La Batalla del Cerro de Pasco - César Pérez Arauco

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Índice La Batalla de Cerro de Pasco, 03 Parte oficial de la Batalla del Cerro de Pasco, 20 Bibliografía, 23 Testimonio de amistad y admiración, 24

Cuadro de la portada: “Batalla de Cerro de Pasco” (Uliachin) Autor: Juan Ortega Rojas. Este cuadro, elaborado en MDF, se terminó el 18 de octubre de 2020.


César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco

La Batalla del Cerro de Pasco (6 de diciembre de 1820)

Jurada la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el 9 de julio de 1816 quedaba sellada definitivamente la libertad de la República Argentina, único lugar donde había conseguido triunfar la lucha independentista pero dos poderosos ejércitos realistas la amenazaban: uno de Chile y otro desde el Alto Perú. San Martín sostenía que el poder realista terminaría una vez que todos los españoles hubieran sido arrojados de territorio americano. Después de cruzar los Andes invade sorpresivamente la Capitanía General de Chile, y el 12 de febrero de 1817, derrota a las fuerzas realistas en la Batalla de Chacabuco. El 12 de febrero de 1818, jura la independencia de Chile. El resto del Ejercito realista que quedaba en este territorio se enfrenta a las fuerzas patriotas en la Batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818. Triunfa el Ejercito de los Andes y arroja definitivamente a los españoles del territorio Chileno. El 19 de agosto de 1820, zarpa de Valparaíso y al amanecer del 8 de septiembre desembarca en la bahía de Pisco. San Martín decide despertar el espíritu revolucionario en las provincias. El jefe de esta empresa fue el General Juan Antonio Álvarez de Arenales. La división expedicionaria se componía de los Batallones Números 11 de “Los Andes” y el 2 de Chile, al mando del Mayor argentino Ramón Antonio Deheza y el Teniente chileno Santiago Aldunate, respectivamente; dos piquetes de granaderos a caballo y, cazadores a caballo, formando un escuadrón bajo las órdenes del Mayor argentino Juan Lavalle y el Teniente paraguayo Vicente Suárez y, dos piezas de cañones y 25 artilleros al mando del Capitán Hilario Cabrera. Esta es referencia puntual a las fechas de juramentación que antecedieron a la de la ciudad minera:

En las Villas de Supe, Huarmey y Casma, en 1919.

En la ciudad de Ica, el 21 de octubre de 1820.

En la ciudad de Huamanga, 8 de noviembre de 1820.

En la ciudad de Huancayo, el 20 de noviembre de 1820, en ceremonia que

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco se llevó a cabo en un tabladillo erigido en la Calle Real, a la altura de la Plaza Huamanmarca. Álvarez de Arenales que ese día había hecho su entrada triunfal presidió el acto. Los primeros que juraron fueron el coronel de milicias Marcelo Granados (Ese día asumió el cargo de Gobernador), el Cura Coadjutor don Estanislao Márquez y el Escribano Juan de Dios Marticorena, 22 de noviembre de 1820.

En la Villa de Huaura, el 27 de noviembre de 1820.

En la ciudad de Tarma, el 29 de noviembre de 1820.

Era cercano al mediodía del 5 de diciembre de 1820, cuando llegaron de los legendarios guerreros de la libertad a la Villa de Pasco. En la tarde se reunió con Camilo Mier, jefe de las guerrillas del Cerro de Pasco.

- ¿Cuáles son los informes que tiene que alcanzarme? – preguntó Arenales.

- Nuestros cuadros están resguardando los pueblos de la zona y sus pertenencias. Cuando los realistas salen a efectuar sus malones para recolectar alimentos, principalmente ganado, que en la zona abunda, aprovechamos para sorprenderlos y causarles bajas. Custodiamos todos los caminos y cuando entran en nuestro territorio, programamos rápidos ataques a sus fuerzas. De esta manera los tenemos en jaque, impidiendo que efectúen sus abusos y depredaciones. - Bien, muy bien, Comandante... ¿Cómo están constituidos los cuadros guerrilleros en la región? - En Yanahuanca, hay un fuerte cuadro bajo el mando del coronel Mariano Fano; en Paucartambo, bajo el mando del comandante José María Fresco; aquí en Pasco, el mayor Balaguer y yo... también tenemos nuestros grupos en varios lugares de la zona en condición de patrullas volantes... - Bien está... ¿Se han cumplido con mis otras disposiciones? - Sí, mi general. Al pie de la letra. Los pasquines revolucionarios se han repartido en toda la sierra como se viene haciendo desde finales del siglo pasado. Todos los pueblos sintieron un alivio y una alegría indescriptible al enterarse de que el Ejército Libertador, llegaba. Todos están deseosos de ver derrotados a los realistas. A las tres de la tarde, cuando los relámpagos fulguraban el ambiente de incontenible lluvia, partieron a estudiar el terreno. Comandados por el General Arenales recorrieron palmo a palmo todo el tramo, la lluvia dio paso a una espesa y silenciosa nieve que toda la noche estuvo cayendo. El níveo silencio de su blancura, acunó el sueño de los libertadores.

A las seis de la mañana del 6 de diciembre de 1820, todos estaban en pie,

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco cuando el claro reverbero de la nieve hacia destellar el día naciente. Después del desayuno, el Estado Mayor se reunió en la habitación particular del General Arenales para recibir las órdenes finales. - Señores –habló enérgico- Hasta ahora nuestras armas no han encontrado digno rivales para batirse. La refriega de Chancaillo en Ica, no tiene importancia. En Huancavelica, no encontramos a ningún realista. Lo de Huamanga y Huanta; lo mismo que de Huancayo, Jauja y Tarma, ha sido fácil, demasiado fácil diría yo. ¡Ahora las cosa han cambiado!... ¡Tenemos que apoderarnos de la ciudad minera del Cerro de Pasco, a cualquier precio! Para ello tenemos que librar una batalla con los realistas que se han apoderado de ella ¡Hay que recuperarla!!... ¡¡Su ubicación estratégica y su importancia económica lo exigen!!- Inmediatamente dio sus últimas instrucciones. A las siete de la mañana sonó el clarín de avance. A las nueve de la mañana coronaban los cerros de Uliachín. Abajo, delante de ellos, todo cubierto de blanco: el Cerro de Pasco. Lo primero que les impresionó fue que estuviera edificado como al desgaire, sin orden ni cuadraturas; con una calle larguísima que comenzaba a las faldas de aquellos cerros y luego de cruzar la ciudad, terminaba al otro extremo. Dos lagunas colmadas de un color verde azulado: Patarcocha, que en aquel tiempo era una sola; y en una hondonada de la izquierda con sus bordes pantanosos: La Esperanza. Las tres lagunas unidas entre sí por un amplio riachuelo comunicante. Para unir las partes de la población, un puente, de piedras en arco. En realidad –pensaba Arenales- no era una ciudad digna que tanto aportaba al sostenimiento del Perú. Pero… ¿Y las tropas enemigas?... ¿Dónde estaban?... ¡Esto es el colmo!... Los realistas sabían de la llegada del ejército patriota… ¡¿Cómo es que no lo esperaban?! Seguramente O´Reilly pensaba causar fuerte impresión en el ánimo de los soldados patriotas con aquel desplante. Encolerizado por la arrogancia, Arenales ordenó disparar un cañonazo sobre la ciudad, como una imprecación y un desafió… ¿Qué se habían creído? Sólo así, después del estruendoso estrépito, O´Reilly hizo salir a sus batallones a tambor batiente. Los patriotas indignados ante tamaño desaire comenzaron a insultarles a grito pelado desde las cumbres recordándoles que ellos le habían dado la libertad a Chile y que en esa oportunidad también los vencerían. Ardían en deseos de darles su merecido a tan arrogantes “chapetones”. Era impresionante el aspecto que ofrecía el escenario. Una blancura total contrastaba con el azul del cielo cerreño donde el sol asomaba para presenciar la magnitud de aquella epopeya. Por acuerdo de las fuerzas americanas, la única bandera que debía flamear sería la chilena que había propiciado el viaje y la perua-

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco na por ser dueña del escenario. Cuando las fuerzas estuvieron preparadas, la voz enérgica y brillante del General Juan Antonio Álvarez de Arenales, estremeció los siglos:

¡¡¡Adelante!!!

Impelidos por una fuerza suprema salieron los patriotas del 11 sobre el portachuelo de la Chancayana. Advertido el enemigo efectúa una cerrada descarga sobre los invasores. En ese momento se escucha la vigorosa voz de mando del mayor Deheza:

- ¡Capitán, Medina… Sobre el centro del portachuelo!

