Novela elisa

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¿DE DÓNDE çVIENE ESE SONIDO? Esta novela ha sido escrita en honor al cuarto centenario de la muerte de Cervantes.


CAPÍTULO 1 En un lugar de Canarias, de cuyo nombre no me sale de las galletas acordarme, vivía un ser, agricultor de bananas, llamado Persy. Frisaba la edad de este agricultor de unos 206 años, muy centrado en su labor, trabajador, amante de la pesca, las nuevas tecnologías y jugador de tenis, buen contador de chistes, simpático, ser de bien, inteligente y algo desordenado. En este tiempo solicitó ayuda a su buen vecino John, solidario y muy serio, algo más joven que Persy y de corta estatura, casi al contrario que éste, para ayudarle a encontrar un misterioso tesoro de sus antepasados que nadie había encontrado aún, escondido en sus amplias fincas heredadas de plantas de bananas. Como he dicho antes, Persy era un ser, pero no humano, era un unicornio, al que le gustaban las galletas y ponerse un tutú en las fiestas del pueblo. Que no! Que no tiene pluma ni nada parecido, es que es tradición en Calabacinius, así llamado el pueblo, de llevar un tutú cuando es fiesta; a algunos no les parece bien esa tradición, pero por orden unicornial hay que cumplirla... en fin, que me desvío del tema. Persy soy yo. Si si, soy el “prota” de esta larga anécdota sucedida el año pasado.


CAPÍTULO 2 A ver, a ver, que voy a empezar...Mmm. Uf... que no sé cómo empezar!!!! ay! Madre mía que torpe soy! Es que no sé cómo contaros que me hallaba yo en mi casa tan a gusto sentado en el sillón tan cómodo de mi salón (claro, no va a ser el del baño) y bajo el cojín de este me encontré un papel que era un mapa y... Anda galletas!! si os lo estoy contando. De verdad, cada vez se me da mejor contar historias (ironía)... Y otra vez vuelvo a salirme del carril de mi anécdota. Sigo: era un papel algo extraño, como un pergamino viejo, desgastado, que parecía de los tiempos de mi abuela, en el que ponía:”ni una pista debes saltar, si no, jamás hallarás un tesoro escondido 1000 años atrás”. Un tesoro...¿qué será? ¿un tarro de galletas oreo? No creo, estarían echadas a perder. Mmm... a ver, a ver. Puff, no tenía ganas de pensar de qué se podía tratar. Bueno, mejor averiguarlo. Seguí leyendo: PISTA 1 ya veo que sigues adelante, pero no te quedes tan campante porque el tesoro no hallarás si este acertijo no puedes acertar. Dice así:


¿qué es lo que se puede oír pero no se puede ver ni tocar? Abajo, como si fuera la posdata, decía que se podía oír en el volcán del Teide, por la madrugada, en sus amplias laderas. Algo que se puede oír, pero no se puede ver ni tocar... Mmm ah! Ya sé: a mi madre duchándose! La oímos todos cantar, pero está prohibido (claramente) verla y, mucho menos, tocarla. No creo que mi madre sea la clave, ella, que yo sepa, no se ducha en el Teide. Esto de adivinar acertijos no se me da nada, pero nada bien. Así que le pedí ayuda a mi buen vecino John, que estaba seguro de que podía ayudarme, como siempre.

CAPÍTULO 3 Fui a su casa, llamé a la puerta y abrió su abuela, ya con unos cuantos siglos de edad. Me dijo que estaba regando las macetas en el patio y me dejó pasar. Acudí al patio y estuve hablando con el. Él, sin duda accedió a ayudarme, y, para no parecer yo un aprovechado de su ayuda, le propuse darle la cuarta parte del misterioso tesoro. Le propuse ir a mi casa para estudiar las pistas; le enseñé ésta última y le pregunté si sabía lo que era. Se quedó pensativo. Después de unos


minutos algo incómodos, respondió: -algo que se puede oír pero no se puede ver ni tocar es el sonido o la voz- a lo que yo dije: ¡pues claro! ¿cómo no se me había ocurrido antes? Qué tonto soy-. El se rió. Estuvimos pensando, pues ponía que se oía en el Teide por la madrugada. Llegamos a la conclusión de ir esa noche a la ladera, cerca de mi casa. Antes de que John se fuera, preparamos una mochila con dos linternas, mantas por si hace frío, una tienda de campaña para acampar allí por la noche, bocadillos de atún y tomate-los que nos gustan-, un GPS y sobre todo, las pistas. Tras esto, añadí: – Quedamos a las doce, porque en la pista dice que esto ocurre por la madrugada, subiremos un poco y nos guiaremos por el sonido, ¿de acuerdo?- a lo que él responde: – Me parece bien-.

