HOMENAJE. Antología de cuentos, Varios autores.

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HOMENAJE ANTOLOGÍA DE CUENTOS

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HOMENAJE : Antología de cuentos : varios autores / Federico Marongiu [et al.] ; compilado por Federico Marongiu. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : El Narratorio Ediciones, 2018. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-42-8599-7 1. Antología de Cuentos. I. Marongiu, Federico, comp. II. Título. CDD A863

© de los cuentos : Sus Autores © de la Edición: Renate Mörder - Federico Marongiu © Diseño de tapa: Renate Mörder © de la Publicación: El Narratorio Ediciones, 2018 http://elnarratorio.blogspot.com

Queda hecho el depósito que indica la Ley 11723. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción sin la autorización de los titulares del copyright Edición digital de distribución gratuita.

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A los maestros Aldous Huxley, Jack London y Bram Stoker, con todo nuestro respeto y admiración. ALBERT GAMUNDI [SR.] ANA CLAUDIA BUSSIO

ÁLVARO MORALES

ANA MILÁN

ANDREA ALVES

ÁNGEL MANUEL SANTAMARÍA ORTIZ CARLOS ENRIQUE SALDIVAR

CLARA GONOROWSKY

DAMARIS GASSÓN PACHECO

FEDE MARONGIU

FEDERICA BORDABERRY MAISONNAVE IVÁN XAVIER LOEZA MORALES

ISABEL FUERTES VILA

JEAN FRANCISCO CERVANT

JOSÉ ALBERTO ÁLVAREZ MORENO JUAN PABLO GOÑI CAPURRO JULIO PALMA

KARINA RODRÍGUEZ

LUCIANO DOTI

LUIS J. GORÓSTEGUI UBIERNA LUIS MARIO SALVATORE SERVETTI MAXIMILIANO MOLINA GÓMEZ NICOLÁS RODRÍGUEZ PEREIRA CASTRO OSWALDO JOSÉ CASTRO ALFARO

RAMÓN MARTÍNEZ VENTURA

RENE QUINTANA ROGER L. CHICO CABARCAS SEBASTIÁN CANTERO M

VANESA SÁNCHEZ

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YOLANDA SA


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"LA SOLEDAD SE SENTARÁ SOBRE NUESTROS TEJADOS CON SUS ALAS DESPLEGADAS" Ana Milán Una vez dejé salir de tu boca, hijo mío, una frase que no imaginé vagaría en el aire hasta hoy; juntos dijimos que

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había que aprender mucho de las bestias… De los elefantes, por ejemplo, nada asimilé: solos, emprenden la ruta hacia su última pradera. No pude aprender eso: estoy atrapado en esta pensión donde solo tú ingresas; tú, que eres carne de mi otra carne, carne de esa pasión que ni la sífilis ha podido destruir, carne de papel amasado con la sangre de un deseo… Sí, sí, recién ahora me doy cuenta que tú, Drácula, eres más que mi hijo; eres aquel deseo mío abriendo puertas para respirar inmortalidad. Abominable mi petulancia, ¿no? Porque yo, Bram Stoker, solo fui tu huésped, un alojado transitorio, casi anónimo… Tú sí tenías tu lugar, sin fronteras de tiempo; eras, ya, toda una autoridad. A lo sumo, fui un iniciado en la lectura de las necesidades de este mundo y, como tal supe, Padre inmortal, que eras el monstruo oportuno para la época. Un monstruo que todavía persigue al Amor, como todos nosotros, tu prole.

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MR. HUXLEY, MI OBSESIÓN Ana Milán Moro en un mundo fraccionado. Dieciséis, exactamente, son las parcelas; una estribada en otra, y esa en otra y así en sucesión quizá infinita. Nuestro creador fue precavido: ni un trazo de los que grabó en estos territorios se ha borrado. Eso dicen las voces que sigo oyendo, y a pesar de llegar algo difusas, ninguna olvida la alabanza a Giovanni Piranesi; presumo entonces que es nuestro padre. Debería admitirlo. Las construcciones que nos rodean y cuyos límites no percibimos solo podrían ser obra de un arquitecto, y él lo fue. Solo un experto pudo ubicarnos en un espacio con semejante perspectiva, debajo de un arco tan portentoso. Perversa ilusión nos concedió… sí, solo una ilusión, porque estas aldabas, prendidas con ardor a

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nuestros labios, nos han impedido comunicarnos con muchos visitantes curiosos. Ya estoy hastiado de este túnel por donde apenas asoma mi cabeza, pero nunca intenté huir. Una cárcel sería menos agobiante, lo sé. Alguien pasó una vez por acá, comentando con vehemencia a sus doctos acompañantes que nuestro microcosmos no era más que la representación de la melancolía. Lo llamaban Mr. Huxley; yo, Obsesión, aún me pregunto cómo le bastó contemplarnos para interpretar.

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APAGANDO UNA HOGUERA Ana Milán Abuelo, como te estaba diciendo, me acuerdo de que cuando era chico leías mucho para mí. De todo me leías, pero de a poco deduje que tu preferido era “Para encender un fuego”. Por tu insistencia, sabía casi de memoria algunos pasajes; también me adelantaba a ciertas escenas… Pero en estos momentos no sé cómo entretenerte a vos, que tanto lo necesitás… Tampoco estoy en condiciones de enseñarte algo. (Y vos no estás en condiciones de aprender, Abu.) ¡Justo contigo me viene a pasar esto, viejito! Si hasta me llevaste un día al campo para que yo observara cómo armar una fogata y, cuando pensé que había sido suficiente con la explicación en vivo, me convenciste y tuve que prender yo mismo una… Otra cosa,

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abuelo, nunca antes lo habíamos hablado, pero… mi porfiada militancia política por los relegados, mis convicciones éticas, y hasta mi profesión, en definitiva, son tu trasiego silencioso desde Jack London hacia mí. Con un último esfuerzo, el anciano entreabrió los párpados y los labios todavía ardientes: Me marcho feliz, mi querido Jacobo. Me voy sabiendo que aprendiste a mantener encendido el fuego. Entonces… yo… ya puedo… apagar el mío.

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EL TESORO ESPERADO Juan Pablo Goñi Capurro Llegó a la última habitación sin haber hallado la caja fuerte. La linterna recorrió la pieza vacía. Frustrado, apuntó al cielorraso; la puerta de la caja estaba ahí. Arrastró una mesa, colocó una silla encima, sujetó la linterna con el cierre del bolso y subió. Al tomar el picaporte metálico, la puerta se abrió. La silla cayó al piso, mientras el pibe era izado por garras poderosas. La chapa golpeó, cerrando la caja, mientras diez uñas largas recorrían sus mejillas. “Sabía que encontraría mi alma gemela”, oyó, antes que los colmillos se le hundieran en el cuello.

