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Índice

CIUDADANOS ESPAÑOLES EN EL MUNDO

CARTA DEL EDITOR Francisco GÓMEZ-SOTO

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GUÍA DE LECTURA X. Amancio LIÑARES GIRAUT

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Idea y memoria de España en la emigración. Xosé MANOEL NÚÑEZ SEIXAS

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El difícil comienzo de la emigración. Óscar ÁLVAREZ GILA

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Educar: el compromiso de la añoranza fecunda. Entre la filantropía docente de los Indianos y la obra escolarizadora de las Sociedades de Instrucción (ss. XVI-XXI). Vicente PEÑA SAAVEDRA

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España a través del espejo: una nueva imagen de las Instituciones Culturales españolas en América. Consuelo NARANJO OROVIO

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Sanidad y mutualismo: hospitales de los emigrantes españoles en América. X. Amancio LIÑARES GIRAUT

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CIUDADANOS Francisco ESPAÑOLES EN EL GÓMEZ-SOTO MUNDO

Índice

La emigración de las mujeres españolas. 159

Pilar CAGIAO VILA

Europa como destino de los trabajadores españoles. 179

Francisco DURÁN VILLA

Trabajo, emigración y ciudadanía. 199

Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA

Migración y coyuntura económica, España y América Latina. 213

Abel LOSADA ÁLVAREZ

El “retorno a las raíces” de los descendientes de emigrantes españoles. 239

Laura OSO CASAS

Más de tres décadas de voto emigrante (1976–2008). 261

Anxo LUGILDE

Memorial de las migraciones. 285

Ramón VILLARES

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APÉNDICE:Estatuto de la ciudadanía española en el exterior

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Carta del Editor Francisco Gómez-Soto Presidente del Grupo España Exterior

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on Ciudadanos españoles en el mundo queremos conmemorar diez años de vida de España Exterior, el Periódico de las Comunidades Españolas en el Mundo, al tiempo que damos la bienvenida al Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior y contribuimos a un mayor conocimiento de la diáspora española en todo su conjunto y desde distintos prismas. Para ello hemos solicitado la colaboración de destacados historiadores, analistas, autores de libros y artículos especializados en el movimiento social migratorio. Coordinados por X. Amancio Liñares Giraut, escritor y profesor entusiasta, aportan sus conocimientos y sus experiencias para la mejor y mayor comprensión de un fenómeno poliédrico. Asociacionismo, mutualismo, la educación, el papel de la mujer, asistencia sanitaria, América y Europa, economía, trabajo, integración, cultura, retos de la inmigración y el retorno, procesos electorales, memoria de las migraciones… La temática de Ciudadanos españoles en el mundo no podía ser otra: la emigración española, sus avatares, sus inquietudes de hoy y de siempre; su recorrido histórico junto a algunas

Francisco Gómez-Soto. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Su vida profesional ha estado siempre vinculada a la emigración española, a la que viene dedicando toda su actividad informativa en los últimos 30 años. Fue Delegado del diario Faro de Vigo en Santiago de Compostela y corresponsal de Europa Press en el Reino Unido. En la capital británica convivió con las inquietudes de los emigrantes y comenzó a colaborar en el periódico especializado La Región Internacional, del que fue Delegado en Londres y coordinador para América y Europa (1978). En permanente contacto con los centros y asociaciones en la diáspora, durante más de diez años se desplazó en numerosos ocasiones a los países con mayor porcentaje de ciudadanos españoles, como Argentina, Uruguay, Brasil Venezuela, Panamá. México, Estados Unidos, Cuba, República Dominicana, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Suiza, hasta que en 1988 fue nombrado directorgerente de este medio. Cofundador, director general y director del semanario Galicia en el Mundo hasta 1997, año en el que puso en marcha España Exterior, el Periódico de las Comunidades Españolas en el Mundo para prestar la

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Francisco GÓMEZ-SOTO

... más amplia cobertura informativa a los emigrantes oriundos de todas las Comunidades Autónomas, galardonado en el año 2005 por la Asociación Española de Editoriales de Publicaciones Periódicas (AEEPP) y por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales con la Medalla de Honor de la Emigración en la Categoría de Oro, en 2006. En enero de 2003 fundó Anuarios España Selecta, empresa especializada en la edición de publicaciones turísticas y de temática migratoria. Es coautor de los libros El voto de la España Exterior (1999) y El voto de la Galicia Exterior (2001).

claves o perspectivas del futuro. Buena parte de este recorrido histórico y de las claves más reveladoras de la emigración española a Europa y América están en las hemerotecas, gracias a la intensa labor informativa que desde hace muchas décadas vienen realizando los propios centros y asociaciones. En la actualidad son publicaciones pensadas para la difusión de las actividades desarrolladas por la entidad, con predominio de reseña gráfica; revistas, boletines y memorias que cumplen su cometido y que van sorteando muchas dificultades, sobre todo de carácter económico. No obstante, el papel más re l evante en este recorrido informat ivo a través de la diáspora hay que encontrarlo ahora en los medios impresos especializados que se editan en España con periodicidad semanal y quincenal, y que conforman un auténtico puente de unión entre los ciudadanos de uno y otro lado. El Grupo España Exterior, al que pertenece la empresa editora de esta obra, inició su andadura en julio de 1997 con la publicación del semanario España Exterior, para prestar cobertura informativa a los emigrantes españoles oriundos de todas las Comunidades Autónomas. Desde enero de 2002, y con carácter quincenal, distribuye, conjunta e inseparablemente con España Exterior, otras nueve cabeceras regionales en más de ciento cincuenta países: Andalucía Exterior, Asturias Exterior, Baleares Exterior, Canarias Exterior, Castilla y León Exterior, Comunidad de Madrid Exterior, Comunidad Valenciana Exterior, Extremadura Exterior y Región de Murcia Exterior. Galicia cuenta con paginado especial en todas las ediciones del semanario. Apostamos desde el número cero por un periódico amplio, que afrontase con nobleza y seriedad la realidad social migratoria, que escuchase, atendiese y reflejara en sus columnas el reco-

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rrido de una colectividad activa, que nos sigue premiando con su fidelidad y confianza, el galardón más preciado para un medio de comunicación. Diez tomos, uno por ejercicio, con más de cuarenta mil páginas de crónicas, artículos, entrevistas, editoriales y fotografías, son el mejor exponente de una tarea desarrollada con dedicación y mucho esfuerzo. Hace ya medio siglo Emil Dovifat, profesor de Publicística en la Universidad Libre de Berlín, puntualizaba en su primer tomo sobre Periodismo, que “el periódico es una delicada mercancía que necesita consumirse antes de que se pase y ya no sea vendible. Así, se procuró, desde los primeros tiempos del comercio de noticias, utilizar todos los medios técnicos disponibles para acelerar la comunicación”. El periódico impreso España Exterior precisa del tránsito postal para alcanzar su destino en ese largo viaje al domicilio del lector en todo el mundo, pero no por ello sus informaciones pierden frescura. Po rque lo más relevante del acontecer diario de España lo obtiene el ciudadano en la diáspora a través de los canales propios del país de residencia, pero lo que busca y encuentra en España Exterior sólo el medio especializado puede ofrecérselo: el protagonismo en la noticia. Nuestro periódico se hace eco de las actividades sociales, culturales o recreativas que desarrollan los centros y asociaciones en todo el mundo, al tiempo que analiza y difunde los temas que le son propios o cercanos al lector, como las actuaciones de las administraciones públicas en materia de emigración (retorno, prestaciones sociosanitari a s , p a rticipación política, nacionalidad, etc.). Informaciones que España Exterior distribuye también a través del soporte digital espaexterior.com. Con la aplicación de las nuevas tecnologías atendemos las demandas y necesidades de nuestros lectores más jóvenes, las ter-

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ceras generaciones, los nietos, volcados ahora, y en gran número, en la delicada y dura tarea de plantearse horizontes nuevos como hicieron sus padres o sus abuelos. El acceso a la nacionalidad española, que abre las puertas de un mercado laboral más amplio y más apetecible, se ve en Argentina, en Uruguay, en Venezuela o en Cuba como una opción de futuro en un presente difícil. Pero planificar con eficacia el retorno a los orígenes de los ancestros requiere un conocimiento puntual y realista de los pasos y las alternativas, y ahí es cuando el medio informativo tiene la palabra. El décimo aniversario de España Exterior coincide con la puesta en escena de la Ley 40/2006, de 14 de diciembre, del Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior, que abre la exposición de motivos con este reconocimiento “la emigración española ha constituido un fenómeno político, social y económico que ha caracterizado nuestra historia, acentuándose desde la segunda mitad del siglo XIX hasta más allá de mediados del siglo XX”. A lo largo de su articulado, la Ley viene a equiparar los derechos de los ciudadanos en el exterior con el resto de los españoles, reconoce los efectos beneficiosos de la emigración, tanto para el trabajador, que optaba a empleos mejor remunerados, como para el crecimiento económico del país, “ya que la entrada de divisas enviadas por los emigrantes permitió sufragar parte del déficit comercial y equilibrar la balanza de pagos, facilitando las importaciones de bienes de equipo destinados a la modernización de las empresas. Esta situación contribuyó en gran medida a la expansión industrial de España en los años sesenta y setenta”. La Ley también afronta los aspectos negativos de este exilio, poniendo de relieve las otras consecuencias, como el desarraigo social y cultural, los problemas del retorno o las dificultades de la integración, sin olvidarse de las mujeres y la discriminación de género, los descendientes y las asociaciones.

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El Estatuto aborda todos los aspectos que afectan a los residentes en el exterior con el objetivo de mejorar las condiciones de vida al “establecer el marco jurídico y los instrumentos básicos para garantizar a la ciudadanía española en el exterior el ejercicio de los derechos y deberes constitucionales, en términos de igualdad con los españoles residentes en el territorio nacional, así como reforzar los vínculos sociales, culturales, económicos y lingüísticos con España y con sus respectivas nacionalidades y comunidades de origen”. Un planteamiento justo reivindicado sin descanso por los órganos representativos de la emigración y que al fin ha sido contemplado y regulado en los inicios del siglo XXI. El detenido análisis de la realidad migratoria, su amplitud de miras, el extenso recorrido histórico, los derechos sociales que reconoce y las prestaciones que suscribe, fundamentado todo en criterios de solidaridad, le confieren al Estatuto un alto valor histórico dentro de un marco legal sin precedentes en este sector. Ciudadanos españoles en el exterior. Situación actual y re c o rrido históri c o i n cl u ye en su Apéndice el articulado completo de la Ley 40/2006, ap o rtando así un nuevo soporte que contribu ya a la más amplia difusión de un Estatuto que reconoce derech o s , abunda en prestaciones y contempla, e n t reotras, acciones de i n fo rmación sociolab o ral y orientación con cl a ra re fe rencia al d e re cho a la info rmación. El Artículo 21, en su ap a rtado 1, dice que “la A d m i n i s t ración General del Estado y las Comunidades Autónomas promoverán el desarrollo de acciones de información, o rientación y asesoramiento en el exterior, a través de la red de consulados, embajadas, c e n t ros estatales y autonómicos en el mundo, asociaciones y medios de comunicación encaminadas a facilitar la inserción socio-lab o ral de los españoles residentes en el exterior, a través de los correspondientes programas de ayudas

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o de convenios con entidades públicas o privadas”. El fenómeno migrat o rio atraviesa una etapa de reconocimiento y apoyo evidente, pero aún tiene mucho recorrido por delante y mucha demanda pendiente. La puesta en marcha de nuevas acciones que les afectan, como la Ley de memoria histórica, que incluye un apartado sobre la ampliación del reconocimiento de la nacionalidad a los nietos de españoles en el extranjero, los programas nacionales y autonómicos que favorecen el retorno y la integración, sumados al incremento constante del Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA), llamado ahora Censo de la Ciudadanía Española en el Exterior, con un millón doscientos mil registros cuando comienza 2008 y que puede superar los tres millones a medio plazo, crean mucha expectativa y configuran un programa de futuro alentador. Y España Exterior seguirá aquí para contarlo.

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Guía de lectura

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eflexionar desde el ámbito académico sobre diversos aspectos relacionados con el pasado y presente de nuestra realidad migratoria, a través de varios acercamientos a lo que fue el siglo XX y a los desafíos que plantea el siglo XXI. He aquí la inteligente propuesta editorial con la que España Exterior, semanario dirigido al universo de la emigración (“El Periódico de las Comunidades Españolas en el Mundo”) ha querido celebrar su décimo aniversario (1997 – 2007). Tiempos pretéritos, sí; pero también presente y líneas de fuga hacia el futuro, porque la encrucijada del mundo de la emigración / inmigración da para mucho, y “la perspectiva organiza la realidad”, en el decir de Ortega y Gasset, como nos recuerda Julio María Sanguinetti en un escrito reciente (“Demasiadas preguntas sin respuesta”, en Revista de Occidente, nº 317, octubre, 2007). España Exterior se edita en Vigo, ciudad gallega emblemática en el sentir de la emigración, con caras, cruces y plazas. Durante décadas, sus habitantes, su puerto, estación marítima, calles y plazas han conocido con gran intensidad las partidas y regresos de muchos miles de nuestros paisanos, llenando trasatlánticos. Aún hoy el aeropuerto de Peinador –nombre con marcado sabor migratorio–, a la par que transporta turistas y gentes de negocios, también significa punto de salida para la emigración actual de jóvenes de esta tierra, que aún no ha cesado por completo. El entorno de Vigo es, pues, un espacio marcado a lo largo del tiempo por las emociones, ilusiones y también frustraciones de nuestra emigración masiva. Es corazón para las venas y arterias de la diáspora gallega (siempre nas veas da diáspora, en expresión del destacado prohombre pontevedrés y galleguista Valentín Paz Andrade). La parte central del libro que presentamos se abre y cierra con dos vocablos: memoria y emigración. Sobre su alcance y significado escri-

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GUÍA DE LECTURA

ben dos catedráticos de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela, Xosé M. Núñez y Ramón Villares. Como sabemos, por muchas razones de peso, le sienta bien el acento gallego a una obra que analiza, desde distintas ópticas, la emigración española durante los siglos XIX y XX. Al final del volumen, como anexo, se reproduce el texto íntegro del Estatuto de la ciudadanía española en el exterior. Creemos que se trata de un documento cargado de actualidad y utilidad, que los lectores agradecerán. Con la edición de este marco legal (Ley 40/2006, de 14 de diciembre), el ámbito migratorio asume la memoria, pero sienta las bases de su realidad actual y futura para esos más de dos millones de españoles que residen fuera del territorio hispánico, garantizando jurídicamente sus derechos y deberes. La estructura diseñada para Ciudadanos españoles en el mundo resulta sencilla. Rodeados por esas palabras e ideas sobre memoria y migraciones, dentro del círculo de colab o raciones aparecen en primer lugar también un grupo de historiadores del mundo contemporáneo, que nos ofrecen estudios sobre los pioneros, los problemas de integración y el difícil comienzo de las primeras asociaciones de emigrantes (Óscar Álvarez); su esfuerzo educativo diri gido a la diáspora, pero, aún con mayor intensidad, al país de origen durante los últimos siglos (Vicente Peña); presencia y desarrollo de instituciones culturales, junto con una nueva imagen de España en América (Consuelo Naranjo); labor mutualista y sanitaria, plasmada también en los potentes enclaves hospitalarios, obra de españoles (Amancio Liñares) y el papel desempeñado por las mu j e res hispanas en el ex t e rior (Pilar Cagiao), que ahora justamente se reivindica y del que conocemos cada vez más investigaciones. Los siguientes capítulos diversifican más los espacios estudiados y también el campo profesional de los colaboradores de esta obra. Con la presencia femenina en la nueva sociedad de acogida, decididamente Europa se sumaba a América en los análisis

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aquí publicados. También, por ello, el marco cronológico se va acercando al presente. Un geógrafo nos transmite datos sobre nuestra emigración a Europa, en el arduo proceso de reconstrucción del nuevo continente, superada la II Guerra Mundial (Francisco Durán). De nuevo una historiadora reflexiona sobre el trabajo y la ciudadanía, relacionados con la emigración (Ana Fernández). Las claves económicas de Latinoamérica en relación con España, con sus dificultades e incluso “alarmas”, son objeto del estudio del economista Abel Losada. La socióloga Laura Oso incide en una realidad cada día más extendida: del mundo de la emigración estamos pasando en España al de la inmigración y el retorno, con toda una problemática específica, desde el viejo y desde el nuevo continente. El retorno es un planteamiento inicial y un posterior fenómeno masivo. Por último, en la contribución del periodista y politólogo Anxo Lugilde, se aborda el tema del derecho de sufragio para los emigrantes en las convocatorias electorales de la actual democracia española. Hasta aquí este breve epítome que sólo busca enunciar los temas medulares del contenido de este libro. Una vez leídos y comprendidos tantos datos y reflexiones, seguramente nos haremos más cómplices de las sugerentes ideas de Núñez y Villares sobre emigración y memoria. Ciertamente, no todo lo que encierra un título ambicioso como Ciudadanos españoles en el mundo. Situación actual y recorrido histórico se agota con estos autores y textos. Pero sí que hallamos en ellos interesantes aportaciones para mejor comprender con una panorámica actual, interdisciplinaria y universitaria un tema que se revela tan poliédrico o multiforme. Quiero dejar constancia escrita de mi agradecimiento a los profesores de la USC Pilar Cagiao, Xosé M. Núñez Seixas y Ramón Villares, que me han facilitado esta tarea de compilación / coordinación de la obra, a través de sus provechosas opiniones y sugerencias. Y también dedico un especial reconocimiento al director general (o alma mater) del Grupo España Exterior, Francisco Gómez-Soto. Desde que lo conozco,

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GUÍA DE LECTURA

hace ya unos cuantos años, me ha abierto las puertas de sus publicaciones para mis escritos relativos a la temática migratoria. Incluso, como periodista, cubrió con textos y fotografías alguno de los actos de encuentro que mantuve con emigrantes en el Centro Gallego de La Habana. Y ahora ha confiado plenamente en mí para coordinar este libro, dejándome absoluta libertad para buscar los colaboradores, temas, estructuración… A través del diálogo fructífero, entre los dos –editor y coordinador– hemos ido resolviendo las dudas y alternativas que siempre surgen en trabajos como el presente; confeccionado, además, en tiempo récord y con vocación de ser una edición amplia y generosa, en número de ejemplares y distribución. Cuando hablamos de migraciones, libros como éste tienen que emigrar, acercándose a muchos lugares y gentes. Volvemos al número citado de Revista de Occidente –centrado en el tema “Iberoamérica: una encrucijada histórica”–, para rescatar y realzar una frase con la que José Luis García Delgado concluye su “Presentación”, indicando fidelidad a la divisa fundacional de esa prestigiosa publicación. La adaptamos ahora para el final de esta “Guía de lectura”: también a través de este libro, sería nuestro deseo situar el ejercicio intelectual de reflexión y debate sobre la emigración y presencia de los ciudadanos españoles en el mundo a la altura que demanda el tiempo que viene. X. A. L. G. (Coordinador)

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Idea y memoria de España en la emigración Xosé Manoel NÚÑEZ SEIXAS Doctor en Historia Contemporánea por el Instituto Universitario Europeo de Florencia y catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela.

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e suele afirmar, con razón, que la nostalgia es una cualidad inherente al emigrado, al expatriado y al exiliado. La ausencia del país de origen se convierte en un recuerdo idealizado, en el que confluye la memoria de la propia infancia y juventud, de la familia y de la comunidad, con una idea recibida y transportada de la nación de pertenencia. Esa idea recibe cambios a través del tiempo, y deviene una representación híbrida, mezcla de imágenes del pasado -y, por lo tanto, no actualizadas y a veces arcaicas- y de proyecciones de las vivencias e intereses del presente. Al mismo tiempo, la nación o la comunidad de origen pueden tener fronteras difusas. Muchos emigrantes europeos transportaron con ellos al Nuevo Mundo, durante el siglo XIX y aún a principios del XX, percepciones contradictorias acerca de cuál era su patria, grupo étnico o

Xosé Manoel Núñez Seixas (Ourense, 1966). Se ha especializado en el estudio comparado de los nacionalismos europeos e ibéricos, así como en estudios migratorios y en la historia cultural de la violencia. Autor de una docena de libros y de numerosos artículos en revistas y volúmenes colectivos de ámbito gallego, ibérico e internacional, entre sus últimos libros destacan ¡Fuera el invasor! Nacionalismos y movili zación bélica durante la guerra civil española, 1936-1939 (Madrid: Marcial Pons, 2006), así como la edición del monográfico La construcción de la identidad regional en Europa y España (revista Ayer, 64 [2006]) y el ensayo Imperios de muerte: La guerra germano-soviética, 19411945 (Madrid: Alianza Editorial, 2007). Sobre tema migratorio, sus últimas publicaciones son O inmi grante imaxinario. Estereotipos, representacións e identidades dos galegos na Arxentina, 18801940 (Santiago de Compostela: USC, 2002); con Raúl Soutelo, As cartas do destino. Unha familia galega entre dous mun dos, 1919-1971, Vigo: Galaxia, 2005; con Pilar Cagiao, ed., O exilio galego de 1936: Política, sociedade, itinerarios, Sada-A Coruña: Eds. do Castro/ Consello da Cultura Galega, 2006, y (también con P. Cagiao) Os galegos de ultramar. Volume 2: Galicia e o Río da Prata, A Coruña: Arrecife Edicións Galegas, 2007.


Xosé Manoel NÚÑEZ SEIXAS

Idea y memoria de España en la emigración

colectivo de referencia. En tiempos de construcción de los Estados-nación europeos, ocurría que emigrantes jóvenes de extracción campesina apenas habían conocido otra realidad que la de su entorno social y territorial más próximo: su localidad, aldea, municipio o valle. O bien sucedía que, faltos de un proceso de socialización completo en las instancias básicas y clásicas de nacionalización de masas (escuela y milicia, entre otros), la representación de esa comunidad de referencia fuese ambivalente. Podía referirse a un grupo etnocultural. Podía ser una comunidad local. Y de modo más o menos preciso, podía abarcar también una identidad nacional. Ahora bien, esa identidad nacional podía coincidir, o no, con las fronteras del Estado-nación. Podía poseer límites difusos. Y podía consistir en una sinécdoque, es decir, en una traslación a un colectivo imaginado de los atributos y características transmitidas por los recuerdos de la infancia y juventud, del lugar o comunidad donde los emigrantes crecieron, y del conjunto de recuerdos codificados transmitidos a través de la memoria familiar, de los encuentros con otros emigrantes, de las fiestas étnicas y de las asociaciones que reunían a los naturales de una misma procedencia en los países de emigración. A menudo, el resultado era una nueva recreación de la patria, una patria del emigrante en la que convivían y conviven lo arcaico con la recreación de lo arcaico, el recuerdo con la imaginación, los materiales culturales construidos en la diáspora con los trasplantados de la tierra de origen, y asimismo los mestizajes con el país de adopción con los recuerdos idealizados de los “exotismos” del país de procedencia. Si los emigrantes son, por definición, personas sometidas a procesos de cambio cultural y social, que viven entre dos contex-

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tos y adoptan características y valores de ambos mundos sin acabar de instalarse definitivamente en uno y en otro, sus percepciones de la patria de procedencia también sufren de ese proceso: idealización y extrañamiento, mestizaje y arcaísmo. Su identidad de origen se convierte así, como toda identidad colectiva, en un constructo elaborado a partir de materiales culturales de diversa procedencia. Y en el producto resultante tiene gran influencia aunque no necesariamente determinante- el papel de las élites emigrantes, muchas veces exiliados o expatriados políticos, que son quienes conforman un imaginario y un repertorio de símbolos que identifica externamente a la colectividad de emigrantes. Su labor es más creativa de lo que a primera vista puede parecer, pues la reflexión acerca de la patria lejana y del papel e identidad de sus connacionales en el país de acogida se alimenta de condicionantes nacidos en la propia sociedad de adopción. Por ejemplo, la necesidad de prestigiar a un colectivo de inmigrantes en la esfera pública del país de inmigración, ante los naturales de este país o ante otras colectividades inmigrantes con las que se establecen relaciones de competencia más o menos simbólica (o más o menos laboral en el mercado de trabajo). O bien el anhelo por parte de esas mismas élites por ser reconocidas como interlocutores por parte de los círculos selectos, en los que desean integrarse, de la sociedad de adopción. O bien, en fin, el ansia por capitanear y capitalizar el potencial movilizador de los emigrantes para intervenir en las dinámicas sociopolíticas y culturales del país de origen. Exiliados y emigrantes, expatriados voluntarios y emigrados por desafección política -pues las fronteras entre emigración política y emigración económica son más fluidas de lo que parece- pueden hallar de este modo campos de confluencia

A menudo, el resultado era una nueva recreación de la patria, una patria del emigrante en la que convivían y conviven lo arcaico con la recreación de lo arcaico.

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Idea y memoria de España en la emigración

Una reunión en la Sociedad Caballeros de Santiago de Salvador de Bahía, Brasil.

variados. El ansia del retorno va así acompañada por la idea de que los ausentes se constituyen en auténtica reserva espiritual de la comunidad de referencia, en sus mejores hijos expatriados y, precisamente por ello, doblemente conscientes de las necesidades del hogar nativo. El éxodo masivo de españoles hacia diferentes destinos desde mediados del siglo XIX, pri m e ro hacia A m é rica y después, desde la Iª Guerra Mundial, también hacia otros países de Europa, constituye un lab o rat o rio ideal para observar esos procesos de mutación e imaginación de identidades. En los éxodos liberales y republicanos del siglo XIX, tanto en Inglat e rra -caso de los docea ñistas de 1812 o de los exiliados del Trienio Liberal (1820-23)como en Francia -caso de los expatriados carlistas de 1839, o de los rep u blicanos a partir de mediados de siglo y hasta finales del mismo-, más bien cortos y no acompañados de emigración económica, al menos de fo rma significativa, se gestó una idea de España

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que bebía mucho de los modelos constitucionales y políticos que aquellos expatriados pudieron contemplar de cerca. Un pensador inglés, Lord Holland, ejerció una cierta influencia en sus amigos liberales españoles. Y algunos de los expatriados de la generación siguiente, como por ejemplo, el escritor gaditano José Mª Blanco White, ap rendieron y observaron en tierras británicas lo que consideraban que podía ser la España del futuro. Una España con rey, pero con usos y costumbres liberales, sin privilegios de Antiguo Régimen, libre de fanatismos religiosos y reminiscencias tipistas, y plenamente incorp o rada a las Luces de la Europa ilustrada. El exilio provocaba en los transterrados españoles una sana envidia y una imaginación de su identidad nacional en clave constitucional y moderna, a lo que contribuía su obsesión por combatir los prejuicios negat ivos acerca de España que entre los círculos ilustrados y liberales europeos corrían desde mu cho antes. Lo que se dio en llamar Leyenda Negra. Esa Leyenda Negra, sin embargo, tenía también partidarios entre los emigrados. Y era capaz de proyectar ejemplos entre los legitimismos absolutistas europeos del segundo tercio del siglo XIX. Ahí estaban los expatriados carlistas, empezando por el propio pretendiente Don Carlos Mª Isidro de Borbón desde 1839 y sus descendientes. Y ahí estaban los numerosos clérigos que España también exportó, tanto a Extremo Oriente como a Europa y América. Una parte de ellos engrosó seminarios y carreras eclesiásticas en tierras extranjeras y contribuyó a reforzar la concepción de España como tierra preferida de Cristo, solar del integrismo y baluarte de la concepción católica del mundo. Otra parte, tal vez los menos, dejó su huella en las misiones jesuíticas en Japón y en otros países de Asia y África, y a

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Los curas españoles en Francia, Suiza y Alemania se convirtieron en un vehículo de identificación permanente entre una España católica identificada con el régimen franquista y la nostalgia de los emigrantes.

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veces fueron la primera presencia de España en algunos territorios teóricamente pertenecientes a la Corona hispánica, como era el caso de lo que luego fue conocido como Guinea Ecuatorial, que comprendía la isla de Fernando Poo y el enclave de Río Muni, colonizados en teoría en 1778, pero sólo incorporados a la administración colonial en 1858, y de modo más efectivo entre 1900 y 1926. Sólo los padres claretianos actuaron en la segunda mitad del siglo XIX como auténticos portavoces de la cultura y la presencia española en aquellas tierras de África. Sin embargo, la Iglesia católica española descuidó por completo la atención espiritual a los emigrantes españoles entre 1880 y 1930, siendo muy escaso el número de clérigos destinados a zonas de amplia presencia de emigrantes españoles (Francia, Argentina, Cuba, Uruguay, Brasil). De ahí que la jerarquía católica española sí tomase cartas en el asunto a partir de 1946, cuando se reestableció la ley de emigración de 1924. Para evitar que los emigrantes se descristianizasen en su periplo por ex t raños lares, las Comisiones Católicas de emigración asumieron tareas de control y supervisión, y los curas españoles en Francia, Suiza y Alemania se convirtieron en un vehículo de identificación permanente entre una España católica identificada con el régimen franquista y la nostalgia de los emigrantes. Pero no siempre: las necesidades materiales de los ausentes, y la constatación de su escaso bagaje formativo y laboral a la hora de competir en los mercados laborales de la Europa de la posguerra, hicieron también tomar conciencia a muchos de esos sacerdotes católicos de la necesidad de reformar España. Fueron curas obreros de la emigración. Si hubo una España tradicional expatriada, más influyente fue a largo plazo la otra España exiliada. Muchas veces no se

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componía de exiliados en el sentido clásico del término. Los expatriados republicanos que, tras el fracaso de la Iª República española en 1873-74, tomaron progresivamente el camino de la emigración, unos a América del Sur y Cuba y otros a Europa, buscaron realizar en lo que consideraban repúblicas ideales y abiertas a las oportunidades individuales los sueños de promoción política e intelectual que ya no podían desarrollar en España. Fue el caso de los periodistas y jóvenes profesionales que empezaron a llegar a ciudades como La Habana, Montevideo, São Paulo, París, y quizás el caso más representativo, Buenos Aires. La capital argentina se convirtió en un lugar de emigración al que no sólo llegaban campesinos más o menos iletrados, pescadores o jornaleros, aunque éstas eran las categorías que nutrían la gran mayoría del contingente inmigrante español. También arribaban al Río de la Plata jóvenes bachilleres de clase media venidos a menos que, como caricaturizaba irónicamente en 1899 el escritor va s c o - a rgentino Francisco Grandmontagne, cruzaban el Atlántico provistos de cartas de recomendación para intentar hallar un hueco en el periodismo, en la política o en los círculos profesionales argentinos. Esos profesionales, bachilleres y “emigrantes de 2ª clase” estuvieron presentes en el colectivo inmigrante español desde mediados del siglo XIX, con un cierto repunte a partir del fracaso de la Iª República española, y continuaron llegando a lo largo de las cuatro décadas siguientes. Muchas veces su perfil era autodidacta, y después de trabajar un tiempo como empleados, dependientes de comercio u otras ocupaciones, obtenían un título universitario o ingresaban en las redacciones de periódicos y semanarios argentinos. Y jugaron un destacado papel como élite que modulaba los proyectos identita-

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rios del colectivo inmigrante, elaboraba una idea de la patria (o las patrias) de origen en la distancia y a la vez un imaginario de la comunidad inmigrante en el país de recepción. Esa estrategia de liderazgo del colectivo de inmigrante suponía para los expatriados una inversión en direcciones complementarias. A la vez que refo r z aba su capacidad de mediadores entre la sociedad de acogida, su papel de líderes étnicos les posibilitaba una función representativa que podía contribuir a su ascenso social dentro de esta última, pero a la vez les convertía en puntos de referencia hacia la patria de origen, a diversos niveles (local, regional o estatal), muchas veces de modo complementario. De modo particular tras la pérdida del imperio ultramarino español en 1898, los periodistas, intelectuales y profesionales hispánicos expatriados se arrogaron la función de ser mejores intérpretes de los males de la patria que los connacionales de aquende el mar. Su interpretación propia del regeneracionismo y del republicanismo pasó por una autopercepción de ser depositarios de un potencial de renovación de las energías ocultas de la patria (grande o pequeña). En parte, esa percepción tenía origen en su autoimagen de hombres forjados a sí mismos, libres de las at a d u ras de un sistema caciquil y dominado por el oscurantismo político y religioso, y en los que la experiencia de la emigración había operado como una suerte de agente de selección social, en un darwinismo avant la lettre. La élite profesional y de bachilleres se alió con las élites inmigrantes favorecidas por el ascenso económico, y estuvo en el origen de las primeras instituciones representativas de la colectividad española en América. Su vehículo de actuación privilegiado fue la prensa, aunque también se expresó a través de la literatura, tanto novelística como teatral, la oratoria y, andando el tiem-

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Emigrantes en un desfile de la Hispanidad en New York.

po, las tribunas radiofónicas. Presentó perfiles diversos entre 1870 y 1930, y estuvo compuesta de diversas capas generacionales, que se fueron diversificando políticamente y sufrieron igualmente distintos influjos político-ideológicos. En una primera fase (1873-95) en la que predominaron los expatriados republicanofederales de orientación más o menos republicana federal, o republicana intransigente. En todos ellos se operó un proceso de progresiva moderación política tras su arribada a América. La búsqueda de un nuevo ideal interclasista que aglutinase a la mayoría de los inmigrantes en torno a sus proyectos les llevó a profesar, junto a un republicanismo de perfiles cada vez más moderados, una cercanía tácita en algunos casos a los incipientes regionalismos peninsulares (al gallego o al catalán, así como a una suerte de fuerismo vasco en la distancia). Y concibieron una serie de postulados resumibles en la necesidad de regenerar política, social y culturalmente sus regiones de origen y España en su

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conjunto, lo que a su vez incluían una carga vindicativa del buen nombre de España, tanto hacia dentro -para combatir los prejuicios y estereotipos negativos asociados con la condición de español y a veces con el gentilicio gallego, presentes en América desde el final de los tiempos coloniales- como hacia afuera -para reclamar de los poderes públicos españoles una mayor atención hacia la situación de sus regiones y comunidades de origen-. Esos principios básicos fueron compartidos por la siguiente capa de expatriados y bachilleres, entre ellos los promotores de la primera Liga Republicana Española en la Argentina (1903), modelo luego extendido a otros países. Todos ellos conocieron en mayor o menor medida la influencia del regeneracionismo hispa noamericanista y oscilaron entre un republicanismo inicial y el regeneracionismo tardío; y todos ellos otorgaron gran valor al potencial renovador de la educación como auténtica savia vivificadora del cuerpo de la nación española. Si la instrucción escolar contribuiría a erradicar el caciquismo mediante la creación de nuevos ciudadanos conscientes desde la más tierna infancia y los capacitaría para invertir sus energías en el progreso de la tierra de origen, la difusión del espíritu cívico redimiría a España (y a sus diversas regiones y/o nacionalidades) de las tribulaciones presentes y le otorgaría un papel director dentro del conjunto de las naciones hispanohablantes, gracias en buena parte a la influencia de sus potentes comunidades emigradas, quienes podrían jugar un papel de puente o de comunicador intercultural. Una nueva reconquista de la influencia española en América que ahora no se presentaba en términos políticos inmediatos, sino sobre todo como una empresa de prestigio cultural. Empresa que, además, podía nutrirse de las aportaciones de muchos intelectuales latino-

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americanos que desde principios del siglo XX redescubrían el legado histórico e intelectual hispánico, aborrecían del anterior desprecio por la vinculación con la antigua potencia colonial que había caracterizado a buena parte de las élites latinoamericanas a lo largo del siglo XIX, y proclamaban que, frente a la amenaza de expansión norteamericana y los miedos generados por la inmigración masiva de varios países europeos, el hispanoamericanismo y la vuelta a las raíces culturales españolas podía ser un buen antídoto. De ahí que los proyectos de regeneración nacional elaborados por las elites emigrantes españolas incluyesen mucho de aversión al Tío Sam. La reflexión sobre España, el sueño de la Madre Patria, llevaba implícita una función de expansión de su prestigio sobre América, que también contribuyese a superar el desdén, cuando no la ausencia de interés, con que las repúblicas latinoamericanas eran contempladas por la diplomacia española hasta la segunda década del siglo XX. Fueron buena expresión de ello campañas que contaron con amplio apoyo y difusión de las élites españolas emigradas, como la proclamación del doce de octubre como Día de la Raza -frente a la más genérica de Día de Colón-, la eliminación de estrofas hirientes para España de los himnos de algunos países latinoamericanos, o, caso de Argentina, la importante participación de la comunidad inmigrante hispánica en los fastos conmemorativos del primer Centenario de la Independencia del país en 1910, que incluyeron un monumento donado por los inmigrantes y la visita de la infanta Isabel de Borbón, la más alta representación institucional enviada por un país europeo. Una infanta Isabel recibida por insignes republicanos españoles en el país austral, como Rafael Calzada o Carlos Malagarriga, que en

La reflexión sobre España, el sueño de la Madre Patria, llevaba implícita una función de expansión de su prestigio sobre América, que también contribuyese a superar el desdén, cuando no la ausencia de interés, con que las repúblicas latinoamericanas eran contempladas por la diplomacia española hasta la segunda década del siglo XX.

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Actividad cultural en la Casa de España de Montpellier, Francia.

aquel momento ya jugaban claramente la carta de la reforma de la España realmente existente a través del liderazgo de las colectividades de emigrantes, del aporte de recursos a las campañas republicanas o reformistas en la propia España, el apoyo financiero a las iniciativas para modernizar su cultura y sus infraestructuras educativas y la exportación de ideas. De remesas materiales e inmateriales. Fue en este apartado donde la otra España imaginada por los emigrantes más influyó sobre la evolución de la España real. Sobre todo entre las colectividades españolas de América, y con especial incidencia en colectivos como los emigrantes gallegos y asturianos, se registró una multiplicidad de iniciativas tendentes a articular la sociedad civil en las zonas rurales del país, a apoyar y sufragar escuelas y obras públicas, obras benéficas y culturales, que se plasmó a lo largo del primer tercio del siglo XX en varios cientos de escuelas, de puentes y fuentes, de lavaderos y edificios

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públicos; pero también en locales para sindicatos agrícolas, en subvenciones para contratar maestros o modernizar la agricultura, en fondos para editar periódicos y promover nuevas ideas, y en recursos que, también colectivamente, permitieron el acceso a la plena propiedad de muchos campesinos; o bien posibilitaron la mejora de la hacienda familiar, la incorporación de avances higiénicos en las casas rurales y la extensión de una mayor conciencia de la necesidad de la instrucción como vehículo para crear nuevos ciudadanos y mejorar las oportunidades de vida de quienes en España permanecían. En los miles de fiestas celebradas al aire libre por emigrantes españoles en las orillas del Río de la Plata, en la cervecería La Polar de La Habana o en Brooklyn, pero también en la barriada obrera parisina de Saint Denis, la memoria nostálgica de España se mezclaba con el deseo de regeneración, el pasodoble o la muiñeira con el charlestón y el foxtrot, las obras de Muñoz Seca con el teatro proletario o el sainete criollo argentino. En ellas, de manera descoordinada, se respiraba un aire de redención del terruño, de contornos difusos, pero que incidía en la necesidad de regenerar y modernizar la patria de origen, tanto para que los ausentes siguiesen soñando con volver como para que sus parientes no tuviesen que emigrar. Como recogía el periodista gallego emigrado en Argentina Luis Sánchez Abal en 1917, esas fiestas podían ser anticlericales, pseudo anarquistas o de otro color, pero todas ellas acababan con un “¡Viva España!” y un pasodoble. De ahí que el patriotismo de los emigrados apareciese a los ojos de muchos observadores pensinsulares como un patrioterismo de expresión un tanto teatralesca y localista. Pese a ser sincero e incluso fructífero, resultaba ser para aquéllos “un patriotismo feo, pequeño” carente de grandiosidad en su expre-

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sión simbólica. Pues se veía la patria lejana a través de un prisma de dimensiones locales. Era, según formulaba también el periodista asturiano en Cuba Constantino Suárez, un “patriotismo lugareño: se concibe el progreso o el atraso de España a través de lo que sucede en el ámbito del lugar nativo”. Hasta los anarquistas españoles del Buenos Aires de la Belle Époque, internacionalistas ellos, no podían evitar el declarar su adhesión a una patria cuya forma de gobierno detestaban, pero cuya memoria seguían venerando, a veces, de manera recóndita. Por ejemplo, cuando insistían en la primacía de España entre las naciones cultas del mundo, frente a la italofilia de los anarquistas transalpinos también emigrados. O cuando recordaban que, en 1898, el imperialismo norteamericano no hacía sino sustituir al español, evitando solidarizarse con los independentistas cubanos. Otros pat riotismos, en fin, hicieron también su ap a rición entre los emigrantes. El nacionalismo vasco comenzó a trasplantarse y a ganar adeptos entre los emigrantes vascos y navarro s , y en mucha menor medida entre algunos vascofranceses, desde principios del siglo XX, tanto en Argentina como en México, Cuba y Uruguay. Lo mismo ocurrió con el catalanismo, que también ganó a d eptos entre los inmigrantes catalanes residentes en el Sur de Francia, Argentina y Cuba, y que durante los difíciles años de la dictadura de Primo de Rivera (1923-30) se convirt i e ron en los auténticos ap oyos de los sectores más radicales y revolucionarios del nacionalismo catalán, sobre todo a través de su respaldo a Francesc Macià. Fue en La Habana donde se promulgó por primera vez, en 1928, un proyecto de Constitución para una República catalana. Incluso el más débil nacionalismo gallego alcanzó una proyección notable entre las colectividades gallegas de Cuba,

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Uruguay y sobre todo Argentina con anteri o ridad a 1936. Fue en Cuba donde, en 1921, surgió por primera vez un grupo indep e ndentista gallego. Al igual que había sido en Venezuela, a fines del siglo XIX, donde el canario Secundino Delgado había soñado con la independencia de su arch i p i é l ago nat a l , y en Venezuela donde, en 1924, había nacido la primera publicación nacionalista canaria conocida. En todos estos casos, es de señalar que el proceso de conversión de élites emigrantes en nacionalistas fue muchas veces paulatino, motivado también por el desencanto con la España real de la Restauración o de la dictadura de Primo de Rivera; pero también por el influjo de los propios nacionalismos latinoamericanos, cuyo simbolismo y, a veces, imaginario fue proyectado en las propias concepciones de qué debían ser Cataluña, Euskadi, Galicia o Canarias en el futuro. Un ejemplo fue la interp retación del pensamiento del teórico del nacionalismo cubano José Martí por algunos nacionalistas catalanes y gallegos residentes en la isla. Otros factores intervenían, a veces de manera contradictoria. Por ejemplo, el anhelo por huir de la connotación despectiva de gallego por parte de inmigrantes cuyo origen catalán o, particularmente, vasco era señal de prestigio en algunas sociedades receptoras. O, en el caso de los gallegos, por la propia reacción de autoafirmación ante esos estereotipos y prejuicios, de los que se pasaba a culpabilizar a España y a sus Gobiernos. La Guerra Civil española de 1936-39 supuso una escisión en los proyectos e imaginarios sobre España abrigados por los emigrantes, que ya se venía larvando desde el período de la dictadura de Primo de Rivera. Disputas en centros y asociaciones de emigrantes, divisiones entre una entidad prorrepublicana y otra profranquista, marcaron un antes y después, jalonado a veces con

El proceso de conversión de élites emigrantes en nacionalistas fue muchas veces paulatino, motivado también por el desencanto con la España real de la Restauración o de la dictadura de Primo de Rivera.

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peleas más que simbólicas en cafés y teatros porteños o parisinos. La mayoría de los emigrantes, que no pertenecía a ninguna asociación, reaccionó en muchas ocasiones lamentando la suerte que sus familiares y convecinos podían correr. Otros, como el emigrante gallego en Montevideo Vicente Naveiras el 28 de julio de 1936, escribían a su familia lamentándolo por “los defensores de la patria que se están muriendo a montones”. El nutrido exilio republicano de 1936-39, que llevó a miles de españoles a Francia, México, Argentina, Estados Unidos y otros países, se convirtió en una ilustración expatriada que siguió representando en el exterior algo semejante a lo que los primeros liberales expatriados del siglo XIX habían imaginado: la idea de una España diferente, democrática y europea, en la que la República significase la modernización y laicización del país, el reconocimiento de su pluralidad etnocultural interna, la justicia social y la asunción de los valores democráticos como piedra angular de una nueva comunidad política. Esos postulados fueron defendidos por las instituciones y organizaciones republicanas en el destierro, pero también por miles de emigrantes que se habían movilizado a favor de las fuerzas leales al Gobierno legítimo de 1936. A partir de 1947, cuando las esperanzas de una vuelta triunfal a España se desvanecieron por mor del cambio de circunstancias geopolíticas en el mundo, los exiliados siguieron soñando con una España mejor, que contrarrestase la nueva imagen de la España negra de siempre que ahora representaba el franquismo. Revistas y ateneos, instituciones culturales -como el Colegio de México-, agrupaciones y círculos de diferentes orientaciones políticas se fundieron con las iniciativas para encuadrar y dotar a las entidades de emigrantes, tanto de los anteriores a

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Niños de la Guerra atendidos a su llegada a Rusia.

1936 como de los nuevos llegados tras 1946, tanto a América como a Europa, de un significado democrático y regenerador. Esa lucha no siempre la ganaron los exiliados. Pero también fue cierto que en varios países de Europa los nuevos emigrantes que trabajaron en fábricas, obras públicas y establecimientos comerciales experimentaron lo que era la democracia occidental, el Estado del Bienestar, el pluralismo político y sindical y la tolerancia. Valores que también contribuyeron a moldear la imagen de la España (o de la Galicia, Cataluña o Euskadi) que querían a su vuelta. Conductas que eran consideradas punibles o sospechosas por el franquismo, como la asociación o la sindicación, pasaron a ser consideradas normales por los emigrantes. Luchar por sus derechos y ejercitarlos en un régimen de libertades se convirtió también en una forma de recrear la idea de una España democrática que, se esperaba, podría volver en forma de República o, simplemente, adoptando otra forma de gobierno.

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Tras 1975, esa idea de España también siguió presente entre los expatriados y emigrantes. Era ya muy tarde para que la mayoría de los exiliados pudiesen retornar. Sin embargo, no lo fue para que lo hiciesen progresivamente muchos emigrantes económicos, que a l go habían cambiado su idea de España, y la manera de interpretar la memoria de su infancia, durante su experiencia en el extranjero. No se trataba sólo, como afirma el pasodoble, de suspiros. También de planteamientos racionales y de proyectos utópicos. Pero sin esas utopías, retroalimentadas cierto es por pervivencias del pasado y por la experiencia de la democracia (o de otros regímenes, particularmente en Latinoamérica) en otros países, tampoco se habría entendido el proceso de transición y consolidación democrática en España entre 1975 y 1982. Y algo de ellas también queda en el interés de una parte significativa de los emigrantes, y de sus descendientes, en la política española, alentado por las posibilidades de p a rticipación electoral. No nos engañemos, sin embargo: a pesar de la globalización y de la celeridad con que hoy en día circulan las imágenes, la información y los estímulos más allá de las fronteras españolas, la idea de España -o de las Españas- en la emigración dista de ser la misma de la que tienen los ciudadanos residentes en el país. Ello no la convierte ni en mejor ni en peor. Simplemente, en otra(s) España(s). Diferente, pero que enriquece la pluralidad de perspectivas que contribuyen a forjar el caleidoscopio de identidades que, en sí, convive en la España de hoy. Incluyendo a la de muchos inmigrantes que, hoy en día, retoman a la inversa el camino que hicieron sus padres o sus abuelos, y que traen consigo un bagaje de imágenes y proyectos acerca del país de origen que no siempre resiste al primer choque con la realidad de la España del siglo XXI. Pero ésta es otra historia.

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El difícil comienzo de la emigración Óscar ÁLVAREZ GILA Doctor en Historia y profesor titular de Historia de América en la Universidad del País Vasco.

L

a historia de la Humanidad no es, en el fondo, sino la historia de las migraciones. La movilidad geográfica ha sido una de las características recurrentes del ser humano, ya desde el momento en que los primeros homínidos abandonaron su África natal para extenderse por la práctica totalidad de la Tierra, en un proceso que duró centenares de miles de años. Frente a la idea fuertemente arraigada de la estabilidad de las sociedades, la historia nos presenta numerosos ejemplos del dinamismo social, económico y político derivado del traslado de masas de población entre regiones, países o continentes. Las migraciones no han sido, en modo alguno, episodios aislados y excepcionales en el devenir de las sociedades pasadas y presentes, sino un elemento constitutivo de la mayoría de ellas. A lo largo de la última década, la sociedad española se ha visto inmersa en un intenso proceso inmigratorio que,

Óscar Álvarez Gila (Portugalete, 1966). Su campo de especialización es el estudio de la emigración vasca a América, especialmente en los siglos XIX y XX, desde diferentes puntos de vista: emigración religiosa, instituciones, emigración y política, etc...). Es autor o coautor de 11 libros y 90 artículos en obras colectivas y revistas nacionales e internacionales, publicadas en España, Francia, Italia, Alemania, Suecia, Argentina, Uruguay, Brasil, México y Perú. Ha participado igualmente en la edición de 8 obras colectivas. Entre sus obras destacan Misiones y misioneros vascos en Hispanoamérica, 1820-1960 (Bilbao, 1998); Euskal Herria y el aporte religioso a la iglesia en el Río de la Plata (Bilbao, 1999); Las migraciones vascas en perspectiva histórica, siglos XVI-XX (Bilbao, 2002; en colaboración con Alberto Angulo); siendo el más reciente un estudio sobre la vida y obra del bertsolari navarro Ignacio Arguiñarena, emigrante en Uruguay, en colaboración con Alberto Irigoyen: Isla Malako haritza. Ignazio Argiñarena Otsotorena bertsolaritzaren bizitza eta lana (1907-1997) (Bilbao, 2007). Ha sido miembro de dieciséis proyectos de investigación, financiados por instituciones públicas y privadas

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Óscar ÁLVAREZ GILA

... (Eusko Ikaskuntza, Fundación Españoles en el Mundo, Universidad del País Vasco, Universidad de Navarra, Fondo Aquitania-Euskadi del Gobierno Vasco, Departamento de Universidades e Investigación del Gobierno Vasco, Instituto de Estudios Altoaragoneses de la Diputación de Huesca, Ministerio de Ciencia y Tecnología de España, Ministerio de Educación y Ciencia de España, y Unión Europea).

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como ha ocurrido en otros países que experimentaron anteriormente un fenómeno similar, ha generado toda una serie de respuestas en la opinión pública. Y en general esta respuesta, desde las voces de la calle a los discursos políticos, pasando por las reflexiones científicas, ha abordado la cuestión desde una abierta desmemoria, desde el convencimiento (no expresado pero sí evidente) de la radical novedad del fenómeno migratorio y sus pretendidamente apocalípticas consecuencias. Pero lo cierto es que, sólo con que escarbemos un poco en los recuerdos más recientes de los españoles, nos toparemos con historias de migración en las que España no fue punto de llegada, sino de partida. No en vano entre los siglos XIX y XX fueron varios los millones de españoles que marcharon como emigrantes a otros países de Europa, América e, incluso, otros continentes. a) Migraciones en cadena ¿Cuáles fueron las causas de esta emigración masiva1? En un tiempo contábamos con un cuadro explicativo simple y claro, en el que primaban los criterios demográficos y económicos. Pero desde que, a partir de la década de 1970, se adoptara masivamente la “emigración en cadena” como el modelo explicativo más generalizado de los procesos migratorios, los investigadores nos encontramos ante una versión renovada del viejo dilema sobre qué fue antes, si el huevo o la gallina. La “emigración en cadena”2 se entiende, por lo general, como un mecanismo integrado en la más amplia estructura de redes sociales de todo tipo (familiares, de amistad, de paisanaje, de dependencia...) que vertebran el tejido básico de toda sociedad. Serían todos estos lazos interpersonales los que, en última instancia, explicarían los pro-

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cesos de extensión de la práctica migratoria en un espacio y tiempo determinados, aquella “fiebre emigratoria” que -en el caso que nos ocupa- comenzó a extenderse hace poco más de siglo y medio por diversos países europeos, entre ellos España. A través de dichos lazos interpersonales se difundirían, en primer lugar, las informaciones de primera mano sobre la situación económica, las oportunidades laborales, los niveles de renta y salarios, y las posibilidades de movilidad social de la sociedad receptora; para, en un segundo momento, servir como red de apoyo a los recién llegados en su adaptación a un contexto social y económico nuevo y, por lo tanto, desconocido. La emigración en cadena serv i r í a , así, p a ra “saltar con red”, usando el extraordinariamente gráfico juego de palab ras que en su momento acuñara Yáñez Gallard o3. El denominado “ e fecto llamada”, que en los últimos tiempos ha permeado desde su uso masivo en los medios de comunicación hacia el lenguaje político, no sería sino un modo más de denominar un mismo sistema que, con el paso del tiempo, no ha perdido su vigencia ni se ha modificado en sus aspectos básicos, ex c epto en la rapidez con que las nuevas t e c n o l ogías permiten los contactos entre los que part i e ron y los que quedaron en la tierra de ori ge n4. En general, está plenamente a c eptado entre la comunidad científica que uno de los principales motores de la persistencia de las migraciones no es sino la ex i stencia previa de otros inmigrantes, de la misma familia o gru p o social, radicados con antelación en el país de destino5. Pero el sentido común nos dice que tales cadenas no pueden retrotraerse indefinidamente hacia el pasado, sino que en un momento debió existir un grupo de pioneros: unos primeros inmigrantes que se asentaron en territorio hasta entonces desco-

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(1) La historiografía ha venido a adoptar el término “emigración masiva” para referirse, principalmente, a la corriente migratoria que desplazó a millones de europeos a tierras ultramarinas, durante buena parte del siglo XIX y el primer tercio del XX. Su uso está también aceptado en los estudios sobre las migraciones españolas contemporáneas, por ejemplo SánchezAlbornoz, ed. (1988). (2) Denominación acuñada por MacDonald y MacDonald (1964), y que ha sido profusamente utilizada, sobre todo en la historiografía de las décadas de 1970 y 1980. Esta corriente metodológica llegó a España con un cierto retraso, aunque sus resultados no han sido menores (Núñez Seixas, 2001). (3) Yáñez Gallardo (1996). (4) García Abad (2001). (5) Entre otros: Marquiegui (1995).


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De la Estación Marítima de Vigo (Galicia) partieron el siglo pasado un gran número de barcos con emigrantes hacia América.

nocido para ellos, y cuyo éxito sería la clave para crear, tras de sí, un reguero de nuevos inmigrantes llegados a través de cadenas migratorias o, si lo preferimos, efectos llamada. b) Pioneros, colonos y migrantes El término pionero , que en su primera acepción en el diccion a rio de la Real Academia Española se refiere a la “persona que inicia la ex p l o ración de nuevas tierras”, se incorporó al castellano por la vía del idioma francés, pero su capacidad evo c a d o ra nos ha llegado a través sobre todo del cine de los Estados Unidos, país que fue durante el siglo XIX y buena parte del XX el principal destino de los emigrantes europeos en tiempos de la emigración masiva a la que antes nos hemos re ferido. La imagen de los pioneros viene ligada, p a ra aquellos que nos educamos en el referente audiovisual de la filmografía norteamericana, a los paisajes del Far West cruzados por caravanas que depositaban en las praderas vírgenes -tra s

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haber sido cuidadosamente limpiadas de sus primeros pobladores nativos- familias que venían a comenzar una nueva vida tras hab e r roto con su pasado en el Viejo Mundo. Ciertamente, esta imagen responde a una realidad concre t a propia de las migraciones masivas del siglo XIX. Al igual que los Estados Unidos, el resto de países extraeuropeos que re c i b i e ron la práctica totalidad de los emigrantes europeos -y entre ellos, también, los españoles- coincidían en ser naciones extensas, con una débil población blanca, una población nat iva en obligado re t ro c eso y, a causa de esto, grandes superficies a disposición de nuevos habitantes para su explotación e incorp o ración a los nuevos merc ados nacionales y mundiales en expansión. Argentina, Uruguay, Brasil, Canadá o Australia, junto con los ya citados Estados Unidos, promovieron asimismo políticas activas de colonización y de fomento de la inmigración, ya que veían en la debilidad de la población autóctona -tanto por su número como por su composición racial, allí donde los indígenas eran aún la mayoría- el principal handicap que les impedía ocupar el papel re l evante en el concierto de las naciones civilizadas para que la Nat u raleza los hab í a provisto. En América, recordaba el político y pensador argentino Juan Bautista Alberdi, “gobernar es poblar”, máxima ésta que se convirtió en el ideario, explícito o implícito6, de las políticas que los gobiernos de estas naciones desarrollaron hasta, por lo menos, la gran crisis mundial de 19297, que supuso el final de las migraciones masivas tal y como las habíamos conocido en el siglo XIX. El atractivo de un fácil acceso a la propiedad de la tierra, o de las oportunidades de una economía en expansión, vendría a ejercer de imán para quienes, en su Europa natal, veían sus posibilidades de ascenso social y mejora económica notablemente

(6) En la Constitución de la República Argentina, de 1853, artículo 25, se determinaba que “El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea y se prohíbe la restricción, la limitación y la imposición de tributos por la entrada en el territorio argentino de extranjeros que vengan con la intención de cultivar la tierra, de mejorar las industrias y de introducir y enseñar la ciencia y el arte”. (7) Como señala Mörner (1992, p. 37), “en los países de la América Española, los nuevos gobiernos rápidamente dictaron leyes favoreciendo a los inmigrantes, autorizándoles a instalarse y adquirir propiedades”. La legislación argentina reconoció a los inmigrantes casi los mismos derechos que a los naturales, a excepción del reclutamiento militar y la participación política. En Estados Unidos, por su parte, sólo la crisis de 1929 pudo romper la inercia política que impedía el establecimiento de cualquier cortapisa a la inmigración, estableciéndose el sistema de cuotas por nacionalidades, en gran medida aún vigente.

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constreñidas por las servidumbres de una sociedad con excesivo peso de la historia8. La epopeya de la serie de televisión La Casa de la Pradera en la década de 1970 mostró a una generación de españoles, con una mezcla de lírica y épica, el proceso mediante el cual se creaba sobre un espacio natural inmaculado una sociedad radicalmente nueva y joven, sin el lastre del pasado. Sin ser esto del todo correcto -nunca ha habido “desiertos” más poblados que las praderas y pampas a las que se dirigían estos emigrantes, si bien sus habitantes eran indígenas-, lo cierto es que su atractivo era indudable, y que entre 1830 y 1930, más de 52 millones de europeos intentaron hacerse su hueco en la aventura ultramarina (cuadro 1). CUadro 1: Migraciones europeas a Ultramar (1830-1930) %

%

DESTINO

Estados Unidos

0,8

Uruguay

9,2

Argentina

0,6

México

7,0

Australia

0,1

Chile

6,6

Brasil

0,1

Otros

2,8

Cuba

72,8

DESTINO

Fuente: Mörner (1992), pp. 60-61 y 71.

(8) Sobre el concepto de “naciones nuevas” en el periodo de las migraciones masivas, cfr. Filgueiras (1997).

Los datos cuantitativos, en todo caso, han de tomarse siempre como indicadores ap roximativos de la magnitud del fenómeno. Realmente, está ya cl a ro que nunca podremos determinar con exactitud el número de emigrantes que abandonó Europa durante este período. En España, las estadísticas oficiales de la emigración del Instituto Geográfico y Estadístico son muy tardías, pues apenas comienzan en 1882, y todos los historiadores que las han analiza-

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do coinciden en señalar que en modo alguno re flejan las cifras re ales9. Además, estas series de datos no recogen sino el tránsito de pasajeros por mar, tomando como base la idea –no totalmente cierta– de que “son considerados emigrantes (…) los españoles que se propongan abandonar el territorio pat rio con pasaje (…) de terc e ra clase”10. En todo caso, estas consideraciones marcadas por la Ley de Emigración española de 1907 nos sirven para conocer la imagen que sobre la emigración se había formado la sociedad que estaba experimentando dicho fenómeno: un transvase de trabajadores, mano de obra de todo tipo y cualificación, desde una superpoblada Europa hacia nuevos territorios ultramarinos. c) Los inmigrantes y los nuevos nichos laborales De hecho, el aspecto laboral -y, por lo tanto, económico a la vez que social- es un elemento explicativo crucial de las migraciones. Dejando a un lado los casos en los que éstas son forzadas -exiliados y refugiados, generalmente por persecuciones de índole política, cultural, étnica o religiosa, así como por las guerras y otros episodios de violencia, sin olvidar otras posibles causas como las catástrofes y los cambios medioambientales-, la historiografía suele coincidir en presentar las motivaciones socio-económicas como el principal agente impulsor de los movimientos geográficos de la población. Los emigrantes suelen desplazarse en busca de mejores oportunidades laborales, no debiendo entender éstas desde la óptica reduccionista de unos salarios mas elevados, sino también -y sobre todo- desde las condiciones y perspectivas de futuro que ofrecen. ¿Dónde encuentran estas oportunidades? Resulta una constante en los estudios migratorios señalar cómo, por lo gene-

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(9) Sánchez Alonso (1990). (10) Según se precisaba en la Ley de Emigración de 1907, art. 2. Cfr también Sánchez Alonso (1991).


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(11) Irving (2005); cuento “La leyenda del legado del moro”, consultado en http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras /902517354312694857324 57/p0000005.htm#I_33_ (12) Por ejemplo, Baldomero Fernández Moreno, en el cuento El vasco lechero en el café, ofrecía a comienzos del siglo XX la siguiente descripción, que sigue las pautas y estereotipos más habituales sobre la imagen de los vascos: “he aquí que al hilo del mostrador aparece un vasco lechero, la cara rosada, con dos parches más rojos pegados en las mejillas, la boina encasquetada, la blusa rizada, que no todo ha de ser fortaleza y agresividad; las piernas combadas, las alpargatas silenciosas, y el tarro en la mano como si blandiera un arma o un guijarro listo para ser proyectado en la cara lisa y cosmopolita del ‘barman’. Y con el vasco lechero entra también el campo, un aire duro y frío y un trébol” (Fernández Moreno, 1980).

