H abía una vez una sublime princesa y un valiente príncipe, inseparables desde el momento en que se conocieron. Juntos gozaban de apacibles días en su palacio encantado. Cada mañana era una fiesta de colores y cada noche se entonaban las melodías más dulces que pudieran escucharse, celebrando su unión a la luz dorada del crepúsculo.