Autopía

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Edu Macedo AUTOPÍA

AUTOPÍA Edu Macedo

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Este libro se vende con la condición de que no se prestará, revenderá, alquilará, transportará por todo el país en relevos, lanzará al espacio, dará la vuelta, comerá ni circulará de ninguna otra forma sin el consentimiento previo del editor en ninguna forma de encuadernación o cubierta que no sea aquella en la que se publica y sin que se imponga al comprador posterior una condición similar, incluida esta condición. Bajo pena de muerte.

Para más información:

Calle de las Sirenas #512 , Genovia.

www.imperiodecristal.wix.com/cristal enmemoriadeedu@gmail.com

Dedico este libro a las personas que sobrevivieron el Apocalipsis, felicidades por haber encontrado algo que leer en el desierto nuclear

Y también a las y los críticos literarios, que probablemente ya hayan sido reemplazados por algoritmos.

PRÓLOGO

Resultó que el fin del mundo no fue en realidad el fin del mundo… Aún quedaba un último lugar en la tierra para poder vivir… Autopía.

Autopía era probablemente la última ciudad en pie. Y si no lo era, al menos era el único rastro de civilización en kilómetros.

Era una ciudad grande, con muchas casas aunque quizás lo más vistoso y llamativo sería la gran torre que se alzaba justo al centro de la ciudad. Y lo que se alzaba al final de la misma, una muralla gigantesca que rodeaba toda Autopía, no tenía puertas, se construyó pensando en no dejar a nadie entrar ni dejar a nadie salir. Aunque claro, ¿Quién querría salir de Autopía? Después de todo era el lugar perfecto para vivir. Lo tenía todo y a todos.

Vecindarios hermosos, parques acogedores, gente bella y guardias robóticos para velar por la seguridad de los ciudadanos, pues ellos eran los engranajes que hacían que el Perfecto ciclo que yacía dentro de las murallas jamás terminara.

PARTE I SIENDO BELLOS

Dentro de una de las casas vivía una pequeña niña, Luna. Recién había cumplido 7 años y ahora podía ver la TV junto a sus padres y disfrutar de la cinta que ese día se iba a transmitir para ser vista por todas las casas de Autopía al mismo tiempo.

Luna estaba muy emocionada, se sentó en el piso de la sala, al frente del sillón en el que se habían sentado sus padres. Papá tomó el control remoto y enciendo la TV.

-¿Están todos sentados cómodamente? Bien, ¡Hola Ciudadanos de Autopía! Sean bienvenidos a la cinta de hoySe escuchó entonces en el televisor.

Había una versión animada de los guardias robóticos en la pantalla, Luna se quedó viendo muy atenta.

-Niños, miren a su alrededor, miren a su padre, le gusta leer el periódico y poner los pies sobre la mesa después de un largo día de trabajo, el provee a la familia, su padre es bello. - Luna volteó a ver a su padre, era cierto, su padre siempre iba al trabajo para darle a la familia todo lo que necesitaba.

-Y ahora, miren a su madre ¿No es su comida espléndida? Además mantiene la casa limpia y les lee cuentos para dormir cada noche. Su madre es bella. - Luna volteo entonces a ver a su madre, también era cierto, ella siempre estaba ahí para Luna, siempre la cuidaba y mantenía todo en orden dentro de la casa. Y no había pasado un solo día de su vida sin la comida deliciosa de su mamá.

-Y ahora niños, mírense a ustedes. Son jóvenes, ríen, juegan, se raspan las rodillas de vez en cuando. Tienen amigos. Ustedes y sus amigos se meten en todo tipo de travesuras. Pero algún día niños, crecerán para ser tal como uno de sus padres y construirán su propia familia. Un día, serán bellos. - Estas palabras se quedaron en la mente de Luna, que no podía esperar para poder ser bella como sus padres.

