Dos Mundos Newspaper V32I39

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Page 4A. DOS MUNDOS • Volume 32 • Issue 39 • September 27 - October 03, 2012

¡La Migra y Tú!

A dangerous code of silence De esto no se habla

Trayendo noticias de inmigración a tu puerta

By Jorge Ramos c.2011 Jorge Ramos (Distributed by The New York Times Syndicate.) h e re a re t w o T important topics most U.S. presidential

candidates avoid discussing while campaigning: gun control and Americans’ use of illegal drugs. President Barack Obama and his Republican rival, Mitt Romney, are proving they’re no different. Both topics, however, are not only linked; they’re urgent. It’s true that most Americans prefer to leave access to guns

Estimada doctora: Muchas gracias por aceptarme en Facebook. Le envío esta pregunta en privado porque me da mucha pena. Sí, entré de manera ilegal al país. Estoy esperando que se apruebe la propuesta del perdón o waivers de Obama. Ojalá la aprueben, pero me agarraron por robar en el mall y fui a Corte. El juez cerró el caso porque eran sólo $125 e hice horas comunitarias. Aunque el caso se cerró, siempre queda en el sistema como récord criminal. ¿Usted cree que me afecte para arreglar papeles? ¿Hay alguna posibilidad de que inmigración me perdone? Le pregunto a usted porque vi la sinceridad con que le responde a la gente. Muchas gracias. Bendiciones David Estimado David: Usted necesita hablar directamente con un abogado de inmigración. Mucho depende de su récord criminal. No mencionó otro problema, pero eso no quiere decir que usted no ha tenido otro contacto con la policía. Normalmente si el solicitante tiene sólo una convicción por robo y el valor de lo robado es mínimo, éste puede seguir con su caso pero es mejor hablar con un especialista. Hay varios perdones. Los solicitantes necesitan perdones por problemas criminales, enfermedades, por haber mentido al gobierno cuando consiguió una visa no-inmigrante o en la frontera o aeropuerto. Usted está hablando del perdón que uno necesita cuando ha vivido acá, pero salió del país. Si uno entró sin inspección, no puede cambiar su estatus aquí. Esa persona puede cambiar su estatus si tiene una petición aprobada y sale del país para hacer los trámites en el consulado norteamericano en su propio

país. Cuando salga la persona necesita un perdón por haber vivido aquí ilegalmente por más de un año. La administración de Obama está hablando de permitir hacer los trámites para ese perdón aquí, en vez de salir primero. Si el gobierno no aprueba el perdón, la persona sabe que no debe salir del país porque no podria volver por 10 años. Debe hablar con un abogado de inmigración para ver si va a necesitar DOS perdones —uno por su presencia ilegal aquí y otro por los problemas que ha tenido con la policia. No es posible dar buen consejo por este medio. Debe pagar los $100 para una consulta y recibir consejo sobre su caso especial. Buena suerte Beverly Black, Esq. Beverly Black, Esq. es abogada en leyes migratorias y familiares en Filadelfia, PA, con más de veinte años de experiencia. Ella sugiere que busque consejo legal porque cada caso es diferente. El consejo en este artículo es información general y no debe ser considerado consejo legal. Su teléfono es (215) 722-6080, pero si quiere hacer una pregunta por favor visite su website: www.beverlyablack.com. También, puede conectarse con ella por Facebook: http://facebook.com/lamigraytu o seguirla en Twitter @ attybblack. Además, puede mandarle una pregunta a lamigra@dosmundos.com. Beverly tiene ahora dos oficinas para servirle: 7600B Rockwell Avenue Philadelphia, PA 19111 (215) 722-6080 546 W. Hamilton Street, Suite 405 Allentown, PA. 18101 (484) 221-8466