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ral, los inmigrantes de un mismo origen tienden a concentrarse en unos determinados nichos laborales, que acaban por convertirse para la población receptora en sinónimos de pertenencia a un grupo étnico o nacional concreto. Ya Washington Irving, en sus Cuentos de la Alhambra, hacía ver cómo “en Francia todos los limpiabotas son saboyanos; los porteros de las casas, suizos; y cuando se usaban tontillos y pelo empolvado en Inglaterra, nadie más que los irlandeses se cargaban con una silla de manos. Lo mismo sucede en España: los aguadores y mozos de cordel son todos robustos gallegos; nadie dice «Tráeme un mozo de cordel», sino «Anda y tráeme un gallego»”11. También los españoles -e incluso, a un nivel más específico de identificación, los gallegos, los catalanes, los vascos o los procedentes de cualquier otra región con una corriente migratoria nutrida- entraron en este mismo juego y, allá donde se dirigieron, acabaron por especializarse -y ser por ello identificados- con unos oficios y ocupaciones económicas concretas. Así, por ejemplo, los vascos -que son el caso que he estudiado más de cercasiguen siendo presentados en Argentina, todavía hoy en día, bajo el cliché de los lecheros. Hubo un tiempo en el que, si bien no podríamos afirmar que todos los vascos radicados en Argentina se dedicaran a este negocio, sí es cierto que la práctica totalidad de los abastecedores de leche de Buenos Aires y el resto de las principales ciudades del país eran originarios del País Vasco. La imagen del vasco lechero, de este modo, es una de las más arraigadas en el folklore argentino desde bien entrado el siglo XIX, con plena vigencia en estos inicios del siglo XXI12. En ciertos momentos, se ha apelado a cierta predisposición “natural” de estos grupos étnicos o nacionales para las actividades

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que venían a desarrollar a la sociedad de destino13: del mismo modo que los gallegos eran robustos y aptos para los trabajos de gran esfuerzo; y los vascos porfiados óptimos para el trato del ganado, los negros en Estados Unidos tendrían una predisposición natural para el ritmo y los magrebíes en la España actual una cap acidad para trabajar bajo el extremo calor del interior de los invernaderos. Pero la realidad suele escapar a este tipo de determinismos. Y, así, cuando analizamos las pautas de inserción lab o ral de un mismo grupo en diferentes países receptores, comprobamos que cualquier explicación simplista cae por su base. La imagen del gallego aguador, que Irving hacía extensiva a toda España, apenas sí lo era en Granada: por aquella misma época, si se hubiera hech o la misma pregunta en Madrid, la respuesta habría sido que los gallegos son, como todo el mundo sab e, serenos. Volvamos al caso de los vascos en América. Mientras que en Argentina -y en su vecino Uruguay- vasco y lechero eran, como hemos visto, dos términos sinónimos, en Cuba se los identificaba como comerciantes y tenderos, en México como molineros y panaderos, y en los Estados Unidos, como pastores de ovejas. Ni siquiera podría aducirse una especialización en la tierra de origen para explicar esta querencia por unos campos laborales tan específicos, pues en ocasiones se daba el caso de emigrantes de una misma casa que, adoptando destinos diferentes, acababan por integrarse en los oficios que, en cada lugar, parecían reservados a los vascos. El antropólogo William Douglass, experto conocedor e investigador de la inmigración vasca a los Estados Unidos, relataba su propia extrañeza cuando, al iniciar un estudio sobre los vascos en Australia, se encontró para su sorpresa con que ninguno se había dedicado a las labores de pastor, siendo como es

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(13) Usando el mismo ejemplo anterior, Irving (2005) reflexionaba cómo “la Naturaleza parece haber formado razas, así de hombres como de animales, para cada una de las diferentes ocupaciones”.


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(14) Es decir, cortadores de caña de azúcar en el estado de Queensland. Cfr. Douglass (1993) y (2000).

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Australia el país que cuenta en el mundo con una mayor cabaña ganadera ovina: allí todos habían llegado para ser canecutters14. El hecho de que estas identificaciones tengan raíces muy antiguas en las sociedades receptoras, pues suelen generarse ya desde los primeros momentos de la llegada al país de los diversos grupos inmigrantes, no ayuda a comprender su génesis. Otra pista nos la da el mismo diccionario de la Real Academia, que en la segunda acepción de pionero nos indica que se refiere a una “persona que da los primeros pasos en alguna actividad humana”. Efectivamente, los inmigrantes pioneros se enfrentaban a la necesidad de hacerse un hueco en el panorama laboral de la sociedad receptora, encontrándolo por lo general en aquellas actividades económicas que los nativos no podían o no querían ocupar. O también, en otros casos, descubriendo nuevos nichos económicos que, hasta el momento, habían permanecido poco o nada explotados. Sólo tras el éxito en el intento de hacerse un hueco en una determinada actividad llegaba su virtual monopolio, gracias a una adecuada mixtura de emigración en cadena y expansión empresarial, tal y como los chinos se han hecho en España con el negocio de las tiendas antes conocidas como “Todo a Cien”. En todo caso, el proceso no es nunca lineal, dejando en la cuneta otras posibilidades de especialización que la casualidad h i s t ó rica no dejó pro s p e ra r. Recurriendo nuevamente al ejemplo de los inmigrantes vascos, un observador situado en la Argentina de 1850 poco habría sospechado de la querencia lech e ra de los euskaldunes, dado que por entonces la mayor parte de éstos part ic i p a ran en lab o res relacionadas con la ganadería extensiva (mat aderos, saladeros, y alambra d o res de estancias). Del mismo modo, los pri m e ros vascos que llegaron a Califo rnia en plena fi eb re del

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o ro en 1849, p rocedentes en primer lugar de Sudaméri c a , pronto vieron que el futuro y la riqueza no se encontraban en una veta de metal dorado, sino en proveer a los mineros de todo aquello que necesitaban y estaban dispuestos a pagar, nunca mejor que ahora , a precio de oro. De este modo, p i o n e ros como los hermanos Pe d ro y Bern a rdo A l t u b e,Antonio Jáuregui o Miguel Leonis, se intro d ujeron en el negocio de la ganadería: inicialmente ganado vacuno, p a ra la alimentación de los mineros y colonos, pasando luego al ganado ovino, por la demanda de lana para las industrias textiles de la costa atlántica de los Estados Unidos15. Sin sab e rl o , estaban dando el primer paso hacia la identificación actual entre los va scos y las ovejas en los estados nort e a m e ricanos del oeste. Indudablemente, este proceso tuvo profundas e innegables repercusiones en el devenir de los inmigrantes que llegaban a asentarse a un nuevo país; si bien está en discusión su carácter beneficioso o perjudicial para la integración de éstos en su sociedad de acogida. La idea más comúnmente aceptada nos muestra una imagen ambivalente. Por un lado, es cierto que la existencia de nichos laborales ocupados por los inmigrantes les permitía a éstos una más rápida y sencilla inserción laboral, que es el primer y necesario paso para la integración plena16. Pero, al mismo tiempo, los estereotipos reinantes podían también ejercer de “techos de cristal”, es decir, de barreras invisibles que constreñían su paso a otras actividades, por lo general de mayor nivel socio-económico. Un argentino podía aceptar sin problemas una legión de gallegos changadores, de vascos lecheros o de turcos buhoneros, pero algo en su interior se resistiría a admitir sin más prejuicios un gallego médico, un vasco abogado o un turco ebanista. En todo caso, no se trata éste de un comportamiento particular de un

(15) Paquette (1982). Douglass y Bilbao (1975). Totorigaguena (2002). (16) Angulo Morales (2002).

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periodo de tiempo determinado en el pasado, sino que mantiene plena vigencia en la actualidad.

(17) Ciertamente, la situación era un poco diferente en los países europeos que recibieron inmigrantes españoles durante el siglo XX, tales como Francia o Alemania; pero incluso en estos casos hubo también fuerzas que invitaban a la efectiva nacionalización cultural de los inmigrantes, si es que optaban por hacer de aquellos países su residencia permanente.

d) Integración, desarraigo e identidad. De todos modos, no todo fueron historias de éxito en las experiencias migratorias. Si bien, por un lado, la inserción laboral parece ser el primero de los ámbitos, y en el que mejor se integraron los inmigrantes, no solía ocurrir lo mismo en su incorporación a la vida nacional de la sociedad que los acogió -es decir, al conjunto de prácticas, intereses y símbolos comunes que marcan la distinción entre los indígenas y los foráneos-. Chocaban, en primer lugar, las expectativas que sobre la propia inmigración tenían los responsables políticos de los países que la favorecían, y los mismos inmigrantes. Para los primeros, la inmigración debía ser un proceso irreversible, un transvase de población que echara sus raíces de forma definitiva: los países nuevos de América u Oceanía deseaban convertir a los inmigrantes en la base de su propio futuro como nación, lo que hacía necesario que los inmigrantes cortasen sus amarras mentales e ideológicas con su tierra de origen, haciendo tabula rasa de su pasado para identificarse con su nueva patria adoptiva17. No eran pocos los inmigrantes que coincidían con estas expectativas, pero también es cierto que por lo general solían ser más numerosos los que emigraban con un deseo latente de retorno. Y, de hecho, aunque al final estos deseos de retorno no se llegasen a cumplir, el emigrante siempre presentaría una resistencia a su integración plena, al entender la emigración, no como una decisión definitiva, sino como una mera etapa en su proyecto de vida. El choque entre ambas concepciones se presentaba en

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Alumnos del Colegio Islas Canarias de Montevideo, Uruguay.

muchos niveles. La educación fue uno de ellos. Así, frente a los esfuerzos que diversas colectividades inmigrantes en países como Argentina o Estados Unidos hicieron por establecer sistemas de enseñanza “étnicos” que asegurasen la transmisión de la identidad nacional de los padres extranjeros a sus hijos ya americanos18, los estados pusieron todo su empeño en usar la escuela como medio de integración de una sociedad hecha de retales del aluvión inmigratorio. Su objetivo no sería otro que disolver la herencia cultural de los nuevos ciudadanos en una comunión de simbología y rituales patrióticos aprendidos (en torno a la bandera, el himno y la glorificación de la historia nacional19), como herramienta para lograr la deseada disolución de los elementos extranjeros en una misma identidad. También se encuentran disfunciones a la hora de conseguir integrar al inmigrante en el cuerpo político de la sociedad receptora, esfuerzos que bascularon entre el relativo éxito de los Estados Unidos, hasta el fracaso más

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(18) Iriani Zalakain y Álvarez Gila (2003). (19) Solari (1995).


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estrepitoso, como ocurriera con los españoles en Argentina20. Se ha aducido el poco atractivo que podía tener para los inmigrantes acogerse a la nacionalización en países en los que su situación legal era casi totalmente equiparable a la de los autóctonos, con la sola excepción del voto y sin la servidumbre de las obligaciones militares21. Mas por encima de todo esto se hallaba, sin duda, el más intangible pero no por ello menos importante proceso de integración social, es decir, la aceptación por parte de la sociedad receptora de los inmigrantes desde unos parámetros de normalidad y, en cierto modo, igualdad. Una de las vías para ello fue, sin duda, la conversión del viejo estereotipo, inicialmente dotado de gran carga peyorativa, en un “orgullo étnico”, constituido por una reivindicación de los orígenes que ya no se presentaban en colisión con la integración en la sociedad receptora. Y, en este punto, la labor del asociacionismo fue crucial para hacer emerger una visión positiva de la inmigración. (20) García Sebastián (2005:167). (21) Si bien, en otros casos, la participación voluntaria en el Ejército, sobre todo en situaciones bélicas, fue usado por algunos inmigrantes para lograr la aceptación social de sus nuevos conciudadanos; tal es el caso, por ejemplo, de los vascos en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. (Bieter y Bieter, 2004). (22) Ramos Martínez (2008).

e) El espíritu de protección y el nacimiento de las prime ras asociaciones. La comprensión de las motivaciones que lleva ron a los i n m i grantes a generar un, en mu chas ocasiones, denso tejido asoc i at ivo en las sociedades re c eptoras, es todavía una cuestión bajo un intenso deb ate en los estudios migrat o rios. A la pregunta de por qué se asociaban los inmigrantes, ge n e ralmente las respuestas han solido distri bu i rse en un haz entre dos focos principales: quienes c o n s i d e ran estas instituciones como una resistencia, frente a quienes las ven como un primer paso hacia la integración22. Para los p ri m e ro s , este tipo de asociacionismo reflejaría, s o b re todo, los

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deseos de los inmigrantes por re c o n s t ruir en la medida de lo posibl e, aunque sólo fuera de fo rma virtual, su sociedad de ori gen; las también llamadas “instituciones étnicas”, con su va riedad funcional (sociedades de socorros mutuos, entidades re c re at ivas, clubes d ep o rt ivos, centros políticos, instituciones educat ivas, etc...), ve ndrían a constituir un entramado en el que se integrarían todos los aspectos de la vida cotidiana, p e rmitiendo al emigrante vivir en su p at ria tras hab e rla abandonado. Desde otro punto de vista, los estudios sobre lidera z go étnico han mostrado cómo estas asociaciones fueron usadas, por los más destacados de sus miembro s , como una vía de integración sui ge n e ris en la vida política, en su calidad de interl o c u t o res entre la sociedad re c ep t o ra y su propio grupo o colectividad inmigrante23. Otras clasificaciones, por su parte, han incidido más en la propia utilidad de este asociacionismo, dado que en muchos de los casos, y sobre todo en las asociaciones más antiguas, se halla presente de modo palpable el carácter práctico ligado a la provisión de servicios de asistencia y protección (medicina, educación, seguros de enfermedad, e incluso asistencia en la repatriación o la muerte). Según esta corriente interpretativa, el motivo que llevaría a los inmigrantes a acudir a estas instituciones no sería tanto un deseo elaborado de identidad nacional, sino más bien el acceso a dichos servicios, al no poder -por desconocimiento u otros motivos- acceder a los sistemas de protección y asistencia mutua de la población nativa. No en vano, por ejemplo, las asociaciones de inmigrantes más antiguas existentes en Argentina sean sendas sociedades de socorros mutuos (la Italiana y la Española), hacia mediados del siglo XIX. De hecho, el asociacionismo español (ya fuera nacional o regional) que surgió en

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(23) Devoto y Fernández (1990).


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Mano de obra española para Europa en los años 60.

este país durante el resto de dicho siglo, recogería indefectiblemente en sus estatutos la idea de los socorros mutuos como uno de los objetivos de su nacimiento, incluso en el caso de que tales socorros nunca fueran puestos en marcha, o fueran rápidamente cancelados (como es el caso de las primeras asociaciones vascas de Argentina, el centro Laurak Bat de Buenos Aires, 1876; y la sociedad de socorros Laurak Bat de Bahía Blanca, 1895). Muy posiblemente, ninguna de las interpretaciones precedentes sea totalmente verdadera, ni tampoco falsa. De hecho, bajo el apelativo del asociacionismo de los inmigrantes, se esconde una casuística muy divergente, modulada en gran medida por la particular intrahistoria de las diversas colectividades y su integración en el entorno en el que se radicaron. Más aún, los mismos socios de una de estas entidades podrían haber sido atraídos por motivos muy diferentes, incluso contrapuestos. Lo que, en todo caso, resulta innegable, y es el punto clave para comprender

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el fenómeno, es la fortísima tendencia que presentan los grupos inmigrantes, tal y como puede rastrearse a lo largo de la historia en épocas, lugares y contextos muy diversos, para promover iniciativas de asociacionismo. Existe, con las lógicas matizaciones, una línea de continuidad entre las congregaciones de originarios que florecieron a lo largo del imperio español durante los siglos XVI al XVIII, con los centros y sociedades de socorros de la época de las migraciones masivas, e incluso con los más recientes puntos de encuentro virtuales que florecen en Internet. No en vano es fuera del hogar, en tierra extranjera, donde se dan las condiciones más propicias para que la persona se cuestione sobre el contenido y los límites de su propia identidad nacional.

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Educar: el compromiso de la añoranza fecunda. Entre la filantropía docente de los indianos y la obra escolarizadora de las Sociedades de Instrucción (SS. XVI-XXI) Vicente PEÑA SAAVEDRA Pedagogo y doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

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ostienen los expertos que la escala regional constituye la más idónea para acotar los estudios migratorios, puesto que permite singularizar los perfiles y variantes que adopta un fenómeno en sus territorios de naturaleza e incidencia, evitando que su entidad y las particularidades del mismo queden diluidas al ensamblarlo en escenarios más difusos y heterogéneos. Ello no es óbice, claro está, para reconocer la impronta que sobre él puedan ejercer condicionantes externos de distinto signo. Ni tampoco razón evasiva suficiente para abandonar cualquier intento de enfoque comparativo entre diversos escenarios, algunas veces contiguos. Admitido el anterior supuesto, por extensión ha de asumirse que las derivaciones de los procesos migratorios, cualesquiera que sean, han de requerir correlativamente un tratamiento de alcance más reducido que el de cobertura

Vicente Pena Saavedra. Profesor titular de la USC. Dirigió el área de Documentación educativa y p ub li c ac io ne s del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la USC. Impartió clases, dictó conferencias y realizó estancias en centros de estudios superiores de Latinoamérica, África y Europa. Sus líneas de investigación se han venido centrando en la Di men si ón educativa y cultural de la emigración transoceánica y continental (ss. XVII-XXI), en la Educación popular en la Galicia rural y en el Museísmo pedagógico en el mun do. Autor o coautor de 18 libros y de más de 75 artículos en publicaciones de su especialidad. Director y guionista de 15 documentales de historia de la vida profesional de educadores gallegos. Entre sus obras de tema migratorio cabe citar: Éxodo, organización comu nitaria e intervención esco l ar, 2 vols. [1991]; Ga li c ia América: relacións históri cas e retos de futuro [1 99 3] (coord.); Informe socio-edu cativo: os galegos da tercei ra idade en América [ 19 96 ] (dir.) y Repertorio da prensa galega da emigración [1998] (dir). Actuó como comisario de numerosas exposiciones sobre temática

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Vicente PEÑA SAAVEDRA

... educativa y migratoria. Fue miembro de la Ponencia de Cultura Galega no Exterior del Consello da Cultura Galega [1993-1999] e integra la Comisión técnica del Arquivo da Emigración Galega [1993-2008]. Cofundador y coeditor [1995-1999] de la revista Estudios Migratorios. Impulsor y primer Coordinador científico del Museo Pedagóxico de Galicia (MUPEGA) [2001-2007]. Está vinculado a órganos consultivos y comités de evaluación de distintas publicaciones periódicas e instituciones científicas. Pertenece a diversas agrupaciones profesionales de su especialidad, como la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos Contemporáneos (AEMIC).

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nacional, para obviar erróneas homogeneizaciones y falaces tentativas de generalización que corren el riesgo de desmoronarse ante el más elemental juicio crítico. Siendo así, nuestros comentarios han de encontrar en algunas de las áreas regionales del país (hoy comunidades autónomas, si el lector prefiere esta nomenclatura de diferente carga simbólica) su espacio de referencia y concreción fundamental, no resultando siempre extrapolables de una a otra, sin los preceptivos ajustes, bajo el peligro de incurrir en un falseamiento de la realidad. Consecuentes con lo hasta aquí expuesto, en las páginas que siguen intentaremos aproximarnos desde una óptica macroscópica y al propio tiempo territorializada a las relaciones entre los componentes que forman el binomio emigración-educación en la perspectiva de la historia, con una marcada focalización hacia algunos de los enclaves de la geografía española más significativos por su contribución al trasvase humano ultramarino. Ciertamente, la vertebración de ambos conceptos, tanto en el dominio especulativo como en su materialización práctica, registra múltiples y sugerentes vertientes de análisis que han suscitado entre nosotros la atención de los tratadistas a lo largo de los dos últimos siglos y, de manera especial, a partir de las postrimerías de la penúltima centuria, cuando el movimiento migratorio adquirió la categoría de éxodo al afectar directa o indirectamente a todo un pueblo y no ya a un segmento demográfico más o menos mayoritario del mismo. Ahora bien, de todas las dimensiones susceptibles de indagación que presenta el citado binomio, la de superior reclamo para los publicistas coetáneos ha venido siendo, en su genealogía y desarrollo, la tocante a la actuación escolar de los transterrados

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en sus localidades emisoras. Las acciones desplegadas en este orden han de inscribirse dentro de la dinámica transferencial más genérica de remesas y aportes de variada índole que los emigrantes efectúan como consecuencia del mantenimiento de los vínculos de engarce con sus pagos de origen. O, en otras palabras, quizá más elocuentes y contundentes. El cúmulo y la heterogeneidad de tales remesas y aportes patentizan que la emigración, a pesar de la quiebra traumática que inicialmente comportó con el entorno humano, convivencial y ecológico primario, para millares de sus protagonistas, en el devenir de los años fue incapaz de consumar el desarraigo pleno de su comunidad matriz. Antes al contrario, contribuyó a afianzar, aún más si cabe, los nexos con ella desde la distancia –allí donde todo tiende a idealizarse–, a reforzar la solidaridad con sus miembros –paisanos, al fin y al cabo, con mejor o peor suerte– y a intensificar o hacer aflorar el compromiso expreso a favor de su progreso y modernidad. De ahí que, aunque a las remesas y a los donativos se les confieran destinos diversos, una fracción muy considerable de ellos se canalice hacia equipamientos infraestructurales y servicios de uso comunitario, con una acentuada predilección por las dotaciones edilicias y de menaje en la esfera escolar que va multiplicándose lustro a lustro. Pero si los cronistas y columnistas de otrora les concedieron en sus producciones y medios impresos un lugar privilegiado o de relieve a este tipo de contribuciones, otorgándoles con frecuencia en sus escritos palabras laudatorias y ponderados discursos en un tono panegírico, lo cierto es que, salvo muy contadas excepciones, el tema a pesar de su indudable atractivo intrínseco para cualquier observador autóctono o foráneo, no llegó a desper-

La emigración, a pesar de la quiebra traumática, en el devenir de los años fue incapaz de consumar el desarraigo pleno de su comunidad matriz. Antes al contrario, contribuyó a afianzar, aún más si cabe, los nexos con ella desde la distancia.

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tar el interés monográfico de los investigadores hasta los umbrales de la penúltima década del pasado siglo. Desde entonces, ha venido siendo objeto de examen y escrutinio, muy generoso principalmente en los emplazamientos donde las remesas tuvieron a sus más abundantes beneficiarios, que coinciden también, por lo regular, con los lugares de partida del grueso de los benefactores. A ello nos referiremos a continuación, desde el indispensable ejercicio de síntesis que un tema como el enunciado demanda y, más aún, cuando ha de ser bosquejado en perspectiva panhispana como reclama la obra que lo acoge. COORDENADAS DE LA INTERVENCIÓN ESCOLAR DE LOS AUSENTES En correspondencia con el ciclo cronológico de la emigración torrencial con destino transoceánico, fue también en ese intervalo cuando la intervención escolar de los emigrantes ultramarinos en sus lares de origen frisó las máximas cotas de fertilidad, difusión y fortaleza. No obstante, resultaría incorrecto restringir la munificencia de los ausentes en el área educativa exclusivamente a la secuencia temporal que media entre el orto del último cuarto del siglo XIX y el ocaso del primer tercio del XX. Los resultados de las investigaciones recientes vienen a confirmarnos de un modo irre f u t able que el mecenazgo que nos ocupa se encuadra en un periplo de extensa duración, todavía vigente en la actualidad, que comprende en su diacronía más de cuat ro siglos y medio (1540-2008). En el transcurso de este prolongado itinerari o , las actuaciones emprendidas se amoldan a dos patrones de emergencia sucesiva, los cuales andando el tiempo acabarán por tener coexistencia simultánea. El primero, y más longevo, de titu-

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Edificio del club de campo del Centro Asturiano de Oviedo, ubicado en el Naranco, donde se levantó en el año 1927 como uno de los pabellones sanitarios realizado con dinero aportado por los indianos.

laridad individual, aunque con episódicas variantes en su defi n i t iva configuración. El segundo, y de perv ivencia más concisa, de titularidad colectiva. Aquél polarizado hacia la metrópoli, si bien con ramificaciones externas fuera de su contexto étnico (Peña Saavedra, 2000). Y éste, a su vez, b i f u c a rdo hacia los lugares de procedencia y destino del éxodo y dirigido hacia los efectivos humanos que engrosan en territorios distintos la misma comunidad cultural (Peña Saavedra, 1991, 1995-96, 2002). INDIANOS: PIONEROS DE LARGO RECORRIDO Los agentes promotores de la variante individual fueron los conocidos con el apelativo genérico –aunque un tanto equívoco en la literat u ra y en la prensa– de los indianos, término que en su día elegimos precisamente para identificar a los protagonistas de esta variante interventora y diferenciarlos de los que participan comúnmente en la colectiva (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 288-298).

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Por lo que a estas alturas sabemos, la acción filantrópicoeducativa de los indianos comienza a hacerse visible en los lustros centrales del siglo XVI, si bien es verdad que con notorios hiatos cronológicos interregionales que, según los conocimientos hasta ahora disponibles, alcanzan alrededor de dos centurias, interregno que probablemente se acorte conforme avance la investigación. A título ilustrativo podemos avanzar que en el País Vasco se documentan aportaciones desde 1540/1541 y durante toda la segunda mitad de ese siglo para la implantación de cátedras de latinidad, la provisión de conventos o la dotación de becas (González Cembellín, 1993). Un poco después, a la altura de 1580, se data en La Rioja la primera pensión sufragada desde México para costear estudios a los naturales de la villa de Cañas, en la comarca de Nájera – Rioja Alta, y se sospecha que pudiese haber otra similar de procedencia peruana por las mismas fechas (Zapater Cornejo, 1991, 2006 y 2007). En Galicia, en cambio, las primeras remesas de las que poseemos noticia se sitúan a comienzos del segundo lustro del siglo XVII (1607) y van encauzadas a costear la instalación del convento de Dominicos de Ourense y a financiar los estudios universitarios de cinco parientes del otorgante, a la sazón radicado en Potosí (Bolivia) (Peña Saavedra, 1999a, pp. 375-389). En Asturias, no parece haber indicios de donaciones en la esfera escolar hasta que se franquea el ecuador de la misma centuria (1652), momento en que desde la diáspora se funda por medio de protocolo testamentario una obra pía para la apertura y el sostenimiento de una escuela en Pría (Llanes) (Fernández Fernández, 2003, p. 115). Y en Cantabria, el protectorado docente de los indianos se demora al menos hasta bien entrada la segunda mitad el siglo XVIII (Castrillo Sagredo,

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1926, pp. 160-172; Soldevilla y Rueda, 1992, pp. 321-329). Para completar el panorama peninsular faltaría escrutar las donaciones que se recibieron en otros espacios con una presencia muy significada allende el Océano durante la etapa colonial, de los que carecemos de información precisa y globalizadora. La labor filantrópico-docente de los indianos se mantiene sinuosa y discontinua desde su génesis hasta muy avanzado el pasado siglo (Álvarez Quintana, 1991, vol. II, p. 290; Fernández Gutiérrez, 2003, pp. 28-29) y, cuando menos en Galicia, prosigue su andadura hasta la actualidad, ya en palmario declive por razones obvias, dando pruebas, sin embargo, esporádicamente, de la esplendidez que la caracterizó antaño (Peña Saavedra, 1997, 2000, 2002). El inventario exhaustivo de este tipo de contribuciones está aún pendiente de ejecución. Y sospechamos que se demorará durante algún tiempo por las múltiples dificultades que la tarea entraña, derivadas de su dilatada temporalidad, las diferentes coyunturas por las que muchas de las aportaciones transitan, la disparidad endógena que el conjunto encierra o la precariedad y efimeridad que distingue a no pocas, en razón de su misma naturaleza, tan a menudo frágil o inconsistente. Sin desdeñar tampoco la confusión muy habitual de atribuir presunta estirpe indiana a algunas entregas que nada tienen que ver con las Indias, mientras se ignora la condición de origen de otras que nutren el abultado elenco estadístico de instituciones españolas de beneficencia y previsión (Peña Saavedra, 1999c, p. 224). Con las prevenciones que nos aconseja lo expuesto en el párrafo anterior, ofreceremos un recuento provisional y territorializado de lo que representó a grandes trazos el mecenazgo de los indianos en la parcela escolar.

La labor filantrópico-docente de los indianos se mantiene sinuosa y discontinua desde su génesis hasta muy avanzado el pasado siglo y, cuando menos en Galicia, prosigue su andadura hasta la actualidad.

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Partiendo del País Vasco, donde hemos situado la donación más temprana de los ausentes norteños, González Cembellín (1993) consigna un total de 67 contribuciones con fines educativos entre 1540 y 1940. Las realizaciones en las que se sustancian son muy diversas, pero con una manifiesta supremacía de las escuelas de primeras letras, cuyo cómputo asciende a 26. Les siguen en orden de importancia las dotaciones para la creación y sostenimiento de conventos, que suman 16, aunque no todas las mandas se cumplieron conforme a la voluntad expresada por los donantes. A continuación figuran las remesas para la implantación de cátedras de latinidad o gramática, con una cuota de 6, idéntica a la que registra la provisión de salarios para maestros. Y por último se encuentran diferentes legados que tienen como designación, respectivamente, 5 bolsas de estudios, 2 colegios de enseñanza secundaria, otro tipo de obras docentes (en dos ocasiones) y 1 hospicio. La distribución cronológica de estas ayudas, destinadas a optimizar las prestaciones del sector educativo, permite discernir dos ciclos de vigorosa actividad fundacional, que corresponden a la segunda mitad del siglo XVIII y al mismo período de la centuria siguiente, con una prolongación hacia las décadas aurorales del siglo XX; y dos fases netamente recesivas que se ubican en la primera mitad del siglo XVII y en los cuatro lustros iniciales del XIX. Finalmente, en cuanto a su reparto por la geografía vasca, en términos generales, la provincia de Vizcaya parece haber sido la más favorecida, ocupando la segunda posición la de Guipúzcoa y muy rezagada en relación a las dos se sitúa Álava. El inspector Benito Castrillo Sagredo (1926, pp. 182-184) en su catálogo ya clásico sobre la materia les atribuye a los indianos vascos algunas otras contribuciones docentes que

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Edificio del Centro Gallego de La Habana, Cuba.

se omiten en la obra de González Cembellín, entre las que sobresalen por su relieve la Universidad Comercial de Deusto, debida a los hermanos Domingo y Pedro Aguirre, establecidos en México, y un cuantioso donativo a la villa de Lequeitio, estimado en 1.153.745 pesetas, procedente de los también mexicanos José y Javier Uribarri, y José y Pascual L. Abaroa. Pasando ya a La Rioja, Miguel Zapater Cornejo le viene dedicando a la fi l a n t ropía docente de los emigrantes de estas tierras una investigación continuada a lo largo de veinticinco años, cuyos resultados ha ido actualizando y difundiendo a través de varios libros y múltiples colab o raciones que vieron la luz desde 1991. En su última monografía de reciente ap a rición (2007) reseña 29 obras de ori gen indiano a favor de la educación –excluidas las asociaciones– de un total de 130 ap o rtes de todo tipo de ascendencia entre los siglos XVI y XX. Su objeto se disemina, en progresión decreciente, hacia los siguientes ámbitos: creación, provisión y sosteni-

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miento de colegios de enseñanza primaria: 12; ayudas varias: 6; pensiones y becas para estudiantes: 5; escuelas de gramática: 4, y ayudas complementarias: 2. El monto más elevado de la acción benéfico-escolar se concentra en los siglos XIX y XX, totalizando ambos 15 contribuciones, con una ligera ventaja del segundo sobre el primero. Las zonas más favorecidas por la munificencia indiana en el sector que nos ocupa fueron las localidades pertenecientes a los Partidos Judiciales de Torrecilla en Cameros y Nájera , demarcaciones ambas de precoz y copiosa emigración. En Cantab ri a, de acuerdo con los datos compilados por Consuelo Soldevilla y Germán Rueda (1992, pp. 321-329), el m e c e n a z go indiano en el área educat iva parece demora rse sensiblemente, de fo rma sospech o s a , respecto a otros terri t o rios aledaños. Pe ro desde su fl o ración logró tener continuidad al menos hasta el ecuador de la década de los 70 del pasado siglo, cubri e ndo con creces casi toda la contempora n e i d a d. En el decurso de este intervalo, no menos de 65 poblaciones recibieron los beneficios de la enseñanza a expensas de sus vecinos ex p at riados. La m ayoría de los pro t e c t o res destinaron sus remesas a la implantación y mantenimiento de escuelas de pri m e ras letra s , siendo at e ndidas alrededor de 40. También se constata la provisión de 9 becas p a ra cursar estudios, a las que cabe agregar otros ap o rtes aplicados a realizaciones educat ivo-culturales de variado tipo como una p re c eptoría de lat í n , una escuela de gramática, un colegio de segunda enseñanza, una escuela de náutica, una biblioteca circ ulante o la subvención de clases especiales para futuros emigrantes. En el padrón de benefa c t o res descuella por su dadivosidad Ramón Pe l ayo, M a rqués de Valdecilla, quien tras lab rar una inmensa fo rtuna en Cuba efectuó una donación calculada en 30 millones de

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pesetas, de los cuales un 60% se canalizó hacia servicios hospitalarios, según acreditan Soldevilla y Rueda. Castrillo (1926, pp. 160 y 166-168) por su part e, le at ri buye una inversión de 18 millones de pesetas en instrucción pri m a ri a , un millón destinado a la Unive rsidad de Madrid y una partida no especificada para cooperar a la instalación de la biblioteca Menéndez Pelayo. A la par de este Grande de España destacan, asimismo, Antonio López, Marqués de Comillas, fundador de la Unive rsidad Pontificia; Ju a n Manuel Manzanedo y González, Duque de Santoña y Marqués de Manzanedo, que fue promotor financiero de un colegio de seg u nda enseñanza con estudios de comerc i o , náutica, idiomas y adorno, además de un hospital, y Agapito Cagi ga que otorgó más de un millón de pesetas para la ap e rt u ra de escuelas graduadas y la construcción de viviendas de maestro s . Sin ningún género de dudas, A s t u rias constituyó una de las dos regiones de la cenefa cantábrica donde la intervención escolar de los emigrantes transoceánicos frisó cotas más altas por el caudal de iniciat ivas proyectadas y por su canon de materialización. La obra de Castri l l o , a la que venimos haciendo re i t e rada mención, aunque confusa y hasta caótica en mu chos de sus pasajes –particularmente por la promiscuidad en la que incurre al indiani zar de manera tácita, y quizás delibera d a , a todos los benefactores docentes–, avala la rep e rcusión que tuvo la acción de los asturi anos de A m é rica en la expansión, diversificación y modernización de la red escolar en su comunidad de procedencia. Como ya adelantamos en su momento, desde la década central del siglo XVII hay constancia de la fundación de establ ecimientos académicos en A s t u rias con capital llegado de las Indias occidentales. El flujo de remesas destinadas a este fin, –todavía

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muy oscuro en su fase ge rminal– se mantuvo activo, aunque fl u ct u a n t e, d u rante más de trescientos años. Los aún insuficientes estudios concluidos y publicados sobre la mat e ria no perm i t e n conocer con toda precisión el elenco de ap o rtaciones escolares en las que se plasmó la munificencia de los ausentes. Distintos autore s , siguiendo a Benito Castrillo en sus ge n e rosas ponderaciones, han cifrado en 350 el número de centros docentes que a la altura de 1922 los asturianos del exterior habían implantado en sus p agos de ori gen y sobre los que venían ejerciendo el protectorado ( B e rmejo Lore n zo , 1992, p. 249; Mato Díaz, 1992, p. 105; M o rales Saro , 1988, p. 70 y 1992, p. 84). En efe c t o , de acuerd o con el testimonio re c abado del inspector asturiano por Dionisio P é rez (1922) eran “más de 350 las escuelas cre a d a s ” , añadiendo a este cómputo otros pormenores como que “han contribuido a su c o n s t rucción y contri buyen a su sostenimiento más de 9.000 emigrados, y pasan de 20 millones de pesetas las cantidades inve rt idas en esta obra miseri c o rdiosa de enseñar al que no sabe”. Como es fácil de adivinar, en este regi s t ro sumat o rio se incl u yen de m a n e ra indife renciada tanto las fundaciones y remesas de titularidad individual como las contri buciones corp o rat ivas. Y por lo que se infiere de los comentarios que el columnista hace en otros pasajes de su artículo, en esa partida global fi g u ran agregados el conjunto de los donat ivos que ve ri fi c a ron todos los protectores de la enseñanza a su regi ó n , indianos o bienhech o res de otra alcurnia. Covadonga Álvarez (1991) en un extenso y meritorio informe de investigación que se sustenta, entre otras fuentes, en un sólido y paciente estudio de campo dirigido a escrutar la arquitectura de los indianos del Principado, llega a censar 232 establecimientos escolares erigidos con capital americano, cifra

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que contiene tanto los de iniciativa individual como los de promoción colectiva y que, según sus apreciaciones, podría elevarse hasta los tres centenares si se llevase a término un rastreo más minucioso y exhaustivo pueblo a pueblo. Los datos suministrados por esta autora permiten colegir que la modalidad individual se impuso con firmeza sobre cualquier otra en esta provincia. Con todo, los importes invertidos en la enseñanza por los distintos benefactores resultan muy dispares, lo mismo que su implicación en la obra docente que sufragan. Ángel Mato (1992, pp. 181-182 y 537-540) ha tratado de desglosar las fundaciones benéfico-docentes instituidas por los indianos de las auspiciadas por otros fi l á n t ropos asturianos y que permanecían vigentes en el período comprendido entre 1923 y 1936. El número total de fundaciones contabilizadas asciende a 112, de las cuales 51 (45,54%) estaban sostenidas con caudales procedentes de ultramar. Mato añade que sólo 48 fundaciones mantenían en activo alguna escuela en los años antes indicados, subvencionando en conjunto 82 aulas. No llega a precisar el número de clases correspondientes a las fundaciones indianas, aunque de su relación se desprende que al menos 18 instituciones no disponían de aulas en funcionamiento. En un balance totalizador, tomando como base las cifras divulgadas por Castrillo, sin introducir cri t e rios corre c t o res ni discriminar entre variantes fundacionales, concluye que “las escuelas construidas por los americanos hasta 1923 significarían casi una cuarta parte de la red inmobiliaria asturiana”, la cual por entonces comprendía 1.400 escuelas públicas. Además, apostilla que durante el tramo que media entre 1923 y 1931 “los americanos participaron en la construcción de 150 edificios escuela, en colab o ración con los retornados, otros

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Quinta Guadalupe, Archivo de Indianos en Colombres, Asturias.

(1) No obstante, la autora hace referencia de manera genérica en algunos pasajes de su texto a casi 300 centros escolares (pp. 18 y 52).

e m i grantes, vecinos y ayuntamientos” (Mato, 1992, p. 108), valor este último que no concuerda con los cómputos que maneja Covadonga Álvarez. Según los cálculos del autor que venimos glosando, el recuento integral para el Principado se situaría en unos 500 centros académicos deudores de la emigración, guarismo que con los datos conocidos se nos antoja un tanto desmesurado. En fechas más recientes Mª Fernanda Fernández Gutiérrez (2003) presentó un nuevo repertorio de “construcciones escolares asturianas debidas al patrocinio indiano o de emigrantes” que sigue muy de cerca y actualiza en parte el inventario que había elaborado a comienzos de los 90 Covadonga Álvarez . En él llega a registrar 277 contribuciones docentes de procedencia americana1, de las cuales unas 122 (44%) son de autoría individual y 83 (30%) de patrocinio mixto (indianos en aparcería con el vecindario, la administración local y otras entidades). Las cifras difieren notablemente de las ofrecidas por Mato, si bien es cierto que la

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autora a la que seguimos se centra de manera especial en el escrutinio del patrimonio arquitectónico costeado por los emigrantes, sin por ello prescindir de otros aportes al campo de la enseñanza con el mismo origen. Sus recuentos confirman la conclusión a la que nos conducía el trabajo de Covadonga Álvarez y que, en buena medida, corroboran los testimonios de otros autores en cuanto que en Asturias, como en las demás regiones hasta aquí examinadas, el mecenazgo individual aventaja con creces a otras variantes de intervención de los ausentes en el área educativa. El reparto cronológico de estas contribuciones le confiere una clara primacía a la primera mitad del siglo XX, en la que se concentran alrededor del 80% de ellas. Le sigue a gran distancia, con una tasa del 12%, la segunda mitad de la centuria anterior, que en su último cuarto experimenta el despegue de una dinámica fundacional sin parangón hasta aquel momento, mientras que las restantes etapas precedentes arrojan índices meramente residuales, propios de coyunturas adversas o de procesos de incipiente configuración. En general, los pueblos de la franja costera fueron los que resultaron más favorecidos por el protectorado docente de los indianos y de las minorías opulentas de Asturias que hicieron fortuna en la emigración ultramarina. Enclaves todos ellos que se corresponden, casi sin excepción, con los lugares de donde habían salido hacia el Nuevo Mundo los que en él encontraron un halagüeño porvenir que quisieron compartir, en alguna medida, con los más allegados de su infancia o con las gentes del entorno de sus ascendientes (Álvarez Quintana, 1991, vol. II, p. 305). Entre los aportes de superior magnificencia por su cuantía cabe citar el efectuado por el habanero Ramón Álvarez de Arriba

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(2) Los conceptos y las cifras que ofrece el inspector asturiano no coinciden en su integridad con la información que recoge Mª Fernanda Fernández Gutiérrez (2003, p. 150), quien omite la cantidad con que supuestamente obsequió al Rey de España, rebaja a 50.000 pesetas el importe para la escuela de Miranda y hace referencia a un donativo de 1.000 pesetas durante diez años para incentivar a maestros y alumnos.

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que, según algunos testimonios, destinó por vía testamentaria, en 1915, dos millones de pesetas para la implantación de un instituto obrero en Gijón y una escuela práctica de agricultura en Peón (Villaviciosa), de donde era natural (Castrillo, 1926, p. 40); al parecer, sólo esta última obra llegó a consumarse, aunque en fecha tardía, conforme a la voluntad del donante. Con él compite el mirandés José Menéndez, más conocido por el sobrenombre de Rey de la Patagonia, territorio donde amasó su fortuna, quien según Benito Castrillo (1926, p. 8) –que en orden a enfatizar y conferirles mayor credibilidad a sus palabras las pone al pie de la letra en boca del cónsul de Argentina en España Fernando Jardón– dejó un legado consistente en 1.000.000 de pesetas para transferir a su homólogo el Rey de España con destino a la mejora de la enseñanza, 100.000 pesetas al Alcalde de Avilés –su municipio de origen– con idéntico fin, construyó la escuela de niñas de su pueblo, invirtiendo en ella 70.000 pesetas, e hizo entrega de numerosas partidas para obras benéficas tanto en su localidad nativa como en la patria de adopción2. Cuentan algunas voces que a pesar de su admirable munificencia, él mismo tuvo que erigirse su propio monumento honorífico y memorial con la elocuente leyenda “de Menéndez a Menéndez” (Uría, 1984, p. 116). Tras estos dos, más populares o señeros por razones distintas, figuran otros como Florencio López Villamil y Méndez, comerciante en Argentina que fundó en Figueras (Castropol) un centro de estudios primarios y artes y oficios de carácter neutro o laico, dotado con un capital fundacional de 355.668 pesetas; Manuel Suárez Suárez que fletó un buque desde México a Bilbao con 1.000.000 de kilogramos de azúcar cuyo importe de venta ascendió a 10.000.000 de pesetas con las que se levantó el

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Instituto Laboral de Navia, inaugurado en 1958; Mariano Súarez Po l a , hab a n e ro que costeó la edificación del Instituto del Santísimo Cristo del Socorro de Luanco (Gozón), dejando en su testamento un capital de 3.000.000 de reales para sostener con sus rentas el plantel académico; Manuel Cortina Miyar, quien desde Veracruz (México) giró 150.000 pesetas para una escuela de agricultura en Priesca (Villaviciosa); o ya finalmente, para no hacer la relación demasiado extensa, los potentados financieros de Nueva York Manuel Rionda –el Rey del Azúcar– y su cuñado Pedro Alonso, titulares de la fundación de Noreña que vincula sus dos apellidos (1916) y a la que se debe una escuela modélica por su equipamiento pedagógico, en cuyas instalaciones se invirtieron 150.000 pesetas, mientras que los gastos anuales de funcionamiento se cuantificaban en unas 30.000 más (Castrillo, 1926, pp. 34, 92 y 80-82; Fernández Gutiérrez, 2003, pp. 171, 185, 192 y 195; Mato, 1992, pp. 537-540). En paralelo con Asturias, Galicia ostenta una posición de p rivilegio como beneficiaria de la mu n i ficencia ejercida por los indianos en el plano educacional. Pe ro también conviene re c o rd a r que en la contemporaneidad ocupará la cúspide entre las comu n idades españolas y europeas más fustigadas por la emigración. La acción filantrópico-docente de los indianos gallegos comienza a tomar carta de naturaleza, como ya hemos escrito más arriba, en el despertar del siglo XVII de la mano del celanovés Domingo de Araújo Ferraz, y desde aquellos remotos tiempos se mantendrá en activo hasta nuestros días, aunque transitando por secuencias yermas o de secano. Su dilatado periplo, que ya ha sobrepasado los cuatrocientos años, enmaraña el escrutinio y obstaculiza el conocimiento del caudal de realizaciones en las

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(3) Acaba de ver la luz una investigación acotada a la provincia de Pontevedra, donde se localizan hasta mediados del siglo XIX un total de 23 fundaciones docentes constituidas con capital indiano, lo que representa alrededor del 36% de las censadas en la misma circunscripción. A ellas aún cabría agregar algunas más de procedencia emigrante, pero no estrictamente indiana (Obelleiro Piñón, 2007, pp. 13-29).

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que se objetivó. Y el estado inconcluso de la investigación sobre el tema nos obliga a operar con datos provisionales que deberán someterse a futura revisión, pero que ya anticipan magnitudes de alcance incomparable respecto a los contornos hasta aquí examinados. A modo de muestra, tenemos constancia de al menos doce próceres ya en el siglo XVII (Peña Saavedra, 1999a), período de presencia humana aún muy modesta de Galicia en la travesía transoceánica. Para la totalidad del intervalo plurisecular que cubren los donativos individuales de los indianos gallegos al sector escolar, podemos avanzar que su volumen supera ya holgadamente el centenar de donantes identificados hasta este momento3. En analogía con lo que sucede en otras regiones peninsulares, el ciclo de mayor ebullición fundacional se inscribe en las postrimerías del siglo XIX y el primer tercio del XX. Y el tramo más decadente se enmarca en los tres cuartos iniciales de la centuria decimonónica, lo que puede explicarse teniendo en cuenta la simultaneidad o concatenación de una serie de acontecimientos que ocurren en los escenarios donde brota y se materializa, respectivamente, el protectorado docente de los indianos (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 312-315, y 1995-1996, pp. 314-315). También en sintonía con las remesas escolares de los filánt ropos del resto de España, las que hacen efe c t ivas los gallegos p resentan una gran dive rsidad interna en cuanto a su potencial económico, desglose sectorial y destino concreto. En lo que at a ñ e a su dimensión financiera, el panel ab a rca desde sobrios donat ivos p a ra la compra de mat e rial escolar o la adjudicación de premios de estímulo a pro fe s o res y alumnos hasta pro d i giosos legados p a ra la creación y el sostenimiento de va rios centros académicos. El paradigma del desprendimiento de algunos lo encontramos en

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p e rsonalidades como el hab a n e ro Fe rnando Blanco de Lema, cuya dote se estimó en unos 350.000 pesos oro a la altura de 1875, que se invirtieron con cierta dilación en el ap rovisionamiento completo de un mag n í fico colegio de enseñanza pri m a ri a , s e c u n d a ria y técnico-pro fesional y una escuela de niñas, ambos establecimientos eri gidos de nueva planta en la villa de Cee (A Coruña) (Fundación Fe rnando Blanco, 1996; Rey y Castro , 1974). O, a s imismo, en los hermanos Juan María y Jesús García Nave i ra que nos dejaron obra por sep a rado y conjunta en Betanzos (A Coruña) tasada en varios millones de pesetas y condensada en pro d u c c i ones como un majestuoso pat ro n ato benéfico-docente, un re f u gi o p a ra niñas con discapacidad física, un grupo escolar de titulari d a d municipal y el parcialmente re c u p e rado parque enciclopédico y Ja rdín “El Pasatiempo”, todo ello en el itinera rio del ocaso del siglo XIX a los albores del XX (Rodríguez Crespo, 1983; Cabano, Pato, Sousa, 1991). Mención ap a rte por su singularidad mere c e Gumersindo Busto, promotor, fundador y principal dinamizador de la biblioteca-museo América de la Unive rsidad de Santiago de Compostela, iniciada en 1904 y ab i e rta en 1926, t ras ingentes fat igas y no pocos desalientos, con un fondo de unas 9.000 obras y otros variados enseres museísticos, lo que por entonces la hizo acre e d o ra de ser calificada como las más importante de Europa en su clase (Cagiao Vila, c o o rd., 2004). Fi l á n t ropo de nu e s t ros días, con una gama de entregas ya ap re c i able en su biografía, es el empresario brasileiro establecido en São Paulo Belarmino Fe rnández Iglesias, quien desde la fundación que lleva su nombre inauguró en 1997 en su parroquia nat iva de Rosende (SoberLugo) una escuela de fo rmación pro fesional en la que se impart e n las ramas de hostelería y turismo; con anteri o ridad había provisto

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No poca tinta ha corrido en el intento de dilucidar cuáles pudieron haber sido los móviles que alentaron a los indianos para vehicular sus aportes hacia la parcela escolar.

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a su aldea de distintas instalaciones sociales y dep o rt ivo - re c re at ivas para uso y disfrute de sus convecinos, además de promover algunas iniciat ivas novedosas en el ámbito académico y cultural como la celeb ración de cursos de ve rano o la ap e rt u ra de un cent ro internacional de documentación especializado en temática gallega, lusa y brasileña. En cuanto al desglose y destino de las aportaciones al campo de la enseñanza de los indianos gallegos, como ya hemos puesto de relieve en otros textos (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 322-323), el grueso de éstas se canalizó hacia la instrucción primaria, sin duda tanto por la penuria y precariedad que la misma evidenciaba en su momento como por la utilidad percibida en las destrezas que la escuela podía proporcionarles a cuantos a ella concurriesen. Las preferencias de estos donantes se decantaron también, aunque con muy inferior ahínco, por los estudios técnico-artísticos en las fechas más próximas a la actualidad y por la provisión de cátedras en las más lejanas. No poca tinta ha corrido en el intento de dilucidar cuáles pudieron haber sido los móviles que alentaron a los indianos para vehicular sus aportes hacia la parcela escolar. Por nuestra parte, coincidiendo en lo esencial con otros analistas, hemos invocado dos tipos de motivaciones animadoras de su comportamiento y susceptibles de ser aducidas para rendir cuenta del mismo. Unas comunes para todos y permanentes en el tiempo, pero puestas al día según los individuos y las épocas. Otras específicas y evanescentes de acuerdo con sus protagonistas y las circunstancias concernientes. Entre las primeras cabe mencionar: una estimación valorativa de signo positivo respecto a la educación y a las múltiples potencialidades benéficas en ella percibidas, así como una

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tendencia filantrópica, altruista y caritativa en los próceres que anhelaban ofrecerles a sus coparroquianos, y principalmente a los más jóvenes, las oportunidades y los medios de preparación académica de los que ellos habían carecido cuando emprendieron la peripecia emigratoria. Y entre las segundas, cabría mencionar: la devoción religiosa que se incrementa en relación inversa con el paso del tiempo; las expectativas de rentabilizar social, institucional, económica y/o espiritualmente la cesión realizada –la penúltima, por lo que se sospecha, con sensibles variaciones interregionales–; el deseo de perpetuarse o inmortalizarse en la memoria y hasta en el imaginario común de sus convecinos, junto a la esperanza de retorno simbólico al lugar de partida cuando ya resultaba inviable el regreso físico en vida; y tal vez, en determinados supuestos, el afán de distinción u ostentación ante los suyos, haciéndolos al unísono conocedores y partícipes del triunfo personal tras la salida por el mundo. Cualesquiera que fuesen los agentes inductores concretos que en unos u otros concurriesen, lo que acreditan todas las contribuciones de los indianos al sector docente –de igual modo que las efectuadas a otros ámbitos– es la continuidad de los lazos de trabazón con la tierra de procedencia. Un apego sentimental tan fuerte y firme que ni el paso del tiempo, ni la lejanía, ni la riqueza son capaces de quebrar o debilitar; más bien al contrario, todos estos factores contribuyen a acentuarlo. Llegados a este punto procede una consideración final acerca de las implicaciones que de lo expuesto se derivan. Resulta irrefutable que, en su conjunto, las remesas y legados de los indianos constituyeron un factor de estímulo decisivo para la implantación, extensión y diversificación de la enseñanza, así

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como para su optimización cualitativa en los parajes receptores. Que duda cabe que sirvieron también para proveer de soporte infraestructural decoroso y digno a la escuela pública y privada, en un contexto donde la penuria de instalaciones y medios resultaba obscena de lo portentosa que era. Para sus destinatarios directos, estas regalías comportaron, a medio plazo, un incremento de las oportunidades de promoción sociolaboral. Para los docentes, una puesta en valor de su oficio y un ennoblecimiento de la tarea educativa. Todo ello, además de los pingües reportes pecuniarios para la Administración, en términos de ahorro inversor, aún hoy en día no computado y casi ni siquiera reconocido formalmente como merecería. SOCIEDADES DE INSTRUCCIÓN: CONTINUIDAD Y REFUERZO COMUNITARIO DE LA INTERVENCIÓN ESCOLAR EN CICLO MEDIO En paralelo con la variante de mecenazgo académico individual, de la que hasta aquí nos hemos venido ocupando, ha de situarse la colectiva. Ésta, en conjunto, desde ópticas macroscópicas, goza de menor predicamento que la primera. Y hasta nos atreveríamos a afirmar que en casi todas las regiones del solar hispano queda ensombrecida por ella y por la leyenda fecunda y seductora del filántropo indiano. Pero también es verdad que en algún caso, como el de Galicia, se impone manifiestamente sobre la ya reseñada páginas atrás. Para que esta modalidad más tardía llegue a materializarse será preciso que tome carta de naturaleza previamente otro proceso de gran notoriedad e inusitadas consecuencias tanto en la historia de la emigración interior como exterior y, a su vez com-

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Colegio Apóstol Santiago de Buenos Aires, Argentina.

plementariamente, no sólo para los protagonistas del éxodo sino también con frecuencia para los residentes en la metrópoli. Nos referimos a la articulación y el reagrupamiento comunitario de los ausentes en los lugares de destino, que acabó cristalizando en las denominadas asociaciones étnicas. Este proceso se secuencia en dos fases. La primera, que cabría rotular de protohistórica, arranca de las décadas centrales del siglo XVIII y emerge en el seno de la emigración intrapeninsular, que por entonces se encuentra atravesando su ciclo de máximo esplendor, para más tarde propagarse a los asentamientos transoceánicos, ya en trance de creciente afluencia poblacional. El desarrollo de la dinámica integradora en esta etapa va a proseguir, de manera discontinua, hasta los albores del siglo XIX. Las entidades erigidas en este tramo de duración media, que se inscribe históricamente en el Antiguo Régimen y en la etapa colonial, se caracterizan por su perfil patronal-religioso y dentro

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de su vertiente caritativo-asistencial algunas contemplan de un modo incipiente y posibilista la opción de actuar en el área educativa mediante la implantación de un centro de acogida (hospicio) para darles albergue y enseñanza, así como para buscarles colocación a niños y jóvenes en situación de desamparo. A modo de ejemplo a mimetizar lo estipulaba en sus Constituciones la Real Congregación Nacional del Apóstol Santiago, matriz de todas las demás de tronco galaico y fundada en la capital del Reino en 1740 (Fernández-Villamil, 1962, I, pp. 335-355). Tras ella aparecieron como filiales la Real Congregación del Apóstol Santiago de México (1768) (Soto Pérez, 1997, pp. 21-39), la Congregación Nacional del Glorioso Apóstol Santiago el Mayor de Naturales y Originarios del Reyno de Galicia de Buenos Aires (1787) (Vázquez, 2000) y la Santa Hermandad de Santiago el Mayor, Patrón de las Españas de La Habana (1804), entre algunas otras que resultaría prolijo detallar. Cofradías análogas a las de raíz gallega fueron promovidas por manchegos, vizcaínos, montañeses o asturianos en Madrid (P. G. de S., 1916, pp. 253-256) y algunas de ellas recalaron a su vez en la otra orilla del Atlántico (Llordén, 1996, p. 39; Soldevilla y Rueda, 1992, p. 265). De la labor que en ambos territorios desplegaron aún sabemos muy poco y menos de las acciones que pudieron acometer –si algo hicieron– en el orden educativo. La segunda fase del asociacionismo étnico español en América da comienzo a la altura del bienio 1840-41 con la fundación casi simultánea de dos agrupaciones benéficas, una de alcance panhispánico, la Sociedad de Beneficencia Española de Tampico (México), y otra de dominio regional, la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña en La Habana. Aquélla

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pronto generó réplicas en diferentes encl aves y países de Iberoamérica. Y ésta, con algo más de retraso, sus homólogas representativas de las diferentes comunidades territoriales proveedoras de recursos humanos. Desde entonces, además de la horma asociativa panhispánica –en la que aquí no abundaremos por evidentes limitaciones formales–, a escala regional tres van a ser los planos organizativos en los que se articularán los ausentes, procurando reproducir o recrear las unidades de asentamiento existentes en la tierra de partida. El primero corresponde a las sociedades de cobertura macroterritorial, que agrupan a los emigrantes por comunidades regionales. El segundo acoge a las entidades de alcance microterritorial o local, con gradaciones internas desde la aldea hasta la comarca. Y el tercero, intermedio entre los otros dos, es el propio de las instituciones de dominio meso territorial o provincial (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 355-412; 1995, pp. 8-12). En buena lógica, estas últimas sólo tenían razón de ser en aquellos colectivos procedentes de circunscripciones pluriprovinciales. Mientras las agrupaciones macroterritoriales focalizaron sus cometidos y esfuerzos primordialmente hacia el segmento emigrado, especializando y diversificando sus funciones en el devenir de los años, las formaciones micro y mesoterritoriales lo hicieron, en sus singladuras alborales, hacia las gentes de las localidades emisoras de donde procedía el grueso de su cuerpo social, aunque también muchas de ellas aspiraban a atender de modo simultáneo las carencias más perentorias de sus afiliados. De las Sociedades de superior alcance territorial y, por lo regular, de más capacidad aglutinante que comienzan a proliferar a partir de la década de los 70 del siglo XIX, los Centros regio-

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nales fueron los primeros que asumieron entre sus competencias programático-estatutarias la función instructiva. El decanato de este tipo de organismos lo ostentan el Laurak Bat de Montevideo (1876) y de Buenos Aires (1877), cuyo esquema organizativo y funcional sirvió de libro de ruta a otras colectividades peninsulares, si bien ambas asociaciones vascas no llegaron a desarrollar experiencias en el área educativa o éstas tuvieron un escaso relieve (Cava, Contreras y Pérez, 1992). Mayor proyección en el campo instructivo –aunque muy dispar entre ellos– registraron los Centros Gallegos. Los cuatro primeros tomaron carta de naturaleza, curiosa pero no fortuita ni accidentalmente, durante el año 1879 en Buenos Aires, Corrientes, Montevideo y La Habana. De estos precursores y de sus continuadores de idéntica estirpe étnica, el que más despuntó por sus proyectos y realizaciones en el ámbito formativo fue el Centro Gallego de La Habana, que constantemente rivalizó en iniciativas, prestaciones y servicios con su homólogo asturiano, establecido en la misma ciudad en 1886 y con su sede emplazada frente al primero –Parque Central por medio– desde el segundo cuarto del pasado siglo. También en la capital cubana se constituyeron el Centro Catalán (1885), el Centro Canario (1886), la Asociación Canaria (1906), el Centro Balear (1902), el Centro Aragonés (1908), el Centro Castellano (1909), el Centro Montañés (1910), el Centro Euskaro (1911), el Centro Andaluz (1919), etc., todos ellos de matriz organizativa y finalística análoga a la de sus predecesores. En la República Argentina, por su parte, emergieron, entre otros, los Centros Gallegos de Córdoba (1889), Rosario de Santa Fe (1892), Barracas al Norte (1895) y Barracas al Sur de Avellaneda (1899). Y en su capital federal, el Centre Catalá

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(1886), el Centro Aragonés (1895), el Centro Navarro (1895), el Euskal-Etxea (1900), el Centro Balear (1905), el segundo Centro Gallego (1907), el Centro Asturiano (1913), etc. Desde los países del Río de la Plata y del Caribe la tarea fundacional de las asociaciones regionales se propagó con celeridad a otras latitudes de temprano aluvión inmigratorio ibérico como Brasil, Chile, México o Estados Unidos de Norteamérica. Algunos de estos centros no lograron llevar a feliz término su intervención en el área educativa. Aquellos que lo consiguieron, orientaron el quehacer docente de forma prioritaria –siquiera en un primer período– hacia el contingente adulto, a fin de alfabetizarlo, pertrecharlo de ciertos rudimentos culturales y, de ordinario, habilitarlo con algunas destrezas técnico-profesionales para su más idónea inserción y promoción en el mercado laboral. Impregnados de este perfil académico abrieron sus puertas las aulas de estas instituciones que, no obstante, sólo ocasionalmente lograron desarrollar de forma plena su oferta primitiva o aquella bosquejada en etapas ulteriores. Hubo, sin embargo, notables excepciones entre las que sobresalieron las experiencias promovidas por el Centro Gallego de La Habana desde su plantel de enseñanza “Concepción Arenal” o por el Centro Asturiano de la propia metrópoli antillana desde su colegio “Jovellanos”, pendientes ambos de sendas investigaciones monográficas. En cualquier caso, del primero disponemos ya de algunas referencias sumarias y fragmentarias que patentizan el innegable umbral de excelencia que alcanzó en su trayectoria octogenaria. En apretada síntesis cabe subrayar que a lo largo de sus primeros treinta años prestó servicios docentes a un total de 28.920 alumnos, a razón de un promedio de 964 estudiantes por curso académico

Los centros orientaron el quehacer docente de forma prioritaria –siquiera en un primer período– hacia el contingente adulto, a fin de alfabetizarlo, pertrecharlo de ciertos rudimentos culturales y, de ordinario, habilitarlo con algunas destrezas técnico-profesionales para su más idónea inserción y promoción en el mercado laboral.