-Ahora finalmente mis bellos, miren afuera a sus encantadores vecinos. - Luna se asomó por la ventana y pudo ver a todas las demás familias haciendo exactamente lo mismo, saludo a sus vecinos sacudiendo la mano, y ellos respondieron el saludo. Y todos casi al mismo tiempo volvieron a sus salas en cuento el televisor volvió a hablar.

-Pero por desgracia niños, no todo el mundo es bello.Luna en ese momento sintió un nudo en el estómago y continuó mirando con cara de preocupación.

-Algunos son… Feos. Y no queremos feos aquí, ¿Verdad niños? - Luna sacudió su cabeza lentamente de lado a lado en un movimiento casi inconsciente.

-Nosotros nos llevamos lejos a los feos, para que ustedes, sus amigos, sus vecinos y sus familias puedan seguir siendo bellos. Recuerden eso niños.

-Y eso concluye la cinta de hoy Ciudadanos de Autopía. Y niños, así como sus padres y sus abuelos, siempre recuerden… Sigan siendo bellos. - Apenas se acabó la cinta el padre apagó la televisión con el control remoto.

-Es hora de dormir Luna - Dijo.

-Aww, ¿ya tengo que irme? - Contestó luna

-Los niños bellos se van a dormir a esta hora, tu quieres ser una niña bella verdad? Dijo entonces su madre.

-Si, y algún día seré bella como ustedes - Contestó

-Muy bien entonces vamos ya a la cama - La madre tomó la mano de Luna y la llevó hasta su habitación. La arropó, le dió un beso de buenas noches y salió del cuarto

PARTE II

NO HAY MONSTRUOS

La madre regresó después de un tiempo a ver si Luna ya se había quedado dormida. Realmente no se sorprendió cuando vió que Luna seguía despierta. No era especialmente traviesa, de hecho Luna era muy tranquila, muy bien portada y muy brillante. El tipo de niña que tiene su cuarto siempre en orden y que siempre regresa con una estrella dorada en la frente al regresar de la escuela. Las paredes de su habitación estaban llenas de dibujos que ella misma había hecho.

-Ay cariño, tienes problemas para dormir otra vez?Preguntó la madre. Luna no respondió.

-¿Es por los monstruos? - Luna entonces desvió la mirada hacia uno de los dibujos en su pared, que tenia a una bestia plasmada sobre el papel.

-Corazón, no hay monstruos aquí. No en Autopía. Déjame contarte una historia- La madre encendió la lámpara en el buró junto a la cama de Luna y se dió la vuelta para sacar un libro de la estantería que había del otro lado del cuarto. Lo tomó y se sentó en los pies de la cama. Luna se sentó junto a ella y comenzó a leer el cuento.

-Había una vez una pequeña niña, ella era bella e inteligente, verdaderamente excepcional. Justo como túAñadió la madre mientras volteaba a ver a su hija.

-Hoy la niña se encuentra en las afueras de la ciudad, la hora de dormir se acerca rápidamente, las sombras bailan entre los árboles. Ella también le teme a los monstruos.

-La niña comienza a correr “¡Un monstruo!” piensa. Ella implora por su familia, sus amigos, por seguridad. La niña está asustada y sola. Pero justo cuando todo parece perdido, es salvada. Los guardias robóticos han venido, la niña excepcional llegó a casa y el monstruo se ha ido. Por eso no hay monstruos aquí, no en Autopía. Estamos a salvo aquí. ¿Entiendes? - Luna asintió con la cabeza.

-Estás a salvo aquí corazón, ahora ve a dormir. - Luna se metió en la cama, se acostó de lado y cerró los ojos.

-Eres verdaderamente excepcional. Autopía necesita más niños como tú. Tan inteligentes y tan bellos.

