Boletín Mensual Nº 18 — Año 13 – Feb. 2013
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Carla Carrizo
“Las carreras de Ciencia Política en Argentina dicen mucho pero especifican bastante poco acerca de su formación” Directora de la Carrera de Ciencia Política del Salvador y Profesora de la UBA Índice
Reportaje a Carla Carrizo
1
Análisis de Coyuntura Nacional 2013
2
Sección Estudiantes
3
En OFF: Provincia de Buenos Aires
3
En OFF: Ciudad de Buenos Aires
3
EP en el Congreso de la SAAP
4
Mucho con poco
4
@CFKArgentina @RandazzoF @HectorTimerman @SergioMassa @metrovias @cuervotinelli @danielscioli @Ricalfonsin @HermesBinner
EP: Los datos de la matrícula universitaria en Argentina sugieren que las ciencias sociales en general pero la Ciencia Política en particular exhibe un proceso de expansión en la demanda de formación superior. ¿Se asocia este fenómeno el ciclo político iniciado por el Kirchnerismo a propósito de su impacto en la juventud? CR: Creo que el kirchnerismo hoy, como el Alfonsinismo ayer, son sin duda factores desencadenantes en la masificación de una disciplina que, en Argentina, antes del proceso democrático era una práctica de élite. Básicamente por el competente épico que exhibe la política en estos períodos de gobierno. Factores desencadenantes pero no explicativos. Porque la expansión y consolidación de la ciencia política como disciplina responde más al proceso de consolidación de la democracia en el mundo, la región, y entonces también en Argentina. Esta institucionalización y fortaleza disciplinaria, que es independiente de los ciclos gubernamentales, se verifica en un indicador simple. A diferencia de los ´80, quienes eligen estudiar ciencia política hoy no tienen que explicar para qué sirve esta profesión. Es decir, existe hoy un consenso social de que el ejercicio de la política requiere sustento técnico en las distintas dimensiones en que se articula la acción colectiva. Y esto, básicamente, porque en Occidente la democracia no es ya un experimento. La masificación de la disciplina implica que la demanda por el saber técnico que puede ofrecer la ciencia política no es un producto que se consume en las altas esferas. Hoy, en Argentina, intendentes y presidentes demandan primero datos, luego viene la intuición o sagacidad estratégica. EP: ¿Qué aspectos positivos y negativos –si los hay- observa en este proceso de expansión de la disciplina en Argentina?
CR: Lo positivo es que en este proceso de institucionalización instaló estándares disciplinarios, no solo en Argentina. Lo negativo lo vínculo con los condimentos que se asocian a algo que se pone de moda. Es decir, la moda implica un proceso de homogeneización y eso ocurre hoy con la ciencia política, pero no solo en Argentina. Podríamos decir, sobran carreras pero faltan escuelas. Esto porque generar una escuela no es sinónimo de excelencia académica. Lo presupone pero no lo define. La profesionalización y expansión de la ciencia política nos informa que eso no debería ser hoy un objetivo sino un presupuesto; es un piso. La Matanza y Harvard son, en este sentido, exactamente lo mismo. ¿Qué nos hace distintos? Ese es el desafío de quienes gestionan en Argentina hoy las carreras de grado de una profesión que como la ciencia política- no sólo ha universalizado sus estándares sino complejizado su ejercicio. Entender este nuevo proceso, me parece, es la agenda pendiente. EP: ¿Cuáles serían algunos puntos de esta agenda aún pendiente? CR: Es un registro más intuitivo que científico pero menciono dos que me parecen claves. El primero. Desde que se americanizó la estructura curricular de ciencia política en Argentina y las licenciaturas perdieron peso en relación a la formación pos gradual, la mayoría de las carreras de ciencia política de reciente creación, tanto en universidades públicas como privadas, se llamaron así mismas Escuelas de Gobierno pero el contenido de los planes de estudio es bastante similar –salvo algunas materias- con el resto de la vieja línea, supuestamente más tradicional. Entonces ¿Qué es, en efecto, una escuela
orientada al gobierno? ¿Es aquella que se distingue por una formación de excelencia en el conocimiento de los poderes públicos –ejecutivo, congreso y poder judicial- o apuesta a algo más e incluye también un saber de excelencia organizacional vinculada a la Administración Pública, que es algo distinto a un gobierno? Así, me parece que los nombres de las carreras de ciencia política en Argentina de hoy dicen mucho pero especifican bastante poco acerca de su formación específica. Y creo que es en esa especificidad donde se juega precisamente la idea y consolidación de distintas escuelas. El segundo. El descuido de la enseñanza a nivel de grado. En general los alumnos de grado son percibidos como adultos no emancipados. Seres destinados a recibir un adiestramiento básico que les servirá para su formación real en una especialización pos gradual. Y, nuevamente, ese debería ser un supuesto pero no un objetivo. Este enfoque, me parece contribuye a que, en la dinámica pedagógica, se los perciba más como objetos que como protagonistas de una trayectoria profesional. Y este proceso de desvalorización de la enseñanza de grado se asocia, paradójicamente, a la consolidación de estándares disciplinarios. La paradoja sería: a los profesionales de ciencia política que se dedican a la formación académica, se les exige que sean rápidamente doctorados e investigadores formados. Cuando lo logran, igual de rápido, no sienten ya que la enseñanza de grado sea un ámbito de desarrollo intelectual. Intuyo que este descuido en la formación de grado, tendrá costos colectivos. Porque lo cierto es que sólo una minoría de los que concluyen el grado siguen el trayecto lineal de una formación pos gradual. Corolario: tal vez no reciban lo que vinieron a buscar.-