espués de otro día de 12 horas de programación, los nervios de Kevin Systrom estaban deshechos. Era junio de 2010, y había pasado siete
meses trabajando en una red social de geolocalización, similar a Foursquare, que no iba a ninguna parte. Desesperado, él y su cofundador, Mike Krieger, decidieron desechar la aplicación y en su lugar trabajar en una herramienta para compartir fotos. Ya sólo les quedaba convencer del cambio a su inversor principal, un tipo llamado Steve Anderson, quien había firmado su primer cheque por 250.000 dólares cuatro meses atrás. Los jóvenes emprendedores cruzaron la calle hasta un café cuyo nombre era, irónicamente, Crossroads (Encrucijada), un establecimiento rústico en San Francisco atendido por exconvictos. Anderson sabía que los números iban mal. Habían estado hablando de ello durante semanas. Los jóvenes fundadores le contaron su plan para empezar de nuevo, sin estar seguros de si su inversor se enfadaría y huiría encolerizado o si le agradaría la idea. Al parecer, tras escuchar la noticia, Anderson permaneció callado pensando, mientras masticaba un bocado de su sandwich. Tras mirar hacia el techo durante unos segundos, dijo con una sonrisa: “Bueno, ¿por qué demonios os ha llevado tanto tiempo tener esa idea?” Mil millones de dólares más tarde, los cofundadores de Instagram pueden recordar entre risas esa reunión, pero la simpática pregunta que Anderson hizo a Systrom y Krieger era todo lo que necesitaban saber. “En el valle [se refiere a Silicon Valley] me encuentro con muchas personas que se preocupan demasiado por el dinero”, afirma Systrom. “Nunca sentí que Steve estuviera permaINSTAGRAM, DE LA nentemente preocupado por que lo QUE SU FONDO ERA arruináramos todo. Puede que lo haya PROPIETARIO EN UN 12% CUANDO estado, pero se mostraba confiado.” FACEBOOK LA Ese tipo de decisiones, tomadas en ADQUIRIÓ POR la última fracción de segundo, es típi$1.000 MILLONES, co de Anderson, de 47 años, el cerebro PUSO A ANDERSON detrás de una de las empresas de inverEN EL RADAR, sión de más éxito –y más pequeñas– JUNTO CON OTRAS de Silicon Valley. Como el segundo GIGANTESCAS PARTICIPACIONES nombre en la Lista Midas de Forbes, EN COMPAÑÍAS nuestro recuento anual de los 100 prinCOMO TWITTER cipales inversores de alta tecnología Y HEROKU, QUE en todo el mundo, Anderson podría VENDIÓ POR $250 unirse fácilmente a cualquier firma de MILLONES capital riesgo de élite, pero su fondo de inversión tiene sólo a una persona que toma decisiones, con una extraña habilidad para encontrar y tantear a emprendedores con la semilla de lo que podría ser una gran idea. Instagram, de la que su fondo era propietario en un 12% cuando Facebook la adquirió por 1.000 millones de dólares, puso a Anderson en el radar, junto con otras gigantescas participaciones en compañías como Twitter y Heroku, 154 FORBES // OCTUBRE 2016
que vendió a Salesforce por alrededor de 250 millones de dólares en 2010. Su próximo lote de negocios parece igual de prometedor e incluye a la firma de tecnología financiera Social Finance (valorada en 4.000 millones), el fenómeno de la moda femenina Stitch Fix (que va camino de convertirse en todo un ‘unicornio’) y la casa productora de videojuegos Machine Zone, la compañía detrás del popular Game of War (que, se dice, busca financiación con una valoración de al menos 6.000 millones de dólares). Con un patrimonio que Forbes calcula en al menos 150 millones, ¿por qué trabajar para –o con– alguien más? Para subrayar su condición de lobo solitario, Anderson se ha autoexiliado del distrito financiero de San Francisco y de la mafia de los fondos de inversión de Sand Hill Road, en Menlo Park, California, cerrando una docena de tratos al año desde lo que fuera en su día un estudio de fotografía infantil en Cow Hollow, San Francisco, un vecindario más conocido por sus desayunos y el yoga Bikram que por su talento tecnológico. “Una vez alguien me preguntó: ‘¿Cómo cierras 10 o 12 acuerdos en un año?”, recuerda Anderson. “Le respondí: ‘La próxima vez que estés en una junta con tu socio un lunes por la mañana hablando de ofertas que él quiere cerrar, o cuando estén discutiendo en tu oficina sobre las políticas de la compañía, recuerda que todo ese tiempo yo lo aprovecho para reunirme con las empresas”. Anderson menciona que ese enfoque de hombre orquesta tiene más que ver con la libertad que con el ego. Puede firmar un cheque de 500.000 dólares treinta minutos después de conocer a un empresario o emprendedor sin tener que consultar a nadie más. Escucha música electrónica mientras recibe llamadas y se reúne vistiendo sudadera y jeans con inversores enfundados en traje y corbata. Se pinta las uñas de los pies de color azul cuando baila en alguna rave party. Se escapa a Las Vegas un par de veces al año para divertirse con djs como Deadmau5 y Kaskade, o desaparece durante tres días para su descanso anual en solitario junto al Lago Tahoe. Se ha ganado ese derecho con sus impresionantes beneficios. Anderson convirtió 70 millones de dólares invertidos por sus tres primeros fondos en 700 millones, y dice que se ha desprendido de sus participaciones en sólo una cuarta parte de las startups. Un promedio notable. Veinte de sus acuerdos han tenido puntos de arranque de más de 100 millones de dólares. “Mis reuniones con los emprendedores son muy breves. Yo, mi otro yo y mi otro yo tenemos un largo debate. Tardo poco en decidir”. El nacimiento de Baseline en 2006 ayudó a desarrollar una nueva categoría en la inversión de riesgo: la de los fondos que se encuentran entre los 25.000 de los business angels, a menudo individuos ricos, y el millón de dólares o más que por lo general provienen de empresas de capital riesgo tradicionales en la denominada Serie A. Baseline canjea sus cheques de 250.000 a 1 millón de dólares por una participación de entre el 5% y el 15% de una compañía, mientras le dan a los fundadores de un año a 18 meses para desarrollar un producto con una presión mínima. Anderson se ha mantenido fiel a ese enfoque, incluso a pesar de que le ha costado algunos duros fracasos. Anderson se retiró de la ronda inicial de Dropbox cuando sus fundadores aumentaron el precio en sólo un par de millones. También dijo que no a Uber (dos veces), incluso después de tener a Travis Kalanick de pie en su oficina, gesticulando y explicando cómo mataría a la industria del taxi. “No fui capaz de ver más allá de los coches negros”, reconoce Anderson. Sin embargo, las startups que elige obtienen un valioso aliado. El CEO de Weebly, David Rusenko, se refiere a él como “el mejor