C1 Mediante el ayuno y la oración

Page 1

Mediante el ayuno y la oración 16 febrero de 2017 Roderick C. Meredith (1930-2017) Las Escrituras nos hablan acerca de lo que hizo nuestro Salvador para conseguir la fuerza espiritual necesaria para poder resistir el ataque que recibió de parte de Satanás. “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre” (Mateo 4:1-2). Analicemos: ¡Él ayunó! En el Sermón del Monte, Jesús les enseñó a sus discípulos a dar generosamente, de corazón, y a orarle a Dios continuamente. Veamos lo que dijo: “Cuando ayunéis…” (Mateo 6:16). No dijo “en caso de que” ayunen; Él dio por sentado que sus discípulos iban a ayunar. Cristo dijo: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. En otras palabras, la recompensa de los hipócritas es cualquier elogio que reciban de otras personas por alardear de su ayuno. Nosotros como discípulos de Cristo no debemos castigarnos pensando que eso obligará a Dios a escuchar nuestras oraciones. A Dios no le interesan las penitencias. Eso es como si alguno de nosotros tomara un látigo y empezará a azotarse en la espalda diciendo: “Mira nuestro sufrimiento, Dios, escúchanos”. La idea detrás de nuestro ayuno es muy diferente a eso. Buscamos al Dios invisible. Ayunamos para humillarnos, para darnos cuenta de cuán débiles somos y que en realidad somos hijos pequeños diciendo: “Padre, estamos frente a un gran ejército y estamos rodeados de fuerzas muy poderosas. No siempre sabemos qué hacer y necesitamos tu ayuda. Necesitamos que nos guíes y nos des tu salvación. Por favor, ayúdanos a refugiarnos en ti”. El ayuno y la oración van de la mano. En un momento de su vida, el profeta Daniel tenía la necesidad apremiante de saber qué iba a suceder en el futuro: “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3). La oración siempre debe acompañar el ayuno. Daniel continuó: “Y oré al Eterno mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas” (versículos 4-5). Notemos que él no dijo: “Oh, hemos sido buenos y no hemos hecho nada malo, y no tienes derecho a castigarnos”.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.