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LAS SOMBRAS Karina Rodríguez Entré con sigilo. Puedo decirlo, sí. A paso lento. No quería despertarlo. Temía que crujiese la madera avejentada de los pisos, así que pisaba como si el suelo fuese de un material impredecible y frágil. Los músculos de mis brazos se sentían tensos, un poco por el nerviosismo, un poco por el peso de las herramientas. Recuerdo su imagen al acercarme, la escasa luz que se filtraba entre las piedras del sótano le daba una intensidad dorada que no lograba disimular la palidez de la piel, pero exaltaba su tersura. El sol ya estaba alto. Y aunque fue un pensamiento automático, eso me tranquilizó un poco. Se terminaba la

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esclavitud y yo pensaba en el sol. Un golpe fuerte y preciso. Clavé la estaca, el pecho se inundó de sangre. Él permaneció inmóvil. Entonces entendí que yo había estado esperando alguna reacción, aunque fuese mínima. Que se abrieran sus ojos inquietos y su boca en una mueca de espanto. Como en las películas, que me corriera por la habitación con los brazos extendidos, ostentando la estaca clavada, para darme un final que tenía más que merecido. Pero ni siquiera sus rasgos cambiaron. Incluso creí percibir en él cierta tristeza, como cuando andaba entre los vivos. Yo quería asegurarme que supiera lo que se siente que a uno le rompan el corazón.

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NUESTRO PRIMER ENCUENTRO Ángel Manuel Santamaría Ortiz Levanté la mirada en el preciso momento en que aquél hombre de penetrantes ojos entraba en la taberna. De inmediato me reconoció entre el gentío que atestaba la oscura estancia. El agua de lluvia empapaba sus ropajes cayendo al suelo con rapidez, casi como si de él huyera. Deslizándose y como si fuera parte de su ser, el frío le

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acompañaba en el camino que le dirigió hasta la humilde mesa que ocupaba. Cortésmente me levanté, invitándole a ocupar la silla vacía que frente a mí había. Aceptó la invitación sin siquiera mirarme. Con un leve gesto, apartó la pinta de cerveza que apuraba en mi espera a aquél misterioso caballero. Mi jarra se recubrió de una fina capa de escarcha al mero contacto de los alargados y huesudos dedos de su mano. Retiró su sombrero descubriendo una larga y oscura melena. Me miró fijamente y me puso sus particulares condiciones: Señor Stoker, esta noche, le confiaré mi historia. Le sorprenderá e inquietará más de lo que pueda imaginar. Pero deberá contestar a una pregunta antes de pasar a la habitación de su hotel: ¿me permite entrar…? Mi respuesta, como no podía ser de otro modo, fue sí…

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PLENITUD Ángel Manuel Santamaría Ortiz Suena el despertador. Seis en punto. Otro día perfecto comienza. El déjà vu en el que vivo me resulta incluso cómodo. Sucedáneo de café, pasta cereal, masa esponjosa de trigo y mantequilla vegetal. Mi única y más abundante comida hasta la cena, en la que ingiera mi ración diaria de vegetal transgénico de soja. A lo largo del día, el suero rico en glucosa me proporcionará

el

alimento

necesario

para

producir

adecuadamente los bienes que necesitan los alphas. No dejo de ser un zángano más en la gran colmena societaria y, por tanto, aunque necesario para el generoso sistema social, reemplazable. Abandono mi apartamento de veinte metros cua-

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drados y salgo a la calle. Un hombre corre en dirección contraria lanzando panfletos y huyendo de los agentes de la paz que intentan reducirle en su locura. Mientras, avanzo en la cinta transportadora peatonal. Una pregunta ocupa todo el pasquín. “¿Eres libre?”. Jamás me lo había preguntado a mí mismo, pero he decidido que sí. Lo soy. La vertiginosidad del tiempo me impide perderlo cuestionándome necedades. Ahora debo ir a producir bienes de consumo. Soy Aldous. Soy reemplazable y mi vida es maravillosamente perfecta. Nunca me atreví a dudarlo. Seis veintiocho minutos.

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MUNDO FELIZ Yolanda Sa Todos los días camino por veredas custodiadas por árboles civilizados, nacidos en viveros, protegidos por abono, tutores y exterminadores de plagas. Están plantados en una misma línea, dejando caer su sombra pareja, con espacio para estirar sus ramas y sin angustias de morir bajo los dientes de una sierra. Mundo feliz, pienso, y me hago una pregunta ¿A quién se le ocurre, despuntar bajo un colchón de celulosa sepia, porque allá en lo alto una rama se quebró, dejando pasar la luz del sol? Competir con otras especies para crecer, gracias a ese hueco luminoso. Tomar forma, ganar hojas, ser confiable para la construcción de nidos, y un día, lleno de brotes,

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escuchar el ruido de los tractores y las motosierras. Temblar, intuyendo el páramo: cientos de troncos apilados con la savia seca, oscura, transformados más tarde en tablas y aún más tarde, moldeados por artistas, barnizados o pintados en obras de arte con fibra muerta, embalsamada para la posteridad. Sin embargo, si la realidad es otra, si solo están abriendo un camino en el llano, lejos, lejos, no se puede comparar: el agitar las hojas del salvaje para componer música con el viento, con absorber el hollín y las estridencias de una ciudad inconformista, de los que están en el perímetro de una plaza.

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SU MUNDO FELIZ Federica Bordaberry Maisonnave Desde el momento en que el doctor lo midió, supieron que era un pie perfecto. Medía 0,3048 metros y sabíamos, él y yo, que tanta perfección geométrica significaba un gran avance. Varios pasantes tomaban nota de las cosas que sucedían en el laboratorio mientras yo inspeccionaba el color de los dedos coordinando con el de la planta. Era incoherente comenzar el proceso si todos los elementos no se encontraban en orden. Intentando lograr una concentración digna de mi vocación asignada el día de mi nacimiento, escuchaba el gargajeo de las lapiceras rozando las superficies de papel. Siempre me pareció extremadamente ineficiente ese proceso de recaudación de información, la lógica básica me

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condenaba a preferir pantallas luminosas acompañadas de cilindros táctiles, el método regular. De todas maneras, es comprensible que en un lugar de tan alta exposición nuclear, fuera mejor evitar daños nocivos teniendo precauciones como aquellas. Por dentro, me critiqué por ser tan conservador. Comprobé finalmente que el pie tuviera la homogeneidad cromática necesaria y puse el cuerpo completo en la cápsula. Sentí los aplausos del festejo de una nueva vida por venir y no pude evitar esbozar una sonrisa.

