EL TESTIMONIO DE MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO José Comblin Quiero empezar este homenaje por un testimonio del cardenal Muñoz-Vega, arzobispo de Quito, en los tiempos de Mons. Proaño. ‘Para mí el oro del servicio pastoral de Mons. Proaño se halla en su amor a la clase indígena campesina de nuestro país. Le confió la Santa Sede el gobierno de la Diócesis en la que más hiriente y dolorosa se presenta la situación de depresión social, cultural y religiosa de nuestros indígenas. Mons. Proaño ha hecho una entrega de sí mismo a la causa de la redención social de estos hermanos desvalidos tan total, tan valiente y tan abnegada que merece la más sincera y leal admiración de parte nuestra. Yo quiero expresarla muy de corazón” En seguida quiero recordar algunos testimonios de campesinos indígenas. “Siempre hemos conversado que Monseñor es como un segundo Dios, un hombre tan bueno que como él tal vez no haya otro”. “Monseñor nos gusta porque nos ama a los pobres y campesinos, y a los que estamos perdidos”. “Sobre la liberación nos ha hecho ver la justicia; que nos oprimen los terratenientes, los industriales. Las autoridades no han hecho justicia. Nosotros también éramos injusticia. En casa de uno mismo éramos injustos con mujer y nuestras guaguas. Ahora, aunque no tengamos nada, el amor y el cariño hace felices. Ya no pegamos a golpes y patadas. La justicia es amor de unos a otros, trabajar con voluntad”. “la predicación de él se entiende. El sabe palabras como nosotros. Conoce nuestras costumbres. No predica como otros que cuando vienen aquí hablan como en Riobamba y no entiende la gente”. “Vemos que por esta luz que nos enseñó Monseñor tenemos que denunciar las injusticias aunque tengamos que ir en carros blindados hasta la Policía”. “Monseñor ha hecho hablar a los mudos por medio de la Palabra de Dios”. “Nuestro obispo es pobre y siente la pobreza de los demás, y siente la opresión en su propia persona. Es pobre como nosotros. Dicen que no tiene para sí ni un pedacito de terreno, ni casita porque donde vive es prestado”. Se podrían citar tantos y tantos testimonios.! El que no conoció personalmente a monseñor Proaño, debe leer el libro que publicó en 1977 bajo el título “Creo en el hombre y en la comunidad” 2. Es casi una autobiografía. En ese libro él se revela tal como es con esa sencillez y esa transparencia de los pobres. Nació en 1910 en una familia pobre en San Antonio de Ibarra, en un pueblito a unos 5 km de la ciudad. Sus padres eran tejedores de sombreros de paja, un trabajo que exige mucha paciencia, mucha arte y mucho tiempo. Con eso vivían en forma muy austera. Durante toda su infancia, Leonidas estuvo con su familia fabricando también desde muy temprano sombreros de paja. También su familia tenía un terrenito muy pequeño en que el niño Leonidas aprendió a plantar, limpiar y cosechar.. Durante toda su vida fue ese niño que fabrica sombreros de paja viviendo esa pobreza. Eran pobres, pero pobres con dignidad. Su familia expresaba perfectamente la dignidad de los pobres. Vivía de su trabajo y no dependía de nadie. No pedía nada a nadie. En su familia Leonidas aprendió la honradez de los trabajadores pobres. No se deja comprar, ni humillar, ni intimidar. Cumple perfectamente con su tarea : el sombrero debe ser impecable. Esa honradez en el cumplimiento de su tarea lo acompaño durante toda su vida sacerdotal y episcopal. Aprendió la valentía. Tenía en sentimiento muy claro de su dignidad de pobre y no podía entender ni aceptar las formas de intimidación. Nunca pudo entender las complicaciones de la clase dirigente en la Iglesia, esa mezcla de adulación y amenaza, apariencia dulce pero llena de traición como siempre sucedió