Domingo XXXI TO Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
(Lucas 24,13-16.28-35): Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
P. Gerardo Emiliani
Somos peregrinos Para muchas personas, el mes de noviembre, y no sólo el día de hoy, tiene un significado muy especial, ya que es un tiempo dedicado a la conmemoración de todos los fieles difuntos.
nosotros. Algunas personas vivimos este momento de la muerte con gran tristeza. Nos llena de dolor cuando nos toca de cerca y nos infunde miedo el pensar en ella. Nos plantea interrogantes y sigue siendo un misterio. También Cristo lloró por la muerte de su amigo Lázaro y tuvo miedo ante su propia muerte. Pero lo que nos distingue a los cristianos es que miramos la muerte con fe. Dios la ilumina con el hecho de la muerte y resurrección de Cristo, no resolviendo el misterio, sino dando sentido a su vivencia. No sabemos cómo, pero la última palabra no la tiene la muerte. Dios nos ha creado a ti y a mi para la vida.
En muchos de nuestros países estamos en el corazón del otoño. La naturaleza vive su propia muerte. Todo (la luz solar, las hojas de los árboles) va muriendo lentamente. Podríamos decir que el otoño es una metáfora de ese morir lento que nos acompaña a todos. Desde que nacemos, nos recuerda que somos peregrinos, que vamos caminando hacia el destino como «ciudadanos del cielo», que no tenemos aquí morada permanente, sino que estamos Más allá de nuestra madestinados a una vida nera personal de evocar a definitiva y mucho mejor. los seres queridos que ya han muerto, pensemos: Cada año, cuando llega ¿Cuál es el sentido cristiaesta fecha, se abre otra no de este día? ¿Qué luz vez el baúl de los recuer- nos viene de la Palabra de dos, de él sacamos los Dios? Todos podemos virostros y los nombres de virlo como un día de acción todas aquellas personas, de gracias y de petición. familiares y amigos que compartieron su vida con