Decidido el capitán dispone en guerrilla a sus hombres que aprovechando casas, cortaduras y orillas de Patarcocha, avanzan sobre el reducto enemigo. En incesante silbido de balas enemigas y dificultad de nieve y barro progresan decididos, pero al llegar al borde del riachuelo, vacilan un tanto. Al advertirlo, el mayor Deheza, con perspicacia de guerrero experimentado, pica espuelas y con el brioso caballo chileno que monta, sin hacer caso de las balas, los conmina a que avancen. Al verlo, espada al aire, exponiéndose a proyectiles enemigos, los soldados lo imitan iniciando un ataque enérgico, rápido y determinante. Los realistas multiplican cerradas descargas de fusilería sobre el abigarrado grupo de valientes. Delante de este ágil grupo, va un hombre extremadamente joven que al coronar un pequeño promontorio recibe una cerrada descarga sobre el pecho que le hace trizas el corazón. Sacudido por el brutal del impacto, arrojando muy lejos de sí el fusil, cae de espaldas para encajonarse en pequeña depresión que, a manera de ataúd forrado de blanquísima nieve, recibe el cuerpo del joven infante. Los ojos fríos, fijos en el cielo azulenco, queda eternamente inmóvil. El Teniente de granaderos: Juan Moreno ha muerto heroicamente. Tenía veinte prometedores años juveniles. Enardecidos, los colosos de la libertad siguen atacando el fortín. Con gritos fieros denuestos y maldiciones, siguiendo la afilada punta de sus bayonetas atacan la ciudadela que parece inexpugnable. Aprovechando la ventaja de sus parapetos, los españoles realizan nueva descarga con la que rueda un grupo de patriotas más, y cuando se aprestan a recargar sus fusiles, los libertadores les caen como tromba con las bayonetas caladas, destrozándoles salvajemente. Mientras tanto, sable en mano, el general Juan Antonio Álvarez de Arenales, anima a sus tropas con gritos determinantes y enérgicos Va de un lado a otro sin importarle las balas silbantes y amenazadoras. El Batallón Nº 11 triunfa en su misión de atravesar el portachuelo de la avenida principal. El Batallón No 2, rodeando la laguna de Patarcocha por la derecha, al trote, consigue ponerse frente al Batallón realista Concordia al que abruma con

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco sus fuegos, y en medio del humo reinante, se le va a la carga. Como los realistas no esperaban esta embestida tan impetuosa, se desorganizaron inmediatamente y no les queda otra salida que la fuga en busca del amparo de las casas de la ciudad minera. En todo este tiempo, los hombres –palidez mortal y ardor insoportable que les desgarra el pecho- tratan de tomar algo del oxígeno que se ha diluido en las inmensidades de la alta planicie; el corazón desbocado de angustia, muchos vomitaron perdiendo todo el impulso para seguir en batalla. Otros cayeron sin conocimiento. Otro tanto ocurrió con las bestias en combate. Con los belfos sangrantes y los ojos saltándoles de las cuencas, se tiraban en estertores lastimosos y crueles, víctimas de la “beta”. Claro, se estaban peleando en la cima del mundo, a 4,500 metros sobre el nivel del mar. En la ciudad más alta del mundo. En un aciago momento, al tratar de superar un promontorio, el caballo del general Arenales resbaló al pisar una piedra aguda que lo encabritó. Por más que puso toda su sapiencia, no logró sofrenar al animal que en sus descontrolados movimientos fue a chocar la pierna del general sobre una roca filuda que lo lastimó severamente. Sin embargo, luego de tranquilizar a su equino, Arenales siguió tan campante. Sólo al terminar el combate y desmontar, repararon que la herida con golpe, era terrible. Desde entonces, todo fue persecución implacable, toma de prisioneros y acopio de clase de trofeos de las filas enemigas. Las hurras y los cantos de triunfo de los cientos de hombres y mujeres cerreños, encendían el ánimo de los gloriosos combatientes patriotas. En cumplimiento a las órdenes, el teniente Suárez y diez jinetes salieron en persecución de los prófugos dirigidos pr el general Santa Cruz, Les dio alcance a cinco leguas del camino que une el Cerro de Pasco con Yanahuanca. Gran conmoción experimentó el pueblo cerreño al ver a 130 hombres con sus oficiales, llegando a la ciudad prisioneros de sólo once jinetes, en medio de los vítores de los soldados triunfadores. Arenales recibió con mucha consideración a los españoles que se habían rendido. Aclamaciones, vivas, fanfarrias en el campamento patriota. Había hecho una gran adquisición. Con la viva y profunda emoción que estos hechos le causaron, el general Arenales cursó una nota al General San Martín solicitando la premiación de los vencedores del Cerro de Pasco. “Por orden general del Ejército Libertador que en copia incluyo a V.S. se servirá ver el premio que el Excelentísimo Señor Capitán General y en Jefe de dicho Ejército ha dispuesto a favor de los defensores de la patria que asistieron y pelearon contra el enemigo en la gloriosa acción de 6 del corriente mes en el Cerro de Yauricocha, debiendo ser comprendidos también en esta gracia, los in-

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco dividuos milicianos (guerrilleros) que acompañaron a las tropas a mi mando. Lo comunico a V.S. para que se sirva hacérselo saber y que disfruten del honor de dicho premio, debiendo arreglarse a la razón o lista que con la debida escrupulosidad deben dar los oficiales de dichos milicianos”. Dios Guarde a V.S. muchos años. (Firmado) Juan Antonio Álvarez de Arenales. Momentos más tarde, jefes, oficiales y soldados, se reunieron para recibir el masivo homenaje de los cerreños, los que informaron al general Arenales que el último de los realistas en retirarse había sido el brigadier O´Reilly acompañado de una reducida escolta y que por lo tanto no debía estar muy lejos. - Muy bien, -dijo Arenales- Tenemos que apresar al general prófugo. Usted, teniente Suárez, que hoy ha tenido un gran desempeño al apresar a todo el regimiento realista y es el mejor jinete con que contamos, mañana muy temprano partirá en busca del general O´Reilly al que deberá traerlo vivo; para ello, lleve un piquete de granaderos y los voluntarios que quieran ayudarnos en esta misión.

- ¡Bien, mi general –respondió el aludido- ¡Así lo haré!

Los trofeos que las armas de la patria recogieron ese día memorable, fueron: tres banderas, dos estandartes, la espada del general O´Reilly, el armamento de dos batallones de infantería, el de un escuadrón de carabineros, dos piezas de artillería, la caja militar y el parque de repuesto. La pérdida de fuerzas que ambas partes sufrieron, fue la siguiente: Patriotas

Realistas

Muertos Heridos

Jefes ---

Oficiales 01 05

Tropa 14 13

Total Muertos Heridos Prisioneros Total

---04 04

06 04 03 36 43

37 58 18 386 462

El siete de diciembre, escoltado por un piquete de granaderos a caballo y un grupo de montoneros conocedores de la ruta, partió el teniente Suárez a cumplir su misión. Por la tarde, convocados por el comando patriota se reunieron en Cabildo Abierto los hombres y mujeres del pueblo cerreño. El Acta correspondiente dice: “En el Cerro de Pasco, a los seis días del mes de diciembre de mil ochocientos veinte, glorioso día que el dios de la victoria ha coronado la acción patriótica de nuestro ejército, en la batalla contra las fuerzas realistas habida esta mañana y, por disposición de Su Señoría, el General Juan Antonio Álvarez de Arenales, Comandante Supremo de nuestras fuerzas en este lugar, se han reunido en Ca-

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco bildo Abierto, todas las autoridades y ciudadanos del asiento mineral, en el que expresados el parecer de cada quien, se nominó por aclamación unánime a los siguientes ciudadanos en los cargos administrativos correspondientes: A Don Ramón de Arias, en el cargo de Alcalde Mayor y Juez de la Patria que, en su condición de primer ciudadano de esta repartición territorial histórica, deberá tomar el Juramento de Independencia del régimen español a toda la ciudadanía convocada para el caso, el día de mañana siete de diciembre. A Don Francisco Quirós, distinguido soldado que esta mañana ha luchado por la libertad de la Patria, en el cargo de Gobernador General que lo será de esta ciudad y todo su territorio, para la administración de justicia en lo correspondiente a lo político – militar. A Don Miguel Francisco Maíz y Arcas, en el cargo de Comandante General de Armas del Cerro de Pasco, con mando sobre soldados y patriotas auxiliares en territorio de su jurisdicción. A Don Anacleto Benavides, en el cargo de Sub delegado Político Militar en el territorio de su Jurisdicción. Al Doctor don Dionisio Vizcarra, en el cargo de Director General de Minas de Pasco. Provistos que fueron los principales cargos públicos en el que cada uno de los concurrentes prestó su opinión, voto en público que no tuvo ninguna discrepancia de un sólo individuo, se procedió a recibir la juramentación oficial en nombre de la Santa Cruz, los Evangelios y la Bandera Nacional, de todos los nombrados. Viendo Su Señoría, el referido Señor General, la apoteósica y uniforme elección que se ha hecho, manifestó su contento y complacencia. Reiteró su agradecimiento que desde su llegada le había prestado la ciudadanía por la justa causa de la Patria. Extendió su convocatoria para mañana siete de diciembre en que se Jurará la Independencia y se formalizará los nombramientos producidos esta tarde con una solemne misa cantada en acción de gracias al Todopoderoso en la explanada de la Plaza Mayor de Chaupimarca. Finalmente, todos los vecinos suscribientes de la Justicia de la causa de la Patria, expresaron abrazarla franca y gustosamente, renunciando todo derecho de la Nación Española y que desde luego están prontos a prestar el juramento mañana, de seguir las Banderas de la Patria, lo que ejecutarían el día de mañana siete de diciembre. (Firmas)

