

LA PSICOTERAPIA CENTRADA EN
CAPÍTULO 1
FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS
TODAPRÁCTICATERAPÉUTICA se basa en una filosofía del ser humano e, incluso, del universo; en una filosofía expresa o implícita. En el Enfoque Centrado en la Persona, la filosofía es expresa y da sentido a la práctica, que por tanto no es, ni mucho menos, un mero conjunto o agregado de instrumentos y de técnicas. «En nuestros tiempos, la mayor parte de los psicólogos se consideran insultados cuando se les acusa de tener intenciones de filósofos. Yo no comparto esta reacción. No puedo evitar preguntarme por el sentido de lo que observo» (Rogers, 1961).
A partir de la experiencia de su práctica terapéutica extrajo, por intuición, hipótesis en primer lugar, y después convicciones filosóficas. «Para mi manera de ver, la experiencia es la autoridad suprema. Ni la Biblia, ni los profetas, ni Freud, ni las revelaciones procedentes de Dios o de los hombres podrían tener más valor que mi experiencia directa y personal […]. Si mi propia experiencia tiene autoridad, no es porque sea infalible, sino porque siempre se puede verificar».
Fue, por tanto, a partir de su experiencia como terapeuta como Rogers discernió «unas fuerzas sutiles» en el individuo, para descubrir después, por medio de esta observación, una concepción nueva del ser humano, a la vez que un método terapéutico nuevo. La primera daba sentido al segundo. La filosofía y la práctica mantienen una interacción constante, tanto en las investigaciones de Carl Rogers como en el espíritu de los practicantes que han adoptado este enfoque.
ELRESPETOALAPERSONA
Voy a evocar en primer lugar «el respeto a la persona», expresión que se ha asociado mucho al nombre de Carl Rogers. Recordaré cómo suelo definirlo. En toda persona, incluida la persona del cliente, existe algo inalienable que ninguna ciencia del psiquismo es capaz de encerrar, que ninguna autoridad exterior, ni mucho menos la del terapeuta, debe manipular, controlar ni dirigir en nombre de sus propias normas, metas o verdades, ya se trate del proceso de la terapia (que tiene su ritmo y su recorrido propios) o de sus opciones de existencia.
Este «algo inalienable» no se sitúa únicamente al nivel del la psique, sino que pertenece al dominio del ser, de un desconocido que reside en el corazón de cada persona. Rogers, prudentemente, evitó reducir este misterio, este desconocido, a una definición preconcebida; pero no por ello dejó de ser objeto de sus interrogantes a lo largo de todas sus investigaciones. En términos de la práctica, «respetar a la persona» es tener el convencimiento,
y aplicarlo, de que es el propio cliente, y no el terapeuta, quien sabe lo que es bueno para su vida. El cliente tiene dentro de sí su verdad, las claves de su bienestar y los recursos para alcanzarlo. En él se encuentran trazadas también, en potencia, las grandes líneas de sus decisiones más profundas que guían el curso de su existencia.
La psicoterapia centrada en la persona es una mayéutica, en cuyo transcurso el cliente se aproxima al máximo a su experiencia interior y a lo que ES, muy dentro de sí: es el «ser uno mismo» rogeriano. El terapeuta desempeña un papel importante de catalizador.
LACONFIANZAENELSERHUMANO
Carl Rogers no se dedicó tanto a definir los problemas psíquicos (las patologías) como a descubrir «las complejidades del proceso vital». Más que describir las fuerzas de la muerte, exploró las fuerzas de la vida.
Ya en 1942 declaró, en Counseling and Psycho-
