberes primordiales

cargo como representante del distrito de Iguala.

al redactar que “fue común observar a las amas de casa,

quienes, sin descuidar sus funciones hogareñas, salieron a

apoyo a la participación de las mujeres en los cargos públi-

Durante el gobierno de Adolfo López Mateos el

cumplir su compromiso ante la sucesión presidencial, for-

cos se tradujo en la elección de 16 diputadas, distribuidas

mando con el hijo pequeño en brazos o la cesta del ‘man-

en las

dado’ […]”. En cuanto a las jóvenes solteras, el periódico

a la oposición; en el nombramiento de Amalia de Castillo

resaltó sus cualidades físicas antes que algún razonamiento

Ledón en la Subsecretaría de Asuntos Culturales de la Secre-

de índole política: “Una hermosa señorita ataviada con

taría de Educación Pública, y en la designación de Cristina

un ‘chemisse’ color rosa pastel, que enmarcaba su bello

Salmorán de Tamayo como Ministra de la Suprema Corte

xliv

y

xlv

Legislaturas, y sólo dos de ellas pertenecían

cuerpo, era el mayor atractivo en la casilla 22, en la calle

de Justicia en 1962,22 siendo la primera mujer en ocupar

Luz Saviñón, 18 años esplendorosos”.21 Los comentarios di-

ese cargo, y ratificada durante el mandato del presidente

fundidos mostraban que las mujeres todavía tenían muchas

Díaz Ordaz. Para este periodo presidencial, fueron electas

batallas que librar.

por primera vez dos senadoras: Alicia Arellano Tapia, por

20 El Nacional, al servicio de México, 7/julio/1958, año

xxx ,

tomo

xxxii ,

22 Luz de Lourdes de Silva Ruiz, Las mujeres y los cargos públicos en Mé-

4ª época, núm. 10 510, pp. 1, 7, 10.

xico, 1954–1984: Perfil sociopolítico, tesis de licenciatura,

21 Ibid., pp. 7, 10, 11.

1986, pp. 51, 53.

unam ,

México,


209

Sonora, y María Lavalle Urbina, por Campeche. El número

Tabla 2

de diputadas aumentó casi de manera simbólica. Por parte

SENADORES / SENADORAS TODOS LOS PARTIDOS

de la oposición, Florentina Villalobos Chaparro se convirtió

TOTAL DE

AÑO

en la primera diputada panista en 1964, por el ii distrito de Chihuahua, para lo cual tuvo que defender el resultado ante

CARGOS

HOMBRES

MUJERES

% MUJERES

1952–58

60

60

0

0.0

Conviene aquí, más que buscar incrementos en los

1958–64

60

60

0

0.0

números absolutos, analizar los porcentajes en los cargos

1964–70

64

62

2

3.1

de elección popular por sexo, para evaluar los avances

1970–76

64

62

2

3.1

el Colegio Electoral.

reales para las mexicanas durante el período estudiado. Tabla 1 DIPUTACIONES SEGÚN LEGISLATURA Y SEXO / TODOS LOS

Fuente: Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, Participación femenina en los partidos políticos mexicanos. El caso de las mujeres en el PRI, op. cit., p. 103.

PARTIDOS MUJERES

Las cifras nos revelan que el acceso de las mujeres

LEGISLATURA

AÑO

DIPUTADAS

DIPUTADOS

XLII

1952–55

1

s/i

XLIII

1955–58

4

158

2.5

porcentajes evidencia la inequidad imperante en la década

XLIV

1958–61

8

154

4.9

de 1970. Este desequilibrio planteó al feminismo mexicano

XLV

1961–64

8

170

4.5

XLVI

1964–67

13

166

7.3

XLVII

1967–70

12

166

6.7

XLVIII

1970–73

13

165

7.3

XLIX

1973–76

18

178

9.2

a los cargos de elección popular se dio de manera francamente lenta, a la vez que la enorme diferencia en los

Fuente: Antonieta Guadalupe Hidalgo Ramírez, Participación femenina en los partidos políticos mexicanos. El caso de las mujeres en el PRI, tesis de maestría en Sociología Política, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1996, p. 105.

grandes desafíos en el ámbito de la política hacia el último cuarto del siglo, y no fue sino hasta el siguiente que las mujeres se encontraron ante la posibilidad de discutir sobre paridad de género en las candidaturas al Poder Legislativo.


210

Participación ciudadana y políticas públicas.

El reclamo de las mujeres por mayores derechos,

sumado a la política posrevolucionaria dirigida a ellas como madres formadoras de ciudadanos productivos, incentivaron la creación de instituciones que mejoraran su tarea como encargadas del bienestar familiar; éstas, a su vez, garantizaban la estabilidad nacional y legitimaban al

La conquista de los derechos políticos reorientó la actividad de las mujeres hacia nuevos ámbitos de la vida pública. Una vez superada esta etapa, la ciudadanía adquirió una dimensión social que debía desarrollarse dentro de un Estado benefactor, en una coyuntura de estabilidad política y fuerte conservadurismo, lo que llevó a las nuevas ciudadanas a gestionar beneficios a través de los cauces institucionales, sin que ello significara la demanda de reivindicaciones para su sexo.

Aludiendo a la definición de Julia del Carmen Chá-

vez, “la construcción de ciudadanía es un proceso histórico, político y social entre el Estado y la sociedad que coadyuva a la generación de prácticas y valores democráticos para el ejercicio de la ciudadanía”.23 En este sentido, las mexicanas adquirieron un papel relevante en la gestión de derechos sociales y se integraron a la tarea de hacer política como mediadoras entre el Estado y la sociedad, en una etapa en que el desarrollo económico propiciaba mayor movilidad social e incrementos en las demandas de la población.

Estado. Sin embargo, el partido hegemónico se convirtió en gestor de las demandas ciudadanas, lo que llevó a las mujeres de las bases a hacer política dentro de los canales del

pri.

Su activismo se centró en establecer enlaces comu-

nitarios que fueran reconocidos por los comités del partido, que a la vez les brindara la oportunidad de obtener beneficios materiales y sociales para los suyos, sobre todo en las zonas urbanas marginadas.

Los beneficios se otorgaban básicamente de dos

maneras: directos, en forma de material para la construcción, medicinas, desayunos y meriendas para los hijos de las demandantes, clases que les sirvieran para mejorar su desempeño como madres y amas de casa, o festejos por una gran variedad de motivos, con

Si en el campo los hombres peleaban por el reparto de tierras –promesa de la Revolución–, en las ciudades eran las mujeres las principales, y a veces únicas, protagonistas en la lucha por la legalización de predios.

comida y transporte incluido. La otra forma de apoyo consistía en trámites que el pri gestionaba ante las autoridades, generalmente en materia de vivienda, servicios urbanos o legalización de predios; se trataba de acciones a largo plazo y ahí la constancia de las mujeres jugó un papel fundamental.24

23 Julia del Carmen Chávez Carapia, “Cultura de participación y ciudadanía, desde la perspectiva de género”, en Cátedra chos Humanos de la

unam ,

unesco

de Dere-

p. 11, artículo disponible en línea:

http://www.eumed.net/jirr/1/AMECIDER2006/PARTE%206/292%20 Julia%20del%20Carmen%20Chavez%20Carapia.pdf

24 Gisela Zaremberg, op. cit., pp. 276–279.


211

Consideramos importante resaltar el papel de las

ciudadanas como gestoras de bienestar social, aun cuando esta acción las hiciera parte del clientelismo del

pri,

pues

a través de sus batallas diarias por la supervivencia y el cuidado de los suyos, incursionaron de forma admirable en espacios inéditos, donde aprendieron las prácticas políticas necesarias para desarrollar sus funciones. Su participación constituyó además un antecedente muy importante de los movimientos ciudadanos posteriores. Como señala Alejandra Massolo, para exponerse a los espacios públicos las mujeres tuvieron que transgredir la dimensión social, política y de género: “de las discretas preguntas cuando gestionaban demandas […] transitaron al poder de réplica y discurso, con diferentes lenguajes que expresan las formas de hacer política desde los barrios”.25

Esta praxis también se dio mediante los movimien-

tos urbanos independientes. Las amas de casa entraron en contacto directo con los problemas de vivienda y servicios públicos; si en el campo los hombres peleaban por el reparto de tierras –promesa de la Revolución–, en las ciudades eran las mujeres las principales, y a veces únicas, protagonistas en la pugna por la legalización de predios y la demanda de servicios ante un enorme crecimiento urbano y, con acciones colectivas, se convirtieron en las interlocutoras primordiales entre las autoridades y su comunidad. Enfrentadas a las carencias de todo tipo, “convirtieron esas condiciones de vida en objeto de lucha y formas de participación pública de resistencia […]”,26 logrando a veces reorientar

las políticas públicas a favor de sus reclamos. Su trabajo cotidiano en demanda de derechos sociales, políticos o civiles fue duramente censurado, al ser realizado fuera de su espacio tradicional; al igual que las trabajadoras de principios de siglo, estas ciudadanas y las que se presentaban en juntas sindicales o huelgas obreras fueron cuestionadas en su comportamiento moral. Sólo hasta los años setenta, con la nueva ola del feminismo, se comenzaría a vislumbrar un cambio de mentalidad al respecto.

Las políticas aplicadas al campo, por otra parte,

estaban dirigidas a adoctrinar a las mujeres en la organización de la esfera doméstica; mediante la introducción de nociones sobre nutrición e higiene, se reforzaba su papel de madres y, a través del uso de prácticas culturales ancestrales, la sumisión al patriarcado. Las iniciativas del gobierno tenían que ver más con incluir a las campesinas en la economía rural y asegurar su adhesión al sistema, que con su desarrollo individual. No obstante, como propone Lynn Stephen, con sus programas también favorecieron ideas sobre los derechos y oportunidades que podían desarrollar fuera de sus comunidades.27 El cambio se dio de manera gradual y no fue sino hasta la década de 1980, cuando las mujeres del campo adoptaron una posición más crítica sobre la desigualdad, de acuerdo con su sexo y clase.

Si las etapas de mayor desarrollo generan mayor

movilidad social, también es cierto que producen manifestaciones de oposición. Bajo esta premisa, hacia finales de la década de los años cincuenta, en pleno periodo electoral,

25 Alejandra Massolo, “Las políticas del barrio”, en Política y Cultura, núm. 1, otoño, 1992, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, México, 1992, pp. 66, 71.

27 Lynn Stephen, “Epílogo. El activismo de las mujeres del campo,

26 Alejandra Massolo, “Las mujeres en los movimientos sociales urbanos

1980–2000: la nación vista desde abajo”, en Gabriela Cano, Mary Kay

de la ciudad de México”, en Iztapalapa, Revista de Ciencias Sociales

Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.), Género, poder y política en el México

y Humanidades, núm. 9, Universidad Autónoma Metropolitana, México,

posrevolucionario, Rossana Reyes (trad.), México: Fondo de Cultura Eco-

1983, pp. 156.

nómica,

uam –Iztapalapa,

2009, pp. 380, 405.


212

el sector obrero, y en menor medida el campesino, se movi-

Salazar fue detenido y encarcelado en septiembre de ese

lizaron. En 1958 surgió un movimiento campesino bajo el

año y Demetrio Vallejo a los pocos meses de que el presi-

liderazgo de Jacinto López, dirigente de la Unión General

dente López Mateos asumiera el poder.

de Obreros y Campesinos, que consistió en la invasión

de tierras en Sonora, Nayarit, Colima y Baja California.

mujeres en los movimientos obreros y magisteriales de la

Asimismo, mientras los trabajadores ferrocarrileros orga-

década, que nos permitan evaluar el desarrollo de su acti-

nizaban manifestaciones y paros escalonados en todo el

vismo en estos ámbitos. Desde luego, el Movimiento Revolu-

país, bajo la conducción de Demetrio Vallejo, los maestros

cionario Magisterial contó entre sus filas con un contingente

también se movilizaban comandados por Othón Salazar,

muy importante de maestras. Ya hemos destacado cómo a lo

quien fundó el Movimiento Revolucionario Magisterial. Los

largo de la historia del México independiente, fueron ellas

maestros organizaron una manifestación en el zócalo de la

el sector más propositivo y combativo: en la demanda de

capital en abril de 1958, a la que se unieron estudiantes,

derechos tanto laborales como políticos, en el advenimiento

ferrocarrileros, telegrafistas y petroleros. Como en todos

del incipiente feminismo, la lucha por el sufragio, su partici-

28

Faltan investigaciones sobre la participación de las

Los

pación en la Revolución Mexicana, la defensa de la educa-

conflictos obreros persistieron; para liquidar el problema,

ción socialista y la pugna por reivindicaciones para su sexo.

y bajo la lógica de “todo el poder del Estado”, Othón

De manera similar, tanto las obreras como las compañeras

los casos, la manifestación fue duramente reprimida.

de los trabajadores protagonizaron una historia de combate por mejores condiciones laborales y derechos sociales.

Un ejemplo lo representó el caso de los mineros de

Nueva Rosita, Coahuila que, en 1951, marcharon durante cincuenta días hasta la Ciudad de México buscando que sus demandas laborales y sindicales fueran escuchadas por el presidente Alemán. Durante la huelga las mujeres formaron la Alianza Femenil Socialista Coahuilense y se enfrentaron a la represión de las autoridades. En una marcha sin precedente en la historia obrera, algunas participaron caminando al lado de los mineros, y fueron encerradas con ellos tras las alambradas del deportivo “18 de Marzo”. Las que se quedaron al cuidado de los suyos hicieron frente a las armas del ejército en la mina, a las medidas represivas Manifestación de maestros el 18 de agosto de 1956. Archivo General de la Nación, Archivo fotográfico Hermanos Mayo, sobre 10,313.

de las autoridades patronales y se dedicaron a presionar a los detractores de la movilización.29

29 El caso puede consultarse en “Caravana de 1951”, en el Portal del 28 José Agustín, Tragicomedia mexicana 1, México: Editorial Planeta,

Gobierno Municipal de San Juan de Sabinas, http://www.nuevarosita.

Colección Espejo de México, 1990, p. 158.

gob.mx/nuevarosita.php?qry=caravana


213

Caminata de Nueva Rosita a la capital, nombrada por los diarios como la “caravana del hambre”. © (224212) conaculta.inah.sinafo.fn.méxico.


214

Fin de una época, inicio del movimiento contracultural

familias; su radicalismo llegó al grado de afirmar que “los comunistas estaban presentes en las escuelas normales, en el

snte,

de la

la Universidad Nacional, el

sep”.

32

inah

y en puestos clave

Esta idea se vio reforzada con la creación, en

1959, de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, la cual fue percibida como una acción de tendencia

Lo visto hasta ahora nos muestra que las mujeres tuvieron que desarrollar el reclamo de sus reivindicaciones sociales, políticas y civiles insertas en una sociedad hermética y profundamente conservadora. Durante los años cincuenta, las posibilidades de participar en política se reducían a las actividades delimitadas por el partido en el poder, a la vez que seguían consolidándose los dos pilares del orden social: la familia y el Estado. Para normar el comportamiento social el gobierno recurrió a decretos presidenciales, impuso la censura y confluyó con la Iglesia católica en una campaña 30

nacional a favor de la decencia. En 1951, por ejemplo, se lanzó la Campaña Nacional para la Moralización del Ambiente que, sobre todo, se dedicó a diseñar las pautas de conducta femenina, misma que era asumida como garantía del orden familiar vigente.

comunista.

En el ámbito internacional, principalmente en Eu-

ropa y Estados Unidos, la época de posguerra recuperó el discurso de domesticidad, reconstruyó el patrón cultural de la mujer dedicada al hogar y, a través de los medios de comunicación y las revistas del corazón, la regresó a “su esfera”. Este modelo, como afirma Mary Nash, tuvo un fuerte arraigo internacional. La feminidad se convirtió nuevamente en la apropiación de la maternidad como vía de realización y produjo un fuerte retroceso en la presencia pública de las mujeres.33 En México, donde la situación era similar, esta influencia se tradujo en el reforzamiento de la figura de esposa abnegada y, entre la clase media en particular, en un aumento al consumo de artículos para el hogar y el rechazo sistemático al feminismo.

Por otro lado, la agitación social acaecida entre

1958 y 1959, motivó una campaña anticomunista, también a cargo de la jerarquía católica. Se organizaron manifestaciones de repudio y la leyenda de “Cristianismo sí, comunismo no” invadió las calles.31 El Movimiento Familiar Cristiano condenaba que el comunismo desintegraba a las

30 Laura Pérez Rosales. “Censura y control. La Campaña Nacional de

La época de posguerra recuperó el discurso de domesticidad. En México esta influencia se tradujo en el reforzamiento de la figura de esposa abnegada.