Por ante mí, Secretario del Cabildo,

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco Finalizada la ceremonia cívica, todos los habitantes acompañaron los restos de los soldados caídos en combate para ser sepultados. Conducidos en hombros por sus compañeros de armas, setenta y siete cadáveres, envueltos en sus pellizas guerreras fueron llevados allá, a tambor batiente. En las iglesias de Chaupimarca y Yanacancha, las campanas doblaban lúgubres. Llegados al campo santo, tras el fúnebre y taladrante toque de silencio ejecutado por un trompeta argentino, fueron sepultados en tierra minera. Patriotas y realistas, bajaron juntos a las entrañas cerreñas. Entre tanto, en el Hospital de Campaña, fueron atendidos los soldados heridos de Argentina, Chile, Paraguay, Colombia y El Perú, mismos que en hermoso gesto de confraternidad se ayudaron mutuamente, tanto como a los soldados realistas. Hubo cuatro oficiales y 58 soldados realistas muertos. Un oficial y 14 soldados patriotas muertos. Cinco oficiales y 23 soldados patriotas heridos. Tres oficiales y 18 soldados realistas heridos. El herido de más gravedad fue el capitán de primera Pedro López, natural de Córdoba, Argentina, por un cañonazo en la pierna que le tuvo que ser amputada. El teniente chileno de segunda, Darío Plaza, con una grave herida por un sablazo terrible que estuvo a punto de seccionarle el brazo. La herida más curiosa fue la que sufrió el ayudante en Jefe Manuel Saavedra. Mostraba una seria contusión en el muslo derecho. Este oficial llevaba como recuerdo de la Casa de la Moneda de Pasco, una regular cantidad de monedas de plata a donde fue a parar la bala destinada a su cuerpo quedando achatada entre las monedas; pasado el combate fue a conocer el efecto que le había causado por el dolor que sentía. Allí quedaba una marca cárdena en la parte contundida. Esta bala la luce como un milagro del día. Después de cuatro días volvió el infatigable teniente paraguayo Vicente Suárez con el último y más importante trofeo de la batalla del seis. Traía prisionero al Brigadier irlandés, Diego O´Reilly alcanzado en linderos de la hacienda Lauricocha a veinte leguas del Cerro de Pasco, cuando estaba próximo a tomar el camino de la cordillera de Cajatambo, que de salvarlo, le hubiera sido muy fácil huir a la capital. Aquella misma tarde también regresaba triunfante el grupo de guerrilleros persecutores de las familias españolas tránsfugas que, en cuanto comenzara la guerra, partieran en caravana transportando enormes cajones con plata labrada de alto valor, zurrones con monedas de plata, candelabros, crucifijos, adornos y joyas de alto valor. Todo fue incautado para la causa patriota. A su regreso convergieron con otra comitiva que portaba dinero y armamento, vituallas y ayuda militar que el Virrey enviaba a O´Reilly. Todo fue confiscado. El botín fue muy apreciado por la superioridad. Igualmente, algunos guerrilleros, en trabajo encubierto en la ciudad, habían detenido a los delincuentes que aprovechando los momentos más arduos de la contienda bélica a las afueras de la ciudad, se habían dedicado a saquear los comercios y casas más opulentas. Por orden superior, el ejército triunfante quedó en el Cerro de Pasco seis

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco días más durante los cuales, los heridos –especialmente el general Arenales- fueron atendidos por los graves daños sufridos; el resto de la tropa descansó reponiendo las fuerzas perdidas. En todo ese tiempo recibieron continuos homenajes del pueblo. Los campesinos les facilitaron todo lo necesario para su manutención. Cuando se averiguó porque el pueblo tenía gran predisposición para apoyar la causa libertaria, cayeron en la cuenta que todo se debía a la regia campaña propagandística que desde años atrás había circulado en la ciudad minera, aumentada por la que el General don José de San Martín realizó en su oportunidad. Muchos emisarios secretos, principalmente muleros, habían convencido a los hombres y repartido infinidad de proclamas impresas en castellano y quechua que avivaron los sentimientos independentistas; tan así es que, los que habían conseguido uno o más de estos papeles, los guardaban con una fe reverente y entusiasta como valiosa adquisición, y se servían de ellos como un pasaporte o un título que se los enseñaban a los patriotas para comprobar su amor y adhesión a la causa de la independencia. Los jefes, oficiales y soldados, se enteraron que en el Cerro de Pasco se había luchado activamente en 1742, 1780, 1810 contra la infamia del yugo español. Y si bien es cierto que la opresión era celosamente impuesta, no es menos cierto que el pueblo había sabido complotar para derrotar a los realistas. En 1811 se había convulsionado cuando los españoles apresaron aquellos abnegados patriotas que, a riesgo de sus vidas, repartían las consignas y proclamas escritas a mano. Ellos fueron, Mariano Cárdenas y Manuel Rivera. Al mercedario Mariano Aspiazu, jefe de éstos, no fue habido. Se les condenó a trabajos forzados, pagando de esta manera, la osadía de desafiar al poder español justo en el lugar de su sustento económico, en donde, desde 1780, se venía luchando abiertamente por la independencia. Por ese tiempo regresó del cuartel general, el ayudante don Florentino Arenales que condujera el parte de la victoria de Pasco; él informó que mientras la división Arenales había efectuado su recorrido por Ica, Huancavelica, Huamanga, Tarma y el Cerro de Pasco, el general San Martín embarcaba en Pisco con el resto de la expedición; luego de una visita al Callao, descendiendo a la costa norte de Lima, había vuelto a desembarcar en el puerto de Huacho a principios de noviembre. Aquella mañana del 7 de diciembre de 1820, amaneció radiante. Los últimos vestigios de nieve que alfombrara de albura el campo de batalla donde los patriotas se cubrieran de gloria, había desaparecido. Un rutilante sol brillaba omnipotente, allá arriba, bajo un sobrecogedor imponente fondo azul. Gentes de toda condición, venidas de los pueblos aledaños, entremezcladas con los lugareños, iban tomando sus ubicaciones dentro de los linderos de la plaza Chaupimarca. El día anterior, el general Arenales había hecho publicar una convocatoria a un Cabildo Abierto para perpetuar en un acto simbólico el trascendental triunfo que las fuerzas patriotas de América acababan de obtener en la minera ciudad. A un costado de la iglesia