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IDENTIDAD Oswaldo José Castro Alfaro La noche avanza lentamente y el castillo sobresaltado ve cómo el amanecer amenaza cada vez más. Se ha ordenado alistar los ataúdes de los propietarios con mullidos tapetes para el reposo diurno y cubrir los resquicios por donde la luz solar pueda filtrarse. Se protegen las ventanas con grandes cortinales y los pórticos se trancan con gruesos barrotes y candados. A lo lejos se divisa la polvareda que levanta los cascos de un caballo desbocado y, sobre la grupa, al jinete azuzándolo para acortar distancia. El noble animal, en el límite de sus fuerzas

y

con

el

corazón

en

la

boca,

babea

desesperadamente por cumplir la indicación del amo. La bestia siente que el cerebro explota en un torbellino

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sanguíneo y pierde la conciencia, desplomándose frente a la muralla cuando izan el puente levadizo. El jinete se apea angustiado y observa las primeras luces del nuevo día. Desolado, teme experimentar los cambios que tanto le han preocupado desde la niñez y hoy que se ha retrasado ve que nada ocurre. Confundido, eleva los ojos al cielo y comprueba que por una cuestión de identidad no es igual a ellos.

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LA VACA Y YO Oswaldo José Castro Alfaro Anoche llovió mucho y el agua se llevó el pueblo. Dos días atrás habíamos visto el horizonte con gruesos nubarrones y a nadie le importó. En esta época del año son infrecuentes las lluvias intensas y no hicimos caso. Un día después nos alarmamos cuando los campesinos anunciaron el crecimiento desmedido del río. Aun así, seguimos sin preocuparnos. Hoy me encuentro navegando el río, cogido del cuerno de una vaca. Intentamos mantener las cabezas a flote, pero el caudal es tan grande que nuestras vidas corren por el medio del lecho. Por un costado pasa el cadáver de mi padre. El de mi madre surge de entre las aguas; voltea la cabeza, veo sus ojos marrones y un gesto de tranquilidad. Luego desaparece y atrás de ella vienen mis

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hermanos, en una fila ordenada de mayor a menor tamaño. Los veo resignados, yendo a reunirse con mis padres. La vaca empieza a ahogarse, muge y me pide perdón. De un tirón zafa el cuerno y queda librada a su destino. Estoy a merced de la correntada y el remolino me espera unos metros más adelante. Cierro los ojos. Pronto la familia se reunirá en un mundo feliz.

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EL GUARDIÁN Oswaldo José Castro Alfaro Los marinos olvidados reclaman la privacidad de su hogar destruido por los siglos. El capitán tiene un pacto con los fantasmas ahogados y vaga sin temor. Es su forma de vida y los antiguos dueños del galeón que zarpó del Callao con destino a Veracruz se lo permiten. Lo que el navegante no pudo sortear fue el temporal que desvió el curso de la nave, haciéndola naufragar. El navío emergió de las profundidades con cañones, tesoros y cadáveres atrapados en las cubiertas. La embarcación navegó al garete y encalló mansamente sobre las peñas que mira. Años después, las ánimas de los mares le confirieron el honor de ser el guardián de sus restos. La intemperie y soledad del lugar atestiguan cómo el navío es presa de los vientos y el

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óxido de la historia. El mediodía cae a plomo y es muy temprano para conversar con los camaradas de armas. Se sienta en la orilla frente al cascarón de madera devorado por los crustáceos y escucha que sus tablones crujen adoloridos. Ya no le importa y deja que el mar pinte su cuerpo transparente, sin incomodarse con los cangrejos que lo espían desde sus agujeros.

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SOLUCIONES Andrea Alves El burgués es el perfecto animal humano domesticado

La fría y tozuda lluvia caía sobre los cientos de personas que aguardaban a las puertas del hospital. En su ropa ostentaban el lema del nuevo escudo internacional: Comunidad, identidad, estabilidad. La espera no ahogaba su entusiasmo por la implantación del tatuaje electrónico, aunque supieran que serían constantemente monitoreados por el gobierno, quien así les garantizaba protección. La gente veía finalmente una salida a los desastres naturales de los últimos tiempos y al colapso económico surgido por la suplantación del papel moneda. El tatuaje aseguraba la eliminación

de

fraudes

y

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daba

seguridad

en

la


compraventa. Era el año de estabilidad número uno después de Ford. Este se levantó como líder indiscutible a nivel mundial, proveyendo una solución para todos los problemas del pasado. De ahí que todos lo adorasen y desearan que su nombre fraccionara en dos la Historia. Hombre bien parecido y carismático, había abolido las fronteras, y bajo una única religión se eliminaron el terrorismo y el fanatismo; por primera vez hubo paz en el mundo. Todas las personas cantaban, fascinadas, el nuevo himno planetario: “¡Salve, Ford!, nuestro Mesías”. Nunca fueron tan felices.

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COLMILLOS BLANCOS Iván Xavier Loeza Morales La llave de las puertas hacia un mundo feliz descansaba en su lengua. Sentado en el sillón reclinable de su condominio electrónico, el vampiro disfrutaba de su percepción alterada. Mientras el cuadro alucinógeno se disolvía con su saliva, observaba la letra T suspendida en la esquina de la habitación por medio de una base electromagnética. Era el símbolo sagrado de la sociedad tesliana en la que vivía desde hace décadas. Los humanos se excusaron diciendo que los chupasangre no podían ser integrados a su cultura, así que después de años de segregación les ofrecieron ser parte de un nuevo prototipo de ciudad autosustentable diseñado

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por la compañía Tesla. Se levantó y observó la sombría ciudad por la ventana. Envidiaba a los perros salvajes que podían atravesar la frontera sin ser automáticamente vaporizados por las armas alimentadas con energía solar. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la alarma en su departamento. Abrió la llave y un líquido rojo salió de ella. Era la dosis diaria del medicamento que les proveían los humanos, decían que era para la fotofobia pero cada vez que lo tomaba se adormecía. Después de beberlo, una sonrisa apareció en su cara. Estaba listo para volver a trabajar.

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UNA NOCHE José Alberto Álvarez Moreno Le gustaban la sangre y la oscuridad. Nadie se explicaba el porqué de estas extrañas manías. Una noche, en medio de la espesa neblina, decidió ir a cenar, sin embargo, estaba cansado de las víctimas difíciles, así que para reducir la dificultad del acto se convenció de ir al hospital más próximo. Ingresó con mutismo, se dirigió a la habitación más cercana y tomó a su víctima: era una joven delgada y lampiña que no opuso resistencia. Los minutos pasaron y la pobre joven arrojó su último suspiro acompañada de una leve sonrisa. De regreso a su castillo, Drácula sintió cómo su pálido cuerpo sudaba y se estremecía por la fatiga. Se detuvo un momento. Maldijo a su víctima, no obstante inmediatamente recordó su

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inmortalidad. Soltó una carcajada. Después se prometió no volver a consumir productos caducados.