Moralización en los años cincuenta”, en Historia y grafía, núm. 37, julio–diciembre, Departamento de Historia, Universidad Iberoamericana, México, 2011, p. 83. 31 María Martha Pacheco, “¡Cristianismo sí, comunismo no! Anticomunismo eclesiástico en México”, en Estudios de Historia Moderna y Con-

32 Ibid., p. 161.

temporánea de México, núm. 24, julio–diciembre, México: Instituto de

33 Mary Nash, Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos, 2ª ed.,

Investigaciones Históricas,

Madrid: Alianza Editorial, 2012, pp. 167–168.

unam ,

2002, p. 152.


215

La etapa de transición de los gobiernos de Ruiz Cortines

y López Mateos se dio en medio de un cuestionamiento a

de las mexicanas, diversas organizaciones entre las que

la autoridad absoluta del presidente y, con ello, al orden

se encontraban la Vanguardia de la Mujer Mexicana, el

posrevolucionario. Los conflictos obreros y magisteriales

Bloque de Mujeres Revolucionarias, el Comité de Mujeres

se insertaron en un contexto de crisis familiar y falta de

Economistas de la

disciplina, idea que fue difundida por los medios, tal como

Universitarias, se fusionaron en la Unión Nacional de Muje-

se puede observar en el siguiente texto de un artículo publi-

res Mexicanas (unmm), afiliada a la Federación Democrática

cado por el periódico Excélsior en julio de 1958, titulado

Internacional de Mujeres, y a la que se le atribuyó cierta

“La autoridad en crisis”:

tendencia comunista. Su primera presidenta fue Clementina

Para 1964, después de un impasse en el activismo

unam

y la Organización de Estudiantes

Batalla de Bassols. Entre sus actividades más destacadas

Es una pena contemplar que en México el principio de autoridad se ha perdido y así los nuevos problemas surgen a diario: desde la aparentemente insignificante ruptura de la armonía familiar, debida a la falta de influencia de los padres sobre los hijos, hasta los trascendentales disturbios nacionales como el paro de los trabajadores ferrocarrileros, el reciente golpe de los maestros y los desórdenes en el ipn. Vandalismo juvenil, cuya semilla se encuentra en el seno de la familia, es otro matiz de este grave problema […].34 El autoritarismo, el conservadurismo y las políticas de censura y control terminaron por generar la contraofensiva. Para mediados de los años sesenta, México era testigo de un incipiente movimiento contracultural, importado principalmente de Estados Unidos, que llegó en forma de cuestionamientos a las estructuras sociales y culturales tradicionales de estos

impulsó un proyecto nacional de guarderías, apoyó a las campesinas en sus demandas de tenencia de tierra, y promovió la organización del Frente Nacional para la Infancia.35 Durante los acontecimientos del 68, sumó contingentes a las protestas estudiantiles y posteriormente encabezó las luchas por la liberación de los presos políticos.

La transformación cultural y social de los años

sesenta fue común en varias latitudes del planeta y culminó con el estallido de grandes movimientos entre los que destacaron los estudiantiles. Tal como sostiene Ricardo Pozas, en estos procesos mundialmente compartidos, los estudiantes fueron el actor social y cultural que trascendió el ámbito privado y cuya acción colectiva resquebrajó las estructuras dominantes tanto en lo social y político, como en lo ideológico y cultural.36 También en México los estudiantes cuestionaron el rígido sistema social, el autoritarismo, el intervencionismo norteamericano, el puritanismo sexual y otros tabús. La literatura de “La Onda” encabezada por

años. 35 Delia Selene de Dios Vallejo y María Esther Navarro Lara, “El feminismo como movimiento social”, en Julia del Carmen Chávez Carapia (coord.), Perspectiva de género, núm. 1, México: Escuela Nacional de Trabajo Social

unam ,

Plaza y Valdés, 2004, pp. 23–56.

34 Excélsior, 13/julio/1958, citado en Eric Zolov, Refried Elvis. The rise of

36 Ricardo Pozas Horcasitas, “Los 68: encuentro de muchas historias y

counterculture, Berkeley: University of California Press, California, 1999,

culminación de muchas batallas”, en Perfiles latinoamericanos, núm. 43,

p. 51.

enero–junio de 2014, México:

flacso

México, 2014, pp. 43, 51.


216

José Agustín y Gustavo Sainz, entre otros escritores, con-

La historia determinó que su participación no coadyuvó al

tribuyó a transformar la visión de las juventudes. Al mismo

desarrollo de los acontecimientos y las mujeres acabaron

tiempo, en el campo surgieron focos guerrilleros que dieron

por creerlo y asimilarlo. Sin embargo, estudios posteriores,

cuenta de hechos como el asalto al cuartel de Madera en

entre los que destacamos el realizado por Deborah Cohen

Chihuahua, en 1965, o las luchas sociales comandadas

y Lessie Jo Frazier, han demostrado que con sus acciones

por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez en Guerrero, desde

contribuyeron a generar valiosos apoyos fuera del campus

1967 y que, en la mente de los estudiantes, convergían con

de la universidad.37 Fueron ellas las que, ocultas bajo los

el ícono de la contracultura y la batalla por la libertad: el

estereotipos asignados a su sexo, pudieron infiltrarse en

Che Guevara.

espacios prohibidos para los líderes masculinos, fácilmente

reconocibles, para hacer

Dentro de este

ambiente de cambios se iniciaron nuevas pugnas por la autonomía universitaria, se multiplicaron las manifestaciones estudiantiles y se conformó el Consejo Nacional de Huelga (cnh) con el objetivo de convertirse en interlocutor con el Estado, mismo que, de forma paralela,

Las mujeres que participaron en el movimiento estudiantil del 68, transgredieron los esquemas impuestos a su género: desafiaron a la autoridad de su núcleo familiar y al contingente de líderes universitarios del cnh compuesto exclusivamente por hombres.

fue organizando grupos

propaganda, convencidas y comprometidas con sus ideales;

esta

operación

resultaba crucial ya que, al llevar el movimiento a la calle, evitaban su derrota por aislamiento. Después de los hechos del 2 de octubre, las mujeres se encargaron de alimentar a los presos, sirvieron

de

abogadas,

de choque y paramilitares y, de una vez, tomó por asalto

doctoras y maestras y, algo vital, fueron un enlace muy

las oficinas del Partido Comunista Mexicano porque, como

importante entre la cárcel y el espacio público. De igual

siempre, la culpa la tenían los comunistas. Todo lo anterior

valor resultaron las movilizaciones de las madres, esposas,

culminó en el movimiento estudiantil del 68.

hermanas e hijas de los desaparecidos y los presos políti-

Las mujeres que participaron en el movimiento estu-

cos, que con su activismo protagonizaron uno de los hechos

diantil, transgredieron los esquemas impuestos a su género

más emblemáticos de la participación femenina. Una de las

en, por lo menos, dos espacios: desafiaron a la autoridad

causas por las cuales la historia del 68 no incluyó a los

de su núcleo familiar, al apelar a su derecho de salir a las

grupos de las bases, y entre éstos a las mujeres, puede con-

calles, y al contingente de líderes universitarios del cnh com-

sultarse en el ya citado trabajo de Cohen y Frazier, quienes

puesto exclusivamente por hombres. Este último las confinó a las labores de cocinar para los militantes y limpiar los locales de reunión, mismas que pasaban inadvertidas pero que, a la vez, las llevaron a cuestionar la asignación de tareas.

37 Deborah Cohen y Lessie Jo Frazier, “México 68: hacia una definición del espacio del movimiento. La masculinidad heroica en la cárcel y las ‘mujeres’ en las calles”, en Estudios Sociológicos, XXII, septiembre–diciembre, México: 2004, pp. 591–623.


217

proponen una teoría interesante: el sufrimiento y el heroísmo

cambiar el orden social, entonces vigente, ante la imposibi-

de los líderes estudiantiles en la cárcel, virtudes inaccesibles

lidad de hacerlo por la vía democrática. La participación

para las bases, avasallaron la memoria colectiva y borraron

femenina en la guerrilla no fue masiva debido precisamente

las acciones de los miles de participantes que no tuvieron un

a que las condiciones sociales y económicas las obligaban

papel protagónico o de dirección. El espacio de la cárcel

a sustituir en el trabajo agrícola a los hombres que tomaban

convirtió a los líderes en mártires portavoces de todos los

las armas. No obstante, muchos nombres de mujeres deteni-

activistas políticos, en la voz del pueblo, y reconfiguró la

das, encarceladas y desaparecidas integran las listas de los

interpretación del movimiento estudiantil.

38

En el campo, las mujeres parecían haber quedado

informes de la Fiscalía Especial para los Delitos del Pasado, publicados en 2006,39 como testimonio de su intervención

al margen de los cambios sociales acontecidos en la déca-

en distintos grupos subversivos.

da. Sin embargo, a partir de la experiencia del 68, algunas

se incorporaron a los grupos armados que operaban a

en los cambios sociales fue un parteaguas en el adveni-

principios de los años setenta, principalmente en Guerre-

miento del nuevo feminismo –uno de los movimientos más

ro. Muchas de las campesinas que vivían en las zonas de

significativos del siglo xx–, y representó una oportunidad de

conflicto, comenzaron a involucrarse cuando las funciones

emancipación y una transformación de las mentalidades sin

asignadas a su sexo –dentro y fuera del hogar– se volvieron

precedente.

Lo cierto es que la participación de las mujeres

irrealizables debido a la precariedad de las condiciones en que estaban inmersas. Su activismo se debió en ocasiones a sus lazos familiares o comunitarios con los guerrilleros, pero en la mayoría de los casos, a un deseo auténtico de

El activismo de las mujeres en los cambios sociales de los años sesenta fue un parteaguas en el advenimiento del nuevo feminismo.

39 Para conocer más sobre las mujeres en los movimientos armados, consultar Autores varios, Informe Histórico presentado a la Sociedad Mexicana, Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, serie “México: Genocidio y delitos de lesa humanidad Documentos básicos 1968–2008”, 1ª ed. México: edición del Comité 68 Pro Libertades Democráticas, A. C., 2008; Adela Cedillo, “Mujeres, guerrilla y terror de Estado en la época de la revoltura en México”, en La guerra sucia en México (Blog) en: http://guerrasuciamexicana.blogspot.mx/2010/03/ mujeres–guerrilla–y–terror–de–estado.html; Macrina Cárdenas Montaño, “La participación de las mujeres en los movimientos armados”, en Verónica Oikión Solano y Marta Eugenia García Ugarte (eds.), Los movimientos armados en México, siglo xx, México: El Colegio de Michoacán/ciesas,

38 Ibid., pp. 594–604.

2006, pp. 609–624.


218

La nueva ola del feminismo

sudamericanas. Ante la supuesta apertura, y la presión de la política internacional sobre la igualdad de derechos promovida por la

onu

a través del Pacto Internacional de

Derechos Políticos y Civiles y el Pacto Internacional de DereA finales de los años sesenta surgió en el mundo occidental un nuevo feminismo considerado de la segunda ola y denominado de manera general como Movimiento de Liberación de la Mujer (mlm). Se caracterizó por su pluralidad e independencia de cualquier corriente ideológica anterior y sólo a través de su desarrollo impulsó el rescate del activismo precursor. “El epicentro definitorio de este nuevo movimiento era la enunciación acerca de que ‘lo personal es político’, deshaciendo las fronteras entre lo público y lo privado”.40 Dos obras fueron precursoras emblemáticas del mismo: La mística de la feminidad de Betty Friedan de 1965, donde definió el inicio del movimiento a partir del “malestar que no tiene nombre”. La otra, El segundo sexo de Simone de Beau-

chos Económicos, Sociales y Culturales, ambos en 1966, el feminismo encontró nuevos canales de expresión.

Al igual que en otras latitudes, el movimiento en

México difería del feminismo liberal que buscaba la igualdad en la obtención de derechos políticos, y trascendió también las demandas de derechos sociales para “colocar al cuerpo femenino y sus manifestaciones como centro de las exigencias”.41 Se distinguió como una corriente de expresión marcadamente contracultural, interesada en forjar nuevas formas de vida y cuestionó los patrones sociales, políticos e ideológicos que mantenían subordinadas a las mujeres, las relaciones desiguales entre ambos sexos y la imagen objetivada de la mujer en los medios de comunicación.42 Una

voir que, aunque se publicó en 1949, hizo eco al feminismo hasta finales de la década de 1960.

En México el feminismo de la nueva ola se inició

alrededor de 1970 entre mujeres de la clase media urbana, promovido por la influencia del norteamericano, el desarrollo de métodos anticonceptivos más eficientes y accesibles, y un mayor ingreso de las estudiantes a la universidad, todo lo cual convergió con los recientes movimientos sociales, de los cuales, como vimos, el estudiantil incidió especialmente en los cuestionamientos de las jóvenes respecto a las fun-

A finales de los años sesenta surgió en el mundo occidental un nuevo feminismo considerado de la segunda ola y denominado de manera general como Movimiento de Liberación de la Mujer, (mlm).

ciones que se asignaban a su sexo. Sumado a lo anterior, en 1970 el presidente Luis Echeverría asumió el poder; buscando proyectar una nueva imagen que dejara atrás los acontecimientos del 68, anunció una apertura democrática, derogó el delito de disolución social, y abrió las puertas a los militantes de izquierda perseguidos por las dictaduras

41 Ana Lau Jaiven, “Emergencia y trascendencia del neofeminismo”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910–1920, México: conacyt /Itaca/Ecosur,

uam – x /

2011, p. 152.

42 Estela Serret, “El feminismo mexicano de cara al siglo XXI”, en El Cotidiano, vol. 16, núm. 100, marzo–abril 2000, México: Universidad 40 Mary Nash, op. cit., pp. 169–170.

Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, p. 45.


219

de sus características básicas fue su autonomía de grupos de oposición, partidos políticos, organizaciones obreras e instituciones, buscando articular un nuevo discurso en el cual volcar la vida cotidiana y privada al espacio público.

La influencia del feminismo norteamericano tam-

bién se difundió en México gracias a la publicación de dos artículos que hacían referencia a la manifestación realizada en San Francisco, California, para celebrar el cincuentenario de la emancipación de la mujer norteamericana por medio del sufragio, el 26 de agosto de 1970. Rosario Castellanos publicó “La liberación de la mujer, aquí” en el periódico Excélsior, en el que hacía una invitación a imitar el movimiento norteamericano. Elaboró una dura crítica a la pasividad de las mexicanas y agregó: “¿Es que no hay mujeres entre nosotros? ¿Es que el sahumerio de la abnegación las ha atarantado de tal manera que no se dan cuenta de cuáles son sus condiciones de vida?”.

43

De igual forma, Martha Acevedo publicó un artí-

culo titulado “Nuestro sueño está en escarpado lugar” en la revista Siempre! Y, mediante una reseña del mitin de San

significaba reconocer que su opresión no era personal sino de todas; de ahí que en sus inicios se desarrollara mediante pequeños grupos de reflexión.

El 15 de febrero de 1971 Rosario Castellanos

pronunció un discurso para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, “La abnegación, una virtud loca”, que también invitó a las mexicanas a la reflexión. A pesar de que no se consideraba feminista, hizo público el rechazo a la virtud “más celebrada de México”, que había colocado a las mujeres en la condición de subordinación a la que estaban sujetas. Se preguntó si la abnegación era realmente una virtud y expuso una crítica lapidaria a quienes se complacían en ella. La escritora estimaba que lejos de ser una cualidad, la abnegación se apropiaba de toda la familia provocando hijos no aptos para la vida, esposos tiranos y males sociales como el alcoholismo, el machismo y la hipocresía. Sólo cuando la mujer ganaba una batalla, gestaba seres humanos más completos, familias más armoniosas y una nación de ciudadanos más conscientes y libres. Con respecto a la desigualdad expresó:

Francisco y los testimonios de las feministas que participaron en él, realizó un análisis de la condición subordinada de la mujer, arguyendo que “la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del doméstico que es privado”, el cual era –y sigue siendo– aportado en grandes cantidades sin remuneración alguna.44 El movimiento de liberación

43 Rosario Castellanos, “La liberación de la mujer, aquí”, publicado

No es equitativo –y por lo tanto no es legítimo– que uno de los dos que forman la pareja, dé todo y no aspire a recibir nada a cambio. No es equitativo –así que no es legítimo– que uno tenga la oportunidad de formarse intelectualmente y al otro no le quede más alternativa que permanecer sumido en la ignorancia.

originalmente el 5 de septiembre de 1970, Excélsior, en Debate feminista, año 6, vol. XII, octubre de 1995, México, pp. 351–354. 44 Marta Acevedo, “Nuestro sueño está en escarpado lugar”, publicado en La Cultura en México, suplemento de Siempre!, el 30 de septiembre de 1970, en Debate feminista, año 6, vol. 12, octubre, México, 1995, pp. 355–370.

