
EL ARTE DE LA INSURRECCIÓN
¿Cómo se organiza una revolución? ¿Cuáles son las claves para que tenga éxito y no sea derrotada antes siquiera de empezar? Probablemente, estas preguntas y otras de similar trascendencia han estado muy presentes en las mentes de los revolucionarios y revolucionarias de todo el mundo durante siglos. Al menos, parece sensato pensar que tales incógnitas habitasen los pensamientos de los protagonistas de esta historia. Personas como Aida de La Fuente, José María Martínez, Horacio Argüelles, Berlamino Tomás, Carlos Vega y tantos otros, tantas otras militantes anónimas. Mineros, cigarreras, siderúrgicos, costureras, ferroviarios, carboneras, albañiles, cocineras, pescadores y un sinfín de profesiones más. Hombres y mujeres que dedicaron su vida a la noble y desagradecida causa de la emancipación de la humanidad. Por supuesto, no serían los únicos preocupados por tales cuestiones. Existió otro colectivo, también presente en estas páginas, que podría haberse hecho las mismas preguntas por motivos completamente diferentes. Personajes como el comandante Lisardo Doval, Juan Yagüe o el mismísimo Franco. Figuras mucho más mezquinas y, por supuesto, más serviciales. Quienes, trabajando a la sombra del poder, pretendían adelantarse o contener tales acontecimientos. Un ejército de personas grises que consagraron sus vidas a la singular tarea de vigilar y castigar a las vanguardias obreras con un único objetivo: garantizar la pervivencia de un orden social injusto.
La historia del proletariado del Estado español está jalonada de acontecimientos extraordinarios, de luchas abnegadas y de una más que demostrada capacidad de resistencia. Entre todos estos episo-
Asturias. Octubre 1934. Paco Ignacio Taibo II
dios, resalta con entidad propia la Revolución de Octubre de 1934 en Asturies. Bajo la consigna de «¡UHP!» (Uníos, hermanos proletarios) se organizaría un movimiento revolucionario sin precedentes destinado a cambiar las cosas desde la raíz y tomar el cielo por asalto. Un episodio agridulce, a menudo eclipsado por la guerra civil y el exilio, donde se combinaron la épica revolucionaria con la amargura de la derrota. Pese a tratarse de una experiencia muy breve (solo catorce días, del 5 al 19 de octubre) y de tener un alcance geográfico limitado, la Revolución dejaría un hondo poso en la memoria colectiva del movimiento obrero, ya que, como describía con acierto Ernest Labrousse, cuando las revoluciones son de verdad es muy difícil que desaparezcan del todo. Este relato compartido acompañó a la clase obrera durante sus luchas cotidianas hasta nuestros días. Sin embargo, las clases subalternas no han sido las únicas en recordar la Comuna Asturiana. Igual de presente, o incluso puede que más, este hecho se integró en las narrativas de los voceros de los explotadores como un recordatorio amenazante. La Revolución encarnaba la prueba viviente de todo lo que estaba «mal» en el seno de la clase obrera de los años treinta: su maximalismo, su buena organización y un compromiso inquebrantable con la solidaridad de clase. Al 34 asturiano se le ha hecho centro de todos los males, hasta extremos verdaderamente delirantes como, por ejemplo, responsabilizarlo directamente de la posterior sublevación franquista y la pervivencia durante cuarenta años de la dictadura.
La reedición de la monumental obra de Paco Ignacio Taibo II Asturias. Octubre 1934 nos brinda la oportunidad de volver la mirada a esta Revolución para redescubrir una investigación que se adentra con maestría en los sucesos vividos durante aquellas semanas. Un libro que combina el rigor académico con una literatura de combate y que logra mostrarnos la perspectiva de los revolucionarios atendiendo a una descripción pormenorizada que no pasa por alto ningún detalle. A través de la crónica de Taibo II acompañamos a los revolucionarios en sus pequeñas tareas cotidianas sin perder de vista la perspectiva global. De esta manera, alcanza un resultado que es bien difícil en un ensayo histórico: combinar con holgura lo micro y lo macro. En este sentido, la investigación resalta por ser una obra de
Prólogo. El arte de la insurrección
historia total que no renuncia a exponer «desde abajo» el día a día de los revolucionarios.
