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AQUELLAS VIDAS franciscanas del siglo XVI

de calores insufribles sin ningún género de regalo, comido de mosquitos, tanto que su rostro llegó a ser como el de un leproso llagado: “hermanos, la cruz adelante”. Y, a la hora de su muerte, repartió sus riquezas, que eran un rosario, unas disciplinas y un cilicio.

procuró reformarla con todos sus posibles. Y, puesto que aquellos españoles estaban apoderados de los indios y se servían de ellos más que inhumanamente, ellos le cobraban odio y rencor a él y a los demás religiosos que miraban por la honra de Dios, por lo cual fueron perseguidos como capitales enemigos, pues los autores de esa maldad eran los mismos que gobernaban. Pero los franciscanos lo hacían para quitarles los excesivos tributos que entonces otorgaban obligadamente, así al rey como a los encomenderos, de oro, plata, piedras preciosas, plumas, esclavos e indios de carga, y para que no fuesen vejados con el trabajo de los suntuosos edificios que levantaban para los españoles.

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Cierta vez dijeron algunos de esos caballeros a este varón de Dios que aquellos indios, como andaban tan desarrapados y sucios, daban de sí mal olor, “y como vuestra señoría reverendísima no es mozo ni robusto, sino viejo y enfermo, le podría hacer mucho mal el tratar con ellos”, a lo cual respondió firmemente nuestro hermano: “vosotros sois los que oléis mal y me causáis con vuestro mal olor asco y disgusto, pues buscáis la vana curiosidad y vivís en delicadezas como si no fueseis cristianos; sin embargo, estos pobres indios me huelen a mí al cielo y me consuelan y dan salud, pues me enseñan la esperanza de la vida y la penitencia que tengo que hacer si me he de salvar”.

5. Fray Andrés de Olmos fue un sabio-santo culturalmente universalista que, para expandir el cristianismo, no sólo tradujo hermosos libros de sabiduría que los viejos señores dirigían a sus hijos, así como libros del latín en metro castellano y epístolas de los judíos rabíes con mucha erudición y doctrina, sino que además aprendió todos los géneros de lenguas que le parecieron de mayor necesidad y más universales para la evangelización, como la mexicana, totonaca, tepehua y huasteca, con las cuales recorrió la mayoría de las provincias de Nueva España siempre a pie por montañas y sierras fragosísimas y por valles, barrancas y honduras

6 . Fray Jacobo de Testera, por ser menos docto, traía consigo pintados en un lienzo todos los misterios de la fe católica, como en la literatura de cordel era usual entre los ciegos. Algunos franciscanos de aquellos parecían ángeles sin disfrazarse, porque se convertían en admirables lectores, diestros cantores, tañedores de órganos, de muy clara y sonora voz, afables en la conversación, y hasta olían bien después de muertos.

7 . Fray Juan de San Francisco, que siguió a rajatabla durante toda su vida el siguiente lema: “En el día encomendó el Señor las obras de misericordia, y en la noche sus alabanzas. Así nosotros”. Todo valía como catequesis,

8

. Fray Alonso de Escalona no dormía acostado del todo, sino arrimada la almohada a un rincón de la cama y recostado en ella, durmiendo en la alabanza del Creador, loado sea. No existía por entonces el Palacio de Hierro, pero si hubiera existido no hubieran puesto sus pies descalzados en él.

9

. Fray Antonio de Huete, a cuya muerte acudieron todos con mucha devoción a tomar por reliquia alguna cosa de su hábito: ellos mismos imponían la moda, pero creaban un estilo. Ellos mismos se convertían en reliquias.

NOTA: ARTÍCULO EDITADO PARA

LOS SALMOS, ALMA DE MI ORACIÓN