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ECOS Sebastián Cantero M. Sintió las manos de su esposa. Abrió los ojos pero seguía sin ver. “¿Qué pasó?”, preguntó. “¿Escuchás?”, contestó ella. El sonido era agudo, lejano. Se miraron, rodeados de oscuridad. Estiró las piernas y buscó sus zapatillas. Una repentina sensación le aceleró el corazón cuando imaginó manos que salían de bajo la cama y le agarraban los tobillos. Pequeñas manos que tiraban. Manos de bebés. Se apuró para salvarse a sí mismo de su fantasía de terror. El sonido ahora era un grito, un llanto rítmico que

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inundaba las paredes. Lo escuchaba como si estuviera en sus brazos. La oscuridad nada dejaba ver, y aún si lo hiciera, no habría nada para ver. Ella abrazaba su almohada, lagrimeando. Nunca soportó bromas estúpidas. Y esta era la peor de todas, venía del infierno mismo, y no entendía por qué… Había hecho lo que tenía que hacer, no había otra opción. Si él se enteraba, iba a descubrir que ella le había fallado. La iba a abandonar. Simplemente, tomó la única decisión. Ya vendrían otras oportunidades. Lo demás sería olvidado… Si tan solo este tormentoso llanto del infierno dejara de perseguirla, y asumiera su verdadero papel: solo un eco de algo que ya no es.

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BRAM Luis J. Goróstegui Ubierna Westminster, 1897. Anochecía. La sala de prensa estaba a rebosar, expectante ante lo que pudiera decir el escritor Abraham Stoker. Para el evento se había elegido un antiguo castillo. ¡Qué mejor para la presentación de su nuevo libro “Drácula”! ¿Por qué una novela de vampiros? le preguntó un periodista. Hace tiempo conocí a un anciano eremita que me introdujo en otro mundo: el de los vampiros. El libro es una deuda de gratitud que le debía desde hace mucho respondió Abraham. Al finalizar la presentación, Stoker se marchó

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paseando. Poco después, al girar una oscura esquina, se detuvo, y, al comprobar que nadie le seguía, de un salto se aferró a la pared del edificio y reptó por ella como la araña que corretea hacia su guarida al llegar a la azotea, extendió sus alas y emprendió el vuelo. Y es que el eremita no solo le había enseñado todo lo que sabía sobre los vampiros, sino que le convirtió en uno de ellos, pues aquel anciano era un vampiro, el primero de todos, el más cruel; y desde entonces Abraham no solo era Bram: él era Bram “el Vampiro” Stoker.

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EL INGENIO STOKER Roger L. Chico Cabarcas Nunca antes me había sentido tan sobrecogido por el insomnio. A mi lado, sobre la mesita de noche, brillaba insinuante bajo la tenue luz de la lamparilla esa obra maestra. Recuerdo que la tomé con incredulidad, pues aunque de ella se decían cosas extraordinarias, prefería objetar todas aquellas opiniones y construir una propia. La historia majestuosamente contada me introdujo de imprevisto en un ambiente frío, lleno de ese romance victoriano del que ya no se escribe, y de la zozobra continua y original que solo logran trasmitir los peritos del misterio y el ingenio como mi querido Bram, el gran Bram Stoker. ¿Cómo

negarse

a

experimentar

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esa

atmósfera


escalofriante, elegante y acogedora a la vez? La noche se me hizo duradera e inolvidable. Aún antes de echarme a la cama doy un vistazo por la ventana, miró entre los árboles y reviso las paredes de las casas aledañas. Uno nunca sabe.

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LOS AUTORES Ana Claudia Bussio Tres autores componen una obra conjunta. En principio debaten para decidir el género. Y así soplan el primer hálito de vida sobre sus protagonistas. Luego discuten acerca del mejor escenario para instalar a los personajes... sin lograr definir la ubicación acuerdan que en ese lugar, un incidente de lo cotidiano se convierte incomprensiblemente en algo alienante y amenazador. De hecho, aún continúan sin acordar sobre los personajes, las circunstancias o el escenario; lo que no saben, es que cada vez que bosquejan una trama en el mundo de los sueños, algo se agita en el mundo real y lo modifican irreparablemente...

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DESCENSO Clara Gonorowsky No tenía escapatoria, sabía que iría a la cárcel. Se calzó su ropa rústica y partió, en medio de la tormenta. Alumbrada por relámpagos, a lo lejos, divisó la gruta que descendía hacia el mar. Siempre había fantaseado con que en ese lugar encontraría su salvación. Sorteó la inmensa roca que cubría la entrada y por un pasadizo estrecho logró ingresar. El chillido ensordecedor le indicó que los primeros moradores a los que debería enfrentarse serían las ratas. Una corriente helada, golpeó su rostro. Respiró profundo y enfiló hacia la escalera. Cada peldaño que descendía le dictaba que estaba más cerca de lograr la libertad. Al pisar el último escalón, vio la fosa, todo un misterio ante sus ojos. Ignoraba que estaba

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preparada para recibirlo. Mientras tanto, el verdugo, sentado en un banco de piedra, esperaba el momento para darle el empujĂłn final.

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LA PRINCESA ENCANTADA Ramón Martínez Ventura Esa noche era el baile de primavera en el club social y se presentaban en sociedad las quinceañeras del pueblo. El salón estaba engalanado para la ocasión. Al cruzarlo para llegar a mi mesa, detecté varias miradas, pero ninguna de las muchachas me atraía particularmente. Más tarde la pista se llenó de bailarines y en medio de ellos vi una silueta elegantísima: una princesa encantada, de piel tersa y pálida, irresistible. Su vaporoso vestido dejaba imaginar un cuerpo delgado, de miembros largos, perfecto. Nuestras miradas se cruzaron y el fuego de sus ojos me quemó el alma para siempre. Bailamos. En el dulce balanceo de la danza, su pelvis se apretó contra la mía, y enloquecí de deseo. Salimos

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corriendo a la plaza. En un rincón oscuro me desnudó con manotazos

que

rompían

tela,

arrancaban

botones,

laceraban mi piel. Entré al fuego de sus entrañas y supe que ya nada sería igual. Un orgasmo inacabable me apresó sin sentir cómo sus dientes desgarraban mi garganta y su dulce boca chupaba mi vida sorbo a sorbo. El brillo de la luna llena fue lo último que vieron mis ojos al convertirme en vampiro y no me importó.

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BRAMIDO Maximiliano Molina Gómez Golpeó dos veces antes de oír el “Pase, pase” que tanto buscaba. Saludó amablemente, como siempre, y preguntó por la familia antes de anunciar lo que iba a comprar. La señora, una anciana algo decrépita pero con pinta de buena gente, pitaba un cigarrillo a medio terminar mientras comentaba que esa noche todos habían salido, cosa que no pasaba desde hacía ya varios años, desde que eso pasó. Dentro de él algo bramó: la expansión de su mandíbula. Sus sentimientos le decían que no, que no podía pasar eso de nuevo, pero bien sabía que otra oportunidad no habría.