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco San Miguel, donde hasta el día anterior había permanecido la horca en la que habían ajusticiado a muchos facinerosos, se levantaba majestuoso un entarimado adornado con banderines, quitasueños y cadenetas. En la parte central: el altar. A un costado la bandera nacional recientemente creada por el general don José de San Martín, en Pisco el 21 de octubre del mismo año, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los de los extremos superior e inferior, y rojos los laterales con una corona de laurel ovalada al centro y, dentro de ella, un sol saliendo por detrás de las sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo. A un lado, la bandera chilena. En la parte baja del estrado, se exhibían los trofeos de armas arrancados a los realistas: tres banderas y dos estandartes; la espada del prófugo general O´Reilly; armamento completo de dos batallones de infantería y un escuadrón de carabineros, dos cañones, la caja militar y el parque de repuesto. A las diez de la mañana hicieron su aparición por las calles adyacentes los bravos soldados de la libertad: argentinos, chilenos, paraguayos y peruanos. Cientos de hombres, mujeres y niños, los aplaudían vitoreándolos. Inmediatamente después, irrumpió un grupo de cerreños notables presididos por don Ramón de Arias, Primer Alcalde Republicano y Juez Mayor de la Patria; don Francisco Quirós, notable político cerreño, nombrado Gobernador General; Don Miguel Francisco Maíz y Arcas, Comandante General de Armas; don Anacleto Benavides, Sub delegado Político Militar en el territorio de su Jurisdicción; el doctor don Dionisio Vizcarra, Director General de Minas; Manuel de Arias, delegado minero que al año siguiente firmaría el acta de independencia del Perú, el 28 de julio de 1821 en la ciudad de Lima, en representación del Cerro de Pasco. A continuación el Estado Mayor de los libertadores. El general Álvarez de Arenales con uniforme de gala; detrás el Jefe del Estado Mayor, Teniente Coronel Manuel Rojas, flanqueado por los comandantes Ramón Antonio Deheza y Santiago Aldunate. Los capitanes Federico Brandsen, José Vilela Castillo y Rufino Guido. A un costado, al mando del grupo de granaderos a caballo, el comandante Juan Lavalle. Detrás de los heroicos soldados, venía un grupo de hombres demacrados y escuálidos pero con la mirada alta y orgullosa. Eran los bravos sobrevivientes huanuqueños de la valerosa revolución de Crespo y Castillo que, cumpliendo sentencia del Tribunal de Lima, venían trabajando bajo rigor y sin sueldo en las galerías de la Mina del Rey. Allí estaban los Alcaldes, Mariano Silvestre, del pueblo de Panao; Honorato Callán, de Pillao; Patricio Martínez, de Acomayo; José Calixto, de Santa María del Valle; Gregorio Evaristo, de Huacar; Francisco Antonio, de Acobamba; Mariano Camacho de Cayna; Manuel Beraún, con alias “Saguaccay” de Huallayco; Juan de Dios Esteban, Alcalde de Campo de Pachas; Lucas Ruiz, de Rondos; Marcos Sánchez, de Punchauca, Pablo de la Cruz Vilca, de Chupán; Antonio Ambrosio, de Chavinillo; del mismo pueblo los ediles, Julián Ortega, Manuel Concha y Nicolás Charín. De Huánuco José Huanca, Pablo Usuriaga, Antonio Mallqui, Julián Gaspar, Ascencio Briceño, Manuel Roque, Santos Trujillo, Pedro Cabello, Francisco Cabello, Hipólito Gómez, Santos Tello, Víc-

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco torio Soto. Por disposición especial del general Álvarez de Arenales fueron puestos en libertad en medio de conmovedores aplausos del pueblo cerreño. Una vez que hubieron tomado sus emplazamientos en el estrado, el cura huanuqueño, párroco de Yanahuanca, reverendo padre, Manuel Sáenz, celebró la misa de campaña escuchada con emoción patriótica. En su corta elocución, se refirió al significado que el acto encerraba para la historia de América y pidió que se orase por los patriotas muertos el día anterior, especialmente por el valeroso joven teniente de granaderos, el mendocino Juan Moreno, caído en la primera carga patriótica, con el corazón atravesado por una bala. El padre Sáenz inicialmente había sido un piadoso y esforzado arriero que llegó a hacerse muy conocido en Huánuco y gran parte de la quebrada de Chaupihuaranga. Al entrar de cura, en sus viajes misionales, observó de cerca la manera cómo los españoles trataban a los nativos. Para ellos todo lo mejor, dejando lo peor para los naturales. En sus conversaciones con el padre Villavicencio, llegó a la conclusión de que era necesaria la insurrección. En sus viajes ya se convirtió en agente propagandístico de la sublevación, llevando consigo proclamas, pasquines décimas y demás propaganda especialmente en los pueblos de Tápuc, Chacayán y Yanahuanca en donde formó partidas de cívicos que estaban dispuestos a luchar por la libertad y, cuando se efectuó la insurrección de Huánuco y Panataguas, él estuvo con los insurrectos alentándolos en condición de Capellán. Preso y herido fue severamente castigado. Cumplida su condena se hizo cargo de la parroquia de San Pedro de Yanahuanca en cuya condición había celebrado la santa misa de independencia. Para terminar el acto litúrgico, el padre Sáenz bendijo el Estandarte de Guerra del Batallón CONCORDIA DE PASCO, formado por patriotas cerreños que en el futuro velarían por el mantenimiento de la libertad conseguida. Luego el General Juan Antonio Álvarez de Arenales, invitó a Don Ramón de Arias –elegido Alcalde Mayor y Juez de la Patria- a que declarara la independencia del Cerro de Pasco. El instante era solemne. Un silencio sobrecogedor se hizo en todos los ámbitos de la vieja e histórica plaza Chaupimarca. El primer alcalde republicano cerreño, tomo la mano derecha, la primera bandera peruana y en la izquierda un crucifijo de plata. Se acercó al borde mismo del estrado, miró a todos los rincones de la plaza y con voz potente y emocionada, pronuncio estas históricas palabras: -“Cerreños: Juráis por Dios y la señal de la Santa Cruz, el ser independientes de la corona y el gobierno del Rey de España y ser fieles a la patria?”

Mil voces quebradas por la emoción, respondieron al unísono:

-¡¡¡Sí, Juramos!!!!!

En ese momento, los noveles soldados del Batallón Concordia de Pasco, efectuaron disparos de fusilería en homenaje al histórico momento.

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco Lo que ocurrió después, fue indescriptible. La emoción se apodero de todos los hombres, mujeres y niños que enmarcaban la plaza. Se gritaban vivas a la patria, a San Martín, a Arenales. Muchos lloraban, otros cantaban, pero todos emocionados se abrazaban. Los imbatibles soldados patriotas venidos de todos los confines de América, rompieron filas y se confundieron en emocionados abrazos con los cerreños que los vitoreaban. Entre tanto, todos rubricaban el acta que había levantado del momento supremo, el escribano del Cabildo de Huánuco, Don Asencio Talancha. El Cerro de Pasco era el primer pueblo del Perú que juraba la independencia después de la triunfal Batalla de Pasco, que constituyó la primera y más importante victoria de las armas patriotas en una batalla franca y abierta por la libertad. En el cielo, el sol brillaba majestuoso, omnipotente como nunca aquélla mañana del domingo 7 de diciembre de 1820. El trece de diciembre de 1820, cuando el ejército patriota estaba formado en el cuartel general de Retes, se presentó el general don José de San Martín, acompañado de sus edecanes, y luego de los saludos del caso y el toque de silencio en memoria de los caídos en el Cerro de Pasco, en términos breves pero muy emotivos dirigió sus palabras de bienvenida a la división de la sierra, expresándole que quedaba satisfecho y orgulloso de su comportamiento y que cada cual hubiera cumplido con su deber. Luego el general Las Heras, secundo la enhorabuena en escogidas palabras y dirigiéndose al Batallón No 11, cuerpo que había sido creado por él ocho años antes, le felicitó y exhortó a que siguiese por la senda del triunfo. Los jefes, oficiales y soldados que sabían que el general San Martín podía ser pródigo en todo menos en ascensos y recompensas, se emocionaron cuando se hizo leer el parte del día, cuyo texto es el siguiente: “La División Libertadora de la Sierra, ha llenado el voto de los pueblos que la esperaban; los peligros y las dificultades han conspirado contra ellos a porfía, pero no han hecho más que exaltar el mérito del que ha dirigido y la constancia de los que han obedecido sus órdenes; para premiar a unos y a otros, se abrirá una medalla que represente las armas del Perú por el anverso, y por el reverso tendrá la inscripción: “A LOS VENCEDORES DE PASCO”. El general y los jefes la traerán de oro, y los oficiales de plata, pendiente de una cinta blanca y encarnada; y los sargentos, cabos y soldados, usarán, al costado izquierdo del pecho, un escudo bordado sobre fondo encarnado con la leyenda: “ YO SOY DE LOS VENCEDORES DE PASCO”. Cuartel General Libertador de Retes –13 de diciembre de 1820-.” Luego de esta sorpresiva premiación, se leyó un interesante cuadro de ascensos con el que la patria recompensaba a los inmortales héroes de la más importante batalla inicial de la independencia.

Por aquellos días, el encargado por Arenales del gobierno de la provincia de

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco Tarma, don Toribio Oyarzabal –invicto montonero cerreño-, hace llegar al Subdelegado Político Militar del Cerro de Pasco, don Anacleto Benavides, una nota a fin de que ordene la realización de la Jura de la Independencia de Huánuco, con los términos siguientes: “ Habiendo recaído en mí el mando de la Provincia por ausencia del señor Gobernador Intendente que marchó al Partido de Jauja con la expedición que dispuso, he resuelto en vista del poder del Ilustre Cabildo de la ciudad de Huánuco conferido a los parlamentarios que vinieron hasta ese punto a conferenciar con el Señor General del Ejército de la Patria, que inmediatamente procedan en vista de sincero sentimiento a nombrar un Gobernante a pluralidad de todos en concurrencia de todo el vecindario honrado, y luego a jurar la Independencia con las solemnidades correspondientes y fecho dar cuenta a este Gobierno con testimonio de las diligencias de lo actuado, a este efecto dirigirá usted inmediatamente con una persona de su confianza el adjunto pliego a la citada corporación”

“Dios guarde a usted por muchos años. Tarma a diciembre 20 de 1820”.

(fdo.) Toribio Oyarzabal

Al: Sr. Subdelegado Político y Militar del Cerro, don Anacleto Benavides.

