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Marta Álvarez

EL DOMINIO DEL CAOS

con ilustraciones de Laia López

Primera edición: marzo de 2019

Diseño de la colección: Laura Zuccotti

Maquetación: Argos Edición: Helena Pons

© 2019, Marta Álvarez, por el texto

© 2019, Laia López, por las ilustraciones

© 2019, La Galera SAU, por la edición en lengua castellana

La Galera Editorial® Josep Pla, 95 08019 Barcelona www.lagaleraeditorial.com facebook.com/lagalerayoung twitter.com/lagalerayoung instagram.com/lagalerayoung

Impreso en Egedsa

Depósito legal: B-561-2019 Impreso en la UE ISBN: 978-84-246-6427-5

Cualquier tipo de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra queda rigurosamente prohibida y estará sometida a las sanciones establecidas por la ley. El editor faculta a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) para que autorice la fotocopia o el escaneo de algún fragmento a las personas que estén interesadas en ello.

Para Helena y Laia, gracias por cruzar la Puerta conmigo.

PRÓLOGO Gala

DIARIO DE GUARDIA

DÍA 13

Las Mystical han descubierto qué aberrante estaba causando estragos en la zona del centro comercial. Se trataba de un gamusino. Han conseguido derrotarlo, pero los tres días que han tardado en darle caza han pasado factura: están agotadas, especialmente Iris. Cada vez le resulta más complicado sonsacarle información a Némesis sin ponerse a sí misma en peligro: está demasiado desgastada por el uso constante de sus poderes. Ayer sacó de su trance a tres víctimas contagiadas de «la bruma oscura». Ha desarrollado una técnica para esos casos y, gracias a ella, ahora combate el efecto de Némesis más rápido que en los inicios, cuando lo descubrimos. Pero no es suficiente: la enfermedad se extiende a velocidad exponencial. Iris solo está ganando tiempo. La única solución definitiva es derrotar a Némesis.

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Gala

Gala cierra los ojos, irritados, y se permite recostarse unos segundos sobre el escritorio. Ha anochecido sin que se diera cuenta, y ahora la luz del flexo es la única que ilumina su habitación, apuntando directamente a su libreta, obligándola a que vuelva a centrarse. «Pero ya es tarde para eso», piensa Gala, pellizcándose el puente de la nariz. Relee sus últimas frases. Está divagando otra vez, y no quiere divagar en su cuaderno de notas. Entre sus páginas solo debería haber hechos, datos; un camino pulcro y ordenado que la guiase hasta la salida de ese laberinto en el que han acabado metidas ella, su hermana y las demás.

Sin embargo, lejos de ayudarla a encontrar una solución, sus notas son cada vez más erráticas, y siempre la llevan al mismo punto: su hipótesis. Su descabellada, desesperada y casi suicida hipótesis. La que probablemente sea su única opción.

La parte racional de Gala le dice que debería contar su plan a las chicas. Quizás, si se preparan lo suficiente, podrían tener alguna garantía de éxito o, al menos, de supervivencia.

Un crujido la saca de su ensimismamiento. Se yergue un poco antes de susurrar: —¿Luna?

La puerta del cuarto de Gala se entorna, lo justo para que Luna asome la cabeza. —¿Ha pasado algo? —pregunta Gala—. ¿Te toca hacer guardia? ¿Te llevo?

Su hermana niega con la cabeza.

—Esta noche se encargan Nora e Iris. —¿Y qué haces despierta?

Luna baja la mirada y se encoge de hombros.

—Es solo que… no podía dormir —le dice al suelo.

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Gala y Luna no están acostumbradas a la cháchara, y menos entre ellas. Le resulta extraño que su hermana haya ido a buscarla. En otra época hubiera sospechado de sus intenciones. Sin embargo, hace unas semanas llegaron a un acuerdo para intentar llevarse mejor, así que se obliga a dejar sus recelos a un lado.

Aunque sigue sin saber qué decir.

Para romper el incómodo silencio, Luna finge un carraspeo. Después, entra en la habitación y se inclina sobre el escritorio. Gala mueve un poco el brazo para tapar disimuladamente su cuaderno de notas. Fracasa.

—¿Qué escribes? —le pregunta Luna.

—Ya sabes… Estoy dándole vueltas a lo de siempre. Buscando una forma de deshacernos de Némesis.

Luna entorna los ojos; quizás por la mención del mental oscuro, quizás para intentar descifrar las palabras del cuaderno de Gala a pesar de que no lleva puestas sus gafas. Sin ellas, sus ojos parecen mucho más pequeños.

—¿Y se te ha ocurrido algo nuevo?

Podría decírselo. Podría hacer honor al trato que hicieron junto al río y confiar en ella. Contarle su plan. Luna le sostiene la mirada. Parece fiera, una guardiana digna del poder ancestral que la ha escogido. Pero también parece una adolescente de quince años vestida con un pijama de estrellitas y pantuflas de andar por casa. Su hermana pequeña.

—No —dice Gala—. Nada nuevo.

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Gala

Qué día tan asqueroso. Anoche apenas pudo dormir, y nada más levantarse ha tenido que ir a relevar a Nora e Iris a su guardia, que ha sido tan infructuosa como todas las demás. Y, por si fuera poco, en el camino de vuelta a casa, un idiota ha cruzado en rojo y Gala ha estado a punto de atropellarlo. ¡Y encima ha tenido el morro de ponerse a gritarle a ella! No ha podido evitar bajarse del coche para decirle cuatro cosas al muy estúpido. Han montado tal follón que un par de conductores más se han unido a la refriega. Pero ¿a quién le importan esos estúpidos? Gala necesitaba desahogarse. Aunque todavía no ha soltado todo lo que guardaba dentro… Sigue teniendo ganas de liarse a puñetazos con las paredes. Cierra la puerta de casa, tan fuerte que las llaves que hay colgadas junto al marco tintinean por el portazo.

