El Fundador / Mayo 2022

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Gesta comunitaria: la historia

de cómo la comuna logró salvar las 5700 hectáreas de la actual Reserva

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Mayo 2022

Villa Gesell Año - XXXIV Nro 2049

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Bonnie Favelis presentó su nuevo libro “¿Qué es el hombre?” en la Biblioteca


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CÓMO SE OBTUVIERON LAS TIERRAS DE LA RESERVA

Un aviso anónimo y una gesta comunitaria que permitieron la exitencia de la Reserva Este año el Faro Querandí, la construcción más antigua del Partido, cumple cien años, y durante varias notas vamos a repasar su historia. En esta entrevista al Dr. Jorge Viola, conoceremos cómo la Municipalidad obtuvo las 5700 hectáreas de la actual Reserva Municipal, una superficie tres veces y medio mayor que las 1650 ha que compró don Carlos para desarrollar Villa Gesell. Detrás de la actual propiedad que tiene la Municipalidad sobre la reserva llamada Faro Querandí, de 5700 hectáreas, hay una historia secreta muy interesante que comienza cuando a mediados de 1986, llega una nota anónima que advertía a la Municipalidad de Villa Gesell que había una empresa armada para hacerse de esas tierras. Dicha nota no cayó en vano en manos del entonces Intendente Héctor “Tito” Allo y su equipo, que de inmediato pusieron manos a la obra y averiguaron qué estaba pasando con esta enorme

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fracción de médanos vivos. “La mensura que genera la reserva del Querandí es de 1882. Es una mensura relatada, no tiene gráficos ni técnicas de dibujo. El agrimensor cuenta que va a caballo, hasta tal monte, y siempre dejaban de medir donde principias los médanos. Era un territorio no apreciable, descartado. Más adelante se dictan leyes provinciales en consonancia con leyes nacionales que regulan los bienes que carecen de dueño. Nace el concepto de sobrante, excedente, masías, y empieza a regular el Estado la condición jurídica de esas tierras. Cuando Tito Allo asume como Intendente (1983) sabía de la existencia de una tierra fiscal, y comenzó a buscar los antecedentes en La Plata. Allí encontró que en 1980 la Provincia había dictado una ley que todavía está vigente sobre los inmuebles del Estado, que es una herramienta muy útil para la provincia y para los municipios también, que regular todos los excedentes y los sobrantes. Si son chiquitos, debido a errores de mensura, permite que los propietarios linderos los compren, y los que son grandes, permite que pasen a propiedad de los municipios. La municipalidad nunca activó esa transferencia, solamente Tito comenzó a investigar y en el año 86 la Municipalidad se entera por una nota burocrática que había un plano de

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posesión de estas tierras, lo que significa que los vecinos linderos, no ya los Santamarina sino los Arbelais, había hecho un plano para argumentar posesión veinteañal sobre la parcela 101, la grande, y para tener la propiedad por prescripción adquisitiva o usucapión. Cuando se entera, Tito acelera su interés por esta tierra y recorre ministerios hasta que se entera que había sido destinada a

Asuntos Agrarios. No encuentra nada en aquí y busca asesoramiento en la Fiscalía de Estado, que le pone un par de abogados al servicio de la Municipalidad para trabajar en los antecedentes catastrales de la parcela”, explica Jorge Viola. El entonces Secretario de Gobierno y actual Asesor Legal de la Municipalidad, relata a continuación que la parcela había sido medida en el

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año 1962, pero los antecedentes habían desaparecido, y ésta falta de documentación fue un obstáculo tan serio como el juicio. La Municipalidad hace un nuevo plano, con el aporte sustancial de los agrimensores geselinos Coco Rossi y Mario Tomac. La Provincia lo aprueba, y acogiéndose a la ley ya mencionada, presenta la inscripción de las tierras a fin de escriturarlas. Sin embargo, una

vez presentada la inscripción, para que se hiciera la transferencia a nombre de la municipalidad, hubo que enfrentar un juicio de parte de la empresa que intentó quedarse con la propiedad. Este juicio duró hasta los años 90, y la Municipalidad lo ganó. Los vecinos no lograron probar que hubieran usado la tierra para la cría de caballos, que era lo que argumentaban. Las pruebas