Este libro es fruto del compromiso de Taibo II con el rigor y el detalle. Un prolífico autor que cuenta a sus espaldas con decenas de obras publicadas y con una larga trayectoria dedicada a mostrar lo que el historiador francés Albert Soboul acuñó como «los rostros de la multitud». El objetivo de esta empresa no fue otro que tratar de esclarecer muchos de los mitos existentes alrededor de los hechos de octubre de 1934 en Asturies. Lo que no impide que su narrativa sea también profundamente literaria. Si por algo destaca este escritor es por su destreza a la hora de describir escenas, captar la atmósfera de los momentos cruciales y por retratar a los protagonistas con nitidez y empatía. Todos estos elementos juntos hacen que la lectura de esta obra sea una experiencia inmersiva capaz de enganchar desde la primera página. Cada capítulo refleja el compromiso del autor con el oficio de historiador, pero también su pasión por contar una historia que le persiguió durante décadas y que es, en última instancia, una historia colectiva.
De partida, el propio proceso de investigación realizado hace ya cinco décadas constituye en sí mismo una pequeña hazaña. El texto es fruto de una ardua labor llevada a cabo durante varios años y que le llevaría a visitar países como España, México, EE. UU., Venezuela o Bélgica. Además, otra novedad es la frescura que le otorga la combinación de multitud de fuentes (bibliográficas, hemerográficas, archivísticas y orales). Trasladado a Asturies desde México en los albores de la Transición, los trabajos de Taibo hijo se iniciaron en el momento justo. En aquel entonces, la conexión directa con la Revolución era todavía posible dado que aún vivían muchos de los supervivientes. Disgregados por varios países, el autor pudo entrevistar a muchos y cartearse con otros tantos. Gracias a un efecto bola de nieve consiguió cada vez más contactos, lo que le ayudaría a plasmar una perspectiva completamente coral. De esta manera logró la cesión de los fondos del archivo privado del abogado Mariano Moreno Mateo, quien se encargó de la defensa legal de decenas de revolucionarios. Entre sus legajos se encuentra una valiosa documentación compuesta por cientos de cartas y documentos donde se recogen las torturas
Octubre 1934. Paco Ignacio Taibo II
llevadas a cabo por los represores. Asimismo, también se puede apreciar la persecución a la que fue sometido este letrado, hasta el punto de acabar siendo procesado en diciembre de 1935.
Del acceso a estas fuentes primarias saldría un importantísimo corpus de más de ochenta entrevistas realizadas entre 1974 y 1978, con reflexiones y experiencias en primera persona imposibles de recuperar hoy. Desgraciadamente, los sistemas de grabación no estaban tan extendidos en esos días y no conservamos más que algunas notas y transcripciones. Tiempo después estos papeles fueron cedidos al historiador David Ruiz y depositados en el antiguo Archivo del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo. No deja de resultar paradójico que estos fondos se encuentren custodiados entre las paredes de la tercera planta del viejo cuartel Pelayo, que tanta resistencia demostró durante el proceso revolucionario y que fue el singular escenario escogido para llevar a cabo las negociaciones de la rendición entre Berlamino Tomás y el general López Ochoa. Un repaso de los contenidos de sus cajas permite rastrear y reconstruir la labor del historiador en su búsqueda del pasado. En estos fondos es donde se puede observar el celo del joven Taibo puesto en cada etapa, lo que nos sirve para reconstruir paso a paso cada parte del proceso de investigación. En este sentido, destacan sus numerosos esquemas, así como distintas reflexiones e interrogantes con que iba contrastando incansablemente las fuentes: ¿Quiénes eran? ¿Qué los movía a actuar? ¿Cómo lo lograron? ¿Qué hicieron tras la derrota?
Aunque Taibo II es de origen mexicano, su conexión con Asturies ha sido siempre muy profunda. De familiares exiliados, el autor aún recuerda las largas sobremesas de su niñez donde se hablaba de la Revolución del 34 con pasión. Un acontecimiento que les habría dejado más huella incluso que la propia guerra civil. En la misma, participaron de manera directa o indirecta varios miembros de su familia. Cuando estalla la insurrección su abuelo Adolfo Maojo se encontraba en prisión por importar de contrabando pistolas belgas para los anarquistas. Su abuelo Benito Taibo, responsable de la UGT para Oficina y Banca, fue miembro de la dirección socialista asturiana y combatió fusil en mano por la revolución. Su tío abuelo Mauro
Prólogo. El arte de la insurrección
Menéndez, albañil de profesión, combatió en las barricadas del xixonés barrio de El Llano. Su otro tío abuelo, Ignacio Lavilla, fue redactor jefe del mítico diario Avance, un periódico clave para la difusión del espíritu revolucionario en los meses previos a la insurrección. La conexión con dicha cabecera siempre fue muy especial para el autor, pues, como él siempre se encarga de recordar, la redacción del libro se hizo bajo la atenta mirada de la foto de su director, Javier Bueno, presente en la pared de su despacho.
