¿Honramos verdaderamente a Dios? Julio- Agosto de 2009 Terrence Kennell Hace algún tiempo, recibí un correo electrónico de cadena de oración. Era el tipo habitual de correos de esta clase, en el que se animaba al lector a rezar la plegaria adjunta, tan solo unas sencillas líneas, y transmitirla. A cambio, según el mensaje, el lector recibiría una "bendición" de Dios. Sintiéndome un poco molesto por lo que parecía un enfoque terriblemente insensible hacia la oración, contemplé el mensaje y consideré si debía o no responder; si bien no a toda la lista (como solicitaba el mensaje), al menos a la persona que me lo reenvió. Decidí responder y rápidamente anoté algunas escrituras que demuestran la inutilidad de la oración repetitiva y sin sentido. Me había preparado para responder solo al remitente, pero no pude evitar notar el botón "Responder a todos", ¡y ese fue el que oprimí! "Oh, vaya", pensé de repente tras enviar el mensaje, "¡ahora estoy en problemas! ¡Seguro que vendrá una avalancha de correos electrónicos furiosos!" Sin embargo, ninguno respondió. Solo llegó un correo electrónico y el remitente no incluyó ningún mensaje. Sorprendentemente, nadie me reprochó por objetar.
¿REALES CON DIOS? Lamentablemente, la oración en cadena antes mencionada es habitual en la mayoría de personas que buscan algo de Dios: quieren que los bendiga y los prospere, pero parece que no están dispuestos a honrarlo y glorificarlo verdaderamente, ni siquiera con unas cuantas palabras de corazón al orar. En otras palabras, quieren que Dios sea "real" con ellos, pero no están dispuestos a ser reales en su forma de responderle. Más bien, lo dan por sentado, fácilmente asumen que Dios, quien es bondadoso, amoroso y da generosamente todas las cosas, simplemente aceptará cualquier ofrenda que le presenten, por insignificante que sea. Esto es lo que Cristo dijo de los de su época, cuando citó al profeta Isaías para describir cómo la gente se acercaba y lo honraba con sus labios, aunque sus corazones estaban lejos de Él (Mateo 15:8). No tenían ningún deseo real de honrarlo y reverenciarlo. ¿Pero qué hay respecto a nosotros en la Iglesia de Dios? ¿Cuál es nuestra actitud y enfoque cuando presentamos a Dios nuestras ofrendas espirituales, como la oración, el estudio y la meditación (Mateo 5:23– 24)? ¿Lo honramos y reverenciamos con nuestras ofrendas (Malaquías 1:6–8; Isaías 43:23–24)? ¿Le ofrecemos lo mejor de nosotros, sin defecto, como corresponde al Gran Dios (Levítico 22:20)? ¿Somos cuidadosos, cuando nos presentamos ante Él, para no presentar sacrificios descuidados y sin sentido (Eclesiastés 5:1)? nnnnn