Las mujeres de Colima, armadas con palas, varillas, fotografías y esperanza, siguen resistiendo Foto de Yensuni López
Literatura
Entre culturalidad, una lectura abierta al espacio educativo y la diversidad cultural y lingüística de Colima
Dra. Cecilia Caloca Michel
Marcha del día internacional de la mujer. Fotografía de Paulina Anahí Atanacio Silos
No. 450
La crisis de las humanidades
Marco Antonio Vuelvas Solórzano Facultad de Letras y Comunicación
La matrícula en educación superior en carreras relacionadas con las humanidades está alarmantemente a la baja en todo el mundo. Decir que las humanidades como campo universitario, como profesión, están en crisis, es ya un lugar común, referido sobre todo a las ideas surgidas del magnífico libro publicado en 2010 por la filósofa Martha Nussbaum Sin fines de lucro ¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?, en el que refiere al estudio de las humanidades como un factor decisivo en la formación de ciudadanía, el desarrollo del pensamiento crítico y el desarrollo de una re-
flexión ética de nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con nosotros y con los otros.
En efecto, las carreras de las disciplinas humanísticas tradicionales: filosofía, literatura e historia ven cada vez más mermado sus solicitudes de nuevo ingreso, a pesar de tener una cabida tan amplia en los tiempos que vivimos. Las preguntas que antes surgían y se quedaban en el claustro universitario comienzan a trascender los muros de las escuelas, y cada vez más gente se cuestiona sobre el uso ético de la tecnología, la manera en que nos relacionamos con ella y la posible sustitución del trabajo por la automatización, como ha ocurrido y ocurre con el trabajo manual en fábricas o comienza
ya en las tiendas departamentales con los auto cobros. Dicho de otro modo, las interrogantes acerca de qué viene en función del desarrollo tecnológico, cómo podemos comprenderlo, utilizarlo y aprovecharlo sin dejar nuestra humanidad en el camino, o entendiéndolo en función de una nueva manera de concebir la condición humana es una pregunta que busca respuestas en expresiones artísticas, literarias, cinematográficas, pero que también se hace el trabajador que ve amenazado su puesto de trabajo actual por la automatización o depende del teléfono para ser funcional en su vida cotidiana.
Lo anterior, por supuesto ha tenido un impacto en la elección de vida de muchos jóvenes para dedicarse profesionalmen-
te a las humanidades. Sólo para tener un panorama general, de acuerdo con los anuarios estadísticos del ciclo escolar 2022-2023 y 2023-2024, recientemente puestos a disposición pública por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) en el ciclo 2023-2024 hubo una matrícula total en las carreras de humanidades en todo el país de 64, 008 estudiantes, incluyendo instituciones públicas, privadas, estatales, interculturales y demás ofertas de educación superior inscritas en ANUIES.
Un año antes, en el ciclo 2022-2023, la matrícula total fue de 68,691.
El número referido es bajo considerando que la matrícula total de Educación Superior 2022-2023 fue de 5, 192, 618 estudiantes y para el ciclo 2023-2024 de 4, 626, 074 jóvenes. Esta cifra por sí sola
revela una crisis de la Universidad en general, y la manera en que los jóvenes ven cada vez menos atractivo el cursar una carrera universitaria, o bien como una oportunidad de movilidad social y mejora en sus condiciones de vida. El asunto es tema para otra discusión, pero es un llamado de atención sobre cómo se percibe la Universidad en el siglo XXI, cuál es su función y cuál su utilidad.
El dato que confirma lo anterior está en el número de lugares ofertados:
para 2022-2023 se ofertaron 1, 998, 879 espacios en las IES, de los cuales se ocuparon 1, 436, 015. Para 2023-2024, la oferta de espacios disminuyó a 1, 486, 856, y el descenso en la captación de jóvenes cayó a 1, 141, 964 jóvenes
que ingresaron a algún tipo de institución universitaria considerada por ANUIES.
