El sol de la siera 24 agosto

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Vol 12, No. 34

El Primer Periodico en Español de la Sierra | Publicado los Jueves |

Agosto 24-30 | 2017

Una historia distinta del Camino

¡Cada día, Fishmas!

Los ojos, planos y fríos, miraban a la nada. No eran desafiantes, ni estaban suplicándome un rescate clandestino, sólo comunicaban esa mirada inquebrantable y penetrante. La lucha había terminado. Estaban muertos. Inspeccionando la pesca desde arriba, reflexioné sobre cómo estas gloriosas, extrañas criaturas del mar habían dado sus vidas. Observé el arco iris plateado brillante de su piel, sus bocas en un eterno ceño, la perfecta simetría de sus aletas. Precioso y prehistórico. Las voces masculinas excitadas a mi lado me sacudieron de mi reflejo: —¡Sabes que están recién cogidos, mira sus ojos! exclamó Miguel Muriel con exuberancia. Es el propietario de La Corchuela, un restaurante de mucha fama construido sobre la bahía de Cádiz al sur de España. Ramón, igualando la emoción en su voz, estuvo de acuerdo. —¡Mira lo penetrantes que son, y la piel, tan firme!, se maravilló. Su admiración me inspiró a mirar de nuevo a esos ojos -casi esperaba ver una página central de Playboy en lugar de un pez muerto. Fue en ese momento que todo me quedó claro: yo no estaba en un lugar físico de España sino acababa de entrar en otra dimensión. Un lugar sin fronteras internacionales, sólo tierra y agua, los atavíos y la carnada, barcos y cerveza. ¡Era Fishmas (Como Christmas, la Navi-

dad, pero con pescado)! Fishmas es una celebración consagrada comparable sólo, dicen algunos, con la Navidad. Cada año en el Valle de Owens y la Sierra Oriental, en lugar de comprar regalos especiales para sus seres queridos, la tienda cercana de Kmart se llena de entusiastas de Fishmas; compran sacos de dormir, cañas de pescar, gusanos, neveras y linternas. Numerosas familias cargan sus furgonetas, meten a sus niños y salen por la carretera 395 de EE.UU. para celebrar estas sagradas vacaciones. Y ¡qué tonta que soy yo! pensé que esto era sólo un espectáculo de la Sierra Oriental. ¡Qué equivocada estaba! Cádiz es una de las ciudades más antiguas del mundo occidental, es un puerto meridional de España del lado atlántico: han estado pescando en este área durante mucho tiempo. No es ninguna sorpresa que me encontré en el pintoresco restaurante marinero llamado La Corchuela. El sonido de las olas rompiendo contra los muelles del restaurante añadido a su auténtico aire de Fishmas. Ahora, Ramón y Miguel, en un ritual sagrado mutuo, estaban inspeccionando un calamar grande, y luego una dorada. Hablaron de trucos de cebo, técnicas de lance, y mantenerlos en hielo. Miguel, en su orgullo de compartir, me entregó un pez grande para admirar. Aferré la cola con todas mis fuerzas para que no se me escurriera de las manos. No estaba tan preocupada por magullar el pescado, más bien de la opinión que tendría Miguel de mí al dejar caer a su amada captura. Los dos hombres continuaron intercambiando técnicas de asar a la parrilla y de marinar, fue como dos ancianas discutiendo las recetas de un pastel de tres leches. Sólo podía maravillarme con la escena. Visualicé una pegatina para el parachoques: ¡No luche, pesque! Vi un nuevo orden mundial que vivía en armonía y paz, ya que los pueblos en todas partes se dieron cuenta de que todos somos uno en Fishmas. Y luego, más tarde ese día, sucedió. Yo me enganché como una verdadera aficionada de Fishmas. Después de saborear mi dorada asada con textura de mantequilla, no podía imaginar nada mejor. Me llevó de nuevo a mi niñez de la Sierra Nevada cuando freíamos las truchas que cogíamos en nuestras excursiones de senderismo. Yendo más allá de mi limitación preconcebida del sabor de Fishmas, miré el plato de Ramón; me permitió pillar un bocado de su anguilla frita, un plato famoso del restaurante de San Fernando, Cádiz. El exterior crujiente rápido contrastó sorprendentemente con el suculento in-

terior. ¡Simplemente no hay nada mejor! ¡Feliz Fishmas a todos! Mientras saboreaba el momento, rodeado de amigos y tiempos festivos de una celebración tradicional de Fishmas, envié una bendición silenciosa reconociendo a estas criaturas por hacer que la ocasión fuera tan especial. Y también, en silencio, expresé mi alivio de que los ojos planos y cocidos habían perdido su mirada obsesiva y fría.


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