MIÉRCOLES 12 DE SEPTIEMBRE 2018 | ELNUEVODIARIO.COM.DO | @ELNUEVODIARIORD
HAIVANJOE NG CORTIñAS
¿Cuántos años le faltan a RD para ser un país desarrollado? Hace algo más de 50 años, el Banco Mundial comenzó a medir el nivel de desarrollo de todos los países, mediante un indicador denominado Ingreso Interno Bruto per cápita, para el que solamente utilizó dos datos: el del Producto Interno Bruto (PIB) y la cantidad de la población, específicamente para el 1966. Cuando se hizo público el primer trabajo del ingreso per cápita anual, el país que encabezó la lista con el más alto nivel fue Kuwait y finalizada por Malawi con el posicionamiento más bajo: US$3,290 y US$40.0, respectivamente. Hoy, el país que la lidera es Qatar con US$128,378 y en el último lugar se encuentra la República Centroafricana con US$726.0. La más reciente clasificación realizada por el Banco Mundial, a julio del 2018, estableció cuatro nuevos umbrales: los de ingreso alto con un nivel mínimo de US$12,055, los de ingreso mediano alto con un rango de US$3,896 a US$12,054, los de ingreso mediano bajo entre US$996 y US$3,895 y los de ingreso bajo con US$995 o menos. Estos valores son ajustados, para fines de actualizaciones por la inflación, el 1 de julio de cada año. Otro indicador alternativo utilizado internacionalmente es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que utiliza una combinación de variables, como la esperanza de vida, la educación y el
Conforme al indicador que provee el Banco Mundial, el ingreso per cápita mínimo que se requiere para ser un país desarrollado en la actualidad es de US$12,055 al año. ingreso per cápita. El ranking del IDH lo encabeza Noruega y al final de la lista está la República Centroafricana. Conforme al indicador que provee el Banco Mundial, el ingreso per cápita mínimo que se requiere para ser un país desarrollado en la actualidad es de US$12,055 al año. Al margen de las distintas consideraciones sobre las limitaciones que pueda reflejar el referido indicador, como por ejemplo, que no contempla la distribución del ingreso medido por el coeficiente de Gini, lo cierto es que es utilizado como el principal parámetro por parte de los organismos internacionales que proveen asistencia financiera para fomentar el crecimiento y el desarrollo. Probablemente, la mayoría de las economías del mundo despliegan esfuerzos deliberados para elevar su nivel de ingreso per cápita anual y para acceder a estadios superiores dentro de la clasificación referida con anterioridad, o al me-
nos para mantenerla cuando la han alcanzado, en adición a la de poder ser tipificado como un país desarrollado. Para el caso de la República Dominicana, al examinar los dos componentes utilizados por el Banco Mundial para medir el ingreso per cápita, encontramos que por el lado de la población en los últimos 25 años (1992-2017) ha crecido de 7.3 millones de habitantes a 10.1 millones, equivalente a una variación de 2.8 millones. Asimismo, el tamaño del PIB dominicano ha evolucionado hacia la expansión, al pasar de US$11,471 millones a US$76,038 millones a precios corrientes, para una diferencia durante el período 1992-2017 de US$64,567 millones. A partir del comportamiento del tamaño de la población y el PIB dominicanos, el ingreso per cápita del país se ha incrementado de US$1,555 en el 1992 a US$7,477 en el 2017. Para el 1992, el país estaba situado como de ingreso mediano bajo y fue en el 2002 cuando ingresamos por primera vez a los de ingresos medianos altos -pero solo por ese año-, pues durante los dos años siguientes, retornamos al umbral anterior, para volver a conseguirlo a partir del 2005, al superar el umbral de los US$3,896 anuales y situarnos en US$4,004. Desde entonces, el país ha mantenido ese posicionamiento. Lo anterior sugiere que a la República Dominicana le tomó alrededor de 13 a 15 años para poder dar el salto con característica permanente, desde el nivel de ingreso mediano bajo hasta el de ingreso mediano alto, dentro de la clasificación del principal organismo de financiamiento multilateral,
