Tapatío 10 de noviembre de 2013

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Domingo 10 de noviembre de 2013

DIARIO DE UN ESPECTADOR En un rincón de la terraza una ligera vibración en un recoveco oscuro introduce una pequeña nota alegre e intrigante. Se trata de una mínima hoja de la enredadera que gira, al azar del aire, como una delgada pirinola, colgada del invisible hilo de una araña. Haz y envés, águila o sello. Luz y sombra le dan al diminuto planeta vegetal, en sus giros exactos, una traslación que ahora lo acuerdan por última vez al inmenso movimiento del mundo.Antesdevolversetierra,humus,casinada:aquídavueltas un poco de la materia que fue estrella, bacterias, savia; la que, indestructible, en un instante conformado por miríadas de años, tal vez regresará a tomar —hoja, piedra o pájaro— su lugar bajo el mismo sol. El jardín, todo él, no es al final más que una múltiple réplica de la hoja que, por ahora, sigue dando vueltas. Y así este planeta, esta galaxia… ** Se nos murió Lou Reed, como un aerolito desgastado por su propio brillo. Nada que agregar ahora sobre el poeta que alumbró con la sombría lucidez de sus versos eléctricos el otro lado de una cierta vida contemporánea. Inevitable recurrir a la invitación que marcó su trayectoria, y que fue una especie de divisa desde los días en que Nico, musa y enigma, era como una de las posibles encarnaciones de un trasmundo violentamente violeta: camina por el lado salvaje, cruza la línea de sombra, encara los demonios de esta era extraviada y delirante, afronta —ah, Ulises— los riesgos de la Medusa, las fatalidades del Rubicón. Como tantos de los artistas contemporáneos, Lou Reed deja sobre todo perplejidades y entreveros, preguntas para nunca, una certeza quizás de que el mundo gira para oír lo que dijo, lo que no dijo. Y algunas de las canciones que a la postre definirán su siglo. De un poema de 1976: Oye hombre, cuál pues/ es tu estilo/ de dónde sacas las ganas/ de vivir/ qué haces/ para poner la adrenalina/ a correr. ** En la pantalla de la computadora, muy nítida, aparece una devastadora petición: Ayúdenos a comprobar que usted no es un robot. Interesante operación. Unas grafías ilegibles acompañan a tal requerimiento. Se sabe, según Borges, que todos somos el golem. O ya sin saberlo, meros replicantes. Dice la Wikipedia que la palabra robota significa literalmente trabajo o labor y, figuradamente, “trabajo duro” en checo y muchas lenguas eslavas. No es difícil describir la vida de tantas gentes como robótica, ni la condición de millones de trabajos como dignos de un robot. Haciendo abstracción de las casi infinitas eras y glaciaciones que nos han depositado en este presente, quién dirá que no somos más que el resultado de una larguísima ingeniería que el gran demiurgo, o las ciegas fuerzas del cosmos, continúan experimentando ahora, mientras nos sentamos iluminados por el resplandor de los pixeles que exigen la prueba patente, a través del desciframiento de una clave, de nuestra pertenencia, acaso, al género humano. O al menos a la especie que posee la bárbara sabiduría de la irreductible inscripción, que ahora —como la escritura enunmurohacemileniosderrotado— ya se borra. Se nos murió Lou Reed, ** Morelia. La cantera rosa como un aerolito de los edificios señeros de la antigua Valladolid emite un redesgastado por su flejo sutil que hace que la gente de la ciudad viva una vida propio brillo. Nada que que no se parece a la de ninguna otra parte, que define para agregar ahora sobre el sus días una calidad exacta, intransferible. Ante los portales, poeta que alumbró con la vida pasa, empecinada — festiva o fatal. Una larga proce- la sombría lucidez de sión de carteros morelianos aturde la quietud de la tarde re- sus versos eléctricos el cordando, con un agradecible buen humor para estas tierras otro lado de una cierta tan acongojadas a ratos, que está por llegar en el calendario vida contemporánea la fecha de su celebración. No desfilan a bordo de las pacíficas bicicletas de otras veces: avanzan ahora sobre raudas motonetas y nadie de ellos emite el clásico sonido de su silbato inconfundible. No le hace: partiendo plaza en la ciudad, a risa y risa, el antiquísimo y muy noble gremio de los mensajeros viene a decir que, sin él, la vida no se completa, los amores no se cumplen, los negocios naufragan en la confusión y el desorden. Mal que le pese al arrogante mundo de la cibernética, los carteros mantienen la innegable supremacía de lo real sobre lo meramente virtual, la soberanía de la inmediatez de unas manos que entregan, a través de trabajos y distancias, un mensaje, un mismo objeto físico, unas letras que establecen un vínculo de carne y hueso, de lágrimas a veces y en otras de sangre, de fatiga, de prosperidad y ruina, de banal intrascendencia o de gravedad vital, entre dos seres humanos. ** El café, bajo la sombra semicircular de los portales de cantera rosa, viaja a su velocidad de crucero. Un personaje se planta con decisión a medio establecimiento y espeta a quien lo oiga su capacidad para curar, hic et nunc, cualquier dolencia de huesos, músculos, articulaciones y conexas. Ante la duda de quienes atienden su reclamo, les repasa una letanía de posibles achaques que en ellos mismos sin duda han advertido, sin saber que allí encontrarían el fulminante remedio. Un asiduo parroquiano atestigua las eficaces habilidades del práctico —ya legendario en el cotarro habitual— que hace gala de un humor seco y afilado. Se va dejando unos mínimos papelitos con sus señas, por si las dudas. La gente se remueve en sus equipales, comprobando la elasticidad de tobillos y rodillas. Las campanas de la catedral moreliana marcan la hora. Había hace mucho, bajo la sombra de un laurel de la India que perdura en el atrio, una señora que se sentaba en el suelo, lejos de todos, inmóvil y remota. A nadie le pedía nada. Pero su porte de una honda elegancia, el testimonio de sus muchos años que ostentaba con impasible calma, la refinada calidad de su humilde vestimenta, su inmemorial hieratismo, atraían a su lado a algunas gentes. Y como la ofrenda que se entrega a una diosa inalcanzable, se inclinaban ante ella y dejaban a su lado el testimonio no tanto de su caridad como de su homenaje. La señora, simplemente, duraba. ** México. La torre del optimismo espejea ahora las luces de la ciudad y navega los mares procelosos de trámites y engorros varios. Pero ya la tarde dibuja, completa, su silueta como la de un papalote de concreto que, esperanzadamente, se ha echado a volar. Desde la terraza de la casa verde dejó no hace mucho de verse el revolotear de las grúas que alzaron el ingenio. Queda una imagen en la vista fija: un espectro inasible que desde esas ventanas el tiempo y el coraje supieron volver de piedra. Lo que fue aire, lugar vacante, nada. La ciudad portentosa cierra sus puertas, congela sus arterias, confunde a los habitantes que se arraciman inútilmente tratando de llegar a citas imposibles. Aviones que se van, gira la noche. Al final del trayecto espera, milagrosamente, un vuelo. Muy abajo, a través del aire cristalino, destellan los pueblos que bien saben cruzar, y medir, los tiempos. jpalomar@informador.com.mx