PARTE III AÑOS REPETIDOS

A medida que Luna crecía, sus días en Autopía se volvían un ciclo inquebrantable. Cada mañana, a las 6:00 en punto, el sonido de una campana la despertaba, y sin necesidad de reloj, sabía que el desayuno ya la esperaba en la mesa, perfectamente colocado. Su madre sonreía, su padre leía el periódico. El desayuno era el mismo cada día: avena, tostadas, y un vaso de leche tibia. A las 7:00 en punto, un vehículo automático la recogía y la llevaba a la escuela junto a otros chicos y chicas de su vecindario.

Las clases también eran idénticas. Aprendían sobre la historia de Autopía, sobre los valores de la belleza y el orden, y sobre la perfección de su vida en la ciudad. Los guardias robóticos de los pasillos vigilaban atentamente cualquier gesto o comportamiento fuera de lugar, aunque casi nunca había nada fuera de lo esperado.

Cada noche, a las 8:00 en punto, la familia se reunía en la sala para ver la cinta del día, que les recordaba a todos lo afortunados que eran de vivir en un lugar tan perfecto. Luna miraba cómo sus padres asentían con sonrisas forzadas. Se sentía una pequeña chispa de duda en su interior, aunque no

entendía del todo por qué. Sin embargo, como todos, sonreía, asentía, y escuchaba.

PARTE IV JOSÉ

Una noche, mientras se preparaba para dormir, Luna no pudo dejar de pensar en algo que la cinta había dicho. La cinta había hablado sobre el destino de los feos, que se los llevaban de Autopía para que no interfirieran con el resto de la belleza. Pero al mismo tiempo en clase habían hablado de que Autopía era la única ciudad que quedaba en pie. Entonces… ¿A dónde se llevaban a todas esas personas? Luna sintió la creciente necesidad de cuestionar esa perfección repetitiva. No pudo acostarse y quedarse dormida, después de un rato decidió ir con su madre para que le contara un cuento para dormir como hace unos años atras funcionaba muy bien.Salió de su habitación, y escuchó un ruido que venía desde la sala de abajo, Se escondio detrás de una pared pero se asomaba escaleras abajo desde allí pudo observar el final de la rutina familiar.

Poco después de las 10:00, un guardia robótico llegó a la puerta principal y tocó tres veces, con golpes exactos, como si el sonido hubiese sido programado. Su padre abrió la puerta, y allí estaba el robot, un ser alto y frío, con el rostro liso y sin expresiones. A pesar de su apariencia metálica, se movía con una suavidad calculada, casi humana.

-Buenas noches, Familia Acevedo. Chequeo diario. ¿Está todo en orden?- preguntó el robot con voz suave, aunque desprovista de cualquier emoción.

–¡Hola, José!-, dijo el padre de Luna con una voz casi automática. - Sí,. El día fue perfecto. La cena fue perfecta. El trabajo fue un deleite, y los niños estuvieron tranquilos y obedientes, ya están acostados como siempre-, respondió su padre sin titubear.

-Me alegra escuchar eso-, respondió el robot. -Recuerden: la belleza y el orden son las claves de la felicidad en Autopía-.

Luna contuvo la respiración, observando cómo su madre también asentía en silencio, repitiendo la misma respuesta preprogramada que cada ciudadano parecía tener grabada en su mente. El robot giró y salió por la puerta, Luna no pudo dormir esa noche.

Pasaron algunos años, y Luna había aprendido a vivir con aquella extraña vigilancia nocturna. Una noche, mientras terminaban la cena, sus padres les dijeron que tenían una "sorpresa" para ella.. La condujeron a la sala, donde esperaron en silencio hasta que el mismo robot de todas las noches apareció en la puerta.

-Luna-, dijo su padre en tono ceremonioso, -quiero presentarte a José-.

Luna miró al robot y no pudo evitar notar una pequeña pero innegable mancha de sangre en el torso del robot humanoide. Inmediatamente volteó a sus padres, algo

confundida. Ya había visto a ese mismo robot muchas veces, aunque siempre parecía ser uno diferente cada noche. Aún así, todos respondían al nombre de José.

