1 minute read

dielman” x javier zurro

La votación que cada década realiza el British Film Institute eligió a “Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles AKA como “La mejor película de la historia”, por encima de “Vértigo” y “Ciudadano Kane” y… os podéis imaginar lo que ocurrió: Por supuesto, salieron todos los señoros que ni habían visto la película a decir que ¡cómo se les ocurría votar a una mujer que no conocían por encima de sus clásicos!

Pero desde hace décadas, la película de Chantal Akerman se había reivindicado como punto de inflexión en la historia del cine. El New York Times, de hecho, la eligió como la primera obra maestra feminista de la historia. Su proyección de Cannes no estuvo exenta de crítica, y Akerman recordaba el momento traumático en el que comenzó a oír el sonido de las butacas de la gente que se levantaba y se iba de la proyección

Advertisement

Por suerte la película se reivindicó, especialmente por las mujeres directoras. Isabel Coixet contaba parte de la importancia del filme: por primera vez colocaba en escena el espacio doméstico, reservado para las mujeres. Y es que hasta entonces el cine no había mostrado a mujeres realizando las labores a las que los hombres las habían confinado. Por eso es tan importante ver a Jeanne Dielman haciendo la tortilla de patata, y haciéndolo en los tiempos en los que se hace. Los señoros de Cannes no aguantaron porque nunca habían hecho una tortilla ni sabían lo que es la vida doméstica.

Pero en Akerman y en Jeanne Dielman hay mucho más que una representación de lo doméstico. En Jeanne Dielman está otra de las claves del cine de Akerman… La repetición. Tres días de rutina que poco a poco se van rompiendo. Los actos que se repiten hasta que dejan de hacerlo, y cuando se rompen… todo estalla.

Así, el final del filme, es una explosión feminista. Un acto de rebelión, porque como decía Paquita Salas, no estoy loca, estoy hasta el coño. Y Jeanne Dielman, y Chantal Akerman, estaban hasta el mismísimo coño del machismo.