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(Centro Gallego, 1909, p. 114). Su oferta educativa inicial, restringida a las disciplinas propedéuticas e instrumentales con algún leve añadido de la esfera mercantil, se fue ampliando y diversificando en el transcurso de los años hasta llegar a sostener simultáneamente aulas de párvulos y primaria graduada para alumnos de ambos sexos, sesiones académicas especiales de inglés, caligrafía, corte y confección, bordado, labores, mecanografía y taquigrafía; clases nocturnas de adultos, dándole continuidad al modelo curricular germinal e imprimiéndole paulatinamente una más marcada impronta comercial; cursos preparatorios para el ingreso en los institutos de bachillerato y en las escuelas superiores, y enseñanzas artísticas sectorializadas en tres ramas: plástica, declamación y música; esta última, a su vez, desagregada en distintas especialidades interpretativas y con el rango de Conservatorio Nacional (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 420-434; 1996, pp. 473-482; 1999b, pp. 139-161). Además de los complejos académicos “Concepción Arenal” y “Jovellanos”, en la propia ciudad de La Habana otras colectividades étnicas instalaron sus colegios. Entre ellos se encuentran las escuelas del Centro Canario (ca. 1889) (Cabrera Déniz, 1996, p. 196) y de la Asociación Canaria (1910) (Ferraz Lorenzo, 1993, pp. 113-148), el plantel “Cervantes” del Centro Castellano (1923) y el plantel “Gabriel y Galán” del Club Villarino (1936). Iniciativas del mismo tenor, con realizaciones y resultados muy desiguales, se emprendieron en Buenos Aires, donde destacaron los colegios de la agrupación vasca Euskal-Etxea (Azcona, García y Muru, 1992, p. 234) y las aulas de la Casa de Galicia y de la Federación de Sociedades Gallegas. También en Montevideo, a instancias del Centro Gallego y de la Casa de

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Galicia, la cual creó una academia aún en activo, con el nombre de “Instituto Manuel Curros Enríquez” (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 419-439). Y, asimismo, en Venezuela, bajo el patrocinio de la Hermandad Gallega, que sostiene desde 1965 el “Colegio Castelao” (Contiña, 1982, p. 192). Por su singularidad merece una mención especial el “Colegio Santiago Apóstol” de Buenos Aires que promueve y tutela la Fundación GaliciaAmérica, un proyecto genuino que alentaron la Xunta de Galicia y el Centro Galicia de la capital porteña y que abrió sus puertas hace ahora una década, en marzo de 1998. Estas y otras experiencias que aún permanecen pendientes de ser exhumadas constituyen una muestra de la capacidad emprendedora de los ausentes para articularse comunitariamente e idear estrategias encaminadas a incrementar su caudal formativo, en un contexto en donde la cultura escolar, cuando los flujos demográficos eran masivos, no sólo poseía funcionalidad y aplicabilidad inmediata en el día a día, sino que además se estimaba indispensable para la promoción sociolaboral de cada uno de los convocados al éxodo y para la dignificación ante los otros de la comunidad étnica a la que pertenecían. Pero la acción colectiva de los emigrantes transoceánicos en el sector escolar no quedó ceñida de manera exclusiva a sus espacios de destino y asentamiento, sino que se propagó además a sus respectivas localidades emisoras. Y la responsabilidad de vehicularla hacia ellas recayó principalmente en las Sociedades micro y mesoterritoriales. La génesis de las primeras se remonta a los años finales de la década de 1880, fraguándose su constitución de forma casi simultánea en Cuba y Argentina (Núñez Seixas, 1998, p. 90; Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 382-383;

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1995, p. 12). No obstante, hasta los años de cambio de siglo no tenemos constancia de que estas entidades incorporen la instrucción entre sus fines. Los datos que actualmente manejamos indican que la primera en hacerlo fue la Sociedad asturiana Progreso de Libardón (Colunga), fundada en Santiago de Chile por José de la Presa, al término de 1899, con el propósito de establecer y sostener una escuela en su pueblo de procedencia, centro que abrió sus puertas en 1903 (Morales Saro, 1992, p. 71). La formación se ramificó luego instaurando extensiones en Buenos Aires y La Habana, así como en la localidad norteña de referencia. Se sospecha que a esta misma altura, o ya algo antes, pudo haber nacido la riojana Asociación Protectora de Viniegra de Arriba en Argentina, pero no hay certidumbre sobre ello (Zapater Cornejo, 2006, p. 160). Un año después de inaugurado el colegio de Libardón tomó carta de naturaleza en La Habana la Alianza Aresana (1904), primera Sociedad Gallega de Instrucción de ámbito microterritorial creada en América, cuyos antecedentes datan ya de 1892, y que pronto dispuso de delegaciones en Veracruz (México), Tampa (EE. UU.) y Sagua la Grande (Cuba), además de la correspondiente Comisión representativa en Ares (A Coruña), villa en la que puso en funcionamiento una escuela el mismo año de su constitución (Peña Saavedra, 1995 y 2000, passim; Bobillo et al., 1996, 88-93). También por esas fechas inicia su andadura en Buenos Aires La Condordia, asociación integrada por los emigrados de Fornelos da Ribeira (Salvaterra de Miño - Pontevedra) y que a la altura de 1906 daba su apoyo a la escuela pública de aquella población (Núñez Seixas, 1998, pp. 90-91). Con mayor solidez, estabilidad y poderío en 1905 hacía su aparición en la propia capital porteña la Unión Hispano-

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Americana Pro Valle Miñor, que tradicionalmente ha venido siendo considerada pionera entre las de su género en las tierras del Plata y que con el paso del tiempo se convertiría en una institución modélica por las innovadoras producciones educativas que consiguió ensayar en el suroeste de Galicia durante la segunda y tercera décadas del pasado siglo (Pereira Domínguez, 1988). A partir de 1905 y, sobre todo, durante los cuatro lustros que preceden a los años 30, el asociacionismo microterritorial se propagó a un ritmo creciente en los entornos donde recalaba nuestra emigración. Y lo hizo con signos de inequívoco estampido arrollador en el seno de algún colectivo étnico como el gallego. Tanto es así que resulta extremadamente difícil hoy conocer las magnitudes exactas y aun aproximadas del censo societario. En cualquier caso, los cómputos provisionales y abiertos con los que contamos ofrecen ya cifras sorprendentes, al menos en lo que concierne a las comunidades gallega y asturiana. Respecto a la primera, en 1991 dábamos cuenta de 395 entidades, a las que agregábamos casi medio centenar más de las cuales no podíamos acreditar su vocación instructiva (Peña Saavedra, 1991, vol. I, pp. 397-428). Estos registros superaban con creces en aquel momento las estimaciones y los recuentos efectuados por otros autores que previamente habían mostrado interés por el tema, entre los cuales cabe citar de nuevo a Benito Castrillo Sagredo. El inspector asturiano calculaba en 1926 en alrededor de 400 las Sociedades de Instrucción que los españoles habían fundado hasta entonces en las Repúblicas de Hispanoamérica, cifra que según lo anotado anteriormente totalizan sólo las gallegas. Hace diez años, Xosé M. Núñez Seixas (1998, p. 92) presentaba los resultados de un nuevo escrutinio que elevaba a 484 la nómina de

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entidades instructivas de estirpe gallega en América. Por nuestra parte, tras haber procedido a la revisión y ampliación del primer censo publicado, corregimos al alza la suma que antes ofrecimos, fijando el recuento en unas 525 asociaciones de las cuales más del 90% tenían su sede central en Argentina o Cuba, países preferentes de destino de la emigración galaica-ultramarina. El reparto provincial de estas instituciones sitúa a A Coruña (187) y Pontevedra (147) en los primeros puestos, a los que se aproxima también Lugo (139) y de los que aparece muy distanciada Ourense (52), provincia esta última de más tardía incorporación a la corriente transoceánica y con una elevada dotación inicial de escuelas públicas (Eiras Roel, 1992, pp. 193-194; De Gabriel, 1990, pp. 122-139; Costa Rico, 1989, pp. 85-124; 2004, pp. 735737). A nivel local, más del 87% de los municipios gallegos tuvieron alguna entidad de esta índole que los representara como auténtica “embajada” cívica de naturaleza espontánea al otro lado del Atlántico. A día de hoy podemos avanzar que el inventario continúa abierto y no deja de acrecentarse. La labor desplegada en sus pagos de origen por los emigrantes gallegos agrupados en Sociedades de Instrucción, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones españolas, superó ostensiblemente en volumen de realizaciones a la acción individual, si bien casi siempre las obras ejecutadas son menos llamativas, aunque no por ello los beneficios que reportaron al vecindario hayan sido inferiores en su conjunto. Los datos disponibles en la actualidad, t ras recientes trab ajos de indagación tanto documentales como de campo aún inconclusos, nos permiten afirmar que las Sociedades Gallegas de I n s t rucción radicadas en A m é rica implantaron o promov i e ron la

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Colegio Castilla y León en Mar del Plata, Argentina.

c reación de unos 235 colegi o s , provistos de 336 aulas que se instalaron en unos 186 edificios de nueva construcción o re fo rm a d o s ex p resamente para dar decoroso albergue en sus dependencias a las actividades académicas. A estas cifras habría que añadir las d e rivadas de las acciones emprendidas por los ausentes, orga n i z ados de manera estable o eventual, a favor de las escuelas públicas de sus pueblos de procedencia. Dichas acciones se concre t a ron en numerosas suscripciones y colectas en los países de asentamiento, c u yo importe tra n s fe rido en metálico o ya en especies se invirtió en menaje escolar, dotación de premios para el alumnado, grat i ficaciones por servicios docentes, subvenciones para la fab ri c a c i ó n de inmu ebles, ayudas para el fomento de actividades e instituciones educat ivas complementari a s , e t c. (Peña Saave d ra , 1991, vol. II, pp. 51-53 y 253-257), no siendo ajena incluso a las remesas recaudadas entre los emigrantes la propia universidad compostelana, la cual contó con el ap oyo mancomunado de las gentes del

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éxodo para levantar su Residencia de Estudiantes (Po rto Uch a , 1988, pp. 432-440; Varela, 1989, pp. 59 y ss.). El desglose terri t o rial de las cantidades antes consignadas sitúa como máximas benefi c i a rias de esta acción corp o rat iva a las p rovincias de A Coruña y Lugo por número de centros y aulas, respectiva m e n t e, m i e n t ras que la de Ourense ocupa la última posición por ambos conceptos. A otra escala, las zonas que registran m ayor densidad escolar se ubican en la extensa franja costera de la Galicia de entre m a re s , que comprende las Mariñas coruñesa y lucense con prolongación hacia la comarca interior de A Terra Cha y su ep i c e n t ro en el municipio de Vilalba; las áreas terri t o ri ales de A Estrada y O Deza, en el corazón ge ográfico de la C o mu n i d a d, y los contornos suroccidentales de la provincia de Po n t eve d ra. En general, todos ellos espacios de intensa sangr í a e m i grat o ri a . Del catálogo multicentenario de entidades instructivas que intervinieron en alguna de estas demarcaciones, es acreedora de un comentario particular la Sociedad Vivero y su Comarca con sede en La Habana, constituida en 1910 con ocasión de la estancia en la capital antillana de los americanistas Rafael Altamira y Francisco Alvarado durante el viaje divulgativo de extensión universitaria que realizaron a los países de la América Hispana. Esta asociación, además de erigir 15 edificios de nueva factura para alojar 22 clases, promovió y cofinanció la creación de otros 25 colegios en el Partido Judicial de Viveiro (Lugo), su ámbito espacial de influencia. No faltan propagandistas coetáneos ni tampoco directivos de la corporación que elevan sensiblemente las sumas aquí anotadas, como ya hemos señalado en otro lugar (Peña Saavedra, 1991, vol. II, pp. 52-53). Al margen de las dis-

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crepancias cuantitativas, la incomparable magnitud de la obra escolar de Vivero y su Comarca constituye un hecho prominente, aún hoy cotejable por el transeúnte que se acerque a aquellas tierras entre costa y montaña. De igual manera que ha de calificarse de muy acertado el criterio distributivo de los centros de enseñanza patrocinados por esta entidad, haciendo partícipes de sus beneficios al conjunto de las parroquias de la jurisdicción. A tenor de estos y otros muchos datos que cabría añadir en su favor se comprenden las palabras elogiosas que le dedicaron a la formación viveirense tanto Benito Castrillo (1926, pp. 132-134) como poco después el cronista errante Luis Bello (1973, pp. 183191, original de 1929), éste incorporando además a su relato peregrino algunas “reservas”, no exentas de razón ni de polémica. Casi equidistante en el tiempo de los dos testimonios, la prensa lucense se hacía eco de la eficacia externa que estaba obteniendo la labor desplegada en el área educativa por esta institución, al comprobarse que en el sorteo de quintas de 1927 “de los seis Ayuntamientos del distrito de Vivero con sus 49 parroquias, no se había presentado ni un solo mozo analfabeto” (Docal, 1954, s.p.). Como reconocimiento formal de sus altruistas aportes, gestiones y desvelos la asociación fue condecorada con la cruz de primera clase de la Orden civil de Beneficencia con distintivo blanco “por sus relevantes servicios en pro de la cultura particular del Distrito de Vivero y general de España”, un galardón que muy pocas entidades de su género debieron recibir y en virtud del cual exhibiría con gala en su publicística el nombramiento de “ilustrísima”. Como Vivero y su Comarca, casi todas las Sociedades Gallegas de Instrucción, y junto a ellas las de otras regiones de la

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geografía española, concedieron preeminencia a la fundación de establecimientos de enseñanza primaria para corregir las necesidades formativas más apremiantes de la población infantil que las redes pública y privada del sistema escolar no conseguían resolver o atendían con precariedad, insuficiencia e ineficacia. Ahora bien, la implantación de las denominadas escuelas de americanos no se acomodó a un patrón unitario sino que adoptó tres variantes alternativas. De acuerdo con la primera, la respectiva Sociedad asumía íntegramente las funciones de instalación, equipamiento, provisión de profesorado, mantenimiento y supervisión de los centros escolares, que adquirían la condición de colegios privados. La segunda se concre t aba en allegar las agrupaciones el c apital indispensable para costear las infraestructuras de los inmuebles docentes, siendo competencia de la Administración educativa del Estado la designación y re muneración del pro fesorado. Y la tercera, que era a su vez la menos onerosa para los emigrantes, consistía en contri buir con una partida monetaria variable a la instalación y sostenimiento de un nuevo centro académico. En los dos últimos supuestos, la escuela fundada pasaba a ser un establecimiento de enseñanza oficial sobre el que la entidad protectora no tenía at ribución competencial de ningún tipo. Cualquiera que fuese la modalidad adoptada y el caudal invertido, lo cierto es que las distintas acciones corp o rat ivamente e m p rendidas sirv i e ro n , en mayor o menor grado, de soporte fundamental para la expansión de la red educat iva por la Galicia ru ra l del primer tercio del pasado siglo y también de agente modern i z ador de la escuela en aquel contexto. La institucionalización y ramificación del sistema educat ivo contemporáneo en la comu n idad gallega encuentra , pues, en las asociaciones de emigrantes

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uno de los principales re s o rtes de dinamización, e s t í mulo y desa rrollo. Corre l at iva m e n t e, el reconocimiento de este hecho ha de c o n d u c i rnos a re l ativizar el esfuerzo inve rsor del Estado en mat eria instru c t iva a cort o , medio y aun largo plazo en aquellos encl aves donde cuajó la intervención escolar de los ausentes. Por lo que atañe a A s t u ri a s, las fuentes disponibles contienen va l o res mu cho más modestos en términos absolutos –aunque elevados, a pesar de sus disparidades– que los glosados en el caso gallego. Benito Castri l l o , hacia el ecuador de la terc e ra década del pasado siglo indicaba que los 79 concejos asturianos disponían de Sociedades de Instrucción en A m é rica (Mato Díaz, 1992, p. 109). Estudios más recientes rectifican esa cifra , at e nuándola o encumbrándola de fo rma muy ap re c i able. Ángel Mato (1992, pp. 110111) presenta una relación de 44 entidades, m i e n t ras Moisés L l o rdén (1996, pp. 70-72) ofrece un censo de unas 80 con sede en Cuba –cantidad que no difi e re signifi c at ivamente de la que obtiene Consuelo Naranjo (1996, pp. 178-180), p e ro sí de la que prop o rciona Juaco López Álva rez (1993, p. 56), que sitúa la nómina en 63– y alrededor de 17 en Argentina, sumando en conjunto, pues, 97 en estos dos países. Este último regi s t ro no se aleja en exceso del suge rido por Núñez Seixas (1998, p. 92) que fija un censo de 87 micro c o rp o raciones datadas en el pasado siglo con sede en Cuba, Argentina y Chile. La distri bución de estas Sociedades en el mapa asturiano, según los lugares de re fe re n c i a invocados, revela la existencia de dos núcleos del Principado de máxima sat u ración asociat iva que se emplazan en el cuadrante occidental contiguo a Galicia y en su eje central, con una pro l o ngación discontinua hacia Oriente que no alcanza a Cantab ri a . También se observa, en general, una mayor concentración corp o-

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(4) El número de escuelas sufragadas por esta Sociedad difiere según los testimonios que nos proporcionan los diversos autores que se acercaron al tema, oscilando entre nueve y veintisiete (Castrillo, 1926, pp. 32-34; Mato, 1992, p. 433; Morales Saro, 1988, p. 69 y 1992, p. 71; López Álvarez, 1993, p. 55 y 1996, p. 330; Fernández Gutiérrez, 2003, p. 37).

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rat iva en los concejos de la franja costera o en sus fro n t e ri zos del interior, de tal modo que la mitad sep t e n t rional contrasta ab i e rt amente con la mitad meridional por sus dotaciones societari a s . Las realizaciones ejecutadas por las Sociedades de I n s t rucción de A s t u rias contrastan más aún que las gallegas con las donaciones debidas a los indianos, resultando por lo regular mu cho menos deslumbrantes y monumentales que las sufragadas por aquellos. Pe ro en cambio están investidas de extraordinaria funcionalidad y efe c t ividad al ser diseñadas con gran sentido común y una dosis de indispensable realismo para atender las necesidades educat ivas más pere n t o rias de cada localidad, re s p o ndiendo además a iniciat ivas de raíz netamente popular. En algunas ocasiones, la acción mancomunada logra frisar umbrales muy n o t o rios en cuanto a la expansión de la red escolar pública y a su idónea instalación. Así ocurrió en Boal, donde la Sociedad de N at u rales de aquel concejo con sede en La Habana (1912) y delegación en Buenos A i res levantó edificios de nueva planta, sencillos, u t i l i t a rios y decorosos en casi todos sus pueblos, dotándolos no sólo de aularios sino también de viviendas para los maestro s , al tiempo que contri buyó a la edificación de las escuelas gra d u adas de seis secciones, e n cl avadas en la capital del municipio4. En esta misma línea, aunque a menor escala, m e recen igualmente ser destacadas la Sociedad Casina (1909) de La Habana que, según M o rales Saro (1992, p. 72) atendía a 17 colegios de su ay u n t amiento; N at u rales del Concejo de Villayón (1919), con sede en la p ropia capital cari b e ñ a , que costeó la construcción de las escuelas de Pa rl e ro , C a rrio y de la cab e c e ra del distri t o , c o l ab o rando en algunas más (Fernández Gutiérre z , 2003, p. 26), o el Club C ab ranense e Hijos de Cabra n e s, ambas radicadas como las ante-

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ri o res en la Gran Antilla y a las que se les deben al menos cuat ro inmu ebles escolares (Fe rnández Gutiérre z , 2003, p. 37). En un balance de conjunto, a partir de los datos desagregados que compila Fe rnández Gutiérrez (2003), hemos podido identificar en torno a 38 realizaciones societarias en todo el terri t o rio asturiano, que vienen a rep resentar alrededor del 38% del montante de contribuciones en el sector. A ellas habría que adicionar otras 34 (12%), p roducto de actuaciones concertadas entre los ausentes y sus convecinos no emigrados, así como una parte de las interve nciones mixtas (83) en las que concurren benefactores de muy variado perfil y a las que ya nos re fe rimos más arriba. El grueso de los ap o rtes corp o rat ivos se canaliza hacia la escuela pública. Los e m i grantes cántab ros sabemos que también se organizaron comunitariamente para contri buir desde los países del Nuevo Mundo al fomento de la prosperidad de sus pueblos. Y su integración cuajó sobre todo en Cuba y A rgentina. Sin embargo, hasta ahora sólo tenemos noticia de una entidad que cooperó en la construcción de dos escuelas: la Sociedad Hijos del Pueblo de Pe chón (1924) con sede en La Hab a n a (Soldevilla y Rueda, 1992, p. 264). Nada nos consta, por su parte, de la existencia de formaciones microterritoriales de esta índole de procedencia vasca. Sí, en cambio, existe noticia de la presencia en América de asociaciones locales de La Rioja con fines instru c t ivos. Entre ellas fi g u ran las bonaere n s e s Asociación Pro t e c t o ra de Viniegra de Arriba (ca. 1899, sin certeza), Asociación Pro t e c t o ra de Viniegra de Abajo (1912), Sociedad Anguianesa (ca. 1910) y Sociedad de Hijos de Nieva (s. d.). Más difícil resulta ave riguar cuál fue su contri bu c i ó n concreta al progreso de la enseñanza en los lugares de referen-

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Educar: el compromiso de la añoranza fecunda

cia, pues en los estudios consultados no queda diáfano este extremo, más allá de la mención a pequeños donativos para material escolar y gratificación de maestros (Zapater Cornejo, 1991, 2006 y 2007). Como quiera que sea, en las tres últimas regiones reseñadas se impone con palmaria hegemonía la fi l a ntropía docente individual frente a la colectiva. EPÍLOGO SIN FIN Siempre ha sorprendido a propios y ex t raños la inquietud y el compromiso educat ivos de nu e s t ros emigrantes transoceánicos. Sin duda, constituye una realidad con una inmensa carga atractiva que invita constantemente a adentra rse en ella sin ser capaces, a la postre, de pergeñar o vislumbrar la totalidad de contenidos que encierra y las implicaciones que se derivan de su tratamiento. Lo cierto es que en el devenir de los siglos la inva riante educativa ha estado impregnando la epopeya de va rios pueblos con sus frustraciones y sus anhelos. Y en ese periplo pluricentenario la educación aflora, envuelta en los matices que le imprime la atmósfera de cada época, como herramienta de enormes potencialidades para propiciar la promoción personal y favorecer la prosperidad colectiva. Ahí radica, quizá, el gran mensaje que los protagonistas de esta historia hecha relato han querido transmitirnos con su comportamiento recurrente y ejemplarizante. El dilema que aflora a cada paso nos invita a interroga rnos si ve rd a d e ramente hab remos aprendido de sus enseñanzas o, por el contra ri o , aún estaremos tratando de descifrar las claves de su testimonio. Nos tememos que la re fl exión y el deb ate sobre el tema deben continuar en lo sucesivo, alumbrando un pasado que cobija la virtualidad de escl a-

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España a través del espejo: una nueva imagen en las Instituciones Culturales españolas en América Consuelo NARANJO OROVIO Investigadora Científica del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde es directora de Revista de Indias.

Un instante más y Alicia había pasado a través del cristal y salta ba con ligereza dentro del cuarto del espejo. Lo primero que hizo fue ver si había un fuego encendido en su chimenea y con gran satisfacción comprobó que, efectivamente, había allí uno, ardien do tan brillantemente como el que había dejado tras de sí…. (Lewis Carroll, Alicia a través del espejo, 1871)

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a emigración española a América Latina ocupa un lugar común en la memoria colectiva. En algunas zonas hablar de emigración es un tema cotidiano y familiar, ya que las idas y venidas y los retornos han hecho que para muchos pueblos América sea una tierra íntima y cercana. La emigración y América siguieron alimentando los recuerdos y las historias de los habitantes de la aldea que vieron partir a muchos que nunca regresaron, y a amigos y

Consuelo Naranjo Orovio. Especialista en historia social y cultural del Caribe, siglos XIX y XX, es directora del grupo de investigación de Estudios Comparados del Caribe y Mundo Atlántico. Como profesora invitada ha realizado estancias en universidades y centros de investigación de Puerto Rico, Cuba, México, Estados Unidos, Chile, República Checa y Francia. Entre sus libros hay que destacar Del campo a la bodega. Recuerdos de gallegos en Cuba (siglo XX), 1988; Cuba, otro escenario de lucha. La guerra civil y el exilio republi cano español, 1988; Medicina y Racismo en Cuba. La ciencia ante la inmigración canaria en el siglo XX, 1996; Racismo e Inmigración en Cuba en el siglo XIX, Madrid, 1996 (ambos en colaboración con A. García); La América española II (1763-1898). Economía, 2002 (en colaboración con B. Lavallé y A. Santamaría); Los lazos de la cultura. El Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Universidad de Puerto Rico, 1916-1939, Madrid, CSIC-Universidad de Puerto Rico, 2002 (coordinadora y autora de varios capítulos junto a Mª Dolores Luque y Miguel Angel Puig-Samper), y junto a otros autores El rumor de Haití en Cuba: temor, raza y rebeldía, 17891844, Madrid, CSIC, 2004.


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p a rientes de los que nunca volvieron a tener noticias. Además, América se percibió como un lugar familiar porque la migración ap roximó ambas orillas; generó unas cadenas y se articuló a partir de ellas, unas redes de trabajo y parentesco que funcionaron a ambos lados del Atlántico, que canalizaron la migración y, además, permitieron el trasvase continuo de hombres y mujeres, mercancías, e ideas; estas redes, que explican los distintos destinos y las variaciones cuantitativas de los flujos migratorios en el tiempo, crearon comunidades específicas según los lugares de procedencia y las profesiones. Ayudaron a articular en muchas ocasiones mercados de trabajo especializados regulados por la oferta y la demanda. Pero América también se sintió cercana no sólo por los contactos generados por los migrantes y por las mercancías que ayudaron a compartir mundos, gustos, hábitos y vidas. Las leyendas, historias y mitos que a lo largo de muchos años se fueron construyendo en torno a América, al edén y paraíso del nuevo mundo en el que la riqueza emanaba del suelo, contribuyeron a fraguar el mito. En la creación de la fábula americana participaron todos, desde los que retornaron, hasta los indianos –también llamados americanos–, o aquellos que nunca regresaron, a pesar de lo cual mantuvieron un contacto con sus familias a través de cartas y fotografías. Llegados a América, en el momento que lograban reunir algún dinero fue frecuente que los emigrantes se hicieran una fotografía para mandar a sus padres. Estas imágenes, más próximas a la nueva sociedad y c u l t u ra a la que el joven intentaba acceder, sin duda constituyeron uno de los medios que con más fuerza ayudaron a crear imágenes de América y de la emigración. Recogían el rostro amable y exitoso de la emigración, a la vez que portaban un claro mensaje de triunfo, de haber alcanzado el sueño compartido por tantos jóvenes.

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Las fotografías fueron el medio más palpable y “real” a través del cual mostraban su nueva situación, vestidos con trajes diferentes a los que se usaban en la aldea, con sombrero, traje o guayabera; todos símbolos de la nueva realidad en la que él vivía; es decir, sirvieron para llevar mensajes con significados relativos a la inserción en la sociedad y el bienestar logrado. El emigrante o el indiano se convirtió en el individuo a quien había que imitar ya que él rep resentaba el éxito y el sueño de “hacer las Américas”. Este mito, fraguado a lo largo de los años, con la presencia real de los que regresaban o las historias que al calor de la lumbre se contaban sobre las riquezas del Nuevo Mundo, contribuyó en gran medida a acercar América a muchos pueblos de España, a la vez que fue uno de los factores que animó el proceso migratorio. Aunque la invención de América como sinónimo de esperanza es anterior al fenómeno conocido como “emigración en masa” (1880-1930), fue a partir de ese momento cuando América se convirtió con gran fuerza en un mito para cientos de millares de europeos y españoles. La emigración en esta nueva etapa alcanzó una magnitud incomparable con la de siglos anteriores. A ella se incorporó con fuerza la cornisa cantábrica, continuando, pero con menor fuerza, las salidas desde las islas Canarias y Cataluña, zonas que hasta esos años habían estado a la cabeza de las partidas. Las salidas por puertos españoles superaron los 4 millones, siendo el saldo neto migratorio de más de millón y medio. A diferencia de la emigración de épocas anteriores, en este período la emigración se presenta como una estrategia familiar, compuesta por individuos jóvenes y solteros que mantuvieron vínculos con sus familiares y que en un elevado porcentaje regresaron. Argentina, Cuba, Uruguay y Brasil fueron los desti-

Aunque la invención de América como sinónimo de esperanza es anterior al fenómeno conocido como “emigración en masa” (1880-1930), fue a partir de ese momento cuando América se convirtió con gran fuerza en un mito para cientos de millares de europeos y españoles.

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Instalaciones deportivas y recreativas de Valle Fresco de la Hermandad Gallega de Venezuela.

nos principales de los emigrantes españoles. La crisis económica de 1929 y, como consecuencia, las políticas nacionalistas adoptadas en los países americanos marcaron el final de este ciclo emigratorio europeo que, en el caso español, culminó con el estallido de la Guerra Civil (Sánchez-Albornoz, 1988). Con la mirada siempre en su tierra natal, las colectividades de españoles en América Latina ayudaron al desarrollo cultural y pedagógico de sus lugares de origen, ap o rtando dinero para la creación de escuelas, hospitales y la financiación de obras públicas. De manera individual, el emigrante de entonces y de épocas más recientes ayudó con sus remesas al crecimiento económico del país. En los casos en que se produjo el retorno, el migrante aportó una experiencia que en muchos casos fue fundamental para la puesta en marcha de nuevos negocios y empresas, pudiendo considerársele un agente de cambio y modernización. Por otra parte, las colectividades de españoles fueron también objeto de atención de las compa-

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ñías comerciales al ver en ellas potenciales consumidores de mercancías y, por ello, activadoras del comercio. Es decir, los emigrantes, al mantener los hábitos de consumo –sobre todo alimenticios– generaron una demanda de determinados bienes (alimentos, calzado, etc.) incrementando y generando nuevas relaciones comerciales y creando, lo que algunos han denominado, un mercado étnico. Otros autores abordan estos temas (García López, 1992; Sánchez Alonso, 1995; Fernández, 2004). Pero en estas páginas no queremos hablar del “sueño de hacer las Américas”, de los aspectos demográficos, sociales, comerciales y económicos de este fenómeno; nuestro interés es acercarnos a la contribución que hicieron las colectividades de españoles asentadas en América Latina a construir, desde los primeros años del siglo XX, un nuevo tipo de relaciones entre España y las repúblicas americanas, así como su implicación y participación en el desarrollo de la cultura y de la ciencia españolas. Pese a su interés, poco se sabe al respecto. En términos generales puede decirse que las colectividades de inmigrantes españoles siempre estuvieron atentas a los llamamientos que se les hicieron desde sus lugares de origen, aportando dinero para obras benéficas, escuelas, hospitales, alcantarillado, etc., así como financiando agrupaciones y partidos políticos de carácter nacionalista o republicano algunos de los cuales tuvieron pronto su homónimo en tierras americanas o bien se crearon allí, como fueron A Xuntanza Nazonalista Galega d’Habana, o el Partido Nacionalista Canario, fundados en La Habana en 1920 y 1924; del mismo modo, los emigrantes también fueron solícitos con las peticiones de ayuda que les cursaron los gobiernos españoles en determinadas situaciones (Naranjo Orovio, 1988).

Las colectividades de inmigrantes españoles siempre estuvieron atentas a los llamamientos que se les hicieron desde sus lugares de origen, aportando dinero para obras benéficas, escuelas, hospitales, alcantarillado, etc., así como financiando agrupaciones y partidos políticos.

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Como apuntábamos, es menos conocida la participación que estas colectividades tuvieron en el proyecto cultural y científico español iniciado en 1907 por parte del Ministerio de Instrucción Pública con la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). Fue la JAE una institución creada para impulsar la cultura y la ciencia españolas, nacida con el fin de lograr una renovación de la enseñanza a través de la cual se espera regenerar el tejido moral, educativo y académico de España. Los impulsadores de la JAE, con Santiago Ramón y Cajal como presidente y José Castillejo como secretario, elaboraron un proyecto ambicioso que representó el proyecto más renovador de la cultura y de la ciencia en nu e s t ro país hasta el estallido de la Guerra Civil. Se trataba además de abrir las puertas a las naciones más modernas, a donde enviar a estudiantes y profesores a aprender las técnicas más avanzadas. Se quería “internacionalizar” a España y que los científicos y profesores ya formados salieran fuera y transmitieran la nueva imagen de España, un país que quería regenerarse y salir de su letargo y del sentimiento de decadencia que le asolaba tras el desastre del 98’. En esta búsqueda de la modernidad se pensó que la ciencia y la educación eran los instrumentos que harían posible la soñada regeneración. En este proyecto de romper el aislamiento, América Latina se presentó como un elemento fundamental, con distintos significados según se tratase de política interior o exterior. En el caso americano se buscó un nuevo acercamiento con las jóvenes repúblicas, insistiendo en otros elementos que podían favo recer la vuelta al restablecimiento de las relaciones bajo postulados alejados de aquellas ideas que podían evocar viejos fantasmas imperiales. A esta nueva manera de mirarse, de aceptarse y comprenderse contribuyeron

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varios fa c t o res procedentes tanto de España como de América entre ellos la búsqueda de una identidad, los viajes de intelectuales españoles al continente americano y la acción de las colectividades españoles radicadas en él. El reencuentro se propició por un acercamiento entre los postulados de distintos intelectuales americanos y españoles, y en muchos casos por la búsqueda de una identidad latina o hispanoamericana que hundía sus raíces en gran medida en las tradiciones y cultura españolas. Desde aquí, los viajes a diferentes países americanos de Rafael Altamira (1909-1910), enviado por la Universidad de Oviedo en donde existía un grupo destacado de americanistas, y de Adolfo González Posada (1910-1911), delegado de la JAE, ayudaron a aproximar los postulados y a tener un conocimiento más real los unos de los otros, si bien hay que apuntar que este proceso no careció de críticas y malentendidos. Las conferencias y encuentros de Altamira y Posada con autoridades de instituciones académicas y con las colectividades españolas fueron cl aves en la propagación del proyecto político y cultural, así como en la toma de conciencia en España del interés suscitado en el seno de estas colectividades y, sobre todo, en la necesidad de contar con ellas en su actuación. Tanto a Posada como a los profesores que visitaron América no se les escapó el peso que tenían los inmigrantes españoles en las sociedades de acogida en diferentes campos de la vida económica, cultural y social, y, por tanto, el papel que ellos podrían tener en la divulgación y activación de las relaciones y empresas culturales que querían desarrollar. Tras su regreso de América, en la memoria que Posada entregó a las autoridades españolas, insistía en la ocasión que tenía la JAE de aprovechar los nexos históricos y culturales de España y América,

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servirse de la “intimidad moral entre España y aquellas jóvenes repúblicas”, utilizar la historia común no como imposición sino como base para unas relaciones, así como de valerse de la colaboración de las colectividades de inmigrantes españoles con gran poder económico y fuerza cultural en varios países del Cono Sur (Posada, 1911a y 1911b). Las propuestas de intercambiar estudiantes, editar libros en España sobre la historia de América, y, sobre todo, de enviar delegados y profesores, fueron acogidas por los responsables de la JAE, quienes pensaban que estos viajes, las conferencias, cursos, congresos y reuniones científicas serían uno de los mejores medios de propaganda de su proyecto, a la vez que ayudarían a consolidar el prestigio de la nueva España en América (Naranjo Orovio, 2007). Conocido el proyecto de la JAE, las colectividades españolas pronto respondieron de manera muy positiva, i n c o rporándose y participando de diferente manera según sus posibilidades a lo largo de los años. En muchos de los países, las colectividades se agruparon por encima de los centros regionales creando las denominadas instituciones culturales que se encargarían directamente del intercambio y de las actividades culturales. Sin embargo, hubo excepciones, ya que en algunos países la propuesta no partió de los inmigrantes españoles sino de medios académicos que contaron con el respaldo de distintas entidades públicas y privadas, entre ellas los centros y asociaciones regionales españolas. Así sucedió en los casos de México, Cuba, y Bolivia. En México surgió el Instituto HispanoMexicano de Intercambio Universitario, nacido en 1925 y presidido por el Rector de la Universidad Nacional; este instituto contó con la colaboración muy activa de empresarios españoles afincados en México y con algunos miembros destacados de la colectividad española, dirigentes de asociaciones y club españoles, como el pre-

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Peña Andaluza de California, Estados Unidos.

sidente del Casino Español de México, y con el cónsul de España. Al año siguiente de su creación, su secretario, Tomás G. Perrín resumía los objetivos del instituto, recogiendo la voluntad y el proyecto de la JAE, en el que, como apuntábamos, participaron de manera eficaz los inmigrantes españoles: Henos aquí unidos todos, indisolublemente unidos, como juramentados para no separarnos jamás en esta empresa, que es la más noble de nuestra vida: traer a México los legítimos representantes de la cultura española; llevar a España los hombres mexicanos de hondo y sabio pensar. Que unos y otros formen núcleos de discípulo. Que en los cerebros de los jóvenes mexicanos prenda una chispa inextinguible del verbo docente español. Que ante los alumnos españoles abra una clara senda el México docto, pensador y artista. Y que con la gratitud y el cariño para los profesores españoles se robustezcan en México el amor a España, y con la devoción y el afecto para los profesores mex icanos se intensifique, en la Madre Patria, su hondo querer a México.1

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(1) Excelsior, México, 24 de noviembre de 1926: 9. Cfr. Granados, 2007.


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Las noticias que conocemos sobre la creación y andadura del Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario resaltan el papel importante y fundamental que tuvieron los inmigrantes españoles que desde el principio colaboraron económicamente para su puesta en marcha y mantenimiento. En un primer momento, sabemos que los fondos necesarios para costear el viaje, la estancia y las conferencias de los profesores españoles se recogieron entre 75 españoles; recaudaciones que, según parece, fueron habituales tal y como recoge la prensa cuando comenta la llegada de algunos intelectuales al país. Con signo similar, en Cuba se creó la Institución Hispano-Cubana de Cultura , o rganizada y diri gida por Fernando Ortiz a finales de 1926, y en Bolivia la Fundación U n iversitaria Patiño, que se encargó de los intercambios con España a partir de 1931. Pero volvamos a la historia de estas relaciones... La iniciat iva partió de la colectividad española en Buenos Aires, quien tras la muerte de Ramón Menéndez Pelayo , en 1912, comenzó preparar un homenaje que finalmente se realizó en 1914 tras el envío por parte de la JAE de Ramón Menéndez Pidal, director del madrileño Centro de Estudios Históricos (institución creada por la JAE en 1910 y a la cual se le confi rió el desarrollo de la política cultural que el gobierno había proyectado respecto a América Latina). Su estancia en Buenos Aires fue aprovechada por el médico español Avelino Gutiérrez para organizar una entidad que canalizara las ayudas y los intercambios académicos entre A rgentina y España, actuando también como intermediarios entre las autoridades académicas de ambos países. Fruto de ello fue la apa-

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rición en 1914 de la Institución Cultural de Buenos Aires, integrada por distintas entidades y centros españoles como refleja su Junta Dire c t iva: la Cámara Española de Comercio; el Club Español; la Sociedad Española de Beneficencia de Buenos Aires; la Asociación Patriótica Española, y la Asociación Española de Socorros Mutuos (López Sánchez, 2007). Unos años después comenzaron a funcionar otras instituciones culturales: la Institución Cultural de Montev i d e o , dirigida por Manuel Serra en 1918; la Institución Cultural de Santo Domingo, en 1927; la Institución Cultural de Rosario, en A rgentina también en 1927; la Institución Cultural de Puerto Rico y la Institución Cultural de Asunción, ambas surgidas en 1928, y la Institución Cultural de Santiago de Chile, que vio su luz a finales de los años ve i n t e. Vinculadas a algunas de ellas, como nos consta que sucedió en los casos de las Culturales de Buenos Aires y Montevideo, se crearon y mantuvieron cátedras sobre cultura y fi l o l ogía españolas. Por ejemplo, la Cultural de Buenos Aires financió la Cátedra de Cultura cuyo local cedió la Unive rsidad en la Facultad de Filosofía y Letras de la capital, de cuya administración académica se encargaba directamente la Junta. Por ella, al igual que por las otras cátedras que dependían de las Instituciones Culturales españolas desfi l a ron lo más granado de la cultura y de la ciencia españolas: Ramón Menéndez Pidal, José Ort ega Gasset, Augusto Pi y Suñer, Luis de Zulueta, María de Maeztu, Jo rge Francisco Tello, Pío del Río-Hort ega , Julio Rey Pastor, Blas Cabrera, Américo Castro, Agustín Millares Carlo, Novoa Santos, Luis Araquistain, Gregorio Marañón, José Casares Gil, Fernando de los Ríos, Amado Alonso, entre otros.

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Lógicamente la JAE siempre tuvo el control académico y era ella la encargada de designar los profesores españoles que viajarían tras revisar la propuesta general que remitía la Institución Cultural de Argentina, la cual incluía las peticiones de otras Culturales españolas de países de Sudamérica. La Cultural de Buenos Aires, como centro y pionera, se encargaba de canalizar y organizar los itinerarios de los profesores, preparándoles periplos a distintos lugares con el fin de aprovechar su viaje al continente. Tras estudiar la lista y ver la disponibilidad de los conferenciantes, las autoridades de la JAE iniciaban las negociaciones para los viajes y estancias de éstos. A esta institución, y también gracias a los fondos donados por distintas asociaciones regionales de españoles en Argentina, se debió la inauguración en Madrid de la Cátedra Ramón y Cajal en 1928. Las subvenciones recibidas para esta cátedra sirvieron tanto para llevar a cabo investigaciones, como para financiar becas y realizar seminarios y cursos de especialización. La magnitud y el poder adquisitivo de la colectividad española en este país la situaron a la cabeza de las actividades e iniciativas del intercambio cultural con España. Sus donaciones también fueron importantes para la construcción de la Ciudad Universitaria madrileña en 1928, aportando casi la mitad del presupuesto (en esta ocasión la colonia española remitió 5.000 pesetas para unas obras que ascendieron a algo más de 12.000). Pero su acción no se redujo al financiamiento de cátedras, ya que también costearon los pasajes de intelectuales españoles que invitados por colegas americanos realizaban, como indicamos, verdaderos periplos por varios países dictando cursos y conferencias, y propiciando la creación de redes de cultura y de amistad que se prolongaron más allá de los años, incluso cuando la Guerra Civil quebró el proyecto de estos hombres.

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En el caso de la Institución Cultural de Puerto Rico, la idea parte en 1925 tras la visita a Madrid de Rafael Fabián, uno de los españoles más influyentes en la isla. Durante su estancia se entrevistó con un grupo de intelectuales a los que les mostró su interés para que profesores españoles frecuentaran el país e impartieran conferencias. Un año más tarde, Fabián recibió una invitación del Duque de Alba, desde la Asociación Hispanoamericana, animándole a fundar una Institución Cultural Española. Al igual que en el caso de otras Culturales, los estatutos de la creada en Puerto Rico recalcaban el carácter exclusivamente cultural de estas instituciones cuya finalidad era conocer y difundir en Puerto Rico los estudios e investigaciones sobre lengua, literatura y cualquier otro aspecto científico y artístico de la civilización española. Las subvenciones sirvieron para sufragar las cátedras que ocuparon en la universidad boricua profesores españoles, entre ellos Tomás Navarro Tomás, Samuel Gili Gaya, A m é rico Castro, Fernando de los Ríos, Ángel Valbuena Prat..., así como para organizar conferencias a lo largo de la isla, y ofertar algunas becas a los universitarios puertorriqueños para que fueran a España a cursar estudios sobre cultura española. De esto último se beneficiaron Margot Arce (quien realizó su tesis doctoral en el Centro de Estudios Históricos) y Rubén del Rosario; con el tiempo ambos se convirtieron en destacados intelectuales. La Institución Cultural de San Juan trabajó en colab o ración con la JAE y con otras instituciones, en particular con la Univers i d a d, en donde un proyecto comenzaba su andadura bajo el patrocinio del Rector y de Federico de Onís, que ejercía como cat edrático en la Universidad de Columbia, en Nueva York, cuando fue enviado por la JAE como respuesta a la solicitud que la universi-

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dad norteamericana le remitiera en 1916. La voluntad y el empeño de Onís de crear en Puerto Rico un centro que fuera puente de unión entre Estados Unidos y España fraguó en los pri m e ros meses de 1927 con la puesta en marcha del Dep a rtamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, en el cual participaron de manera muy activa los filólogos del Centro de Estudios Históricos. Asimismo, la Cultural de Puerto Rico coordinó sus actividades con el Instituto de las Españas, o b ra también de Onís, que comenzó a funcionar en 1920 dentro de la Universidad de Columbia (Naranjo Orovio, Luque y Puig-Samper, 2002). En la inauguración de la Cultural de Puerto Rico, el 27 de ab ril de 1928 en el Ateneo Puertorriqueño, el filólogo español Tomás Navarro Tomás, investigador del Centro de Estudios Históricos y profesor frecuente del recién creado Departamento de Estudios Hispánicos, resaltó el carácter cultural y abierto de las Instituciones Culturales de América que tenían que servir para fortalecer las relaciones culturales de España con Hispanoamérica, y que debían de hacerse a partir de la cultura y de la ciencia y no “con exaltaciones sentimentales”: Las Culturales Españolas de América y los Centros Hispanoamericanos de España (se dan cuenta) de que si hay pueblos que deben vivir unidos por lazos de mutua comprensión son sobre todo éstos a quienes la historia ha dado una misma tradición y un mismo idioma. La experiencia ha demostrado que es inútil querer mantener relaciones de este género con exaltaciones sentimentales. Las Culturales Españolas sólo han podido empezar a existir cuando el renacimiento científico de España, basado en rigurosos estudios técnicos y en arduos trabajos de investigación, ha llegado a resultar digno de estimación general (Navarro Tomás, 1928).

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Fruto de este ambiente, en el que la cultura española se p royecta y se re nu eva en colaboración con los españoles establ ecidos en América, en Puerto Rico también asistimos a un proyecto vinculado directamente con el ap oyo a la cultura y la ciencia españolas. Se trata de la iniciativa de un gru p o , integrado por españoles y puert o rriqueños, de crear un comité que reuniera fondos entre los españoles residentes en esta isla, además de en Cuba y República Dominicana, para la construcción de un edificio que albergara el Centro de Estudios Históricos en Madri d, institución que desde su ap e rtura en 1910 deambuló por varias sedes hasta conseguir asentarse en un edificio propio en 1931. Dicho centro fue uno de los que durante estos años había abastecido a América con un mayor número de pre s t i giosos escritore s , histori a d o res y filólogos. El paso de los profe s o res españoles por esta isla no les fue ajeno ya que su acción no se redujo a los recintos universitarios. Su estancia no sólo sirvió para acercar a los puert o rriqueños a la cultura hispana, a El Quijote, o a algún capítulo de la historia de España, sino que se ap rove ch ó p a ra dar a conocer la realidad española, sus logro s , pero también sus dificultades y deficiencias. Ello estimuló a que las colectividades de españoles tomasen conciencia de las necesidades, s o b re todo económicas, que había en su país para sacar adelante el proyecto cultural de tanta envergadura como el diseñado por la JAE, un proyecto al cual se fueron incorporando de manera d i fe re n t e. Con esta finalidad nacía en 1926 el Comité Pro-Centro de Estudios Históricos, presidido por el español Manuel Cambor, quien en un telegrama al director del Centro de Estudios Históricos, Menéndez Pidal, le manifestaba con alegría “su orgu-

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llo de pertenecer a una familia de pueblos que está dando tan poderosas muestras de vitalidad extraordinaria en todos los órdenes de la actividad y de un modo especificado en las aquilataciones de la cultura de que es promotor el insigne nuestro Centro de Estudios Históricos de Madrid”. Como todos los proyectos, este último tuvo partidarios y detractores, apareciendo algunas críticas en periódicos de San Juan sobre la falta de coherencia de un Gobierno que, a la vez que trataba de exportar una nueva imagen de modernidad, no reparaba en hacer campañas para recaudar fondos. Valga apuntar que estas críticas estaban insertas en un contexto político en el que estaba candente el debate sobre la cultura y la identidad puertorriqueña, un terreno en el que se enfrentaron los detractores y los defensores del valor de la tradición española. Por otra parte, las colectividades participaron en otros festejos y conmemoraciones en los que de alguna manera estaba implicada España y su historia. Algunos apuntes de lo acontecido en el seno de una de estas colectividades, como la de Puerto Rico, nos dan la pauta de cómo actuaron. El papel de los inmigrantes fue importante y aportó un grano más de arena en el caso de Puerto Rico, un país en el que desde 1898 se generó una disputa aún viva sobre su identidad, y en la que participaron intelectuales de todos los signos. En esta polémica estaban implícitos distintos elementos que ayudaban a defender el derecho a la soberanía que tenían los boricuas, entre ellos la cultura en términos generales, la lengua, las tradiciones, etc. La historia está llena de ejemplos en los que el debate por la identidad afloró con fuerza en distintos momentos que se aprovecharon, por pequeños que fueran los resquicios, para manifestar su particularidad. Uno de ellos fue en 1908 en ocasión

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Españoles en Bahía, Brasil.

de la celeb ración del Cuarto Centenario de la Conquista y Colonización de Puerto Rico. Su organizador, Cayetano Coll y Toste, solicitó la colaboración de distintas entidades y personalidades, entre ellas inmigrantes españoles, creando un comité encargado de coordinar todas las actividades. De dicho comité formaban p a rte las instituciones más importantes del país, el Ateneo Puertorriqueño y el Casino Español de San Juan, representado por Antonio Álvarez Nava. El Casino Español además de ser una de las sedes de algunas de las actividades, se encargó de una exposición histórica en la que se exhibieron piezas arqueológicas y otros materiales que revalidaban el pasado puertorriqueño y rescataban parte de las raíces de este pueblo; asimismo, en el certamen literario que tuvo lugar en el Ateneo se presentaron varios españoles de la colonia, siendo algunos de ellos premiados. Con anterioridad a estas efemérides, el Casino había colaborado en otras actividades culturales que acercaban la historia y la cultura de ambos pueblos, como

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fue la edición de la obra de Salvador Brau, La colonización de Puerto Rico, que representó en gran medida una reivindicación de la herencia hispana. Por último, valga apuntar que la colectividad española participó de manera entusiasta en diferentes actos en los que se reivindicaba la memoria, la historia y la cultura españolas, contribuyendo a levantar monumentos a reyes o a algunos próceres, o al traslado de los restos del conquistador español, Juan Ponce de León, a la Catedral de San Juan. Éste, como el resto de los hechos resaltados, aunque tenían significados diferentes para la comunidad puertorriqueña y para la española, para ambas representaba la reivindicación de las raíces hispanas de la isla, una reafirmación de su identidad hispana. Como comentábamos, las conferencias no se circunscribieron a las aulas universitarias. Liceos, teatros, centros regionales y locales de distintas sociedades españolas acogieron a los intelectuales y hombres de ciencia. Un amplio público recibió el magisterio y el mensaje que se quería transmitir de la nueva dimensión de España. En Cuba, en distintas ciudades como La Hab a n a , Cienfuegos, o Santiago, distintos químicos, médicos, literatos, filólogos, pedagogos o historiadores, entre ellos Blas Cab re ra, Federico García Lorca, Luis Sayé, Luis de Zulueta, Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Américo Castro..., pronunciaron conferencias en sitios diversos que acogieron a un numeroso público. Fue la Institución Cultural Hispano-Cubana la que propició estos viajes y estancias, apoyadas por distintos centros regionales de la isla, comerciantes españoles, e intelectuales cubanos. El éxito de algunas de estas visitas las recogieron los periódicos locales y españoles, como El Sol. En una ocasión sus páginas destacaban el éxito

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que había tenido Gregorio Marañón en La Habana donde dictó un ciclo de conferencias en el Teatro Payret sobre temas relacionados con la sexualidad, a las que habían asistido más de tres mil personas (Naranjo Orovio y Puig-Samper, 2000). Como otras Culturales, la Hispano-Cubana, nacida en el seno de la Sociedad Económica de Amigos del País, se creó con el propósito de propiciar el entendimiento entre Cuba y España a través de la cultura y de la ciencia, con un espíritu independiente y sin signo político cuyo interés fue atraer a sus aulas a los intelectuales españoles más prestigiosos, tanto becarios como profesores. La Hispano-Cubana fue el resultado del compromiso de un intelectual, Fernando Ortiz, con otros países de habla hispana, y de manera particular con España. A través de ella se buscó y propició el acercamiento y el reencuentro entre los dos países a partir de nuevos paradigmas, la cultura y la ciencia, y en un intento consciente de desterrar fantasmas del pasado, concepciones racistas y sentimientos panhispanistas. Entre sus fundadores encontramos a cubanos, intelectuales, y a españoles, en su mayoría comerciantes. Trabajando al lado de Fernando Ortiz en esta empresa se encontraban algunos de los intelectuales más prestigiosos de la isla, Jorge Mañach, Israel Castellanos, Ramón Grau San Mart í n , R a m i ro Guerra, Ju a n Marinello, Carlos Loveira, Herminio Portel Vilá, etc., así como nombres de españoles inmigrantes, algunos de reconocida solvencia como eran los propietarios de unos de los almacenes más famosos de la época, “El Encanto”, o los dueños de otra de las tiendas que marcaron la moda en la capital cubana, los almacenes “Fin de Siglo”, también de inmigrantes hispanos. En la lista de socios también reconocemos apellidos de hombres ligados de manera estrecha con la colonia española como es el caso de José Solís, subdirec-

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tor del Diario de la Marina, uno de los periódicos mayor difusión y traye c t o ria en Cuba, o de diferentes personalidades de distintos centros regionales hispanos. Como en otros países, la Cultural habanera sirvió de plataforma años después para la llegada del exilio republicano. Tras 1936, su fundador y muchos de sus socios acogieron y propiciaron la llegada a la isla y a otros países americanos de muchos de los profes o res que en los años previos al la Guerra Civil habían frecuentado las aulas y los teatros cubanos. Si destacada fue la labor de los emigrantes españoles en la modernización de sus tierras, en la mecanización del campo y en general en la dinamización de la economía española, no fue menos su porte al desarrollo de la ciencia y la cultura españolas. Desde Buenos Aires, Montevideo, La Habana, Santiago de Chile, México o San Juan, las colectividades españolas se organizaron en torno a Instituciones Culturales con el fin de contribuir al intercambio cultural y científico entre España y América. En algunos casos, sus directivos fueron los mediadores de la Junta para Ampliación de Estudios y las instituciones académicas americanas. En combinación con la JAE y las universidades locales, las Instituciones Culturales Españolas fueron las encargadas de promover y financiar en parte el intercambio intelectual. Obra de inmigrantes españoles, sobre todo de comerciantes, estas Culturales fueron instrumentos valiosos en la política de acercamiento entre España y sus ex-colonias. Su participación en el intercambio académico y en la potenciación de estas relaciones confiere a estas colectividades una labor importante, callada y poco reconocida, como mediadores y agentes que potenciaron los intercambios y el diálogo.

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Bibliografía

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Sanidad y mutualismo: hospitales de los emigrantes españoles en América X. Amancio LIÑARES GIRAUT Licenciado en Geografía e Historia (especialidad de Hª. Contemporánea) por la Universidad de Santiago de Compostela.

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sta filosofía y praxis social, en sentido amplio, hunde sus raíces ya en las primeras comunidades humanas, y desde siempre ha sido un recurso utilizado por distintos colectivos con problemáticas asistenciales diversas. Con frecuencia el mutualismo ha estado vinculado a las personas y sociedades desamparadas o con menos recursos, al mundo obrero urbano, y se hace habitual la búsqueda de soluciones mutualistas en el caudal de las corrientes migratorias, a lo largo de los tiempos. Genéricamente, casi en definición de diccionario, puede afirmarse que las asociaciones mutuales son entidades con personalidad jurídica, sin fines lucrativos, sostenidas por aportaciones periódicas, constituidas libremente por personas, inspiradas en la solidaridad, autogestionadas, y que tienen como finalidades la prestación de ayuda recíproca

X. Amancio Liñares Giraut (Negreira, 1961). Es profesor de Geografía e Historia en el IES «Terra de Xallas» de Santa Comba (A Coruña) y de Lingua e Cultura de Galicia en la Escuela Universitaria de Traballo Social de la USC. Ha publicado, como autor o coautor, más de una veintena de libros sobre temas históricos, agrarios, biográficos y literarios. Entre sus volúmenes con referencias a la emigración y al exilio están: O Val de Barcala, 1900–1936. Agrarismo, vida política, emigración e cultura (Feiraco, Santiago, 1986); (Ed.) O centenario de Castelao na lem branza, 1986 (Fundación Castelao, Santiago, 1997); Maruxa na Casa-Museo de Rosalía (Fundación Rosalía de Castro, 1999) –con Gonzalo Rey–; «Diccionario» Antón Avilés de Taramancos (tresCtres, Santa Comba, 2003) –con Antonio Puentes–. En esta misma editorial han visto la luz en 2007, Ramón Martínez López; Prensa e comarca. Medios de comunicación en Negreira, A Baña e Brión no século XX, –con Omayra Lista– y Son para a “Unión Barcalesa de La Habana” (1907-2007). También es autor de artículos de temática migratoria en prensa y revistas, así como de las secciones Letras da diáspora y Nas veas da diáspora, publicadas entre los años 1994 y 2001, sobre autores y textos literarios gallegos vinculados a la emigración.


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ante riesgos eventuales o lograr su mejora y bienestar general. No nos referimos aquí al mutualismo en su versión más ideologizada y restrictiva –socialista libertaria, proudhoniana, anarquista–, surgida a mediados del siglo XIX, sino a ese Mutualismo contemplado lato sensu, aunque también forjado y diseminado en la misma centuria decimonónica. En marzo de 1918 el Boletín Oficial del Centro Gallego de Buenos Aires proclamaba que El arma más poderosa que el hombre ha creado para luchar contra los embates de la miseria, es el mutualismo: la manera para combatir el mal, que generalmente es la falta de previsión, consiste en unirse colectivamente, ya sea, por gremios, en el terreno o por nacionalidades o por razas en el extranjero. La mutualidad es natural consecuencia de la solidaridad colectiva claramente consciente de sus fines de utilidad y de sus fines morales (citado por E. Sánchez y G. Vázquez, 1993: 37-38).

Unas de las preocupaciones constantes de los emigrantes ha sido la búsqueda de alternativas y soluciones para la asistencia sanitaria. La atención médica y hospitalaria, las consultas de atención primaria y operaciones quirúrgicas, el acceso a los medicamentos; todo lo que contribuye al cuidado de la salud constituyó –y constituye en la actualidad– una atención preferente y perenne en nuestras sociedades. La sanidad, junto con la educación y la cobertura social a través de un amplio y eficiente sistema de pensiones, son pilares básicos en la conformación de un Estado del Bienestar. Si esta demanda está presente y es objeto de debate en las sociedades desarrolladas de los albores del siglo XXI, bien podemos imaginar el grado de preocupación entre las agrupaciones de nuestros emigrantes durante las dos centurias anteriores, y, de modo esencial, en las décadas de “Españoles

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hacia América. La emigración en masa, 1880-1930”, en la expresión de un libro compilado por Nicolás Sánch e z - A l b o rn o z (1988). “Contra el desarraigo: cultura y mutualismo”, se titula un sugestivo capítulo preparado por Gonzalo Allegue en Galegos, as mans de América (2 vols., 1992; V. II: 213 y ss.). De la parcela e impronta educat iva de la emigración hispana a América, en donde sin duda también se hará presente el conc epto de mutualidad, se ocupa otro ap a rtado de Ciudadanos espa ñoles en el mundo, de la autoría de Vicente Peña. La educación, generalmente, también ha trabajado por una cultura de la higi e n e. El específico campo sanitari o , seg u ramente menos estudiado, es objeto de la presente contri bución, y centrándonos, después de una panorámica inicial que asienta pilares en el siglo XIX y aún antes, en dos instituciones y dos países de intensa huella migrat ori a : “La Benéfica” de La Habana (Cuba) y el Centro Gallego de Buenos Aires (Argentina), dos importantes encl aves hospitalarios, o b ra de españoles. LAS PRIMERAS SOCIEDADES: BENEFICENCIA Y SOCORROS MUTUOS Ya antes del período de emigración masiva podemos constatar la existencia de instituciones llamadas de “socorros mutuos” o de “beneficencia” (A. E. Fernández, 1992a, 1992b; M. Llordén Miñambres, 1996: 40-53; X. M. Núñez Seixas, 1998: 75-77). Estudios historiográficos, más profusos en el caso de la emigración italiana y en el espacio platense, coinciden en afirmar que en la diáspora ultramarina esta intensidad y diversificación se hace más presente en Cuba y Argentina, desde las décadas 1850-1860, pero también aludiremos a otras experiencias pioneras anteriores

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Policlínicas de la Casa de Galicia de Montevideo, Uruguay.

(México). En un estudio presentado al II Congreso Nacional del Comercio de Ultramar (1929) se cuantifica en 568 el número de diversas asociaciones de españoles en los países americanos de acogida, de las cuales un 60% estaban radicadas en Argentina y un 42´3% tenían fines mutualistas, a las que aún podría sumársele otro grupo de las caracterizadas como benéficas (M. Llordén, 1996: 42). Sin embargo estos datos estadísticos, útiles para la cuantificación, deberían aquilatarse con otras fuentes más precisas, como los censos de asociaciones. Así lo hace este autor, y nos ofrece otras cifras para los años 1926-1927: 767 sociedades españolas ubicadas en la República Argentina (de ellas, el 63´5% situadas en Buenos Aires –capital y provincia– y la mayoría de ámbito nacional-español); y, en el caso cubano, más del 62% de las asociaciones localizadas en la ciudad de La Habana, de las cuales un 52´4% eran de carácter comarcal, exclusivamente de origen gallego o asturiano.