No es equitativo –por lo mismo no es legítimo– que uno encuentre en el trabajo no sólo una fuente de riqueza sino también la alegría de sentirse útil, mientras que el


220

otro cumple con una labor que no amerita remuneración y… que por su misma índole perecedera, no se puede dar nunca por hecha. No es equitativo –luego no es legal– que uno sea dueño de su cuerpo y disponga de él como se le de la real gana mientras que el otro reserva ese cuerpo no para sus propios fines […].45

Pero el cambio de mentalidades, que poco a poco fue introduciendo el feminismo, originó que las batallas cotidianas de las clases subalternas cobraran una nueva dimensión y fueran reconocidas como un derecho que legítimamente les pertenecía al participar en todos los ámbitos de la vida pública. Durante el primer lustro de los años setenta, se

constituyeron varias asociaciones, todas mediante el trabajo de concientización sobre temas como maternidad, sexualidad, doble jornada de trabajo y el aborto como problema de las mujeres que debía, por tanto, ser resuelto por ellas mismas. El primer grupo que se formó en 1971 fue Mujeres en Acción Solidaria (mas). En el mes de mayo, se manifestó frente al Monumento a la Madre, en la Ciudad de México, en contra del mito de la madre y la celebración del 10 de mayo. Sus integrantes repartieron un folleto en el que explicaban que el mito consistía en “exaltar la función biológica de la mujer para volverla el reflejo de la voluntad del hombre […] y para relegarla a la tarea de la reproducción de la especie y los quehaceres domésticos”.46 Los concursos auspiciados por el periódico Excélsior que premiaban a las

Rosario Castellanos. Archivo fotográfico del CEMOS. XI. Expresiones artísticas y culturales. Serie 6. Artistas e intelectuales. Subserie 21. Rosario Castellanos, caja 485.

Los estudiosos del feminismo coinciden en que, en

sus inicios, el movimiento no alcanzó mayor éxito por la extracción de clase de las mexicanas que lo conformaban. Las reivindicaciones que ellas planteaban eran ajenas a las necesidades de las grandes masas que seguían deman-

madres por diferentes motivos, y que con ello reforzaban

En mayo de 1971 Mujeres en Acción Solidaria (mas), se manifestó frente al Monumento a la Madre, en la Ciudad de México, en contra del mito de la madre.

dando justicia social y luchando por la subsistencia diaria. 45 Rosario Castellanos, “La abnegación: una virtud loca”, discurso pronunciado en el acto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer el 15 de febrero de 1971, en Debate feminista, año 3, vol. 6, septiembre de

46 El folleto puede consultarse en Martha Acevedo, El 10 de mayo,

1992, México, p. 291.

México:

sep /Martín

Casillas Editores, 1982, pp. 64–67.


221

las políticas del Estado en la construcción del orden que

que daría igualdad jurídica a los sexos: “el varón y la mujer

deseaba mantener, dejaron de practicarse justamente a par-

son iguales ante la ley. Ésta protegerá la organización y

mas.

Sólo un periódico, El Día,

el desarrollo de la familia. Toda persona tiene derecho a

cubrió el acto con una breve nota en la que destacaba que

decidir de manera libre, responsable e informada sobre el

la manifestación se había llevado a cabo a pesar de la ne-

número y el espaciamiento de sus hijos”.48

tir de la manifestación del

gativa de las autoridades del Distrito Federal para conceder

El

el permiso, y explicaba someramente sus objetivos.

mantuvo al margen de la Conferencia sino que organizó un

mlm

en México, como en otros países, no sólo se

Entre 1972 y 1973 se formó el grupo Movimiento

contracongreso como medida de oposición al Año Interna-

Nacional de Mujeres integrado principalmente por perio-

cional de la Mujer; lo anterior obedecía a su forma inicial

distas atentas al desarrollo del feminismo en Estados Unidos

de operar: el movimiento buscaba perdurar de manera

47

convocó

autónoma y lejos de la imposición de líderes, jerarquías e

la Primera Conferencia del Año Internacional de la Mujer,

instituciones que lo intentaran organizar. El contracongreso

para celebrarse en junio del siguiente año, cuyo tema

y otras movilizaciones posteriores de la primera mitad de

general era la igualdad de la mujer y su contribución al

los años setenta, tenían un carácter más simbólico que polí-

desarrollo y la paz. La Ciudad de México obtuvo la sede

tico, cuyo objetivo era atraer la atención del mayor número

en un momento en que las mexicanas todavía no gozaban

posible de actores, sobre la opresión de las mujeres y la

de igualdad jurídica en la Constitución. Ante lo inminente

desigualdad.

y Europa, y en 1974 el

mlm.

En este año, la

onu

de la Conferencia, el 31 de diciembre de 1974 se publicó en el Diario Oficial, la reforma al artículo 4º Constitucional

El 31 de diciembre de 1974 se publicó en el Diario Oficial, la reforma al artículo 4º Constitucional que daría igualdad jurídica a los sexos.

47 Ana Lau Jaiven, “Emergencia y trascendencia del neofeminismo”, op.

48 Felipe Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México 1808–2005,

cit., p. 161.

México: Editorial Porrúa, 2005, p. 983.


222

Modernización y desarrollo

provenía de ese país51 y, por otro, la debilidad de la industria nacional se veía opacada por fuertes importaciones y por subsidiarias extranjeras, en su mayoría norteamericanas, establecidas en el país. Además, los productos del ve-

Al concluir La Segunda Guerra Mundial, en 1945, Estados

cino del norte tenían mejor calidad, precios más accesibles

Unidos se convirtió en la principal potencia económica; con

y mejores métodos de comercialización.

ello comenzaba una larga y tensa batalla por el control po-

Ello tuvo repercusiones económicas para el país,

lítico, económico y militar del mundo con la URSS, conocida

indudablemente, pero también afectó las estructuras men-

como la Guerra Fría. Mientras tanto, en México las élites

tales, así como la situación social de los mexicanos y las

gobernantes se ocuparon de apuntalar la imagen de un país

mexicanas. En primer lugar, a la par del proceso de moder-

moderno, democrático, con una rica identidad nacional

nización, México sufría una fuerte explosión demográfica,

competente en el mercado capitalista.49 Ello sin duda tuvo

al tiempo que se fortalecía la clase media metropolitana. En

consecuencias importantes a nivel social y cultural, lo que a

segundo, se modificaba el ideal de familia, constituida por

la vez reflejaba situaciones distintas para las mujeres, sobre

un padre proveedor y una madre dedicada exclusivamente

todo tras la obtención del voto en 1953, al tiempo que se

al hogar y a la educación de los hijos; comenzaba a tole-

preparaba el escenario político para una de las coyunturas

rarse –y a requerirse– cada vez más, el trabajo femenino.

más importantes vividas en el país, el movimiento estudiantil

En tercero, de la cultura norteamericana se tomó el referente

de 1968.

del sujeto moderno, el cual sin duda se adecuaba a los

Uno de los temas prioritarios de la agenda política

esquemas de género esperados. A este respecto, se evi-

fue impulsar el desarrollo económico; así, la industrializa-

denció un replanteamiento discursivo del papel de la mujer

ción se convirtió en la vía para modernizar y encarrilar a la nación en la senda del progreso. Sin embargo, el ahorro interno era insuficiente y los ingresos gubernamentales muy reducidos por lo que “la industrialización fue requiriendo un ingreso de divisas cada vez mayor para poder importar los bienes de capital y ciertos bienes intermedios necesarios a la actividad manufacturera”.50 Así, para la década de los años sesenta había aumentado la dependencia económica hacia Estados Unidos; por un lado, 95% del financiamiento

Con la creciente industrialización se modificaba el ideal de familia constituida por un padre proveedor y una madre dedicada exclusivamente al hogar y a la educación de los hijos.

49 Soledad Loaeza, “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia, 1944–1968”, en Nueva Historia general de México, México: colmex ,

2010, p. 653.

50 Lorenzo Meyer, “La encrucijada”, en Daniel Cosío Villegas, Historia de

51 Blanca Torres, Historia de la Revolución Mexicana, 1940–1952: hacia

México, vol.4, México,

la utopía industrial, México:

colmex ,

1976, p. 223.

colmex ,

1984, p. 154.


223

moderna, ciñéndolo fundamentalmente al hogar pero con

viviendas, drenaje, alcantarillado, agua potable, servicios

una participación más activa dentro del mismo, sirviéndose

de higiene), lo que provocó la disminución de las tasas de

de la emergente tecnología doméstica (electrodomésticos),

mortandad y un considerable aumento de la población. Los

así como de novedosos productos para el perfeccionamien-

centros urbanos, principalmente la capital nacional, comen-

to de su feminidad como alimentos procesados, vestimenta

zaron a jugar un papel político y económico muy importante

de moda, cosméticos, artículos diversos para su belleza y

al convertirse en los receptores de tales beneficios, al tiempo

salud, etcétera.

que eran vistos como emblemas de progreso y modernidad.

Los procesos de modernización, que se dieron

Ello se tradujo en constantes inmigraciones de personas

en términos económicos (industrialización) y sociocultura-

en búsqueda de mejores niveles de vida (bienestar social,

les (urbanización, estilos de vida), generaron relevantes

empleo, educación, salud, etc.), lo que tuvo como conse-

transformaciones. Los gobiernos llevaron a cabo políticas

cuencia una alta concentración de población en las grandes

a favor de la salud (control de enfermedades infecciosas

metrópolis, así como el abandono del campo, que tampoco

y parasitarias, campañas de vacunación, aparición de la

recibía la atención ni la inversión adecuada por parte de los

penicilina) y mejoras de urbanización (construcción de

gobiernos.

Tabla 3 Población Censo 52 País

*

Centros urbanos de todo

Distrito

el país *

Federal

Monterrey

Guadalajara

1930

16 552 722

5 540 631

1 229 576

132 577

117 556

1940

19 653 552

6 896 111

1 757 573

186 092

229 235

1950

25 791 017

10 983 483

3 050 442

339 282

380 226

1960

34 923 129

17 705 118

4 870 876

601 085

740 394

1970

48 225 238

28 308 556

6 874 165

858 107

1 199 391

Se considera centro urbano aquellas localidades con una población mayor a 2 500 habitantes.

52 Censos Generales de Población 1930, 1940, 1950, 1960, 1970. De todas estas cifras, las mujeres representan alrededor de la mitad.


224

Dicho fenómeno propició que se fuera modificando

la geografía urbana y social. La capital del país, hacia los años cincuenta, se había convertido en el mayor símbolo de la modernidad nacional, contaba con espléndidas colonias para las clases alta (Las Lomas, El Pedregal) y media acomodada (Juárez, San Miguel Chapultepec, Del Valle, Narvarte, Guadalupe Inn, San Ángel, Coyoacán); con fraccionamientos y centros habitacionales para la creciente burocracia

estabilizador”.53 El Instituto Nacional de la Vivienda (inv) presentó proyectos para sustituir a las vecindades por modernos departamentos con una mejor distribución de los espacios que permitiera la intimidad y mejorara la moralidad de sus habitantes.54 Chava Flores hace alusión a la aspiración de muchos por vivir en aquellos novedosos y modernos departamentos:

(Multifamiliar Miguel Alemán en la colonia Del Valle, el Cen-

Promesa es promesa y no miento te tengo ya un apartamiento con agua caliente, dos rentas, fiador. Contrato forzoso de un año, cocina recámara y baño, un poco de sala y su güen comedor Está rete–chula la casa; por eso, querida Tomasa, quiero que te cases con un servidor […] Hay radio pegado a la puerta, si tú hablas por él te contestan. Si dices ‘qué quieren”, te dicen yo soy […].55

tro Habitacional Presidente Juárez o la Unidad Esperanza en la colonia Narvarte) y para las clases medias en ascenso (Postal, Álamos, Portales); con colonias proletarias, obreras y populares (delegaciones Azcapotzalco y Gustavo A. Madero). Los sectores para los pobres se ubicaban hacia el noreste de la ciudad (Peñón, Romero Rubio, Valle Gómez); también existían multitud de vecindades sobre todo en la parte céntrica de la ciudad (la colonia Guerrero, Tepito, La Lagunilla, La Merced y Jamaica). Había vecindades de distintos tipos, unas mejor avenidas y que contaban con servicios de luz eléctrica, drenaje y agua potable; otras muy precarias –prácticamente jacalones– donde se vivía en condiciones deplorables, sin servicios ni higiene y en grave hacinamiento, tal como lo consignó Oscar Lewis en su ensayo antropológico Los hijos de Sánchez, con lo cual se cuestionaba fuertemente la vida en tiempos del “milagro mexicano” y el “desarrollo

El Instituto Nacional de la Vivienda (inv) presentó proyectos para sustituir a las vecindades por modernos departamentos con una mejor distribución de los espacios que permitiera la intimidad.

La vida moderna en México se pensaba desde nuevos espacios y estilos reflejados en las representaciones identitarias de la clase media urbana, se entendía como “una propuesta de transformación global del habitar metropolitano”.56 A partir de la segunda mitad del siglo

xx,

en el

53 Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez, México: fce , 2012. Editado en 1961 en Estados Unidos y en 1964 en México por el Fondo de Cultura Económica. Cabe destacar que este texto fue censurado y el director de la editorial, Arnaldo Orfila, fue destituido. 54 Véase inv , Herradura de tugurios: Problemas y soluciones, México: 1958. 55 Chava Flores (intérprete y compositor), El apartamiento, 1975. 56 Ballent, El arte, México: 1998, p. 72.


225

país se consolidaba el poder de las clases medias que, en

publicidad y representado en ídolos artísticos o deporti-

opinión de Soledad Loaeza, presentaban como principales

vos.58 Dicho esquema se construía en torno a la familia hete-

características la implantación de un estilo de vida ligado

rosexual nuclear con casa propia, con automóvil, electrodo-

al medio urbano occidentalizado, el desarrollo socio–pro-

mésticos, aparatos de radio y televisión y un gran nivel de

fesional vinculado a la educación y patrones de consumo

consumo. Para 1950, “quien no poseía un artefacto [radio

específicos.

57

eléctrico o de pilas] era pobre o no estaba a la moda”;59

Así, los integrantes de las clases medias citadinas

una de cada 5.1 familias urbana tenía uno de los más de

eran quienes se modernizaban cada vez más, es decir, se

324 000 aparatos de radio existentes en la República.60 En

urbanizaban siguiendo el american way of life, difundido

tanto, los televisores se integraban a la vida familiar a partir

fehacientemente a través de cine, televisión, canciones,

de los primeros años de la década de los cincuenta.61 Tabla 4 Viviendas

Censo 62

*

Población del país

# en el país

Con electricidad

Con Radio

Con Televisión

Con Radio y Televisión

1960

34 923 129

6 409 096

1 120 020 *

1 799 775

26 850

372 444

1970

48 225 238

8 286 369

4 876 745

3 839 701

153 163

2 435 888

En este caso el censo registra para este rubro “viviendas con gas o electricidad”.

57 Soledad Loaeza, Las clases medias y política en México, México: colmex ,

Los integrantes de las clases medias citadinas se modernizaban cada vez más siguiendo el american way of life, difundido a través de cine, televisión, canciones y publicidad.

2012, pp.1, 30–33.

58 Carlos Monsiváis, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo xx ”, en Daniel Cosío Villegas, Historia de México, vol. 4, México:

colmex ,

1976, pp. 415–416. 59 Luis Leñero, Representaciones de la vida cotidiana en México, México: Instituto Mexicano de Estudios Sociales, 1982, pp. 166–167. 60 José E. Iturriaga, Estructura social y cultural en México, México: fce , 1951, p. 203. 61 El 31 de agosto de 1950, se inaugura en México y América Latina el primer canal comercial de televisión; un día después se transmite por primera vez el informe de gobierno presidencial, en este caso de Miguel Alemán (1946–1952). A partir de entonces comenzaron a comercializarse estos aparatos, lo que se evidencia en el aumento de su publicidad en los diarios. 62 Censos Generales de Población 1960, 1970.


226

Por otro lado, en este periodo aumentaban los si-

familia tradicional era presentada como consustancial a lo

tios de diversión para todos los bolsillos: cafés, restaurantes,

mexicano. En este sentido, se puede plantear que durante el

bares, cabarets, prostíbulos, salas de cine, teatros, parques,

desarrollo experimentado en las décadas de los cincuenta

centros deportivos, etcétera; asimismo, la mayoría de los

y los sesenta hubo, en el plano ideológico, una moderniza-

más de mil impresos que circulaban en el país estaban en

ción diferenciada por sexos.

las ciudades.

