Emigración Europa

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La emigración española a Europa en el siglo XX

COLABORADORES:

Susana ALBA MONTESERÍN / Alicia ALTED VIGIL / José BABIANO MORA / Luís M. CALVO SALGADO / Francisco DURÁN VILLA / Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA / Mª José FERNÁNDEZ VICENTE / Julio HERNÁNDEZ BORGE / X. Amancio LIÑARES GIRAUT / Mª Esther OLVEIRA OLVEIRA / Vicente PEÑA SAAVEDRA / Alicia POZOGUTIÉRREZ / Ana RUIZ SÁNCHEZ / Gloria SANZ LAFUENTE

G R U P O E S PA Ñ A EXTERIOR


Editor y Director: Francisco Gómez-Soto Coordinador: X. Amancio Liñares Giraut Portada: Foto facilitada a España Exterior por Antonio Muñoz (Alemania) Maquetación: Daniel Sotelo Fotografías: Archivo España Exterior Impresión: Imaxedixital. Vigo Editado por: Anuarios España Selecta, S.L. GRUPO ESPAÑA EXTERIOR C/Conde, 1 - 36210 - VIGO (Pontevedra). España Tel. +34 986 447 224 Fax. +34 986 449 915 www.españaexterior.com direccion@espaexterior.com Depósito Legal: VG 1474-2009 ISBN: 978-84-613-7124-2

Esta acción se desarrolla dentro del Programa de ayudas para Proyectos e Investigación promovida por la Dirección General de la Ciudadanía Española en el Exterior, en aplicación de la Orden TAS/874/2007 de 28 de marzo de 2007. (BOE de 5 de abril).

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. El contenido de esta publicación no puede ser reproducido, ni en todo ni en parte, ni transmitido, ni registrado por ningún sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sin el permiso previo, por escrito, de Anuarios España Selecta S.L. Grupo ESpaña Exterior.


Índice

LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A EUROPA EN EL SIGLO XX

GUÍA DE LECTURA X. Amancio LIÑARES GIRAUT

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Las fuentes estadísticas españolas sobre la emigración a Europa. Julio HERNÁNDEZ BORGE

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La política emigratoria española y la emigración a Europa. Francisco DURÁN VILLA

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Emigración española a Europa y trabajo. José BABIANO

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El desarrollo del asociacionismo en la emigración española a Europa durante el siglo XX. Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA

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Trabajo, ahorro y retorno: la vida cotidiana de los emigrantes españoles en Europa. Susana ALBA MONTESERÍN

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La educación como anhelo: programas institucionales y experiencias comunitarias de carácter formativo para los emigrantes españoles en Europa. Mª Esther OLVEIRA OLVEIRA / Vicente PEÑA SAAVEDRA

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LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A EUROPA EN EL SIGLO XX

Índice

Contribuciones literarias de la emigración. 149

Ana RUIZ

La emigración política a Europa. El exilio. 169

Alicia ALTED VIGIL

Un balance sobre la intermediación laboral y la integración sectorial de los trabajadores españoles en la República Federal Alemana, 1960–1975. 191

Gloria SANZ LAFUNTE

La última ola migratoria de españoles a Francia. 213

María José FERNÁNDEZ VICENTE

Emigración española en Suiza y asociacionismo. 231

Luís M. CALVO SALGADO

La emigración española al Reino Unido, 1960–1974. 245

Alicia POZO-GUTIÉRREZ

Gallegos en Europa: historias de emigración y retorno. 267

X. Amancio LIÑARES GIRAUT


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urante los siglos XIX y XX, en diversos períodos, se produjeron oleadas de exiliados políticos de distintas orientaciones y signos; asimismo, como consecuencia de la Guerra Civil española y de la dictadura , a partir de 1939 comienza a pro d u c i rse un éxodo de re f u giados políticos y una emigración de carácter económico a otros países, motivada por las duras circunstancias de la posguerra que se viven en España, y at raída por las buenas perspectivas de trabajo y el mayor nivel de vida derivado del crecimiento económico existente en esos países. Ley 40/2006, de 14 de diciembre, del Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior. Exposición de motivos, I, 3.



Guía de lectura X. Amancio LIÑARES GIRAUT Coordinador

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a emigración española a Europa, fruto de circunstancias adve rsas y dive rsas, no es un fenómeno reciente. En tiempos más alejados, Francia, Portugal o Gran Bretaña se destacaban como destinos tradicionales a la hora de buscar un puesto de trabajo, un nu evo medio de vida en el extranjero o un refugio motivado por coyunturas de intolerancia ideológica y el consiguiente exilio. Pero es durante la segunda mitad del siglo XX cuando resulta más alta y significat iva esta nueva marea migratoria, con trazos incluso de tsunami. Superada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el viejo continente iniciaba una dura tarea de reconstrucción posbélica. Europa había sido arrasada en dos ocasiones durante las últimas décadas. La primera conflagración mundial (1914-1918), a pesar de ser definida en su época como la

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GUÍA DE LECTURA

Gran Guerra, se había quedado muy pequeña en comparación con el enorme desastre, en todos los sentidos, que conllevó la Segunda, y que supuso la aniquilación del temible Eje Roma-Berlín-Tokio, o, lo que es lo mismo: la derrota del fascismo y del nazismo a cargo de las potencias aliadas. Se produjo entonces un gran alivio multinacional y la apertura de una fase de recuperación de aquel trauma histórico, para la que se necesitaban cuantiosos recursos económicos y humanos. Por otra parte, España, tras su propia Guerra Civ i l (1936-1939), v ivía un período de régimen autocrático, al que, a la falta de libertades cívicas y democráticas, se le sumaba una muy penosa situación económica derivada de la posguerra, adornada con trasnochados delirios imperiales. Era una España militarizada, de miseria, represión y ensimismamiento. La autarquía de la década de 1940 –vocacional del franquismo, mas también forzada por la comunidad internacional– dio paso a una cierta liberalización económica del régimen dictatorial, a partir de los años 1950 y a la puesta en marcha del denominado Plan de Estabilización (1959) y otras fórmulas tecnocráticas. En este contexto hallamos de nu evo en el mundo contemporáneo una conve rgencia entre España y Europa, a través de la emigración. Una economía española con serias dificultades –que no cubría los endémicos desequilibrios entre población y recursos– empujaba una mano de obra joven y poco cualificada a los caminos de la emigración europea, que se sumaba (y en muchos casos suplantaba ya) a los tradicionales destinos migratorios a América. El nu evo éxodo se

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incrementó notablemente desde los años sesenta, debido a la necesidad de conseguir mano de obra industrial y del sector servicios en no pocos países europeos, que ya crecían a un ritmo económico a veces incluso espectacular. Los gobiernos de Franco también estimulaban esta emigración en medio del desarrollismo: al país le sobraba población en relación a los puestos de trabajo disponibles y se agradecía como un maná la entrada de divisas para llevar adelante los planes de un desarrollo endógeno, auxiliado además por las remesas de un turismo extranjero en auge. Analizar esta emigración de miles de trabajadores de España –que se prolongó en el tiempo hasta los años finales del siglo XX– a esta Europa que bu s c aba primero una recuperación saneada y después un nu evo desarrollo y hegemonía mundial –reconstrucción y expansión–, es el propósito de este trabajo de investigación, que ahora se publica. A la hora de idear el presente vo l u m e n , los aspectos que el Grupo España Exterior considera de mayor re l evancia para investigar e incorporar al libro La emigración espa ñola a Europa en el siglo XX son los que se condensan en los ítems que citamos a continuación: las cifras de la población española que emigró al continente europeo; el marco legislat ivo que define la situación de los emigrantes españoles en Europa; la participación sociopolítica de los emigrantes a través del asociacionismo en el extranjero; la vida cotidiana de nuestros emigrantes en sus nu evas ciudades europeas; la situación laboral de los trabajadores españoles en Europa; el reagrupamiento familiar en el país de destino; niños y jóvenes, hijos de emigrantes, y su problemática educat iva en las

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escuelas europeas; las dificultades de unos idiomas desconocidos; el papel específico desempeñado por las mujeres en la emigración europea; los Centros Españoles como lugar de encuentro, acogida y formación sociocultural; el impacto económico de las remesas de los emigrantes europeos en la economía española; el exilio a Europa; las creaciones literarias de ciudadanos españoles en la diáspora europea; recogida de testimonios y experiencias personales de los emigrantes españoles residentes en países europeos y retornados; la emigración española a Europa desde un punto de vista sociológico. No hemos querido soslayar ningún aspecto re l evante, aún percatándonos de que resultaría casi imposible tratar la totalidad de los ítems de referencia en una obra de estas características y extensión. Y de nu evo hemos contactado para afrontar la tarea editorial con aquellos especialistas que creíamos poseedores de un bagaje y trayectoria profesional indudables en la materia. En los nombres de Susana Alba, Alicia Alted, Jo s é Babiano, Luís M. Calvo, Paco Durán, Ana Fe rnández Asperilla, Mª Jo s é Fernández Vicente, Julio Hernández Borge, Mª Esther Olveira, Vicente Pe ñ a , Alicia Po zo-Gutiérrez, Ana Ruiz y Gloria Sanz, quienes gustosamente han acompañado durante los últimos meses a Amancio Liñares en este periplo migratorio europeo, he hallado un magnífico equipo de colaboradores. Invito a los lectores a que aprendan y disfruten con estos cuadernos de viaje que se reflejan ordenadamente en el índice del libro, y que en cierto sentido, además, incluyen páginas de unos actuales cahiers de doleánces; hojas de quejas por los aspec-

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tos negat ivos –no los olvidemos– del hecho de ve rse obligado a emigrar. A algunos de estos cualificados viajeros mapa arriba, siguiendo los espacios migratorios del viejo continente, ya los conocía al haber compartido ave n t u ras bibliográficas precedentes. Otros se incorporan ahora a nuestras rutas. Y el resultado se evidencia en esta sugestiva bitácora de reflexiones y letras que encierra muchos y variados conocimientos. No se trata de un producto hebén. Muy al contrario: sus contenidos nada fútiles resultan interesantes, aportando nuevos datos y pers p e c t ivas a este caminar de nuestros conciudadanos por las geografías europeas. Me siento contento de vo lver a viajar con estas personas, y permítaseme destacar mi personal satisfacción por haber encontrado ahora en esta ruta intelectual de migraciones y exilios a la profesora Alicia Alted, a quien ya le leía sus publicaciones en mis años de estudiante unive rsitario en Compostela. El Grupo España Exterior posee una extensa trayectoria informat iva y experiencia contrastada, también en el sector de la edición de libros centrados en temática de emigración. Va nutriendo de títulos sugerentes una biblioteca especializada en el poliédrico, multiforme y misceláneo mundo de las migraciones, y poniéndola al servicio de los lectores interesados, en general, y de manera especial de la ciudadanía española en el exterior. Pueden citarse las recientes obras Ciudadanos Españoles en el mundo. Situación actual y reco rrido histórico (2008), El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas e Hijos y nietos de la emi gración española. Las generaciones del re t o rno (ambos publicados en 2009), que tan buena acogida han tenido en los

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ambientes académicos y unive rs i t a ri o s , a d m i n i s t ra c i o n e s relacionadas con el mundo de la emigración, medios de comunicación y comunidades españolas en el extranjero. Y en esta ocasión ha considerado interesante estudiar y destacar, dentro de los movimientos migratorios españoles, el papel que la emigración a Europa en la pasada centuria ha representado en nuestra sociedad, incidiendo en distintos aspectos de esta realidad que tanto ha contribuido –económicamente, culturalmente, sociológicamente– a la conformación de la sociedad española actual. Quizás su proximidad en el tiempo ha sido uno de los m o t ivos por los cuales se ha analizado aún escasamente el fenómeno de la emigración española a Europa a lo largo del siglo XX, con menos rigor y profundidad de lo que merece esta importante realidad. Tal vez también la falta de perspect iva y la complejidad de las sociedades de acogida sea otro m o t ivo para que todavía falten tantas investigaciones que arrojen luz sobre esta parte tan esencial de la emigración española como un hecho histórico de primera magnitud. El ámbito de la emigración al continente americano, a ve c e s acompañada de dosis de romanticismo y epopeya, parece que ha centrado más hasta ahora el interés de los historiadores y ensayistas del mundo contemporáneo. Escribía Horacio: “Los que atraviesan los mares cambian de cielo pero no de condición”. El poeta clásico, lírico y satírico, casi definía a la perfección la realidad de muchos seres humanos transterrados, en cualquier latitud. Nos toca ahora referirnos a ellos en el marco europeo. Emigrantes españoles –sí–, aunque fijaran su vecindad en nu evos países y accediesen a sus destinos labo-

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rales utilizando otros medios de transporte. De ahí, pues, los contenidos innovadores de la presente colectánea de estudios sectoriales. Por todo lo expresado, el libro mitiga tantas ausencias y llena de contenidos una parte tan significat iva de la historia de las migraciones en nuestro país, combinando el aspecto divulgat ivo con el carácter científico y académico en nuestro singular viaje por Europa. Guardo estas últimas líneas de la “Guía de lectura” para poner de relieve mis agradecimientos, siempre pertinentes en una obra colectiva. En lugar destacado, otra vez, muchas gracias al director general del Grupo España Exterior y editor de esta obra, Francisco Gómez-Soto, que a lo largo de este año 2009 ha enriquecido sus empresas de comunicación con nu evos y útiles recursos informáticos, haciéndolas más universales a través de Internet. Sin su interés y patrocinio, nuestro apasionante y documentado viaje libresco europeo, para mejor entender la huella de la emigración española, no sería posible, y seguramente se quedaría sólo en proyecto. Vayan mis felicitaciones para él y su plantilla de colaboradores. No es mi deseo obviar tampoco los nombres de Pilar Cagiao, Xosé M. Núñez Seixas y Ramón Villares –profesores de la Facultad de Geografía e Historia en la Unive rsidad de Santiago de Compostela, por sus directrices y sugerencias–; del filólogo y profesor de gallego en Secundaria, Antonio Puentes Chao –por sus cuidadas observaciones lingüísticas– y de José Luis Andújar Pose, siempre dispuesto a venir en mi ayuda para resolver los intríngulis de la Informática. En plural, agradecimiento al esfuerzo del grupo de reputados inve stigadores y docentes del ámbito universitario –mis colegas de

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viaje–, que colaboran en La emigración española a Europa en el siglo XX con sus aportaciones académicas, prestigiando este libro. Y, por supuesto, a algunos de mis vecinos, años atrás emigrantes gallegos en Europa, quienes me han permitido retratarlos y recoger sus testimonios, sus relatos biográficos, para incluirlos resumidamente en el presente vo l u m e n . Agradezco también su colaboración, complicidad y comprensión a mi entorno familiar más próximo, porque, como en ocasiones anteriores con otros tránsitos y tareas bibliográficas, este trabajo ha supuesto robarles muchas horas de ocio en mutua y grata compañía. Nos espera ya la Europa de nuestros emigrantes. Vamos a saber algo más sobre nuestro pasado más reciente, descubriendo las páginas tan intensas de La emigración española a Europa en el siglo XX.

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Las fuentes estadísticas españolas sobre la emigración a Europa Julio HERNÁNDEZ BORGE Doctor en Geografía y Coordinador de la Cátedra Unesco sobre Migraciones de la Universidad de Santiago de Compostela

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as estadísticas españolas sobre movimientos migrat o rios empezaron a publ i c a rse con un gran re t ra s o s o b re las re l at ivas a otros aspectos de la población. Fue a finales de 1856 (el 3 de noviembre) cuando se creó la Comisión Estadística General del Reino que, t ras cambiar su nombre por el de Junta de Estadística, llevó a cabo con fe cha de re fe rencia 21 de mayo de 1857 el primer Censo de población realizado por inscripción nominal y directa de todos los habitantes. Esta misma Ju n t a , además de hacer un nuevo Censo en 1860, empezó a publicar en 1863 una seri e estadística sobre el “Movimiento Nat u ral de la Población” c u yos datos comienzan en 1858. Por el contra ri o , p a ra las migraciones hubo que esperar a 1882 en que, por un Real Decreto de 6 de mayo, se encomendó al Instituto Geográfico y Estadístico (here d e ro desde 1873 de los orga-

Julio HERNÁNDEZ BORGE. Profesor titular y coordinador de la Cátedra Unesco sobre Migraciones de la Universidad de Santiago de Compostela, de cuyo actual Departamento de Geografía fue el primer director, centra sus investigaciones en temas geodemográficos referidos a Galicia y España, entre los que destacan los relativos a los movimientos migratorios sobre los que tiene numerosas publicaciones como autor, colaborador o coordinador, entre las que cabe citar: La emigración en el cine: diversos enfoques (2009), Mujer y emigración. Una pers pectiva plural (2008), Pasado e presente do fenómeno migrato rio galego en Europa (2007), Los estudios sobre la emigra ción interior gallega (2004), La inmigración exterior en Galicia (2003), Las investigaciones sobre la emigración gallega a países europeos (2002), Mujeres en la emigración exte rior española de finales del siglo XIX (2001), El retorno reciente de emigrantes españo les (2000), La política migrato ria española con Iberoamérica durante el gobierno de Franco (1999), La mujer en la legisla ción migratoria española (1998), Guía bibliográfica de emigración galega (1992) y Tres millóns de galegos (1990).


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Las fuentes estadísticas españolas sobre la emigración a Europa

nismos antes citados) la elab o ración de estadísticas re fe ridas a las m i graciones exteriores. El primer volumen, denominado “Estadística de la emigración e inmigración de España en los años de 1882 a 1890”, ap areció en 1891, con unos treinta años de re t raso con relación a las p ri m e ras estadísticas censales o del movimiento nat u ral de la p o blación. A él le siguió una larga serie de publicaciones que, con el tiempo, c a m b i a ron de denominación (de 1912 a 1922 pasaron a l l a m a rse “Estadística de pasajeros por mar”, de 1923 a 1956 “Estadística del movimiento de buques y pasajeros por mar” y después de esta fe cha “Estadística de tráfico marítimo”), p e ro mantuvieron su ra s go definidor: c o n t abilizar los pasajeros embarcados o desembarcados en los puertos españoles con destino o p rocedencia extra n j e ra (o colonial). Por ello, aunque en la época s o b re la que esta fuente facilita datos (finales del siglo XIX y prim e ra mitad del XX) los conceptos pasajero y emigrante estab a n bastante próximos, no eran idénticos, al ser más amplio el pri m ero. Por otra part e, por lo que se re fi e re a Europa, aunque vienen cl a s i ficadas las entradas y las salidas desde o hacia puertos de este continente, no quedan re c ogidos todos los desplazamientos espaciales, siendo especialmente grave esta carencia en los que no tenían la necesidad de utilizar el barco como era el caso de los dos países con los que España, fundamentalmente por ra zones de proximidad ge ográfica, tuvo una mayor relación de carácter migrat ori o : Po rt u gal y Francia. Algo pare c i d o , p e ro con carácter todavía más restrictivo, podría decirse de otra fuente estadística, iniciada a principios del siglo XX por el Consejo Superior de Emigración, pues contab i l iz aba como emigrantes a los que se ajustaban a lo establecido en

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la Ley de emigración de 21 de diciembre de 1907: “españoles que se propongan abandonar el terri t o rio pat ri o , con pasaje re t ri bui do o gratuito de tercera cl a s e, o de otra que el Consejo Superi o r de Emigración decl a re equiva l e n t e, y con destino a cualquier punto de América, Asia u Oceanía” ( a rtículo 2º). Se asimila al emigrante con el pasajero marítimo con billete de terc e ra cl a s e, p e ro en este caso no se tiene en cuenta Europa entre los destinos. Bien es ve rdad que la emigración española más numerosa en esta época era la tra n s o c e á n i c a , pero en las pri m e ras décadas del siglo XX, especialmente a partir de los años de la I Guerra Mundial se incre m e n t a ron las salidas hacia Francia, q u e, por otra part e, se hacían básicamente por vía terre s t re. La segunda Ley española de emigración (de 20 de diciembre de 1924) modificó ligeramente el c o n c epto legal de emigrante al señalar en su artículo 2º que serán considerados como tales “los españoles o sus familias que, por causa de trabajo, abandonen el terri t o rio nacional para estable cerse fuera de él defi n i t iva o temporalmente”. Pe ro la identifi c ación del emigrante con el pasajero por vía marítima con billete de terc e ra clase o asimilada se seguiría manteniendo en esta seri e estadística y en la de su continu a d o ra (las Estadísticas de emigración que comenzó a publicar el Ministerio de Trabajo tras la guerra civil). Es por ello por lo que en los años cincuenta, cuando empieza a competir con el barco el tra n s p o rte aéreo, se tiene que a cl a rar el concepto legal de emigrante mediante una Orden de P residencia de 6 de nov i e m b re de 1957, especificándose que d i cho concepto “no se verá afectado por el vehículo en que la e m i gración se realice”. En esta Orden de finales de 1957, y esto si que es un cambio significativo, se señalaba además que tampoco afectaría al

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La segunda Ley española de emigración (de 20 de diciembre de 1924) modificó ligeramente el concepto legal de emigrante al señalar en su artículo 2º que serán considerados como tales “los españoles o sus familias que, por causa de trabajo, abandonen el territorio nacional para establecerse fuera de él definitiva o temporalmente”.


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c o n c epto legal de emigrante “el país extranjero en que aquél se e s t abl e z c a ”, lo que re fleja la nueva realidad migrat o ria que se e s t aba gestando en España en esos años. Aunque la emigración u l t ra m a rina seguía siendo la corriente mayo ri t a ri a , empezaban a ser cada vez más numerosas las salidas hacia países del continente europeo, que a lo largo del séptimo decenio del siglo XX y en los tres pri m e ros años del octavo se conve rtirían en masivas, al tiempo que decl i n aba la emigración clásica diri gida hacia el Nuevo Mundo. Estos cambios están relacionados con la política i n t e rnacional de España tras su ingreso en la O.N. U. en 1955, que fue abandonando el aislacionismo en que se encontraba inmersa y que en el terreno migrat o rio se plasmó en la entrada de nu e s t ro país en el C.I.M.E. (Comité Interg u b e rnamental para las M i graciones Europeas) en 1956. A partir también de 1956, mediante la creación del Instituto Español de Emigración (I.E.E.) por Ley de 17 de julio, se incrementó la acción directa del go b i e rno franquista sobre las salidas al extranjero, permitiendo, cuando no fomentando, aquellas de tipo económico. El Instituto estuvo adscrito inicialmente a la P residencia del gobierno, p e ro por Decreto de 9 de mayo de 1958 pasó a depender del Ministerio de Trabajo ante la necesidad de c o o rdinar las cuestiones de emigración y empleo. Fruto de esta nueva política fue la fi rma de A c u e rdos migrat o rios con distintos países de nu e s t ro continente, tales como Bélgica (28 de noviemb re de 1956), Alemania (29 de marzo de 1960), Francia (25 de e n e ro de 1961), Suiza (2 de marzo de 1961), Holanda (8 de ab ril de 1961) y Au s t ria (2 de mayo de 1962), que contribuirían a desa rrollar la emigración a Europa, h e cho que también impulsaría el denominado “Plan de Estabilización Económica” de 1959 que

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puso fin a dos decenios de política “autárquica”. Estos cambios acelera ron el éxodo ru ra l , una parte del cual intensificó el pro c eso de urbanización español, p e ro otra parte salió hacia Europa, contribuyendo con sus remesas de divisas a poner en práctica los Planes de desarrollo económico de los años sesenta. Tanto la Ley de 22 de diciembre de 1960 de Je fat u ra del Estado (Bases de ordenación de la emigración), como la Ley 33/1971 de 21 de julio de emigración se adaptan a esta nueva re alidad en que Europa se convertirá en el principal continente de re c epción, por lo que desde el punto de vista legal ya no se equip a ra la emigración con ningún tipo de desplazamiento o destino c o n c retos al señalarse que es “la salida del terri t o rio nacional de ciudadanos españoles para establecerse defi n i t iva o temporal mente en el extranjero” (art. 1º2. de la Ley de 1960). LAS FUENTES ESTADÍSTICAS DE LA ETAPA DE LA EMIGRACIÓN MASIVA A EUROPA El crecimiento de las salidas hacia países europeos dio lugar a la ap a rición de estadísticas sobre este movimiento demográfico, c u ya publicación empezaría en 1962 por el I.E.E. mediante unos fascículos denominados inicialmente “Estudios migrat orios” (el número 1 re c ogía las estadísticas de dicho año), que posteriormente, a partir de 1968 y con carácter anual, p a s a ron a denom i n a rse “Emigración española asistida. Estadística del año...”. Desde los años ochenta continúa la publicación de datos (dentro de distintos dep a rtamentos del Ministerio de Trab a j o ) , pero en un nuevo contexto migrat o rio español al descender la intensidad de las salidas y, tras la integración de España en la Unión Europea, aumentar las entradas hasta conve rt i rse en país de inmigración.

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Españoles en Holanda en los años 80.

Todo ello llevó a la desap a rición del I.E.E. en 1991 pasando sus funciones a la Dirección General de Migraciones (R.D. 1458/1991 de 11 de octubre ) . La serie estadística básica para conocer el volumen y las c a racterísticas generales de los emigrantes españoles a Europa se inicia, pues, en 1962. Pe ro antes de esta fe cha, la Dirección G e n e ral de Empleo del Ministerio de Trabajo en su serie “Estadísticas de migración exterior”, básicamente centradas en las salidas transoceánicas, o f recía algunos datos sobre la emigración a países europeos, d e rivada de la marcha de aquellas personas que se fueron acogiendo a los A c u e rdos migrat o rios de España con dive rsos países. La característica principal de las estadísticas del I.E.E. ap arece especificada en el ep í gra fe de su denominación “Emigración española asistida”. Es decir, re c oge los datos de las personas que s a l i e ron hacia distintos países europeos con algún tipo de asistencia por parte de este Instituto, que recibía y, a través de sus

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Delegaciones Provinciales, distribuía las ofe rtas de trabajo de los países demandantes, siendo en estas Delegaciones donde los interesados en emigrar pre s e n t aban sus solicitudes. La asistencia pri ncipal era , pues, la gestión del contrato de trab a j o , p e ro además podía haber ayudas relacionadas con la tramitación del pasap o rt e, el viaje o la instalación en el país de destino. Por todo ello esta fuente estadística da, como es sobradamente conocido, una cuantificación parcial del fenómeno migrat o ri o , ya que las personas que salieron al margen del Instituto, los denominados “no asistidos” o “clandestinos”, que march a ron individualmente o, muchas veces, i n m e rsos en cadenas migrat o rias con pasap o rte de turista no ap a recen en ninguna estadística española (al igual que hab í a o c u rrido con otros flujos anteri o rm e n t e, como los exiliados de la g u e rra civil). La emigración no asistida fue muy importante en los p ri m e ros años de iniciarse este movimiento demográfico hasta el punto de que el propio I.E.E. reconocía que tenía un volumen similar, cuando no superior al de la asistida1, por lo que para tener una cuantificación más real de las cifras de la emigración continental española hay que acudir a las estadísticas de inmigración de los países re c ep t o re s2. Esta infravaloración de los datos ofi c i ales españoles era mayor en algunos colectivos como las mujeres (mu chas salían de España amparadas por fa m i l i a res y/o amigos p a ra trabajar en buena medida en el servicio doméstico) o los niños (casi no están rep resentados en las estadísticas por no trat a rse de población lab o ra l ) . Con el paso de los años el volumen de la emigración no asistida fue disminuyendo, de modo que en 1972 el I.E.E. la estimaba en un 10% de la total (Atlas, 1972), pero sobre todo se reduciría a partir de 1974 en que la recesión económica

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(1) En un Informe sobre la emigración en 1965 el I.E.E. señalaba que “esta corriente migratoria [la no asistida] es de verdadera importancia, hasta el punto que sobrepasa aquella otra asistida en cifras superiores a los 23.000 emigrantes” (Informe, 1966, 38). Además en la p. 101 se detalla el cálculo de la emigración no asistida anualmente y por países de destino. (2) Como muestra de las innumerables publicaciones que facilitan información de estas estadísticas, citaremos la obra de Sánchez López (1970) realizada cuando la emigración a Europa alcanzaba mayor intensidad. En la pág. 26 se presenta un cuadro con datos anuales (1960-1967) de los emigrados españoles según las estadísticas de ocho países de destino.


Julio HERNÁNDEZ BORGE

Aunque la emigración ultramarina seguía siendo la corriente mayoritaria, empezaban a ser cada vez más numerosas las salidas hacia países del continente europeo, que a lo largo del séptimo decenio del siglo XX y en los tres primeros años del octavo se convertirían en masivas, al tiempo que declinaba la emigración clásica dirigida hacia el Nuevo Mundo.

Las fuentes estadísticas españolas sobre la emigración a Europa

internacional, ligada en sus orígenes al encarecimiento de los precios del petróleo, hizo que los países receptores endureciesen sus condiciones de admisión, por lo que fue cada vez más difícil legalizar su situación a aquellos que salían de España con pasaporte de turista. O t ro aspecto que conviene destacar en las estadísticas del I.E.E. es la distinción que hacen entre la emigración “permanente” (con un contrato de trabajo de una duración de un año o más) y la de “temporada” ( p a ra un trabajo o campaña determ i n a d a , que en la práctica se re fería a los desplazamientos para trabajar en dive rsas campañas agrícolas francesas). Recogen, pues, no el n ú m e ro anual de emigrantes, sino el de salidas, con lo cual “un e m i grante que salió en 1962 pudo volver a España en 1965 y de nuevo marchar en 1972” (Puyol, 1976, 482). A partir de 1983 se p resenta una nueva cat egoría, la emigración “temporal” re fe rida a aquellos contratos de duración superior a tres meses e infe rior a un año. LOS DATOS DE LAS ESTADÍSTICAS DE EMIGRACIÓN ASISTIDA Las estadísticas del I.E.E. perm i t e n , pues, conocer la evo l ución de la emigración española a Europa, p e ro , al re fe ri rse a los e m i grantes “permanentes” asistidos, h ay que tomarlas como algo indicativo de las tendencias ge n e rales. Para analizar esta evo l ución iniciaremos la secuencia en 1961, primer año del séptimo decenio del siglo XX, y la finalizaremos en 1985, por ser el anterior al de la entrada de España en la Unión Europea. En la gr á fica que re c oge los datos de estos 25 años (fi g. 1) puede ap re c i a rse la i m p o rtancia que tuvieron las salidas hasta principios de los años

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setenta, con va l o res anuales que llega ron a ap rox i m a rse o a superar las 100.000 personas; sólo el año 1967 mu e s t ra una caída de la emigración, relacionada con una recesión económica que afe c t ó especialmente a las salidas diri gidas a Alemania. Por el contra ri o , desde mediados de los años setenta el número de emigrantes se sitúa dentro de valores re l at ivamente bajos (de un promedio anual de 104.658 en el trienio 1971-73 se bajó a 50.695 en 1974, 20.618 en 1975 y 11.336 en 1977, el año de menor intensidad emigrat oria) con el valor añadido de que, además, se trata de cifras mu ch o más fi ables al tener poca importancia la emigración no asistida. Por otra parte las salidas registradas desde 1974 se diri gi e ron mayoritariamente a Suiza, país que, a dife rencia de otras naciones vecinas que impusieron grandes restricciones, c o n t i nuó acogi e ndo trab a j a d o res españoles (Hernández y Durán, 1989), si bien pred o m i n a ron los contratos temporales3 p a ra trabajar en la constru cción o en la hostelería.

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(3) Por afectar sólo al desglose de los últimos tres años se ha preferido sumar los emigrantes permanentes y los temporales entre 1983 y 1985 para presentar la evolución general. Estos últimos en el trienio 1983-85 representaron la mayor parte del total de las salidas a Europa (88,63%); de ellos los dos tercios fueron a Suiza.


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(4) En una encuesta a emigrantes españoles retornados, a la pregunta de si cuando salieron recibieron asistencia por el I.E.E. respondió negativamente el 45% de los hombres y el 68% de las mujeres (Castillo, 1980, 23). Otro ejemplo, éste de carácter microterritorial, lo encontramos en las historias de vida de quince emigrantes continentales gallegas de un área rural (Saviñao) y otra urbana (A Coruña). Sólo una declaró haber recurrido a la “emigración asistida” (vid. López 1999 y Martínez 1999).

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D e n t ro de la distribución por sexos queda plasmada en la gráfica citada la sobre rrep resentación masculina que existe en las c i f ras de emigrantes asistidos4, por lo que la curva evolutiva de los va rones es muy similar a la de la emigración total. Evidentemente los hombres fueron mu cho más nu m e rosos que las mu j e res dent ro de esta corriente y en la mayor parte de los países, con la ex c epción del Reino Unido, p e ro no en la pro p o rción que nos re flejan las estadísticas del I.E.E. (casi el 83% entre 1962 y 1973, los años de mayor emigración). Las estadísticas oficiales también permiten llevar a cabo un análisis espacial de la emigración, si bien la escala a la que descienden es poco detallada: el Estado en los países de destino y la p rovincia en el caso de la procedencia. Pa ra estos aspectos y para señalar las características de nuestros emigrantes nos centra re m o s en los años en que la corriente europea afectó a un mayor número de personas. En el destino de la emigración continental, que en el período 1962-1973 registró un total de salidas próximo al millón de p e rsonas (987.485), t res países ab s o r b i e ron la casi totalidad de los e m i grantes “permanentes” asistidos: Alemania, que solió ocupar el primer puesto hasta 1970 (salvo en 1967 y 1968 por la recesión citada más arri b a ) , Suiza que se colocó en pri m e ra posición a partir de 1971 (ya lo había hecho antes en 1967) con porcentajes próximos o superi o res al 50% (cifras superadas muy ampliamente desde finales de los años setenta) y Francia, que ha presentado unas menores oscilaciones anuales. A mu cha distancia fi g u ran Holanda, Reino Unido u otro s países europeos hacia los que salieron españoles a través del I.E.E. (Cuadro I).

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Cuadro I: Destino de los emigrantes españoles entre 1962 y 1973 PAÍSES % sobre el total de salidas Alemania 38,20 Bélgica 0,51 Francia 21,94 Holanda 3,88 Reino Unido 1,28 Suiza 33,88 Otros países 0,33 Fuente: I.E.E. y elaboración personal

En cuanto al ori gen ge ográfico de nu e s t ros emigrantes hay que señalar que la corriente diri gida a Europa constituyó un fe n ómeno que, si bien afectó a todo el terri t o rio nacional, se polari z ó en va rias comunidades autónomas (fi g. 2), entre las que sobre s alen Andalucía (29,88%) y Galicia (23,02%), seguidas por Castilla y León, la Comunidad Valenciana, Extremadura y Madrid (entre el 10,88% de la pri m e ra y el 5,85% de la última). Del resto sólo son destacables Murcia (3,90%: en este caso se trata de una sola p rovincia) y Cataluña (2,43%: una de las comunidades con mayor población absoluta). Sin duda el ra s go más ori ginal de esta distribución espacial dentro de España lo presenta Galicia por hab e r sido en el pasado una de las regiones que más part i c i p a ron en la emigración a América y que se suma ahora a esta nueva corri e nt e, a dife rencia de otras (como Asturias, C a n t ab ria o el País Vasco, que tuvieron importancia en las salidas ultramarinas, pero que apenas participan en la emigración continental). Por otra parte la comunidad gallega en los pri m e ros años de la década de los sesenta todavía continuó alimentando un re l at ivamente importante flujo transoceánico, lo que hizo que coex i s t i e ran en ella estas dos

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Las estadísticas oficiales también permiten llevar a cabo un análisis espacial de la emigración, si bien la escala a la que descienden es poco detallada: el Estado en los países de destino y la provincia en el caso de la procedencia.


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c o rrientes migrat o rias exteriores, a dife rencia de las restantes regiones españolas (vid. Hernández Borge, 1976). Por provincias son lógicamente las encuadradas en las c o munidades autónomas que pre s e n t a ron una mayor intensidad e m i grat o ria las que ocupan los principales luga re s , p e ro conviene resaltar a Ourense con algo más del 10% del total de emigrantes españoles, ocupando un primer lugar muy destacado, seguida por A Coruña, Madrid, Granada y Sevilla (con va l o res superi o res a 5%) y por Valencia, Córdoba, Ponteve d ra , Cádiz, Ja é n , Badajoz y M á l aga (con porcentajes comprendidos entre 3 y 5). Además de info rmar del ori gen y del destino, en las estadísticas del I.E.E. encontramos datos sobre determinadas cara c t e r í sticas de los emigrantes españoles re fe ridas a edad, estado civil y actividad profesional, también cl a s i ficados según provincias de salida y principales países de llegada. La edad de nuestros emigrantes continentales refleja claramente que se trató de un flujo de carácter laboral, destinado a cubrir aquellas actividades profesionales menos demandadas por

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los trabajadores autóctonos de los países de destino, que eran las que requerían poca cualificación para su desempeño y que recibían salarios bajos, al combinarse en los países demandantes un importante crecimiento económico con la llegada a la edad de incorporación al mercado del trabajo de generaciones poco numerosas (por haber nacido en épocas de baja natalidad) y mejor formadas cultural y profesionalmente que las precedentes. Por todo ello son las personas con edades comprendidas entre 20 y 39 años las que dan los porcentajes más elevados (Cuadro II), estando poco presentes los adultos maduros y, sobre todo, los “viejos” (incluimos en esta denominación a los mayores de 54 años) y los niños, que por el carácter de las estadísticas están infrarrepresentados. La combinación de la edad con el sexo muestra diferencias poco importantes. Cuadro II: Edad de los emigrantes españoles a Europa (1963-1973) <15 15-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 <55 % TOTAL 0,71 11,24 19,71 21,63 17,05 14,41 9,34 5,40 0,49 % Hombres 0,45 10,13 17,84 22,27 17,92 15,39 9,91 5,62 0,47 % Mujeres 1,99 16,71 28,99 18,48 12,78 9,58 6,55 4,32 0,61 Fuente: I.E.E. y elaboración personal.

Al ser mayoritarias las personas con edades encuadradas en la población adulta joven es lógico que casados (56,37%) y solteros (43,22%) sean los estados civiles mayoritarios, también en este caso con no demasiadas diferencias en su distri bución por sexos (Cuadro III), con ex c epción de la viudez, donde las mujeres son proporcionalmente bastante más numerosas que los hombres.

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Además de informar del origen y del destino, en las estadísticas del I.E.E. encontramos datos sobre determinadas características de los emigrantes españoles referidas a edad, estado civil y actividad profesional, también clasificados según provincias de salida y principales países de llegada.


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Cuadro III: Estado civil de los emigrantes españoles a Europa (1963-1973) Solteros Casados Viudos TOTAL 43,22% 56,37% 0,41% Hombres 42,62% 57,15% 0,23% Mujeres 46,20% 52,51% 1,29% Fuente: I.E.E. y elaboración personal.

(5) Las estadísticas españolas establecen once grupos profesionales: 0. Trabajadores profesionales, técnicos y asimilados; 1. Administradores, gerentes y directores; 2. Empleados de oficina; 3. Vendedores; 4. Agricultores, pescadores, cazadores, trabajadores forestales y asimilados; 5. Mineros, canteros y trabajadores asimilados; 6. Trabajadores de los transportes y comunicaciones; 7/8. Artesanos y trabajadores industriales, peones no incluidos en otros grupos; 9. Trabajadores de los servicios, de los deportes y las diversiones; 10. Trabajadores que no pueden ser clasificados según la ocupación; 11. Mujeres sin profesión y niños menores de quince años.

Por último, las estadísticas del I.E.E. informan también de los grupos profesionales5 de los emigrantes (Cuadro IV), lo que nos permite constatar las actividades en que las necesidades de mano de obra por parte de los países demandantes eran más altas: determinadas ramas del sector industrial (incluyendo la construcción y la minería) y del sector servicios. Por ello vemos la preponderancia clara del grupo 7/8 (artesanos y trabajadores industriales, peones no incluidos en otros grupos), seguido del 4 (agricultores, pescadores, cazadores, trabajadores forestales y asimilados) y del 11 (mujeres sin profesión y niños menores de quince años, en el que están incluidas muchas mujeres que trabajarían en el servicio doméstico, donde es más fácil de conseguir empleo). Cuadro IV: Grupos profesionales de los emigrantes españoles a Europa (1963-1973). Porcentaje %. 0 1 2 3 4 5 6 7/8 9 10 11 0,13 0,00 0,35 0,26 28,69 0,54 1,16 56,43 2,60 0,37 9,45 Fuente: I.E.E. y elaboración personal.

Además de toda esta información referida a los emigrantes “permanentes”, las estadísticas del I.E.E. también facilitan datos sobre la emigración de temporada a Francia, que recogen las personas que salían contratadas para trabajar en diferentes campañas

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agrícolas del vecino país, como el arroz (plantelistas y arroceros), remolacha (bina, repaso y arranque), recolección de frutas y legumbres y, sobre todo, vendimia. Aunque también en este caso, fueron muchos los españoles que salieron al margen de los organismos oficiales, el número de los contabilizados en las estadísticas muestra el carácter masivo del fenómeno, pues hasta finales de los años setenta se aproximaba o superaba los 100.000 anuales (Cuadro V). En cuanto al origen dentro de España cabe destacar la fuerte participación de las regiones mediterráneas (Comunidad Valenciana, Murcia y varias provincias andaluzas), así como la casi nula aportación de gallegos, tan presentes en la emigración permanente. La disminución de este flujo se inició en los años ochenta, presentando progresivamente cifras cada vez más bajas, que a finales del siglo XX oscilaban entre cinco y siete mil personas con cambios tanto en el origen geográfico como en su composición (Vilar y Vilar, 1999, 61-62). Cuadro V: Emigrantes de temporada a Francia (1963-1973) Arroz Remolacha Vendimia Otros Total Promedio anual 2.629 18.666 67.279 12.157 100.730 % 2,61 18,53 66,79 12,07 100,00 Fuente: I.E.E. y elaboración personal.

A MODO DE CONCLUSIÓN Las fuentes estadísticas refe ridas a la etapa de la gran e m i gración a Europa de los años sesenta y principios de los setenta del siglo XX, al recoger las info rmaciones de sólo una parte de los emigrantes (los asistidos), son insuficientes para cuantificar el volumen total de los que salieron, que algunos

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autores evalúan en 2.000.000 para el período 1960-1973 con un retorno de 800.000-1.000.000 (Sanz, 2008, 95). Pe ro las “estadísticas de emigrantes asistidos” nos permiten conocer el proceso evolutivo, las características de las personas que part i c i p aron en el flujo, los destinos principales y las provincias españolas de procedencia y, a pesar de sus deficiencias, supusieron un gran avance con respecto a épocas precedentes en las que los desplazamientos espaciales con destino a países del continente europeo no eran recogidos en ninguna fuente o, si lo eran (caso de la serie de pasajeros por mar), la insuficiencia era muy grave. Complemento de estas estadísticas son dive rsas publicaciones del I.E.E. o de otros Dep a rtamentos del Ministerio de Trab a j o , como los “Informes”, “Memorias”, “Atlas” o “Anuarios”, no tanto por los datos que facilitan, como por sus info rmaciones y coment a rios sobre la emigración a países europeos. Por último, además de las estadísticas señaladas, c o n t amos en España con fuentes de info rmación indirectas que permiten aprox i m a rnos a este fenómeno migratorio como son los Censos de Po blación (analizando la localización en los distintos países de la población “ausente” de su domicilio habitual, dato recogido entre 1877 y 1991), los regi s t ros consulares o, para las épocas más recientes, el Censo Electoral de Residentes Ausentes (C.E.R.A.).

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Bibliografía

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La política emigratoria española y la emigración a Europa Francisco R. DURÁN VILLA Licenciado en Geografía e Historia. Doctor en Geografía y profesor titular de Análisis Geográfico Regional en el Departamento de Geografía de la USC.

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uando se promulgan la Ley Orgánica 7/1985 de 1 de julio sobre derechos y libertades de los extranjeros en España –denominada comúnmente como Ley de Extranjería– y su Reglamento de ejecución de 26 de mayo del año siguiente, en respuesta al mandato constitucional recogido en el artículo 13 del Título I (De los derechos y deberes fundamentales) por el que los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título en los términos que establezcan los Tratados y la Ley, se cierra un largo período de casi 175 años en el que transitamos desde el reconocimiento implícito de la libertad de emigrar en la Constitución de 1812 al reconocimiento explícito de España como país de inmigración. Las disposiciones de distinto rango y procedencia que han regulado y regulan la emigración no han cesado de pro-

Francisco R. DURÁN VILLA. Alcanza el grado de doctor con la tesis titulada La emi gración española al Reino Unido. Calificada con Apto cum Laude, le fue concedido el Premio Extraordinario de Doctorado en el curso 199697. Director del Departamento de Geografía. Miembro del Arquivo da Emigración Galega (Consello da Cultura Galega). Su línea de investigación principal es la dedicada al estudio de los movimientos migratorios hacia Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Publicaciones: La emigración gallega al Reino Unido, Santiago, 1985; Veintiséis años de emigración gallega a Europa: de la Estabilización a la integración en la CEE (19591986), Santiago, 1989; Guía bibliográfica de emigración galega, Santiago, 1992; La emi gración y su reglamentación jurídica en España, Santiago, 2003; A Real Sociedade Económica de Amigos do País ante o problema social da emi gración en Galicia, Santiago, 2006; Soas e á aventura: as galegas en Londres, Santiago 2007.


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liferar por su propio carácter coyuntural desde la ap a rición de la ya lejana en el tiempo Real Orden circular del Ministerio de la Gobernación de 16 de septiembre de 1853, que regularizaba las salidas para las colonias españolas y para los Estados de América. Durante el siglo XX mientras que han sido múltiples los intentos realizados por el legislador para sistematizarlas y actualizarlas con pretensión de generalidad, intentos que se han mat e rializado en las diferentes leyes de emigración publicadas, no ha ocurrido lo mismo con la norm ativa para los extra n j e ros hasta 1985, cuya única síntesis de principios se mantenía invariable desde que entró en vigor el Real Decreto de 17 de noviembre de 1852, que establece por primera vez los dere chos de extranjería en España. La amplia declaración de principios que deriva del pre c epto constitucional antes aludido se mantiene ap a rentemente en la legislación re l ativa a su capacidad civil según se desprende del artículo 27 del Código civil modificado por la Ley 5/1982 de 13 de julio, por el que los extranjeros gozarán de los mismos derechos que la Ley concede a los nacionales, aunque si se realiza un análisis de forma pormenorizada de los preceptos de la Ley Civil se compru eba que son muchas las ex c epciones contempladas, con la consiguiente restricción de los dere chos en este campo, unas restricciones que se hacen tanto más significativas cuando se comparan con las quejas, demandas y reivindicaciones efectuadas al respecto por los diferentes Gobiernos de España o por los propios trabajadores españoles emigrantes ante los responsables políticos de los Estados e u ropeos de acogida. La presencia de extranjeros, y en particular los originarios de España, en los países de Europa centro-occidental no es un fenómeno tan reciente como normalmente se suele aducir. Los

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motivos de su emigración, independientemente de los exilios decimonónicos de afrancesados, liberales y carlistas –por citar sólo los más importantes–, están directamente relacionados con la ex p a nsión del capitalismo y más concretamente con los dife rentes pro c esos de industrialización. La polarización asociada al desarrollo de la industria en el siglo XIX y en las primeras décadas de la centuria posterior fue sinónimo de concentración espacial tanto de actividades y de riquezas producidas como de población y empleo en las nuevas regiones industriales y en mu chas de las viejas ciudades europeas, unas ciudades que gracias al desarrollo de los transportes se convirt i e ron en centros de producción y distri bución a gran escala, diversificando con ello sus estru c t u ras funcionales tradicionales. En el marco de las ventajas comparativas que ofrecían estos focos de crecimiento industrial y económico el éxodo dominante es el que procede de las zonas rurales, p e ro no es exclusivo. Este tra s vase masivo de población del campo a la urbe y los desplazamientos internacionales que van a tener lugar desde las márgenes atlántica y mediterránea de Europa traspasados los años centrales del siglo XX responden a los modelos de desigualdad propios del capitalismo industrial y fordista, en los que el centro y la periferia, aunque contrapuestos, se van a mantener ligados por fuertes mecanismos de interdependencia, cuyo ejemplo más característico es la dire cción contraria de los flujos de mano de obra y de capitales, que permitieron generar importantes procesos de convergencia social y espacial, que se están viendo alterados con el advenimiento de la lógica del global a partir de los años ochenta del siglo XX. Hace ya muchos años que en el deb ate historiográfico sobre la revolución industrial existen autores que tiende a restar impor-

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La presencia de extranjeros, y en particular los originarios de España, en los países de Europa centro-occidental no es un fenómeno tan reciente como normalmente se suele aducir.


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tancia al proceso de modernización de la agricultura, es decir, al aumento de la productividad, de los beneficios y a la liberalización de campesinas y campesinos como principal factor de la industrialización, e insisten en su incapacidad para suministrar en solitari o el capital y la mano de obra necesarios para el desarrollo de la industria. A este respecto la incorp o ración de la mujer y de los niños y las niñas a las fábricas puede responder y responde a un proceso complejo en el que concurren la necesidad de completar los ingresos de la familia, la búsqueda de una mano de obra barata por el empresariado y a las dificultades crecientes para movilizar la reserva nacional de trab a j a d o res masculinos por las consecuencias nocivas del proceso de industrialización, por el imaginario social de éxito y progreso asociado al éxodo ultramarino en todas sus direcciones y, también, por el desarrollo de los medios de transporte marítimo a partir de los años centrales del siglo XIX. Además, también hay autores que han hecho hincapié en la deb i l idad del crecimiento vegetativo de las ciudades, un crecimiento que, a pesar de los altos índices de natalidad, es incapaz de ap o rtar los efectivos suficientes para satisfacer la demanda de un mercado lab o ral en continua expansión, por las difíciles condiciones de trabajo y habitabilidad del proletariado, como se desprende de los informes Villermé y Ashley elab o rados a mediados de siglo XIX en Francia y en el Reino Unido respectivamente. En este contexto no es extraño que se desarrollara en paralelo al éxodo rural un movimiento de mano de obra internacional en Europa occidental, lato sensu, de fo rma coetánea al desarrollo de los procesos de industrialización y en muchas ocasiones como paso previo a un desplazamiento de mayor distancia. En un contexto en el que los trabajadores no dejan de ser más que un instrumen-

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to fácilmente reemplazable, estos contingentes foráneos al ser todavía más vulnerables que los propios nacionales –pues menor es su capacidad re ivindicativa– van a ser utilizados en muchas ocasiones como instrumento de control de los salarios. La ausencia de norm at ivas migrat o rias en consonancia con el liberalismo reinante y con la vigencia del permiso de permisión favoreció la movilidad, como lo atestiguan los crecientes volúmenes de extra n j e ros registrados en los censos de Alemania, Francia, Inglaterra y Suiza a medida que avanzamos en el tiempo, aunque su existencia se vio ensombrecida tanto por la magnitud del éxodo rural como por la emigración de europeos en masa hacia A m é rica y en menor medida hacia Asia, África y Australia. Por ello tenemos que insistir en que la emigración económica intraeuropea posterior a la Segunda Guerra Mundial, en vez de seguir presentándola como una ru p t u ra con el modelo tradicional, como un cambio brusco de destino en la corriente ultramarina secular (SAUVY, A. et MONDRIOT, C. 1962; GARCÍA FERNÁNDEZ, 1965), tenemos que interpretarla como la continuidad de un dilatado e invisible proceso decimonónico en el que participaron casi siempre los mismos pro t agonistas: irlandeses, i t a l i anos, polacos, españoles y portugueses. Los estudios, por ejemplo, de J. A. JACKSON y H, STIRN de 1963 y 1964 respectivamente, y los publicados en 1966 por A. PROST y H. M. HAGMANN no hacen más que ratificar la amplitud temporal de este proceso. Los pasados años cincuenta y sesenta se caracterizaron por el incremento del volumen de los desplazamientos y por la diversificación y enriquecimiento del mosaico de procedencias con la incorp o ración de los flujos y los procesos consiguientes de los que proceden de Grecia, de Turquía y con los ori ginarios de los terri t o-

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rios coloniales en vías de emancipación. La magnitud del movimiento desveló y puso en tela de juicio la escasa capacidad que tenían las abiertas sociedades europeas de acogida, incluso las de más larga tradición, para asegurar la participación plena las diferentes culturas en el seno de las propias por muy próxima que estas fueran. El fracaso de las medidas asimilacionistas de aquellos años –con otorgar la nacionalidad no basta para que se produzca la integración– y el frecuente intento de hacer recaer la responsabilidad de la integración sobre los inmigrantes casi con carácter exclusivo ha propiciado que algunos colectivos, los culturalmente menos afines, estén en situación de riesgo de marginalidad o de exclusión social en la actualidad, no como un acto voluntario libremente asumido sino como consecuencia de sus dife rencias socioculturales.

Desde un punto de vista legal, la emigración de españoles hacia Europa se hace visible con la promulgación por medio del Real Decreto de 20 de diciembre de 1924 de la nueva Ley y Reglamento de Emigración.

1.- ACCIÓN TUTELAR Y PATERNALISMO Desde un punto de vista legal, la emigración de españoles hacia Europa se hace visible con la promulgación por medio del Real Decreto de 20 de diciembre de 1924 de la nueva Ley y Reglamento de Emigración. El nuevo concepto de emigrante, a diferencia del precedente, considera como tales a los españoles y sus familias que por causa de trabajo abandonen el territorio nacional para establecerse fuera de él definitiva o temporalmente. El destino ultramarino o las condiciones del billete –clase y gratuidad– dejan de definir a esta figura para centrarse en el carácter laboral de los flujos económicos y en la duración de la expatriación, sobre todo porque la contratación temporal parece que ha tenido una importancia fundamental en el ámbito europeo desde el siglo XIX, aunque como se ha demostrado posteriormente con los gas tarbeiter de los años 1960s, ésta no ha constituido una solución

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Disfrutando de una tarde de domingo en Alemania.

óptima y los Gobiernos no han tenido más remedio que acabar aceptando la estabilización. Entre las modificaciones significativas que introduce su articulado con respecto a la precedente está la creación de la Dirección General de Emigración –en sustitución del Consejo Superior– dependiente del Ministerio de Trabajo, que tiene entre otros el importante cometido de la tutela en el exterior. Tres años después de su instauración, por medio del Real Decreto de 6 de septiembre, se transforma en Dirección General de Acción social y Emigración, pues de orden económico y social son los móviles que desarraigan a la población trabajadora del país, enriqueciendo con ello su contenido y ampliando su campo de actuación. Como complemento a esa acción tutelar en los países de acogida y en consonancia con la actitud paternalista que mantiene el legislador, se crean las Juntas de Emigración en los consulados, que van a ser las encargadas de administrar el tesoro del emigrante, que se aplicará exclusivamente en beneficio y repatriación de los españoles que lo necesiten.

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(1) Real Decreto disponien do que los súbditos extranjeros, para entrar en territorio español, deberán traer pasaportes expedidos y visados en la forma que se indica, que acrediten su identidad, y para residir en el Reino, obtener la autorización correspondiente; y decla rando que los súbditos españoles que regresen a la Patria, también debe rán estar provistos de pasaporte (Gaceta de Madrid, de 4 de mayo de 1922).