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“Deme aquel vino, el que está a lo alto. Si quiere lo bajo por usted...” “No, no, yo puedo”. Ni bien subió, ya de espaldas, al pequeño escalón que tenía a su lado, la mujer sintió un inusual dolor en el cuello. Y calor en el cuerpo. De pronto se desvaneció. Y eso pasó otra vez.

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LA TORRE DEL MONSTRUO Albert Gamundi [Sr.] La crisis económica había acabado con la riqueza de los ciudadanos del país. La construcción de un muro de contingencia alrededor del estado y el control de las cuentas bancarias de todos los ciudadanos, para evitar que las faraónicas obras del gobierno siempre tuvieran crédito local. De forma contraria a los ricos, quienes daban un soborno al ministro de hacienda para burlar las estrictas medidas de seguridad. El político se estaba construyendo una gran torre negra en la capital, dónde únicamente funcionaba el ascensor y el ático, lugar donde residía. Durante el día trabajaba en un despacho sin luz natural, tomando vitaminas por su deficiencia y alimentándose de las nefastas noticias económicas del periódico.

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Cuando llegó la bancarrota, los ciudadanos saquearon sucursales bancarias e intentaron derribar el muro. El ministro, viendo como las obras de su torre se detenían, se desmayó. Durante la noche recuperó el conocimiento y saltó al vacío, sus brazos se convirtieron en alas de murciélago, sus colmillos se desarrollaron y su piel palideció. Aterrizó sobre un ciudadano atacando un banco, le mordió el cuello y sorbió su sangre. Si no puedo quitaros el dinero, os quitaré vuestra sangre . Amenazó sediento como buen vampiro.

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CONVIVENCIA Damaris Gassón Pacheco Extraña simbiosis la que hemos desarrollado los vampiros y los humanos. Los vampiros casi acaban con la raza humana por su hambre inagotable, así que los más inteligentes y antiguos idearon una forma de no seguir transformando humanos en vampiros; un gueto en donde recibimos la mejor alimentación y cuidados, a cambio de donar sangre cada tres días y reproducirnos cuantas veces queramos ¿la única condición? No salir del gueto, especialmente de noche. Es una existencia ideal es verdad, pero ciertos amigos y yo encontramos unos libros y nos hemos preparado, escondimos las estacas, las rosas y los ajos. Los vampiros olvidaron que hace centurias fueron combatidos y se

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descuidaron, ya no se esconden, solo procuran que no les dĂŠ la luz del sol, saldremos de dĂ­a y de noche regresaremos hasta convencer a todos, pues, mi grupo y yo extraĂąamos la libertad. Volveremos a ser los amos del planeta.

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RECORRIDOS Álvaro Morales Cada noche, la pareja sale de algún lugar de entre los callejones de los grandes mausoleos. Por su apariencia, son espectros de personas respetables. Solo él se ha percatado de mi presencia silenciosa. Deambulan como penando todo el camino hasta el estanque, se sientan en una banca solitaria debajo de un cedro y luego fingen vaya a saber alguien qué: que le dan de comer a imaginarias aves; que saludan a los conocidos que los van cruzando; que se besan con pasión; que el reflejo del sol en el agua les da en los ojos. Ríen, se toman de las manos, se hacen interminables promesas. Yo, decidido a terminar con la farsa que vuelve cíclico lo que les queda de sus desdichadas existencias, me he

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resuelto hoy a interceptarlos. Al verlos surgir del corredor de los mausoleos, he salido resuelto a su encuentro. El hombre me ha visto y se ha adelantado agresivamente. Sin reparo me ha abofeteado y ha dicho algo en mi oído: “No se atreva”. Luego fue con paso firme junto a su amada y retomaron su recorrido. Yo he regresado en silencio a mi tumba. Mañana procuraré encontrar a otros desprevenidos.

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EL DORMITORIO Álvaro Morales Los sabios solo han supuesto que el dormitorio no tiene fin. Esto porque no logran ver más allá de donde alumbra la única bombilla encendida, porque el cuarto no tiene ventanas, porque se proyecta como un rectángulo inacabado hasta las profundas tinieblas. Han agujereado la pared de la derecha e ingresado en el hueco, solo para salir por otro idéntico del lado izquierdo. No han visto a nadie escarbarlo, por lo que ahora han abandonado sus intentos de explicar su mundo y se enfrascan en elaboradas teorías sobre la generación espontánea de acontecimientos sin causa aparente. Los sabios del dormitorio de al lado se ríen de la ingenuidad de los primeros. También desconocen que unos y otros son los mismos.

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PUMA Julio Palma Cómo lo admirarían sus hermanos cuando les contara que había subido al volcán. Se detuvo. Algo se había movido. Agarró su facón sin sacarlo de la funda. Comenzó a girar buscando. Contuvo la respiración y se fue agachando para poner su mano sobre el suelo. Deslizó el puñal hacia arriba cuidando no confundir el latido estruendoso de su corazón con los sonidos del bosque. Ahí, un enorme puma, estático. Distinguió los saltos de la piel sobre los músculos. Decidió mantener la mano en el puñal y esperar. Pensó en si alcanzaría a saltar antes que el puma lo desgarrara y le incrustara los colmillos en el cuello. ¿Por qué no vienen por mí? Empezó a llenarse de un calor extraño bajo la piel, algo lo estaba mojando por dentro y le ardía. El puñal se había vuelto pesado. El animal lo miró y

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se metió entre el follaje. Antinanco se enderezó y caminó hacia él. Cuando llegó a su lado, se agachó, tomó al muchacho por los hombros y lo levantó. Kalfucurá tenía los ojos llenos de lágrimas, y aunque de golpe le vinieron ganas de llorar o de decir algo, de su garganta no salió ni un sonido.

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LAS PASTILLAS DE LA FELICIDAD Vanesa Sánchez Inspirado en ALDOUS HUXLEY

No es que se encontrara en un momento oscuro de su vida, ella siempre se había sentido así, sin embargo, el tedio acumulado de años, la llevó a consultar con un profesional que la ayudara a aliviar ese dolor originado por el solo hecho de vivir.

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El

psiquiatra,

le

ofreció

la

solución

mágica:

antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos. Al principio fue un aliciente, luego, la otra cara de la misma moneda. Ese coctel de fármacos disfrazados de salvación, se habían apoderado de sus sensaciones, reacciones y deseos, ya no era ella en efecto, su vida se había reducido meramente al solo hecho de vegetar y de transportar una masa ambulante de carne y huesos, pero ya no concebía otra opción. Y así fue como eligió aferrarse a ellos, como quien se aferra a una cruz, perdió su empleo, su pareja y se aisló, hasta convertirse en una sombra. Todas las puertas de sus percepciones se cerraron y ella abrió la ventana, arrojó sus pensamientos al vacío y tras ellos, lo que quedaba de su ser. El psiquiatra continuó ejerciendo su única función, aniquilar el juicio de sus pacientes.

