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GONZALO MARROQUÍN GODOY ENFOQUE
bajo, salud y lucha anticorrupción, entre otras–, o a ideales como nacionalismo y soberanía, con la promesa de construir aquella “patria grande” con la que cualquiera sueña.
AUNQUE SIEMPRE HAN EXISTIDO LÍDERES Y GOBIERNOS POPULISTAS, ESTA CORRIENTE ENCUENTRA AHORA
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UNA RESPUESTA QUE PRONTO SE CONVIERTE EN AMENAZA PARA LA DEMOCRACIA Y LIBERTADES.
El populismo es una forma de hacer política buscando el encanto de las masas o exacerbando aquellas necesidades y sentimientos que los políticos tradicionales no han sabido resolver o atender, lo que abre las puertas para el surgimiento de un mal mayor: el autoritarismo.
Los casos en Latinoamérica sirven de muestra y presentan variantes que van desde el populismo “respetuoso”, al menos de las formas democráticas, hasta aquellos en los que los gobernantes, sabiendo que han logrado entrar en el corazón de las masas, asumen posturas autoritarias e intentan perpetuarse en el poder, al estilo de dictaduras bajo fachada electoral.
Aunque los politólogos difieran sobre el significado de populismo, se entiende como la estrategia de aquellos que apelan con ardiente discurso a las necesidades de los pueblos –seguridad, educación, tra-
Estos discursos llenos de demagogia, aunque bien enfocados para cautivar a las masas, suelen tener buen resultado, principalmente por el fracaso de los sistemas políticos surgidos tras los regímenes militares del siglo pasado. Es una situación a la vista en países latinoamericanos, que han abierto las puertas para que el populismo triunfe, tal como ha sucedido en Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Argentina, El Salvador, México, Brasil, Chile y Colombia, aunque en estos últimos mencionados con un corte de respeto a las formas democráticas.
Por cierto, el populismo no es exclusivo de los líderes de izquierda ytambién los puede utilizar alguien de derecha –Donald Trump es un ejemplo– con el mismo objetivo: enardecer a las masas para que se sumen al movimiento que –de acuerdo con las promesas–, debiera provocar cambios radicales.
La era moderna del populismo en la región la inició Hugo Chávez en 1999, cuando con discursos y promesas llegó a la presidencia y se convirtió rápidamente en dictador, detentando todos los poderes del Estado. Su populismo le acompañó hasta la muerte, no sin antes abrir la peligrosa brecha que siguieron otros líderes, como Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega.
Mar A Aguilar
Procesos electorales e “indios
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LA PRESENCIA INDÍGENA EN LOS GOBIERNOS HA VARIADO DE LO “PERMITIDO” HASTA EL NIVEL DE LA “DOMESTICACIÓN”. LA HISTORIA ATESTIGUA LA ASIGNACIÓN DE CARGOS ORNAMENTALES A MAYAS SONRIENTES Y COLORIDOS, PERO SIN VOZ, HASTA ESTRICTOS E ILEGALES DEFENSORES DEL SISTEMA CRIMINAL Y CORRUPTO.
Continuando con la interrogante de la semana pasada, sobre ¿cuál es el papel de los sectores indígenas dentro del proceso electoral? Para responder es importante comprender el contexto dentro del cual este cuestionamiento se realiza. La participación indígena en cargos políticos y públicos, como fue mencionado, comenzó con el auge de las políticas multiculturales neoliberales. Esto no significa que antes a estas políticas algunos indígenas no hubiesen optado a cargos políticos o que algunos no se hubiesen insertado en el mundo de la política partidista, simplemente que ese era un proceso difícil con restricciones atadas a políticas dictatoriales de los gobiernos militares.
En Guatemala, la transición democrática y los proyectos de nación posteriores a la firma de la paz en 1996, como parte de la rearticulación de la nueva nación en época de posguerra, abrazaron elementos culturalistas de los pueblos indígenas, haciéndolos pasar como procesos de equidad y restitución por los siglos de expolio a los que los pueblos han estado expuestos. Fue dentro de ese contexto que se crearon ventanillas relacionadas a temas de pueblos indígenas como la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo contra los Pueblos Indígenas en Guatemala (CODISRA), la Defensoría de la Mujer Indígena (DEMI), o el Fondo de Desarrollo Indígena Guatemalteco (FODIGUA), las cuales, según sus estatutos, enfrentarían el racismo histórico y la demanda de tierra que carcomía el interior del país. Sin embargo, como estas ventanillas fueron creadas por el mismo sistema criollo, estas han servido para crear burocracias indígenas complacientes y no para resolver problemas estructurales de los pueblos. Es así como la presencia indígena en los gobiernos, a partir de 1997, ha variado en el espectro de lo “permitido” hasta el de la “domesticación”. La historia ha atestiguado la asignación de puestos ornamentales a Mayas sonrientes y coloridos, pero sin voz, hasta estrictas e ilegales defensas del sistema criminal y corrupto, un ejemplo es la actuación del ahora jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI) Rafael Curruchiche. Pero ¿en qué se diferencia la participación de los indígenas durante los procesos electorales? Aquí propongo que más que un “indio permitido” se analice el desfile complejo de grupos diversos, sectores de mujeres y hombres indígenas movidos por intereses individualistas y hasta criminales, dispuestos a prostituir a sus pueblos y comunidades al mejor postor. Continuará.