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MISAEL TAMAYO NÚÑEZ

Mario Moreno Arcos, el puntero en el PRI para ser candidato al Senado de la República, apela a la consolidación de la alianza con el PRD y con el PAN, de cara a la elección de 2024, su ex amigo, el ex gobernador Ángel Aguirre Rivero (Mario siempre llevó el estigma ante los priístas de haber apoyado a Aguirre en su tránsito hacia el PRD), pugna porque eso no suceda.

¿Qué está pasando entre priístas y perredistas? ¡Que alguien me explique! Como ya expuse ayer, es sumamente raro que aquel personaje que más trabajó por meter al PRD en una alianza con el PRI, provocando el enojo de gente incluso cercana a él, ahora esté trabajando en sentido contrario, para sacar al partido amarillo de la alianza con los tricolores, y más bien consolidar una alianza con Movimiento Ciudadano y el PAN, reeditando la gran alianza de 2010 que lo devolvió al poder como gobernador de Guerrero en las elecciones de enero de 2011.

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Seguramente Aguirre también mangoneará al Partido del Trabajo para que se sume a esta alianza, aunque sea de facto, porque de por sí el coordinador petista en el estado, Victoriano Wences Real, actualmente diputado federal de la Montaña por la alianza Morena-PT, se pinta solo para eso de las traiciones y busca de nuevo volver al poder de Tlapa, uno de los municipios que más presupuesto maneja en el estado y, obviamente el más atractivo de toda esa región.

Si Aguirre se sale con la suya, lo cual no le costaría nada porque al fin y al cabo él es el dueño de lo que queda del PRD, entonces Mario Moreno, Añorve y Astudillo, así como cualquier otro priísta que aspire al Senado de la República, a las diputaciones federales, alcaldías y diputaciones locales, tendrán que rascarse con sus propias uñas.

Habría que ver qué opinan el resto de perredistas de pedigree -no los advenedizos del PRI; estos seguramente le dirán al Jefazo lo que desea escuchar- si están de acuerdo con esta nueva jugada de Aguirre y si les conviene separarse del tricolor justo ahora que ya están juntos con pegados.

Al fin y al cabo ya pasaron por la vergüenza de exhibirse como aliados del partido por el que surgieron como movimiento opositor después del vergonzoso fraude de 1988, frente que se decantó precisamente en el Partido de la Revolución Democrática en 1990.

Hubo muchas voces al interior del PRD que lamentaron esta decisión, pero al final doblaron las manos. Se decía que era una alianza “contra natura”, algo ideológicamente incorrecto, pero eso a nadie le importó ni le importa.

¿Cómo justificaban los dirigentes perredistas, tanto a nivel nacional como a nivel local, ante las bases sociales del partido, que en lo sucesivo serían aliados del PRI? ¿Y cómo decirles, además, que esta alianza contra natura era para taparle el paso al presidente Andrés Manuel López Obrador y a su partido Morena?

Era un dilema que resolvieron bien rápido: simplemente se tenía que hacer la alianza, dijeron, si querían ganar elecciones. Esa fue siempre la justificación de Aguirre.

Pero era mentira. En la elección local de 2021, hubo perredistas que compitieron solos, pues no querían ceder sus espacios a aliados del PRI, y ganaron. A la inversa, hubo priístas que compitieron solos, y también ga- naron. Es que se olvidaron que ir en una alianza implica también ceder y conceder espacios, para guardar los equilibrios. Y así como el PRD trabajó para el proyecto del PRI a la gubernatura, los tricolores trabajaron para perredistas en distritos y municipios.

Todo este cambio de planes en el PRD, pasa a perjudicar de manera directa al puntero en la alianza, Mario Moreno Arcos, quien ya como candidato a gobernador fue víctima de una fuerte simulación de propios y extraños, y así lo denunció en su momento. ¿Cómo es posible que no haya ganado, cuando las dos terceras partes de la campaña estuvo sin contrincante por el retiro de la candidatura a Félix Salgado Macedonio?

El diablo está en los detalles, amable lector. Mientras que los dirigentes del PRI y del PRD llevaban a Mario a declararse ganador recién cerradas las casillas, al día siguiente el dueño del PRD, Ángel Aguirre Rivero, declaraba que habían perdido y que el candidato de la alianza, o sea Mario, debía aceptar su derrota.

A Mario no le cuadraban sus números. Si se declaró ganador es porque tenía ya un escenario claro y esperaba el triunfo. Pero las urnas revelaron otra cosa.

Realmente a Mario lo traicionaron los propios y los ajenos, aunque se debe decir que también hubo traiciones para la gobernadora Evelyn Salgado, de personajes que llegaron de última hora al partido y que ya tenían compromisos con Mario.

Lo cierto es que en la recta final de la campaña, alguien ahí arriba entregó a Mario como puerco flaco, para ser sacrificado en un ritual político y garantizar con ello una aterciopelada transición del poder.

Con todo, Mario está volviendo a confiar en sus aliados, tanto del PRI como del PRD, y ahora quiere sumar a los del PAN. Lo que no sabe, o no se quiere dar cuenta, es que su ex jefe político, Ángel Aguirre Rivero, trae otros planes y no son precisamente apoyarlo como candidato a senador.

Quizás a Mario ya le caiga el 20 y entienda que vale más solo, que mal acompañado. Y que ya está lo suficientemente maduro y crecido como para seguir trabajando para otros.

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