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ETERNAMENTE TUYA Isabel Fuertes Vila Cuando despertó, sintió el ardor de la luz solar en su cara y rápidamente se levantó para cerrar la ventana. Al contemplarse en el espejo le llamó la atención que estaba un poco demacrada, “nada que no pudiera corregir con maquillaje”, pensó. Pero el dolor en el cuello y esa extraña cicatriz, eran lo que más la incomodaban. Hacia el mediodía, sentía un cansancio tan agobiante que no podía concentrarse en su trabajo. Decidió extraer una muestra de su sangre para examinarla bajo el microscopio. Quedó atónita al observar que sus plaquetas estaban mezcladas con una sustancia de tonalidad oscura. Tal fue su estupor, que permaneció sentada varios minutos tratando de dilucidar lo que le estaba ocurriendo. Solo se tranquilizó al

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ser invadida por esa misma sensación subyugante de la noche anterior. Al atardecer ya se sintió mejor y pudo terminar su labor. El Sol ya se había ocultado cuando retornó ansiosa a su casa. Apenas terminó de comer medio plato de pasta, tomó una copa de vino tinto y luego se dirigió a su habitación. Abrió la ventana, sonrió al verlo y se dejó desvanecer en su mirada para pertenecerle por siempre solamente a él.

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RETORNO Luis Mario Salvatore Servetti Se oyó el crujido de la madera; la apertura fue muy lenta, pero segura hasta que salió. Se fue incorporando como algo que vuelve a su forma original. Se miró sus pies, sus manos, se tocó la cara. Miró a su entorno y vio lo de siempre, lo que siempre lo esperaba: su capa, su gorro, sus guantes, su bastón… todo. Suspiró, se quedó sentado, en penumbra consigo mismo y lloró, largamente, sin gritar, sintiendo profundo dolor, del que no duele… pero mata. Se maldijo a sí mismo, a su condena interminable, a su deseo de amor irrefrenable, a su castigo de luz y a su reinado de noche. Maldijo la sangre, que es vida, que es futuro… pero

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para quién ese tiempo es finito… para quién ese tiempo es disfrutable porque no va a haber otro; futuro de algo único, que va a venir… pero que no se repite. Futuro de poder ver a su lado aquella cara que había visto en el pueblo la noche que se tropezaron uno con otro. No podía parar de llorar, de darse lástima y tomó la cruz que desde hacía tantos años tenía preparada y la enterró en su pecho.

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OCÉANOS DE TIEMPO Luciano Doti Abraham pasó un largo tiempo en cama. Entonces era solo un niño y la época no ofrecía más entretenimiento que lectura y narraciones orales. Luego esas historias eran el caldo de cultivo para sus pesadillas, sumado a que, por su precario estado de salud, pensaba en su propia muerte y en la vida eterna. Alguna vez soñó con un viejo príncipe transilvano bebiendo la sangre de sus enemigos primero y las de bellas doncellas después, para vivir eternamente. Soñar con las últimas le proporcionaba el calor que necesitaba. Sin embargo, fue la amada del príncipe quien lo fascinó. Ya adulto, quiso escribir una historia inspirada en aquellas pesadillas. Pensó que océanos de tiempo lo

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separaban de la dama de sus fantasías oníricas. Puso esa frase en boca de su príncipe degradado a conde, quien viajaba a Londres para conocer a la reencarnación de su amada Mina Harker. “He atravesado océanos de tiempo para encontrarte”. Cuando murió, Abraham, que ya era conocido como Bram, vio que esa dama lo llevaba de la mano al más allá. Quizás, esa vez no fuera una fantasía. Acaso era ella la que atravesaba océanos de tiempo para ofrecerle una eternidad juntos, tal cual la soñó.

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COLMILLO PERDIDO Jean Francisco Cervant NO LO VEO POR NINGUNA PARTE. Del otro lado de la quebrada, el resplandor de las explosiones se siente a cada rato y me crispan el espinazo. La niebla avanza, espesa, silenciosa y blanca, río arriba, casi a ras de la orilla. No logro ver ni un abeto y menos las siluetas de las montañas. Solo el olor fuerte de la pólvora que estalla me llega entre rachas de aire gélido. No veo a Jack y eso me inquieta. Me resulta difícil distinguir su particular olor rancio, ¿su rastro se ha desvanecido por la bruma? Me pregunto en qué momento desapareció. Estaba junto a mí, justo antes del amanecer, cuando la hoguera ya casi estaba por extinguirse. Me miró, y yo hice lo propio, y me dijo: Perro Lobo, y cerré los ojos palpitando de regocijo, y

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supongo que él trató de mirar las estrellas o jugar con los tizones a medio morir. Cuando desperté, él no estaba. Traté de husmear en perímetros circulares. Nada. La claridad de la mañana flotaba demasiado muda. Y la trufa de mi nariz se puso cada vez más húmeda y fría. No voy a pegar un aullido, me dije, y emprendí un camino blanco.

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STOKER : LEGADO DE TINTA Y SANGRE Nicolás Rodríguez Pereira Castro La gran hambruna de Dublín te concibió; infancia de sangrías paternas y relatos maternos, una lánguida parálisis y la penumbra, apenas de una esperanza de cura. En la Londres victoriana del smog de carbón y niebla, de anhelos y quimeras, de crueldad y desaliento, tú alimentaste el ideario decadentista con el trazado de la pluma: la epistolar obra bestiaria: Vlad, de vampírica

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seducción, diabólica furia de azufre, el de sed insaciable por el agua roja de la vida, conde del lúgubre castillo, sin reflejos, de infinitas pasarelas y galerías… Y cuando en la soledad de aquella triste pensión tus líneas clavaron la estaca del punto final, tu criatura — hermana de la lúes— gota a gota persiguió tu inevitable mortalidad, convencida de que no tendría misericordia ni con tu último “Strigoi”.