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fotográficas que consiguió la Municipalidad, del año 1960, que compró en el Instituto Geográfico Militar, más otras del Inta y del Ministerio de Obras públicas de la Provincia, por las que un perito geólogo determinó con instrumentos especiales, con los que podía ver hasta los caminos de la Hacienda, que no había ni siquiera huellas de animales, ni pastos, ni corrales, ni otros testimonios de que hubiera habido explotación. Todas las sentencias fueron a favor de la Municipalidad. No se le hizo tan difícil al Municipio probar que no había habido explotación. La Municipalidad tuvo testigos calificados: Rosario Flores, que había sido Farero durante décadas; Bellini, un viejo pescador y el policía Mantello. Ese momento épico, culminó con una sesión del HCD en el predio mismo, con un asado celebratorio en el predio del Faro: “Me acuerdo que Antonio

Roncoroni, creo que era concejal en ese momento, se entera en Dolores de que unos particulares habían promovido la demanda. Viene con el expediente y ahí pudimos ver la magnitud del reclamo. Tenían bastante ordenado todo, habían hecho desaparecer la documentación, y habían hecho un plano nuevo. Esto fue a mediados del 86. Nosotros ya sabíamos por esa carta anónima que llegó desde Geodesia, que había una pretensión de quedarse con la tierra por parte de una SRL, que había sido armada a los efectos del juicio. Por una cuestión formal se demoraron y eso nos permitió conocer con dos meses de anticipación que existía la demanda. En ese tiempo se preparó todo, se hizo una sesión del Concejo Deliberante en las mismas tierras, como un símbolo de que se había podido inscribir la tierra. Luego hubo que enfrentar el juicio, pero ya teníamos presentada la inscripción”.

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PRESENTACION DE «¿QUÉ ES EL HOMBRE?»

Fervoroso encuentro de Bonnie con su público En la Biblioteca Rafael Obligado se presentó el último libro de poemas de Bonnie Favelis, y fue un cálido ritual de encuentro entre la querida poeta con su comunidad de amigos y lectores. Una multitud entre la que se contaban desde el intendente municipal hasta sus lectores más jóvenes, aplaudió la trayectoria y el luminoso presente de la admirada escritora. Habló en primer lugar el Secretario de Cultura, Educación y Deportes, Profesor Manuel Artieda, quien se refirió a la autora en su rol de docente, y destacó, a través de una anécdota, su capacidad para relacionarse con estudiantes de diversas edades. Señaló Artieda que en una oportunidad en que tenían que exponer sobre la vida cultural de la ciudad, Bonnie fue como representante y su desempeño lo dejó maravillado. “Me enamoré de Bonnie, desde entonces”, confesó Artieda, quien ante las risas y los comentarios de la autoria, aclaró: “me enamoré con un amor pedagógico”. Luego se el animador del encuentro y presidente de la Bibliotecta Alejandro Viale, pasó la palabra al Intendente

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Municipal, Dr. Gustavo Barrera, quien expresó: “La verdad es que siento una gran admiración por Bonnie, la conozco desde chiquito, a su familia, Adrián, Andrea, Martín… así que tengo una alegría muy grande, es una luchadora, me acuerdo del Bel Motel, y ese tremendo accidente, cuando el incendio…”, expresó Barrera, quien dijo luego: “te deseo lo mejor con la presentación de este nuevo libro, te quiero mucho, seguí parándome en la calle como lo hacés, y dándome consejos que siempre me das… esto es lo que pasa en Gesell, y la verdad es que es una sociedad que está vigente, que está activa… así que no perdamos nunca esto, seguí escribiendo libros, te queremos mucho y buena presentación”. A continuación el escritor Carlos Aletto, autor del prólogo del libro, quien dijo que abordaría el libro de Bonnie no desde “las herramientas de la crítica literaria… sino de la mirada impresionista de este libro, a quien no lo leyó se lo recomiendo porque es maravilloso. El libro parte de la idea central, desde la mirada de una mujer, ¿qué es el hombre? Incursiona en la cultura de occidente de una forma maravilloso, desde los tiempos más remotos hasta el presente. Parte desde los presocráticos, aquellos pensadores griegos que se preguntaban cuál era la primera causa