el Banco Mundial. De acuerdo al umbral mínimo de ingreso alto, US$12,055 al año, y considerando que al país le tomó la cantidad de años mencionados en el párrafo anterior para elevar su categoría de ingreso per cápita mediano bajo a ingreso mediano alto, se podría inferir que para alcanzar el nivel del ingreso alto necesitaríamos no menos de 18 años con similares tasas de crecimiento del PIB, ajustadas a la par del poder adquisitivo; lo que significa que para el 2035, la República Dominicana podría encontrarse dentro de la clasificación de naciones de ingreso per cápita alto. Al considerar la medición que realiza el Fondo Monetario Internacional (FMI) del umbral necesario de los US$23,165 de ingreso per cápita anual, para un país ser tipificado dentro del nivel de un país desarrollado, a la República Dominicana le estarían faltando no menos de US$16,000 per cápita anuales, monto que podría estar requiriendo en equivalentes a años, a una cifra que ronda los 60. Para lograr ser un país de alto nivel de ingreso o desarrollado, se requiere identificar los principales desafíos en términos económicos, luego la concepción de las políticas de desarrollo para enfrentarlos y la voluntad de implementarlos. De esa manera, la República Dominicana estaría apta para ser considerada para el 2035 en un país con una clasificación de alto ingreso y para el 2078 como una nación desarrollada. Probablemente, ese tiempo podría considerarse bastante largo; sin embargo, mucho más extenso sería si son pospuestas las acciones para afrontar los desafíos que la nación presenta en la actualidad.
OPINIÓN 27
VILMA BATISTA
La verdad como estrategia política Esta afirmación podría parecer en sí misma contradictoria pero cuando a los estamentos políticos se les ve el refajo a leguas la mejor estrategia para manejar la crisis de imagen siempre será confesar la verdad. Los actores principales del poder suelen restar importancia a una situación particular que devenga en crisis de imagen para ellos y su partido, y en nuestro país se apuesta a que un escándalo sustituye a otro hasta el olvido. Esa práctica obsoleta se hace inviable ante una ciudadanía cada vez más pendiente y conectada por las plataformas digitales, que sirven además de histórico con el archivo de faltas al que se acude cada vez que se requiere, lo que perjudica en el largo plazo y dificulta dar un cierre real a la crisis política dejando una herida latente que se abre-cierra con intensidad según toque en la carrera electoral. A nivel gubernamental, vemos como la tendencia es la de barajar responsabilidades, restar importancia o menguar con argumentos muy cuestionables frente al mal obrar de sus funcionarios, cuando la única opción debería ser acudir a la verdad, para lograr restaurar la imagen de gobernabilidad, aunque en el momento sea dolorosa o perjudicial. Encubrir el desafuero suele ser la peor estrategia de comunicación, especialmente si la verdad pública se reconoce en la evolución y ligereza con que se mane-
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ja la fuente unilateral del pueblo, que usualmente espera amonestaciones severas ante la denuncia. Apostar al silencio o a la negación rotunda para mitigar el hecho suele ser un craso error al creerse el afectado en total control del tema, obviando que independiente de involucrarse o no en el diálogo, los otros actores siempre podrán exponer su caso, estableciendo el escenario y ritmo del conflicto.
Los actores principales del poder suelen restar importancia a una situación particular que devenga en crisis de imagen para ellos y su partido, y en nuestro país se apuesta a que un escándalo sustituye a otro hasta el olvido. La credibilidad de un candidato, partido o gobierno es la mejor base para aportar certidumbre antes las crisis. Comunicar no solo es bombardear información conveniente, es remangarse para resolver las causas desde la raíz y cumplir con la promesa de un Estado transparente, sabiendo que no existe política sin comunicación, sino comunicación política.