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No obstante, es necesario insistir en que esta Ley se enmarca en un nuevo contexto de la migración internacional como consecuencia de los cambios que se han producido al término de la primera guerra mundial. Mientras que hasta esos momentos se asiste a una gran libertad de movimientos a distintas escalas, p o rque los nuevos Estados nacionales europeos fueron capaces de construir sus propias ciudadanías sin menoscabo del dere cho a radicarse en sus territorios de otros nacionales al amparo de una norma de derecho internacional consuetudinario de sólida tradición humanitaria, el pasap o rte se impone como documento de identificación en el viaje y como instrumento de control del movimiento de fronteras, a partir de la Conferencia celeb rada al respecto en París por el Comité Provisional de la Sociedad de Naciones el 21 de octubre 1920. El derecho de entrada a partir de ahora no sólo se restri n girá a los extra n j e ros paulatinamente, sino que los go b i e rnos en el ejercicio de su autoridad podrán denegarlo1. Otro hecho significativo en estos años y directamente relacionado con la guerra, fue la introducción de procedimientos admin i s t rativos de extranjería para los desplazamientos lab o rales. Francia fue pionera con la c a rta de identidad (c a rte d’identité) en 1917; dos años después en el Reino Unido se introduce el permiso de trabajo (wo rk perm i t), que en el caso francés iría implícito en el contrato de trabajo hasta su disociación después de 1945; y el cer tificado médico –obligat o rio para ejercer una actividad remunerada– como instrumentos de control y reg u l a rización y también de protección de la mano de obra nacional, más abundante a partir de 1918 por la licencia de las tropas tras la firma del armisticio. En Francia, el país que más españoles acoge, la política discriminatoria en favor de los trab a j a d o res nacionales y de los foráneos resi-

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dentes se re c oge en la Ley de 11 de agosto de 1926, que establece medidas punitivas para aquellos empresarios que contraten extranjeros de forma irregular, sancionándolos con penas que oscilan entre los 500 y los 1.000 francos. De acuerdo con la nueva norm ativa, se considera trabajador irregular a aquel que en el momento de cruzar el puesto fronterizo no esté en posesión de un contrato de trabajo visado por la autoridad competente y de un certificado médico expedido por un facultativo acreditado por un cónsul fra ncés. La infracción de este requisito será sancionada con la deportación. No obstante, para algunos autores expertos en el tema el control de fronteras no era muy estricto. Muchos españoles decl a raban al pasar la frontera que no iban a Francia a trabajar. Una vez situados en territorio francés, acudían al circuito de la “emi gración en cadena”, a la ayuda de parientes o paisanos, y solían encontrar patrono sin dificultad (ESPAÑOLES, 1976). Frente a esta apreciación, la Real Orden de 3 de enero de 1930, sobre los requisitos que deben cumplir los que pretendan emigrar a Francia, parece indicar lo contrario: a numerosos obreros españoles al entrar en Francia se les estampa en el pasaporte la anotación “de no poder ocupar un empleo asalariado” privándoles de obtener sus tarjetas de identidad y por tanto de encontrar colocación, por cuya causa acuden a los Consulados a fin de que se les repatríe por carecer de recursos. Encarezco a V. E. se advierta a los jorna leros que soliciten el pasaporte que sólo con un contrato de traba jo probado y autorizado por la autoridad francesa, podrán lograr el permiso de residir y trabajar en Francia2. El número 1 del Boletín de la Inspección General de Emigración correspondiente al bienio 1930-1931 info rma que el total de españoles que entraron

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(2) Real Orden nº 13 de 3 de enero de 1930 sobre requisitos que deben cumplir los que preten dan emigrar a Francia (Gaceta de Madrid, de 4 de enero de 1930). Es la primera normativa legal española específica para un país europeo.


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oficialmente en Francia en 1929 asciende a 18.974 trabajadores, de los cuales algo más del 85% para ocuparse en la agricultura, mientras que los reg u l a rizados ascendieron a 9.442. Los difíciles momentos por los que atraviesa la colonia española en Francia, cuyo volumen supera los 250.000 residentes en 1921, además de incrementar el número de repatriados hace que el problema de la emigración española en Francia, de la emigración española, en un país europeo, salte a los medios de comunicación, al igual que en tantas ocasiones había ocurrido con algunos Estados ultramarinos. De especial importancia por su trascendencia social fue la labor de información y denuncia realizada por la Confe rencia de Metropolitanos españoles, que se tradujo en la creación de la Asociación de San Rafael para centralizar y organizar las diferentes actuaciones filantrópicas dedicadas a la atención de estos emigrantes en 1926; en un informe de las misiones espa ñolas establecidas en el año 1927; tres pastorales del cardenal primado –Seg u ra y Sáez– en 1928, 1929 y 1930; y de un modo especial destaca el Memorial remitido al Rey Alfonso XIII el 17 de mayo de 1928. Directamente relacionado con estas acciones de denuncia nació el Secretariado de Misiones para emigrantes; se crearon en 1929 los patronatos provinciales y locales de acción social y emigración, p a ra que los que se ex p atrían no se hallen por falta de cultura ge n e ral o profesio nal en condiciones de inferioridad… en los países de emigra ción; también en ese año se constituyeron en Francia y en Portugal, en esas otras tierras ex t ra n j e ras más cercanas donde también existen fuertes núcleos de compatriotas emigra d o s, los patronatos españoles de emigración, para la protección

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cultural, física (salud), económica y social de los trabajadores; y se difunde una cada vez mayor y más ve raz información a los emigrantes sobre la situación de la emigración en Europa en el Boletín de la Subdirección General de Emigración. En el tránsito de los años veinte a los treinta, cuando parece que comienza a visibilizarse esta corriente continental, el estallido de la crisis mundial y los acontecimientos que se precipitaron sucesivamente en la década posterior interrumpieron los flujos de trabajadores con los países europeos, flujos que en muchas ocasiones constituían, como ya se ha dicho, un primer eslabón en el marco de un proyecto migratorio personal más amplio y distante. Salvo en el caso francés, tendremos que esperar hasta 1946 para que vuelvan a reanudarse de forma espontánea las salidas, en consonancia con las demandas respectivas del mercado de trabajo y en particular con los intereses de los grandes grupos empresariales. Los mecanismos generalizados de gestión y control de la inmigración vendrán a posteriori y se codificarán mayoritariamente en el decenio siguiente. No obstante, la actividad legislativa española de los primeros años treinta apunta en la dirección del mencionado proceso de visibilización, como se desprende de la promulgación en 1930 de la Real Orden sobre los requisitos que deben cumplir los que pretendan emigrar a Francia y del Real Decreto que suprime la cartera de identidad e impone el pasaporte para emigrar; del Tratado de trabajo y asistencia social con Francia y del Concierto entre los Gobiernos español y alemán la supresión recíproca del visado de pasaportes para los ciudadanos alemanes y españoles que deseen entrar en sus respectivos territorios en 1932; y del Acuerdo de practicantes con Francia firmado al año siguiente.

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En 1946, una Orden del Ministerio de Trabajo de 29 de m a r zo restablece pre c eptos del texto refundido de la Ley y Reglamento 20 diciembre 1924 de emigración, p o rque terminada la contienda mundial y en trances de normal reanudación del trá fico de las líneas de ultramar, se hace necesario poner a punto los s e rvicios de emigración, recordando el estricto cumplimiento de las vigentes Leyes sobre la materia. De nuevo las autoridades gubernativas polarizan su atención en los desplazamientos americanos e ignoran los que se reanudan de forma clandestina con d i rección a Europa y al norte de África, por el cierre de la frontera con Francia y por la resolución condenat o ria de la ONU en 1946. Difícil es precisar y clasificar los diferentes modelos de emigrantes que aparecen en estos momentos. En muchas ocasiones la concurrencia de varios factores en la decisión de partir nos impide catalogarlos abiertamente como emigrantes económicos, sobre todo cuando los motivos políticos afloran de uno u otro modo, antes o después de la expatriación. Así, en los primeros años posteriores al armisticio de 1945 se asiste a la difusión de los movimientos de reagrupación de las familias de los refugiados que habían sido regularizados por el gobierno francés con un certificado de identidad y viaje que los homologaba a los nansen; los que escapan por temor a la represión del régimen; los desertores del ejército franquista; los que ven frustrada su promoción personal y profesional por haber sufrido purgas o condenas, o aquellos que por medio de la rehabilitación de las viejas cadenas migratorias optan por cruzar las fronteras escapando de la difícil situación socioeconómica de España. Independientemente de las causas y de las identidades grupales simbólicas, todos acabarían compartiendo espacios y sociabilidades y asimilarían por ósmo-

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Presencia de la colectividad andaluza en la Feria de Bruselas.

sis un fuerte contenido político e ideológico, que despertó a muchos y a muchas emigrantes al compromiso político y social y a la lucha por las libertades. 2.- INTERVENCIÓN Y GESTIÓN DE FLUJOS A mediados de la década de los años cincuenta comienza a notarse un cambio de actitud en el discurso oficial frente a la emigración. La no injerencia, el dejar hacer sustentado sobre una libertad de emigración decimonónica de corte liberal que sostienen los sectores más inmovilistas del régimen, va dejando paso a la implantación de un nuevo modelo intervencionista estatal de claro matiz económico por los tecnócratas. Al igual que ocurre en los Estados de acogida, los movimientos migrat o rios van a ser contemplados a partir de ahora como auténticas transacciones comerciales en la que los emigrantes se incorp o ran al capítulo de las exportaciones. De acuerdo con la Ley de ordenación de la emigración de 1962, el Gobierno, respetando la libertad individual de

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e m i gración, desarrollará su actividad en mat e ria emigratoria de acuerdo con las directrices de la ordenación del trabajo en régi men de pleno empleo, para lo cual adoptará con preferencia el sis tema de operaciones y programas asistidos por él, denominado como emigración asistida, que es la que tiene lugar ajustándose a planes, operaciones o programas ap robados por el Gobierno o con su intervención y cuenta con su ayuda técnica y económica. Detrás de este cambio de actitud se encuentran toda una s e rie de fa c t o res que hacen necesario revisar la norm ativa vigente, factores tales como la incapacidad del mercado de mano de obra de la industria en nuestro país para absorber a los expulsados de la inversión sectorial que está teniendo lugar entre las actividades primarias y las manufacturas; la creciente demanda de divisas para apuntalar el proceso de industrialización y desarrollo; y la necesidad del régimen de disponer de un instrumento que actúe de válvula reg u l a d o ra de la conflictividad sociolab o ral. Además, la emigración se entendía, y de ello da fe la Ley sobre bases de su ordenación de 22 de diciembre de 1960, como un amplio campo de posibilidades abiertas ante la libertad del individuo y, al propio tiempo, fuente poderosa de vínculos y relaciones entre pueblos que puede proporcionar resultados beneficiosos… no sólo al que emi gra y a sus familiares, sino en bien general de los países, tanto de o ri gen como de establecimiento. Este cambio de mentalidad coincide en el tiempo con una e s p i ral de crecimiento económico alto y continuado en los países más avanzados de Europa, m at e rializada en un intenso proceso de industrialización, en consonancia con una situación de pleno empleo, es decir, con tasas de paro muy bajas alimentadas sólo por desempleo friccional, y con la re c epción por llamada de con-

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t i n gentes de trab a j a d o res procedentes de la peri fe ria mediterránea, c u yos ap o rtes van a ser decisivos para el mantenimiento de la tasa media de ganancias. El desarrollo y la ge n e ralización de los procedimientos administrat ivos de entrada y establecimiento asociados a esta inmigración económica a partir de 1945 hacen necesaria una revisión de nu e s t ra norm ativa y urgen al establecimiento de acuerdos bilat e rales sobre emigración contrat a c i ó n , colocación y seg u ridad social para dar respuesta a las peculiaridades de los distintos llamamientos. Los primeros síntomas de cambio tienen lugar en los años centrales del siglo XX con la adhesión de España al Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas (C.I.M.E.), organismo creado en la Conferencia de Bruselas de 1951 a instancia de Bélgica y los Estados Unidos, y en la promulgación de la Ley de 17 de julio de 1956 por la que se crea el Instituto Español de Emigración (I.E.E.), que fue adscrito en principio a la Presidencia del Gobierno y traspasado con posterioridad al Ministerio de Trabajo, pues a él compete la regulación de los planes y operaciones de la emigración asistida en función de las necesidades nacionales y de la coyuntura social y económica. El nuevo Instituto, que tiene a su cargo el desarrollar con sujeción a las leyes vigentes la política emigrat o ria del Gobierno (DURÁN, F. y PÉREZ, Mª L, 2003), es una corporación de Derecho Público que con las características y funciones previstas en la Ley creadora, tiene la consideración jurídico-administrativa de entidad oficial de la seguridad social para el desarrollo de la política tuitiva del Gobierno en materia de emigración. A él se le encomienda en régimen de descentralización administrativa la acción tutelar del emigrante a imagen y semejanza de la tutoría

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civil, por lo que tiene que concertar con las empresas u organismos extranjeros los sistemas de selección como paso previo a la contratación; la labor de orientación e información gratuita de los emigrantes; la preparación y capacitación profesional; y también el facilitarles la obtención de los medios económicos, enseres e instrumentos de trabajo en el país de recepción, proponiendo al Gobierno las fórmulas crediticias más aconsejables. En el exterior está representado en esencia por las Agregadurías Laborales, que nacidas en la órbita de la organización sindical acabaron siendo supeditadas al Instituto en el momento de su adscripción a Trabajo el 9 de mayo de 1958. En virtud de la Ley de Emigración de 1962 las Agregadurías tienen encomendadas la recepción y asistencia de los inmigrantes mientras cumple con las formalidades impuestas al efectuar la entrada en el país de acogida; la información y el asesoramiento para que puedan formalizar las obligaciones administrativas derivadas de su nueva residencia; así como la asistencia en el orden jurídico y laboral. Con posteri o ridad y en coherencia con los principios que inspiran el Movimiento Nacional y la filosofía lab o ral se crean la Comisión Sindical de Emigración, p a ra conocer y resolver aquellas cuestiones re l ativas a la emigración dentro de la estricta competencia sindical, y la Dirección General de Empleo, que entre sus funciones está la de encauzar los movimientos migrat o rios dentro y fuera del país. En consonancia con la intervención pública que acompaña a los movimientos migratorios en la fase posterior a la Segunda Guerra Mundial y con sistemas de reclutamiento organizados por los Gobiernos receptores en Europa, bien directamente o por medio de los representantes de los empresarios y sus organizacio-

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nes, para rellenar los nichos laborales que no son capaces de cubrir con los trabajadores nacionales o extranjeros establecidos, forzaron a las autoridades españolas a suscribir tratados bilaterales de emigración para facilitar y encauzar la entrada y permanencia en sus territorios, así como para elegir el lugar de residencia y asegurar la libertad de los desplazamientos. No obstante, la concesión de esos permisos se va a regular siempre con arreglo a las disposiciones vigentes, después de que se notifiquen oficialmente las necesidades de mano de obra no cubiertas y de su verificación por los servicios administrativos competentes, como paso previo a la autorización para efectuar el reclutamiento por medio de la concesión de un rígido sistema de permisos de vigencia casi siempre anual, aunque renovable por dos o tres años, en previsión de las fluctuaciones del mercado laboral. Con posterioridad se fueron suscribiendo convenios de seguridad social de forma paulatina, para garantizar los beneficios adquiridos o en curso de adquisición por los emigrantes y sus familias y el disfrute de las prestaciones correspondientes. Las nuevas exigencias dejaron obsoleta la vieja Ley de 1924 y obligaron a una revisión y puesta al día de las normativas en curso, que comienza con la delegación legislativa que se materializa en la Ley sobre bases de ordenación de la emigración de 1960, y toma cuerpo en el texto articulado de la Ley de ordenación de la emigración de mayo de 1962, culminando el proceso con la puesta al día realizada en la Ley de emigración de 1971, la última promulgada en España por la no materialización del proyecto anunciado en Ginebra por el entonces director del Instituto, José Luis García López, en enero de 1981. La nueva Ley, en vigor desde el 21 de julio de aquel año, a diferencia de las prece-

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Los primeros síntomas de cambio tienen lugar en los años centrales del siglo XX con la adhesión de España al Comité Intergubernamen tal para las Migraciones Europeas (C.I.M.E.), organismo creado en la Conferencia de Bruselas de 1951 a instancia de Bélgica y los Estados Unidos, y en la promulgación de la Ley de 17 de julio de 1956 por la que se crea el Instituto Español de Emigración (I.E.E.).


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dentes emprende una línea más en consonancia con la problemá tica social que suscita el hecho migratorio y se centra menos en la proclamación del derecho a emigrar, en la regulación de los procesos y en definir el contenido y alcance de la acción tutelar. En ella se re c ogen de fo rma actualizada los cri t e rios más signifi c at ivos de cl a s i ficación que se fueron perfilando en las décadas precedentes. Así distingue entre la emigración perm a n e nt e, la que se realiza por tiempo indeterminado o superior a un año; la temporal por un plazo infe rior a un año; la de temporada, l i m itada a trabajos cíclicos o estacionales; y la fro n t e riza. Por pri m era vez en el dere cho migrat o rio español se va a distinguir entre re t o rn o , que engloba a todos aquellos que regresan voluntariamente a España por sus propios medios con carácter definitivo, y rep at riación –vo l u n t a ria o fo r zo s a – , que es aquella que se realiza por cuenta parcial o total del Estado. De este modo al ab o rdar el r é gimen jurídico de la emigración se explicita que la acción prot e c t o ra del Estado abarca la totalidad del proceso, y en virtud se ejercerá sobre la prep a ración de la emigración, el viaje de ida, la estancia en el extranjero y los viajes de re t o rno o de rep atriación. Es particularmente interesante por novedoso el Título III relativo a la asistencia social del emigrante. En él a la tradicional protección general se le incorporan las asistencias educativa del emigrante y de sus hijos en todos los niveles, ciclos y modalidades de acuerdo con la Ley de Educación de 1970; la de carácter económico por medio de la concesión de créditos o ayudas de financiación tanto a cooperativas de emigrantes que tengan como objeto la construcción de viviendas en España, como a las Empresas asociativas que proyectaren crear o hubieren creado los emigrantes a efecto de su retorno definitivo a la Patria, o

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individualmente a falta de tales cooperativas o empresas; la que se ejerce en el exterior, que contempla como novedad la creación de las Casas de España, para fomentar la convivencia entre los españoles y mantener viva la relación de los emigrantes y los hijos con la patria; y por último la familiar, centrada en los procesos de reagrupación, que serán llevados a cabo por el IEE, bien directamente o por concierto preferente con la Organización Sindical. El deterioro de las relaciones entre el Gobierno y la Santa Sede, entre el Gobierno y la jerarquía española, y la labor no siempre entendida de las capellanías en el exterior por parte de nuestras autoridades diplomáticas le restan protagonismo a la Iglesia en uno de sus campos tradicional es de actuación. El procedimiento administrativo para atender las ofertas de empleo procedentes de exterior se articula en cuatro fases en virtud de la Orden de 15 de noviembre de 1960: reclutamiento e ins cripción (Art.- 2º), en la que el trabajador tiene que formalizar la oportuna demanda de inscripción en la oficina del Servicio de

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Colocación correspondiente a su lugar de residencia; preselec ción de los candidatos (Art. 5º), por medio del reconocimiento médico y profesional realizado por la que la Oficina Provincial de Colocación, de acuerdo con el Delegado Provincial del I.E.E; documentación y la selección definitiva de los candidatos (Art. 6º) por el Instituto una vez superada la fase anterior; y, la última, traslado de los trabajadores emigrantes en la que el Delegado provincial comunicará la fecha de salida a Madrid, a la empresa contratante y a los propios interesados. No obstante, este procedimiento general se va a matizar en virtud de existencia o no de un Acuerdo de emigración y de las condiciones particulares establecidas en cada uno de los Tratados subscritos por el Gobierno Español: Bélgica en 1956; Alemania en 1960; Francia, Suiza y Holanda en 1961: y Austria en 1962. La fo rmalización de estos instrumentos internacionales supuso el trasvase de la selección definitiva desde las autoridades diplomáticas y consulares, salvo en el caso belga, a las misiones radicadas en Madrid –la francesa y la austriaca– y en Irún en el caso de Francia. En Suiza interviene la Oficina Federal de la Industria, Artes y Oficios y Trabajo por medio de los representantes oficiales de las asociaciones de pro fesionales o de utilidad pública debidamente autorizados para este fin por la mencionada Oficina Federal. Normalmente los organismos responsables de la inmigración remiten directamente o por medio de sus representantes al I.E.E, las ofertas de trabajo –innominadas y nominat ivas– para su ap robación. Por norma general, las primeras siguen las fases del proceso emigrat o rio descrito, encargándose las autoridades de emigración de la preselección, mientras que la selección definitiva y la provisión de los permisos y del contrato de trabajo corresponde a

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las del país de inmigración. Las ofertas nominat ivas por norm a general las remiten los organismos de inmigración al interesado y al Instituto, quién se encargará de iniciar un proceso similar a las que no tienen consignadas el nombre. Para este tipo de contrat ación es necesario que el trabajador prestara con anteri o ridad sus servicios en la misma empresa; que sea familiar de algún empleado o del empresario, o simplemente porque existen relaciones de amistad personal con el último. En el caso de Bélgica y de Austria no existe selección definitiva por el país re c eptor, es el propio I.E.E. el que se encarga de la documentación, del reconocimiento médico y de la solicitud del visado de entrada del trabajador en sus territorios. Por lo que respecta a la contratación de temporada anónima o nominat iva, que se destina mayori t a riamente a ocupar empleos agrícolas, en el caso francés, en virtud del Acuerdo complementario re l ativos a los trabajadores de temporada de 25 de enero de 1961, se sigue un procedimiento muy similar al de al emigración perm a n e n t e. La misión en Irún de la Office National d’Immigration (ONI) procederá al examen pro fesional de los presentados por las autoridades españolas en los locales designados por el Servicio de Nacional de Encuadramiento y Colocación y podrá realizar también el reconocimiento médico de los seleccionados en sus demarcaciones de residencia. Los trabajadores de temporada entrarán en territorio francés amparados por su pasa porte nacional provisto de un visado de entrada francés de una duración igual, al menos, a la del contrato de trabajo. Durante este período dicho visado suplirá al permiso de residencia. En el caso del Reino Unido, al no existir un Acuerdo por dejadez de las autoridades españolas competentes (DURÁN

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VILLA, 1997 y 2007), la Agregaduría estableció una serie de convenios con las agencias de colocación británicas, que son las encargadas de canalizar directamente las ofertas de trabajo nominadas e innominadas al I.E.E., a quien corresponde sólo el re clutamiento y a la inscripción, por no estar sometidos por ley ni a la preselección ni a la selección definitiva médica y pro fesional. El balance de este período a tenor de los índices de irregul a ridad que acompañan a este desplazamiento europeo no hace más que confirmar el fracaso de la emigración asistida auspiciado por las autoridades franquistas. La lentitud de los trámites por un exceso de burocracia, la falta de atención por parte de las autoridades españolas radicadas en el exterior, la imposibilidad de salir al extranjero tras una experiencia previa de fracaso si previamente no se sufragan los gastos de la rep at riación (BABIANO, J. y FERNÁNDEZ ASPERILLA, A., 2002) y la presión y facilidad de los empresarios para contratar al margen de los cauces legales unido a la frecuencia y facilidad de los procesos de regulación en los países re c eptores son, entre otras, las razones que nos explican los desplazamientos masivos canalizados a través de las redes migrat o rias tejidas entre los lugares de origen y los de destino.

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Bibliografía

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Emigración española a Europa y trabajo José BABIANO Doctor en Historia Contemporánea.

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ue un cambio en la demanda de fuerza de trabajo lo que hizo que el ciclo migratorio ultramarino concluyese y la emigración española se dirigiera al continente europeo a partir de los años cincuenta del siglo XX. Efectivamente, pues los países de América Latina habían comenzado a levantar barreras a la inmigración durante el período de entreguerras y a demandar, a diferencia del pasado, mano de obra de cierta cualificación. Inversamente, en los países centrales de Europa Occidental la capacidad de absorción de mano de obra descualificada fue enorme. Tras iniciarse el crecimiento económico de la segunda posguerra, primero se agotaron las propias reservas nacionales de mano de obra, incorporando masivamente a las mujeres y al campesinado al mercado laboral. Luego, para evitar una competencia entre las

José BABIANO MORA. En la Fundación 1º de Mayo dirige el Área de Archivos, Documentación e Historia. Es especialista en Historia del Trabajo e Historia de la Emigración, así como en el tratamiento de las fuentes documentales para el estudio de ambas materias. Es autor de varios libros y de varias decenas de artículos aparecidos en publicaciones científicas españolas y francesas.


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empresas por la fuerza de trabajo que ampliaría los costes de producción de bienes y servicios en el capítulo de salarios, se abrieron las fronteras a la inmigración de trabajadores de las colonias y excolonias, así como de la cuenca del Mediterráneo, como fue el caso de los españoles. ¿Por qué los países de inmigración de Europa Occidental pudieron absorber mano de obra descualificada, a diferencia de América Latina? Fundamentalmente resultó posible gracias a la reorganización fordiana de la producción. Es decir, debido a que en la gran industria europea se introdujo una tecnología rígida y la división extrema del trabajo. En efecto, la industria europea de la segunda posguerra fue una industria de producción en masa, a gran escala. Es decir, una industria en la que las ganancias en productividad se basaban en abaratar los costes por unidad de producto. Este abaratamiento se obtenía a base de fabricar series muy largas del mismo modelo. Es justamente para este tipo de producción para el que la tecnología rígida resulta particularmente adecuada. Porque se trata de una tecnología habilitada para efectuar una serie de operaciones muy limitada. Pero dado que las series que se fabrican son muy largas, el uso de la maquinaria será muy prolongado, de manera que la amortización de las inversiones en este capítulo quedaba asegurada. Al mismo tiempo, que la tecnología sea rígida no quiere decir que no resulte moderna o avanzada en su contexto, pero si que es susceptible de un manejo relativamente sencillo. Junto a la tecnología rígida se introdujo, de modo complementario, la división del trabajo, que hizo que las tareas complejas se desmenuzasen en operaciones simples y repetitivas, capaces de ser observadas y sometidas al cronometraje. A su vez, el

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cronometraje, la medida temporal de los gestos productivos, permite remuneraciones según el rendimiento, además de un mayor de la fuerza laboral en planta. Las operaciones sencillas en la fabricación fueron la clave para la absorción de mano de obra descualificada –como era la mano de obra española y, en general, la procedente de los países emisores– en una industria moderna y de tecnología avanzada. El caso arquetípico, por lo que a la emigración española se refiere, fue la industria alemana y particularmente la industria siderometalúrgica. En efecto, pues fue en industrias como la del automóvil, la fabricación de máquinasherramientas, o de electrodomésticos donde trabajaron los españoles, siendo reclutados para los puestos más bajos de la jerarquía social y organizativa de las empresas (Sanz Díaz, 2008). Bien es cierto que en Francia y Suiza, la distribución de la mano de obra española resultó más diversificada. Así, por ejemplo, en el Hexágono, la construcción –entendiendo como tal tanto la edificación de edificios como la obra pública– tuvo un peso muy importante como puerto de entrada de los españoles al mercado laboral francés. De este modo, durante los años sesenta, fue el sector que más españoles ocupaba. Y aún la agricultura, más allá del trabajo estacional en las campañas agrícolas –vendimia, remolacha y arroz– que empleaban a más de cien mil españoles cada temporada, ocupaba a una proporción significativa de nuestros emigrantes. De hecho estos dos sectores, construcción y agricultura, según el Censo francés de 1968 representaban la mayoría de la mano de obra masculina española en ese país (Rubio, 1974). Esto no dejaba de dibujar una situación peculiar frente a lo que puede considerarse como “modelo alemán”. Y no sólo por lo que se refiere a los hombres, sino también por lo que

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¿Por qué los países de inmigración de Europa Occidental pudieron absorber mano de obra descualificada, a diferencia de América Latina? Fundamentalmen te resultó posible gracias a la reorganización fordiana de la producción. Es decir, debido a que en la gran industria europea se introdujo una tecnología rígida y la división extrema del trabajo.


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respecta al trabajo femenino. En efecto, pues en Francia, a diferencia de Alemania, las mujeres españolas no trabajaron mayoritariamente en la industria, sino en el servicio doméstico, que se convirtió en el principal nicho del mercado laboral francés para las españolas. No obstante, una parte de las mismas se ocupó en la manufactura, como en la industria textil, por ejemplo y aún en otros servicios diferentes al doméstico, aunque siempre de baja cualificación, como el comercio, el cuidado de personas dependientes o la limpieza de locales públicos (Fernández Asperilla, 1998; Oso, 2004). En Suiza, el empleo de los españoles, como el de cualquier otro inmigrante en la Confederación Helvética, estuvo marcado por el “permiso de temporero”. Se trataba de un permiso que obligaba a los trabajadores a retornar al final de cada temporada, siendo ésta de un máximo de nueve meses. La construcción –cuyos trabajos se interrumpían en el duro invierno suizo– y la hostelería, durante la temporada turística, eran dos de las actividades estacionarias más importantes y en las que, desde luego, podíamos encontrar españoles enrolados. El “estatuto del temporero”, no sólo obligaba a rotar sino que llevaba asociadas algunas condiciones más, como la imposibilidad de emplearse en distinto oficio o cantón de los que aparecían en el contrato o la prohibición del reagrupamiento familiar (Babiano y Farré, 2002). Por lo que respecta al trabajo de las mujeres, debemos hacer algunas observaciones. Los datos oficiales españoles, referidos a los años sesenta y primeros setenta indican que las mujeres emigraron a Europa en menor número que los hombres. Sin embargo es necesario subrayar que muchas mujeres se desplazaron al continente para reagruparse con sus esposos y, por lo

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Chapista español en Ginebra (Suiza).

común, la reagrupación se efectuaba al margen de los cauces oficiales de la emigración asistida, controlada por el IEE. Sin embargo, toda vez que se insertaban en los países de destino, las mujeres entraron en el mercado laboral de manera más frecuente de lo que paralelamente lo hicieron en España. Este fenómeno se hallaba en consonancia con la estrategia migratoria fundada en acumular la mayor cantidad de ahorros para retornar lo antes posible y rehacer la vida de nuevo en España. Ahora bien, que en Europa las mujeres se integrasen en el mercado de trabajo más que en España, no quiere decir que muchas veces no se vieran exentas de ejercer trabajos irregulares, tal y como también sucedió en la sociedad de origen. Igualmente, sus trayectorias laborales en Europa resultaron más fragmentadas que las de sus compañeros varones y tuvieron menos oportunidades para progresar pro fesionalmente (Babiano y Fe rn á n d e z Asperilla, 2009a). Sobre este asunto insistiremos un poco más adelante.

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El trabajo de hombres y mujeres en la emigración europea permitió aliviar las tensiones del mercado de trabajo español durante el franquismo.

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El trabajo de hombres y mu j e res en la emigración euro p e a permitió aliviar las tensiones del mercado de trabajo español durante el franquismo. Inicialmente, se pensó que este trab a j o hizo posible reducir el desempleo en España hasta su práctica desaparición en un momento determinado. Sin embargo, Ródenas (1994) vino a corregir ese análisis, porque se basaba en un cálculo que básicamente no tenía en cuenta los re t o rnos que anualmente se producían a lo largo del periodo de emigra c i ó n . Tenía razón. Ahora bien, a continuación concluía que la emigración en lugar de reducir el desempleo lo que había producido era la rotación de la mano de obra española. Pe ro en este punto se equivocaba. Y lo hacía debido a que no tenía en cuenta dos consideraciones muy importantes. En primer lugar porque utilizaba datos oficiales españoles. Si embargo , c u a l q u i e ra que esté familiarizado con los procesos migratorios de esos años conoce que tales datos siempre se situaron por debajo de las cifras ofrecidas por los organismos oficiales de los países de acogida. En segundo lugar, casi es obvio decirlo, no tenía en cuenta los datos de emigración irreg u l a r. Siendo así, los cálculos de Ródenas empequeñecen en flujo migratorio. De modo que, en efecto, la emigración de los años sesenta y pri m e ros setenta, efectivamente redujo la tasa de desempleo en España, aunque para demostra rlo haya que recurrir a otra lógica argumentativa que la empleada por los pri m e ros análisis demogr á ficos y económicos de que disponíamos. Por otro lado, el tipo de trabajos industriales, agrícolas o de la construcción que, como hemos visto más arriba, ocupaban los españoles eran todos ellos de baja cualificación, de carácter subordinado y repetitivo. Eran, igualmente, los empleos que lle-

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vaban asociados los riesgos más elevados de accidentalidad, las mayores exposiciones a ambientes tóxicos y las operaciones más peligrosas. Es decir, los españoles al ocuparse en los peores empleos también padecían las peores condiciones de seguridad y de salud laboral. Condiciones a las que había que añadir algunos síndromes y patologías asociados a la condición de trabajador emigrante. Para empezar, tal y como acertadamente señaló el boletín sindical de la RFA en lengua española, Grito, los trabajadores extranjeros, al desconocer la lengua de la sociedad de acogida, a menudo ignoraban las instrucciones que en materia de seguridad aparecían en carteles y otros indicadores en las instalaciones industriales. Esto incrementaba los riesgos de sufrir algún accidente. Sin embargo, este fenómeno de falta de comprensión y de información no se reducía a la “atmósfera industrial”. Se trataba, muy al contrario, de un aspecto más amplio. De tal suerte que los españoles solían contar cuando llegaban a Suiza, Francia o Alemania con muy poca o nula información relativa a los usos administrativos, las relaciones laborales o, en suma, la cultura de la sociedad de acogida. La acción del IEE para corregir esta cuestión resultó completamente ineficaz. Muchos trabajadores españoles reclutados a través de expediciones de “emigración asistida” se encontraron con sorpresas desagradables al descubrir que los puestos de trabajo o las condiciones del contrato laboral a los que accedían en el extranjero diferían de lo que habían creído entender al enrolarse en España. Asimismo, la carga de trabajo excesiva –como en el caso de las empleadas del hogar internas– o el fuerte ritmo de las cadenas de producción –en el caso de la industria– solía provocar fatiga nerviosa. Por añadidura, durante los primeros años fueron

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Mano de obra española para Europa en los años 60.

habituales las enfermedades pulmonares, contraídas debido al frío invernal. También las úlceras y otras patologías estomacales aparecieron, como consecuencia de las dificultades de los españoles para adaptarse a la dieta que en los países de acogida muchas residencias de empresa les proporcionaban, como en los casos de Holanda o Alemania (Babiano, 2004). La dureza del trabajo, la carencia de una cultura industrial, el tipo de empleos que hemos visto y la ignorancia de la lengua y de la propia sociedad de acogida causaron efectos sobre la salud física y psíquica de los españoles. Estos efectos derivados del trabajo han ido acompañando a los emigrantes a lo largo del conjunto de su trayectoria, de manera que se han proyectado en patologías que, teniendo un origen remoto, se expresan en el momento de la jubilación (Martínez Veiga, 2000). Por otra parte, el shock producido por el cúmulo de circunstancias que rodeaban al trabajo de los emigrantes dio lugar a una serie de desajustes y conflictos, principalmente en los prime-

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ros años de la emigración. Así podemos comprobarlo a través de los informes remitidos a Madrid a comienzos de los años sesenta por el agregado laboral español en Bruselas. Estos informes hacen referencia a casos vividos por los españoles tanto en Bélgica como en Holanda, pues ambos países formaron parte de la misma demarcación hasta que se desagregó la agregaduría laboral. Lo que estos informes indican es que numerosos grupos de españoles se negaban a trabajar porque encontraban que las condiciones de trabajo diferían de las que creían que iban a encontrar al firmar el contrato en España o bien porque el salario percibido era distinto al esperado, toda vez que se les habían descontado los impuestos y cargas sociales al salario bruto. No fue rara la ocasión en que estos conflictos se zanjaron con la expulsión de los españoles y su vuelta a casa (Babiano y Fernández Asperilla, 2009b). La falta de adaptación inicial al trabajo en la emigración se reflejaba asimismo en la rotación en el empleo dentro del país de acogida. De este modo, sabemos que tanto en Alemania como en Francia los españoles protagonizaron una alta tasa de rotación. Esto sería propio de migraciones temporales relativamente cortas, como el caso de Alemania (Sanz Díaz, 2008). En Francia, a su vez, se ha venido a sugerir que fue la crisis de la economía lo que hizo fijar a los españoles en el empleo y dar fin una alta rotación en el mismo, tanto de los hombres como de las mujeres (Fernández Vicente, 2008). Sin embargo, son necesarias aquí algunas observaciones. En primer lugar, más allá de los efectos de la crisis económica de los primeros años setenta, en la medida en que se prolongan las estancias en el país de acogida, como sucede en Francia, disminuye la rotación en el empleo. De ese

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Muchos trabajadores españoles reclutados a través de expediciones de “emigración asistida” se encontraron con sorpresas desagradables al descubrir que los puestos de trabajo o las condiciones del contrato laboral a los que accedían en el extranjero diferían de lo que habían creído entender al enrolarse en España.


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modo, los emigrantes van a ir forjando una trayectoria laboral en la que se observa un cierto ascenso profesional desde los iniciales empleos carentes de toda cualificación hacia trabajos como profesionales de oficio. Quiere decir esto, si observamos el caso de la construcción, por ejemplo, que trabajadores que iniciaron su trayectoria laboral en la emigración como peones se han retirado como gruístas, calefactores, electricistas o cualquiera otra profesión del sector. Esto implica una cierta carrera profesional, aunque siempre en el contexto del trabajo de “cuello azul”, así como una permanencia estable en el sector, tal y como pusieron de relieve Martínez Veiga (2000) y sus colaboradores en la única encuesta reciente a emigrados jubilados que conocemos. Pero, tal y como suele ocurrir, la variable de género introduce algunas diferencias en las trayectorias profesionales. De manera que las mujeres de primera generación han rotado horizontalmente por más tiempo que los hombres en el empleo y han tenido, en consecuencia, menos oportunidades para desarrollar trayectorias profesionales ascendentes. Esto ha sido así, debido a que las mujeres han interrumpido su actividad laboral a lo largo de su vida activa, siempre para hacerse cargo del cuidado de las personas dependientes del entorno familiar; es decir, que han abandonado el trabajo al ser madres, para cuidar a sus hijos y posteriormente lo han vuelto a hacer para cuidar a alguna persona anciana o enferma de la familia. De este modo han tenido una trayectoria laboral fragmentada, o al menos más fragmentada que en el caso de los hombres. A ello han contribuido también permanencias más prolongadas que las de los hombres en empleos sumergidos, carentes de derechos. Aceptar un empleo negro fue, con frecuencia, una preferencia de las propias mujeres, porque de

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ese modo eludían impuestos y el pago de seguros y maximizaban los ingresos del grupo doméstico. Se trataba, en fin, de una exigencia de la propia estrategia migratoria de ahorro y retorno. Claro está que, pasado el tiempo, esta estrategia no ha hecho sino repercutir negativamente en las pensiones que perciben estas mujeres a la hora de su jubilación (Fernández Asperilla, 2000). Otro elemento central para el estudio del trabajo en la emigración es el papel jugado por los sindicatos. Dado que durante el periodo estudiado en España los sindicatos estaban prohibidos –excepción hecha del remedo oficial, que eran los sindicatos verticales–, un poco más adelante haremos alguna mención a las organizaciones sindicales de oposición para ver hasta qué punto jugaron un papel entre la emigración económica. Perro antes vamos a referirnos a los sindicatos en los países de acogida. Conviene hacerlo por tres razones. En primer lugar, porque lo sindicatos desempeñan un papel fundamental de intermediación en el mercado de trabajo. En segundo lugar, porque, además, en relación a los inmigrantes extranjeros pueden jugar bien un papel “nacionalizador”, o de integración, si se prefiere, o bien ahondar en las líneas de exclusión. Y por último, debemos tener en cuenta que el periodo que estudiamos es en Europa la época de conducción keynesiana de la macroeconomía. Y en ese contexto las organizaciones sindicales participaron de manera central en la “gobernanza” de diversas políticas y economías europeas. Ahora bien, en realidad sabemos muy poco sobre esta cuestión. La recopilación efectuada Pennix y Roosblad (2000) contempla la política de los sindicatos europeos hacia la inmigración en general, pero no incluye un estudio desagregado por colonias que nos hubiera permitido saber algo más sobre la rela-

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ción entre el sindicalismo europeo y los españoles. Para el caso de Francia solemos repetir una y otra vez la tasa de sindicalización de los extranjeros en Francia para este periodo que proporcionó Schor (1995). A continuación extrapolamos esa tasa a los españoles (Babiano, 2001; Fernández Vicente, 2008, por ejemplo). No obstante, deberíamos tener en cuenta algunas cuestiones. En primer lugar, Francia es de los países centrales europeos el de más baja tasa de afiliación, aún durante los treinta glorio sos. Desde este punto de vista, el comportamiento de los inmigrantes extranjeros, incluidos los españoles, no resultó muy diferente del de los trabajadores franceses. Pero si queremos avanzar en el conocimiento de esta cuestión, será preciso efectuar estudios de tipo regional o local, en aquellas zonas de fuerte presencia española, como París, Languedoc Rusillon o Lyon. Sabemos así, que en algunos departamentos del sur en el Congreso de la Federación Agraria de la CGT la mitad de sus delegados eran españoles (Babiano y Fernández Asperilla, 2009b). Y eso que, por lo común, en los órganos sindicales la representación de los inmigrantes extranjeros era menor que entre la afiliación en general, como hemos tenido ocasión de comprobar para el caso de la Federación de la Construcción de la CGT (Babiano, 2008). El conocimiento sobre el sindicalismo alemán con respecto de los inmigrantes españoles también es muy parcial. Antonio Muñoz (2008) ha estudiado la política de la IG Metall hacia los españoles durante los primeros años sesenta y el éxito obtenido por la federación metalúrgica en materia de afiliación. De manera que el caso alemán contradice la baja afiliación atribuida al sindicalismo francés. Tanto la DGB como la IG Metall editaron prensa específica para los trabajadores españoles en su lengua

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materna, organizaron permanencia en sus locales para atender consultas –en general estas permanencias eran atendidas por sindicalistas de origen español– y animaron la creación de clubes y centros culturales para los españoles. El sindicalismo alemán también organizó movilizaciones de solidaridad antifranquista, como sucedió con ocasión de las huelgas de la minería asturiana durante la primavera de 1962 o el fusilamiento de Julián Grimau al año siguiente. Todavía sabemos menos sobre el sindicalismo helvético y su relación con la mano de obra española. Los sindicatos suizos –la USS socialdemócrata y la CSC cristiana– consideraban que dada la estancia temporal de los inmigrantes y su rotación, no se afiliarían sindicalmente de una manera estable. Por consiguiente, no hicieron esfuerzos por reclutarles. Al menos inicialmente. Además, por lo que se refería a los italianos, la dirección de la USS, dentro de su cultura de guerra fría, pensaba que estaban muy infiltrados por el PCI. De manera que no deseaba que militantes y cuadros comunistas trasalpinos entrasen en la organización y agitasen sus bases. Fueron, en todo caso, los sindicatos cristianos, los primeros en acabar con este tipo de reticencias y los que antes emprendieron una acción específica hacia la inmigración, incluida la española (Stenauer y von Allmen, 2000). En general, los sindicatos de los países europeos receptores de mano de obra extranjera mantuvieron una posición oscilante entre la defensa de la mano de obra nacional frente a la competencia de los inmigrantes extranjeros y la solidaridad con estos trabajadores, al considerarles como parte de la clase obrera propia. En este contexto, articularon una serie de dispositivos, para tratar de captar a la mano de obra extranjera y en particular

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En general, los sindicatos de los países europeos receptores de mano de obra extranjera mantuvieron una posición oscilante entre la defensa de la mano de obra nacional frente a la competencia de los inmigrantes extranjeros y la solidaridad con estos trabajadores, al considerarles como parte de la clase obrera propia.


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a los españoles. Así editaron boletines en lengua española; organizaron oficinas para asesorar sobre temas laborales y sociales, generalmente atendidas por miembros de los sindicatos de origen español, para poder atender en castellano a los inmigrantes de nuestro país; estimularon la creación de centros españoles de carácter cultural y recreativo. Todo ello fue puesto en marcha, por ejemplo, por los sindicatos franceses –en particular la CGT y más tarde, la CFDT– y la confederación sindical alemana, la DGB y su federación metalúrgica, IG Metall. Por otra part e, a nunciábamos un poco más atrás un coment a rio sobre el posible papel que las organizaciones sindicales españolas –pers eguidas y en situación de clandestinidad en el interior del país– pudieron jugar en relación a la propia emigración. Lo p ri m e ro que tenemos que tener en cuenta es que cuando el flujo m i grat o rio hacia Europa adquiera dimensiones de gran escala, a comienzos de los años sesenta, las organizaciones sindicales del p e riodo rep u blicano –la CNT y la UGT– llevan más de dos décadas de exilio, fundamentalmente radicado en Francia. Sus cuadro s y militantes no sólo han envejecido, sino que en tanto que orga n izaciones del exilio han sufrido los reveses políticos que éste último en su conjunto ha padecido. Se trata del asentamiento de la dictadura, reconocida internacionalmente en 1953 y de la deb i l idad de la resistencia en el interi o r. Ancladas política y cultura lmente en 1939, la CNT y la UGT no logra ron establecer lazo s sólidos con los emigrados de los años sesenta. Ahora bien, en el caso de la UGT, c u yo ap a rato de Toulouse contro l aba férre a m e nte a su militancia en Francia, dispuso de núcleos de militantes en los años sesenta en países como Bélgica Suiza y sobe todo Alemania. Se trat aba de militantes que no habían participado en la

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G u e rra Civil, debido a su edad. Pe rtenecían a una nueva ge n e ración. Estos militantes emprendieron, más allá del antifra n q u i s m o , una acción sindical diri gida hacia los españoles, al ab ri go de las organizaciones sindicales socialdemócratas de los países de acogida. Ahora bien, en cuanto esta actividad escap aba al control de la dirección de Toulouse, ésta no dudaba en desautori z a rla y disolver la organización. El caso más evidente es el de la Federación de la UGT de Alemania (Muñoz, 2008). Por eso, cuando en 1976 la UGT vuelva a celeb rar un congreso de nuevo en España, Redondo señalará en el I n fo rme de gestión la debilidad del trab ajo ugetista desarrollado hacia la emigración durante todos esos años anteri o res (Babiano y Fernández Asperilla, 2009b). En cuanto a las Comisiones Obreras, su vertebración en el interior va a producirse paralelamente al proceso migratorio. En la primavera de 1962, a raíz de las huelgas del carbón en Asturias se organizaron en Bélgica –donde desde 1956 se había configurado una colonia de mineros españoles– una serie de Peñas

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Obreras de Solidaridad. La experiencia se trasladó a otros países de inmigración, con ese mismo nombre o bien bajo la denominación de Comisiones Obreras de Solidaridad. El propósito de estos organismos, que se coordinaron tanto a nivel nacional como europeo, no era otro que hacer propaganda de las luchas obreras en España y recabar la solidaridad hacia ellas entre la emigración. Surgieron y se desarrollaron en el seno de ésta. Ahora bien, a la altura de 1970, tomaron conciencia de que su labor antifranquista resultaba muy limitada y que debían articular un programa y una acción que contemplaran la defensa de los derechos e intereses de la propia emigración, entre ellos los que afectaban a su condición laboral. Ese giro de lo estrictamente político a lo social favoreció la movilización reivindicativa entre los emigrantes (Babiano y Fernández Asperilla, 2009).

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El desarrollo del asociacionismo en la emigración española a Europa durante el siglo XX Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA Doctora en Historia Contemporánea.

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l asociacionismo étnico está ligado al desarrollo de los movimientos migrat o rios contemporáneos. Se ha repetido en las migraciones de diversos grupos nacionales como los italianos, los portugueses, los turcos, los marroquíes y, por supuesto, los españoles. En las migraciones españolas al exterior, cuenta con una larga t radición respecto de la emigración a América, que se remonta al siglo XIX. Aún, en pleno siglo XXI, perviven con pujanza en países como Arge n t i n a , U ru g u ay, Cuba o Brasil organizaciones decimonónicas, que nacieron como Asociaciones de Socorros Mutuos. A menu d o , mantienen i m p o rtantes pat rimonios inmobiliarios que incluyen instalaciones sociales, sanitarias, d ep o rtivas y culturales, donde se desarrolla y se re c rea la vida y la cultura española1. Sin embargo , aquí analizamos su vertiente europea, menos

Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA. Trabaja en el Centro de Documentación de la Emigración Española y es profesora tutora de Historia Contemporánea en la UNED. Es autora de Mineros, sirvien tas y militantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica (Madrid, 2006) y coautora de Miradas de Emigrantes. Imágenes de la vida y cultura de la emigración española en Europa en el siglo XX (Madrid, 2004), de Guía de fuentes para el estudio de la emigración española (Madrid, 2008) y de Situaciones de exclusión de los emigrantes españoles ancianos en Europa (París, 2000). Ha publicado más de una veintena de artículos y capítulos de libro sobre la historia de la emigración española en publicaciones especializadas y revistas en España, Francia, Bélgica y Luxemburgo.


Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA

(1) Ver Xosé Manoel NUÑEZ SEIXAS, “Les paroisses d’autre mer: politique, leadership et associationnisme régional galicien à Buenos Aires et à La Havane (1890-1930)”, Exils et migrations ibèriques au XX siècle, 1998, nº 5, pp. 131-177 ; Moisés LLORDÉN MIÑAMBRES, “Las asociaciones de inmigrantes españoles en América. Algunas respuestas a los desequilibrios y carencias de la emigración a ultramar”, Exils et migrations ibèri ques au XX siècle, 1998, nº 5 pp. 79-130. También Alejandro E. FERNÁNDEZ, “Los gallegos dentro de la colectividad y las asociaciones españolas en el primer tercio del siglo XX” y Marcelino FERNÁNDEZ SANTIAGO, “Asociacionismo gallego en Buenos Aires (19361960)” en Xosé NUÑEZ SEIXAS, La Galicia Austral. La inmigración gallega en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Biblo, 2001, pp. 139161 y 181-203. (2) La emigración a Europa en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “La emigración española a Europa como exportación de mano de obra: el fenómeno migratorio a Europa durante el franquismo”,

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conocida al ser un fenómeno más tardío como lo fue la pro p i a emigración al viejo continente, con la ex c epción de Fra n c i a , que presenta ciertas peculiaridades2. Así es, pues el asociacionismo está ligado al desarrollo del proceso migratorio en los países de acogida. Por ello, en Francia, a medidos del siglo XX, existían ya organizaciones como el Hogar de los Españoles de la Plaine Saint Denis, el Solar Español de Burd e o s , el Centro Español de Pe rpignan o la Colonia Española de Béziers, de antecedentes más remotos3. 1. EL ASOCIACIONISMO ESPAÑOL EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XIX Y A PRINCIPIOS DE SIGLO XX EN FRANCIA Como la salida de emigrantes con destino al vecino país se produjo desde finales del siglo XIX, existen allí ve s t i gios del asociacionismo decimonónico. Más tarde, la presencia de españoles, lejos de re d u c i rse se incrementó en las tres primeras décadas del siglo XX, en especial, hasta la primera guerra mundial4. La tradicional emigración a América se detuvo por el peligro que durante la Gran Guerra suponía la armada alemana para las travesías marítimas. Por ello, entre 1914 y 1918 at rave s a ron los Pirineos alrededor de 250.000 personas y, e n t re 1921 y 1936, los españoles se convirt i e ron en la terc e ra nacionalidad de inmigrantes más nu m e rosa. A partir de ese momento, el flujo disminuyó debido a la crisis económica y a las ex p e c t at ivas que el tri u n fo del Frente Popular en España suscitó entre nu m e ro s o s trab a j a d o res. Ya en plena dictadura franquista, el Hexágono es uno de los principales destinos, junto con Alemania y Suiza, de los emigrantes españoles. Y es a partir de la década de los años

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sesenta, y en especial en la de los setenta, cuando el fenómeno alcanza su máxima ex p resión en Euro p a5. Los ejemplos antes citados ilustran también el origen del asociacionismo en Europa en la segunda mitad del siglo XX, pues en líneas generales, responde a las mismas posibilidades: un asociacionismo de carácter oficial/ semioficial u otro resultado de la autoorganización de los emigrados. En el primer caso se trata de asociaciones impulsadas por el go b i e rno, bien directamente o de manera indirecta, con el auxilio de la iglesia católica, como en el Hogar de los Españoles o el Solar Español de Burdeos. En el segundo caso, son los protagonistas de los procesos migrat o ri o s , como ocurre en la Colonia Española de Béziers o en el Centro Español de Pe rpignan, los fundadores de los centros. Si nos detenemos en el caso del Hogar de los Españoles de la Plaine-Saint Denis, o b s e rvamos que su origen se sitúa en 1926, como una sociedad de socorros mutuos, que tenía como objetivo el socorro mutuo entre sus socios en todas las vicisitu des de la vida, c o n fo rme a las circunstancias y al estado de fon dos6. Ofrecía a los socios un seguro de enfermedad, asistencia médica y medicinas, y les imponía la obl i gación de pagar las cuotas y de asistir a las asambleas de la organización. La iniciativa, que contó con el respaldo de la monarquía española, d e mu e s t ra la doble pretensión respecto de la emigración económica en el ex t e ri o r. Por un lado se bu s c aba el auxilio a los trabajadores, que encontraban dificultades cuando la salud o el trabajo les fa l l ab a7. Por otro lado, se perseguía contro l a rles políticam e n t e, p a ra evitar las posibles influencias que los exiliados anarquistas o republicanos ejerc i e ran sobre ellos en el primer tercio

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Historia Social, nº 30, 1998, pp. 61-81. De la misma autora, “El cambio del ciclo migratorio”, en Abdón MATEOS, L a España de los cincuenta, Madrid, Editorial Eneida, 2008, pp. 369-385. (3) Sobre la emigración a Francia en el s. XX, Javier RUBIO, La emi gración española a Francia, Barcelona, Ariel, 1974. Así como Natacha LILLO, Le Petite Espagne de la PlaineSaint Denis, París, Autrement, 2004, y los artículos del monográfico, N. LILLO (coord.), “Espagnols et Portugais en France au XX siècle. Travail et polítiques migratoires », Exils et migrations ibériques au XXe siècle, 2006, nº 2. Más reciente, Natacha LILLO (dir.), Italiens, Espagnols et Portugais en France au XX siècle, regards croisés, París, Publibook, 2007. Asimismo, el monográfico de Lorenzo DELGADO sobre la emigración española a Francia en el siglo XX, de la revista Hispania, 2002, nº 211 y José BABIANO, “El vínculo del trabajo: los emigrantes españoles en la Francia de los Treinta Gloriosos”, Migraciones & Exilios, 2001, nº 2, pp. 9-39.


Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA

(4) Natacha LILLO, “Les Espagnols en France dans l’entre deux guerres à travers l’ exemple du Languedoc-Rousillon”, Exils et migrations ibéri ques au XXe siècle. Espagnols et portugais en France au XX e siècle. Travail et politiques migratoires, 2006, nº 2, pp. 11-57. (5) Ver los artículos de José BABIANO MORA, “Les emigrés espagnoles en France: associationnisme et identité culturelle”, Migrance, 2002, nº 21, pp. 80-92. Del mismo autor, “Emigración, identidad y vida asociativa: los españoles en la Francia de los años sesenta”, Hispania, 2002, nº 211, pp. 56157; José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, El asociacionismo como estrategia cultural: los emigrantes españoles en Francia (1956/1974), Madrid, Fundación 1º de Mayo, DOC 3/1998. (6) Citado en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “Los emigrantes españoles en París a finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX. La sociedad de socorros mutuos el Hogar de los Españoles”, Hispania, 2002, nº 211, pp.505520.

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del siglo XX8. La intervención de la iglesia en la sociedad era decisiva, pues además de la cristianización, ev i t aba la identifi c ación de los emigrados con organizaciones políticas considera d a s peligro s a s , les proporc i o n aba asistencia social y les envolvía en un ambiente ultraconservador, como evidencia el hecho de que a finales de la década de los años treinta y principios de los cuarenta del siglo XX, los padres del pat ro n ato religioso de Saint Denis colaboraban con la Falange para contactar con los obre ro s de Saint-Denis y Aubervilliers9. Las circunstancias son semejantes en Burdeos. Allí, en la década de los años ve i n t e, la mayoría de los emigrados eran pobres que vivían en unas condiciones dep l o rables. Venidos de todas las regiones de España, hab i t aban con sus nu m e rosas familias en barracas insalubres o en miserables casuchas. Apenas ga n aban un sueldo suficiente para cubrir las necesidades de su hogar y eran tratados por los patronos franceses de manera inhumana. En 1920 se creó en Burdeos el Solar Español; lo diri gió el padre Garamendi -re l i gioso español-, y una orden real de 24 de enero de 1928 reconocía su utilidad pública. Aunque no se constituyó como una organización en la que los socios pagaban una cuota, p ronto se fundó una mutua de seguros médico-fa rm a c é uticos y a cambio de un módico pre c i o , un equipo médico at e ndía a los españoles, incluidos los indigentes. Como en el caso precedente, tenía dos comités –de damas y de caballeros– pre s ididos por la Condesa de Gabía y el Conde de Miranda respectivamente. Ambos, bajo la presidencia de honor de los reye s Alfonso XIII y la reina Victoria, se encargaban de aportar una eficaz ayuda. El go b i e rno español subve n c i o n aba la institución, que contaba además con la ap o rtación de la caridad públ i c a , que

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Reunión de Asociaciones Españolas en Alemania.

se asumía el resto de ga s t o s10. Entre sus instalaciones se encont raba el secre t a riado de la obra , el casino, clases separadas para niños y niñas, una biblioteca, un dispensario y una iglesia. La o b ra contaba con filiales en Cenon, Floriac y Bouscat , donde se atendía a la colonia los jueves y domingos. Entre sus funciones e s t aba la de una acción educadora, destinada a los hijos de los españoles que vivían en las condiciones más miserables. En efecto, pues a comienzos de los años treinta, e n t re 600 y 700 niños fre c u e n t aban semanalmente el Solar. Allí se les prestaba una ayuda material y se les inculcaban principios morales y re l igiosos católicos, a través de conferencias, de misas, de catequesis y de otras actividades de ocio. Por supuesto, la acción re l igiosa tenía un peso decisivo en la obra realizada por el Solar Español de Burdeos. Otros servicios que se pre s t aban a la colonia consistían en una bolsa de trabajo, sobre todo para las domésticas; asesoramiento jurídico; la repatriación de emigrantes que no tenían

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(7) El rey Alfonso XIII envió en 1913 al capellán real Gabriel Palmer a París, bajo las órdenes de la embajada, con la misión de fundar una obra religiosa y patriótica que mejorase las difíciles condiciones de los emigrantes españoles, más detalladamente, Ibidem. (8) Nos hemos referido a este aspecto en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “Los emigrantes españoles…”, cit.


