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Maternidad 24/7
Maternidad en casa 24/7
Algo irrefutable que ha traído consigo la actual crisis sanitaria es el distanciamiento social, cuarentena, toque de queda… o como aplique en cada caso. Si bien es una de las medidas más efectivas para frenar la cadena de contagio, su implementación puede traer consigo, según cada realidad, escenarios muy disimiles entre sí, pero sobre todo, retadores, especialmente para las madres, quienes de una u otra forma, aunque los tiempos han cambiado para bien, asumen gran parte de las responsabilidades del hogar y cuidado de los hijos. En esta oportunidad compartimos las vivencias de cinco de ellas, quienes nos cuentan desde su experiencia qué ha significado y cómo han sobrellevado este período de confinamiento. Coordinación Leandro A. Sánchez Fotos Fuente externa Foto apertura Halfpoint

Solange Pérez, mamá de Eva
Desde el inicio de esta pandemia decidí tomarlo un día a la vez. Me tomó tiempo entender que este sería nuestro nuevo normal y que para poder convivir con esto necesitaba manejar las expectativas tan altas que tenía sobre mí: no iba a ser la empleada del mes, la mejor profesora, cocinera y demás roles que fueron colocados en nuestras vidas a raíz de la situación. Empecé a asumir las olas tal como llegaban. Las habían altas, donde era súper productiva en mi trabajo, mi hija hacía la tarea, nadie hacía rabietas y estaba en cama a las 7:30 p.m. Pero igual bajas, donde nadie se quitaba la pijama y ninguna de las dos estábamos en nada. Mi mayor prioridad es que mi hija recuerde estos días como momentos llenos de amor, seguridad, alegría, diversión y aventuras. No quiero que se sienta asustada o abrumada por la situación actual, sino protegida. Por eso entendí que debía cuidarme mucho más, principalmente mi estado mental, así que deje de ver las noticias, me enfoqué en las cosas que sí puedo controlar, como son las que están dentro de mi hogar. Decidí ver la pandemia con un corazón lleno de gratitud porque por primera vez desde que inicié mi trabajo estoy almorzando con mi hija todos los días, he tenido la oportunidad de rediseñar mi vida, han cambiado mis sueños y he iniciado un nuevo camino. El mundo tuvo que detenerse para poder ver que todo lo que necesitamos ya lo tenemos, que es salud, comida y un techo. Ahora mismo somos felices con eso. Hemos tenido que frenar y limpiar la agenda que siempre estaba llena para crear una rutina desde cero para nosotras y nuestra familia, tarea que sólo se logra mediante prueba y error. Pienso que una de las piezas claves para lograr superar esta situación de la mejor manera posible es teniéndonos compasión. Dejé de presionarme porque mi hija no hacía las tareas; comprendí que ahora mismo mi relación con ella es más importante y lo que menos quiero es que ella asuma una relación negativa con los estudios, o peor, afecte la nuestra. No me presiono porque no lavé la ropa o el cuarto no está organizado. Decidí canalizar mi ansiedad haciendo cursos, ejercicios, pero los días que quiero sentarme a ver un documental o leer, lo hago feliz. Me propuse decirle más “sí” a mi hija cuando me pregunta, “¿Mamá, quieres jugar?”, y me perdono los días que pierdo la paciencia.
“Me recuerdo todos los días que esto también pasará, que saldremos de ésta más fuertes y unidas, y que al final del día, lo más importante es la familia”.

Jessica Fiallo, mamá de Frank Paul y Charles
“A pesar de que por momentos puedo perder la paciencia, creo ya no puedo más y me cuestiono si estoy haciendo las cosas bien, ahora me siento más madre que nunca”.