Cinco días después de la batalla del Cerro de Pasco, la división de la sierra de puso en marcha hacia la costa. Para esta acción sólo mediaba una carta que Arenales le dirige a Francisco de Paula Otero. “Por disposición del Excelentísimo Señor General del Ejército Libertador, emprendo la marcha con la División a mi mando –le dice- para el punto de Canta a aumentar su fuerza y operar por la parte de la sierra sobre la capital de Lima y en resguardo y seguridad a un mismo tiempo de esta provincia a su mando. Dios Guarde a usted por muchos años. Sacramento en Marcha, Diciembre 11 de 1820. Juan Antonio Álvarez de Arenales (Rubricado). Hasta ahora nadie se explica el porqué del incalificable error táctico cometido por Don José de San Martín. Sin mediar razón alguna, había ordenado al General Álvarez de Arenales el repliegue total de las fuerzas patriotas, inclusive de los montoneros pasqueños, hacia los arenales de la costa. Esta inexplicable medida, significaba el abandono total de un territorio valiosamente estratégico ganado con sangre generosa y el desamparo absoluto de la inerme gente de la ciudad minera. Las consecuencias, como veremos adelante, fueron desastrosas. Por su parte, la Serna con el fin de romper el cerco montonero que bloqueaba la llegada de provisiones muy necesarias a la población limeña, decide que el brigadier Mariano Ricafort viaje al lugar con el fin de parar la insurrección guerrillera de la sierra central y, de paso, auxiliar al coronel José Carratalá que estaba cercado en Izcuchaca. En ese interregno, el crudelísimo Canterac asume el mando de las tropas coloniales acantonadas en la sierra central. Herido en su amor propio de

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco guerrero vencido y, vivo aun el recuerdo del triunfo patriota y la juramentación de la independencia, decide atacar a los pueblos aledaños y a la presa más valiosa en esos momentos: el Cerro de Pasco. El sanguinario brigadier realista Mariano Ricafort que marchaba desde Arequipa hacia el norte, se desvió en Nazca camino a la sierra por Puquio con dirección a Andahuaylas. Contaba con dos escuadrones, “Granaderos de la Guardia”, y “Dragones de Arequipa”. Éstos se dirigieron a Huamanga dejando en el trayecto un rastro de destrucción y crueldad increíbles. Cuando llegaron a las puertas de Huamanga, los montoneros se le enfrentan con palos, galgas, rejones, hondas, mazas y con sólo 50 fusiles. La lucha duró todo el día. Resultó una carnicería monstruosa. Millares de cadáveres quedaron tendidos en los campos ante la carga de la caballería realista. A las ocho de la noche, la ciudad fue tomada por los españoles. La resistencia se armó en Cangallo a donde fue a atacar Ricafort. El 2 de diciembre de 1820 se enfrenta a más de mil indios armados precariamente y, tras la carga implacable de la caballería, termina con la vida de todos los hombres. No perdonaron a nadie. Los realistas no perdieron ni a un soldado. Cansados de tanto degüello tomaron Cangallo y lo incendiaron. No dejaron nada en pie. La bestialidad de Ricafort era ampliamente conocida en América. Su sanguinario sadismo llegó a límites insospechados con el arrasamiento de Cangallo. Estaba guiado por una locura homicida. Continuando su marcha, llegaron a Azapampa, donde se le enfrentaron 300 montoneros comandados por Francisco de Paula Otero, 100 de caballería al mando de Isidoro Caravedo y 5,000 indios mandados por Bermúdez y Aldao. Igual que en Huamanga y Cangallo, la degollina fue implacable. Al final, centenares de cadáveres cubrían el campo. Posteriormente, Valdés y Ricafort se encontraron en la banda occidental del río grande de Jauja, en tanto que en la otra banda se movían miles de indios independientes. Era el tres de marzo de 1821. Los puentes habían sido cortados quedando sólo el de Concepción, por donde se propusieron pasar; pero tres heroicas mujeres, las Toledo, -madre e hijas- se lo impidieron. En las memorias de Álvarez de Arenales este episodio es relatado en los términos siguientes: “En Concepción, las tres heroicas mujeres adoptan el atrevido proyecto de oponerse al paso de los españoles por el puente. Para ello reunieron a la indiada de los campos vecinos y algunas armas que pudieron encontrar. Las señoras Toledo habían tomado sus armas como otros tantos soldados y dispuesto que la gente, parapetándola ocultamente tras de las tapias o cercos inmediatos al puente, los esperaran a tiro de fusil. Valdés mandó que entrara una partida de húsares a pasar el puente, pero las Toledo viendo en ello un peligro fatal, corrieron inmediatamente la cabeza del puente con los suyos y procedieron a cortarlo con las herramientas que tenían preparadas. Esta operación ejecutada con presteza y entre la metralla del enemigo, concluyó tan oportunamente que los que

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco intentaron pasar al lado opuesto fueron víctimas de su temeridad y cayeron al agua”. La heroicidad de aquellas mujeres impidió que el puente fuera usado en un primer intento, pero pronto el paso se restableció con el resultado de que todas las fuerzas coloniales se trasladaron al otro lado del río. Valdés, irritado por el hecho, incendió sin ninguna misericordia la ciudad de Concepción, cuna de las heroicas Toledo. De Jauja, los coloniales se encaminaron al Cerro de Pasco, pasando por Tarma. Ricafort regresó a Lima y dejó dispuesto que otro jefe sanguinario como él, José Carratalá, tomara la ciudad cerreña que, como hemos visto, estaba completamente desguarnecida. “Las avanzadas al mando del valiente Aldao, hostilizaban con ventaja a las de Carratalá y éste sabiendo la superioridad de su enemigo siguió avanzando a Pasco. La caballería mandada por Alvarado avanzó para darle alcance, pero felizmente para el realista, una de aquellas nevadas que imposibilitan los caminos, le impidieron toda marcha, así es que cuando Alvarado llegó a Pasco, el enemigo había huido tres horas antes. Este vecindario que había sufrido horrorosas amenazas de Valdés y excesivas extorsiones de Carratalá, proporciona movilidad, para perseguirlo hasta el pueblo de Reyes, 12 leguas al sur de Pasco. Alvarado marchó toda la noche; las fatigas del viaje y el frío obligaron a sus tropas a descansar en Carhuamayo hasta las diez de la mañana. Horas más tarde llega una fuerte dotación realista compuesta de 125 soldados de infantería y setenta de caballería a Reyes (hoy Junín) que entonces contaba con una población de cuatro mil almas. De la más importante matrona cerreña de la independencia, olvidada injustamente por las generaciones presentes, Doña María Valdizán. Doña María Valdizán es, a sus sesenta años, una belleza todavía fulgurante que e hermosura. Trajeada con falda malva y corpiño irisado de joyante seda de amplios volantes con trepa de sutiles encajes, baja ensanchándose en amplio círculo sobre el pie breve de media de seda que apenas se puede ver sobre el arranque de la torneada pierna; los listones de seda negra que parten del fino botín de cordobán, se alejan hacia arriba. Es elevada y esbelta, más alta y majestuosa que el común de las mujeres de la ciudad minera. El seno, todavía lleno y firme, retiempla ligeramente con su caminar acompasado y elegante. Su cara donde resaltan los labios rojos, ojos plomizos de acero y la blanca nitidez de sus dientes. Es bellísima. Sus cabellos de nieve, encrespados y brillantes, se conciertan en un rodete, aprisionado por peineta de carey con embutido de plata. Dos gruesas perlas enmarcadas en oro luce en el lóbulo de la oreja y gargantilla de oro puro en el cuello alto. Su andar y sus ademanes son señoriales; se trata de una distinguida y aristocrática dama. Cuando camina con majestad, el busto todavía altanero, sube y baja en acompasado respirar y deja notar sus prominencias cuando eleva los brazos para acomodar sobre sus espaldas el amplio y fino encaje de su mantilla.

