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Ana Mª Sánchez: "El objetivo principal de EC debería ser fortalecer la identidad de los centros educativos católicos"

Victoria Moya Directora del Departamento de Comunicación de EC

Contamos en este número con Ana Mª Sánchez, esclava del Sagrado Corazón de Jesús y presidenta de EC desde abril de 2021, para hablar sobre las responsabilidades que implica su cargo, lo que considera que aporta su labor a Escuelas Católicas y el compromiso de nuestra institución con entidades titulares y centros.

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Aunque ya lleva un tiempo en su puesto como Presidenta de Escuelas Católicas y hemos tenido oportunidad de leer sus reflexiones en las últimas páginas de esta revista, todavía tenemos mucho que conocer de usted. Su antecesor en el cargo, Juan Carlos Pérez Godoy, fue presidente de EC desde la Asamblea de 2015. Ahora usted ostenta la máxima representación de la institución. Una gran responsabilidad…

Sí, en efecto. Al principio me asustó un poco… Pero realmente la mayor carga de responsabilidad en Escuelas Católicas la tiene el Secretario General que, junto al Consejo, asume el liderazgo de la institución y la ejecución de sus proyectos. La Presidencia es más bien un cargo representativo, aunque desde luego también supone una gran responsabilidad, que asumo contando con el apoyo y la colaboración de muchas personas, y agradecida por la confianza que han puesto en mí.

“Estoy dispuesta a unir mi ‘granito de arena’ para que nuestra común misión salga adelante desde una fraternidad auténtica”

Aunque todos formamos parte de una misma familia de escuela católica, la imagen que uno tiene de una institución antes de formar parte de su estructura organizativa puede ser diferente de la que adquiere cuando entra “hasta la cocina”. ¿Ha cambiado en algo su visión de Escuelas Católicas?

Sí, claro. Antes percibía de Escuelas Católicas sobre todo su papel de representación y su labor de asesoramiento. Ahora valoro mucho más lo que supone como espacio de encuentro, diálogo y participación, las posibilidades que nos da a todos los que formamos parte de ella de trabajar juntos, en comunión, como Iglesia, y de buscar también juntos la mejor manera de servir a nuestra sociedad desde la misión educativa.

Diría que también hay un cambio afectivo. La experiencia de este primer año, aunque limitada por las distancias que nos ha impuesto la pandemia, me ha hecho conocer un poco más cómo funciona Escuelas Católicas y a las personas que hacen posible su proyecto. Siento que lo voy haciendo más mío, que todas estas personas y lo que hay detrás de ellas van ocupando más lugar en mi corazón. Me siento hermana, me siento en casa.

Seguramente hay mucho más que yo todavía no percibo, todavía mi trayectoria es corta. Cada experiencia que voy teniendo me va enseñando y ayudando a adentrarme más, me voy haciendo progresivamente más consciente de lo que entraña la pertenencia a esta institución y el estar en ella de este modo para mí aún nuevo.

¿Cómo cree que EC puede ayudar a las instituciones y a los centros? ¿Cuál debería ser su objetivo principal?

Pienso que puede ayudar, y ayuda, facilitando procesos de reflexión, formación y actuación que lleven a los centros a dar respuestas acordes con su misión, con las necesidades de la sociedad y con las llamadas de la Iglesia. Propiciando el encuentro, el diálogo, la creación de sinergias entre los distintos centros e instituciones que la componen. Sin duda, aporta también un trabajo eficaz en la búsqueda de medios para la gestión, en la resolución de conflictos y en el diálogo con otras instituciones. Desde mi punto de vista, el objetivo principal debería ser fortalecer la identidad de los centros educativos católicas, ayudarles a ser fieles a su misión de evangelizar a través de la educación.

Y personalmente, ¿cómo entiende su aportación a Escuelas Católicas?

Personalmente, y en este momento de mi vida, siento una fuerte llamada a trabajar por la comunión en todos los ámbitos, y en concreto en este. Me gustaría ser capaz de aportar inquietud, ilusión y esperanza. Tenemos muchos retos a los que atender, pero juntos podremos responder a ellos; no es que yo pueda dar mucho, pero sí estoy dispuesta a unir mi “granito de arena” para que nuestra común misión salga adelante desde una fraternidad auténtica, que sea testimonio creíble del Evangelio que nos inspira.

“El compartir con otros es siempre una riqueza enorme, yo me siento muy agradecida por poder experimentarlo”

No podemos olvidar la generosidad de su institución al acceder a que usted preste este servicio para todos. ¿Es complicado compaginar todas sus obligaciones?

Sí que es algo complicado, sobre todo en algunos momentos en los que se juntan muchas cosas que atender. Soy Provincial de una Provincia con muchas Hermanas y con muchas necesidades que me demandan la mayor parte de mi tiempo, pero tengo claro que no quiero vivir encerrada solo en mi institución, que quiero vivir y colaborar con otros. Y, por otro lado, entiendo que mi presencia en Escuelas Católicas no es solo un compromiso personal, sino que también visibiliza el compromiso de mi congregación, las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, con la educación. Me siento acompañada y apoyada por mis Hermanas en esto.

¿Merece la pena ese esfuerzo, merece la alegría entregar aún más la fe y la fuerza a la escuela católica?

Claro que merece la pena, o al menos eso espero. El compartir con otros es siempre una riqueza enorme, yo me siento muy agradecida por poder experimentar esto. Cuando además se comparte desde la fe, cuando lo que nos traemos entre manos, la educación, no es para nosotros solo una tarea, sino una misión recibida, a la que nos sentimos enviados en nombre del Señor Jesús, podemos vivir con pleno sentido nuestra entrega, aún contando con la posibilidad de que tengamos que asumir a veces pequeñas o grandes “muertes”.

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