

LLEVO TU CORAZÓN EN MI
CORAZÓN
LAS CONSTELACIONES FAMILIARES Y EL SISTEMA PENITENCIARIO
DAN BOOTH COHEN
P ARTE 1 ESTUDIO DE CASOS Y LECCIONES APRENDIDAS
E LCRECIMIENTOMUTUO DENTRODEUNAPRISIÓN
NADIESEESPERABA
que las constelaciones familiares aplicadas a personas recluidas de por vida en una cárcel del estado de Massachusetts transformaran la sala de reuniones en lo que dijo una de las voluntarias: «El lugar más sagrado que conozco» (Ariane Cherbuliez). Una vez al mes, un grupo con rotación de voluntarios se persona en el Centro Penitenciario de Bay State, un establecimiento de seguridad media a 50 kilómetros de Boston, con el fin de estudiar las raíces ancestrales de las emociones y de la conducta con los miembros del Grupo de Crecimiento Mutuo. Los componentes de este grupo están cumpliendo largas condenas por asesinato en primer grado sin posibilidad de disfrutar, en su momento, de una libertad condicional. Estos hombres llevan muchos años recluidos y sólo unos pocos abrigan la esperanza de dejar algún día la cárcel. Encarnan a los elementos más marginados de la sociedad y están condenados a morir entre rejas, toda vez que son la personificación de un mal al que se le ha hecho justicia.
Aunque parezca un contrasentido, el hecho de estar al lado de estos hombres es como si fuésemos tocados por la gracia. Cuando los voluntarios llegan por primera vez, no están muy seguros de lo que les espera. Quizá crean que van a dispensar ayuda y confort. Sin embargo, al término de la jornada se dan cuenta de que «en vez de ofrecer algo, hemos tenido el gran privilegio de estar en compañía de gen-
te que ha sufrido la experiencia más dura que podamos imaginarnos y que está esforzándose por encontrar un camino que le permita llegar hasta su alma» (Doris Speer).
La técnica de las constelaciones familiares se diferencia de otras terapias cognitivas, conductuales e interpersonales más conocidas, no sólo por su origen, sino también por su forma y propósito. Esta técnica nos permite alcanzar los mecanismos invisibles de la mente y nos enseña, con asombrosa especificidad, de qué manera los problemas y los asuntos personales forman parte de un entramado más amplio compuesto por hilos que provienen de traumas no resueltos de un pasado olvidado. El éxito de las constelaciones reside en la atenuación de los impulsos inconscientes que originan comportamientos destructivos. En un santiamén, dicho entramado se afloja, lo cual hace que el corazón sienta adoración por la vida y compasión por los demás. En el núcleo de todas las constelaciones de la cárcel siempre hay un hombre que cometió un asesinato o una violación. Al asesinar, los hombres dan fin a una vida. Al administrar justicia, los tribunales —en este caso los del estado de Massachusetts— dan fin a la libertad de estos violentos y peligrosos delincuentes; y lo hacen, apartándolos de los espacios públicos con el fin de que no puedan hacer daño a más personas. Estas condenas sirven también para disuadir a otros criminales de perpetrar graves acciones delictivas.
Los miembros del Grupo de Crecimiento Mutuo de Bay State reconocen su culpa y aceptan el castigo; pero, a pesar de esto, todavía desean ser aceptados y estimados. Lo que más anhelan es estar en sus respectivos hogares con sus familias y seres queridos, así como poder reinsertarse y llevar una vida normal. Aún después de muchos años de ausencia, están totalmente al tanto de las vicisitudes de su familia y de su comunidad.
Con bastante frecuencia, las constelaciones revelan conexiones inesperadas a lo largo del espacio y del tiempo; y así vemos —como si se taladrasen muros o se salvaran los cercados de alambres de espino— que perdura el cariño de padres e hijos, que el crimen vincula inexorablemente el destino de la víctima con el de su asesino, y que los amantes pueden tocarse entre sí incluso después de fallecer uno de ellos.
El poeta E. E. Cummings (1994, p. 766) describe estas verdades eternas:
He aquí el más profundo secreto que nadie conoce... Llevo tu corazón (lo llevo en mi corazón)
En nuestro corazón llevamos el corazón de aquellos que nos dieron la vida, de aquellos que nos dieron amor, de aquellas víctimas o criminales cuyo destino está ligado al nuestro. En todos estos corazones encontramos amor y agradecimiento, aunque también sufrimiento y pena. Son corazones que retienen los recuerdos ancestrales de la pesadumbre del huérfano, del lamento del exiliado, del remordimiento del soldado, de la aflicción de una viuda, de la humillación del esclavo, de la ansiedad de una madre, de la vacuidad de un padre o de la soledad de un niño. Los poseedores de estos corazones puede ser cualquiera: un violador o un santo.
Cuando, tiempo atrás, aplicamos las constelaciones a hombres recluidos en la cárcel a perpetuidad y nos fijamos en los resultados, lo primero que vimos fue que nuestros corazones llevaban todo lo que un corazón humano puede contener. Luego encontramos la forma de sanar el trauma para que la vida pudiese continuar en buena forma. Lo aceptábamos todo, lo llevábamos todo... y lo hacíamos con la mayor piedad. El método de las constelaciones no es un rito religioso, ni tampoco una práctica espiritual. A pesar de su nombre, no tiene nada que ver con la astrología o con las estrellas. Es simplemente una técnica que, de manera explícita y deliberada, pasa por alto gran parte de lo que la psicología admitía como práctica basada en la evidencia y se aventura a pisar un terreno que la mayoría de las religiones y terapias evitan con cautela. La finalidad de las constelaciones familiares es resolver perturbaciones muy antiguas que están presentes en nuestro cuerpo y en nuestra mente.
Cada reunión comienza con una sesión guiada de visualización mental de imágenes. Esta visualización es dirigida por un recluso y los asistentes participan en ella con los ojos cerrados. A continuación se lleva a cabo una ronda de intervenciones en la que cada participante, cuando le llega su turno, comunica cualquier cosa a los demás
