El Sol de la Sierra 20 septiembre 2018

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Vol 13, No. 38

El Primer Periodico en Español de la Sierra | Publicado los Jueves |

Septiembre 20 - Septiembre 26 | 2018

Una historia distinta del Camino

¡Vaqueros e indios! Andrea y Amparo con Anna, una «verdadera vaquera».

Colin Vaughan, un «verdadero vaquero». Foto de la Asociación del High School Rodeo.

Alice Piper, Líder de derechos civiles de Big Pine. Entonces, ¿realmente existen en EE. UU. los vaqueros y los indios? Hemos visto películas sobre ellos en España, pero es ficción, ¿verdad? —Amelia me preguntó mientras agitaba su café. Estábamos aclarando algunos detalles del viaje del grupo de estudiantes aventureros que pronto se dirigiría a California. —Sí, claro que existen, pero Amelia, no los llamamos indios. Son nativos americanos o indígenas americanos. Los indios viven en la India. —Respondí. Fue entonces cuando decidí que cuando llegáramos al valle de Owens, conocerían a algunos vaqueros e indígenas americanos «en vivo y en directo». Mientras viajábamos por el US 395, la espectacular Sierra Nevada con una furgoneta llena de estudiantes españoles, tenía presente mi conversación con Amelia. Nuestra primera parada fue a conocer la reserva indígena de Big Pine. Cuando los estudiantes vieron a un grupo de jóvenes nativos caminando por la calle, escuché desde la parte trasera de la furgoneta: —¡Se parecen a nosotros! —Sí, sí, son como los sudamericanos que viven en España. Sonreí para mis adentros al escuchar ese comentario. R e cordé cuando yo tuve esa misma sensación; tenía 17 años y había salido de la protección

de mi pueblo natal, Bishop, para vivir un año en Sri Lanka como estudiante de intercambio. Fue allí donde conocí por primera vez a los budistas. Por ridículo que parezca ahora, en aquel momento me maravillé de su semejanza con el resto de los seres humanos. Son momentos así los que rompen con los estereotipos que hemos heredado de nuestra infancia. Después de recorrer la reserva y el mercado de agricultores, nos detuvimos frente a Big Pine Schools para rendir homenaje a Alice Piper, nuestra líder de los derechos civiles. Les expliqué a mis estudiantes que era una chica de la tribu de los Paiute que vivía en Big Pine. Ella quería la misma educación que los estudiantes no nativos, porque se les había prohibido asistir a la recién construida Big Pine High School en 1923 debido a su raza. ¡Les dije que luchó por los derechos civiles y ganó! Según Wikipedia, «Alice Piper se erige como una antigua heroína de los derechos civiles que abogó por igualdad de oportunidades educativas para los nativos americanos, abriendo la puerta a la igualdad de acceso a la educación para todos los niños, independientemente de la raza». Su victoria impresionó mucho a los estudiantes españoles, pues todos tenían más o menos la misma edad que ella.

Unos días más tarde, mientras regresábamos de Manor Market, Andrea, una jinete ávida de Valencia, España, preguntó: —¿Dónde están los vaqueros? Para ser sincera, no estoy segura si basó su pregunta en las suposiciones de que los vaqueros y los indios son inseparables, como las galletas y la leche, o no. —Los conoceremos mañana — le dije mientras preparábamos los tacos para la cena. (Otra novedad para los estudiantes que nunca los habían comido). A la mañana siguiente, nos detuvimos primero en el Mill Pond Equestrian Center, donde Hilke, la dueña, dejó que los niños lo exploraran. Cuando presenté nuestro grupo al jovial Andrés, el jefe del Centro Ecuestre, los niños observaron su atuendo: los pantalones vaqueros, las botas puntiagudas y polvorientas, el sombrero de ala ancha y la gran hebilla brillante en el cinturón. Alberto, el audaz del grupo, observó el escenario y dejó escapar: —¡Te ves como los nativos americanos que viven en Big Pine, pero vas vestido como un vaquero! Nunca lo había pensado; todos sabían que Andrés era descendiente mexicano, no de los americanos indígenas. Y que muchas de nuestras tradiciones de vaqueros: el rodeo, los ranchos y más, vinieron de Méx-

ico. —¡Ostras! —se rio Andrés—, ¡así que piensas que todos los vaqueros son gringos! Bueno, pues estás equivocado, los vaqueros no son una raza, es una actitud, una forma de vida. ¡Cualquiera puede ser vaquero si tienes lo que se necesita! —¿Qué es un gringo? —preguntó Andrea, la jinete, preguntándose si también estaba incluida en el grupo «gringo» y si eso era bueno o malo. —¡Una persona blanca que no es mexicana! —se rio Andrés. «¡Guau!» pensé. Dos cosas me sorprendieron: 1) el recordar de cuán increíblemente diverso y culturalmente rico es este valle; y 2) cómo Andrés maniobró los estereotipos con tanta gracia y humor. —Está todo bien, gringo es solo un nombre —respondió Andrés, con una sonrisa—. Y he oído que os vais a encontrar con uno, ¡Colin, el hijo de Darcie! Pues, no os preocupéis, es un gringo y ¡es genial! Pero antes de que nos fuéramos, Alberto preguntó muy preocupado: —¿pero vas a luchar contra los indígenas? —No —respondió Andrés, riéndose aún más fuerte—, ¡eso solo pasa en las películas.

Por Darcie Khanukayev


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