Los orígenes de esta obra son bastante peculiares, empezando por su concepción. El azar hizo que se cruzase en la investigación de Taibo II el prolífico editor asturiano Silverio Cañada, quien le habría ofrecido colaborar en su último proyecto: lanzar una Historia general de Asturias en doce tomos, pero esta vez, distribuida en 192 pequeños fascículos de veinte páginas que se podrían adquirir fácilmente en los quioscos. De esta manera, el 8 de agosto de 1978 salía publicado el primer coleccionable. Se trataba de la primera parte del tomo 7, que junto al 8 constituían los volúmenes dedicados monográficamente a la Revolución de Octubre de 1934 y que llevaban la firma de Paco Ignacio Taibo II. Gracias a la amplia difusión obtenida, muchas personas contactaron con la editorial para tratar de aportar su granito de arena a dicha empresa con nuevas informaciones y testimonios. El proyecto fue todo un éxito, pues, como recogía El Comercio el 9 de septiembre de dicho año, la editorial había tenido que volver a publicar los primeros fascículos, tras agotar una tirada de diez mil ejemplares.1 Debido a la viabilidad de esta Historia general de Asturias, posteriormente se pusieron a la venta los volúmenes agrupados hasta finalizar la colección.
Incluso, años después, el interés por dicha obra no parecía haberse agotado. En 1984, estos dos tomos se integraron en otro exitoso proyecto de la editorial Júcar, dirigida por Silverio Cañada, titulado Crónica general de España. Con todo, el paso del tiempo convertiría a esta investigación en un objeto de culto para los interesados en el tema, cuya adquisición solo era posible conseguir tras dedicar tem-
1 «De nuevo en los kioscos el fascículo primero de la Historia general de Asturias», El Comercio, 9 de septiembre de 1978.
Asturias. Octubre 1934. Paco Ignacio Taibo II
poradas de búsqueda en las librerías de viejo. Aprovechando su descatalogación, Taibo II publicó una versión mejorada en 2013. De la mano de la editorial Crítica, el libro se publicó en un nuevo formato, mucho más accesible que el anterior, de carácter enciclopédico. De esta manera, se integraron todos los pequeños cuadros auxiliares en el cuerpo del texto para facilitar su lectura. Además, se revisó la redacción, ampliando algunas secciones, mientras se reducían otras para lograr un mejor equilibrio narrativo.
El libro se estructura, y no por casualidad, en 34 capítulos. El punto de partida comienza con el inicio del año 1934. Un contexto muy difícil para el régimen republicano bajo el Gobierno centroderechista, que perdió la confianza depositada por las bases sociales en el primer bienio y condujo —en el marco de un complejo proceso multicausal— a las organizaciones sociopolíticas de izquierdas a iniciar los preparativos del que sería el último gran levantamiento de la clase obrera europea. A lo largo de los primeros ocho capítulos, el autor recorre con detalle las distintas fases que transitó el movimiento obrero para tejer una inaudita red de Alianzas Obreras que vertebró los distintos pueblos y ciudades del corazón industrial asturiano. Esta experiencia de unidad proletaria unió en un mismo objetivo a CNT, UGT, PSOE, PCE, BOC e IC, sentando las bases del efímero éxito revolucionario en las cuencas mineras y otros territorios del centro de Asturies.
Los siguientes dieciocho capítulos se adentran en la trama principal de la revolución. La conquista de los cuarteles, el avance hacia Uviéu y la praxis cotidiana de la vida en los territorios en manos de los comités revolucionarios. En su relato, Taibo II nos introduce con minuciosidad en cada detalle del curso revolucionario, desde los combates calle a calle a la gestión económica de los comités de abastos. Es en este punto donde destaca un repaso minuto a minuto de la insurrección, atendiendo al desarrollo de una historia-relato que nos introduce en todos y cada uno de los elementos implicados. De esta manera, logra una visión global del fenómeno integrando con soltura aspectos muy diferentes, como los debates existentes entre los revolucionarios o las biografías de un número importante de sus componentes.