Pero volvamos al área de las humanidades, que como se vio líneas arriba re-
presenta apenas el 1.3% de la matrícula total del país en las áreas que considera ANUIES en sus registros: Adquisición de idiomas extranjeros, Filosofía y Ética, Historia y Arqueología, Lingüística, Literatura, Planes multidisciplinares o generales del campo de las humanidades y Teología. La disminución en la matrícula no desestima, a mi parecer, la importancia de las humanidades, de su discusión, su vigencia o su vitalidad. De manera paradójica, creo que las discusiones que se sostienen actualmente en el área son de suma importancia para todos ¿Por qué entonces se ha visto tan mermada esa elección de vida? ¿Es necesario repensar, como plantea precisamente Martha Nussbaum la manera en que concebimos la educación y particularmente una educación en y para las humanidades? A final de cuentas, ¿No es precisamente el tipo de cuestionamientos que se hacen las humanidades y las ciencias, es decir, la curiosidad para buscar saber cómo funciona el mundo lo que nos hace humanos?
Las mujeres de Colima, armadas con
palas, varillas, fotografías y esperanza, siguen resistiendo
Foto de Yensuni López
Madres buscadoras, las que transforman su dolor en acción
En el marco del Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el 8 de marzo, es imperativo reconocer el papel fundamental que las mujeres han desempeñado en la lucha por la justicia, equidad y dignidad. En México, muchas mujeres han tenido que asumir un rol aún más doloroso: el de buscar a sus seres queridos desaparecidos en un país marcado por la violencia y la impunidad.
México enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes en materia de desapariciones. Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (Rnpdno), al 21 de enero de 2025, hay 121,415 personas desaparecidas, de las cuales 27,713 son mujeres y 93,267 son hombres. Además, 435 personas no tienen identificado su sexo. Lo más alarmante es que la mayoría de las desapariciones afectan a jóvenes: hombres entre 15 y 29 años y mujeres entre 15 y 20 años.
En Colima, la cifra oficial es de 1,343 personas desaparecidas, con 329 mujeres y 1,012 hombres. Aquí, las y los jóvenes también son los más afectados: hombres entre 15 y 24 años y mujeres entre 15 y 19 años. Esas cifras, aunque impactantes, son apenas la “punta del iceberg”, ya que muchas desapariciones no se denuncian por miedo a represalias o desconfianza en las autoridades.
Actualmente, 40 personas desaparecen cada día en México y las juventudes son las más amenazadas. Blanca, integrante del Colectivo Red Desaparecidos Colima, lo resume con crudeza: “Los jóvenes son los más vulnerables, los que más desaparecen en nuestro estado y en todo el país. Hay que ver con quién nos contactamos en las redes, a quién le damos información de nosotros y nuestra familia”.
Desapariciones “voluntarias”
Candelaria Huerta Pizano, integrante del Colectivo Solidario, comparte un testimonio doloroso sobre la falta de recursos y la saturación del sistema. “La Fiscalía y la medicina forense están rebasadas. Lo vivimos, no nos lo cuentan. Faltan forenses, son los mismos que van a un accidente, a un levantamiento de muerte natural y a las fosas clandestinas con nosotros”, afirma.
Huerta Pizano denuncia que los expedientes están saturados y que no hay personal suficiente para dar seguimiento a los casos. “Mi expediente ya va para 7 años, y no hay línea. No saben por qué ni por dónde ni qué fue la causa de que mi hijo
se haya ausentado. Y así son muchos”, relata. Además, critica que, en lugar de aumentar el personal, las autoridades han incrementado la carga de trabajo, lo que ha generado un colapso en el sistema.
En Colima, el 70% de las desapariciones son consideradas “voluntarias”, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública. Esa categoría es engañosa. Muchos y muchas jóvenes, especialmente adolescentes, deciden abandonar sus hogares debido a la violencia intrafamiliar, un problema que ubica a Colima en el primer lugar nacional en ese rubro.
Carmen Sepúlveda, del Colectivo Red Desaparecidos Colima, explica: “Hay una relación estrecha entre la violencia familiar y las desapariciones voluntarias de los adolescentes. Muchos se van huyendo de algo que está pasando en su casa, pero afuera enfrentan situaciones aún más peligrosas”. Sepúlveda enfatiza la importancia de abordar los conflictos familiares de manera no violenta para prevenir que los jóvenes caigan en redes de explotación o tráfico.