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(9) Benito Bermejo explica como el Hogar y las instalaciones de la Plaine-Saint Denis se convirtieron en un escenario dominado por la Falange al menos desde 1938 y hasta 1942, en Benito BERMEJO, “La Falange española en Francia”, Josefina CUESTA BUSTILLO y Benito BERMEJO (coords.), Emigración y exilio. Españoles en Francia 1936-1939, Madrid, Eudema, 1996, pp. 228239. (10) En España, las damas en los roperos recogían fondos que destinaban a sufragar los gastos de la ropa y de la comida que se repartían entre sus menesterosos hermanos de la emigración en Francia, en Solar Espagnol de Bordeaux. Son action sur les Emigrants, Burdeos, 1930. (11) La Información procede de Solar Espagnol de Bordeaux..cit. (12) Esta asociación tuvo cierto carácter pionero, y el zapatero Nat fue nombrado miembro del Consejo Superior de la Mutualidad en Francia en 1905, según Luis IGLESIAS y Anne Marie SABATIÉ, Más de un siglo de memoria. La colo nia española (1889-2009), 2009, Bèziers.

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derecho a ser atendidos en los hospitales franceses; la gestión y traducción de documentos civiles, militares o re l i giosos; un servicio de vigilancia sobre los jóvenes, y en especial, s o b re las ch icas de buenas familias españolas, que eran enviadas a colegi o s franceses para completar su formación. El Solar organizó lo que se denominó Homenaje a la vejez, que consistió en la suscri pción de ap o rtaciones particulares para la constitución de un cap ital que perm i t i e ra rep a rtir una ayuda diaria entre los indige n t e s españoles sin dere cho al seguro de vejez11. El otro modelo asociativo lo representa la Colonia Española de Bèziers, que nació en 1889 también como una sociedad de socorros mutuos, impulsada por los propios emigrados. Un grupo de españoles, entre los que destacaron Juan Nat y Antonio Campillo, se encarga ron de fundar la Sociedad de Socorros Mutuos y Frat e rnidad de Españoles en Béziers. El motivo era que los españoles no tenían derecho a cuidados hospitalarios en Francia12. A cambio del pago de una cuota, se aseguraba a los socios la asistencia sanitaria, así como una prestación dineraria diaria para sufragar los gastos de las medicinas y las operaciones en caso de enfermedad o accidente. Cuando las mujeres daban a luz recibían una única compensación económica. En caso de mu e rte, la sociedad hacía los honores al fa l l e c ido, acompañaba al fére t ro y compensaba a la viuda con 75 fra ncos. No obstante, el ejercicio de la solidaridad no se redujo a lo establecido en los reglamentos, sino que se extendió a otras circunstancias que afectaron a los compatriotas, como rep at riaciones de emigrantes fallecidos en Francia, gastos para la defensa jurídica en caso de conflicto laboral o incluso, se hicieron campañas de recogidas de fondos destinados en 1926 a los soldados

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inválidos de la guerra de Marruecos. La solidaridad se ex t e n d i ó a la población francesa, de modo que la asociación participó en actos para recaudar fondos destinados a organizaciones benéficas y de caridad. La ex p resión máxima del principio de solidaridad se evidencia hacia los compatriotas, la sociedad de origen y la sociedad de acogi d a , sobre todo durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, cuando se intensifica la ayuda prestada a las víctimas francesas de las contiendas. Numerosos actos simbolizan el interés de los españoles por lo que les ocurre a los franceses, se trata, sin duda, de un innegable deseo de i n t egración, que no siempre encuentra el mismo corre l ato por parte de la sociedad francesa. Así lo demuestra la percepción que desde la prefectura de Bèzieres se tiene de los jornaleros españoles, que recorren los campos en busca de trabajo durante la vendimia. Estos trabajadores son considerados vago s , se decreta la vigilancia sobre ellos y se les impide reunirse en una de las avenidas más importantes de la ciudad. Como en los casos precedentes, además de los socios corrientes, se reconoce la existencia de socios honora rios y de socios protectores. No o b s t a n t e, no todo es solidaridad. Si la Colonia Española de Béziers apostó, en sus orígenes, muy fuerte por la protección social, conjugó esta actividad con el desarrollo de manifestaciones culturales, en las que estuvieron más implicadas otras organizaciones de emigrantes como el Casal Catalá, creado en 1925, el Ateneo Español, la Sociedad España Recreativa o el Centro Español. Asimismo, el deporte, a través del equipo de fútbol el Hispania Deportivo, tuvo un destacado papel13. Otro rasgo distintivo de la orga n i z a c i ó n , frente a la religiosidad de las la anteriores, fue la laicidad.

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(13) La actuación del equipo fue brillante pero cesó con la ocupación alemana y el gobierno del General Petain, que lo prohibió al estar únicamente integrado por españoles, en Luis IGLESIAS y Anne Marie SABATIÉ, Más de un siglo de memoria, cit., pp. 39-40.


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Si nos detenemos en el caso del Hogar de los Españoles de la Plaine-Saint Denis, observamos que su origen se sitúa en 1926, como una sociedad de socorros mutuos, que tenía como objetivo el soco rro mutuo entre sus socios en todas las vicisitu des de la vida, conforme a las circunstancias y al estado de fon dos.

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A lo largo del primer cuarto del siglo XX, la sociedad fue distinguida con diversas condecoraciones oficiales y en 1939 adquirió una sede. Entre los 95 socios que aport a ron los fondos necesarios para la compra del local, destacan las siguientes profesiones: jornaleros, albañiles, comerciantes, sastres, ch ó fe res, carpinteros, mecánicos, zapat e ro s , jardineros, barberos, electricistas, herreros, panaderos, pintores, tintore ro s , modistas e impresores. Es decir, el componente popular de los socios re s u lta más que ev i d e n t e, si nos atenemos a sus oficios y profesiones. Durante el período de la ocupación nazi y de la Segunda Guerra Mundial, la actividad de la Colonia Española ex p e ri m e nta cierta parálisis. No obstante, la llegada de re f u giados políticos, que huyen de España tras la victoria de Franco, condiciona también la vida de la asociación durante esta etapa difícil. Los exiliados encuentran en Béziers una institución creada, por y para los emigrantes económicos, que los acoge y facilita las re l aciones con la sociedad francesa. Es decir, si la oleada de emigrados económicos de la década de los sesenta contó con el ap oyo de los exiliados políticos de 1939. A su vez, los últimos encontraron, en el momento de su llegada, la ayuda de los emigrantes económicos, organizados en Béziers desde finales del siglo XIX. En los años sesenta, la fi rma de acuerdos de emigración y acuerdo bilaterales de seguridad social entre los gobiernos español y de los países de acogida permitió el acceso de los españoles a la seg u ridad social de los últimos. Como consecuencia del desarrollo del estado de bienestar europeo, perdía vigencia la función original de socorro mutuo con la que nacieron las citadas instituciones. En caso de enfermedad, vejez o desempleo, el estado brindaría la necesaria protección. Éste es

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Actividad en el Centro Gallego Semente Nova de Amsterdam (Holanda).

uno de los rasgos que diferenciará el asociacionismo español en América y en Europa. 2. DESARROLLO Y AUGE DEL ASOCIACIONISMO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX (1950-1982) A partir de la segunda mitad de los años cincuenta y hasta mediados de la década de los setenta, se activa el proceso migrat o rio económico al exterior más masivo de la historia contemporánea española. Respecto de movimientos migrat o rios anteriore s , el destino pri o ri t a rio deja de ser América, los trab a j a d o res se d i ri gen ahora hacia Francia, Alemania y Suiza, y en menor medida a Bélgi c a , Holanda, L u xe m burgo o Inglat e rra. Es decir, a las economías más desarrolladas de Europa occidental. La nu eva oleada migrat o ria supone la re a c t ivación del movimiento asociativo en Francia, y su nacimiento en otros países europeos. De modo que en las ciudades y pequeñas localidades donde se establecen los trab a j a d o res termina naciendo un

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El origen del asociacionismo surgido en Europa a partir de la segunda mitad de la anterior centuria se asemeja al de las organizaciones decimonónicas o del primer tercio del siglo XX en Francia.

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pequeño centro, club o asociación. El tejido asociativo se fort alece en la medida en la que se incrementa la presencia de trab ajadores españoles en Europa, en especial como consecuencia de los procesos de reagrupamiento, que reúnen a las familias en los países de acogida. Se produce entonces la ap a rición de fe d e raciones o de coord i n a d o ras que agrupan a estos pequeños núcl eos organizativos de carácter local. El origen del asociacionismo surgido en Europa a partir de la segunda mitad de la anterior centuria se asemeja al de las organizaciones decimonónicas o del primer tercio del siglo XX en Francia. El impulso de ciertos centros responde a la iniciat iva gubernamental, que encuentra en ellos el instrumento para aplicar su política migrat o ria. La política era impulsada por el Instituto Español de E m i gración, encargado del control de los flujos y de atender las necesidades de los trab a j a d o res en el extra n j e ro. Se partía de que los emigrados debían ser protegidos en el momento de la su salida, cuando permanecían en el ex t ra n j e ro y al retornar. Esta labor tuitiva devino en una suerte de paternalismo gubernamental que priorizó la vigilancia sobre la protección social, dada la escasez de medios que se destinó a la última14. Ciertas asociaciones de emigrantes eran subvencionadas por el go b i e rno y las autori d ades españoles en el ex t e ri o r, el embajador, el cónsul o el agregado laboral -dependiente del Ministerio de Trabajo- las visitaban con frecuencia y presidían sus actos. Citaremos algunos ejemplos. La Peña Española de Bruselas, de carácter cultural y re c reativo, e s t aba subvencionada por la A gregaduría Lab o ral y los jueves y domingos recibía la visita del párroco español. A la primera junta directiva del Hogar Español de Lieja asistía en

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noviembre de 1958 el agregado lab o ral; el embajador visitaba en 1959 el Hogar de Limburgo e inauguraba en 1965 el centro Sol y Sombra. Incluso el ministro de Trabajo Fe rnando Suárez entregaba en 1974 los trofeos a los ga n a d o res del campeonato de rana en el barrio español de Saint Gilles de Bruselas. En 1965 la A gregaduría Laboral mantenía relaciones de patronazgo y ap oyo con veintiún centros, equipos de fútbol y peñas taurinas de Bélgica. Tres años después, el número se elevaba a veintiséis y se situaban en las localidades donde se concentraban los españoles: Bruselas, Lieja, Limburgo , Gante, Vilvo rd e, Ve rv i e rs, etcét e ra. En los locales de las asociaciones que el go b i e rno consideradas adeptas al régi m e n , p a s aban consulta los asistentes sociales de la A gregaduría Lab o ra l , acudían los párrocos españoles, se env i aba prensa y películas editadas en el país de origen, se o b s e q u i aba con productos españoles a los socios, y a veces, se i m p a rtían clases de lengua y cultura15. La relación de la administ ración con estas organizaciones no se dio con las que se cre a ro n por el impulso de los propios emigra n t e s , i n fluidos a menu d o por organizaciones políticas opositoras al franquismo, en especial, por el Pa rtido Comunista de España. Numerosos de estos centro s , nacidos del impulso de los emigrados, a d o p t a ron el nombre de poetas que simbolizan el exilio y la represión franquista, a la vez que los espíritus más selectos de la cultura española. Era el caso de los clubs García Lorca de Bruselas, Lieja, Rennes-Crissier –Suiza-; del Club Antonio Machado de Londres y de Luxemburgo o del Club Miguel Hernández de Herstal y Utrech, entre otros. Se homenaj e aba así a intelectuales comprometidos con los va l o res republicanos durante la contienda civil española. La elección de estos

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(14) A este aspecto nos hemos referido en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “El cambio del ciclo migratorio”, cit. (15) En Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, Sirvientas y Militantes. Medio siglo de emigra ción española en Bélgica, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 2006, pp. 18-21.


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(16) Al antifranquismo de los emigrantes económicos hemos dedicado nuestra atención en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “Identidades cruzadas. Mujeres españolas exiliadas y emigradas económicas durante la Dictadura Franquista”, en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mujeres bajo el franquis mo: compromiso antifran quista, Madrid, AMESDE, 2009, pp. 185-209, y José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “Algo más que trabajo, algo más que ahorro”, en Alicia ALTED (coord.), De la España que emigra a la España que acoge, Madrid, Fundación Largo Caballero, 2006, pp. 351365. (17) Sobre todo a partir de la década de los años setenta, cuando los emigrantes llegaron a la conclusión de que el proceso migratorio sería más largo de lo previsto y trajeron a sus familias a los países de acogida. (18) Ver el artículo de Susana ALBA MONTESERÍN, “Trabajo, ahorro y retorno: la vida cotidiana de los emigrantes españoles en Europa”, en X. Amancio LIÑARES GIRAUT (coord.), La emigración española a Europa en el siglo XX, Vigo, Grupo España Exterior, 2009, pp. 95-113.

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nombres respondía sin duda al componente popular que presidía sus obras litera rias y con el que resultaba fácil identificar a la emigración económica. Otros centros adoptaron el nombre del pintor Pablo Picasso, como era el de Montreuil. Sin duda, estas denominaciones eran una buena tarjeta de presentación en las sociedades de acogida. No en vano, en la municipalidad de Montreuil, t radicionalmente comu n i s t a , el nombre de la asociación, identificado con uno de los pintores españoles más unive rsales, simpatizante del ideario comunista y vinculado a la cultura francesa, otorgaba a la colonia allí asentada una imagen que conectaba bien con el entorno. Algunos centros, como el Lorca de Bruselas, contaron con el ap oyo de antiguos bri gadista internacionales, que hab í a n participado en la contienda española. Otras asociaciones estuvieron directamente auspiciadas por el Partido Comunista de España, como fue el caso de Iberia Cultura en Francia. Numerosas de estas organizaciones étnicas desarro l l a ron en Europa una identidad antifranquista más o menos acusada, que hizo imposible las relaciones con la administración española en el ex t e rior durante la dictadura. Sólo tras la mu e rte del ge n e ra l Franco y el comienzo de la transición democrática comenzó un diálogo con lo que se denominó el Movimiento Asociativo, que culminaría con la celebración del Congreso Democrático de Asociaciones de Emigrantes Españolas en Europa, c e l eb rado en Palma de Mallorca en junio 1982. El antifranquismo no fue la única seña de identidad del asociacionismo español en Europa16. Numerosas organizaciones surgieron con el firme propósito de mejorar las expectativas educativas de la segunda generación. Eran las asociaciones de padres

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Congreso de las Asociaciones de Padres de Familia en Francia.

de familia, que se extendieron por la geografía europea. Este objetivo, ausente en los primeros momentos del ciclo migratorio, se incorporó más tarde, como uno de los fines prioritarios para las organizaciones étnicas17. Es decir, para las que nacieron con este fin concreto y para las que lo habían hecho antes, sin reparar en que se trataba de un aspecto fundamental, que garantizaba el futuro de las familias, en los países de acogida y origen. Citaremos algunos ejemplos, como la Asociación de Padres de Familia de los barrios de Rodhelheim, Bockenheim y Sossenheim de Franckfurt o la Asociación de Padres de Familia Españoles de Gallus, en la misma ciudad alemana. En ambos casos, eran organizaciones locales que se federaron a nivel nacional y europeo. Las reivindicaciones de las asociaciones de padres, donde el protagonismo femenino fue muy destacado, giraron en torno a la creación de clases de lengua y cultura materna para la segunda generación, así como a la organización de clases de apoyo a los deberes, para que los niños contaran, en la rea-

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(19) Ver José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “El asociacionismo como estrategia cultural…”, cit. (20) Ver Coro LOMAS y Julián PANIAGUA, “El movimiento asociativo de los trabajadores emigrantes en Europa”, Eloisa BAENA y Francisco Javier FERNÁNDEZ ROCA, Tercer Encuentro de Investigadores sobre el franquismo y la transición, Sevilla, Muñoz Moya Editor, 1998, pp. 417-426. (21) “La unidad como meta”, Carta de España, 1982, julio nº 272, pp. 21-28. (22) Integrada por tres representantes, democráticamente elegidos en una asamblea a la que asistieron 150 personas Para una descripción más pormenorizada del encuentro nacional de Luxemburgo, Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, La emigración espa ñola en Luxemburgo. Inventario del Fondo Documental del Centro cultura y Recreativo Real Madrid de Esch Sur Alzette, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 1996. (23) Ver Carta de España, nº 143, 1971.

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lización de las tareas escolares, con la ayuda que sus progenitores no podían prestarles, al no dominar el idioma alemán, francés u holandés. No obstante, el componente antifranquista y la mejora de las clases de lengua y cultura no fueron los únicos rasgos característicos del asociacionismo en Europa. Los centros se convirtieron, sobre todo y en primer lugar, en espacios de encuentro en los que disfrutar de ratos de ocio, hablar en español, intercambiar informaciones, compartir los problemas cotidianos y encontrar el apoyo y la solidaridad de los compatriotas, que la administración no brindaba. Allí se organizarían todo tipo de actos recreativos y culturales como fiestas, comidas, reuniones, festivales de la canción, concursos de pintura, actuaciones teatrales, proyección de películas, actuaciones de grupos folklóricos, recitales de poesía, seminarios formativos, conferencias, clases de corte y confección, etcétera18. Asimismo, no fue menos importante el papel que el asociacionismo cumplió como mecanismo de relación con las administraciones de los países implicados en los flujos migratorios. De este modo, se convirtió en un mecanismo de adaptación de los españoles a los países de acogida19. Sin duda, uno de los momentos culminantes del asociacionismo español en Europa fue la celebración del primer Congreso Democrático de Asociaciones de Emigrantes Españoles en Europa, en 1982, en Palma de Mallorca20. Al congreso asistieron doscientos delegados, representantes de once países y de cerca de un millar de asociaciones. Su gestación fue larga y las conversaciones con la a d m i n i s t ración habían comenzado seis años antes. El retraso en su celebración se debió a cierto temor gubernamental por las tendencias supuestamente izquierdistas de los emigrados en Europa, frente a los de América, a los que se consideraba más conservadores21.

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La iniciativa de celebrar un congreso de esa nat u raleza se o ri ginó en Luxe m bu rgo. Allí el go b i e rno convocó en 1975 a las p rincipales entidades nacionales de inmigrantes –italianos, portugueses, yugoslavos y españoles– a una Confe rencia Nacional de Inmigración, para conocer sus problemas y buscar soluciones. La delegación española consideró interesante ex t rapolar la ex p e riencia a las organizaciones de españoles del viejo continente22. Sobre todo porque en 1971 el Instituto Español de Emigración organizó el IV Congreso de la Emigra c i ó n. Por primera vez asistieron a él representantes de la emigración en Europa, aunque la parte más crítica del asociacionismo quedó al marge n23. Los emigrantes españoles en Luxemburgo se dispusiero n pues a organizar el encuentro, c u rsando invitaciones a treinta asociaciones. Recibieron respuesta de veintisiete y al acto asist i e ron cincuenta delegados de Alemania, Bélgica, Holanda, I n g l at e rra, L u xe m burgo , Suiza y Francia. El evento tuvo luga r los días 24 y 25 de enero de 1976 y los representantes asociativos reunidos en Luxemburgo concluye ron que la eficaz defensa de sus intereses dependía de su capacidad de organizarse como emigrantes, pues los organismos gubernamentales ignoraban sus a s p i raciones y les impedían participar en los acuerdos y convenios bilat e rales. Comenzaba así un intenso esfuerzo orga n i z at ivo que culminaría en 1982. Los contactos de rep resentantes de organizaciones de emigrantes de siete países europeos se repitieron de nu evo en París los días 28 y 29 de enero de 1976. Sería en la capital francesa donde se creo una comisión coord i n a d o ra europea, encargada de asumir las tareas organizativas que desembocarían en el

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Numerosos de estos centros, nacidos del impulso de los emigrados, adoptaron el nombre de poetas que simbolizan el exilio y la represión franquista, a la vez que los espíritus más selectos de la cultura española.


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Congreso Democrático de la Emigración de Palma de Mallorca. Po s t e riormente, se le denominaría Comisión Gestora Europea y se crearían Comisiones Gestoras Nacionales. Antes de la celebración del Congreso de Asociaciones de Palma, se celeb ra ron fases nacionales prep a rat o rias en todos los países europeos que env i a ron delegados al mismo.

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as características sociológicas de los protagonistas, el contexto de la sociedad de partida, las condiciones de acogida, así como el conjunto de estrategias que orquestaron para resolver sus dificultades diarias, fueron determinantes de la vida de los emigrantes españoles en la segunda mitad del siglo XX1. Respecto del perfil sociológico de los emigrados españoles a Europa, conviene recordar que en su mayoría eran jóvenes solteros, con buena salud, de origen rural, con bajos niveles de formación, cualificación escasa y con poco o ningún conocimiento del idioma extranjero. Numéricamente la presencia de mujeres fue al principio menor2. Antes de partir al exterior, su currículum profesional estuvo ligado a los empleos que brindaron las sociedades rurales de origen. Es decir, empleos de peonaje en la agricultu-

Susana ALBA MONTESERÍN. Desde 2003 trabaja en el Centro de Documentación de las Migraciones, de la Fundación 1º de Mayo. Es especialista en el tratamiento de fuentes documentales sobre los movimientos migratorios. Es coautora de Guía de Fuentes para el estudio de la emigración Española (2008) y de Miradas de emigrantes. Imágenes de la vida y cultura de la emigración española en Europa en el siglo XX (2004). Asimismo, ha escrito comunicaciones sobre el tema en congresos de Historia y ha redactado, como coautora, artículos en revistas especializadas, destacando, “Migraciones y Archivos. Las llaves de la investigación histórica en la España Contemporánea” (2008), en la Revista de archi veros de la Comunidad de Madrid o “Fuentes para el estudio de la emigración española: el Centro de Documentación de la Emigración Española (CDEE) de la Fundación 1º de Mayo” (2006), en Tábula: Estudios Archivísticos de Castilla y León. Éxodos y docu mentos.


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(1) Es decir, fue importante la formación de una subcultura obrera; ver al respecto el estudio de Teresa MIRRI LARRUBIA, “Migrantes en las jóvenes sociedades industriales: integración y diferenciación social”, Historia Social, 1996, nº 26, pp. 79-90. (2) Ver José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “Mujeres y trabajo en la emigración española a Europa en los años sesenta”, en X. Amancio LIÑARES (coord.), El protagonis mo de la mujer en las corrientes migratorias españolas, Grupo España Exterior, Vigo, 2009, pp. 81-101. (3) Sobre la experiencia previa como sirvientas de las españolas, Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sirvientas y militantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 1996. Sobre el trabajo de aprendizas en sastrerías, de la misma autora, Mujeres, emigración española y asociacionis mo étnico (París en la segunda mitad del siglo XX), Documento de Trabajo, Madrid, Fundación 1º de Mayo, Doc. 3/2006.

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ra o la ganadería, por cuenta ajena o en pequeñas explotaciones familiares, o en el servicio doméstico. La única experiencia laboral de las mujeres, al margen de las tareas agrícolas, fue la de aprendizas en sastrerías o la de criadas, en sus localidades de origen o en las ciudades industriales donde se trasladaron para servir, protagonizando una emigración interior3. Antes de partir al extranjero, los varones emigraron previamente a las ciudades españolas que estaban industrializándose. Allí encontraron empleo en las grandes fábricas o en la construcción y se instalaron muy precariamente en los suburbios4. Los trabajadores que optaron por la emigración exterior pertenecían a la generación de la posguerra, que no había vivido la guerra civil como adultos, sino como niños o adolescentes. No obstante sufrieron sus efectos, que se acentuaron en los que eran hijos de los vencidos en la guerra civil. Entre las consecuencias estuvo la incorporación temprana del colectivo al mercado de trabajo: el 77,3 por ciento empezó a trabajar con menos de catorce años y el 37,8 por ciento antes de los diez años. Se trataba pues de un colectivo sin infancia, sin escuela y sin juegos. Desde el punto de vista formativo, más del once por ciento eran completamente analfabetos, más del veinticinco por ciento nunca fue a la escuela, pero aprendieron a leer y a escribir; más del sesenta por ciento asistieron alguna vez al colegio, aunque sólo el treinta por ciento de los últimos completaron los estudios primarios, y más del sesenta por ciento no los finalizó. Sólo un dos y medio por ciento hizo estudios de formación profesional de primer grado e idéntico porcentaje alcanzó el segundo grado5. Este bagaje educativo y profesional condicionó las posibilidades de integración y el modo de vida que llevaron en los países de acogida.

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Además de las características sociológicas, derivadas del contexto sociopolítico del país de origen, otras circunstancias influyeron en la vida cotidiana. Estaban relacionadas con el proyecto migratorio que forjaron antes de la partida. En concreto, con la idea de trabajar lo máximo posible para obtener en el plazo más breve los ahorros que les permitieran regresar a España y adquirir una vivienda en propiedad o iniciar un negocio familiar. Por ello, si existe un elemento que permita describir el modo de vida en el extranjero es sin duda la actividad laboral. TRABAJO, TIEMPO DE OCIO Y SOCIABILIDAD La cotidianeidad de los emigrados españoles en los países europeos de acogida giró en torno al trabajo. La forma de conseguir cierto capital, lo más rápidamente posible, fue incrementar las jornadas laborales, que se hicieron interminables. Habitualmente los españoles estuvieron pluriempleados. Es decir, salían del trabajo principal, donde realizaron horas extraordinarias, y de allí se dirigieron a otros empleos, para completar sus agotadoras jornadas con horas suplementarias. Estas horas complementarias las dedicaron a realizar la limpieza de oficinas o de casas particulares, el cuidado de ancianos o de niños, labores de jardinería o tareas agrícolas. Hombres y mujeres trabajaron hasta la extenuación para reunir los ansiados ahorros. Por ello, en mayor medida que en España, las mujeres se incorporaron al mercado laboral, lo que influyó en su vida cotidiana. Así es, pues al trabajo asalariado sumaron las tareas del hogar, que en general no compartieron con los hombres, como era tradición en España. De ello se derivó un estrés superior y un cansancio infinito para ellas, y las consi-

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(4) Para el caso de Madrid, ver J. BABIANO, Emigrantes, cronóme tros y huelgas. Un estu dio sobre el trabajo y los trabajadores duran te el franquismo (Madrid, 1951-1977). Madrid, Siglo XXI, 1995; para el caso de Bilbao, José Antonio PÉREZ, Los años del acero: la transforma ción del mundo laboral en el área industrial del Gran Bilbao, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002. (5) Los datos están tomados de Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “¡Que treinta años no es nada… entre la exclusión y la fragilidad social: los emigrantes españoles de tercera edad retornados”, en Ubaldo MARTÍNEZ VEIGA, Situaciones de exclusión de los emi grantes españoles ancianos en Europa, París, FACEEF et all, 2000, pág. 231. Si los comparamos con la población de la misma generación que se quedó en España, descubrimos que el nivel formativo de los primeros fue ligeramente superior.


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(6) Lo novedoso no fue el trabajo femenino, sino el contexto y las condiciones –algunas mujeres pasaron desde una aldea gallega sin electricidad, servicio o agua corriente a una ciudad industrial como Eindhoven–; ver Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA y Coro LOMAS, “Condición, traballo e xénero na emigración española dos años sesenta”, Dez Eme, 2001, nº 4, pp. 22-32. Fue asimismo importante la emigración como estrategia de ruptura, que señala para la emigración interior Cristina BORDERÍAS, “Emigración y trayectorias sociales femeninas”, Historia Social, 1993, nº 17, pp. 75-97. (7) Este hecho ha sido ampliamente documentado por Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA en diversos trabajos, citamos aquí, ¡Que treinta años no es nada…cit., así como en “Émigration et retour: la première géneration d’ émigrants espagnols en Europe”, Migrance, 2002, nº 21, pp. 92105.

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guientes secuelas desde el punto de vista de la salud6. A menudo, el trabajo femenino se realizó en la economía sumergida porque así lo prefirieron los empresarios o porque fue la estrategia para incrementar el ahorro, al eludir la presión fiscal derivada de unos ingresos superiores. También el trabajo masculino tuvo lugar, aunque en menor porcentaje que el femenino, en la economía sumergida. En especial, cuando se trataba de los empleos suplementarios, que se realizaron al margen de la ocupación principal7. Los trabajos que realizaron los españoles fueron los peor pagados, los más duros y los más peligrosos. Exigieron esfuerzo físico y fueron frecuentes las lesiones, las enfermedades profesionales y los accidentes8. La falta de comprensión del idioma, la descualificación y su condición de extranjeros no fomentaron la promoción profesional de los emigrantes, sino el estancamiento en los niveles jerárquicamente más bajos de las empresas. No obstante, a pesar de la dureza de las condiciones laborales, resultaron más ventajosas que las del país de origen9. Así es, pues las mujeres empleadas por ejemplo en el servicio doméstico venían de un contexto laboral en España casi servil10. El lugar de trabajo se convirtió en el único espacio donde los emigrantes establ e c i e ron relaciones con la población autóctona, aunque los intercambios con los compañeros o los jefe s estuvieron, sobre todo al principio, limitados por la falta de dominio de la lengua. Y también por el hecho de que, para fa c ilitar la organización del trabajo o como consecuencia de ella, los emigrantes españoles formaron parte de equipos integrados por compatriotas o por emigrados de otras nacionalidades –italianos, portugueses, marroquíes, turcos o argelinos–. A menu d o , p a ra facilitar la comunicación con los extra n j e ros hubo ciertas empre-

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Fiesta Miss Tercera Edad en Rombas (Francia).

sas que contrataron intérpretes, o simplemente, que encarga ro n esta tarea a un trabajador español, que poseía un mayor conocimiento del idioma. Sobre todo al principio, la labor de los trad u c t o res resultó decisiva. Fue necesaria en el lugar de trabajo y f u e ra , pues cualquier gestión administrativa re q u i rió del ap oyo externo. Este ap oyo se hizo trascendental cuando hubo que acudir al médico y explicarle los síntomas. Pe ro también en otras c i rcunstancias diarias, como hacer una operación bancaria o ir a la compra , ya que en las décadas de los sesenta no eran frecuentes los autoservicios sino el pequeño comercio, donde los españoles utilizaron la mímica para hacer comprender a los vendedores los productos que deseaban adquirir. Con el tiempo, los hijos se convirtieron en los intérpretes de sus padres, lo que les hizo madurar pre m aturamente11. El tiempo de ocio fue escaso y lo invirtieron en recuperarse del agotador esfuerzo que les exigió la actividad laboral, en contactar con los compatriotas y, en la medida de lo posible, en

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(8) Ver al respecto José BABIANO, “La emigración de trabajadores en Europa y las condiciones de salud laboral a la luz de la experiencia histórica española”, La Mutua. Revista técnica de salud laboral y pre vención, 2004, nº 11, segunda época, pp. 7386.


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(9) Ver José BABIANO, “El mundo que quedó atrás: el contexto de la sociedad de partida en el proceso de la inmigración española a Australia”, Ignacio GARCÍA & Agustín MARAVER, Memories of migration: Españoles en Australia (Seminario), Sydney, The Spanish Heritage Foundation, 1999, pp. 73-87. Respecto de la mejora experimentada por algunas mujeres, ver los testimonios utilizados en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sirvientas y militantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 2006, pp. 6162. (10) Según se desprende de numerosos testimonios. Hubo mujeres que trabajaron a cambio de la comida. Pero también se resalta en los testimonios masculinos la dignificación de las condiciones laborales, salariales y en cuanto al trato recibido por parte de los empresarios en Europa, Ver Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sirvientas y militantes, cit., pág. 128.

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recrear ciertas pautas de la cultura popular del país de origen. No invirtieron las horas de recreo en socializarse en el país de acogida ni en perfeccionar el idioma. Las condiciones de partida no contribuyeron a emprender estas empresas. Ni la educación formal extremadamente débil con la que contaban ni la formación impartida por el Instituto Español de Emigración, a través de los cursos de formación ambiental, eran los mejores instrumentos para ello. Además, la idea del retorno rápido, fomentado por la propia administración española y que se retroalimentaba en contacto con los compatriotas, les condujo en dirección opuesta a esforzarse por integrarse en el país de acogida. El tiempo libre se inv i rtió en ganar más dinero, en obtener más re c u rsos y en pro c u rar no dilap i d a rlos en fo rmación, dive rsiones, espectáculos u otras actividades lúdico festivas. Esto impuso un estilo de vida y unos hábitos de consumo ex t re m a d amente austeros12. Además, condujo a un modelo recre at ivo re l acionado con el país de salida y no con el de acogida. En pri m e r lugar porque, ya lo hemos explicado, tenía sentido dentro de la estrat egia migratoria de ahorro y retorno, y en segundo luga r, porque resultó más barato y accesibl e. Así es, si la vida diari a tra s c u rría de casa al trabajo y del trabajo a casa, los fines de semana, la familia al completo acudía a alguna de las asociaciones que los emigrantes españoles cre a ro n , diseminadas a lo largo de la ge ografía europea13. Allí donde hubo colectivos de españoles surgi e ron centros o puntos de encuentro para reunirse, ch a rlar, trasmitirse noticias de España, comentar las ofe rtas de empleo, ayudarse a encontrar una vivienda, ap oya rse en los trámites administrativos que la emigración obl i gaba a realizar y a poner en marcha iniciativas recre at ivas. Se organizaron así fi e s-

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tas, con música, bailes, comida y actuaciones de artistas del país de origen que las amenizaban14. El esquema de las fiestas se repetía por las localidades europeas donde hubo colectivos de t rab a j a d o res españoles, de modo que podemos hablar de un modelo recreat ivo15. No obstante, también se celeb ra ron otro tipo de actividades como misas, c o n c u rsos de mises, romerías, juego s , ri fa s , clases de costura, de flamenco, de guitarra española o de gaita -ga l l ega o asturiana-, p a rtidos de fútbol y representaciones teat rales16. En los centros se organizó una oferta lúdica para toda la familia, en especial los fines de semana: los hombres jugaron a las cartas, bebieron, charlaron o incluso “hicieron política”; las mujeres se reunieron, intercambiaron experiencias, cocinaron, prepararon platos típicos, limpiaron los locales de la asociación, bailaron flamenco, asistieron a las clases de costura, etcétera. En general, las mujeres garantizaron que las horas que las familias compartían discurrieran de la forma más satisfactoria y agradable posible. Con el máximo confort y bienestar17. Hasta la adolescencia, los niños acudieron con sus padres a las asociaciones. Allí se encontraron con los hijos de otros españoles, jugaron, se empaparon del ambiente, asistieron a las clases de lengua y cultura e incluso, en algunos casos, llegaron a formar parejas. A veces también compartieron la asistencia a colonias de vacaciones, organizadas por la administración española. No obstante, según se hicieron mayores, el mundo recreado por sus mayores, la sociedad de origen, fue visto como una especie de lastre, que les impedía identificarse con el país de residencia y les estigmatizaba como extranjeros. Por ello, se alejaron de las redes étnicas que los mayores habían tejido en los países de acogida. Aunque los

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(11) Así fue pues les cargó de responsabilidades que suelen pertenecer al mundo de los adultos. Les dotó también de un “cierto poder”, que pudo influir en las relaciones paterno-filiales, al otorgarles un papel inusual. (12) No compartimos que las pautas de consumo de los emigrados en Europa estuvieran muy por debajo de las de los trabajadores en España. Aunque su modo de vida fue más austero que el de la población autóctona, los hábitos de consumo de los trabajadores en España estuvieron también en niveles muy bajos. La primera premisa la plantea Laura OSO, Españolas en París: estrategias de ahorro y consumo en las migra ciones internacionales, Barcelona, Bellaterra, 2004. (13) Ver al respecto, José BABIANO, “Emigración, identidad y vida asociativa: los españoles en la Francia de los años sesenta”, Hispania, 2002, nº 211, pp. 561-576.


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(14) Ver al respecto Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sirvientas y militantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica, Madrid, Fundación 1º de Mayo. (15) La idea del modelo recreativo la tomamos de Alf LÜDTKE, “Sobre los conceptos de vida cotidiana, articulaciones de las necesidades y “Conciencia proletaria”, Historia Social, 1991, nº 10, pp. 41-61. (16) Ver los programas de mano y la colección fotográfica de las representaciones teatrales entre 1948 y 1957 del grupo de teatro aficionado del Solar Español de Burdeos. Entre las obra representadas citamos “La herida luminosa”, “El último toro”, “Coro vasco”, “Los novios de mis hijas”, “Rondalla”, etcétera. Ver en Centro de Documentación de las Migraciones. Sección Emigración, de la Fundación 1º de Mayo (a partir de ahora CDM-SEE). Asimismo, para otros aspectos de la vida cotidiana de los españoles en Europa, una buena fuente son las fotografías,

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padres se preocuparon porque tuvieran un espacio de ocio dentro de los centros creados por la primera generación, el esfuerzo fue un fracaso. La atracción que la oferta recreativa de los países de acogida ejerció sobre la segunda generación superó a la que los mayores les ofrecieron enlatada en las organizaciones étnicas. En las asociaciones adquirió relevancia la recreación de tradiciones españolas en las celebraciones y fiestas. Especialmente significativo era la fiesta de la Navidad, el día de fin de año o la fiesta de los Reyes Magos. El día de navidad o el de fin de año, se organizaban cenas, a las que asistían las familias españolas, se amenizaban, por supuesto, con música y bailes españoles y se tomaban las doce uvas. El seis de enero, se recreaba la festividad de los tres Reyes Magos. Tres adultos disfrazados entregaban regalos a los hijos de los emigrantes. A estas fiestas tradicionales fueron añadiéndose otras destacadas celebraciones, como el día de la Hispanidad, el día de la madre o el festival de la sidra18. Con el tiempo, se incorporaron ciertas festividades de los países de residencia, como fue por ejemplo el día de San Nicolás o el carnaval. A menudo, los locales de las asociaciones se convirtieron en los espacios privados donde se celebraron banquetes con motivo de bautizos, comuniones, cumpleaños y bodas19. De nuevo, esto permitió a los españoles encontrarse y forjar lazos de solidaridad, que les protegieron frente a los avatares de la vida en el extranjero. El baile flamenco contó con una gran acogida entre la oferta de ocio de las asociaciones. Fue quizás de las actividades que más éxito alcanzaron, traspasando incluso los límites de la colonia española. De este modo, consiguió atraer a personas de la sociedad de acogida, que asistían a las clases. Numerosos centros

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contaron con sus propios grupos folklóricos, integrados por los niños a los que enseñaron a bailar desde pequeños. Los grupos hicieron giras por los centros españoles de las localidades de los alrededores. Otras tradiciones como la gallega, la asturiana o la valenciana también fueron recreadas por los grupos de baile y por las organizaciones étnicas20. Los grupos de baile implicaban a todos los miembros de la familia. Por supuesto a los niños y jóvenes que los integraban, pero también a las madres, que se encargaron de confeccionar los trajes, y a los padres, que se ocuparon de concertar las actuaciones y de trasladar a los integrantes del grupo hasta los lugares donde se celebraban. Tuvieron así un fuerte componente intergeneracional, que cumplió el papel de unir a padres e hijos en torno a la idea de España. Como el baile se relaciona con los sentimientos, contribuyó a intensificar la identificación emocional de la segunda generación con España. La gastronomía ocupó asimismo un lugar siempre central en este tipo de celebraciones étnicas. Sin duda, la paella adquirió una popularidad que trascendió a las colonias de españoles, y llegó a ser conocida por la población de las localidades donde vivieron los españoles. Se hicieron paellas gigantes, como actos p ú blicos que culminaron ciertas manifestaciones de cultura popular, en ciudades como París, Bèziers, Thonon-les Bains. Nos consta que incluso en la pequeña localidad de Lavelanet, una española se especializó en su preparación y se la requería para hacerlas en todo tipo de actos, organizados por españoles, franceses o por inmigrantes de otras nacionalidades. Los churros, como producto típicamente español, eran asimismo muy celebrados y solían incluirse como manjar en las fiestas españolas21.

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incluidas en Susana ALBA, José BABIANO Y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Miradas de emigrantes…, cit., Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sirvientas y militantes…, cit. (17) Ver Susana ALBA, José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Miradas de emi grantes…cit., pp. 90-91. (18) Ver Imágenes de la Emigración: colección de carteles del CDEE, cit. 01/48. (19) Ver Susana ALBA, José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Miradas de emi grantes…cit., pp. 66-70. (20) En Bélgica se celebraron eventos, organizados por asociaciones, como “3 días por Andalucía”, “La Semana Andaluza”, “El día de Asturias en Bélgica” o “El Día de Aragón”, Ver Imágenes de la Emigración: colec ción de carteles del CDEE, Madrid, Centro de Documentación de las Migraciones. Sección Emigración Española, de la Fundación 1º de Mayo,


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sig. 1/16, 1/15; 1/004; 01/008, 01/040, 01/042; 01/77, 01/078; 01/85;01/86. Grupos folklóricos ataviados con trajes gallegos, asturianos, andaluces o valencianos en ciudades como Bruselas, Lieja o Vénissieux en Susana ALBA, José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Miradas de emi grantes. Imágenes de la vida y cultura de la emigración española en Europa en el siglo XX, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 2004, pp. 9698. (21) Ver José BABIANO (coord.), Guía de fuen tes para el estudio de la emigración española, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 2008, pág. 199, así como Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sirvientas y militantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica, Madrid, Fundación 1º de Mayo, 2006, pp. 122 y 83. También, Susana ALBA, José BABIANO y Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Miradas de emigrantes…cit., pp. 86 y 89.

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El deporte tuvo también una importancia notable. En especial el fútbol. Fueron habituales los equipos de fútbol, pero también existió afición por el ciclismo22. Como el baile, el deporte, en especial el fútbol, tiene la virtualidad de fomentar la identidad de grupo, más que otro tipo de actividades, además permitió el intercambio con los compatriotas, con la sociedad de destino y con inmigrantes de otras nacionalidades. Gran parte del tiempo libre se concentró en las vacaciones, que los emigrantes aprovecharon para regresar sistemáticamente a España y visitar a sus parientes. El contacto anual renovó el proyecto de retorno y fortaleció los lazos con el país de acogida. Existió en este punto una gran diferencia con los emigrados a América u Oceanía. Así es, pues los últimos, al espaciar sus viajes de vuelta, debido al elevado precio de los billetes, a las largas distancias y a la dureza de las travesías, en barco o en avión, fueron debilitando sus vínculos con el país de origen. No obstante, la vida cotidiana estuvo también determinada por las sociedades de acogida, que no ofrecieron grandes facilidades para el aprendizaje del idioma y a veces mostraron racismo hacia los españoles. Un ejemplo nos permite ilustrarlo: en el pueblo holandés de Schimmert, en la provincia de Limburg, los vecinos protestaron en 1970 para evitar la llegada de trescientos españoles, que iban a trabajar a dos fábricas situadas a las afueras del pueblo. Para evitarlo, una comisión de protesta escribió cartas al príncipe, al ministro holandés y al embajador de España. El argumento utilizado fue que no existía ninguna fórmula de recreo para ellos23. Tampoco los países de acogida fueron muy previsores en cuanto a facilitar las condiciones residenciales o la integración de la segunda generación en el sistema educativo.

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Respecto de las viviendas, las condiciones de habitabilidad fueron especialmente duras, y a menudo, un problema que debieron solventar los propios emigrados. Así fue, pues en el mejor de los casos, las empresas facilitaron el alojamiento de los trabajadores, pero no el de las familias. Otro factor determinante del modo de vida fue la tendencia de los emigrantes a concentrarse en ciertos barrios étnicos, típicamente españoles, como fue el de Midi en Bruselas, la Cité en Lieja, los alrededores de la calle Kléber en Burdeos o la Plaine de Saint-Denis en Francia, que llegó a conocerse como La Pequeña España24. La concentración facilitó, en cierto sentido, la vida cotidiana, ya que la vecindad de otras familias de compatriotas era un factor de sociabilidad y de solidaridad. Además, en el barrio solían establecerse comercios especializados en productos del país de origen. También existieron bares, que se convirtieron en puntos de encuentro para los hombres, reproduciéndose los patrones culturales del país de origen, así como parroquias o misiones católicas. Formando parte del paisaje se encontraron numerosas sucursales de bancos españoles que se abrieron para facilitar a los emigrados el ingreso de sus ahorros. Pero a la vez, la concentración de los barrios étnicos dificultó la integración en los países de acogida, dando lugar a una suerte de ambientes cerrados o a comunidades paralelas que convivían, con las del país de acogida, p e ro sin mezclarse. Dos ejemplos ilustrativos se encuentran en la ciudad de París. El primero es el de las españolas que trab a j a ron como criadas en las casas elegantes del distrito XVI de la capital. Por la mañana ocuparon sus jornadas en el servicio de estas casas y una vez concluidas, desaparecían para recluirse en las loges, diminutas habitaciones en las que dormían, en la parte superior de los edificios.

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(22) Como demuestra la existencia de un equipo ciclista en el Club García Lorca de Bruselas, Susana ALBA, José BABIANO, Ana FERNÁNDEZ, Miradas de emigrantes. Imágenes de la vida y cultura de la emigra ción española en Europa en el siglo XX, cit., pág. 109. (23) Ver “Noticiario de Holanda”, Unión Española, octubre 1970, pág. 4, consultado en Centro de Documentación de las Migraciones- Sección Emigración Española, de la Fundación 1º de Mayo. Otros testimonios de racismo en Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA y Coro LOMAS LARA, Emigración y vida laboral: la corres pondencia como fuente de documentación his tórica, Ofrim: publicación especializada de inmigración. Historias de vida e inmigración. Suplementos, junio, 8, pp. 91-92. (24) Ver Natacha LILLO, La Petite Espagne de la Plaine Saint-Denis, 1900-1980, París, Autrement, 2004


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(25) Ver Lorenzo DELGADO, “La enseñanza de los emigrantes”, Hispania, 2002, nº 211, 521-520.

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Su vida se desarrolló casi enteramente en estos barrios elegantes pues en la Rue de la Pompe estaba la Misión Española, donde oían misa y participaban de las actividades que allí se organizaron. La Misión era un punto de encuentro, una referencia para la colonia española, a la que acudían sobre todo las mujeres, buscando ayuda para encontrar empleo como domésticas. Algunas muchachas de servicio se sacaron allí el certificado de escolaridad. En el mismo barrio se instaló también un instituto, donde se impartió el bachillerato español e igualmente se abrieron sucursales de bancos españoles25. No obstante, como hemos dicho, la comunidad española integrada sobre todo por domésticas y la burguesía parisina que vivía en este barrio residencial, convivieron dándose la espalda. Las primeras intentaron así preservar su identidad nacional, frente al asimilacionismo característico de la política de inmigración francesa. Era sin duda su respuesta frente al sentimiento de superioridad que les trasmitían los franceses, que les aceptaban sin conflictos pero les consideraban como un colectivo de trabajadores subordinados. El segundo ejemplo se refi e re a la vida de las familias españolas en las porterías. Como en el caso precedente, las porterías parisinas estuvieron ocupadas por españoles y port u g u eses. Eran recintos destinados a la familia del port e ro , que no re unían unas mínimas condiciones de habitabilidad. No disponían de baño o ducha y sus dimensiones fueron muy reducidas. No obstante, d u rante períodos pro l o n gados allí vivieron nu m e ro s a s familias españolas. Se presentaron como una altern ativa que ofrecía ciertas ventajas, s o b re todo porque, como se pensab a , la emigración era una realidad temporal breve. Las ventajas fueron que perm i t i e ron ahorrar los gastos de alquiler, de luz o de cale-

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Asistentes al VII congreso nacional de la FACEEF en Francia.

facción, lo que encajó con el estilo de vida austero impuesto por el proyecto migratorio. Como se ha comentado, el proyecto se c o n s t ruyósobre la triada del trabajo, el ahorro y el re t o rno. Otra ventaja era que perm i t i e ron a las mu j e res la obtención de unos i n gresos, por la limpieza de las escaleras, y a la vez cuidar a sus hijos. Fue pues el lugar idóneo donde coincidieron familia y trabajo. Las limitaciones de las viviendas de las porterías obl i ga ro n a acudir a re c u rsos como ir a bañarse los fines de semana a establecimientos públicos o como, en el caso de un dirigente de la FACEEF, él y sus hermanos subían a dormir a una hab i t a c i ó n que los señores les prestaban, para permitir a sus padres tener c i e rta intimidad. Como en el caso pre c e d e n t e, las l oges para las mu j e res solteras o las porterías para las familias, fueron estrategias que no contribuye ron al intercambio con la sociedad de acogida. A pesar de la cercanía que suponía compart i r, s o b re todo en el primer caso, un espacio privado como era el hogar familiar, no se establ e c i e ron relaciones, d i s c u rriendo la existencia de

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El lugar de trabajo se convirtió en el único espacio donde los emigrantes establecieron relaciones con la población autóctona, aunque los intercambios con los compañeros o los jefes estuvieron, sobre todo al principio, limitados por la falta de dominio de la lengua.


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Además de las características sociológicas, derivadas del contexto sociopolítico del país de origen, otras circunstancias influyeron en la vida cotidiana. Estaban relacionadas con el proyecto migratorio que forjaron antes de la partida. En concreto, con la idea de trabajar lo máximo posible para obtener en el plazo más breve los ahorros que les permitieran regresar a España y adquirir una vivienda en propiedad o iniciar un negocio familiar.

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unos y otros paralelamente, sin cru z a rs e, sin mezcl a rse o sin interferi rse en ningún punto. En una suerte de indiferencia sin reconocimiento, que ilustra bien cierta parte de la vida cotidiana de los emigrados. No podemos saber si fue la condición de ex t ra n j e ros o las diferencias sociales, o ambas a la vez, las que explican el fenómeno26. Lo que si resulta fácil es imaginar el sentimiento que la falta de reconocimiento debió ge n e rar en unas personas que, sin duda, contribuye ron con su actividad diaria a relanzar las economías europeas. LA FAMILIA La vida familiar formó parte sustancial de la cotidianeidad. En la emigración, la familia quedó dividida. Mientras el padre, la madre o algún otro miembro se marcharon al extranjero, el resto de componentes quedó en España. A partir sobre todo de la década de los años setenta, se produjeron procesos de reagrupamiento familiar. Las separaciones estuvieron siempre en la base de los procesos migratorios, ya fuera al comienzo, en una fase intermedia o al finalizar la emigración. Es decir, en el momento del retorno27. Las separaciones familiares fueron una fuente de problemas para los emigrantes. En especial, cuando los hijos permanecieron en el país de origen, al cuidado de parientes o internos en colegios, pues su presencia en el país de trabajo implicaba un aumento de los gastos en términos de dinero y tiempo. Pero también generaron problemas cuando fueron conducidos, en plena adolescencia, a los países de acogida. Allí sufrieron problemas de integración en general y en la escuela en particular, más agudos que cuando les llevaron siendo más pequeños.

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Familias españolas celebran la Navidad en Mannheim (Alemania).

La separación familiar implicó el envió de dinero y dificultó las relaciones entre padres e hijos, pero también entre los cónyuges. Fue casi un mito, del que se hizo eco Rosalía de Castro ya en el siglo XIX, cuando se refirió a las mujeres que quedaron en España como las viudas de vivos. Los conflictos intergeneracionales se acentuaron porque la convivencia entre padres e hijos se limitó a los veranos, cuando finalizaba el curso escolar y los niños eran trasladados al país de acogida, o incluso al mes de vacaciones, cuando los padres regresaban a España. El ahorro y la actividad laboral intensiva de los progenitores fueron factores decisivos. Traer a los hijos al país de acogida reducía la posibilidad de trabajar y de ahorrar. Por ello, sobre todo al principio, los hijos se quedaron en el país de origen. La prolongación de la emigración enfrió también los afectos con otros miembros de la familia. De modo que cuando retornaron, los emigrantes creyeron que no los acogieron ni apoyaron como ellos esperaban. Esta realidad se percibe sobre todo cuando vemos el curso de la

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(26) Ver I. TABOADA LEONETTI, M. GILLON, Les immigrés des Meaux quartiers. La commu nauté espagnole dans le XVI e arrondissement de París, París, L’ Harmattan, 1987. (27) Cuando la primera generación retornaba a España, a menudo dejaba, en el país de acogida, a los hijos y a los nietos.


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Trabajo, ahorro y retorno: la vida cotidiana de los emigrantes españoles en Europa

correspondencia entre los emigrados y sus familias, bastante intensa al principio y más espaciada según iba pasando el tiempo. A modo de conclusión, el modo de vivir de los emigrados en Europa estuvo, esencialmente, ordenado por tres factores: el trabajo, el ahorro y el retorno. No obstante, entretejidos en ellos, se vivieron también momentos placenteros, relacionados con la sociabilidad, la fiesta y la recreación de la cultura de popular del país de origen. Las diferencias en la vida cotidiana dependieron del país de residencia, así como del género.

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La educación como anhelo: programas institucionales y experiencias comunitarias de carácter formativo para los emigrantes españoles en Europa Mª Esther OLVEIRA OLVEIRA Vicente PEÑA SAAVEDRA Profesores de Historia de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela

CONTEXTUALIZACIÓN GENERAL Y COORDENADAS La emigración española a Europa es una emigración “antigua”, pues comienza, con notables variantes interterritoriales, hacia el ocaso del siglo XIX, pero no va a registrar perfiles de torrencialidad hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando gradualmente se transforma en un auténtico fenómeno de masas. A lo largo de su historia adoptó las diversas variantes propias de los movimientos traslativos de población en sus expresiones temporal o definitiva, individual o colectiva, económica o política, de mano de obra no especializada o de tipo repoblador1. Cuando la corriente demográfica adquiere grandes dimensiones, inmediatamente se promulga en los países de destino la reglamentación para extranjeros. En este sentido, se adopta en cada caso un arsenal de medidas jurídicas y

María Esther OLVEIRA OLVEIRA. Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación (Sección Pedagogía) desde 1991 por la Universidad de Santiago de Compostela, y doctora en Pedagogía desde 1998 por la USC. Es profesora titular de Universidad en el Departamento de Teoría de la Educación, Historia de la Educación y Pedagogía Social desde 2003. Desarrolla su labor docente en el ámbito de la educación atendiendo a temáticas diversas: economía de la educación, formación y recursos humanos en las organizaciones sociales y laborales, pedagogía gerontológica, etc. Ejerce labores de investigación en distintos proyectos para la Xunta de Galicia y la USC bajo las temáticas de emigración e inmigración, multiculturalidad, interculturalidad, educación electrónica, formación del profesorado, intervención pedagógica, voluntariado y política educativa.


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Vicente PEÑA SAAVEDRA. Profesor de Historia de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela, donde coordina el Master de Investigación en Educación, Diversidade Cultural e Desenvolvemento Comunitario y el Programa de Doctorado Teoría e Historia da Educación, distinguido con Mención de Calidad por el Ministerio de Educación. Actualmente dirige el proyecto virtual As escolas da emigración, patrocinado por el Arquivo da Emigración del Consello da Cultura Galega, del que es miembro de la Comisión Técnica homónima desde el año 1993. Participó en el estudio Análise pedagóxica da emigración galega en Europa. Perspectivas no marco da Unión [19951997]. E intervino en diversos programas de indagación en torno a las vertientes educativa y cultural de la emigración transoceánica y continental (ss. XVII-XXI), auspiciados y financiados institucionalmente.