Prólogo. El arte de la insurrección
Los últimos ocho capítulos constituyen una descripción pormenorizada de la dimensión histórica de la derrota de la Comuna Asturiana. Los niveles de violencia alcanzados por la represión estatal fueron de extrema gravedad. A los asesinatos de las tropas militares, les siguieron las numerosas torturas de revolucionarios y los malos tratos a la población civil. Sin embargo, el libro no termina aquí. Continúa para relatarnos la heroica resistencia del movimiento obrero que resurge durante 1935, así como el duro camino del exilio de muchos de sus participantes. Por último, la cronología alcanza la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Un breve momento de esperanza que trajo la amnistía para los presos de Octubre y que se vería abruptamente interrumpido por la sublevación fascista del 18 de julio.
El libro se acompaña de un pequeño apéndice en el cual se realiza un sucinto recorrido por la historia posterior de sus protagonistas. Comienza con su destacado papel en la guerra civil, para concluir en el carácter poliédrico de sus nuevas vidas tras el exilio. Además, se ocupa de las biografías de los represores. En muchos casos, estos se unirían al bando sublevado, aunque vivirán vidas cortas y convulsas sobre las que aún persisten numerosas incógnitas. Si bien al final del texto se incluye una síntesis de las fuentes consultadas, también se ofrece un apartado donde se muestran los libros, biografías, documentos, entrevistas, folletos y prensa utilizados en la elaboración de este volumen.
Las distintas experiencias del proletariado asturiano durante las últimas décadas del siglo xix y las primeras del xx (huelgas, protestas, encierros y persecuciones) condujeron a una maduración de las expectativas del movimiento obrero. Los primeros años estuvieron marcados por la presencia de un notable «instinto de clase», de acuerdo con el cual los obreros aspiraban a mejorar su situación inmediata, resistir frente a los despidos y exigir nuevas conquistas económicas. Sin embargo, lo verdaderamente interesante es lo que sucedió poco tiempo después. Debido a los éxitos de su autoorganización y a la experiencia acumulada, el conjunto de las clases populares logró desarrollar una mayor conciencia de su papel dentro del modo de producción capitalista. De esta manera, el aumento y extensión de la
Octubre 1934. Paco Ignacio Taibo II
«conciencia de clase para sí» entre el proletariado sentó las bases para la futura Revolución. No puede infravalorarse el papel de las ideologías y el «factor consciente» en una revolución tan «organizada» y dirigida por personas politizadas. Este elemento —desgraciadamente, tan ajeno a la política actual— fue la clave de la insurrección. Los revolucionarios no estaban locos, habían pasado de pensar de forma individual a hacerlo de forma colectiva. De sus intereses personales a los de toda la clase. Comprendían el mundo como realmente era y no como se les había hecho creer. Una experiencia que se puede sintetizar en los versos de Bertolt Brecht: «O todos o ninguno. O todo o nada. Uno solo no puede salvarse. O los fusiles o las cadenas».2
La principal enseñanza que nos transmite este ensayo tiene que ver con un elemento central de la identidad obrera: el potencial transformador de la conciencia de clase. Un factor casi olvidado hoy en día —cuando todo el mundo dice ser clase media—, pero que dominó durante décadas en el imaginario de las personas que producían la riqueza del país. Tener que vender tu fuerza de trabajo en maratonianas jornadas para apenas subsistir, verte obligado a migrar, vivir en una precariedad constante, sufrir la inflación, la subida de los alquileres o los desahucios pueden parecer cuestiones muy actuales, pero lo cierto es que era el día a día de nuestros bisabuelos y bisabuelas. Lo que los hacía diferentes de nuestra generación es que ellos y ellas eran conscientes de ese antagonismo que diferenciaba a los explotadores de los explotados. De quién producía la riqueza y quién se llevaba los beneficios. Lamentablemente, en 2024 las utopías de la gran mayoría de la sociedad van por otros derroteros: hacerse rico, el capitalismo verde, la paz social…
La reedición mejorada de esta obra por la editorial Hoja de Lata en 2024 es, sin duda, una muy buena noticia. Permite que esta obra fundamental llegue a un público más amplio y diverso, poniendo a disposición de las nuevas generaciones un libro descatalogado y de difícil acceso. Además, reafirma la importancia de preservar las voces y experiencias de aquellos que nos han precedido y poner en valor uno de los episodios más relevantes de nuestra historia reciente. En
2 Bertolt Brecht, Poemas y canciones, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p. 46.
Prólogo. El arte de la insurrección
un momento en que las luchas sociales continúan siendo más necesarias que nunca, Asturias. Octubre 1934 de Taibo II nos ofrece una importante reflexión sobre nuestro pasado colectivo de la que se pueden extraer valiosas consideraciones para el futuro. Mientras tanto, seguiremos esperando que la clase proletaria del siglo xxi tome consciencia de quién es y cuál es su destino si quiere evitar la extinción de la humanidad. De buen seguro, como decía un eslogan diseñado para el 50 aniversario de la revolución, «Xorrecerán otres manes que garren les vuestres armes».