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco Su estancia, entre rústica y ciudadana, se levanta en la Villa de Pasco colindante con las Cajas Reales, a dos leguas y media de la linajuda Ciudad Real de Minas. Es vasta y sólida, labrada en piedra y cobertura de barro encalado y zócalo de brea negra. Sobre la puerta campea tallado en “alaimosca”-dura roca para molinos de metal- el nobiliario escudo del Conde de San Javier, don Bernardo Valdizán, su padre; el más proficuo proveedor de mulas para los trabajos mineros con representantes en toda la ruta mulera desde Tucumán hasta el Cerro de Pasco. Tiene cochera donde guardan un landó, un sulky y una carreta; caballerizas para los caballos finos traídos de campos argentinos y chilenos; al lado, un gigantesco corral para las mulas destinadas al comercio del transporte. En la parte central, una espaciosa sala amoblada con cómodos sillones, amplio canapé de mullidas colchonetas y un elegante piano de cola. En la cocina, colgados, en porcelana, barro, cobre azófar, peltre y hierro, los utensilios del arte culinario: peroles, ollas, sartenes, cazos, pucheros. En el techo, carneros desollados, perniles de chancho, chorizos, morcillas, charquis, choclos. En la troje, el alijo de la generosa cosecha: papas, maíz, trigo, ocas, mashuas, maca; tinajas de chicha de jora fermentante. Aquí pasa su tiempo en determinadas épocas del año, cuando los meses de sol le permiten ejercitar su afición hípica por los amplios escenarios de los alrededores, seguido de sus perros enormes y bullangueros. Bueno, eso es realmente lo que ella quiere que la gente piense; en realidad es el lugar propicio, lejos de curiosos y mal hablantes, para realizar sus citas secretas con los montoneros patricios que tienen en ella a su protectora y confidente. Todos la adoran. No sólo informaciones capitales y oportunas les hace llegar en estas citas tras conciliábulos misteriosos y secretos, matizados con hirvientes chocolates, sino también el generoso aporte de alimentos, armas y dinero para el cumplimiento de su cometido. No está de acuerdo con los españoles que buscan bienestar y riqueza para ellos solos a costa de criollos, indios y mestizos que están siendo esquilmados hasta lo indecible. Sabe -aunque su padre no se lo ha dicho- que su aporte económico a las fuerzas españolas son realmente significativas y continuas. Esto ha determinado que los criollos, -hijos de españoles nacidos en Pasco-, se unan en contra de los incapaces y aventureros que por el sólo hecho de ser españoles tienen en sus manos el destino de todos los habitantes que tanto aportan para el despilfarro. Mimada por la aristocracia española que nada sospecha, alterna con lo más granado de los españoles en saraos, tertulias y humoradas en las que hace gala de su belleza inigualable y conversación amena, culta y divertida; a solicitud de sus admiradores, remata con la demostración de sus aplaudidas habilidades pianísticas. Esta cercanía amical le permite conocer, al detalle, todos los movimientos del ejército realista y los más secretos planes que urden. Sin que nadie lo advierta, por otro lado, aloja en sus residencias a los luchadores por la independencia y mantiene con ellos comunicaciones secretas que les sirven de derrotero para sus incursiones guerreras. Muchos son sus secretos visitantes como los montoneros cerreños, Custodio Álvarez, Pascual Salguero y Manuel Vallejo; oficiales de leyenda

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco como Francisco de Paula Otero, Jefe de las Montoneras del Centro, Camilo Mier, Comandante en Jefe de las montoneras cerreñas. Tiene activa correspondencia con los generales Arenales, Aldao, Otero y Manuel Rojas. Es decir, es valiosísima informante que sirve eficientemente al ejército patriota. No sólo eso; provee de alimentos, ropa, acémilas y armamentos de su propio peculio a los servidores de la causa libertaria. Era muy joven cuando su padre, el conde, se convirtió en el hombre más importante en toda la ruta que va del Cerro de Pasco a Tucumán. Fue en 1780 cuando vio cómo, un pueblo tan trabajador y dócil como Pasco, se encrespaba con sacudimientos revolucionarios. No era para menos. En 1777, con un desparpajo ofensivo, Juan Antonio Areche había elevado los impuestos extendiéndolos a todo ser viviente con la intención de obtener fondos económicos para ser enviados a España. Nadie resistió la medida por abusiva. Los numerosos criollos que vivían en las tierras mineras, agraviados por las arbitrarias medidas del expoliador, se unieron a indios y mestizos que protestaron por tan extrema medida. Sin ningún tipo de cortapisas les brindaron su más amplio apoyo. Hombres, acémilas, alimentos y armas, pusieron a su alcance por intermedio de doña María. Triunfaron. Tras la fuga del Guarda receptor de Alcabalas José de Campo, el 12 de febrero de 1780, y la expulsión ominosa del segundo, Miguel de Enderica, el 5 de marzo del mismo año, los ánimos quedaban sosegados. En Lima vieron que la sólida unidad de todos los habitantes de Pasco, criollos, mestizos, indios y negros, era indestructible y, a partir de ese instante, hilaron muy fino. En su amplia casona cerreña –por lo demás- recibió muchas veces la visita del connotado sabio arequipeño Eduardo de Rivero y Ustáriz que, en cada tertulia, hacía gala de su amplia erudición; también la de connotados viajeros que llegaban a la ciudad con el fin de contemplar in situ, la prodigalidad de sus vetas: Thaddaus Peregrinus Xavier Haenke, que dejó valiosos testimonios sobre la vida diaria, los trabajos mineros, costumbres y vida social de la ciudad; Roberto Proctor, inglés, notable narrador de brillantes páginas sobre la intervención de Pasco en la lucha libertaria; el notable diplomático y pintor francés, Leoncé Angrand y muchos otros. Como la intranquilidad social iba en aumento al ver que los españoles no cejaban en su ola de abusos y exacciones, en 1811, el Cerro de Pasco, la Villa de Pasco, Carhuamayo, Vicco, Ninagaga y otros pueblos aledaños vuelven a complotar, oportunidad en la que son juzgados los plateros ecuatorianos Mariano Cárdenas y Manuel Rivera, conjuntamente con el religioso ausente Mariano Aspiazu. Por esos días descubren que el movimiento pasqueño daba sus frutos en la rebelión de Huanuco y Panataguas de 1812. Es entonces que las fuerzas de los criollos cerreños con la dirección del intendente Joseph González de Prada, va a derrotar a las huestes huanuqueñas en Ayancocha, el 4 y 5 de marzo, y decidir la muerte posterior de Juan José Crespo y Castillo, Norberto Haro y José Rodríguez. Los presos de aquel movimiento fueron condenados a trabajos gratuitos en las minas cerreñas.

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco Convencidos de que no podían seguir viviendo en zozobra, los hombres se reúnen para luchar contra el abuso de los españoles activando los grupos montoneros en Pasco. El accionar de estos patricios allanando el camino de la libertad, tuvo exitosa culminación. La llegada del general Álvarez de Arenales no hizo sino culminar con la expulsión de los realistas del centro del Perú. Aquella vez, tras la grandiosa Batalla del Cerro de Pasco el 6 de diciembre de 1820 y la juramentación de su independencia al día siguiente, ya no quedaba ni un solo soldado realista en la ciudad cimera.

Parte oficial de la Batalla del Cerro de Pasco Por mis últimas anteriores comunicaciones del 4 de noviembre en Huamanga, 22 y 24 del mismo en Jauja, habrá podido V.E. instruirse substancialmente de las marchas, movimientos y operaciones de esta división a mi mando y del estado en que he dejado aquellas provincias con la de Huancavelica, no ofreciéndose añadir más que el haber quedado en Tarma un respetable parque de pertrechos y útiles de guerra, habiendo completado hasta de 700 fusiles con los que me he quedado, 500 y tantos que se quitaron al enemigo en la acción y dispersos, con lo cual queda el benemérito patriota, nuevo gobernador intendente de Tarma, don Francisco de Paula Otero, activando el arreglo y la organización de aquellas milicias provinciales en las que cuatro pueblos principales de Tarma, Jauja, Concepción y Huancayo. “Me agitaba en todas estas disposiciones, para caer aceleradamente en Pasco, cuando ya tenía noticias que de Lima habían salido una división contra mí, al mando del Brigadier O´Reilly, con que Pezuela según sus comunicaciones originales, contaba con la total destrucción de las fuerzas que tengo el honor de mandar. Antes de llegar al mencionado Pasco, me informé de que el expresado O´Reilly después de haberse posesionado del precisado punto, variando de posición tomo la del pueblo del Cerro, por resolución de esperarme y atacarme. En este concepto me acampé en Pasco el 5 del corriente a las once del día, y con una partida de Granaderos a caballo pasé personalmente en la tarde a reconocer la entrada y localidad de este dicho Cerro, cuyo nombre se da al pueblo sin embargo de estar en una hondura, rodeado de cumbres elevadas por cuya razón y otras circunstancias se suponía no sin fundamento, inaccesible. Muy a pesar de que se intentó estorbar mi designio por las tropas de O´Reilly, que al efecto ocupaban la altura de la entrada, yo efectué el reconocimiento tomando aquellas nociones que me eran necesarias, con lo cual, regresé a mi campamento, sin que los enemigos me persiguiesen más que en corto trecho”. “Al día siguiente, ayer el 6, al alba, me puse en marcha pausada por no fatigar a mi tropa dejando en Pasco el cargamento y equipajes escoltados de los enfermos y algunos milicianos. Antes de las nueve de la mañana llegué al pie del gran

