13 Lo que me sucedió en el camino entre las ciudades de almaguer y timaná.

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Lo que me sucedió en la ciudad de Almaguer hasta llegar a la de Timaná (Tomado de Maravillas de la Naturaleza, Tomo II, Capítulo III) por Fray Juan de Santa Gertrudis, 1724-1799 El señor sacristán se alegró muchísimo de verme, y juntamente de que en lugar de haberme ido a casa del gobernador, me hubiese ido a hospedar en su casa, y después de haberle contado algo de mis trabajos, ocultándole lo que no convenía que supiese, y juntamente el fin de mi venida, me dijo: Esta tarde se fue de aquí un mestizo con su mujer, que se vinieron a empeñarse conmigo para que yo les facilitase poder entrar en la misión, a habitar en el pueblo de algún Padre conversor; y yo le dije cómo tenía con usted mucha amistad, y que en la primera ocasión que tuviese le escribiría sobre este particular, y que no dudaba que usted me haría el favor de tenerlo en su pueblo. Yo le dije que convenía en ello, y que me sería de grande alivio, y que a él le podría ir muy bien, una vez que se quisiese aplicar en las cosechas del cacao y de la cera, y que yo me valdría de él para la conducción de todo cuando lo remitiese con ello a la ciudad de San Juan de Pasto. La respuesta le pareció bien al Padre sacristán, y determinó despacharle un propio, para que revolviese a Almaguer a verse conmigo.

trechos se conoce desde Almaguer para salir derechamente a Timaná y es camino sólo de nueve días, por no haber de ir a rodear por la ciudad de San Sebastián de la Plata y Popayán para venir a Almaguer. Este camino al principio de la conquista estaba muy corriente y frecuentado, porque entonces Almaguer fue ciudad muy rica por los muchos minerales de oro que tiene y muchísimo comercio que entonces tenía. Fue con el tiempo descaeciendo la ciudad en uno y otro, y cesando el comercio, cesó el trajín de la gente, y se perdió el camino. Pero siempre los timanecos han conservado venir a Almaguer a pie, por aperarse de sal azúcares y dulces, y conservan algún comercio, trayendo acá manguillos y botas, hecho a punto de media, ceñidores y cintas, adornos que usan los indios e indias, fabricados de lana o algodón. Yo le pregunté si en Almaguer había quien conociese este camino, y me respondió que sí, que los almaquereños también iban a Timaná. A lo que supe esta noticia, me alegré muchísimo, y dije entre mí: Eh, ahora sí logro sin estorbo ni tropiezo mi intento; porque el Comisario pensará que yo he ido a Popayán a convalecer, y cuando sepa que yo he ido a Santa Fe a ver al Virrey, yo ya volveré con mi negocio compuesto, y no sólo lograré que se entorben las minas de Mocoa y Caquetá, sino también que se ponga en Pasto un Síndico que cuide de los Padres conversos, como llevo ya relatado. Y una vez entablado y corroborado con decreto del señor Virrey, ya será difícil de quitar, y de este modo lograremos nosotros algún alivio.

Aquella misma noche partió el indio y lo alcanzó en el pueblo que llaman La Vega, que cito Tomo Primero, capítulo V. Él dejó a su mujer, y el otro día al anochecer estuvo ya en Almaguer. Hablamos sobre del particular, y quedamos convenidos que en volviendo yo a entrar, entraría conmigo. Él me preguntó si yo tardaría mucho. Yo le dije que no lo sabía, porque yo quería ir a la ciudad de Timaná a traer unas novillas para meterlas en la misión y tener allá cría de ganado vacuno como lo tenía Fr. José Carvo, para tener carne que comer, y juntamente entrar algunas vacas y novillos mansos cargados de harina, para tener allá pan.

El pensamiento era muy bueno, pero me salió muy mal como diré. El mestizo que quería entrar conmigo en la misión, traía tres caballos, y para obsequiarme, me dijo: Padre, las primeras jornadas se puede ir a caballo; si usted quiere yo lo acompañaré hasta Las Papas. Yo se lo agradecí, y quedamos con esta resolución. El otro día de mañana díjele al Padre sacristán: Yo para mis trastos habré de menester de preciso tres indios que me los lleven; pero para que tengan algún alivio será mejor, habiendo de pasar el páramo, que se alquilen cuatro. Pues Padre sacristán, vea usted quién tiene buen tasajo, y

El señor sacristán, que hasta entonces ignoraba el fin de mi salida, me dijo: Fray Juan, para este fin más presto hará el viaje yéndose por el páramo que por Popayán. Yo le pregunté qué páramo era éste, y me respondió: Es la cordillera, y esta misma es el Páramo de Guanacas, que cito Tomo Primero, capitulo V, y el páramo que acababa de pasar en nuestra misión. Sólo que estos dos otros pasos, como dije en el de Guanacas, en el capítulo citado y diré de este otro luego, son más rígidos. Hubo, pues, me dijo, antiguamente un camino que todavía a 1


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