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CREADORES ESTUDIO CARBONELL
En el estudio El artista valenciano, afincado en Eindhoven, se ha especializado en árboles de luz
NACHO CARBONELL
CHISPAS QUE ILUMINAN EL BOSQUE Texto FELIP VIVANCO
Aventuras y anhelos del diseñador valenciano afincado en Eindhoven que se ha convertido en un referente internacional gracias a sus proyectos lumínicos y a las sillas que toman vida propia
Siguiendo las huellas que
la luz deja en la memoria, la luz que nos conforta, Nacho Carbonell (València, 1980) ha trazado un camino que lo ha llevado a convertirse en uno de los diseñadores españoles más respetados y sólidos de los últimos años. Su obra respira vida, naturaleza y parece sacada de un mundo pasado pero no perdido. En el 2009, el Museo del diseño de Londres reconoció el incipiente talento de este artista afincado en Eindhoven (Países Bajos). Un año más tarde, una de las ferias más importantes, Art Basel, le premió con la distinción Diseñador del Futuro. Carbonell está interesado en su trabajo pero no tanto en promocionarlo ni en las alfombras rojas. El día de la cita está ultimando una gran lámpara a la que, confiesa, le ha “cogido cariño”, un chandelier metálico que en realidad parece hecho de arpillera, que le han encargado en San Francisco, una de las sedes de la prestigiosa galería Carpenters Workshop, donde muestra sus piezas y que este año, esquivando por muy poco la primera gran ola de la pandemia, le abrió las
puertas de Tefaf, la prestigiosa feria de arte de Maastricht. “Allí presentamos un par de árboles de luz. El árbol expresa la idea de donde vengo, ese concepto de ser mediterráneo, de estar bajo el árbol, la idea de la luz como se filtra a través de la copa. Es la búsqueda de una simbiosis del ser humano con el objeto, el objeto como un ser vivo. Busco esa conexión, esa necesidad de que las naturalezas muertas estén vivas. Siempre intento que haya una chispa que salte y que te saque de la cotidianidad”, expresa. Carbonell ve la figura del árbol como un vehículo con el que viajar, y los materiales que lo imitan, como un pasaje a crear otras formas orgánicas que intentan escapar de las estrecheces de la vida moderna. Sillas que se convierten en árboles, en islas, en minas a cielo abierto, donde priman la reflexión y el descanso pero no tienen cabida ni wifis, ni mensajes telefónicos ni ruidos innecesarios. Sillas unidas entre sí que fomentan el diálogo o la quietud. “Quiero que los objetos vayan buscando su historia, como la que cuenta la silla que yo llamo Libre y que se aca-