Eduardo Abad Uviéu,
07/06/2024
NOTA INTRODUCTORIA
Durante años, el gran tema de conversación en la sobremesa de mi casa en México era el Octubre asturiano. Curiosamente, el mito familiar no era la guerra civil, era el Octubre, en el que habían tenido un papel destacado mi tío abuelo, Ignacio Lavilla, jefe de redacción de Avance, y mi abuelo, Benito Taibo, secretario del sindicato de la UGT de Oficina y Banca, y luego comisario político de las milicias.
Y ahí había dos mitos no discutibles.
El primero de ellos era que el mejor periodista del planeta era Javier Bueno. Lo afirmaban mi tío abuelo y mi abuelo, y sobre eso no había ninguna duda. Incluso lo decía mi padre, que conoció a Javier Bueno cuando tenía nueve años. Y yo, cuando tenía quince años, decía que de grande quería ser como Javier Bueno.
El segundo mito familiar era la Revolución asturiana.
Mi tío, encerrado en Oviedo al quedar del lado de los militares, metido en un armario de doble vista, desde el que ve de lejos a los rojos en el Naranco. Contando las torturas del grupo Doval en las Adoratrices y la batalla de Oviedo. Mi padre mintiendo sobre que él vio a un negro entrar con los mineros por una de las calles de la ciudad. («Papá, no había negros en Oviedo en el 34. Que sí, que sí, que yo lo vi. No, lo que viste fue un tío tirando dinamita que estaba tiznado hasta el culo de los dinamitazos. No, no, no, era un negro»). ¿De dónde sacas a un negro en la cuenca minera asturiana en los años treinta?
Y de repente yo cumplo la edad suficiente como para preguntarme qué hacer con mi vida. Y entonces me digo: voy a escribir la historia del 34.
Octubre 1934. Paco Ignacio Taibo II
Este libro tiene una virtud. Escrito en esos años, entre 1974 y 1978, pude recabar cuatrocientos testimonios que, de haberlo escrito cinco años después, serían cincuenta. Si lo hubiera escrito diez años más tarde, serían quince. Y si lo hubiera escrito hoy, sería ninguno. Se me habrían muerto todos. Pude escuchar a Pura Tomás contándome cómo entraba en las Juventudes Socialistas de Sama con la camisa roja. Pude encontrar a Avelino González Entrialgo. Pude hablar con Onofre García Tirador, perdido en un hotelillo de San Miguel de Allende, México. Y empecé, empecé, empecé. Un día estoy paseando por Gijón y me atropella un tío en bicicleta. Silverio Cañada. Me pregunta: «¿Qué estás haciendo?». Le contesto que estoy intentando reconstruir la historia del 34. Y me responde: «Ah, espera». Deja tirada la bicicleta —muy de Silverio—, nos sentamos en un café y me dice: «Podríamos hacer algo». Y empieza a pergeñarse la idea de una historia en fascículos. Yo pensé, hostia, qué apasionante esto, porque me permitiría prolongar la investigación en el tiempo, mientras estaba escribiendo, ya que en los propios fascículos solicitábamos información a los lectores, y estos te la daban. A mí me decía Avelino, el de La Felguera: «Tengo una lata de galletas enterrada», y ahí íbamos Avelino y yo a desenterrar la caja metálica de galletas en la que estaba el original del pacto de la Alianza Obrera. Entrevistaba a un antiguo militante de la Juventud Socialista de Oviedo que había ido a recoger al Naranco las armas del Turquesa; pero eso era mentira, porque las armas del Turquesa no llegaron hasta allí. Entonces, ¿qué armas eran esas? Pues unas que habían salido despiezadas de la Fábrica de La Vega y ensambladas en talleres clandestinos de la cuenca minera. Y yo le digo: «Bueno, entonces tú estabas ahí en el Naranco y traías una camisa roja»; y el tío duda y me dice: «Sí, claro, traía una camisa roja; es verdad, no era una camisa azul, era roja»; y de repente levanta la cabeza y dice: «¿Pero tú cómo lo sabes, si no estabas ahí? Tú no podías estar ahí». Y claro, yo no podía haber estado ahí, pero sí había oído la versión de mi abuelo, de cuando estaban repartiendo los cerrojos para los fusiles en el Naranco. De ese modo se lograba esa sensación de cercanía producida por cruzar los testimonios, que es la principal virtud del libro debido a la cantidad de testimonios que logré recabar. Y pasaron historias muy interesan-
tes, como las entrevistas en el asilo del sanatorio español de Ciudad de México. «Yo estuve con la división Leclerc en Francia», me contaban. Y la viuda de no sé quién te informaba de otra cosa. Uno de los testimoniantes, Zapico, era distribuidor de la empresa Iberomex, que vendía chorizos en México a través de los supermercados. Cuando llegaba a mi casa, tocaba el timbre: «Paquín, ¿hoy tienes hambre? Sí, pero no tengo un duro. Pues ahí te va un salchichón». Y me regalaba un salchichón porque había sido de las Juventudes Socialistas en el 34. Se crearon relaciones amistosas entrañables con personas que me relataban sus raras vidas privadas. Mi mujer, Paloma, los llamaba los viejitos de Paco.