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administrativas orientadas primordialmente a fijar la identidad de los extranjeros y a controlar sus entradas y salidas. Los distintos Estados les imponen a los foráneos, para legalizar su situación, el requisito ineludible de contar con papeles de acreditación personal a fin de posibilitar su cuantificación estadística, normativizar su inserción y vigilar sus andanzas y periplos. Podemos afirmar que estos primeros documentos identificativos fueron los antecedentes de la carta de estancia o residencia vigentes hasta el reconocimiento de España como miembro de la Unión Europea. Los países europeos requieren de la fuerza de trabajo extranjera para dinamizar y fortalecer sus economías, debido al déficit poblacional y, particularmente, de operarios que padecen, como consecuencia de la progresiva baja natalidad y de las pérdidas humanas originadas por la Primera Gran Guerra. Esta emigración temprana no muestra señales ni deseos de integrarse, e incluso su incorporación y adaptación a los nuevos enclaves de convivencia resulta de ordinario ardua y compleja, puesto que su proyecto migratorio inicial consiste en permanecer en los escenarios de acogida un tiempo corto, hasta que la situación de su lugar de procedencia mejore. Por lo tanto, tiende a evitar el apego y a distanciarse emocionalmente del entorno ecológico de residencia, procurando ignorar o soslayar todo cuanto le rodea. Tras la contienda civil española, miles de republicanos y afines se refugiaron en el país vecino, asumiendo el gobierno francés la responsabilidad de diseminarlos por todo su territorio. Con la caída del último frente republicano en Cataluña llegó a Francia un voluminoso éxodo de medio millón de personas. En los años siguientes, numerosos opositores al régimen franquista cruzaron clandestinamente las fronteras pirenaicas, bien fuese

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... para quedarse en tierras francófonas, bien como puente transitorio para dirigirse más tarde a América. La composición social de este colectivo era muy diversa: universitarios, funcionarios, intelectuales, artistas, militares, técnicos, políticos, burguesía, etc. El régimen autoritario recién instaurado favorecía la deserción y precipitaba la huida de los cerebros disidentes y de los sectores críticos con la dictadura. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, igual que había sucedido después de la Primera, se alcanza un consenso en cuanto a la necesidad de provisión de mano de obra extranjera. En algunos países europeos (Francia por ejemplo) los trabajos que se emprenden inmediatamente, al finalizar la conflagración, van orientados a reconstruir el país, respondiendo a las preocupaciones políticas consideradas fundamentales en aquel momento. Y se centran de manera prioritaria en dos aspectos: conseguir asalariados de otros pueblos y lograr un alto nivel de asimilación de aquellos inmigrantes que ya llevaban tiempo asentados en el país de acogida. A mediados de la década de 1950 la política exterior de España sufre un sensible cambio, al perc at a rse el go b i e rno de las ventajas económicas que puede report a rle el contingente humano, ya copioso, radicado fuera de sus fro n t e ras. La política española desde finales del decenio de los 50 ab ri ga una pre o c u p a c i ó n nu eva: supervisar, regular y tutelar el fenómeno migrat o ri o , con el propósito de que este capital pro d u c t ivo exportado al extranj e ro transfiera sus ahorros a sus pagos de partida. Para eso es imprescindible que los ausentes no rompan los lazos que los unen a su país de origen, ni tampoco se quiebren o diluyan sus p royectos de regreso. Esto propicia un nu evo gi ro en la estrate-

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Autor o coautor de 20 libros y de más de 80 artículos y colaboraciones científicas en publicaciones de su especialidad. Ejerció el comisariado de varias exposiciones de temática educativa y migratoria. Fue el primer coordinador científico del Museo Pedagóxico de Galicia (MUPEGA) [20012007]. Y en estos momentos co-modera la Red Iberoamericana para la Investigación y Difusión del Patrimonio Histórico-Educativo (RIDPHE), que inició desde Buenos Aires en 2007.

(1) Para mayor información veáse NOIRIEL, G. (1988): Le creuset fran çais. Histoire de l’immi gration XIX-XX siècles. Paris, Seuil, p.152.


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(2) Veáse TABOADA-LEONETTI, I. (1986): “L’immigration espagnole et la langue de Cervantes”. MigrantsFormations, (67), p. 20. (3) Una información más pormenorizada puede obtenerse en: http://www.mtin.es/es/inf gral/organi/OM17.html [consultada el 4 de noviembre de 2009].

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gia gubernamental que a partir de ahora no sólo favorece las salidas hacia otros lugares, sino que autoriza y pro mueve la instalación de emisoras de reclutamiento, p ri m e ro en Barcelona y l u ego en Irún (Acuerdo de 17 de marzo de 1956). Estos canales de captación de mano de obra barata se verán fortalecidos y secundados por las empresas personales encargadas de la distribución y colocación de los trab a j a d o res en Francia, Suiza y Alemania, fundamentalmente2. En 1956 se funda el Instituto Español de Emigración (I.E.E) que tendrá como objetivos controlar las salidas de los trabajadores que demandaban su ayuda y asegurar la asistencia de los españoles en el extra n j e ro. En la actualidad, las tareas de tutela sobre este colectivo le competen a la Dirección General de la Ciudadanía Española en el Exterior. Sus funciones primord i ales son el ap oyo y la promoción cultural y lab o ral de los ciudadanos españoles en el ex t e rior y de las familias a su cargo , así como la atención de carácter social y la integración de los re t o rnados a España3. El extraordinario flujo migratorio hacia Europa que se genera en nuestro país es el resultado de la concomitancia entre el ciclo de expansión acelerada de la industrialización por el cual atraviesan los territorios de acogida y la correlativa carencia de mano de obra en los mismos, facultando a los países menos desarrollados para que se liberen de sus “excedentes” laborales, supuestamente improductivos. La emigración constituye un fenómeno estructural y no meramente coyuntural, como se ha pretendido, sobre todo en los años de expansión continental, cuando se afirmaba que su etiología sólo obedecía a la escasez de operarios en ciertos contextos. Sin embargo, hoy se constata sin dificultad

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Venta de publicaciones españolas en París (Francia), en los años 80.

que la emigración persiste incluso en los períodos de estancamiento y de palmaria recesión económica. En la actualidad, la emigración no cabe considerarla ya únicamente como un trasvase mecánico y automático de fuerza de trabajo que se reclama o solicita en un determinado momento y que más tarde se devuelve cuando ya no se estima necesaria o se percibe como contraproducente. El relevo generacional de los colectivos partícipes en la dinámica errante va imprimiendo carácter en los núcleos receptores, y sus demandas se encauzan paulatinamente a la adquisición de los derechos plenos de ciudadanía. El descenso de la emigración en los últimos años se plantea ante todo como corolario de las medidas restrictivas adoptadas por los gobiernos y no como fiel indicador de la superación de precariedades por parte de ciertos sectores de la población española. Por lo demás, el hecho de ser reconocidos como conciudadanos europeos ha difuminado el traslado de nuestras gentes al interior de los países comprendidos en la UE.

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(4) Para un estudio más pormenorizado pueden consultarse los periodos señalados por PARRA, F. (1978): La emigración española a Francia 19621977. I.E.E., Madrid.

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MARCO SOCIOPOLÍTICO DE LA EMIGRACIÓN Y EL RETORNO Las demandas de diversos colectivos con una fuerte carga de compromiso social potencian que los inmigrantes acaben siendo conceptuados y valorados como personas con una cultura e identidad propias en los países de recepción. Lo que implicará articular políticas sociales que supondrán establecer, por una parte, programas de cooperación y desarrollo y, por otra, acuerdos que minimicen o eviten la entrada de nuevos trabajadores, procurando combatir la emigración clandestina y, complementariamente, fomentar una presumible estrategia de retorno basada en la promoción de la enseñanza de la lengua y la cultura del país de origen o ascendencia. El gobierno español oteó en la emigración una alternativa momentánea para solventar sus problemas, por lo que decidió tomar parte activa en el asunto, reglamentándola y responsabilizándose de numerosos servicios que permitiesen mantener la corriente y a los efectivos que la engrosaban bajo su control. Para corroborar esta afirmación y acercarnos a su plasmación real, distinguiremos tres etapas: de 1956 a 1970, caracterizada por una asistencia económica; de 1971 a 1990, significada por el bienes tar social, y de 1991 en adelante, marcada por los procesos de integración intercultural y el regreso a las localidades emisoras o a sus núcleos urbanos rectores de los contingentes emigrados, hoy oficialmente reconocidos como ciudadanos europeos residentes en el exterior4. En cuanto a la primera etapa, cabe señalar que hacia su término, a la altura de 1969, los países vecinos de Francia, Alemania y Suiza ocupan los primeros lugares como receptores

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de mano de obra trabajadora española. El I.E.E. desempeña entonces un rol importante, intensificando las medidas para que los ausentes no pierdan el arraigo en el país de origen, porque la continuidad de un compromiso económico práctico y efectivo por parte del emigrante con su tierra nativa va incardinado a la vitalidad de los lazos que lo mantienen unido a su solar de procedencia con la idea de regreso al mismo. Estas disposiciones de nuevo cuño, troqueladas por una visión netamente economicista, relegaban a la marginalidad los aspectos educativos, culturales y sociales. Durante este período, las demandas de los españoles protagonistas de la emigración económica estaban encaminadas, ante todo, a regularizar su situación legal, fundamentalmente para poder asentarse en el país de acogida. La etapa del bienestar social modifica las aspiraciones del colectivo emigrante y los compromisos sociopolíticos de los Estados implicados. Los españoles que siempre intentaron preservar las identidades culturales, permitir el ejercicio de su opción religiosa y asegurar la expresión de las diferencias inherentes a la idiosincrasia de las personas, reclaman abiertamente que tales derechos sean garantizados en las naciones de acogida con la mediación y el amparo de su país de origen. Este nuevo marco favorece la consolidación de los avances legales. La ley, 33/71 del 21 de julio tomará ya en cuenta los extremos anteriormente mencionados, aunque seguirá asimismo propiciando una acción de carácter asistencial. El I.E.E. dirige sus actuaciones para proteger fuera de España a los ciudadanos bajo su cobertura. Pero también amplía la labor protectora del Estado sobre los emigrantes en materia de derechos civiles y políticos, formación educativa, profesional y asistencia social. En esta ley ya se apre-

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cian las propuestas de creación de centros y asociaciones que optimicen la convivencia de los españoles en el exterior. En 1979 se procede a una reestructuración orgánica y funcional del I.E.E. con el fin de potenciar los objetivos de la nueva política migratoria del incipiente Estado democrático, favoreciendo la creación de la Subdirección General de Participación en Acción Cultural con la finalidad de fomentar la cooperación de las asociaciones, así como la elaboración de programas educativos y culturales en favor de los emigrantes y de sus hijos. Otra de las decisiones reseñables consistió en poner en marcha “una comisión mixta de organizaciones nacionales, de asociaciones de padres de familia emigrantes en Europa y el I.E.E.”, que tenía como finalidad estudiar los problemas educativos de la emigración española en todos los países del Continente. Los Estados europeos receptores de grandes avalanchas de efectivos humanos en los años 80 rompen el consenso “insercionista”, en favor de la integración escolar de los hijos de los emigrantes. El objetivo de esta política integradora cuenta con dos ejes: la incorporación escolar ordinaria de los niños con el propósito de prepararlos para la vida económica futura, de una parte, y, de otra, la posibilidad de mantener un contacto con su lengua y su cultura maternas, si así lo desean. La última etapa va a desencadenar todo un cambio jurídico en las dos décadas que cubre. Con la ratificación del Tratado de Mastrich en 1992, se le imprime un impulso decisivo a la situación de los sujetos de raíz foránea radicados en los diversos países de acogida de la Unión; porque, independientemente del grado de asimilación alcanzado, un inmigrante que no vota no es un ciudadano con todos los derechos inherentes a tal condición.

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En la actualidad, bajo ciertos requerimientos de estancia, los nacionalizados en cualquiera de los países miembros de la U.E. pueden participar en las elecciones europeas y municipales. De lo anterior se derivan dos categorías de ciudadanos extranjeros: los que proceden de la Unión Europea y los que son originarios de los demás países. El control de los flujos migratorios se organiza entonces a nivel europeo, mientras que las políticas de integración se transfieren al plano local. Queda establecida de este modo una diferenciación nítida y rotunda entre residentes europeos y residentes no europeos. Finalmente, teniendo en cuenta el ámbito de referencia territorial que nos concierne, resulta oportuno subrayar que en la actualidad asistimos a un cierto “olvido” por parte de las instancias españolas con respecto a la emigración y sus componentes. La inconclusa radicación de los ausentes en el país de destino, el desempleo y la crisis económica, son factores que operan como condicionantes activadores del regreso. Pero también existen otras razones. Tras la entrada de España en la UE, las instituciones culturales implantadas en el exterior pasan a ser espacios de prestigio abiertos a otros europeos, más que enclaves para los españoles radicados en los respectivos países. LA EDUCACIÓN COMO EXPECTATIVA Y EMPEÑO Comenzaremos señalando que cuando se trata de recabar el testimonio directo de los emigrantes españoles en Europa acerca de las propias problemáticas percibidas como más relevantes, la impresión que domina en un primer momento es la de que no hay grandes escollos que afecten a la integración ni a otros asuntos de profundo calado. Pero tras un sondeo inicial, enseguida

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El emigrante español se siente miembro del colectivo panhispánico, pero también componente de hecho y derecho de una comunidad o región que le confieren rasgos idiosincrásicos diferenciales (ser andaluz, ser extremeño, ser gallego, ser catalán... constituyen categorías autóctonas).


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(5) OLVEIRA, M. E. (2000): O interculturalismo na nova Europa. Bases para un programa de inter vención socioeducativa nas colectividades espa ñolas en Francia. Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, pp. 163-177.

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surgen demandas y supuestas situaciones de malestar, principalmente en torno a los medios, estrategias y recursos para mantener y transmitir a los descendientes las claves identitarias de sus culturas de origen5. El emigrante español se siente miembro del colectivo panhispánico, pero también componente de hecho y derecho de una comunidad o región que le confieren rasgos idiosincrásicos diferenciales (ser andaluz, ser extremeño, ser gallego, ser catalán... constituyen categorías autóctonas). Ese sentimiento de pertenencia ha sido uno de los factores que ha venido favoreciendo a lo largo de todas estas décadas la vigencia de un carácter genuino, en virtud del cual los emigrados y sus descendientes han procurado no perder sus patrones culturales vernáculos y, al mismo tiempo, han solicitado de forma recurrente a las autoridades de su país matriz la disponibilidad de los medios necesarios para poder acceder a las clases complementarias de lengua y cultura españolas. Las demandas educativas se concretan esencialmente en el ámbito de la formación y de la adquisición lingüística del código del país de acogida o de origen por dos razones complementarias cuando hablamos de la primera o de la segunda generaciones. En el caso del idioma del espacio de acogida, la lengua es la principal barrera con la que al llegar se encuentra el emigrante de primera generación, ya que la may oría de ellos se ausentan sin conocerla en absoluto. Tienen, pues, que aprender rápidamente las claves básicas de la comunicación lingüística para poder defenderse, siendo con frecuencia el dominio de ésta tan débil y deficiente que dificulta en gran medida la integración y coadyuva a mantener, cuando no a acentuar, las diferencias con los autóctonos y con los demás colectivos inmigrantes. Sin embargo,

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en las segundas generaciones el problema se plantea en otros términos cualitativamente distintos: estos jóvenes serán bilingües, pero sólo lograrán una competencia relativa y dispar para expresarse en las dos lenguas. No obstante, conviene matizar que muchos de ellos acaban manejando sin problemas la lengua del país de acogida de sus ascendientes, lo que en sí comporta un hecho positivo. Y lo es porque el joven español al poseer un buen dominio del idioma propio del país de residencia, se encuentra facultado para interaccionar con los ciudadanos autóctonos y entablar relaciones de amistad con ellos en condiciones paritarias, no sintiéndose excluido ni discriminado. Con todo, suele acontecer que después de algunos años se aprecia un mestizaje entre las dos lenguas, que es a su vez el resultado de la convivencia entre dos culturas sin pertenecer de lleno a ninguna de ellas. La mayoría de los emigrantes intenta que sus hijos alcancen el dominio lingüístico pleno del respectivo territorio de asentamiento, enviándolos a escuelas públicas. Este alumnado, formado en los sistemas educativos de los países de acogida, no parece distinguirse de sus compañeros de educación infantil o primaria en el plano oral de la esfera idiomática. Pero en el plano escrito se encuentra en una situación un poco distinta, ya que se trata de lenguas que poseen representaciones gráficas diferentes a las habladas. Con respecto al conocimiento y empleo de la lengua del país de origen, la comunidad española emigrante es la que utiliza con más frecuencia su idioma nativo y la que acredita mayor preocupación por transmitírsela a sus hijos. La ponderación del código usado y del valor cultural del mismo emerge como uno de los factores que probablemente haya permitido que España se

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Las demandas educativas se concretan esencialmente en el ámbito de la formación y de la adquisición lingüística del código del país de acogida o de origen por dos razones complementarias cuando hablamos de la primera o de la segunda generaciones.


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La mayoría de los emigrantes intenta que sus hijos alcancen el dominio lingüístico pleno del respectivo territorio de asentamiento, enviándolos a escuelas públicas.

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erija en uno de los pocos países que consiguió obtener del Parlamento central por vía constitucional la cooficialidad idiomática en sus Comunidades Autónomas con lengua propia. Pero España, en tanto que identidad nacional, es portadora de una historia y de una cultura que todo español, con independencia de su adscripción territorial específica, considera de interés hacer suyas. Esta identidad nacional, que aparentemente prima por lo regular frente a la diferencial de cada región, se expresa, se transmite y se conserva por mediación de la lengua. Los emigrantes son conscientes de que desde el momento en que sus hijos manifiestan signos de distanciamiento respecto al país de origen, deben movilizarse para encontrar soluciones y, de ordinario, no hallan otra mejor que la de ofrecerles cursos de lengua y cultura españolas, incluso en los supuestos de que el gallego, el catalán o el euskera constituyan su habla habitual. Como contrapeso al sistema escolar del país receptor, las familias emigrantes y la Administración española articularon un sistema de enseñanza español paralelo en el extranjero para que los chicos, adolescentes y jóvenes españoles siguiesen manteniendo allí el uso del castellano. Esta situación favorece que el estudio y aprendizaje de la lengua se opere desde la dualidad. Esto es, por una parte, la lengua entendida como vehículo comunicativo, herramienta de trato que permite corroborar el éxito escolar y social; y, por otra, la lengua como referente identitario; es decir, en tanto que instrumento de enraizamiento, como utillaje que permite ubicarse en el contexto comunitario. El futuro de una lengua minoritaria depende de sus condiciones de transferencia y de las actitudes que los padres fomenten en los hijos. Estas actitudes se configurarán a

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partir de diferentes factores como: la postura de la familia hacia la lengua de identidad, la frecuencia de las estancias en el país de origen y los lazos establecidos con sus gentes, y la percepción desde el ámbito escolar de la propia lengua, asociada a su valoración y utilidad a nivel internacional. El castellano constituye uno de los idiomas más estudiados como segunda lengua. No cuenta con el prestigio de ser la “más difícil”, pero sí con el atributo de figurar entre las más habladas en el mundo, y este rasgo motiva a los jóvenes de manera positiva hacia su adquisición y dominio. EXPERIENCIAS EDUCATIVAS COMUNITARIAS El sistema de representación de la emigración se rige por los Consejos de Residentes Españoles en el extranjero. Su ámbito de actuación abarca la inserción de los alumnos españoles en el sistema educativo del país de residencia, así como el mantenimiento de los vínculos culturales con España y, en general, las actividades educativas de España en el exterior, allí donde no exista Consejo escolar. Otra órbita de intervención destacable atañe a la acción social y cultural en favor de los españoles, que se concreta en actividades orientadas a mantener la vinculación con la realidad del país de procedencia, así como a relacionarse con las comunidades radicadas en el país de acogida. Estas iniciativas se dirigen a todos los segmentos etarios (niños, jóvenes, adultos y mayores). Ninguna sociedad puede asegurar la igualdad de oportunidades si el sistema educativo afianza la discriminación o es impasible ante ella6. Ninguna sociedad pluricultural –y todas las europeas tienen que aceptar su diversidad– puede reconocer su plura-

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(6) Puede cotejarse OLVEIRA, M. E. y otros (2005): “Modelos culturales. Cuestiones conceptuales para el desarrollo de estrategias de intervención”. En S. Peiró: Nuevos espacios y nue vos entornos de educa ción, Alicante, Club Universitario, pp. 175176.


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lismo sólo en los dominios jurídico y filosófico, sin desarrollar simultáneamente una política activa en todos los frentes: socioeconómico, legislativo, educativo y cultural. Sería vano pensar que el retraso acumulado en uno de dichos ámbitos (por ejemplo el sistema educativo) puede llegar a compensarse con el progreso en cualquier otro sector. El dispositivo actual de escolarización de los hijos de los emigrantes mudó progresivamente desde hace más de 40 años. Cuando se estimaba que la emigración era temporal, la enseñanza para ellos se organizaba principalmente por parte del país de origen mediante iniciativas particulares. Con el tiempo, la Administración se percató de que un número considerable de emigrantes quedaría para siempre en los países de acogida. Y entonces los servicios de educación de éstos tuvieron que implicarse de lleno en la materia. Ya el 25 de julio de 1977 la Comunidad Económica Europea presentó una Directiva (dir. 77/486/CE) que marcará una etapa importante al imponerles a los Estados miembros la adopción de medidas específicas de escolarización para los hijos de los emigrantes en cooperación con los países de origen y la puesta en funcionamiento de pautas concretas para la enseñanza de la lengua materna y de la cultura de origen, teniendo la posibilidad de organizarse libremente cada país. Esta directiva adquiere rango de ley en julio de 1981. Durante mu cho tiempo, los sistemas de educación públ icos, tanto de los países emisores como receptores, se desinteresaron de la educación de los emigrantes, y subsidiariamente desempeñaron un rol decisivo en su formación las propias comu n idades emigradas a través de la promoción y el patrocinio de múltiples experiencias. La UNESCO ha reconocido que las aso-

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En el Colegio Español Cañada Blanch de Londres (Reino Unido).

ciaciones de trabajadores emigrantes se sintieron obl i gadas a asumir las re s p o n s abilidades de las demandas culturales y educ at ivas de sus comunidades humanas por la insuficiencia de la acción institucional7. La evolución de la acción educativa dirigida a los hijos de los emigrantes españoles se concreta en cuatro momentos muy singulares: el primero en 1970, cuando se constata la falta de una auténtica propuesta institucional en materia de educación para el mentado colectivo. Los únicos cursos que se programan son los organizados por formaciones de tipo religioso. El número de niños de origen español se incrementa con el reagrupamiento familiar. El problema de su educación se formula en las parroquias y en las asociaciones donde se encuentran los españoles. Comienzan a impartirse enseñanzas paralelas de la lengua y la cultura españolas, para asegurarles a las segundas generaciones la reinserción en los sistemas escolares del país de origen de sus ancestros, ante la previsible expectativa de retorno.

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(7) Para más información consultar: UNESCO (1978): Rapport de synthèse sur les attentes et les aspirations des tra vailleurs migrants en matière d’éducation et formation. Document de travail. Y UNESCO (1978): L’éducation des travailleurs migrants et de leurs familles. Paris, UNESCO.


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(8) Orden Ministerial de 28 de julio de 1969, BOE. de 4 de agosto. (9) Orden Ministerial de 14 de julio de 1977, BOE de 16 de julio.

La educación como anhelo

La presión de los padres y la consideración de las consecuencias que el abandono cultural de los españoles residentes en Europa podía comportar, obligaron al gobierno de nuestro país a impartir, desde 1971, clases complementarias de lengua española para el alumnado escolarizado en los sistemas educativos de los diferentes Estados europeos. El período de 1970 a 1975 es decisivo en la institucionalización del sistema educativo español en el extranjero. Se crean las oficinas de Educación vinculadas a las Embajadas, que serán las responsables de la dirección y de la organización de las enseñanzas destinadas a los trabajadores emigrantes y a sus hijos. El órgano que centraliza esta tarea es el “Consejo Escolar Primario para los Emigrantes Españoles”8 (se funda con el objetivo de crear, atender y dotar las clases complementarias de lengua y cultura españolas), que se convierte en 1977 en la “Junta de Promoción Educativa de los Emigrantes Españoles”9. La preocupación fundamental por estos tiempos es de tipo marcadamente cuantitativo: escolarizar al mayor número de alumnos. Se deseaba satisfacer la demanda de escolarización sin un soporte teórico sólido. Desde este instante se exigirá la asistencia a las clases de español como condición indispensable para la obtención de equivalencias. Un segundo momento arranca a partir de 1975, que es cuando el sistema escolar para los hijos de los emigrantes se consolida. Surge una nueva inquietud en cuanto a la calidad de las enseñanzas. El dilema se centra en la necesidad de una educación para el retorno o para la instalación permanente en el país de acogida. En algunos países se autorizan los cursos de lengua extranjera en los locales escolares fuera del horario de clase. Se pone el

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acento, según las orientaciones de los organismos internacionales que se ocupan del tema, sobre las propiedades de una enseñanza integrada en el horario escolar, que aventaja las opciones de las clases complementarias. Se les atribuye también un relieve superior a los aspectos cualitativos de la educación (métodos, objetivos, planificación, formación de los enseñantes, etc.). La penúltima etapa se inicia a partir de 1981, cuando aflora una nueva concepción del proceso educativo del hijo del emigrante. El regreso o la permanencia no pueden ser la disyuntiva que determine los objetivos de la acción educativa. Se debe dejar a cada individuo la oportunidad de decidir, proporcionándole la formación necesaria. Hay que facilitarle al joven emigrante el éxito escolar y profesional, así como una integración en la sociedad donde vive, preservando además su identidad cultural y lingüística. La Administración educativa española no supo hacerle frente a este cambio fundamental. Su actitud pasiva –reflejo de una política anti-asociativa– la distanció aún más de los emigrantes. En octubre de 1983, se establece una nueva organización de las clases de lengua y cultura, que intenta reproducir en el extranjero –en la medida de lo posible– el modelo escolar vigente en la España metropolitana. Se reúnen bajo un criterio de tipo geográfico varias unidades escolares que son coordinadas por un Director de los cursos. Estos organismos, producto de la reintegración, reciben el nombre de “Agrupaciones Escolares”. El profesorado constituye la “Junta de Profesores” y los padres aparecen representados en el “Consejo Asesor”, el cual tiene un carácter exclusivamente consultivo. Este consejo se encuentra formado por dos delegados de los docentes y dos delegados de los progenitores.

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La presión de los padres y la consideración de las consecuencias que el abandono cultural de los españoles residentes en Europa podía comportar, obligaron al gobierno de nuestro país a impartir, desde 1971, clases complementarias de lengua española para el alumnado escolarizado en los sistemas educativos de los diferentes Estados europeos.


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La oposición de las asociaciones de emigrantes se hizo oír enseguida, y la postura fue unánime. Las agrupaciones se consideraron discriminadas con respeto a la ley en vigor en España, donde la representación de los padres en los centros era mayor y aquéllos gozaban de más poder decisorio. Reclamaron su derecho a participar en la toma de determinaciones referentes a la educación de sus hijos, como lo hacían las asociaciones de madres y padres en España (AMPA). Sin embargo, sus demandas aún no fueron escuchadas. El 29 de abril de 1987 se publica el decreto que regulará a partir de esta fecha la acción educativa en el extranjero. En este decreto se hace mención a la nueva situación que se abre para los españoles residentes en Europa después de la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea. Este acontecimiento condujo a la modificación organizativa de las enseñanzas destinadas a los emigrantes españoles. El mencionado Decreto 564/1987 de 15 de abril, aporta la posibilidad de un cambio fundamental: los cursos de lengua y cultura españolas dejan de configurar una condición para obtener las equivalencias de estudio en España. Desde este momento las equivalencias serán automáticas. El objetivo de los cursos consiste, exclusivamente, en el aprendizaje de la lengua española. Estos cursos pierden su carácter escolar y, consecuentemente, se desprenden de ciertos aspectos propios del esquema académico reglado. Las “agrupaciones escolares” se convierten en “agrupaciones de lengua y cultura española”, que reunirán al profesorado de todos los niveles del sistema educativo de una misma zona geográfica. Se les otorga la posibilidad de organizar cursos de español para extranjeros, destinados a la obtención de un certificado

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expedido por el Ministerio de Educación y Ciencia. Esto permitirá imprimirle una nueva orientación a la acción educativa española en el exterior, cuando el número de alumnos de origen español resulte insuficiente. La lectura que se puede hacer de este discurso conduce a la tendencia a asimilar los cursos de lengua y cultura españolas para las segundas generaciones a los cursos de español para extranjeros, y así empiezan a surgir secciones bilingües en centros propios de los países de acogida y en centros de titularidad española en el exterior. La participación de los padres se canaliza mediante Consejos Escolares Nacionales con facultades de índole informativa y consultiva. Este decreto elimina toda posibilidad de participación efectiva de los padres en cuestiones que les conciernen directamente. La intervención de los padres emigrantes en el proceso educativo siempre fue muy reducida, a pesar de los ambiciosos objetivos iniciales de la Administración española. Podemos concluir sosteniendo que este decreto contribuyó a marginar a las personas hasta entonces más involucradas, ya que excluye la cooperación positiva de los progenitores10. La última fase corresponde a la que delimita la sociedad de las nuevas tecnologías y la llegada de Internet a través de las TICs al ámbito educativo. Ya desde finales de los 90, pero de forma cada vez más evidente a partir de los albores del siglo actual, se advierte una presencia creciente de materiales y recursos informáticos para el apoyo y la promoción de la lengua y la cultura españolas en plataformas virtuales, resortes que cada vez adquieren mayor predicamento11. Las Nuevas Tecnologías en el umbral del siglo XXI, también en el dominio de las migraciones, encierran variadas posibilidades. Y pasan a convertirse no sólo en un

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(10) Real Decreto 564/1987, de 15 de abril por el que se regula la acción educativa en el exterior (BOE, 102, 29 de junio, p. 12.623). (11) Para mayor información puede verse la red electrónica de didáctica del español como lengua extranjera: http://www.mepsyd.es/re dele/revista/caballero.sht ml [consultada el 4 de noviembre de 2009].


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dispositivo de verosímil y más preciso control sino, además, en una útil y potente herramienta de divulgación y de acercamiento a los residentes en el exterior. Retomando la experiencia educativa en el marco europeo, hemos de hablar de tres modalidades de escolarización para los hijos de los emigrantes españoles: las clases diferidas, las clases integradas y los colegios bilingües. Las clases diferidas son aquellas en las que la mayoría de los alumnos españoles de pri m a ria en los países europeos reciben la educación en castellano a través de los denominados cursos diferidos –tres horas a la semana–, bien después del horario escolar, bien los sábados. En estas clases se reagrupan los discentes de un distrito, localidad o zona geográfica. Las sesiones académicas se d e s a rrollan en colegios públicos, privados o en centros socioculturales. Por lo regular, los estudiantes se reúnen sin distinción de edad o de nivel lingüístico. Los alumnos, ya sobrecargados de trabajo escolar, no están motivados para el aprendizaje del español. En tales condiciones, la acción fo rmativa del profesor se encuentra muy limitada. Estos cursos le aseg u raban al alumnado la obtención de la equivalencia de los estudios efectuados en los países de residencia con los estudios del mismo nivel en España. En el caso de regresar al país de origen, los que habían seguido estas clases comp l e m e n t a rias eran admitidos provisionalmente en el nivel que c o rrespondería a su edad para observar su adaptación. Si no cumplían los mínimos serían enviados a un nivel inferior. En algunos c e n t ros también se fi j aba como requisito superar un examen que dilucidaba el nivel de conocimientos. La segunda modalidad de clases de cultura y lengua españolas es la denominada de los cursos integrados. En este caso, las

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Patio del Colegio Español Federico García Lorca en París (Francia).

clases del idioma del país de origen o ascendencia forman parte del currículo del alumno, ocupando un tercio del tiempo pedagógico. El profesorado se halla teóricamente integrado en la vida de la escuela. Se esgrime como la solución más recomendable a criterio de los organismos internacionales. Sin embargo, en la realidad cotidiana, los resultados no han venido respondiendo a las expectativas puestas en esta modalidad. A lo largo de casi tres lustros (1976-1990) se suscitó un debate acerca de la conveniencia de un modelo u otro. Las diferentes asociaciones de emigrantes españoles defienden opiniones divergentes en cuanto a la organización de los cursos de lengua y cultura. Con respeto a esta modalidad (cursos integrados), las asociaciones de madres y padres emigrantes reconocían que incluso si la mejor elección era la de los cursos integrados, los diferidos podían ser necesarios en algunos casos como mal menor, ya que no resulta factible utilizar un solo criterio para la estructuración de la variante académica: hay que tener en cuenta siempre las diferencias intrínsecas exis-

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tentes en los colectivos, bien sean de tipo geográfico, cultural, escolar, etc. Desde una óptica global y un enfoque didáctico más sólido podemos señalar ciertas ventajas de las clases integradas frente a las diferidas: el educando no está tan sobrecargado de trabajo y se respeta su tiempo de ocio, no tiene que realizar desplazamientos de unos centros a otros, las clases de lengua y cultura forman parte de su escolaridad global, el castellano configura una materia entre la totalidad del currículo ordinario del alumnado y se hace más fácil organizar grupos homogéneos de estudiantes, lo cual debería favorecer también la consecución de resultados más satisfactorios. Sin embargo, la ausencia de motivación en los educandos, la imposibilidad de establecer grupos homogéneos por falta de matriculados, la escasa aceptación que a veces registraron en el profesorado del país de acogida, al percibirlos como una intrusión en su espacio, y la poca proyección en la vida de la escuela, condujeron a que las clases integradas no hubiesen merecido toda la aceptación que cabría esperar ellas. Los centros bilingües fueron creados con el objetivo de conseguir la inserción del alumnado en la escolaridad española, hecho que determina su utilidad sólo para familias que se encuentran desplazadas por un tiempo reducido. En la práctica no son sino establecimientos públicos que reciben importantes subvenciones, porque se ocupan de todo el currículo obligatorio del sistema educativo español. Frecuentan estos colegios más que los hijos de emigrantes, los de los diplomáticos, profesionales de multinacionales, educadores, etc. El profesorado que atiende a las necesidades educativas del colectivo infantil y juvenil en el exterior ha de pertenecer a

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los cuerpos docentes de la enseñanza pública con una preparación específica para ocuparse de un colectivo con una problemática concreta, por lo que su función no se reduce al mero traslado de los contenidos programáticos impartidos en España al nuevo ámbito educativo. La selección del profesorado fue pareja al desarrollo histórico de las clases de lengua y cultura. Al principio los profesores también tenían la condición de emigrantes, los contratos eran ilimitados y no existía un proyecto de futuro para este grupo de enseñantes. Con la creciente demanda de cursos de español, en un primer momento fue necesario improvisar. El profesorado era contratado entre los miembros cualificados de la comunidad española para ejercer esta función. En la actualidad, el profesorado es nombrado en comisión de servicios por un período de tres años, prorrogable por otro de la misma duración, previo informe favorable del organismo competente. Esta nueva organización permite una mejor planificación de la acción educativa, así como la posibilidad de contemplar una formación específica para los candidatos seleccionados. Este proceso formativo no se limita a documentarlos sobre la situación con la que se encontrarán a su llegada en los ámbitos administrativo, escolar y social. Los enseñantes recibirán una verdadera preparación pedagógica, para que puedan re s o l ver situaciones muy diferentes a las habituales en su labor cotidiana anterior. Para conseguir una acción educativa integral con las comunidades de emigrantes es imprescindible una intervención múltiple en la cual tienen que confluir profesorado, investigadores, asistentes sociales, padres, directivos de centros culturales, responsables de medios de comunicación, animadores, monitores y

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Para conseguir una acción educativa integral con las comunidades de emigrantes es imprescindible una intervención múltiple en la cual tienen que confluir profesorado, investigadores, asistentes sociales, padres, directivos de centros culturales, responsables de medios de comunicación, animadores, monitores y representantes de la vida asociativa.


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representantes de la vida asociativa. Esta acción implica una capacitación idónea de los educadores, un reciclaje periódico y una constante revisión de la experiencia práctica. Sólo procediendo de este modo nos hallaremos ante una acción pedagógica pluridisciplinar que tiene en cuenta todos los factores culturales y sociales implicados en la formación de las segundas generaciones y aun de las subsiguientes. A día de hoy, la situación del profesorado que posee su plaza en propiedad es la característica de quien mantiene los derechos adquiridos por su orden de nombramiento y no puede ser revocado del cargo salvo por incumplimiento pedagógico de la función asignada en el extranjero, por incoación de un expediente disciplinario o por la supresión de la enseñanza española en el país donde se encuentra destinado. PROGRAMAS INSTITUCIONALES VIGENTES Del corpus emanado de diversa jurisprudencia se desprende que el Estado ha de erigirse en el garante del bienestar de la ciudadanía española afincada en el exterior. Para hacer efectivo este derecho, a lo largo de los años, varios departamentos –hasta el actual Ministerio de Trabajo e Inmigración– han creado servicios para atender a la población española esparcida por los cinco continentes. Hemos de señalar que en el caso de los residentes en Europa, la Dirección General de la Ciudadanía en el Exterior tiene encomendadas las funciones de apoyo y promoción educativa, cultural y laboral de los emigrantes y de los familiares a su cargo, así como la atención social y la integración laboral de los retornados a España. El gran calado de estas funciones no se ejecuta e implementa desde una Administración en exclusiva, sino

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que la mayoría de las veces cuenta con la colaboración de varias Administraciones y organismos que hacen posible el desarrollo de multitud de programas adaptados a realidades y situaciones concretas. Las múltiples competencias de la Dirección General de Ciudadanía en el Exterior se llevan a cabo a través de catorce programas de ayudas y subvenciones que se estructuran en seis secciones desde las que se da cabida a: las necesidades extraordinarias de los retornados; la integración sociolaboral, la orientación profesional y la promoción del empleo; la promoción educativa y cultural; la acción corporativa de las instituciones y asociaciones; la integración de las personas mayores, y el despliegue de proyectos concretos en el ámbito migratorio12. Ciñéndonos a los diversos ámbitos de intervención, enunciaremos y glosaremos con brevedad algunos de los programas activos, auspiciados desde la Administración pública española: Programa Educativo. Comprende tres tipos de ayudas: a) De promoción educat iva en el exterior, desde el cual, como ya hemos señalado, se pretende favorecer el acceso a los dive rsos niveles educativos de de la ciudadanía española residente en el exterior. Para el desarrollo de este programa, además de toda la infra e s t ru c t u ra y modalidades de enseñanza existentes, el profe s o rado dispone de un gran volumen de mat e rial didáctico a su alcance. Sin embargo , la problemática específica en modo alguno queda resuelta, ya que no se trata de ofrecer copiosas cantidades de instrumental educativo, sino de proporcionar unas herramientas pedagógicas adaptadas a los alumnos y a las clases. Una de las críticas más seve ras que se le ha

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(12) Para una información más detallada, véase: http://www.ciudadaniaexterior.mtin.es/es/act uaciones/ficha-programas-ayu.htm [consultada el 4 de noviembre de 2009].


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h e cho a este programa atañe a la falta de un utillaje didáctico creado por el propio profe s o rado y ajustado a las circunstancias part i c u l a res en las que trabaja y debe aplicarlo. En la actualidad, y desde el marco de la UE, ex i s t e n equipos de docentes encargados de diseñar y elab o ra r re c u rsos didácticos específicos para estos alumnos. La selección de un plantel de enseñantes idóneo es otro de los temas más notables y acuciantes, ya que conviene que sean ex p e rtos conocedores de las necesidades y las dificultades existentes en el contexto de aprendizaje donde van a desempeñar su labor, p a rtiendo su praxis de la cotidianeidad del colectivo al que se diri gen. Este programa se presenta como un marco de refe rencia flexible que d eberá ser adaptado a las situaciones específicas de cada grupo de alumnos, según los respectivos países. Los niveles y ámbitos educativos que se imparten a los españoles en el extra n j e ro son la educación pri m a ria, la educación secundaria, la educación permanente de adultos (estas enseñanzas van encaminadas a fa c i l i t a rles a los alumnos la obtención del título de Educación Básica, recibiendo una preparación adecuada y compat i ble con su trabajo; además, también se organizan actividades socioculturales variadas en colab o ración con las asociaciones de emigra ntes), y la universitaria a través de la Unive rsidad a Distancia (las segundas ge n e raciones pueden seguir estudios universitarios mediante la participación en los curs o s que imparte la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que hoy cuenta con una oferta mu y dive rs i ficada).

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b) Las becas Reina Sofía, que tienen como fi n ayudar a los españoles residentes en el ex t e rior carentes de los medios económicos necesarios para poder cursar estudios superiores en el sistema universitario español o realizar cursos de posgrado y formación específica en España. c) Por último cabe señalar las ayudas para prácti cas universitarias, que contri bu yen a sufragar parcialmente los gastos de desplazamiento a España de los estudiantes de las unive rsidades españolas que residen en el ex t e rior, de manera que les resulte factible realizar aquellas prácticas catalogadas como obligatorias. Programa de jóvenes. Dirigido al colectivo juvenil español, con edades comprendidas entre los 13 y los 29 años, radicado en el exterior o que se desplaza a Europa para tomar parte en actividades de formación y prácticas profesionales. Este programa integra dos acciones destinadas a este sector etario: a) Las subvenciones orientadas a posibilitar la inser ción de la población joven en el mercado laboral o a agilizar su promoción profesional. b) Las ayudas para actividades canalizadas a conocer la realidad española y reforzar lazos culturales y de identi dad con España. Por medio de ellas se fomentan la part i c ipación de la juventud en actividades artístico-culturales y los viajes culturales para los hijos de los emigrantes. Programa de mujeres. Se presenta como una oferta vehiculada hacia todas las entidades, asociaciones y colectivos de

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carácter público o privado que trabajan a favor de las mujeres, contribuyendo tanto a su inserción laboral y profesional como al impulso de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, además de a la prevención de situaciones de violencia de género. El programa oferta dos tipos de ayudas: una de formación para el empleo y el mercado laboral, dirigida a mujeres españolas con edades superiores a 35 años y que buscan un trabajo o que desean materializar su retorno a España; y otra de prestaciones para casos de vulnerabilidad. Programa de mayores y dependientes. En lo tocante a la temática socio-asistencial –igual que a la asistencia en el exterior–, la ley señala que se crearán servicios que tengan por objeto la recepción, acogida o el alojamiento temporal en centros adecuados. La población “diana” comprende al colectivo de 60 años, si es pensionista, o a los mayores de 65, en general. Por ello, este programa también se desglosa en dos clases de ayudas: a) Para actividades asistenciales y de atención a mayores y dependientes, con las que se aspira a facilitarles la realización de tareas encauzadas a mejorar sus condiciones de vida. Tales acciones han de ser desarrolladas por asociaciones y centros de españoles en el exterior u otras entidades cuyo objeto estribe en la asistencia socio-sanitaria a este colectivo. Da cobertura, asimismo, a la acogida e integración de los mayores que deseen retornar, albergándolos en residencias específicas, cuando se estime necesario, y fomentado el uso de los hogares de día como agencias socializadoras de los mismos en su nuevo entorno de convivencia.

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b) Para viajes de mayores a España, a través de los cuales se procura favorecer el reencuentro de los ausentes con la sociedad española, así como el disfrute de los beneficios sociales aquí existentes. Este aporte se concreta en numerosos supuestos en viajes costeados por la Administración española con el fin de participar en el programa de Vacaciones para Mayores que patrocina el Ministerio de Trabajo e Inmigración a través del Instituto Nacional de Servicios Sociales (INSERSO). Programa de asociaciones. Se implanta con el objetivo de contribuir a la financiación de los gastos habituales derivados de la gestión y del funcionamiento de las asociaciones, centros y federaciones de los españoles en el exterior. Puede participar en él cualquiera de estas entidades que cuente con un número de afiliados entre 50 y 1.000 y se proponga acometer actuaciones de carácter social, cultural o educativo sin ánimo de lucro. Programa de centros. Contri bu ye a sufragar los costes de obras nuevas o de rehabilitación y adaptación de las sedes de los centros y de sus múltiples instalaciones. El programa va dirigido a las federaciones y agrupaciones de españoles en el ex t e rior que realizan una labor asistencial. Se considera cl ave para ga rantizar la supervivencia del antiguo asociacionismo y la integración formal del colectivo español, ya que en los tiempos actuales estos grupos difícilmente podrían sobrev ivir sin unas instalaciones adecuadas y sin las correspondientes subvenciones que les permitiesen acondicionar y acomodar sus espacios de conve rgencia a las nu evas necesidades de la socie-

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(13) Todos estos programas se pueden consultar en: http://www.ciudadaniaexterior.mtin.es/es/actuaciones/ficha-programasayu.htm. También en su normativa reguladora básica, accesible igualmente a través de la Red. Véanse: ORDEN TIN/58/2009, de 21 de enero, por la que se modifica la Orden TAS/874/2007, de 28 de marzo, por la que se establecen las bases reguladoras de la concesión de subvenciones destinadas a los programas de actuación para la ciudadanía española en el exterior y los retornados (BOE nº 23 de 27 de enero). ORDEN TIN/2004/2008, de 26 de junio, por la que se modifica la ORDEN TAS/874/2007, de 28 de marzo, por la que se establecen las bases reguladoras de la concesión de subvenciones destinadas a los programas de actuación para la ciudadanía española en el exterior y los retornados (BOE nº 166 de 10 de julio).


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dad del siglo XXI. La cuota de los socios en modo alguno cubre gastos tan cuantiosos como los derivados de la remodelación o el mantenimiento de locales comunitarios, actuaciones que resultarían inviables sin la ayuda de las Administraciones públicas. Para poder concurrir a estas ayudas, las entidades deberán estar inscritas en el Censo de Asociaciones y Centros de la Dirección General de Ciudadanía Española en el Exterior, con dos años de antelación. Programa de retorno. Engloba las ayudas para información y asesoramiento de los retornados. Se pueden acoger a este programa las instituciones españolas o extranjeras, públicas o privadas radicadas en España o en el exterior.

ORDEN TAS/874/2007, de 28 de marzo, por la que se establecen las bases reguladoras de la concesión de subvenciones, destinadas a los programas de actuación para la ciudadanía española en el exterior y los retornados (BOE nº 82 de 5 de abril). ORDEN TIN/2378/2009, de 28 de agosto, por la que se modifica la ORDEN TAS/874/2007, de 28 de marzo, por la que se establecen las bases reguladoras de la concesión de subvenciones destinadas a los programas de actuación para la ciudadanía española en el exterior y los retornados. (BOE nº 218 de 9 de septiembre)

Programa de proyectos de investigación. Con él se persigue fomentar la realización de estudios que incrementen el conocimiento histórico o actual de los españoles residentes en el exterior y del colectivo retornado. Se incentiva la ejecución de propuestas verificables con intervención directa en la comunidad española establecida en el exterior. La convocatoria se encuentra ab i e rta a personas físicas, entidades públicas (universidades) o privadas que posean un claro fin social, asistencial, info rm ativo, cultural o educativo. Programa de comunicación. Se bifurca en dos variantes: una de ellas para la suscripción a publicaciones periódicas especializadas; y la otra para el desarrollo de actividades y experiencias en el ámbito de la comunicación, destinadas al colectivo emigrante, a través de cualquier medio escrito o audiovisual, ya sea prensa en soporte impreso, radio, televisión o Internet13.

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Contribuciones literarias de la emigración Ana RUIZ Profesora del Departamento de Lingüística, Lenguas Modernas, Lógica y Filosofía de la Ciencia, Teoría de Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

E

l interés en realizar estudios sistemáticos de carácter académico sobre el corpus de literatura de emigración de origen español en Europa es relativamente reciente en comparación con lo sucedido con otras nacionalidades. Dadas las limitaciones de espacio editorial del presente volumen sintetizaremos las principales reflexiones en tres apartados: realizaremos un breve recorrido del surgimiento de la producción literaria de emigrantes en Alemania como ejemplo de lo sucedido en uno de los destinos prioritarios de emigración; analizaremos las principales contribuciones de este tipo de literatura vista desde los inicios del siglo XXI; y finalmente nos permitiremos unas reflexiones sobre su papel respecto a la memoria cultural nacional y europea, y a su futuro. La producción literaria de los emigrantes en Alemania no presenta a priori mayor

Ana RUIZ SÁNCHEZ. Ha realizado el Doctorado Europeo en Filología Alemana y es Premio Extraordinario de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Su labor investigadora se ha centrado en la llamada Literatura Intercultural en Europa. Coordina el Seminario Permanente para el Estudio de las Literaturas Desterritorializadas en Europa, que agrupa en la actualidad a jóvenes investigadores de cinco países. Ha colaborado como asesora en temas de Libertad Religiosa y Derechos Humanos en diferentes proyectos, siendo coordinadora de redacción de la Declaración de Marzo (www.pactodeconvivencia.org). Desde 2009 es directora de los Cursos de Español para Extranjeros de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).


Ana RUIZ SÁNCHEZ

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relevancia que la producida en Francia, Suiza, Bélgica u otros lugares. Nos sirve sin embargo para ejemplificar características comunes a todas ellas. De ahí su elección. 1. BREVE ANÁLISIS DEL SURGIMIENTO DE LA PRODUCCIÓN LITERARIA DE EMIGRANTES EN ALEMANIA La naturaleza, el volumen y la dispersión del material que compone el corpus de literatura de emigración española en Alemania han hecho inestimable para la investigación la ayuda de emigrantes que por iniciativa privada han recopilado durante años las revistas, autoediciones, obras y documentos gráficos de diferentes tipos que documentan las afirmaciones que ahora exponemos. Porque el rasgo quizá más característico de este movimiento literario frente a otras nacionalidades, es el marcado carácter individual, quijotesco incluso, de las iniciativas. Durante décadas, fueron personas, que no instituciones, quienes aglutinaron en torno a sí iniciativas culturales significativas. El profundo desconocimiento y desinterés institucional de España por incentivar propuestas culturales generadas por los propios emigrantes abocó desde el principio a toda iniciativa cultural de carácter literario –con excepción de los concursos de redacción organizados con la finalidad de fomentar el uso del español en la segunda generación– al ámbito privado; se centra así la actividad en el esfuerzo personal, intelectual y económico de los mismos autores, incapaces por sí solos de hacer cuajar iniciativas coordinadas de carácter suprarregional con una mínima pervivencia. Escasa fue también, con excepciones notables en los autores José A. Oliver, Guillermo Aparicio o Antonio Hernando, la relación de

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los autores españoles con los círculos literarios de otras nacionalidades. Como colectivo y por evidentes razones lingüísticas, se entró en contacto con autores del mundo iberoamericano en Alemania en una relación plagada de amores y desamores. No encontraremos por lo tanto en el ámbito de la emigración española en Alemania una reflexión sobre el hecho literario tan amplia y fructífera como la que tuvo lugar entre los emigrantes italianos, ni la fuerza y coordinación de las iniciativas turcas. Y sin embargo y a pesar de todo, encontramos una producción literaria que comparte las características principales de la literatura de emigración y que a su vez aporta elementos de debate sin los cuales el panorama global se vería empobrecido. Entre los autores podríamos señalar dos grupos: aquéllos en quienes la experiencia de la emigración es decisiva como motor para la producción literaria, en su gran mayoría sin formación académica y que escriben por lo general en su lengua materna, sea ésta español, gallego o catalán, no habiéndose encontrado hasta el momento textos en vasco. El género por excelencia será la poesía. La mayoría de ellos publicarán en revistas y no llegan a consolidar su trayectoria literaria. Entre todos ellos tienen especial relevancia Patricio Chamizo (1936) –teatro y novela– y Antonio Hernando –poesía–. En un segundo grupo encontramos autores con formación académica y con una vocación literaria más arraigada. Sus motivos para emigrar no fueron estrictamente económicos, así que la emigración es un tema entre otros, más o menos presente, pero sin continuidad. Entre ellos encontramos más variedad de géneros: escriben sobre todo novela, pero también poesía, ensayo y teatro. Tras iniciar su producción literaria en español, cambian su

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En 1967 aparece publicada en España la novela En un lugar de Alemania. Novela de los trabajadores españoles, de Patricio Chamizo, escrita como pieza de teatro en 1964 y estrenada en octubre de ese mismo año en Frankfurt. Chamizo había llegado a Alemania en 1963 para trabajar como obrero en el servicio de correos del aeropuerto de Frankfurt.


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lengua literaria al alemán o practican un bilingüismo fáctico. Son entre otros Víctor Canicio (1937), Guillermo Aparicio (1940), Teresa Cervantes, Heleno Saña (1930). Si bien en 1960 se firma el Convenio Bilateral de Contratación con España, iniciándose así oficialmente un movimiento migratorio, literariamente los primeros textos aparecen en 1964, año en el que también aparece Arrivederci, Deutschland de Gianni Bertagnoli, obra fundamental dentro de la producción emigrante italiana. La producción literaria que con ellas arranca puede ser dividida en tres grandes etapas coincidentes grosso modo con las décadas: una primera etapa que se desarrolla en la década de los sesenta-setenta, una segunda etapa que llegaría hasta finales de los ochenta y una tercera etapa iniciada en los años noventa, que coincide con una nueva era en la historia de Alemania, y que como ésta todavía no ha concluido. LOS INICIOS En 1967 aparece publicada en España la novela En un lugar de Alemania. Novela de los trabajadores españoles, de Pat ricio Chamizo, e s c rita como pieza de teatro en 1964 y estrenada en octubre de ese mismo año en Fra n k f u rt. Chamizo hab í a llegado a Alemania en 1963 para trabajar como obre ro en el servicio de correos del aeropuerto de Fra n k f u rt. Toma la pluma ante la necesidad de describir de la forma más dramática posible –de ahí su elección inicial del género teatral– la realidad en la que vivían los emigrantes españoles: solos, aislados de su entorno familiar y de un entorno social que ellos sienten como hostil y con escasas posibilidades de defensa. Con ese motivo elige conscientemente centrarse más en la dimensión social del tema

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Presentación del libro Aventuras en la nostal gia, sobre la Guerra Civil Española, en Londres (Reino Unido).

elegido que en la calidad litera ri a , rep roduciendo con afán de realismo las peculiaridades lingüísticas según su origen ge ogr áfico y el nivel cultural de los personajes, y renunciando a todo a d o rno estilístico. Sin embargo, la producción litera ria de la mayoría de los e m i grantes en esta época no tiene la densidad y extensión que e n c o n t ramos en la obra de Chamizo. Son muchos los emigrantes que optan por dar fo rma litera ria a su pensamiento. En opinión de Florencio Domínguez escriben más por una necesidad de c o municación que por vocación, más por soledad que por afán de ilustración, más por desahogo que por afán lúdico, y por encima de todos estos factores, por la posibilidad de ve rse ellos mismos en la ficción litera ria con sus señas de identidad intactas. La m ayoría de ellos apenas tenía estudios -a pesar de la pro h i b i c i ó n ex p resa de emigrar que el go b i e rno español dirigía a personas analfabetas–, nunca habían escrito antes y ni hubieran escrito si no hubiera sido por la ex p e riencia de la emigración. Hay en esta

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época una cl a ra pre fe rencia por la poesía, por su mayor brevedad en la elab o ración y por sus mayo res posibilidades de publicación. P redominan las fo rmas populares (copla y romance) frente a las cultas (soneto o décima), y el verso libre sin rima. Los temas más re c u rrentes eran la emigración en sí, vivida como una situación injusta , la nostalgia de los seres queri d o s , la patria (bien sea p u ebl o , región o país) vista desde dife rentes perspectivas, con nostalgia, con patriotismo, o con una visión crítica frente a la actuación del go b i e rno español y de la Iglesia Católica, la búsqueda de una identidad propia, la observación crítica o asombrada del entorno alemán, y finalmente otros temas de carácter más ge n e ral como son el amor, asuntos morales y temas fantásticos. El lector implícito era siempre español, bien sea el colectivo emigra n t e, bien sea la familia. Ante el aumento de dicho interés litera ri o , curiosamente centrado más en escribir que en leer, algunas revistas info rm at ivas para emigrantes empiezan a publicar dicha poesía esporádicamente o – dado el volumen de la pro d u c c i ó n recibida– creando una sección para ello. Como texto de re fe re ncia para el estudio de esta producción remitimos a la antología Huérfanos de sol en estas tierra s, p u blicada por Epifanio Domínguez y Karl-Heinz Anton en la revista Hispanorama (1989), en la que se re c ogen cien poesías publicadas entre 1974 y 1978 en la revista del Movimiento llamada 7 Fechas en las secciones “La poesía del emigra n t e ” y “Emigro t e c a ” , coordinada esta última por el escritor Víctor Canicio. Así nacen también, a finales de los setenta, una serie de revistas litera ri a s , la mayo r í a de vida muy breve, como fuero n : El Mundillo de Gelsenkirch e n , que luego pasará a titularse Subahnstruchenbachen buscando con dicho título un efecto humorístico al mezclar español y alemán;

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Al Margen en We t z l a r, El mundillo. Revista litera ria libre emi gra n t e, d i ri gida al colectivo internacional de emigrantes españoles en Europa. Entre todas ellas, sin duda alguna, fue Viento Sur, revista litera ria publicada en Hamburgo y diri gida por el pintor andaluz Nono Carrillo y su mujer Remedios Quintana la que alcanzó mayo res logros. Al calor de estas revistas aparecen dos figuras que ejercen funciones de críticos literarios: la figura del coordinador de las secciones literarias que decidía en muchos casos cual de las poesías “menos malas” se publicaban; y la del lector, persona emigrada también, con cierta cultura, a quien el pre-escritor le solicitaba de manera privada los servicios de corrección de los textos. Víctor Canicio, Ricardo Bada, Epifanio Domínguez en Gelsenkirchen, y sobre todo Nono Carrillo en Hamburgo ejercieron estas labores. Junto a este corpus de entidad menor, ap a recen en la década de los setenta las siguientes novelas: H i s t o ria de la misteriosa des aparición de Porfiria Santillana, fregona española en un país superdesarrollado de José Martín – Artajo, publicada en Méjico en 1970 después de haber sido censurada en España; Los extraños peregrinos de Hamburgo (1971) y El cuarto Reich (1972) de Torc u ato Miguel; y las tres obras con las que Víctor Canicio, escritor y traductor español de re n o m b re afincado en Alemania, se dará a conocer: ¡Contamos contigo! Krónikas de la emigración (Barcelona, 1972), Pronto sabré emigrar (Barcelona, 1974) y Vida de un emigrante español. Testimonio auténtico de un obrero que emigró a Alemania (Barcelona, 1979). Los años ochenta traen aires nuevos a esta literat u ra, perm itiendo que ciertas iniciativas se consoliden. Empiezan a ap a re c e r

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Los años ochenta traen aires nuevos a esta literatura, permitiendo que ciertas iniciativas se consoliden. Empiezan a aparecer escritos de autores españoles en antologías sobre literatura de emigración.


