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La verdadera HUMILDAD

Uno de los rasgos característicos de la vida de los santos es la humildad. A veces, desde nuestra perspectiva mundana, equiparamos la humildad con el quietismo, el abandono, el caer y no levantar la cabeza. ¡Nada tan extraño a Jesús y a Teresita! En su concepción, antes de hacerse uno pequeño y humilde, tiene que aceptar llevar su cruz a cuestas. Y esto nos repugna. En todo caso, llevamos la cruz que Dios nos ha asignado como un rasgo de generosidad, de orgullo altivo, diciéndole al mundo lo fuertes que somos. Pero eso no es santidad. En una carta a su hermana Celina (enero de 1889), Teresita le dice:

¿Por qué asustarte de llevar esa cruz sin desfallecer? Jesús, camino del Calvario, cayó hasta tres veces, y tú, pobre niñita, ¿no te parecerás a tu Esposo?; ¿no querrás caer cien veces, si es necesario, para probarle tu amor levantándote con más fuerza después de la caída?

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Y en otra carta, también a Celina (28 de abril de 1889), le comenta:

¡Y nosotras quisiéramos sufrir generosamente, grandiosamente! … Celina, ¡qué ilusión! ¿Quisiéramos no caer nunca? ¿Qué importa, Jesús mío, que yo caiga a cada instante? Veo en ello mi debilidad y esto es para mí una ganancia grande. Tú ves en ello lo que puedo hacer, y por eso te sientes más inclinado a llevarme en tus brazos. Si no lo haces es que te gusta verme por los suelos. Si es así, no me inquietaré, sino que seguiré tendiéndote mis brazos suplicantes y llenos de amor. ¡No puedo creer que me abandones!

G.K. Chesterton, explicando a san Francisco de Asís, decía que los santos ven el mundo al revés. En este pasaje de Santa Teresita, se revela con claridad la idea de Chesterton. Cuando nosotros vemos en la humildad y en la cruz o una resignación o una conquista de nuestra voluntad, ella lo ve como la mayor de todas las fortalezas: la humildad que salva.

DILEMAS ÉTICOS

POR SERGIO IBARRA