Fray Julián de Piedralaves, un misterio por exhumar
Íker, Carmen, equipo de Cuarto Milenio; Somos un grupo de vecinos de Piedralaves (Ávila), y nos ponemos en contacto con vosotros para pediros que nos ayudéis a rescatar del olvido general unos hechos que corren el peligro de perderse para siempre. Hechos que reúnen, además, todos los ingredientes necesarios para convertirse en uno de vuestros casos. Esto último por múltiples y enigmáticos motivos. Intentaremos ser muy breves porque sabemos que debéis recibir miles de correos como este todos los días. Pero nos harán falta unos párrafos para bien explicar el asunto, que, de verdad, lo tiene todo. La historia que queremos compartir con vosotros es la de Fray Julián de Piedralaves: un franciscano descalzo oriundo de nuestro pueblo cuya biografía está marcada por la operación de un milagro –"certificado" notarialmente hace más de 200 años–, y reavivada en la memoria de unos pocos hasta el día de hoy al aliento de un misterio: el misterio de la huella indeleble de su mano derecha, que quedó impresa en la pared contigua a su lecho de muerte. Huella que, tras la reciente reforma de la que fue objeto la casa piedralaveña del monje, y que incluyó la enésima capa de pintura sobre la pared (cayó sobre decenas de manos de jabelga), ha vuelto a aparecer. Fray Julián nació en Piedralaves, en el seno de una familia humilde, en el año 1787. Tras ordenarse franciscano, ingresó en un convento de Moral de Calatrava (Ciudad Real), pueblo en el que incluso tiene dedicada una plaza. Corría la primavera de 1817 –la fecha es importante, el año que viene se cumple el bicentenario de estos hechos– y una terrible sequía amenazaba con la hambruna a los vecinos de Moral. Según cuentan los viejos y las crónicas, tras meses de oración y rogatorias, una mañana de domingo el pueblo entero salió en procesión detrás de Fray Julián, que por un día traspasó la puerta del convento . El monje ordenó a los vecinos arrodillarse y tras pronunciar las palabras "Señor, fuimos pecadores de tu viña los postreros, pero mándanos el agua, para regar nuestros huertos", el cielo se oscureció repentinamente y descargó con fuerza la tan ansiada lluvia. (Pero, antes de continuar, las fuentes. Todo lo que contamos en este mail está extraído, en primer lugar, de los recuerdos de Eugenio Sánchez, apicultor, personaje destacado, vecino de Piedralaves, y panal de la rica memoria de nuestro pueblo. Y también del libro escrito por el también piedralaveño don Pedro Anta, Historia y Nostalgia de un Pueblo de Castilla, cuyas páginas hemos puesto a vuestra disposición en ESTE ENLACE. En el libro publicado en 1977 están recogidos en letra impresa los hechos aquí referidos). Pero sigamos. Años después del milagro –del que se levantó como hemos dicho acta notarial– Fray Julián regresó a morir a su pueblo –el nuestro–, alojándose en una modesta casa que sigue aún en pie. Tras años de vivir en voz baja y de manera austera, sus últimos días los pasó recluido en una habitación de su casa y postrado en el camastro, como santo en su celda. Poco antes de exhalar su último aliento –murió en 1842 con 64 años–, apoyó su mano derecha en la pared dejando su huella impresa como prueba perdurable de su poder taumatúrgico. También dejó dicho que se le exhumara, no sin haber pasado antes cuatro generaciones desde su fallecimiento (han pasado más de seis). El caso es que el actual propietario de la casa la reformó el año pasado, y tras picar y repintar la pared de la habitación en la que murió Fray Julián, la huella volvió prodigiosamente a aparecer. Conocedor de la historia de Fray Julián y sabedor del empeño de Eugenio Sánchez por conservar vivas las historias singulares de Piedralaves, acudió a él para contarle lo ocurrido y enseñarle la huella reaparecida. Podéis ver la foto de escasa calidad que Genio tomó con su móvil, adjunta en este correo. No disponemos de una imagen mejor porque el propietario de la casa vive fuera de Piedralaves, concretamente en Zaragoza, pero no sería problema, organizándolo con algo de previsión, quedar de nuevo con él para que nos la abriera.