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natural, la primera idea del pensamiento que existe, lo que llamaban ellos la arjé de phisis, la naturaleza, que para uno era la tierra, para otro el agua, el aire… y ella parte con la pregunta qué es el hombre, y en cada uno de esos primeros poemas, en cada remate, siempre termina con una de estas reflexiones”. Aletto se preguntó, en analogía con el título del libro, ¿Quién es Bonnie?, y respondió refiriéndose a sus múltiples facetas: amiga, madre, vecina, abogada… destacando no solo la prepotencia de trabajo sino también el talento para cada uno de estas actividades. Finalmente expreso que “Bonnie es poesía, la poesía en sí misma, sus actos son poéticos, ante el derrumbe está viendo la grieta, el pedacito que queda, el detalle. El detalle poético, ahí está Bonnie, promoviendo esa alegría no tonta ni vana, de la poesía en cada momento. Eso para mí es maravilloso porque lo transmite este libro, ese optimismo de cómo vive Bonnie la poesía”. A continuación señaló que “para mí Bonnie es Gesell… y perdonen los geselinos… no puedo disociar a Bonnie de Gesell ni a Gesell ni Bonnie”. Participó también una gran amiga de

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Bonnie, con quien compartió casi treinta años de actividad como empleadas municipales, Silvia Rodriguez, quien contó la tarea que compartieron en la Casa del Abuelo. Como siempre había trabajado en otras áreas de la Municipalidad, Silvia se preguntaba qué podría hacer trabajando con personas mayores. Y fue allí donde se encontró con Bonnie: “con esa magia que tiene, con su arte, con su ternura, con su poesía, me agarró de la manito y me fue llevando. Y ahí pudimos hacer una serie de tareas… buscamos articular las acciones entre el sector público y privado, y coincidimos con Carla Bevacqua organizando actividades recreativas en el Hogar de Ancianos en donde ella trabajaba, y Bonnie pasó

a ser un soplo de frescura en ese Hogar donde ella llegaba con una serie de propuestas e incluso con la audacia de hacerles escribir y de organizar un taller literario. Trabajamos mucho, organizamos la biblioteca fantástica, donde había trescientos libros llegamos a dos mil quinientos”. Silvia citó que incluso quedó un librito de esa experiencia de taller literario, y concluyó: “Vengo a traer esta experiencia que nos permitió conocernos, hacernos amigas, y ahora ser hermanas”.Hubo lecturas de los poemas en inglés, ya que la edición es bilingüe, a cargo de Paul Perry. Luego se produjo un diálogo entre la autora y el público, y se leyeron algunos textos de “¿Qué es el hombre?”.

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Contratapa Cuando observo a Bonnie Favelis en su bosque, escribiendo en un cuaderno, admiro su constancia en el oficio de vivir. Escribe en silencio, a veces levanta la mirada y escucha el rumor de la brisa, un trino, el susurro del follaje. En este paisaje ella escribe y se inscribe comprendiendo la poesía como vaso comunicante de las preguntas esenciales de la filosofía. Así entiende Bonnie la escritura, como instrumento propicio para indagar ahí donde la soledad y el desasosiego parecen imperar. Su palabra no se limita a explorar la razón de ser de la angustia: le busca un sentido. Quien busque un camino para salir del dolor tal vez lo encuentre en sus versos. Guillermo Saccomanno


Las recetas de Olivia Calamar relleno Ingredientes (para dos personas): cuatro calamares medianos, un filet de merluza mediano, una cebolla, dos dientes de ajo, un puñado de arroz, dos rodajas de pan de ayer, aceite de oliva, un vaso de vino blanco, 200 grs de puré de tomate, sal, pimienta, pimentón. Limpieza del calamar: con cuidado, separamos los tentáculos del cuerpo, y le cortamos la zona de la boca para que queden todos sueltos. Luego los cortamos en trocitos de 2 cm de largo. Al cuerpo primero le sacamos el cuerito, tomándolo firmemente con una servilleta de papel y tirando, sale fácil. Después le cortamos las aletas, a las que picaremos en cuadraditos. Después damos vuelta al cuerpo, como una media, y ahí le sacamos la «plumita», lo único sólido del interior del calamar, y limpiamos muy bien debajo de la canilla toda la piel, hasta que quede blanca. Entonces volvemos a dar vuelta el cuerpo. Preparación: En una olla pequeña hervimos agua, y durante 10 minutos cocinamos el arroz. Colar y enfriar bajo la canilla. Reservar. En otra olla ponemos un chorrito de aceite, media cebolla picada fina hasta blanquear, un diente de ajo entero, aplastado. Agregamos el puré de tomate, sal y pimienta. Cocinamos a fuego bajo por 30 minutos. Si falta líquido, agregar un vaso de agua. En una sartén, poner una cucharada generosa de aceite de oliva, media cebolla picada fina, un diente de ajo picado, cuando blanquea agregar los tentáculos y las aletas picadas, agregar el filet de merluza cortado en cubitos (y sin espinas), revolver con cuchara de madera, agregar un chorro de vino blanco, sal, pimienta, pimentón, el pan sin cáscara cortado en cubitos, cocinar a fuego bajo, y agregar, por último, el arroz. Listo el relleno.