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VANESA ROBLES

CRÓNICA

Otra de

perros y

encantadores

Astro, un tragón compulsivo, se reformó ante los ojos de miles de personas; el líder de la manada hizo su trabajo

s

e había vuelto tortuoso, desagradable, estéril comer en la casa de Astro, que jamás podrá confesar que era un tragón compulsivo. Si había jitomates, Astro quería jitomates y lo mismo con el aguachile de habanero, las tortas, las galletas y las salchichas. Las salchichas, sobre todo, eran la perdición de Astro. Eran: pretérito imperfecto. Tan imperfecto que Astro está rehabilitado desde la noche del jueves… O eso pareció entre luces aplausos y cerveza, pobre Astro. El que hizo el milagro fue nada menos César Millán, el líder de la manada. Los de la manada aplaudimos, naturalmente. Casi no hay otro asunto más importante en la región que rehabilitar a un perro Beagle mañoso que puede comer aguachile de camarón con habanero si se le antoja. El primer mundo en el primer mundo. César Millán, el “encantador de perros” en el auditorio Telmex de la Universidad de Guadalajara. Asientos de entre mil y 200 pesos. ¿Qué son tres salarios mínimos para la perrada? Un estacionamiento colmado con decenas de autos que cuestan más que una casa de interés social. Gente feliz bajo la lluvia otoñal: por fin el dóberman dejará de agredir a la abuela. ***