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Las sociedades de Beneficencia [en adelante B.] intentaron ayudar al inmigrante en el país de acogida, para hacer frente a situaciones de enfermedad –muchas veces dolencias desconocidas, fruto de una nueva climatología tropical (fiebre amarilla, malaria, anquilostomiasis)–, falta de trabajo, desgracias económicas y atenciones fúnebres. “Las Sociedades de B. de los Naturales de Galicia, fueron al principio una sociedad de enlutados señores de bombín, pala y marmolina que enterraban a los paisanos que tisis o fiebre amarilla despachaban a espuertas”, relata G. Allegue (1992; V. II: 218). Muchas veces, los sucesivos infortunios desembocaban en la repatriación, completo desamparo, indigencia o muerte. El emigrante triunfador, la elite acomodada en nichos económicos prósperos, tampoco deseaba esta situación entre sus compatriotas, mezclándose actitudes de solidaridad y de dignidad étnica con el cuidado de la paz social y el evitar situaciones delictivas, consecuencia de la miseria. Así lo analiza A. E. Fernández (1987) y aporta otras consideraciones al respecto M. Fernández Santiago (1999: 209 y ss.). Se define como prototipo de directivo de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires al comerciante que frecuentemente tardaba 15 años desde que se inscribía como socio hasta que pasaba a integrar los cuadros dirigentes, “período en el cual había mejorado sustancialmente su situación económica, pasando de empleado a socio propietario o a comerciante por cuenta propia”. Además era frecuente que en los estatutos de las sociedades, al lado de los fines mutualistas, instructivos y culturales, se mantuviese una defensa de la dignidad y honor de los inmigrantes, como se puede observar en el caso argentino, concretamente en los textos legales del Centro Gallego de Buenos Aires o

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Las sociedades de Beneficencia intentaron ayudar al inmigrante en el país de acogida, para hacer frente a situaciones de enfermedad, falta de trabajo, desgracias económicas y atenciones fúnebres.


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de la Asociación Patriótica Española, aunque se podría ampliar a casi todas las sociedades gallegas e hispánicas, aún a mediados del sigo XX. Eran opciones que debían manifestarse incluso con vehemencia, dentro de las estrategias de construcción de la etnicidad y del prestigio de los emigrantes en los países de acogida. En sus orígenes –y regresamos a los años 1800– las primeras Sociedades Españolas de B., surgieron como modelos de entidades caritativas ya conocidas en el Antiguo Régimen. En la época colonial existían, por ejemplo, algunas asociaciones mutualistas de naturales del “Reino de Galicia” en México (1740), Buenos Aires (1790), Veracruz (1795) y La Habana (1804), “generalmente bajo la advocación del apóstol Santiago” (X. M. Núñez, 1998: 75). Querían solucionar los desequilibrios producidos por el propio fenómeno migratorio, ante la falta de políticas públicas de protección social. Se trata de “un modelo asociativo en donde se juntan la caridad cristiana con motivaciones de carácter filantrópico-humanitarias, que servían para resolver las propias necesidades asistenciales de los promotores y además presentaba el importante aliciente de poder exteriorizar socialmente su práctica colectiva” (M. Llordén, 1996: 44). Es en la ciudad portuaria mexicana de Tampico en donde se constituye la primera de estas asociaciones benéficas, en noviembre de 1840, e impulsada por el primer representante consular español –Francisco Preto Neto– tras la independencia del país azteca. Más tarde el solar mexicano ve nacer otras entidades de este tipo: México D. F. (1842), Puebla (1860), Veracruz (1869)... (P. Lorenzo Laguarta, 1951). En la actualidad se ubican sociedades españolas de B. en diversas áreas mexicanas, además de las citadas: Monterrey, Pachuca, La Laguna, Potosi….

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Los catalanes crean en Cuba en 1841 la potente Sociedad de B. de los Naturales de Cataluña en La Habana, impulsada por los acaudalados Antonio Font y José Gerner. Su ideario coincide con el de la Sociedad de B. Española de Tampico y de otras muchas entidades posteriores: se habla en todas ellas del socorro a los necesitados, servicios funerarios para los pobres, ayuda para encontrar empleo, repatriaciones, etcétera. En ese país habrá que esperar hasta el 31 de diciembre de 1871 (descripciones de C. Naranjo, 1988: 104 y ss., J. C. González, 2003: passim y J. A. Vidal, 2007: 70 y ss.), debido a los impedimentos legales, para ver la aparición de la segunda sociedad de este tipo, la Sociedad de B. de los Naturales de Galicia, “por iniciativa de los miembros más destacados de la colectividad gallega” (P. Cagiao, vol. 1, 2007: 69-72) y será seis años más tarde cuando nazcan las sociedades Vasco-Navarra y Asturiana de B. (1877) en la capital de la Gran Antilla. Todavía en 1997 el presidente de La Beneficencia, A l f redo Gómez, decía en una entrevista con el autor del libro La Galicia antillana que “125 años después sigue con el mismo funcionamiento, es decir que nosotros aquí practicamos lo que es auxilio por necesidad, auxilio por enfermedad, tenemos panteón para socios y familiares; es decir con el recibo suyo tienen derecho a los beneficios de la sociedad el padre y la madre, el cónyuge y los hijos hasta los 14 años. (...).Tenemos 2.111 socios de los cuales 562 son gallegos de nacimiento. El resto son hijos, nietos y otros que no son familiares siquiera de gallegos, pero que han sido presentados por un asociado. Ya antes de la Revolución era igual, no se rechazaba al cubano, siempre que fuera presentado por un asociado” (J. A. Vidal, 2007: 73). La aplicación de la Constitución española de 1876 –con su Ley de Asociaciones– en la aún entonces provincia de ultramar posibi-

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lita también allí la extensión del asociacionismo, sobre todo en forma de colectividades regionales, ya que era necesario afirmar las identidades particulares, en ese territorio cubano todo él todavía integrado en la monarquía española. Aún hoy perviven colectivos con el nombre de sociedades de B. reuniendo a emigrantes andaluces, castellanos, montañeses, catalanes o aragoneses. El periódico El Eco de Galicia, editado en La Habana, decía sobre estas entidades en el artículo “La Sociedad de Beneficencia” (27/1/1884): Disperso un gran número de gallegos por estas tierras de América, comprendieron la necesidad de asociarse á tan alto y filantrópico fin y lo mismo en esta Antilla, que en las repúblicas del Sur, en las cuales, desgraciadamente para Galicia no escasean sus hijos, crearon Sociedades de Beneficencia y Centros provinciales que responden á la más patriótica y caritativa de las ideas.

Marcando diferencia con las sociedades meramente mutualistas que existieron en diversos países europeos durante el Antiguo Régimen, las creadas en América incluían inicialmente como uno de sus objetivos principales la reivindicación de la etnicidad del origen.

Como indica C. Naranjo (1988: 111), esta sociedad benéfica sirvió de ejemplo para la fundación de diversas asociaciones mutualistas en la Isla, que amparaba a los inmigrantes ante la inexistencia de una legislación laboral y social en los primeros años del nacimiento de la República de Cuba. Esta beneficencia y mutualismo destacó además en momentos de crisis económicas, ayudando a la repatriación de muchos gallegos. Marcando dife rencia con las sociedades meramente mu t u alistas que existieron en dive rsos países europeos durante el Antiguo Régimen, las creadas en América incluían inicialmente como uno de sus objetivos principales la re ivindicación de la etnicidad del ori ge n : “En la década de 1850-60 surgi e ron en el Río de la Plata las pri m e ras entidades que bu s c aban edificar esa etnicidad en una pers p e c t iva panhispánica, combinando las actividades asistenciales con las pat rióticas” (A. E. Fe rnández, 1992: 132). El

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intenso asociacionismo posterior ya ap o rtó un mayor acento regionalista y comarc a l , cuestionando a veces la “mat riz común hispánica” (A. E. Fernández, 1992: 135). En 1852 echa a andar la Sociedad Española de B. de Buenos Aire s, a la que seguirán las homónimas de Cañuelas, Córdoba, R o s a rio y la de B. y Hospital Español de Mendoza, hasta los pri m e ros años del siglo XX. En esa Rep ú blica platense también destacaron en la segunda mitad del XIX la Asociación Hispano-Argentina de protección a los Inmigrantes Españoles (1889) y la Asociación Patriótica Española de Buenos Aires (1896), extendida después a otras urbes del país (Rosario de Santa Fe, Mendoza, Luján). También hay que tener en cuenta, como hemos leído en escritos de A. Pérez Prado, que los símbolos de Galicia fo rman parte de mu chas instituciones en el paisaje urbano de Argentina, s o b re todo en Buenos Aires, y, no pocas veces, se complica la realidad al llamarse españolas, sea en los terrenos asociat ivo, bancario, d ep o rt ivo o sanitario. De nuevo el deb ate semántico, con connotaciones re ivindicativas, p at rióticas y disquisiciones ideológicas, extensivas al conjunto de la emigración gallega al Nuevo Continente. Los vo c ablos gallego y español en la metáfo ra , la metonimia y la sinécdoque, en el siglo XIX y en el XX. El nomenclátor de entidades sanitarias ubicadas en este espacio platense no es ajeno a estas confusiones léxicas, más o menos intencionadas, q u e, en todo caso, aunque no las ignoremos, no constituyen el tema esencial de este trabajo. En tal temática se inyectan cuestiones de identidades, con patologías y vacunas dive rsas. Se puede completar la panorámica en otros Estados lat i n oamericanos con las re fe rencias a las asociaciones de Chile – S a n t i ago (1856), Va l p a raíso (1851), Iquique (1877), Talca (1882)

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y Concepción (1886)–, B rasil –Sociedad Española de B. de Río de Janeiro (1858), y también las mutualistas de Bagé (1868), Po rt o Alegre (1893), São Paulo (1898)–, Guatemala (1866), Sociedad Española de B. de la Rep ú blica Oriental del Uru g u ay (1881), Perú –El Callao (1883), Lima (1884), Iquitos y Cerro de Pasco–. Insistimos en el pro t agonismo de emigrantes enriquecidos y cónsules españoles en la puesta en marcha de estas entidades. Destaca L l o rdén que animar este altruismo ha supuesto condecoraciones e i n cluso títulos nobiliarios para las autoridades españolas, que se ejemplifican muy bien en el caso cubano (1996: 47). En todo caso, como afirma X. M. Núñez, interv i n i e ron en sus direcciones “tanto las élites del ascenso económico (…), que en el medio plazo tend i e ron a monopolizar los puestos directivos de las instituciones, como también agi t a d o res intelectuales y políticos, que juga ron un i m p o rtante papel de lidera z go ” (1998: 76). Y es amplia la nómina de sociedades de beneficencia que cabría añadir en ge ografías y c ro n o l ogías variopintas: Baía, R e c i fe (1915), São Paulo, Nueva Yo rk , Massachusetts, Nueva Je rs ey, C a racas (1914), La Guay ra , San José de Costa Rica, Santo Domingo (1933)… Muchas de ellas, a lo largo del tiempo, f u e ron amoldando sus fines a las situaciones concre t a s , ampliando su elenco de objetivos. Por ejemplo, en Argentina se constata la construcción y funcionamiento de hospitales en Buenos A i res (Sociedad Española de B., 1877) y en las ciudades de Córdoba, R o s a rio y Mendoza; y en Brasil las sociedades de Río de Ja n e i ro y Baía logra ron desarrollar todo un programa de asistencia médica, hospitalaria y farmacéutica, así como de cobert u ra social. Las sociedades de Beneficencia no alcanzaban a cubrir todas las necesidades y situaciones difíciles de los emigrantes. De

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Sanatorio Español de Montevideo, Uruguay.

ahí que, cuando las circunstancias lo perm i t i e ro n , se diese el paso a entidades con mayor potencial económico y asociat ivo, que resolviesen pro blemas más acuciantes y con mayor calado. Con la ex c epción de la situación cubana, por su carácter de terri t o ri o español hasta 1898, en casi todos los países de re fe rencia nacieron sociedades de socorros mutuos, que rep re s e n t a ron el ge rmen de futuros sistemas estatales de seg u ridad social. El mutualismo iberoamericano ap a recerá en la segunda mitad del XIX para tratar de hacer frente con más re c u rsos a las necesidades sanitarias de los trabajadores, asalariados y autónomos. Las epidemias que se ex t e n d i e ron en el tercer cuarto del XIX en va rias áreas de la inmigración americana (cólera , fi eb re amarilla) acelera ron este pro c eso societario de autogestión, s o b re todo entre los emigrantes italianos y españoles. Por ejemplo, resultó muy dramática la ep i d emia de fi eb re amarilla que sacudió Buenos A i res en 1871 (análisis de L. Malosetti en D. Armus, 2005: 41 y ss.).

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Es ahora en Uru g u ay en donde encontramos la Asociación Española Primera de Socorros Mutuos [en adelante S. M.] de Montevideo (1853). Le seguirían otras ciudades del país y ya a cont i nuación A rgentina (1857), Brasil (1868) y Chile (1889). Pero el e n t o rno bonaerense representa el espacio más intenso e import a nte en esta modalidad asociat iva (Asociación Española de S. M. de Buenos Aires, Asociación Catalana Montepío de Montserrat, Asociación Española de S. M. de Rosario de Santa Fe). La idea h abía ido prendiendo con fuerza en diversas poblaciones del país, llegando a coexistir 179 de estas asociaciones en la República Argentina a la altura de 1910. Y otra cifra llamat iva: en un período de setenta años, entre 1857 y 1927, se constituyeron en esta nación a u s t ral 433 instituciones de ayuda mutua (M. Llordén, 1996: 52). El definitivo Centro Gallego de Buenos Aires, conformado en 1907, con sus funciones mutualistas y asistenciales, se convertirá en la más importante de las asociaciones hispánicas en Argentina, como veremos en páginas posteri o res. Le siguen en número a Argentina las 27 sociedades españolas de socorros mutuos registradas en Brasil en 1927. Benéfico-mutualistas, p a ra dotar de at e nción sanitaria y protección a las mujeres, fueron las Hijas de Galicia (1917) en La Habana, de la que nos ap o rtan datos esenciales C. Naranjo (1988: 124-132) y más recientemente J. A. Vidal (2007: 94-100). Aunque sus servicios eran en sus inicios para gallegas, al año siguiente se acordó que podían asociarse todas las mujeres españolas que no gozasen de este tipo de asistencia. Las Hijas de Galicia inauguraron una Casa de Salud en 1923 y un Balneario Social en Miramar en 1938 (P. Cagiao, vol. 1, 2007: 161162). Y, además, pueden anotarse entidades de este tipo en Nueva York (1868) y San Juan de Puerto Rico (1883). Su número de aso-

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ciados podía oscilar entre unas docenas –Belo Horizonte, Bragança, Jahú, R e c i fe…– o varios centenares de afiliados –São Paulo, Santos, Campinas, Nueva York–. Sólo algunas de las form adas en la capital federal argentina superaban el millar de asociados en la década de 1910. La puert o rriqueña Asociación Española de Auxilio Mutuo y B. (1883) alcanzó la cifra de mil asociados en 1908. En 1910 la habanera Sociedad de B. de los Naturales de Galicia rebasaría la cifra de 1.300 socios. DOS IMPORTANTES COMPLEJOS HOSPITALARIOS EN CUBA Y ARGENTINA “La Benéfica” de La Habana A partir de 1906 entra en funcionamiento la Quinta de Salud “La Benéfica” del Centro Gallego . Este espacio, alquilado en 1885, fue después comprado en 1893. Esto suponía un alivio, entre otros motivos también porque la entrada en La Habana con documentaciones incompletas o siendo port a d o res de alguna enfermedad podía llevar a los inmigrantes al criticado y humillante campamento o lazareto de Triscornia, situado en la bahía habanera, e incluso a su expulsión al país de origen (C. Naranjo, 1988: 83 y ss.; J. A. Vidal, 2007: 40 y ss.). Ya doce años antes el Centro Gallego de La Hab a n a –fundado en 1879– se marcó el objetivo de comprar una de las Casas de Salud que venía prestando servicios sanitarios a sus asociados. Y así se harán con “La Benéfica”, sita en el reparto de Concha, en la c apital cubana, cuando presidía la directiva Bonifacio Piñón. Esta Quinta de Salud “La Benéfica” dispondrá en estos primeros años del siglo XX de una finca de casi 28.000 metros cua-

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drados, que contará con nu evos pabellones y departamentos (Luís G. Tosar, 1992: 141-142). Paralelamente se estaba ge s t a ndo la construcción del llamado Palacio del Centro Gallego en Prado 458, f rente al Pa rque Central habanero, inaugurado en 1913, que ve de frente al también destacado Centro Asturiano. En su libro sobre impresiones de Cuba (1913) –citado por José Antonio Vidal, 2007:81–, el británico R. Lloyd sostenía que la agrupación regional gallega era ... la sociedad más importante de la Isla, y en cuanto al número de socios no tiene rival en el mundo entero. Su espléndido edificio nuevo figura entre las mejores obras arquitectónicas de América (...). En junio de 1912 el número de sus socios ascendía a la enorme cifra de 34.442 y en la actualidad pasa de 36.000 (...). El capital de la Sociedad pasa de 900.000 $ y su entrada anual por concepto de cuotas asciende a 490.000, en la manutención del sanatorio invierten 250.000 $ al año; en instrucción 17.500; en entretenimientos sociales 7.000, y en las delegaciones de toda la isla 68.000 $.

Vidal Rodríguez lo califica como “el orgullo del colectivo gallego y el florón arquitectónico de La Habana durante el primer tercio del siglo XX” (ibídem: 77). La preocupación por dotarse de un servicio sanitario ya era una cuestión abordada en el Centro Gallego desde los primeros tiempos de su andadura societaria. El principal anhelo de los inmigrantes en Cuba durante el último tercio del siglo XIX “fue protegerse contra la insalubridad del clima tropical, los duros trabajos que minaban su salud, la estacionalidad de su mercado laboral y las constantes crisis económicas y políticas a las que estaba sometida la isla, en la que ellos no contaban con la solidaridad próxima de su e n t o rno familiar y vecinal” (J. A. Vidal, 2007: 71). Alrededor de

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1888 –relata L. González–, bajo la presidencia de Antonio Rivero Peón, se trata una moción en la que se pide asistencia médica para los asociados en una Casa de Salud habanera y se toma el acuerdo de usar los servicios de la Casa de Salud “Quinta del Rey”, procediendo además al nombramiento del primer médico-inspector del Centro, el doctor Victoriano Andrade. Al mismo tiempo “se crea una sección sanitaria con un reglamento propio, y se le añade al organigrama otra nueva Sección, la de Protección y Trabajo. El Centro Gallego de La Habana contribuye con diecisiete pesos mensuales al sostenimiento del Instituto Bacteriológico creado en Cuba un año después de la puesta en marcha en París del famoso Instituto Dr. Pasteur” (1992: 140). Después de que ya las entidades comarcales dispusiesen de un mínimo de atención sanitaria para sus asociados, fue el Centro Gallego quien “ c reó un sanat o rio de grandes dimensiones y con todos los medios científicos, que puso al servicio de sus socios y de sus familiares mediante el pago de una modesta cuota mensual” (X. Neira Vilas, 1992: 162). Tras el pago de la cuota, el asociado tenía dere cho a la asistencia médico-quirúrgica, hospitalización, medicinas, transporte de enfermos, entierro… (C. Naranjo, 1988: 122). Conservamos testimonios directos de agradecimiento por sus esmerados cuidados a los pacientes, como el que nos ha dejado en sus escritos el poeta ga l l ego autodidacta José Baña Pose (el xalleiro Pepe de Xan Baña, biogra fiado por Xosé Mª Rei, 2005), con párra fos encomiásticos para la institución, publicados en C u l t u ra Gallega - C e n t ro Gallego (nº 59-60, septiembre, 1938, p. 24). En esta misma revista puede leerse la “Cuenta del sanat o rio ‘La Benéfica’ con una maravillosa organización”:

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Hemos tenido el gusto de visitar este importante centro benéfico (…). Recorrimos todas las dependencias, quedando admirados al ver su funcionamiento y encontrarnos que en casi todas ellas están instalados los aparatos de cirugía más modernos. La asistencia es insuperable (…). La alimentación es perfecta (…). En la Farmacia gran movimiento pues se despacha diariamente un aproximado de 2.000 recetas (…). Los jardines son un verdadero encanto (…) que sirven a los enfermos de solaz y esparcimiento.

Según la publicación Galicia (1916, 1918): “Los gallegos en Cuba no tienen sólo un palacio Social en La Habana, ni sólo una Casa de Salud, La Benéfica, sino sanatorios en Cienfuegos, Santiago de Cuba, Cárdenas, Manzanillo y otros pueblos”, a los que hay que sumar las instalaciones médicas de Guantánamo, Ciego de Ávila y Sagua la Grande (J. A. Vidal, 2007:86). En un cuadro estadístico se ofrecen, además, datos sobre el movimiento de sus departamentos de farmacia, laboratorio y rayos X, sólo durante el segundo cuatrimestre de 1938, con un monto total superior a los 150.000 servicios (ibídem, p. 25). El sanatorio “La Benéfica” se convirtió en un modelo de clínica mutualista, con filiales en diversas partes del país. Y otro tanto ocurrió con el sanatorio de la Asociación Hijas de Galicia (1917) –a la que ya hemos aludido anteriormente–, centrando su atención en mujeres y niños, debido a que el Centro Gallego a esas alturas sólo admitía como asociados a hombres adultos, como nos subraya Neira Vilas (1992: ibídem). El conjunto del Centro Gallego de La Habana, y sus entidades anejas (culturales, educativas y sanitarias) vivirá una época de esplendor en los “felices años 20”, tras la crisis bancaria de 1921 (C. Naranjo, 1988; 219 y ss.). Sufrió las graves consecuencias del crack económico de 1929, que tan intensamente golpeó también a los países sudamericanos y sus exportaciones, que

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Palacio de la Cirugía de La Benéfica de La Habana, en un folleto de 1942 para captar asociados.

incluso llevó en Cuba a la suspensión de pagos y desaparición de la Caja de Ahorros y Banco Gallego (1906), sito en La Habana, en 1930. También padeció el desgarro de la Guerra Civil española y los bandos –republicanos y franquistas–, con alternativas enfrentadas en las candidaturas al control del Centro. En el tema que nos ocupa, las prestaciones sanitarias, ya en la década de 1950, serán “la piedra angular de la economía y la principal meta del Centro” (L. González, 1992: 144), cuando la institución aspira a tener un espacio propio y una buena posición socio-política en la Cuba de Batista. Para dar sólo una idea de la importancia sanitaria de la Casa de Salud La Benéfica, apuntar que del presupuesto general del Centro para el año 1952, que ascendía a un millón setecientos cincuenta mil pesos, en la Benéfica se gasten, aproximadamente, un millón cien mil. En el sanatorio hay un movimiento diario de seiscientos cincuenta enfermos, cifra a la que hay que añadir otros ciento y pico ancianos, en su mayoría gallegos, que se albergan en régimen de

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internado en tres pabellones de La Benéfica, por carecer de recursos y de familiares que los puedan atender. En el año 1942 se estrena la Casa de Salud del Centro, un moderno y avanzadísimo edificio de cinco plantas totalmente equipado para el servicio exclusivo de cirugía y que atendido por una notable plantilla de profesionales recibe el nombre de Unidad Quirúrgica, que sólo en el año de su apertura cubrió más de tres mil intervenciones (1992: ibídem).

Podemos conocer en un artículo reciente otras informaciones útiles: La Casa de Salud “La Benéfica” en la década de los cincuenta llegó a contar con trece pabellones (vías respiratorias, enfermedades cardiovasculares, mentales y nerviosas, medicina general, infecto-contagiosas, hidroterapia), con un término medio diario de 650 enfermos, entre los que se incluían ancianos desvalidos en albergue perm a n e n t e (http://www.fillos.org/fillos/ taboleiro/mensaxes/1163.htm).

Con el nuevo régimen revolucionario cubano, triunfante en 1959, finaliza la andadura de este hospital de gallegos y españoles en Cuba, como entidad asociativa mutualista y privada. El pago de una cuota mensual para obtener asistencia médica carecía de sentido al convertirse en gratuitos los servicios de salud pública. Los otrora asociados disfrutaban de estos beneficios, sin tener que pagar policlínicos u hospitales. La sanidad será uno de los campos que se convierta en público (sistema de Seguridad Social) y con competencia plena y exclusiva del Estado. En los primeros años del proceso revolucionario castrista se interviene el Centro Gallego (1961) así como sus instituciones afines (“La Benéfica”, Plantel de Enseñanza “Concepción Arenal”). Por aquel entonces el “muy ilustre” Centro Gallego habanero tenía afiliados en torno 40.000 socios, residentes en la capital de la República, que serían casi 60.000 asociados en todo el territorio

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de la Gran Antilla. Con la revolución, estas entidades cambian su nombre. La Benéfica e Hijas de Galicia, situadas en la zona de Luyanó y el municipio habanero 10 de Octubre, pasarán a llamarse Miguel Enríquez y Hospital Materno Infantil, respectivamente. Las nuevas denominaciones alcanzan también a otros complejos sanitarios con raíces en la emigración española: el Hospital de Dependientes del Comercio –fundado en 1881– es en la actualidad 10 de Octubre, y la Clínica Covadonga –vinculada antes al Centro Asturiano, fundada en el municipio de El Cerro en 1886– es hoy el hospital Salvador Allende. Estas amplias instalaciones presentan también estructuras bastante similares, con avenidas ajardinadas y varios pabellones independientes. La historia específica y pormenorizada de la Casa de Salud “La Benéfica” de La Habana, a lo largo de su más de medio siglo de existencia, está aún por investigar y publicar en toda su profundidad. Por eso son de agradecer las informaciones fragmentarias con las que hasta ahora contamos y que se enriquecieron con los recientes datos de J. A. Vidal, de inminente publicación. Los emigrantes en Cuba entrevistados por C. Naranjo en la década de 1980 reconocían la asistencia médica como la principal labor del Centro Gallego, “pocos de estos indicaron como motivo de su asociación la añoranza de España y el deseo de estar entre españoles” (1988: 122). El Centro Gallego de Buenos Aires En el caso de la labor sanitaria desempeñada por el Centro Gallego de Buenos Aires contamos ya con estudios detallados, que, al menos, constituyen una interesante base para futuras publicaciones (Rogelio Rodríguez, 1940; Eduardo Sánchez y

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Graciela Vázquez, 1993). En la redacción de sus trabajos han tenido en cuenta la documentación (actas, memorias, e s t a d í s t icas, prensa, e t c é t e ra) de la propia institución bonaere n s e. En ambos libros, que compendian el periodo 1907-1990, se sigue una línea cronológica, a través de la nómina de presidencias de la entidad y juntas directivas al completo. De ahí que, al igual que en el caso cubano, omitamos ahora la reiteración de nombres de los sucesivos presidentes. Hay una relación muy porm enorizada de la gestión y los logros alcanzados en cada momento por los re c t o res de Centro Gallego bonaerense, con una retahíla de descripciones imposibles de incluir en el presente trabajo. Además, la institución publicó a lo largo de los años revistas y boletines propios, que son fuente de información muy extensa. Aquí se impone la síntesis. Otra vez se destacan las ideas del mérito y la justificación en la ge s t i ó n , dirigidas no sólo a los ga l l ego s , sino también a la sociedad argentina. En este interés ge n e ralmente tan frecuente por el mérito y los reconocimientos en la sociedad emigrante en América, recordamos las pert i n e ntes re flexiones de Xosé M. Núñez (1988: 358 y ss.). Y algo re l acionado con esto puede ser que la citada edición de Rodríguez Díaz se ab ra con una sentencia de Ramón y Cajal: “Sólo merecen la gloria los hombres que, mediante la acción inteligente y altruista, embellecieron, mejoraron y escl a re c i e ron el mundo en que habitamos”. Aunque ya había existido un primer Centro Gallego en Buenos Aires (1879-1992), como sociedad recreativa y cultural, debemos considerar para nuestro relato el que nace el día 2 de mayo de 1907, y que a partir de 1911 se orienta hacia la labor benéfico-mutualista, ofreciendo a sus asociados servicios médi-

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cos, fúnebres, asesoramiento jurídico y farmacia social, lo que hace crecer de forma rápida y muy notable su número de afiliados. Partiendo de una modesta cifra de 200 socios en el año fundacional, a la altura de 1950 será el mayor de América, con 85.000 asociados. Todavía en tiempos recientes el Estatuto Social de la institución, de 1990 –año en que la Xunta le concedió la Medalla de Ouro de Galicia–, afirma que son tres sus fines: “ mu t u a l i d a d, c u l t u ral y acción social” (texto estat u t a rio en Apéndice I de E. Sánchez y G. Vázquez, 1993: 225-229): La sección mutualidad proporciona asistencia médica en los consultorios sociales y a domicilio, tratamiento y demás servicios auxiliares de la medicina, medicina preventiva y educación sanitaria, medicamentos prescriptos por los médicos de la Institución, internación en el sanatorio social para la intervención quirúrgica y servicio fúnebre a los socios indigentes (p. 225).

Pero la trayectoria de este Centro Gallego porteño ha sido larga, hasta llegar a los tiempos actuales, con no pocas situaciones de UCI, servicios de urgencia y reanimación. Desde el principio sus impulsores enarbolaron la bandera del mutualismo, construyendo este monumento a la solidaridad social, haciendo de la confluencia de las calles de Belgrano y Pasco, “la esquina porteña de la galleguidad universal”, como así lo reconoció el propio gobierno de la ciudad. Mª Mirta Vázquez, prologuista del libro de R. Rodríguez, nos señala que “la mayor parte de los paisanos que llegaban a esta Argentina fecunda, traían un baúl cargado de ilusiones como único equipaje. Tratando de que no se sintieran tan solos, aunque el medio fuese hospitalario, se pensó en crear un lugar donde se mantuviera vivo el espíritu y la cultura de su patria, y donde también encontra-

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Desde el principio los impulsores del Centro Gallego de Buenos Aires enarbolaron la bandera del mutualismo, construyendo este monumento a la solidaridad social.


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ran cura para sus males físicos (…). Así nació el Centro Gallego de Buenos Aires, la Institución más grande que representa a Galicia en la emigración, y una de las mayores del mundo en su género” (1940: 1-2). También el autor del estudio lo califica como “arquetipo y exponente máximo del mutualismo hispanoamericano”, manifestando ya entonces su preocupación por su futuro, en lo concerniente a su encaje en el sistema sanitario del Estado (ibídem: 9) y reconociendo que ya desde el siglo XIX existían en Buenos Aires “dos grandes emporios españoles de mutualismo, perfectamente organizados y pletóricos de recursos y posibilidades para cuantos d e s e a ran cobijarse a su amparo”, en los cuales “la preponderancia numérica de los gallegos era evidente” (1940: 34). A partir de mayo de 1907 y de los 200 socios iniciales, con local alquilado en la calle Estados Unidos 1056, se llegan a establecer los pri m e ros ensayos de asistencia médica –calle Perú 689–, con una sala de servicio de curaciones y mobiliario cedido por los asociados. El doctor Pablo Rubido, junto a un enfe rm e ro rentado, i n i c i aba además las visitas gratuitas a los domicilios. Se le pide entonces un crédito de 2.000 pesos al Banco de Galicia y Buenos Aire s, y ello posibilita la puesta en marcha de las pri m eras acciones para remediar dive rsas necesidades pere n t o rias en caso de enfe rm e d a d, indigencia, desalojo o rep at riaciones. Los rumbos del mutualismo se incrementan a partir de 1911 –local en calle Vi c t o ria 1176–, se redactan nuevos Estatutos y se ab ren cons u l t o rios médicos bajo la dirección del facultativo Avelino Barri o . En feb re ro de 1913 ve la luz su primer Boletín social, el gobierno argentino lo dota de personalidad jurídica (18/9/1913) y un año más tarde ya hay diez médicos trabajando para más de 3.500 asociados, y se diseñan planes para la construcción de un sanat o ri o ,

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que se verán dificultados por el periodo de aguda crisis económica en el país, como consecuencia de la I Guerra Mundial. En 1916 los servicios médicos y asistenciales del Centro se ofrecen en una nueva dirección: M o reno 1620. Se dispone de 18 médicos, con sala de pri m e ros auxilios y 6 consultorios: cirugía, pediatría, oftalmología, odontología, rayos X, análisis y obstetricia. Los socios son 4.209 (octubre, 1917). Poco después se a d q u i e re por 65.000 pesos el edificio de Belgrano 2189. Tras algunas re fo rm a s , se inaugura el 2 de mayo de 1920, con casi 9.000 afiliados. Se mejora la cirugía y se incorp o ra la otorri n o l a ri n go l ogía a las especialidades médicas. Este centro irá creciendo, “en un magnífico impulso hacia la altura. (…) Empieza a encumbra rs e con pasos de gigante”, s u b raya el libro de re fe rencia. Las donaciones part i c u l a res ap o rtan 52 camas, y con créditos, ri fas y activ i d ades lúdicas se recaudan fondos para dotar la obra y lograr sus varias ampliaciones. En el propio año 1920 se compra el edificio colindante de Belgrano 2171, i n a u g u rado en octubre de 1923, cuando ya son una treintena los médicos y casi 10.000 los asociados. En el trienio 1923-26 se logran nuevas metas: 16.000 socios, c reación de una Oficina de Trabajo e Inmigración ( ab ri l , 1924), adquisición de seis propiedades contiguas al edificio social –calles B e l grano, Pasco y Moreno–, p royectos del Panteón Social, ex t e nsión del servicio farmacéutico, con más fa rmacias asociadas, impulso del Boletín Social –que pasará a llamarse Galicia–, ampliación de especialidades médicas y consultas jurídicas así como capitalización importante de los recursos económicos de la entidad. Se emiten obligaciones de 50 pesos, pero también se re c iben importantes donaciones de part i c u l a res e incluso llega desde Galicia el ap oyo económico del Banco Pa s t o r.

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Después de años de bonanza se hace sentir negativamente la crisis económica mundial de 1929, cuando el Centro suma 22.000 socios. Aún así se resuelve el concurso de proyectos para la realización del Panteón Social. Entre dieciséis propuestas se opta por la de Alejandro J. Varangot, con un aspecto de románico compostelano para su fachada. Cuesta 350.000 pesos. Su capacidad es de 1.826 nichos y 300 urnas. En junio de 1930 se registran 27.237 asociados. El Panteón se inaugura el 25/7/1932. La década de 1930 continúa centrada para la entidad en la construcción de un renovado edificio social, la organización de los servicios médicos y la ornamentación del mausoleo del cementerio de Chacarita. En 1933 se alcanzan las cifras de 39.000 socios y 1.541.000 pesos de capital social. En ese crecimiento vertiginoso se llega a los 50.000 socios en junio de 1935. Se reconoce en los escritos conservados que es en el Banco de Galicia y Buenos Aires en donde el Centro Gallego ha tenido siempre uno de los respaldos más firmes “para su labor humanitaria y progresista”, y que “fue también allí, entre los responsables del mismo, donde el Centro ha seleccionado a menudo no pocas de las figuras del plantel de sus gobernantes”. En los finales de esta década se produce una sensación de “saturación de vitalidad y agitación colectiva”, con más de doce mil solicitudes pendientes de trámite. Aún así se superarán los 60.000 socios –junio, 1938– y los 70.000 en 1940. Las últimas secciones creadas fueron los servicios de ambulancias y maternidad. Además, como hemos apuntado entre la emigración gallega en Cuba, se vivirán en el seno de la entidad las tensiones entre franquistas y republicanos, al compás de los acontecimientos bélicos acaecidos en la España que sufre la guerra de 1936-39. Las disensiones se evidencian tanto entre los directivos como entre el conjunto de la masa social. Por esto, se hacen votos por la responsabilidad, reconci-

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Fachada del Centro Gallego de Buenos Aires, Argentina.

liación y decisiones de equilibrio en la entidad. En este contexto de estar llegando al final de su libro, la sentencia grandilocuente de R. Rodríguez: “¡Hermosa condición de nuestra raza gallega que, en su anhelo de mostrarse eficiente y generosa para el bien de sus semejantes, no escatima esfuerzos, e incluso hace del amor propio una fuente de sorprendentes conquistas sociales!” (1940: 179). Páginas adelante, el autor advierte que “para apreciar la verdadera diferencia entre la medicina ejercida como simple negocio especulativo y como obra humanitaria de asistencia social, hay que ir al Centro Gallego” (p. 201). Será por eso que dedica un capítulo a centrarse en el cuerpo médico de la entidad y en su personal administrativo, valorándolos siempre muy positivamente, y considerando injusto que los historiadores los dejen en el anonimato. Las estadísticas, como sucedía con las entidades médicas de españoles en Cuba, solían recoger en sus memorias el número de servicios médicos, consultas, operaciones quirúrgicas, medicinas dis-

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pensadas; es información muy prolija, de la que sólo destacamos aquí el dato siguiente: en los años 1930 se dispensa un promedio superior al millar de servicios médicos prestados diariamente. El doctor A. Barrio, en un discurso en el acto celebrado con motivo del 25º aniversario del Centro, decía: “Dado que nuestros socios, en su casi totalidad, son obreros y empleados, personas no pudientes en su gran mayoría, fácil es calcular en qué interesante proporción el Centro Gallego contribuye a descongestionar los establecimientos hospitalarios nacionales y municipales. (…) Si no estuvieran tan universalmente probadas las incuestionables ventajas del mutualismo bien organizado, bastaría solamente citar todo lo que el Centro Gallego ofrece a cada uno de sus asociados por la módica mensualidad de dos pesos, para causar asombro al más descreído”. En la radiografía del complejo en torno a 1940 se insertan más de 140 médicos y110 enfermeros –que cubren las 24 especialidades ofertadas–, 4 abogados y 243 farmacias autorizadas en la capital y sus suburbios. Juan Manuel Pérez escribe en el prólogo al libro de E. Sánchez y G. Vázquez (1993:9-10) que los últimos cincuenta años del Centro Gallego bonaerense pueden dividirse en varias etapas, teniendo en cuenta también su impronta sociocultural: década de 1940, periodo 1950-75 y 1975 a 1992. Son acotaciones cronológicas pendientes de la situación política en España: posguerra, régimen franquista, transición democrática y consiguiente Autonomía de Galicia. En 1941 se inaugura la segunda etapa del edificio social. Se superaban entonces los 70.000 socios, de los cuales 41.000 son españoles y 28.000 argentinos. En 1950 la entidad se convertía en la primera entidad mutualista de América, con 85.000 asociados (ibídem: 43). En este libro se hace más hincapié en que el Centro incorpora cambios importantes: sin abandonar el mutualismo, “a partir de 1945,

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la proyección de la Institución incorpora nuevos objetivos que tienen como finalidad el conocimiento y difusión de los valores culturales de Galicia” (p. 53). Y a describir esta línea de actuación, siempre con la sucesión de presidentes y directivas, se dedican buena parte de las descripciones en este volumen. En lo que concierne a la medicina mutual, un Apéndice II, recoge lo siguiente: - El sanatorio social abarca 22.000 metros cuadrados, distribuidos en seis platas y dos subsuelos. A esta cifra debe añadirse el edificio anexo de Valentín Alsina y el Panteón Social. - La incorporación de nuevos servicios médicos (anestesiología y renovación de ortopedia) se inicia en 1953. En 1955 llega el servicio de radioterapia y en los años siguientes van añadiéndose hepatobiliares y laboratorio de control de fármacos (1963), cirugías cardiovascular, plástica, quemados (1970), terapia intensiva (1971), rehabilitación, alergia, medicina nuclear y cirugía del tórax, así como ayuda económica mutual (1973), psiquiatría (1983), tomografía, dotación informática y técnicas médicas más avanzadas –láser, ecografía…– hasta los años 1990. - Se ponen en marcha sistemas de residencias médicas, postgrados, nuevos laboratorios y convenios (Hospital Español, Fundación René Favaloro). Y se destaca la intensificación de relaciones con la Consellería de Sanidade de la Xunta de Galicia, a partir de la nueva situación de competencias autonómicas en Galicia. - Otros datos de 1992: hay 52.000 socios registrados, el sanatorio cuenta con una capacidad para 372 pacientes, 8 quirófanos y 60 consultorios externos. Trabajan allí 1.200 personas, de las cuales 400 son médicos y 220 enfe rmeras.

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Anualmente se atienden 500.000 consultas externas y 5.000 ingresos; a diario se dispensan un promedio de 2.000 re c etas en la farmacia social. El balance, no obstante, no debe obviar las dificultades recientes. Para mejor comprender el contexto y los avatares de esta institución sanitaria bonaerense, es necesario ampliar horizontes y prestar atención a los estudios sobre servicios de salud y sistemas políticos sudamericanos en el siglo XX, como el que nos ofrece recientemente S. Belmartino en torno a los casos de Argentina –con toda la fuerza del peronismo y los gobiernos militares desde la década de 1940–, Brasil y Chile, entre 1920 y 1970 (D. Armus, 2005: 101 y ss), en donde leemos la expresión “consolidación de seudo-estados de bienestar periféricos”. Con casuísticas complejas, brillan por su ausencia o precariedad sistemas universalizados y eficientes de atención sanitaria, pensiones y Seguridad Social. En los últimos años este “Hospitalario” Centro Gallego porteño ha sufrido con dureza en carne propia las consecuencias del marasmo económico que golpeó con fuerza a la República Argentina con los inicios del nuevo siglo (“Crisis del Corralito”, diciembre, 2001), en un tiempo de dificultades económicas en América Latina del que nos ofrece información Abel Losada en este mismo volumen. Ya ha cesado tiempo atrás la emigración hispánica a esas latitudes y las realidades actuales distan mucho de las décadas centrales de la pasada centuria. De papel puntero se pasó a una situación crítica; del próspero país de acogida, a la Argentina que exporta ahora emigrantes a Europa. Para evaluar la realidad más próxima al presente nos ha sido útil la lectura del amplio informe publicado en España Exterior, titulado “Los emigrantes españoles en Argentina ya cuentan con una

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obra social propia para la atención sanitaria” (E. E., 31/10/2006). En esas fechas recientes, el presidente del gobierno gallego anunció que el ejecutivo argentino autorizaba la inscripción de una Obra Social de los emigrantes españoles, ligada al hospital del Centro Gallego de Buenos Aires, un hecho calificado por E. Pérez Touriño como “hito histórico”, dado que por primera vez el gobierno argentino permite la constitución de una obra social adscrita al hospital de una colectividad extranjera, contribuyendo a garantizar la viabilidad del complejo hospitalario, al financiarse con las aportaciones a la Seguridad Social en combinación con las cuotas particulares. Tras esto se hallan también intensas gestiones recientes del Ministerio de Trabajo español y las autoridades argentinas, a juicio del presidente de la Xunta gallega, continuando los esfuerzos iniciados en septiembre de 2002, cuando el go b i e rno autonómico de M. Fraga Iri b a rne había creado la Fundación Galicia Salud, con el objetivo de gestionar y administrar el área hospitalaria del Centro Gallego de Buenos Aires. Los datos ofrecidos por la Consellería de Sanidade en 2006 arrojan estas cifras: ese hospital emplea a 1.077 personas, de las cuales 270 son médicos y dispone de 310 camas. En sus instalaciones se atienden 27.000 consultas externas y 950 ingresos al mes. Cuenta con 21.400 socios gallegos y 3.400 con el programa España Salud, y la Xunta de Galicia contribuyó en ese año a su mantenimiento con una aportación de 2.350.000 euros. La consejera de Sanidad del gobierno gallego, tras una reunión del patronato de la Fundación Galicia Salud (octubre, 2006), también anunció la inversión de un millón de euros en la remodelación completa del centro sanitario, dentro de su Plan Estratégico de Viabilidad, que nos sitúa en los tiempos presentes, cuidando de las profundas huellas del pasado. El propio presidente del ejecutivo español, J. L. Rodríguez Zapatero, en un discurso pronunciado en una

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re c epción ofrecida a la colectividad española en Argentina (25/1/2005), decía: Quiero subrayar en particular que es motivo de orgullo la cultura de la solidaridad construida por los emigrantes en Argentina desde hace más de un siglo; las sociedades de socorros mutuos, centros y hospitales españoles con su tradición centenaria son testimonio de la entrega y sacrificio de sus socios a favor de la colectividad y especialmente de los más necesitados. Esta tradición, que ha animado a la emigración española debe seguir siendo fuente de inspiración para todos nosotros. Os aseguro que desde el Gobierno haremos todo lo posible para apoyar a estas instituciones; no estaréis solos en los momentos difíciles y nos encontraréis a vuestro lado en ese esfuerzo desinteresado y generoso (http://www.boletinargentino.com/index.php?p=179).

Al parecer, palabras de aliento no faltan, y deben traducirse –por justicia y deuda histórica– en inversiones y apoyos varios desde los ámbitos gubernamentales, de aquí y de allá. Afi rma Diego A rmus, basándose además en un nutrido s o p o rte bibliográfico, que “en las últimas dos décadas, el tema de la enfe rmedad ha comenzado a ganar un lugar destacado en la hist o ri ografía latinoamericana” (2005: 13). Se trata de “pensar en salud”, como el título de un exitoso libro de Mario Testa. Y tampoco en este campo debe olvidarse la importante contri bución de las instituciones sanitarias creadas por la emigración galaica y española (además del Centro Gallego, la Sociedad Española de Beneficencia y Hospital Español de Buenos Aire s, por ejemplo), que esperemos continúen mitigando el dolor y curando exitosamente a la población en las décadas venideras.

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La emigración de las mujeres españolas Pilar CAGIAO VILA Profesora titular de Historia de América en la Universidad de Santiago de Compostela.

A

la hora de abordar el asunto de la emigración femenina en España es necesario resaltar que los estudios al respecto, salvo contadas excepciones, resultan bastante escasos. Quizás en ello haya influido, no sólo la ausencia de análisis desde la perspectiva de género –por otro lado relativamente reciente en cualquier campo de las ciencias sociales– sino también en el hecho real de que su presencia en el fenómeno migratorio español además de haber sido más tardía en el tiempo, ha estado siempre desequilibrada, desde el punto de vista cuantitativo, respecto de la masculina. Estas circunstancias condujeron invariablemente a la subestimación del papel de la mujer en las migraciones hacia el exterior que tradicionalmente ha quedado reducido a la frialdad de los datos estadísticos negándole el protagonismo que le corresponde.

Pilar Cagiao Vila. Respecto de los movimientos migratorios, una de sus líneas de investigación, su tesis doctoral Participación económico social de la inmigración galle ga en Montevideo, 19001 9 7 0, leída en la Universidad Complutense de Madrid (1990) mereció Premio Extraordinario. Autora de Muller e Emigración (Santiago de Compostela: Xunta de Galicia, 1997), ha coordinado algunas publicaciones sobre temática migratoria como Galegos en América, “ameri canos” en Galicia. As colecti vidades inmigrantes en América e a súa impronta na sociedade galega (séculos XIX e XX), (Santiago de Compostela: Xunta de Galicia, 1999) y O Exilio Galego (Eds. do Castro, 2006. Co-ed. con X. M. Núñez Seixas). Recientemente ha publicado Os galegos e o mundo colo nial americano (en colaboración con M. L. Pazos Pazos), Ed. Arrecife, 2007; Os galegos de Ultramar: de emigrados a inmigrantes, Ed. Arrecife, 2007 y Galicia e o Río da Prata (en colaboración con X. M. Núñez Seixas) Ed. Arrecife, 2007. Ha sido directora del Arquivo da Emigración Galega del Consello da Cultura G a l e g a, a cuya comisión técnica continúa perteneciendo y participa como miembro del comité editorial de la revista Estudios Migratorios.

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Antes de que las mujeres españolas se incorporasen al fenómeno migratorio como verdaderas protagonistas, ya participaban en el mismo de manera indirecta. Las viudas de vivos inmortalizadas p a ra el caso gallego por la escritora Rosalía de Castro, y lo que se trasciende del significado de esta expresión, continúan siendo la mejor manera de expresar este papel y todas las consecuencias que p a ra la mujer tuvo la mayoritaria participación masculina en la emigración más temprana. No obstante, reiterado el carácter masculino, hay que subrayar también la existencia de emigraciones familiares –que por lo tanto involucraban a ambos sexos– que en los comienzos del proceso masivo afectaron a algunas regiones españolas. Canarias fue sin duda la comunidad en la que este sistema tuvo mayor arraigo. Desde época bien temprana la emigración isleña –sobre todo la de Lanzarote y Fuerteventura– contó en su haber con una amplia participación femenina que tuvo su ori gen en las frecuentes reclutas de colonos efectuadas en suelo canario mediante el sistema de contratas. En los emigrantes canarios arribados a Venezuela entre 1830 y 1845 algo más del 40% eran mu j e res. La cifra de participación femenina en las reclutas llevadas a cabo con el fin de participar en la colonización de la campaña uruguaya casi en las mismas fechas fue también muy elevada, mientras que en Cuba, a la altura de la década de los sesenta las mujeres canarias superaban con creces a las de origen peninsular (Macías, 1999: 9899). Algo más tardíamente, también hubo migraciones reclutadas en Castilla-León y Andalucía, lo que se tradujo en una presencia relativamente importante de mujeres de estas procedencias, aunque siempre inferiores a las de Canarias. Fuera de estas regiones cabe destacar algunos casos puntuales, y desde luego atípicos, de ciertos concejos asturianos en los que en la década de los cincuenta del

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siglo XIX las cifras de emigración femenina superaron a la de los hombres (Barreiro Mallón, 1991: 74). Cuando en las últimas décadas del siglo XIX las mujeres comienzan a participar directamente en los flujos de salida hacia América se enfre n t a ron a los pro blemas que ya eran habituales p a ra los hombres añadiéndose a ellos los inherentes a la condición de su género. El hecho de ser mujer mediatizó la decisión de emigra r, la manera de hacerlo y hasta la elección del destino. Influyó también, además de otro tipo de fa c t o res no exclusivos de la condición femenina, en la manera de desenvolver el proceso de adaptación y la posterior integración a las sociedades re c ep t o ras. Po r otro lado, en los motivos concretos que lleva ron a las mu j e res a incorp o ra rse a la emigración ameri c a n a , además del lógico deseo de mejorar de situación en términos económicos a través de oportunidades de empleo o de contri buir al sostenimiento familiar, influyó también la condición personal de las emigrantes. Much a s esposas, novias, madres o hijas de emigrados, deseosas de re u n i rse con ellos, t o m a ron el camino de la emigración guiadas en mu chas ocasiones por la intención de mantener su papel ag l u t i n ador en el grupo familiar. A éstos podrían añadirse otro tipo de fa ctores de índole aún más concreta relacionados con situaciones de desamparo, marginalidad o pérdida de estatus en la escala de va l ores de la sociedad de ori ge n , como en el caso de las madres soltera s , las víctimas de mat rimonios indeseados o agresiones sexuales (Juliano, 1999). De todo ello se deduce que a pesar de existir elementos comunes en cuanto a la decisión de cambiar de ex p e c t at iva, las condiciones de migración de las mu j e res y las dife re n t e s vivencias de unas y otras dieron lugar a perfiles distintos más allá del grado de éxito obtenido tras la ex p e riencia migrat o ria.

Muchas esposas, novias, madres o hijas de emigrados, deseosas de reunirse con ellos, tomaron el camino de la emigración guiadas en muchas ocasiones por la intención de mantener su papel aglutinador en el grupo familiar.

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Españolas en la localidad de Rosario, Argentina.

Al comienzo del período de las migraciones masivas que tenían América como destino y que concluye a la altura de 1930, las cifras de migración femenina eran aún bastante reducidas. Esta circunstancia, así como su tardía incorporación al fenómeno ha sido interpretada por diferentes autores en el marco de los condicionamientos característicos de cada región española respecto de la organización del trabajo campesino, la composición familiar y la importancia de los sistemas de herencia (Vázquez González, 1988; Sánchez Alonso, 1995: 158). El desajuste respecto de la emigración masculina se mantuvo permanentemente durante todo el período en el que el modelo migratorio dominante fue el constituido por la salida inicial de los individuos varones quienes, tras un tiempo más o menos dilatado, trataron o no, según los casos, de reagrupar a su familia, proceso en el que las mujeres jugaron un papel absolutamente primordial. De hecho, el mayor grado de permanencia en la tierra las obligó a enfrentar la

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toma de decisiones en la eventual emigración de los hijos para los que ambicionaban mejores oportunidades. Sin embargo, el desequilibrio entre sexos tendió a aminorarse desde finales del siglo XIX cuando la emigración de mujeres empieza a ser importante dentro del volumen total de salidas de españoles hacia América. Además, desde ese momento, la tasa de permanencia en destino tendió a ser relativamente mayor en el caso de las mujeres –a excepción de las montañesas– respecto de los varones1. En esa época, en la distribución regional de la emigración femenina se situaban en primer término las mujeres de Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias y la provincia de León con destino casi exclusivo al continente americano frente a las procedentes de la España mediterránea que se dirigían por entonces, y en número mayor, a Argelia (Hernández Borge, 2000: 90-91). Cuando ya en el siglo XX se inicie el período de mayor auge de la emigración española, será cuando se produzca la definitiva incorporación de las mujeres al éxodo ultramarino, representando alrededor del 30% de la emigración española durante la segunda década aunque con evidentes diferencias regionales2. La evidencia del aumento en el número de mu j e res emigrantes, del cual se hacían eco tanto la prensa como los info rm e s de los organismos oficiales españoles (Consejo Superior de Emigración) de esos años, modificó incluso las políticas de prop aganda de las compañías consignat a rias de buques que comenzaron a hacer hincapié en las mejoras del tra n s p o rte marítimo dotado de mayo res comodidades, no siempre reales, p a ra todos los pasajeros y especialmente para el pasaje femenino. Por su part e, la legislación de la época fue sumamente restrictiva y pro t e c c i onista con la pretensión de velar por la moral de las emigrantes

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(1) En el caso de Galicia, por ejemplo, entre 1882 y 1890 retornan un 30% de los hombres frente a un 16% de las mujeres (M. X. Rodríguez Galdo, M. P, Freire Esparís, A. Prada Castro, 1999: 32). Para períodos posteriores, otras investigaciones de demuestran que las tasas de permanencia de las mujeres ascienden al 71% a fines del XIX, descendiendo en el XX por las mayores oportunidades de repatriación, pero aún así manteniendo cotas muy altas (61% en el período 1900-1930). (2) Las mujeres cántabras, por ejemplo, aún estando por debajo de la media nacional, pasaron del 13% de fines de los años ochenta al 22% en los primeros años de la nueva centuria y con un ascenso moderado hasta los años treinta (Soldevilla, 1992: 99-102).


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(3) Boletín del Consejo Superior de Emigración, VI, 67-68 (1914), 518-520. Los Reales Decretos de febrero y marzo de 1924 y de octubre de 1927 insistían de nuevo en los aspectos señalados para la emigración de las mujeres.

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d u rante la travesía y a su llegada al país re c ep t o r. A principios de siglo, se dictaron sucesivas leyes obliga ron a disponer de los pertinentes permisos pat e rnos a todos los menores de edad que viajasen solos, así como a la obtención de la autorización de los maridos para las mu j e res casadas que no fuesen en su compañía. Poco más adelante, la Ley de Emigración de 1907, que reconocía la l i b e rtad de todo español a emigra r, impedía emigrar a las soltera s m e n o res de 23 años no sujetas a la pat ria potestad, tutela o guarda de personas que legalmente las rep re s e n t a ran si al no ir acompañadas de sus padre s , p a rientes o personas re s p e t ables, se pudiera sospechar que podían ser objeto de tráfico de bl a n c a s. En esa línea, o aún más restrictiva, c o n t i nuó la legislación migrat o ria de los años subsiguientes3. Cierto es que la amenaza que para las mu j e res de todas las procedencias suponían las redes vinculadas a la prostitución constituyó un pro blema real que preocupó también en los países de acogida, intentando evitar situaciones de marginalidad a causa precisamente de la discriminación lab o ral de la que las mu j e res eran objeto (Cagiao, 1997). En la Argentina, por ejemplo, en 1912 tenía lugar la creación del Pat ro n ato Español de Buenos A i res bajo el amparo de la orden de las Carmelitas Te rc i a rias que atendían a las jóvenes que llegaban solas ante eve ntual peligro de caer en las redes de la prostitución. Las religiosas re c ogían a las jóvenes recién arribadas de los vap o res fondeados en el puerto que permanecían bajo su tutela hasta que encontraban trab a j o , contraían mat rimonio o, si era el caso, retorn aban a España. Otra altern at iva posible –también pat rocinada por orga n izaciones re l i giosas– era la constituida por la Sociedad Protectora de la Joven Sirvienta o de las Hijas de María Inmaculada. Unas c i rcunstancias similares parece que fueron las que se produjeron

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en Cuba en las pri m e ras décadas del siglo XX ante la llegada creciente de mu j e res españolas solteras dedicadas a trabajar pri n c ipalmente en el servicio doméstico y por los ri e s gos que podían c o rrer. Las disposiciones en mat e ria migrat o ria pro mu l gadas por el primer dire c t o rio norteamericano instaurado en la isla en 1899 trat a ron de at e nuar la estre cha relación existente entre la llegada de mu j e res inmigrantes y el mundo de la prostitución. En todos los aspectos la emigración femenina requirió, por regla general, y en buena medida en razón de las propias estrategias familiares que configuraron los más generalizados modelos migratorios, en los que hubo algunas excepciones, mayor cantidad de garantías de seguridad al otro lado del Atlántico. Por esta misma razón, no todos los países americanos destinatarios de la emigración española durante la etapa masiva atrajeron mujeres en las mismas proporciones y no es de extrañar tampoco que cuando se presentaba la oportunidad de enrolarse en reclutas organizadas creciese el número de emigración femenina a los países que fomentaban ese tipo de políticas. Este fue, por ejemplo, el caso de la emigración femenina andaluza al Brasil a fines del siglo XIX y comienzos del XX (González Martínez, 1990). Argentina, que entre 1882 y 1926 recibió una inmigración ultramarina que alcanzó casi los tres millones de individuos de distintas procedencias, fue el destino preferido de la emigración española femenina más temprana4. Entre los más de novecientos mil españoles ingresados en ese período, según las listas de pasajeros argentinas que registran mayo res proporciones de inmigrantes femeninas que las Estadísticas de Pasajeros por Mar españolas, casi una tercera parte eran mujeres de edades comprendidas entre los veinte y los veinticinco años y mayoritariamente solteras

(4) A excepción del período 1895-1898, y posteriormente en 1928, las españolas eligieron sistemáticamente este país en mayor proporción que los hombres que optaron por una variedad más amplia de alternativas.

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(Rodríguez Galdo, 2005: 405). La aceleración de las trasformaciones operadas en el país ofertó numerosas posibilidades para la inserción laboral de las recién llegadas, sobre todo en los ámbitos relacionados con el mercado lab o ral de los servicios urbanos. Además, en la industria, las mujeres inmigrantes –españolas y de otras procedencias– cubrieron buena parte de las actividades laborales relacionadas con la elaboración de una amplia gama de artículos cuya fab ricación se efectuaba no sólo en las fábricas y talleres de las zonas industriales, sino también en los domicilios de las propias trabajadoras en largas jornadas de trabajo generalmente mal pagadas. En el vecino Uruguay, por su parte, aunque atenuado por una menor diversificación productiva que la de la Argentina, y donde la emigración española también fue superior en número la masculina, paulatinamente las mujeres se fueron incorporando a la alternativa que representaba la capital oriental por las oportunidades de empleo en el servicio doméstico, en el que padecían todo tipo de situaciones de precariedad salarial, excesos en el horario de trabajo y escasas o nulas, posibilidades de jubilación. En muchas ocasiones, esta situación no fue mejor en el caso de las que lograban empleo en las actividades industriales, un sector que se encontraba en plena transformación en buena medida provocada por la creciente inmigración y el aumento de los artículos de consumo y en el que se demandaba gran cantidad de mano de obra femenina. Muchas nacionales y extranjeras pasaron entonces a ser consideradas como población activa, aunque una gran mayoría permaneció durante largo tiempo oculta en los subregistros del trabajo domiciliar lo que dificulta conocer el número de españolas que se vieron afectadas. Por otro lado, en este país, es posible que el menor desequilibrio entre hombres y mu j e res inmigrantes se haya debido –además de la reagrupa-

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Emigrantes de origen español en La Habana, Cuba.

ción familiar que se produjo en algunos casos– a que desde comienzos de siglo disfrutaba de una legislación social muy avanzada para la época. Las reformas propiciadas por el batllismo establecieron normas reguladoras del trabajo en cuanto a horarios, descanso, permisos y otras disposiciones beneficiosas para la mujer que se extendieron hasta 1920. De hecho, en un estudio cuantitativo elaborado para la primera mitad de los años treinta a partir de las cifras uruguayas se advierte como la emigración de mujeres españolas fue en aumento, pasando del 37% a comienzos del período al 44% al final del mismo (Navarro, 1990), aunque en este caso, y por la política restrictiva en materia de inmigración existente en el país en esos años, es posible que la reagrupación familiar haya sido la causa fundamental de la emigración femenina. En el caso de Cuba, la incorp o ración de la mujer española al fenómeno migrat o rio fue algo más tardía, y menor en número , que en el ri o p l at e n s e. La situación de la isla, prácticamente en g u e rra desde la década de los sesenta hasta el fin de siglo, y su

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o rientación económica, volcada fundamentalmente hacia la producción azucare ra cuyas lab o res de zafra requerían mano de obra esencialmente de varones –ya fuese en movimientos de emigración definitiva o estacional–, condicionaron extraordinariamente la elevada relación de masculinidad de la inmigración acentuada además por la demanda de lab o res a jornal realizadas por hombre s (Vidal, 2000: 503). Pe ro será después del fin de la guerra que puso fin a la situación colonial, cuando los datos censales cubanos (1899, 1907 y 1919) regi s t ren una presencia creciente de mu j e res i n m i grantes españolas. Su aumento paulatino –con un destino l ab o ral volcado fundamentalmente en el servicio doméstico y en i n fe rior pro p o rción en trabajos relacionados con la costura , el empleo en las fábricas y menor aún en trabajos cualificados en la enseñanza y la atención a la salud– coincide en Cuba con el ge rmen de los pri m e ros movimientos en favor de la mujer escasamente incorp o rada hasta entonces a la vida pública. Así, pocos años después del establecimiento de la Rep ú bl i c a , surgirían diversas asociaciones femeninas que comenzaron a re ivindicar derechos políticos y sociales que cristalizarían años más tarde (Partido Nacional Sufragi s t a, 1913; Club Femenino de Cuba, 1918; Federación de Asociaciones Femeninas de Cuba, 1922). Al socaire de estas tra n s formaciones, en la colectividad española, el mayor colectivo ex t ra n j e ro de la Isla, surgi e ron también algunas iniciat ivas, sino cl a ramente feministas, sí al menos de protección y amparo hacia las mu j e res. En 1914, la escri t o ra asturiana Eva Canel afi rm aba con contundencia: “Las mu j e res españolas que vienen a Cuba se encuentran en un desamparo lamentable (...). Ver como tienen los españoles sus Quintas de Salud, que son asombro de los v i a j e ros y orgullo del país y saber luego que las mu j e res no hallan

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allí auxilio mutuo ni de cari d a d, y sólo siendo acomodadas y p agando la estada, se las puede admitir, es ve rd a d e ramente tri s t e. La Habana está plagada de sirvientas españolas (...), no hay para ellas mano pro t e c t o ra (...) y mu chas caen en el abismo por indolencia y culpa de sus compat riotas”5. Canel, no obstante, al ex p l icar las ra zones por las cuales las jóvenes podían ve rse abocadas a la prostitución, además del desamparo del que realmente eran víctimas, no puede sustra e rse a su talante conservador –reaccionario en bastantes aspectos–, cuando también aduce otras relacionadas con la imitación de costumbres tropicales en la vestimenta y el abandono de las prácticas católicas. Pe ro como quiera que fuese, la asturiana, hacía ya entonces un llamamiento “a esas entidades p o d e rosas que rep resentar la vida regional (...) ábranse registros de socias, levántense pabellones femeninos para el auxilio mutuo (...), alguno destinado a la mat e rnidad”. Dos años más tard e, p r á cticamente en el mismo tono, el escritor gallego Roberto Blanco To rres acusaba al Centro Gallego de desatender las necesidades de sus paisanas. Estos y otros llamamientos re d u n d a ron en la colectividad gallega en la creación de una asociación denominada Hijas de Galicia (subtitulada como Sociedad Sanitaria y de Auxilio Mutuo) como institución de asistencia y protección a la mujer6, fundada en 1917 y que serviría de modelo para la fundación en 1930 de otras asociaciones como Hijas de Asturias e Hijas de Canari a s. Como precedente de la última, justo es re c o rdar que la Beneficiencia Canari a, desde su fundación en 1917, ya tuvo entre sus preocupaciones la de pro t eger a las isleñas que llegaban a La Habana. El Centro Gallego y el Asturiano, sin embargo no perm itieron que las mu j e res fuesen asociadas de pleno dere cho hasta bien avanzada la década de los ve i n t e.