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H

ay cosas que los norteamericanos prefieren no hablar. Una de ellas son sus armas. Y el otro son las drogas. Empecemos a balazos. A pesar de las masacres frecuentes y el alto índice de asesinatos, la mayoría de los estadounidenses prefiere tener absoluto acceso a sus armas que prohibir su uso. Y mientras no se limite el uso de pistolas y rifles en Estados Unidos, las matanzas continuarán. Ni el presidente Barack Obama ni el candidato republicano Mitt Romney se han atrevido a romper ese código de silencio. Estados Unidos es uno de los más violentos entre las naciones desarrolladas del mundo. Un reporte de la Oficina de Drogas y Criminalidad de las Naciones Unidas lo corrobora: Mientras que en Estados Unidos hubo 12,996 asesinatos en el 2010, en Alemania sólo hubo 690, Italia tuvo 529, Japón 506 y Suecia 91. Las masacres son ya parte de la historia reciente de este país. Tanto que han dejado de sorprender. Hace poco un ex estudiante de doctorado en neurociencias mató a 12 personas en un cine en Aurora, Colorado. El año pasado en Tucson, Arizona, un hombre asesinó a seis personas e hirió a la congresista Gabrielle Giffords. En el Tecnológico de Virginia hubo 33 muertos en el 2007. Todas las semanas recibo una infinidad de reportes de asesinatos con armas de fuego. Pero son tantos que han dejado de ser noticia. Ante este panorama uno esperaría que hubiera un debate a nivel nacional en Estados Unidos para limitar el uso de pistolas y rifles, particularmente el armamento semiautomático que se utiliza en las guerras. Pero no hay nada. No se discute ni en mítines políticos ni en programas de televisión. El temor es tan grande a perder votos y a enfrentar la furia de los portadores de armas que ni Obama ni Romney se atrevieron a decir nada al respecto durante las pasadas convenciones nacionales de sus partidos. Los estadounidenses suponen automáticamente que cualquier político que critique la legislación actual sobre las armas tratará de modificar la Segunda Enmienda a la Constitución que garantiza “el derecho del pueblo de poseer y portar armas”. Quien tratara de hacer eso se convertiría en un blanco para la poderosa y bien financiada Asociación Nacional del Rifle—y simplemente carecería de futuro político. Pero la segunda enmienda fue escrita en 1791 y no estamos en 1791. Ese derecho puede ser limitado o regulado por el bien común, como todos los derechos. Y el bien común, en este caso, es evitar las masacres y bajar la tasa de homicidios. Sin embargo, éste no es, ni siquiera, un tema de campaña. Estados Unidos es un país donde, en promedio, existe un arma por cada uno de sus 311 millones de habitantes. Matar es fácil. Y muchas de las armas que aquí se venden terminan del otro lado de la frontera en manos de narcotraficantes mexicanos. La malograda operación Rápido y Furioso —que permitió el paso de unas 2,000 armas de Estados Unidos a México— es sólo un ejemplo de lo que ocurre todos los días pero sin el permiso del gobierno norteamericano. Esas armas son usadas por narcotraficantes mexicanos para traer drogas a Estados Unidos. Y ese es otro de los temas del que casi nadie habla. El consumo de drogas en Estados Unidos no cesa. Según una encuesta en 2010 realizada por el Instituto Nacional de Abuso de las Drogas más de 22.6 millones de estadounidenses —o sea, 9% de la población de 12 años de edad o más— admitió haber consumido algún tipo de droga durante el mes pasado. La administración de Obama ha gastado más de $31,000 millones [de dólares] en campañas de salud y prevención, pero los resultados son mínimos. Ni el propio Presidente, que tanto ha gastado, ni su contrincante Mitt Romney han hecho de las drogas un tema central de su campaña. Es como si ambos partidos han aceptado, tácitamente, que ese no es un asunto prioritario para el votante norteamericano. Tampoco en Estados Unidos existe la conciencia de que su gigantesco y multimillonario uso de drogas es, en parte, culpable de los 65 mil muertos o más de la lucha contra el narcotráfico en México. Si no hubiera drogadictos en Estados Unidos no habría tráfico de drogas a través de México y la violencia en ese país sería mucho menor. Ese es otro tema perdido. La caravana por la paz, liderada por el poeta mexicano, Javier Sicilia (que recorrió 10 mil kilómetros y 25 ciudades norteamericanas) prácticamente pasó desapercibida para la mayoría de los habitantes de Estados Unidos que no hablan español. El poeta, quien perdió a su hijo por la violencia en México, intentó sin mucho éxito atraer la atención de los norteamericanos a un tema que, en realidad, les preocupa muy poco. Esta actitud tiene consecuencias muy graves y muy concretas: Todo seguirá igual o peor, gane quien gane la Casa Blanca. Más masacres, más consumo de drogas, más violencia. Armas y drogas: De esto no se habla.