63

En este escenario, nos preguntamos qué papel des-

Con todos estos cambios políticos, tecnológicos,

empeñaban las mujeres, qué oportunidades tenían para de-

urbanos y sociales, las repercusiones en la vida cotidiana

sarrollarse socialmente y como personas; en otras palabras,

y en las estructuras mentales y culturales comenzaron a

¿a partir de la obtención del voto en 1953 y los sucesos

evidenciarse. En un primer vistazo hubo consecuencias en el

políticos, sociales y culturales acaecidos, cómo se afectaron

desarrollo de las actividades femeninas tanto fuera del ho-

los roles de género y las formas de vida para las mexicanas?

gar como al interior del mismo. La incursión de las mujeres en la esfera pública, aunque no demasiado importante en cifras, era sumamente significativa. Para el medio siglo, la preocupación a nivel internacional por la situación de desigualdad política y social del sexo femenino fue teniendo efectos en México. A la par, la inserción creciente de las mexicanas en el ámbito laboral propició el reconocimiento de sus derechos y beneficios, en principio como trabajadoras y madres, pero también como ciudadanas (tal como se reflejaría en 1974 con la reforma constitucional para establecer la igualdad ante la ley de hombres y mujeres). En lo referente a la educación, su presencia era más notoria en las aulas universitarias, al tiempo que en el renglón cultural se daban a la tarea de organizar clubes, publicar revistas y hacerse presente tanto en cuestiones intelectuales como artísticas. No obstante, y a pesar de todo, también comenzaban a fortalecerse las industrias culturales (prensa, radio, cine, televisión, revistas, discos) a través de las cuales se afianzaban esquemas de género de corte principalmente conservador, en los que la

63 Por su contenido, las publicaciones estaban catalogadas en informativas, políticas, literarias, científicas, religiosas, deportivas, humorísticas, sociales, comerciales. José E. Iturriaga, Estructura…, op. cit., pp. 198–199.


227

Lucha de los actores contra el antirreeleccionismo (Febrero de 1969). Archivo General de la Naci贸n, Archivo fotogr谩fico Hermanos Mayo, Cronol贸gico, sobre 26,243.


228

Mujeres en escena Desde finales del siglo

xix,

las mexicanas se fueron incorpo-

No obstante el desarrollo experimentado en las décadas de los cincuenta y sesenta, en el plano ideológico, hubo una modernización diferenciada por sexos.

rando al mundo laboral asalariado, fundamentalmente en la industria y en el sector de los servicios, aunque las cifras vieron un acelerado aumento a partir de los años treinta: de 4.6% en 1930 a 7.4% en 1940, 13.6% en 1950, 18% en 1960 y para 1969 llegó a 19%.64 Cabe destacar que los censos no tomaban en cuenta diversas ocupaciones remuneradas ejercidas por las mujeres, que iban desde empleos informales hasta el trabajo doméstico (limpieza, lavandería, cocina, cuidado de infantes o enfermos, etc.); de modo que la cantidad de trabajadoras era bastante mayor a la consignada por las estadísticas oficiales. Tabla 5 % Hombres Censo 65

Población Total

Hombres

Económicamente

Mujeres

activos respecto a población*

Mujeres

% Mujeres

Económicamente

Económicamente activas

Activas*

respecto a población*

1940

19 653 552

9 695 787

27.60

9 957 765

432 457

2.20

1950

25 791 017

12 696 935

27.94

13 094 082

1 137 646

4.41

1960

34 923 129

17 415 320

26.45

17 507 809

2 035 293

5.78

1970

48 225 238

24 065 614

71.7

24 159 624

2 654 292

16.4

*Incluye ocupados y desocupados a partir de los 12 años de edad.

64 Gloria González Salazar, “La participación de la mujer en la actividad laboral de México”, en María del Carmen Elu de Leñero (intro.), La mujer en América Latina, t. i, México:

sep

Setentas, 1975, p. 111.

65 Censos Nacionales de 1950, 1960 y 1970.


229

Tabla 6

Se puede observar que el movimiento de los

porcentajes es constante, aunque ciertamente tímido. Ello es consecuencia de que culturalmente se asumía que las

1960

mujeres debían dedicarse de manera exclusiva al hogar;66 Total

de modo que las mujeres trabajando o desarrollándose profesionalmente eran quienes lo hacían muchas de las veces por necesidad o antes del matrimonio.

Para mediados del siglo, la modernización había

Total

Sector

Ocupación

Primario *

Industria **

Sector Terciario ***

11 332 016

6 144 930

2 147 963

3 039 123

Hombres

9 296 723

5 481 354

1 871 121

1 944 248

Mujeres

2 035 293

663 576

276 842

1 094 875

provocado el engrosamiento del sector terciario o de servicios, en empresas privadas o en el gobierno, el cual se

* Agricultura, ganadería, silvicultura, caza, pesca.

convertía en un espacio laboral fundamentalmente femenino

** Extractivas, de transformación, construcción, electricidad, gas. *** Comercio, transportes, servicios, actividades insuficientemente

debido a que se le vinculaba con actividades secretariales,

especificadas.

administrativas y de organización de oficina.

Tabla 7 1970 Total

1 716 050

Mujeres laborando en el sector Terciario Comercio

Transporte

333 941

Servicios

17 389

Insuficientemente

Gobierno

1 057 700

especificadas

68 903

238 117

A diferencia del sector primario y secundario, la

ellos podían acceder más fácilmente; y, también, porque

situación en el terciario podía llegar a ser un poco más

al sexo femenino se le consideraba menos capaz y se le

equitativa entre los sexos en cuanto a cantidad de traba-

integraba en puestos considerados de menor categoría y de

jadores y trabajadoras; y, aún así, los varones ocupaban

poca competitividad. Elsa Chaney y Marianne C. Schmink,

los puestos de mayor envergadura y mejor remunerados.67

aseguraban, a principios de los años setenta, que el sector

Esto se debía a que esos cargos requerían una especia-

de los servicios era un espacio con pocas ventajas reales

lizada preparación técnica y educativa, misma a la que

para las trabajadoras: “el hecho de que la modernización

66 Para más detalles sobre una serie de discursos que en el ámbito cultural buscaban reinsertar simbólicamente a las mujeres en el ámbito doméstico, véase Martha Santillán Esqueda, “Discursos de redomesticación femenina durante los procesos modernizadores en México, 1946–1958”, en Historia y Grafía, núm. 31, diciembre 2008, Universidad Iberoamericana, pp.

67

103–132.

Comercio, 1960, p. 417.

inegi , viii

censo general de población, México, Secretaría de Industria y


230

cree un tercer gran sector compensa en muy poco a las

sueldos– fue fundamental. En primer lugar, el trabajo feme-

mujeres […] significa para ellas trabajo inseguro, de bajo

nino podía ser mejor visto social y moralmente, incluso por

nivel y mal pagado, como sirvientas […]; como vendedoras

las mismas mujeres; en segundo, ellas podían romper con

callejeras y empleadas; como prostitutas […] como oficinis-

la dependencia económica absoluta hacia el marido o su

tas de bajo sueldo”.68

familia, lo cual les otorgaba cierta movilidad dentro de la

El porcentaje de mujeres dedicadas exclusivamente

sociedad; en tercero, la fuerza laboral femenina se conver-

a los quehaceres domésticos (actividad considerada no pro-

tía en un importante factor de presión social, pues se hacía

ductiva) pasaba de 53.48% en 1950 a 54.96% en 1960

indispensable su presencia –al menos en el sector terciario–

y a 43.46% en 1970. Un dato que vale la pena resaltar

para el desarrollo de las nuevas formas de productividad,

es que en ninguno de los censos de esos mismos años, se

consecuencia de la industrialización, lo cual posibilitaba la

aplicó al sexo masculino la pregunta sobre el desempeño

obtención de derechos laborales y sociales.

de dichas tareas; definitivamente era considerada una labor

El aumento de las mujeres en el mercado del trabajo estuvo vinculado, entre otras cosas, al incremento de la

La fuerza laboral femenina se constituyó como un importante factor de presión social, pues se hacía indispensable para el desarrollo de las nuevas formas de productividad.

preparación técnica y a la educación. Gracias a los procesos de modernización la educación superior fue impulsada de manera notable ya que se necesitaba gente preparada para los proyectos industriales, empresariales y burocráticos. La inversión en educación al cierre del gobierno de Ruiz Cortines, en 1958, llegó a 21.58% del presupuesto ejercido; en el último año del sexenio de López Mateos, 1964, fue de 29.31%; para el de Díaz Ordaz, en 1970, al-

femenina y mal remunerada.

canzó 34.57%.69 La reducción del analfabetismo, el aumen-

A pesar de que seguía existiendo una división

to en los índices de escolaridad y de las aulas universitarias

del trabajo en razón de los sexos, el aumento de muje-

benefició a las mujeres, ya que les permitía especializarse

res laborando –aunque inequitativo en tipo de empleos y

para integrarse al mundo laboral, el magisterio y la vida académica y cultural.

68 Elsa Chaney y Marianne C. Schmink, “La mujer y la modernización: acceso a la tecnología”, en María del Carmen Elu de Leñero (intro.), La mujer…, op. cit., p. 32.

69 inegi , Estadísticas históricas de México, t. 1, México, inegi , 2000, p. 98.


231

Tabla 8

AÑOS

HOMBRES

MUJERES

ALFABETOS

ALFABETAS

TOTAL DE ALFABETOS AMBOS SEXOS

HOMBRES

MUJERES

ANALFABETOS

ANALFABETAS

TOTAL DE ANALFABETOS AMBOS SEXOS

1940

5 321 131

5 533 676

10 854 807

2 221 772

2 561 329

4 783 101

1950

6 123 450

5 642 808

11 766 258

4 019 171

4 923 228

8 942 399

1960

9 102 747

8 311 928

17 414 675

4 783 709

5 358 764

10 142 473

1970

14 133 236

12 380 515

27 513 751

4 916 617

5 940 070

10 856 687

No obstante, la cantidad de mujeres margina-

A pesar de las transformaciones políticas y socia-

das de la educación era muy alta: en 1950 de un total

les acaecidas, los varones tenían mayor acceso a la educa-

de 13 094 082 mexicanas, 23.4% eran analfabetas y

ción. En 1970 el rezago educativo, esto es, la población

en

sin instrucción, con primaria incompleta o completa y con

1970 24.58% de las mujeres no sabían leer ni escribir y

secundaria incompleta, en varones mayores de 15 años

sólo 0.14% (34 889)

era de 88.7%; en cambio en las mujeres dentro del mismo

sólo .035% (4 555) estaban inscritas en la en 1971 se inscribieron en la

unam

Los varones ins-

rango de edad era de 92.6%.71 Una vez más consideramos

critos en dicha casa de estudios representaban 81.72%

que ello se debía a los esquemas de género imperante los

(20 374) de la matrícula total en 1950 y 74.80% (103

cuales justificaban darle prioridad a la educación masculina

599) en 1971.

como acceso al desarrollo, pues se asumía al varón como

del total de mexicanas (24 159 624).

70

unam ;

proveedor y a las mujeres dedicadas al hogar.

70 Censos 1950 y 1970; Anuarios estadísticos de la

unam

Los porcentajes respecto al estudiantado son nuestros.

1959 y 1971.

71 inegi , Indicadores sociodemográficos de México (1930–2000), México, inegi , 2001, p. 130.


232

Tabla 9 Mujeres tituladas en la UNAM ESCUELAS Y FACULTADES

MUJERES TITULADAS POR DÉCADA 1950

1960

1970

ESC. NAL. DE ARQUITECTURA

15

184

464

ESC. NAL. DE ARTES PLÁSTICAS

5

14

27

35

321

1 058

6

101

299

604

832

1 180

24

229

2 834

202

480

1 289

9

159

251

ESC. NAL. DE ENFERMERÍA Y OBSTETRICIA

883

1,046

1 850

FAC. DE FILOSOFÍA Y LETRAS

120

436

820

7

10

43

551

1,218

4 823

17

16

15

152

570

3 804

15

276

917

8

76

165

56

0

267

FAC. DE CIENCIAS ESC. NAL. DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES ESC. NAL. DE CIENCIAS QUÍMICAS ESC. NAL. DE COMERCIO Y ADMINISTRACIÓN FAC. DE DERECHO ESC. NAL. DE ECONOMÍA

ESC. NAL. DE INGENIERÍA ESC. NAL. DE MEDICINA ESC. NAL. DE MÚSICA ESC. NAL. DE ODONTOLOGÍA FAC. DE PSICOLOGÍA ESC. NAL. DE VETERINARIA Y ZOOTECNIA ESC. NAL. DE TRABAJO SOCIAL TOTAL DE MUJERES TITULADAS POR DÉCADA

2 709

5 968

20 106


233

Por otro lado, en opinión de Soledad Loaeza, el incremento de las clases medias “se vio limitado por las restricciones del sistema educativo”.72 Para los años setenta era evidente que las ventajas de la vida moderna no habían alcanzado a toda la población pues estaban “reservadas

Los discursos intelectuales de género74

para las clases medias y altas, que tenían teléfono, radio y televisión en casa”.73 De modo que eran inobjetables los marcados contrastes entre la riqueza y la pobreza, así como las desigualdades de género imperantes en los espacios laborales, los ámbitos de poder político y en el terreno cultural.

Tras la institucionalización de la Revolución, los gobiernos priístas, para contrarrestar la intromisión de valores culturales norteamericanos, mantuvieron un discurso nacionalista con dos caras. Por un lado, impulsaron una doctrina de lo mexicano para el fortalecimiento de una identidad nacional,75 que llamaba a la unificación de los diferentes sectores del país para hacer frente al imperialismo extranjero económico y cultural, así como a las disidencias políticas internas que contravenían la ideología del régimen político.76 Por otro, atendía a la inquietud que provocaba la creciente imitación en la sociedad mexicana del modo de vida estadounidense. Los intelectuales fueron los encargados de consolidar una idea de lo mexicano ad hoc al sistema político; se alentó la creación de murales, danzas típicas, música, literatura, cinematografía y otras manifestaciones artísticas, así como programas de radio y televisión que en su conjunto representaran –e impulsaran– la cultura mexicana.

74 El contenido de esta sección fue tomado de Martha Santillán Esqueda, “Discursos de redomesticación femenina durante los procesos modernizadores en México, 1946–1958”, Historia y Grafía, núm. 31, diciembre 2008, Universidad Iberoamericana. 75 Luis Medina, Historia de la Revolución mexicana (1940–1952): civilismo y modernización del autoritarismo, vol. 20, México:

colmex ,

1979, p. 178. 76 Tzvi Medin, “La mexicanidad política y filosófica en el sexenio de Miguel Alemán, 1946–1952”, en revista electrónica E.I.A.L. (Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe), v. 1, núm. 1 (enero– 72 Soledad Loaeza, “Modernización…”, op. cit., p. 684.

junio 1990): Nacionalismo en América Latina, Universidad de Tel Aviv,

73 Idem.

http://www.tau.ac.il/eial/I_1/


234

En los años cincuenta, el filósofo Leopoldo Zea77 fue director del proyecto intelectual “México y lo mexicano”, que constaba de una serie de publicaciones que buscaban repensar y reedificar la mexicanidad. Este pensamiento enmarcaba el ideario del discurso nacionalista y desarrollista, y tenía como objetivo reivindicar lo propiamente mexicano estudiando las características de su contexto y especialmente los defectos psicosociales que dificultaban romper con los 78

atavismos que le impedían progresar. Pero, al mismo tiempo, elaboraba un discurso homogéneo sobre los mexicanos en general. Y, aunque tomaban en cuenta las características propias de las clases urbanas o campesinas, pretendían guiar los comportamientos de todos los mexicanos hacia el mismo fin: la modernización. Obviaban las particularidades concretas de los individuos por clase, raza o género, y presumían que todos los sujetos tenían que encarrilarse en el desarrollo y el nacionalismo propuestos por las élites. Los intelectuales a cargo del proyecto no consideraron en qué medida eran afectadas las mujeres por las nuevas circunstancias sociales, no las pensaban como individuos que debían poseer los mismos derechos sociales, políticos y económicos que los varones. El sexo femenino parecía no ser un asunto relevante y daban por hecho que ellas debían ocuparse idealmente del hogar y la maternidad.