-Hola, José-, dijo ella, tratando de ocultar su incomodidad.

-Buenas noches, Luna-, respondió el robot con un tono sorprendentemente cálido. -Es un placer conocerte formalmente-.

En los días que siguieron, Luna empezó a darse cuenta de que, aunque cada robot parecía idéntico, "José" recordaba detalles de su vida, como si siempre hubiera estado ahí, observando cada momento. Podía recordarle cosas que ella había mencionado en algún momento en la escuela, o detalles de conversaciones pasadas con sus padres. Era como hablar con alguien omnipresente, alguien que siempre estaba al tanto de todo lo que sucedía en su vida y la de todos en Autopía.

Poco a poco, Luna comenzó a temer las visitas de José, aún cuando intentaba ocultarlo. Sabía que todo lo que decía o hacía, incluso los más pequeños detalles, serían registrados y reportados, y cualquier irregularidad o desobediencia podía romper la perfección que todos parecían aceptar.

PARTE V LAS COSAS OCULTAS

Luna ya había empezado a notar que la perfección de Autopía tenía pequeñas grietas. Aunque había crecido con la idea de que la ciudad era el último refugio de la humanidad y que en ella no existía el sufrimiento ni la fealdad, algo en su interior comenzó a rebelarse contra esa aparente armonía.

Cuando cumplió 21 años tuvo que casarse y salir de su casa para formar su propia familia. Ni siquiera se había preguntado si eso era lo que realmente quería. Pero sabía que de otra forma ella fallaría en la tarea que tenía en Autoría. Hacer que los engranes de la ciudad giren una y otra vez. Era todo lo que se esperaba de ella, así como era todo lo que se esperaba de cada ciudadano. Trabajar si eras varón, cuidar la casa si eras mujer, pero al final del día criar una familia. Y cuando los hijos hubieran crecido y partido para formar su propia familia su trabajo estaba hecho y sería hora de entregarse y dar paso a una nueva generación. Pues igualmente la gente vieja no es gente bonita, ¿Verdad? Había gente que sabía muy bien su rol, y cuando sabían que habían fallado, ellos solos se entregaban a los guardias robots, pero habían otros que de repente se esfumaron como por arte de magia y Luna sabía que si fallaba en su misión sufriría el mismo destino que muchas personas que había

conocido a lo largo de su vida. Desapariciones. Gente que ella conocía —compañeros de la escuela, vecinos de la calle, e incluso maestros— de repente dejaban de aparecer. Nadie hablaba de ellos. Cuando preguntaba a sus padres o a otros adultos, la respuesta siempre era vaga: "Se han ido", decían con una sonrisa tan perfecta como inquietante. Luna sabía que "irse" no tenía ningún sentido, porque la muralla lo dejaba muy claro. Nadie entra, nadie sale.

Sus primeras sospechas comenzaron cuando un día, en el que estaba afuera y decidió perderse un poco por las calles menos transitadas de la ciudad. A lo lejos, escuchó unos murmullos apagados, casi como gritos, pero tan ahogados que parecían surgir de las mismas paredes de la ciudad. Se acercó a una casa como cualquiera, un edificio en el que nunca había reparado antes, uno de aspecto anodino, y percibió que las voces venían desde dentro. Pero, al acercarse más, varios guardias robóticos aparecieron de la nada y uno de ellos le pidió que regresara a su casa. Así lo hizo, y al llegar a casa le contó a su esposo lo que había pasado. Él parecía temer más por las cosas que Luna estaba haciendo que por lo que le pudo haber pasado a las personas fuentes de esos gritos. Le dijo que ya no se metiera en problemas, y que no se preocupara después de todo, Autopía era perfecta, y no había peligro ni monstruos ahí. Que quizás solo fue su imaginación una malinterpretación por no tener el contexto completo. Pero que definitivamente no había nada que temer. Luna lo confrontó, le dijo que era muy raro cómo sus amigos desaparecían, a dónde iban las personas que “se iban”. Su esposo solo le dijo que si no quería terminar igual que ellos, lo mejor sería que dejara de hacer preguntas. Luna suspiró y miró hacia la ventana. Justo en ese momento, el timbre de la

puerta sonó con precisión, como cada noche. Ambos sabían quién estaba ahí.