Dimos a luz en plena cuarentena, saliendo en toque de queda a las 10 de la noche y llegando a una clínica totalmente vacía… parecía de película. El miedo de ser contagiados en la clínica y la ansiedad que nos generaba dejar a nuestro hijo mayor mientras estábamos internos, ocupaba gran parte de nuestros pensamientos. Toda esa locura no dejaba espacio para pensar y lamentar que nuestros familiares no podrían estar presentes, que ya no podíamos tener la fotógrafa en el parto y que los regalitos para los visitantes se quedarían intactos. Gracias a Dios nada de esto se interpuso con mi gran deseo de dar a luz natural, sin anestesia… al fin algo había salido como lo habíamos planeado. Y bueno, en medio de una pandemia mundial y de muchas noticias negativas, llegó un bebé saludable de 9 libras a llenarnos de esperanza y colorear las pantallas de nuestros amigos y familiares con fotos que evocaban felicidad y ternura. También la adaptación a esta nueva vida de confinamiento, ahora con dos niños en casa. Hay que repartirse casi al mismo tiempo entre el hijo mayor y el menor, el perro, la casa, el colegio y trabajo. Además, buscar actividades para mantener alejado al mayor de las pantallas, mientras lacto al recién nacido; aprovechar el tiempo de siesta de uno para hacer las tareas con el otro. De repente estoy preocupada por cosas que antes eran tan simples como: ¿Cuándo podrá mi bebé ver el sol, ir al parque o la playa? ¿Desarrollará defensas sin poder salir de la casa? ¿Vivirá en un mundo en el que no se salude con besos? Al momento, su única salida ha sido a vacunarse y chequeo general. De por sí, salir con un recién nacido puede resultar un poco tenso, pero imagínense ahora con la preocupación de no poder tocar nada y tener que pensar tres veces las cosas antes de hacerlas. Esto ha sido intenso. A todo esto, paralelamente tratando de mantenerme activa en mi proyecto (@dulcessuenosrd), pues, aunque tenía planeado una “autolicencia” de maternidad, resulta que no pude tomarla por completo, ya que la cuarentena afectó la economía de nuestro hogar y ahora más que nunca las madres están procurando asistencia para poder tener una maternidad más eficiente, incluyendo el sueño. Obviamente no esperábamos nada de esto: no poder recibir visitas ni gente que nos ayude, tener que mostrarle a los hijos por videollamada a los abuelos y amigos (al recién nacido no lo conocen en persona), no poder salir ni a pasear al perro, tener que reinventarnos para poder superar la crisis económica… ¡y ni hablar de los oficios del hogar! Lejos de la incertidumbre por lo que nos espera, me sorprende lo valioso que ha sido este tiempo en familia impuesto por las circunstancias, ya que me ha permitido tener una mayor intimidad con mi bebé, mientras disfruto de mi hijo más grande. En esta casa la maternidad se ha vuelto la protagonista.
Vanessa Masalles, mamá de Sofía y Rosalía

Iniciamos formalmente la cuarentena el lunes 16 de marzo. Ya teníamos dos semanas hablando en casa de que esto pasaría, por lo que me fui preparando en cuanto a alimentos, productos de limpieza, materiales para entretener a mis hijas, medicinas básicas, entre otras cosas. Pero, honestamente, nunca imaginé que a más 60 días estaría escribiendo sobre esto aún en casa. Al principio pensé sería muy difícil porque como familia somos extremadamente activos. ¡No paramos! Rara vez nos quedábamos en casa, siempre optamos por actividades al aire libre: ir a la playa, a la montaña, a la Zona Colonial, a montar bici, a visitar a los primitos, a los abuelos, hacer fiestas, ir a la piscina… Dicho eso, el estar en casa y seguir con nuestra forma de ser, la de “no parar”, nos ha enseñado demasiadas cosas chulas y lindas. En estos días no he escuchado ni una vez que alguien está aburrido. Todos los días inventamos y hacemos actividades juntos, limpiamos, desordenamos, ensuciamos, volvemos a limpiar, cocinamos, fregamos, jugamos, pintamos, sembramos… la lista es larga. El colegio donde están mis hijas ha sido una bendición en nuestras vidas. Ellos se encargan de enviarnos un sinnúmero de
“Si juntos nos complementamos las cosas son más fáciles. Hace días publiqué unas fotos de nuestras pequeñas y escribí: ‘Mientras ellas sonrían, todo estará bien’. Y así será”.