Octavio Paz, heredero de esta corriente filosófica, en El laberinto de la soledad (1950) dedicó varias páginas a sostener la idea de la inferioridad de las mujeres en razón del llamado irrevocable de una naturaleza femenina perteneciente a lo doméstico y ajena a la vida social. El poeta introduce al tema a partir de la idea de lo “rajado”; apunta que la hombría consiste en no rajarse nunca. En contraparte, las mujeres “son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su ‘rajada’, herida que jamás cicatriza”.79 A partir de esta diferencia anatómica, de corte freudiano, el autor desencadena una serie de argumentos para justificar la exclusión de las mujeres de la producción social y cultural, así como su subordinación a los varones. En suma, las mujeres eran para el ensayista la “cifra viviente de la extrañeza del universo y de su radical heterogeneidad, la mujer ¿esconde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?, ¿piensa acaso?, ¿siente de veras?, ¿es igual a nosotros?”.80 Esta diferencia de género era resultado, según Paz, de fuerzas más allá de la voluntad femenina, lo que situaba a las mujeres como un ser pasivo y transmisor de valores, incapaz de trascenderse ni de crear. Señala que la feminidad no es un fin que se logra en sí mismo como la hombría, y que está dictada por fuerzas naturales, cósmicas e irrevocables. Ahora bien, bajo esta lógica cualquier actividad realizada por ellas, que no sea la maternidad, es de muy poca monta y, además, transgrede lo establecido.81 Por ello el problema para el escritor no era la esencia como tal de las mujeres, sino que ellas corrompieran su instinto de

77 Heredero del pensamiento filosófico de Samuel Ramos, estaba al frente

procreación y enfrentaran la autoridad masculina.

del grupo Hiperión, formado por los filósofos Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez MacGrégor, Jorge Portilla, Salvador Reyes Nevárez, Emilio Uranga, Fausto Vega y Luis Villoro. En 1952, fundó el Centro de estudios sobre lo mexicano.

79 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Madrid: Cátedra, 2000,

78 Patrick Romanell, La formación de la mentalidad mexicana: panora-

p. 165.

ma actual de la filosofía en México, 1910–1950, México:

80 Idem.

p. 211.

colmex ,

1954,

81 Ibid., pp. 171–175.


235

El proyecto intelectual no pensaba a las mujeres como individuos que debían poseer los mismos derechos sociales, políticos y económicos que los varones. La escritora y periodista María Elvira Bermúdez aseguraba que el hembrismo había sido desarrollado por las mujeres como una manera de adaptación a entornos sociales hostiles. La fuerza de estas ideas (heredadas por Paz y moneda

radica en una serie de actitudes femeninas tales como la exagerada sumisión al hombre al grado de aceptar la infidelidad y la sevicia, el afán de subsistir económicamente a expensas del varón, una inclinación a sentirse incapaz, el apego a la queja y al llanto, debilidad y actitud pasiva.83 Aseguraba que el hembrismo había sido desarrollado por las mujeres como una manera de adaptación a entornos sociales hostiles. Esta idea era innovadora para la época, pues aun cuando Bermúdez se mostraba en sintonía con los discursos referentes a la familia, la maternidad y la domesticidad femenina, asumía que las características negativas del sexo femenino habían sido adquiridas socialmente, no de modo natural y, por tanto, podían ser modificadas.

corriente en la época) radica en el afán de replantearlas y reforzarlas, cobijado bajo el discurso de la mexicanidad y la modernidad. En un momento en que la movilidad social femenina se encuentra en ascenso parece necesario para las élites políticas e intelectuales insistir en que las mujeres no deben buscar espacios de desarrollo personal más allá del doméstico; es decir, en redomesticarlas. En contraparte, las reflexiones de la escritora y periodista María Elvira Bermúdez en su libro La vida familiar del mexicano (que formaba parte de la colección “México y lo mexicano”) delineaba un punto de vista distinto sobre lo femenino y la situación de las mujeres. La autora analizaba el entorno familiar y sus repercusiones en la vida social y nacional; sostenía que los defectos y el sentimiento de inferioridad del mexicano se cultivaban en la vida familiar, pues era el espacio donde se recreaban los falsos conceptos de hombría (machismo) y de feminidad (hembrismo).82 Éste

82 Elvira Bermúdez, La vida familiar del mexicano, México: Antigua Librería Rebolledo, 1955, p. 101. 83 Ibid., p. 93.

En el hipódromo. Archivo General de la Nación, Archivo fotográfico Hermanos Mayo, Concentrados (HMNC-1305/1-A It-51), sobre 1,305, 1.


236

Asimismo, la autora señalaba que las mujeres se encontraban en desventaja ya que tenían menos oportunidades laborales y educativas para subsistir por sí solas. El hembrismo, aunque común entre las mujeres mexicanas, no era definitorio por su naturaleza, sino resultado de todo un sistema

Imaginarios y vida cotidiana

de aprendizaje reforzado culturalmente: “las cualidades que adornan a un individuo (hombre o mujer) vienen a ser, en la mayoría de los casos, más la resultante de la autodisciplina y de la cultura que rasgos innatos y espontáneos dados gratuitamente”.84 Bajo esta idea, Bermúdez aseguraba que la inferioridad femenina era, más bien, producto de todo un sistema de valores; de ese modo, al renovar los sistemas educativos y culturales se podría modificar la situación de las mexicanas.

Para los años cincuenta, en el ámbito cultural se patentizaban dos importantes fenómenos que repercutieron en la consolidación de los esquemas tradicionales de género: los electrodomésticos y los medios de comunicación. La imagen de la mujer moderna –liberal o liberada– comenzaría a vincularse cada vez más, ya no sólo con la crianza y la educación de los hijos, sino también con la moda en el vestir, los estereotipos de belleza y la tecnología hogareña.

La imagen de la mujer moderna –liberal o liberada– comenzaría a vincularse cada vez más con la moda en el vestir, los estereotipos de belleza y la tecnología hogareña.

El contexto que da forma a esta figura se centra

en el asentamiento de la élite política nacional, en la imagen de un México moderno, el afianzamiento de las clases medias, la tecnologización de la sociedad como símbolo de modernidad, en el surgimiento –y el incremento de su consumo– de aparatos electrodomésticos (refrigeradores, aspiradoras, licuadoras, batidoras, radio, televisión, tocadiscos etc.), en el asentamiento de las industrias culturales de comunicación (productoras y reproductoras de imaginarios) y en los movimientos contraculturales como respuesta a una sociedad que seguía siendo bastante tradicionalista. 84 Ibid., p. 129.


237

Los electrodomésticos junto con los alimentos pro-

buscando promover la compra vinculada a un deseo de

cesados (leche en polvo o condensada, café soluble, aceite

ser alguien diferente y conforme a ideales culturales más

vegetal, pan de caja, conservas enlatadas, etc.),85 que ya

amplios.87

se comercializaban de manera importante desde los años

Por ejemplo, en los diarios de mayor circulación

cuarenta, para las siguientes décadas se convertían en herra-

nacional, como Excélsior o El Universal, es común encontrar

mientas indispensables dentro del hogar. Por supuesto, ello

en los anuncios publicitarios dirigidos a mujeres (referentes

afectaría las prácticas cotidianas al interior del espacio do-

a artículos de belleza, ropa, electrodomésticos, modernos

méstico, a la vez que se les veía como aparatos de lujo y ali-

guisos o postres cocinados con alimentos procesados), re-

mentos a veces inalcanzables (dado sus altos costos) 86 y, por

presentaciones femeninas con semblantes de felicidad, mu-

tanto, símbolo de estatus social; de modo que eran las fami-

jeres blancas y esbeltas, vestidas a la moda norteamericana

lias de las clases altas y medias las principales consumidoras

y con una actitud conservadora, en escenarios domésticos

de estos artículos. Su consumo se vincula con la expansión de

como telón de fondo. Son anuncios sin duda dirigidos a la

los medios de comunicación (prensa, radio, cine y televisión)

clase media que se convertían en referentes simbólicos que

pues éstos eran los espacios donde se publicitaban.

también buscaban nutrir las aspiraciones del resto de las

Para mediados del siglo

xx,

la publicidad era el

mujeres.

principal elemento económico–comercial de todo medio.

Para entonces, los medios de comunicación masi-

Asumimos a la publicidad como un agente ideologizante en

va se convertían en importantes reproductores de cultura,

tanto que su labor ha sido, desde su surgimiento en el siglo

xix,

la elaboración de

discursos que oscilan entre la información y la seducción,

Las principales industrias (re)productoras de cultura, difusoras de mensajes homogéneos y masivos, construían y reconstruían imaginarios y estereotipos de género tradicionalistas.

85 Un interesante análisis sobre los cambios alimenticios en México a mediados de siglo y sus implicaciones de género y de clase, visto a través de la publicidad y de entrevistas, en Sandra Aguilar, “La mesa está servida:

no sólo en México, sino en el

mundo

occidentalizado;

en este sentido, eran también herramientas que colaboraban con la prolongación de los esquemas de género imperantes. Teresa De Lauretis considera que a través de sus represen-

taciones se pretende inducir a los sujetos a actuar y a tener determinado tipo de experiencias de acuerdo con su sexo,

comida y vida cotidiana en el México de mediados del siglo xx ”, HIb.

a autorrepresentarse y configurar su universo de vínculos

Revista de Historia Iberoamericana, vol. 2, núm. 2, 2009.

sociales, a relacionarse entre sí, en fin, a constituir su identi-

86 Por ejemplo, el salario mínimo hacia mediados de los cincuenta era de 5.53 pesos, mientras que, según los anuncios publicitarios en prensa, una

dad genérica ya sea como hombre o como mujer.88

licuadora podía alcanzar los 250 pesos, una plancha rebasaba los 30, una aspiradora 750, una estufa costaba casi 450, una televisión estaba etiquetada en tres mil pesos, sólo por mencionar algunos ejemplos. Datos

87 Martha Santillán Esqueda, “Deletreando ensueños”, en Origina, año

tomados de Andrea López Ortiz, Promoción publicitaria en la prensa mexi-

11, núm. 125, julio 2003, Giraldi Editores, pp. 26–31.

cana y su proyección de un modelo del deber femenino. Prensa capitalina

88 Véase Teresa De Lauretis, “La tecnología del género”, en Carmen Ramos

en la década de 1950, licenciatura en historia, Instituto de Investigaciones

Escandón (coord.), El género en perspectiva: de la dominación universal a

Dr. José María Luis Mora, en preparación.

la representación, México:

uam

–i, 1991, pp. 233–235.


238

En el México de aquellos años, la prensa, la radio

Kena, otra importante publicación del periodo, al

y el cine eran medios bastante extendidos, los cuales, junto

igual que La Familia, Claudia de México, Rutas de Pasión

con la naciente televisión, se convirtieron en las principales

o las filiales norteamericanas Vanidades, Cosmopolitan,

industrias (re)productoras de cultura; en otras palabras, en

“confinaban a la mujer a la cocina, la costura y confección,

tecnologías difusoras de mensajes homogéneos y masivos a

a los chismes sobre artistas, a la apología de las modas y

través de los cuales se construían y reconstruían imaginarios

de la vida de los ricos…”.90 Kena buscó desde sus orígenes

y estereotipos de género tradicionalistas que mostraban a

a mediados de los sesenta, hacer frente a los “discursos

mujeres cuya máximo anhelo era ser una ama de casa mo-

de la revolución cultural juvenil con sus ideas de libertad

derna. Conforme a los mensajes de los medios, entendemos

en cuanto al amor y al sexo; la liberación femenina y el

que en el ámbito cultural de la época la “liberación” de la

movimiento feminista con sus peticiones de igualdad laboral

mujer, la mujer liberada o la mujer liberal, era la que, sin

y de control natal; y el psicoanálisis y la publicidad con sus

desatender su rol femenino dentro del hogar, se servía de

nuevas formas de concebir al ser humano”.91 De acuerdo

las nuevas tecnologías y se ocupaba de mantenerse atracti-

con Laura Mena, esta revista presentaba un doble discurso:

va para el sexo opuesto.

por un lado, daba a conocer los nuevos modos de vida para

Avanzados los años cincuenta, comenzaron a

la mujer moderna, en tanto reforzaba el papel tradicional

aparecer revistas con contenidos que rebasan las simples

de la mujer ligada al espacio doméstico; por ejemplo, ante

tareas del hogar y la crianza de los hijos, mostrando los

la temática

intereses vinculados a las mujeres de las clases medias urbanas: moda, belleza, viajes, restaurantes, imagen personal, situación sentimental, etc. Por ejemplo, Feminidades, que se publicó por primera vez en los años cuarenta, para 1954 modificó su título por el de Feminidades: una revista para la mujer moderna; ahora los contenidos se ocupaban de la vida de las estrellas de cine, de los signos zodiacales, de temas de arte, psicología o medicina relacionada con el día a día de las mujeres. Hacia el segundo lustro de los sesenta, se realizó una encuesta a las lectoras para conocer su opinión sobre la libertad femenina.89 También se abordaban, de manera más constante aunque moderada, algunos asuntos referentes a la sexualidad y tipos de ropa íntima para seducir.

De la libertad sexual, aceptó el placer como un elemento para ambos cónyuges, promovió el matrimonio pero criticó la unión libre y el sexo fuera del matrimonio. Ante el movimiento feminista argumentó que la libertad femenina consistía en apoyar al esposo de manera incondicional para preservar a la familia y en que la mujer casada se preparara para desempeñar mejor su papel de madre y esposa. Ante el discurso del psicoanálisis, la revista remarcó la responsabilidad de la madre para educar a su hijo. Finalmente, ante la publicidad, le presentó al ama de casa los productos necesarios para decorar su casa; los cosméticos y ropa de 90 José Agustín, La tragicomedia…, op. cit., p. 212. 91 Ana Laura Mena, La identidad femenina presentada por la revista Kena

89 Feminidades: una revista para la mujer moderna, núm. 266, febrero

en la década de los años setenta, tesina de maestría en Historia de Méxi-

1966, año XX.

co, Instituto Cultural Helénico, México, 2013, p. 48.


239

moda para embellecerse con el objetivo de retener al esposo, y todo un estilo de vida que representaba su status social. La publicidad invitaba al ama de casa a unirse a la corriente de modernidad a partir de consumir productos pero manteniendo su rol de esposa, madre y ama de casa.92

Por otra parte, las radionovelas,93 al igual que las

telenovelas, mantenían modelos de género conservadores, establecidos desde las décadas anteriores (que ya había explotado la cinematografía), y que eran una adaptación de los modelos mediáticos norteamericanos. En 1958 se transmitió la primera telenovela en México: Senda prohibida con el lema “La novela de las 6.30, su novela Colgate”. Una de las telenovelas más famosas en los años setenta fue Los ricos también lloran. De acuerdo con Alfonso Regalado, las estructuras y contenidos de las telenovelas venían directamente de las radionovelas; de ahí que se llevaran a

Las revistas femeninas presentaban un doble discurso: daban a conocer los nuevos modos de vida para la mujer moderna, en tanto reforzaban el papel tradicional de la mujer ligada al espacio doméstico.

la pantalla chica melodramas radiofónicos exitosos como Anita de Montemar o El derecho de nacer.94 La estructura narrativa clásica de estos productos culturales giraba en torno a una mujer buena que era “rescatada” por un hombre de sentimientos sinceros, guapo, caballeroso, atento y con posibilidades de brindarle seguridad económica y amorosa para el resto de su vida. Las historias de radionovelas y de telenovelas, invitaban a las espectadoras a soñar con el amor de su vida, a no pensar en apuros económicos o simplemente a encontrar un príncipe azul que las sacara de los quehaceres diarios.95 Éste sería también el destino del contenido de las fotonovelas que lograron un gran auge en la década de los setenta.96 Para los años sesenta, las representaciones de mujeres dedicadas exclusivamente al hogar y a los hijos habían disminuido; y, al igual que en las revistas y la publicidad impresa, comenzaba a notarse un importante acento en la atención o seducción al marido, lo que se relacionaba con la belleza, el vestir y ser “mujer de mundo”. En síntesis, el tipo de mujer moderna que, en general, retrataban todos los medios de comunicación en este periodo, no era aquella que se realizaba fuera del hogar en actividades profesionales o de interés personal, sino más bien a través de una domesticidad reconfigurada gracias a los novedosos aparatos y tecnologías para el hogar, o bien, gracias a la “modernización” de actitudes tradicionales a

92 Ana Laura Mena, La identidad femenina presentada por la revista Kena en la decada de los años setenta, tesina de maestría en Historia de México, Instituto Cultural Helénico, México, 48–49. 93 Desde principios de la década de los treinta las radionovelas fueron importantes espacios de divertimiento; desde entonces se produjeron entre

94 Alfonso Regalado Hernández, Los estereotipos de las telenovelas,

1932 y 1952 alrededor de 60 radionovelas. Entre las más destacadas

tesis para optar el título de Licenciada de Ciencias de la Comunicación,

contamos “Anita de Montemar”, “Chucho el Roto”, “El Derecho de Nacer”

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,

Maritza Barrera, La producción de algunas radionovelas de la XEW en sus

95 Entre 1932 y 1952, se emitieron alrededor de 60 radionovelas.

orígenes, tesis de licenciatura en ciencias de la comunicación, Facultad de

Maritza Barrera, La producción…, op. cit., p. 153.

