Grupos de Poder en Petén: Territorio, política y negocios
que haciéndose del control de los puntos estratégicos de la decisión sobre la inversión de la obra pública participaron en la apropiación de estos recursos que a su vez les permitió reforzar sus posiciones políticas. En estos negocios se involucraron también grupos abiertamente criminales que “aprovecharon la oportunidad” para diversificar sus negocios. A diferencia de períodos anteriores en los que era relativamente fácil identificar a los grupos que tenían “capturado al Estado”, en los últimos años se ha dado una disputa por el control de partes/ sectores de la administración pública en distintos niveles y por distintos grupos. En las grandes ligas actúan los principales grupos de poder económico y político que tratan de hacerse con el control de las decisiones fundamentales de la política pública, en términos de sus intereses económicos y su entendimiento ideológico de lo que debería ser; algunos debates en el Congreso y ciertas tensiones en el ejecutivo pueden ser expresión de esta disputa. En otros niveles se disputan las decisiones intermedias sobre volúmenes de inversión, para finalmente establecer cómo se realiza la inversión en obra pública. En ese sentido, la presunta dicotomía entre “capital tradicional” y “capital emergente” y su conflicto es falsa por simplista y por ingenua. Simplista porque pretende reducir a dos bloques más o menos uniformes y estables la disputa por el control del Estado. Esto no es así. Como se ha planteado, existen multiplicidad de grupos de poder nacionales, regionales y locales con alta movilidad que se van aglutinando de acuerdo con distintas variables, no hay una frontera estable entre unos y otros ni entre sus alineamientos. En el “relato” del conflicto entre tradicionales y emergentes, el FRG era la expresión de los segundos. Si se observa el alineamiento actual de los grupos que integraron el FRG puede constatarse que estos se han dispersado en los principales partidos, incluyendo al Patriota y a la UNE. La ingenuidad está en aceptar el cuento de un “capital tradicional” que es bueno y limpio que tiene que enfrentar a “grupos emergentes” y mafiosos. Todos los grupos de poder económico han utilizado el Estado para sus intereses y entre los distintos grupos existe un entramado de negocios y complicidades. Actividades como la evasión fiscal, el lavado de activos y el contrabando son comunes a todos los grupos. Las elecciones se convierten entonces en una suerte de coyuntura crítica en la que los distintos grupos compiten por ocupar las posiciones clave para las decisiones públicas. Las alcaldía, las diputaciones y el mismo ejecutivo son objeto de esta disputa, y, como el objetivo principal es el garantizarse negocios, las elecciones son vistas como una inversión, a más recursos, aumenta la probabilidad de ocupar posiciones estratégica, y a mayores posiciones, mayor rentabilidad de la inversión. Esto provoca una distorsión de la democracia y la política. La “democraticidad” de la democracia puede medirse en términos de participación, representación y competencia. La participación a cargos de elección popular, queda restringida a aquellos que puedan pagar la campaña
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