El Sol de la Sierra 6 septiembre 2018

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Vol 13, No. 36

El Primer Periodico en Español de la Sierra | Publicado los Jueves |

Septiembre 06 - Septiembre 12 | 2018

Una historia distinta del Camino

La tierra de extremos

Amparo, Andrea y Alberto se maravillaron de encontrar nieve en el verano Californiano. Mammoth Mountain Summit. Foto por Darcie Khanukayev.

Y ahora el informe meteorológico con Howard Sheckter — sonó la voz familiar en la emisora KIBS— en Bishop podemos esperar esta noche: despejado, viento ligero y variable. Viernes: soleado, viento ligero y variable. Sábado: soleado, viento ligero y variable ... —Ahora en Mammoth Lakes. Esta noche: neblina generalizada y despejado. Viernes: neblina generalizada, soleado... «Nada extremo hay eso» pensé: «soleado y claro, ligero y variable». Pero ésa no ere la conclusión a la que Amparo, Alberto y Andrea habían llegando. Nuestros estudiantes de España estaban en ese momento en un banco de nieve en la cima de Mammoth Mountain, tiritando a causa de una brisa refrescante a gran altura. Para comprender cómo evolucionaba su conocimiento sobre California, necesitamos hacer un seguimiento de nuestra historia. El día anterior, habíamos conducido a través del Death Valley (Valle de la Muerte). Es el Parque Nacional más caliente y más seco de todo el mundo. La página web del Servicio de los Parques Nacionales en el Valle de la Muerte dice: “En esta cuenca bajo el nivel del mar, la sequía constante y el récord del calor en el verano hacen de Death Valley una tierra de extremos. Sin embargo, cada extremo tiene un contraste sorprendente. Los picos elevados están cubiertos de nieve invernal. Las raras tormentas traen vastos campos de flores

El Parque Nacional de Death Valley establece un nuevo record en temperaturas altas para los estudiantes españoles. Foto por Darcie Khanukayev.

silvestres. Los exuberantes oasis albergan pequeños peces y son un refugio para la vida silvestre y los humanos. A pesar de su nombre morboso, una gran diversidad de vida sobrevive en el Valle de la Muerte.” Hermosa descripción. Sin embargo, exuberantes oasis fue el último pensamiento que cruzó nuestras mentes cuando abrimos las puertas del automóvil e inhalamos la primera ráfaga del aire sofocante del Valle de la Muerte. 116 grados. Nuestros marchitados viajeros se centraron en sonreír valientemente a la cámara para sacar una foto con el indicador de temperatura. Tan pronto como hice el “clic”, sus sonrisas desaparecieron, y se dirigieron hacia el edificio con aire acondicionado. —¡No sé por qué me había molestado en coger una chaqueta para este viaje! —murmuró Amparo abanicándose con el mapa de la guía del parque cuando volvimos a la camioneta. Al dirigirnos a lo largo de la US 395, refrescó un poco y los niños pudieron visitar Bishop y Mammoth Lakes, las ciudades legendarias de las que tanto había hablado en España. Conduje directamente a la casa de nuestro anfitrión en West Bishop donde les esperaba otro tipo de extremo. Cuando llegamos a la entrada de la casa, salió nuestro anfitrión para saludarnos con un castellano bastante bueno: —¡Hola, bienvenidos a todos! Robert Atlee abrió las puertas del coche, pero los niños no se

Los extremos nunca terminan ya que Robert Atlee descansó un momentito sobre Andrea. Foto por Darcie Khanukayev.

movieron. Yo, como una madre, les dije que salieran, que le dieran la mano y que se presentaran en inglés como lo habíamos practicado tantas veces. Entonces me di cuenta por qué habían vacilado. Robert se alzó ante ellos, como lo hace con toda la gente. Él mide 6’8” o sea 2,03 metros. Yo ya estoy estaba acostumbrada, igual que mucha gente a la que conoce. Los chicos dejaron caer sus pertenencias cuando les dijo que les iba a dejar conducir su camión en el desierto. —Amparo, Alberto, ¡coged vuestras chaquetas! ¡Vamos a subir a la cima de las montañas! —grité por las escaleras al día siguiente. No me tomaron en serio. Los adolescentes ya se sabe… “yo lo sé todo”. Pero insistí. Al final las cogieron. Al llegar a Mammoth Lakes, nos dirigimos al teleférico y subimos. Miraban con deleite a través de la bola de cristal las impresionantes vistas de la Sierra Nevada, también llamada la Cordillera de la Luz. Ellos, con asombro, señalaron a los ciclistas de una montaña, que se veían como pequeños saltamontes brincando de un lado a otro de esta. Entonces, comenzaron a tiritar; la puerta del teleférico se había abierto y había dejado entrar un gélido viento. Fingí observar un halcón a lo lejos mientras ellos se ponían sus chaquetas.

Por Darcie Khanukayev


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