Ciencias Políticas y Sociales,

96 José Agustín, La tragicomedia…, op. cit., p. 212.

unam ,

1995, pp. 150–151.

unam ,

1998, pp. 12–13, 23.


240

través del consumo de productos que exaltaran sus atractivos físicos y la expansión de sus intereses. En otras palabras, una “mujer liberada o liberal” es en este periodo la que estudia, viaja, está a la moda, tiene –y se ocupa– de un hogar tecnologizado, cocina novedosos platillos con

Mujeres, transformaciones y conservadurismo

alimentos procesados, disfruta de sus relaciones de pareja; una mujer urbana con más mundo pero conservadora (sobre todo sexualmente). Esquema no sólo bien visto, sino deseable y perseguido por muchas mujeres de la época.

Los años sesenta es una época de cambios en el ámbito sociocultural y en las mentalidades de los mexicanos. Por un lado, los medios de comunicación mostraban nuevas formas de ser y de consumir cultura. En segundo lugar, la juventud se convertía en actor político y social fundamental que cuestionaba el fracaso de las grandes estructuras nacionales. Y,

Una “mujer liberada o liberal” es en este periodo la que estudia, viaja, está a la moda, tiene –y se ocupa– de un hogar tecnologizado, cocina novedosos platillos con alimentos procesados y disfruta de sus relaciones de pareja.

en tercero, el control de la natalidad cobraba auge gracias a la expansión de la pastilla anticonceptiva. De Estados Unidos se importaron desde música (como jazz, blues, rock&roll) o la cultura hippie, hasta la moda en el vestir y en las relaciones de noviazgo (las películas en los sesenta protagonizadas por jóvenes como Enrique Guzmán o César Costa, son muestra de ello). En el caso de las mujeres, las faldas se acortaban rápidamente, vestían ropa de fábrica, calzaban zapatos de tacón alto, aparecieron los bikinis, las pantimedias; los peinados altos de principios de los sesenta cedieron paso a los peinados lacios con raya en medio, los lápices labiales rojos y seductores bajaron un poco sus tonos.97 En tanto, las Lupes y las Chayos empiezan a llamar a sus hijas Sylvias, Gladys y hasta Déboras.98 Aunque tímidamente y con mucho rubor, ya se hablaba de sexo en las revistas. Una anécdota curiosa al respecto y vinculada al Movimiento Estudiantil: Constantine

97 Ibid., pp. 222, 242, 249–250. 98 José Joaquín Blanco, “La cultura social mexicana a mediados del siglo XX”, en Carlos San Juan Victoria (coord.), El xx mexicano. Lecturas de un siglo, México: Editorial Ítaca, 2012, p. 51.


241

Paul Lent escribió al presidente Díaz Ordaz el 1º de octu-

La revolución sexual encontró su mejor aliado en la

bre de 1968 para externarle que, desde su opinión, los

comercialización de la píldora anticonceptiva, autorizada

disturbios de los jóvenes en todo el mundo eran de origen

en el vecino país del norte en 1960 y en prácticamente

sexual, es decir, provocados por “la exposición indiscreta

toda América Latina a mediados de la década. Las mujeres

del cuerpo de las mujeres cuando visten minifaldas”.99

pudieron, a partir de entonces, redefinir la idea de materni-

En este contexto, como vimos anteriormente, el feminismo en México cobró nuevos aires gracias a “las

dad y apelar a sus derechos sexuales, aunque el cambio de mentalidades se dio de manera paulatina.

búsquedas libertarias inspiradas por la contracultura en am-

El control de la natalidad era ya en los años se-

bientes universitarios”, situación que recibió influencia del

senta un tema de relevancia política; hacia finales de la

movimiento de liberación de la mujer en Estados Unidos.100

década se registraba el pico más alto de fecundidad en

Lo cierto es que para los años setenta, las mujeres conti-

México con un promedio de siete hijos por mujer.101 A pesar

nuaban simbólicamente confinadas a la domesticidad y la

de que la píldora anticonceptiva fue creada en México en

inferioridad en todos sentidos frente al varón. De modo que

1951 por el químico Luis Ernesto Miramontes,102 en el país

las denuncias feministas versaban en torno a la desigualdad

estuvo excluida de la lista de medicamentos autorizados en

en la vida cotidiana en la esfera pública y en la privada,

los establecimientos públicos de salud (isste e imss, por ejem-

en el trabajo, en la moral sexual; a cuestionamientos a la

plo), al tiempo que su uso fue rechazado abiertamente por

figura tradicional de la familia, a la autoridad, educación,

los grupos sociales tradicionalistas o por instituciones como

sexualidad, relaciones de pareja.

la Iglesia católica.103 No obstante, al empezar la década de los setenta, ante la explosión demográfica, la crisis económica tras el desengaño del “milagro mexicano”, el alto índice de des-

El feminismo en México cobró nuevos aires gracias a “las búsquedas libertarias inspiradas por la contracultura en ambientes universitarios”.

empleo y un sistema educativo deficiente, al gobierno “no le queda otra solución que tratar de frenar el crecimiento de la población por un sistema nacional de planeación familiar”, sentenciaba en 1968 el organismo privado Fundación para Estudios de la Población a. c.104 Con todo, fue hasta 1977 que el gobierno tomó acciones al respecto cuando se implantó por primera vez en México el Plan Nacional de Planificación Familiar del Sector Salud, con el lema “la

101 Ma. Eugenia Zavala de Cosío, Cambios de fecundidad en México y

/colmex, 1992, pp. 32–33.

99 Ariel Rodríguez Kuri, “El lado oscuro de la luna”, en Érika Pani (coord.),

políticas de población, México,

Conservadurismo y derechas en la historia de México: t. ii , México:

102 “La píldora anticonceptiva, ¿un invento mexicano?”, en Financiero,

conaculta ,

fce

/

2009, p. 529.

fce

9 de marzo 2014.

100 Gabriela Cano, “Un siglo de feminismo en México”, revista Debate

103 Ma. Eugenia Zavala de Cosío, Cambios…, op. cit., p. 174.

Feminista, año 7, vol. 14, octubre 1996, p. 354.

104 Cita tomada de ibid., p. 177.


242

y su sexualidad, así como el tiempo dedicado a los hijos, al hogar y a la relación de pareja. Ello les brindó una mayor autonomía fuera del ámbito doméstico e, incluso, mayor capacidad de acción y toma de decisiones en el ejercicio de sus relaciones amorosas y sexuales. Así pues la mujer liberal, tan mal vista en las décadas precedentes, a partir de los sesenta, y a pesar del conservadurismo aún existente en México, se convirtió en un modelo perseguido por las jóvenes de los años setenta: era bien visto estudiar, saber de política, de ciencia, de arte, trabajar, controlar el número de sus hijos, ejercer una sexualidad más abierta (aunque en pareja) –y hablar del tema–, así como para disminuir la dependencia económica y moral hacia los varones. Las estructuras mentales habían Manifestación de mujeres en apoyo al movimiento estudiantil, septiembre de 1968. Archivo General de la Nación, Fondo Hermanos Mayo, sobre 24613.

sido, finalmente, trastocadas de manera más profunda y considerable.

familia pequeña vive mejor”; así, comenzó una importante campaña en medios para la difusión –y uso– de los métodos anticonceptivos.105 A la par, las transformaciones de mentalidades en torno al cuerpo femenino y a la desigualdad de género, llevó a las mujeres jóvenes en los años sesenta a controlar los nacimientos gracias a la pastilla anticonceptiva. De acuerdo con Ma. Eugenia Zavala, fueron las mujeres nacidas después de 1937 quienes encabezaron dicho cambio,106 sobre todo las de los sectores medios urbanos. De modo que, al admitir la regulación de la natalidad, controlaron su cuerpo

105 Ibid., p. 182. 106 Ibid., p. 198.

La mujer liberal, tan mal vista en las décadas precedentes, a partir de los sesenta, y a pesar del conservadurismo aún existente en México, se convirtió en un modelo perseguido por las jóvenes.


243

Reflexiones finales

campañas ideológicas que dictaron las pautas de conducta

Tras la obtención del derecho al sufragio en 1953, el pano-

cambiado, al tiempo que las estructuras de género habían

femenina, y de políticas públicas enfocadas a mejorar su desempeño dentro de su espacio tradicional. Para 1970, la situación política y social había

rama político y social para las mexicanas cambió de manera importante. Ante la posibilidad de votar, de ser electas y de integrarse a los puestos de participación política, las mujeres encontraron nuevos espacios de desarrollo profesional; no obstante, el lento posicionamiento en los mismos, las enfrentó a diversos retos, ya fuera para reafirmar las demandas existentes o para abrir el camino a nuevos reclamos.

Trascendida la batalla por los derechos políticos,

la ciudadanía adquirió una dimensión social que llevó a las mujeres a internarse en nuevos territorios de la vida pública; motivadas algunas por modificar las rígidas estructuras socioculturales propias de un ambiente todavía muy conservador, y otras –las menos favorecidas– por una imperiosa necesidad de supervivencia, quebrantaron las normas que fijaban la frontera entre lo público y lo privado, lo permitido y lo censurado, y el estereotipo tradicional de mujer abnegada, para desafiar a la jerarquía patriarcal que observaba con recelo o condenaba abiertamente su participación en los cambios sociales acontecidos en los años sesenta y setenta.

En lo cultural, las tecnologías de comunicación

(prensa, cine, radio, televisión, fotonovela, publicidad), del quehacer doméstico y la industria de los alimentos comenzarían a reproducir esquemas de género en los que las mujeres continuaban en desventaja dentro del hogar, pero también laboral, social y cívica, enalteciendo roles tradicionales –aunque ya con ciertas fracturas, sobre todo en el terreno de lo sexual– en torno la realización femenina a través del amor maternal, de pareja y la vida doméstica. Esta función social única se enfatizó también a través de

sido profundamente trastocadas. El aumento de las mujeres participando en política, estudiando, laborando, incluso divorciándose, posibilitó que las mexicanas desearan realizarse personalmente en espacios diferentes al hogar y al matrimonio. De testigos presenciales a protagonistas relevantes de los cambios sociales y culturales de estos años, se sumaron a los cuestionamientos sobre los rígidos esquemas dominantes que originaron el movimiento contracultural y el advenimiento del feminismo de la nueva ola, el cual representó una oportunidad de emancipación y una transformación de las mentalidades sin precedente. El Movimiento de la Liberación de la Mujer brindó a las mexicanas nuevas formas de expresión y, mediante la sentencia –mundialmente compartida– de que “lo personal es político”, hicieron frente a las estructuras de poder patriarcal que dominaban el orden familiar y la sexualidad, volcando sus inquietudes al espacio público; trascendieron las reivindicaciones sociales y políticas, para reclamar el derecho a decidir sobre sus cuerpos, cuestión sobre la cual quedan deudas pendientes: a partir de la emergencia del

El Movimiento de la Liberación de la Mujer brindó a las mexicanas nuevas formas de expresión; trascendieron las reivindicaciones sociales y políticas, para reclamar el derecho a decidir sobre sus cuerpos, cuestión sobre la cual quedan deudas pendientes.


244

nuevo feminismo, las mujeres han tenido que recorrer un sinuoso camino para que sus voces sean escuchadas y sus reclamos atendidos. Reflexionar sobre su propia historia, es traer a cuenta la infinidad de desafíos que las generaciones precedentes enfrentaron, para aprender de ellas y comprender que, aun cuando quedan muchas batallas por librar, la posición desde la que hoy se organizan en busca de nuevas reivindicaciones, fue posible gracias a la lucha incansable de sus antecesoras. Los desafíos a los que nos referimos han quedado planteados a lo largo de estos capítulos, cuyo objetivo ha sido dar a conocer una pequeña muestra de su pensamiento y su activismo: en el lento tránsito hacia la individuación, en la lucha por las demandas igualitarias de la Ilustración, en el esfuerzo por reafirmar una identidad intelectual que fortaleciera su capacidad de expresión en el espacio público y las posicionara como sujetos sociales, en la conquista de los derechos políticos y en su intervención en los grandes cambios sociales, para culminar con nuevas expresiones que indiscutiblemente las afectan: el derecho a decidir sobre su cuerpo, a disfrutar de su sexualidad, a políticas públicas e instituciones que atiendan en profundidad los problemas de salud, de trabajo, de seguridad; en fin, el derecho a una estricta equidad en todos los planos de la vida pública y privada.


245

Bibliografía Acevedo, Martha, El 10 de mayo, México:

sep/Martín

Casillas Editores, 1982.

______ “Nuestro sueño está en escarpado lugar”, publicado en La Cultura en México, suplemento de Siempre!, el 30 de septiembre de 1970, en Debate feminista, año 6, vol. 12, octubre, México: 1995, pp. 355-370. Aguilar, Sandra, “La mesa está servida: comida y vida cotidiana en el México de mediados del siglo XX”, HIb. Revista de Historia Iberoamericana, vol. 2, núm. 2, 2009, pp. 52-85. Agustín, José, Tragicomedia mexicana 1, México: Editorial Planeta, Colección Espejo de México, 1990. Alvarado, María de Lourdes (Transcripción y estudio introductorio), Educación y superación femenina en el siglo XIX: dos ensayos de Laureana Wright, México:

unam,

2005 (Cuadernos del Archivo Histórico de la

unam,

______ (comp.), El siglo XIX ante el feminismo. Una interpretación positivista, México:

núm. 19).

unam,

1991.

______ La Educación “Superior” femenina en el México del siglo XIX. Demanda Social y reto gubernamental, México:

cesu-unam-Plaza

y Valdés, 2004.

Amar y Borbón, Josefa, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, Madrid, Benito Cano, 1790 (edición moderna de Ma. Victoria López Cordón, Madrid: Cátedra, 1994). Anderson, Bonnie y Judith P. Zinzer, Historia de las mujeres. Una historia propia, Madrid: Crítica, 2009. Arambel Guiñazú, María Cristina y Claire Emilie Martin, Las mujeres toman la palabra. Escritura femenina del siglo XIX en Hispanoamérica. Vol. I, Madrid: Iberoamericana- Vervuert, 2001. Arrom, Silvia, Las mujeres en la ciudad de México, 1790-1857, México: Siglo XXI, 1988. Aspe Armella, María Luisa, La formación social y política de los católicos mexicanos. La acción Católica Mexicana y la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, 1929-1958, México: Universidad Iberoamericana, 2008. Ávila Espinosa, Felipe Arturo, El pensamiento económico, político y social de la Convención de Aguascalientes, México: Instituto Cultural Aguascalientes/inherm, 1991. ______ “La vida campesina durante la Revolución: el caso zapatista”, en Aurelio de los Reyes (coord.), Historia de la vida cotidiana en México, tomo V, vol. 1: Siglo

xx.

Campo y ciudad, México: El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 49-88.

Ballent, Anahí, “El arte de saber vivir”, en Néstor García Canclini (coord.), Cultura y Comunicación en la Ciudad de México, México: unam/

Grijalbo, 1998, pp. 64-131.

Barrera, Martiza, La producción de algunas radionovelas de la XEW en sus orígenes, tesis para optar al título de Licenciada de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,

unam,

1995.

Bazant, Milada, Historia de la educación durante el Porfiriato, México: El Colegio de México, 1993. Bermúdez, Elvira, La vida familiar del mexicano, México: Antigua Librería Rebolledo, 1955. Blanco, José Joaquín, “La cultura social mexicana a mediados del siglo Lecturas de un siglo, México: Editorial Itaca, 2012, pp. 41-62.

xx”,

en Carlos San Juan Victoria (coord.), El

xx

mexicano.