CAPÍTULO 4 Y así fue. A las doce menos cuarto John tocó el timbre de mi casa. Le abrí, le dejé pasar y repasamos lo que habíamos echado a la mochila. Añadí el teléfono por si acaso ocurría alguna emergencia. Salimos justo a las doce de la noche. Hacía un poco de frío, pero íbamos bien abrigados y con mantas en las mochilas. Comenzamos a subir por la ladera, cada vez


hacía más frío y se notaba la altura a la que estábamos, pues nos costaba respirar ya un poco. Paro de caminar y digo a John: -no subamos mas, acampemos aquí- y contestó el resoplando- de..de acuerdo-. Montamos la tienda de campaña y nos pusimos a comer; en la tienda hacía frío, pero menos que fuera. Nos echamos las mantas, una cada uno, para no resfriarnos y comer más a gusto. Comenzamos a hablar de muchas cosas, yo le pregunté: – Bueno, ¿cómo vas en tu nuevo trabajo? – Pues ahí vamos, cada vez me piden hacer menos obras. Como siga así, tendrán que despedirme. – Tu tranquilo que eso no va a pasar, porque últimamente vienen muchos turistas y al menos la mitad se quieren quedar. – También es verdad. Bueno, descansemos que dentro de unas horas, al amanecer, nos pondremos otra vez en camino.

CAPÍTULO 5 Sonó la alarma a las cinco y media. Por pocas puedo apagarla del sueño que tenía. Vi que John ya estaba despierto. Le pregunté: – ¿cómo es que ya estás despierto? – Me he despertado porque oí un ruido que


venía de cerca. – Pues recogemos y nos vamos ahora mismo. – ¿y por qué tanta prisa? – Mira que yo soy muy olvidadizo, pero tu madre mía. ¿ya no te acuerdas de lo que decía la pista? Decía que en las laderas del Teide se podía oír un ruido extraño que hacía... En ese momento, un ruido algo extraño se oyó por toda la ladera, cerca de donde estábamos. – Sí, así se oía. Vamos rápido que parece que se ha oído cerca de aquí. Recogimos la tienda a prisa y partimos guiándonos por el pequeño estruendo. Cada vez estábamos más cerca de la meta. Llegamos a una cascada, pero no había nada. Miramos por todos lados por si había alguna pista, pero nada, no encontramos absolutamente nada. Empezaba a amanecer, y los rayos del sol se reflejaban en la cascada. – Mira, John, qué bonito paisaje ha aparecidole dije dándome la vuelta, algo cansado y decepcionado. – Persy, m..mi..mira – ¿qué voy a mirar? Si ya lo he visto todo – N...No, es que la cascada se ha abierto en dos y hay una puerta – ¿Qué?- me di la vuelta y vi que era cierto.vamos John! No perdamos tiempo.


Subimos hasta el lugar en el que estaba la puerta, difícilmente, pero llegamos, la abrimos y había como una especie de túnel muy largo que parecía no tener fin. Encendimos las linternas y emprendimos el camino para llegar al final de ese oscuro agujero tras una misteriosa puerta en una cascada. Al final, había una planta de plátanos, que brillaba intensamente y en seguida nos dimos cuenta de que era de oro. Al lado había una pista, que decía así: “enhorabuena, habéis llegado a la final, y de aquí el tesoro os podéis llevar” – Pues que no se hable más, John, llevémonoslo. – De acuerdo. Nos lo llevamos y llegamos a mi casa una hora más tarde, cuando ya brillaba el sol con intensidad. Planté la planta de plátanos en mi explanada heredada, y empezaron a salir plátanos al instante, pero no normales, sino con la piel de oro. Le di una rama de la planta a mi amigo John por haberme ayudado, ya que se lo prometí, y al instante fue a su casa a plantarlo. Ahora, vendemos obsequios de oro hechos fácilmente con la piel de esta fruta, y nos va bastante bien, los vendemos a buen precio y parte de lo que conseguimos se lo entregamos a los más pobres, si si, somos muy generosos,


qué más podíamos hacer!

FIN


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