El Callejón de las Once Esquinas #8

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El Callejón de las Once Esquinas

Ella también había cambiado mucho. Nadie adivinaría que bajo el aspecto de aquella joven de cabello llamativo se escondía una poderosa hechicera elfa de más de un milenio de vida. Su mirada dejaba traslucir todo un conjunto de emociones que no se podían apreciar en su paso seguro y decidido. Poco quedaba de la inocente elfa que vivía en verdes bosques y vivía aventuras en tierras prácticamente intactas; en un mundo en constante evolución que cambiaba incesantemente sin mirar atrás. La situación ahora era mucho más seria que entonces. El ocaso del planeta Tierra estaba mucho más cerca de lo que había estado nunca y en esta ocasión no había demonios que expulsar, invasores que batir, ni malvados archimagos que derrotar. No, como había sospechado siempre, el final para la raza humana lo dictaría la propia humanidad. Siempre había pensado que algún día abrirían los ojos y se darían cuenta de lo que se estaban haciendo a sí mismos. Pero, ni cuando toda la raza élfica fue abandonando el planeta hasta quedar solo ella, ni cuando el último dragón fue asesinado a sangre fría, ni cuando la magia desapareció en el mundo después de la quema de brujas… Ni siquiera entonces perdió la fe en la humanidad. Les vio hacer grandes progresos sin ayuda de la magia: la ciencia, la medicina, la tecnología… pero también sufrió al observarles asesinarse unos a otros en absurdas guerras por recursos cada vez más escasos sin ser capaces de buscar otras soluciones a su alrededor. Cuando el planeta comenzó a agonizar, incluso algunos se concienciaron y trataron de reducir el consumo tan acelerado de recursos que llevaba al planeta a un estado de destrucción inminente. Surgió la creación de energías más limpias e ilimi86

tadas como el sol o el viento… que resultaron ser insuficientes. O insuficiente el empeño de aquellos humanos por buscar un consumo sostenible. Aquellas buenas iniciativas fueron tan minoritarias que la Tierra fue agotándose más y más… Primero fueron las grandes sequías, las extinciones de decenas de especies que llevaban más años en el mundo que los seres humanos, aquello que habían llamado cambio climático y el calentamiento global que día a día los iba asfixiando. Y después, habían llegado las guerras. ¿Pero lo había entendido la humanidad entonces? No. El ser humano era demasiado orgulloso, demasiado ambicioso. En vez de tratar de salvar su mundo, sus raíces y tratar de prosperar sin destruir todo su entorno, había comenzado a buscar el modo de abandonar la Tierra y colonizar otros mundos. De escapar de su responsabilidad para con el planeta azul, condenándolo a una muerte irremediable. «Por suerte la magia se ha perdido», pensaba Elienne a menudo. De haber tenido los conocimientos que ella tenía, todos los poderes de la magia que se había olvidado cientos de años atrás, haría décadas que la humanidad al completo se habría mudado a cualquier otro mundo, tan solo dando un breve salto interdimensional. Y aquello no habría supuesto solo una invasión contra natura, sino la destrucción del pobre mundo que hubiera sido elegido como huésped. Se detuvo en su paseo por aquel desolado monte y se giró sobre sí misma. La vista que dejaba atrás era más desoladora aún. Ver el bosque, antaño verde y rebosante de vida, completamente muerto y seco hacía que se le encogiese el corazón. Más allá, kilómetros de tierras completamente despobladas, lagos


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