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escitos de autores españoles en antologías sobre literat u ra de emigración. Así por ejemplo, ap a recen textos de Antonio Hern a n d o en Im neuen Land (1980) y junto a Guillermo Ap a ricio en Annäherungen (1982) editadas por F. Biondi en la serie Südwind; junto con Hernando encontramos a un jovencísimo José F. Agüera Oliver en Zwischen Fab rik und Bahnhof (Bremen, 1981) –que p u blica también en Zwischen zwei Giganten (1983)–, en Das Unsichtbare sagen (1983) y con Dies ist nicht die Welt die wir suchen. Ausländer in Deutschland (Essen, 1983). Junto a ellos ap a recen otros autores de menor renombre: Conchita Hern a n d o , hija del poeta, José Bosch y Barre ra , Jose Luis Gordillo Leal... Se p roduce por lo tanto un mayor contacto con autores e iniciat ivas e m i grantes de otras nacionalidades, lo que dará a la literat u ra de o ri gen español un mayor carácter interc u l t u ral. El autor dejará de d i ri gi rse a un lector potencial español e incluirá como re c eptor de su obra a otras minorías emigrantes y al público alemán en ge n era l , viéndose en la necesidad de publicar –y ciertos autores de e s c ribir– en alemán. El tema de la emigración continúa presente en la traye c t o ria de la mayoría de los escritores, pero se ab re en t o rno a él todo un abanico de posibilidades: junto al tratamiento p u ramente litera ri o , se opta también por la mediación bicultura l , la re fl exión sobre el lenguaje y el estudio mismo de la creación l i t e ra ria entre emigrantes. Encontramos por lo tanto una mayor e l ab o ración. Se abandona prácticamente la re fe rencia al país de o ri gen y se centra el punto de vista en el país de acogida. Mejora c o n s i d e rablemente la calidad litera ria de los autores que continúan escri b i e n d o . Los años 80 serán también la época dorada de Viento Sur, la mejor revista literaria de la emigración de origen español.

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Dicha revista nació como cuaderno de la tertulia literaria “El Butacón”, de Hamburgo. Dirigida por el matrimonio formado por Nono Carrillo y Remedios Quintana, su primer número aparece en la navidad de 1977. Se publicó de manera ininterrumpida hasta el invierno de 1993, fecha en la que ambos dejan la dirección de la revista pensando retornar a España. Tras una pausa de dos años reaparecerá Viento Sur en el verano de 1996, con su número 29, bajo la dirección de José Napoleón Mariona (autor que escribe habitualmente bajo el pseudónimo de Chema Grande) y con un nuevo formato perdiendo en nuestra opinión la originalidad y la buena maquetación que hacían de Viento Sur una de las mejores revistas literarias de la emigración hispana en Alemania. Viento Sur tiene un lugar propio en la literatura de emigración española por varias razones: se aprecia un incremento sustancial de la calidad de los textos publicados respecto a otras revistas, aún sin perder de vista su propósito de ser vocero de la literatura de emigrantes. En sus páginas encontraremos por ejemplo textos de un joven Luis Sepúlveda, novelista desconocido entonces y mundialmente conocido en la actualidad. Al nacer dentro del marco de la tertulia literaria “El Butacón”, uno de cuyos principales fines era la promoción cultural del emigrante a través de la literatura –en sus dos vertientes de lector y escritor– se empezó exhortando vehementemente a la lectura de los grandes maestros de la literatura en lengua española y se invitó a participar en la tertulia de una u otra manera a autores de renombre de paso por Hamburgo (Camilo José Cela, Miguel Barnet, Rosa Montero, Noel Navarro entre otros). Cada visita tuvo su reflejo en la revista, a través de textos, informes o autogramas. También su diseño presenta una significativa calidad gráfica, siendo deci-

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Los sucesos históricos vividos en Alemania a partir de 1989 son de tal calado que no dejan indiferentes a estos escritores. Y también entre ellos se marca en cierta forma una cesura respecto a lo vivido anteriormente. La pregunta sobre la identidad, tema central de la literatura de la emigración, se hace relevante súbitamente para toda la sociedad de acogida.

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siva en esta labor la dirección del pintor Nono Carrillo. Viento Sur convocaba además anualmente un concurso literario que ya en su tercera convocatoria logró difusión internacional. Esta labor de gestión cultural tuvo sus frutos: a partir de Viento Sur surgen propuestas con más o menos éxito de nuevas revistas literarias dentro y fuera de Alemania, y fue en el ámbito de la emigración española la publicación independiente que más larga vida ha tenido. Los sucesos históricos vividos en Alemania a partir de 1989 son de tal calado que no dejan indiferentes a estos escritores. Y también entre ellos se marca en cierta forma una cesura respecto a lo vivido anteriormente. La pregunta sobre la identidad, tema central de la literatura de la emigración, se hace relevante súbitamente para toda la sociedad de acogida. El interés por la literatura de emigración decae o se ve relegado por los acontecimientos. Los emigrantes españoles que continúan en Alemania están integrados en mayor o menor medida, ya han reconstruido sus referencias culturales y en cierto modo su identidad, centrados en la sociedad de acogida. Carece de sentido continuar hablando de la experiencia de la emigración. Se ha saturado el tema, no hay nada nuevo que decir. La segunda generación pierde el interés por seguir conociendo el idioma y la cultura de sus padres, con lo que pierden peso las iniciativas culturales con estos fines. Y sin embargo, los escritores emigrantes –aquellos que no han muerto o retornado todavía– toman de una u otra forma la palabra en sus escritos o, en los casos de aquellos dedicados al periodismo, a través del ejercicio de su profesión. Y lo hacen desde una conciencia crítica, desde una fortaleza moral que no

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deja pasar desapercibidos sucesos como los ataques xenófobos a inmigrantes en Mölln o Solingen. Atrás quedó la irresoluble duda sobre la identidad, que minaba al autor frente a la sociedad de acogida. Se aprecia en los textos ahora una seguridad que nace de la convicción de poder y a la vez deber aportar algo a una sociedad en construcción, la alemana. Sin lugar a duda, la figura literaria de mayor significación en esta tercera etapa todavía sin concluir es la persona y obra literaria de José F. A. Oliver, poeta hijo de emigrantes españoles cuya obra bien merece un estudio detallado. El análisis de algunas de sus obras nos muestra con claridad las características claves de la producción de la segunda y tercera generación de escritores interculturales, aquellos que si bien han nacido ya en la sociedad que acogió a sus padres o abuelos emigrantes y han sido escolarizados y socializados en la lengua de dicha sociedad –en el caso de Oliver el alemán–, mantienen en sus obras un proceder creativo en el que conviven dos o más lenguas y memorias histórico-culturales, huellas de procesos migratorios que en la mayoría de los casos ellos ya no han vivido en primera persona. 2. CONTRIBUCIONES LITERARIAS DE LA EMIGRACIÓN La principal aportación desde el punto de vista literario de lo descrito con anterioridad es ser parte constituyente de un nutrido corpus multicultural de literatura de emigración en Alemania que ha desembocado, cual río poderoso que se desborda, en un estallido de literaturas polifónicas que rebosa por encima de las categorías establecidas y transforma la literatura europea, haciendo extraordinariamente complejos su estudio y clasificación. Esta nueva literatura en Alemania fue definida por Carmine Chiellino

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bajo la denominación de “Literatura Intercultural” (2000). Hoy estamos ya en disposición de afirmar que existe una literatura intercultural europea, producida por autores que en el momento creativo, tienen a su disposición como materia de trabajo más de una lengua y memoria histórico-cultural. Esta literatura intercultural europea se nu t re de la pro d u cción ge n e rada por las migraciones llegadas a Centroeuropa procedentes del Mediterráneo (a partir de 1955), a la que se han añadido sucesivamente las ap o rtadas por el exilio político pro c edente de los países del Este (a partir de 1968), de Latinoamérica (a partir de 1973), de países de Oriente Próximo como El Líbano, S i ria e Irán (en la década de los setenta), del reasentamiento de diversas minorías fruto de los conflictos balcánicos de los 80 y 90, y de las migraciones procedentes del Lejano Oriente y de África. Como apunta Chiellino (2000), en apenas cinco décadas esta literatura supracultural ha ganado una diversidad lingüística como nunca se había sucedido dentro de la literatura europea. La existencia de voces extranjeras dentro de una literatura nacional no es nueva en absoluto. No es necesario referirse a países con fuerte pasado colonial, incluso en el ámbito de la lengua alemana se podrían citar nombres de grandes autores emigrantes o exiliados de todas las épocas: Thomasin von Circlaria, Elías Canetti, Adelbert von Chamisso y las elecciones lingüísticas a las que se vieron enfrentados Franz Kafka, Paul Anczel (alias Paul Celan), Rose Ausländer y Jurek Becker entre otros muchos. Sin embargo, es la intensidad del fenómeno la que permite hablar de la novedad que supone esta literatura producida por emigrantes dentro del panorama europeo, por la extensa nómina de autores,

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la diversidad de procedencia, la cantidad de obras producidas, su pluralidad lingüística e impacto social. Una mirada atenta a la literatura europea permite encuadrar a los autores españoles citados hasta ahora como antecedentes de un movimiento literario de destacada relevancia artística y creciente visibilidad político-sociológica en la actualidad. Sirva como muestra, la concesión de los Nobel de Literatura a Gao Xingjian (2000), o en el 2009 a la autora rumano-alemana Herta Müller (nacida en 1953). Junto a Antonio Hernando (1936-1986), Guillermo Aparicio (1940), y José F. A. Oliver (1961) de origen español, forman parte de este movimiento en lengua alemana nombres de tres generaciones: Franco Biondi (1947), Marisa Fenoglio (1933) y Gino Chiellino (1946) de origen italiano; Eleni Torossi (1947) entre la minoría griega; Aras Ören (1939), Aysel Özakin (1942), Habib Bekta (1951), Zehra Ç›rak (1960), y la ya conocida en España Emine Sevgi Özdamar (1946), entre otros muchos autores de origen turco; Libuse Moníková (1930) y Ota Filip (1930) de Chequia, Zé do Rock (1956) de Brasil; Galsan Tschinag (nació a principios de la década de los 40 en Mongolia), Hisako Matsubara (1935) y Yoko Tawada (1960), de Japón, residentes en su mayoría en suelo alemán. Listados similares podemos hacer si repasamos la literatura actual en lengua francesa, inglesa, neerlandés, y otras. Todos ellos constituyen la vertiente más actual y quizá menos conocida de una tradición literaria intercultural presente en Europa a través de iconos tradicionales como son Heinrich Heine, Jorge Semprún, Paul Celan, Joseph Brodsky, Heinrich Mann y otros autores que considero estratégicos para la correcta comprensión de la vertiente literaria del fenómeno migratorio en nuestro país, así como para una adecuada valoración de la literatura intercultural como vanguardia literaria.

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La literatura se ha convertido así en espejo priv i l egiado de una sociedad configurada en la actualidad no sólo por ciudadanos monolingües y monoculturales, sino por ciudadanos que portan dentro de sí va rias lenguas y memorias históri c o - c u l t urales que conviven con mayor o menor dificultad, y demandan tanto a la sociedad de ori gen como a la de acogida un espacio (vital, artístico, jurídico, e t c.) para desarrollar proyectos de vida interculturales. En este momento podemos también afi rmar que muchas de las controve rsias generadas en los orígenes de la literatura de emigración han perdido toda su virulencia y han pasado a ser anecdóticas para el estudio de la actual literatura intercultural. Atrás quedaron con el tiempo el menosprecio por la calidad estético-literaria en lengua alemana, las discusiones en torno a la pertenencia o no de los autores al colect ivo de trabajadores emigrantes, la necesidad de autenticidad, la ideología de izquierdas, el anticolonialismo y la adscripción a la literatura social. Como se ha señalado, las vías de enriquecimiento y consolidación de la literatura intercultural se han alimentado sin pausa a través de los acontecimientos históricos viv i d o s durante las últimas cinco décadas. A los frutos artísticos de la emigración económica hubieron de sumarse los provo c a d o s por el exilio y la repatriación de millares de personas. Como comenta Chiellino, la pers p e c t iva con la que se contemplan estos fenómenos no es la misma según la observen los autores o la sociedad de acogida. Pa ra los alemanes, inmigración, exilio y repatriación son tres caminos diferentes que conducen a un mismo fin: el asentamiento en una sociedad de aco-

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Encuentro de jóvenes en Suiza.

gida que les ofrece bienestar socio-económico y protección jurídica. Sin embargo, para los emigrantes, exiliados y repatriados estos caminos se abren como múltiples encrucijadas, con resoluciones individuales y colectivas muy dive rsas respecto a la consideración del pasado y a las pers p e c t ivas referentes al futuro. Al proyectarse dicho pasado y dicho futuro sobre espacios culturales diferentes, los conceptos fundamentales al ser humano –tiempo y espacio– y a la literatura misma –el pacto de entendimiento con el lector nacional a través de una lengua y una memoria histórico-cultural compartida– pierden su equilibrio y cobran nu evas y diferentes dimensiones. Mientras que la sociedad de acogida da prioridad absoluta al espacio, le niega al emigrante su pasado (la lengua y la memoria histórico-cultural, la trayectoria vital y los propios conflictos internos). Frente a esta concepción, los inmigrantes, exiliados y repatriados dan prioridad al tiempo, puesto que para ellos la nu eva realidad es únicamente la con-

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En este momento podemos también afirmar que muchas de las controversias generadas en los orígenes de la literatura de emigración han perdido toda su virulencia y han pasado a ser anecdóticas para el estudio de la actual literatura intercultural.

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tinuación de su historia personal y colectiva previa. El conflicto del espacio frente a tiempo vividos en lenguas diferentes, estructura literariamente las obras junto con la presencia en diferentes planos de todas las lenguas presentes (apreciable a través de la inserción en la lengua de la obra de dive rsos elementos que construyen una segunda o tercera lengua como latencia); de especial interés para el análisis literario resulta el volumen Liebe und Interkulturalität (2001) de Chiellino. Si bien la literatura de emigración parecía surgir de la imperiosa necesidad de comunicación, los proyectos estéticos interculturales posteriores parecen acoger en su seno el intenso trabajo de integración en una misma persona de esta fuerte discrepancia. Reconocida e integrada institucional y canónicamente de manera insuficiente, lo cierto es que esta literatura intercultural se ha convertido en toda su amplitud –por la bibliografía primaria y secundaria generada– en una parte integrante de la realidad cultural europea actual. Su ex p resión literaria, que según Chiellino ha convivido en suelo europeo con corrientes específicas –en alemán la poesía concreta, en Europa como la literatura de mayo del 68, la literatura social, la literatura de mujeres, entre otras–, muestra en la actualidad una autonomía estética suficiente. No resulta apropiado a juzgar por su volumen seguir considerándola una literatura “menor”, ni parece que se vayan a cumplir los deseos de aquellos que insisten en considerar las actuales identidades nacionales, Alemania por ejemplo, como entidades monoculturales, pues lejos de debilitarse con el paso del tiempo en la tercera generación este fenómeno literario cada vez parece cobrar más fuerza.

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3. MEMORIA CULTURAL NACIONAL Y EUROPEA, Y SU FUTURO Europa saluda hoy este corpus dentro de una corriente que aboga por la construcción de una ciudadanía europea. Pero este espacio literario transnacional posee una condición de corpus ate rrado que genera serios problemas de inserción en los cánones literarios, culturales y sociopolíticos cotidianos tanto de las culturas y lenguas de salida como en las de llegada. Al incorp o rar este corpus al viejo debate de las literaturas postcoloniales (anglófonas y fra ncófonas) se ab ren nuevas perspectivas de análisis. La primera es la literatura intercultural en Alemania carece de pasado colonial: estas obras y autores se insertan en una literatura y una nación con las que no poseen una relación por un pasado colonial común. Es por lo tanto con esta literatura con la que irrumpe en masa1, la alteridad en el corazón cultural alemán. Tampoco lo tiene inserto en su memoria histórica2. El hecho de que la literatura intercultural alemana no está producida por autores provenientes de antiguas colonias, determina a su vez dos de sus rasgos fundamentales: la ausencia de nexo de pertenencia previo, ni histórico, ni lingüístico entre los autores y la sociedad de acogida; y como consecuencia de ello la inadecuación para su análisis del binomio colonizador-colonizado, habitual en los estudios postcoloniales. De esta manera esta nueva literatura se descarga de un factor de tensión determinante de la forma poética y hace necesario nuevos parámetros hermenéuticos: Creemos que igual que los estudios sobre mujeres y los estudios de género representaron una auténtica frontera del saber contemporáneo, los estudios sobre interculturalidad y desterritorialización lo serán en el siglo XXI. Si durante los dos siglos anteriores, lo

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(1) Aunque no olvidemos a Elías Canetti o Adelbert von Chamisso, entre otros. (2) En Alemania existe una larga trayectoria de recuperación de población, pero siempre dentro del marco que podríamos denominar diáspo ra alemana, que en ningún caso se asocia a procesos explícitos propios de una potencia colonizadora.


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nacional fue una de las categorías que organizaron la producción, análisis y recepción literaria –tal como lo hicieron en otro tiempo la clase, la raza o el género–, en la actualidad se ha visto sin embargo ya superada y puesta en tela de juicio por quienes desterritorializados traspasan los límites de sus literaturas y lenguas nacionales. Sólo a través de su literatura comprendemos sus diferentes visiones del mundo y las distintas poéticas y políticas que caracterizan los discursos de autores, obras y movimientos migrantes pertenecientes a la memoria intercultural europea. Esta literatura constituye en sí mismo y en su desarrollo metaliterario un foro de debate entre los mismos individuos y colectivos inmigrantes, y en ella se encuentra reflejados, discutidos y contrastados los numerosos discursos existentes: el yo poético es una fuente inestimable de historia de vida, y la ficción literaria se convierte en campo de experimentación y observatorio intercultural por excelencia. Frente a los textos meramente discursivos, a través de la literatura se pueden apreciar los efectos más íntimos en el ámbito personal, familiar y social de los procesos y discursos en marcha. Al desarrollarse además en diferentes lenguas, se constituye en medio de comunicación privilegiado entre todos los colectivos implicados. La actividad metaliteraria asociada a esta literatura (lecturas públicas, encuentros, etc.) ha abierto también caminos concretos de integración que han ayudado al reconocimiento paulatino de la aportación intelectual en la sociedad de acogida de los representantes más destacados de esta literatura, convertidos en interlocutores sociales de prestigio. Para concluir permítame el lector una referencia breve a nuestro país. España participa en esta literatura intercultural. La recuperación del exilio ha hecho posible inventariar y analizar un

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corpus interesantísimo de textos, que quizás deberían releerse no sólo como memoria nacional, sino como parte de la memoria intercultural europea. Pero queda pendiente otorgar a la migración económica la dignidad que merece. La literatura producida por los emigrantes españoles obliga a invertir la mirada sobre el proceso migratorio, que deja de ser experiencia exclusivamente traumática, mutiladora del ser, para convertirse además en fenómeno creativo y contribución multicultural tanto para la sociedad de origen como para la de acogida. Esta recuperación de la memoria no encuentra su significación únicamente como mero ejercicio académico. Contiene un enorme carácter proyectivo: en tanto que memoria permanentemente reactualizada se hace cada vez más relevante la inserción de lo recordado en el marco de la reflexión que se realiza en nuestro país sobre el creciente fenómeno de la inmigración. Nuestra memoria de emigración ha de formar parte indispensable del debate, subvirtiendo, reelaborando, incorporando o rechazando determinados elementos. Se constituiría así en observador y observatorio privilegiado para el estudio de la cultura de nuestra comunidad en sus dimensiones actuales y en aquellas que habrá de afrontar. Nos atrevemos además a afirmar que en España se está gestando en el seno de la inmigración con destino en nuestro país un corpus de literatura de origen no español, semejante en parte al que produjeron nuestros emigrantes en Europa. No obstante, el fenómeno de creación literaria en procesos migratorios exige por su misma naturaleza, tanto en su dimensión personal como colectiva, de un tiempo suficiente que le permita adquirir visibilidad, volumen y madurez suficiente para convertirse en objeto de estudio y en interlocutor relevante. El tiempo tiene la palabra.

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Más que meras palabras escritas en un estante, la literatura es, como afirma João Luis Lisboa, memoria permanentemente reactualizada. Quizá en ningún otro sitio como en la literatura de poblaciones desterritorializadas esta dimensión de reactualizar la memoria se haga tan evidente y tan necesaria para que el ser humano se entienda así mismo concebido en sus auténticas dimensiones. España debe afrontar por lo tanto con responsabilidad su papel en la reconstrucción de su propia memoria intercultural, como parte indivisible a su vez de la memoria europea. Y ambas han de realizarse concebidas siempre como proyecto sin concluir, puesto que mientras haya movimiento migratorio cualquiera que sea su causa, habrá nueva memoria intercultural. Sólo de esta manera el atlas que ahora contemplamos aparecerá en sus verdaderas dimensiones, plural, denso, polifónico y siempre en constante movimiento.

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La emigración política a Europa. El exilio Alicia ALTED VIGIL Profesora titular, acreditada catedrática en el Departamento de Historia Contemporánea de la UNED, Madrid.

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l forzado exilio de una parte de la población tras la derrota republicana en la guerra, en 1939, fue una de las consecuencias de la implacable represión que llevaron a cabo los franquistas contra los vencidos en la contienda. Más que de exilio hay que hablar de exilios, ya que presentó un carácter muy diverso, debido a la distinta procedencia geográfica, composición demográfica y social, diversificación profesional y de militancia política de sus integrantes; a lo que se une las diferencias provocadas por el asentamiento en diferentes países de Europa y América. Incluso se puede rastrear la presencia de algunos en países tan alejados ge ogr á ficamente como China, Indonesia, Indochina o Australia. El grueso de los exiliados se quedaron en Francia y México, en menor medida en la Unión

Alicia ALTED VIGIL. Sus investigaciones tienen como eje la historia política y sociocultural españolas en el siglo XX. Sus líneas de investigación en la actualidad son “El exilio republicano español de 1939”, “La incidencia de los conflictos bélicos en los niños a lo largo del siglo XX” y “Los movimientos migratorios en la España contemporánea”. Ha publicado cerca de cien monografías en obras colectivas y publicaciones periódicas. Ha realizado la edición de obras colectivas como: La oposición al régimen de Franco, 1990, 3 vols.; Triunfo en su época, 1995; Manuel Azaña. Pensamiento y acción, 1996; Literatura y cultura del exilio espa ñol de 1939 en Francia, 1998; La cultura del exilio republicano español de 1939, 2003, 2 vols.; E l exilio republicano español en Toulouse (1939-1999), 2003. Ha participado y participa en proyectos financiados en convocatorias públicas. Entre ellos: La emigra ción española en Francia; Historia de las relaciones hispano-mexica nas durante el siglo XX; El exilio científico como expresión de la ciencia y la cultura de Madrid; Españoles en Rusia, 1936-1999; Función de la imagen mecánica en la memoria de la guerra civil. También en proyectos financiados por entidades privadas: De la España que emigra a la España que acoge, Historia Oral del Sindicalismo Socialista. Colabora como experta con la ANEP y forma parte de la Red de investiga-

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... ción Europea: Exilios. Pertenece a consejos de redacción de revistas, ha sido comisaria de varias exposiciones y ha coordinado diversos encuentros científicos, así como la realización de varios documentales. Dirige varias tesis doctorales y es miembro de la Junta Directiva de la AEMIC, que edita la revista Migraciones&Exilios. Entre sus libros publicados: La revista Filosofía y Letras. Aproximación a la vida universitaria en las prime ras décadas del siglo XX (1981), Política del nuevo Estado sobre el patrimonio cultural y la educación durante la guerra civil española (1984), E l Archivo de la República Española en el exilio, 1945-1977 (1993), Los niños de la Guerra de España en la Unión Soviética. De la evacua ción al retorno, 19371999 (colab. con Encarna Nicolás y Roger González, 1999), Disidencias en el franquismo (1939-1975) (colab. con Encarna Nicolás, 1999), Virgilio Botella Pastor: Entre Memorias. Las finanzas del gobierno republicano en el exilio (2002), Luis Amado-Blanco y David Arias. Cartas desde el exi lio (1939-1969) (Edc. de A. Alted y Roger González, 2003), y La voz de los vencidos. El exilio republi cano de 1939 (2005).

Soviética y Argelia, pero además de estos países, hubo otros en donde también arraigaron colectivos, eso sí, en número pequeño en relación con los dos primeros. En realidad, uno de los rasgos que va a caracterizar la vida de una gran parte de los exiliados, fue su movilidad a través de varios países, convertidos en lugares de tránsito con una provisionalidad que las más de las veces duraba varios años. El exilio no fue muy importante desde un punto de vista numérico, si lo encuadramos en el ámbito de los desplazamientos de población por motivos políticos de la Europa de entreguerras, pero hay tres aspectos que lo van a hacer singular frente a otros coetáneos, y en relación con anteriores exilios producidos en España. En primer lugar su larga duración. En segundo término la reconstitución en el exilio, en 1945, de las instituciones de la República que se mantuvieron vigentes, con el reconocimiento diplomático oficial de México y Yugoslavia hasta 1977. Por último, el aspecto que considero más relevante: el valor cualitativo de este exilio. Como ha escrito Juan Marichal (1995:291), “todo exilio revela siempre la densidad cultural de un país y la de España en 1936 era la más alta de toda su historia. Porque el medio siglo 1886-1936 es, sin duda alguna, la segunda ‘Edad de Oro’ de la cultura española”. Esta relevancia cultural y científica de España en los años treinta se había truncado con la guerra civil. Fueron varios miles los escritores, artistas, científicos, investigadores en las áreas de las ciencias humanas y sociales, pedagogos, maestros...; que tomaron el camino del exilio. En muchos casos no tenían una militancia política determinada, pero en todos si que hubo un compromiso indiscutible con una República que encarnaba los valores de libertad y democracia, y

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que hacía de la educación y de la cultura su bandera para el progreso social y económico del país. A lo largo de la guerra se produjeron desplazamientos de población y evacuaciones forzadas por las fro n t e ras de Francia y Portugal, al compás del avance de los frentes de lucha. En diciembre de 1938 se inició la ofensiva final contra Cataluña. El 15 de enero de 1939 caía Tarragona, el 26, Barcelona y el 4 de feb rero, Gerona. Desde mediados de enero las carreteras que conducían a Francia reb o s aban de gentes hambrientas, aturdidas, que, con las escasas pertenencias que podían arrastrar consigo, trataban de alcanzar la fro n t e ra bajo la lluvia, el frío, la nieve, el viento y, s o b re todo, las bombas. El go b i e rno rep u blicano había intentado encauzar esta marea humana que huía por miedo a las represalias de los vencedores, p e ro la dramática situación lo desbordó. El mismo go b i e rno se vio inmerso en un éxodo que de Madrid le había llevado a Valencia, después a Barcelona, Gerona, Figueras y como última etap a , a pri m e ros de feb rero, a la frontera con Francia. En poco más de tres semanas atravesaron la frontera unas 465.000 personas, pero es difícil considerar globalmente a todas como exiliadas. Muchas de ellas eran mujeres, niños, ancianos, inválidos... sin responsabilidades políticas ni militares, que se habían visto impelidos a marchar empujados por el miedo físico o psicológico de los últimos momentos de una guerra perdida. Los republicanos no fueron acogidos en Francia como esperaban de un país que consideraba el “derecho de asilo” como su bandera. Inmerso en una fuerte crisis económica patente desde 1930, las actuaciones del gobierno estaban mediatizadas por la doble presión de una clase obrera fuertemente reivindicativa, y de una derecha reaccionaria dominada por grupos fascistas y xenófobos.

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En poco más de tres semanas atravesaron la frontera unas 465.000 personas, pero es difícil considerar globalmente a todas como exiliadas. Muchas de ellas eran mujeres, niños, ancianos, inválidos... sin responsabilidades políticas ni militares, que se habían visto impelidos a marchar empujados por el miedo físico o psicológico de los últimos momentos de una guerra perdida.


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Ya mencioné la pluralidad del exilio en función de una serie de variables una de las cuales era la distinta procedencia geográfica de los exiliados. Al respecto, los desplazamientos de población civil que tuvieron lugar durante la guerra, produjeron una movilidad y dispersión por toda la geografía española. Por otra parte, las evacuaciones llevaban a Francia grupos de desplazados de distinta procedencia. Con ocasión de la campaña en el Frente Norte fueron sobre todo vascos y asturianos, y cuando empezaron las campañas en los frentes de Aragón y Cataluña, los mayores contingentes de evacuados procedieron de estas regiones. Pero también hay que tener en cuenta que, conforme avanzaba la guerra, cada vez llegaba un mayor número de refugiados de otros lugares a Cataluña. Por ello, en el éxodo de finales de enero y principios de febrero de 1939, había españoles de casi todas las regiones del país. Si seguimos las estimaciones de Javier Rubio (1977, vol. I: 265-275), que hoy por hoy nos siguen pareciendo las más fiables, los porcentajes regionales de refugiados varían en relación con la población que permaneció en Francia y con la que reemigró a Latinoamérica, en particular a México. Con respecto a Francia, Cataluña (con un 36’5 %) y Aragón (con un 18 %) ocupan los primeros lugares. Este es un rasgo específico del éxodo de 1939, pues la emigración a Francia había procedido tradicionalmente de la zona de Levante. Ahora el porcentaje de exiliados proveniente de las provincias de Murcia, Valencia, Alicante y Castellón es del 14’1 %. En cuanto a México, Cataluña sigue en primer término con un 21’8 % del volumen total de refugiados en ese país, después el País Vasco, Cantabria y Asturias con un 17’2 %; Castilla-La Mancha, con un 16’1 %; Levante con un 10’7 %;

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Congreso sobre el exilio republicano.

Aragón con un 6’1 % y un porcentaje del 28’1 % procedente de las restantes regiones. Desde una perspectiva socio-profesional se ha tendido a establecer una dife renciación entre el exilio europeo, francés por antonomasia, y el americano, en especial México. Francia fue el país que acogió un mayor volumen de exiliados que, en gran medida, pertenecían a los sectores agrícola e industrial (transporte, metalurgia, mecánica, e l e c t ricidad y construcción), no obstante hubo un pequeño grupo integrado en el sector terciario, más desarrollado y diversificado que en las emigraciones precedentes. En este sentido hay que tener en cuenta que en este país, sobre todo en los dep a rtamentos meridionales, se asentaron los exiliados con un nivel socio profesional más modesto y en una gran proporción de militancia anarquista y socialista. Constituyeron el grueso de las unidades de combatientes que, junto con los servicios auxiliares, pasaron la fro n t e ra en los meses de enero y febrero de 1939. Como es lógico había una gran proporción de varones jóvenes.

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A México, en cambio, fue un número relativamente elevado de profesionales liberales, políticos e intelectuales, aunque también hubo campesinos y gentes de oficios diversos, que poseían un nivel de cualificación superior al de la media de la España de esos años, que contribuyeron al desarrollo de la vida económica de la sociedad receptora. Lo mismo ocurrió en otros países como República Dominicana, Argentina o Colombia, de lo cual se derivarían importantes consecuencias para la vida socio-económica y cultural de esos países. Dos últimos aspectos que me interesa destacar se refieren a la diversidad social y profesional de esa marea humana, que en gran parte, acabó en los campos de concentración franceses, y al hecho de que, aunque el sustrato político común era la pertenencia a la Izquierda, las diferentes culturas políticas de socialistas, comunistas, republicanos y anarquistas, así como los enfrentamientos que se produjeron como consecuencia de las actuaciones durante la guerra y de la derrota, hicieron muy difícil en ocasiones la convivencia entre los exiliados. Los españoles constituyeron, desde el primer momento, un problema, tanto desde el punto de vista político como económico para el gobierno francés; de ahí que se mostrara especialmente interesado en fomentar la repatriación a España o la reemigración a terceros países. Es cierto que una gran parte de esa marea humana que pasó la frontera eran personas sin verdadera conciencia política, a las que el miedo les había empujado a huir. Esto, unido a la mala acogida de que fueron objeto en la frontera, hizo que muchas decidieran regresar, aunque también hubo retornos forzados de mujeres y niños a los que se obligó a subir a trenes que iban directamente hacia la frontera española. No

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obstante, el gobierno francés se comprometió a garantizar el derecho de asilo a aquellos refugiados para los que la repatriación significaba un riesgo para sus vidas. Pero no siempre fue así, como lo ponen de manifiesto las extradiciones que se produjeron durante la ocupación alemana de Francia, en los años de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con Javier Rubio (1996: 43, 44 y 57), a finales de 1939 habían vuelto a España unas 360.000 personas. “Es decir, aproximadamente las dos terceras partes del total de refugiados españoles que, desde principios de 1939, tenía, o había recibido la Francia metropolitana, regresan a España a lo largo del año en que termina la guerra civil”. Recordemos que a esas 465.000 personas del éxodo hay que añadir las cerca de 50.000 que estaban en ese país como consecuencia de los desplazamientos producidos durante la guerra. El 14 de diciembre de 1939, el ministro del Interior Albert Sarraut, estimaba, ante la Cámara de Diputados francesa, que quedaban en Francia unos 140. 000 exiliados de los que 40.000 eran mujeres y niños y el resto antiguos combatientes en su casi mayoría. Si aceptamos las apreciaciones y cálculos procedentes de los propios exiliados, en especial de los anarquistas, esta cifra se elevaría en unos 30.000-40.000 refugiados más. Esto coincide con la cifra de 180.000 exiliados que da Denis Rolland (1991:53) para ese mismo mes de diciembre. Como se indicó, entre el 27 de enero y el 10 de feb re ro de 1939 at ravesó la fro n t e ra cerca de medio millón de personas. De esta manera , en poco más de tres semanas unas 465.000 personas llegaron al dep a rtamento de Pirineos Orientales, c o s t e ro y agr í c ola, que entonces no llegaba a los 250.000 habitantes. Las re a c c i o-

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Los españoles constituyeron, desde el primer momento, un problema, tanto desde el punto de vista político como económico para el gobierno francés; de ahí que se mostrara especialmente interesado en fomentar la repatriación a España o la reemigración a terceros países.


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nes de esta población ante los exiliados fueron diversas: de simpatía y lástima por su dep l o rable situación, de temor por el daño que p u d i e ran hacer a las granjas y campos de cultivo, de aprehensión ante el hecho de que pudieran ser portadores de enfermedades c o n t agiosas o de re ch a zo por la imagen negat iva que se hab í a difundido de los “rojos”, de aspecto desaliñado y sucio, aunque a rroga n t e, y de los que cabía esperar todo tipo de fechorías. Una vez atravesada la frontera, los exiliados eran agrupados en campos de “triage” donde se procedía a su distribución. Los niños, mujeres, ancianos y enfermos eran conducidos en trenes hacia localidades del centro o el oeste de Francia. A los hombres civiles y a los antiguos combatientes del ejército republicano, se les dirigía hacia los campos de internamiento o concentración donde, además, hubo mujeres y niños. Una de las consecuencias de esta dispersión fue la separación de las familias. La angustia de la búsqueda y el empeño por el reagrupamiento fueron una constante en la vida de estos españoles durante los primeros meses de su estancia en el país. La acogida a la población civil en los distintos lugares adonde fue conducida, estuvo condicionada por la actitud política de las autoridades locales y de la mayoría de la población. Es lógico pensar que en aquellos pueblos y ciudades donde predominaba la izquierda, las muestras de solidaridad y simpatía hicieran más llevadera la vida de estas personas. Para alojarlas se re q u i s a ron cuarteles, antiguas prisiones, naves industriales, escuelas, conventos o castillos, muchos de ellos desocupados de tiempo atrás y en mal estado de conservación. En la medida de lo posible se facilitó la asistencia de los niños a la escuela, el ingreso en hospitales de las personas enfermas y la acogida en residen-

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cias de los más ancianos. Se organizaron actos para recaudar ropa y otros enseres y se procuró que encontraran trabajo para poder subsistir cuanto antes por sus propios medios. Algunos grupos familiares no fueron a estos albergues porque tenían parientes en Francia que les acogieron, o bien porque hubo, entre la población francesa, personas que les ofrecieron alojamiento y trabajo, en especial en actividades agrícolas. Los problemas planteados por las inadecuadas instalaciones y el hacinamiento de los campos de Argelès y Saint-Cyprien, llevó al gobierno a la creación de otro campo en la playa de Barcarès, en el mismo departamento de Pirineos Orientales. De forma paralela se emprendió una política de organización de nuevos campos en otros departamentos a fin de reducir el número de refugiados en los de las playas del Rosellón. Los dos primeros que se construyeron, fueron el de Agde (Hérault) y el de Bram (Aude). Un poco posteriores son los de Gurs (Béarn) y el de Judes en el pueblo de Septfonds (Tarn et Garonne). Aparte de los castigos que sufrieron los españoles internados en los campos en lo que llamaban el “hipódromo” o el “cuadrilátero”, hubo centros con un régimen especial destinados a aquellos refugiados considerados peligrosos. El caso extremo fue la fortaleza de Collioure. Como campos disciplinarios el de Vernet-d’Ariège y el de Rieucros (Lozère). En la pri m avera de 1939 se re s p i raba en Europa un ambiente de guerra. En lo que concierne a los españoles, el Ministerio del Interior estaba preocupado por el hecho de que las rep at ri a c i o n e s a España se producían a un ritmo más lento de lo previsto, al igual que las re e m i graciones a terc e ros países. Mientra s , en los campos se amontonaban miles de hombres en edad lab o ra l , inactivos y

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Una vez atravesada la frontera, los exiliados eran agrupados en campos de “triage” donde se procedía a su distribución. Los niños, mujeres, ancianos y enfermos eran conducidos en trenes hacia localidades del centro o el oeste de Francia. A los hombres civiles y a los antiguos combatientes del ejército republicano, se les dirigía hacia los campos de internamiento o concentración donde, además, hubo mujeres y niños.


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mantenidos por el go b i e rno. Sin embargo , esta situación cambió t ras la pro mu l gación del decreto de 12 de ab ril por el que se obligaba a los extra n j e ros sin nacionalidad (ap á t ridas) y a otro s extranjeros del sexo masculino, e n t re los 20 y los 48 años y beneficiados por el dere cho de asilo, a trabajar para las autoridades m i l i t a res francesas. En aplicación de este decre t o , a los españoles se les ofre c i e ron cuat ro opciones: ser contratados a título indiv idual por pat ronos agrícolas o industriales que acudían a los campos en busca de mano de obra , ap u n t a rse a una Compañía de Trab a j a d o res Extra n j e ro s , en la Legión Extra n j e ra o bien en los B atallones de Marcha de Voluntarios Extra n j e ros. Se calcula que en la industria bélica trabajaron unos 40.000 españoles. A las Compañías de Trabajadores Extranjeros estuvieron adscritos unos 55.000. Por último, en torno a 6.000 se enrolaron en los Batallones de Marcha o en la Legión. Los republicanos españoles combatieron junto a los franceses en diversas líneas de frentes desde Noruega hasta Argelia. También, desde época temprana participaron de manera activa en la Resistencia y su actuación fue decisiva para la liberación de algunas zonas del sur de Francia. En el curso de esta lucha, muchos españoles fueron hechos prisioneros y deportados a los campos de exterminio alemanes. En el campo de Mauthausen fueron internados algo más de 7.000, de los que morirían 5.000. En otros campos como Buchenwald, Bergen-Belsen, Dachau, Auschwitz... estuvieron en torno a 1.000, de los que fallecieron 200. A principios de 1945 la imagen y la situación de los exiliados en Francia habían cambiado de manera sustancial con relación a 1939. Por una parte, se había disipado ese temor hacia el “rojo” considerado como persona “non grata”. Su actuación en

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los frentes y en la retaguardia durante la guerra, así como su participación en la Resistencia y Liberación, contribuyeron a ello. De otro lado, el gobierno necesitaba de manera urgente mano de obra para la reconstrucción del país. Estos factores, entre otros, fueron los que llevaron a regularizar la residencia en Francia de los republicanos españoles, que hasta entonces habían estado en una situación administrativa y laboral muy precarias. Así, un decreto de 15 de marzo de 1945 promulgado por el gobierno provisional de la República Francesa, ampliaba a los españoles los beneficios de la Convención de Ginebra de 28 de octubre de 1933, relativa al Estatuto Internacional de los Refugiados (“réfugiés statuaires”). El certificado que se les extendió, tomó el nombre de “certificado de identidad y de viaje”, y su expedición se realizaría a través de una “Oficina Central de Refugi a d o s Españoles” con sede en París. Amparados por el Estatuto de Ginebra, a los refugiados españoles no se les aplicarían a partir de ahora las leyes y reglamentos para la protección del mercado francés de trabajo, a la vez que recibían un trato favorable de la seguridad social. En este sentido, el refugiado español iba a tener ahora más ventajas que sus compatriotas de la inmigración económica, y por eso no puede extrañar que los españoles que de forma clandestina entraron en Francia en los años posteriores a 1945 para trabajar, tratasen de pasar por refugiados políticos. Con respecto a la naturalización, el código francés de nacionalidad de 19 de octubre de 1945 aumentó de tres a cinco años el tiempo de residencia para solicitar la naturalización, aspecto este que ya no afectaba a los españoles que llegaron a este país en 1939. Además, los refugiados extranjeros que hubieran combatido durante la Segunda Guerra Mundial, junto a los

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franceses, estaban dispensados del tiempo de residencia. No obstante, en estos primeros años se naturalizaron muy pocos españoles porque, con la victoria de los aliados, parecía inminente el regreso a España. Tras la liberación de Francia, los republicanos que se quedaron en el país, se establecieron en las zonas de tradicional asentamiento de la colonia de antiguos residentes económicos, es decir, en el Mediodía de Francia y en París y su región. Esta última ciudad, junto con Toulouse en el Midi, se convirtieron en las capitales del exilio de 1939. Desde 1950, y de forma paralela a la progresiva normalización de las relaciones hispano-francesas, el número de refugiados fue disminuyendo de manera constante por fallecimientos, nat u ralizaciones o integración en la colonia española, pasando entonces del estatuto de refugiado al de emigrante económico. En 1962 la colonia española en Francia era de 441.658 personas, más 180.000 naturalizados de origen español. Era la más numerosa después de los italianos. El número de re f u giados ascendía a 80.452. En 1971 esta última cifra se había reducido a 40.360, representando un 6’4 % del total de inmigrantes españoles en este país. Entre los exiliados de la primera generación el proceso de naturalización fue tardío y en número no significativamente alto. No se puede olvidar que en Francia, a diferencia de otros países del continente americano, el exilio preservó más su carácter militante, combativo y comprometido. Esto se explica por los rasgos que configuran el exilio francés. En general hubo un gran deseo de salir adelante y de demostrar seriedad en el trabajo, así como la fuerza de sus principios, al margen de rupturas y escisiones que “ahogaron” políticamente el exilio.

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El nivel educativo entre los exiliados de primera generación era bajo, lo que no impidió que desarrollaran una rica actividad cultural. Hay que señalar como estos refugiados se esforzaron por dar a sus hijos estudios medios o superiores para que pudieran progresar en la sociedad que les había acogido. Los hijos de los refugiados fueron buenos alumnos en las escuelas francesas y se integraron bien en la sociedad, a pesar de que en los años de infancia y adolescencia vivieron inmersos en el ambiente del lugar de origen de sus padres. Los refugiados mantuvieron una actividad vinculada a su militancia política o sindical. Además, crearon asociaciones de muy diverso carácter y alimentaron numerosas manifestaciones culturales como medio de mantener su identidad de origen. Una de las expresiones culturales más fructíferas de los refugiados en Francia fue la prensa. Geneviève Dreyfus (1999: 272 y ss) ha rastreado cerca de 600 títulos de publicaciones periódicas entre 1939 y 1975 en Francia y África del Norte. La mayoría de estas publicaciones eran órganos de expresión del gobierno de la República, de los gobiernos autónomos catalán y vasco y de partidos políticos y organizaciones sindicales. Presentaban un carácter muy diverso. En gran medida eran publicaciones donde primaba la orientación política, pero se editaron también revistas culturales de gran interés. En ellas escribieron parte de los ensayistas, narradores, dramaturgos o poetas que residían en Francia. En la prensa de los libertarios hay que destacar las ilustraciones, además de las reseñas sobre actividades culturales o las relaciones de libros de las editoriales creadas por ellos. De los restantes países europeos, el que acogió mayor número de exiliados después de Francia, fue la Unión Soviética.

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Desde 1950, y de forma paralela a la progresiva normalización de las relaciones hispano-francesas, el número de refugiados fue disminuyendo de manera constante por fallecimientos, naturalizaciones o integración en la colonia española, pasando entonces del estatuto de refugiado al de emigrante económico.


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De los restantes países europeos, el que acogió mayor número de exiliados después de Francia, fue la Unión Soviética.

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El exilio en este país presenta básicamente cuat ro características que lo singularizan frente al exilio rep u blicano en otros países de E u ropa y A m é rica. El ra s go más dife renciador es que el colectivo de españoles numéricamente más importante que se encontraba en ese país al finalizar la guerra civil, e ra el de los casi 3.000 niños que fueron evacuados en va rias expediciones en 1937 y 1938. Junto a ellos había otros colectivos que fueron durante la guerra: el de los maestros y personal auxiliar (educadores) que acompañ a ron a los menores en las expediciones, el de los alumnos pilotos que iban a estudiar a las escuelas de aviación soviéticas, y el de los tripulantes de los barcos españoles que se encontraban en ese país o navegando hacia él cuando terminó la guerra . El exilio político, y este es un segundo aspecto, fue pequeño en cuanto a su volumen, y tuvo un carácter muy select ivo con respecto a la adscripción política de sus integrantes, que llega ron a la Unión Soviética en reemigración desde Francia o el Norte de África. Un tercer elemento que personaliza este exilio es que, en gran parte, el nivel social y cultural de los emigrados políticos adultos era medio-bajo. Fueron pocos los escritores, artistas, científicos..., que se exiliaron a este país y los que lo hicieron tenían un claro compromiso político, como en los casos del pintor Alberto Sánchez, el escritor César M. Arconada, el médico Juan Planelles o el arquitecto Luis Lacasa, por citar algunos ejemplos. Esto no se contradice con la importancia que, una vez en la Unión Soviética, revistieron, por una parte, las distintas actividades profesionales de los exiliados adultos y, por la otra, las aportaciones a la vida social y cultural soviéticas de los jóvenes que fueron evacuados siendo niños.

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Exiliados españoles visitan el Parlamento en Madrid.

Por último hay que constatar que, a diferencia de otros países de acogida, no había españoles residiendo en la Unión Soviética a la altura de 1936. Entre ambos países los contactos políticos y culturales se habían hecho de forma individual, o a través de grupos muy reducidos de personas que viajaban de uno a otro país por tiempo limitado, casi siempre, y con cometidos concretos. En los albores del estallido de la Segunda Guerra Mundial se encontraban en la Unión Soviética en torno a 4.500 españoles. Aunque constituían un grupo relativamente pequeño, era la primera vez que ese país acogía un volumen tal de españoles. Con el paso de los años ese número no aumentó, sino que, a partir de los años cincuenta, empezó a reducirse de forma significativa debido a las repatriaciones, retornos individuales, reemigraciones a otros países y fallecimientos. Hubo también exiliados españoles en un número muy reducido en los antiguos países de Este. Casi todos fueron en reemigración desde la Unión Soviética, la clandestinidad en España o bien

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Hubo también exiliados españoles en un número muy reducido en los antiguos países de Este.

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desde Francia. Eran militantes o simpatizantes del PCE y en algunos casos iban con cometidos concretos. Durante la década de 1940 los núcleos más importantes del PCE eran Moscú, Belgrado y París. La ruptura de Stalin con el presidente Tito de Yugoslavia, en 1948, h i zo que los comunistas españoles residentes en este país, lo abandonasen, estableciéndose, en su mayoría, en Checoslovaquia en donde, a principios de los años cincuenta, residían 191 repartidos entre las ciudades de Praga y Ústí nad Labem. En Hungría, la colonia de 113 españoles se concentraba en Budapest. En cuanto a Polonia, el ochenta por ciento de los 144 comunistas llegados a este país, vivían en Varsovia y el resto en Katowice. Hay que tener en cuenta que una parte de estos comunistas había sido deportada previamente a Córcega y al Norte de África (Argelia) cuando, en 1950, Francia declaró ilegal al PCE. Para salvarlos de una posible extradición a España, Dolores Ibárruri se dirigió a los presidentes de Checoslovaquia, Polonia y Hungría, con el fin de que les diera asilo político. De esta manera, unos 100 deportados con sus familias salieron con dirección al puerto polaco de Gdynia, de donde fueron trasladados a Varsovia. Desde aquí, sendos grupos partieron para Praga y Budapest. Con respecto a la presencia de exiliados en la República Democrática Alemana, se produjo también a partir de principios de 1950, y se div i d i e ron en varios grupos. Primero llegaron unos cuantos dirigentes del PCE con sus familias, expulsados de Francia. A lo largo de la década llegaron otros hombres que habían tenido en algún momento cierta relevancia en el Partido, al igual que algunos intelectuales como Manuel Sánchez Arcas o Josep Renau. En los años sesenta llegaron desde la clandestinidad en España un grupo de estudiantes e intelectuales comunistas en su

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condición de perseguidos políticos. También vinieron a la RDA ex presos políticos y simples militantes y cuadros medios que se establecieron en torno a las ciudades de Leipzig, Dresden, y Chemnitz, en la región de Sajonia, la más industrializada del país. Entre 1964 y 1969 funcionó en la ciudad de Teupitz, cercana a Berlín, una escuela del PCE en la que se impartían cursillos de tres meses de instrucción “político-técnica” para la lucha clandestina. Por ella pasarían varios centenares de militantes y dirigentes del PCE, de sus juventudes y de Comisiones Obreras procedentes de distintos lugares de España. Por último, durante la década de los sesenta, llegó a Bulgaria un número reducido de exiliados (en torno a veinte) que, sin embargo, desempeñaron un papel importante en la enseñanza del castellano y en la divulgación de la cultura del país de origen y del de acogida (TABAKOVA, 2003, vol. II: 553). Casi todos estos exiliados llegaron con una recomendación del Comité Ejecutivo del PCE que tenía su sede en Praga. Procedían de otros países y tenían un largo itinerario de exilio. Con anterioridad, en 1948, había llegado el pintor José Sancha, voluntario en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Llegó con su esposa, hija del escritor búlgaro Liudmil Stoyanor. Durante los veinte años que permaneció en este país fue una de las figuras más destacadas de la vida cultural búlgara. Su primera exposición, con cuadros que trajo de México en 1948, fue todo un acontecimiento en el panorama artístico de Sofía. En este país siguió pintando, se dedicó también a dibujar las escenografías de producciones cinematográficas y teatrales y a ilustrar libros infantiles. Pero las contribuciones más importantes de los exiliados fueron las de traductores y profesores de español y comentaristas en

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la sección española de Radio Sofía. A principios de los años sesenta la Revolución cubana produjo gran entusiasmo en Bulgaria. Se establecieron contactos entre los dos países y creció la demanda de estudios de español. Entre los que se dedicaron a satisfacer esa demanda, está el periodista Fernando Revuelta, que con sus artículos contribuyó a que los búlgaros conocieran mejor España y su literatura. En el resto de Europa hubo pequeños grupos de exiliados en Inglaterra , Suiza y Bélgica ya que, como indiqué, los gobiernos no se mostraron en ningún momento predispuestos a la acogida. El gobierno inglés no favoreció la inmigración de republicanos españoles, pero no se opuso a admitirles de manera individual o en pequeños grupos. Si exceptuamos el grupo de los cerca de 4.000 niños vascos evacuados durante la guerra civil, el número de españoles en este país fue del orden de unas 350 personas. Algunos eran marineros vascos que se quedaron en Inglaterra cuando cayó el Frente Norte. Hubo también un núcleo de más de 60 libertarios entre los que sobresalió, en el ámbito intelectual, el periodista, escritor y poeta José García Pradas que había dirigido el diario CNT y colaborado con los dirigentes libertarios que apoyaron al coronel Casado. Otro libertario, Manuel Salgado, destacó en el sector de la hostelería, llegando a regentar un grupo de hoteles en Londres tras la guerra mundial. Varios republicanos españoles, en gran parte vascos, que se encontraban en la zona de Dunkerque, en la península de Bretaña, y en torno a Burdeos, se refugiaron en Gran Bretaña tras la ocupación alemana de Francia, en junio de 1940. A ese país llegaron poco después combatientes españoles enrolados en la Legión Extranjera francesa que participaron en la batalla de

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Narvik en Noruega. Estos españoles y otros que ya se encontraban en el país, trabajaron en fábricas inglesas contribuyendo así al esfuerzo bélico. Hubo también españoles vinculados a los Servicios de Información Británicos. De los políticos, el más significado fue Juan Negrín. Otros políticos acogidos por Gran Bretaña fueron Manuel de Irujo, José Antonio Balbontín, Luis de Araquistain y Salvador de Madariaga, que era además un reconocido diplomático y escritor. Mencionemos también al musicólogo Eduardo Martínez Torner, al compositor Robert Gerhat, a los escritores Esteban Salazar Chapela y Antonio Barea, y entre los científicos a Arturo Duperier y José Trueta. De los 5.000 niños que fueron evacuados a Bélgica durante la guerra, se quedaron aquí ya como exiliados algo más de 500, la mayoría acogidos en familias adoptivas. En algunos casos, los padres de niños que se encontraban en este país, se desplazaron desde Francia, adonde llegaron en el éxodo de principios de 1939 a Bélgica para recuperar a sus hijos. Las situaciones que se produjeron en el reencuentro de estos menores con sus progenitores, fueron diversas. Una de estas fue la decisión de los padres biológicos de permanecer en Bélgica junto con los hijos, quienes de esta manera continuaban manteniendo el contacto con la familia adoptiva. Aparte de estas familias vinculadas a los niños, fueron escasos los exiliados que pasaron a Bélgica en reemigración desde Francia en 1939. Entre los intelectuales destacan el poeta y periodista catalán José Carner que, desde México, estableció su residencia en Bruselas en 1947, y el compositor alicantino Oscar Esplá. Tras la independencia de Marruecos en 1956, fueron varios los españoles exiliados en este país que llegaron a Bélgica.

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De los 5.000 niños que fueron evacuados a Bélgica durante la guerra, se quedaron aquí ya como exiliados algo más de 500, la mayoría acogidos en familias adoptivas.


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Se asentaron en torno a Gante, con su industria textil y en la zona minera de Lieja. Suiza reconoció al régimen de Franco el 14 de febrero de 1939 y, a pesar de su postura neutral durante la guerra, había adoptado desde el principio una actitud pragmática en la que primaba la salvaguarda de los intereses económicos por encima de consideraciones de índole ideológica. Tras el reconocimiento, el gobierno suizo cerró sus fronteras al exilio español. No aceptó en su territorio la presencia del presidente de la República española Manuel Azaña, quien, después de haber cruzado la frontera con Francia a pie el 4 de febrero, se estableció durante algunos meses en casa de su cuñado Cipriano Rivas-Cherif, que había sido cónsul de la República en Ginebra, situada en el pueblo francés de Collonges-sous-Saléve muy cerca de la frontera con Suiza. No obstante esto, se asentaron en este país algunos exiliados acogidos cuando la invasión alemana de la zona libre de Francia: los exconsellers de la Generalitat Josep Tarradellas, Ventura Gassol y Carles Marti Feced, el ex ministro del Gobierno de Negrín, Mariano Ansó, la diputada Clara Campoamor o el aviador Josep Canudes. También se aceptó a aquellos que iban previamente contratados por empresas, instituciones docentes u organismos internacionales con sede en ese país. En estos casos llegaron con posterioridad, en reemigración desde otros países y para una residencia temporal. En suma y con excepción de Francia, la presencia de exiliados republicanos en Europa no fue muy numerosa, pero de una manera u otra, un buen número de ellos dejaron su impronta en el país que les acogió.

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Un balance sobre la intermediación laboral y la integración sectorial de los trabajadores españoles en la República Federal Alemana 1960-75 Gloria SANZ LAFUENTE Profesora de Historia Económica de la Universidad Pública de Navarra.

