“Las Torres Gemelas” le abrió las puertas a la celebridad nacional e internacional. Su secreto: hacer música para todo el mundo. Entrevista: Ángel Cahuasquí_Fotos: Jorge Itúrburu
D esde hace casi un año, Delfín Quishpe reside en Quito. Esto es así “por necesidad”, como él dice, pues le resulta más fácil coordinar desde ahí sus presentaciones. Ya cuenta con una casa en unos condominios del sur de la Capital, pero reconoce que extraña la tranquilidad de su poblado. Y en verdad, no hay mucha paz en las inmediaciones de su vivienda: las veredas son estrechas y el tráfico arduo, nada parecido a las agrícolas lomas, negras y verdes, de su natal San Antonio de Encalada, en Guamote... Sí, yo hubiera preferido entrevistarlo entre esos paisajes románticos, porque de todos modos tuve repentinamente que embarcarme en un taxi y volar, por un “error de agenda” del artista, desde su casa hasta el parqueadero de un centro comercial para poder darle encuentro.
¿Todavía viajas mucho a tu tierra? Trato de ir la mayor parte de fines de semana. No me termino de acostumbrar a las sirenas de las ambulancias, los patrulleros, el ruido, la contaminación del aire, la delincuencia...
¿Qué es lo que recuerdas con más gusto de tu época anterior a la ciudad? Montar a caballo. También extraño cosechar los granos en tierno; era una costumbre de mi familia. Los granos tienen así un sabor más dulce, muy sabroso.
¿A quiénes tienes allá? A mis cuatro hermanos; yo soy el menor. Acá vivo con mi esposa [que conoce ya trece años], mis hijos [2] y mi madre.
Y ya en tu pueblo, ¿no extrañas nada de Quito? No. Quito es el lugar de mis compromisos de trabajo; donde arreglo mi música y ayudo a nuevos talentos. En efecto, luego del impacto mediático que alcanzó Delfín, muchos decidieron apoyarse en él, en sus conocimientos y en su camino recorrido