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almost unrestricted. In consequence, the United States is among the most violent of the developed nations. A recent report from the United Nations Office on Drug and Crime shows that in 2009 there were 706 murders in Germany, 590 in Italy, 506 in Japan and only 92 in Sweden. In the United States, 15,339 people were murdered. Americans are shocked and grieved by the frequent massacres carried out by unhinged, angry people. And every week, so many people are murdered by guns that only a handful make the headlines – usually based on the number of victims. Considering this history, a person would expect there would be a nationwide debate about curbing access to guns, especially to semi-automatic weapons. But Obama and Romney haven’t dared to break the code of silence. The fear of incurring the rage of the gun lobby and losing votes is so great that neither candidate will propose any change. Unfortunately, their calculations are correct: Any politician who criticizes gun laws is automatically perceived as wanting to strike down the Second Amendment, which guarantees “the right of the people to keep and bear arms.” Anyone who did that would become a target for the powerful, well-funded National Rifle Association – and would have no political future. This silence continues, despite the massacres that have taken place during Obama’s term in office. In July, James Holmes, a former doctoral student in neuroscience at the University of Colorado, Denver, shot 12 people dead at a movie theater in Aurora, Colo. In January 2011, in Tucson, Ariz., Jared Lee Loughner, a college dropout who had behaved strangely, killed six people and seriously injured U.S. Rep. Gabrielle Giffords. Though the memory of those events remains fresh, there’s no change to the status quo. In the United States, buying a gun is easy. (Its 312 million citizens own an estimated 270 million guns.) Though laws vary by state, waiting times can be short to nonexistent and background checks aren’t always required. And many of the weapons wind up in the hands of Mexican drug traffickers. Under the Obama administration, the Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives (ATF) ran an ill-fated sting, Operation Fast and Furious, which allowed more than 2,000 weapons to pass into Mexico from the United States, with the goal of identifying gun-trafficking networks. Two of those guns were later found at a crime scene where a Border Patrol agent was killed. The fact that the ATF tried to track so many weapons gives us an idea of the huge number of guns bought in the United States – and then smuggled to Mexico. Drug traffickers then use those weapons to intimidate or kill anyone in Mexico who gets in their way as they smuggle drugs to the United States. Which brings us to another important topic neither presidential candidate has brought up: Drug use in the United States is increasing. According to a 2010 survey by the National Institute on Drug Abuse, more than 22.6 million Americans – that is, 9 percent of the population ages 12 and older – acknowledged having used some kind of drug within the past month. The Obama administration has spent more than $31 billion on health and prevention campaigns, but the results have been meager. The huge, multimillion-dollar market north of the border fuels drug manufacturing and trafficking in Mexico, where the military-led battle against the drug cartels has caused more than 65,000 deaths. If there were no drug users in the United States, there would be much less violence in Mexico. To raise awareness among Americans, in August and September, Mexican poet Javier Sicilia, who lost a son to the violence, led dozens of people – victims of the drug war, journalists and others – on a Caravan for Peace across the United States. They traveled more than 6,000 miles, visiting 25 U.S. cities as they tried to get people to rethink the wars on drugs on both sides of the border, which are causing so much violence and loss. Unfortunately, their message didn’t reach many Americans who don’t speak Spanish. In consequence of the silence on these two subjects, no matter who wins the U.S. election in November, everything will remain the same or become even worse: More massacres and more drug use and the cycles of violence continue. On guns and drugs, it seems mum’s the word.


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