Ahora nos toca rellenar, con paciencia y con ternura, bien relleno, cada calamar, cerrándolos prolijamente con un escarbadientes, ó con dos. Así, los pondremos en la olla con la salsa de tomate por doce minutos de una lado, y seis minutos más al darlos vuelta. Esta delicia se hace con dos productos nobles, deliciosos y sanos, que provienen de nuestro generoso mar argentino: el calamar (calamar ILEX) y la merluza (merluza HUBSI). Son las especies más buscadas, junto con el langostino, y también son las más estudiadas. En este caso, son las más sabrosas, y si tuviera que sugerir un vino para acompañar, me inclinaría por un rico chardonnay, aunque eso depende del paladar de cada uno… Eso sí: si tuviera que elegir un lugar donde poder comer esta delicia, sería sentado a orillas del mar, mirando las olas venir, en Villa Gesell…

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Sobre dos libros sapienciales

El habla del silencio Los viernes nos encontramos con María Domínguez en el Náutico, el parador de playa. Desde sus ventanas puede verse el mar, el oleaje apaciguándose después de la última sudestada. Esta tarde María me trae un libro prometido, el que escribió con Juan Forn y que Juan no alcanzó a ver. Debo admitirlo, cuando uno está ante un libro escrito por dos trata de discernir qué del texto pertenece a uno o a otro. En este caso no es sencillo, y menos considerando que María es librera y también una lectora nómade en sus gustos, que no cesa de sorprender con sus hallazgos. A veces me pregunto si este don suyo procede de sus estudios de arqueología. Tal vez la respuesta está en una conjugación de las dos prácticas complementarias con un mismo objetivo: salvar cosas del paso

del tiempo, que no se pierdan. Otro dato no menor: María es una poeta reservada, cautelosa, que escarba en el lenguaje de la pérdida: “Después de nadar mar adentro/ ibas hasta la rompiente / buscando el impulso que te saque a la orilla. / Entraste en la ola / seguiste la curva/ y saliste del mundo”, escribe. Hay un silencio irreductible en estos versos. Es así: “Un silencio denso / cae sobre las cosas”. Y ese silencio remite al libro que escribieron juntos. Al silencio, justamente, se refiere “Nieblita del Yí”. “Discutimos mucho cada palabra, cada frase”, se acuerda María. Y se ríe de sí misma: “Yo no soy japonesa, / soy geselina”, ha escrito en un poema. Y volviendo al libro, cuenta: “Juan era obsesivo. Y yo terca. Pero nos reíamos mucho. Sonaba oriental Yí, pero era guaraní. Quiere decir río

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fuerte, duro. Y nombra un río uruguayo que nace cerca del Chato, cerca de la cuchilla grande de Durazno”. “Nieblita del Yí”, fue ilustrado con delicadeza cromática por Teresita Olhaberry. Ella y su compañero, el escritor Pablo Franco, ambos editores del sello La Flor Azul, andaban un domingo curioseando por la feria de Tristán Narvaja en Montevideo. En una librería de usados detectaron la novela “La tierra purpúrea” (1885) de William Henry Hudson en traducción de Idea Vilariño. Es sabido, Hudson, un naturalista argentino extrapolado en Gran Bretaña, fundador de la primera gran biblioteca ornitológica de Sudamérica, mantuvo amistad y correspondencia con Joseph Conrad y Ford Madox Ford. En sus cartas les confiaba el deslumbre por este sur y sus historias. De la seducción que