INTRODUCCIÓN Aunque el mercado laboral no es el único espacio de relación que generan los flujos migratorios entre dos países, el progresivo vínculo entre dos mercados de trabajo, distantes entre sí, es un eje central para estudiar las conexiones producidas por los movimientos migratorios hacia Europa. Uno de los rasgos comunes de la historia laboral española de la primera mitad del siglo XX fue la distancia existente entre la demanda y la oferta de trabajo.1 El subempleo, el desempleo y la presión de un excedente estructural de trabajo, que se combinó con procesos migratorios interiores y exteriores, eran ya aspectos básicos del funcionamiento del mercado laboral en España durante el primer tercio del XX.2 La desagrarización y el posterior crecimiento desequilibrado del desarrollismo no hicieron

Gloria SANZ LAFUENTE. Con la financiación del Institut für Europäische Geschichte de Maguncia llevó a cabo una investigación sobre la emigración de la población agraria española a la RFA (20042005). Ha participado en diversas reuniones nacionales e internacionales y cuenta con la publicación de un balance de investigación sobre emigración en el Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie. Su labor se ha centrado en el estudio de la emigración a la RFA y sus trabajos han aparecido, entre otras en revistas como Migraciones & Exilios e Investigaciones de Historia Económica. Recientemente ha editado un volumen junto a Joseba de la Torre con el título Migraciones y coyuntura eco nómica del franquismo a la transición (Universidad de Zaragoza, 2009). En éste han participado varios especialistas en la emigración interior y exterior entre los años 40 y los 70. Es miembro del equipo investigador que ha llevado a cabo la historia del Instituto Español de Emigración, con el apoyo del Ministerio de Trabajo e Inmigración.


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(1) Alcaide (2003), pp. 168 y ss. Otros análisis anteriores en Malo de Molina (1984). Serrano y Malo de Molina (1979), esp. pp. 85-228. Pedreño (1990), pp. 395-419. Toharia (1998), p. 8. Vilar Rodríguez (2004), Pp. 81-126. (2) Maluquer de Motes y Llonch (2005), p. 1162. (3) Schmuhl (2003), p. 19 y 40, 435 y ss. (4) Weber (2003), pp. 324 121.

Balance sobre intermediación laboral y la integración de los trabajadores en la RFA

sino contribuir a la reanudación de un proceso de emigración, que se dirigió hacia Sudamérica en los cincuenta y hacia Europa desde mediados de esa misma década. En el caso de la RFA, la búsqueda coordinada de mano de o b ra fuera de sus fro n t e ras no era nueva, puesto que ya se hab í a p roducido en momentos anteri o res a la Segunda Guerra Mundial.3 Además de esta ex p e riencia previa, desde los cincuenta se limitó la posibilidad de contar con trab a j a d o res de las tradicionales áre a s de ori gen de la emigración, como era el caso de la gran propiedad del este –ahora en la RDA– y de países limítro fes como Polonia. A comienzos de los cincuenta, todavía continuó una emigración tradicional procedente de zonas limítro fes como Au s t ria y Holanda. La propia fi rma del primer Acuerdo sobre Migración, contratación y colocación de trabajadores con Italia, en 1955, rep re s e n t aba también una cierta continuidad de la presencia de t rab a j a d o res italianos en fe chas anteri o res. No obstante, este a c u e rdo conducía a un espectacular incremento en las cifras de e m i grantes procedentes de este país y al mismo se sumaban post e ri o rmente los establecidos con otro s , que en gran medida, estaban situados al margen de las áreas de ori gen de la mano de obra extranjera en la RFA. Este era el caso de Grecia y España en 1960 y también, de Tu rquía (1961), Po rt u gal (1964), Marruecos (19631966), Túnez (1965) y Yugoslavia (1968). Si por un lado, la “c o o rdinación en la contratación de mano de obra extranjera”4 pasó a ser un objetivo de la política lab o ral y económica fe d e ra l , por otro , la gestión de los contratos y salidas también fo rmó parte de la actividad de un organismo oficial como era el Instituto Español de Emigración. Tras la crisis de 1973 se daban por fi n alizadas estas actividades oficiales de contratación.

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En primer lugar, el objetivo de este trabajo es valorar la labor de mediación laboral de ambos estados en el volumen y composición de la emigración. En segundo lugar, se trata de ofrecer un balance cuantitativo y sectorial de la integración de los emigrantes españoles en el mercado de trabajo alemán, estableciendo comparaciones con la población ocupada autóctona y con los trabajadores emigrantes de otros países. 1. SOBRE LA INTERMEDIACIÓN OFICIAL EN EL PROCESO DE CONTRATACIÓN LABORAL 1960-1973 Tal y como ha estudiado Carlos Sanz Díaz, el sistema de Gastarbeiter partía de un acuerdo bilateral y de la implantación de un sistema de intermediación laboral gestionado desde la Oficina de Colocación y Seguro de Desempleo –Bundesanstal für Arbeitsvermittlung und Arbeitslosenversicherung (BAVAV), más adelante Bundesanstalt für Arbeit (BAA)– y por el Instituto Español de Emigración (1956).5 A esta intervención oficial se sumó, además, la capacidad de integración laboral de aquellos que optaban por otras vías no oficiales de introducción en el mercado laboral de la RFA.6 Como se ponía de manifiesto en las reuniones de la Comisión Alemana y los representantes del IEE a comienzos de los 60, las relaciones laborales entre ambos países se habían iniciado ya de forma previa a la firma del acuerdo. No en vano, éstas planteaban el problema de qué hacer con aquellos que se habían desplazado al margen de los canales oficiales. Esta labor de mediación oficial en el proceso de contratación laboral en la RFA, no solamente partía de un intento de regulación de la emigración sino que se observaba como un componente básico de la política laboral en ambos países. En su concepción política,

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(5) Sanz Díaz (2004), (2006), pp. 289-306 (2008), pp. 255-288. (6) Herbert (2001).


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la intermediación era tanto un mecanismo de control del volumen y composición –en la RFA y en España– como una forma de intervención sobre los límites formales que debía tener el proceso de contratación –duración, tipo de contrato, área, etcétera– en unos mercados de trabajo sujetos a jerarquías laborales, salariales y formativas. La finalidad era que estas relaciones se mantuviesen sujetas al control –en el caso de España y de la RFA– y en la medida de lo posible en el ámbito del mercado de trabajo formal –en el caso de la RFA– para que no se desarrollasen fuera de él. El avance del estado de bienestar en la RFA se encontraba, además, detrás de esta intervención. Si tomamos como referencia el interés por actuar en el volumen de la oferta de trabajadores, la intermediación oficial en la RFA partía del “agotamiento de las reservas de mano de obra”, como señalaba el Ministro de Economía y posterior canciller, Ludwig Erhard (CDU). El argumento esgrimido en las deliberaciones del consejo de ministros federal para proceder a la organización de flujos migratorios hacia la RFA fue la reducción de la oferta de trabajo. La idea del pleno empleo –Vollbeschäftigung– se convirtió en un objetivo central del programa económico de la nueva República Federal pero comenzó a ser observado como un problema añadido desde mediados de los cincuenta. El desplazamiento del campo a la ciudad en busca de salarios industriales más elevados había puesto a los sectores campesinos alemanes –todavía con un 13.3% de la población activa– en pie de guerra en los años cincuenta, demandando al Estado una solución ante la falta de trabajadores. Algo similar ocurría con la construcción durante los picos de mayor actividad en el año y también, con la minería. En medio de una coyuntura

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Tercera generación en el Bajo Rhin (Alemania).

de crecimiento, de periodos de formación más amplios en la población joven y de procesos de sustitución entre sectores económicos, la tasa de paro pasaba de 12,2%, a comienzos de 1950,7 –todavía marcada por el lastre de la posguerra y con la presencia de los refugiados y huidos tras la guerra– a niveles por debajo del 1% entre 1961 y 1966. En el caso de España no era el pleno empleo sino el subempleo el que marcaba una aproximación nueva hacia la emigración. Pese a que los servicios estadísticos no incorporaron esta realidad con series temporales y mantuvieron estadísticas de pleno empleo, en el informe elaborado por Enrique Larroque y publicado por el Ministerio de Trabajo, la emigración era observada como algo positivo y se consideraba un “factor de correc ción..(…) que permite colocar en el exterior a los excedentes rea les.”8 Esta visión de la emigración como “factor corrector” y su consideración como motor de desarrollo apareció tanto en las publicaciones del IEE, como en las declaraciones de Ministros de

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(7) Abelshauser (2004), pp. 300 y ss. (8) Larroque (1961), pp. 46, 47 y 50.


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(9) Sanz Lafuente (2006), p. 29-30. (10) Carreras y Tafunell (2003), pp. 331-365.

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Trabajo y de Directores Generales de empleo, como fue el caso de Juan Manuel Villar Mir y de Manuel Alonso Olea.9 Además del apoyo oficial, otros factores contribuyeron al desplazamiento. Los bajos salarios –en relación con los existentes en otros países europeos– se combinaban con una proporción importante de gasto familiar invertido en productos de primera necesidad como la comida o el vestido –58% del presupuesto familiar en 1968– lo que derivaba en escasas posibilidades de ahorro y de un consumo diversificado.10 La intermediación oficial conjunta de funcionarios de la RFA y de España no gestionó toda la oferta y demanda de trabajo existente pero si lo hizo en un porcentaje elevado. Si tomamos como referencia los datos recopilados en las memorias del BAVAV y BAA para el periodo comprendido entre 1960 y 1973, hay que señalar que alrededor de un 30% de los trabajadores españoles que llegaron a la RFA entre 1960 y 1973 lo hicieron fuera de de los cauces oficiales de contratación. Estas cifras se elevan al 45% si salimos de la información laboral y comparamos los contratos establecidos con la intermediación oficial y los datos del flujo de llegada de emigración de la Oficina Federal de Estadística. Esta labor de mediación oficial no fue siempre igual. Si en 1960 solamente el 38% de los trabajadores que llegaron a la RFA eran emigrantes que habían utilizado la intermediación laboral oficial –asistidos–, este número ascendía al 89% en 1973. Sobre la base de los datos de la RFA, el sistema de intermediación oficial evolucionó y se perfeccionó en su capacidad de gestión de nuevos contratos desde España. No obstante, este incremento de la intermediación laboral oficial se vio jalonado por importantes

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diferencias de género.11 Si los hombres emigrados a la RFA con un contrato gestionado por medio del IEE y de la Comisión Alemana representaban el 61% del flujo migratorio masculino desde España entre 1960 y 1973, estas cifras solamente fueron del 38% en el caso de las mujeres. La intermediación laboral oficial habría funcionado en el caso de los hombres pero no habría sido así para las mujeres, que habrían entrado en la RFA al margen de los canales oficiales de contratación con el objetivo de la reagrupación familiar y/o de la emigración laboral. 2. BALANCE CUANTITATIVO DE LA INTEGRACIÓN DE LOS TRABAJADORES ESPAÑOLES EN LA RFA El proceso de integración de trabajadores en el mercado laboral alemán fue en gran medida rotatorio12 y menos definitivo. Este hecho marcó las actividades de una parte considerable de la emigración a la RFA entre finales de los cincuenta y comienzos de los 70. Aunque resulta muy difícil cuantificar este fenómeno, si tomamos los datos de Francisco Sánchez López para el periodo comprendido entre 1960 y 1967, un 77,3% de los italianos, un 58,7% de los griegos 67,3% de los emigrantes españoles en la RFA habían vuelto a sus países de origen13 tras estancias de unos años. Por otro lado, si comparamos las cifras globales con las de otros países encontraríamos ciclos heterogéneos en su inicio e intensidad. El caso español se asemeja a las trayectorias seguidas por Italia, Grecia o Portugal –más tardío éste último en sus comienzos– pero se aleja del crecimiento y asentamiento posterior de Turquía. Si en 1960 había alrededor de 16.000 personas ocupadas en la RFA, su número había ascendido a más de 180.000 en 1965.

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(11) Sanz Lafuente (2009). (12) Weicken (1969), pp. 7681 (13) Sánchez López (1969), p. 52. Cazorla Pérez (1989) p. 25. Romano-García (1995) pp. 468-481. Breitenbach (1982), p. 36. Garmendia (1970) (1981).


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Gráfico 1. Evolución comparativa de los trabajadores extranjeros en Alemania 1960-1975

Fuente: BAVAV, BAA ( 1962 - 1973), Amtliche Nachrichten Bundesanstalt für Arbeit 1975. * Datos septiembre

(14) Abelshauser (2004) pp. 319-320.

La cifra máxima se alcanzaba en 1971 con 186.000 trabajadores. Los emigrantes españoles comenzaron siendo, en los inicios de los años sesenta, el 11% del total de trabajadores extranjeros en el mercado laboral alemán. En 1964 y 1965 alcanzaban su cuota máxima con un 15%. A partir de aquí estas cifras iban a disminuir hasta situarse en el 6% de 1975. En esta fecha España era el cuarto país con más trabajadores en el mercado laboral alemán (6,1%), muy por debajo de Turquía (26,6%), Yugoslavia (20,4%), Italia (14,3%) e incluso por debajo de Grecia (9,6%). Las cifras de población española ocupada en el mercado lab o ral alemán no hicieron sino incrementarse hasta la crisis económica de 1966/67.14 En medio de una coyuntura de despidos, las comisiones alemanas en el extranjero redujeron el número de las c o n t rataciones recibiendo instrucciones para comprobar la existencia de parados en la RFA –alemanes y extranjeros– en las Oficinas

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federales de Colocación, antes de canalizar las demandas de las empresas a las comisiones alemanas con sede en los países de sur de Europa. Junto a esta restricción en la contratación de nuevos trabajadores emigrantes, su labor se centró en atender peticiones re l acionadas con sectores cualificados y con demandas de trab a j o femenino.15 Como se subrayaba en el informe del año 1967,16 los despidos se aplicaron, en especial, a peones y a otro personal poco especializado, que era mu cho más fácil de sustituir que los trab ajadores cualificados. El ciclo de emigración intraeuropea en la RFA, s o b re la base de los países del sur de Europa y de Turquía, estaba llegando a su fin a mediados de los años 70 y en algunos casos, como España y Yugoslavia, el descenso del número de trabajadores ap a recía ya en 1972.17 Pese a esta evolución general, el estudio de casos de empresas concretas permite observar comportamientos diferenciados en el marco de las crisis coy u n t u rales. La presencia de trabajadores españoles en la empresa OPEL y su comparación con los ciclos de las tasas de paro en Alemania resulta muy signifi c ativa al respecto, apareciendo descensos en el número de trabajadores en la crisis de 1967 y también, antes de 1973. No era así en el caso de la empresa Bahlsen, en la que estaban empleadas más de 670 mujeres españolas en diciembre de 1965, que pasaron a ser 179 en el mismo mes de 1967.18 La primera crisis de 1966/67 significó en Bahlsen un progresivo declive de los niveles de ocupación de trabajadoras españolas, ya iniciado en 1966, que no se recuperaría con posterioridad. En el caso de OPEL, si la crisis de 1973 incidió en el descenso de la ocupación de trabajadores extranjeros, iniciado en 1972, el cómputo total de la mano de obra emigrante se recu-

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(15) BA B/119/4146 Bechäftigung und Arbeitsvermittlung ...02.05.1967/31.07.196. (16) BAVAV (1968) p. 29. (17) Schmuhl (2003), p. 523. (18) Sobre Bahlsen Mattes (2005) p. 290.


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Cuadro 1. Evolución de la población española residente y ocupada en Alemania 1960-1975 Llegada Llegada T**

1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975

32.220 55.079 63.594 63.215 83.200 83.733 55.851 18.462 39.578 61.014 62.969 54.064 46.351 47.874 15.712 9.772

1.137 1.885 26.703 51.117 54.893 51.715 65.872 65.146 38.634 7.785 31.995 50.086 48.863 37.530 28.675

Resid.

94.049 119.559 151.073 182.754 178.154 177.033 174.989 206.895 245.530 270.350 267348 287.021 272.676 247.447

Ocup.

%Ocup %Oc/ Hombres /Res total*** ocup

%

Mujeres ocup

%

1.494 2.150 16.459 5,0 61.819 11,3 13,2 69.746 74,16 24.303 25,84 14,4 85.225 71,28 34.334 28,72 15,3 108.159 71,59 42.914 28,41 15,0 130.029 71,15 52.725 28,85 13,6 122.826 68,94 55.328 31,06 118.028 66,67 11,9 70.935 60,10 47.093 39,90 115.864 66,21 10,6 75.316 65,00 40.548 35,00 143.058 69,15 9,5 97..992 68,50 45.066 31,50 171.671 69,92 8,8 121125 70,56 50.546 29,44 186.585 69,02 8,3 132.649 71,09 53.936 28,91 184.203 68,90 7,8 128.492 69,76 55.711 30,24 179.157 62,42 7,6 124.035 69,23 55.122 30,77 149.718 54,91 6,5 102.136 68,22 47.582 31,78 124.533 50,33 6,1 84.450 67,81 40.083 32,19

Fuente:BAVAV, BAA (1962-1973), Amtliche Nachrichten Bundesanstalt für Arbeit 1975. -1958-1959 Datos mes de julio.1960-1975 Datos mes de septiembre *Llegadas paso de frontera..Zuzug über die Grenzen Deutschlands. Statistsiches Bundesamt ** Contabilizado por medio de los permisos de trabajo y tarjeta de legitimación de los contratos oficiales *** % de los trabajadores ocupados españoles sobre el total de ocupados extranjeros en Alemania

peraba en 1975. A partir de esta fecha, se generaba en esta empresa una progresiva sustitución de trabajadores italianos, gri egos y españoles –en claro descenso migratorio y en proceso de retorno– por trabajadores turcos, con una amplia incorporación en el peonaje de la industria del automóvil.

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Gráfico 2. Evolución del número de trabajadores españoles en OPEL (Alemania) 1966-1975

Fuente: Sonnenberger (2003), p. 471 con los datos de Dresler (1988).

En pers p e c t iva comparada, el porcentaje de mujeres trabajadoras españolas en la RFA, sobre el total de la población española ocupada, fue siempre el más elevado junto a Grecia. La introducción de las mujeres ex t ranjeras en el mercado de trabajo alemán distaba de ser un fenómeno de fácil homogeneización y presentaba caracteres específicos en cada uno de los grupos nacionales, al igual que ocurría, por otro lado, con el caso de los hombres. Independientemente de que también se desarrollase un mercado de trabajo informal en su caso –asistencia, limpieza, etcétera– de difícil contabilización, las cifras oficiales de ocupación muestran un incremento de su presencia en el total de la población española ocupada en la RFA entre 1960 y 1973. Desde el punto de vista de la oferta, la emigración había incrementado la tendencia de las mujeres españolas hacia la actividad laboral asalariada más visible dentro del mercado más formal, aspectos éste último, que coincide con otras inves-

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Si en 1960 había alrededor de 16.000 personas ocupadas en la RFA, su número había ascendido a más de 180.000 en 1965. La cifra máxima se alcanzaba en 1971 con 186.000 trabajadores. Los emigrantes españoles comenzaron siendo, en los inicios de los años sesenta, el 11% del total de trabajadores extranjeros en el mercado laboral alemán. En 1964 y 1965 alcanzaban su cuota máxima con un 15%.


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Balance sobre intermediación laboral y la integración de los trabajadores en la RFA

tigaciones realizadas.19 Si atendemos a los resultados de la inve s t i gación llevada a cabo por el Ministerio de Trabajo de la RFA en 1968 y 1972,20 el elevado porcentaje de mujeres, en el caso de Grecia, estaría relacionado por la presencia de parejas j ó venes desplazadas, mientras que en España existía un mayo r número de población masculina casada y separada de la familia así como de población femenina soltera.21 Queda por analizar, no obstante, si se produjo una distinta participación de las mujeres respecto a los hombres en el retorno como mecanismo para explicar el incremento en sus cifras de ocupación.

(19) Sarasua (2001), pp. 2959. (20) BAA (1970), (1973). (21) BAA (1972), p. 53.

3. “TRABAJANDO EN INDUSTRIA”. UN BALANCE SECTORIAL DE LA OCUPACIÓN EN LA RFA, 1960-1973 Pese a las iniciales referencias a las demandas de trabajadores en la minería, en la construcción o a la agricultura, como sectores defi c i t a rios de mano de obra a mediados de los cincuenta en la RFA, fue la industria el sector recogió a la mayor parte de los trabajadores españoles y era éste el que representaba los porcentajes más elevados de ocupación y de participación en el PIB dentro de la RFA. El sector siderúrgico/metalúrgico y el de otras industrias manufactureras representaron más del 70% de la ocupación general entre 1961 y 1973 con escasas diferencias en su evolución. Un leve incremento de la actividad femenina en el terciario y un descenso de la participación procentual de los hombres en trabajos más duros, como la minería, o estacionales y con salarios más bajos, como la construcción, son los dos únicos elementos de cambio a destacar en medio del dominio constante del trabajo industrial.

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La emigración española a Europa en el siglo XX

Gráfico 3. Evolución comparativa del porcentaje de mujeres emigrantes ocupadas en Alemania sobre el total de trabajadores ocupados de cada país. 1962-1975

Fuente: Sanz Lafuente (2006) BAVAV (1962 -1973), Amtliche Nachrichten Bundesanstalt für Arbeit 1975

La concentración en un único sector y su continuidad en el tiempo, aleja el caso de la integración laboral de los emigrantes en la RFA de otros mercados laborales europeos. Así, para el caso de Francia, María José Fernández Vicente ha señalado cómo durante los años cincuenta, la inserción mayoritaria de los emigrantes españoles se producía en el sector agrario. Un sector que quedó después en manos de la emigración estacional. Durante los sesenta, tanto la construcción como los servicios se convirtieron en las áreas mayoritarias de ocupación en Francia. Por su parte, en Suiza, Luis Calvo ha constatado una mayor presencia de fenómenos de sustitución de población nativa por trabajadores extranjeros en la industria y en los servicios en los sesenta, disminuyendo la primera en los setenta en favor de la construcción.22 Con la integración en el mercado laboral alemán se redujo considerablemente la segregación ocupacional por sectores

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En perspectiva comparada, el porcentaje de mujeres trabajadoras españolas en la RFA, sobre el total de la población española ocupada, fue siempre el más elevado junto a Grecia.


Gloria SANZ LAFUENTE

Balance sobre intermediación laboral y la integración de los trabajadores en la RFA

Gráfico 4. Evolución de los sectores de ocupación de la población trabajadora española en Alemania 1961-1973 (hombres y mujeres)

Fuente: BAVAV, BAA ( 1962-1973)

(22) Fernández Vicente (2008): pp. 243-245. Calvo Salgado (2008): p. 298.

entre hombres y mujeres ya que ambos trabajaron mayoritariamente en industria. No obstante, continuó existiendo una segmentación salarial entre ambos en la RFA. La sideru rgia y m e t a l u rgia –con mayores salarios– fueron áreas con mayo r porcentaje de trabajadores, mientras que las otras industrias de transformación –conservas y tex t i l , en especial– mantuvieron los niveles de ocupación femenina más elevados. La generación de mercados de trabajo sectoriales distintos para los emigrantes y para la población alemana se pone de m a n i fiesto si comparamos la participación en la ocupación industrial de los emigrantes españoles y de los trabajadores alemanes (cuadro 2). La industria también era el sector básico de ocupación para la población alemana pero su presencia porcentual era

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La emigración española a Europa en el siglo XX

Cuadro 2. Comparación de porcentajes de ocupación en industria de trabajadores alemanes y españoles sobre las cifras totales de ocupación Trabajadores alemanes Trabajadores españoles 1966 48,5 71,1 1971 48,6 70,9 1973 48,0 70,6 Mujeres alemanas Mujeres españolas 1966 33,6 80,4 1970 34,1 77,7 1974 33,3 72,1 Fuente: BAVAV ( 1962-1973), Amtliche Nachrichten Bundesanstalt für Arbeit 1975.Statistisches Jahrbuch 1976 für die Bundesrepublik Deutschland. Statistisches Bundesamt

mucho más reducida que la de los trabajadores españoles.23 Así, si en 1966 alrededor de un 48% de la población ocupada alemana trabajaba en la industria, en el caso de los emigrantes españoles la cifra ascendía al 71%. Este desajuste era todav í a mayor si comparamos el número de mujeres alemanas que trabajaban en industria en el mismo año (33%) y el de las mujeres españolas (80%). Nos encontramos aquí con una mayor presencia de la población autóctona en el terciario mientras que los emigrantes españoles predominaban en el peonaje industrial. Ni el terciario, ni el primario, ni la construcción constituyeron áreas signifi c ativas de ocupación para los trabadores emigrantes españoles en la RFA. No todos los trabajadores ex t ranjeros que llega ron a la RFA procedentes del sur de Europa se integraron en la misma proporción en la industria. Si comparamos la presencia de los trabajadores ex t ranjeros en el sector de la metalurgia y de la sideru rgia se ponen de manifiesto diferencias porcentuales sig-

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(23) Mooser (1998) pp.362376.


Gloria SANZ LAFUENTE

La generación de mercados de trabajo sectoriales distintos para los emigrantes y para la población alemana se pone de manifiesto si comparamos la participación en la ocupación industrial de los emigrantes españoles y de los trabajadores alemanes.

Balance sobre intermediación laboral y la integración de los trabajadores en la RFA

n i fi c ativas. Si los trabajadores italianos tuvieron un promedio de ocupación en este sector del 33% entre 1965 y 1973, entre los griegos la cifra alcanza un 51% y llega al 44% entre los trabajadores españoles. Además, esta heterogeneidad se mantuvo constante durante todo el periodo analizado. En el caso de las mujeres trabajadoras emigrantes, estas diferencias fueron menores, produciéndose una elevada concentración de su ocupación en otras industrias de transformación. Varios elementos influyeron en las diferencias sectoriales de la ocupación masculina ex t ranjera en la RFA. Desde mediados de los años cincuenta se generó, en el caso de Italia, una experiencia de emigraciones estacionales vinculadas al sector de la construcción, que no se dio en gran medida entre los españoles y los gri egos. Por otro lado, las redes de la emigración, entendidas como redes personales asociadas a empresas, desempeñaron también su labor generando procesos de concentración mayores alrededor de un sector frente a otro. Junto a ello hay que señalar la labor de empresas concretas en su búsqueda de trabajadores en un determinado país o la presencia de demandas nominativas o no en la gestión de las comisiones alemanas asentadas en los diferentes países. Una vez generadas, estas redes se retroalimentaron, alterándose únicamente en los valores cuantitativos por los ciclos coy u n t u rales como la crisis de 1966/67. Finalmente, además de una distinta distribución sectorial del empleo entre la población autóctona y la emigrante, si se considera la cat egoría laboral dentro de la empresa también encontramos diferencias signifi c ativas. Si tomamos como refe-

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La emigración española a Europa en el siglo XX

Consejo de Residentes de Renania del Norte Westfalia (Alemania).

rencia la plantilla de trabajadores ex t ranjeros de la empresa química Merck en Darmstadt en 1974, todos ellos –con la ex c epción de los trabajadores austriacos– estaban ocupados como peones asalariados en porcentajes superiores al 85%, –86,7% en el caso de los trabajadores españoles–.24 Los estudios realizados por el BAVAV en 1968 y 1972, en los que se recogía la cat egoría laboral de los trabajadores españoles en las empresas mostraban una concentración de estos en los niveles de menor cualificación laboral. Esa escasa posibilidad de movilidad interna dentro de la empresa convivió en la RFA con una elevada tasa de rotación inter-empresarial en búsqueda de mejores salarios, por parte de los trabajadores emigrantes.25 Otro elemento que separó a los trabajadores españoles –y también al resto de trabajadores ex t ranjeros– de los alemanes fue la elevada presencia de los p ri m e ros en las empresas con más de 500 empleados.

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(24) Firmenarchiv Merck (Darmstadt). Betriebsrat. J.40- 260. Liste der aus ländischen Mitarbeiter. Stand 31.12.1974 (25) BAA (1969), (1973).


Gloria SANZ LAFUENTE

Balance sobre intermediación laboral y la integración de los trabajadores en la RFA

Cuadro 3. Distribución de los trabajadores españoles, extranjeros y alemanes en la RFA según en tamaño de la empresa 1968/1972 (%) Trabajadores españoles RFA Hombres Tamaño de la empresa Hasta 50 trabajadores De 50 a 200 trabajadores De 200 a 500 trabajadores Más de 500 trabajadores Sin datos

Trabajadores extranjeros RFA (Total)

Mujeres

Hombres

Trabajadores alemanes**

Mujeres

1968 1972 1968 1972 1968 1972 1968 1972

Total 1970

15

16

14

18

21

21

20

19

43,7

18

17

20

13

21

19

20

20

19,6

14

15

18

21

15

15

17

18

12,6

50 48 45 43 2 3 100 100 100 100 100

43 2 100

43

41 2 100 100

24,1

53

100

* Estimaciones de la investigación federal: 1968 (1230 encuestas, 1% pob.esp. ocupada) 1972 (1659 encuestas, 0.9% pob. esp. ocupada) ** 1970 Wirtschaft und Statistik, 9/1972.

Fuente: BAA (1969) (1972)

Medianas y grandes empresas industriales centradas en la producción fordista y el consumo de masas, que demandaban trabajo escasamente cualifi c a d o , se convirtieron en las principales receptoras de la nueva mano de obra de los peones industriales emigrantes en la RFA.26

(26) Sanz Lafuente (2006b), pp. 475-487.

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La última ola migratoria de españoles a Francia María José FERNÁNDEZ VICENTE Doctora en Historia por la Universidad de París 7.

P

or su cercanía física, España cuenta con una importante tradición de emigración a Francia. De hecho, la última ola migratoria que analizaremos a continuación no hizo sino alimentar la importante colonia española establecida en el país vecino. Veremos en un primer apartado cuales fueron las características principales así como la evolución de esta última corriente migratoria a Francia. Se dedicará un s egundo apartado al análisis de las diferentes estrat egias migratorias que marcaron la salida de estos miles de emigrantes al país vecino. El tercer epígrafe ve rsará sobre la inserción del emigrante español en el mercado laboral francés y, para terminar, el cuarto y último apartado se centrará en el ocio y la vida familiar de los españoles en Francia.

María José FERNÁNDEZ VICENTE (Badajoz, 1975). En la actualidad es profesora titular de la Universidad de Paris-Est, donde ejerce su labor de docente e investigadora. Su trabajo de investigación se ha centrado en el estudio de la última ola migratoria española con destino a la Argentina (1945-1955) y a Francia (19551975), abordando tanto cuestiones relativas a las políticas migratorias de los Estados como a las estrategias de los propios emigrantes. Es autora de Émigrer sous Franco. Politiques publiques et straté gies individuelles dans l’émi gration espagnole vers l’Argentine et vers la France, 1945-1965 (ANRT Diffusion, 2005) y coautora de Historia del Instituto Español de Emigración. La política migra toria exterior de España y el IEE del Franquismo a la Transición (Publicaciones del Ministerio de Trabajo e Inmigración, 2009).


María José FERNÁNDEZ VICENTE

(1) Sobre la emigración del periodo de entreguerras véase Lillo (2006) y sobre el exilio español a Francia Dreyfus-Armand (2003). (2) Cifras del Office National d’Immigration francés recogidas en Rubio (1974), p. 296.

La última ola migratoria de españoles a Francia

RADIOGRAFÍA DE LA ÚLTIMA OLA MIGRATORIA ESPAÑOLA A FRANCIA A mediados de los años 50 del siglo XX, cuando se inicia la que será la última ola migratoria, la colonia española en Francia la componían unos 288.000 españoles. Una gran parte de esta colonia la formaban los exiliados de la guerra civil llegados masivamente al final de la guerra, siendo el resto de sus miembros antiguos emigrantes instalados en Francia durante el periodo de entreguerras1. Se pueden distinguir dos fases en esta última corriente migratoria a Francia. Una primera iría desde mediados de los años 50 hasta 1964, etapa durante la cual la emigración española presentó un movimiento ascendente, multiplicándose por 10 el número de emigrantes entre el inicio y el final del periodo (de 9.415 emigrantes en 1956 se pasó a 92.849 en 1964)2. De hecho, a principios de los 60 la emigración española fue la que más individuos aportó a Francia, antes de ser desbancada, a mediados de la década, por las corrientes portuguesa y magrebí. Este importante flujo migratorio duplicó el número de españoles instalados en Francia, superándose en el censo de 1968 la barrera de los 600.000. La etapa iniciada en 1965 marcó el inicio del declive de este flujo. Las sucesivas crisis y recesiones de que fue objeto la economía francesa a fines de los 60 y en la primera mitad de los años 70, así como la desviación de gran parte de la corriente migratoria continental hacia destinos considerados como más atractivos (RFA y Suiza sobre todo) explican el progresivo descenso del flujo migratorio al país vecino. De los 76.101 españoles que emigraron a Francia en 1965 se pasó a uno 3.900

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La emigración española a Europa en el siglo XX

Gráfico 1: Población española en Francia

Fuente: Censos franceses

Gráfico 2: Emigración de trabajadores españoles a Francia, 1951-1975

Fuente: ONI

en 1975, cifras que siguieron disminuyendo a fines de la década, marcando el final de una larga y fructífera tradición migratoria así como el inicio del declive de la colonia española en el país vecino. A estos trabajadores denominados “permanentes” habría que añadir los numerosos temporeros que año tras año cruzan la frontera para desempeñar tareas agrícolas en el país vecino.

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Hasta principios de los 60, las zonas tradicionales de implantación de la emigración española habían sido los departamentos rurales del sur de Francia, la cuenca del Ródano en torno a Lyon así como París y sus alrededores. Sin embargo, a partir de la década de los 60 asistimos a una neta predilección de la emigración española por estas dos últimas regiones en detrimento de la primera.


María José FERNÁNDEZ VICENTE

La última ola migratoria de españoles a Francia

Gráfico 3: Emigración de temporeros a Francia, 1955-1975

Fuente: ONI

Hasta principios de los 60, las zonas tradicionales de implantación de la emigración española habían sido los departamentos rurales del sur de Francia, la cuenca del Ródano en torno a Lyon así como París y sus alrededores. Sin embargo, a partir de la década de los 60 asistimos a una neta predilección de la emigración española por estas dos últimas regiones en detrimento de la primera. Los españoles se orientaron así masivamente hacia París y sus alrededores, las cuencas industriales lionesa y marsellesa así como, aunque en bastante menor medida, algunas zonas mineras e industriales del norte de Francia. En cuanto al origen geográfico de los emigrantes, a la tradicional migración de levantinos se le añadieron en estos años emigrantes procedentes de las provincias de Andalucía oriental, así como de Galicia y de León. Las labores de prospección llevadas a cabo por las autoridades del Office National d’Immigration francés así como los programas de emigración asistida puestos en marcha por ambos países –y en los que se privilegió la contratación de trabajadores y jornaleros de las zonas rurales más atrasa-

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La emigración española a Europa en el siglo XX

das y con mayor índice de paro– orientaron hacia el país vecino a trabajadores de regiones con escasa tradición de emigración al extranjero (como era el caso de Andalucía) o para las que Francia no había sido un destino tradicional (como por ejemplo Galicia). Como sus predecesores de la etapa de entreguerras, los emigrantes españoles de los años 50 y 60 pensaban marchar a Francia solamente unos años, los suficientes como para ahorrar lo más rápidamente el dinero necesario para abrir un bar, una tienda o comprar un taxi o una vivienda en España, elementos con los que mejorarían sus condiciones de vida en el país que les vio nacer. Se trataba en general de hombres procedentes del medio rural, en su mayor parte minifundistas o jornaleros. Desprovistos de cualificación profesional, estos emigrantes ocuparon los peldaños más bajos de la escala laboral francesa, trabajando como simples peones en la industria automovilística, en la siderurgia, la construcción o en las obras públicas3. Pero sin duda una de las principales características de la emigración española a Francia durante estos años fue su carácter marcadamente familiar. Deseosos de hacer de estas numerosas llegadas de españoles una “inmigración de trabajo y de pobla miento”4, las autoridades galas, a diferencia de sus homólogos suizos o alemanes, dieron muchas facilidades para que el emigrante español trajese a su familia. Esta instalación del núcleo familiar en Francia fue, tal y como se verá más adelante, un importante factor, si no de integración sí al menos de arraigo de estos nuevos inmigrantes, los cuales vieron a menudo alejarse y diluirse en el tiempo el tan añorado y deseado retorno. A su llegada a Francia, uno de los principales problemas que tuvieron que afrontar los emigrantes españoles fue la grave cri-

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(3) Lillo (2006), p. 285. (4) Viet (1998), p. 269.


María José FERNÁNDEZ VICENTE

Durante los treinta años de expansión económica con que se saldó el final de la Segunda Guerra Mundial –los llamados Treinta Gloriosos– el fuerte déficit de mano de obra hizo que las autoridades galas favoreciesen la llegada de trabajadores extranjeros, sobre todo de trabajadores originarios de las naciones católicas del sur de Europa, considerados como fácilmente asimilables y contrapunto ideal a la inmigración proveniente de las antiguas colonias francesas del norte de África.

La última ola migratoria de españoles a Francia

sis en materia de alojamiento que sufrían en estos años las grandes ciudades francesas. A su llegada a Francia, la mayor parte de los emigrantes españoles no tuvo más remedio que instalarse en precarios e insalubres barrios de la periferia; otros muchos se hacinaron en las famosas chambres de bonne o habitaciones que los edificios burgueses destinaban a las criadas o bien en pensiones baratas.5 LAS ESTRATEGIAS MIGRATORIAS EN LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A FRANCIA Los años en que transcurrió esta corriente migratoria estuvieron marcados por la voluntad de los Estados, tanto de emigración como de inmigración, de intervenir activamente en los flujos migratorios, abandonando el tradicional laissez faire de épocas anteriores. Esta intervención perseguía 4 objetivos fundamentales: controlar los flujos, planificarlos en función de las necesidades de las economías correspondientes, canalizarlos hacia las regiones con mayor déficit de mano de obra y seleccionar a los emigrantes en función de la situación del mercado laboral de los países de origen y de llegada. Durante los treinta años de expansión económica con que se saldó el final de la Segunda Guerra Mundial –los llamados Treinta Gloriosos– el fuerte déficit de mano de obra hizo que las autoridades galas favoreciesen la llegada de trabajadores extranjeros, sobre todo de trabajadores originarios de las naciones católicas del sur de Europa, considerados como fácilmente asimilables y contrapunto ideal a la inmigración proveniente de las antiguas colonias francesas del norte de África.6 Esta demanda fue bien recibida por los actores políticos franquistas, conscientes de las ventajas que esta emigración tenía

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La emigración española a Europa en el siglo XX

En Toulouse (Francia).

para España. Esta corriente emigratoria, se decía, no solamente podía amortiguar los efectos negativos de los programa de estabilización y desarrollo económico, sino que incluso podía contribuir al éxito mismo de estos planes. Por un lado, las remesas de los emigrantes supondrían una importante inyección de las tan deseadas como escasas divisas; por otro lado, este fenómeno migratorio habría de propiciar la creación de un espacio de diálogo y de negociación con los países de la Europa desarrollada, sobre todo de cara a una posible entrada de España en la CEE; y por último, la política migratoria debía servir para evacuar la importante mano de obra excedente con que se había saldado la estabilización de la economía española. Por todo este abanico de razones, el Estado español debía favorecer la emigración, tratando al mismo tiempo de controlarla.7 Para ponerse de acuerdo sobre la manera de llevar a cabo esta transferencia de mano de obra y tratar de controlar todo el proceso, Francia y España firmaron un acuerdo bilateral de emi-

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(5) Lillo (2006), p. 285. (6) Viet (1998), pp. 273-274. (7) Fernández Vicente (2009), p. 280.


María José FERNÁNDEZ VICENTE

(8) Fernández Vicente (2005), pp. 117-140. (9) Carta del Director del IEE al Ministro de Trabajo, 16 de junio de 1958. Archivo Central del Ministerio del Trabajo (ACMT) Dep. 1 Secretaría General Técnica – Rel. Entrega nº 103 de 22-05-73- Legajo 21-22 (E-329). (10) Fernández Vicente (2007). (11) Entrevista a Ramona, 11 de diciembre de 2003. Los nombres en cursiva hacen referencia a seudónimos atribuidos a personas entrevistadas que solicitaron conservar el anonimato. (12) Entrevista a Esteban, 12 de diciembre de 2003.

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gración en enero de 1961. En este acuerdo se establecía que la emigración española a Francia debía llevarse a cabo mediante Programas de Emigración asistida mediante los cuales el Instituto Español de Emigración (IEE) por parte española y el Office National d’Immigration (ONI) por parte francesa se encargarían de organizar la emigración española a Francia, seleccionando a los candidatos idóneos8. Se trataba así de implicar a ambos países en la lucha contra “una emigración clandestina e ilegal hacia Francia cuya vigilancia escapa por completo al control de este Instituto, bien porque los interesados salen de España con pasaporte ordinario – falsificando su propia profesión –, bien porque son insuficientes las medidas arbitradas por la Dirección General de Seguridad, bajo cuya responsabilidad está la concesión del visado de salida”.9 Empero, esta modalidad de emigración estatal tuvo escaso éxito en la emigración española a Francia. La incertidumbre que conllevaba el proceso de selección profesional y médica de los candidatos y lo complicado, lento y desesperadamente burocrático de todos los trámites vinculados a estos programas migratorios acabaron desanimando a muchos candidatos a la emigración. La mayor parte de los emigrantes españoles que marcharon a Francia durante la década de los 60 lo hicieron de manera espontánea, esto es, con un simple pasaporte de turista, escapando así al control que los Estados español y francés quisieron ejercer sobre este flujo.10 La emigración espontánea a Francia, tanto de los emigrantes como de sus familias, triunfó durante la década de los 60, constituyendo entre el 70-80% de la emigración de trabajadores a este país. Ante su éxito, los Estados español y francés decidieron cerrar los

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ojos, en la medida en que sus sectores económicos se beneficiaban de este transvase masivo de trabajadores escasamente cualificados. Indirectamente, y sin querer admitirlo, ambos países fueron incluso cómplices del éxito de esta emigración irregular: el Estado francés por la facilidad con la que regularizaba a los españoles que tras emigrar con un simple pasaporte de turista encontraban un trabajo; y el Estado español por la facilidad con que otorgaba el susodicho pasaporte de turista a personas de las que se sospechaba viajaban por motivos profesionales y no de ocio y/o turismo. De hecho, el único obstáculo que se le presentaba al emigrante para obtener un pasaporte de turista era la rutinaria pregunta de: “¿Viaja usted para bus car trabajo? Porque en ese caso debería dirigirse a las oficinas del IEE…”, cuya respuesta conocía muy bien el emigrante: “Yo me vine como turista. El pasaporte lo conseguí fácilmente porque una amiga me había dicho que si el policía me preguntaba si yo iba para trabajar tenía que responder que no, que venía a visitar a unos amigos. Y así lo hice.”11; o según otro testimonio: “Para obtener el pasaporte de turista había que ir a la policía y decir que ibas a ver a unos amigos a París.”12 Las cosas cambiaron durante la década de los 70, cuando los cada vez menos emigrantes españoles que marchaban a Francia tuvieron que adaptar sus estrategias migratorias a un contexto más represivo y fiscalizador. En septiembre de 1972 –en un contexto de recesión económica y aumento del paro en el país vecino–, las autoridades galas aprobaron la Circular Fontanet destinada a frenar la inmigración. Se ponía así fin al liberalismo de los años anteriores, inaugurándose un periodo de rigor y control en materia de entrada de mano de obra extranjera. Se establecía así que cualquier empleador que desease contratar a un traba-

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La emigración espontánea a Francia, tanto de los emigrantes como de sus familias, triunfó durante la década de los 60, constituyendo entre el 70-80% de la emigración de trabajadores a este país. Ante su éxito, los Estados español y francés decidieron cerrar los ojos, en la medida en que sus sectores económicos se beneficiaban de este transvase masivo de trabajadores escasamente cualificados.


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La última ola migratoria de españoles a Francia

jador extranjero debía pasar primero por la Agencia Nacional del Empleo; además, ya no sería suficiente una simple promesa de empleo para obtener la Carte de Travail, sino que pasaba a ser necesario presentar un contrato de trabajo. Y por si fuera poco, para obtener las tarjetas de residente y de trabajador el trabajador extranjero debía presentar un certificado del empleador que atestiguase que disponía de un alojamiento no calificado como insalubre; tarjetas que serían expedidas conjuntamente y poseerían la misma vigencia, causando apuros al trabajador parado que debiese renovar su tarjeta de residente.13

(13) Díaz-Plaja (1974), pp. 250-251. (14) Disminución que no afectó al cada vez más importante fenómeno de los trabajadores agrícolas estacionales, que marchaban cada año a Francia para trabajar en actividades agrícolas de temporada vinculadas a la recolección en la vendimia, la remolacha o el arroz. Cf. Gráfico 3.

INSERCIÓN DEL EMIGRANTE ESPAÑOL EN EL MUNDO LABORAL FRANCÉS La inserción de los inmigrantes españoles en el mercado laboral francés estuvo marcada, por un lado, por la importancia creciente de la demanda proveniente de los sectores secundario y terciario, y por otro, por la importante disminución de la inmigración agrícola, mayoritaria en las etapas anteriores14. El transvase de trabajadores desde el sector primario hacia el secundario y terciario caracterizó la economía francesa de los llamados Treinta Gloriosos (1945-1975), lo cual explica que los españoles optasen cada vez más por los departamentos industriales del norte de Francia y de las regiones de Lyon y Marsella, en detrimento de los tradicionales departamentos de acogida ubicados en el sur y sureste de Francia (cf. supra). Estos departamentos industriales, situados en torno a las grandes urbes francesas, fueron igualmente los destinos preferidos por las mujeres emigrantes, que encontraban trabajo en estas ciudades como criadas en el seno de las familias burguesas.

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Cuadro 1: Españoles en la población activa francesa (% sobre activos) 1946 1968 Agricultura 37 14,5 Industria 35 55 Servicios 28 30 Fuente: RUBIO (1974), pp. 347 y 349

Esta distri bución de los españoles en el seno de la población activa francesa difería en muy poco del perfil socio-profesional del resto de los inmigrantes instalados en Francia durante estos años. La única diferencia signifi c ativa fue la mayor presencia de mujeres españolas en el mercado laboral francés. De hecho, la colonia española fue en estos años una de las que presentó una mayor tasa de trabajadores femeninos entre la población activa. Con un 26% de mano de obra femenina en 1968, la proporción de mujeres en la población activa española se situaba por encima, no solamente de la existente en las otras dos grandes colonias extranjeras instaladas en Francia (italiana y portuguesa), sino también de la proporción existente en la propia colonia española de la etapa de entreguerras.15 La importante emigración familiar y la numerosa emigración específi c a m e nte laboral de mujeres que marchaban a Francia para trabajar en el servicio doméstico16 fueron los dos principales fa c t o res que explican esta peculiaridad de la emigración española de estos a ñ o s .1 7 Como la mayoría de los trabajadores llegados a Francia en estos años, los trabajadores españoles ocuparon puestos poco o nada cualificados, situándose por lo general en lo más bajo de la escala socio-profesional del país vecino.

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(15) Rubio (1974), p. 370. (16) A modo de ejemplo, más de la mitad de las extranjeras que trabajaban en Francia en el servicio doméstico en 1968 eran españolas. Rubio (1974), pp. 362-363. (17) Rubio (1974), pp. 360361.


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La última ola migratoria de españoles a Francia

Cuadro 2: Principales actividades de los inmigrantes instalados en Francia, 1968-1971 Españoles Inmigración todas nacionalidades Agricultura 10 8,8 Siderurgia e industria mecánicas 15,2 14,3 Construcción 26,5 35,2 Comercio 5,7 7 Servicio doméstico 20,2 11 Fuente: Rubio (1974), p.350

La vida asociativa constituyó un elemento vertebrador de las actividades de ocio y tiempo libre de numerosos emigrantes españoles instalados en Francia. Según los resultados de una encuesta realizada por Guy Hermet, a mediados de los 60 el 47% de los emigrantes españoles instalados en Francia pertenecía a algún centro o agrupación.

En cuanto a la inserción de los trabajadores españoles en el mercado laboral francés, las condiciones en que ésta se produjo variaron en función de la modalidad migratoria adoptada. Por lo general, los emigrantes llegados de manera irregular se insertaron de manera menos ventajosa en el mercado laboral francés que sus compatriotas llegados con un contrato de trabajo. Su condición de inmigrantes irregulares –agravada por el desconocimiento de la lengua, cultura y costumbres del país de acogida– les impidió a menudo negociar el contenido del contrato de trabajo.18 Los sectores con más presencia de trabajadores irregulares fueron la construcción, el servicio doméstico y las campañas agrícolas, lo cual se debía a que dichos sectores eran los tradicionales puertos de entrada en el mercado laboral.19 Cuando la crisis económica empezó a amenazar la importantísima ecuación emigración-trabajo-ahorro, numerosos trabajadores españoles optaron por adelantar la fecha de retorno. Adelanto que se vio favorecido por la política de fomento al retorno –el llamado Plan Barre– lanzada en abril de 1977, y que consistió en otorgar 10.000 francos a aquellos inmigrantes en paro que optasen por el retorno definitivo (mediante entrega de la

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Cuadro 3: Calificación profesional de los inmigrantes en Francia, 1967-1971 Españoles Inmigración todas nacionalidades Peones 44,6 42,0 Obreros especializados 27,8 31,9 Obreros calificados 27,3 24,4 Cuadros supletorios y medios 0,3 1,7 Fuente: Rubio (1974), p. 359

tarjeta de residencia) y que renunciasen a los derechos sociales que le correspondían por sus años de cotización en Francia20. Portugueses y españoles fueron los dos grupos nacionales que más se acogieron a este plan. En 1977 y 1978, unos 9.340 españoles y 13.818 portugueses optaron por acogerse a él.21 OCIO Y VIDA FAMILIAR DE LOS ESPAÑOLES EN FRANCIA La vida asociativa constituyó un elemento vertebrador de las actividades de ocio y tiempo libre de numerosos emigrantes españoles instalados en Francia. Según los resultados de una encuesta realizada por Guy Hermet, a mediados de los 60 el 47% de los emigrantes españoles instalados en Francia pertenecía a algún centro o agrupación.22 En función de la temática y de su orientación ideológica, la socióloga Taboada-Leonetti clasifica las asociaciones y centros de españoles en Francia en tres grupos. Por un lado se sitúan una serie de centros impulsados por exiliados de la guerra civil; fuertemente politizados, estos centros antifranquistas nacieron en los años anteriores a esta ola migratoria. A pesar de su carácter mar-

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(18) Sobre la inserción laboral de los españoles en Francia, véase: Fernández Vicente (2008). (19) Babiano (2001), p. 18. (20) Viet (1998), p. 386. (21) Parra Luna (1981), p. 127. (22) Hermet (1969), pp. 14-15.


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(23) La Ley de asociaciones francesa de 1901 exige que las asociaciones presentes en territorio francés sean “apolíticas”, persiguiéndose cualquier actividad de carácter político realizada en su seno. (24) Taboada-Leonetti (1987), pp. 155-159. (25) Oso Casas (2008), p. 65.

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cadamente político, sus actividades fueron meramente culturales23. La llegada masiva de emigrantes durante los años 60 dio lugar al nacimiento de un segundo tipo de asociaciones marcadamente apolíticas cuyo objetivo fundamental era recrear el ambiente español. Se trataba de lugares de ocio y tiempo libre en los que los españoles se reunían para charlar, jugar a las cartas, degustar productos de la tierra, etc. Estas asociaciones organizaban igualmente bailes y excusiones así como eventos culturales tales como exposiciones de artistas españoles, cursos de guitarra y baile flamenco, etc. Y por fin el tercer grupo lo formaban un conjunto de asociaciones surgidas a partir de la segunda mitad de los años 60 con el objetivo de solucionar el problema de la educación de los hijos y la necesidad de mantener vivos en éstos el conocimiento de la lengua materna. Nacieron así numerosas asociaciones de padres de familia apoyadas y avaladas por los curas de la Misiones Católicas Españolas y destinadas a fomentar el conocimiento de la cultura y lengua españolas.24 En efecto, la educación de los hijos fue una de las principales preocupaciones de los emigrantes españoles instalados en Francia. Proporcionar una mejor educación a sus hijos se convirtió en el leitmotiv de las familias emigrantes españolas de los años 6070, que accedían así a una oportunidad de movilidad ascendente que el sistema educativo de la posguerra franquista no pudo darles.25 Estas numerosas e insistentes reivindicaciones ante las autoridades españolas dieron sus frutos, modestos en los primeros años y mayores aunque siempre insuficientes a partir de la década de los 70. En 1960 existían en Francia 6 escuelas españolas a cargo de maestros enviados por el gobierno español y en septiembre de 1967 empezaba a funcionar el Liceo español de

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Por las calles de París (Francia).

París. Estas escuelas –en las que se impartían clases de lengua española aderezadas de algunos rudimentos de literatura, geografía e historia de España– se localizaban en las zonas en que la colonia española era más numerosa, como era el caso de ciudades como Beziers o Biarritz (ambas con una escuela) así como Marsella o París (ambas con dos escuelas cada una).26 En 1969 empezaron a organizarse en los locales de la Misión Católica de la calle parisina de la Pompe clases complementarias de lengua y cultura españolas a cargo de profesores llegados de España. Estas cl a s e s , destinadas a dotar a los niños españoles de un barniz de cultura española y consolidar su español, eran impartidas en los locales de colegios e institutos franceses o bien en los de las Misiones católicas españolas, multiplicándose su número en los años siguientes. Paralelamente, este mismo año se firmaba un Convenio hispano-francés de Cooperación Cultural, Científica y Técnica por el que se establecía, entre otras cuestiones, “el compromiso mutuo de promover el conocimiento de la lengua

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(26) Delgado GómezEscalonilla (2002), p. 553.


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(27) Delgado GómezEscalonilla (2002), pp. 555-556. (28) Convenio de Cooperación Cultural, Científica y Técnica entre la República Francesa y España, 7 de febrero de 1969 (BOE 23/12/1969). (29) Oso Casas (2008), p. 85 (30) Muñoz Anatol (1972)

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y la cultura del otro país, favo reciendo su enseñanza en todos los niveles y en toda clase de establecimientos en que los programas oficiales establecidos por la ley previeran el estudio de una lengua viva extranjera”27. Del mismo modo, el susodicho texto establecía que ambos países reconocerían los estudios, concursos y exámenes realizados en cada uno de los dos países, estableciéndose para ello un sistema de convalidaciones.28 La década de los 70 estuvo marcada por el progresivo declive de la emigración española a Francia y la prolongación de la estancia de muchos emigrantes, lo cual hizo que el tema de la educación de los hijos pasase a ser una preocupación cada vez mayor para la colonia española. El gobierno franquista creaba así en 1971 un Consejo escolar para la extensión educativa de los emigrantes, organismo encargado de velar por el buen funcionamiento de los diferentes dispositivos de lengua y cultura españolas establecidos en los países europeos receptores de emigrantes españoles. Del mismo modo, las autoridades españolas establecieron un programa de becas para los hijos de emigrantes que deseasen continuar sus estudios en España.29 El acceso a la educación fue para estos hijos de emigrantes la principal vía de integración en la sociedad francesa, propiciando un mayor arraigo de los emigrantes en la sociedad en acogida; arraigo que puso a menudo en entredicho el proyecto inicial de ahorro y regreso a España. Según un estudio realizado por Muñoz Anatol relativo a la familia española en Francia, si los hijos se había integrado con éxito en la escuela francesa hasta el punto de que se pensaba que éstos pudiesen realizar estudios medios e incluso superiores, la familia optaba a menudo por prolongar indefinidamente su estancia en el país de acogida.30

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Bibliografía

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María José FERNÁNDEZ VICENTE

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Emigración española en Suiza y asociacionismo Luís M. CALVO SALGADO Doctor en Historia y Literatura Popular Europea por la Universidad de Zurich (Suiza)

E

n la historia de la emigración española en Suiza y de su asociacionismo hay que distinguir dos etapas: la del franquismo y la de la democracia. La primera está marcada por un fuerte control político y la segunda por una democratización de las relaciones entre las asociaciones y la administración española. Antes de abordar esta temática conviene dar un pequeño repaso a la bibliografía existente sobre la emigración española en Suiza. Entre los numerosos estudios sobre temas relacionados con la inmigración en Suiza llamaba la atención durante mucho tiempo la relativa falta de interés de los investigadores por la historia de la inmigración española, algo que se ha ido corrigiendo en parte en los últimos años. Entre los historiadores españoles afincados en España este tema ha despertado hasta ahora poco interés. En el campo de la historia

Luís M. CALVO SALGADO (A Coruña, 1965). Estudió Historia y Literatura Popular Europea en las universidades de Santiago de Compostela y Zurich (Suiza). En esta última institución, en la que se ha doctorado en 1998, imparte cursos en materias de Historia y Etnografía. Ha editado con otros autores diversos libros relacionados con la emigración española, como Migración y exilio españoles en el siglo XX (Iberoamericana) o Historia del Instituto Español de Emigración: del Franquismo a la Democracia (Ministerio de Trabajo e Inmigración). Es además autor de un documental sobre la Guerra Civil española: Hans Hutter. Un suizo en la Guerra Civil española.


