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Callejón del Judío

María Elena Schlesinger

El Callejón del Judío es uno de los lugares más emblemáticos del Centro Histórico, ubicado muy cerca del Cerrito del Carmen y del barrio de San José, en la zona uno de la ciudad.

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De este callejón se cuentan diversidad de historias y leyendas, lugar que dio mucho de que hablar a principios del siglo XX, pues aquí se encontraba la casa en donde se escondieron los cuatro jóvenes estudiantes implicados en la conspira- ción de la bomba para liquidar al presidente Manuel Estrada Cabrera.

La sangrienta pesquisa se llevó a cabo el 20 de mayo de 1917, día en el cual las fuerzas oscuras de la policía del “Señor Presidente” efectuaron la cacería de los fugitivos, quienes al final prefirieron el suicidio que la tortura y mazmorra oficial.

Testigos del hecho aseguraron que el empedrado de la calle quedó teñido de rojo con la sangre de las víctimas, la que bajaba en chorritos como agua de lluvia por los tejados de la casa.

Mucho tiempo antes de esta tragedia, en los alrededores del barrio del Cerrito del Carmen y de las iglesias de La Merced, la Parroquia y San José, cuando la penumbra de la noche se tragaba las calles y la ciudad quedaba a oscuras, no quedaba más remedio que contar historias para entretenerse y matar el tiempo, como la del Judío Errante.

Contaban los parroquianos que Cuando el Divino Maestro caminaba rumbo al Monte del Calvario cagando su cruz a cuestas, se detuvo por un momento en una casa en donde trabajaba un zapatero. El Maestro maltratado y con mucha sed, le pidió un poco de agua a un zapatero que en ese momento se encontraba ocupado clavando con un martillo una de las suelas de un zapato. El zapatero miró de reojo a Jesús, y sin conmoverse un ápice por la corona de espinas que llevaba sujeta a su cabeza ni por la sangre que le chorreaba por la cara, ni por el peso de la cruz que cargaba sobre su hombro, le respondió desvergonzadamente: “Camina, camina hasta donde tu destino se va a cumplir”. Al escuchar estas palabras, el Divino Maestro le maldijo y le respondió: “Tú, anda, maldito, hasta la consumación de los siglos”, y como si se tratara de un rayo, le cayó la maldición eterna condenándolo a vagar por todo el mundo sin rumbo, como alma en pena, sin poder descansar más que una vez al año. Desde aquel día, al zapatero ingrato se le conoció con el apelativo de Judío Errante”. Cuenta la leyenda chapina que el Judío Errante, el viajero más viejo y cansado del mundo, el día que por fin pudo descansar, le tocó la suerte de estar en Guatemala, cerquita del Cerrito del Carmen. El viajero detuvo su marcha, cansadísimo por sus andanzas de todo un año de viajero interminable, y con los pies adoloridos y llenos de callos, tocó la puerta de una casa pequeña, pintada de verde, en el primer callejón que se le pasó en frente, y desde entonces a este famoso callejón se le conoce como, Callejón del Judío.

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