Por Guillermo Saccomanno destila “La tierra purpúrea” Borges diría que es una obra primordial del criollismo y uno de los pocos libros felices sobre la tierra. Entusiasmados con el texto de Hudson, Pablo, Teresita, María y Juan eligieron adaptar uno de sus tramos en versión para “chicos”, y las comillas, en este caso, no son gratuitas: “Nieblita del Yí”, con su encantamiento, funciona como infantil, pero trasciende el género y opera como cuestionamiento a la relación que mantenemos los adultos normalizados con la naturaleza que suele resultar distante. Al terminar una guerra, un veterano de la guerra entre blancos y colorados de la Banda Oriental, llega a un rancho donde viven una vieja y una nena. La nena está triste: no tiene amigos ni tampoco le han contado nunca un


cuento. Relato dentro del relato, el veterano le narra a la nena la historia de Alma, una nena que debía su tristeza a no poder hablar con el paisaje brumoso del río y su fauna. Una mujer de piel negra surge de la niebla del Yí. Si quiere hablar con la naturaleza, le dice, debe clavarse una aguja en la lengua. Contra las reticencias del lector desprevenido, Alma empieza a comunicarse con unos perros, una zorra, un pato. Y hasta puede escuchar la conversación de los árboles. Que la humanidad está aturdida no es ninguna novedad. El lingüista Noam Chomsky, a sus noventa y pico, no se cansa de criticar el capitalismo. Y si no se le presta atención no se debe sólo al tronar de las bombas y misiles de los dieciséis conflictos bélicos que aterran el planeta, el fragor de los incendios, y los desastres de las políticas extractivas. La alienación y la voracidad consumista explican esta sordera. Y “Nieblita del Yí” parece sugerirnos la exigencia de un silencio respetuoso ante la naturaleza y escuchar qué nos está diciendo. El otro libro que esta tarde trae María al Náutico es el “Tao Te Ching” de Lao Tse en versión de Ursula Le Guin. La primera vez que Le Guin vio el libro era una nena como la protagonista del cuento de Hudson. Se trataba de una edición de 1898 y contenía grabados y caracteres chinos en la cubierta. Era un objeto venerable y misterioso. Su padre lo leía a menudo y tomaba notas. Más tarde le confió a la hija que le gustaría que algunos pasajes fueran leídos en su funeral. Es cierto que el Tao ha sido interpretado como un manual para gobernantes, pero esto sería limitar su alcance. Desde hace más de dos mil quinientos años el Tao se las ha ingeniado para transformarse, además de en pilar de la filosofía budista, material de consulta de más de un pensador occidental que

encontró aquí claves para orientarse en momentos de crisis extremas, tanto colectivas como personales. Su espíritu atrajo tanto al refinado grupo de Bloomsbury como al marxista Bertolt Brecht, quien escribió el poema “Leyenda sobre el origen del libro Tao Te King, dictado por Lao Tse en el camino de la emigración”. Escribe Brecht: “A los setenta años, ya acabado/ el maestro sintió un ansia de paz. / Moría la bondad en el país/ y se iba haciendo fuerte la maldad.” La resonancia con el presente no es casual. La injusticia se enseñoreaba en su tierra. “Juntó unas cosas necesarias. / pocas. Pero algo más tenía que llevar. / La pipa que fumaba cada noche. / El libro que leía a todas horas. / Algo de pan blanco”. Lao Tse y

su guía caminan cuatro días. Un aduanero los detiene, les pregunta qué traen de valor. “Nada”, le contesta el viejo. El guía le explica al aduanero que el viejo es un maestro, que enseña que “el agua blanda termina por vencer la piedra”. El aduanero les ofrece entonces parar en su casa a cambio de sus enseñanzas volcadas con tinta en papel. Durante siete días, el maestro le dicta al guía las 81 sentencias que componen el libro legendario, tan breve como conciso. La última se refiere a la aparición de lo esencial, y Le Guin la traduce como “Lo verdadero”: “Las palabras verdaderas no son gratas, / las palabras gratas no son verdaderas. / Las buenas personas no son obstinadas, / las personas que son

obstinadas no son buenas. / Las personas sabias no son eruditas, / las personas eruditas no son sabias. / Las almas sabias no acumulan, / cuanto más hacen por otros más poseen, / cuanto más dan a otros más ricos se vuelven. / El camino del cielo beneficia sin destruir. / Actuar sin competir / es el camino de los sabios”. María se vuelve a la librería. Y yo me vuelvo a la cabaña con los libros. Lo único que sé es que acá en el bosque, donde escribo estas reflexiones, si a esta hora del anochecer uno guarda silencio, además del susurro de la brisa pueden escucharse unos pájaros tenues que le dan la bienvenida a la oscuridad y se despiden hasta mañana.

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