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(5) Lo que ví en Cuba. (A través de la Isla), (Primera ed.), La Habana: Ita. La Universal, 1916, p. 86 y ss. (6) Los detalles sobre su fundación, funcionamiento y evolución en J.C. González Pages, Emigración de mujeres gallegas a Cuba. Las Hijas de Galicia, Vigo: Concello de Vigo, 2003.


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En el Centro Andaluz García Lorca en Tucumán, Argentina.

En el caso de Estados Unidos, donde los límites de la oferta lab o ral así como la escasez de comunicaciones directas desde la península hasta 1914 ralentizaron notablemente la llegada de flujos españoles, la inmigración de las mujeres parece haber estado i n fluida fundamentalmente por condicionantes de tipo familiar. Los datos analizados para el período 1910-1940 referidos a la inmigración española procedente de la península –ya que buena p a rte llegaba desde Cuba– revelan que el número de varones llegados en cada año superaba entonces ostensiblemente al de mujeres. No obstante, d e n t ro del grupo femenino, cuyas cifras más altas se registran entre los años de 1912 y 1921, p a rece que la mayoría i n gresaron al país para reunirse con familiares instalados previamente, sobre todo a partir de la Ley de Cuotas de 1921 que influyó positivamente en el aumento relativo de mujeres y en un mayor equilibrio entre sexos. Ese año, dentro de un volumen total de 27.448 inmigrantes españoles llegados al país, 3.796 fueron muje-

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res representando además el valor más alto de todo el período. Posteriormente a esa fecha y hasta el fin del mismo, los contingentes de inmigración española decrecen notablemente, observándose sin embargo menores diferencias por sexo (G. Rueda, 1993: 55-58 y 269). En cuanto a la dedicación lab o ral, en el caso de las mu j eres las fuentes españolas regi s t ran sistemáticamente a las mujeres en el momento de partir bajo los ep í gra fes “su casa” o “sus lab ores” como principal actividad. Por su part e, la estadística estadounidense las tipifica como población no activa, aún sabiendo que, habida cuenta de su mayori t a ria inserción en el medio urbano, fue frecuente su dedicación a lab o res de costura en talleres y fábricas de confección, combinadas con otros trabajos domésticos de carácter irregular efectuados en el propio domicilio. Algunas de estas circunstancias descritas para las mujeres hasta los años treinta, no parecen haber variado excesivamente durante los flujos españoles posteriores a 1946, cuando se reanudan las corrientes de emigración económica hacia varios destinos americanos sobre las que aún faltan investigaciones que las aborden en profundidad. Sin embargo, en conjunto, y para todos países a los que se dirigió, sabemos que esta nueva emigración, mucho menor en número que la del período anterior, tuvo un carácter más familiar con una mayor participación femenina y de población en edad no activa que tuvo reflejo prácticamente en todas las regiones emisoras. En Cantabria, por ejemplo, durante la década de los cincuenta, la salida total de mu j e res equivalió al 44,51%, pero el porc e n t aje se acercó aún más al de la emigración masculina en el tramo de edad comprendido entre los 22-55 años (Soldevilla, 1992: 104). El Comité Interg u b e rnamental para las Migraciones Europeas (CIME) surgido a comienzos de la década de los cin-

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cuenta estableció Planes de Reagrupación Familiar en los que España participó desde 1956, fe cha en la que fue creado el Instituto Español de Emigración dependiente del Ministerio de Trabajo, que al poco tiempo abrió delegaciones en muchas provincias españolas. En su actividad, y propiciado por el Concord ato firmado entre el régimen franquista y la Santa Sede tres años atrás, el IEE contó con la activa colab o ración de la conocida como Comisión Católica Española de Migración (CCEM) que contribuyó durante un tiempo al mantenimiento de la corriente ultramarina facilitando la localización de los emigrantes ya radicados en América, así como la tramitación de las reclamaciones a quienes deseaban march a r, muy especialmente en los casos de reunificación familiar. En ocasiones, d i chas reclamaciones incluían el envío del pasaje, mientras que en otras, respondían solamente a solicitudes de llamada presentadas por los emigrantes previamente radicados ante el Consulado respectivo y la Dirección General de Inmigración del país del que se trat a s e. Gracias a este sistema la inserción de las mujeres pudo real i z a rse sin grandes traumas iniciales por la existencia de las redes familiares que las acogieron. Unas se encontraban con el marido, o t ras con los padres..., todas con un pariente o conocido al que no veían desde hace años, lo que significaba por tanto re a nudar una trama de afectos y vínculos interp e rsonales mantenidos en el tiempo a través de la distancia. La emigración española de esta época, además de a los destinos tradicionales (Argentina, Brasil, Uru g u ay y en menor medida los Estados Unidos), entre los que Cuba desparece como tal, comenzó a diri girse a países que hasta entonces no habían sido contemplados como destino, sobre todo Venezuela7 y mucho más puntualmente Canadá. Entre 1946 y 1956 fueron menos de tres mil

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los españoles los que emigraron a este último país pero a partir de los acuerdos intergubernamentales entre España y Canadá se promovieron emigraciones minori t a rias reclutadas a través de las conocidas como Operación Alce y Operación Bisonte que tuviero n lugar en 1957 –de características análogas a otras que tuviero n Australia como destino entre 1958 y 1965 (Operación Canguro y Operación Marta)– y más adelante, en 1960, tuvo lugar una nueva recluta hacia Canadá, exclusivamente de mujeres, organizada por la Comisión Católica de Emigración. En paralelo a estas últimas corrientes de destino ultramarino, tuvo lugar el inicio de la emigración española hacia Europa. Este nuevo éxodo cobró extraordinario vigor a partir de los años sesenta, motivado por la necesidad de obtención de mano de obra en los sectores de industria y servicios no cubiertos por los trabajadores autóctonos en algunos de algunos países europeos. La emigración a Europa, incentivada por las expectativas de mejora salarial y de ahorro, estuvo enmarcada en los diferentes tratados de contratación laboral que España firmó con algunos países (Bélgica en 1956, Alemania en 1960, Francia, Holanda y Suiza en 1961). Aunque el nuevo fenómeno afectó inicialmente a la población masculina, las mujeres españolas pronto se incorporaron a las ofertas proporcionadas por el mercado laboral europeo y en el caso del Reino Unido –donde se emplearon en la hostelería y en los hospitales– sobrepasaron en determinados momentos el número de hombres (Durán Villa, 1985). Pero la emigración a Europa no fue desde luego, y más para las mujeres, ningún camino de rosas. En términos generales, la precaria formación profesional de las emigrantes españolas, así como su deficitario nivel cultural redundaron en su mayo-

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(7) Este país ya era sin embargo un destino tradicional para la emigración canaria manteniendo siempre una alta tasa de participación femenina. Llegada la década de los sesenta dicha participación superó el 47%.


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ritaria dedicación laboral a trabajos de poca cualificación laboral y escasa consideración social. No obstante, puede afirmarse que, en muchos casos, la mujer española inició en Europa un proceso de proletarización que en parte transformó el papel tradicional que hasta entonces había jugado. En el análisis de la emigración femenina española a Francia, contamos sobre todo con info rmación para el caso de aquellas que tuvieron como destino la ciudad de París, un colectivo muy numeroso en los años sesenta. Se trat aba sobre todo de empleadas en el servicio doméstico y en las porterías de los b a rrios más acomodados de la capital francesas (TaboadaLeonetti, Guillón: 1987) cuya traye c t o ria pro fesional proceso de adaptación, e s t rategias de ahorro y eventual re t o rno ha sido analizada recientemente desde la pers p e c t iva sociológica (Oso: 2004). Su procedencia regional fue variada, a u n q u e, como subraya N. Lillo (2006: 175) en algunos trabajos se ha bosquejado en el caso p a rticular de las ori gi n a rias de Valencia insistiendo en su pert enencia familias de filiación rep u blicana que pre fi ri e ron emigrar a París como trab a j a d o ras domésticas antes que permanecer en su t i e rra sintiéndose discriminadas. La misma autora señala, por otro lado, que aunque el del servicio doméstico haya sido el caso más estudiado, fueron mu chas las mu j e res españolas que en Francia se e m p l e a ron en los medios industriales e incluso en el campo. Según A. Fernández Asperilla (2006), en Bélgica también fue mayoritaria la dedicación laboral de las mujeres españolas al servicio doméstico o a faenas de limpieza en diferentes lugares, lo que no siempre aparece registrado en los datos oficiales por la extraordinaria abundancia de empleo sumergido en este sector. Esta circunstancia de irregularidad, si bien implicaba precarie-

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dad, permitía no obstante una optimización del ahorro. Por otro lado, entre las mujeres españolas emigradas en Bélgica, fue muy frecuente que continuasen trabajando fuera del hogar después del matrimonio e incluso tras el nacimiento de los hijos, convirtiéndose en un espacio de socialización en ocasiones más importante que el propio asociacionismo étnico. Las salidas hacia Europa registraron un alza importante entre 1961 e 1973, a excepción del año 1967 en el que Alemania se vio afectada por una fuerte recesión económica. Según G. Sánz Lafuente (2006), aunque la emigración laboral hacia este país fue inicialmente masculina en su mayoría –74,2% en 1962–, paulatinamente el desequilibrio de sexos se fue haciendo menor hasta alcanzar el 39,4% de mujeres a la altura de 1975. Hasta medidos de la década de los sesenta la mayoría de las mujeres españolas que emigraron a Alemania eran solteras y muchas de ellas ya habían tenido una experiencia laboral previa antes de su partida, generalmente en el medio agrario o en el sector de los servicios, pero la mayoría aspiraron a incorporarse al trabajo industrial que –aunque con diferencias respecto de los hombres– era el mejor remunerado. El empleo de mujeres españolas en las industrias de trasformación alemanas ocupó el primer lugar seguido, aunque a mucha distancia, del sector de los servicios. Fue además muy frecuente que el trabajo industrial se combinase con trabajos por horas en otros ámbitos ajenos a cualquier tipo de relación contractual. Además, la movilidad laboral de las mujeres españolas, que permanentemente intentaban mejorar de condiciones salariales, fue bastante elevada. Por otro lado, según la misma autora, la procedencia geográfica de las mujeres emigrantes en este país estuvo condicionada no sólo por las cadenas

El empleo de mujeres españolas en las industrias de trasformación alemanas ocupó el primer lugar seguido, aunque a mucha distancia, del sector de los servicios.

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migratorias surgidas de manera espontánea, sino también, al menos en algunos casos, por los mismos sistemas de contratación a través de los cuales muchos empresarios alemanes requerían trabajadoras españolas de os mismos lugares para con ello facilitar su adaptación. Estas contrataciones no siempre se efectuaron en términos totalmente legales, sino en condiciones engañosas, lo que generó conflictos añadidos a las naturales dificultades por causa del idioma, diferencia de costumbres y, en definitiva, desconocimiento de la nueva sociedad en las que las españolas se insertaban, sobre todo en los primeros tiempos. En el caso de Suiza, los datos de la emigración asistida por el Instituto Español de Emigración indican que el mayor número de salidas tuvo lugar entre 1967 y 1971. Este país sólo permitía la entrada a las mujeres que contasen con contrato de trabajo, lo que provocó elevados niveles de clandestinidad entre las españolas que no disponían de él. El acceso al mundo laboral, en el que existía una considerable discriminación hacia a las mujeres inmigrantes, significó indudablemente una posibilidad de aumento de ingresos y de capacidad de ahorro, pero también una toma de conciencia de sus derechos y necesidades. Aunque falta todavía mucho por investigar acerca de la presencia de las mujeres españolas en las migraciones exteriores, el reconocimiento de esta evidencia ha influido en que, por fortuna, cada vez sean más los trabajos que desde distintos enfoques dedican su atención, monográfica o parcialmente, a este tema. Gracias ello, y como un ejercicio de recuperación de la memoria colectiva, cada día sabemos un poco más de este capítulo tan esencial para la historia de la emigración española.

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Europa como destino de los trabajadores españoles Francisco R. DURÁN VILLA Licenciado en Geografía e Historia. Doctor en Geografía y profesor titular de Análisis Geográfico Regional en el Departamento de Geografía de la USC.

Tengo mi mundo aquí, en Londres, pero hay una realidad incuestio nable: el que se va de su tierra, pierde su tierra y no gana la ajena. Es la tragedia del emigrante. Vicente Soto (Luis Botín, 1988)

L

as cifras de población española que se re c ogen en los censos realizados a partir de 1857 arrojan siempre un balance demográfico intercensal positivo para el conjunto del Estado, a pesar de que la emigración ex t e rior con sus dife rentes causas y destinos –Améri c a , Á f rica y más recientemente Europa– fue y sigue siendo, salvo en breves y muy localizados momentos de su histori a , una constante en nu e s t ra demografía, aunque en la actualidad fl u ye desap e rcibida, como es el caso de la que se mantiene con Suiza, por el impacto

Francisco R. Durán Villa. Alcanza el grado de doctor con la tesis titulada La emigración española al Reino Unido. Calificada con Apto cum Laude, le fue concedido el Premio Extraordinario de Doctorado en el curso 1996-97. Director del Departamento de Geografía. Miembro del Arquivo da Emigración Galega (Consello da Cultura de Galicia). Su línea de investigación principal es la dedicada al estudio de los movimientos migratorios hacia Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Publicaciones: La emigra ción gallega al Reino Unido, Santiago, 1985; Veintiséis años de emigra ción gallega a Europa: de la Estabilización a la inte gración en la CEE (19591986), Santiago, 1989; Guía bibliográfica de emi gración galega, Santiago, 1992; La emigración y su reglamentación jurídica en España, Santiago, 2003; A Real Sociedade Económica de Amigos do País ante o problema social da emigración en Galicia, Santiago, 2006; Soas e á aventura: as gale gas en Londres, Santiago 2007.


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socioeconómico de la inmigración procedente del extranjero. La emigración española a Europa no es un fenómeno reciente; Francia, Portugal y en cierta medida también el Reino Unido se encuentran entre nuestros tradicionales lugares de destino, cuando menos para los naturales de los territorios limítrofes o mejor comunicados. No obstante, cuantificar el número de personas –trabajadores y dependientes– que participaron en el éxodo y reconstruir el proceso migratorio que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX sigue siendo difícil, por los inconvenientes que presentan las fuentes estadísticas oficiales que recogen tanto las salidas de España como las entradas en los países de llamada. Al carácter re l at ivamente reciente que poseen por lo ge n eral las re l at ivas a los desplazamientos en Europa, tenemos que añadir los pro blemas metodológicos que ocasionan las modificaciones frecuentes introducidas en las definiciones legales y en los c ri t e rios fijados para su elab o ra c i ó n , p o rque están afectadas por un sinfín de norm ativas –de distinto ra n go y procedencia– que intentan reglamentar los dive rsos aspectos del proceso migrat o ri o . Así, por ejemplo, la aplicación o no del principio de permisión en los estados de acogida; la libertad de tránsito entre los estados o, por el contra ri o , la necesidad del pasap o rte para cruzar las fro n t eras; los cambios en el tiempo del concepto legal de emigrante o i n m i grante o en la cl a s i ficación de los movimientos en función de la vigencia del permiso de trabajo; y, s o b re todo, la importancia que tuvieron los desplazamientos realizados al margen de los cauces oficiales establecidos al término de la Segunda Guerra Mundial, además de ofrecer un volumen de participantes muy i n fe rior al real, en infinidad de ocasiones nos impiden hacer un seguimiento de las trayectorias descritas en el tiempo y comparar

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los regi s t ros de salida de españoles con los de entrada en los países de destino por la disparidad de los datos re c ogidos. No obstant e, las cifras ofrecidas por las autoridades de inmigración o ex t ra njería además de ser siempre superi o res en número , se fueron ap roximando cada vez más a la realidad en virtud del establecimiento de un sistema de permisos de estancia cada vez más ri g u ro s o , que acabaron por convertir en ilícita la entrada y el establecimiento de trabajadores, salvo una autorización gubern at iva expresa. Pero para conocer la magnitud de esta última fase de emigración masiva de españoles en todas sus dimensiones es necesario recurrir a una amplia amalgama de fuentes complementarias, aunque siempre con la precaución debida que impone el carácter heterogéneo de las mismas y su propia falta de especificidad, para evitar en lo posible la realización de aproximaciones sesgadas del fenómeno. Además de la tradición aludida, es de destacar que la emigración española a los países de nu e s t ro entorno no constituye un hecho aislado sino que se encuadra en un escenario de intensificación de los movimientos de mano de obra en Europa, movimientos que van a ser determinantes para la confi g u ración del espacio social europeo con el que se inaugura el siglo XXI. Directamente relacionados con los flujos que tuvieron lugar a partir de 1945, y en ocasiones con su falta de planificación, permanecen –como causa o consecuencia y también como problema y como reto– el despoblamiento y el envejecimiento de las regiones agrarias deprimidas y el más reciente de algunas industriales otrora punteras; la urbanización acelerada y la conformación desequilibrada de las grandes áreas metropolitanas; las agresiones medioambientales asocia-

La emigración española a los países de nuestro entorno no constituye un hecho aislado sino que se encuadra en un escenario de intensificación de los movimientos de mano de obra en Europa, movimientos que van a ser determinantes para la configuración del espacio social europeo con el que se inaugura el siglo XXI.

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Jóvenes hijos de emigrantes en Bruselas, Bélgica.

das a la distri bución desigual sobre el territorio de los efectivos humanos; y el decaimiento de los centros históricos de las ciudades con la consiguiente degradación social de sus poblaciones asociada al gueto y a los procesos de exclusión. No sólo no es un movimiento demogr á fico aislado sino que, c o m o demuestran Babiano y Farré (2002), la corriente con destino hacia Europa va a formar parte también de un conjunto más amplio de relaciones que integra a los emigrantes y al capital en un mismo circuito, por el que transitan simultáneamente con direcciones contrarias pero retroalimentándose, lo que j u s t i fica y explica que las salidas masivas hacia Europa se producen en los momentos más favorables del desarrollismo y no en los de mayor penuria económica, rompiendo con ello algunos de los viejos tópicos atri buidos a este desplazamiento. La emigración a Europa así entendida no sería una consecuencia directa de la penu ria económica existente en aquellos momen-

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tos sino como resultado de un proceso incipiente de modernización económica y difusión industrial, como apuntan Sánchez Alonso (1995) para Europa noroccidental y Villares (1996) para Galicia en la etapa americana. Los españoles comienzan a elegir los países europeos más desarrollados como lugares de destino desde comienzos de los años 1950, aunque en el marco de la rehabilitación de la corriente ultramarina, con la reciente incorporación de Venezuela a la oferta tradicional de acogida, este flujo va a pasar desapercibido, como desapercibida también va a ser la presencia de nuestros compatriotas en particular y la de los procedentes de los países mediterráneos en general en algunos de los nuevos estados de residencia, por la llegada creciente de inmigrantes –que no siempre eran extranjeros– procedentes de viejos territorios coloniales que inician la andadura de la independencia, como ocurre con los argelinos en Francia o con los de la India en el Reino Unido. Por ello algunos autores hablan de la invisibilidad de este proceso (Macdonald y Macdonald, 1972) y se refieren a ellos como los trabajadores invisibles. No obstante, tan importante como la paulatina desviación de la tradicional corriente ultramarina en el caso español, es el constatar la inversión de la tendencia migratoria en muchos de estos estados de Europa occidental, cuyas sociedades se convirtieron de repente en receptoras, después de haber enviado población hacia territorios extraeuropeos durante siglos. Francia era la única excepción, pues ya contaba entonces con una dilatada historia inmigratoria y con una rica experiencia en la gestión y control de los flujos (Rubio, 1974). Aunque la mayoría de los autores insisten en el carácter económico y voluntario de la emigración durante este período, por

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d i fe re n c i a rlo de los importantes desplazamientos fo r zosos que t u v i e ron lugar en Europa durante la pri m e ramitad del siglo, se ha llegado al convencimiento de que la compleja nat u raleza de los mismos no puede ser explicada en solitario por ninguna de las teorías migrat o rias. Ni los deshumanizados modelos de corte econométrico, ni las interp retaciones neomalthusianas, ni tampoco las explicaciones centradas exclusivamente en el individuo pueden responder en solitario a la complejidad de este hecho migrat o ri o . A pesar de las limitaciones que se le pueden objetar, el modelo más ge n e ralizado para explicarlos es el pull and push, a partir del t rabajo de realizado por Castles y Ko s a ck en 1973, en el que se combinan factores económicos, d e m ográficos y sociales corre spondientes tanto a las áreas re c ep t o ras como a las emisora s . 1.- LAS LEYES DE EXTRANJERÍA COMO INSTRUMENTO DE CONTROL DE LA INMIGRACIÓN La importación de mano de obra extranjera en los países más d e s a rrollados de Europa occidental no fue necesaria sólo para afrontar el proceso de reconstrucción al término de la segunda guerra sino también para mantener los niveles de crecimiento y desarrollo en unas sociedades del bienestar en las que las intervenciones del los gobiernos forman parte de la ortodoxia económica. Con independencia del paro friccional, en un contexto de creación de empleo como el que tenían era necesario reclutar trabajadores en el exterior para rellenar los nichos laborales que se iban creando, a expensas del abandono paulatino de las actividades laborales socialmente devaluadas para la mano de obra autóctona, también por el trasvase intersectorial desde el primario a la industria y a los servi-

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cios –la causante de la inmigración de temporada–, y de un modo especial por la feminización creciente del mercado de trabajo. Pero también hay que reconocer que la inmigración se va a contemplar como un elemento de flexibilidad laboral en ciertas ramas de actividad, flexibilidad que además de satisfacer las demandas e intereses de algunos empresarios contribuye a frenar, o cuando menos a controlar, la tendencia decreciente de la tasa media de ganancias por el encarecimiento de los costes lab o rales. La fórmula de llamada adoptada por la totalidad de los gobiernos fue el invitar temporalmente a trabajadores de otras nacionalidades, de ahí la denominación de gastarbeiter (gast invitado, arbeiter trabajador), regulando su acceso al mercado laboral por medio de los mecanismos de control diseñados al efecto, mecanismos conocidos y probados en las pioneras experiencias realizadas por Francia y el Reino Unido alrededor de 1900. La primera de ellas impuso como requisito necesario el certificado de identidad –expedido por las autoridades locales previo registro– a todos los extranjeros que querían insertarse en el mercado laboral a partir de 1893 (Noiriel, 1998), un certificado que evolucionó, a través de la C a rte d’Identité de 1917 (Loussouarn y Bourel, 1996), para convertirse definitivamente en permiso de estancia –Carte de Séjour– a partir de la promulgación de la Ordonnace de 2 de noviembre de 19451. En cambio, en el Reino Unido más preocupado por las necesidades del mercado de trabajo que por el control de los extranjeros, introduce por medio de la Aliens Restricition Act2 de 1919 al término de la Gran Guerra, la autorización administrativa de trabajo, delimitando los campos laborales a los que van a tener acceso los no nacionales. S o b re estos dos tipos de perm i s o s , que están además dire c-

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(1) Mientras que la carte de d’identité era simplemente un instrumento de registro y control de los inmigrantes, la Carte de Séjour es un instrumento de selección de la mano de obra (Loussouarn y Bourel, 1996). (2) Los prolegómenos de la misma los encontramos en las Leyes de 1905 y 1914.


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(3) El permiso ilimitado sólo podía ser recibido des pués de diez años de estancia… (cinco en algunos casos) (Babiano y Farré, 2002).

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tamente relacionados, se desarrollan las dife rentes norm ativas que regulan el régimen jurídico de la mano de obra ex t ra n j e ra en los países de acogida hasta el momento actual. Si la autorización administrativa para trabajar es común a todos los estados después de la segunda guerra, el régimen de entrada y las situaciones administrativas previstas para la estancia presentan lige ras va ri aciones entre los estados, aunque tienden a unifo rmizase cada vez más a partir de los A c u e rdos de Shch e n gen de 1985 y 1990 y de un modo especial en el marco del espacio de justicia, l i b e rtad y seg u ridad definido en la cumbre de Tampere de 1999. Así, por su importancia, comprobamos como el período de la residencia temp o ral obl i gatorio para obtener la estancia permanente varía, por ejemplo, e n t reun año en Francia, tres en Bélgica, c u at ro del Reino Unido y Holanda o los cinco de Alemania, m i e n t ras que en Suiza el go b i e rno fe d e ral se decanta por un política rotacional para ev itar que el inmigrante adquiera el dere cho al establecimiento ilimitado que otorga la residencia temporal ininterru m p i d a3. Sin embargo, estos instrumentos que fueron bastante eficaces para controlar las entradas, no siempre dieron cumplida respuestas a las demandas sociales de los trabajadores, pues su puesta en práctica generaba ipso facto situaciones discriminatorias que at e n t aban contra los derechos más elementales de la persona. Sirvan como ejemplo, la limitación de los movimientos que estipulaban los p e rmisos de residencia temporal, la imposibilidad de acceder a una actividad distinta a la consignada en la autorización laboral mientas no se posea la residencia permanente, el derecho a la re agrupación familiar o la indefensión del inmigrante ante la actitud discrecional de la autoridad gubernativa de alguno de estos estados. Durante la década de los años 1970, al compás del cierre de las fronteras, la

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Españoles en Suiza.

extranjería iba a dar paso a la inmigración y con ello se iban a corregir muchas de estas situaciones con la ampliación de los derechos y libertades de los extranjeros en los estados de acogida. Pero también con el cambio de actitud de las autoridades españolas a partir de la promulgación de la Ley de Emigración de 1971. Además de legislar y poner en vigor las políticas de control de flujos por medio de la creación de organismos ad hoc o por el refuerzo y la ampliación de competencias y funciones de las administraciones existentes4, la intervención gubernamental en materia migratoria llevó a muchos de ellos a participar directamente de las labores de reclutamiento en el exterior. En los casos francés y alemán por medio de la Office National de I’mmigration (ONI) y del Bundesanstalt für Arbeit respectivamente (Díaz-Plaja, 1974) mientras los del Reino Unido con el programa European Voluntary Workers y de Suiza con el Service de Placements de Travailleurs Espagnols abandonan pronto esta

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(4) Por norma general se van a reforzar y ampliar las competencias administrativas de los ministerios del interior y de la policía, no sólo por la necesaria identidad jurídica individual sino también por la inclusión de la inmigración en el ámbito de las materias que competen al orden público.


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práctica y se la confían a las agencias de colocación y a las asociaciones patronales a partir de 1951 y 1963 respectivamente. El de Bélgica en cambio delegó desde el principio (García Manrique, 1964).

(5) Decreto 23 de julio de 1959, núm. 1354759 (Mº de Trabajo). INSTITUTO ESPAÑOL DE EMIGRACION. Desarrolla la Ley 17 de julio de 1956 (R. 1064), de organización. (B.O.E. de 1 de agosto de 1959.

2.- EL FRACASO DE LA EMIGRACIÓN ASISTIDA COMO MECANISMO DE CONTROL DE LAS SALIDAS La política gubernamental de gestión de flujos no se limita en estos años a las sociedades de acogida, las de origen también son conscientes del poder que tienen las migraciones como fuente de recursos y riqueza. Por ello sus respectivos gobiernos diseñaron estrategias de control y tutela que se materializaron en la creación de organismos estatales o paraestatales al efecto, tales como el Comisariato di Emigrazione y el Instituto Nazionales di Crédito del il Laboro Italiano All’Estero, la Junta de Emigraçâo en Portugal o, en nuestro caso, el Instituto Español de Emigración (IEE), creado por Ley de 17 de julio de 1956. En virtud de la misma se le encomienda el desarrollo la política emigratoria del Gobierno de acuerdo con la normativa vigente y el ejercer por sí, o por medio de órganos subordinados, la acción tutelar que le corresponde al Estado en esta materia y asume, además de las competencias que le atribuye la Ley, las establecidas con el mismo carácter en la Ley y Reglamento de Emigración de 20 de diciembre de 19245. Su creación coincide con un cambio de ciclo en la historia de la emigración española, tanto por la elección de nuevos destinos como por las características legales y demográficas de la corriente. La emigración hacia Europa ya es en este momento un

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hecho real, aunque las fuentes oficiales de salida –17.304 emigrantes entre 1955 y 1959– todavía no la contemplan en su totalidad, porque sólo computan a aquellos que en su desplazamiento utilizan la vía marítima. No obstante, las estadísticas de extranjería de nuestro entorno comienzan a registrar un cada vez mayor volumen de españoles que cruzan las fronteras provistos de las autorizaciones administrativas pertinentes para introducirse en el mercado laboral. Así a Francia, un país de larga tradición y que será unos de los destinos principales en la década siguiente, llegaron en la segunda mitad de los años cincuenta 76.114 españoles según los registros del ONI y el gobierno del Reino Unido a través del Home Office expide 13.944 nuevos certificados de registro a trabajadores procedentes de España, a pesar del carácter minoritario que presenta esta corriente. Esta nueva realidad es ignorada por las cifras pero no por el legislador. Las modificaciones que se introducen en las disposiciones emigratorias vigentes comienzan a desdibujar la imagen arquetípica de la emigración decimonónica: ultramar, barco, billete de tercera, a medida que cobra fuerza en el subconsciente colectivo la idea de Europa –os estranxeiros novos para los gallegos–, y del desplazamiento por vía aérea o por ferrocarril. La Orden de Presidencia del Gobierno de 6 de noviembre de 1957 actualiza el concepto legal de emigrante vigente desde 1924, desvinculándolo del medio de transporte y del país extranjero en el que se establezca. La posterior Ley de Ordenación de la Emigración de 3 de mayo de 1962 será muy clara al respecto: la condición de emigrante se adquiere por el hecho de abandonar el territorio nacional con fines laborales o familiares (acompañamiento o reagrupación), siempre y cuando se ajuste a los pla-

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Centro de Día Miguel de Cervantes en Londres, Reino Unido.

(6) Orden 15 de noviembre 1960 (Mº de Trabajo). COLOCACION OBRERA Y EMIGRACION. Procedimiento para ofertas de empleo de países extranjeros (B.O.E. de 3 de diciembre de 1960).

nes y operaciones programadas por el Gobierno o con su intervención, y con su ayuda técnica y económica. Es la emigración asistida, acorde con una política emigratoria paternalista diseñada y ejecutada de acuerdo con las directrices de la ordenación del trabajo en régimen de pleno empleo. El procedimiento oficial para emigrar se desarrolla en cuatro fases: el reclutamiento y la inscripción, en la que el trabajador formaliza la demanda en el Servicio de Colocación; la prese lección, en la que se procede al reconocimiento médico y profesional; la selección definitiva, con la aprobación de la autoridad extranjera, en la que se le provee de la documentación necesaria para que pueda establecerse en el lugar de destino; y por último, la salida, en la que se le confirman las fechas del viaje y se procede al traslado a la nueva residencia6. Este proceso emigratorio común para todos los españoles, puede variar en función de condiciones establecidas en los

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Convenios bilaterales de emigración suscritos por el gobierno para establecer la condición jurídica de nuestros trabajadores en el extranjero. Instrumentos internacionales que se van a ampliar y diversificar con los años a ámbitos como el de la seguridad social y el de la educación. En aquellos casos en los que existe un Acuerdo de emigración7, la contratación de trabajadores nominativa o innominada se realiza, salvo pequeños matices, de acuerdo con la normativa comentada de 15 de noviembre de 1960. En su defecto –de los receptores sólo el Reino Unido carece de Convenio– las Agregadurías Laborales de acuerdo con el IEE, son las encargadas de suscribir acuerdos con las agencias de colocación para canalizar las ofertas de empleo. En este caso, el trabajador no está sujeto a las fases de preselección y selección definitiva (Durán Villa y Pérez Fariña, 2003). Las competencias en materia migratoria se reparten entre el Ministerio de Trabajo, el Instituto Español de Emigración, la Organización Sindical y, en cierta medida, con la Comisión Católica de Emigración. Al primero corresponde el ejercicio de las funciones de orden normativo, fiscalizador y protector pro pias de la soberanía del Estado, en todo aquello que no esté atri buido expresamente a otras ramas de la Administración pública8. El Instituto, heredero de la antigua Junta Central de Emigración, es el verdadero ejecutor de la política emigratoria gubernamental. Sus funciones son las de concertar los sistemas de selección; orientar, informar y capacitar al emigrante; y conceder ayudas económicas para su traslado y asentamiento en el extranjero. Su actividad se proyecta en el exterior a través de las Agregadurías laborales, que ofertan además asesoramiento y asistencia de orden jurídico y laboral. La Comisión Sindical, creada en sep-

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(7) En el ámbito europeo, el gobierno de España firmó seis Convenios de emigración: Austria, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Suiza. (8) LEY 93/1960, de 22 de diciembre, sobre bases de ordenación de la emigración. Base cuarta. Ver también de la misma Ley la Base sexta. Uno. y el Decreto 3 mayo 1962, núm. 1000/62 (Mº Trabajo). EMIGRACION. Ley de su ordenación, en los arts. 14.2 y 15. (9) Orden 14 septiembre 1957 (Secr. Gral. Org. Sindical). COMISION SINDICAL DE EMIGRACION. Creación (B.O.E. de 21 de octubre de 1957).


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(10) LEY 93/1960, de 22 de diciembre, sobre bases de ordenación de la emigración. Base sexta. Tres. y Decreto 3 mayo 1962, núm. 1000/62 (Mº Trabajo). EMIGRACION. Ley de su ordenación, art. 20.

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tiembre de 19579, se encarga de resolver todas aquellas cuestiones relativas a la emigración de trabajadores dentro de la estricta competencia sindical: informar y asesorar los contratos de trabajo, intervenir en las contrataciones colectivas y ejercer la acción protectora al emigrante en el exterior, a través de sus Agregadurías Laborales10. Políticamente la Comisión está controlada por Fa l a n ge m i e n t ras que el Instituto desde su adscripción al Ministerio de Trabajo está en manos de los tecnócratas. Las difíciles relaciones que mantienen provocan enfrentamientos que se ponen de manifiesto, por ejemplo, en las deliberaciones para la elab o ración del Convenio con Francia o cuando se traspasa el control de competencias de las Agregadurías al IEE, porque internacionalmente intere s aba marginar a los fa l a n gistas y acentuar el catolicismo del régimen, sobre todo en una cuestión que quería utilizarse como elemento de política ex t e ri o r ( B abiano y Fe rnández Asperilla, 2002). La proyección ex t e rior de España obl i ga a darle un nuevo barniz al régimen: es el momento de la democracia org ánica, de la ap e rt u ra del catolicismo y de la justicia social. En este contexto, no es ex t raño que la Comisión Católica participe activamente en programas migrat o rios o en el pro blemático mov i m i e nto de re agrupación familiar, que ch o c aba en principio con una e m i gración concebida como temporal. Su importancia es fundamental porque contri buye a explicar la consolidación de las tasas de permanencia en Europa. Sin embargo, su propia dinámica impide que las mu j e res sean las pro t agonistas de su propio proyecto migrat o rio. Dependientes de su mari d o , mu chas de ellas se mantienen en el extranjero vinculadas al trabajo rep ro d u c t ivo, aunque contribuyen decisivamente al incremento de los ingresos

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y del ahorro familiar, p o rque desarrollan actividades –serv i c i o doméstico o lab o res de costura y confección en el propio domicilio– en el marco de la economía info rmal, sin prever las consecuencias que esto va a tener llegado el momento de la jubilación. En contrap a rtida las variadas tareas de gestión del hogar y del cuidado y atención de los hijos, les permiten ampliar su espacio físico, simbólico y de sociabilidad, y las predisponen para alcanzar unas cotas de integración muy superi o res a las de sus cónyuges. Toda salida ajena a la intervención del mencionado Instituto Español de Emigración es catalogada a efectos legales de clandestina, aunque con propiedad se trata de una emigración irregular, cuyo volumen supone algo más del 50% de la asistida durante los años sesenta (Babiano y Fernández Asperilla, 2002). Esta variedad, conocida y reconocida por las autoridades españolas desde finales de los años cuarenta, aumenta paulatinamente en la década siguiente hasta hacerse con el protagonismo por su volumen a partir de 1960. Denuncias por explotación, sentencias condenatorias, Circulares de la Fiscalía del Tribunal Supremo, actualización del concepto legal de emigrante y la puesta en práctica del programa de emigración asistida, no pudieron impedir este éxodo paralelo. Un éxodo que fluye creciente porque flexibiliza los trámites administrativos para salir; porque soslaya impedimentos legales en los dos extremos de la cadena migratoria; por la abundante oferta de trabajo en la economía sumergida y por las posibilidades de regularización in situ; por la difusión de una información propagandística cada vez más abundante, a pesar de estar prohibida por ley; y sobre todo por la creación y consolidación de importantes cadenas migratorias en base a lazos de familia o vecindad. Las cadenas además ofrecen cobertura y seguridad al demandante ante el desconoci-

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miento de la lengua y en principio le auguran al futuro emigrante unas posibilidades mayores de éxito. Cadenas que también nos explican la polarización espacial de los trabajadores tanto en las áreas emisoras como en los lugares de residencia (Durán Villa, 1985; Babiano y Fernández Asperilla, 2002; y; Sainz Díaz, 2004)11. El balance entre la emigración irregular y la asistida en la década de los años sesenta asciende a 587.855 trabajadores a favor de la primera y supone en términos demográficos el desplazamiento de 2.053.649 españoles en tan sólo 10 años. Evidentemente, la vulnerabilidad y la indefensión propias de esta emigración no regularizada la hacen más proclive a vivir situaciones de riesgo por abuso y explotación, además de estar más expuesta al fracaso en los primeros momentos del proceso. Las redes ilegales han estado tradicionalmente detrás de muchos de estos atropellos, aunque en ocasiones las autoridades españolas directa o indirectamente se convirtieron en sus cómplices, en la mayoría de las ocasiones por silencio y por dejadez, sobre todo en lo tocante a problemas de prostitución, criminalizando en ocasiones a las víctimas, y de abusos de tipo administrativo y labo(11) El título de la película dirigida por Pedro Lazaga en 1971, Vente a Alemania Pepe, y protagonizada por Alfredo Landa y José Sacristán, encierra la filosofía propia de las cadenas migratorias que funcionaban en Europa, favorecidas por la mayor proximidad y por los desplazamientos periódicos con carácter vacacional, y ofrece también la imagen que del milagro alemán –o del milagro económico europeo– se tenía en la España de entonces. Independientemente de que se trata de una comedia, el argumento refleja la más cruda realidad de esta emigración: la confrontación entre dos culturas antagónicas, jornadas laborales agotadoras que sobrepasan la legalidad vigente, la difícil integración en las sociedades de acogida y el consiguiente repliegue sobre las colonias de origen. Los centros y asociaciones de carácter nacional –las capellanías y las Casas de España creadas en virtud de la Ley de Emigración de 1971– y regional son los espacios de sociabilización y recreo del emigrante por excelencia, mientras no llega el ansiado día del retorno. Un retorno que por dignidad personal tanto va a silenciar las dificultades y miserias en los supuestos de éxito económico y promoción familiar como las experiencias de fracaso. A nadie le importa, ellos vuelven, mientras que otros compatriotas –exiliados en origen pero convertidos de facto en inmigrantes económicos– con los que habían compartido la experiencia migratoria tenían impedimentos legales para iniciar el camino de vuelta. Y muchos ya no pudieron hacerlo. La relación exilio-emigración en Europa tampoco fue ajena a la película, una relación que tuvo cierta importancia en el proceso de politización de estos colectivos y que va a tener especial relevancia en el momento de la transición.

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Uno de los centenares de establecimientos españoles que hay en el Reino Unido, propiedad de emigrantes.

ral (Durán Villa, 2007). Señalada la importancia que tiene por su volumen la emigración irregular, los datos que nos ofrecen las estadísticas publicadas por el IEE sólo sirven para explicar tendencias comunes a ambas modalidades. Desde 1960, año en el que comienzan a publicarse los datos pormenorizados, hasta 1985, en vísperas de la incorporación de España a la Comunidad, el programa gubernamental de salidas asistidas traslada a un colectivo de 1.285.537 españoles hacia Europa, procedentes en más del 50% de Andalucía y de Galicia. Una cifra inferior a la que se moviliza por cauces ajenos al Instituto (1.320.752) en los años sesenta según recogen Babiano y Fernández Asperilla (2002), a pesar de los esfuerzos y de la infraestru c t u ra montada por el régimen. El retorno para la misma etapa es superior a las partidas y arroja un saldo a favor de los que regresan de 312.285 personas. Un valor sobrevalorado porque contabilizan a las mismas personas en años consecutivos por imperativos de las polí-

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ticas rotacionales. Suiza, Alemania y Francia, con un 40,70%, 32,45% y 21,57% respectivamente, son los principales destinos de esta corriente masculina (84,43%), en la que sólo el Reino Unido rompe la tónica, pues las mujeres representan según los datos británicos el 56,58% en el período comprendido entre 1946 y 1973. La industria y los servicios concentran las actividades a las que se les p e rmite acceder a este colectivo poco cualificado, aunque algo más de un cuarto proceden directamente del sector primario. La evolución histórica del proceso muestra dos etapas separadas por la crisis de 1973. La primera fase es la que moviliza a un contingente mayor de personas con un ritmo medio anual de salidas de 75.561 emigrantes. En ella se distingue un trienio 1965-1967 regresivo por la fuerte contracción de la oferta de Alemania que provocan las medidas regularizadoras iniciadas en 1965 y la crisis inmediata que acaba con la devaluación del marco en 1967. Los años posteriores conocen una fuerte expansión y feminización hasta alcanzar la cota de los 113.772 emigrantes en 1971. Es el momento en el que tiene lugar el mayor volumen de desplazamientos por reagrupación de dependientes, debido al asentamiento permanente de los emigrantes que marcharon en los tempranos sesenta, una vez que consiguen la autorización definitiva de residencia. Nada queda del proyecto migratorio originario. En principio era individual, aunque practicado colectivamente, temporal y de carácter laboral con el objetivo de conseguir unos ahorros en corto espacio de tiempo. En estos años se convierte en un modelo de emigración de familias, colectivo, y se va consolidar como modelo dominante al compás de un cada vez mayor y más férreo control de las fronteras. Definitivamente el retorno se pospone para la jubilación. Las actuales estadísticas

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Bibliografía

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Francisco R. DURÁN VILLA

LOUSSOUARN, Y. y BOUREL, P. (1996): Droit international privé. Paris, Dalloz. LUIS BOTÍN, M. de (1989): Españoles en el Reino Unido. Breve reseña histórica 1810-1988. Madrid, M.T.S.S. MACDONALD, J. S. and MACDONALD, L. D. (1972): The invisi ble immigrants. London, A. Runnymede. NOIRIEL, G. (1998): Le creuset française. Histoire de l’immigration XIX-XX siècle. Paris, Seuil. RUBIO, J. (1974): La emigración española a Francia. Barcelona, Ariel. SAINZ DÍAZ, C. (2004): Clandestinos, Ilegales, Espontáneos... La emigración irregular de españoles a Alemania en el contexto de las relaciones Hispano-Alemanas, 1960-1973. In CUADERNOS DE HISTORIA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES, Madrid, nº 4. SÁNCHEZ ALONSO, B. (1995): Las causas de la emigración espa ñola, 1880-1930. Madrid, Alianza. VILLARES, R. (1996): Historia da emigración galega a América. Santiago, Xunta de Galicia.

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Trabajo, emigración y ciudadanía Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid.

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omo ha señalado el gran historiador de la emigración en Francia, Gerard Noiriel, en las sociedades indus triales, es el trabajo el que hace nacer al inmigrado, el que le hace ser1. En efecto, procurar la mejora de las condiciones y expectativas de vida ha venido siendo la causa principal de la emigración contemporánea y, por supuesto, de la emigración española. Ello otorga al trabajo (y con él, al ahorro) un espacio central en el fenómeno de la emigración y lo sitúa en el corazón del proyecto migratorio. Un proyecto que inicialmente contempla el retorno, pero que con el tiempo se va modificando. La centralidad del trabajo resulta igualmente observable si examinamos la cuestión, no ya desde el punto de vista de la oferta, sino desde el lado de la demanda: es la necesidad de trabajadores en número abundante en los países de acogida lo que explicaría la emigración.

Ana Fernández Asperilla. Trabaja en el Centro de Documentación de la Emigración Española de la Fundación 1º de Mayo y es profesora tutora de la UNED. Es autora de Mineros, sirvientas y mili tantes. Medio siglo de emigración española en Bélgica (Madrid, 2006), y coautora de Miradas de emigrantes. Imágenes de la vida y cultura de la emigración española en Europa en el siglo XX (Madrid, 2004) y de Situaciones de exclusión de los emigrantes españo les ancianos en Europa (París, 2000). Ha publicado igualmente diversos artículos sobre la emigración española en revistas especializadas en España, Francia y Bélgica.

(1) Gerard NOIRIEL, Le creuset français.Histoire de l’immigra tion XIX-XX siècles. París, Sueil, 1988, p.137.


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Las cadenas migratorias, basadas en el parentesco y el paisanaje, jugaron un papel decisivo en la inserción laboral.

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Al fin y al cabo no otra cosa que un cambio en la demanda de fuerza de trabajo explicaría a su vez el cambio de ciclo migratorio a lo largo de los años cincuenta del siglo pasado, cuando los españoles dejaron de dirigirse a América para trasladarse en masa al continente europeo. De hecho, ya en el periodo de entreguerras los países americanos receptores de mano de obra española comenzaron a levantar restricciones y a demandar trabajadores de cierta cualificación. Por eso durante los años cincuenta del siglo XX la emigración americana va a resultar, de manera significativa, una emigración de reagrupamiento familiar, más que de nuevos trabajadores. Fue también un cambio en la demanda de fuerza laboral, a raíz de la crisis de estancamiento y alta inflación de 1973, cuando se detuvo bruscamente la emigración española al continente europeo. Antes, durante la gran oleada de emigración americana, a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX (18801930), la emigración a ultramar había sido de origen rural –como así lo era la mayoría de la población española– y de carácter descualificado. Los cuatro grandes destinos de ese periodo fueron Argentina, Uruguay, Brasil y Cuba. Salvo parcialmente en Brasil y Cuba, donde las actividades relacionadas con el café y el azúcar respectivamente demandaron nueva fuerza de trabajo, en estos cuatro países los españoles, a pesar de su origen rural, se insertaron laboralmente en ocupaciones de carácter urbano. Las cadenas migratorias, basadas en el parentesco y el paisanaje, jugaron un papel decisivo en la inserción laboral. De este modo una trayectoria frecuente consistió en emplearse en el negocio de un familiar o paisano hasta poder establecerse; es decir abrir un negocio por cuenta propia. El comercio fue una de las ocupacio-

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nes urbanas típicas en los cuatro grandes países americanos de acogida. Se trataba, sobre todo, del pequeño comercio e incluso de la venta ambulante, como en el caso de Cuba. En Brasil y Uruguay también destacaron la hostelería y en este último país las actividades de pequeña industria y manufacturas artesanales –panaderías, fabricación de calzado, etcétera–. Por lo que se refiere a las mujeres, solían ocuparse al llegar a América como domésticas y en aquellos otros oficios que tenían que ver con los cuidados personales –como niñeras- y con las habilidades domésticas –costura, planchado, etcétera-. Por lo común, el matrimonio implicaba abandonar el servicio doméstico pero no la actividad. Así, las mujeres casadas solían emplearse en los negocios familiares, ayudando en los comercios, almacenes o restaurantes, o en trabajos domiciliarios que permitían compatibilizar la actividad económica con el cuidado de la prole. Este era el caso de la costura2. Después de la Guerra Civil, la recesión de las economías latinoamericanas, la Segunda Guerra Mundial y las restricciones a la movilidad del régimen franquista cortaron el flujo migratorio, que se reanuda en 1946 y todavía se dirige hacia América durante los años cincuenta, como hemos señalado un poco más arri b a . Entonces, Argentina, Brasil y Venezuela son los tres grandes receptores de mano de obra española. Aún siendo una emigración eminentemente familiar, desde el punto de vista laboral, continuaron ejerciendo un papel fundamental los empleos urbanos en servicios como la hostelería o el comercio. Ocurre que este último sector se había transfo rmado con la aparición del gran almacén en ciudades como Buenos Aires y Montevideo, donde una parte del gran comercio estaba en manos de españoles3.

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(2) Sobre la inserción laboral en América en el periodo 1880-1930, véase Pilar CAGIAO y A. Miguel BERNAL, “Incorporación al mercado laboral e inserción social”, en VV.AA., Historia general de la emigración española a Iberoamérica. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social et al., vol 1, 1992 pp. 271-330. (3) Véase A. Miguel BERNAL, “Inserción social y laboral”, en VV.AA., Historia general de la emigración española a Iberoamérica. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social et al., vol 1, 1992 pp. 657-673.


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Desfile de Asociaciones españolas por las calles de París.

Entre tanto, como ya hemos indicado, se va a producir el cambio de ciclo migrat o rio de América hacia Europa. Como antaño en América, en el continente europeo la demanda será de fuerza laboral sin cualificación. No hay que olvidar que la segunda posguerra mundial será el periodo de la industria de fabricación en masa mediante dispositivos y tecnologías basadas en la división del trabajo de tipo taylorista. Se trata, por lo tanto, de tecnologías e industrias que, aunque innovadoras en ese momento, consumen mucho trabajo vivo, razón por la cual los países europeos más industrializados van a agotar rápidamente sus fuentes nacionales de mano de obra, teniendo que recurrir a la inmigración. En ese contexto, en España a partir de los años cincuenta la modernización de la agricultura va a generar importantes excedentes de mano de obra que en parte van a quedar absorbidos por el proceso de industrialización y urbanización que tiene lugar durante el desarrollismo franquista. Sin embargo, a pesar del discurso auto-

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complaciente sobre el pleno empleo del régimen, lo cierto es que la industrialización española de los años sesenta del siglo XX no fue capaz de dar cabida al conjunto de los excedentes de fuerza laboral expulsada del medio rural. La vía de escape para esta fuerza de trabajo fueron las diversas economías europeas occidentales. En cuanto a la ya mencionada falta de cualificación de la mano de obra española que emigra a Europa, puede comprobarse a través de la clasificación de la emigración asistida –el único tipo de emigración considerado entonces legal al salir de España– efe c t u ada por el Instituto Español de Emigración (IEE). Ateniéndonos a esta clasificación, encontramos que, para el periodo comprendido entre 1964 y 1977, el 64’3 por ciento de los emigrados fueron obreros industriales y otro 30’8 por ciento, agricultores, pescadores y obreros agrícolas4. Ambas categorías abarcan a más del 95 por ciento de la emigración de aquellos años. En tanto que extranjeros descualificados, los trabajadores españoles ocuparán en ese periodo empleos resultantes de la taylorización de la segunda postguerra mundial. Se trata de empleos que, además de descualificados, habían quedado socialmente desvalorizados en las sociedades de acogida. No obstante, cada mercado laboral nacional ofrecerá una distribución sectorial específica. De este modo, si tomamos en consideración los datos de Francia correspondientes a 1968 –el año en que la colonia española era, por su número, la primera colonia extranjera en suelo francés– nos daremos cuenta de que los trabajadores españoles se hallaban ocupados de manera muy notable en sectores de tipo tradicional. Sectores que frecuentemente representan puertos de entrada en el mercado laboral y que habían sido abandonados –al menos parcialmente– por la mano de obra francesa y por otros grupos de

(4) Citado por Jaime MARTÍN MORENO, “Aspectos demográficos del fenómeno de la emigración exterior”, en A. ESPINA, Ll. FINA & J.R. LORENTE (comps.), Estudios de economía del trabajo en España. vol. 1, Oferta y deman da de trabajo. Madrid, Ministerio de Trabajo, 1985, pág. 412.

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(5) Lo que hacía del albañil el estereotipo del inmigrante español en Francia. (6) Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Anuario de Migraciones 2002. Madrid, pág. 31.

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extranjeros de más antigua presencia, como era el caso de los italianos. De este modo, el 34’6 por ciento de los hombres trabajaba en la construcción y las obras públicas5. Otro 14’5 por ciento trabajaban en la agricultura de manera permanente. Esto significa que la emigración de temporada que se dirigía a las campañas agrícolas, como la vendimia, la remolacha o el arroz, no está contemplada en d i cha proporción. Los trabajadores agrícolas de temporada durante los años sesenta y hasta mediados de la década siguiente representaron casi cien mil desplazamientos anuales. Y ello según las cuentas del IEE, lo que quiere decir que no contemplan la emigración irregular ni el habitual trabajo de menores de edad que se desplazaban con sus familias, especialmente en el caso de la vendimia. Los temporeros agrícolas en Francia empezaron a disminuir, primero a raíz de la crisis económica de 1973 y de manera más drástica a partir de la entrada de España en la Unión Europea a medidos de los años ochenta. Frente a las grandes cifras de los años sesenta, en 1992, viajaron a Francia 10.402 españoles como temporeros y en el año 2000 lo hicieron solamente 4.3826. De todas maneras, aún prescindiendo del importante fenómeno de los temporeros, casi la mitad de los trabajadores españoles en Francia se hallaban en sectores de tipo tradicional y de baja cualificación. Esto no sólo ocurría en el caso de los hombres, sino también en el de las mujeres. El 47 por ciento ellas eran empleadas domésticas, un nicho del mercado laboral en el que estaban especializadas, localizándose principalmente en los distritos elegantes de París. Otro 10 por ciento trabajaban en los servicios. Se trataba de servicios que, además de baja cualificación, se ajustaban igualmente a estructuras de tipo tradicional, como el comercio, la hostelería o los cuidados personales a niños, ancianos o inválidos. Por último,

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un 4’5 por ciento se empleaban en la agricultura. De manera que en la industria –esto es, en los sectores de actividad potencialmente más modernos7– sólo trabajaban el 22 por ciento. En la República Federal Alemana, en 1970, el empleo de los españoles estaba mucho más concentrado desde el punto de vista de los sectores de actividad y se situaba en ramas más modernas que en el caso de Francia. Hasta tal punto era así, que el 73’5 por ciento de los hombres y el 77’5 por ciento de las mujeres trabajaban en la industria. Los sectores industriales que agrupaban a más mujeres y hombres españoles eran los siderometalúrgicos: siderurgia, mecánica, construcción de máquinas y herramientas, etcétera. En suma, La República Federal de Alemania es el caso más arquetípico de empleo de los españoles en la industria de tipo fordiano. En Suiza, en 1968, algo más del 20 por ciento de los varones españoles trabajaban en la industria y una proporción muy similar lo hacían en la hostelería. A su vez, el 25’1 por ciento trabajaban en la construcción. Por lo que concierne a las mujeres, el 37’4 por ciento se empleaba en la hostelería y otro 14’5 por ciento en el servicio doméstico, constituyendo, de ese modo, los dos sectores de actividad principales. Era, por lo tanto, una mano de obra algo más diversificada que en Alemania.8. Al igual que en el caso de Francia los trabajadores agrícolas de temporada alcanzaron cifras relevantes, en el caso de Suiza el peso de los temporeros sobre el conjunto de la mano de obra española de cada año era muy importante. En 1964, por ejemplo, los temporeros representaban el 29’4 del total de los trabajadores españoles. Seis años después, en 1970, esa proporción, casi no había variado, situándose en el 29 por ciento. Los temporeros trabajaban en la construcción –hasta el 70’1 por ciento de ellos, en 1964– y en la hostelería, sobre todo9.

(7) Decimos potencialmente, porque entre las industrias que daban empleo a las mujeres se hallaba la confección textil que, precisamente, no se caracterizaba por su naturaleza innovadora desde el punto de vista tecnológico. (8) Todos los datos relativos a la mano de obra española en Francia, Alemania y Suiza, tomados de Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, “La emigración como exportación de mano de obra: el fenómeno migratorio a Europa durante el franquismo”, Historia Social nº 30, 1998, pp. 63-81. (9) Los datos sobre los temporeros en Suiza, tomados de Sebastian FARRÉ, Spanische agitation: emi gración española y anti franquismo en Suiza. Madrid, Fundación 1º de Mayo, Documento de Trabajo 3/2001, 2001, pp. 7-8 y de Guillermo DIAZ PLAJA, La condi ción emigrante. Los tra bajadores españoles en Europa. Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1974, pp. 73-74.

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(10) Véase Guillermo DÍAZ PLAJA, La condición emi grante... cit., pp. 92-133.

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La categoría de trabajador temporero en Suiza no sólo hace referencia a un tipo de trabajo estacional, como eran las campañas agrícolas en Francia. En efecto, aunque las faenas en la construcción quedasen suspendidas en los meses de invierno y la hostelería se ajustase al ciclo turístico anual, lo determinante en el caso suizo es la existencia de un determinado tipo de permiso de trabajo y de residencia. Permiso que se ri ge normativamente por el denominado Estatuto del Temporero, en vigor hasta mediados de los años noventa. Este estatuto especial incidía enormemente en las condiciones laborales y de vida, en la medida en que cercenaba drásticamente los derechos civiles –tales como la libre circulación o la libertad de residencia–, así como aquellos otros de carácter laboral. En efecto, el Estatuto del Temporero marc aba una presencia en Suiza limitada a la duración del contrato que, siempre de carácter estacional, no podía exceder de nueve meses. Durante ese periodo no se podía cambiar de cantón, sector de actividad o empresa. Los temporeros no podían instalarse haciéndose acompañar por su familia. En el caso de que en un matrimonio ambos cónyuges tuviesen contrato de temporada, si la mujer quedaba embarazada, ambos eran expulsados del país. Los temporeros tampoco podían tomar una vivienda en alquiler, sino que debían alojarse en las residencias que les proporcionaban las empresas. Por añadidura, en virtud del acuerdo firmado por el IEE y la patronal privada Societé Suisse de Entrepreneurs (SSE) en octubre de 1970, los temporeros españoles debían renunciar al derecho de huelga. Asimismo, los patronos podían avisar a la Agregaduría Laboral española en el caso de que el trabajador no cumpliese o fuese considerado desobediente. Entonces, entre el mismo patrón y la Agregaduría decidirían la expulsión de Suiza del temporero español10.

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En Bélgica la colonia española se formó con dimensiones de gran escala, a partir de 1956, tras un acuerdo de reclutamiento de mano de obra para la minería del carbón. En consecuencia, a principios de los años sesenta las minas constituían el sector que más empleo proporcionaba a los españoles. Sin embargo, con el curso del decenio, debido a las crisis de la minería y a las deficientes condiciones laborales en el seno de los pozos, la mano de obra se re d i stribuyó, siendo la construcción y la industria metalúrgica los dos principales sectores de actividad en el caso de los hombres. Las mujeres, por su parte, se concentraron en el servicio doméstico sobre todo11. A pesar de la especialización de los españoles en determinados nichos de los mercados laborales de los países de acogida, el abanico de posibilidades al respecto no re s u l t aba muy amplio: la gran industria fordiana, la construcción, la hostelería, el servicio doméstico y poco más. Todos estos sectores compartían, entre sus características principales, la demanda intensiva de una fuerza laboral de baja o nula cualificación. Ahora bien, una vez delimitados sumariamente el tipo de empleos que permitieron la inserción laboral de los españoles en el continente europeo, cabe preguntarse algunas cuestiones varias décadas después. Entre ellas, las trayectorias profesionales de esos españoles y la manera en que, cuando no han retornado, sus hijos se han insertado laboralmente. Por lo que se refiere a la primera cuestión, debemos señalar que la emigración a Europa ha sido más homogénea que en América desde el punto de vista de su posición en el mercado de trabajo. En América resultó frecuente establecerse por cuenta propia y salir de la condición salarial, lo que dio lugar a una estratificación social en el seno de las

(11) Según Ana FERNÁNDEZ ASPERILLA, Mineros, sir vientas y militantes. Medio siglo de emigración espa ñola en Bélgica. Madrid, Fundación 1º de Mayo, 2006, pp 45-69.