Un caso emblemático es el de una niña de 15 años que dejó un mensaje a su madre: “Mamá, te quiero mucho, no me busques, voy a estar bien”. La joven fue engañada por un supuesto novio (de redes) que se la llevó con la intención de venderla. Gracias a la intervención del colectivo y las redes sociales, la menor fue rescatada a tiempo. Ese caso ilustra cómo
Directorio
Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño Rector
Joel Nino Jr Secretario General
Jorge Martínez Durán Coordinador General de Comunicación Social
Jorge Vega Aguayo Director General de Prensa
El Comentario Semanal
José Ferruzca González
Director del periódico
El Comentario
Miguel Ángel
Ávila García
Coordinador de edición y diseño
Nota
las “desapariciones voluntarias” pueden ser en realidad el resultado de engaños y violencia.
Las madres buscadoras se han convertido en un símbolo de resistencia y amor incondicional. Cargando mochilas con herramientas de búsqueda, fotografías de sus seres queridos y sus medicamentos para sobrellevar el desgaste físico y emocional, estas mujeres recorren el país en busca de respuestas. Blanca recalca: “En la mochila cargas muchas cosas: el dolor, la tristeza, la pesadez de no saber dónde está tu familiar. Pero también llevas la esperanza de encontrarlos con vida”.
Su labor no solo implica excavar fosas clandestinas, sino también enfrentar la indiferencia de las autoridades y la revictimización. A pesar de los obstáculos, han logrado recuperar más de 2 mil personas, tanto vivas como fallecidas, demostrando que su lucha no es en vano.
Recorriendo las escuelas
Conscientes de que la prevención es clave para evitar más desapariciones, esas mujeres han llevado su mensaje a las escuelas secundarias de Tecomán. Con el objetivo de concientizar a las y los adolescentes sobre los riesgos que enfrentan, comparten sus testimonios y experiencias en las aulas, buscando incidir en la prevención y evitar que más jóvenes caigan en las redes de la desaparición.
Blanca, insiste: “La intención de visitar a los adolescentes es que conozcan nuestro testimonio. Muchos tienen un familiar, un
amigo o un conocido desaparecido. Queremos que vean la realidad y sepan que son los más vulnerables”. Durante esas visitas, las madres buscadoras hablan sobre los peligros de las redes sociales, la importancia de no compartir información personal y la necesidad de tener confianza en la familia y los maestros.
Carmen Sepúlveda agrega: “Les decimos que no tengan miedo de denunciar, que es más difícil cargar con una mochila de dolor toda la vida. Queremos evitar que más madres tengan que pasar por lo que nosotras vivimos”. Esas charlas no solo buscan informar, sino también generar un cambio en la mentalidad de los jóvenes, fomentando la prevención y la solidaridad.
Carmen Sepúlveda es clara; primero, no poner datos personales en las fichas de búsqueda: “Por favor, no pongan sus números personales en las fichas que hagan. No lo pongan porque esto les ocasiona que les pidan dinero o inclusive citarlos en un lugar y a lo mejor hasta llevarse a otro familiar. Pongan en la ficha el nombre del desaparecido, es muy importante que no pongan su número de teléfono, ni domicilio ni nada”.
Denunciar, aunque sea en los colectivos: “Si ustedes deciden que alguna persona del colectivo las acompañe, pues se hace, sin cobrar un cinco, porque nosotros no cobramos. Nosotros lo que hacemos es por buscar a nuestros desaparecidos, a nuestros hijos, a nuestros familiares”.
Carmen Sepúlveda enfatiza: “Las denuncias se tienen que hacer inmediatas. Si tu familiar sale de trabajar a las 3 de la tarde y llega siempre a las 4 de la tarde a tu casa, y son las 4 y no llega, no te contesta, ya lo fuiste a buscar y no lo encuentras de ningún lado, por favor, inmediatamente acudan a Fiscalía a poner su denuncia”.
Camino a la justicia
Sepúlveda afirma que “hay muchas personas que no ponen denuncia, pero quieren encontrar a su familiar. Pueden ir a la Fiscalía a donar su muestra de ADN y dejar un número telefónico, con eso le avisarían si su familiar es encontrado desafortunadamente fallecido, pero ya lo encontraste”.
Recalcó que el protocolo de las 72 horas ya no existe: “Anteriormente estaba el protocolo de 72 horas para hacer una de-
nuncia y éste ya no está, ya es obsoleto. Las denuncias se tienen que hacer inmediatas”.