246

Bolufer, Mónica, “La imagen de las mujeres en la polémica sobre el lujo (siglo XVIII)”, en VII Encuentro La mujer en los siglos XVIII y XIX. Cádiz 19, 20 y 21 de mayo de 1993. De la Ilustración al Romanticismo. Cádiz, América y Europa. Coordinadora: Cinta Canterla. [España], Universidad de Cádiz, pp. 170-184. ______ Mujeres e Ilustración. La construcción de la feminidad en la ilustración española, Valencia: Instituto Alfons el Magnánim-Diputación de Valencia, 1998 (Estudios Universitarios, núm. 70). ______ “Transformaciones culturales. Luces y sombras”, en Historia de las Mujeres en España y América latina, vol.II, Madrid: Cátedra, 2005, pp. 479-510. Buck, Sarah A., “The meaning of the women’s vote in Mexico, 1917-1953”, en The women’s revolution in Mexico, 1910-1953, Stephanie Mitchell y Patience A. Schell (eds.), Maryland: Rowman &Littlefield Publishers Inc., 2007, pp. 73-98. Burkholder, Arno, “Crecimiento y consolidación del diario Excélsior (1932-1968), Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, enero-abril 2009, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, pp. 87-104. ______ La red de los espejos. Una historia del diario Excélsior (1916-1976), tesis de doctorado en historia, Instituto Mora, México, 2007. Campobello, Nellie, Cartucho, en Antonio Castro Leal (selección e introducción), La novela de la Revolución Mexicana, México: 10a. Edición, Aguilar Editor, 1972, pp. 929-968. Cano, Gabriela, “Ciudadanía y sufragio femenino: el discurso igualitario de Lázaro Cárdenas”, en Marta Lamas (comp.), Miradas feministas sobre las mexicanas del siglo XX, México:

fce/conaculta,

2007, pp. 21-75.

______ y Georgette José Valenzuela (coords.) Cuatro estudios de género en el México urbano del siglo XIX, México: pueg-Miguel Ángel Porrúa, 2001. ______ “Género y construcción cultural de las profesiones en el porfiriato: magisterio, medicina, jurisprudencia y odontología”, Historia y grafía, Universidad Iberoamericana, núm. 14, 2000, pp. 207-243. ______ “¿Es posible hacer la historia de las mujeres en la Revolución Mexicana?”, en Charles B. Faulhaber (ed.), México’s unfinished Revolutions, California: University of California Press, 2011, pp. 11-24. ______ “Inocultables realidades del deseo. Amelio Robles, masculinidad (transgénero) en la Revolución Mexicana”, en

Gabriela Cano, Mary Kay Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.), Género, poder y política en el México posrevolucionario, Rossana Reyes (trad.), México: Fondo de Cultura Económica,

uam-Iztapalapa,

2009, pp. 61-90.

______ “Más de un siglo de feminismo en México”, en Debate feminista, año 7, vol. 14, 1996, pp. 345-362. ______ (Selección e introducción), “México 1923: Primer Congreso Feminista Panamericano”, en Debate feminista, año. 1,

vol. 1, México, marzo, 1991, pp. 309-323.

______ “Revolución, feminismo y ciudadanía en México, 1915-1940”, en Georges Duby y Michelle Perrot, (dirs.), Historia de las mujeres, vol. V, Madrid: Taurus, 2000, pp. 749-762. ______ “Un siglo de feminismo en México”, revista Debate Feminista, año 7, vol. 14, octubre 1996, pp. 345-362. “Caravana de 1951”, en el Portal del Gobierno Municipal de San Juan de Sabinas, http://www.nuevarosita.gob.mx/nuevarosita. php?qry=caravana Cárdenas Montaño, Macrina, “La participación de las mujeres en los movimientos armados”, en Varónica Oikión Solano y Marta Eugenia García Ugarte (eds.), Los movimientos armados en México, siglo 609-624.

xx,

México: El Colegio de Michoacán/ciesas, 2006, pp.


247

Carranza, Venustiano, Ley sobre relaciones familiares, México: imprenta del Gobierno, 1917. Castellanos, Rosario, “La abnegación: una virtud loca”, Discurso pronunciado en el acto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer el 15 de febrero de 1971, en Debate feminista, año 3, vol. 6, septiembre de 1992, México, pp. 287-292. ______ “La liberación de la mujer, aquí”, publicado originalmente el 5 de septiembre de 1970, Excélsior, en Debate feminista, año. 6, vol. XII, octubre de 1995, México, pp. 351-354. Cedillo, Adela, “Mujeres, guerrilla y terror de Estado en la época de la revoltura en México”, en La guerra sucia en México (Blog) en: http://guerrasuciamexicana.blogspot.mx/2010/03/mujeres-guerrilla-y-terror-de-estado.html Chaney, Elsa M. y Marianne C Schmink, “Las mujeres y la modernización: acceso a la tecnología”, en María del Carmen Elu de Leñero (intro.), La mujer en América Latina, t. I, México:

sep-Setentas,

1975, pp. 25-54.

Chassen, Francie R., “Más baratas que las máquinas: las mujeres y la agricultura en Oaxaca, 1880-1910”, en

Heather Fowler Salamini y Mary Kay Vaughan (comps.), Las mujeres del campo mexicano, 1850-1990, México: El Colegio de

Michoacán /Universidad Autónoma de Puebla, 2003, pp. 77-107.

Chávez Carapia, Julia del Carmen, “Cultura de participación y ciudadanía, desde la perspectiva de género”, en Cátedra de Derechos Humanos de la

unam,

unesco

disponible en línea: http://www.eumed.net/jirr/1/AMECIDER2006/PARTE%206/292%20

Julia%20del%20Carmen%20Chavez%20Carapia.pdf Cockcroft, James D., Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana (1900-1913), 25ª ed. México: Siglo

xxi

Editores, 2005.

Cohen, Deborah y Lessie Jo Frazier, “México 68: hacia una definición del espacio del movimiento. La masculinidad heroica en la cárcel y las ‘mujeres’ en las calles”, en Estudios Sociológicos, vol. XXII, septiembre-diciembre, México, 2004, pp. 591-623. Condorcet, De Gouges, De Lambert y otros. La Ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII. Edición Alicia H. Puleo, Presentación Celia Amorós. Barcelona, España: Anthropos, 1993. Cortina G. Quijano, Aurora, “Los congresos feministas de Yucatán en 1916 y su influencia en la legislación local y federal”, en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, núm. 10, Instituto de Investigaciones Jurídicas,

unam,

México, 1998, pp. 159-192.

Criminalia, “Cárcel de Mujeres”, Criminalia. Revista de Sociología Criminal, año X, núm. 8, abril de 1944 (especial Congreso contra el Vicio), pp. 471-472. De Dios Vallejo, Delia Selene y María Esther Navarro Lara, “El feminismo como movimiento social”, en Julia del Carmen Chávez Carapia (coord.), Perspectiva de género, número 1, serie Género y trabajo social, México: Escuela Nacional de Trabajo Social unam,

Plaza y Valdés, 2004, pp. 23-56.

De Lauretis, Teresa, “La tecnología del género”, en Carmen Ramos Escandón (coord.), El género en perspectiva: de la dominación universal a la representación, México:

uam-I,

1991, pp. 231-277.

De Valle Arizpe, Artemio, La Güera Rodríguez, México: Librería de Manuel Porrúa, 9a. edición, 1960 (Biblioteca Mexicana).

Declaración de los Derechos Humanos,

onu,

1948.

Del Río, Marcela, “Ateneo mexicano de mujeres”, revista El Búho, año 6, núm.70, diciembre de 2005, pp. 18-22.


248

Del Valle, Angelina, “María Arias Bernal”, en Fem, vol. VIII, núm. 30, oct-nov 1983, México, pp. 44-45. Díaz Covarrubias, José, La instrucción pública en México. Estado que guardan la instrucción primaria, la secundaria y la profesional en la República, México: Imprenta del Gobierno, 1875. Díaz y de Ovando, Clementina, Los cafés en México en el siglo XIX, México:

unam,

2006.

Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Calendario para el año de 1825. Dedicado a las Señoritas Americanas, especialmente a las patriotas. Por El Pensador Mexicano” en Obras XIII, Folletos (1824-1827), México: Instituto de Investigaciones Filológicas-unam, 1995 (recopilación, edición, notas e índices de María Rosa Palazón Mayoral e Irma Isabel Fernández Arias). ______ La Quijotita y su prima, México: Editorial Porrúa, séptima edición (Sepan cuantos, 71) Introducción María del Carmen Ruíz Castañeda. Frías y Soto, Hilarión, et.al., Los Mexicanos pintados por sí mismos, México: edición facsimilar de la edición de 1855, Grupo Financiero Internacional-Librería de Manuel Porrúa. García Díaz, Bernardo, “Apuntes sobre la huelga de Río Blanco”, en Anuario II, Centro de Investigaciones Históricas, Universidad Veracruzana, 1979, pp. 183-207. García, Genaro, Leona Vicario. Heroína Insurgente, México: Editorial Innovación (primera por G. García, 1910). García Peña, Ana Lidia, El fracaso del amor. Género e individualismo en el siglo XIX mexicano, México: El Colegio de México-Universidad Autónoma del Estado de México, 2006. Garrido Asperó, María José, “Entre hombres te veas: las mujeres de Pénjamo y la revolución de independencia”, en Marcela Terrazas y Felipe Castro (eds.), Disidencia y disidentes en la Historia de México, México: Instituto de Investigaciones Históricas- unam, 2004, pp. 169-206. Godineau, Dominique, “Hijas de la libertad y ciudadanas revolucionarias”, en Historia de las mujeres, tomo VII, Madrid: Taurus, 1993, pp. 23-40. Gonzalbo, Pilar, Historia de la educación en la época colonial. La educación de los criollos y la vida urbana, México: El Colegio de México, 1990. ______ La educación de la mujer en la Nueva España, México:

sep-Ediciones

el Caballito, 1985 (Biblioteca Pedagógica).

______ Las mujeres en la Nueva España. Educación y vida cotidiana, México: El Colegio de México, 1987. González Montes, Soledad, “La violencia en la vida de las mujeres campesinas: el distrito de Tenango, 1880-1919”, en Carmen Ramos Escandón et al., Presencia y transparencia. La mujer en la historia de México, México: 1ª. ed., El Colegio de México, Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer, 1987, pp. 111-141. González Salazar, Gloria, “La participación de la mujer en la actividad laboral de México”, en María del Carmen Elu de Leñero (intro.), La mujer en América Latina, t. I, México:

sep-Setentas,

1975, pp. 108-134.

Gutiérrez Nájera, Manuel, Los imprescindibles, selección y prólogo de Rafael Pérez Gay, México: Ediciones Cal y Arena, octava reimpresión, 2009. Hale, Charles, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo

xix,

México: Vuelta, 1992.


249

Hansen, Roger D., La política del desarrollo mexicano, 25 ed. México: Siglo

xxi

editores, 2004.

Hernández Carballido, Elvira, Las otras soldaderas. Mujeres periodistas de la Revolución Mexicana. 1910-1917, España: Editorial Académica Española, 2011. Hidalgo Ramírez, Antonieta Guadalupe, Las mujeres en Acción Nacional: 60 años de trabajo y consolidación política, México: epessa, 2000. ______ Participación femenina en los partidos políticos mexicanos. El caso de las mujeres en el PRI, tesis de maestría en

Sociología Política, México, Instituto Mora, 1996.

Hoock-Demarle, Marie Claire, “Leer y escribir en Alemania”, Historia de las Mujeres, tomo VII, Madrid: Taurus, 1993, pp. 159-182. Infante Vargas, Lucrecia, “Por nuestro género hablará el espíritu: las mujeres en la UNAM”, en Francisco Blanco

Figueroa (dir.) Mujeres mexicanas del siglo XX, t. III, México: Editorial Edicol/uam/ipn/unam/uaemex/uanl/uaem/uacd, 2001,

pp. 77-93.

Informe Histórico presentado a la Sociedad Mexicana, Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, serie “México: Genocidio y delitos de lesa humanidad Documentos básicos 1968-2008”, 1ª ed. México: edición del Comité 68 Pro Libertades Democráticas, A. C., 2008. instituto nacional de la vivienda,

Herradura de tugurios: Problemas y soluciones, México,

instituto del fondo nacional para la vivienda de los trabajadore,

inv,

1958.

Primer Congreso Feminista de México, 1916, México:

infonavit,

1975.

Iracheta Cenecorta, Ma. del Pilar, Educación Femenina, México: El Colegio Mexiquense, 2009. Iturriaga, José E., Estructura, social y cultural en México, México: Kapelli,

Anne-Marie,

“Escenarios

del

Feminismo”,

en

inherm,

Historia

2003 (1ª edición facsimilar de la edición de

las

Mujeres,

tomo

VIII,

fce-nafinsa,

Madrid:

Taurus,

1951). 1993,

pp. 191-226.

Kirkpatrick, Susan, Las Románticas. Escritoras y subjetividad en España, 1835-1850, Madrid: Cátedra-Universidad de Valencia-Instituto de la Mujer, 1991 (Las Románticas, 1). Landes, Joan B., Women and the Public Sphere in the Age of the French Revolution, Ithaca, N.Y: Cornell University

Press, 1988.

Lau Jaiven, Ana, “Emergencia y trascendencia del neofeminismo”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-1920, México:

uam-X/Itaca/conacyt/ecosur,

2011, pp. 151-182.

______ “Mujeres, feminismo y sufragio en los años veinte”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010, México:

uam-X/Itaca/conacyt/ecosur,

2011, pp. 61-96.

______ y Carmen Ramos, (estudio preliminar y compilación). Mujeres y Revolución 1900-1917., 1ª ed. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1993. Lavrín, Asunción (comp.), Las mujeres latinoamericanas, perspectivas históricas, México:

fce,

1978.

______ Women, Feminism and Social Change in Argentina, Chile and Uruguay, 1890-1940, USA: University of Nebraska Press, 1995. Lemaître, Monique J., Elvia Carrillo Puerto. La monja roja del Mayab, México: Editorial Castillo, 1998. Leñero, Luis, Representaciones de la vida cotidiana en México, México: Instituto Mexicano de Estudios Sociales, 1982.


250

Lewis, Oscar, Los hijos de Sánchez, México:

fce,

2012.

Loaeza, Soledad, Las clases medias y política en México, México:

colmex,

2012.

______ “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia, 1944-1968”, en Nueva Historia general de México, México: colmex,

2010, pp. 653-698.

López, Gerardo, “De la cárcel al aula”, en Divulgación uacm, disponible en http://www.uacm.edu.mx/Sedes/AulaLopez/tabid/2836/ Default.aspx López, Oresta y Varinia Hernández, “La Soledad y el fuego de Dolores Jiménez Muro”, en La Jornada, 5 de noviembre, 2001, en http://www.jornada.unam.mx/2001/11/05/arts_39/39_dolores_imuro.htm López Ortiz, Andrea, Promoción publicitaria en la prensa mexicana y su proyección de un modelo del deber femenino. Prensa capitalina en la década de 1950, Licenciatura en Historia, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, en preparación. Macías, Anna, Contra viento y marea. El movimiento feminista en México hasta 1940, México:

unam-pueg/ciesas,

2002.

Magaña, Gildardo, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, Tomos I y III, México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, (edición facsimilar de la 1ª edición, 1937). Manieri, Rosa “La mística del hogar doméstico y de la feminidad en A. Comte”, en Mujer y Capital, Debate Feminista, Madrid, 1978. Massolo, Alejandra, “Las mujeres en los movimientos sociales urbanos de la ciudad de México”, en Iztapalapa, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, núm. 9, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1983, pp. 152-167. ______ “Las políticas del barrio”, en Política y Cultura, núm. 1, otoño, 1992, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, México, 1992, pp. 55-74. Medin, Tzvi, El sexenio alemanista, México: Era, 1990. ______ “La mexicanidad política y filosófica en el sexenio de Miguel Alemán, 1946-1952”, en revista electrónica E.I.A.L. (Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe), vol.1, núm.1 (enero-junio 1990): Nacionalismo en América Latina, Universidad de Tel Aviv, http://www.tau.ac.il/eial/I_1/ Medina, Luis, Historia de la Revolución mexicana (1940-1952): civilismo y modernización del autoritarismo, vol. 20, México:

colmex,

1979. Mena, Ana Laura, La identidad femenina presentada por la revista Kena en la decada de los años setenta, tesina de maestría en Historia de México, Instituto Cultural Helénico, México, 2013. Mendieta Alatorre, Ángeles, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, precursora de la Revolución Mexicana, 1ª ed. México: Talleres Impresores de Morelos, 1983. ______ La mujer en la Revolución Mexicana, 1ª ed. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1961. Menéndez, Rodolfo, Boceto Biográfico Magisterio Yucateco. Rita Cetina Gutiérrez 1846-1908, Mérida: Secretaría de Educación de Yucatán-Universidad Autónoma de Yucatán, 2011. Meyer, Lorenzo, “La encrucijada”, en Daniel Cosío Villegas, Historia de México, vol.4, México:

colmex,

1976, pp. 201-283.

Molina Petit, Cristina, Dialéctica feminista de la Ilustración, Barcelona: Anthropos, 1994. Monsiváis, Carlos, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo colmex,

1976, pp. 303-476.

xx”,

en Daniel Cosío Villegas, Historia de México, vol.4, México:


251

______ “Prólogo. De cuando los símbolos no dejaban ver el género (las mujeres y la Revolución mexicana)”, en Gabriela Cano, Mary Kay Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.), Género, poder y política en el México posrevolucionario, Rossana Reyes (trad.), México: Fondo de Cultura Económica,

uam-Iztapalapa,

2009, pp. 11-37.