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(12) Puede verse al respecto, Javier RUBIO, La emigra ción española a Francia. Barcelona, Ariel, 1974. (13) Para las trayectorias profesionales véase Ubaldo MARTÍNEZ VEIGA (dir.), Situaciones de exclusión de los emigrantes espa ñoles ancianos en Europa. París, FACEEF et al, 2000.

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colonias españolas. En Europa, sin embargo, la citada condición salarial ha sido mucho más persistente. Se conocen datos sobre Francia, por ejemplo, que muestran cómo mientras los italianos o los portugueses han tendido a organizar pequeñas empresas en sectores como la construcción, los españoles han sido más renuentes a esa posibilidad12. En tanto que trabajadores, los emigrantes españoles en Europa, tras procesos generalizados de reestructuraciones industriales y empresariales, a menudo han concluido sus carreras profesionales con prejubilaciones y con una movilidad laboral ascendente reducida. Mientras tanto, las mujeres han desarrollado trayectorias laborales más irregulares en las que la movilidad ha sido básicamente horizontal13. La segunda cuestión que suscitábamos no era otra que la inserción laboral de la segunda generación. Y en este sentido creemos que, en tanto que hijos de trabajadores, los hijos de los emigrantes españoles han desarrollado trayectorias similares a las de la generación de los países europeos a la que pertenecen, siempre y cuando resulten de la misma extracción social. Esto supone un salto desde la industria a los servicios y a los empleos de oficina, en la medida en que la manufactura ha ido reduciendo su demanda de fuerza trabajo y re-localizándose en países terceros. Hasta ahora hemos subrayado la importancia del trabajo apelando al proyecto migratorio y a los factores de expulsión en España y de demanda de fuerza laboral en los países de acogida. A continuación hemos examinado las características de la mano de obra española en las sociedades de inmigración. Sin embargo, creemos que no podemos detenernos en este punto si queremos evaluar la importancia fundamental del trabajo para la comprensión del fenómeno de la emigración española. ¿Por qué? Sencillamente debido a

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que el trabajo y singularmente el trabajo asalariado genera identidades y teje vínculos entre el individuo y la sociedad. Desde este punto de vista, el trabajo asalariado no es sino un mecanismo de integración social. Así pues, los españoles no se han integrado en las diferentes sociedades de acogida de forma abstracta, sino a través del trabajo y en tanto que trabajadores. Pero además, el trabajo es fuente de derechos y en consecuencia fuente de ciudadanía. Esto ocurre así en Europa Occidental especialmente a partir de 1945, con la cristalización del estado social de derecho14. De los tres tipos de derechos que definiera T. H. Marshall en su célebre ensayo sobre la ciudadanía –derechos civiles, políticos y sociales– los derechos sociales son fundamentalmente derechos asociados al trabajo. El acceso de los emigrantes españoles a los derechos sociales se plasmó originalmente, a través de los acuerdos bilaterales de emigración y de seguridad social entre España y los diferentes países de acogida europeos. La mayoría de los primeros fueron suscritos en 1960-196115. Así, por ejemplo, en el Acuerdo de emigración, contratación y colocación de trabajadores espa ñoles en Holanda, de 1961, se señala en su artículo 16 que: 1. Los trabajadores españoles serán empleados en los Países Bajos en las mismas condiciones de remuneración y de trabajo que la mano de obra neerlandesa, dentro de las suposiciones legales, de los convenios colectivos de trabajo (…). 2. Se beneficiarán de los mismos derechos y de la misma protección que los neerlandeses en lo que concierne a la aplicación de las Leyes sobre higiene y seguridad en el trabajo (…).

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(14) Un concepto que aparece de manera explícita por primera vez en la Constitución de la República Federal de Alemania de 1949, como ha recordado E. CARMONA CUENCA, El estado social de derecho en la constitución. Madrid, CES, 2000. (15) Se trata de los acuerdos con Alemania, Francia, Suiza y Holanda. Previamente, en 1956 se firmaron acuerdos de emigración y de seguridad social con Bélgica. En relación a las categorías de ciudadanía civil, política y social, véase T. H. MARSHALL, Citizenship and Social Class. Nueva York, Anchor, 1965 (versión en castellano, en Revista de Investigaciones Sociológicas nº 79, 1997, pp. 297-344).


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3. Las autoridades neerlandesas cuidarán de la aplicación de tales disposiciones y comprobarán (…), si las condicio nes de contratación están conforme con aquellas. 4. Además los trabajadores españoles podrán en las mismas condiciones que los neerlandeses acudir a las autoridades administrativas o judiciales competentes de los Países Bajos en los conflictos de trabajo16

(16) Cfr. BOE 9 junio 1961. (17) Véanse “Acuerdos relativos a trabajadores permanentes y de temporada”, art. 6 y “Acuerdo Complementario relativo a los trabajadores de temporada”, art. 4º.1, ambos en BOE 28 febrero 1961. (18) Cfr. “Instrumento de ratificación del convenio sobre Seguridad Social entre España y Bélgica”, art. 1, BOE, 13 mayo 1958.

Del mismo modo, el acuerdo hispanofrancés de emigración, de enero de 1961, estipulaba la igualdad salarial entre los trabajadores españoles permanentes en Francia y los asalariados franceses. Aseguraba también que los temporeros serían remunerados conforme a los convenios colectivos vigentes en Francia en el sector de actividad correspondiente17. A su vez, en la segunda mitad de los años cincuenta quedaron sellados diversos acuerdos de seguridad social. En ellos se determinaba el acceso de los españoles a los seguros sociales vigentes en los países de acogida. Así, por ejemplo, en el acuerdo hispanobelga de Seguridad Social de 1956 se estipulaba que: Los trabajadores españoles o belgas, asalariados o asi milados por las legislaciones de seguridad social (…) que dan sujetos, respectivamente, a las citadas legislaciones aplicables en España o en Bélgica y se beneficiarán de las mismas, así como sus derechohabientes, en iguales condi 18 ciones que los súbditos de cada uno de estos países . Del mismo modo, mediante los Protocolos de 27 de junio de 1957, el go b i e rno francés se comprometía a conceder el subsidio a los viejos trabajadores asalariados españoles en las mismas condi-

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Españoles en Bélgica.

ciones que a los trabajadores franceses. El protocolo también determinaba el acceso a los seguros agrícolas franceses a los trabajadores españoles de temporada, así como el pago de indemnizaciones por cargas familiares a los españoles titulares de un contrato laboral de un año de duración, aún residiendo los hijos en España. También, para el caso de la República Federal Alemana, Bonn y Madrid establecieron un convenio sobre Seguridad Social el 29 de octubre de 1959, que sería ratificado al año siguiente19. Como hemos indicado, en los acuerdos de emigración se establecía normativamente la igualdad de condiciones laborales y salariales entre españoles y los trabajadores autóctonos. Bien es cierto que algunos de los derechos colectivos de los trabajadores españoles y de los inmigrantes en ge n e ral no se harán efectivos en los diferentes países europeos de acogida hasta finales de los años sesenta y principios de la década siguiente. Este es el caso de una parte de los dere chos de participación sindical –elegibilidad para los

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(19) Véase BOE 11 octubre 1961. Para el caso de Francia, nos remitimos a “Acuerdos Internacionales con Francia. Relativos a trabajadores”. Protocolos 27 junio 1957, BOE 14 septiembre 1957.


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(20) En el caso de Francia, a partir de los acuerdos de Grenelle de 1968, que tuvieron lugar tras la huelga general de mayojunio de ese año. (21) Tomado de www.ciuda daniaexterior.mtas.es/est adisticas.htm el 20 de diciembre de 2007.

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comités de empresa y para los órganos de dirección sindical, por ejemplo– que no se extenderán a los trabajadores extranjeros en Francia y Alemania hasta 197220. De todos modos, conviene no olvidar que los emigrantes españoles disfrutaron de dere chos colectivos de trabajo en la emigración antes que en su propio país. Por otro lado, el acceso de los españoles residentes en el exterior a los derechos de ciudadanía social marca de nuevo una diferencia entre América y Europa. Diferencia que es apreciable cuando han concluido las trayectorias laborales, precisamente. De manera, que en el viejo continente el acceso a pensiones en los países de acogida tienen lugar de manera ge n e ralizada. Eso es también resultado de la homogeneidad social de las colonias españolas en Europa. Sin embargo en América, entre los ancianos españoles, en la medida en que las colonias se han estrat i ficado socialmente, existe una franja notable de vulnerabilidad social. De hecho es allí donde el Estado español exporta la mayoría de pensiones asistenciales (de carácter no contributivo y ajenas a las cotizaciones del trabajo, por lo tanto) que concede a los españoles del exterior. Así, de las 50.792 pensiones otorgadas en el último trimestre e 2006, Argentina absorbía el 61’6 por ciento, Venezuela el 16’7 por ciento, Brasil el 6’6 por ciento, Uruguay el 5’5 por ciento y Cuba el 4’1 por ciento21. Esta otra cara de la exitosa imagen de hacer las Américas, tiene que ver con el trabajo de los emigrantes; o más bien, con los derechos de ciudadanía asociados al trabajo de los propios emigrantes.

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Migración y coyuntura económica, España y América Latina Abel LOSADA ÁLVAREZ Doctor en Economía por la Universidad de Santiago de Compostela.

1. ANTECEDENTES. LA CRISIS DE 1929 Y LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN AMÉRICA LATINA. En este breve recorrido por las relaciones entre los m ovimientos migratorios y la coy u n t u ra económica en América Latina comenzaremos por la que muchos autores consideraron la primera crisis global del capitalismo, y continuaremos a lo largo del siglo XX, hasta la “década” perdida de los ochenta y las últimas turbulencias financieras de los noventa, que han convertido a América Latina en un continente emisor de emigrantes y a España en uno de los principales receptores del mundo. Habitualmente las políticas migratorias desarrolladas en los diferentes países de A m é rica Latina fueron muy permisivas con los movimientos migrat o rios; la elevada necesidad de mano

Abel Losada Álvarez (Ourense, 1964). Profesor titular de Historia e Instituciones Económicas en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Vigo. Especialista en historia empresarial, demografía y economía de la población. Ha publicado las monografías As relacións económicas entre Galicia e os países de destino da emigración (1995) y Cuba. Poboación e eco nomía entre a indepen dencia e a revolución (1999) y fue co-editor de Galicia-América. Unha contribución bibliográfica (1992) y la Base biblio gráfica da emigración galega (1997). Sus trabajos se han publicado en diferentes revistas nacionales e internacionales y ha participado en numerosos congresos celebrados en universidades españolas y extranjeras. Miembro de la Comisión Ejecutiva Nacional Gallega y Diputado en el Parlamento de Galicia por el PSdeG-PSOE.


Abel LOSADA ÁLVAREZ

(1) A. Maddison (2001). (2) A. Losada Álvarez (1999).

Migración y coyuntura económica, España y América Latina

de obra hacía que la llegada de inmigrantes fuese bien recibida, si bien es cierto que las dife rentes fases del ciclo económico determin a ron comportamientos sociales, políticos y legislativos diferentes. Estas políticas favorecedoras de la inmigración continuaron, con ligeras variaciones, hasta la crisis de 1929. La crisis económica de 1929 supuso para las economías de exportación de América Latina una auténtica catástrofe. Por una parte, los Estados Unidos, su principal cliente, redujeron su consumo a causa de la caída de sus rentas; y de cara a proteger sus producciones interiores elevaron los aranceles para muchos productos. La mayor parte de estos países carecían de recursos para adquirir en los mercados extranjeros los productos alimenticios y los bienes de consumo que suponían la mayor parte de sus importaciones1, este escenario trajo consigo desocupación e incremento de los precios. La crisis, y el consiguiente aumento del desempleo, favorecieron la promulgación de leyes de nacionalización del trabajo, que ocuparon una buena parte de la discusión política del momento y supusieron una fractura importante entre los diferentes movimientos sindicales y el mundo de la emigración. En algunos países, como es el caso de Cuba, la tensión social generada fue muy fuerte2, pues se activó un movimiento de nacionalismo exacerbado que perjudicó notablemente a la poderosa excolonia española. Durante toda la década de los treinta, y a pesar de una cierta recuperación económica, continuó en la vida política de América Latina la polémica en torno a las leyes restrictivas sobre la participación de extranjeros en los mercados de trabajo nacionales. La notable reducción de la llegada de extranjeros al conti-

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nente entre la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, contribuyó a la disminución de los contingentes de extranjeros y a la salida de un número considerable de éstos por la difícil situación económica que atravesaron los diferentes países. En la mayor parte de los países se materializó el intento de diversificación agrícola y de creación de una industria ligera, principalmente de bienes de consumo no duradero, ya que la crisis mundial, y su repercusión en las economías nacionales, determinó otro fenómeno de carácter positivo: la disminución de la competencia extranjera debida a la caída de las importaciones, facilitando la creación y expansión de algunos sectores industriales, que supusieron una mejora del mercado laboral, que sólo fue capaz de absorber el incremento demográfico, sin generar nuevos movimientos migratorios. La Segunda Guerra Mundial creó oportunidades y circunstancias nuevas en las economías latinoamericanas con las restricciones del abastecimiento, la mayor demanda de los productos tradicionales y los incentivos para nuevas producciones, para las que el continente contaba con materias primas y condiciones ambientales favorables. La iniciativa privada no pudo amoldarse a las nuevas circunstancias con la rapidez necesaria, tanto por carecer de recursos financieros y técnicos, como por falta de espíritu innovador en las clases empresariales. Y en este contexto, el Estado tuvo que crear estímulos y facilidades para que la empresa privada ampliase sus actividades, pero la gran perjudicada fue la productividad general del sistema. Aún así, en el gráfico siguiente se observan, tanto la interrupción en la senda de crecimiento de la crisis del 29, como el largo período de expansión posterior hasta finales de los setenta.

La Segunda Guerra Mundial creó oportunidades y circunstancias nuevas en las economías latinoamericanas con las restricciones del abastecimiento, la mayor demanda de los productos tradicionales y los incentivos para nuevas producciones, para las que el continente contaba con materias primas y condiciones ambientales favorables.

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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

Gráfico 1. PNB “per cápita” (Ocho economías más importantes: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela).

7.000 6.000 5.000 4.000 3.000 2.000 1.000 0

PNB “per cápita” (8 países)

Fuente: Elaboración propia sobre los datos de A. Maddison http://www.ggdc.net/maddison/

En la mayor parte de los grandes estados latinoamericanos se van a llevar a cabo políticas compensatorias de carácter anti-cíclico. Estas políticas, que lograron en parte mantener la actividad económica en niveles eleva d o s , supusieron un aumento de la deuda pública y una disminución de las reservas monetarias netas que volvieron a introducir elementos perturbadores, pero la actividad económica en su conjunto se vio escasamente afectada. En este contexto relativamente ex p a n s ivo, queda prácticamente cerrado el ciclo de transición entre el Estado no intervencionista y el moderno Estado interventor y promotor en la actividad económica, posterior a la Segunda Guerra

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SITUACIÓN ACTUAL Y RECORRIDO HISTÓRICO

Mundial. En este marco, en la mayor parte de los países de tradición inmigratoria, excepto el caso de Cuba, se retoma un ciclo migratorio de cierta importancia, como se puede ver en el gráfico siguiente.

Gráfico 2. Emigración española a América (1902-1968).) (anual) 80.000 70.000 60.000 50.000 40.000 30.000 20.000 10.000 0 1902-06 1907-11 1912-16 1917-21 1922-26 1927-31 1932-35 1939-43 1944-48 1949-53 1954-58 1959-63 1964-68 -10.000 -20.000 -30.000 Emigrantes transoceánicos (España) (anual)

Fuente: Estadísticas migratorias, varios años.

En el gráfico anterior se pueden observar como la coy u ntura migratoria se corresponde en gran medida con la coy u n t ura económica de la que hemos hablado antes. La coy u n t u ra económica y las dos guerras mundiales han determinado en buena medida la evolución de la emigración española a América3, junto al papel que a partir de la década de los sesenta va a jugar la naciente emigración a los países industrializados de Europa.

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(3) N. Sánchez-Albornoz (1988) y C. Yáñez Gallardo (1994).


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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

2. LAS CRISIS FINANCIERAS DE LOS AÑOS NOVENTA EN AMÉRICA LATINA. La llamada “década perdida” de los ochenta y la crisis financiera internacional de los años noventa han vuelto a poner de manifiesto la vulnerabilidad de América Latina frente a los acontecimientos financieros internacionales. Cuando aún no se habían recuperado los niveles de vida anteriores a la llamada “década perdida” de los ochenta, que se observa con claridad en el gráfico 1, otra crisis financiera desencadena una onda recesiva que agravó notablemente los niveles de pobreza. CUADRO 1. TASAS DE CRECIMIENTO DEL PIB (1993-2005). Argentina 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

5,8 -2,8 5,5 8,1 3,9 -3,4 -0,8 -4,4 -10,9 8,8 9,0 9,2

Brasil

México

5,9 4,2 2,7 3,3 0,1 0,8 4,4 1,3 1,9 0,5 4,9 2,3

4,4 -6,2 5,2 6,8 5,0 3,8 6,6 0,0 0,8 1,4 4,2 3,0

Venezuela -2,3 4,0 -0,2 6,4 0,3 -6,2 10,3 -0,3 -11,8 1,2 27,7 -7,2

Fuente: CEPAL, años correspondientes.

La evolución errática que presentan en estos años las tasas de crecimiento del PIB en los países seleccionados ponen de manifiesto la inseguridad económica y las falta de expectativas económicas que pueden tener sus habitantes, tanto los naciona-

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SITUACIÓN ACTUAL Y RECORRIDO HISTÓRICO

les, como los extranjeros. Aquí se encuentra una parte importante de la explicación, tanto de las elevadísimas tasas de emigración de los países de América Latina hacia los Estados Unidos y Europa, como las tasas de retorno de emigrantes europeos y sus descendientes hacia sus países de origen, de lo que hablaremos 4 más tarde . A pesar de los discursos teóricos, la globalización está lejos de ser absoluta en la producción y el comercio mundiales. Mientras que la globalización de la producción de bienes y servicios y el comercio internacional es parcial y selectiva, sin embargo, en la esfera financiera es prácticamente total, y de una manera u otra, acaba por serlo también en la circulación de trabajadores. De hecho, salvo casos puntuales, la demanda de trabajo por parte de los países centrales siempre acaba por cubrirse. Gráfico 3. Tasas de crecimiento del PIB (%). 30,0 25,0 20,0 15,0 10,0 5,0 0,0

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

-5,0 -10,0 -15,0 Argetina

Brasil

México

Venezuela

(4) A. Ferrer (1999).

Fuente: CEPAL, años correspondientes.

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(5) G. Tapinos (1997). (6) R. Casilda Béjar (2002). (7) J. L. Machinea y N. Serra (eds.) (2007). (8) R. Casilda Béjar (2002).

Migración y coyuntura económica, España y América Latina

Al mismo tiempo, las organizaciones internacionales carecen de mecanismos de acción global, que permitan resolver los problemas de redistribución. En los últimos 30 años la diferencia de ingresos entre el 20% más rico y el 20% más pobre de la población mundial aumentó de 30 a 60 veces, indudablemente las migraciones desde los países pobres son uno de los principales problemas, que además no tienen respuesta ni una solución adecuada en el libre juego de los mercados, si no existe una cooperación efectiva del conjunto de la comunidad internacional5. El fuerte incremento que se ha producido en el coste del financiamiento ha estado asociado a una reducción de los flujos de capitales hacia la región, que continúa siendo altamente deficitaria en ahorro interno6. Esta reducción de los flujos de capitales ha supuesto una menor capacidad inversora y por lo tanto, una reducción en la creación de empleo, que la disminución de la presión demográfica todavía no es capaz todavía de compensar, lo que continua manteniendo muy elevadas las tasas de desempleo, y por lo tanto, emigración. Por eso, tanto la década de los noventa como el comienzo de siglo, demuestran que el desarrollo es un proceso lento y muchas veces difícil de apreciar en el corto plazo7. Pero hay indicadores que pueden relacionarse directamente con lo que serán los futuros flujos de población, los avances en salud, mortalidad infantil y otros indicadores que significan una mayor esperanza de vida, así como los progresos en materia de educación, especialmente en primaria, no han sido muy significativos en los últimos veinte años8, pero comienzan a mejorar. Es conocido que los comportamientos demográficos tienen una importante influencia sobre el desarrollo. La evolución

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Encuentro de empresarios gallegos del exterior celebrado en Santiago de Compostela.

de la población en América Latina conduce a que la población más improductiva en términos económicos, los niños y los ancianos, que además tienen mayores necesidades de educación y salud, van a perder peso en la población total; así se reducirá la cantidad de personas dependientes por trabajador, el cual, a su vez, podrá estar mejor educado y por lo tanto, ser más productivo, incrementando la productividad global de la economía. Sin embargo, en términos de migraciones internacionales, esta mejoría en el escenario demográfico se ve alterada por la persistencia de elevados niveles de pobreza y desigualdad. Todos los estudios cuantitativos señalan que la liberalización comercial y financiera tuvo un impacto negativo sobre la distribución del ingreso, y por lo tanto, sobre la pobreza. Una mayor inversión en bienes de capital genera que la demanda de trabajo no cualificado, que es un sustituto del capital, disminuya, y aquí está precisamente el origen de una buena parte de las migraciones internacionales contemporáneas9.

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(9) G. Tapinos et al. (1997).


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(10) A. Losada Álvarez (1995).

Migración y coyuntura económica, España y América Latina

3. AMÉRICA LATINA COMO MERCADO PARA LOS PRODUCTOS ESPAÑOLES. Si analizamos la distribución geográfica del comercio exterior español desde la transición, destaca en primer lugar la importancia de las relaciones con los países de la Unión Europea que absorben casi un 75% de nuestras exportaciones y proveen dos tercios de nuestras importaciones; se trata de una consecuencia lógica de nuestra pertenencia a la Unión Europea. América Latina debería de ser, sin embargo, uno de los objetivos prioritarios para el comercio exterior español, basado sobre todo en nuestra proximidad cultural, idiomática y demográfica. Pero a pesar de los puntos comunes, el sub-continente ha mantenido históricamente escasas relaciones comerciales con España en la segunda mitad del siglo XX, solo muy recientemente ha empezado a aumentar y previsiblemente seguirá haciéndolo este flujo comercial. Las elevadas inversiones de empresas españolas en América Latina, y la llegada masiva a nuestro país de emigrantes latinoamericanos, establecen sólidas bases para el crecimiento de estos intercambios comerciales. El análisis de la situación actual en las relaciones económicas entre España y América tiene que llevarnos a una doble vía de observación. Por una parte estudiar el modo de aprovechar la presencia de importantes colonias de ciudadanos españoles en los países de América Latina para penetrar en sus mercados interiores con más facilidad, y por otra aprovechar parte de los fondos disponibles de esas colonias en América para la generación de inversión productiva y de riqueza en España10. Como decíamos antes, los intercambios comerciales con los países de América Latina fueron tradicionalmente escasos en

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Ciudadanos españoles en el mundo

España, lo que no impidió que por parte de los estudiosos de la emigración histórica española se considerase desde comienzos del siglo el amplio potencial que supondría aprovechar a las colonias residentes en estos países. Es verdad que la tradición comercial de los países latinoamericanos les lleva a concentrar sus compras en el exterior en el mercado norteamericano, y la competencia con dicho mercado es difícil para los productos europeos, excepto aquellos de alta calidad y precio dirigidos a los grupos de ingresos más elevados. Un problema, que lamentablemente continúa en la actualidad, y que ya era reseñado en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. CUADRO 2. EXPORTACIONES ESPAÑOLAS A AMÉRICA LATINA, % SOBRE EL TOTAL (1980-2005). Año

% Exportaciones

Año

% Exportaciones

1980 1990 2000

10,22 3,77 4,32

1985 1995 2005

5,75 4,57 3,91

Fuente: Elaboración propia, Anuario Estadístico de España (años correspondientes).

En el cuadro anterior, se observa el escaso peso de las exportaciones a América Latina en el conjunto de las exportaciones españolas en los últimos veinticinco años. Además la importancia de América Latina como mercado para las exportaciones españolas ha ido perdiendo peso después de la entrada de España en la Unión Europea, ya que la concentración de las exportaciones en este mercado ha ido aumentando. Si consideramos las importaciones, el peso de América Latina aumenta, pero debido exclusivamente al petróleo de México y Venezuela.

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SITUACIÓN ACTUAL Y RECORRIDO HISTÓRICO


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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

En el estudio de los diferentes destinos de nuestras exportaciones dentro de América Latina, no se aprecia una relación directa entre los mayores volúmenes de intercambio y la presencia de importantes colonias españolas en los distintos países, ni tampoco con la existencia de colonias amplias de esos países en España. Además, las relaciones comerciales entre España y América Latina presentan un déficit importante con la mayor parte de los países, con tasas de cobertura muy bajas.

(11) Este tipo de iniciativas ha tenido una mayor repercusión a nivel regional que estatal, especialmente en Comunidades Autonómas como Galicia, Asturias o Canarias.

4. EMPRESARIOS E INVERSIONES ESPAÑOLAS EN AMÉRICA LATINA. Ya desde comienzos del siglo XX se planteó la necesidad de obtener rendimientos económicos para España de la emigración, a través de dos vías: las inversiones directas de capitales americanos en Galicia y la potenciación de las exportaciones. La idea de aunar al empresariado de origen español en la diáspora, para canalizar toda la información que pueda interesarles sobre expectativas de inversión en los distintos sectores económicos, ha estado presente históricamente, estimulando la participación en proyectos conjuntos, que canalicen inversiones o negocios, o supongan comercializar productos, sin embargo, estos proyectos no han terminado de cuajar11. Ciertamente, sobre todo en las Comunidades Autónomas con una mayor colonia en América, el ahorro de los emigrantes ha supuesto un beneficio indudable, y el sistema financiero español siempre ha estado muy atento a los grandes destinos de la emigración. Pero no se puede abordar el tema de las inversiones de los emigrantes en España únicamente en términos bancarios y financieros; de hecho, las inversiones directas en España de los empresarios del exterior son cuantiosas y acaparan el interés de

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SITUACIÓN ACTUAL Y RECORRIDO HISTÓRICO

Reunión de empresarios españoles en Montevideo, Uruguay.

las administraciones central y autonómica. Si desagregamos estas inversiones por sectores, observamos que el sector de la construcción es el líder de las inversiones, junto a otros sectores como la hostelería y la actividad inmobiliaria. En la actualidad, sin embargo, la inversión extranjera directa por parte de empresas españolas en América Latina se ha convertido, junto a la inmigración, en el principal nexo de unión entre las dos orillas. Desde los años ochenta la IED (Inversión Extra n j e ra Directa) tuvo un crecimiento explosivo. En lo que respecta al papel de la empresa y la banca española en América Latina, hay que resaltar que nuestro país se sitúa en un lugar privilegiado en este continente al liderar la inversión europea y competir con los Estados Unidos, algo impensable si retrocedemos sólo un par de décadas. La llamada “década dorada” (1990-2000) de España en América Latina vino definida por el gran giro estratégico de nuestras empresas, enfrentadas a las nuevas reglas del juego de la

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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

economía mundial, la liberalización de los mercados y un mayor peso de la iniciativa privada, así como la disminución del sector público y la amplia difusión de las tecnologías de la información y comunicación; la apuesta fue clara y exitosa. Gráfico 4. Inversiones españolas. Total mundial y América Latina (1990 - 2005). Millones de euros. 80.000 70.000 60.000 50.000 40.000 30.000 20.000 10.000 0

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

Inversiones españolas en el exterior

Inversiones en los cinco primeros países de América Latina

Fuente: Elaboración propia sobre los datos de la Secretaría de Estado de Comercio, Ministerio de Economía y Hacienda.

Este impulso inversor de España en América Latina se ha visto frenado a partir del año 2000. La inversión en América Latina pasó de más de 30.000 millones de euros en 1999 a menos de 4.000 millones de 2003. Esta última cantidad representa tan sólo el 14,4% de la inversión española directa en el exterior y menos del 0,8% del PIB nacional, mientras en 1999 representaba el 65% y el 5%, respectivamente. La razón fundamental de esta caída en la inversión ha sido la diversificación geográfica del des-

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Ciudadanos españoles en el mundo

tino de las inversiones, que han vuelto sus ojos principalmente hacia la nueva Europa. Gráfico 5. Porcentaje en el total de la inversión española en el exterior de los cinco primeros países de América Latina. 70,00 60,00 50,00 40,00 30,00 20,00 10,00 0

1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

% 5 países A.L. sobre el total español

Fuente: Elaboración propia sobre los datos de la Secretaría de Estado de Comercio, Ministerio de Economía y Hacienda.

En términos generales España ocupó el puesto que el capital norteamericano dejó tras el llamado “tequilazo” en 1994, los rat i o s de inversión estadounidense y española en América Latina en 1994 fueron del 42% y 8%; se pasó en 1999, sólo cinco años más tarde, a ratios del 29% y el 39%, respectivamente. Indudablemente en un contexto de inestabilidad financiera, el capital español asumió un riesgo elevado, y sin duda, su apuesta tuvo unos resultados económicos en términos ge n e rales muy destacados. No resulta fácil explicar la inhibición del capital español en los primeros años de este siglo, ya que las últimas tasas de crecimiento de los negocios en América Latina han

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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

alcanzado niveles muy satisfactorios, de casi el 6%, basados en la liberalización creciente del comercio, el desarrollo del sistema financiero, incluidos los sistemas de pensiones y las remesas de emigrantes, que crecen a un ritmo del 20% anual y han alcanzado en los últimos años más de 50.000 millones de dólares. Si tenemos en cuenta el tamaño de las economías de España y de América Latina, la dimensión del esfuerzo inversor de las empresas españolas en el sub-continente ha generado una comunidad de intereses difícilmente comparable con los intereses cruzados que pueda tener ningún país desarrollado con otras áreas de países en desarrollo. Como ejemplo, en los beneficios de los bancos BBVA y Santander, América Latina aporta más del 40% de los mismos, y para Telefónica, el negocio allí representa el 34% de sus ingresos totales, más del 45% de los ingresos de Repsol-YPF y el 23% de los de Endesa. En este contexto de fortísima interrelación económica, los movimientos de población no podían quedar al margen. Tanto la inmigración, como el retorno de los antiguos emigrantes y sus descendientes, son el complemento social y económico “predecible” a este desembarco económico; de esto nos ocuparemos a continuación. 5. RETORNO E INMIGRACIÓN. El retorno, del que se hablará específicamente en otro capítulo de esta obra, es el flujo de movilidad de la población más directamente relacionado con la coy u n t u ra económica de los luga res de residencia. Pa ra analizar el retorno de antiguos emigrantes a España es necesario en primer lugar ver los datos

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Inmigrantes latinos en España.

disponibles sobre el volumen de los residentes españoles en los países de América Latina, que aparecen en el siguiente cuadro. Como vemos, en el Censo de 200112, su número representaba el 52% del total de los españoles residentes en el extranjero. CUADRO 3. POBLACIÓN ESPAÑOLA RESIDENTE EN AMÉRICA LATINA 2001 (PAÍSES CON MÁS DE 50.000 RESIDENTES). Argentina Venezuela Brasil México Uruguay Total América Total

247.824 122.160 78.133 57.220 52.353

17.5 8.6 5.5 4.0 3.7

734.916 1.413.353

52.0

Fuente: Censo de Población de 2001. Registro de Matrícula de Residentes de los Consulados Españoles.

Comparando el cuadro anterior y el siguiente, podemos observar laas diferencias entre los datos habitualmente utiliza-

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(12) Último dato comparable internacionalmente, los datos de carácter censal presentan siempre un notable subregistro.


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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

dos, los registros consulares, por un lado, y el censo electoral de residentes ausentes, por otro. Si utilizamos los datos del Censo de Población de 2001, el Censo Electoral signifi c aba el 68,6% del total de los españoles regi s t rados en el extranjero. Si bien el proceso se dirige hacia la conve rgencia, ya que aumenta el volumen del censo de electores, aumenta el retorno, y las nu evas salidas son prácticamente inexistentes. CUADRO 4. CENSO ELECTORAL DE RESIDENTES EN EL EXTRANJERO (2001 – 2007). > 40.000 ELECTORES. 2001

2007

2007 (1998=100)

Argentina Venezuela Brasil México Uruguay

176.034 89.345 39.765 42.338 41.878

249.861 116.986 61.507 50.004 40.391

141,9 130,9 154,7 118,1 96,4

Total América

495.767

664.151

134,0

Total

969.116

1.162.391

119,9

Fuente: Ministerio de Interior.

(13) A. Losada Álvarez (2005).

Este recorrido hacia el retorno, es especialmente interesante en España, un país que en un corto lapso de tiempo, de apenas 30 años, ha cambiado su condición de país de emigración a acoger dentro de sus fronteras a un número creciente de inmigrantes. En este contexto, el tema de los retornos, tanto de primera como 13 de segunda generación, ha sido objeto de una menor atención , ya que la importancia de los movimientos migratorios en España a la hora de contrarrestar los problemas del crecimiento vegetativo de la población, centran la atención en todos los aspectos relacionados con la llegada de población.

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CUADRO 5. EMIGRANTES RETORNADOS 2002-2006 (> 1.000 MEDIA ANUAL). 2002-2006

Media anual

Venezuela Argentina Uruguay México Cuba América Latina

27.742 27.430 8.916 6.292 5.005 100.966

5.548 5.486 1.783 1.258 1.001 20.193

Total

215.394

43.079

Fuente: Elaboración propia, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

Desde la llamada “década perdida” en la economía latinoamericana, la situación económica de los países que han recibido los mayores contingentes de emigración española ha sido compleja, con claras tendencias a los desequilibrios y la desigualdad, como ya hemos visto antes14. Aunque hay diferencias entre ellos la situación es hoy en día relativamente difícil, aunque en vías de recuperación, exceptuando probablemente el caso mexicano. Frente a la situación de México, los casos de Argentina y Uruguay son bien conocidos, la crisis política y económica del primero, con una dramática caída del PIB hace unos años, y la fuerte dependencia del segundo del mercado argentino, han conducido a una situación de relativa inestabilidad financiera. En el caso de Venezuela, a los problemas económicos se une la inestabilidad política, frente al gobierno de Hugo Chávez la fuerte oposición que se está produciendo ha situado a la economía venezolana en unos niveles de incertidumbre muy elevados, aumentando los niveles de riesgo-país que debilita su posi-

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(14) VV.AA. (1997).


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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

(15) J.M. Liso et al. (2002) y Banco Mundial (2003).

ción en los mercados internacionales. El caso de Cuba es diferente, se trata de un contingente migratorio muy envejecido porque finalizó ya en los años treinta, ya que fueron muy pocos los que emigraron a Cuba después de la guerra civil; en este caso las dificultades económicas y sociales están causadas por la paralización y el estancamiento económico del régimen de Fidel Castro. El único de los países, con un contingente migratorio español importante, con una situación económica más o menos estable es México, cuya pertenencia al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá le ha permitido afrontar las crisis financieras que afectaron a otros países que no estaban dentro de esta área; es el que presenta unas perspectivas macroeconómicas más estables15. Como hemos señalado antes, la inmigración procedente de América Latina y el retorno de emigrantes y sus descendientes, están directamente relacionados con la coyuntura económica de los lugares de salida, pero también con la situación de los países de llegada, en este caso España, y con el incremento de las relaciones económicas a través de la inversión extranjera directa. A principios de los años noventa, España presentaba un elevado crecimiento económico, con una tasa de actividad muy baja, lo que significaba que había lugar para que un gran número de personas entraran en el mercado laboral, en este contexto demográfico y laboral la llegada de inmigrantes era más que previsible. El número de inmigrantes residentes ha ido aumentando progresivamente desde el comienzo de la década de los nove nta. La composición del contingente migratorio se ha modificado de forma importante desde ese momento; sí a principios de los noventa la mayoría de los inmigrantes procedían del ámbito

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Inmigrantes venezolanas.

comunitario, al final de esa década son ya mayoría los que proceden de países terceros, sobre todo el norte de África y América Latina. Desde el año 2000 hasta el principio del año 2006 el número de extranjeros se incrementó en más de 535.000 cada año, a fecha de 1 de enero de 2006 el número de extranjeros residentes ya ascendía a más de 4,1 millones de habitantes y representaban un 9,3% del total de la población española. En este contexto de fuerte crecimiento, la presencia de las colonias latinoamericanas ha sido una de las más importantes. En el cuadro 7 vemos a las principales comunidades establecidas en España a fecha del 1 de enero de 2006 (aquellas que cuentan con mas de 50.000 residentes). Si comparamos los datos de ambos años, 2001 y 2006, vemos como por nacionalidades las más fuertes son la ecuatoriana, la colombiana y la argentina. Estas comunidades con más de 50.000 residentes suponen prácticamente un tercio del total de extranjeros residentes en España a 1 de enero de 2006.

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Migración y coyuntura económica, España y América Latina

CUADRO 6. PRINCIPALES COMUNIDADES LATINOAMERICANAS ESTABLECIDAS EN ESPAÑA. 2001-2006 (> 50.000 RESIDENTES). Ecuador Colombia Argentina Bolivia Perú Brasil Rep. Dominicana Venezuela Total

2001

2006

% crec.

% total

139.022 87.209 32.429 6.619 34.975 17.078 31.153 16.549

461.310 265.141 150.252 139.802 95.903 72.441 61.071 51.261

331,8 304,0 463,3 2112,1 274,2 424,2 196,0 309,8

11,1 6,4 3,6 3,4 2,3 1,7 1,5 1,2

1.370.657 4.144.166

302,3

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del INE.

(16) J. F. Tezanos (2006).

Dentro de las colonias latinoamericanas, la colonia boliviana asentada en España es la que presenta un mayor incremento relativo, lo cual se debe a motivos de tipo político y económico en el país de origen, y por la existencia de mafi a s humanas que favorecen la inmigración16, mientras que las comunidades que menos crecen son las más antiguas, como la dominicana. A nadie se le escapa hoy en día la relevancia económica de este importante flujo migratorio, el flujo de remesas que salen de España con destino a los países de América Latina es un elemento central en la financiación de los procesos de desarrollo de estos países. Los incrementos han sido espectaculares, las remesas en 2002 representaron 2.844 millones de euros, mientras que en 2006, 6.807 millones de euros. Con estos datos, España ocupa el tercer lugar en la clasificación mundial de los países que emiten mayores remesas de trabaja-

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Ciudadanos españoles en el mundo

dores, tras el aumento registrado entre los años 1990 y 2006, lo que la sitúa sólo por detrás de Estados Unidos y Arabia S a u d i t a1 7 . El grueso de los envíos va a parar a América Latina, principalmente a Ecuador, Colombia y Bolivia. Estas cifras en algunos países de América Latina significan una partida económica esencial en el crecimiento, en el caso de Bolivia las remesas p rocedentes de España suponen el 8,5% del PIB, y en el caso de Ecuador, el 3,6%. Los inmigrantes latinoamericanos en España son los “más propensos” a enviar remesas, ya que acapara ron el 70% de las transfe rencias al ex t e rior en 2006, unos 4.500 millones de dólares, pese a constituir alrededor del 36% de la pobl ación inmigrante. Desde hace tres años, en 2004, los envíos de dinero de los e m i grantes españoles suponen una cantidad menor a la que envían los inmigrantes desde España al ex t ra n j e ro, además la distancia se va incrementando cada año, así en 2006 las transfe rencias al ex t e rior superaron a los envíos que hicieron los e m i grantes españoles en 1.636 millones de euros. España recibió de sus emigrantes 4.807 millones de euros y los inmigrantes enviaron 6.443 millones. El cambio que se ha producido en España, pasando en pocos años de un país de emigración a un país de inmigración, queda perfectamente reflejado en estos flujos financieros internacionales vinculados a los movimientos migrat o ri o s . La coy u n t u ra económica y los movimientos migratorios, dejando aparte motivaciones políticas lamentablemente frecuentes, han estado fuertemente correlacionados. El caso español no es diferente al del resto de los países occidentales, si

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(17) VV. AA. (2006).


Abel LOSADA ÁLVAREZ

Migración y coyuntura económica, España y América Latina

acaso, algunas diferencias cronológicas y de intensidad, pero la relación ge n e ral se mantiene. Ante situaciones de incert i d u m b re económica o laboral se producen salidas de población autóctona, y ante ex p e c t at ivas favorables de empleo y salarios, nos encontramos con llegada de población ex t ra n j e ra. El marco demográfico de cada luga r, puede matizar esta relación, pero no invertirla. Estos han sido los parámetros en los que históricamente se han movido las relaciones migratorias entre España y América Latina.

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Abel LOSADA ÁLVAREZ

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El “retorno a las raíces” de los descendientes de emigrantes españoles Laura OSO CASAS Doctora en Sociología por la Universidad de La Sorbona y por la Universidad de A Coruña.

A

través de la historia de la emigración española se ha ido construyendo un puente transnacional que transitan, en la actualidad, retornados y descendientes de emigrantes, procedentes de Latinoamérica y de Europa. A este último flujo, el protagonizado por los hijos de la emigración, le hemos denominado como inmigración de “retorno a las raíces”. Vuelven los retoños, algunos más motivados por las crisis económicas y políticas en los países que les vieron nacer (Argentina, Venezuela), otros llamados por esos orígenes en los cuáles han sido socializados desde la infancia (Europa). Este artículo pretende dar cuenta de esta realidad social, analizando el proceso de “regreso a España” de los descendientes de emigrantes.

Laura Oso Casas es Profesora titular de Sociología en la Universidad de A Coruña, donde viene desarrollando su labor docente e investigadora desde 1995. Ha sido consultora para diversos organismos internacionales (OCDE, UE, INSTRAW-ONU, UNESCO). Entre sus trabajos sobre migraciones internacionales ha desarrollado una línea de investigación sobre la emigración española en Francia y, en concreto, sobre las mujeres que emigraron a París durante los años sesenta y setenta para emplearse como trabajadoras domésticas y porteras. Ha sido igualmente la investigadora principal del estudio sobre «La integración social de los descendientes de españoles en Francia» (Fundación Largo Caballero). Entre sus principales publicaciones sobre emigración española cabe destacar: (2004): Españolas en París. Estrategias de aho rro y consumo en las migra ciones internacionales, Barcelona: Bellaterra; (2006): «Bonnes et concierges espagnoles à Paris: immigration et rapports de domination de classe dans le secteur professionnel du service domestique», Exils et migrations ibériques au XX siècle. Espagnols et Portugais en

...


Laura OSO CASAS

... France au XX siècle, Travail et poli tiques migratoires, nº 2/2006, pp. 141-270; (2007): «C hamb r as, loges, pubelas et burones: stratégies professionnelles et de mobilité sociale des Espagnoles à Paris», Revue Migrances. Un siécle d`inmigration espagnole en France, 2007, pp. 46-56; (2007): «In migra ció n , Desarrollo y Estrategias de movilidad social», en Revist a Española de Desarrollo y Cooperación, nº 19/2007, pp. 107-120.

El “retorno a la raíces” de los descendientes de emigrantes españoles

LA PROBLEMÁTICA DEL RETORNO DE LOS DESCENDIENTES DE EMIGRANTES El retorno de los hijos de emigrantes al país de origen ha sido una temática de investigación a la cual se le ha prestado escaso interés, en el ámbito de los estudios sobre migraciones internacionales. No obstante, como pone de manifiesto Wessendorf (2007), en los últimos años, la aproximación teórica a los movimientos poblacionales, desde el prisma del transnacionalismo, ha ab i e rto un deb ate sobre la construcción de las prácticas transnacionales, por parte de los descendientes de emigrantes, y su relación con el país de ori gen de sus padre s , siendo varios los estudios que se han interesado sobre la temática del transnacionalismo y la segunda generación (Levita et al., 2002). Esta autora mu e s t ra cómo un trabajo interesante en este sentido es el que ab o rda el país de origen de los progenitores como un espacio, más allá del contexto re c eptor, para la articulación de la identidad de los hijos de emigrantes (Chars l ey, 2004). Wessendorf (2007) pone de manifiesto que el retorno al país de ori gen de los padres ha sido una temática poco estudiada, en el marco de la investigación sobre segunda generación; si bien, en los últimos años, se han desarrollado algunos trabajos al respecto, como el de Christou (2006), que se centra en la migración de griegos desde Norte A m é rica y el de Potter (2005) sobre caribeños que migran desde Gran Bretaña al país de origen de sus progenitores. Cabe destacar, p a ra nu e s t ro estudio, el trabajo realizado por la autora que venimos citando, sobre el retorno de la segunda generación de italianos en Suiza (Wessendorf, 2007), en el marco del cual desarrolla un concepto que nos va a ser de gran utilidad, a lo largo de las páginas que siguen: Roots Migrants. O lo que podría-

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mos denominar como “Retorno a las raíces”. Con este término Wessendorf se refi e re al proceso mediante el cual la segunda ge n eración se desplaza para residir en el país de origen de los padres. Este movimiento poblacional no se considera como un retorno, en el sentido de que los descendientes, nacidos en Suiza, no pueden “volver” a un lugar donde nunca han vivido. Se trat a , por lo tanto, más bien, de un regreso a las raíces, pero no de un retorno real. Este retorno protagonizado por la segunda generación ha sido explicado por algunos de los estudios, ya citados, como parte de un proceso de idealización del país de origen de los padres. En efecto, la construcción de la nostalgia, desde la distancia, por parte de la primera generación, ha sido transmitida a la segunda, germinando el deseo, por parte de los hijos de emigrantes, de vivir en el país de sus prog enitores (Christou y King, 2006; Wessendorf, 2007) En este texto vamos a plantear cómo se ha ido configurando el deseo y las prácticas de retorno entre los descendientes de emigrantes españoles. Para ello llevaremos a cabo un análisis comparativo entre los descendientes de españoles procedentes de América Latina y los provenientes de Europa. El análisis se basará en los datos empíricos obtenidos durante dos trabajos de campo diferenciados. El primero de ellos estudió los retornados (de primera, segunda y terc e ra generación) en Galicia procedentes fundamentalmente de Argentina y Venezuela, y fue realizado a lo largo de varias investigaciones, siendo contactadas más de cincuenta personas1. El segundo se basó en un estudio realizado en París con hijos de emigrantes españoles, en el marco del cual se realizaron casi cincuenta entrevistas en profundidad2. Pero antes de presentar los principales resultados del análisis de los datos del trabajo de

(1) Trabajo de campo cualitativo realizado en el marco del Plan General de Ordenación Urbana de Vigo, publicado en O Medio Humano: Economía e Sociedade (Vol. IV del Avance del Plan General de Ordenación Urbana, Vigo), donde se realizó un grupo de discusión con inmigrantes retornados. Así como el trabajo de campo realizado en el marco del proyecto Equal Convive Máis, consistente en la realización de 50 entrevistas en profundidad semi-dirigidas con inmigrantes residentes en las provincias de A Coruña y Pontevedra. (2) Trabajo de investigación realizado sobre los descendientes de españoles en Francia, sobre la base de 49 entrevistas en profundidad, llevado a cabo en París y sus alrededores y dirigido por Oso (2007)

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campo cualitat ivo, veremos la importancia cuantitat iva que está teniendo la migración de retorno en España. Haremos especial atención al caso gallego, pues es donde hemos realizado la mayor p a rte del trabajo de campo con descendientes de emigrantes procedentes de Latinoamérica. EL PESO DEL RETORNO EN LA COMPOSICIÓN DE LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA Cuantificar el peso de los descendientes de emigrantes españoles, en la composición de la inmigración en España, es difícil. Un indicador podría ser el de la población española, nacida en el extranjero. No obstante, esta estadística incluye, igualmente, a aquellos extranjeros que han adquirido la nacionalidad española; si bien, nos da algunas orientaciones respecto a nuestro objeto de estudio. La evolución temporal del peso de los españoles nacidos en el extranjero, en el conjunto de la inmigración en España, muestra que se ha ido dando un descenso, en comparación con la importante llegada de inmigrantes extranjeros, que se ha dado en los últimos años. No obstante, aunque en la actualidad, en el conjunto de España, la mayoría de los inmigrantes no disponen de la nacionalidad española, el porcentaje de españoles nacidos en el extranjero no es desdeñable (22%). Algunas comunidades autónomas, como Galicia, destacan por ser contextos receptores de inmigración, especialmente atractivos para el retorno de los emigrantes y de sus descendientes. En efecto, las estadísticas oficiales muestran que la principal especificidad del contexto migratorio gallego es la importancia numérica de las personas empadronadas, con nacionalidad española, que han nacido en el extranjero. En efecto, en Galicia un 57% de las personas nacidas en el extranjero tienen la nacionalidad española (ver tabla 1 y gráfico 1). Lo cual explica que

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TABLA 1: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN INMIGRANTE CON NACIONALIDAD ESPAÑOLA Y PORCENTAJE SOBRE EL TOTAL 1998-2006. ESPAÑA Y GALICIA. Galicia Hbs. % 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

75.113 73.414 77.885 79.656 82.357 86.846 89.950 92.712 96.612

80 78 76 72 67 62 61 58 57

España Hbs. 593.573 594.404 640.832 671.136 704.036 749.073 786.858 827.287 881.747

% 51 47 44 34 27 23 21 19 22

Fuente: Padrón Municipal de Habitantes 1998-2006 (a fecha 1 de enero). Instituto Nacional de Estadística. Grafico 1: España, Galicia, 1998-2007. Evolución del peso de inmigrantes de nacionalidad española sobre el total.

Fuente: Padrón Municipal de Habitantes 1998-2006 (a fecha 1 de enero). Instituto Nacional de Estadística.

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en esta Comunidad Autónoma el porcentaje de inmigrantes regulares sea mayor, en comparación con la media del conjunto de España (74,6% de inmigrantes regulares en Galicia frente al 66% para el total español). Una buena parte de la población nacida en el extranjero, empadronada en Galicia, es originaria de los países donde tradicionalmente emigraron los gallegos, ya sea en América Latina (Argentina, Venezuela, Uruguay, Cuba, Brasil), como en Europa (Francia, TABLA 2: EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN INMIGRANTE CON NACIONALIDAD ESPAÑOLA EN GALICIA, POR PRINCIPALES PAÍSES DE NACIMIENTO Y SEXO, 1998-2006 1998 Total Mujeres

2001 Tot.

Suiza Venezuela Argentina Francia Alemania Portugal Uruguay Cuba Brasil R. Unido Colombia R Dominic. Marruecos Rumanía Resto

12.032 9.937 5.274 7.043 7.171 6.275 — 3.916 3.363 3.722 330 3.373 16 12.661

5.918 14.192 5.126 11.328 2.877 6.015 3.597 7.462 3.622 7.639 3.585 6.363 — 3.275 2.219 4.015 1.872 3.716 1.926 4.099 587 227 463 1.720 764 11 36 6.716 9.702

Total

75.113

39.416

(M.)

2005 Tot.

7.025 15.697 5.837 14.327 3.202 9.216 3.840 7.898 3.889 7.909 3.644 6.137 1.719 5.246 2.272 4.095 2.050 4.212 2.111 4.358 394 824 329 724 380 772 21 71 5154 11.226

79.656 41.867

(M.)

2006 Tot.

7.746 16.207 7.231 15.088 4.602 9.856 4.075 7.969 4.012 8.036 3.610 6.139 2.592 5.551 2.324 4.228 2.293 4.425 2.263 4.436 563 979 526 846 360 825 32 81 5.926 11.946

92.712 48.155

(M.) 8.004 7.627 4.901 4.119 4.050 3.613 2.765 2.401 2.418 2.301 659 607 382 33 6.337

96.612 50.217

Fuente: Padrón Municipal de Habitantes 1998, 2001, 2005 y 2006 (a fecha 1 de enero). Instituto Nacional de Estadística.

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Grafico 2: Evolución de la población inmigrante con nacionalidad española, por principales países de nacimiento, 1998-2006

Fuente: Padrón Municipal de Habitantes 1998, 2001, 2005 y 2006 (a fecha 1 de enero). Instituto Nacional de Estadística.

Alemania, Suiza y Reino Unido) (ver tabla 2 y gráfico 2). Lo cual da muestras del importante peso de los descendientes de emigrantes, entre la población empadronada en Galicia nacida en el extranjero. En los últimos años hemos visto como los emigrantes de antaño hacen el camino inverso y regresan a su tierra. Vuelven, no sólo los que en su día protagonizaron el éxodo, sino también sus descendientes. Las crisis económicas y políticas vividas en algunos países latinoamericanos (“Crisis del Corralito” en Argentina, inestabilidad política y económica en Venezuela), tradicionalmente de instalación de la emigración española, han provocado que muchos de nuestros compatriotas y de sus descendientes decidan regresar a su tierra. A lo cual hay que sumarle el retorno de los emigrantes que, una vez jubilados, regresan de Europa. Así como de muchos de sus retoños.

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La mayoría de los descendientes de emigrantes españoles, procedentes de América Latina, no conocen España o simplemente la han visitado de una forma temporal. Aquellos que nacieron en Francia, Alemania, Suiza o Reino Unido tienen una mayor relación, p e ro simplemente a través de las estancias vacacionales. Por esa razón no podemos decir que “regresen” a España, si acaso vuelven a la tierra de sus padres o abuelos. A esta categoría, si en otras tipologías anteriormente elaboradas la denominamos como “falsos retornados” (Lamela, C.; López, D. y Oso, L., 2005), preferimos rebautizarla con el nombre de “inmigración de retorno a las raíces”, lo cual se acerca más a la complejidad de este regreso diferido generacionalmente. Aunque desde el punto de vista administrativo estos españoles se consideren retornados, desde una perspectiva sociológica, no podemos considerarlos como tales, puesto que nacieron fuera de España y algunos nunca antes conocieron esta tierra. Más que retornar a España, lo que hacen es regresar a sus “raíces”, por lo que hemos preferido, tal y como anunciábamos a principio del texto, denominar este movimiento poblacional como “inmigración de retorno a las raíces” o Roots Migrants (Wessendorf, 2007). Estos migrantes pueden “volver”, siguiendo a sus padres, o como avanzadilla del retorno familiar, en el caso, por ejemplo, de los descendientes de emigrantes españoles jubilados (los hijos regresan primero a España a la espera de que los padres lleguen a la jubilación) (Oso, dir., 2007). En este caso hablaríamos de un retorno a las raíces por reagrupación familiar, mientras que otros regresarían de manera autónoma, como parte de un proyecto desvinculado al de sus ascendientes. Veamos, a partir de los datos cualitativos obtenidos durante el trabajo de campo, como se ha ido reproduciendo el deseo y la práctica de retorno entre los descendientes de emigrantes españoles.

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EL RETORNO A LAS RAÍCES DE LOS DESCENDIENTES DE ESPAÑOLES Es conocido, y otros estudios lo han puesto de manifiesto, que la emigración española ha estado tradicionalmente marcada por el “mito del retorno”. Una añoranza permanente que convivía, día a día, con aquellos hombres y mujeres que mantenían en la lejanía su idioma, sus costumbres. Emigrantes que reivindicaban una fuerte identidad, retroalimentando los deseos de regreso, abonando la semilla de la tierra dejada, construyendo en la distancia, un puente simbólico y cultural hacia una España en realidad no tan lejana. Los centros españoles como focos de reproducción de la identidad de los emigrantes, adquirieron importantes dimensiones cuantitativas y cualitativas en los países de acogida de la emigración, generando la construcción del enclave étnico español en Latinoamérica y en Europa. Y algunos de nuestros informantes, hoy residentes en España, fueron socializados en ellos. Este puente levantado por los emigrantes para poder estar cerca de su tierra es ahora transitado, en el sentido inverso, por los inmigrantes, ya sean los propios protagonistas del primer éxodo, que optan por el ansiado regreso, o sus descendientes. Veamos, con más detalle, como se lleva a cabo la experiencia del regreso para los hijos de los emigrantes españoles, diferenciando aquellos procedentes de Latinoamérica de los que responden a la corriente migratoria europea. La hipótesis que queremos argumentar en este texto es que para los españoles que emigraron a América Latina, la distancia geográfica limitó, en mayor medida, la transmisión intergeneracional de las prácticas transnacionales y del deseo del retorno, mientras que la emigración a Europa se pensó bajo un proyecto

Este puente levantado por los emigrantes para poder estar cerca de su tierra es ahora transitado, en el sentido inverso, por los inmigrantes, ya sean los propios protagonistas del primer éxodo, que optan por el ansiado regreso, o sus descendientes.

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claramente temporal, lo cual desarrolló una serie de prácticas transnacionales, que fueron heredadas por los retoños de la emigración, fortaleciéndose, en mayor medida, el deseo del retorno. No obstante, la situación económica y política en Argentina y Venezuela, tras la crisis del “Corralito” y la instauración del gobierno de Chávez, generó un movimiento migratorio de descendientes de españoles hacia la tierra de origen de sus padres, más motivado por los factores de expulsión en Argentina y Venezuela, que por la mitificación en sí del retorno. Por el contrario, los descendientes de españoles en Europa entrevistados han vivido una “buena” integración socio-laboral en los países de destino, percibiendo ellos mismos que la situación en España es menos favorable que en Francia, en lo que se refiere al desarrollo de su carrera ocupacional. No obstante, la cercanía geográfica que facilitó la transmisión intergeneracional de prácticas transnacionales, generó el desarrollo de un “mito del retorno” entre los descendientes de españoles, que explica el deseo y las prácticas de regreso de buena parte de los retoños de la emigración a París entrevistados. La inmigración de retorno a las raíces procedente de Latinoamérica Argentinos, venezolanos, u ru g u ayo s , cubanos, b ra s i l eños... llegan a España motivados por los contactos que dejaron sus antepasados al otro lado del Atlántico; si bien, los hijos y nietos de la emigración española presentan un perfil socioeconómico y un motivo migratorio que no dista mucho del de sus compatriotas sin lazos de parentesco con España. El peso de las raíces parece ser un factor que facilita la migración, desde el punto de

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vista de la integración jurídica y social, más que un determinante en sí de la decisión de emigrar. Huidos de las crisis económicas y políticas y de la violencia en sus países de origen, se recurre al baúl de los recuerdos para encontrar aquel pasaporte que facilite, en mayor medida, hacer realidad los sueños de ascenso social. Los orígenes se instrumentalizan para desarrollar el proyecto migratorio. “A los argentinos le sirve venir a España, sobre todo si tenés lazos sanguíneos, para no estar tan aislados desde el principio” (Hombre argentino).

La “Crisis del Corralito” en Argentina desarrolló múltiples colas y esperas en los consulados de países europeos de los cuales tradicionalmente partieron los emigrantes. Un padre español, acaso un abuelo italiano, cualquier vínculo familiar con el antiguo continente es bien recibido. Permite poder aspirar a una vida mejor. Así, las relaciones de parentesco facilitan cruzar la frontera de la “Europa fortaleza”. Y en su discurso, aquellos descendientes de la emigración española, reclaman una deuda histórica: poder optar por una alternativa para mejorar sus vidas. La misma alternativa que la tierra argentina proporcionó a sus antepasados. Los emigrantes españoles salieron de sus pueblos en busca del sueño latinoamericano, pero sus descendientes regresan a la ciudad. Las ciudades españolas tienen más posibilidades laborales, así como una mayor oferta de ocio y tiempo libre. Unos contextos de acogida más cosmopolitas, que permiten a esos inmigrantes urbanitas, procedentes de grandes ciudades latinoamericanas, reproducir un estilo de vida más acorde al de origen, muy distinto al de sus progenitores originarios del medio rural.

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Los emigrantes españoles salieron de sus pueblos en busca del sueño latinoamericano, pero sus descendientes regresan a la ciudad. Las ciudades españolas tienen más posibilidades laborales, así como una mayor oferta de ocio y tiempo libre.


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Colas ante la Embajada de España en Buenos Aires, Argentina.

El vínculo a la tierra de los antepasados es, en última instancia, liviano, buscándose la textura del asfalto y el olor del monóxido de carbono, en el cual, en realidad, nuestros inmigrantes se han criado. Una huida del pueblo de origen de sus padres y una elección por la vitalidad del núcleo urbano. “El problema es que aquí en España nosotros no vamos a encontrar una Capital Federal como es el caso de Buenos Aires allá, pero de repente podemos encontrar mu chas ciudades, como Vigo. Yo por ejemplo cuando vine llegué a Tomiño. Estuve dos meses y tuve que salir porque me desesperaba. Eso es campo-campo, para nosotros es la aldea. Entonces me vine para Vigo, pero igual hubiera estado en Coruña, donde puedes ir a un bar, salir por ahí. Otra cosa es la aldea, que no estamos preparados para vivir allí” (Hombre argentino).

Es interesante analizar cómo los hijos de la emigración española comparan y evalúan la aventura que vivieron sus progenitores y la suya, de la cual son protagonistas principales. El aho-

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rro, como objetivo primordial del éxodo, fue una característica de la emigración española a Argentina, por ejemplo. Y, en concreto, la gallega, lugar de origen mayoritario de los españoles asentados en este país. La migración se establecía como un “sacrificio”. Esta mentalidad del ahorro condicionó al extremo los años de la emigración para muchos de los emigrantes españoles, que vivieron bajo la esclavitud del trabajo y la austeridad. No obstante, los hijos retornados buscan disfrutar, día a día, de una mejor calidad de vida en el contexto receptor. Su proyecto migratorio no está marcado por el sacrificio, como en el caso de sus padres. La idea del asentamiento y de construir un proyecto fundamentado en la calidad de vida en España se percibe de manera clara. La evaluación de la emigración de sus progenitores se establece, en ocasiones, en términos negativos. “No estamos dispuestos a pasar lo que pasaron los emigrantes allá, que por eso hicieron el dinero, entonces nuestra diferencia con la generación de nuestros padres es abismal...” (Mujer uruguaya). “Además, ¿a costa de qué hacían el dinero? Yo tengo familia ya no de la generación de mis tíos que por el setenta y pico emigraron a Estados Unidos y se echaron unos veinte años. Volvieron a Uruguay con bastante dinero. Se compran la casa, el negocio, y actualmente volvieron a Estados Unidos, después de comerse lo que hicieron en Estados Unidos. Pero hay que ser consciente de como hicieron ese dinero en Estados Unidos, con cinco trabajos, trabajar, trabajar. Y juntar, juntar, juntar. Y yo soy hija de gallegos y, a lo mejor, también me inculcaron esa mentalidad. Mis padres, mu chos de sus valores, me los inculcaron, pero yo no soy así” ( H o m b re argentino).

