El Cuaderno 75

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ENSAYO

Número 75 / Diciembre del 2015

#razonesparaamarafresán En el País de los Hoteles no hay historia que acierte a terminarse. La lógica escasea pero nos sobra tiempo. Hay hambre de palabra en cada cena y hogueras bien dispuestas para el ritual preciso de contar nuestras vidas como si Fahrenheit. Acá llegan perdidos no buscados: un cazador de santos, Peter Hook, el fotógrafo aquel de James siendo tan Dean, un aprendiz de brujo, la banda de Esperanto, y la última Anastasia. Esperan un rewind. Nunca the end. Macarena Trigo, «Esquirlas del País de los Hoteles» (fragmento)

Macarena Trigo Uno de mis cuadernos de notas constata que el 9 de mayo de 2002, jueves de lluvia salmantina, me dediqué a transcribir algunos pasajes de Esperanto. De mi ejemplar de TusQuets copié, entre otras, estas frases:

Los recuerdos siempre demoran demasiado en convertirse en materia más o menos biodegradable»; «L as casualidades no existen. Las casualidades nunca existieron. Las casualidades siempre fueron, apenas, un concepto frágil y cómodo; otra forma de decir “pero mirá las cosas que pasan” y quedarse más o menos tranquilo».

No me cuesta nada imaginar que terminé de copiar esos párrafos, suspiré y acaricié el libro como si fuera el rostro del protagonista. (Sí, hago esas cosas. Qué.) En ese mismo cuaderno, diez hojas atrás, está mi compilado sobre Mantra y poco antes aparece la primera frase que rescaté de Historia argentina:

Y, por favor, no confundir a Canciones Tristes con una mutación posmoderna de Macondo. Tampoco con un homenaje o una crítica a ciertos tics del realismo mágico: Canciones Tristes ces’t moi. Yo pienso y veo y escribo así: moviéndome».(2)

Soy de esas impresentables aberraciones de la naturaleza que, si le preguntan dónde está, lo más probable es que contesten “En el planeta Tierra”».

La suma de sus libros funciona como un laberinto. Entras en uno para aparecer en otro. Laberinto de galerías y espejos donde saludamos a nuestro reflejo multiplicado al infinito y tropezamos con gente que nos recuerda a alguien. Personajes a los que conocimos cuando apenas eran niños, extras puntuales de un relato que vuelven como protagonistas de otro. Compañeros de un pasado remoto. Dios los cría… En un lugar de La Mancha hace tiempo, hablé de Peter Hook (señoras y señores, adelante, por favor, sin miedo, entren, paseen por Jardines de Kensington si aún se lo deben) como un Quijote lisérgico del siglo xxi. Afirmé entonces que

Ese fue el comienzo de una larga amistad. ¿Cómo nos encuentran los escritores que necesitamos? ¿Por qué aparecen sus libros en el mejor de los momentos posibles? No lo sé. Por suerte sucede y podemos atravesar una y otra vez sus páginas llegando siempre a lugares diferentes. Hoy y desde hace catorce años: Fresán, Rodrigo. Fresán como el lector que más calienta, autor de libros repletos de ventanas donde asoman otros escritores que sí, necesitaban ventilar sus páginas y qué mejor manera. Libros con bso, extensa e intensa bibliografía recomendada y un apéndice cinematográfico para consultar cuando se intuye que el cine es la mejor medicina para el alma. Fresán como el autor que más me pone. (Perdón, pero sí. Qué.) Me pone a cien. A mil. Abro sus libros con ansiedad temblona, rezando para que mi horizonte de expectativas vuelva a coincidir con uno de sus perfectos apocalipsis.(1) Los libros de Fresán como habitaciones a las que volver y de las que no salir. Habitaciones del País de los Hoteles, ese país que viaja con nosotros y cuya capital puede ser Canciones Tristes (a.k.a. Sad Songs).

Rodrigo Fresán no retoma la herencia cervantina de modo explícito sino que, interiorizando algunas de las ideas que han terminado por convertirse en temas universales y lugares comunes de la crítica y la creación literaria, nos obliga a considerar no solo lo que esta novela plantea sobre la construcción del universo literario, sino (1) «La noche que pasé con Peter Hook / no la contaré

aquí, ya se imaginan. / Una no colecciona apocalipsis para verlos volar como si fueran / pirotecnia robada al año chino», Macarena Trigo, Los poemas perdidos de Eleonora que Mariana encontró no sabe dónde, Salamanca: Amarú, 2006. (2) <www.barcelonareview.com/49/s_rf.htm>.

POESÍA

NARRATIVA

Camino de las cárceles Luis Fernández Roces El sol tras el bosque Robert Hass Traducción de Andrés Catalán Marco Valerio Marcial. Antología de epigramas Marco Valerio Marcial Traducción de Pedro Conde Parrado Antología poética Stanislaw Baranczak Traducción de Antonio Benítez Burraco y Anna Sobieska Amplitud / Amplitude Tess Gallagher Traducción de Eli Tolaretxipi Pronóstico del tiempo Daniela Martín Hidalgo Un corte que no sangra José Luis Gómez Toré Hernán Cortés nº 10 Ricardo Labra

Camposanto en Collioure Miguel Barrero La reconversión humana Ángel Falcón Instante en Lucio Fontana Francisco León

AFORISMOS

Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (1980-2012) José Ramón González La ventana invertida y 130 paradojas más Miguel Catalán Artificios Fernando Menéndez Salpicaduras Fernando Menéndez Nunca mejor dicho Karlos Linazosoro

www.trea.es Ediciones Trea • C/ María González, la Pondala, 98, nave D • 33393 Somonte, Cenero, Gijón (Asturias), España • Tel.: (34) 985 303 801 • trea@trea.es


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