El esposo abrió la puerta, y José, entró caminando lentamente hasta el centro de la sala, donde sus ojos sin vida se posaron en Luna.

-Buenas noches, Familia Candiani- dijo José, sus palabras resonando con esa frialdad que siempre le provocaba un escalofrío a Luna.

-Veo que están disfrutando de una velada en casa. ¿Cómo estuvo el día?-

-Perfecto, José, la cena estuvo deliciosa y el trabajo fue un deleite como siempre- respondió el esposo.

José asintió levemente, y entonces giró su rostro metálico hacia Luna.

-Luna, la vi en los callejones del sector noreste. Usted fue vista en esos lugares. ¿Me podría explicar la razón de su visita?-

Luna sintió cómo la tensión se acumulaba en su pecho. Sabía que cualquier error en su respuesta podría despertar las sospechas del sistema. Trató de mantener su tono ligero, aunque cada palabra parecía quemarle los labios.

-Oh, claro, José. Fue un malentendido. Solo quería dar un paseo, nada más- respondió, sonriendo nerviosamente.

-Autopía es tan tranquila y segura… a veces es agradable ver otras partes de la ciudad. ¿Ocurrió algo malo por esa zona?- Preguntó para ver si José le daba alguna explicación a los gritos que escuchó.

El robot la observó en silencio, sus ojos brillando con una luz fija que parecía escanearla. Después de un momento de pausa, José habló nuevamente.

-Entiendo, Luna no tiene de qué preocuparse. No hay nada malo en Autopía. La seguridad está garantizada en todos los rincones de nuestra ciudad.-

Luna asintió lentamente, aliviada por la aparente aceptación de su respuesta. José se dirigió a la puerta, se despidieron de él pero antes de irse volteo la mirada hacia ellos, aún no había terminado. Cambiando el tema sin aviso, el robot continuó con una nueva instrucción:

-También me gustaría recordarles, ciudadanos, que ha pasado un año desde que se mudaron juntos. Aún no han cumplido con el siguiente paso en su vida como ciudadanos modelos: es hora de que consideren tener hijos-

Luna se quedó en silencio, sintiendo una presión incómoda en el pecho. -Claro, estamos en eso- Contestó el esposo. José asintió, satisfecho, y salió por la puerta tan rápido como había llegado.

Cuando el robot se fue, su esposo la miró con una expresión grave. -José tiene razón, Luna. Ya ha pasado un año. Quizá sea hora de que demos ese paso-.

Luna lo miró, intentando ocultar su incomodidad. No quería traer un hijo a ese mundo, pero la mirada de su esposo y la insistencia de José lo hacían sentir casi inevitable.

Samuel se acercó y le tomó las manos, presionando suavemente.

-Es nuestro deber como ciudadanos, Luna. Todos en Autopía lo esperan-.

Después de un momento de duda, Luna asintió, casi mecánicamente. Sabía que, como todo en Autopía, esta decisión no era realmente suya. Se fueron al cuarto, se desprendieron de las ropas y Luna pasó una de las noche más incómodas de toda su vida.

PARTE VI

HAY

COSAS QUE ES MEJOR MANTENER

OCULTAS

Con el paso de los días, Luna empezó a buscar respuestas en los pocos lugares de la ciudad donde sentía que podría encontrar algo distinto. Un día, mientras revisaba viejas publicaciones en una terminal de información, se topó con un documento titulado "Informe de Belleza de Autopía: Ciudadanos y Rendimiento". El archivo estaba parcialmente borrado, pero pudo leer algunas frases: "Control de la población…"; "Selección de ciudadanos para optimizar recursos…"; y "retirada de individuos no conformes con los estándares".