ideas, juegos, canciones, cuentos… todo lo que necesitamos para seguir con nuestra dinámica de vida. Ha sido mucho mejor de lo que pensé. Mi familia está más unida que nunca, la relación entre mis dos hijas es sorprendente. Tengo un esposo excepcional. Confirmé que tener hijos con tan poca diferencia de edad ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. ¡Hacen todo juntas! En el momento en que una descubre algo y la otra no está, sale corriendo a llamarla porque no se lo puede perder. Es como si una fuera parte de la otra. ¡No hay nada más hermoso que eso! ¡Me siento muy agradecida con la vida! No obstante, tanto mi esposo como yo trabajamos en labores en las que intervienen muchas personas (eventos, colegios, ferias, etc.) ¿Y ahora que va a pasar?, nos preguntábamos. Para que tengan una idea, la segunda semana se me llenó la cara de espinillas. Durante otra semana tuve dolor de cabeza por cuatro días. No sé cuántas veces mi esposo pensó que tenía el virus (risas). Creo que de alguna forma uno explota por algún lado y es importante hacerlo. Explotar para después organizarse, pensar en frío y comenzar a reinventarse. Justo en marzo iba a inaugurar un nuevo proyecto que tengo casi un año y medio desarrollando con unos maravillosos socios, y por la pandemia hemos tenido que posponer la apertura. Esto me destruyó al principio. Ahora lo veo completamente diferente. Creo que este obstáculo ha hecho que maduremos más como empresa antes de abrir. ¡Pero sé que cuando abramos, vamos a “romper”! Esta experiencia me ha permitido comprender que no hay nada en la vida más importante que la familia. Por ejemplo, una de las cosas más bellas que he aprendido de mi esposo y mi suegra es su forma de ser. El temple y la paz de ambos es lo que trato día a día de transmitir a mis hijas. Me han hecho ser mejor persona.

Lidia Camacho, mamá de Bienvenido, Marco y Pía
Por deducción, tres niños “trancados” podría parecer intenso, pero analizando este par de meses en retrospectiva, el que sean tres ha sido la mayor ayuda. El hecho de que puedan entretenerse a veces juntos; otras, dos de ellos, o uno por su cuenta, mientras mi esposo y yo hacemos todos los quehaceres diarios de la casa, más el trabajo remoto, es un alivio. Me “pesa” el tiempo que, en vez de estar con ellos, estoy, por poner un ejemplo de tantos, “suapeando”. Ese pesar lo he sobrellevado enfocándome en lo beneficioso que ha sido para la independencia de cada uno el no tenerme todo el tiempo, más el recuerdo de que mi madre siempre estaba ocupada en los oficios de la casa, nunca “encima” de nosotros, y a pesar de esto siempre la sentía a mi lado, entendiendo que era por nosotros su sacrificio de tiempo para que la casa “funcionara”. Confío que así me están viendo en esta
“El no tener la ayuda del servicio en la casa nos ha permitido implementar otras medidas beneficiosas para todos, como poner y limpiar la mesa, o llevar cada uno al fregadero sus utensilios”.
etapa de “mamá siempre ocupada”. El no doblegar el cumplimiento de reglas de la casa por estar en cuarentena (sin diferencias entre la que tiene 3 años y el que tiene 8), ha sido clave para mantener el orden y la costumbre, inclusive para cuando vuelvan a su rutina anterior o a la nueva normalidad que nos toque. Siguen las reglas anteriores (iPads los fines de semana; de domingo a jueves dormirse temprano; recoger al final del día, cada quien lo suyo…). Antes de esto, la mayoría del tiempo la pasábamos en casa, porque aparte de que somos hogareños, hasta hace poco siempre había un “bebé” en nuestra ecuación. Sin embargo, a pesar de estar acostumbrados a estas paredes hay una nueva variable: las clases en el hogar, ¡hasta la de piano! Hay días en los que el tiempo no alcanza, no están de ánimo en el momento, o que justo cuando creíamos terminar el programa, falta algo. Aprovecho la ayuda voluntaria del mayor con las tareas de los pequeños para que afiance sus conocimientos. No soy de sacar balances ni cuentas, lo único que ando “midiendo” es la felicidad de ellos a través de sus sonrisas, su satisfacción en los juegos sencillos, sus ofrendas de perdón tras las faltas, sus admisiones, la dicha de crecer con hermanos. Que al final del día, sin juzgar por lo disfrutado o lo llorado, se despidan agradeciendo el tenernos los unos a los otros.