Montes de Oca Navas, Elvia, “La mujer ideal según las revistas femeninas que circularon en México. 1930-1950”, Convergencia, vol.10, núm.32, Mujeres

artistas

uaem,

en

pp.143-159.

el

México

de

la

modernidad:

las

contemporáneas

de

Frida,

México:

Museo

Mural

Diego

Rivera, 2007.

Muñiz, Elsa, “Historia y género. Hacia la construcción de una nueva historia cultural del género”, en Sara Elena Pérez-Gil Romo y Patricia Ravelo Blancas (coords.), Voces disidentes. Debates contemporáneos en los estudios de género en México, México: ciesas/ Miguel Ángel Porrúa/Cámara de Diputados, 2004, pp. 31-55. Muriel, Josefina (coord.), Los vascos en México y su Colegio de las Vizcaínas, México:

iih- unam -iie-Cigatam,

1987.

Nash, June, “Perspectiva de la mujer latinoamericana en las ciencias sociales”, en María del Carmen Elu de Leñero (intro.), La mujer en América Latina, tomo II, México:

sep-Setentas,

1975, pp. 9-34.

Nash, Mary, Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos, 2ª. ed., Madrid: Alianza Editorial, 2012. Orellana Trinidad, Carlota, “’La mujer del porvenir’: raíces intelectuales y alcances del pensamiento feminista de Hermila Galindo, 1915-1919”, en Signos históricos, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, núm. 5, enero-junio 2001, pp. 109-137. Pacheco, María Martha, “¡Cristianismo sí, comunismo no! Anticomunismo eclesiástico en México”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 24, julio-diciembre, México: Instituto de Investigaciones Históricas,

unam,

2002, pp. 143-170.

Padilla, Tanalís, Rural resistance in the land of Zapata: The jaramillista movement and the myth of the Pax Priísta, 1940-1962, Carolina del Norte: Duke University Press, 2008. Passerini, Luisa, “Sociedad de consumo y cultura de masas”, en Georges Duby y Michelle Perrot, Historia de las mujeres, vol. V, Madrid: Taurus, 2000, pp. 388-409. Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, Madrid: Cátedra, 2000. Pellicer de Brody, Olga y José Luis Reyna, Historia de la Revolución Mexicana: el afianzamiento de la estabilidad política, vol. 22, México:

colmex,

1978.

Perales, Alicia, Asociaciones Literarias Mexicanas, XIX, México:

unam,

2000 (edición corregida y aumentada).

Pérez Rosales Laura, “Censura y control. La Campaña Nacional de Moralización en los años cincuenta”, en Historia y grafía, núm. 37, julio-diciembre, Departamento de Historia, Universidad Iberoamericana, México, 2011, pp. 79-113. Perrot, Michelle, Mujeres en la Ciudad, Chile: Editorial Andrés Bello, 1997. Poniatowska, Elena, Las soldaderas, 1ª. ed. México: Ediciones Era, 2007. Porter, Susie S., Mujeres y trabajo en la ciudad de México. Condiciones materiales y discursos públicos (1879-1931), María Palomar (trad.), México: El Colegio de Michoacán, 2008. Portilla, Santiago, Una sociedad en armas: insurrección antirreeleccionista en México, 1910-1911, México: El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 1995. Potthast, Barbara y Eugenia Scarzanella, (eds.), Mujeres y naciones en América Latina, problemas de inclusión y exclusión, Madrid: Iberoamericana, 2001.


252

Pozas Horcasitas, Ricardo, “Los 68: encuentro de muchas historias y culminación de muchas batallas”, en Perfiles latinoamericanos, núm. 43, enero-junio de 2014,

flacso,

México, 2014, pp. 19-54.

Prieto, Guillermo, Memorias de mis tiempos, Obras completas I, Investigación y compilación de las obras completas de Boris Rosen Jélomer, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993. Quirarte, Vicente, Elogio de la calle. Biografía Literaria de la ciudad de México. 1890-1992, México: Cal y Arena, 2001. Quiroz Cuarón, Alfonso, La criminalidad en la República Mexicana, México:

unam-iis,

1958.

Ramos Escandón, Carmen, “Carmen Serdán. Mujer de su tiempo”, en Fem, núm. 74, vol. XIII, México, pp. 25-27. ______ “Desafiando el orden legal y las limitaciones en las conductas de género en México. La crítica de Sofía Villa de Buentello a la legislación familiar mexicana 1917-1927”, en La Aljaba, segunda época, Revista de estudios de la mujer,

vol. VII, 2002, Universidades de La Pampa, Luján y Comahue, Argentina, pp. 79-102, en línea: http://www.biblioteca.unlpam. edu.ar/pubpdf/aljaba/n07a04ramos.pdf

______ Industrialización, género y trabajo femenino en el sector textil mexicano: el obraje, la fábrica y la compañía industrial, México: ciesas,

2005.

______ “La participación política de la mujer en México: del fusil al voto 1915-1955”, en Boletín Americanista, Universidad de Barcelona, núm. 44, 1994, pp.155-169. ______ Legislación y representación de género en la nación mexicana: la mujer y la familia en el discurso de la ley, 1870-1890”, en Sara Elena Pérez-Gil Romo y Patricia Ravelo Blancas (coords.), Voces disidentes. Debates contemporáneos en los estudios de género en México, México:

ciesas/Miguel

Ángel Porrúa/Cámara de Diputados, 2004, pp. 93-112.

______ “Señorita porfiriana”, en Carmen Ramos Escandón (comp.), Presencia y transparencia: la mujer en la historia de México, México:

colmex,

2006, pp. 145-162.

Regalado Hernández, Alfonso, Los estereotipos de las telenovelas, tesis para optar al título de Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,

unam,

1998.

Ribera Carbó, Ana, “Mujeres sindicalistas; las trabajadoras de la Casa del Obrero Mundial (1912-1916). Una aproximación a las fuentes para su estudio”, en Boletín americanista, Universidad de Barcelona, núm. 54, 2004, pp. 167-175, en línea: http://www. raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/99115/146990 Rocha Islas, Martha Eva, El álbum de la mujer. Antología ilustrada de las mexicanas, vol. IV, El Porfiriato y la Revolución, 1ª. ed. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991. ______ “Feminismo y Revolución”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords.), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-1920, México:

uam-x/conacyt/itaca/Ecosur,

2011, pp. 27-60.

______ “Las mexicanas en el siglo XX”, en Francisco Blanco Figueroa (dir.), Mujeres mexicanas del siglo XX, la otra revolución, vol. IV., México: Editorial Edicol/uam/ipn/unam/uaemex/uanl/uaem/uacd, 2001, pp. 89-159. ______ “Nuestras propias voces. Las mujeres en la Revolución Mexicana”, en Historias, Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 25, octubre-marzo 1991, México:

inah,

pp. 111-123.

Rodríguez Bravo, Roxana, Mujeres sinarquistas en México. Historia de una militancia católica fémina (1937-1948), tesis de doctorado en historia, El Colegio de Michoacán, México, 2011.


253

Rodríguez Kuri, Ariel, “El lado oscuro de la luna”, en Érika Pani (coord.), Conservadurismo y derechas en la historia de México, t. II, México:

fce/conaculta,

2009, pp. 512-559.

Rojas Fidencio, Olivia, Trabajo histórico sobre la pena capital al delito de violación sexual en los debates del Congreso Constituyente de 1917, tesina de licenciatura en historia,

uam-Iztapalapa,

México, 2005.

Romanell, Patrick, La formación de la mentalidad mexicana: panorama actual de la filosofía en México,1910-1950, México:

colmex,

1954. Ruiz Cortines, Adolfo, “Iniciativa de reformas a la constitución para otorgar el voto a la mujer”, en Los presidentes de México ante la Nación, 1821-1966, vol. V, México, Cámara de Diputados, 1966. Salas, Elizabeth, “La soldadera en la Revolución Mexicana. La guerra y las ilusiones de los hombres”, en Heather Fowler Salamini y Mary Kay Vaughan (comps.), Las mujeres del campo mexicano, 1850-1990, México: El Colegio de Michoacán /Universidad Autónoma de Puebla, 2003, pp. 159-176. Salgado, Eva, “Fragmentos de historia popular II. Las mujeres en la Revolución”, en Secuencia, núm. 2, septiembre

diciembre 1985, Instituto Mora, México, pp. 206-214.

Sánchez

Cordero

mexicano”, en

de

García

Villegas,

Olga,

“Los

derechos

centenario del poder judicial de la federación,

de

las

mujeres

en

la

historia

del

constitucionalismo

Los Caminos de la Justicia en México, 1810-2010, México:

scjn,

2010,

pp. 535-554. Santillán

Esqueda,

Martha,

“Deletreando

ensueños”,

en

revista

Origina,

año

11,

núm.

125,

julio

2003,

Giraldi

Editores, pp. 26-31.

______ Delincuencia femenina. Representación, prácticas y negociación judicial, Distrito Federal (1940-1954), tesis de

doctorado en historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013.

______ “Discursos de redomesticación femenina durante los procesos modernizadores en México, 1946-1958”, en revista Historia y Grafía, núm. 31, diciembre 2008, Universidad Iberoamericana, pp. 103-132. Scott, Joan W., “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en El género. La construcción cultural de la diferencia sexual, Marta Lamas (comp.), México: Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género, 2003, pp. 265-302. Seed, Patricia, Amar, honrar y obedecer en el México Colonial. Conflictos en torno a la elección matrimonial. 1574-1821, México: Alianza Editorial-conaculta (Los Noventa), 1991. Serret, Estela, “El feminismo mexicano de cara al siglo XXI”, en El Cotidiano, vol. 16, núm. 100, marzo-abril 2000, México: Universidad Autónoma Metropolitana Atzcapotzalco, pp. 42-51. Artículo en línea: http://www.redalyc.org/pdf/325/32510006.pdf Silva Ruiz, Luz de Lourdes de, Las mujeres y los cargos públicos en México, 1954-1984: Perfil sociopolítico, tesis de licenciatura, unam, México, 1986. Solana, Fernando y Raúl Cardiel (coords.) Historia de la educación pública en México, México:

fce-sep,

Solís, Leopoldo, La realidad económica de México: retrovisión y perspectivas, México: Siglo

1981.

xxi,

1981.

Sonnet, Martine, “La educación de una joven”, en George Duby y Michelle Perrot (eds.), Historia de las Mujeres, tomo VII, Madrid: Taurus, 1993, pp. 129-166.


254

Sosenski, Gregorio y Susana Sosenski, “En defensa de los niños y las mujeres: un acercamiento a la vida de la

psiquiatra Mathilde Rodríguez Cabo”, en Salud Mental, México, vol.33, núm. 1, enero-febrero de 2010, pp. 1-10.

Soto, Shirlene Ann, The mexican woman: a study of her participation in the Revolution, 1910-1940, EUA: R & E Research Associates, Inc., 1979. Speckman Guerra, Elisa, “Las tablas de la ley en la era de la modernidad. Normas y valores en la legislación porfiriana”, en Elisa Speckman y Claudia Agostoni (comps.), Modernidad, Tradición y Alteridad. La ciudad de México en el cambio de siglo (xix-xx), México: Instituto de Investigaciones Históricas, 2001, pp. 241-270. Stephen, Lynn, “Epílogo. El activismo de las mujeres del campo, 1980-2000: la nación vista desde abajo”, en Gabriela Cano, Mary Kay Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.), Género, poder y política en el México posrevolucionario, Rossana Reyes (trad.), México: Fondo de Cultura Económica,

uam-Iztapalapa,

2009, pp. 375-406.

Tanck Estrada, Dorothy, La educación ilustrada. 1786-1836, México: El Colegio de México, 1977. Tena Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de México 1808-2005, México: Editorial Porrúa, 2005. Torres, Blanca, Historia de la Revolución Mexicana, 1940-1952: hacia la utopía industrial, México:

colmex,

1984.

Torres Septién, Valentina, “Una familia de tantas. La celebración de las fiestas familiares católicas en México (1940-1960), en Pilar Gonzalbo Aizpuru (dir.), Historia de la vida cotidiana en México, t. V, vol. I, “Siglo XX. Campo y ciudad”, México:

fce/colmex,

2006, pp. 171-205. Toscano, Carmen (pres.), Rueca, tomo I, México:

fce

(edición facsimilar), 1984.

Tovar Ramírez, Aurora, Mil quinientas mujeres en nuestra memoria colectiva, México:

demac,

1996.

Trimiño Velásquez, Celina de Jesús, Aportaciones del Feminismo liberal al desarrollo de los derechos políticos de las mujeres, Madrid: Congreso de los Diputados, 2013. Tuñón, Enriqueta, “Feminismo y constitucionalismo del 17”, en revista Proceso Bi-centenario, núm. 3: “La mujer en la Revolución”, junio de 2009, pp. 24-34. ______ “La lucha política de la mujer mexicana por el derecho al sufragio y sus repercusiones”, en Carmen Ramos Escandón (comp.), Presencia y transparencia: la mujer en la historia de México, México: ______ ¡Por fin… ya podemos elegir y ser electas!, México:

colmex,

2006, pp. 181-189.

inah/conaculta/Plaza

y Valdés, 2002.

Tuñón, Esperanza, “El Frente Único Pro Derechos de la Mujeres durante el cardenismo”, en Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven (coords), Un fantasma recorre el siglo. Luchas feminista en México 1910-2010, México:

uam-X/Itaca/conacyt/ecosur,

2011, pp.

97-126. Tuñón, Julia, El Álbum de la mujer. Antología ilustrada de las mexicanas. Volumen III. El siglo

xix

(1821-1880), México:

conaculta,

1991. ______ Mujeres de luz y sombra en el cine mexicano. La construcción de una imagen 1939-1952, México: ______ Mujeres en México. Recordando una historia, México: 1ª. edición en Regiones,

conaculta,

imcine/colmex,

1998.

1998.

______ (comp.), Voces a las mujeres: antología del pensamiento feminista mexicano, 1873-1953, México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2011.


255

Urías Horcasitas, Beatriz, “Degeneracionismo e higiene mental en el México posrevolucionario (1929-1949)”, en Frenia, Revista de Historia de la psiquiatría, vol. IV, fascículo 2, España, 2004, pp. 37-67, en línea: http://www.revistaaen.es/index.php/frenia/ article/view/16409/16255 Urrutia, Elena (coord.), Nueve escritoras mexicanas nacidas en la primera mitad del siglo XX, y una revista, México:

inmujeres/colmex,

2006. Valles Ruiz, Rosa María, “Segundo Congreso Feminista en México: Una historia olvidada”, en Revista de Investigación Social

icshu,

Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2012, pp. 125-156. ______ Sol de libertad. Hermila Galindo: feminista, constitucionalista y primera censora legislativa en México, producto de investigación

uaeh,

México: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2010, en línea: http://www.uaeh.edu.mx/investigacion/

productos/4961/hermila_galindo.pdf Vaughan, Mary Kay, “El alfabetismo y la educación de las mujeres del campo durante la Revolución Mexicana: ¿La subversión de un acontecimiento patriarcal?”, en Heather Fowler Salamini y Mary Kay Vaughan (comps.), Las mujeres del campo mexicano, 18501990, México: El Colegio de Michoacán /Universidad Autónoma de Puebla, 2003, pp. 177-192. Vernon, Raymon, El dilema del desarrollo económico de México, México: Diana, 1975. Vidal, Soledad, “Ramírez, Sara estela (1881-1910)”, en Vicky L. Ruiz y Virginia Sánchez Korrol (eds.), Latinas in the United States: a Historical Encyclopedia, Estados Unidos: Indiana University Press, 2006, p. 608. Villaneda, Alicia, Justicia y Libertad: Juana Belén Gutiérrez de Mendoza 1875-1942, 2ª ed., México:

demac,

2010.

Walkowitz, Judith, La Ciudad de las pasiones terribles, Ediciones Cátedra/Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer, 1992 (Colección Feminismos). Zaremberg, Gisela, Mujeres, votos y asistencia social en el México priista y la Argentina peronista, México: Zavala de Cosío, Ma. Eugenia, Cambios de fecundidad en México y políticas de población, México:

flacso,

fce/colmex,

Zolov, Eric, Refried Elvis. The rise of counterculture, Berkeley: University of California Press, California, 1999.

2009.

1992.


Este libro se terminó de imprimir en México, D.F. en noviembre de 2014 para el partido Nueva Alianza. La producción editorial estuvo a cargo de Editorial FINEO y el cuidado de esta edición a cargo de Silvia Garza y Anael Moreno Muñoz.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.