Las palabras se le grabaron en la mente. ¿Qué significaba "retirada"? ¿Qué sucedía con las personas que dejaban de ser "bellas"?

A medida que investigaba más, Luna descubrió que había una zona en el centro de la ciudad donde ocurrían cosas sospechosas. Una noche, después de semanas de prepararse, decidió salir sin ser vista y dirigirse hacia allí. La ciudad estaba inusualmente silenciosa, y cada sombra parecía

alargarse más de lo normal bajo la tenue luz de las farolas. Pasó la cerca que rodeaba la torre del centro de la ciudad, dentro de ese perímetro cercado encontró un edificio pequeño, que parecía abandonado, pero al empujar una puerta entreabierta, descubrió un pasillo iluminado.

Avanzó, conteniendo la respiración, y llegó a una sala en la que había cientos de carpetas, Luna se decidió a abrir una de las carpetas y encontró un archivo con los datos y fotos de todos aquellos que habían "desaparecido". Allí, ordenados en orden alfabético, había fichas con sus nombres, junto a una pequeña descripción según el caso de cada expediente: “Desfigurado”, “Sordo”, “Gorda”, “Gay”, “Restrasado”, “Deprimida”, “Viejo”, “Divorciada”, “Esteril”, “Desempleado”, “Ciega”... La lista seguía. Era un archivo de personas descartadas por la ciudad, personas que, por alguna razón, ya no cumplían con los criterios de Autopía.

Solo confirmó lo que ya sabía, la horrible verdad: quienes no encajaban, quienes no eran "bellos", eran removidos de la sociedad. Pero, ¿a dónde iban?

Su curiosidad la llevó a investigar más. Luna descubrió un túnel que conectaba el edificio en el que estaba con una espacio de construcción subterránea difícil de describir, pero parecía algo como una planta de producción o un laboratorio. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba, cada paso la acercaba a la verdad.

Dentro de la planta, entre maquinarias frías y tuberías enormes, encontró algo que la dejó sin palabras:

Vió una fila de personas. Todos formados uno detrás de otro, y al inicio de la fila, justo en frente de la primera persona había un hoyo gigante, una fosa colosal, un tanque vació pero que no lo estaría por mucho tiempo, pues un guardia robot junto a la persona de hasta el frente alzaría el brazo y le daría un muy fuerte golpe a la cabeza a aquella persona, matandola al instante y dejando su cuerpo inerte caer en el contenedor. Para que luego las demás personas dieran un paso al frente, el proceso se repetiría hasta acabar con todos muertos y dentro del contenedor en el suelo.

Luna salió corriendo del lugar, pero al hacerlo no fue muy sigilosa, llamando la atención de varios guardias. Aun así era tanta la adrenalina que corría por sus venas que fue más rápida que ellos. Llegó a casa, pero sabía que ya no podía regresar a su vida normal. Sabía demasiado. Intentó conciliar el sueño pero le fué imposible. De pronto todas las cosas que había visto y que había vivido por fin cobraban sentido. Se la pasaba desvelándose tratando de hilar hasta el más mínimo detalle. Hasta que una noche, José llegó antes de lo usual, acompañado de dos guardias robóticos adicionales.

-Luna-, dijo José con voz neutra, -tienes una invitación especial a la Torre-.

Luna entendió lo que eso significaba. No había manera de escapar. Fue escoltada hasta el centro de la ciudad, hasta la imponente torre que siempre había visto a lo lejos. La llevaron a una sala donde la esperaba al alcalde.

