Impúdicos

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Impúdicos Eduardo Blandón

El problema de involucrarse en el universo de nuestra política consiste en la facilidad de transgredir. Alguno me dirá que existe la posibilidad de salir invicto de semejante aventura ética. Lo acepto. Sin embargo, esto no disminuye el alto riesgo de los osados en ese tipo de experiencia extrema. Sí, existe la probabilidad de que se den excepciones, pero es solo eso, casos aislados. No creo que algunos se corrompan por maldad congénita, sino por un contexto (arcas abiertas, le dicen) en el que todo está dado para pequeños o grandes deslices. Ya sabe, viáticos, nepotismos, mordidas, timos… el sistema facilita muchas triquiñuelas en las que escapar es tarea de titanes. Sin olvidar los malévolos consejeros que muy prestos, como galgos, esperan vigilantes la presa. Es que además vivimos tiempos adversos. La cultura premia al osado, al aventurero y audaz. Se considera tonto al que, teniendo oportunidades de enriquecimiento veloz, las deja pasar. “No seas tonto, por algo Dios te puso en ese puesto. Es ahora o nunca”. Ya ve cómo hasta la deficiente formación cristiana nos puede afectar sin que apenas nos demos cuenta. Retorciendo lo retorcible para autojustificar la perversión. Todo conspira y estimula el latrocinio y los abusos. Cómo sustraerse cuando la televisión (Netflix y demás) abren el apetito de consumo. Los modelos de éxito son esas personas que gastan a mansalva, viajan y disfrutan de la vida con mujeres hermosas. Gozan de reputación y tienen poder. Son respetables y viven en un mundo de comida abundante y experiencia opípara. Los entiendo. Cuán difícil es ser incorruptible en plena era de la posverdad. Porque, además, la filosofía ha abierto un horizonte donde casi todo (¿o todo?) es virtualmente posible. Ya no hay dioses que opriman con esas anacrónicas “tablas de la ley”,


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