una gran suerte. Pero también sabía que nadie la buscaría ahí. Por eso los gritos. Por eso el llanto. Y ahora esa alucinación… —Vivir o morir, niña. ¿Qué decides? Más espasmos de llanto. Más silbidos del incógnito visitante. —Vivir o morir. ¡No es tan difícil la elección! —¡Vivir, claro! ¿Usted puede ayudarme? ¡Hágalo sin tanta vuelta, por favor! —Te lo dije. Eres afortunada. Una decisión facilísima. —Por favor… —Claro que hay letra pequeña. En todo hay letra pequeña. Como quien dice… ¡se aplican restricciones! Tú sabes de eso, eres una chica lista, una chica de ciudad. ¡Claro que sabes! Pero la otra opción, la que no tiene letra pequeña, es la de morir. Y tú no quieres eso, ¿verdad? —Por favor, quien quiera que sea… —Tú no quieres eso. —Por favor…
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