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(1) Astray de Velasco (1977). (2) Lammatsch (1999). (3) Farré (1996), (2001) y (2002). (4) Hirt (2006). (5) Alonso Antolín (1983). (6) Buechler y Buechler (1975) y (1987). (7) Richter (2006). (8) Bolzmann, Fibbi y Vial (2003). (9) Helfer (2007). (10) Informe sobre las normas de ejecución y desarrollo del Plan Asistencial para Suiza, aprobado por el Fondo Nacional de Protección al Trabajo, de Manuel del Valle Pando, 5 de agosto de 1963, AGA (Archivo General de la Administración) AISSSRE, R-2522.

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económica destaca la tesina no publicada de Angeles Astray de Velasco1, en el de la historia social la tampoco publicada de Michael Lammatsch2, y en el de la historia de las relaciones bilaterales entre España y Suiza los valiosos trabajos de Sebastien Farré3 y de Matthias Hirt, que se ocupa de la actitud de las autoridades suizas ante la inmigración italiana y española entre 1960 y 1972.4 Mari Cruz Alonso Antolín publicó un estudio que incluye datos sobre Suiza, pero no se centra sólo en este país5, y entre las investigaciones de los antropólogos hay que reseñar las investigaciones de Buechler sobre la emigración gallega.6 En el ámbito de la geografía humana contamos con la tesis de Marina Richter sobre la integración y la identidad de los migrantes españoles7, y la segunda generación ha sido tratada por los sociólogos Claudio Bolzmann, Rosita Fibbi y Marie Vial.8 Sobre el retorno de migrantes gallegos se puede consultar en internet la tesina de Marianne Helfer.9 El asociacionismo de los emigrantes españoles en Suiza preocupó mucho a las autoridades de la dictadura. Una de las fo rmas de intervención más eficaces de la administración española durante el franquismo a través de los agregados lab o rales consistía en la financiación parcial de los centros asociativos. Las ayudas se otorgaban en el marco de los Planes Asistenciales para Suiza ap robados por el Fondo Nacional de Protección al Trabajo y con el apoyo de la embajada y los consulados, con los que a menudo surgían pro blemas de competencias.10 En los años 60 se empezaron a elab o rar informes sobre cada centro para justificar la concesión de las ayudas. Los informes de la propuesta de solicitud para el año 1965, por ejemplo, fueron redactados por los cónsules y no por el agregado, precisamente como consecuencia de las luchas por la com-

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petencia en el rep a rto de ayudas, y luego enviados por el embajador al IEE. Dado que son los más detallados de esa primera etap a son también los que mejor revelan los cri t e rios empleados para justificar las subvenciones que se pedían y que coincidían en líneas generales con los cri t e rios de los agregados y que eran: el grado de actividad y los recursos de los centro s , la colab o ración con las autoridades españolas, sea a través de los consulados o de la agregaduría, el apoyo, al menos inicial, de la Misión Católica o de los capellanes españoles y la participación de personas de clase media (no del ámbito de los trabajadores) en la dirección de los centros aunque no fuesen españoles.11 Así, por ejemplo, sobre el centro de Vevey se decía: “Posee una Junta directiva de elementos competentes, en la que como Presidente figura el Sr. Müller, Ingeniero de la casa Nestlé.”12 O t ro de los medios de la agregaduría para intervenir en el universo asociat ivo español consistía en la difusión de la propaganda franquista mediante el envío de material cultural para los centros en el que se transmitían valores pat rióticos y una imagen positiva de España.13 En la “nota resumen” de las actividades desarrolladas en 1965 por la agregaduría lab o ral se inform aba de que ésta mantenía “contactos permanentes” con 30 capellanías y 56 centros españoles, a los que distribuía mat e rial “cultural, deportivo y re c reativo” p a ra 14 bibliotecas, 10 bibliotecas infantiles, y concre t amente se mencionaban unos 300 ejemplares de “Geografía de España”, 300 de “Historia de España”, 60 mapas de España y “50 lotes de discos de música popular, regional o infantil”.14 La táctica de “compra” de la fidelidad de los centros con subvenciones y envíos de material no logró soportar la presión de los movimientos políticos y huelguísticos de los emigrantes espa-

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(11) Planes Asistenciales correspondientes a este país para el año 1965. Propuesta de solicitud de créditos con cargo a los Fondos del Patronato Nacional de Protección al Trabajo. Embajada de España en Berna. AGA AISS-SRE, R-2549. (12) Informe de Manel Oñós de Plandolit, Consulado de España en Ginebra, Ginebra 14 de septiembre de 1964. AGA AISSSRE, R-2549. (13) Fernández Vicente (2009). (14) Nota resumen de actividades de la Agregaduría Laboral durante el año 1965. (En estos datos se expresan las actividades de las Oficinas de Berna y Ginebra, pero sin tener en cuenta las de nuestros Asesores Laborales en Basilea, Sion, St. Gall y Zúrich). AGA AISS-SRE, R-2549.


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(15) Ireland (1990), pp. 147173; Spillmann (2005). (16) Currículum vitae de Antonio Huerta Ferrer con carta de José Solís Ruiz al Ministro de Asuntos Exteriores Fernando Castiella sobre el nombramiento de Antonio Huerta Ferrer como agregado laboral en Suiza, 6 de septiembre de 1967. AGA AISSSRE, R-2680. (17) Sobre el control de las autoridades suizas de las actividades de la ATEES véase Hirt (2006), pp. 447-461.

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ñoles en Suiza que alcanzaron su mayor intensidad entre 1968 y 1974.15 Esta agitada etapa coincidió, en parte, con la actividad de algunos de los agregados laborales con un perfil más político, como era el caso de Antonio de la Huerta Ferrer (1967-1971). Sus informes ofrecían una gran cantidad de datos así como análisis de la situación muy característicos de la Organización Sindical Española (el sindicato vertical) en la etapa final del franquismo y fruto, al mismo tiempo, de la fuerte tensión existente en el movimiento asociativo español en Suiza. Antonio de la Huerta Ferrer era doctor en derecho y ex-procurador en Cortes. Había ejercido como profesor de Derecho Procesal en la Universidad y desempeñado cargos de Secretario de Despacho de la Secretaría General de la OSE, Secretario General de la Vicesecretaría Nacional de Ordenación Económica y Secretario General de la Hermandad Sindical Nacional de Labradores y Ganaderos. En el momento de su nombramiento era Jefe del Sector Agrario de la Vicesecretaría Nacional de Ordenación Económica.16 Lo peor de todo, a su modo de ver, para el universo asociativo español era la existencia de la Asociación de Trabajadores Españoles en Suiza (ATEES) desde 1969.17 Esta asociación aparecía como “un conglomerado de grupos y grupúsculos con posturas e ideologías distintas y aún opuestas entre sí”, desde los más o menos “bienintencionados” a los “extremistas”, dirigida y dominada por miembros del PCE. Aparentemente su finalidad era la defensa de los intereses de los españoles en Suiza, y así, su modo de actuación consistía en la “denuncia de hechos concretos de injusticia – que la realidad les ofrece abundantemente”, pero no para atacar esos hechos y sus causas, sino “a las personas y a las autoridades”. Es decir, era “la tradicional y archisabida tácti-

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Trabajadores españoles en Suiza en los años 80.

ca del partido comunista” que se basaba en “no aparecer en las primeras filas, sino tan solo en los momentos tácticamente interesantes y decisivos”. Los dirigentes más peligrosos eran pocos, pero se movían por todo el país: “Montero, Aranda, Parras...”18 Tampoco le resultaba tranquilizador el hecho de que se desconociese el número real de sus miembros. La asociación hablaba de 8.000, pero el agregado matizaba que aunque muchos siguiesen sus directrices en un momento dado, no estaban de acuerdo con sus maneras de actuar. Siempre tratando de descubrir fisuras en la asociación y de mostrar el carácter manipulador de sus dirigentes afirmaba: “Buen número suelen decir, en charla abierta y sincera, que la ATEES se sobrepasa [subrayado en el original]: “Nosotros no queremos hacer política; lo que deseamos es que nuestros derechos sean respetados. Y la ATEES puede ser útil para ello.”19 Localizaba sus núcleos más importantes en las ciudades o cantones “donde el partido comunista suizo es más fuerte”. Y

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(18) Panorama político de la emigración española, de Antonio Huerta Ferrer, Berna, 17 de junio de 1971. AGA AISS-SRE, R7431, pp. 5-6. (19) Panorama político de la emigración española, de Antonio Huerta Ferrer, Berna, 17 de junio de 1971. AGA AISS-SRE, R7431, p. 5.


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(24) Consejería Laboral en la Embajada española en Berna: Memoria sobre las actividades más importantes de la Agregaduría LaboralDelegación del IEE en Berna en el año 1973, p. 2.

señalaba que “el estilo, el vocabulario y el sistema que cara c t erizan los muy pocos documentos que hasta ahora han difundido, son completamente impropios de un trabajador, aun muy cualificado”. Pa ra explicar por qué, según él, el PCE tenía más fuerza entre los emigrantes españoles en Suiza que el PCI entre los italianos, una afirmación de muy dudosa credibilidad pero que le servía para dar mayor dra m atismo a su argumentación, alude a la situación de legalidad del partido en Italia y a su fuerza en votos, que provocaba que “el interés y la re n t abilidad de ‘trab ajar’ a sus obre ros fuera de sus fronteras” fuese muy inferior. A l refe ri rse a las huelgas recientes, distinguía entre las de la metalurgia gi n eb rina de ese año, que habían tenido a los italianos como pro t ago n i s t a s , y las de la construcción, donde los huelguistas “a partir de ab ril del año pasado, son siempre españoles. Precisamente porque es el sector de la emigración peor trat a d o en sus condiciones laborales, de vida y humanas; y el que tiene más personalidad”.20 En las memorias sobre las actividades de la agregaduría laboral de los años posteriores se incluyeron referencias al control político hasta 1974. La referida al año 1971, elaborada por José María Navarro, aludía a la actividad tendente a “extender los contactos y tratar de recuperar los Centros españoles existentes en Suiza que pasan de cien”. Con visitas e información se logró “recuperar Centros como el de Biel, Solothurn, Casa de España de Lausanne, Peña Gallega, etc.”21 El informe sobre 1972 constataba que:

(25) Esta imporancia ha sido señalada por Alonso Montero (1995), p. 178.

“La ayuda a las nuevas entidades gallegas (que duplican en muchos casos los centros existentes en cada localidad, legalmente reconocidos por el Instituto Español de Emigración creando problemas), ha planteado numerosas dificultades que continuarán el año próxi-

(20) Panorama político de la emigración española, de Antonio Huerta Ferrer, Berna, 17 de junio de 1971. AGA AISS-SRE, R7431, pp. 6-7. (21) Consejería Laboral en la Embajada española en Berna: Memoria sobre las actividades de la Agregaduría Laboral de Berna en el año 1971, p. 2. (22) Consejería Laboral en la Embajada española en Berna: Memoria sobre las actividades de la Agregaduría Laboral de Berna en el año 1972, p. 3. (23) Calvo Salgado (2000), pp. 14-17.

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mo [...] apoyándose en las cualidades migratorias gallegas y en su apoliticismo constructivo al que es difícil atacar desde entidades subversivas. Únicamente, los esfuerzos en este sentido realizados desde Ginebra por “Nossa Galizia” [sic], claramente politizada, puede ser inconveniente para nuestros sutiles esfuerzos.”22

La asociación A Nosa Galiza se convirtió de hecho en una de las agrupaciones más poderosas y políticamente activas de toda Suiza continuando su actividad durante la transición y existiendo hasta hoy en día.23 El informe dedicado a las actividades en 1973 celebraba, en cualquier caso, una cierta victoria sobre la ATEES gracias a las subvenciones otorgadas a los Centros: “En este sentido podemos decir que representantes de la AT E E S, en reciente reunión celeb rada en Lausanne, han reconocido lo difícil de su labor, sobre todo en el orden proselitista, ante esta política de ayuda a los Centros por parte del IEE.”24 LA ETAPA DEMOCRÁTICA Las relaciones de las asociaciones españolas con la administración se transformaron durante el período de transición a la democracia. A continuación me centraré en el caso del asociacionismo gallego en Suiza por ser la emigración gallega la más representativa dentro del colectivo de la emigración española en Suiza en esta etapa. Las asociaciones gallegas en Ginebra destacan sobre las del resto de Suiza porque la ciudad acogía a un gran número de emigrantes gallegos y porque los centros contaban, entre otras cosas, con el apoyo de intelectuales emigrados que poseían una mayor conciencia política que la mayoría de los trabajadores y que se esforzaban por dinamizar la vida cultural de la colonia gallega desde 1967.25

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Entre los numerosos estudios sobre temas relacionados con la inmigración en Suiza llamaba la atención durante mucho tiempo la relativa falta de interés de los investigadores por la historia de la inmigración española, algo que se ha ido corrigiendo en parte en los últimos años. Entre los historiadores españoles afincados en España este tema ha despertado hasta ahora poco interés.


Luís M. CALVO SALGADO

La asociación A Nosa Galiza se convirtió de hecho en una de las agrupaciones más poderosas y políticamente activas de toda Suiza continuando su actividad durante la transición y existiendo hasta hoy en día.

Emigración española en Suiza y asociacionismo

El primer y más importante centro gallego en Ginebra fue y es aún hoy el ya citado de A Nosa Galiza. En él se editaba una publicación periódica con el mismo nombre. En un número de esta que salió en el año 1979 aparece un artículo firmado por Manuel Cruz, que dice ser “un gallego de vacaciones”, en el que el autor trata precisamente de la evolución de esta sociedad gallega.26 Nos interesa leerlo con atención no sólo porque describe brevemente las etapas por las que la había pasado la sociedad hasta entonces, sino porque muestra que los centros gallegos eran ámbitos de acción socio-cultural que en algunos casos pretendían crear con sus actividades un espacio público de opinión y de debate político, pero que normalmente trataban más bien de ampliar la esfera de la privacidad con actividades de tiempo libre: “[La asociación] pasó una primera fase que llamaríamos de “sentimentalismo”, en que el fin inmediato era el de establecer una vía de relaciones entre los gallegos que vivían en el cantón ginebrino y juntarlos a todos en una sala que fuese suya, en donde pudiesen conversar, cantar y aturuxar en el idioma natal. Cumplida esta primera necesidad, fueron sintiendo otros deseos, y surgió una segunda etapa, la creación de un equipo de fútbol, de un cuadro artístico que representase algunas obritas del repertorio gallego, logrando un estimulante éxito. La intervención de poetas y escritores traídos de la tierra para dar conferencias sobre asuntos de actualidad, así como la publicación periódica de un boletín editado por los mismos socios con el nombre de A Nosa Galiza enaltece a la sociedad dada su notable perfección. [Hay que añadir] que la iniciación de una pequeña biblioteca circulante entre los miembros y la galantería de la donación [del local] que se hace cada viernes por la noche para que también los sud-

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La emigración española a Europa en el siglo XX

Reunión del Consejo de Residentes (CRE) en Berna (Suiza).

americanos se sientan un poco en su casa y calmen sus nostalgias, y al mismo tiempo nos muestren la originalidad de su rico folclore [...]. Pensamos que falta una tercera etapa, una nueva fase más práctica que trate de atender y de cuidar las necesidades más urgentes e importantes que puedan presentársele a todo emigrante. ¿Cómo? Hay tres campos que pensamos son de la mayor importancia y fundamentales si queremos ayudar a mitigar la vida dura en la emigración. Primero que el emigrante tenga trabajo, por lo tanto urge colaborar con él para ayudarle a buscarlo, segundo problema: cuando se decide a traer la familia se le debe de prestar la misma ayuda para encontrar vivienda; y tercero: la escuela para los hijos que pienso que no será difícil solucionar con la colaboración del consulado, y por parte de todos los socios con la máxima voluntad e interés.”27 Al hablar de la tercera etapa, el autor hace referencia a lo que él cree que deberían ser los objetivos de la sociedad en el

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(26) A nosa Galiza, Septiembre 1979. (27) Traducción del gallego: Luís M. Calvo Salgado.


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(28) Sobre los encuentros cotidianos y las relaciones interpersonales de los emigrantes gallegos en Suiza véase Buechler (1975) y (1987).

Emigración española en Suiza y asociacionismo

futuro. No se da cuenta de que la mayor parte de esas funciones eran cumplidas ya en la asociación o fuera de ella sin necesidad de institucionalizarlas y de darles con ello un carácter extremadamente formal. Las relaciones interpersonales entre los emigrantes emparentados entre sí o procedentes de las mismas localidades había adquirido una dinámica tal que cumplía las funciones que Manuel Cruz reclamaba para la sociedad. Se puede sostener la tesis de que en algunos casos estas redes sociales actuaban en competencia con centros y que en otros se complementaban con ellos. Depende, entre otras cosas, del tamaño de la población en la que los emigrantes se encontraban y de las características de la emigración de cada lugar: las localidades pequeñas con pocos emigrantes no favorecían la aparición de centros o sociedades, pero sí las grandes urbes. Así, en el caso de una ciudad como Ginebra, que llegó a contar con gran cantidad de emigrantes gallegos en los años setenta, las posibilidades de diversificación de los lugares de encuentro eran mucho mayores que en localidades pequeñas. Es de suponer que en las localidades pequeñas las visitas de fin de semana o las comidas con la familia ocupaban la mayor parte del tiempo libre en común sin dejar mucho espacio para acudir a centros y sociedades situadas normalmente en núcleos urbanos relativamente alejados.28 En las publicaciones de las sociedades encontramos un tópico muy repetido: la falta de participación, s o b re todo activa, de los miembros de la colonia ga l l ega en Suiza. Son quejas que hay que ver en el contexto de esa competencia entre los centros como núcleo de sociabilidad y las redes sociales info rmales de las familias y las amistades. Una competencia que se da sobre todo allí donde las dos maneras de re l a c i o n a rse son posibl e s , es

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decir, en las ciudades. En el mismo texto de Manuel Cruz se hace re fe rencia a estos temas recurrentes entre los miembros de las asociaciones, pero viéndolo con un trágico pesimismo como una característica de lo que él considera la fo rma de ser de los gallego s : “Cuando se habla de la marcha de la Sociedad, que nosotros vemos llenos de entusiasmo y optimismo, se quejan los miembros de la directiva del excesivo trabajo que pesa sobre ellos, de la falta de colaboración que encuentran entre los miembros. Yo, de verdad, no conozco este problema, pero lo tenemos allá en la tierra en otras sociedades. Es un poco general que el gallego se comporte así; falta de entusiasmo en estas cuestiones. [...] Nosotros los gallegos, basculamos hacia la disgregación, hacia la separación, nos aliamos en nuestros consabidos mentideros del ghetto, como le llaman los americanos. Nosotros, sabedores de nuestra condición, tenemos que luchar contra ella procurando la agrupación y la unión, porque es ahí donde está nuestra fuerza.” Si bien la queja por la poca participación se repite a menudo en estas publicaciones, no falta en ellas tampoco el lamento por la desunión de los emigrantes incluso cuando viven en la misma ciudad. A principios de los años setenta empiezan a sentirse las divergencias entre los partidos de izquierda de ámbito español y aquellos que se definen como nacionalistas gallegos. Esta tensión se refleja en el movimiento asociativo de los emigrantes gallegos en Suiza. En 1973 se crea la Irmandade Galega na Suíza en la misma ciudad de Ginebra. A partir de mediados de los setenta podemos seguir en las publicaciones de la nueva y la antigua sociedad como se desarrollan sus actividades a veces de

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Es de suponer que en las localidades pequeñas las visitas de fin de semana o las comidas con la familia ocupaban la mayor parte del tiempo libre en común sin dejar mucho espacio para acudir a centros y sociedades situadas normalmente en núcleos urbanos relativamente alejados.


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Emigración española en Suiza y asociacionismo

modo paralelo, en algunas ocasiones con enfrentamientos simbólicos (como, por ejemplo, en partidos de fútbol) y siempre sobre el transfondo de la oposición ideológica entre las dos, aunque sin aludir a ella directamente. La publicación de la I.G.S. llevaba el nombre Irmandade y publicaba artículos sobre política, fútbol (en especial sobre el club de la asociación), sobre problemas laborales y psicológicos, e incluso sobre biología e historia. No difiere mucho, en general, de la publicación de A Nosa Galiza. Pero la línea política de la I.G.S. estaba directamente ligada a lo que en aquel entonces era el Bloque Nacional Popular Galego, un frente formado por partidos que en el año 1977 aún eran ilegales. En razón de este hecho, la asociación mandó, por ejemplo, en aquel año una nota de protesta a varios periódicos gallegos.29 Los años setenta fueron una época de gran actividad asociativa entre los emigrantes españoles en Suiza y en especial entre los gallegos. La creación de centros y sociedades es algo propio de momentos de fuertes cambios sociales y políticos. Los centros favorecen en esos momentos la posibilidad de aminorar la inseguridad en los modos de comportamiento que surge como consecuencia de los problemas de adaptación a una nueva situación o a una sociedad diferente. La coyuntura política española anunciaba además el comienzo de la transición a la democracia con muchas inquietudes e incertidumbres sobre el futuro político. Los centros gallegos, como el resto de las asociaciones de emigrantes, apoyaban o ampliaban una estructura social de la emigración que en muchos casos resultaba insuficiente. (29) Irmandade, Nr. 3, 1977.

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La emigración española al Reino Unido, 1960-1974 Alicia POZO-GUTIÉRREZ Docente investigadora en el área de Estudios Hispánicos y Lusófonos del Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Southampton, en el Reino Unido.

E

ste capítulo traza una panorámica general de lo que fue la emigración al Reino Unido entre 1960 y 1974, ilustrando algunos de sus rasgos característicos a través de extractos de testimonios orales recogidos entre españoles que hoy se encuentran asentados de forma permanente en los condados de Hampshire y Dorset, en la costa centro-sur del país. A través de estas fuentes podemos acercarnos a lo que supuso esta migración para sus protagonistas, adentrándonos en su problemática específica y examinando algunos aspectos de las trayectorias de integración que adoptó este colectivo a su llegada al Reino Unido.

Alicia POZO-GUTIÉRREZ. Es miembro del Centro de Investigación de Estudios Transnacionales y del Grupo de Trabajo de Historias de Vida. Ha investigado la emigración española y portuguesa al sur de Inglaterra y en estos momentos dirige un proyecto de historia oral sobre niños españoles evacuados al Reino Unido durante la Guerra Civil española. Ha publicado los siguientes trabajos sobre la emigración española al Reino Unido: “Morcilla negra, sellos republicanos y clubes españoles: comunidad, identidad y nostalgia entre emigrantes españoles en el Reino Unido”, en Revista del Seminario de Historia Mexicana del Centro Universitario de Los Lagos / Universidad de Guadalajara Lagos de Moreno, Jalisco, México (2006); “From neglect to re-discovery: language and identity amongst Spanish migrants in the UK”, en International Journal of Iberian Studies” (2006); “Prácticas asociativas, integración e identidad”, Madrid, Fundación 1 de Mayo (2005); “Presencia española en el sur de Inglaterra: una emigración silenciosa e invisible”, en Migraciones y Exilios - Cuadernos de la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos Contemporáneos (2003).


Alicia POZO-GUTIÉRREZ

La emigración española al Reino Unido, 1960-1974

UNA EMIGRACIÓN INDEPENDIENTE EN EL ORIGEN PERO CONTROLADA EN EL DESTINO Una de las características más notables de la emigración española al Reino Unido es su carácter independiente y diverso, no solamente desde el punto de vista de los perfiles y motivaciones de quienes la integraron, sino también en lo que respecta a la manera en que se llevó a cabo. A diferencia de la mayor parte de los españoles que emigraron durante el periodo del desarrollismo a países de la Europa industrial continental, aquellos que partieron hacia el Reino Unido lo hicieron en su mayoría de forma individual y al margen del conocimiento y control del aparato de emigración asistida que pusiera en marcha el régimen franquista a partir de mediados de los años cincuenta. En lo que respecta al Reino Unido, España no llegó a suscribir acuerdos bilaterales de emigración tal como lo hiciera con Francia, la República Federal de Alemania, Suiza y otros países europeos ansiosos de mano de obra extranjera necesaria para alimentar el proyecto de reconstrucción económica e industrial de la segunda posguerra. Los españoles que emigraron al Reino Unido normalmente utilizaron recursos e información suministradas por redes sociales informales, es decir, familiares y amigos que les proporcionaban los permisos de trabajo necesarios o a través de agencias intermediarias que les facilitaban los trámites burocráticos a cambio de una cantidad de dinero. Los permisos de trabajo eran expedidos por el Home Office y vinculaban a los emigrantes a puestos de trabajo específicos, principalmente en el sector del servicio doméstico, ya fuera en hoteles, restaurantes, hospitales, residencias y casas privadas, o en el sector de la minería. Esto suponía para los emigrantes salir

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Emigrante español en el Reino Unido empleado en la hostelería, 1967.

de España con pasaporte de turista y regularizar su situación al llegar al Reino Unido haciendo efectivo el permiso de trabajo ante las autoridades británicas. Este tipo de emigración independiente, que escapaba al estricto control que de los flujos migratorios pretendía mantener el régimen a través del Instituto Español de Emigración e instituciones a él vinculadas, era considerado por las autoridades franquistas clandestina, o cuando menos, irregular. Sin embargo, se estima que al menos el 90% de los españoles que emigraron al Reino Unido lo hicieron por esta vía1. De hecho, algunos autores sostienen que una parte considerable de la emigración española a Europa en este periodo se realizó al margen del control directo de las autoridades españolas.2 Debido a este carácter independiente de la emigración española al Reino Unido en este periodo (1960-1974), y a la manera individual y semi-informal en que se llevó a cabo, este episodio migratorio no ha sido tan documentado desde la oficia-

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(1) Durán Villa, F. (1985) La emigración gallega al Reino Unido, Santiago de Compostela: Caixa de Galicia.


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(2) Según Puyol Antolín (1979: 77) tan solo un 1.26% de españoles emigraron al Reino Unido de forma asistida. Estébanez Álvarez por su parte, sostiene que durante el periodo de1962-1970 el número total de emigrantes asistidos por el Instituto Español de Emigración fue de 673,651, una cifra muy por debajo de las estimaciones extraídas de las estadísticas de los países de destino, las cuales se elevan a 1,879,247 (1998: 78-79). Este desfase corrobora la alta incidencia de la emigración clandestina. (3) Castles, S. and Kosacks, G. (1973) Immigrant Workers and Class Structure in Western Europe, Oxford: Oxford University Press.

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lidad como otras migraciones españolas a Europa, lo que hace que, por un lado, sea difícil de cuantificar con exactitud, y por otro, se conozca poco sobre las experiencias de la primera generación de emigrantes llegados a este país. Esto limita la exactitud de las cifras y datos estadísticos que se tienen al respecto. Si el régimen se esforzaba en controlar la emigración, el Reino Unido también operaba una política inmigratoria de estricto control a través de la legislación que se aplicaba a los extranjeros, y que estaba recogida en la normativa de la Alien Order de 19533. Esta establecía una serie de requisitos previos a la entrada en el Reino Unido que incluían: poseer de un permiso de trabajo válido por un año, susceptible de ser renovado por tres años; presentar un pasaporte o documento de identidad y completar una tarjeta de embarque distribuida por la compañía de transporte. Si el emigrante no tenía un permiso de trabajo debía convencer al oficial de inmigración de que disponía del dinero necesario para mantenerse durante su estancia sin la necesitad de recurrir a asistencia de los fondos públicos. De ser así, se le permitía la entrada en el país por tres meses y se le sellaba su pasaporte indicando claramente prohibición de trabajar. Al llegar a la frontera, competía a los oficiales de inmigración permitir o no la entrada al país. De existir dudas, el emigrante podía ser sometido a un interrogatorio. Aún reuniendo todos los requisitos citados, y aún siéndole permitida la entrada, el emigrante estaba sujeto a toda una serie de restricciones. Durante los primeros cuatro años en el Reino Unido no podía cambiar de sector de trabajo sin el permiso previo del Ministerio de Trabajo. Tampoco podía cambiar de profesión sin la autorización expresa del Secretario de Estado. Las autoridades británicas, no obstante,

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podían modificar estos requisitos y condiciones en cualquier momento. Una vez habiendo satisfecho estos requerimientos y habiendo obtenido permiso para entrar en el país por un mínimo de tres meses, todos los extranjeros adultos años tenían la obligación de inscribirse en el registro de la oficina local de policía. Allí debían presentar su permiso de trabajo, pasaporte y dos fotografías. Esto les permitía obtener el Certificate of Registration, o famoso libro verde, tal como lo denominaban y aún recuerdan los emigrantes españoles. El libro verde servía como documento de identidad y debía ser presentado en cualquier momento en que un policía u oficial de inmigración lo pidiese. Además, los emigrantes debían reportar a las autoridades británicas cualquier modificación en sus circunstancias mientras permanecieran en el país, por ejemplo, un cambio dirección, en un plazo de 72 horas. A los extranjeros que entraban en el país con pasaporte de turista y sin permiso de trabajo se les concedía permiso para permanecer en el Reino Unido durante tres meses, teniendo que solicitar una extensión durante ese periodo si querían prolongar su estancia. De obtener la ex t e n s i ó n , tenían que solicitar el Certificado de Residencia igualmente, para lo cual era necesario que indicaran los datos de sus patrocinadores o sponsors en el Reino Unido. Los sponsors pasaban así a ser responsables de informar a las autoridades de cualquier cambio en las circunstancias del emigrante. Como puede constatarse, a pesar de la flexibilidad que suponía emigrar de forma independiente, las condiciones de trabajo y residencia en Gran Bretaña eran muy restringidas y limi-

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Una de las características más notables de la emigración española al Reino Unido es su carácter independiente y diverso, no solamente desde el punto de vista de los perfiles y motivaciones de quienes la integraron, sino también en lo que respecta a la manera en que se llevó a cabo.


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taban considerablemente las oportunidades laborales y de movimiento del emigrante español, quien estaba obligado a permanecer en el sector del trabajo doméstico durante cuatro años antes de poder ejercer libremente su profesión, trabajar en otros sectores o establecer un negocio. Esto corrobora la idea de que la emigración a menudo conlleva una devaluación de las habilidades y percepción del estatus social de los emigrantes, como es el caso frecuente de muchos españoles que emigraron no tanto por una necesidad económica acuciante sino para mejorar sus oportunidades y calidad de vida, como indica el siguiente testimonio de Ana, una gallega que emigró al Reino Unido con su marido en 1963 para trabajar en una mansión: A los 4 años ya podías trabajar donde querías. Los primeros 4 años, no es que fuéramos señoritos o gente muy pudiente en España, pero mi madre tenía una señora para fregar las escaleras y cosas de estas, ¿me entiendes? Y meterme yo a fregarle a otro. No es que fuera, ¿cómo te diría yo? una rebaja muy grande, porque estás en diferente país y tienes que hacer, pero no estabas acostumbrado, no era aquello lo nuestro. Y mi marido, de estar en la carrera militar a tener que limpiar las botas de los demás... Era la cosa un poco dura. (Ana, nacida en 1936, emigró a Gran Bretaña en 1962. Dejó a su hija recién nacida en Galicia al cuidado de la abuela)4.

(4) Los nombres de las personas entrevistadas han sido sustituidos para preservar su anonimato.

En las historias de vida los españoles que emigraron por motivos puramente económicos surge con frecuencia el recuerdo del momento de la ‘manumisión’, o liberación de las restricciones a las que estaban sujetos durante los primeros años en base a las prescripciones de la Alien Order de 1953: No dejaban venir niños ni embarazadas y si eran embarazadas antes de ser libres, también volvían pa España, porque no querían

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tener gente a quien tener que ayudar. Yo vine un año. Mi marido vino por un año y renovó. Yo volví después y a los 3 años ya éramos libres, que era una suerte ser libre, pues tenía que ser a los 4 años. Y nos perdonaron un año a los dos. Debió de ser la manageress que nos arreglaba todo. (Eva, nacida en 1929, emigró a Gran Bretaña en 1962 para traba jar con su marido en un hotel. Dejó a sus hijos en Galicia siendo cuidados por la abuela)

Como en el caso de Ana y Eva, fueron muchas las mujeres emigrantes que dejaron a sus hijos al cuidado de sus madres en España. Esto les facilitaba la entrada en el Reino Unido, pues el país obstaculizaba la inmigración de dependientes para así limitar los gastos públicos que pudiesen derivarse de la reunificación familiar, por ejemplo, en servicios de salud, educación o vivienda. Al mismo tiempo, las mujeres, liberadas del cuidado de los hijos, podían maximizar su capacidad de trabajo y ahorro de cara a un rápido retorno a España.

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A los extranjeros que entraban en el país con pasaporte de turista y sin permiso de trabajo se les concedía permiso para permanecer en el Reino Unido durante tres meses, teniendo que solicitar una extensión durante ese periodo si querían prolongar su estancia.


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(5) Para más información sobre la situación de los emigrantes ancianos en Europa ver Ana Fernández Asperilla: “¡Que treinta años no es nada...! Entre la exclusión y la fragilidad social: los emigrantes de tercera edad retornados”, en Ubaldo Martínez ( dir.): Situaciones de exclusión de los emigrantes ancia nos en Europa. París, FACEEF et al., 2000, págs. 217-265.

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La metáfora de la libertad en suspenso que se pone de manifiesto en el testimonio de Eva, como en el de muchos otros españoles que emigraron al Reino Unido, sugiere que los cuatro años de restricciones laborales y meticuloso control administrativo al que estaban sometidos por las autoridades británicas eran vividos como una especie de penitencia, que solo finalizaba al recibir la comunicación oficial del Home Office informándoles de su ‘libertad’. Al obtener la ansiada libertad de las re s t ricciones impuestas por la política migrat o ria británica y lograr la residencia permanente en el país, los emigrantes españoles ya podían traer a sus hijos y otros dependientes, así como crear familias en el Reino Unido y competir en el mercado laborar por cualquier puesto de trabajo en la medida en que su fo rmación, experiencia laboral y, sobre todo, conocimientos de la lengua inglesa se lo perm i t i e ran. Sin embargo , gran parte de los emigrantes españoles perm a n e c i e ron empleados en sectores lab o rales no cualifi c ados, lo que hoy se traduce en la escasa cuantía de sus pensiones de jubilación y en algunos casos en situaciones próximas a la m a rginalidad social.5 La única manera de evitar las restricciones a la libertad laboral al entrar al país era poseer una profesión u oficio especializado que estuviera en alta demanda en el Reino Unido, a semejanza de lo que se denomina hoy en día migración de cerebros. No obstante, los españoles que llegaron de este modo al Reino Unido, para ocupar trabajos especializados específicos, a menudo recibieron salarios inferiores a los de nativos o experimentaron dificultades a la hora de ascender hasta probar su valía en el puesto. Algunos incluso tuvieron que convalidar o rehacer sus

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estudios en el Reino Unido para obtener titulaciones fácilmente reconocibles y que gozaban por tanto de mayor credibilidad profesional en el país. MOTIVOS PARA EMIGRAR: LO ECONÓMICO, LO POLÍTICO Y LO SOCIAL La explicación que se suele dar a la emigración española durante este periodo es casi siempre económica, es decir: los emigrantes salían de España en busca de trabajos y oportunidades que no encontraban en su país y regresaban al cabo de los años tras haber conseguido ahorrar una cantidad de dinero que les permitiera mejorar sus condiciones de vida, adquiriendo, por ejemplo, una vivienda o un local para abrir un negocio. Es cierto que este fue el proyecto migratorio de muchos de los españoles que emigraron al Reino Unido. Sin embargo, al escuchar las historias de vida de los que se establecieron permanentemente en este país, se pone de manifiesto que el contexto político y social de la España que dejaron atrás también jugó un papel importante en sus trayectorias migratorias, como ilustran los siguientes extractos de la entrevista de vida realizada a Jacinta. Nacida en 1943, primero emigró con su familia de Jaén a Madrid. Posteriormente, en 1964, emigró a Gran Bretaña, donde ya se habían instalado una hermana y un tío. Mi madre decidió que nos fuéramos a Madrid. Ella tomaba las decisiones pues mi padre era un hombre muy apocado, traumatizado por la guerra civil y por el año que pasó en la cárcel. Cuando regresé a España [1965] aún estaba Franco en el poder, las cosas no habían cambiado mucho, no había libertad de expresión, ni de prensa, por supuesto. La cosa me decepcionó, la prensa siempre hablaba de lo mismo; Franco ha inaugurado un pantano.

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Mi emigración ha sido lógicamente económica. Cuando tienes 18 años quieres tener muchas cosas y yo no tenía nada. Esto me creó un estado de frustración. No se puede decir que he sido muy feliz en España (...) Yo no estaba envuelta en política, nunca estuve en la universidad, y la transición yo pienso que se debió a los universitarios, pero inconscientemente es posible que lo político me afectara, porque yo veía mucha diferencia de clases. A mi me tocó lo peor, claro.

Desencantada a su regreso a España tras su primera estancia en Gran Bretaña, Jacinta re-emigró a Gran Bretaña en 1971, donde hoy reside permanentemente tras haberse jubilado tras trabajar casi treinta y siete años como empleada doméstica en hoteles y hospitales. Como en el caso de Jacinta, al indagar en las historias de vida de españoles que atribuyen su emigración a Gran Bretaña a motivos principalmente económicos, desvinculándose de cualquier motivación obviamente política, a veces encontramos que se trata de descendientes de familias que estuvieron vinculadas a la Segunda República durante la Guerra Civil, y que fueron represaliadas directa o indirectamente durante la Dictadura. Tal es el caso de Eva: Yo lo cuento porque era niña y lo viví. Mi padre dormía en un árbol, pero no era Franco el que venía a matarlo. Era aquella gente ignorante de La Coruña. No sé si fueron a la escuela, eran de las derechas, ¿no? ¿Y cómo se llamaba eso? Falangistas, eran falangistas. Que no les querían bien a los que no eran de sus ideas.

A la hora de analizar las motivaciones para emigrar dura nte la dictadura de Franco, el telón de fondo político no puede ser i g n o rado como condicionante a largo plazo de las traye c t o rias de mu chos individuos y familias españolas que decidieron emigrar por ra zones económicas, i n cluso cuando los propios emigrantes

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Jacinta, emigrante española en el Reino Unido, 1971.

descartan lo político como motivación directa. Después de la G u e rra Civil española, la estrat egia de Franco para legitimizar el r é gimen a través de la violencia y del temor a la violencia no solo contribuyó a la eliminación de cualquier oposición política, sino que también desencadenó un miedo constante a la rep resión conducente a un deseo de pasar desap e rcibido. La perc epción de seg u ridad que conlleva el anonimato condujo en mu chos casos a una parálisis social, similar a una fo rma de mu e rte civil, y con ella la limitación o imposibilidad de participar activamente en el tipo de iniciat ivas y actividades que son necesarias para mejorar las condiciones de vida, por ejemplo, a través del trab a j o , los negocios, los intercambios, etc. Desde esta pers p e c t iva, la generación de la posguerra , a la que pertenecen los emigrantes españoles del tardofranquismo, h e redó una serie de limitaciones y un empobrecimiento en sus condiciones de vidas cara c t e rizadas por la autosuficiencia impuesta, la resistencia pasiva, el silencio y el aislamiento social. Cuando a finales de los años cincuenta el régimen

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Como en otros países de destino de los emigrantes en Europa, los españoles que llegaron al Reino Unido crearon clubs y asociaciones culturales que facilitaron las primeras fases de su inserción en la sociedad británica al tiempo que les permitieron combatir la nostalgia y alimentar el sueño del retorno con sus compatriotas.

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ab re las puertas a la emigración como elemento cl ave de su política de desarrollo económico, mu chos de esos españoles que hab ían permanecido en los márgenes socio-económicos del fra n q u i smo encuentran en la salida al ex t e rior la posibilidad de mejorar sus vidas. La emigración económica constituyó así para mu ch o s españoles la última vía de escape de un régimen político opre s ivo. Al mismo tiempo, la tra n s fo rmación de los perd e d o res empobrecidos de la Guerra Civil en una nueva clase servil que podía ser comodificada y ex p o rtada a Europa en tiempos de conveniencia económica puede ser también interp retada como la última ve nganza de Franco frente a la Rep ú blica. En lo que respecta a la emigración al Reino Unido, el mero hecho de que la salida de España se realizara principalmente al margen del aparato de emigración asistida del régimen es también indicativo de la preferencia de esta forma de migración por muchos españoles, cuya procedencia social y política les hubiera imposibilitado pasar los filtros establecidos por las autoridades españolas. Como expresaba Pedro, un emigrante español entrevistado en Lymington al cabo de cuarenta años de residencia en el Reino Unido tras haber experimentado un breve periodo de emigración asistida a Suiza: La emigración a Inglaterra era mejor que la de Franco, mucho más libre, te controlaban menos.

LAS ASOCIACIONES DE EMIGRANTES Como en otros países de destino de los emigrantes en Europa, los españoles que llegaron al Reino Unido crearon clubs y asociaciones culturales que facilitaron las primeras fases de su

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inserción en la sociedad británica al tiempo que les permitieron combatir la nostalgia y alimentar el sueño del retorno con sus compatriotas. Sin embargo, a diferencia de otros países europeos con los que España había suscrito acuerdos migratorios, en el Reino Unido resultó siempre más difícil cuantificar el volumen de la emigración y asignar subvenciones que facilitaran el mantenimiento de estos centros. Esto hizo que proliferaran muchas asociaciones de carácter independiente, a menudo concebidas en base a una identificación de carácter regional, como el emblemático Centro Galego de Londres, que continúa existiendo hoy en día6, o los ya desaparecidos Centro Andaluz Blas Infante y Centro Cultural Antonio Machado, cuyos nombres contenían inconfundibles matices socio-políticos y socioculturales que los hacían susceptibles de ser interpretados como contrarios en su ética y actividades al régimen de Franco, lo cual nos recuerda de nuevo la compleja relación entre lo social y lo político en el contexto migratorio español de los años sesenta y setenta. Si los emigrantes salían de España sin una subjetividad o concienciación política de oposición al franquismo, a menudo la desarrollaban en el exterior, al tener la oportunidad de ejercer libertades y derechos que en su país les estaban vedados y al entrar en contacto con emigrantes políticos y exiliados. A pesar de no tener una estructura migratoria en el Reino Unido propiamente establecida por los motivos citados anteriormente, las autoridades españolas crearon varias Casas de España en el Reino Unido, como por ejemplo la de Londres en 19777, las cuales no estuvieron exentas de polémica a lo largo de su existencia. Por un lado se criticaba la falta de democratización en sus estructuras de funcionamiento, sobretodo a partir de la muerte de Franco en 1975 y del inicio de la transición democrática en España, un proce-

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(6) Para más información visitar su página web: http://centrogalegodelondres.com/


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(7) Las Casas de España estaban controladas por el Instituto Español de Emigración a través de las Agregadurías Laborales en el Reino Unido, tal como establecía la Ley de Emigración de 1971. Su misión era preservar la identidad cultural de los emigrantes y mantener sus vínculos con España.

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so que según los testimonios de muchos emigrantes activos en el movimiento asociativo del Reino Unido tardó en extenderse a las Casas de España y a las instituciones españolas el extranjero. La desaparición gradual de las asociaciones y clubes españoles en el Reino Unido a partir de mediados de los setenta y más aún de los ochenta dan fe de dos fenómenos importantes en las trayectorias de los españoles en el Reino Unido: por un lado, el retorno a España a raíz de la crisis internacional de 1974, que es prácticamente coincidente en el tiempo con la mu e rte de Franco y con el inicio de un proceso de cambio político, lo cual nos recuerda de nuevo la ambivalencia y sinergia de los complejos contextos que rodean esta emigración; y por otro, la integración progresiva de los españoles que deciden asentarse permanentemente en el país. Ante estos procesos de cambio político, social y cultural cabe preguntarse: ¿Por qué retornan los emigrantes?, ¿por la crisis económica mundial y las nuevas restricciones a la inmigración puestas en marcha en el Reino Unido, así como en el resto de los países europeos que hasta ese momento habían sido importadores de mano de obra?, ¿o por las perspectivas que se abren con el cambio político en España?, ¿o por los dos motivos?, ¿y qué sucedió con los emigrantes que no retorn a ron? La parte final de este capítulo se centrará en esta última pregunta. LA INTEGRACIÓN: DEL CONTEXTO MONOCULTURAL DE LOS SESENTA A LA MULTICULTURALIDAD Los españoles que llegaron al Reino Unido entre 1960 y 1974 se encontraron con un modelo de integración de tipo asimilacionista en base al cual la expectativa era que el inmigrante abandonara gradualmente su cultural y lengua de origen para asi-

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Residentes andaluces en Londres (Reino Unido).

milarse al estilo de vida y valores de la sociedad de acogida. Puesto que la emigración en este periodo se concebía como una medida o estrategia temporal, tanto para el emigrante como para sus anfitriones, esta expectativa no parecía revestir mucha importancia en la primera fase de la emigración. Sin embargo, en un contexto de objetivos individuales y coyunturas económicas cambiantes, en el que la estancia se va alargando y el retorno se va posponiendo, los emigrantes se empiezan a dar cuenta de que ya están inmersos en un proceso de integración. Esto es lo que ocurrió con los españoles en el Reino Unido, cuando ya superado el periodo inicial de los cuatro primeros años de restricciones laborales, comienzan a crear familias y establecer lazos más fuertes con el país de destino de lo que quizá hubieran anticipado al salir de España. Entre los factores que aceleraron la asimilación de los emigrantes españoles en el Reino Unido, la llegada de la segunda generación es posiblemente el más importante.

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Esto se pone especialmente de manifiesto en el contexto de la educación de los hijos en escuelas inglesas, donde, todavía lejos de los planteamientos del modelo multicultural que se debatiría en la década de los ochenta, se impartía un currículum monolingüe y monocultural. Los hijos nacidos fuera de España, al ser escolarizados en el Reino Unido contribuyeron así a la creciente absorción de los padres a espacios de socialización británicos. Si combinamos esto con la falta de recursos casi endémica por parte de la administración española para poner en marcha un programa eficaz de clases de lengua y cultura española que llegara a todas las áreas de asentamiento del colectivo español, es fácil entender como algunos padres acabaron por tirar la toalla. La preocupación inicial era asegurar que la segunda generación nacida fuera de España no perdiera la lengua materna con vistas al retorno. Con ese fin se crearon las Asociaciones de Padres de Familia, algunas de las cuales lograron establecer clases suplementarias en Centros de Comunidad británicos con ayuda de las autoridades británicas locales y mínimas subvenciones de las instituciones españolas. Los siguientes testimonios de tres emigrantes ejemplifican las dificultades a las que se enfrentaron muchos españoles a la hora de transmitir la lengua materna a los hijos: Les hablábamos a los niños en español pero cuando empezaron a ir a la escuela nos dijeron que teníamos que hablarles en inglés porque no entendían a los profesores. (Dora, nacida en 1943, emigró al Reino Unido en 1962, casada con un español) Yo empecé a hablarles a mis hijos en español pero claro, ellos estaban constantemente con mi esposa y empezaron a hablar inglés antes que español. La alegría de poder conversar con mis hijos, a mi no me importaba hablar en chino. Al mismo tiempo yo nunca

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estaba en casa sino trabajando, lo que quiere decir que tenía pocas oportunidades para machacarles. Machacarles ya no era natural. No querían, al final me cabreé y les hice una cinta. Si queréis aprender, escuchad. Resultado, que al final el único español que aprendían era cuando íbamos a España. (Ramón, nacido en 1938, llegó al Reino Unido en 1953, casado con una inglesa) Alguien mencionó que había una escuela de español el Southampton, financiada por el gobierno español para los hijos de los emigrantes, entonces tomé la rienda para batallar para mantenerla. Era tan obvio que el departamento, quien fuese, la consejería de educación o consulado, alguien se había propuesto cerrarla diciendo que no había bastantes estudiantes, pero claro yo nunca vi anunciado nada. El caso es que me informé del mínimo necesario y eran 25. Entonces escribí a todos los españoles que pude encontrar que se comprometían a llevar a sus hijos, pero cuando se lo probé a la embajada dijeron que tenía que ser 32. O sea que se habían propuesto cerrarla y desapareció. (Rosa, nacida en 1949, emigró al Reino Unido en 1969, casada con un chileno)

Otro factor importante que facilitó la rápida asimilación de los españoles en el Reino Unido fue su dispersión geográfica. En este sentido hay que distinguir entre aquellos emigrantes que se asentaron en Londres y los que se establecieron en el resto del país, por ejemplo, en las zonas costeras del sur donde muchos se emplearon en la industria hotelera. La proximidad a Londres, donde se concentraba la mayoría de los centros culturales españoles, facilitaba el acceso a espacios de socialización que facilitaban la conservación y transmisión de la lengua y la cultura de origen. A medida que los emigrantes se alejaban de la capital, y se concentraban en núcleos menos numerosos, era más difícil participar en actividades culturales españolas, o, como indicaba Rosa en su

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testimonio, justificar la necesidad de servicios subve n c i o n ados por el gobierno español.

Otro factor importante que facilitó la rápida asimilación de los españoles en el Reino Unido fue su dispersión geográfica. En este sentido hay que distinguir entre aquellos emigrantes que se asentaron en Londres y los que se establecieron en el resto del país, por ejemplo, en las zonas costeras del sur donde muchos se emplearon en la industria hotelera.

LA IDENTIDAD EN RETROSPECTIVA La sociedad británica actual ya no se rige en base a un modelo de incorporación de los inmigrantes de tipo asimilacionista sino multicultural. El modelo multicultural respeta y valora la diferencia. Los programas educativos de las escuelas inglesas actuales están dotados de recursos para ayudar a preservar la rica dive rsidad cultural del colectivo inmigrante del país. Teóricamente, el modelo multicultural valora, respeta e incorpora la diferencia cultural. Los beneficios de estos planteamientos no obstante, l l egaron tarde para la primera y segunda generación de españoles asentados en el Reino Unido en el periodo bajo consideración en este capítulo migratorio. Lo que el modelo multicultural ha facilitado, no obstante, es el que muchos españoles, la mayoría ya jubilados de sus trabajos y tras años de realizar enormes esfuerzos por lograr la integración social, cultural y económica en la medida de su formación y capacidades, hayan comenzado a redescubrir, primero tímidamente y después de una manera más ab i e rt a , una lengua y cultura maternas que en muchos casos se había fosilizado. Y es interesante constatar que esto está sucediendo en un contexto en el que la cultura española y todo lo hispano en ge n e ral gozan de gran popularidad a nivel global. Esto explica el que las antiguas asociaciones de emigrantes hayan ido desapareciendo o transformándose en asociaciones culturales, donde el fin principal ya no es proveer a los emigrantes con un espacio en el que rememorar la madre

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Homenaje al párroco español, Ernesto Atanes, en Londres (Reino Unido).

patria y soñar con el imposible retorno sino ex p l o rar y reinterpretar la cultura de su país de origen y al mismo tiempo compartirla con su sociedad anfi t riona.8 Sin embargo, a la hora de definir sus pautas de identificación en la actualidad, se hace patente la inev i t able ambigüedad de sentimientos. ¿Es acaso la emigración un viaje sin retorno? Valgan los siguientes extractos para concluir a modo de mosaico ilustrativo mostrando como, dentro de la diversidad en lo que respecta al sentido de pertenencia del emigrante, se repite la pauta identifi c ativa del ‘ni me siento de aquí ni de allá’: De haber cambiado el pasaporte hubiese sido en la época franquista. Entonces no quería ser española. Ahora, aunque no me sienta, you know, española, en un momento en que hay democracia no hay necesidad. (Rosa) Prefiero considerarme simplemente ex t ra n j e ra, ni emigrante española ni ciudadana británica. (Manuela)

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(8) Para un análisis más detallado de la trayectoria de las asociaciones españolas en el Reino Unido, véase PozoGutiérrez, A. (2005) Emigración española en Inglaterra: prácticas aso ciativas, integración e identidad, Documento de Trabajo DOC 2/2005, Madrid: Fundación 1 de Mayo.


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Cuando voy a España me siento extraña. No estás al cien por cien. En Inglat e rra, mientras no hablo la boca me siento como ellos. Así que hablo ya me dicen “¿de dónde eres?”. (Ana) La vida aquí es más sosegada. Si voy a España, al cabo de tres semanas me canso del ruido, del jaleo, no puedo tener una conversación sosegada. (Ramón) Claro que vo l veré algún día. Me estoy haciendo una casa en Aguadulce. El sol está ahí todos los días, te vas al mercado y está lleno de fruta, tomas café al fresco, no necesitas calefa c c i ó n , ni a l fo m b ras, la vida es más alegre... (Mario)

Mario aún no ha regresado a España.

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Bibliografía

BABIANO, J. y FERNÁNDEZ ASPERILLA, A. (1998) “El fenómeno de la irregularidad en la emigración española de los años sesenta”, Documento de Trabajo (DOC 3/2002), Madrid: Fundación 1 de Mayo. CASTLES, S. and KOSACKS, G. (1973) Immigrant Workers and Class Structure in Western Europe, Oxford: Oxford University Press. DURÁN VILLA, F. (1985) La emigración gallega al Reino Unido, Santiago de Compostela: Caixa de Galicia. ESTÉBANEZ ÁLVAREZ, J. (1998) ‘Movimientos migratorios en los años sesenta’, La España del Desarrollo: Años del boom económico, Madrid: Información e Historia. FERNÁNDEZ ASPERILLA, A. (2000) “¡Que treinta años no es nada...¡. Entre la exclusión y la fragilidad social: los emigrantes de tercera edad retornados”, en Ubaldo Martínez (dir.): Situaciones de exclusión de los emigrantes ancianos en Europa. París, FACEEF et al., págs. 217-265. POZO-GUTIÉRREZ, A. (2005) “Emigración española en Inglaterra: prácticas asociativas, integración e identidad”, Documento de Trabajo DOC 2/2005, Madrid: Fundación 1 de Mayo. PUYOL ANTOLÍN, R. (1979) Emigración y desigualdades regiona les en España, Madrid: Editorial Magisterio Español. SALT, J. and CLOUT, H. (dirs.) (1976) Migration in Post-War Europe, Oxford: Oxford University Press.

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Gallegos en Europa: historias de emigración y retorno X. Amancio LIÑARES GIRAUT Catedrático de Geografía e Historia en el IES «Xulián Magariños» de su pueblo natal y profesor de Lingua e Cultura de Galicia en la Escuela Universitaria de Traballo Social de la USC.

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na prueba irrefutable de la intensidad del fenómeno migratorio ga l l ego a Europa la tenemos en nuestro entorno vital más próximo. Negreira es una localidad que suma 3.400 habitantes (2009), distante unos 20 km de Santiago de Compostela, capital del ayuntamiento homónimo (poco más de 7.000 h., también en 2009) y cabecera de la comarca natural de Barcala. Su contingente humano se distri bu ye en 18 parroquias, con más de 80 entidades singulares de población (2006). Es destacable en Negreira el proceso de urbanización vivido desde la década de 1960 –la villa concentraba entonces sólo el 21% de la población municipal– hasta hoy, cuando en el núcleo rector vive casi la mitad (48,3%) del total de habitantes negreireses o nicrarienses. Y en el crecimiento de esta localidad del suroeste coruñés ha tenido

X. Amancio LIÑARES GIRAUT (Negreira, 1961). Licenciado en Geografía e Historia (especialidad de Hª. Contemporánea) por la Universidad de Santiago de Compostela. Es catedrático de Geografía e Historia en el IES «Xulián Magariños» de su pueblo natal y profesor de Lingua e Cultura de Galicia en la Escuela Universitaria de Traballo Social de la USC. Ha publicado, como autor o coautor, una treintena de libros sobre temas históricos, agrarios, turísticos, biográficos y literarios. Entre sus obras, con referencias a la emigración y al exilio están: O Val de Barcala, 1900–1936. Agrarismo, vida política, emigración e cultura (Feiraco, 1986); (Ed.) O cente nario de Castelao na lembran za, 1986 (Fundación Castelao, 1997); Maruxa na Casa-Museo de Rosalía (Fundación Rosalía de Castro, 1999) –con G. Rey–; «Diccionario» Antón Avilés de Taramancos (tresCtres, 2003) –con A. Puentes–. En esa misma editorial han visto la luz en 2007, Ramón Martínez López; Prensa e comarca. Medios de comuni cación en Negreira, A Baña e Brión no século XX (Premio de Ensayo Manuel Murguía 2006, de la Deputación da Coruña) –con O. Lista– y Son para a “Unión Barcalesa de La Habana” (1907-2007). Es autor de artículos de temática migra-

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... toria en prensa y revistas, así como de las secciones Letras da diáspo ra y Nas veas da diás pora, publicadas entre 1994 y 2001, sobre escritores y textos gallegos vinculados a la emigración. Ha coordinado los libros editados por el Grupo España Exterior, Ciudadanos españoles en el mundo. Situación actual y reco rrido histórico (2008), El protagonismo de la mujer en las corrientes migratorias españolas (2009), Hijos y nietos de la emigración espa ñola. Las generaciones del retorno (2009) y también el presente volumen.