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EL JUEZ DE LAS RATAS Carlos Enrique Saldivar Adalberto disfrutaba matando ratas. Era uno de los mejores exterminadores de Lima. No se contentaba con dejarles veneno en los lugares más propicios, a menudo las perseguía, las arrinconaba y las destrozaba a golpes en tanto ellas chillaban de dolor. Tal actividad no le daba asco, por lo contrario, le brindaba un retorcido placer que lo hacía dormir tranquilo todas las noches. No obstante, una madrugada despertó agitado y se percató de que estaba amarrado, sentado en una dura silla. A su alrededor se ubicaban montones de roedores, de la especie que tanto odiaba. Pensó que aquello era una pesadilla, grito para que lo liberasen. Entre los gruñidos oía voces. «Pero las ratas no hablan», se dijo. Uno de los bichos

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le mencionó que se callara de inmediato, que se hallaba en la casa del juez. En un estrado surgió una enorme rata vestida de negro, llevaba un martillo en las pezuñas; con tono severo le dijo al hombre: —Adalberto González, se le encuentra culpable del delito de raticidio masivo. La pena es la muerte. El infeliz consiguió liberarse e intentó huir, pero pronto fue alcanzado por los roedores que, a dentelladas, lo devoraron vivo. «Siguiente caso», dijo el juez.

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LA LUZ DE TODAS LAS LUCES Carlos Enrique Saldivar Como a veces ocurre, el cazador de vampiros fue mordido justo antes de darle muerte a su más grande adversario: El Conde. Es así que el cazador pasó a serlo de humanos, cada noche buscaba víctimas y les bebía la sangre, residía en un mundo de oscuridades, en el que él era la sombra más horrenda y mortífera. Sin embargo, una noche conoció a una bella y bondadosa muchacha, y se dio

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cuenta de que ella era una luz en su camino. No solo había oscuridades en la existencia, había luces, y la joven era una de estas. El vampiro decidió cortejarla, ella accedió a sus galanteos. Él no quería morderla, matarla ni convertirla, solo deseaba amarla. Empero, era un monstruo, y la chica era la luz de todas las luces. Una noche ambos lloraron abrazados, pues sabían que su romance era insensato; pasaron la madrugada en el bosque y se juraron amor eterno. Al darse el último beso, el vampiro descubrió que su enamorada era la luz más brillante que hubo conocido, el sol mismo, el cual salió, lo abrasó y lo convirtió en cenizas. Entre lágrimas, ella se dirigió a su casa, dispuesta a olvidar aquel amor imposible.

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LA VIRGEN DE METAL Carlos Enrique Saldivar Es lo que tenía que suceder. Soy un violador y asesino de mujeres. Me han condenado a una muerte terrible, aunque siento que no pagaré con creces el daño que hice. La sentencia está dada: he de introducirme en esa beldad con forma de mujer que se me aproxima. Estoy desnudo, intuyo que esto es similar a hacer el amor. Ella luce como mujer, alta, piel trigueña, cabellos negros, leoninos, rasgos indígenas; tampoco viste nada. Es hermosa. Creo saber por qué le llaman virgen. La doncella se me acerca, me da un beso en los labios: un pequeño placer antes de la amargura. No tiene vagina, es normal, no es humana. Me derriba, caigo de espaldas; ha cambiado su expresión de dulzura, ahora es amenazadora. La androide se transforma, su

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cuerpo parece quebrarse, partirse en dos, en realidad se abre y cada mitad de su cuerpo me atrapa, por delante y por detrás. El proceso de cerrado inicia. Me encuentro dentro de ella, es más grande de lo que parecía a simple vista, su constitución puede dilatarse y contraerse. Sus mitades se están uniendo. Sus cuatro puntas se me clavan, en el pene, el corazón y los ojos. No grito…

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PALABRAS FELICES Carlos Enrique Saldivar Romina empezaba a dudar de que su mundo fuera ideal, incluso que fuese real. Tomar soma cada cierto tiempo, trabajar poco y dedicarse a los más bellos divertimentos. Cuando me comentó sus pensamientos subversivos, como por ejemplo, escribir libros donde el planeta fuese un caos, me di cuenta de que debía actuar. Trabajo para el Gobierno, soy un infiltrado en busca de pensadores, por ende tengo el poder de las palabras. Se trata de una ligera modificación electrónica en mi aparato bucal. Funciona como los rayos X, penetra en un individuo y veo a través de aquel. Sé usar mis palabras de modo apropiado, por eso puedo conseguir que atraviesen lo que yo quiero, incluyendo a Romina.

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Una noche, después de tener sexo dulce al inicio, salvaje al final, ella me comentó sus pensamientos sobre una Tierra ficticia, que nos daba la sensación de bienestar, pero en realidad nos tenía dominados. Usé las palabras de inmediato, inicié con un tono tierno, luego fui elocuente, con sutileza. No debía permitir que se percatara de mis intenciones, debía sugestionarla y lo hice. Las

palabras

funcionaron.

Romina

se

durmió,

convencida, al menos por veinte años más, de que vivía en un mundo feliz.

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EN LOS DÍAS DE LA PLAGA Carlos Enrique Saldivar Todos conocen la historia de la plaga escarlata, que se inició en Londres a finales del siglo XIX y se propagó por todo el mundo a inicios de 1900. Llegó con rapidez a Perú y removió nuestras existencias, obligándonos a dejar nuestro lugar de origen para dirigirnos al norte, donde se suponía había tierras sanas. No obstante, la peste nos alcanzó con rapidez y le dio muerte a mi amigo Jack, a quien conocí en Estados Unidos. Me dijeron que abandonara su cuerpo, que debíamos irnos, pero no hice caso, respondí que debía darle cristiana sepultura. Me dijeron que se había suicidado antes de que el sufrimiento lo copara, por eso su piel no lucía tan roja como la de las otras víctimas. Les respondí que eso era una

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mentira. Murió accidentalmente, por una sobredosis, tratando de curar su mal. Los demás me espetaron: «loco», y me dejaron. Cargué a mi amigo en brazos, lo llevé al cementerio, merecía un entierro digno. Recordé el gran deleite que tuve al leer sus historias. Mi escritor predilecto. ¿No se dan cuenta de que es el extraordinario Jack London?, grité fuerte, sabiendo que me había contagiado y que moriría a su lado pronto.

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PARRICIDIO René Quintana Era difícil imaginar que ese momento llegaría, siempre estuve preparado, pero jamás imagine que sería en el momento donde me encontraba más débil. La edad no era de mucha ayuda, en la ciudad cada vez había menos personas, por lógica menos comida para los de mi tipo. Especialmente si buscas algún tipo de sangre especifico. Esa noche se sentía diferente a las demás, las calles estaban muy calladas, el ambiente era demasiado frío, temía por la vida de mi hijo, ya que siempre que me acompañaba a algún lado, ocurrían ataques sorpresas, mas no desconfiaba de él. De las sombras salieron tres sujetos con capuchas y,

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en un abrir y cerrar de ojos, se abalanzaron sobre mí. Traté de defenderme, pero la velocidad de los contrarios era demasiada, su fuerza no se diga. Después de pelear con ellos y dejarme en mi lecho de muerte, uno de ellos se acercó hacia mi hijo y le entregó una estaca de madera. La tomó y se acercó hacia mí. Me obligaste a llegar a esto, todo por no darme el poder cuando te lo pedí. Lo último que recuerdo fue sentir la estaca en mi pecho.