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco cerro que tenía que trepar a tomar las alturas que dominan a este dicho Pueblo cuya distancia desde aquel, es de cerca de tres leguas. Una nevada muy espesa y copiosa parecía que se oponía, pero en tres columnas de ataque de mi tropa disponible, dos paralelas y una retaguardia como se reserva en dirección del claro de aquellas, con dos compañías de cazadores por mi derecha algo avanzando hacia lo más elevado, me apoderé muy pronto de toda la cima, que era el punto en concepto de los enemigos insuperable para mis valientes soldados”. “Desde allí cuando ya ceso de nevar aclarando el día, procuraba observar los movimientos del enemigo que tenía a mi frente en el pueblo, situado como llevo indicado, en una hondonada, cuya bajada parecía impracticable, principalmente por mi derecha. Mi deseo se extendía para poder formar una idea del plan e intenciones del enemigo, y lo provoque con algunos tiros de artillería sobre la población: surtió efecto mi iniciativa, pues luego salió la infantería enemiga fuera de las casas, y en una corta extensión que hay entre ellas y al pie del cerro, se colocaron como 400 hombres por su derecha entre líneas sucesivas, todas preparadas y ocultas en una especie de fosas, y otra tanta fuerza a poco menos de su izquierda en una pequeña altura, en una pequeña explanada, amagándome al mismo tiempo por el propio costado con guerrillas de cazadores, como tratando de impedir mi bajada. Mi caballería estaba formada en el bajo a mi izquierda en distancia de cuatro cuadras, único terreno capaz de permitir de algún modo sus operaciones y a su frente mediando una bajada pantanosa estaba la caballería española”. “En esta disposición di las órdenes para que mis columnas paralelas, las del once por mi izquierda, las del dos por mi derecha, con sus cazadores algo avanzados por los costados exteriores, emprendieron la bajada y la reserva siguiendo siempre en el modo posible a retaguardia por el centro para tender como y cuando las ocurrencias lo exigiesen, siendo de advertir que la columna de mi derecha tenía que atravesar en bajada por un estrecho espacio entre dos lagunas para dirigirse sobre la fuerza de la izquierda enemiga casi oculta en la mencionada peña; así caí al plano improvisadamente, y con detención de un momento mandé cargar a ambas columnas sobre todos sus objetos al paso que cambiando los cazadores del once de la izquierda de la columna a la derecha por donde el borde de la laguna les ocultaba un tanto, salía a flanquear la primera de dichas líneas enemigas”. “Ambas mis paralelas, y estos cazadores obraron con tanta exactitud, energía y bravura, que a pesar de las colocaciones tan ventajosas, y esfuerzos de los enemigos, la carga de mis tropas fue tan rápida y feroz, que los contrarios tuvieron que ponerse en fuga a toda carrera siguiendo así por los dos costados del pueblo, y mi reserva por el centro sin detenerse hasta el otro extremo, donde posesionándose de una pampa llana, parecía haberse disipado la fuerza del despotismo como el humo, pues, ya no aparecían enemigos sino como una total dispersión, que apenas se divisaban”.

“Al mismo tiempo que mi infantería dio su carga, hizo igual operación la

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco caballería sobre la del frente con no menos coraje e intrepidez, corriéndola a sable en mano a pesar de los obstáculos de la localidad y los flancos presentaban, hasta haberla dispersado, aprisionando y muerto cuando el sufrimiento de los caballos pudo ofrecer”. “La fuerza enemiga, según sabíamos, y nos manifiestan los estados que hemos encontrado, ascendía a número de cien y tantos hombres, inclusive 160 ó 170 dragones y lanceros de Lima, con el Batallón de infantería, la del regimiento Victoria, y a más de 80 a cien hombres de la “Concordia” de este mineral; y el resultado de sustancia es, que de los enemigos que se han recogido 41 muertos, se han tomado 120 prisioneros inclusive 26 oficiales según manifiesta la lista que se acompaña con el número uno; 260 fusiles; 2 piezas de artillería; pertrechos, banderas, música, equipajes y todo lo que tenía, sin haber escapado cinco hombres reunidos pues aun el jefe O´Reilly, se fue por una rara casualidad con 3 lanceros y así estos como todos los demás dispersos forzosamente tomaron el rumbo para la frontera y montaña de los chunchos; que si tienen que retrogradar, lo conseguirán muy dificultosamente, estando como están los naturales patriotas de estos lugares, electrizados y ansiosos por acabar con ellos. De nuestra parte, hemos perdido cuatro hombres muertos, dos del once, uno del dos y uno de los granaderos de a caballo con más el Teniente de Granaderos del once, don Juan Moreno y 12 soldados heridos, dos muy gravemente; siendo de advertir que entre los muertos del enemigo es un oficial y entre los prisioneros de esta clase hay dos heridos, el uno gravemente”. “Es indudablemente, Señor Excelentísimo, que el dios de los ejércitos protege nuestra causa del modo más admirable. Yo creo que faltaría a mi deber y a la justicia, sino pusiese al superior conocimiento de V.E. el distinguido mérito, valor y fiereza extraordinarios expuestos con que se han comportado esta oficialidad y tropa cuando no me es fácil expresar quienes lo hayan hecho mejor, pues a porfía y con entusiasmo más nobles, se disputaban los triunfos; por lo que si V.E., fuere servido, podrá conceder la gracia y alguna divisa de premios que haga honor a estos valientes defensores de la independencia de América, o a lo que sea de su justificado agrado, mientras que yo esperando su aprobación determino dar una gratificación a los soldados”.

“Dios guarde a V.E. muchos años”.

“Campamento en el mineral de Pasco y diciembre 7 de 1820”.

(Fdo). Juan Antonio Álvarez de Arenales.

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco

Testimonio de amistad y admiración al

Maestro de Pasco

César Pérez Arauco Econ. Mag. Eduardo Carhuaricra Pasco Ex Congresista y Ex Alcalde Provincial de Pasco De muy joven me convertí en asiduo oyente del programa radial dominical “Así Canta Cerro de Pasco”, en el que se difundían las canciones auténticas consagradas y recientes de nuestro pueblo. Programa entretenido e instructivo por una combinación de caracteres de sus conductores: a la vez se escuchaban en cada programa la alegría del anecdotario de Julio Baldeón, la composición poetizada de Jorge Morales y el relato investigado de historia y cultura del profesor universitario César Pérez Arauco. Por esos mismos años de juventud de nuestra generación de los ’80, de vez en vez, llegaban a nuestras manos las ediciones de la Revista Cultural “El Pueblo” dirigida por el profesor César Pérez Arauco. Más que revistas tenían el sustento y la calidad de libros con textos de expresiones culturales, históricas y sociales analizados y seleccionados cuidadosamente, redactados y diseñados con pulcritud, publicados en papel sencillo que denotaba un gran esfuerzo y compromiso por difundir lo nuestro y sensibilizar a propios y extraños de nuestra dura realidad minera y campesina. Personalmente conocí al profesor César Pérez Arauco en las instalaciones del Centro Labor, en el jirón Junín 266, distrito de Chaupimarca de la ciudad de Cerro de Pasco. En esos momentos se reunía con el entonces director institucional, profesor Luis Pajuelo Frías, concretándose finalmente la publicación del Libro “El Folklore Literario del Cerro de Pasco”. Estas conversaciones muchas veces se triangulaba con la presencia del profesor Marino Pacheco Sandoval, quien los años -1984 al 1986- logró la publicación de su libro “Los Yaros: historia prehispánica de Pasco”. Los años siguientes se edificó mi amistad y sobre todo mi admiración por el

