El Cuaderno 77

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elcuaderno MIRIAM REYES

Número 77 / Tercera época, nº 2. Segundo trimestre 2016

Aquí estoy

Desde la necesidad de la escritura, como una letanía, en la negación, un mantra que amartilla No debo… No debo… No debo abre esta última parte del poemario de la poeta gallega. Vaciada del nosotros y de la esperanza de que el mundo, y dentro ellos dos, se amolde al lenguaje, camina sola. No en espacios cerrados ni en cóncavos corporales. Ya no hay casas abrazadas de enredaderas, ni objetos compartidos, ni síntomas de ocupación. De nuevo las fronteras, pero por elipsis: Tiempo de qué. Paisajes indefinidos, hombres con rostro pero imprecisos, en una pluralidad donde, al igual que el paisaje, todo está abierto, por cultivar, sin etiquetas ni espacios propios. El plural que indetermina: la masa… sus cuerpos… sus caras… sus pelvis… sus vergas. Encerrada en sí, alimentándose tras el desgarro de

Consuelo Vallina › Serie Ciclos, 2015, técnica mixta sobre lienzo, 80 µ 80 cm [Natalia Cueto ] forma subjetiva; el nosotros, la casa que se dejó cubrir de enredaderas, en la cumbre y en el descenso ambos abandonados en la interpelación a un tú, función apelativa, exhortándolo, para que el mundo del otro se amolde al discurso de quien grita susurrante entre versos: El hombre no encuentra ante sí más que a sí mismo. Y la voz que toma el discurso se retuerce: Te pido o te ordeno: / no te des la vuelta / no apagues la luz / si todavía. Los tiempos, las emociones, el deseo se han vuelto escurridizos, lábiles y las palabras ya no recurren a imágenes minerales, físicas, científicas; los referentes

Miriam Reyes Haz lo que te digo Bartbley Editores, 2015

son difusos, anchos, arenas movedizas: intemperie. Las fallas geológicas, los metales, las galaxias son sustantivos agotados, fenecidos, inadaptados a la transformación de un amor que ya es ido y la lluvia y la tierra y el cemento y la madera y el nailon barato y el cuerpo sin lavar y el moho y las moscas son los pecios, la enumeración metonímica del lugar común del padecimiento: lo excepcional era lo de entonces, la vulgaridad siempre es recurrente en los finales. Duele el lenguaje del silencio […] paradojas de la tristeza y su lenguaje circular (J. Zorn, Lou Reed & Laurie Anderson, Haikemas). Amamos, como si de ello no se pudiera huir, y en ese destino lesivo bajamos la guardia, en la incandescencia dejamos de estar alerta, los sentidos nos engañan, como ciegos pasamos por alto las evidencias; nos volcamos en ser parte de un todo. Y en esa falsa luz, un yo que fue un tú en un conjunto de signos que migraron a lo que creímos, en un lenguaje levantado para dos, el mundo no obedeció. Siguió su curso. No hizo caso. Nacemos en dos con el impulso de verdad cuando lo real es que Estamos programados para ver causa / donde solo hay azar. Ni tenía que ser / ni no ser. Al final de la escapada.

Los enunciados transcurren sin pausas, el circular de la mirada o el transitar por las calles o las líneas discontinuas entre colores. La naturaleza en su geosfera, corteza, roca, mineral. La naturaleza anímica: la personificación del río como constante que acompaña, alivia, susurra. Del yo más íntimo, corporal, esquirla de un todo que sería la unión con el otro, lo quimérico, a través de las transformaciones, la experiencia, el desapego, la soledad, se llega a una fusión física, pero ya no carnal, con el entorno haberse vaciado entera, se contiene, austera en el golpe, en el verso aún más breve, en la estrofa mínima. De nuevo en los márgenes. Habitando una vez más en la frontera. Ya no del territorio que se va yendo sino del futuro que aparecerá. Entre las dos tierras, la ya vivida y la feroz crecida de la próxima vez: pienso en el paréntesis que nos contiene / y no puedo imaginar un futuro sin desbordamientos. Aparentes rocas en cuyo interior habitan los insectos. Quieta pero sabia conoce ese estado de latencia: Lo que pudo haber sido / y no permitimos ser / nos deja abiertos / como un final que no termina. La aparente austeridad formal está concebida desde la geometría. Ritmo, sintaxis y asociaciones. Quiebros y las palabras abriendo ventanas a las palabras, contagiándose las unas de las otras persiguiendo un determinado sentido, al servicio de la médula sobre la que gravitan los versos. Distancias cortas, el sustantivo sobre la adjetivación (otro índice que apunta a la concentración, la esencia, el centro); tiempos en presente y los infinitivos no marcados: el tiempo fluyendo. Como río entre pies, semilla en útero, lluvia sobre tierra. Los enunciados transcurren sin pausas, el circular de la mirada o el transitar por las calles o las líneas [Ãp. 98]


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