De igual manera, afirma que nadie debe cobrar por compartir la ficha de un familiar desaparecido: “Es muy importante que sepan que todo lo que se haga, tanto en la Fiscalía como comisión y con los colectivos, es gratuito. Nadie tiene que cobrar un peso por lo que se vaya a hacer, absolutamente nadie, todo es gratuito. Quien te diga: ‘Te voy a cobrar por subirlo a las redes sociales’, es mentira. Compartir y subir no cuesta, nadie debe lucrar con el dolor”.
En el Día Internacional de la Mujer, es crucial visibilizar la lucha de las madres buscadoras y de todas las mujeres que enfrentan la violencia y la impunidad en México. Las cifras de desapariciones, el testimonio de Candelaria Huerta Pizano, la vinculación entre violencia intrafamiliar y desapariciones, y el esfuerzo de las madres por prevenir más desapariciones a través de la concientización en las escuelas, son un llamado social urgente.
Ellas coinciden: urge fortalecer las instituciones, aumentar los recursos forenses, abordar la violencia familiar desde sus raíces y apoyar iniciativas de prevención. Las mujeres de Colima, armadas con palas, varillas, fotografías y esperan-
za, siguen resistiendo. Son la cara de las mujeres que con su lucha hacen un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor y la determinación pueden ser un camino hacia la justicia.
Producción literaria del taller “Versos a Mordidas”
Elizabeth Vázquez
Coléricas, burbujeantes y tristes; rotas, y eternamente felices. Cazadoras de atardeceres, dueñas de la felicidad, y habitantes de sueños.
Vivimos jugando con la espuma marina, compartiendo con ella secretos benditos desde el inicio de los tiempos. Burlando al miedo, zigzagueando entre palmeras y ventiscas arenosas, recelosas. Peligrosas.
Presas de la ilusión, amantes de la emoción; víctimas de un sistema irreversible, y aún así, abrasadoras, como las llamas de los incendios que terminaron con dioses y creyentes de antaño.
Candentes frente a la hipocresía humana, más piadosas frente a la merced natural de la tierra.
Buscadoras leales, escritoras, pintoras: creadoras, de hogares, de mundos, de vida. Doctoras consagradas y pensadoras controversiales. Las llamas son inagotables, los incendios incontrolables.
Voluntad y firmeza, fe y destreza. Ilusión, temor, repercusiones, dolor. La herida que no se cierra; la vela que no se apaga. La contradicción que se enreda en el pecho, punzante. Ídolos, íconos: ojos brillantes y lágrimas de oro. Guardianas del cosmos, madres de todo: dueñas del universo y de sus estrellas, del aire, y de las letras.
Ladronas de suspiros, mejores amigas del tiempo. México resiste, y resiste porque la mujer existe. Porque existe y no desiste.
Lágrima
Alejandra Chávez
No es fácil ser de lágrima fácil te han hecho sentir que llorar es debilidad te han juzgado por soltar y lavar tu sentir.
No es fácil tener que explicar que las lágrimas son la manifestación del amor, del coraje, del miedo, del dolor.
Chillar, llorar, sollozar a manera de meditación, de alcanzar la libertad y de entregar el espíritu.
Chillar, llorar, sollozar para demostrar alegría la contemplación de la belleza, la plenitud de la vida. Mis lágrimas son la revindicación de mi fortaleza son la lucha y la búsqueda constante de paz. Son las palabras que me cuesta decir Son los abrazos que quiero dar Son los senderos que debo caminar...
Y no son más que la revelación de quién soy de lo que siento y de lo que doy.
Son todas las metáforas, los sueños y las divagaciones.
Por eso no es fácil ser de lágrima fácil. Porque no todos pueden ver qué destruyo mis límites que me entrego completa a la experiencia, que me desvisto de prejuicios y que no vivo en la expectativa. Porque no pueden ver qué allá afuera la hierba tiembla ante la inevitable tormenta, que el ave va presurosa, huyendo de la sombra lunar mientras la arena se traslada a la selva. Imagina perder la facilidad de la lágrima ante tales escenarios como las gallinas hacinadas, una sobre otra camino a ser asesinadas como el estruendo de una bomba al tocar el suelo o la desfiguración del rostro que recibe una bala.
Entonces, las palabras se quedan cortas llegan las lágrimas a suplirle
Es difícil nombrar a cada lágrima, cada una representa más que agua tienen su propio sabor y una manera muy peculiar de secarse. No es fácil ser de lágrima fácil
Porque solo pocos alcanzan fácilmente el don de la lágrima.