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco amigo y maestro César Pérez Arauco. En sucesivas conversaciones de seguimiento cercano a su polifacético e intenso trabajo de investigación y sus continuas publicaciones, tomé conocimiento de innumerables hechos palpables y mayores aportes de César a la vida social, cultural, deportiva y académica de nuestros pueblos de Pasco, Oxapampa y la provincia Daniel Alcides Carrión. César Pérez Arauco, de joven fue dirigente estudiantil que organizó y lideró una gran marcha de sacrificio de Cerro de Pasco hacía Lima (1,963), con el objetivo de sensibilizar a las autoridades y especialmente a los integrantes del Congreso de la República para la aprobación de la existencia autónoma de una universidad al servicio de la juventud del Departamento de Pasco. Después de marchar durante siete días con sus noches, lo logró. Esa semilla conquistada con esta marcha, se ha convertido hoy en la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión, alma mater de miles de profesionales descendientes de familias andinas y amazónicas de Pasco y del territorio central del Perú. Como narran varios de sus biógrafos y testimonian las solapas de sus inagotables libros, Cesar Pérez Arauco también se desempeñó en varios cargos de gestión pública. Fue director del Instituto Nacional de Cultura INC-Pasco. Director del Teatro Universitario Pasco (TUP). Presidente de la Beneficencia Pública de Pasco, Director Departamental del Instituto Nacional de Recreación, Educación Física y Deportes –INRED Pasco. Además de 40 años ininterrumpidos de carrera magisterial en educación secundaria y universitaria, en los que también ejerció cargos administrativos en el sistema educativo. Después de aproximadamente una década retornamos a un trabajo conjunto con el amigo y maestro César Pérez Arauco. En esta ocasión asumiendo el reto de hacer realidad la publicación, promoción y entrega de sus libros de historia pasqueña en manos de miles de adolescentes que entonces terminaban su educación secundaria, con la finalidad de fortalecer el amor por Pasco, avivar el espíritu cultural e insistir hacía la lectura a nuestros niños y jóvenes cimentando en todos el orgullo por nuestra tierra. Gracias a la elección popular alcancé la gran responsabilidad de dirigir la Honorable Municipalidad Provincial de Pasco, en mi condición de alcalde en el periodo 1996-1998. Desde los primeros días de la gestión se creó el Fondo Editorial Municipal, dirigido por el profesor Luis Pajuelo Frías, lográndose, en solo tres años, la publicación de 25 títulos de libros de historia, cultura y de gestión urbano ambiental de Pasco. Los libros más importantes de este catálogo fueron los tres primeros tomos de la colección titulada “Cerro de Pasco, Historia del Pueblo Mártir del Perú” de la autoría de César Pérez Arauco. En 1996 se publica el primer tomo que contiene la historia de nuestra ciudad Cerro de Pasco en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Siglos que

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco estampan a Cerro de Pasco como una ciudad cosmopolita con pequeños empresarios nacionales y migrantes de diversos países de Europa, ingleses, alemanes, franceses, italianos, croatas, húngaros, bosnios, chinos, japoneses y norteamericanos con injusta e inhumana explotación minera donde cada quien tenía su propia bocamina con su propio zaguán, cuesta arriba y cuesta abajo, como dice la canción. Cada uno se creía dueño de un grupo o cuadrilla de mineros capacheros que trabajaban día y noche infectándose con la neumoconiosis o silicosis hasta conseguir la muerte, sin que ninguna autoridad o Estado reclamara por los derechos de estos hombres venidos del campo de lugares aledaños. El segundo tomo de la colección “Cerro de Pasco, Historia del Pueblo Mártir del Perú” escrito por César Pérez Arauco, se publica en el segundo año de la gestión municipal (1997) y en su contenido detalla la historia de la ciudad de Cerro de Pasco en la primera década del Siglo XX, exactamente entre los años 1901-1913. Sus páginas grafican la llegada del capital norteamericano que funda la “Cerro de Pasco Mining Company” que expande la actividad minera desplazando a los inversionistas ingleses y europeos de la zona. Esta compañía luego se convertiría en la poderosa empresa “Cerro de Pasco Cooper Corporatión” que adquiere y monopoliza las pequeñas propiedades de explotación minera potencializándola con la llegada del Ferrocarril Central. El tercer tomo se publicó en el año 1998. En su contenido se narra la historia de Cerro de Pasco en los años que van de 1914 a 1920. Libro prologado con las palabras del Dr. Carlos Alberto Contreras Carranza, docente principal de las Universidades Mayor de San Marcos y Pontificia Universidad Católica del Perú. Se privilegia en este libro las creaciones literarias en los albores del siglo XX, también el drama de las luchas campesinas, pone en relieve la situación de la Educación en Cerro de Pasco por esos años, coronando sus páginas con la historia y el protagonismo de los pasqueños en el deporte, especialmente en la disciplina del futbol, el básquetbol y vóleibol. Con la satisfacción de haber cumplido un compromiso, en la página de agradecimiento de este tercer libro, el Prof. Cesar Pérez Arauco textualmente señala: “Como se planificó se hizo. Acababa de juramentar el cargo y dentro de su programa de trabajo, se consideraba la publicación de los tres primeros tomos de nuestra historia. (…) Cumplido plenamente con lo prometido, tienen ustedes en sus manos los tres primeros tomos de la vida del “Pueblo Martir”. Naturalmente hay muchos tomos por publicarse…”. Sabemos que hasta ahora van más de 20 tomos de esta colección “Cerro de Pasco, Historia del Pueblo Mártir del Perú”. Además, estos mismos años de gestión edil, se trabajaron otras publicaciones específicas sin dejar la calidad y profundidad del contenido de los temas que identifican a Pasco. Fueron folletos que se distribuían gratuita y masivamente entre los niños y jóvenes. Esta serie o formato de impresión popular que llevaron

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco el sello de la Honorable Municipalidad Provincial de Pasco y de “Ediciones del Pueblo” son los siguientes títulos: “Relatos del Socavón” con breves cuentos y leyendas del Cerro de Pasco; “La Muliza” Extraordinaria Creación Musical Cerreña; “El Pozuzo”, acerca de la colonización alemana de nuestra selva; “La Travesía” la apertura del camino de Cerro de Pasco a Lima por la ruta de Canta; “Jornadas de Gloria”, pormenores de la célebre batalla de Pasco (6 de diciembre de 1820). “La Chunguinada y las Fiestas de las Cruces en el Cerro de Pasco”. Luego estuvimos y hasta ahora estamos al tanto de otros estudios e investigaciones publicadas en varios otros libros de autoría de Cesar Pérez Arauco. Indicamos los títulos que tenemos conocimiento: “La Inmigración europea en el Cerro de Pasco”, publicado por la Academia Nacional de Historia en su libro jubilar por su primer centenario. “Voces del Socavón”, (Cuentos y Leyendas en el Cerro de Pasco) publicado por el Instituto Nacional de Cultura; “El Prefecto”, (Crónica de un magnicidio) de Ediciones el Pueblo, “El Cerro de Pasco en las Tradiciones Peruanas” de Ediciones El Pueblo, “La Heroicidad de Vilcabamba, el pueblo de la resistencia”, “Cerro de Pasco, pionero del fútbol en el Perú”; “El pisco sour, nació en el Cerro de Pasco”; “Crónica Roja de la Historia”; “Los carnavales en el Cerro de Pasco” y otras publicadas por “Ediciones El Pueblo”, mostrándose así el esfuerzo y la apuesta intelectual y de inversión económica por el propio autor. Por ello, con contundencia afirmamos que estos libros de historia y de otras manifestaciones culturales y sociales del pueblo de Pasco, significan el mejor aporte de Cesar Pérez Arauco para con nuestro pueblo. Lo mismo que Jorge Basadre hizo con la historia del Perú, Cesar Pérez lo hizo con la historia de Pasco. El primero con la colección de sus libros sobre “Historia de la República del Perú (1822-1933)”, el segundo con la colección de sus libros titulados “Cerro de Pasco, Historia del Pueblo Mártir (1890-2000)”. Es un legado que ordena y sistematiza cronológicamente la historia y el sentido de las expresiones culturales y sociales, no solo desde el visor de los gobernantes o empresarios, tampoco sólo desde la oficialidad de los militares, César Pérez Arauco melodiosamente y con estricto orden rotula en sus narraciones el sentir del cerropasqueño y el orgullo de ser pasqueño, éstas páginas manifiestan las creencias andinas y tradiciones de una cotidianidad minera y campesina. Aún marginado como pueblo o cenicienta como ciudad, estos libros también expresan enérgicamente los múltiples reclamos de dirigentes sindicales, de directivos barriales, de comerciantes nativos, líderes comunales, de autoridades locales y del pueblo heroico en general. Por toda esa personalidad y trayectoria que conozco del profesor César Pérez Arauco y que trato de resumir en estas páginas como un testimonio de amistad y

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César Pérez Arauco - La Batalla de Cerro de Pasco admiración, siempre he encontrado las mejores oportunidades para reconocerlas y premiarlas en las más altas esferas del quehacer de la cultura, la sociedad y la política. Por ello, con la autoridad que nos confirió el voto popular, de nuestra parte, se han concretado estos agradecimientos y condecoraciones públicos en medio de actos y programas con la presencia de autoridades y personalidades en lugares o salas dignas de merecimientos. Así en el año 1996, la Honorable Municipalidad Provincial de Pasco, mediante Resolución de Alcaldía, otorga al profesor César Pérez Arauco el Premio Anual de Literatura. Igualmente, el año 2004, en la VI Jornada Cultural de Pasco en el Congreso de la República, en medio de un nutrido programa de presentación del libro “EL PREFECTO” (Crónica de un magnicidio), realizado en la emblemática sala “Raúl Porras Barrenechea” (Ex Hemiciclo del Senado), se otorga la Medalla de Reconocimiento al escritor César Pérez Arauco por su significativo aporte histórico literario en favor de Pasco y la Región Central del Perú. Reforzábamos de esta manera el título que le otorgó la Municipalidad Provincial de Pasco en 1958: “Maestro del Cerro de Pasco”.

Cerro de Pasco, 25 de setiembre del 2020

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