El “gallego”, término que se usa de manera genérica para definir a los españoles asentados en Argentina, es objeto de chistes en este país, cargado de un imaginario vinculado a la ignorancia.

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Los emigrantes españoles llevaron en sus maletas la ruralidad y sus descendientes llegan cargados de urbanidad. Citadinos que aprecian las ciudades españolas por mayor apertura, en comparación con los pueblos de origen de sus antecesores. Quizás unos pequeños Buenos Aires, en medio del “desierto rural”. Unos descendientes instruidos que buscan nuevos valores, como la calidad de vida y la seguridad de un Estado del Bienestar en el antiguo mundo. Una de las peculiaridades que hemos podido percibir entre los descendientes de emigrantes españoles a América Latina y que sorprende al estudioso de los movimientos migratorios es el peso tan importante de los proyectos de asentamiento. Es decir, de la migración como una estrategia no temporal, sino de instalación definitiva. Como ya hemos ap u n t a d o , el mito del retorno estuvo y está muy presente en la mentalidad de la emigración española. No obst a n t e, los hijos de emigrantes (los llamados retornados) presentan un claro proyecto de asentamiento en España. En sus representaciones, no le dejan casi ningún espacio a la idea de regreso al país que les vio nacer. Resulta bastantes sorprendente que, ni siquiera, a nivel de discurso, de ideal, se piense en volver a Latinoamérica. Parece cl a ro que la crisis económica y política, así como la violencia, determinan que nuestros pro t agonistas sean una especie de “almas huidas”, quemadas por un contexto social que perciben difícil de cambiar. La importante presencia de proyectos de asentamiento tiene como consecuencia que los inmigrantes tengan una mentalidad ab i e rta a la incorp o ración social y que para ello desplieguen toda una serie de estrategias de instalación en la sociedad re c eptora. Además, el hecho de tratarse de familias con hijos parece definir aún más ese proyecto de “echar raíces” en la sociedad de

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acogida. Proceso que viven de manera “más nat u ral”, pues sienten, de alguna manera, esta tierra, como algo propio. Algunos se consideran a sí mismos como españoles, otros consideran que lo son en un cincuenta por ciento, pesando igualmente la identificación con el país que les vio nacer (Argentina, Venezuela). Lo que nos interesa resaltar es que en el caso de los descendientes de emigrantes procedentes de Latinoamérica, no se regresa tanto como un pro c eso de búsqueda de los orígenes, sino más bien debido a la situación económica y política que se está viviendo en los países de nacimiento, aunque, de alguna manera , se trate igualmente de un retorno a la tierra de los ascendientes. La inmigración de “retorno a las raíces” procedente de Europa El trabajo de investigación que hemos realizado en Francia (Oso, dir, 2007) pone de manifiesto cómo, contrariamente a los originarios de Latinoamérica, los descendientes de españoles en París, perciben el regreso a España como un “retorno propio”, estando el objetivo de búsqueda de los orígenes muy marcado. La mayor proximidad geográfica que posibilitaba para estos retoños realizar, al menos una estancia vacacional al año en España, fue fortaleciendo los lazos con esta tierra. A diferencia de los descendientes de emigrantes a América Latina que “huyen” de la crisis económica y política, los hijos de emigrantes españoles en Francia han conseguido desarrollar una “buena” trayectoria ocupacional en el país galo. Son conscientes de que, a pesar de los problemas del mercado de trabajo francés, las condiciones laborales en este país son mejores que en España. Y que en Francia tienen más posibilidades de encontrar un trabajo acorde a sus

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expectativas. No obstante, tienen el deseo del retorno a España muy marcado. Se trata de un proceso de transmisión inter-generacional del mito del retorno. “Lo que pasa es que el emigrante, como todo ser humano, cuando estás lejos de algo y que lo añoras, lo idealizas, ¿no? Y España, y todo lo que podría simbolizar España; nuestros orígenes; nuestra identidad, que siempre nos faltó; nuestras raíces, que siempre nos faltaron. Lo hemos idealizado todo. Y de ahí nació como un icono, ¿no? Como la tierra santa o algo así. Y, vas creciendo y te vas dando cuenta de que la emigración no tenía nada que ver con el turismo, ¿no? (…) Y ahí está, Galicia nos espera (…) Es nuestra tierra. Cuando llegas allí y ves los montes dices: esto es nuestro. Y no sé porqué lo digo” (Hija de emigrantes, nacida y residente en París). “Siempre nos pasa, cuando vamos, que vamos mucho, que vamos cada quince días, cuando llegamos a Galicia siempre decimos: ya estamos aquí otra vez. Sales del coche hueles y dices: ¡ay, que bueno ese olor!, ¿sabes? Es algo que, una vez que estás allí una semana, hasta el segundo día ya no pensamos en eso, pero el primer día siempre al salir del coche, abro la ventana y le digo a mi hermana: huele, huele, ¿hueles? Y me dice: sí, huelo. Hay un olor que no hueles cuando estás allí siempre, normal. El olor de tu casa no lo sientes. Sin embargo, cuando te vas un mes y vuelves, dices: “jo”, el olor de mi casa. Y no te dabas cuenta cuando estabas en ella, ¿no? Pues España es igual, cuando vuelves dices: ¿hueles?, sí, huelo. Y te encanta todo, cuando te ponen la tapa, cuando te ponen el Martini de medio vaso, todo lo que, lo que es para ti España, ¿no?” (Hija de emigrantes, nacida y residente en París).

Los emigrantes, los padres, han ido reproduciendo en el pequeño “mundo español de Francia” el imaginario de España con sus características. Y han hecho que los hijos consideren este país como su propia tierra. El vínculo emocional es fuerte y atrae. Una tierra que llama a los suyos, a

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“Crisis del corralito” en Argentina.

aquellos que se marcharon, que los atrapa. Los/as hijos/as de los emigrantes españoles en Francia vuelven al país donde nacieron sus padres, no porque haya más oportunidades, sino buscando sus orígenes. “Mucha gente, hijos de emigrantes, cuando llegan a una cierta edad quieren volver a España, muchos. No se si es el hecho de haber pasado las vacaciones allí y dicen: ¡bua, esto es maravilloso! Que no es el mismo tipo de vida que si estás allí todo el invierno, trabajando. A lo mejor se idealiza y dicen: ¡bua!, quiero vivir toda la vida así” (Hijo de emigrantes, nacido en París).

El deseo de retorno de los hijos de la emigración española en París se explica por todo el conjunto de prácticas transnacionales que se han ido edificando en el marco de las familias de emigrantes. La idealización de España en el discurso, en las emociones y en las vacaciones. Esos corazones alegres o

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reprimidos, que iban transmitiendo sensaciones de alegría o tristeza a los hijos, s egún fuese el espacio social de referencia, España o Francia. Ese imaginario del país de origen construido en torno a aspectos positivos, al periodo vacacional, a la libertad. El retorno se ex p l i c a , en algunos casos, como parte del proceso de construcción identitaria, para poder probar ese “otro lado” en términos culturales, en el cual se ha sido igualmente socializado. Como parte, otras ve c e s , de ese dilema de clase social al que se han tenido que confrontar algunos descendientes de emigrantes, sobre todo aquellos que vivían en los barrios más bu rgueses. De hijos de portera, señora de la limpieza, obrero, se pasaba a “los reyes del pueblo”, en España, revalorizándose su estatus social. Urbanitas cansados de la ciudad, en busca de una calidad de vida, son igualmente candidatos al “regreso”. Retorno por amor, como una ventana ante una crisis personal, en tanto forma de emancipación. Como parte de esa revalorización que ha alcanzado España en el plano internacional; un país que se percibe como desarrollado, moderno y dinámico, frente a la imagen de una Francia estancada. Todos estos factores explican el deseo de instalarse en España que tienen muchos de los descendientes de la emigración española en París. Pero la historia no queda ahí, pues es, sin duda, el propio proyecto migratorio que marcaron los padres cuando salieron de España, lo que nos ayuda a entender el retorno a “las raíces” de sus hijos. “Puede que haya influido el hecho [se refiere a que los padres tuviesen la intención de volver]. Gracias a eso, por culpa de eso, nos mandaran al colegio español y nos inculcaran tanto la cultura española, que a lo mejor, sino tuviesen esa idea, pues hombre, no… No

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nos harían crecer tanto en esa cultura española ¿no?, lo dejarían un poco más pasar” (Hija de emigrantes, nacida en París, originaria y mudándose, en el momento de la entrevista, a España).

Los padres edifi c a ron la emigración sobre la base de un proyecto temporal. Aunque poco a poco, la propia dinámica migratoria y vital hizo que fuesen quedándose. Pero la temporalidad de su proyecto migratorio estuvo presente en su discurso durante muchos años, guiando sus estrat egias laborales, residenciales, relacionales, de inversión, ahorro y consumo. Temporalidad que fue transmitida, de forma más o menos inconsciente, a sus retoños, que fueron interiorizando, desde pequeños, que el objetivo último familiar era regresar. Lo cual puede explicar que algunos hijos de la emigración, aunque nacieron en Francia y nunca antes vivieron en España, salvo durante los periodos vacacionales, t e n gan tan presente el deseo de instalarse en este país y hablen de “retorno”. La nueva migración que supone que los descendientes se muden a España es vista, en el fondo, como el regreso del que siempre oyeron hablar a sus padres. La temporalidad que ha marcado la traye c t o ria migratoria y vital de los padres, ha traído consigo toda una serie de prácticas transnacionales. El sueño por vo l ver a España ha hecho que los padres invirtiesen en una educación bi-cultural, que optasen a que sus hijos tuviesen la bi-nacionalidad. Y, en definitiva, fue impulsando a que los descendientes adquiriesen un “capital t ransnacional”. Los/as hijos/as de la emigración española en París, han vivido en la transnacionalidad, lo cual les ha llevado a algunos/as a planteamientos identitarios, o a desarrollar una at racción “paradójica” hacia España (Oso, dir, 2007).

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CONCLUSIÓN A modo de conclusión podemos decir que la “migración de retorno a las raíces” se ha desarrollado con unos motivos diferentes para los hijos o nietos de españoles que emigraron a América Latina o a Europa. En el primero de los casos, la vuelta a las raíces se configura, en mayor medida, como un proyecto instrumental, más motivado por las crisis económicas y políticas en los países de nacimiento de los descendientes, que por la atracción de la “tierra española”. En el caso de la emigración a Francia, la proximidad geográfica permitió que los emigrantes desarrollasen, en mayor medida, prácticas transnacionales (vacaciones en España, mayor comunicación con la familia, envío de productos, etc.), que fueron transmitidas de manera intergeneracional. Lo cual, unido al marcado proyecto de ahorro y retorno que tenían los emigrantes que salieron hacia Europa durante los 60 y 70, determinó una mayor construcción del “mito del retorno”, entre los retoños de la emigración. De tal manera que, en la actualidad, están muy presentes, tanto el deseo como las prácticas de retorno, entre los descendientes de españoles que emigraron a París, aún cuando la inserción socio-laboral en Francia es favorable. La atracción simbólica de las “raíces” es lo que pesa más, entre los hijos de los emigrantes a Europa. Mientras que, entre los retoños de la emigración española a América Latina, los orígenes, constituyen, más bien, una instrumentalización funcional a la decisión de migrar, por causas relacionadas con la inestabilidad económica y política.

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Más de tres décadas de voto emigrante (1976-2008) Anxo LUGILDE Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco y en Ciencias Políticas por la Universidad de Santiago de Compostela.

U

n puñado de españoles residentes en los principales países de europeos se convirtieron el 29 de noviembre de 1976 en los primeros expatriados que participaban desde el extranjero en un proceso electoral en España, con motivo del referéndum de la reforma política. “Ayer comenzó el referéndum para los emigrantes españoles”, titulaba el ABC al día siguiente, dentro de la fugaz atención que le prestaron los principales periódicos a la implantación del voto exterior, que se instauró con los mismos requisitos que dentro de España: tener nacionalidad española, haber cumplido los 21 años y estar inscrito en el censo electoral. El Gobierno intentaba dar las máximas facilidades para un proceso que se abrió oficialmente el 25 de noviembre, aunque en realidad en muchos países no empezó hasta seis días después, y remató el 7 de diciembre. La documentación se debía recoger en los

Anxo Lugilde (Lugo, 1970), periodista y politólogo, es corresponsal en Galicia de La Vanguardia y cronista político de El Progreso de Lugo. Es también diplomado en estudios avanzados por la USC, con el trabajo Orixes do voto emigrante (1900-1936). Escribió los libros Argentina. El drama de la Quinta Provincia gallega (2003), –con Xosé Carreira– El fin del fra guismo (2005) y O voto emigrante. Viaxe pola zona escura da democra cia española (2007).


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consulados, desde los que se podía enviar directamente el voto, aunque también era posible remitirlo a España a través del correo. El Ejecutivo de Adolfo Suárez desarrolló una intensa campaña propaga n d í s t i c a , con anuncios en los principales medios internacionales, caso de The Washington Post, y dio instrucciones a consulados y embajadas para que el volumen de votos fuese el mayor posible. El Gobierno calculaba que los emigrantes iban a avalar su proyecto democratizador, pues vivían, especialmente los de Europa, en sociedades libres. Cuarenta años después del inicio de la Guerra Civil, la diáspora española podía encuadrarse en la categoría de “exilio democratizador”, aunque en su mayoría estuviera compuesto por quienes se marcharon por motivos básicamente económicos. Sin embargo, los partidos de la oposición, con el PCE a la cabeza, hicieron una campaña activa en pro de la abstención. En las bases de datos del Ministerio del Interior no hay cifras sobre la participación y los resultados del referéndum. Sólo se conocen los datos aproximados ofrecidos a El País por el ministro del Exterior, Marcelino Oreja, quien aseguraba que se habían recibido más de 300.000 votos, cifra en principio exagerada, ya que supondría un máximo histórico, no superado siquiera en las legislativas del 14 de marzo de 2004. Además, las informaciones periodísticas señalaban que no hubo grandes aglomeraciones en los consulados e incluso adelantaban que la participación había sido masiva. En todo caso, la participación que hubo estuvo estimulada por el Gobierno, aunque en ese momento ya flotaba en el ambiente la sospecha de que en las legislativas de 1977 el Ejecutivo de Suárez iba a tratar de reducir al mínimo posible el voto de los emigrantes, pues todo apuntaba a que iba a

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ser favorable para los partidos de izquierdas, que tenían sus principales bastiones en el extranjero. Estos temores se hicieron realidad, ya que en 1977 el Gobierno no hizo campañas de publicidad, la gran mayoría de los emigrantes no se pudo censar y las facilidades del año anterior en los consulados se convirtieron en un sufragio por correo puro, con grandes dificultades para cumplir los plazos. Sobre un total de 800.000 españoles en edad de votar desde Europa, sólo 120.000 estaban censados. Participaron unos 15.000, de acuerdo con los cálculos de las asociaciones de emigrantes. “Los emigrantes no han votado”, denunció airadamente desde Califo rnia el destacado comu n i c ó l ogo Román Gubern. Tampoco existen datos sobre los resultados de 1977, pero sí los hay, si bien parciales, de 1979, de las provincias y ciudades en las que se constituyeron mesas separadas para los emigrantes. Indican que el PSOE era la primera fuerza en la emigración, seguida por el PCE y mientras UCD era la tercera. CUADRO 1. RESULTADOS EN EL EXTERIOR EN LAS LEGISLATIVAS DE 1979 (DATOS PARCIALES) Partido

Votos

%

Partido

Votos

%

PSOE

2978

30,2

UCD

2346

23,8

PCE

2858

29,0

CD

507

5,1

El voto exterior nació en España con un engaño, el que sufrieron los emigrantes, pues la gran mayoría no pudieron participar en las primeras elecciones legislativas tras la muerte de Franco, pese a las expectativas generadas con motivo del referéndum de 1976. Como respuesta, el Gobierno creó en enero de 1978 un censo específico para los expatriados e incluyó su dere-

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Recuento del voto emigrante en Asturias.

cho al voto en la Constitución, en el artículo 68.5: “La ley reconocerá y el Estado facilitará el ejercicio del derecho al sufragio de los españoles que se encuentren fuera de España”. Fue un mal comienzo, tanto que cayó en el olvido absoluto, pues es habitual leer en los periódicos e incluso en estudios internacionales comparados que el voto emigrante en España se puso en marcha durante el Gobierno de Felipe González, a partir de 1985. LOS ORÍGENES Cuando en 1976 España reconoció los derechos políticos de sus emigrantes apenas una decena de países, entre los que estaban los vecinos Portugal y Francia, admitían el voto del conjunto de sus ciudadanos residentes en el exterior. Los orígenes históricos de este tipo de sufragio, que rompe la clásica vinculación entre residencia y ciudadanía, datan de la Guerra de Secesión norteamericana, de 1862, cuando Wisconsin reguló el

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voto de los soldados que estaban en el frente de batalla. Nueva Zelanda lo permitió en 1890, pero sólo para los marineros. En 1902, Australia introdujo el voto exterior por correo, sin restricciones profesionales, aunque en la práctica estaba limitado por unos plazos muy ajustados. De principios del siglo XX datan también los primeros intentos para su puesta en marcha en España, que probablemente surgieron siguiendo la estela de los registrados en Italia. “Esos españoles (los emigrantes), no cumpliendo sus deberes con la Patria, no pueden pretender ejercer aquí ciertos derechos”. Esta frase forma parte del alegato contra la participación política de los emigrantes que publicó en septiembre de 1905 el periódico madrileño La Época para sumarse a la posición de El Imparcial y mientras El Globo consideraba tales planteamientos casi como una herejía. La discusión brotó a raíz del intento de sentarse en el Congreso de los Diputados de dos destacados españoles de Buenos Aires, el republicano asturiano Rafael Fernández Calzada, que se presentaba por Madrid, y el m o n á rquico ga l l ego Anselmo Villar Amigo, candidato por Corcubión (A Coruña). Ambos fueron derrotados, víctimas de las artimañas propias de la época. La legación española en Argentina había recomendado al Gobierno de Madrid que se adoptase “la actitud que crea más oportuna a fin de que en cuanto sea posible se evite el éxito de la candidatura de Calzada”. Sin embargo, su derrota parece haberse debido más a un ajuste interno en las filas republicanas. Más suerte tuvo Villar Amigo, a quien el Congreso dio finalmente la razón, para proclamarlo diputado electo en enero de 1907. Sin embargo, la legislatura se acababa y Villar no llegó a tomar posesión, por lo que el primer parlamentario del

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exterior en intervenir en las Cortes fue Calzada, elegido en los comicios de 1907. Villar, por su parte, logró un escaño en 1911 por el distrito coruñés de Muros. Los emigrantes de Buenos A i res ap rovechaban los resquicios de una legislación española que si bien les negaba el derecho al voto, p o rque les obligaba a tener un mínimo de dos años de residencia en un municipio peninsular, no les impedía ser candidatos al Congreso, mediante la misma vía que los “cuneros”. Estos intentos de contar con una voz propia en Madrid se debían principalmente a la situación de bloqueo cívico en la que se sentían en Argentina. Aunque podían nacionalizarse, la gran mayoría no lo hacía, por considera rlo un trámite humillante, con más inconvenientes que ventajas. “Condenadas pues las colectividades extranjeras, al no tener aquí vida política, su dignidad ciudadana la han buscado en la ciudadanía de origen que, c o n t ra la realidad inmediata, se les obliga a mantener”, resumía El Diario Español, el periódico de Buenos Aires que dirigía Justo López de Gomara, el principal impulsor de la re ivindicación de dere chos políticos para los e m i grantes. Sostenía que la emigración suponía “el suicidio del ciudadano”. Gomara promovió en 1913 el primer congreso de la Confederación Española de Argentina, en el que se solicitó la posibilidad de elegir a una rep resentación en el Congreso de los Diputados de España o, por lo menos, para el Senado, a través de los centros de emigrantes. El Conde de Romanones ex p resó su respaldo a estas demandas cuando no estaba en el poder, p e ro después se refugió en el silencio cuando gobernaba. Con el ap oyo de intelectuales hispanoamericanistas como L ab ra y Altamira, la re ivindicación de dere chos políticos para los e m i grantes tuvo una elevada difusión entre las elites españolas del

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primer tercio del siglo XX, desde el nacionalismo gallego de las Irmandades da Fala hasta la derecha española del periódico El Debate, pasando por figuras como Federico Rahola, Luis Olari aga, Marcelino Domingo y Basilio Álvarez. Sin embargo, siempre fue una cuestión controvertida, especialmente en Buenos A i res. Entre los detra c t o res figuraba el propio Rafael Calzada, quien consideraba un “absurdo” una elección en A m é rica con efectos en España, al tiempo que advertía de que las antiguas colonias americanas podrían sentirse lastimadas. De hecho, la prensa de Argentina y el propio go b i e rno de ese país hicieron saber su desacuerdo con lo que consideraban un menoscabo de su soberanía. Estas reticencias no impidieron que entre el 11 y el 13 de septiembre de 1926 se desarrollase en los consulados y embajadas españoles una experiencia pionera, el llamado plebiscito nacional. Se trataba de una recogida de firmas promovida por Primo de Rivera a la búsqueda de legitimidad, lo que incluyó la participación por primera vez de las mujeres. A pesar del apoyo de algunos medios, como el influyente Diario de la Marina de La Habana, la participación fue de 61.447 personas, como máximo un 3% de la población española en el extranjero, frente al 50% registrado en España. El balance en el exterior estuvo claramente por debajo de las previsiones del régimen. Aún así, la extensión del plebiscito al exterior generó la expectativa de que los emigrantes pudiesen estar presentes en la Asamblea Nacional Consultiva. “Parece complicado”, declaró sobre esta posibilidad Miguel Primo de Rivera. Fue una esperanza defraudada, al igual que ocurriría a partir de 1931 con las generadas por la II República, en la que hubo dos diputados emigrantes gallegos, Alonso Ríos y Suárez Picallo. Sólo en el Estatuto de Autonomía

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En la Transición, a través del decreto de normas electorales de marzo de 1977, se dio el decisivo paso de eliminar el requisito de residir en España para poder votar.

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de Galicia, refrendado el 28 de junio de 1936, se abría la puerta para que tuviesen representación en el Parlamento gallego, a expensas de lo que dictase una futura ley electoral. El franquismo truncó este proceso y dejó como herencia el nombre legal con el que se denominaría a los emigrantes en la posterior etapa democrática, “residentes ausentes”. Esta absurda combinación de antónimos surgió de un decreto de 1971, firmado por el propio Francisco Franco. El artículo 97 establecía que, “con ocasión de la renovación padronal quinquenal, los residentes inscritos se clasificarán en residentes presentes y residentes ausentes”. En la Transición, a través del decreto de normas electorales de marzo de 1977, se dio el decisivo paso de eliminar el requisito de residir en España para poder votar. Esas normas en principio provisionales se convirtieron, sin apenas modificaciones, en la Ley Orgánica del Régimen Electoral General de 1985. La innovación de ésta en lo referido a la emigración consistió en establecer que el recuento, en lugar de realizarse en las mesas, se efectuaría en las juntas electorales provinciales justo antes del escrutinio general, que en legislativas españolas se hace tres días después de la votación. Era un intento de favorecer la participación de los emigrantes, una obsesión en la clase política tras el fiasco de 1977. En este contexto se enmarca la que fue la medida decisiva, de la reforma de la ley de 1995, que consistió en incluir de oficio en el censo electoral a todos los españoles inscritos en los consulados, sin tener en cuenta si estaban vivos o muertos, como se comprobó en los años siguientes cuando empezaron a aparecer casos de votantes que llevaban décadas fallecidos y se publicaron las primeras noticias sobre la elevadísima proporción de centenarios entre el electorado ga l l ego de

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América. Fue en esta época del cambio de siglo cuando, también por efecto de cambios en la legislación de nacionalidad, se produjo el gran aumento del censo, que entre 1995 y 1999 prácticamente se duplicó, precisamente cuando España se había convertido ya en un país de recepción de inmigrantes. Es en este momento también cuando se inicia la tendencia de que el voto exterior esté envuelto en una permanente polémica, fruto de la sucesión de escándalos que se inician con el de Formentera de 1999, que provocó que un ministro, el popular Jaume Matas, tuviera que comparecer ante el Tribunal Supremo acusado de montar una trama para captar votos en Argentina. CUADRO 2: EVOLUCIÓN DEL CENSO ELECTORAL EXTERIOR DE ESPAÑA Elección Electores

Elección Electores

Elección Electores

1982 1987 1993 1996 2003 2007

1983 1989 1994 1999 2004

1986 1991 1995 2000 2005

55167 94957 381751 526065 1063876 1168638

79177 165576 421611 886157 1113754

257169 201353 458916 930926 1130159

EL SISTEMA El sistema electoral de España para la emigración es en su conjunto uno de los más inclusivos del mundo y el más generoso de los países de su entorno, tanto de Europa como de Latinoamérica, según se desprende de los estudios internacionales comparados, como el del Instituto Federal Electoral mexicano de 2001 y el del 2007 de la fundación internacional IDEA. Sus cara cterísticas fundamentales son que está dirigido al conjunto de ciuda-

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A la hora de analizar el sistema electoral, lo primero que hay que preguntarse es quién vota. En el caso de la emigración de España tienen derecho a hacerlo todos aquellos mayores de edad que posean un pasaporte español.

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danos residentes en el exterior, sin limitación ni requisito alguno; es válido para todo tipo de elecciones y garantiza la mayor comodidad para el elector, que, a excepción de las municipales, no tiene que pedir la documentación electoral e incluso puede votar sin salir de casa. Lo único que necesita es que el correo no falle, a l go que no siempre está garantizado. Toda esta combinación de elementos convierte al sistema español en único en la Unión Europea e incluso en el mundo entre estados de su mismo tamaño. A la hora de analizar el sistema electora l , lo primero que h ay que preg u n t a rse es quién vota. En el caso de la emigración de España tienen dere cho a hacerlo todos aquellos mayo res de edad que posean un pasap o rte español. El voto estaba restri n gido únicamente a quienes tenían residencia permanente en el exterior, p e ro en 2007 se ap robó una modificación de la ley para permitir el voto de los residentes temporales en el extranjero, como los estudiantes Era s mus. En los artículos 2, 3 y 32 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General se establece que tienen dere cho a votar y a ser elegidos todos los españoles residentes en el exterior. Lo único que precisan es estar inscritos en el consulado. Hasta 1995 tenían que apuntarse ex p resamente en el censo electora l , p e ro con la re fo rma de la ley se eliminó ese trámite. Este modelo, el español, es similar al que existe en Italia. En cambio, en la m ayoría de países sigue siendo necesario inscri b i rse en un regi st ro específico, como sucede, por ejemplo, en Suiza y en Argentina. Otra ex i gencia fre c u e n t e, cuando el sufragio es por c o rreo, es la de tener que solicitar previamente el envío del voto, como ocurre en Estados Unidos. Además, h ay un grupo de países en los que el dere cho al voto caduca tra n s c u rrido un tiempo de ausencia en el exterior, plazo que en el Reino Unido es de 15 años;

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Escrutinio de los sufragios de los residentes ausentes de la Comunidad Valenciana.

en Nueva Zelanda, de tres; en Canadá, de cinco, y en Alemania, de 25 en estados no pertenecientes al Consejo de Europa. Una segunda cuestión a considerar es desde dónde se efectúa el voto emigrante. En el caso español, y según el censo válido para las municipales del 2007, el 57,6% de los electores vive en América, frente al 40% de Europa y el 2,4% de los otros continentes. Por países, el primero es Argentina con un cuarto de millón de votantes, sobre un total de 1.168.638, seguido por Francia y Venezuela, ambas por encima de los 100.000, y por Alemania, Suiza, Brasil y México, estos cuatro con más de 50.000 electores. El 27% de los españoles con derecho al voto en el exterior son gallegos, proporción que contrasta con el peso de la población de Galicia en el conjunto de España, del 6%. Se trata, en resumen, de un voto mayoritariamente americano, con grandes variaciones dentro de España por comunidades, provincias e incluso comarcas.

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CUADRO 3: LOS 10 PAÍSES CON MAYOR CENSO (2007) País

Electores

Primera autonomía

Argentina Francia Venezuela Alemania Suiza Brasil México Reino Unido Estados Unidos Uruguay Total

252650 159325 118231 83826 72014 62592 50732 44878 44820 40728 1168638

Galicia Andalucía Canarias Andalucía Galicia Galicia Madrid Galicia Madrid Galicia Galicia

45% 18% 36% 25% 42% 44% 19% 22% 27% 69% 27%

La terc e ra dimensión es la del tipo de convo c at o rias en las que pueden participar los emigrantes. Lo predominante en el mundo es que tomen parte en la votación en la que se decide quién va a gobernar, bien sea una elección parl a m e n t a riao presidencial, según el sistema político existente en cada país. Lo habitual es que estén ex cluidos de otras convocatorias, como las locales o subest atales (caso de las autonómicas españolas) y de los referéndums aunque existen todo tipo de combinaciones. Por ejemplo, en Italia pueden votar en las legislativas, e u ropeas y re feréndums; en Po rtugal, en presidenciales, legislativas, e u ropeas y referéndums opcionalmente, pero no en las locales ni en las regionales, y en D i n a m a rca participan en cualquier tipo de convocatoria. España tiene ese mismo modelo, el de que no haya re s t ricciones para que voten los emigrantes, que lo hacen en locales, autonómicas, legi sl at ivas españolas, e u ropeas y re feréndums. La única limitación existente es la de las municipales, en las que los emigrantes tienen que solicitar el voto, lo que provoca una drástica caída de la par-

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ticipación. Los españoles del ex t e rior votan a los mismos candidatos que los electores de dentro de España, en la provincia o mu n icipio de ori gen. No hay una circ u n s c ripción específica para los residentes en el extranjero como se pedía desde Buenos A i res a c o m i e n zos del siglo XX. En la actualidad existe en países como Po rt u gal, Italia, Colombia, Ecuador, Cabo Ve rde y Cro a c i a . Una cuarta perspectiva es la que ha centrado desde hace años las discusiones en España, la del procedimiento de votación. Hay cuatro posibilidades: en urna, por correo, por delegación y mediante el voto electrónico. La más usada, con 54 casos sobre 114 en 2007, es la de la urna, utilizada por la práctica totalidad de los países latinoamericanos, excepto México, y buena parte de los del Este de Europa. La siguiente modalidad de más uso es la postal, mayoritaria en la Europa Occidental. La del voto por poderes se usa como complementaria en Francia, Bélgica y Holanda, donde también se emplea el voto electrónico, al igual que en Estonia. El voto en urna ofrece las mayores garantías de transparencia, pero es caro y dificulta la participación. El voto por correo es susceptible de manipulación, pero es más barato y favorece la participación. En España, según establece el artículo 75 de la Ley Electoral, el sufragio de los emigrantes se efectúa por correspondencia, a través del correo de cada país. Debe enviarse como muy tarde el día anterior a la votación en España, lo que desde algunos países no garantiza que llegue a tiempo para el escrutinio. También es posible entregarlo, como muy tarde una semana antes de la jornada electoral, en las oficinas consulares españolas, lo que ofrece unas mayores garantías. Sin embargo, esta opción sólo la usó en las legislativas de 2004 un 5,9% de los españoles que votaron desde el extranjero, proporción inferior a

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A excepción de las municipales, es más cómodo votar en Buenos Aires que en Santiago de Compostela, porque el emigrante recibe en su casa directamente el sobre con todas las papeletas y puede encargar a una tercera persona que se lo lleve a correos.

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la del 7,1% de cuatro años antes. Países como Dinamarca o Japón emplean sus consulados y embajadas como oficinas postales, lo que ofrece más garantías. A ex c epción de las municipales, es más cómodo votar en Buenos A i res que en Santiago de Compostela, porque el emigrante recibe en su casa directamente el sobre con todas las papeletas y puede encargar a una terc e ra persona que se lo lleve a correos, ya que en la práctica se incumple el requisito de que el envío sea certificado. Esta falta de control sobre la identidad de quien realiza el envío y la presencia de personas ya fallecidas en el censo es lo que provoca que puedan votar los muertos. Otras posibles irregularidades son el tráfico de sacas y la puesta en marcha de redes de recolección de sufragios a cambio de dinero en zonas con una alta prop o rción de emigrantes, tal y como publicó el diario argentino Clarín, con motivo de las autonómicas gallegas del 2005. La quinta dimensión a tener en cuenta, la del volumen de votos, conecta directamente con la anterior, ya que cuanto menores son las garantías, mayor puede ser la participación si hay fuerzas interesadas en promoverla. A la hora de hacer valoraciones cuantitativas lo idóneo es tomar, en lugar del censo y de los clásicos porcentajes de participación, la proporción de sufragios desde el extranjero sobre el total de votos emitidos, ya que como ya se ha visto los criterios de elaboración y actualización del censo muestran grandes variaciones por países. Y esa proporción en Galicia es brutal, como puede verse en el cuadro 4, en comparación con las otras comunidades autónomas y los casos de otros países. En cambio, en el contexto internacional, España ap a rece en una posición de normalidad, con su entorno a un 1% de los votos totales emitidos desde el extranjero, un porcentaje similar al de Francia, Polonia, Ecuador

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o Colombia. En la tabla se observa que puede considerarse como elevado todo porcentaje que supere el 2%, listón que rebasan Asturias y Canarias, mientras Galicia con su 4,9% se aproxima a Cabo Verde, un estado cuyas dos últimas elecciones presidenciales se resolvieron en el exterior. CUADRO 4: PROPORCIÓN DE VOTO EXTERIOR EN EL VOTO TOTAL País Cabo Verde Croacia Italia Perú Ecuador España Colombia Francia Polonia R. Dominicana Portugal Venezuela México

% exterior 6,6 3,6 2,6 2,0 1,2 1,2 1,0 0,9 0,9 0,6 0,3 0,3 0,1

Comunidad Galicia Asturias Canarias Castilla y León La Rioja Cantabria Madrid Navarra País Vasco Aragón Andalucía Cataluña Extremadura Murcia Illes Balears C. Valenciana Cast. La Mancha

exterior % 4,9 2,6 2,4 1,5 1,2 1,2 1,0 0,9 0,8 0,7 0,7 0,6 0,6 0,6 0,5 0,5 0,4

Nota: Los datos de España corresponden a las legislativas del 2004 y los de los otros países al período 2004-2007.

LOS RESULTADOS El que convoca, gana. El viejo principio de la Restauración española sigue vigente en la emigración española. Desde 1985, desde que hay escrutinio por separado en las juntas electorales y

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están por tanto disponibles los resultados completos del exterior, siempre ha ganado el partido que ocupaba el Gobierno y que, por tanto, tenía a su disposición las poderosas palancas de los ministerios de Asuntos Exteriores y Trabajo, este último relevante por las pensiones no contributivas. Desde ese año, ganó siempre el PSOE, menos en el 2000 y el 2004, cuando venció el PP. CUADRO 5: RESULTADOS DE LAS LEGISLATIVAS ESPAÑOLAS (1986-2004) ELECCIÓN 1986 1989 1993 1996 2000 2004

PSOE

PP

Votos

%

23444 29675 75282 101110 84534 105925

44,3 49,6 54,8 55,6 39,9 35,8

Votos 10652 7728 31818 51332 89076 131885

% 20,1 12,9 23,1 28,2 42,1 44,6

El impacto del exilio y la larga permanencia del PSOE en el poder central a partir de 1982 convirtieron a la emigración en un coto privado de los socialistas que sólo comenzó a queb ra rse en 1993 en Galicia, cuando Fraga se impuso por primera vez en unas autonómicas en el exterior. Se trata de una victoria muy valorada en las filas populares, porque supuso empezar a romper la hegemonía socialista e introducir la competitividad en el voto exterior. Y esa competencia, dadas las características del sistema español, sólo es posible cuando se enfrentan dos gobiernos, el central por un lado y el autonómico por el otro. Es lo que ocurrió en las gallegas del 2005, cuando Fraga bajó 19 puntos en la emigración frente a un PSOE que subió 22, gracias a que en el 2004 Zapatero se había ins-

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Sacas de correos con sufragios remitidos por residentes ausentes.

talado en la Moncloa. El fortalecimiento del PSOE en su regreso al Gobierno central también se observa en Canarias, donde los socialistas ava n z a ron 10 puntos en las autonómicas del 2006, mientras el PP bajaba otro tanto y Coalición Canaria caía 9, aunque ese último descenso es atribuible, por lo menos en gran parte, a una escisión. Coalición Canaria, gracias a las redes establecidas en Venezuela desde el go b i e rno autonómico isleño, se convirtió en las legislativas de 2004 en la tercera fuerza española en la emigración, por delante de Izquierda Unida. RESULTADOS AUTONÓMICOS EN CANARIAS Y GALICIA CANARIAS Partido

GALICIA % de voto Partido 2007 2003

% de voto 2005 2001

CC PSOE PP

54,6 24,7 08,4

49,7 43,2 04,7

63,6 14,0 18,0

PP PSOE BNG

68,9 21,3 06,3

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El recuento diferido de los votos de la emigración provoca que genere una especie de segunda vuelta si el resultado en la noche electoral en territorio español ha sido ajustado. Se da así la paradoja de que hay varios días de tensa espera por los sufragios de unos emigrantes que en realidad votaron antes que los residentes en España, porque para que sean válidos tienen que enviar sus papeletas como muy tarde la víspera de la jornada electoral. Así en la práctica la función de los emigrantes en el sistema político español consiste en refrendar o modificar el resultado de España, como sucedió con el agónico recuento de las autonómicas gallegas de 2005, las de la derrota de Manuel Fraga, cuando hubo que esperar ocho días para saber quién gobernaría la Xunta durante los cuatro años siguientes, fruto del retraso del escrutinio. El PP estaba en Pontevedra a 8.160 votos del diputado que le daría la mayoría absoluta, pero acabó, tras el recuento de la emigración, a 24.904. Este escrutinio de Pontevedra fue una repetición del de 1985, cuando el PP aspiraba arrebatarle al PSG-EG uno de los dos escaños que le faltaban para la mayoría absoluta. En primera instancia lo logró, pero después lo perdió por las impugnaciones de mesas de territorio gallego. En cambio, en 1986, en Almería, el PSOE le quitó un escaño al PP gracias a la suma del voto emigrante y de las reclamaciones. Ese mismo procedimiento fue el que en el 2004 le dio a los populares un eurodiputado a costa de la coalición Galeuscat. Como resultado directo del recuento de la emigración se han producido hasta ahora al menos seis cambios de escaños autonómicos: en A Coruña en 1997, en Murcia en 1999, en Canarias en 1999 y 2003, en León en 2003 y en Castellón en 2007. El caso de Canarias de 2003 provocó también el baile de un escaño del

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Senado, que pasó del PSOE a Coalición Canari a , lo que constituyó la hasta ahora única alteración en la composición de las Cort e s G e n e rales producto del recuento del exterior. Pe ro es más signific at ivo el de Castellón, porque esa provincia es la segunda, t ra s Ciudad Real, con menor porcentaje de censo electoral en el ex t ra n j e ro. Así que el voto emigrante hizo cambiar de manos un escaño porque la dife rencia en España era muy pequeña. EL DEBATE En la tarde del 11 de septiembre de 2001, mientras caían las torres en Nueva York, el Congreso de los Diputados debatió una proposición de ley del BNG para implantar el voto en urna en el extranjero. Fue rechazada por el PP, mientras el PSOE la apoyaba. En 2005, cuando los socialistas ya habían vuelto a la presidencia del Gobierno, el Bloque volvió a presentar la misma proposición, rechazada esta vez con el voto en contra del PSOE, mientras el PP se abstenía. Ya en la oposición, los populares fueron sumándose gradualmente a la reivindicación del voto en urna, posibilidad que en el Gobierno descartaba de plano, mientras el PSOE hacía el recorrido contrario, aunque mantenía el compromiso de implantar el sufragio personal que demandaba cuando no estaba en el Gobierno. Esa promesa adquirió el rango de ley en el Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior, en cuyo artículo 4, además de establecer que los emigrantes pueden participar en todos los procesos electorales españoles, se apuesta por la utilización de la “urna u otro medio técnico”, como el voto electrónico. Éste resolvería el problema de las elecciones al Congreso, en las que hay 52 circunscripciones, lo que obligaría a poner 52 urnas o, simplemente, un ordenador.

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Las promesas de voto en urna acumulan en España una considerable antigüedad. Ya en 1984 el Gobierno de Felipe González, a través de la directora general del Instituto de la Emigración, Maite Iza, anunciaba que se iba a implantar el sufragio personal en consulados y embajadas. El propio PP lo propuso en 1990 en el Senado, a través de una proposición de ley que fue rechazada. Desde que el BNG entró en las Cortes en 1996, la demanda del voto en urna fue una de sus constantes en la acción parlamentaria. En el 2005, en las vísperas del polémico recuento de Pontevedra, PP, PSOE y Bloque coincidían en demandar la puesta en marcha del sufragio personal. Los socialistas, a través de su secretario de Organización, José Blanco, anunciaban la inminente presentación del proyecto de reforma de la ley electoral. Sin embargo, no lo tramitaron en toda la legislatura. Pero en abril del 2007, con motivo de las elecciones municipales, Blanco dio un vuelco a la discusión cuando expresó su “reflexión” de que los emigrantes sólo debían participar en las legislativas españolas, para elegir a sus propios diputados como en Italia o Portugal, lo que obligaba a modificar la Constitución y retrasaría todavía más la re fo rma. Su “ re fl exión” fue re chazada por Touriño, pero recibió el aplauso del Bloque. El BNG, que siempre fue reticente al voto emigrante y también fue el más castigado por éste en Galicia porque apenas tiene apoyo en el exterior, se sumó a la vía de Blanco al proponer oficialmente que sólo voten en las legislativas españolas y que lo hagan únicamente los que vivieron en algún momento en España. La posibilidad de que los nietos de emigrantes recuperen masivamente la nacionalidad, lo que volvería a disparar el censo, enrareció todavía más el debate y generó en Galicia la coincidencia de PP, PSOE y BNG sobre

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la necesidad de suprimir el voto de los emigrantes en las municipales, lo que choca con el Estatuto de la Ciudadanía y generó la censura del Gobierno central. En esta discusión, cada vez más enmarañada y mientras los puntos de la legislación denostados por todos los partidos permanecen inalterables, terciaron los emigrantes españoles de Argentina en un manifiesto conjunto de 2007 en el que rechazaban cualquier limitación del ejercicio del sufragio y demandaban la reforma del procedimiento de emisión para garantizar su limpieza. CONCLUSIONES El debate sobre la participación política de los emigrantes es una constante de la historia contemporánea española, si bien alcanzó sus máximas cotas de atención a comienzos del siglo XXI ante la posibilidad de que algunos procesos electorales, como las autonómicas gallegas, se pudieran decidir a 10.000 kilómetros de distancia, en Argentina, casi medio siglo después de que terminase el éxodo hacia América y cuando España se había convertido ya en un país receptor de inmigrantes. A esta situación se llegó debido a las decisiones adoptadas por la elite política española a partir de 1976, sin que se pueda culpar a los propios emigrantes, que aparecen como las víctimas de un endiablado proceso que los convierte periódicamente en el eje de las iras de sus compatriotas del interior que no entienden como unas elecciones se pueden resolver en el extranjero sin ninguna garantía de transparencia en la emisión del sufragio. En la Transición, el Gobierno de Adolfo Suárez decidió extender al extranjero el procedimiento de voto postal previsto para el interior, lo que propició a la larga que la responsabilidad

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de supervisar el proceso electoral recayese en empresas de correos extranjeras, sobre las que España no tiene ninguna potestad sancionadora. También se estableció el voto para todo tipo de convocatoria, sin ninguna reflexión previa de su impacto en el sistema político, y en 1995 se determinó que los anticuados registros de matrícula consular se volcasen en los censos electorales, que se llenaron de muertos, lo que obligó a efectuar laboriosas depuraciones. Las promesas de reforma han chocado siempre con la tentación de la fuerza gobernante en cada momento de aprovechar al máximo las grandes ventajas que le concede el sistema, gracias al principio de que quien convoca, gana, por lo menos en las legislativas españolas. Todos estos hechos han provocado un creciente hartazgo en la ciudadanía, especialmente en la zona más afectada, Galicia, en la que la opinión pública ha girado hacia una posición de rechazo al voto de los emigrantes. En este contexto, resulta cada vez más urgente la reforma de los procedimientos de votación y, en una segunda pero inmediata fase, el estudio de en qué convocatorias deben participar los españoles residentes en el extranjero, de forma que se racionalice el voto, a fin de convertirlo en un mecanismo de integración de la población del exterior, en lugar de un elemento de conflicto como es en la actualidad.

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Anxo LUGILDE

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Memorial de las migraciones Ramón VILLARES Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela, institución de la que ha sido Rector en los años 1990-1994.

N

o es preciso recordar cuan importante ha sido y sigue siendo, en la actualidad, el hecho migratorio. Muchos millones de personas han abandonado su lugar de origen en busca de un destino nuevo. Lo hicieron los europeos en dirección a las “nuevas Europas”, especialmente la América del norte y el Río de la Plata, en el siglo XIX y primeros decenios del XX. Lo hicieron los asiáticos orientales, también en dirección a la costa oeste del continente americano, fuese hacia Perú o hacia la costa oeste de los Estados Unidos. Lo siguen haciendo en los tiempos presentes, con diferentes destinos, los habitantes del continente africano y, de forma muy masiva, los habitantes americanos desde el río Grande a la Tierra de Fuego, en este caso en dirección de muy diferentes Eldorados, sean los Estados Unidos de América o sean los países de Europa occidental. La propia España, que

Ramón Villares (CazásXermade. Lugo, 1951). Desde 2006 es miembro de número de la Real Academia Galega y Presidente del Consello da Cultura Galega. Miembro del consejo asesor de diversas revistas especializadas, como Análise Social, Ler História, Ayer o Historia Social, ha sido presidente durante seis años de la Asociación Española de Historia Contemporánea y forma parte del consejo editorial de Marcial Pons, Ediciones de Historia. Especializado en historia social agraria e historiografía, es autor de numerosas publicaciones, entre las que merecen destacarse libros como La propiedad de la tierra en Galicia, 1500-1936 (Siglo XXI, 1982), Señores y campesinos en la península ibérica (Crítica / Consello da Cultura, 1991), Figuras da nación (E. Xerais, 1997), El mundo con temporáneo (Taurus, 2001), Historia de Galicia (Galaxia, 2004), Galicia, siglo XX (La Voz de Galicia, 2005) o Clío nas ondas. De libros, persoas e sazóns (tresCtres Editores, Santa Comba - A Coruña, 2007).


Ramón VILLARES

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ha sido un país de mediana intensidad migratoria, ha recibido en los últimos diez años tantos inmigrantes como emigrantes que habían salido en dirección a América durante los siglos XIX y XX. Las migraciones son, pues, consustanciales con el mundo contemporáneo, en el sentido que se han hecho masivas y en cierto modo estructurales. El hemisferio occidental es inseparable, al menos en los últimos ciento cincuenta años, de los flujos migratorios, tanto de salida (Europa) como de llegada (América primero y, luego, también Europa). De la presencia de contingentes de emigrantes están repletas las ciudades de ambos continentes, desde São Paulo o Buenos Aires a San Francisco o Nueva York, desde Madrid o Barcelona hasta París, Marsella, Londres o Berlín. En el cine y la música, en la cocina o la arquitectura, la huella de la migración se encuentra a cada paso, constituyendo de este modo un mundo global cada vez más mestizo y amalgamado de razas, lenguas y religiones. También de algunos problemas, que derivan en expresiones de racismo y de intolerancia, que el estudio de la historia de la emigración puede ayudar a evitar o, en todo caso, a comprender algo mejor. Los flujos migrat o rios no han sido, sin embargo, ni homogéneos en el tiempo ni en el espacio. Existen períodos especialmente intensos en las salidas de emigrantes hacia destinos ciert o s y conocidos y también existen regiones –más que propiamente estados nacionales– que se cara c t e rizan por su condición de ser zonas de emigración. Tampoco es regular la intensidad migrat o ria desde la pers p e c t iva tempora l , sino que depende de los fa c t o res de expulsión y, s o b re todo, de at racción en el lugar de destino. En todo caso, p a ra lo que aquí nos import a , conviene acotar nu e s t ra m i rada en el periodo de la emigración masiva hacia América desde finales del siglo XIX hasta la década de los treinta en el

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siglo XX. Esta acotación ayuda a entender el hecho de que, al menos desde la perspectiva de los países de salida, la perc epción del fenómeno migrat o rio está más vinculada a ex p e riencias regi onales que a las propiamente estatales. El caso de la península Ibérica es meridianamente claro a este respecto, pues es en sus regiones norteñas y en sus islas, mediterráneas y atlánticas, donde se ha concentrado la mayor intensidad de la emigración americana. Las regiones de Galicia, Asturias y la Montaña, pero también las de Cataluña o Castilla la Vieja han sido los lugares con mayor arraigo migratorio en dirección transoceánica, fuese a Cuba o a la zona del Plata. Y algo parecido se puede decir de Portugal, donde las regiones miñota y duriense son las principales contribuyentes al éxodo migratorio portugués hacia Brasil. Pero también en España y Portugal se rep roduce un esquema análogo en sus islas, pues tanto Baleares y Canarias como las Azores experimentaron una gran tendencia migratoria en la época contemporánea. Esto quiere decir que, además de regional, la emigración es un hecho bastante selectivo territorial y socialmente. No todos emigran por igual ni en las mismas direcciones. Se podría decir, sin caer en el simplismo, que no emigra quien quiere, sino quien puede. Se sabe que el hecho migratorio se ve estimulado tanto o más que por la pobreza, por las transformaciones que experimentan las sociedades de partida de los emigrantes, ge n e ralmente por un intenso proceso de desagrarización o de abandono del campo. Estas transformaciones, que en general se han debido a la difusión de procesos de industrialización, fueron claramente perceptibles en el continente europeo durante la edad dorada de las migraciones, la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX.

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Asturianos en Cuba.

Sea cual sea la dimensión espacial o temporal de la emigración, lo cierto que se trata de un hecho cargado de experiencias de muy diverso alcance. Son normalmente experiencias de tipo personal o familiar que también se extienden hacia ámbitos más amplios. Dado que se trata de experiencias individuales, pero también colectivas, la percepción que se forja del hecho migratorio es muy plural y, sobre todo, bastante cambiante en el tiempo. No es lo mismo explicar la emigración cuando se produce, que hacerlo desde una cierta lontananza temporal. Cambia la percepción, pero no se borran los recuerdos que, ya superada la fase crítica de la emigración, adquieren otra dimensión. Comienza la reconstrucción del proceso sobre los escombros producidos por la suma de millones de experiencias individuales. Y una fase necesaria de esa reconstrucción es la de fijar la memoria colectiva del proceso migratorio, como un punto de encuentro de tantas vivencias personales. La emigración deviene, de este

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modo, en un “lugar de memoria”, tanto en el sentido físico de un espacio concreto (del que luego hablaremos) como en un espacio referencial y, por tanto, de alto valor simbólico. Pero considerar la emigración como un “lugar de memoria” exige tener en cuenta muchos matices y niveles. Una simple descripción de algunos de ellos ayudará a comprender esta diversidad de planos. Desde luego, el primer nivel de memoria de la emigración es el entorno familiar. Es quizás el más permanente y el más atendido por los propios emigrantes, pero también por los familiares y vecinos que se han quedado en su lugar de origen. Dado que la información ha sido uno de los factores básicos que explican el propio proceso migratorio, es evidente que este es un campo en el que la memoria está más viva y ha sido más estable. Baste considerar el enorme caudal de información contenida en los epistolarios y noticias de los viajes de los emigrantes, así como en las noticias que en publicaciones de dimensión puramente local se han publicado a un lado y otro del Atlántico. Uno de los libros más influyentes que se hayan publicado nunca sobre la sociología de la emigración fue, justamente, el compilado por los polacos Thomas y Zaniecki, hace casi noventa años, que se basaba de forma específica en epistolarios de inmigrantes polacos en los Estados Unidos que mantenían una relación frecuente con sus familias. Aunque la conservación de este caudal informativo es muy desigual y, en muchos casos, ha sido destruido o permanece en el olvido, ejemplos de esta literatura epistolar han sido muy frecuentes desde entonces en países como Italia, donde se han publicado numerosos libros con base en los epistolarios procedentes de lo que popularmente se llamaba “Mérica”. Y en los últimos años, también

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han aparecido en Galicia diversas colectáneas de “cartas de emigrantes”, estudiadas por Raúl Soutelo y Xosé M. Núñez Seixas, que p e rmiten abrigar esperanzas de que este acervo documental se incrementará en el futuro. En todo caso, los epistolarios son uno de los soportes de la experiencia migratoria, pero no el único. Otro venero memorialístico de enorme valor es el fotográfico que, después de haber sido patrimonio casi exclusivo de las familias, comienza ahora a formar parte de colecciones públicas y servir de soporte de importantes exposiciones sobre el fenómeno migratorio. El impulso que la emigración ha dado a la fotografía es difícil de sobrevalorar. La memoria de la emigración no se agota en el ámbito familiar, sino que se extiende al comunitario o parroquial. La constitución de sociedades de emigrantes en los países de destino, con frecuencia de dimensión parroquial o municipal, no sólo ha tratado de institucionalizar la memoria de la emigración, sino que ha tenido resultados muy copiosos en lo que podríamos llamar la “monumentalización” de la emigración. Así como los grandes hechos políticos o militares, cuando no las virtudes personales de figuras individuales, han encontrado en la época contemporánea su expresión en monumentos o estatuas, la emigración se ha visto reflejada en una memoria “construida” que generalmente pasa desap e rcibida: escuelas o parques públicos promovidos por los emigrantes, casas de indianos, cab e c e ras de prensa que en su mismo título invocaban su estrecha relación con la emigración e, incluso, instituciones culturales sufragadas por el dinero de los emigrantes. La prensa que ha generado la emigración ha sido enorme, justamente por la necesidad de comunicar ambas orillas del océano atlántico. Para ceñirnos al caso mejor conocido de Galicia, baste

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pensar que cientos de periódicos o revistas se publicaron en las grandes capitales que acogieron importantes colectividades de emigrantes gallegos (La Habana, Buenos Aires, Caracas, México, Montevideo), pero también fue la emigración la que impulsó la publicación de cientos de periódicos o revistas dentro de la propia Galicia, desde sus principales ciudades (Vida Gallega, en Vigo, o Alfar, en Coruña, podrían ser dos buenos ejemplos) a las villas e incluso aldeas (desde El Emigrado de A Estrada hasta El Progreso Murés, en la parroquia de Muras-Lugo) Además de todo ello, hay que recordar la importancia que ha logrado la emigración en el ámbito de la literatura, la arquitectura, la música o el cine, por citar sólo algunos ejemplos. La “literaturización” de la emigración ha tenido en el caso de Galicia algunos ejemplos importantes, desde los clásicos textos de Castelao o Lesta Meis, hasta los más recientes de A l f redo Conde o de Miguel Barnet. Y sin entrar en el campo de los personajes propiamente literarios, hay que recordar la enorme cantidad de clichés y estereotipos que se han acuñado sobre el emigrante, especialmente en los países de destino, desde los chistes de gallegos o las acepciones despectivas del mismo, hasta el teatro popular y la caricatura satírica. La revista bonaerense Caras y Caretas, que está siendo analizada actualmente por un equipo de investigación dirigido por la profe s o ra argentina Maria Rosa Lojo, es un buen ejemplo de esta dimensión popular en la construcción de la contrafi g u ra del emigrante. Se trata de un modo de construir su propia memoria, aunque sea de forma negativa o denigratoria. Estas breves referencias pueden ser suficientes para hacerse una idea de la enorme dimensión que tiene la memoria de la emigración, tan difusa como el propio hecho migratorio. Ahora bien, de

La prensa que ha generado la emigración ha sido enorme, justamente por la necesidad de comunicar ambas orillas del océano atlántico. Cientos de periódicos o revistas se publicaron en las grandes capitales.

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lo que se trata es de construir un verdadero “lugar de memoria” de la emigración, considerada como un hecho masivo y de una dimensión al menos regional. Construir centros de referencia de la memoria migratoria tiene, en la perspectiva actual del diálogo intercultural, enormes ventajas. De entrada, reconoce la importancia de las migraciones como un hecho decisivo del mundo contemporáneo. Favorece procesos actuales de integración social y cultural y, sobre todo, ayuda a crear una conciencia de la diversidad y de respeto hacia el otro, que se puede lograr justamente a través de la musealización de las viejas experiencias migratorias. Esto es lo que explica la necesidad de pensar en museos o archivos de la emigración, de Casas de Indianos o de Memoriales de las Migraciones. Aunque sea difícil de creer, conviene saber que esta conciencia sobre la necesidad de fundar centros de estudios y museos de la emigración es más reciente de lo que pudiera pensarse. Prácticamente no ha sido hasta la década de los ochenta del siglo pasado cuando se fundaron los principales museos de emigración del mundo, sobre todo en los países de destino. Hay que reconocer que, en este punto, es ex p l i c able que sea en los países de destino donde florezcan con mayor vigor estos centros memoriales de la emigración, porque los recuerdos de la llegada son una de las mat rices de las nuevas identidades forjadas en los lugares de arribada. Baste pensar en los museos de Ellis Island en la bahía de Nueva York (EE.UU.), el Memorial do Inmigrante en São Paulo (Brasil) o del Museo de la Emigración Gallega, en Buenos Aires (Argentina), entre otros ejemplos posibles (Montreal, Melbourne…), para darse cuenta del interés con que estos grandes centros de recepción de emigrantes se han tomado este asunto. La verdad es que se trata de museos que se rigen por los criterios de la “industria del ocio o del

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Museo de la Emigración en el puerto de Buenos Aires, antes, Hotel de la Emigración.

turismo”, p e ro que también desempeñan un papel esencial en el recuerdo activo del fenómeno migratorio. La constatación de que es más vigorosa la memoria de la inmigración que de la emigración es una buena pista de la imagen que el hecho migratorio ha creado. Las salidas tienden a olvidarse o a considerarse como una opción individual, lo que de forma implícita sugiere que las sociedades emisoras de emigrantes se desentienden del problema o lo consideran algo secundario. La percepción de la emigración como un fracaso, individual o colectivo, es quizás una de las causas que explican este olvido. Pero que haya este déficit no debe suponer que no se deba afrontar, ahora que en Europa se vive una oleada de nuevos inmigrantes, el reto de dar un nuevo estatuto a la antigua (y nueva) emigración. Esta conciencia se ha acelerado en la década de los noventa del siglo pasado y continúa con gran fuerza en estos años recientes. Algo está cambiando en la mentalidad europea que pone de relieve que la memoria de la

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En diversos países europeos están apareciendo, justamente ahora, muchas iniciativas de museos de la emigración o de las migraciones.

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emigración no ha prescrito y que, aunque tardíamente, se está en proceso de recuperación. En diversos países europeos están apareciendo, justamente ahora, muchas iniciativas de museos de la emigración o de las migraciones, como sucede en Italia, donde se está lanzando actualmente el proyecto de crear un Museo Nacional de la Emigración, a p a rtir de numerosas experiencias regionales o locales (Sicilia, Liguria, Véneto…). En Francia, país de inmigración más que de emigración, se está planeando la creación de un gran museo de las migraciones, que será alojado, curiosamente, en el viejo pabellón c o n s t ruido en 1930 para acoger una Exposición colonial, lo que supone toda una lección de cómo muda la mirada de una cultura sobre su propia historia. Y en Alemania, por cuyos puertos salieron millones de emigrantes de la Mitteleuropa, acaba de ser abierto en 2005, con gran éxito y premios internacionales, un museo de la emigración en el puerto báltico de Bremerhaven, que, como el de Ellis Island, contiene millones de registros de los emigrantes que dejaron Europa a través del puerto de Bremen. En España, aunque con algún retraso, se están perfilando también iniciativas de este estilo. Por poner algunos ejemplos próximos y bien conocidos, este es el caso de instituciones como el asturiano Archivo de Indianos, ubicado en un caserón indiano en la villa oriental de Colombres, el Museo de la Inmigración sito en la ciudad catalana de San Adriá del Besós o, en otra dirección, el propio Arquivo da Emigración Galega, establecido desde hace quince años en el seno del Consello da Cultura Galega. También en la ciudad de Zamora, con apoyo de las instituciones locales y autonómicas de Castilla y León, está perfilándose una institución análoga sobre la vida de los emigrantes castellanos a América.

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El ejemplo de Galicia puede servir de ilustración de cuanto estamos diciendo, no sólo de la necesidad de reconocer la importancia del hecho migratorio, sino también de la oportunidad que puede tener en estos momentos el plantearse una iniciativa como esta. Además de oportuna, sería un acto de justicia histórica para los millones de emigrantes que han recorrido todo el mundo sin dejar de ser o reconocerse como gallegos. Pero además sería la mejor contribución, desde una experiencia particular, a un diálogo intercultural y a la concienciación sobre la diversidad que ahora está poniendo sobre el tapete la enorme oleada de inmigrantes que está llegando de nuevo a Europa y, de fo rma muy especial, a España. Sería casi superfluo llamar la atención sobre la importancia que el hecho migratorio ha tenido en la configuración de la Galicia contemporánea. Casi ninguna actividad de la sociedad gallega ha quedado al margen de la influencia de la emigración, sean los cambios agrarios producidos en el primer tercio del siglo XX (especialmente, en la masiva propietarización del campesinado parcelario), sea en el crecimiento del sector terciario en las ciudades, en la vida cultural y educativa e incluso en la regeneración política. Esta afirmación está actualmente sostenida por una gran cantidad de investigaciones que una “nueva historia de la emigración” está llevando a cabo a una y otra orilla del Atlántico. Pensemos en los trabajos de Fernando Devoto o de Carlos Moya en Argentina o de X. M. Núñez Seixas, Alexandre Vázquez o José A. Vidal desde la perspectiva gallega. Frente al paradigma dominante durante muchos años de considerar la emigración como un fracaso, se abre una imagen mucho más optimista del fenómeno de la ida y del retorno de los emigrantes. Una de las claves está, justamente, en los efectos de retorno de la emigración.

