La tiranía y la religión
La mayoría de los sabios interesados en la historia natural de las religiones coinciden en que la tiranía religiosa engendra tiranía política. Sin embargo, algunos dicen que no se da tal parentesco y que ambas son hijas de un padre que sería la dominación y de una madre que sería la vanidad. O dicen que ambos despotismos son dos gemelos forzudos a quienes une la necesidad de cooperar para humillar al ser humano. Ambos tienen en común su carácter dominante; el uno, en el reino de los cuerpos; el otro, en el mundo de los corazones. Los juicios de los unos y los otros son certeros en lo que se refiere al significado de antiguas leyendas y de la parte histórica de la Torá y sus epístolas añadidas en los Evangelios, pero están errados en lo que concierne a las partes didácticas y morales que hay en unas y otras. También se equivocan al afirmar que el Corán vino para apoyar la tiranía política. No puede ser una excusa decir que «no conocemos los pormenores del Corán porque tiene una retórica que es abstrusa para nosotros y porque desconocemos las razones por las que sus aleyas fueron reveladas», como tampoco es pretexto decir que «nos limitamos a construir nuestras conclusiones basándonos en indicios de que, entre los musulmanes, desde hace siglos hasta hoy en día, los tiranos se sirven de la religión». Quienes esto han escrito dicen que los preceptos religiosos, incluyendo los de los libros sagrados, llaman a la humanidad a temer una fuerza enorme y grandiosa cuya esencia las mentes no pueden ni concebir; una fuerza que amenaza al ser humano con cualquier desgracia, ya sea solo en esta vida como sucede con el budismo y el judaísmo, ya sea en ambas como pasa con los cristianos y el islam; una amenaza estremecedora que doblega los cuerpos y desconcierta las mentes hasta hacerlas caer en el trastorno y la indolencia. Dicen 49