César Millán es encantador. De veras. Ha de ser una ventaja de los que nacen en Sinaloa. Además parece buena persona y es excepcional. La ha hecho en grande entre los 33.5 millones de mexicanos y descendientes, la mayoría de los cuales sobrevive en Estados Unidos como jornaleros del campo, lavaplatos, jardineros, niñeros, miembros de pandillas. Millán, en cambio, tiene un programa en el canal de televisión privado NatGeo, que se ve en la Patagonia y a lo mejor también en Kazajistán. Es más: en 2012 NatGeo produjo un documental sobre su canoso conductor, cuya vida en México transcurría como la de millones de connacionales. El líder de la manada era pobre “de los de debajo de la manada”, se autodefine él. Igual que muchos pensó hacerse narcotraficante. El destino le había preparada otra cosa. Hace poco más de 20 años se largó al Norte a ganar dólares. Se cruzó sin documentos a Estados Unidos, escondiéndose entre matorrales, vivió bajo un puente, fue lavaplatos, chalán, paseador y peluquero de mascotas hasta que un día el Tío Tom le sonrió. Conoció a una famosa de Hollywood, a la que debió caerle bien —es de veras encantador—, quien lo recomendó con otras estrellas, todas ellas muy amantes de los perros. César había pasado parte de la infancia con su abuelo, arreando vacas, en el rancho Ixpalino. En su nuevo círculo aplicó la mexicana: empezó a tratar a los perros como perros, los perros entendieron que son perros y el país más poderoso del mundo cayó a los pies del sinaloense, que hoy descansan sobre una fortuna de unos 100 millones de dólares, según el diario El País. Igualito que en Hollywood le ocurrió en Guadalajara. La manada que el jueves mismo usaba, en sus pláticas de Lobby en el Telmex, expresiones como “naco”, “chacha” e “indio” le perdonó a Millán palabras como “está impuesto a comer en la mesa”, “la diferiencia” y “caminastes”: las mismas que oímos tantas veces los que tenemos abuelos campesinos. En el Telmex César Millán, que de por sí es muy sencillo tuvo un detallazo: usó la camiseta verde de la Selección Mexicana de futbol… igual que en el Superdomo Orfeo de Buenos Aires usó la de la Selección Argentina de futbol. En los últimos meses César Millán ha recorrido siete países. *** El auditorio Telmex tiene capacidad para hasta 11 mil 500 espectadores y estaba casi lleno el jueves 7 de noviembre, cuando “el encantador de perros” se presentó en Guadalajara. Entre el público había parejas de ancianos, mujeres en grupo, familias completas como la de Francisco, que debe mantener a tres hijos y cinco canes. Era fascinante ver los rostros iluminar-

EL INFORMADOR • E. PACHECO

Juan Palomar

EL INFORMADOR

MAGNÉTICO. César Millán, “el encantador de perros”, se presentó la noche del jueves en el Auditorio Telmex, donde hizo su magia.

se cuando César Millán lograba que Rito, el Lo que sí, es estimulante saber que en perro neurótico, se transformaba en uno México los perros podrían salvar a los niapaciguado y Roco, un huraño, acabara con ños. Lo sabía hasta Gandhi: “La grandeza un carácter muy sociable y Asde una nación y su progreso tro, el insaciable tragón, no remoral pueden ser juzgados cayera ni ante una apetitosa por la manera en la que trata salchicha de las buenas. a sus animales”, leyó y proAhora Astro reposaba in- El líder de la manada yectó el encantador en una diferente junto al embutido gran pantalla del escenario que tres minutitos antes fue su era pobre, “de los de del Telmex. Parece que perdición, su ama anunció que Gandhi hablaba de los que las tertulias volverán al domi- debajo de la manada” comen carne, pero no imporcilio de ambos y todos los preta. Para llegar a la grandeza, sentes entendimos que el proCésar Millán anunció que en blema nunca fue del perro sino Guadalajara podría abrir el del ama, que tiene con Astro primer Centro de Atención una gran relación de gourmet y afecto, envi- Psicológica Canina de México. diable para cualquiera de los seis mil niños Los de la manada aplaudimos y aullaque viven en albergues en Jalisco. mos de júbilo.


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