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Vol 13, No. 26
El Primer Periodico en Español de la Sierra | Publicado los Jueves |
Junio 28-04 | 2018
Una historia distinta del Camino
Los fugitivos Por Darcie Khanukayev
—¡Justin Edward McIntyre! ¡Ven aquí ahora mismo! —¡Ostras!, seguro que mi hermano menor se ha metido en un lío! —pensó mi mente de diez años. Me pregunté ¿qué habrá hecho para merecer ese tratamiento del nombre-completo de nuestra madre tan enfadada. —¡Entra! ¡Quiero que todos estos caracoles salgan de la cocina! —gritó. Esa última declaración me impulsó a la acción. ¿Dónde estaban los caracoles que tan cariñosamente había recogido y cuidado ayer? Con precaución, para no llamar la atención, me asomé a la cocina detrás de mi hermano, el acusado. Mis ojos se posaron en el bote de caracoles en el alféizar de la ventana. Estaba vacío, excepto por la hierba y la lechuga que había guardado cuidadosamente para su cena. Entonces, eché un vistazo por la cocina. La escena empezó a tomar forma: pequeños senderos relucientes en los mostradores, en los armarios de vidrio, cruzando los grifos y atravesando la parte superior de la estufa. Había muchos caminos y todos terminaban con una pequeña criatura retorcida dentro de una concha marrón grisácea con una cara similar a un moco y dos diminutas antenas que se extendían hacia arriba. ¡Sollozando, mi hermano insistió que no eran sus caracoles! Ahora, me reí al recordarlo y al contárselo a mi amigo, Xavi. Compartíamos historias de nuestras infancias mientras exploramos La ruta de seda y el Museo de la Seda en Valencia, España. Resulta que esta visita iba a ser más que una vía atracción
turística menor; se estaba convirtiendo en un fascinante viaje a la historia. Tomo toda la responsabilidad por mi ignorancia; no lo culpo por el hecho de que soy de un pequeño pueblo aislado en el Eastern High Sierra donde la pesca y el senderismo tienen más prioridad que la producción de seda. Pensé, sin duda, que toda la seda provenía de China, ¿verdad? Incorrecto. Cuando los musulmanes llegaron a la Península Ibérica en el siglo VIII, trajeron la seda junto con ellos. En la parte ahora conocida como Valencia, su empresa se afianzó y floreció hasta el día de hoy. De hecho, en toda la zona, las moreras aún prosperan; sus hojas son el único alimento que comen los gusanos de seda. En Valencia, uno puede visitar los sitios originales de la industria textil, como Velluters, un barrio que tenía más de cinco mil tiendas de seda. La Lonja de la Seda es un gran edificio gótico en el corazón de Valencia donde los mercaderes hacían sus negocios de seda. En 1996, ese edificio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y se dice que es una obra maestra que representa la riqueza de Valencia durante ese tiempo. De hecho, esta industria de la seda fue tan importante en el siglo XVI que sirvió de modelo para la producción de seda en otras ciudades españolas, como Barcelona y Toledo. En el siglo XVIII, el comercio de la seda comenzó a disminuir, pero afortunadamente continúa en Valencia gracias a los elaborados vestidos y los trajes de seda con que se visten durante las Fallas. —Entonces, en California, coleccionabas caracoles. Aquí en Valencia, coleccionaba gusanos de seda —respondió
Xavi mientras continuamos charlando y explorando el museo. —Salía al río y recogía un montón de hojas de morera para alimentarlos. ¡Es sorprendente cuánto comen! Yo no era el único que coleccionaba gusanos de seda, hubo un tiempo en que las pobres moreras no tenían hojas porque los todos los niños del pueblo también las recogían para alimentar a sus pupilas —dijo Xavi, reflexionando. —Una vez mis gusanos estaban tranquilos en su caja de zapatos debajo de mi cama. Habían hecho sus capullos de seda y estaban “durmiendo”, así que no tenía que alimentarlos. Me había olvidado de ellos hasta que un día me desperté de repente con un: —¡¡¡Xaviii, saca estos bichos de aquí!!! Riéndose, Xavi describió su habitación; estaba llena de polillas grisáceas trepando por las paredes y muebles. Una vez liberadas del capullo, escaparon de la caja de zapatos. Su madre no estaba lo que se dice del todo contenta. Las polillas de seda, continuó describiendo Xavi, tienen un tacto extraño; es sedoso y suave, casi como gelatina. Uno tiene que estar preparado y con ganas de tocarlos. Dijo Xavi que pasó la mañana liberando a las polillas fugitivas, y que después, sus días de gusanos de seda se habían acabado, ¡ya no las quería tocar más! Hasta el día de hoy, nunca se ha descubierto quién fue el responsable de los caracoles fugitivos esa mañana de verano en Bishop. Igualmente interesante es que, al mismo tiempo, mi afecto por los caracoles desapareció.