Entre culturalidad, una lectura abierta al espacio educativo y la diversidad cultural y lingüística de Colima
Dra. Cecilia Caloca Michel Facultad de Letras y Comunicación
Hace más de una década, la diversidad cultural y lingüística no era visible en las calles de algunos municipios del estado. Actualmente, esta realidad se refleja también en los resultados del Censo de Población y Vivienda del INEGI 2020, que reporta una población de 731,391 habitantes en Colima. De este total, destacan 5,210 personas mayores de tres años que hablan alguna lengua indígena.
En el estado, se registran hablantes de 22 lenguas indígenas nacionales de las 68 reconocidas en México: náhuatl, mixteco, amuzgo, tzeltal, tzotzil, zapoteco, purépecha, chatino, chinanteco, huasteco, huave, wixárika (huichol), maya, mazahua, mazateco, mixe, otomí, popoluca (sin especificar), rarámuri (tarahumara), totonaco, triqui y zoque. Estas lenguas forman parte de las interacciones cotidianas en municipios como Tecomán, Manzanillo, Cuauhtémoc, Armería, Colima y Villa de Álvarez. El espacio familiar se ha convertido en el principal resguardo de estas tradiciones y conocimientos culturales, que se transmiten diariamente en estas comunidades. Además, es común observar escenas cotidianas que reflejan la presencia indígena en el estado, como artistas tzeltales en los semáforos de Sevilla del Río y Camino Real, familias vendiendo collares en las playas de El Real, Cuyutlán y La Audiencia, o la comercialización de piezas de barro en las calles de Villa de Álvarez y Colima. También, muchos migrantes indígenas trabajan en los campos cañeros y en las plantaciones de frutos rojos.
Otro de los espacios es la escuela; la educación de los niños y niñas migrantes indígenas en Colima ha sido atendida mediante programas específicos desde la década de 1980, cuando se implementó el Programa de Niño Migrante en alber-
gues para jornaleros migrantes de Tecomán y Cuauhtémoc. Actualmente, este esfuerzo ha evolucionado en el Programa de Atención Educativa a la Población Escolar Migrante (PAEPEM), que opera con quince centros educativos de educación básica obligatoria. Este programa busca garantizar el acceso y la inclusión de esta población en el sistema educativo, considerando sus necesidades particulares derivadas de su movilidad constante y su diversidad lingüística y cultural.
La reforma del 2014 a la Ley sobre los derechos de los pueblos y comunidades indígenas del estado de Colima contempla a los migrantes originarios de pueblos indígenas de otras entidades federativas en los apartados III, IV y V, que ante el rezago en las leyes descubre áreas de oportunidad de diversos ámbitos como el laboral, educativo, jurídico, salud, etc…
Ver por las necesidades particulares culturales y lingüísticas, implica en un principio re-conocernos, así lo marca la Nueva Escuela Mexica NEM desde uno de sus ejes más importantes, la interculturalidad, desde su currículo en el punto II menciona que los estudiantes de todos los niveles “viven, reconocen y valoran la diversidad étnica, cultural, lingüística, sexual, política, social y de género del país como rasgos que caracterizan a la nación mexicana” (Secretaría de Educación Pública, Marco Curricular, 2022, pp. 89-90).
Con la NEM esta diversidad en un sector de la población se amplia a una realidad estatal, estos niños y niñas no solo viven en las poblaciones donde se encuentran esas quince escuelas y no solo tenemos estudiantes indígenas; pues se suman estudiantes mexicamericanos y algunos extranjeros a la realidad escolar colimense, algo que complejiza la situación sociolingüística del aula.
La interpretación de esta realidad dentro de un contexto urbano debe ser micro, “local”, Dietz G. (en PIE DE PAGINA,
1 marzo 2025) menciona que debemos centrarnos en procesos identitarios individuales, es decir reconocernos mirando al “otro”; para este autor la escuela es clave para sensibilizar a la comunidad escolar y la población en general.