PARTE VII

HAY COSAS QUE ES MEJOR

MANTENER OCULTAS

De pronto se abrieron las puertas y llegó un hombre deforme, desfigurado, tenía unos lentes que hasta parecían gogles y no dejaban ver sus ojos, caminaba muy extraño, no podía mantener la espalda recta. Pero lo más notorio es que tenía un cable que iba desde su espalda hasta el techo. -Tu has causado muchos problemas en mi reino allá abajoHizo una pausa -Tú, la primera en ver a través del velo, tú la primera que descubre la siniestra verdad, Tú la primera que… - Volvió a pausar, parpadeó un par de veces y continuó. - Tú… Crees que entiendes. Todas las mentiras, Todas las atrocidades innecesarias- El hombre se paró de su trono y caminó hacia Luna que seguía en el piso. -No… Si hay una razón. Y quiero… quiero mostrarte- Extendió su mano hacia Luna. -Por favor, camina conmigo.- Ambos se dirigieron hacia un elevador. -Te he traído hasta aquí para una perspectiva fresca- En ese momento el elevador se detuvo y mientras las puertas se abrían continuó - Quizás tú, niña excepcional de Autopía, puedas perdonar mis pecados necesarios.En ese momento se abrieron las puertas, y Luna pudo entenderlo todo en un segundo, pues lo que vió fue como un sistema de procesamiento que utilizaba restos orgánicos

como parte de la producción de alimentos. Fué testigo de como cuerpos humanos eran triturados y procesados y pasaban por toda un proceso industrial y al final de la banda de producción salía comida. Frutas, verduras, queso, pasteles, TODO. En otras palabras, la comida que siempre había comido. Entendió, horrorizada, que los "ciudadanos defectuosos" eran convertidos en la comida que todos consumían. Autopía no solo mantenía su perfección eliminando a quienes no cumplían los estándares, sino que también usaba sus cuerpos para alimentar a la población.

El alcalde parecía abrumado, casi oprimido por su propia creación. Pero después de haber visto todas las atrocidades, de haber escuchado todas las mentiras necesarias, el alcalde casi parecía decepcionado. Pero a Luna le comenzó a parecer todo… Impresionante.

El alcalde le señaló una ventana, era el punto más alto de Autopía, el único lugar donde se podía ver más allá de las murallas y lo único que pudo ver fueron kilómetros y kilómetros de… nada. Un infinito paisaje de tierra seca. -La humanidad ha terminado con el mundo, ya no queda nada. Este sistema que creé nos mantiene a salvo, nos mantiene alimentados. Todo en lo que nos hemos convertido, todo lo que Autopía tiene que ser fue necesario- Hizo una pausa mientras ponía su cabeza y su puño en la ventana - Y esas… esas… voces chillonas, esas caras bonitas, esos cuentos, esa ilusión, todo… Son solo una gentileza. - Luna entendió todo finalmente, la verdadera razón detrás de todo. Y lejos de estar asustada, estaba maravillada.

EL CICLO QUE NUNCA TERMINA

El alcalde le pidió ser la primera en formar parte de una red de personas excepcionales para mantener Autopía a salvo, pues su tiempo pronto estaba por llegar. La idea era inmortalizar sus mentes y crear una red con las mentes más brillantes de autopía, mentes que funcionan como una máquina de tomar decisiones y que servirían como el gobierno de Autopía una vez el alcalde dejara este mundo. Luna aceptó. Entonces Luna fue separada de su cuerpo, haciendo que solo quedaría su cabeza colgando del techo de un cuarto oscuro en la torre central conservaría aún sus pulmones, corazón y estómago, expuestos y flotando en el aire también. Solo lo necesario para mantenerla con vida. Y el cuarto se fué llenando muy poco a poco de más personas que llevaban el mismo destino de Luna, personas que habían llegado a una de las carpetas de Autopía, pero con una descripción diferente. Una descripción que decía: “Excepcional”. Y ahora ellos eran los engranes que hacían que este Perfecto ciclo jamás terminara.

ACERCA DEL AUTOR:

LUIS EDUARDO MACEDO CORTÉS

“Podría contar mi vida uniendo casualidades”

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