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CAVAR DE NOCHE Fede Marongiu Clavó la pala en la tierra y secó el sudor de su frente. El lobo blanco lo miraba desde arriba de un montículo. ¿Qué intentaba decirle? Sus manos repletas de ampollas volvieron a tomar el mango de la pala. La piel se le pegaba a la madera. Contó mentalmente la cantidad de fosas abiertas esa noche, más de una docena. Era el décimo día que cavaba de noche. El lobo se desplazó en silencio hasta llegar frente a una lápida sin un nombre inscripto, simplemente un número. Desde ahí lo miró como dándole una orden. Volvió a tomar la pala, caminó hasta donde estaba el animal y cavó. La tierra llevaba tiempo sin ser removida y era dura, le costó llegar hasta el ataúd. Cuando lo logró hizo saltar la tapa haciendo palanca. Nada. No era lo que

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buscaba. Vio al lobo blanco desplazarse hasta otra tumba. Esta vez removía la tierra con una de sus patas. Corrió hasta ahí y cavó con todas sus fuerzas, palada tras palada. De nuevo, nada. Cayó de rodillas, agotado. Miró los miles de cruces y lápidas recientes a su alrededor. La guerra había llenado de tumbas el lugar. No sería fácil liberar al Maestro.

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INDICE "LA SOLEDAD SE SENTARÁ SOBRE NUESTROS TEJADOS CON SUS ALAS DESPLEGADAS" ANA MILÁN 9 MR. HUXLEY, MI OBSESIÓN ANA MILÁN 11 APAGANDO UNA HOGUERA ANA MILÁN 13 EL TESORO ESPERADO JUAN PABLO GOÑI CAPURRO 15 LAS SOMBRAS KARINA RODRÍGUEZ 16 NUESTRO PRIMER ENCUENTRO ÁNGEL MANUEL SANTAMARÍA ORTIZ 18 PLENITUD ÁNGEL MANUEL SANTAMARÍA ORTIZ 20 MUNDO FELIZ YOLANDA SA 22 SU MUNDO FELIZ FEDERICA BORDABERRY MAISONNAVE 24 IDENTIDAD OSWALDO JOSÉ CASTRO ALFARO 26 LA VACA Y YO OSWALDO JOSÉ CASTRO ALFARO 28 EL GUARDÍAN OSWALDO JOSÉ CASTRO ALFARO 30 SOLUCIONES ANDREA ALVES 32 COLMILLOS BLANCOS IVÁN XAVIER LOEZA MORALES 34

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UNA NOCHE JOSÉ ALBERTO ÁLVAREZ MORENO 36 ECOS SEBASTIÁN CANTERO M. 38 BRAM LUIS J. GORÓSTEGUI UBIERNA 40 EL INGENIO STOKER ROGER L. CHICO CABARCAS 42 LOS AUTORES ANA CLAUDIA BUSSIO 44 DESCENSO CLARA GONOROWSKY 45 LA PRINCESA ENCANTADA RAMÓN MARTÍNEZ VENTURA 47 BRAMIDO MAXIMILIANO MOLINA GÓMEZ 49 LA TORRE DEL MONSTRUO ALBERT GAMUNDI (SR.) 51 CONVIVENCIA DAMARIS GASSÓN PACHECO 53 RECORRIDOS ÁLVARO MORALES 55 EL DORMITORIO ÁLVARO MORALES 57 PUMA JULIO PALMA 58 LAS PASTILLAS DE LA FELICIDAD VANESA SÁNCHEZ 60 ETERNAMENTE TUYA ISABEL FUERTES VILA 62 RETORNO LUIS MARIO SALVATORE SERVETTI 64

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OCÉANOS DE TIEMPO LUCIANO DOTI 66 COLMILLO PERDIDO JEAN FRANCISCO CERVANT 68 STOKER: LEGADO DE TINTA Y SANGRE NICOLÁS RODRÍGUEZ PEREIRA CASTRO 70 EL JUEZ DE LAS RATAS CARLOS ENRIQUE SALDIVAR 72 LA LUZ DE TODAS LAS LUCES CARLOS ENRIQUE SALDIVAR 74 LA VIRGEN DE METAL CARLOS ENRIQUE SALDIVAR 76 PALABRAS FELICES CARLOS ENRIQUE SALDIVAR 78 EN LOS DÍAS DE LA PLAGA CARLOS ENRIQUE SALDIVAR 80 PARRICIDIO RENÉ QUINTANA 82 CAVAR DE NOCHE FEDE MARONGIU 84

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AUTORES José Alberto Álvarez Moreno (México) Facebook: www.facebook.com/Letramorfosis Twitter: https://twitter.com/letramorfosis

Andrea Alves (Uruguay) Facebook: https://www.facebook.com/andrea.alvesdiniz

Federica Bordaberry Maisonnave (Uruguay) Twitter:https://twitter.com/federicaborda Facebook: https://www.facebook.com/federica.bordaberry

Ana Claudia Bussio (Argentina) Twitter: @anacbussio

Sebastián Cantero M.(Paraguay) Twitter: https://twitter.com/seba_knt Instagram: https://www.instagram.com/sebaknt/

Oswaldo José Castro Alfaro (Perú) Facebook: https://www.facebook.com/oswaldo.castro.73

Jean Francisco Cervant (Perú) Página Web: elsonidoylafuriaweb.wordpress.com

Roger L. Chico Cabarcas (Colombia) Facebook: https://www.facebook.com/roger.c.c.5

Luciano Doti (Argentina) Blog: lucianodoti.blogspot.com Facebook: faceboo.com/luciano.doti Twitter: @Luciano_Doti

Isabel Fuertes Vila (Argentina) Twitter: @sabelifv

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Albert Gamundi [Sr.](España) Facebook: https://www.facebook.com/Albertgamundisrescritor/ Smashwords: https://www.smashwords.com/profile/view/AlbertGamundiSr

Damaris Gassón Pacheco (Venezuela) Twitter: La Dama @damarisgasson

Clara Gonorowsky (Argentina) Blog: http://poesiadesdeelsentimiento.blogspot.com.ar

Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina) Facebook: https://www.facebook.com/juanpablo.gonicapurro Blog: http://juanpablogoicapurro.blogspot.com Luis J. Goróstegui Ubierna (España) Blog: https://observandoelparaiso.wordpress.com/ Twitter: https://twitter.com/ObservaParaiso

Ivan Xavier Loeza Morales (México) Twitter: @XavierLoeza

Fede Marongiu (Argentina-Italia) Twitter: @fedemarongiu666 Facebook: Fedemarongiu666

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Julio Palma (Chile) Twitter: @JulioPalmaK

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HOMENAJE ANTOLOGĂ?A DE CUENTOS Julio 2018

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