Llegó como si nada la primera pandemia global en la historia de nuestra historia, valga la redundancia. Lo peor, sin duda alguna, ha sido estar lejos de muchos de nuestros seres queridos, no poder abrazarlos ni compartir con ellos de manera presencial, pero tenemos claro que haremos lo necesario para cuidarlos y que todos conservemos la salud. Al enterarme de la noticia, de inmediato me pegó una visita la preocupación, sobre todo porque nos tomó de sorpresa mientras estaba con Valeria, mi pequeña hija, en Estados Unidos, precisamente cuando declararon estado de emergencia en la Florida. Para mí fue una situación difícil. Lo primero que me vino a la cabeza fue la posibilidad de quedarnos varadas allá por tiempo indefinido. Carlos (mi esposo) y mis hijos (Carlos Manuel y Diego) se encontraban en Santo Domingo, así que de inmediato me fui al aeropuerto a cambiar nuestros boletos para regresar lo más rápido posible. Al llegar, los counters de las líneas aéreas parecían una combinación extraña entre un aeropuerto abandonado y un centro comercial en pleno Black Friday. Nos tomó tres horas poder realizar el cambio, pero lo logramos. Al día siguiente estábamos de regreso a nuestra isla. El próximo día de nuestra anticipada llegada recibimos una llamada del colegio de los niños, solicitando que por precaución ninguno asistiera al plantel escolar; debíamos mandar a buscar sus libros y tomar clases remotas para evitar cualquier posibilidad de un posible contagio a los demás estudiantes y personal, ya que estuvimos expuestas en aeropuertos y aviones. Dicho esto, de inmediato autoasumimos una cuarentena por dos semanas, la cual se ha convertido en más de 60 días en casa. Mi experiencia como madre, esposa y profesional, en general ha sido positiva. Todo tiene sus pros y sus contras, pero tengo la suerte de tener un esposo “todoterreno” y unos hijos súper colaboradores. No somos perfectos, hemos tenido días de altas y bajas, pero llenos de aprendizaje y crecimiento personal. Hemos reafirmado el valor de tener una familia estable y estar juntos. Ahora hablamos más que antes con familiares y amigos especiales para nosotros, que antes de la pandemia el día a día nos hacía creer súper ocupados y sin la capacidad de dedicarles tan sólo 10 minutos. Siempre teníamos tiempo para ir a restaurantes, postear fotos de lo que comemos o nuestros fines de semanas, pero no para ese “hola, qué tal”. Aprendimos a ayudarnos y a saber que el mejor equipo del mundo no es uno de fútbol ni de un videojuego, más bien, el
Wendolyn Rodríguez, mamá de Carlos Manuel, Diego y Valeria

que tenemos en casa, el nuestro, nuestra familia. Reconfirmé que no hay velada más rica que una noche de película seguida de una pijamada con los míos y unos cuantos bowls de cocaleca. Esta pandemia nos abre los ojos para ver que la sociedad nos empuja en ocasiones a ser vanidosos y superficiales, nos enseña que podemos sobrevivir con tan sólo dos pares de zapatos y unos cuantos de ropa. Aprendí que no hay mayor expresión de belleza que la de estar ahí y la de una sonrisa sentida, aunque sea a través de una pantalla. El temor de que el Covid-19 nos toque a la puerta siempre estará hasta que aparezca una vacuna; lo que vence al miedo es cómo lo enfrentamos. Todo pasará, pero mientras tanto es mejor seguir desde casa, juntitos y en salud, guardando todos los abrazos y apretones de aquellos que no están cerca para cuando nos volvamos a ver.
“Seguiré vacunando a mi familia con el mejor esfuerzo de la esposa y madre que ellos necesitan en momentos como estos”.