Si esta parte micro se logra con la adaptación curricular que propone la NEM desde la planeación, surgen estas inquietudes: ¿cómo las autoridades educativas ponen en el centro la realidad lingüística local en sus planteles para trabajar en la adquisición y la comunicación en diversas lenguas?, ¿cómo las/los estudiantes de estos centros educativos conviven con esta diversidad lingüística y cultural?, ¿cómo autoridades educativas, docentes, padres de familia y la comunidad estudiantil pueden intervenir en un proyecto de lengua en el centro educativo?
La interculturalidad no debe ser entendida como una política exclusiva para la población indígena, no puede verse como como un fundamento curricular e incluso como un contenido más en clase, tampoco como dato estadístico de la diversidad lingüística y étnica que hay en una comunidad escolar no es un dato estadístico; o sumarse en un evento escolar, por ejemplo: cantar el himno en nahua.
Tendría que estar activa, en un diálogo entre culturas constante para la toma de decisiones conjuntas, desde una reunión de la comunidad escolar, una reunión de academias, una asamblea estudiantil, una reunión de padres de familia para generar proyectos escolares que beneficien el vínculo con el barrio, la localidad, la colonia y la sociedad colimense.
El salir a marchar, ¿no son formas?
Yunuén Sánchez
Salir a marchar en el día de la mujer y hacer uso del espacio público para protestar, nos vuelve unas “histéricas”, unas “locas” y unas “desviadas”. Nunca ha faltado la persona que nos mande “de nuevo a la cocina”, o que nos pida estudiar para comprender “que saliendo a gritar no se cambia nada”. Pero más allá del desprecio evidente, el rechazo a la lucha en las calles tiene raíces históricas: no se nos reprocha sólo el cómo, sino el dónde.
La ciudad, desde hace décadas, se organiza conforme a nuestras relaciones sociales. El espacio público ha sido, de manera histórica, donde nacen los grandes movimientos, las importantes decisiones políticas y los hechos históricos; mientras que el espacio privado es en donde se guarda a la familia y sus cuidados, la docilidad de la población. La división no es casual, es una respuesta. El espacio público ha sido percibido como un espacio de confluencia masculina, y el privado, como un espacio donde la mujer puede transitar entre paredes, y nada más.
A partir del siglo XIX, con la industrialización en occidente, algunas mujeres accedieron poco a poco al trabajo, y con ello, al espacio público. Sin embargo, hubo ciertos estigmas girando alrededor de esta nueva adquisición de derechos, las mujeres que decidían salir de casa y ejercer un empleo de carácter público, eran señaladas, porque sólo la casa era el lugar correcto para las mujeres de bien.
Pareciera que al día de hoy estos prejuicios y señalamientos ya no están con nosotras, pero la evidencia es otra: la calle sigue siendo un lugar simbólicamente inaccesible para las mujeres.
Caminar por la ciudad implica exposición. Nuestro tránsito por las calles no se percibe como una necesidad, sino como exhibición. De ahí la facilidad con la que se propaga el acoso y abuso callejero.
Las mujeres que caminan por los espacios públicos son vistas como mujeres disponibles y fuera de lugar, ya que cruzan las fronteras de lo que es su espacio establecido: el hogar.
A partir de este mismo cuestionamiento se desprende una injustificada recriminación y sentencia de las mujeres víctimas que son abusadas, desaparecidas o asesinadas en contextos “callejeros”: “¿cómo iba vestida?” “¿qué hacía a esa hora en la calle?” “¿por qué iba sola?”
Son preguntas que no buscan justicia, sino culpabilizar a quienes se atreven a
ocupar un espacio que, según esta lógica, no nos pertenece.
Esta inaccesibilidad del espacio público hace que la toma de las calles durante el día de la mujer sean doblemente significativas, porque una vez al año por medio de la organización popular, las calles toman otro significado, se vuelve un espacio nuestro, que por medio de los gritos, los tambores y el canto representa un lugar de encuentro comunitario que va contra toda imposición. El patriarcado nos quiere aisladas y dóciles, y nosotras respondemos unidas y en coro. Nuestros pasos cada 8 de marzo al transitar por las calles que nos violentan, se vuelven discurso.
Salir a marchar no sólo son formas: es una necesidad.
Niña de las estrellas
Rosa Orozco
Rosa Orozco, o también conocida como Niña de las estrellas, es poeta y masajista especializada en masaje intuitivo. Nacida en la Ciudad de México y residente en Colima. Su acercamiento a la escritura comenzó con diarios personales, evolucionando posteriormente hacia la poesía testimonial. Para ella, la escritura es un acto terapéutico y una forma de conexión profunda con el cuerpo y lo que la rodea.