(1) Datos extraídos de X. A. LIÑARES GIRAUT, Negreira. Guía turística, Concello de Negreira, 2009.

Gallegos en Europa: historias de emigración y retorno

mucho que ver el éxodo rural, pero sobre todo el retorno de nuestros emigrantes, así como, desde tiempos más recientes, los aportes de la inmigración, que llega aquí desde Marruecos, Iberoamérica y también procedente de países europeos (187 extranjeros en 2008, que representan tan sólo el 2,8% del total poblacional)1. Esta profunda huella migrat o ria se visibiliza simplemente con la afi rmación siguiente: p a ra la realización del presente trabajo de h i s t o rias de vida, en un círculo de 300 metros alrededor de nu e s t ro domicilio familiar, hemos podido entrevistar y obtener los testimonios de estas ocho personas, todas ellas con años de vida en cuatro países europeos: Alemania, Fra n c i a , Reino Unido y Suiza. Ese era nu e s t ro objetivo para su inserción en este volumen, c e n t rado en la emigración española a Europa en el siglo XX. Pe ro tampoco tendríamos que desplazarnos a una mayor distancia si en estas ch a rlas quisiéramos incorp o rar los relatos de emigrantes gallegos procedentes de América, de otros puntos de España, o de población inmigrante residente ahora entre nosotro s . No somos los barcaleses un caso singular, una excepción, ya que circunstancias muy semejantes podrían darse al realizar esta tarea en muchas poblaciones gallegas, todas ellas partícipes de una intensa riada migratoria. La totalidad de estas entrevistas biográficas se han desarrollado utilizando el idioma ga l l ego como vehículo expresivo. Sólo debemos puntualizar que en dos casos se incorporaron en nuestras charlas el castellano y el francés, debido a que una de nuestras interlocutoras –Obdulia Prieto– nació en un puebl o de Zamora (aunque forma matrimonio con un ga l l ego, Manuel

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Quintáns) y el otro protagonista –Olivier Cantero–, hijo de ga l l egos, ha pasado toda su vida en París, hasta el retorno en este año 2009. Y es que este grupo de emigrantes, todos ellos de procedencia rural, ha mantenido su lengua ve rnácula a través del tiempo, tanto durante su estancia en diversos países europeos como en la actualidad, cuando siguen utilizándola cotidianamente, ya reintegrados a su tierra nativa. Subrayamos, por tanto, que, dadas las características de este libro, las opiniones recogidas han sido traducidas y transcritas en su totalidad al idioma castellano. Como bien puede observarse, la cuestión lingüística forma parte de todo el entramado de la emigración. La lengua materna y propia –el gallego– se reserva para las vivencias más íntimas, personales y familiares; mientras que la Babel idiomática –castellano, francés, inglés, alemán– aparece en sus vidas como algo necesario, debido a las relaciones con el ámbito español y a las circunstancias más ofi c i a l e s , laborales así como de inserción en las sociedades políglotas a las que se han dirigido como emigrantes. También es común denominador el hecho de que esos idiomas europeos llegaron todos ellos a entenderlos y practicarlos solamente en su ve rtiente oral, porque la formación de base de escasos estudios primarios en estos emigrantes –además, ex clusivamente en castellano, con la ex c epción aquí del francés escolar de Olivier Cantero–, sus prolongadas jornadas de trabajo, y su pensamiento siempre en el regreso, no les han facilitado el cultivo de la escritura, siendo en la práctica ágrafos en esas lenguas que les sonaban tan ex t rañas. Tan sólo el paso de los años en esos países foráneos consiguió que se familiarizasen con sus hablas, pero más que nada en la oralidad.

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TESTIMONIOS DE GALLEGOS EMIGRANTES EN EUROPA EN ALEMANIA Nombre: Jesús Vieito Casal. Lugar y fecha de nacimiento:Lañas, A Baña (A Coruña). 20/5/1939. Edad: 70 años. Países de emigración: Brasil y Alemania (destino más prolongado). Años vividos en la emigración: 22 (1959-1981). Año del retorno definitivo: 1981. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: jubilado. Nombre: Irene González Varela. Lugar y fecha de nacimiento: Lañas, A Baña (A Coruña). 12/11/1940. Edad: 69 años. Países de emigración: Brasil y Alemania (destino más prolongado). Años vividos en la emigración: 20 (1960-1980). Año del retorno definitivo: 1980. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: jubilada. Jesús e Irene son matrimonio y tienen un hijo, José Manuel Vieito González (1965). (Entrevista: 19/10/2009).

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Jesús (o Chucho, familiarmente) Vieito e Irene González proceden del rural campesino gallego, como la casi totalidad de nu e s t ros entrevistados. Los dos formaban parte de un núcleo familiar tradicional; eran vástagos de un matrimonio con cinco hijos. Sus respectivas familias, de la misma parroquia bañesa, tenían labranza en casa. En ellas trab a j a ron ambos, y con pocas horas de escuela primaria, en su infancia y adolescencia. “En nuestra casa, además de vacas, teníamos dos pares de bueyes, p o rque nos dedicábamos también al transporte local de madera. Mi hermano Tino trabajaba en la mina y Che estaba en el servicio militar, así que yo tenía que trabajar en casa” (Jesús). Ya a partir de los años de la pubert a d, la pareja convirtió su atracción mutua en un precoz noviazgo entre dos jóvenes “muy conocidos los dos” y vecinos. Con veinte años recién cumplidos, Jesús decidió tomar el camino de la emigración, llevando para Brasil un baúl y una maleta. Además, mejor ir a probar fortuna lejos que tener que

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incorporarse al servicio militar obligatorio “a perder el tiempo”, nos dice, que lo ocuparía casi dos años. Para preparar el viaje, además de ayudar en la explotación agraria paterna, aprendió durante unos meses el oficio de zapatero, que le serviría para su pronta inserción laboral en la populosa São Paulo. Un agente dedicado a enviar mozos emigrantes de la comarca a América –Ceferino Forján– le gestionó el primer billete para embarcar en Vigo. Al principio pensaba en que su destino sería Venezuela, pero le informaron sobre las dificultades coy u n t u rales del momento en el país bolivariano, “que había rumores de que estaba poniéndose muy mal”. Además unos primos que ya tenía asentados en Brasil –naturales de Lens (Ames)– les facilitarían las cosas nada más llegar al trópico sur, a la grandiosidad de Brasil: Marché porque se iba mucha gente, y se comentaba que aquello era una América, en el sentido de tierra de fortuna. Pero esa prosperidad no resultaría tan fácil. Me dijeron mis primos: “vienes para acá, que no hay ningún problema”. Yo aquí estaba sin oficio, dedicado sólo a la labranza en casa. Irene y yo éramos novios desde al menos dos años antes, y esta separación de ella y de la tierra natal fue el primer desgarro en esa decisión. Pero nos unía la idea de que aquí no había futuro y que tendríamos que resolverlo buscándolo por el mundo adelante. El barco español en que marché se llamaba Monte Uber, creo recordar, y el viaje duró catorce días, hasta que llegamos a Río de Janeiro. El primer destino fue la ciudad de Santos, pero mi primo no apareció. Ellos vivían en un barrio de São Paulo, y tardé unos días en localizarlos, porque habían cambiado su domicilio recientemente. Aquí t e n go que agradecer la ayuda de un pontevedrés, llamado Modesto, que ya estaba más acostumbrado a andar por el mundo. Tras varias peripecias, se produjo el encuentro con mi pariente, al

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que pude localizar gracias a mi vecino José Casal. Allí, en un arrabal de São Paulo comenzó mi vida de emigrante, trabajando como zapatero, primero en una factoría pequeña, de siete empleados, haciendo esos zapatos italianos de tipo mocasines, pero después pasé a una fábrica italiana de unos trescientos trabajadores. Siempre en el oficio del calzado (JESÚS).

Su estancia en Brasil se prolongó durante seis años (19591965). Pero sólo permaneció soltero los primeros meses, porque pronto se casó “por poderes” con Irene, y ella no tardó en reunirse con él (13/11/1961) en aquel extrarradio paulista. Jesús se dirigió al consulado y después a una iglesia, con testigos, “para arreglar los papeles de la boda”. E Irene celebraba su ceremonia y banquete nupcial en su parroquia de Lañas, el 10 de diciembre de 1960, coincidiendo con la fiesta de la patrona, Santa Eulalia. En este casamiento “por poder”, la moza lucía un vestido azul marino con un velo y estuvo acompañada de su futuro suegro, que desempeñaba ante el altar el papel de novio. Su cuñado Alfonso ejerció de padrino. No era algo extraño esto; en aquel entonces había muchas bodas por poder, debido a la emigración. Chucho le escribió una carta a su padre, en la que le manifestaba su intención de casarse conmigo. Mi futuro suegro estaba en un prado y comentó el tema con mi padre. “Me ha escrito mi hijo, diciéndome que se quiere casar con Irene, ¿y a ti que te parece?”, le preguntó a mi padre. Y el respondió: “mira, que no se casen aún, porque mi hija es muy joven, aún tienen tiempo más adelante. Me hace falta para ayudar en el trabajo de la casa”. Pero mi suegro le contestó: “oye, mi hijo es joven, pero tiene el sentido muy completo, es muy inteligente,

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buen rapaz y formal. Y porque sean jóvenes pueden llegar a tener muchas cosas, igual que los viejos. Déjalos que se casen”. No quise que una hermana mía, emigrante en Venezuela, me enviase un vestido blanco de novia. En aquel tiempo eso solo se ponía en las ciudades. Yo le dije ante ese ofrecimiento que se olvidase del tema, que si iba vestida de blanco nupcial, hablarían de mí en la parroquia. Y hay otra anécdota del día de esta curiosa boda. El cura le dijo a mi suegro: “José, hoy estarás contento, porque tienes dos mujeres”, a lo que él respondió: “la joven no es para mí, que es para mi hijo. Yo ya tengo una vieja”. La Acción Católica me arregló los papeles en A Coruña. Los facilitaban por el tema de la reunión familiar. Cuando llegué a Brasil trabajé en empresas textiles. El clima no me sentó bien. Me emplearon en una fábrica de portugueses y austriacos. Recuerdo que fue cuando mataron a Kennedy en Estados Unidos. Vivíamos en una casa pequeña, de planta baja, aneja a la de nuestros primos. Después quedé embarazada y dejé de trabajar (IRENE).

El joven matrimonio todavía hacía planes de futuro en Brasil, ante el próximo nacimiento de su único hijo. Compraron un solar con la intención de asentarse en São Paulo. Incluso adquirieron los hierros, a rena y puertas para empezar a construir su vivienda familiar. Pe ro sobre todo a Chucho el clima y la alimentación no le sentaban bien. Se encontraba mu ch a s veces delicado de salud. Las feijoadas y la dieta brasileña le estropeaban el intestino. Las consultas médicas privadas –casi las únicas existentes– le re s u l t aban caras y frecuentes. Esas circunstancias los movieron a contactar con otro primo, e m i gra nte en Alemania, que se comprometió a buscarles trabajo allí y los animó en su retorno a Galicia, para inmediatamente recalar en el país ge rmánico.

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Fueron casi seis años en Brasil, y con idea de permanecer allí. Pero yo me encontraba siempre mal. El clima y las comidas me sentaban fatal. Era un calor sofocante, con una alta humedad Los servicios sanitarios eran escasos, privados y caros. Preparamos los papeles en el consulado alemán. Vendimos el solar. La fábrica me debía seis meses de sueldo, y llegué a un acuerdo con la dirección, por el que me pagaron entregándome cien pares de zapatos. Regresamos a España en un barco francés (JESÚS).

Finalmente, se despre n d i e ron de todo y se fueron. De vuelta a la tierra mat ri c i a l , el tiempo ap u raba para intentar el comienzo de una nueva vida de emigrantes en centro e u ropa. Los visados de entrada a Alemania caducaban en un plazo de tres meses. Je s ú s se marcharía pronto para allá. Mientras tanto, Irene se conve rtía en la madre de José Manuel, “di a luz en la casa de mis padre s , d eb ajo de la chimenea, en ab ril de 1965”. Pasado tan sólo un mes, se reencontró con Chucho en su nuevo destino, “ p o rque el 30 de mayo me caducaba el permiso para poder establecerme en Alemania con mi mari d o ” ( I rene). El bebé quedaba en la aldea, inicialmente en el domicilio mat e rno. Pe ro en pocos meses quedó a cargo de sus abuelos y tíos pat e rn o s , en donde tra n s c u rri e ron los años de su infancia. Jesús e Irene pasaron ahora a vivir y trab a j a r d u ro en Münster-Hiltrup, no lejos de Düsseldorf, en Essen. Para establecerse en Alemania tenían que justificar que disponían de una habitación o vivienda. Su primo Secundino les facilitó este primer hogar. En los primeros meses de la llegada estuvimos en una habitación pequeña. Después pasamos a un apartamento con tres cuartos, baño y

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cocina pequeña que compartíamos tres matrimonios de emigrantes. Después ya dispusimos de una vivienda de mayor amplitud y calidad. En Alemania además estuvieron mis hermanos Alfonso y Lola. Y de los hermanos de Irene, tres también fueron emigrantes (JESÚS).

Durante los 16 años de trabajo en aquellas tierras teutonas, Jesús tuvo que abandonar su especialidad en suelas y pieles de zap atos y aprender todos los secretos de las pinturas industriales. En toda su vida lab o ral en Alemania trabajó en la misma empresa (Basf Farben & Fasern AG. Max-winkelman Strase), aunque realizando tareas distintas, cada vez más sofisticadas. Llegó a preparar él mismo las mezclas de pinturas y los colores para los muestrarios de coch e s , que luego se enviaban a los concesionarios cuando salían nuevos modelos de automóviles al mercado. Era una gran factoría con más de tres mil operarios, la mayoría alemanes, dedicada a la fabricación de pinturas y otros productos químicos, que “ocup aba en extensión tanto como el casco urbano de Negreira”, nos d e s c ribe Jesús Vieito. Según nos indica también, su primer apellido era pro nunciado por los alemanes casi como fieito (helecho, en gallego), y a él no le gustaba. De ahí que prefería que le llamasen h e rr Casal, señor Casal (su apellido mat e rno). También se dirigían a el como h e rr Jesus. Se extra ñ aban mucho con su nombre, “porque allí Jesus es Dios”, puntualiza Irene. Al principio mi trabajo consistía en distribuir los líquidos y pinturas por la factoría. Tenía que lleva rles estos productos a los químicos en los lab o rat o rios. Unos seis meses o así. También cada seis meses se celeb raban asambleas de obre ros en la fábrica, en el propio hora rio de trabajo, p a ra tratar asuntos lab o rales. No recuerdo situaciones tensas o conflictivas allí. El maestro jefe alemán me quería mucho. Tuve que ap render los número s , p o rque práctica-

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mente yo no había tenido escuela. El hora rio lab o ral iba, de lunes a viernes, desde las siete de la mañana a las cuat ro menos cuart o de la tard e, con un descanso matinal de quince minutos para el desayuno y un tiempo para comer de tres cuartos de hora (JESÚS).

Mas la jornada laboral de este bañés era mucho más dilatada: “Trabajaba mucho más, tanto dentro como fuera de la empresa. En la fábrica hacía horas extras. Tengo empezado a las siete de la mañana, terminar a las cuatro de la tarde, ir a casa, empezar de nuevo a las seis de la tarde, parar para cenar y a las nueve y media continuar trabajando hasta las seis de la madrugada del sábado y no parar después hasta la una del mediodía de ese sábado. ¡Muchas veces!” (Jesús). Eso en la empresa, pero su carga laboral se completaba también fuera, realizando labores de jardinería para el director de su fábrica y hostelería, en donde Jesús preparaba ensaladas, fregaba platos o freía patatas en algunos hoteles, hasta las once de la noche. Quedé muy contento del trato de mis jefes y de los alemanes. El aspecto laboral era maravilloso. A mí me apreciaba todo el mundo. En buena hora lo diga, que otros no hablan así. No tuve ningún problema con los alemanes, incluso jugaba a las cartas con ellos. También es cierto que siempre colaboré con aquella gente y nunca rechacé ningún trabajo. Para nosotros era una segunda patria. Teníamos un mes de vacaciones, que iba aumentando en un día cada año. En los últimos años llegamos a acumular seis semanas de va c a c i o n e s , que aprovechábamos para venir a España. No cobrábamos los llamados puntos por los hijos, al trabajar ambos, mi esposa y yo. Se los pagaban además a los que tenían va rios hijos, y ese no era nuestro caso (JESÚS).

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Durante los 16 años de trabajo en aquellas tierras teutonas, Jesús tuvo que abandonar su especialidad en suelas y pieles de zapatos y aprender todos los secretos de las pinturas industriales. En toda su vida laboral en Alemania trabajó en la misma empresa (Basf Farben & Fasern AG. Max-winkelman Strase), aunque realizando tareas distintas, cada vez más sofisticadas.


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Chucho conserva con lógico cariño y orgullo el Certificado que la empresa Basf le entregó en los momentos previos a su retorno, con fecha 31/7/1981. El original en alemán se lo tradujo una intérprete y asistenta social para españoles, R. Meurer. Junto a su firma en el documento, plasmaron un cuño de Cáritas, de la Caritasverband für die diözese Münster. Asistencia Social para españoles. En él puede leerse, entre otros detalles que: “Hemos conocido al señor Vieito Casal como un colaborador diligente, concienzudo, y cumplidor de sus deberes (…). Debido a su buena disposición a colaborar objetivamente y ayudar siempre, disfrutó del aprecio tanto de sus superiores como de todos los colaboradores. Lamentamos mucho que (…) regrese a su patria Espana [sic] antes de lo previsto por motivos personales. Le deseamos mucha buena suerte para el futuro”. La experiencia laboral de Irene González en Alemania comenzó también nada más llegar a Münster-Hiltrup, en aquella primavera de 1965. Empezó trabajando en un hospital regido por religiosas, despachando la alimentación a los pacientes. Sus dificultades iniciales se debían al desconocimiento del idioma, que podían generar confusiones en el reparto de esas comidas para los enfermos. Desde el principio contó siempre con la ayuda de un sacerdote alemán, que servía de guía y apoyo a los trabajadores españoles. “El pater o pastor se llamaba herr Henssil”, aclara. En ese centro hospitalario mantuvo el empleo durante unos seis años, también entre las 7 y las 15.45 h. Y, al igual que Jesús, completaba su actividad laboral con otras tres horas haciendo limpieza de oficinas y un comercio de textil. Por lo tanto, tampoco los fines de semana eran libres completamente para el ocio, debido a estas horas extras como limpiadora.

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El trabajo en aquel hospital, que era un convento y hospital, en el que había monjas y médicos, me resultó complicado al principio por desconocer el idioma. Trabajaba en la cocina y tenía que servir la comida a los enfermos. Me repetía a mi misma: uno, dos tres, eins, zwei, drei, uno, dos, tres, eins, zwei, drei…, porque podíamos armar confusiones con las bandejas numeradas para los enfermos y su alimentación adecuada. ¡Era un rollo! Debíamos aprender las palabras básicas, los nombres de los menús. Las monjas no querían que dejase el trabajo, cuando decidí ir a solicitar empleo a la misma fábrica que mi esposo. Decían que yo era muy limpia y ordenada y que podría volver a trabajar allí en horas libres, en fines de semana o festivos. Y así lo hice durante un tiempo. Cuando decidí pedir trabajo en la fábrica de pinturas, también repetía por el camino la frase que debería pronunciar al llegar allí: Ich möchte an den dolmetscher gehen, Ich möchte an den dolmetscher gehen…, que significa: yo quiero ir al intérprete. La policía del ex t e rior de la fábrica me condujo a su despacho. Era un hombre bien guapo, por cierto. Me recibió amablemente y me indicó que podría empezar ya al día siguiente. Así lo hice (IRENE).

Antes de finalizar esta conversación, el matrimonio VieitoGonzález aún comentó otros aspectos de su estancia en Alemania: el tema de los horarios, de la adaptación a los hábitos del país, los problemas inducidos por la ausencia de su hijo, su tiempo de ocio, su idea del retorno…; pero sobre todo insistían en lo mucho que habían trabajado, en que de los alemanes tienen que hablar “siempre bien”. Estando allá, giraban sus ahorros a España y, pensando siempre en el retorno, se preparaban para su nueva vida en el regreso definitivo. Compraron un piso en A Coruña y otro en Santiago. Adquirieron un solar en Negreira (“lo compramos por teléfono”), para levantar un edificio con bajo comercial y cuatro alturas.

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Su poco tiempo libre lo dedicaban a los juegos de baraja, a pasear y asistían a la misa católica dominical. Chucho incluso ayudó a la creación de un centro re c re at ivo de emigrantes en Münster-Hiltrup (“Fui el socio número cinco y fo rmé parte de la directiva del Centro Español de Hiltrup”). El local se inauguró en un espacio privado, y después la fábrica les prestó unas dep e n d e ncias (“Lo fuimos prep a rando en horas libre s , gracias sobre todo al impulso de un emigrante asturiano, Joaquín Vallina. Era un centro social para todos los españoles, p o rque en la factoría debíamos ser más de trescientos”, n a rra Jesús). En él se celeb raban bailes, fiestas, actividades ga s t ronómicas con comidas españolas… Allí tienes que adaptarte a sus costumbres. Por ejemplo, en las calles no hay nadie después de la nueve de la noche. A partir de las siete todos los niños están ya en la cama. Pasadas esas horas no puede haber ruido alguno. ¡Tienes que adaptarte! Ahora no sé; parece que cambió, pero entonces era así. Solíamos venir de vacaciones coincidiendo con la fiesta de San Francisco, en octubre, en nuestra parroquia de Lañas (IRENE).

Quieren subrayar también lo duro que resulta el dejar a un hijo en la tierra nativa, al cuidado de sus familiares, para que ambos cónyuges puedan trabajar. No le aconsejan a nadie esta experiencia que juzgan traumática. “Un hijo sólo no se debe tener nunca. Y no debe dejarse al cuidado de nadie”, afirma Irene convencida, y Chucho asiente. José Manuel viajó en varias ocasiones a Alemania, durante los ve ranos. Estudió en Santiago y en Negreira. Hasta que se firmó un convenio hispano-alemán, sobre los años setenta, casi ningún

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e m i grante tenía sus hijos allá. Había pro blemas de falta de vivienda. El idioma y la vivienda fueron los dos problemas más i m p o rtantes. Yo creo más bien que no los querían en el país. Ese convenio permitía más la reunificación familiar. Cuando el niño tenía tres años nos planteamos llevarlo con nosotro s , pero el propio abuelo nos pidió que no lo hiciésemos. “Yo voy a mori r pronto”, decía, “y dejadlo aquí conmigo hasta que yo fa l t e ” . Ellos lo habían criado. Nuestro hijo les llamaba padres a ellos, porque los niños llaman padres a quienes ven y están con ellos. Pa ra José Manu e l , cuando veníamos, n o s o t ros éramos dos desconocidos. Es cosa de comprender. Tardó mucho tiempo en mantener la confianza con nosotros. La adaptación fue muy complicada (IRENE). Al final yo ganaba bien allá, y no pensábamos en venir. Tenía un sueldazo. El director de la fábrica, al que le arreglaba el jardín de su casa, me aconsejaba: “Jesús: trae a tu hijo, porque ya es mayor y puede estudiar aquí. Vosotros estáis muy bien en Alemania”. Pero el niño no quería ir (JESÚS).

Con el regreso, Irene abrió un comercio de textil (Confecciones Irene) y Jesús se empleó en las Bodegas San Mauro, en Negreira, hasta 1993. A los 56 años ya decidió no trabajar más fuera de casa. Se dedicó a ayudar a su esposa en la tienda y en las tareas hogareñas. Ahora ambos están jubilados, se preocupan de sus descendientes, en especial de Miguel, su también único nieto y reciben sus rentas inmobiliarias –varios alquileres– además de las pensiones que reciben de Alemania, de la Seguridad Social española y también algo de Brasil. Aunque reconocen que, como es lógico por su tiempo vivido y cotizado allá, la mayor aportación les llega desde el país del Rhin.

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EN FRANCIA Nombre: María Dolores Negreira Fajín. Lugar y fecha de nacimiento: Ons, Brión (A Coruña). 17/4/1943. Edad: 66 años. Países de emigración: Venezuela y Francia (destino más prolongado). Años vividos en la emigración: 46 (1963-2009). Año del retorno definitivo: 2009. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: jubilada. Nombre: Olivier Cantero Negreira. Lugar y fecha de nacimiento: París (Francia). 11/6/1981. Edad: 28 años. País de emigración: Francia. Años vividos en la emigración: 28. Año del retorno definitivo: 2009. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: cursos de formación en centros para discapacitados. María y Olivier son madre e hijo (Entrevista: 20/10/2009).

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Una buena parte de la realidad y proyecto vital de María Negreira y su familia se estrellaban contra el asfalto de una carretera catalana. Allí mismo, en ese fatídico accidente de tráfico del verano de 1987, fallecía su esposo –Antonio Cantero, de Guitiriz (Lugo)–, ella sufría heridas leves, pero Olivier, su único hijo de seis años se golpeaba fuertemente en la cabeza. Los tres salían despedidos del vehículo… Como consecuencia, al niño le quedarían unas graves lesiones que también determinaron su futuro vital: una hemiplejia y lesiones cerebrales. Coraje y entereza: tales fueron las actitudes que marcaron a María desde aquel funesto acontecimiento. En el automóvil destrozado quedaban también los restos de todos los planes de esta familia gallega emigrante en París. Traumatizados, María Negreira, viuda, y Olivier Cantero, huérfano y con minusvalía, tendrían que emprender una nueva vida. María nació en Salaño Pequeno, una aldea de Ons, en el municipio coruñés de Brión. Pertenece a una familia numerosa, de

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ocho hermanos, cinco varones y tres mujeres. Un hogar con las carencias de la posguerra, dignidad, humildad y pobreza. Una familia proletaria. Sus padres eran caseros y la vivienda se situaba muy próxima y dependiente de la Casa de Almestro, ésta con apariencia de pazo de medianas dimensiones, en la que mandaba –y mucho– el señor César Soto Velasco. Los Negreira también poseían unas pocas tierras, por la línea materna de los Fajín. Su padre aportaba a la economía familiar su salario como albañil. “Pude ir muy poco a la escuela de la aldea”. Su primer trabajo fuera de casa la llevó a la p a rroquia próxima de Viceso, a ayudar a otro lab rador en el cuidado del ganado. “También trabajé en el servicio doméstico en la casa de los Almestro, siendo muy joven. Aquellos señores querían que trabajásemos todos en su entorno, como caseros a su servicio. A ellos les iba bien con nuestro trabajo allí, pero resultaría ruinoso si mis hermanos y yo no decidiésemos marchar por el mundo como emigrantes. Allí no tendríamos futuro”, afirma María con rotundidad. Desde Ons, con 16 años, se dirigió a la ciudad de A Coruña, porque la llevó allí una tía. Desempeñó varios trabajos como asistenta, incluso en el consulado de Venezuela. Guarda buena memoria del trato dispensado por alguna de esas familias a las que servía en las tareas domésticas: “estaba contenta; me trataban como si fuese su hija. Ganaba quinientas pesetas al mes; allí me daban cama y comida, toda la semana. Era en la calle Riazor”. Sin embargo decidió marcharse a Venezuela. Me llamó una hermana que ya estaba casada en Caracas. Todos mis hermanos, menos Olivia, habían ya dejado nuestra casa de Salaño y trabajaban en distintos lugares: Ourense, Zamora, Mondragón, Venezuela. Más tarde algunos de ellos se dirigieron a París. Marché

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en un barco, que se llamaba Montserrat, desde A Coruña, que me llevó a La Guaira, y me instalé en Caracas. Fueron trece días de viaje: A Coruña, Vigo, Tenerife, Las Palmas…; lo pasé muy bien. En la capital venezolana trabajé también como empleada de hogar, con un matrimonio de un portugués y una venezolana. Cuidaba a un niño de cuatro años. Estuve siempre con ellos, pero no me gustaba el ambiente ni la gente de allí. Mi hermana Carmen regresaba, y no quise quedarme sola. El clima venezolano era maravilloso. Acudía a los bailes de la Hermandad Gallega e incluso tuve un novio de Ourense. Durante algo más de un año viví de nuevo en A Coruña, porque le ayudaba a mi hermana en el Bar Negreira, que había abierto cuando retornó de Venezuela. Después decidí emigrar a Francia, en donde me sentí acogida gustosamente por mi familia. Viajé en tren y no pensaba en la dificultad inicial del idioma. Otra vez trabajé en la asistencia doméstica, ahora con una familia parisina (MARÍA).

En aquel hogar francés aprendió las primeras palabras, que le enseñaba su patrona, para que ella repitiese: couteau, fourchette, assiete, vase…, cuchillo, tenedor, plato, vaso (“¡Ay, madre mía, tener que meter todo eso en la cabeza!”). Estaba muchas horas, incluso dormía allí y ese empleo lo mantuvo dos años; el trabajo no era agobiante y le daban los fines de semana libres. Dice conocer a muchos emigrantes esclavos del trabajo, “si podían, trabajaban las veinticuatro horas del día, pero yo no soy así”. En su tiempo de ocio paseaba, asistía a las misas católicas y a los bailes de los centros de emigrados. “Incluso Olivier fue bautizado por un cura español”, comenta. Conoció un par de hogares más como empleada de servicio, “siempre como employée de maison” –apostilla–, pero durante las últimas dos décadas permaneció con los mismos jefes, en una relación muy amistosa, cuasifamiliar.

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En aquel hogar francés aprendió las primeras palabras, que le enseñaba su patrona, para que ella repitiese: coute au, fourchette, assiete, vase…, cuchillo, tenedor, plato, vaso (“¡Ay, madre mía, tener que meter todo eso en la cabeza!”). Estaba muchas horas, incluso dormía allí y ese empleo lo mantuvo dos años; el trabajo no era agobiante y le daban los fines de semana libres.


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Trabajé veinte años en la casa de un matrimonio. Ella es una doctora dentista y él, protésico. Limpiaba la clínica, los aparatos y la vivienda, cocinaba, lavaba, planchaba…, en la rue D´Alésia. Desde que me casé, en 1980, vivimos en un apartamento de la avenida Paul Appell y dejé la habitación de soltera. Nuestro noviazgo no duró ni un año. Antonio y yo nos conocimos en una cena de fin de año y ya nos casamos en el verano siguiente. Antonio trabajaba como técnico de aviación, en la compañía Marcel Dassault Breguet Aviation, en su fábrica de las afueras de París. Olivier nació en 1981. Desde el año 66 venía a Galicia todos los años. Los hermanos solíamos juntarnos en la fiesta parroquial de Nuestra Señora. Me gustó el país francés y sus gentes. Nunca me sentí despreciada ni discriminada. Ni siquiera me causó problema el idioma. Hasta que lo aprendí, me entendía por señas. Tenía claro que debería adaptarme yo a sus leyes y costumbres; no ellos a mí. Y para hacer comparaciones, tendría que conocer la referencia de Madrid o Barcelona. No se puede comparar a la vida y a la gente de París con la de un pueblo rural y pequeño. Sólo puedo decir que todo bien, très bien, durante mis tantos años en Francia. Si no hubiera ocurrido aquella desgracia… (MARÍA).

Ese ritmo cotidiano de una familia emigrante se truncó, como indicamos, en el verano de 1987, cerca de Barcelona. No era su ruta normal para venir a España, pero en la capital catalana habían asistido a la fiesta de boda de un sobrino. Al día siguiente continuarían viaje en ruta a Guitiriz y Ons. Era el 4 de agosto. Antonio perdió la vida en el acto, tras aquel choque y salida de vía en la autopista. No sé como fue. Dimos vueltas en la carretera, el coche se puso de pie. Me levanté. Mi marido estaba tirado. Pe rdí el conocimiento. A mí me llevaron a un centro sanitario próximo, con problemas en un brazo, y a Olivier a un hospital de Lérida, desde donde fue traslada-

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do en helicóptero al hospital infantil de Barcelona. Mi familia llegó pronto desde Barcelona, porque en el coche había quedado tirada una invitación de boda, y la policía pudo avisar a mis familiares gracias a ese detalle. El accidente ocurrió a las ocho y veinte de la mañana, y mis hermanos me comunicaron el fallecimiento de mi marido esa misma tarde. Lo enterramos en el cementerio de Ons. Yo pensaba en regresar algún día definitivamente a Galicia, y preferí que sus restos mortales se depositasen aquí, y no en Francia. Olivier estuvo ingresado doce días en un hospital barcelonés, y después volvimos directamente a París. Estuve un año sin trabajar, al cuidado del niño, y muy triste. Me ayudaban dos asistentas. Pude educarlo en colegios públicos franceses de enseñanza especial, y quedó amparado por la cobertura económica del seguro de la compañía del coche (MARÍA).

Ahora Olivier tiene 28 años. Mientras su madre trabajaba, él acudió a un centro para personas discapacitadas, en la capital francesa. En todo este tiempo siempre regresaron de vacaciones a España. María compró un piso en Negreira, cuando le faltó también su madre. Asimismo, varios de sus hermanos murieron en los últimos años. Es una mujer de carácter y decidida. “Yo no podía estar deprimida. No tenía personas en quien apoyarme. Estaba en Francia sola con él”. Alcanzada ya la edad de su jubilación, María y su hijo han dejado París en este 2009. Procurará que Olivier continúe aquí con sus cursos de formación y ocupación. Estuvo presente, como abstraído, en esta conversación. Por el momento, solo habla y entiende el francés y se le hace difícil leer o escribir. Ella acaba de comprarse un coche nuevo, viven los dos en su ap a rtamento de la Rúa do Tambre, cercanos a los parientes que aún conservan, y en compañía de su gata Cacahuète.

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EN GRAN BRETAÑA Nombre: José Antonio Villar Pérez. Lugar y fecha de nacimiento: Aro, Negreira (A Coruña). 13/9/1947. Edad: 62 años. País de emigración: Reino Unido. Años vividos en la emigración: 10 (1972-1982). Año del retorno definitivo: 1982. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: hostelería. Nombre: María Nieves Suárez Fariña. Lugar y fecha de nacimiento: Aro, Negreira (A Coruña). 9/5/1951. Edad: 58 años. País de emigración: Reino Unido. Años vividos en la emigración: 9 (1972-1981). Año del retorno definitivo: 1981 Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: hostelería. Antonio y Nieves son matrimonio y tienen dos hijos, José Antonio (1977) y Miguel (1989) Villar Suárez. (Entrevista: 21/10/2009).

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A Antonio Villar y a Nieves Suárez les gustó el nombre de Fontana p a ra designar a la flamante cafetería que abrían en la parte nueva de Negre i ra durante el año 1982. “Nos gustó más llamarle Fontana que La Fuente, por ejemplo. Era un nombre que conocíamos en Liverpool. Les llamaban Fontana a varios establecimientos con este nombre italiano en Inglat e rra”. En el pueblo y en la zona se regi s t ran otros nombres de bares y restaurantes que re flejan la huella de la emigración: Oriel, Zurich, Helvetia, London (muchos vecinos pro nunciaban Londón), Buenos Aires, Liverpool (“o polo”, le hemos oído en una ocasión a un paisano para re ferirse a esta parrillada de Mazaricos), Europa, París, Suíza… Antonio forma parte de una familia labriega de cinco hermanos –tres hombres y dos mujeres–, de los cuales dos conocieron en primera persona la emigración a Gran Bretaña. Nieves era hija también del rural gallego, y su padre emigró a Brasil cuando ella contaba sólo once meses. No regresó. Pero sabe que su pro-

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genitor aún vive en aquella parte de América, en Río de Janeiro. Los dos son naturales de Aro (Negreira), una parroquia que hasta el siglo XIX ejercía como capital del municipio y en la que situó en un tiempo la casa consistorial. Antonio asistió a una escuela particular en Pedralonga, en donde impartía clases y enseñaba las cuatro reglas de un modo altruista su tío José Villar, recientemente homenajeado por sacar del analfabetismo y enseñar las primeras letras a muchos niños aldeanos. La escuela oficial de San Vicente, en la que estudiaba Nieves, distaba unos cinco kilómetros, “los inviernos eran duros y las comunicaciones escasas y malas. Esos eran los motivos por los que los niños de Pedralonga y Tuñas recibíamos la enseñanza en una casa familiar arreglada para esa función”, recalca Antonio. Se hicieron novios en la propia parroquia natal y cuando en 1972 se establecieron en el entorno de Liverpool ya estaban casados, desde marzo de 1971. Una hermana de Antonio y su cuñado le enviaron un contrato de trabajo. Él casi tenía 25 años, y con anterioridad había trabajado como labrador y albañil, además de cumplir con la mili en la marina, en acuartelamientos de Ferrol y Cartagena. Nieves no tenía experiencia laboral fuera de su domicilio familiar. Ayudaba en el hogar y en el campo a su madre, con aquel padre ausente. Le escribí a mi cuñado y también me comuniqué con un vecino de Zas. Me env i a ron un contrato para trabajar como camarero por seis meses. Decidí ir sólo en principio, con ciertos temores, porque nunca había trabajado en la hostelería y no sabía nada de inglés. El tener allá a un familiar o amigo era una circunstancia fundamental a la hora de elegir el país al que emigrabas. Lleg u é

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a Live rpool, vía Madri d, Londres y Manchester. El personal de las oficinas me trató de maravilla, de pri m e ra , eh. Puedo decir que para mi Inglaterra es más que una segunda pat ria. Trabajé s i e m p re en re s t a u rantes. El pri m e ro fue el Bouleva rd Restaurant, de cocina inglesa. Aunque el contrato era para un camarero de comedor, por mi falta de experiencia y el desconocimiento del idioma, pasé a trabajar en la cocina, haciendo de todo. El re s t a u rante estaba en Southport , una ciudad costera a unas sesenta millas al norte de Liverpool. Empecé ganado unas siete libras a la semana, y la habitación que me bu s c a ron me costaba una libra y pico (ANTONIO).

Nieves llegó a Gran Bretaña, como turista, en sep t i e m b re también del mismo 1972. Viajó en barco desde a Vi go a Liverpool. A Antonio no le agra d aba esa labor de trabajo entre fogones. Po r disposiciones oficiales, hasta pasados cuat ro años, tampoco podría emplearse en otro sector que no fuese el hostelero , por ejemplo en la constru c c i ó n , que conocía más. Pensó en regresar si no lo destinaban al restaurante como camare ro , como wa i t e r: “no es que tuviese morri ñ a , p e ro no me encontraba a gusto trabajando en la cocina. Le dije a mi amigo Pena, p ro p i e t a rio en la actualidad del restaurante Sixto en Santiago, que al finalizar los seis meses, volvería a España”, nos cuenta. No obstante, al re n ova rle su contrato por un año y poder ser camare ro, cambió su idea. Pasó después al Lobster Restaurant –en Cro s by, localidad más próxima a Live rpool– regentado por un fe rrolano y su hijo, d u rante casi otros c u at ro años. Allí trab a j a ron los dos. “ Por las noches anotaba los nombres de los platos en inglés, p a ra re c o rd a rlos en el servicio de comedor: number one, number two…”, dice Antonio. Su esposa ga n aba su salario también en las tareas hosteleras. “Cuando lle-

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Nieves llegó a Gran Bretaña, como turista, en septiembre también del mismo 1972. Viajó en barco desde a Vigo a Liverpool. A Antonio no le agradaba esa labor de trabajo entre fogones. Por disposiciones oficiales, hasta pasados cuatro años, tampoco podría emplearse en otro sector que no fuese el hostelero, por ejemplo en la construcción, que conocía más.


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gué, descubrí que me encantaban aquellas tostadas con mantequilla y las chuletas de cerd o ” , re c u e rda Nieves. Y del Lobster camb i a ron al Fontana, de nuevo en Southport , que era de unos dueños españoles (otro fe rrolano) e ingleses. Ofrecía unas cat o rce mesas y apuntan que con muy buen servicio “y estaba siempre lleno”. “Ya vivíamos entonces en un fl at [ ap a rtamento] más amplio y c o n fo rt able”, a cl a ran. El sueldo de Nieves en la cocina era establ e, p e ro el de Antonio como camare ro se infl aba mu cho con las propinas. “Vivíamos bien, y sin grandes sacri ficios”, coinciden en afi rm a r. Fue su último destino lab o ral británico, aunque el bar Fontana sigue significando ahora en Negre i ra su propiedad y ocupación diari a , en donde trabajan además sus dos hijos, Jo s é Antonio y Miguel. El negocio de bar, t apas y bocadillos se ubica en el bajo de su edificio de cuat ro plantas, que fueron constru ye ndo mientras aún estaban en la emigración. Todas esas calles del e n s a n che negreirés exhiben edificios y negocios que nacieron, en buena medida, con los dineros de la emigración a Europa en las décadas finales del siglo XX. En otras partes más antiguas del p u ebl o , las viviendas se irg u i e ron con los dineros de la anterior e m i gración americana. Guardan un grato recuerdo de sus condiciones de trabajo. Antonio describe que su horario semanal era de 35 horas, y tenían dos días libres, “los miércoles y jueves, que librábamos juntos”. Aprovechábamos las jornadas de descanso para salir, ir a cenar, ir a lavar la ropa a la laundry [lavandería] viajar por los alrededores…; teníamos un coche Mini rojo, el típico pequeño vehículo inglés. ¡Como mister Bean! No hacíamos horas extras, porque ya trabajábamos bastante. Vivíamos más bien como una pareja joven

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que también disfrutaba de su vida en Inglaterra. Estábamos como solteros. No éramos avariciosos. Nos gustaba estar con los amigos y familiares. Nos acercábamos a la Casa de España de Liverpool, en donde se servían comidas y se celebraban bailes. Intenté aprender el inglés escrito, asistí a algunas clases, pero se nos resistía. La verdad es que solo llegamos a dominarlo en el habla, con casi ninguna destreza en la escritura. A partir de los dos años allá, ya sabía prácticamente el mismo inglés que cuando regresamos a España. Entendíamos bastante bien los noticieros o películas de la televisión y nos defendíamos bien, por ejemplo, para ir a las consultas médicas (ANTONIO y NIEVES).

En los viajes vacacionales a la tierra natal –seis semanas, casi todos los años– observaban el contraste en el desarrollo de ambos países. Dicen que llegaban a Galicia y encontraban siempre el mismo atraso. Las obras pendientes de acabar, año tras año: aceras, alcantarillados, carreteras pésimas, etcétera. En 1977 Nieves tuvo su primer hijo –Jose–, al que dejó en su casa familiar al cuidado de su madre y de una tía. Ella regresaría a Southport, para no perder su empleo y seguir reuniendo dinero con la idea puesta en el posterior retorno. Esos ahorros los enviaban en su totalidad a los bancos de aquí, aprovechando las ventajas de las cuenta de ahorro de emigrantes, “que te rentaban un interés aproximado de un diez por ciento”. Fue una decisión difícil. Lo más difícil. Sus cuatro primeros años estuvimos sin él. Al principio pasamos un año y medio sin verlo. Jose empezó a ir a la escuela de Aro. Eso fue un elemento decisivo para pensar en volver, porque además también estaban mamá y una tía en casa. A mí me gustaría seguir allá, pero había que

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venir por este motivo, ya que de otra forma podríamos tener luego problemas de adaptación con nuestro hijo, si ya era demasiado grande. Fue lo más negativo. Yo veía pasar a un bebé por la calle y me quedaba mirando para él, preguntándome si nuestro hijo sería ya como aquel. Si. Eso era triste. Y fastidiado. Once años después, cuando ya nos encontrábamos instalados en Negreira, nació Miguel, en 1989 (NIEVES). Yo tenía claro que cuando volviese quería ser autónomo y dueño, sin trabajar como empleado otra vez. Pensamos en montar algo de pinturas, pero después nos decidimos por abrir el bar en el bajo de la casa. Otras inversiones en alguna ciudad nos parecían bastante elevadas. Y optamos por montar nu e s t ra vida en Negre i ra (ANTONIO). El contraste era muy gra n d e. Allá la gente se mostraba mucho más callada, menos ruidosa, más educada. Nos llamaba la atención el ruido de alguna clientela en nu e s t ro negocio. Nunca lo había comentado, ni siquiera a Antonio. Pe ro en una ocasión, me fui a la despensa y me lamentaba por no haber quedado en Inglaterra. ¡Mi madre!, que diferencia. Allá tampoco notamos desprecio por parte de los ingleses por ser extranjeros. Algunos ingleses incluso vinieron después aquí a visitarnos. La emigración valió la pena. Si volviese a nacer, me gustaría hacer lo mismo, p e ro tal vez me quedaría allá hasta la jubilación (NIEVES).

Aquellos eran los años británicos todavía cercanos al boom de los Beatles, nacidos y actuantes en los pubs de Liverpool. “También pudimos ver la bomba que le enviaron los alemanes a los ingleses en la guerra mundial. Está allí caída, como recuerdo”, apunta Nieves. Y su esposo recuerda que “nos enteramos de

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la muerte de Franco cuando estábamos trabajando en el Lobster, y vimos a Arias Navarro anunciándolo en el informativo de la BBC. Allí, en ese restaurante, también tuve ocasión de conocer a famosos juga d o res de go l f : Severiano Ballesteros, Vicente Fernández y Tony Millar”. Del carácter de los ingleses, reconocen que “son algo presumidos pero correctos. Eso si: valoran mucho lo suyo, siempre primero lo suyo; no hacen como nosotros”. Y están pensando ahora en realizar un viaje turístico a aquellas tierras, que no volvieron a pisar desde hace más de veinticinco años. “Pero será sólo de visita”, matizan. He detectado en esta charla con Antonio y Nieves –al igual que con otros entrevistados– una cierta satisfacción o incluso idealización (all right!) de los años que pasaron como trabajadores inmigrantes en Europa. He notado un cierto resquemor, cercano a una sensación de arrepentimiento, por la decisión del retorno definitivo a Galicia. Me pregunto, ¿será porque aquellos fueron tiempos vividos con mucho esfuerzo, pero con un brío juvenil en una edad activa, que ya se aleja?; ¿se deberá a esa idea de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”?

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EN SUIZA Nombre: Manuel Quintáns Vieito. Lugar y fecha de nacimiento: Lañas, A Baña (A Coruña). 28/4/1949. Edad: 60 años. Países de emigración: Francia y Suiza. Años vividos en la emigración: 24. Año del retorno definitivo: 1992. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: constructor y promotor inmobiliario. Nombre: Obdulia Prieto Mateos. Lugar y fecha de nacimiento: Olleros de Tera, Calzadilla de Tera (Zamora). 7/5/1955. Edad: 54 años. Países de emigración: Francia y Suiza. Años vividos en la emigración: 20. Año del retorno definitivo: 1992. Lugar de residencia actual: Negreira (A Coruña). Ocupación actual: ama de casa. Manuel y Obdulia son matrimonio y tienen una hija, María Quintáns Prieto (1978). (Entrevista: 25/10/2009).

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Manuel Quintáns y Obdulia Prieto nos enseñaron amablemente su nueva casa. Es un chalet adosado, de piedra , maderas nobles, excelentes mat e riales constructivos y mobiliario. Con amplio sótano, dos coches en el garaje –uno de ellos marca Mercedes-Benz–, terreno alrededor, iluminación de última generación… Supone ya su terc e ra vivienda desde que decidieron retornar de Suiza a Negre i ra, en el año 1992. Las anteri o res eran pisos amplios. Pero cualquiera de estos domicilios rep resenta sólo una minúscula parte del más de un centenar de viviendas –unos 120 pisos, apartamentos, casas y bajos comerciales– que han levantado y diseminado en el plano urbano de Negre i ra a lo largo de las dos últimas décadas. Tanto esfuerzo constructivo, tanta economía “del ladrillo”, ha sido posible formando sociedad con un pariente rico, o asumiendo los riesgos y ganancias de tan abultada construcción inmobiliaria a través de la sociedad promotora Quintáns Prieto S.L.L.., que refleja los apellidos de ambos cónyuges y los plasma

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en rótulos de venta o alquileres de pisos y locales de negocio. Algunas de las cl aves de su prosperidad se hallan en su culto al trabajo y al ahorro, en su inquietud por ocupar los días con una actividad productiva, en unos horarios lab o rales y autodisciplina de ap a riencia germánica, así como en el propio desarrollo urbanístico de la localidad y los consiguientes beneficios para las empresas constructoras. Manolo nació en Cantalarrana, una aldea de A Baña, en el seno de una familia de cinco hermanos. Allí se cri a ron junto a su m a d re, ya que el padre emigró a Venezuela, “y no volví a verlo hasta que me casé”. Su progenitor retornó ya mayor de A m é rica y en esa aldea pasó sus últimos días. En nuestra ch a rla está presente además su perro Ti t o, que emite a veces unos ladridos, re c ogidos también en la grabación. Les hace compañía, en ausencia de su hija María, con empleo en Madrid. Y continuamos. “Somos tres hombres y dos mujeres, y yo soy el más joven de los hermanos”. Reconoce que casi no pisó la escuela. La dejó con once años y empezó a trabajar como peón de albañil. A los 17 años emigró a Barcelona, p o rque no podía ir a Francia con menos de 18. En C ataluña ya estaba una de sus hermanas, aunque él buscaba un modus vivendi independiente. Allá, aquel joven entonces muy rubio y hoy canoso, trabajó en una fábrica de baldosas, en la construcción, en las vías del tre n , “y también descargando vagones”. Me gusta todo lo relacionado con la albañilería: encofrar, c o l ocar plaqueta, t rabajos interi o res de cualquier tipo. Lo mío es el cemento. Decidí pasar pronto a Francia porque allí se ga n aba más. Mi herm a n o , que estaba ya en Gex [no muy lejos de Lyon y de la fro n t e ra suiza, a unos 12 km.], me envió un contrato. En ese tiempo vivía en unos barracones. Después, a los veintiún

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años regresé para hacer la mili, en Cáceres y en Madrid. Pero mi idea era volver a Francia. A la vuelta, t rabajé con un amigo de Ribadeo, que aún viene a visitarme, y que había montado una empresa propia. Con mi contrato en Suiza, cruzaba la fro n t e ra a d i a ri o , porque mi mujer y yo vivíamos en territorio francés. A veces tenía algún pro blema si tocaban controles en la aduana. En esta etapa ya pasábamos a tener un pequeño piso. La jorn ada lab o ral empezaba a las siete de la mañana; de siete a doce y de una y media a seis y media. En la empresa nos dejaban los fines de semana libres. ¡Pero yo también trabajaba en sábados y domingos! Hacía bricolages por mi cuenta. Después, en Suiza, atendía conserjerías de edificios un par de hora s , t ras la jornada en la construcción. Yo me ocupaba de los jardines y Obdulia de las escaleras. En Francia las empresas se llamaban Loredo y la siguiente Gira u d. La de Suiza era Barman (MANOLO).

Obdulia había empezado su vida lab o ral a edad temprana en Zamora , como empleada de hogar, a los 14 años. De allí pasó a Vigo, cuidando un niño. Eran tres hermanos y logra ron empleos en Vigo, San Sebastián y Francia. En Gex trabajó primero en un hotel, pero pronto pasó a un hospital, desempeñando lab o res de limpieza. Su horario era semejante al de Manolo. Se conocieron en una fiesta, cuando asistieron al bautizo de un hijo de un emigrante de Marín, con amigos comunes. Cuando contrajeron matrimonio en 1974 ella contaba sólo 18 años. El noviazgo había durado nueve meses. “Tuvimos que ir a pedir permiso al obispado de Astorga, por no llegar a la edad de veintiún años. Celebramos la boda en la iglesia de Lañas y con banquete en Negre i ra”. En 1981 se vivió una caída importante de la construcción en el país galo, “y el gobierno de Mitterrand estropeó las empresas pequeñas”, opina Manuel. Eso influyó en su decisión de trasladarse a la vecina Suiza. Obdulia

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siguió en el hospital francés unos años más. Su nueva y pequeña localidad helvética se llama Glan, de unos siete mil habitantes, con Nyon, Ginebra y su gran lago o Lausanne como ciudades de referencia. A diferencia de otros mat rimonios emigrantes, su pequeña María –nacida ya en Francia– estuvo siempre con ellos, debido a que también tenían a la madre de Obdulia en casa, y podía cuidarla. “Mi madre vivía con nosotros. Yo había quedado huérfana de p a d re a los doce años. Esa circunstancia nos ayudó mucho en la atención a nu e s t ra hija, María. Así además pudo crecer hablando el castellano de Zamora ” , nos aclara la señora Prieto. Cuando regresan definitivamente, la joven tiene 14 años y domina sin pro blemas el francés y el español. Confiesan que no part i c i p a ron casi nada de la vida asociativa de los emigrantes gallegos o españoles, optando por adap t a rse más al modo de vida francés y suizo. “En todas partes había emigrantes de aquí, y nos relacionamos también con ellos, p e ro sobre todo en visitas a casas fa m i l i a res y compartiendo comidas festivas. Los franceses nos parecían más altivos, i n cluso racistas, p e ro esos países están muy bien organizados. Otra cosa positiva está en que, tanto en Francia como en Suiza, saben resolver los trámites y la buro c racia con menos tiempo de demora y menos personal en las oficinas”. Refiriéndose a la cuestión lingüística, aseveran que “llegamos a hablar, a comprender y a leer el idioma francés. La escrit u ra nos resulta más complicada”, coinciden en afirmar ambos. Y también contestan con rotundidad: la causa con mayor peso en la decisión de venir de forma definitiva para instalarse en Negreira fue el futuro profesional de su hija, “para que estudiase aquí una c a rrera. Nos decía que, o venía entonces, o después ya se vería, p o rque iría allá a la Univers i d a d, entablaría relaciones con más

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gente, y quizá como consecuencia de eso ya no se plantearía volver aquí”. Y, bajo estos condicionantes, Manolo se prep a raba para ese retorno próximo. El solar adquirido en la villa se fue ocupando con su edificio de diez viviendas, en el que él mismo trab a j aba para adelantarlo y terminarlo, cuando venía en el invierno, aprovechando su tiempo de vacaciones. Cuando regresaron en el 92 aún eran una pareja joven: Manolo, 42 años, y su esposa, 36. Y siguiero n trabajando y prosperando en el campo de la construcción, pero ahora como promotores y jefes. Obdulia también colaboró en estas tareas de albañilería, y ahora gestiona los alquileres y papeleos varios. Manolo insiste en que a él le lleva más idea el ladrillo y el cemento. También, ya viviendo allá, compraron un ap a rtamento de playa en Levante (Comarruga) y otro piso en Santiago, como inversiones. María se licenció en Empresariales en la USC, h i zo un master, estudió y trabajó en Londres en el sector farmacéutico y ahora desenvuelve su pro fesión en una empresa multinacional, en Madrid. Sus padres se sienten orgullosos de los méritos de su hija como buena estudiante, y están contentos porque creen que ha alcanzado una buena posición lab o ral en su especialidad. “De momento quiere conocer mundo, promocionarse en otros empleos y no trabajar aquí. Le ofrecimos la posibilidad de gestionar una inmobiliaria en Negre i ra, con base en nu e s t ros propios negocios familiares, pero no quiso acep t a rlo”, manifiestan sus padre s . No dudan en señalar que a ellos les costó adap t a rse a la nueva situación, “porque la mentalidad de la gente era distinta. Yo creo que aún no estoy adaptado hoy. Tengo que reconocerlo así. No hay un día en el que no hable de Suiza. Si tuviese veinte años menos, volvería para allá. Un hombre si dispone de buena salud

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No dudan en señalar que a ellos les costó adaptarse a la nueva situación, “porque la mentalidad de la gente era distinta. Yo creo que aún no estoy adaptado hoy. Tengo que reconocerlo así. No hay un día en el que no hable de Suiza. Si tuviese veinte años menos, volvería para allá. Un hombre si dispone de buena salud tiene que trabajar, tiene que producir”, sostiene Manolo.


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tiene que trabajar, tiene que producir”, sostiene Manolo. Obdulia, por el contrario, dice que no echa de menos aquellos países, “porque me encuentro bien aquí, aunque no estamos pasando un buen momento en España”. Manuel Quintáns sigue madrugando para acudir al puesto de trabajo en su nuevo edificio en construcción. “Siempre quiero ser el primero en llegar por las mañanas y el que cierra las puertas por la noche, al rematar la jornada lab o ral”. Ahora, ambos se quejan de la situación de crisis económica y de lo p a radas que están en la actualidad las obras, las ventas y alquilere s de pisos.

Monumento al Emigrante en Negreira (A Coruña), obra del escultor compostelano Fernando García Blanco.

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