Así pues, el libro se escribía de manera simultánea a la reconstrucción de los hechos.
Yo me había propuesto hacer algo bueno. Ángel de la Calle colaboró con los dibujos, reclutamos a Dios y a su madre para que participara. Y así conseguimos algo muy vivo, dado que salía todas las semanas. Y con gran polémica. Porque Silverio decide iniciar su Historia general de Asturias con el 34, no con Pelayo, que hubiese sido la otra gran oportunidad; con el 34. Total, que el proyecto vio la luz en su idea original, que era la de los fascículos. Y es muy destacable que al ser publicado en varios ciclos la interacción haya sido tremenda. Cuando se presentó la obra en Gijón, en la primera fila había nueve mujeres vestidas de negro que llegaron y me hicieron la oferta más generosa que me han hecho en mi vida: «Sabemos que Paloma y tú estáis trabajando, pues nosotras cuidamos a vuestra niña». La cría tenía cuatro años y este grupo de las mujeres de negro eran todas viudas de cuadros políticos, socialistas o anarquistas, del 34. Fueron ellas las que nos cuidaron a la niña mientras sacábamos adelante la colección.
Para escribir esta obra también viví encerrado en Salamanca durante meses, viendo lo que allí había. En la hemeroteca de Madrid revisé colecciones de periódicos que resultaron muy fructíferas. Y encontré el archivo Vidarte, el archivo de los represaliados, que era riquísimo. Me llamó mucho también la atención el archivo Moreno Mateos, porque es muy muy interesante por ser el abogado clave, el que había recogido los testimonios de la represión de cara a los
juicios del 34. Tiene una documentación única, maravillosa, que te cuenta las trabas que les ponían, tiene un poco de novela negra.
Con el paso del tiempo alguien me dijo que a la obra por entregas había que darle forma de libro. Pero ir más a fondo ya no se podía. Porque de los testimoniantes que tuve ya no me quedaba casi ninguno. Se habían ido muriendo en esos años. Uno por uno. Ya no quedaban fuentes directas. Yo ya había usado las que había.
Así pues, cuando me encargaron la reedición, traté de que fuera una lectura no tan coyuntural como la de los coleccionables del 78, sino más universal. Pero mi gran problema era el tono narrativo. Cómo demonios incorporo los recuadros, que fueron parte sustancial en el aparato de la edición del 78, para que la historia fluya mejor en su reedición en formato libro. No quería perder nada, ningún dato, era como una obsesión, no podía dejarme ninguna de esas historias porque dejarlas significaba que se perderían por segunda vez. Al mismo tiempo, dónde metía todo ese material… Desde el punto de vista informativo la historia era muy completa. El capítulo entero sobre Avance es lo mejor que he escrito en mi vida en materia de historia. El capítulo de Avance es el mito de cómo un periódico creó una revolución.
Había que hacer una reescritura. Y la hice. Debo haber dedicado un montón de horas a rehacer el material original. Escribir un libro así es una batalla contra el tiempo porque se te mueren los testigos. Yo adquirí conciencia de que era un libro importante cuando se me murieron los testimoniantes. Casi cincuenta años después de la primera versión de este libro todas las voces que rescaté han desaparecido, pero sus historias se han quedado.
Paco Ignacio Taibo II Gijón, julio del 2024
