El Sol de la Sierra 12 julio 2018

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Vol 13, No. 28

El Primer Periodico en Español de la Sierra | Publicado los Jueves |

Julio 12-18 | 2018

Una historia distinta del Camino

Hacer la Muixeranga Por Darcie Khanukayev

—¡Dios mío, si me caigo ahora es muerte segura!, —pensé tratando de negar el miedo que se extendía por todo mi cuerpo. Quería comunicar confianza a la multitud que se reunía a ver el espectáculo. ¡Demostrar que era una mujer moderna, que mira a la muerte a la cara y se ríe de ella! En resumen, una californiana genial. Todos tenemos nuestras fantasías, y la mía, la de ser una californiana genial tendría que esperar para otro momento. Puse toda mi atención en enderezarme; mis pies temblaban, mis piernas se tambalearon sobre hombros de abajo. Asustada, busqué las manos de los muixeranguers que me estaban sujetando. Hubo risas y un grito: la risa era de los muixeranguers; el grito, el mío. En La Sierra Nevada de California, cerca de Bishop, hay unos barrancos llamados “The Gorge” y unas colinas rocosas que se llaman “The Buttermilks”. Son áreas de escalada de primera clase mundial que atraen a personas de todo el mundo, incluidos a los españoles. Ahora es común ver a grupos de amigos escaladores salir con cascos, cuerdas, agua y grandes almohadillas para disfrutar de un día de escalada. Es un deporte que he disfrutado con mis hijos y amigos. Supongo que así fue como tuve la idea de decir sí a los muixeranguers. Un muixeranguer es una persona que hace muixeranguers. Es un grupo de personas que se reúnen todas

las semanas para perfeccionar sus habilidades para formar pirámides humanas. La pirámide comienza con un grupo de hombres robustos en la parte inferior y sobre esa base se construyen pisos de personas hasta un máximo de once niveles. Esto termina con un niño coronando la parte superior. Es impresionante verlo en la plaza del pueblo. La cuna de la Muixeranga es Algemesí, España, una ciudad de 28.000 habitantes. Los primeros conocimientos que se tienen de la Muixeranga datan del siglo XIII. Xavi, mi amigo nativo de Algemesí, me explicó que se utilizan estas torres humanas para asaltar las murallas de los castillos e invadirlos. Los muixeranguers suben unos encima de otros hasta alcanzar la parte superior de la muralla del castillo y luego descienden por dentro de las paredes de este para así poder abrir las puertas a los demás. Ahora es Patrimonio Inmaterial de la humanidad UNESCO. Escalar con los muixeranguers me recordó la escalada en el valle de Owens. De hecho, comparten muchas técnicas. Ambos usan técnicas especificas y asideros de pie y de mano para subir a las pirámides humanas o acantilados. Otra similitud es la vertiginosa altura que ambos alcanzan. En la plaza mayor de Algemesí, el sábado pasado, vi cómo los muixeranguers usaban las manos y las piernas dobladas como peldaños para trepar. Se envolvieron la cintura con una faja larguísima que sirve tanto como para

cogerse de las manos como para sostener los pies. Las dos actividades tienen sus diferencias. Por ejemplo, en California trepan cantos rodados y acantilados, y usan cuerdas, cascos y arneses. Los muixeranguers de Algemesí, no. La pirámide que escalan los muixeranguers no es una roca estable, son seres humanos. Esa roca humana es un conjunto de seres temblorosos, pero concentrados y determinados. En lugar de usar cuerdas y grapas, el éxito del grupo depende de un sentido de hermandad, confianza y fe. Tienen sus técnicas de caída, y la multitud que los rodea en la plaza es parte de ellas. Vicente y Xavi, que eran muixeranguers, me mostraron cómo agacharme y cubrirme la cabeza para crear una plataforma de aterrizaje para el escalador que cae. ¡Una almohada humana! —¡Darcie! ¡Te vi hacer una muixeranga! ¡Parecías un poco asustada! —la voz risueña de Ana llamó mi atención. Ella es una estudiante en la escuela donde soy profesora. —Subo al sexto piso, (¡es decir, ella es la corona de la torre humana de seis niveles de altura con los dos brazos extendidos y una pierna levantada!) ¡Es muy divertido! —dijo tratando de compartir su confianza conmigo. Miré a la niña de ocho años. —Wow —fue todo lo que respondí.


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