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Cuando la verdad se retuerce
Las redes sociales principiaron de manera bastante limitada en las postrimerías del siglo XX, pero han tenido su explosión durante las primeras dos décadas del siglo XXI, alcanzando un nivel global e impactando de diversas formas en todas las actividades de las personas, en unos sentidos de manera positiva y, en otros, de forma totalmente negativa.
Las redes sociales son utilizadas en la actualidad por casi todas las personas del planeta y están al alcance de cualquiera que tenga un dispositivo celular o computadora. En un principio su connotación fue muy positiva, pues la comunicación y la información que las nutren, son algo de valor y necesario en la vida de los seres humanos.
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Es cierto que las redes facilitan la comunicación e interacción entre personas y así, el flujo informativo se volvió prácticamente ilimitado. Sin embargo, como suele ocurrir, la intervención de mentes perversas, malintencionadas y sin escrúpulos, se hace presente y crea una gigantesca distorsión que, en la práctica, se está convirtiendo en un problema más grande de lo que hasta el momento se reconoce.
En efecto, aquello que parecía bueno y hasta necesario, se ha vuelto un mal que se extiende como el cáncer. La comunicación ha alcanzado la inmediatez
–transmisiones en vivo, por ejemplo–, mientras que la información se ha convertido en el flujo más importante en las redes sociales como Facebook, Twitter, TikTok y demás, por lo que hoy en día vemos que, en muchos sentidos, llegan a sustituir a los medios periodísticos como fuente de información, con el agravante que la prensa tiene que cuidar su credibilidad, mientras que en las redes, nadie vela por la certificación de lo que se publica o transmite.
En Guatemala estamos viendo el fenómeno de la desinformación de manera magnificada desde hace algunos años. La manipulación que hay de todas las redes sociales ha alcanzado niveles increíbles, agravada por el hecho de que muchas veces se acepta lo falso como cierto, por no tomarse la molestia el destinatario o usuario, de verificar si lo que le dicen es cierto o falso.
En esto momento se puede comprobar esto con las campañas que se montan a nivel político, en donde se desprestigia o ensalza a determinados candidatos, sin presentar pruebas de forma certera o irrefutable, y la opinión pública asimila las mentiras o verdades a medias, como si de hechos reales se tratara.
Mario Fuentes Destarac
tulan, que “son instituciones de derecho público, con personalidad jurídica y de duración indefinida”, o sea colectivos o entidades ficticias creadas o reconocidas por la ley, que no son individuos.
Conforme nuestra Constitución, el sistema de gobierno de Guatemala es republicano, democrático y representativo, lo que se traduce en que la soberanía y el poder público radican en la ciudadanía, así como en que el gobierno se ejerce a través de ciudadanos determinados que representan a todos los ciudadanos en su conjunto (democracia indirecta), legítimamente designados (electos o nombrados).
Hace dos semanas, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) anunció que, por decisión adoptada por los magistrados del TSE y la mayoría de los fiscales de los partidos políticos (16), en las papeletas electorales no aparecerían los nombres de los candidatos a diputado, sino que solamente se incorporarían en las mismas los símbolos de los partidos que los postulan, por “razones de espacio y de incertidumbre ante acciones legales todavía pendientes”.
Es decir, a la luz de esta determinación los electores no votarían por los candidatos, quienes son personas de carne y hueso, sino por los partidos que los pos-
La Constitución establece que “los diputados son representantes del pueblo y dignatarios de la Nación”, por lo que, además de que están investidos de dignidad nacional y sujetos a la Constitución y la ley en el desempeño de sus cargos durante los períodos para los que son electos, son ciudadanos que representan a otros ciudadanos, por lo que se elige a ciudadanos, que son individuos y no colectivos, comunas, organizaciones, sectores o partidos, que no ejercerán autoridad ni serán personalmente responsables por las acciones u omisiones en el ejercicio de la función pública.
De ahí mi férrea oposición al concepto de transfuguismo político que quedó incorporado en la Ley Electoral y de Partidos Políticos y en la Ley Orgánica del Congreso, mediante el cual los diputados quedaron subordinados a los partidos que los postularon, desvirtuándose con ello las calidades de ciudadanos representantes del pueblo y dignatarios de la Nación, sin perjuicio de que también se les puede negar el acceso a cargos y funciones parlamentarias.