FORBES
El famoso papamóvil está parado unos 20 metros por debajo de nosotros, esperando a su pasajero. También 20 metros por debajo de nosotros miles de personas aguardan en la Quinta Avenida para alcanzar a ver al Papa. Teniendo en cuenta la cantidad de católicos que hay en Nueva York y la visita de un Papa argentino a la ciudad, es casi seguro que más o menos la mitad de esos asistentes es de ascendencia latina. “¡Francis-co, Fran-cis-co!”, es la ovación que se escucha mientras se acerca el pontífice. No es exactamente la base de votantes de Trump. Y por primera vez, Donald Trump no busca atención: “Me haría quedar como un idiota... éste es el día del Papa”. Pero últimamente es demasiado popular (o impopular), y resulta demasiado reconocible, con su 1,83 de estatura y esa peculiar melena; no tiene demasiadas opciones. Así que Trump saluda al público desde su balcón, una especie de Juan Perón de pelo naranja. Los abucheos y silbidos no se hacen esperar. Impasible, Trump se vuelve hacia mí. “Noventa por ciento positivo”, dice. “Noventa por ciento es bastante bueno. Tomarías ese 90 por ciento de inmediato en unas elecciones”. ¿Acaso Trump escuchó lo que todos los demás, pero inmediatamente dio un golpe de timón hacia el absurdo? Si bien hubo un puñado de aplausos, los silbidos se impusieron de forma patente. ¿O es que acaso sólo escuchó lo que quería? Mientras el Papa recorre las calles debajo del nido de Trump, la actitud general del millonario es más que positiva. “¿Ves lo que quiero decir acerca de este edificio? Ésta es realmente una gran apuesta de bienes raíces. Tenemos una ubicación increíble”. Durante una conversación anterior, Trump dijo en diferentes ocasiones que podría vender su participación en la Trump Tower por 2.000 o 2.500 millones de dólares, incluso por 3.000. Cuando se crean con tal facilidad 1.000 millones extra (muy lejos de los 530 millones en los que nosotros valoramos el edificio), es fácil ver cómo afirma que su fortuna ronda los 10.000 millones. Esta visión del mundo ofrece una posible explicación a lo que es quizás el mayor enigma que rodea al candidato Trump: ¿Cómo puede alguien tan inteligente y elegante promover ideas tan ignorantes –y a veces peligrosas–, ya sea un vínculo refutado entre las vacunas y el autismo o la mentira sobre la posibilidad de que Obama haya nacido en Kenia? Y al mantener su mensaje simple y repetirlo con convicción una y otra vez, Trump tiene la capacidad de moldear los hechos. Cuando aparece en The Late Show con Stephen Colbert, al día siguiente, el anfitrión afirma que Trump tiene una fortuna de 10.000 millones. Sin vacilar.
DOS VERSIONES Desde el regreso de Trump a la lista en 1996 ha tenido una relación más matizada con la Forbes 400. Desde Forbes aplicamos la política de Reagan: confía pero verifica. Trump comparte más información que ningún otro integrante de la lista, y aceptamos lo básico. Pero sin pruebas de propiedad o deuda o activos específicos, nos mantenemos cautos. Por lo general el equipo de Trump nos muestra sus inversiones
líquidas. El año pasado vimos la documentación del efectivo y equivalentes de efectivo por 307 millones de dólares. Ahora afirma tener 793 millones, pero no está dispuesto a demostrarlo. Así que jugamos a lo seguro con 327 (extrapolados para incluir el producto de la venta de Miss Universo). Del mismo modo, en el sector inmobiliario, Forbes valora a Trump usando modelos de margen operativo. Su equipo asume que aparecerán de la nada compradores con muchos millones en efectivo, que se otorgarán permisos de construcción y que las casas en torno a los campos de golf serán construidas sin costo alguno para él. Como en los viejos días, nuestros cálculos son de más o menos un tercio de los de él. Y en cuanto al valor de la marca Trump, que su equipo a menudo valora en miles de millones fantasma, ahora constantemente le damos un valor de cero. Decimos que el valor de la marca ya está integrado en su patrimonio neto y no le asignamos un valor teórico actual para futuros acuerdos. Pero Trump y su equipo también nos corrigen en cosas como los metros cuadrados de Niketown (demasiado bajos) y las cargas de deuda de Trump Park Avenue y el Old DC Post Office (de 170 millones a sólo 8). También volvemos a analizar, dada su insistencia, la Trump Tower y el campo de golf Doral. En total hemos añadido 700 millones a nuestra estimación inicial de su patrimonio neto. Mientras tanto, Trump, como es su costumbre, habla duro. “Él es un macho alfa, cargado de esteroides”, dice Phil Ruffin, miembro también de la lista Forbes 400, cuya asociación con Trump en Las Vegas ha dado a cada uno 96 millones de dólares. “Es fuerte y competitivo, extremadamente competitivo.” “Creo que estáis tratando de hacerme parecer tan pobre como sea posible”, nos dice Trump, quien a través de sus declaraciones durante la campaña política sostiene que sólo a lo largo de 2015 su patrimonio ha aumentado de 8.700 millones (3.300 millones de ellos sólo por la ‘buena voluntad’ de la marca) a más de 10.000 millones de dólares. En diversas entrevistas concedidas plantea que, en realidad, es “mucho más de 10.000 millones”, y dice que otra “respetada revista que está por salir” calcula su fortuna en 11.500 millones. “Vas a quedar muy mal”, nos advierte. “Y mira, todo lo que puedo decir es que Forbes es una revista en bancarrota, no sabe de lo que está hablando. Eso es todo lo que voy a decir porque es vergonzoso para mí.” Mi pregunta general para Trump es simple: ¿Cree que Forbes usa una metodología diferente para valorar su fortuna de la que usa con el resto de los titanes de bienes raíces en la lista Forbes 400? “Sí, desde luego que lo creo”, responde. Y al final de nuestra entrevista pregunta si tengo un titular en mente para la historia. Le digo, sinceramente, que no. Entonces le pregunto si tiene alguna sugerencia. El populista que quiere ser presidente, con la cuenta bancaria del multimillonario y la percha papal, apenas hace una pausa para pensarlo: “El rey”.