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De Emprendedor Infantil a Destacado Penalista

Alberto Mora

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Si hay algo que define mi padre es la palabra servicio. Siempre ha sido visto por todos como el que da la milla extra, el que sostiene la sombrilla cubriendo a los demás en la tempestad. Bien dicen que cuando amas lo que haces, el éxito llega solo, y para emprender, se necesita tener motivación, esta es la única manera de enfrentar las dificultades que surjan en el camino empresarial. Ponerte en el lugar de los otros para entender sus necesidades te ayudará a crear vínculos con las personas que sirves. El menor de todos sus hermanos y quien perdió a mi abuela siendo muy niño ha visto siempre la vida desde lo simple para cambiar la vida de otros. Ingenioso, a su corta edad se inventó exitosamente un parqueadero para caballos para competir con los de vehículos. Nadie confiará en tu negocio si tú no lo haces; si dudas, eso se reflejará en el entorno y podría repercutir en tu éxito. Mientras atendía el colegio de los grandes hombres de mi país, decidió abandonar sus sueños de ingeniero, heredándomelos, y se aferró a los de abogado para acompañar a la hermosa y maravillosa mujer, primera en sus clases, con la que formó una familia de hoy cuatro empresarios que atendió paralelamente mientras estudiaba y trabajaba tiempo completo. De niño empresario, al joven militar, al abogado prestante escaló de manera exponencial desde auxiliar en un tribunal hasta Magistrado de la Corte Suprema de Justicia donde sirvió por más de 20 años, llegando a ser reconocido como uno de los más jóvenes y grandes penalistas de siempre. Su negocio fue la justicia para todos, y entre más humilde su cliente más verdadera. Si eres empático, serás capaz de llevar tu negocio a todos, insistía. ¡¡Cambiar vidas, el mejor negocio del hombre!!

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