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Y aquí se engarza la aparición de iniciativas como el Arquivo da Emigración Galega, que responde al objetivo de dar forma institucional a todo el patrimonio material e inmaterial de la emigración, que permita de ese modo considerarla como un “lugar de memoria” central en la confi g u ración de la Galicia contemporánea. Recuperar ese patrimonio no es un trabajo estrictamente arqueológico o de preservación fetichista de una documentación (actas, cartas, fotos, publicaciones), sino que constituye un soporte fundamental para alentar los estudios migratorios y, sobre todo, permite hacer visible, más allá de las experiencias individuales, la dimensión de la emigración como un hecho que marcó estructuralmente a Galicia. Ciertamente, este objetivo no se agota en la aparición de un archivo documental –aunque bien específico–, sino como un puente que nos ha de llevar a otros cometidos muchos más ambiciosos, como el de la fundación de un Museo de la Emigración, que actúe como el epicentro institucional de ese “lugar de memoria” que reclamamos para la emigración gallega contemporánea, especialmente la producida en dirección al continente americano que ha sido la que mayor poso ha dejado, hasta ahora, en el imaginario del hombre común gallego. Como sucede en otras partes de Europa, afrontar la construcción de un auténtico museo de la emigración no es sólo un acto de justicia con el esfuerzo de millones de emigrantes, sino una ocasión para construir una nueva mirada sobre los flujos migratorios, más comprensiva y menos excluyente. Lo que no empece, ni mucho menos, la posibilidad de que, en futuro, suceda en España algo similar a lo acontecido en Italia, donde el museo nacional de las migraciones es el resultado de una larga experiencia museística regional y local.

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Apéndice

Ley 40/2006, de 14 de diciembre, del Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior JUAN CARLOS I REY DE ESPAÑA A todos los que la presente vieren y entendieren. Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado y Yo ve n go en sancionar la siguiente Ley. EXPOSICIÓN DE MOTI VOS I 1. La emigración española ha constituido un fenómeno político, social y económico que ha caracterizado nuestra histori a , acentuándose desde la segunda mitad del siglo XIX hasta más allá de mediados del siglo XX. 2. Las pri m e ras leyes sobre la emigración, que datan de 1907 y 1924, nacieron con el mero objetivo de pro clamar la libertad de emigración y de propiciar los desplazamientos de los españoles al extra n j e ro, sin que se contemplasen medidas específicas de p rotección una vez instalados en el país de acogida.

3. Durante los siglos XIX y XX, en d i versos períodos, se produjeron oleadas de exiliados políticos de distintas orientaciones y signos; asimismo, como consecuencia de la Guerra Civil española y de la dictadura, a partir de 1939 comienza a producirse un éxodo de refugiados políticos y una emigración de carácter económico a otros países, motivada por las duras circunstancias de la p o s g u e r raque se viven en España, y atraída por las buenas perspectivas de trabajo y el mayor nivel de vida derivado del crecimiento económico existente en esos países. El exilio, como consecuencia de la Gu er ra Civil española y la dictadura significó, sin duda, una pérdida para el desarro llo econ ómico, cultural y social de España. En sentido i nve r s o, los países que acogieron a los re f ugiados españoles pudieron beneficiarse con la formación académica, c i e n t í f i ca y profesional de los exiliados. 4. La Ley 93/1960, de 22 de diciembre, de Bases de Ordenación de la Emig ración y el Decreto-ley 1000/1962, de 3 de mayo, que aprueba el texto articulado de di-

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cha Ley, e l a b o rados durante el régimen de dictadura, i g n o ran la existencia de cientos de miles de exiliados en Europa e Ib e roamérica, si bien es cierto que marcan un cambio de criterio en el enfoque de la corriente migratoria. 5. Las ra zones de este cambio obedecen a la voluntad de regular la emigración de la población española y, al mismo tiempo, impulsarla. A resultas de ell o, se mantendrá con un crecimiento con s t a n t e, hasta 1967, aquel fenómeno migratorio, -fundamentalmente dirigido hacia los países europeos más desarrollados-, que había comenzado a producirse hacia 1959. 6. Los factores que determinan este desplazamiento masivo de trabajadores al exterior en pleno régimen franquista son, por una parte, el notable incremento demográfico de España que prov o ca un excedente de mano de obra que las estru c t u ras econ ómicas, basadas en una econ omía rural y de e s casa industri a l i zación no pueden absorber y, por otra, la expansión industrial y el cre c imiento económico de los países europeos. 7. La emigración de la década de los años sesenta, así como la de las décadas anteri o re s , tuvo efectos beneficiosos, tanto p a ra el trabajador, que tenía la posibilidad de obtener un empleo mejor remu n e rado y de mejorar su cualificación pro fesional y sus condiciones de vida, como para el crecimiento económico de España, ya que la entra d a de divisas enviadas por los emigrantes permitió sufragar parte del déficit com e rcial y equilibrar la balanza de pagos, facilitando las importaciones de bienes de equipo destinados a la modern i zación de las empresas. Esta situación con t ribuyó en gran medida a la ex-

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pansión industrial de España en los años sesenta y setenta. 8. De forma paralela a estos efectos beneficiosos, la realidad de la emigración y del exilio exige poner también de relieve las c onsecuencias negativas para los tra b a j a d ores emigrantes, los exiliados y sus familias d e rivadas del desarra i go social y cultural de España, c onsecuencia política del régimen f ranquista surgido de la Gu e r raCivil, de las dificultades de inserción social y laboral en el país de acogida y de los problemas que habían de abordar en su proyecto de re t o rnar a España y, en algunos casos, de la represión p o l í t i casufrida en el país de acogida. 9. Mención especial cabe hacer de las mu j e res que tuvieron que emigrar, casi siempre en el contexto de un traslado familiar, padeciendo la doble jornada de tra b a j o doméstico y del trabajo fuera de la casa. A la d i s c riminación de género, se unía la vulnerabilidad de la mujer emigrada que estaba fuera de su país. Son varias las genera c i ones de mujeres que han vivido la parte más difícil de la emigración o del re t o rno y para las que el tiempo del cambio social pareciera haber llegado demasiado tarde. Por ell o, necesitan de una atención especial y reforzada que compense el desequilibrio vivido y que les permita junto con las más jóvenes- la incorporación y el disfrute pleno de los dere chos que pro p ician las re f o rmas legislativas a favor de la igualdad que se producen en España. 10. La última Ley en materia de e m i g ración ha sido la Ley 33/1971, de 21 de julio, q u e, si bien continúa orientada al fomento de la emigración y mantiene el silencio sobre el exilio, introduce la novedad de


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poder acogerse a planes, operaciones y prog ramas para facilitar el desplazamiento y el acceso al empleo en el país de acogida. Esta Ley introdujo, igualmente, ayudas de carácter social, e d u cativo y cultural, así como medidas dirigidas a la formación profesional e i n t e g ración laboral tanto para los emigra ntes, como para los retornados. 11. Junto a las actuaciones desarrolladas desde el ámbito público, ha de destacarse el importante papel desempeñado por los centros y asociaciones de emigra n t e s , en ocasiones corrector de la ca rencia pública . El movimiento asociativo, creado por los españoles en los países de acogida, con el objetivo fundamental de la asistencia y socorro mutuo, constituye hoy en día un instrumento vertebrador de las comunidades de españoles en el exteri o r, imprescindible para ca n a l i zar y materi a l i zar las actuaciones de apoyo y atención desarrolladas por las distintas Ad m i n i straciones Públicas a favor de los españoles en el exterior y de los retornados. En 1993 se publica el Real Decre t o 728/1993, por el que se establecen las pensiones asistenciales por ancianidad a favor de los emigrantes españoles: se trata de la medida de mayor alcance en la protección de los españoles que viven fuera de España, que g a ra n t i za a los mayo res españoles del exterior el mismo nivel de vida del que disfrutan los residentes en nuestro país. 12. Además de esta breve reseña sobre la evolución de la emigración española y su reflejo en las distintas normas legales, cabe añadir, por último, que a partir de finales de la década de los setenta, -con la llegada de la democracia-, c om i e n za a producirse un fenómeno de signo contrario al de la emi-

gración: el regreso o retorno de los españoles e m i g rantes y sus familias a nuestro país, debido, en gran medida, a la recesión económica que sufre Europa en los años setenta, así como a la crisis económica que atraviesan d e t e rminados países de Iberoamérica. A pesar de que este proceso tiene lugar en un c ontexto económico favorable para España, no se adoptaron las medidas necesarias para atender integralmente a dicho retorno. 13. La emigración cuenta con una larga tradición en materia de órganos colegiados de part i c i p a c i ó n . Desde que en 1888 se crearon las llamadas Juntas de Emigración hasta que en 1987 se instituye ron los actuales cauces de participación institucional de los españoles residentes en el extranjero, a lo largo de todo el período, casi ininterrumpidamente, se han configurado dife re n t e s órganos de participación en materia emigrat o ri a , de diversa natura l eza , f u n c i ones y composición. La participación institucionalizada en m a t e ria de emigración se canalizó en primer término a través de la constitución de cauces en dos niveles: el local, dentro de España, con la denominación de “Juntas de Emigración” establecidas en las provincias españolas del litora l , más tarde llamados “Pa t ronatos Locales de Emigración” o, en el exteri o r, en el ámbito de las demarca c i ones con s u l a res, los “Patronatos de Emigrados Españoles”, y posteriormente “Juntas Consulares de Emigración”; el nacional, con participación de los diversos Departamentos con competencia en la materia, de las instituciones y de los e m i g ra n t e s , c on denom i n a c i ones com o “Consejo Su p e rior de la Emigración”, “Junta Central de la Emigra c i ó n” o, en época más

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reciente, “ C onsejo del Instituto Español de Emigración”. En la actualidad, y desde 1987, se hallan constituidos los Consejos de Residentes Españoles, con miembros elegidos por los emigrantes, en determinadas demarcaciones consulares, y el Consejo General de la Emig ración con participación de la Administración Central y Autonómica, de los emigrantes, elegidos por los Consejos de Residentes, y de las Organiza c i ones sindicales y empresariales. II 1. En la actualidad nos encontramos con un hecho incuestion a b l e, herencia en gran parte de nuestra emigración y de nuestro exilio, que supone la existencia de alrededor de un millón y medio de españoles y sus descendientes que residen fuera del territ o rio español, lo que constituye un valor en sí mismo que con f i rma la presencia de España más allá de sus fronteras. Estos españoles por su condición y ca ra c t e r í s t i cas peculiares exigen un tratamiento específico por parte del Estado que permita, en cumplimiento del artículo 14 de la Constitución Española de 1978, g a ra n t i zar a los españoles re s i d e ntes en el exterior el ejercicio de los derechos y deberes constitucionales en con d i c i ones de igualdad con los residentes en España, con el c om p romiso de los poderes públicos de adoptar las medidas necesarias para remove r los obstáculos que impidan hacerlos reales y efectivos. En este sentido, se dio un primer paso con la aprobación de la Ley 3/2005, de 18 de m a rzo, por la que se reconoce una prestación económica a los ciudadanos de origen espa-

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ñol desplazados al extranjero durante su minoría de edad, c omo consecuencia de la Gu e r ra Civil, y que desarroll a ron la mayo r p a rte de su vida fuera del terri t o rio nacional. Esta norma, por una part e, supuso un re c onocimiento histórico; y por otra, dotó de protección econ ó m i ca y asistencia sanitaria a un colectivo concreto de españoles: los denominados “Niños de la Gu e r ra”. 2. El Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior constituye el marco básico para establecer el deber de cooperación entre el Estado y las Comunidades Autónomas, así como los mecanismos necesarios p a ra la coordinación de sus actuacion e s , en colaboración con la Ad m i n i s t ración Local, c on los agentes sociales y con las organizac i ones y asociaciones de emigrantes, exiliados y retornados. 3. Por otra part e, en cumplimiento del artículo 42 de la Constitución, se hace preciso establecer una política integral de emigración y de retorno para salvaguardar los dere chos económicos y sociales de los emigrantes, de los exiliados y de los descendientes de ambos, y para facilitar la integración social y laboral de los retornados, cuya regulación básica se establece en el presente Estatuto. 4. En este sentido, el Estatuto configura, en materia de re t o rn o, el marco de c o o p e ración de las Administraciones Públicas que permita coordinar sus actuaciones p a ra un mejor y más eficaz aprovechamiento de los recursos públicos, g a ra n t i zando el regreso a España en las condiciones más favorables. 5. El Estatuto pretende dar re spuesta a las reiteradas demandas realizadas


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desde los distintos sectores de la emigración, del exilio y del retorno. Por ello, en el proceso de su elaboración se han valorado especialmente las aportaciones y propuestas efe ctuadas por re p resentantes del mundo de la emigración, tanto de los miembros del Consejo General de la Emigración, como de los representantes de las organizaciones y asociaciones de emigrantes y exiliados en el exterior y de retornados. 6. La participación de las asociaciones en la con fección del Estatuto, así com o la preceptiva consulta al Consejo General de la Emigración, dotan al Estatuto de la legitimidad necesaria en una norma de estas características, garantizando su adecuación a las necesidades actuales de todos los españoles que se encuentran fuera de nuestro territorio, así como a los que han decidido regresar y precisan una atención específica . 7. En la actualidad los movimientos migratorios, teniendo en cuenta, por un lado, el ejercicio del derecho a la libre circ u l ación en el contexto de Unión Europea, y por otro, la globalización de la economía, han alca n zado una dimensión y una significación distinta. En los países desarrollados, en los que el Estado satisface las necesidades básicas de su ciudadanía, el desplazamiento a otro país responde a motivaciones de distinta índole que persiguen ampliar las expectativas personales y profesionales o mejorar la calidad de vida, como es el caso de los funcionarios públicos y trabajadores al servicio de la Administración española en el exterior, los cooperantes y los trabajadores y profesionales de las empresas españolas destinados temporalmente al extranjero. Por ello, el ámbito subjetivo de aplicación del Estatuto en-

globa a todos los españoles en el exterior, tanto a los emigrantes y exiliados, como a los d e s p l a zados y a los familiares de ambos. España debe con s i d e rar a su comunidad e m i g rante como un auténtico capital social: su compromiso con su tierra de origen la convierte en un recurso fundamental para la p royección de España en el exterior. Parte fundamental de este capital social está compuesto por miles de españoles no nacidos en España que residen por todo el mundo, ellos también son parte del presente de nuestro país y debemos considerarlos actores imprescindibles en la con s t rucción del futuro. Uno de los fenómenos que más enriquecen a mu chos de los centros de emigrantes españoles es la participación activa de ciudadanos no españoles en el desarrollo social y cultural de los mismos. Es conveniente que los poderes públicos recon o zcan esta realidad y que la fomenten. La aplicación de la cláusula de Estado social consagrada por la Constitución de 1978 ha de extenderse a todos los españoles, también a aquellos que por sus circ u n s t a ncias vitales han tenido que vivir fuera del ter ri t o rio nacional. Esta Ley no sólo proclama por pri m e ra vez la relación de dere chos sociales y el catálogo de prestaciones que el Estado ha de gara n t i zar a los emigrantes, sino también que los mismos tendrán el mismo contenido y alcance que los que disfrutan los españoles residentes en el terri t o rio nacional. III 1. El Estatuto se dicta al amparo del a rtículo 149.1.2.ª de la Constitución Española de 1978 que atribuye al Estado la competencia exclusiva en materia de emigración.

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2. El Estatuto comprende cuatro títulos, dos disposiciones adicionales, una disposición dero g a t o ria y cuatro disposiciones finales. 3. El Título Preliminar determina el objeto y la finalidad del Estatuto. El Estatuto se configura como el marco jurídico que g a ra n t i zaa la ciudadanía española residente en el exterior el ejercicio de sus derechos y d e b e res con s t i t u c i onales en términos de igualdad con los españoles residentes en España. Además, el Estatuto tiene como finalidad delimitar las líneas básicas de la acción pro t e c t o radel Estado dirigida a los españoles residentes en el exterior y fijar el marco de c o o p e ración y coordinación entre el Estado y las Comunidades Autónomas en este sentido. El ámbito subjetivo de aplicación de la Ley contempla la actual situación del movimiento migratorio y del retorno, superando el tradicional concepto de emigración re c ogido en la Ley 33/1971, de 21 de julio. En último lugar, el Título Preliminar relaciona una serie de objetivos encaminado a garantizar el ejercicio de los dere chos y deberes de los españoles residentes en el exterior, en condiciones de igualdad con los re s identes en España, atender y desarrollar actuaciones en materia de re t o rno y prom over y fomentar el movimiento asociativo de los españoles en el exterior y la participación institucional en materia de emigración. Junto a ello se establecen los mecanismos más adecuados para la cooperación y coord i n ación de las Administraciones Públicas en este sentido. 4. El Título I com p rende una re l ación sistemática de derechos de los españoles

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que residen en el exteri o r, f o rmulando, a su vez , medidas y mecanismos que hagan efe ctivo el ejercicio de los referidos derechos y su materialización en determinadas prestaciones. Este Título comprende tres capítulos: a) El capítulo I recoge los derechos de participación: derecho a ser elector y elegible, asistencia y protección de los españoles en el exteri o r, dere cho de petición, de acudir al Defensor del Pueblo y de información, derecho a la participación en órganos consultivos de la emigración, organizaciones sindicales y empresariales y dere cho de asociación. De entre estos derechos se ha de destacar el derecho a ser elector y elegible, así como el derecho a la participación y de asociación, que reflejan la voluntad de fomentar un asociacionismo integrador y constructivo, impulsando la coord i n ación de actuaciones entre Ad m i n i s t raciones Públicas en aras de un mejor y más eficaz aprove chamiento de los recursos públicos. Asimismo, se prevé el establecimiento de un censo de asociaciones y centros ra d i cados en el exterior que contenga la inscripción de aquellos que sean conformes con el reconocimiento de los derechos fundamentales y libertades que contempla la Constitución Española. Por otro lado, este ca p ítulo se completa con la prohibición a los p o d e res públicos de cualesquiera medidas que puedan oca s i onar discriminación por razón de género, así como con la promoción de políticas de igualdad entre mujeres y hombres. b) El capítulo II recoge derechos sociales y prestaciones: derecho a la pro-


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tección de la salud, derechos en materi a de Se g u ridad Social y pre s t a c i ones por razón de necesidad, servicios sociales p a ra mayores, acciones de inform a c i ó n s o c i o - l a b o ral y orientación y part i c i p ación en pro g ramas de formación pro fesional ocupacional y dere chos en materia de empleo y ocupación. En este capítulo cabe destacar la redacción sobre el dere cho a la protección de la salud, que constituyeun objetivo pri o ri t a rio en la acción exterior del Estado, así com o las previsiones sobre Se g u ridad Social y prestaciones: efectivamente, se trata de recoger, entre otros aspectos, el compromiso de avanzar en la conservación de los dere chos en la materia y de perfe ccionar los mecanismos de protección existentes, sobre todo para las person a s mayores, incorporando la asistencia san i t a ria en sentido amplio (sanitari a , g eriátrica, medicamentos, etc.). En este s e n t i d o, se trata también de tener en cuenta la dife rente organización tanto del aseguramiento como de la pre s t ación de cuidados sanitarios en los países donde residen. Por ello se introduce la prestación por razón de necesidad, c omo un nuevo concepto que engloba la pensión asistencial por ancianidad, regulada en su normativa específica , junto con la asistencia sanitari a , dado que a la vista de la evolución actual de estas pensiones se precisa modificar su re g u l ación, para su mejor adaptación a las necesidades reales de sus potenciales beneficiarios. Junto a ell o, se ha de mencionar la n e c e s a ria regulación sobre los aspectos

relativos al empleo (información, orientación, formación, etc.), dentro de una concepción amplia que abarque a todos los españoles en el exterior y retornados, especialmente aquellos considerados más vulnerables (jóvenes y mujeres con dificultades de inserción laboral). c) El capítulo III contempla los d e re chos relativos a la educación y a la cultura: dere cho a la educación, h om ol o g a c i ó n , c onvalidación y re c on o c imiento de títulos y estudios extranjeros, así como el acceso a las lenguas y culturas españolas. Los dere chos que recoge este capítulo constituyen un todo que persigue, en definitiva, mantener los vínculos de los españoles en el exteri o r con España, tanto para aquellos que residen fuera , c om o, especialmente, para a q u e llos que deciden regresar. Ha de señalarse que los derechos y prestaciones que se mencionan estaban en alguna medida establecidos, si bien su regulación se encon t raba en normas dispersas y de rango infe rior, por lo que con el presente Estatuto se pretende consolidar su ejercicio, dotándoles de una dimensión real y efectiva al e l evarse el rango normativo que los ampara. 5. El Título II recoge la política int e g ral en materia de retorno. Ya en su enunciado el término integral revela la voluntad de unificar en el sentido de abarcar todos los aspectos relativos al retorno. Para ello se prevé un mecanismo específico: la Oficina Española del Retorno, adscrita al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales; esta oficina será la encargada de facilitar, orientar y asesorar a los españoles que decidan re t o rnar, con el

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objetivo de materializar su efectiva inserción social y laboral en España. Por otra parte, se apunta la necesidad de abordar las re f o rmas normativas necesarias que promuevan y faciliten el acceso a los españoles retornados a determinadas pre s t aciones, y de adoptar medidas específicas de fomento del empleo dirigidas al colectivo de españoles re t o rnados que decidan incorp orarse a nuestro mercado de trabajo. 6. Por último, el Título III contempla los mecanismos e instrumentos de cooperación, colaboración y coordinación de las a c t u a c i ones de las distintas Ad m i n i s t ra c i ones Públicas competentes en ese ámbito, a fin de gara n t i zar la efectividad de los derechos y deberes que el Estatuto reconoce a los españoles residentes en el exterior y a los retornados a España, esta cooperación persigue la optimización de los recursos públicos en aras de una eficaz y eficiente utilización de todos los recursos. Para facilitar estos objetivos, se prevé la c onstitución de una Comisión en el ámbito del Ministerio de Trabajo y Asuntos So c i ales, de la que formarán parte representantes de la Ad m i n i s t ración General del Estado y de las Comunidades Autónomas. 7. En otro orden de cuestiones, la disposición adicional pri m e ra crea el Portal de la Ciudadanía Española en el Exterior, como punto de información integral en internet. 8. Por otra part e, se recoge una disposición dero g a t o ria única, que deroga exp resamente la Ley 33/1971, G e n e ral de Emigración, de 21 de julio, ampliamente alt e rada en sus fines y objetivos por la entrada en vigor de la Constitución Española de

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1978 y cuya vigencia, en muchos aspectos, es puramente testimonial. 9. Por último, la Disposición final p ri m e ra , m o d i f i caalgunos aspectos del Texto Refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, aprobado por el Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, dado que la presente Ley deroga la Ley General de Emigración de 1971 y, en consecuencia, lo relativo a la competencia en m a t e ria de visado de con t ratos de trabajo de los trabajadores que se desplazan al exterior y de ofe rtas de empleo en el exteri o r. TÍTULO PRELIMINAR Disposiciones generales A rtículo 1. Objeto y finalidad. 1. La presente Ley establece el marco jurídico y los instrumentos básicos p a ra gara n t i zar a la ciudadanía española en el e x t e rior el ejercicio de los derechos y deberes constitucionales, en términos de igualdad c on los españoles residentes en el terri t o rio nacional, así como re f o rzar los vínculos sociales, culturales, e c onómicos y lingüísticos c on España y con sus respectivas nacion a l idades y comunidades de origen. 2. La presente Ley tiene también como finalidad delimitar las líneas básicas de la acción pro t e c t o ra del Estado y de las C omunidades Au t ó n om a s , en aras de mejorar las condiciones de vida de los españoles residentes en el exteri o r, en aquell o s ámbitos en los que sea necesario complementar la protección existente en el país de residencia.


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3. Esta Ley establece, asimismo, el marco de actuación y las medidas específica s que deberán desarro llarse por el Estado, y por las Comunidades Autónomas en el ámbito de sus respectivas competencias, para facilitar tanto la atención a los españoles en el exterior, como la integración social y laboral de aquellos españoles que decidan re t o rnar a España, sin perjuicio del dere cho a la libre circulación de trabajadores. 4. Los objetivos y finalidades de esta Ley se entienden, en todo ca s o, sin perjuicio de las competencias que ostenten las Comunidades Autónomas ni de sus leyes. Artículo 2. Ámbito subjetivo. 1. La presente Ley será de aplicación: a) A quienes ostenten la nacion a l idad española y residan fuera del territorio nacional. b) A la ciudadanía española que se desplace temporalmente al exteri o r, i ncluyendo a quienes lo hagan en el ejercicio del derecho a la libre circulación. c) A los españoles de origen que retornen a España para fijar su residencia, siempre que ostenten la nacionalidad española antes del regreso. d) A los familiares de los anteri o rmente mencionados, entendiendo por tales el cónyuge no separado legalmente o la pareja con la que mantenga una unión análoga a la conyugal, en los términos que se determinen reglamentariamente, y los descendientes hasta el primer gra d o, que tengan la condición de personas con discapacidad o sean

menores de 21 años o mayores de dich a edad que estén a su cargo y que dependan de ellos económicamente. 2. El Estado establecerá los requisitos básicos y el procedimiento para acreditar la situación de español retornado. A rtículo 3. Objetivos. Los objetivos fundamentales de la presente Ley son: a) Regular los derechos y deberes de los españoles residentes en el exterior gara n t izando su ejercicio mediante el com p romiso de los poderes públicos de promover las cond i c i ones para hacerlos reales y efectivos, en con d i c i ones de igualdad con los residentes en España. b) Delimitar el ámbito de la acción protectora del Estado y de las Comu n i d a d e s Au t ó n omas cuando sea necesario com p l ementar la protección dispensada por los servicios públicos del país de residencia. c) Establecer, c onjuntamente con las C omunidades Autónomas competentes, el m a rco de actuación para gara n t i zar la promoción educativa y el acceso a las lenguas y c u l t u ras españolas, tanto de los españoles residentes en el exterior como de sus descendientes. d) Fomentar y consolidar el mov imiento asociativo de los españoles en el exterior, apoyando fundamentalmente la creación y el mantenimiento de los Centros y a s o c i a c i ones de españoles a través de las actividades que en ellas desarro ll e n , q u e tengan por objeto la previsión y la asistencia social y cultural de sus miembros y la

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información y asesoramiento para el retorno, ello sin perjuicio de las actuaciones que en esos ámbitos sean desarro lladas por las Comunidades Au t ó n omas con competencias en esas materias. e) Apoyar a las asociaciones de españoles residentes en el exterior y a las de retornados constituidas en España con el fin de facilitar la información, o rientación y asesoramiento necesarios a los españoles que deciden retornar, como labor complementaria a la de las Administraciones Pública s . f ) Prom over y facilitar lapart i c i p a c i ó n de los españoles residentes en el exterior a t ravés de los Consejos de Residentes Españoles y del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior y de los órganos equivalentes existentes en las Comunidades Au t ó n omas y de aquellos otros que puedan crearse en el futuro. g) Configurar conjuntamente con las C omunidades Autónomas, el marco en que deberán desarrollarse las actuaciones en mat e ria de re t o rno para facilitar la integra c i ó n social, cultural y laboral de los españoles que decidan regresar a España. h) Velar junto con las Comunidades Au t ó n omas, por la protección de los derechos de los desplazados o expatriados en el exterior. i) Establecer junto con las Comu n i d ades Autónomas y, en su ca s o, con las Ad m inistra c i ones Locales, los mecanismos adecuados para la coordinación de las actuaciones desarro lladas por las distintas Ad m i n i straciones Pública s , en sus respectivos ámbitos de competencias, a fin de lograr una mayor eficiencia y eficacia en la aplicación de los recursos públicos destinados a mejorar las

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condiciones de vida de los españoles en el e x t e rior y de los retornados. j) Velar especialmente por extender la acción pro t e c t o raa aquellos españoles en el e x t e rior que carezcan de recursos suficientes y que sean personas mayo re s , p e r s onas con discapacidad, jóvenes o mujeres con especiales dificultades de integración social o laboral o españoles desplazados durante su minoría de edad, fuera del terri t o rio nacion a l , como consecuencia de la Guerra Civil española, en el periodo 1936-1939, así como a quienes sean objeto de ataques o amenaza s terro ristas en el exterior. TÍTULO I Derechos y prestaciones CAPÍTULO I Derechos de participación A rtículo 4. Derecho a ser elector y elegible. 1. Los españoles que residen en el e x t e rior tienen dere cho a ser electores y elegibles, en todos y cada uno de los com i c i o s , en las mismas condiciones que la ciudadanía residente en el Estado español, en los términos previstos en la normativa de aplicación. 2. El Estado fomentará los tratados internacionales oportunos para que los re s identes españoles en el exterior vean recon ocido el derecho a ser elector y elegible en las e l e c c i ones municipales de su lugar de residencia, bajo los cri t e rios de reciprocidad que se establezcan en dichos tratados o en la ley. En el ámbito de la Unión Europea el Estado adoptará las iniciativas necesarias para que


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en ningún país se limiten o re s t rinjan estos derechos. 3. El Estado promoverá las medidas necesarias para facilitar la incorporación de la ciudadanía española en el exterior en las listas electorales de los partidos políticos, con transparencia y publicidad de las distintas opciones política s . 4. La Ad m i n i s t ración General del Estado arbitrará los mecanismos pre c i s o s p a ra asegurar la permanente actualización del censo de los electores residentes en el exterior, actualizando el Censo de Ciudadanos Españoles en el Exteri o r. A estos efectos, se potenciarán los medios disponibles en los Consulados para atender las funciones que les asigna la normativa elect o ral como colabora d o res de la Oficina del Censo Electoral. 5. Pa ra facilitar el ejercicio del dere cho de voto de los españoles re s i d e n t e s en el exterior, se prom overán las medidas legales tendentes a homogeneizar los procedimientos electorales para la ciudadanía española en el exterior y se habilitarán los medios materi a l e s , técnicos y humanos precisos que posibiliten la votación en urna o a través de otro medio técnico que garantice el secreto del voto y la identidad del votante, en elecciones generales, europeas y autonómicas, en las demarcaciones con s ulares, teniendo en cuenta las características de los países de residencia y el número y distribución de españoles residentes en el país de que se trate. 6. Para garantizar la concurrencia electoral en igualdad de todos los partidos políticos, listas electorales y coalicion e s , se facilitará información actualizada por part e

del Estado, así como el acceso a los medios públicos de comu n i cación con proyección en el exterior. A rtículo 5. Asistencia y protección de los españoles en el exteri o r. Los poderes públicos, en el ámbito de sus com p e t e n c i a s , establecerán las medidas p a ra que las Oficinas Consulares, Consejerías de Trabajo y Asuntos Sociales y demás dependencias de la Administración española en el exterior cuenten con los medios personales, materiales y técnicos precisos para prestar la debida asistencia, protección y asesoramiento a la ciudadanía española en el exterior. La Ad m i n i s t ración General del Estado y la de las Comunidades Autónomas, en el ámbito de sus respectivas com p e t e n c i a s , prestarán especial atención a aquellos que se e n c u e n t ren en situaciones de necesidad y a los privados de libert a d , fundamentalmente a los condenados a la pena capital o cadena perpetua, así como a la ciudadanía española que haya sido víctima de delitos de lesa humanidad en procesos de represión política . El Estado fomentará la adopción de medidas encaminadas a reforzar la tutela judicial de los españoles en el exterior, impulsando la firma de Tratados o Convenios en materias como reconocimiento de sentencias y defensa de los penados. Reglamentari a m e n t e, se determinarán los supuestos en que la ciudadanía española residente en el exterior que ca rezca de recursos económicos podrá acceder a la asistencia jurídica gratuita cuando este beneficio no exista en el país de residencia.

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A rtículo 6. Derecho de petición. Los españoles residentes en el exterior pueden ejercer el derecho de petición, i n d ividual o colectivamente, ante cualquier institución pública, administración o autori d a d , así como ante los órganos de dirección y administración de los organismos y entidades vinculadas o dependientes de las Ad m i n i straciones Públicas españolas, en los términos establecidos en la Ley Orgánica 4/2001, de 12 de noviembre, reguladora del Derecho de Petición. A rtículo 7. Derecho a acudir al Defensor del Pu eblo. Los españoles residentes en el exterior pueden dirigirse al Defensor del Pueblo o a los órganos equivalentes de las Comunidades Autónomas inv o cando un interés legítimo, en las mismas condiciones que los re s identes en España. A rtículo 8. Derecho de información. Los españoles en el extranjero tienen d e re cho a obtener información sobre el conjunto de las leyes y demás normas que c on f o rman el ordenamiento jurídico español y, e s p e c i a l m e n t e, s o b re aquellas que a fecten a sus dere chos e intereses legítimos, para lo que la Ad m i n i s t ración Pública española contará con las nuevas tecnologías, potenciando su utilización en re l ación con la ciudadanía española en el exterior.

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Igualmente, tienen dere cho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tra m itación de los procedimientos en los que sean interesados, así como cualquier otro derecho que como ciudadano, en sus re l a c i ones con las Administra c i ones Públicas, esté previsto en la normativa. A rtículo 9. Derecho a la participación en los órganos con sultivos de la emigración. 1. Los españoles residentes en el exterior tienen derecho a participar en los asuntos que les conciernan a través de los C onsejos de Residentes Españoles y del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior o de los órganos equivalentes de las Comunidades Autónomas. Asimismo tienen dere cho a participar en igualdad de condiciones con el resto de los españoles en los órganos existentes en las Administra c i ones Públicas, de acuerdo con la legislación aplicable. 2. Los españoles residentes en el e x t e rior podrán ser electores y elegibles para los órganos citados en el apartado anterior, teniendo en cuenta lo establecido en las normas que regulan dichos órganos y, en lo no previsto por éstas, por lo establecido en el Título Primero, capítulos I y II, de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, de Régimen Electoral General. A rtículo 10. Consejo General de la Emigración. 1. El Consejo General de la Emigración es un órgano de carácter con s u l t i-


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vo y asesor, adscrito al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, a través de la Dirección General de Emigración, cuya elección, c omposición y régimen de funcion amiento se regularán reglamentariamente. D i cho Reglamento deberá gara n t i zar la re p resentación de todas las Comu n i d a d e s Au t ó n omas y Ciudades Au t ó n omas que lo deseen y de las federaciones de asociaciones de la emigración que acrediten la rep resentatividad necesaria en los términos que se establezcan y estén debidamente inscritas en el Censo previsto en esta Ley. 2. El Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior solicitará anualmente audiencia a las Com i s i on e s c ompetentes de las Cortes Generales para informar sobre la situación de la ciudadanía española en el exteri o r. El Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior abrirá cauces de colaboración con los órganos de part i c i p ación de españoles en el exterior existentes en las Comunidades Autónomas. 3. La Ad m i n i s t ración General del Estado proveerá con los medios adecuados al Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior para que éste pueda ll evar a cabo las funciones asignadas. Artículo 11. Atribuciones del Consejo General de la Ciu d adanía Española en el Exterior. 1. Son atri b u c i ones del Con s e j o General de la Ciudadanía Española en el Exterior las siguientes: a) Llevar a cabo o solicitar la re alización de estudios sobre cuestiones y

problemas que afecten a la ciudadanía española en el exterior. b) Fo rmular propuestas y re c om e n d a c i ones en relación con los objetivos y aplicación de los pri n c i p i o s inspira d o res de la política de atención a la ciudadanía española en el exteri o r. c) Ser informado de la actuación de los órganos de la Administración competentes en materia de atención a la ciudadanía española en el exterior y re t o rnados. d) Conocer e informar, c on ca r á cter prev i o, An t e p royectos de Ley y Proyectos de Reales Decretos y de Órdenes relativos a las siguientes materias, en el ámbito de su competencia: derechos civiles, d e re chos laborales y protección social, e d u cativa y cultura l , s i e m p re que los mismos afecten dire ctamente a los españoles en el exterior. e) Ap robar el Reglamento de func i onamiento del propio Con s e j o. 2. Las propuestas, recomendaciones, informes o acuerdos que el Consejo eleve al Gobierno serán remitidos a tra v é s del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Artículo 12. Consejos de Residentes Españoles. Los Consejos de Residentes Españoles son órganos de carácter consultivo y asesor, adscritos a las Oficinas Consulares de España en el exteri o r, cuya com p o s ición, elección y régimen de funcion a m i e nto se regularán reglamentariamente.

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A rtículo 13. Funciones de los Consejos de Residentes Españoles. Los Consejos de Residentes Españoles tienen las siguientes funciones: a) Ser cauce de comunicación entre las comunidades de españoles en el exterior y las correspondientes Oficinas Consulares. b) Debatir y pro p oner a las Oficinas Consulares las medidas re l a c i onadas con su función consular que con t ribuyan a mejorarla en el ámbito de su circunscripción. c) Asesorar e informar a la Oficina Consular en los asuntos que afecten a la comunidad española. d) Difundir entre la comunidad española las medidas adoptadas por las Administraciones Públicas en aquellos temas que afecten a los españoles residentes en la circunscripción. e) Cooperar con la Oficina Consular o c on otras instituciones españolas o locales p a ra dar mayor carácter institucional a aquellas actividades que se desarro llen en beneficio de los españoles. f )Colaborar con la Oficina Consular en los procesos electorales de los propios Consejos de Residentes Españoles. g)Participar, en la forma en que re g l am e n t a riamente se establezca, en el pro c e d imiento de concesión de ayudas y subvenciones establecidas a favor de los españoles en el exterior. A rtículo 14. Or ganizaciones sindicales y empresariales. 1. Los sindicatos y organizaciones empre s a riales participarán en aquellas mate-

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rias que afecten a la representación y defensa de los intereses de los emigrantes y re t o rn ados. 2. Los sindicatos y las organizaciones empresariales participarán en los órganos de re p resentación de la emigración en la forma que reglamentariamente se determine. A rtículo 15. Derecho de asociación. 1. Los poderes públicos, en el marco del artículo 105 de la Constitución Española, apoyarán el movimiento asociativo de los españoles en el exterior y re t o rnados en España, fomentando especialmente aquellos centros y asociaciones que tengan por objeto la promoción socio-cultural, así como a sus estructuras federativas. Pa ra gara n t i zar la continuidad del movimiento asociativo se fomentará la part i c ipación activa de los jóvenes en las organizaciones y asociaciones de españoles en el exterior y retornados. 2. LasAd m i n i s t raciones Públicas coordinarán sus actuaciones a fin de logra r un mejor y más eficaz aprove chamiento de los recursos públicos, favoreciendo además la agrupación de los centros y asociaciones a través de federaciones. Pa ra ello se efe c t u arán las oportunas ev a l u a c i ones de aquellos programas o actividades subvencionados con fondos públicos. 3. Se apoy a r á n , i g u a l m e n t e, l a s a s o c i a c i ones de españoles re t o rnados en España, cuya finalidad sea la información, asesoramiento y orientación al retorno y a sus federaciones, así como aquellas iniciati-


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vas que el colectivo de emigrantes retornados estime necesarias para su integración e inserción laboral. 4. Reglamentariamente se establecerá un Censo de Asociaciones y Centro s constituidos en el exterior en el que se inscribirán aquellas que sean con f o rmes con el reconocimiento de los dere chos fundamentales y libertades que contempla la Con s t i t ución Española. Todo ello se entenderá sin perjuicio de los registros creados por las Comunidades Au t ó n omas, en ejercicio de sus competencias, p a ra el control y seguimiento de sus centros en el exterior y de aquellos otros que pudieran crearse en el futuro. 5. Para garantizar la continuidad del movimiento asociativo, los poderes públicos fomentarán en las organizaciones, centros y asociaciones de españoles en el exterior y de retornados: a) La participación de nuevos socios de nacionalidad española. b) En especial, la participación activa de los jóvenes de nacionalidad española. c) La participación de personas de otras nacionalidades. A rtículo 16. Igualdad de género. Los poderes públicos evitarán cualquier discriminación por razón de género en relación con todas las políticas y actividades contempladas en esta Ley. Pa ra ell o, se gara n t i zará la no discri m inación por razón de género en el acceso a los derechos y prestaciones, así como en la part icipación en el ámbito asociativo, en los órga-

nos de re p resentación institucional y en los demás órganos que la norma contempla, teniendo en cuenta la legislación vigente en m a t e ria de igualdad de género.

CAPÍTULO II Derechos sociales y prestaciones Artículo 17. Derecho a la protección de la salud. 1. Los españoles residentes en el e x t e rior tendrán derecho a la protección a la salud en los términos en que reglamentariamente se establezca que, en todo caso, t e ndrá por finalidad la equiparación con las prestaciones del Sistema Nacional de Salud. 2. El Estado prom overá una atención integral de la salud, atendiendo con carácter pri o ritario a los mayo res y dependientes, que ca rezcan de recursos suficientes. El contenido y alcance de esta atención se desarro llará re g l a m e n t a riamente y tenderá a su equiparación con la que se prop o rc i ona a los mayo res y dependientes que viven en España. A tal efecto, el Estado podrá suscri b i r c onvenios pre fe rentemente con las entidades públicas asegura d o ras o pre s t a d o ras de cuidados de salud de los países donde sea necesario garantizar la efectividad del derecho a la protección de la salud. En su caso, podrá suscribir también convenios con entidades aseguradoras o pre s t a d o ras privadas, teniendo en especial consideración a las entidades o instituciones españolas en el exterior con capacidad para prestar la atención sanitaria.

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A rtículo 18. Derechos en materia de la Seguridad Social.

A rtículo 19. Prestaciones por razones de necesidad.

1. El Estado adoptará las medidas necesarias para que la acción protectora de la Se g u ridad Social se extienda a los españoles que se trasladen al exterior por causas de trabajo y a los familiares de los mismos en los t é rminos establecidos en la legislación aplicable. A tal fin, el Estado proveerá cuanto fuese necesario para garantizar a los tra b a j a d ores españoles en el exterior, en materia de Seguridad Social, la igualdad o asimilación c on los nacionales del país de recepción, el mantenimiento de dere chos adquiridos y la conservación de derechos en curso de adquisición, mediante la celebración de Tratados y Acuerdos con los Estados receptores, la ratificación de Convenios Intern a c i onales y la adhesión a Convenios multilaterales. 2. El Estado velará por la conservación de los derechos en materia de Seguridad Social de los españoles residentes en el exterior a través de Convenios, Tratados o Acuerdos de Seguridad Social en materia de Seguridad Social y asimismo el Estado deberá establecer fórmulas que permitan a los trabajadores que residan en el exterior y a los que decidan retornar, el abono de las cotiza c i on e s voluntarias al Sistema de Seguridad Social. 3. La Ad m i n i s t ración General del Estado arbitrará las fórmulas más beneficiosas para el reconocimiento a los trabajadores españoles en el exterior de las prestaciones económicas, derivadas de las cotiza c i ones a la Se g u ridad Social, y en especial a las pensiones derivadas del extinto Se g u ro Ob l i g at o rio de Vejez e Invalidez.

1. La Ad m i n i s t ración General del Estado, en los términos en que reglamentariamente se establezca, garantizará el derecho a percibir una prestación a los españoles residentes en el exterior que habiéndose trasladado al exterior por ra zones laborales, econ ó m i cas o cualesquiera otras y habiendo cumplido 65 años de edad o estando inca p acitados para el trabajo, se encuentren en una situación de necesidad por carecer de rentas o ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas, de acuerdo a la realidad socioecon ó m i ca del país de residencia. Estas pre s t a c i ones podrán ser com p a t ibles con las ayudas que otorguen las Comunidades Autónomas para la ayuda al retorno de acuerdo con la legislación aplica b l e . El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales fijará anualmente la base de cálculo de la prestación por razón de necesidad, que sólo podrá revisarse cuando las oscilaciones del tipo de cambio entre el euro y la respectiva moneda local supere el 15 por ciento. 2. El Estado velará por la conserv ación de los dere chos en materia de Seguridad Social de los españoles residentes en el exterior, a través de los pertinentes Convenios, Tratados o Acuerdos en dicha materia. Asimismo, el Estado deberá establecer fórmulas que permitan a los trabajadores que residan en el exterior y a los que se decidan a retornar, el abono de las cotizaciones volunt a rias al Sistema de Se g u ridad Social. 3. La Ad m i n i s t ración General del Estado regulará los mecanismos que permitan incorporar a la prestación, la asisten-

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cia integral de la salud y los servicios sociales para mejorar la calidad de vida de los m ayo res o incapacitados para el tra b a j o. Por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales se establecerá reglamentariamente el p rocedimiento de financiación, sin que pueda ser re p e rcutida sobre la citada prestación la totalidad del coste de dicha asistencia.

ción a las prestaciones vigentes del Sistema para la Au t onomía y Atención a la Dependencia, con f o rme a lo que disponga la legislación vigente.

A rtículo 20. Servicios Sociales para mayores y dependientes.

1. La Ad m i n i s t ración Genera l del Estado y las Comunidades Au t ó n omas promoverán el desarrollo de acciones de inform a c i ó n , o rientación y asesoramiento en el exterior, a través de la red de consulados, embajadas, centros estatales y autonómicos en el mu n d o, asociaciones y medios de comu n i cación encaminadas a facilitar la inserción socio-laboral de los españoles residentes en el exterior, a través de los corre s p ondientes pro g ramas de ayudas o de convenios con entidades públicas o privadas. 2. Los servicios públicos de empleo fomentarán la participación de los españoles residentes en el exterior y de los re t o rnados en pro g ramas de form a c i ó n pro fe s i on a l , a fin de facilitar su incorporación al mercado laboral o de mejorar su capacitación profesional. 3. La Ad m i n i s t ración General del Estado y las Comunidades Autónomas podrán promover acciones concretas o establecer acuerdos con organismos públicos o privados de los respectivos países para facilitar, la incorporación al mercado laboral de los jóvenes y de las mujeres con especiales dificultades de inserción laboral, así como personas con discapacidad.

1. A fin de prom over el bienestar de los españoles mayo res que residen en el exterior, los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para potenciar la red de servicios sociales, fomentando, asimismo, la realización de actividades encaminadas a la consecución de su bienestar integral. 2. Los poderes públicos prestarán especial apoyo en particular económico a aquellos centros y asociaciones de españoles en el exterior y re t o rnados en el Estado español que cuenten con infraestructuras adecuadas para la atención de person a s m ayo res o en situación de dependencia. Se incentivarán las redes que generen un mejor aprove chamiento de los re c u r s o s públicos. 3. Los poderes públicos, en el marco de la regulación de la atención a la dependencia, desarro llarán medidas específica s , especialmente de carácter asistencial, sanitario y farmacéutico, encaminadas a la con s e c ución del bienestar integral de la ciudadanía española en el exterior en situación de necesidad, en aras de alca n zar la gradual asimila-

Artículo 21. Acciones de información socio-laboral y orienta ción y participación en pro gramas de formación profesional ocupacional.

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A rtículo 22. Derechos en materia de empleo y ocupación. 1. El Estado promoverá, a través del Sistema Na c i onal de Empleo, el acceso a la información que permita a los españoles demandantes de empleo residentes en el exterior y a los retornados, la búsqueda de empleo y la mejora de sus posibilidades de ocupación sin perjuicio de la información que, a los mismos efectos, sea suministrada por las agencias autonómicas de empleo y ocupación. 2. El Estado velará por las con d i c i ones del desplazamiento de profesionales y trabajadores españoles por empresas ra d i cadas en el exterior y facilitará la contratación de trabajadores españoles residentes en el exterior. 3. El Gobierno podrá establecer visados de búsqueda de empleo dirigidos a los hijos o nietos de españoles de ori g e n , con f o rme a la legislación específica de aplicación. Dichos visados tendrán un tratamiento preferencial. CAPÍTULO III D e r e chos relativos a la educación y a la cultu ra A rtículo 23. Derecho a la educación. 1. La Ad m i n i s t ración General del Estado y las Ad m i n i s t ra c i ones Au t on ó m i ca s , con el fin de que los españoles residentes en el exterior cuenten con una adecuada atención educativa, promoverán medidas que favorezcan su acceso a la educación en sus distintos niveles en su país de residencia a través de los medios que se estimen adecuados.

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2. Ad e m á s , con la finalidad de facilitar el acceso al sistema educativo español, los poderes públicos fomentarán la existencia de centros educativos públicos en el exterior mediante convenios. Se fomentará la realización de estudios universitarios en España mediante la concesión de becas o la suscri pción de convenios de colaboración con universidades españolas. 3. El Estado promoverá, igualmente, el acceso a las universidades no presenciales o a distancia fomentando el empleo de las nuevas tecnologías. 4. El Estado reconocerá el dere cho a la participación de los profesores, padres y alumnos en el con t rol y la gestión de los centro s e d u cativos españoles en el exterior, en los términos que reconozca la legislación española. A rtículo 24. Homologación, conva l i d ación y reconocimiento de títulos y estudios ex tranjeros. El Estado deberá adoptar las medidas necesarias para la simplificación y agilización de los procedimientos de homologación, convalidación y reconocimiento de títulos y estudios extranjeros, a fin de facilitar la continuidad de los estudios en España y, en su ca s o, la inserción en el mercado de trabajo, de acuerdo con la normativa aplicable. A rtículo 25. Lenguas y culturas españolas. 1. El Estado arb i t rará los meca n i smos necesarios para facilitar a los descendientes de españoles residentes en el exterior el conocimiento del castellano y podrá adoptar, en colaboración con las Comunidades Autóno-


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mas, las medidas precisas para favorecer el conocimiento de sus lenguas cooficiales. A tal fin, se establecerán los requisitos más beneficiosos de acceso y funcionamiento de estos pro g ramas para gara n t i zar su continuidad y adaptarlos a las circunstancias e s p e c í f i cas de cada país, y se propiciarán los acuerdos bilaterales o mu l t i l a t e rales con dichos países con el fin de facilitar el funcionamiento de tales programas. El Estado gara n t i zará a niños y adultos españoles con discapacidad una enseñanza de la lengua y cultura españolas debidamente adaptada. 2. Los poderes públicos promoverán la divulgación y el conocimiento tanto de la diversidad cultural española como del patrim onio cultural com ú n . Para ello se con t a r á con los medios de comu n i cación audiovisual públicos y mediante el apoyo a los medios privados, teniendo en cuenta su vocación exterior y fomentando su nivel de calidad. A este fin, se contará con la colaboración de las asociaciones de españoles en el exterior. TÍTULO II Políti ca integral en materia de retorno A rtículo 26. Finalidades de la política de retorno. 1. El Estado en colaboración con las Comunidades Au t ó n omas y las Corp oraciones Locales, promoverá una política integral para facilitar el re t o rno de los españoles de origen residentes en el exterior. A tal fin, los poderes públicos, p a ra un e f i caz y eficiente aprovechamiento de los recursos públicos, coordinarán sus actuaciones

p a ra que la integración social y laboral de los españoles que re t o rnen se realice en las condiciones más favorables. 2. Los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para remover los obstáculos que dificulten a los españoles retornados el acceso a las prestaciones o beneficios sociales existentes, en las mismas condiciones que los españoles residentes en España. El Estado en colaboración con las Comunidades Autónomas, las Corporaciones Locales y las Asociaciones de Emigra n t e s R e t o rnados prom overá una política integral para facilitar el re t o rno de los españoles de o rigen residentes en el exterior. 3. Los poderes públicos desarro ll arán medidas dirigidas a facilitar la protección y el retorno de las españolas residentes en el exterior, y, en su caso, sus hijos, víctimas de situaciones de violencia de género cuando el país de residencia no ampare de manera suficiente a las víctimas de estos delitos. 4. Los poderes públicos prom overán el acceso a la vivienda de los emigrantes retornados, teniendo en cuenta las necesidades específicas de este colectivo, a través de las administraciones competentes y en colaboración con las asociaciones de retornados. Artículo 27. Oficina Española del Retorno. 1. La Ad m i n i s t ración General del Estado creará la Oficina Española del Retorn o, adscrita al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, para facilitar la ori e n t ación y el asesoramiento a los españoles que decidan retornar, a cuyo fin se establecerán los medios y recursos materiales y tecnológi-

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cos necesarios para integrar toda la información relativa a las normas, procedimientos administrativos y medidas de apoyo existentes en materia de retorno, y todo ello sin perjuicio de aquellos derechos o actuaciones que estén reconocidos por las Leyes o actuaciones sobre el re t o rno en vigor en las distintas Comunidades Autónomas. 2. La Ad m i n i s t ración General del Estado podrá suscribir convenios o acuerdos con entidades públicas o privadas sin ánimo de lucro con objeto de facilitar los trámites que deban re a l i zar los españoles para retornar a España, teniendo en especial con s i d eración a las asociaciones de emigrantes retornados. 3. La Ad m i n i s t ración General del Estado en el exterior contará con la dotación necesaria de medios humanos, materiales y técnicos, para facilitar a los españoles la planificación de su re t o rno a España, teniendo en especial con s i d e ración a la red asociativa en el exterior y a las asociaciones de retornados en España. 4. A s i m i s m o, las Comu n i d a d e s Au t ó n omas y las corp o raciones locales podrán crear en sus respectivos terri t o rios entes o agencias equivalentes a los previstos en el p á r rafo anterior, en cuyo caso las Ad m i n i st ra c i ones afectadas intercambiarán la información que resulte pertinente a esos efectos. Artículo 28. Fomento del empleo. El Estado y las Comunidades Au t ó n omas promoverán el desarrollo de un servicio específico, que planifique acciones de información, orientación y asesoramiento enca-

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minadas a facilitar la inserción social y laboral de los españoles re t o rn a d o s , a través de los correspondientes pro g ramas de ayudas o de convenios con entidades públicas o privadas que tendrá como objetivo su inserción en el mercado de trabajo apoyando muy especialmente las iniciativas de inserción laboral, proyectos de empleo y autoocupación que promoverán las Asociaciones de Emigrantes Retornados. A tal efecto, en el marco de la política de empleo, el Plan Nacional de Reform a s , p odrá considerar colectivo pri o ri t a rio de actuación a los retornados y sus familiares, a fin de potenciar sus posibilidades de encon t rar empleo y mejora de su ocupabilidad. En este sentido, se llevarán a cabo especialmente, las re f o rmas necesarias para simp l i f i car los trámites relativos a la homologación de titulaciones académicas y pro fe s i onales y de los permisos de conducir, así como el acceso a las ofe rtas de empleo del Sistema Nacional de Empleo y de los Servicios Europeos de Empleo y la posibilidad de inscribirse como demandante de empleo. TÍTULO III Relaciones entre las Administraciones Públicas A rtículo 29. Cooperación entre las Administraciones Públicas. 1. El Estado y las Comu n i d a d e s Au t ó n omas deberán cooperar para gara n t izar la efectividad de los derechos y deberes que la presente Ley reconoce a los españoles en el exterior y a los retornados a España.


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A tal fin, los poderes públicos prestarán asistencia para mejorar la eficacia y eficiencia de sus actuaciones en el ámbito de la protección de los españoles en el exterior y, especialmente, en la atención a los españoles que retornan a España, intercambiando la información precisa para una mejor coordinación de las respectivas actuacion e s , d ebiendo garantizarse en todo caso, las competencias que tengan atribuidas cada Administración Pública de conformidad con el sistema de distribución competencial vigente. 2. En el ámbito del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales se constituirá una Comisión, como órgano de cooperación multilateral, de ámbito sectorial, de la que f o rmarán parte representantes de la Ad m in i s t ración General del Estado y de las Comunidades Au t ó n omas y en la que podrán p a rticipar representantes de la Administración Lo cal cuando se traten temas que afe cten al ámbito de sus competencias. Artículo 30. Convenios de colaboración entre el Estado y las Comunidades Autónomas. 1. La Ad m i n i s t ración General del Estado podrá celebrar convenios de colaboración con los órganos corre s p ondientes de las Ad m i n i s t ra c i ones de las Comu n i d a d e s Au t ó n omas en el ámbito de sus respectivas competencias y, particularmente, en lo relativo al retorno, de conformidad con lo establecido en la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Ad m i n i s t ra c i ones Públicas y del Procedimiento Ad m i n i st rativo Común.

2. LasAd m i n i s t raciones Públicas podrán acordar la realización de planes y programas conjuntos en materias de competencia concurrente. Artículo 31. Coord i n ación de las ac tu aciones de los poderes públicos. A fin de conseguir la complementariedad de las actuaciones y evitar la duplicidad de los programas y medidas de apoyo a favor de los españoles residentes en el exterior y de los retornados, los poderes públicos impulsarán el establecimiento de mecanismos de coordinación entre las distintas Ad m i n i s t raciones Públicas competentes. Disposición adicional primera. Portal de la Ciudadanía Española en el Exterior. El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales creará el Po rtal de la Ciudadanía Española en el Exterior, como punto de información integral en internet. Con el fin de mantener actualizada la información que se ofrece en el portal, las Ad m i n i s t ra c i ones Públicas coord i n a r á n puntualmente con el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales toda la información re l evante en esta materia. Disposición adicional segunda. Adquisición de la nacionalidad española por los descendientes de españoles. El Gobierno en el plazo de seis meses desde la entrada en vigor de esta Ley pro-

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Estatuto de la Ciudadanía Española en el Exterior

moverá una regulación del acceso a la nacionalidad de los descendientes de españoles y españolas que establezca las condiciones para que puedan optar por la nacionalidad española, siempre que su padre o madre hay a sido español de origen, c on independencia del lugar y de la fe cha de nacimiento de cualq u i e ra de ellos. Disposición derogatoria única . Derogación normativa. Se deroga la Ley 33/1971, de 21 de julio, de Emigración y todas aquellas normas que contradigan lo establecido en la presente Ley. Disposición final primera. Modificación del Texto Refundido de la L ey sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, aprobado por el Real Decreto legislativo 5/2000, de 4 de agosto. Uno. Se modifica el apartado 4 del artículo 2, del Texto Refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, aprobado por el Real Decreto legislativo 5/2000, de 4 de agosto, que quedará re d a c t ado de la siguiente forma: “Los transportistas, agentes consignatarios, representantes, tra b a j a d o res y, en general, las personas físicas o jurídicas que intervengan en movimientos migratorios.” Dos. Se modifica la rúbri ca del Capítulo IV del texto refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, aprobado por el Real Decreto legislativo 5/2000, de 4 de agosto, que quedará denominado:

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“I n f ra c c i ones en materia de mov imientos migratorios y trabajo de extranjeros.” Tres. Se modifica la rúbri ca de la Se cción 1.ª del Capítulo IV y sus artículos 33, 34, 35 y 36 del Texto Refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, aprobado por el Real Decreto legislativo 5/2000, de 4 de ago s t o, dándoles la siguiente redacción: “ Sección 1.ª Infracciones en materia de movimientos migratorios A rtículo 33. Concepto. Son infra c c i ones en materia de movimientos migratorios laborales las acciones u omisiones de los sujetos a quienes se refiere el artículo 2.4 tipificadas y sancionadas de conformidad con la presente Ley. A rtículo 34. Infracciones leves. C on s t i t u ye infracción leve la modificación de las condiciones de la ofe rta de trabajo para desplazarse al exterior, si no causa perjuicio gra ve para el trabajador. A rtículo 35. Infracciones graves. Son infracciones graves: 1. La modificación de las condiciones de la ofe rta de trabajo para desplazarse al exterior, si causa perjuicio gra ve para el trabajador.


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2. La ocultación, falsificación o rectificación de cláusulas sustanciales de un contrato de trabajo para desplazarse al exterior. 3. El desplazamiento del trabajador al país de acogida sin la documentación necesaria o la retención injustificada por la empresa de dicha documentación. 4. La con t ratación de marinos españoles por cuenta de empresas arm a d o ra s e x t ra n j e ras realizada por personas o entidades no autorizadas por la autoridad labora l para re a l i zar ese cometido. Artículo 36. Infracciones muy graves. Son infracciones muy graves: 1. El establecimiento de cualquier tipo de agencias de reclutamiento. 2. La simulación o engaño en la con t ratación de los trabajadores que se desp l a zan al exterior. 3. El abandono de tra b a j a d o re s desplazados por parte del empresario cont ratante o de sus representantes autorizados. 4. El cobro a los trabajadores de comisión o precio por su contratación. 5. La obtención fraudulenta de ayudas a los movimientos migratorios, ya sean individuales o de reagrupación familiar, o la no aplicación o aplicación indebida de dichas ayudas.” C u a t ro. Se modifica el primer párra f o del apartado 1 del artículo 40 del Texto Refundido de la Ley sobre Infracciones y Sa nciones en el Orden Social, a p robado por el Real Decreto legislativo 5/2000, de 4 de agosto, que tendrá la siguiente redacción:

1. “Las infra c c i ones en materia de re l a c i ones laborales y empleo, en materia de Se g u ridad Social, sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado 3 siguiente, en materia de movimientos migratorios y trabajo de extranjeros, así como las infra c c i ones por obstrucción se sancionarán”. Disposición final segunda. T í tulo competencial. Esta Ley se dicta al amparo del artículo 149.1. 2.ª de la Constitución Española, que atribuye al Estado competencia exclusiva en m a t e ria de emigración. Disposición final tercera. Habilitación normativa. Se autori za al Gobierno para que, en el ámbito de competencias del Estado, dicte cuantas disposiciones sean necesarias para la a p l i cación y el desarrollo de la presente Ley. Disposición final cuarta. E n trada en vigor. La presente Ley entrará en vigor el día siguiente al de su publicación en el “Boletín Oficial del Estado”. Por tanto, Mando a todos los españoles, particulares y autoridades, que guarden y hagan guardar esta Ley. Madrid, 14 de diciembre de 2006. JUAN CARLOS R. El Presidente del Gobierno, JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZA PATERO

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