En 2022, su obra fue publicada por la Subsecretaría de Cultura de Colima como parte de la estancia de creación literaria Escribiendo en Comunidad. Además, ha participado en múltiples presentaciones poéticas en el Museo Regional de Historia de Colima, donde ha compartido sus vivencias a través de las palabras. Actualmente sigue escribiendo y publicando su trabajo de manera autogestiva en sus redes sociales como facebook.
Sobre la espera
Yo sé esperar fui semilla latiendo en el vientre de mi madre, mientras mi abuela la llevaba en el suyo.
Yo sé esperar, fui la niña que no dormía en el camino a casa de los abuelos a 10 horas de la ciudad.
Sé esperar, mi cuerpo me ha enseñado con sus ciclos de sangre, mis mares internos en vaivén.
Sé esperar, esperé más de 20 años para saber la verdad sobre mi padre.
Sé esperar, esperé meses por ese beso, por esos labios, y ese beso fue delicia que disfruté lento y profundo, el tiempo de espera lo hizo sublime.
Sé esperar, he sido madre tres veces, y ser madre es esperar con alegría para expulsarlos a una vida de espera lenta y continua. Esperé esos primeros pasos, las primeras palabras, las preciosas primeras veces invaluables, hoy esos recuerdos se me pierden con la prisa.
Sé esperar, el dolor me ha desgarrado incontables noches, he bajado a lo profundo del pozo del frío y del vacío. La soledad y la desconexión me han calado hasta los huesos. Mi loba sabia agazapada, acechante, esperaba para devorar al depredador de mi mente, al que expulsó la luz y las risas.
Sé esperar, la tierra, lo salvaje y lo silvestre, me han enseñado a vivir en el ciclo de la vidamuerte-vida.
Oler las flores en la primavera, saborear los frutos del verano, ser la hojita llevada por el viento del otoño y entrar en la sabia pausa del invierno para volver a comenzar.
Sé esperar, hoy abrazo al amor de mi vida, la amo y la gozo, disfruto tanto su compañía, le acaricio el cabello con ternura mientras escribe poesía, adoro verla feliz y cantar mientras camina ligera y plena. Sé esperar, estoy lista para mi cabello blanco para las arrugas en mi piel, lista para el último beso, la última danza.
Sé esperar, porque mientras espero estoy aquí, en la fugacidad del instante.
Gas lacrimogeno
Contiene rabia, pero no la detiene 90% de soberbia, ineficaz para aquellos a los que la humillación se les resbala. El otro 10% son intereses vacíos, por eso es tan volátil.
No tiene ni una pizca de madre.
Sus efectos van más profundo, el dolor entra por los ojos, ventanitas del alma, una vez allí, se expande y se entiende este dolor colectivo que nos conecta, nos une.
Tiene como objetivo la dispersión, pero entre seres conscientes el efecto es contrario.
Por un momento se detiene el tiempo, el cerebro tarda unos segundos eternos, hasta que los gritos, el temblor de tierra, el terror, la rabia, el miedo, todo se mezcla con olor maldito.
A la confusión, a la impotencia, įnuestros niños!, en esos momentos la infancia ha vuelto, tan vulnerables, frágiles, expuestos, pero es sólo el cuerpo que asustado corre a buscar refugio, hasta que la luz viene de ayuda, ángeles entre nosotros, que consuelan, que se quedan, que buscan a sus compañeras.
Como efectos secundarios inesperados se purifica la piel y los ojos con la lluvia que de ellos emana, y es entonces cuando se reconoce la mentira y al que nos mentía, aclara la garganta para sacar la voz con más fuerza, una voz de tierra, primitiva, de entraña.
El alma como siempre, intocable, invencible, se levanta, se hermana, se cuida, se abraza en otros cuerpos.
Se despierta en nosotros un calor después del frío y el vértigo, un calor que quema el miedo, ya no más niñas asustadas corriendo, huyendo, volvemos para enfrentar al depredador.
¡Vivas estamos, le duela a quien le duela, y con esta vida podemos serlo todo, hacerlo todo, gozarlo todo, a veces, sí, también romperlo todo!