—¡Ha llegado alguien! ¡Corre, corre, corre…!

Gala da un respingo. Los susurros han sido demasiado quedos como para reconocer la voz, pero está claro que venían del fondo de la casa. De inmediato, Gala sospecha qué está sucediendo. Contiene las ganas de darle una patada a la mesilla auxiliar del recibidor, llena de bolas de nieve falsa de sitios en los que sus padres en realidad no han estado, y se encamina hacia su cuarto dando zancadas.

A primera vista, no hay nada raro allí. El dormitorio está vacío, la cama está hecha y la ventana, cerrada. El escritorio sigue tan despejado como Gala lo deja siempre. Sin embargo, hay algo raro en la cajonera del escritorio. Uno de los cajones tiene los rieles estropeados, y Gala ha de agacharse cuando quiere dejarlo bien cerrado. Y siempre lo hace, porque tener un cajón torcido le pone de los nervios. Y ahora está torcido.

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Gala

Gala

Visto eso, los demás detalles comienzan a resultar evidentes: ese libro de física de su estante guardado donde no debería; el almohadón ligeramente mal colocado sobre la cama…

Antes de que pueda detectar nada más, Nashira entra en el dormitorio. Odia a ese bicho. Siempre lo llena todo de pelos. ¡Ojalá pudiera darle una patada! Ajena a Gala, la perra va directa a los pies de la cama, desde donde se pone a ladrarle, aparentemente, al aire.

«Lo sabía…».

Gala crispa los dedos sobre el almohadón torcido y, con un rápido movimiento, lo lanza al rincón hacia el que está ladrando Nashira. La almohada impacta contra la nada.

Y a «la nada» se le escapa un «¡Ay!».

Al instante, las figuras de Hana, Iris y Luna se hacen visibles, agazapadas a los pies de la cama.

—Bueno —dice Hana, levantándose como si tal cosa— …Te preguntarás qué hacemos nosotras aquí. Te vas a reír…

—¡NI SE TE OCURRA! —Los gritos hacen que Hana dé un brinco. Gala las mira a las tres, furiosa—. ¿Os creéis que soy idiota? ¡Estabais registrando mi cuarto! ¡Mientras yo, por cierto, hacía guardia para vigilar a vuestro amigo el monstruo!

La boba de Hana, que se disponía a soltar alguna mentira, se queda paralizada.

—¡Gabriel no es un…!

—¿Qué haces aún aquí? ¡Lárgate de mi casa! ¡Y tú…! —Gala apunta a Luna con el dedo. Su hermana la mira desafiante, mientras la tonta de su perra intenta lamerle un pie—. ¡Tú vas a explicarme ahora mismo qué estabas haciendo aquí dentro!

—¡No me grites! ¡Yo solo buscaba…!

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—¡Luna!

Iris le pone una mano en el brazo, pero su hermana hace amago de librarse.

—¡Ven aquí si quieres! —la reta Gala—. Estaré encantada de bajarte esos humos.

—¡Tú no me…!

—¡Luna! —repite Iris, señalando a Gala—. La nube. Tu hermana se ha contagiado de la nube de Némesis.

Hana ahoga una exclamación al mismo tiempo que Gala suelta una risotada.

—¡No me he contagiado de nada! ¡Lo que pasa es que estoy harta de haceros de niñera! Pero se acabó. Querías mi cuaderno de notas, ¿verdad? No te hagas la tonta, ¡te vi mirándolo anoche! —le escupe a Luna—. Adelante, cógelo de mi mochila, idiota. No encontrarás nada. Mi idea magnífica no está ahí escrita. —Vuelve a reírse—. Aunque no sé por qué me he tomado tantas molestias para ocultarla. ¡Debería dejar que os matéis intentando salvar al monstruito!

Gala coge aire. Mira a Luna, esperando que le devuelva los gritos. Su hermana tiene un puño cerrado y la mandíbula tensa, pero no dice nada. A su lado, Hana está pálida y, lo que es más extraño, con su bocaza cerrada por una vez en su vida. Iris le aprieta la mano, pero tiene los ojos clavados en Gala.

«Estás muy cansada», dice su voz en su mente. «Quieres dormirte.»

Sabe lo que está intentando. Es su procedimiento habitual con las víctimas de la bruma de Némesis: utiliza su persuasión para dormirlas y así poder merodear más a gusto en sus mentes. ¡Pero Gala no está infectada! ¡Y no piensa dejarse manipular por esa cría!

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Gala

Gala

Da un paso para salir de la habitación, pero Iris se mueve para interponerse entre ella y la puerta.

—Aparta de ahí, por tu bien —la amenaza Gala. Iris sigue quieta—. ¿Crees que no voy a apartarte?

Gala la coge del hombro, dispuesta a empujarla fuera de su camino. Sin embargo, en cuanto toca a Iris, comprende que ha cometido un error, porque recuerda algo: que la telepatía es más fuerte cuanto más cerca se está de la víctima.

Durante una fracción de segundo, piensa en apartarse. El problema es que, de repente, tiene mucho, mucho sueño.

Le duele la cabeza.

Al principio, cuando aún no tiene ni fuerzas para abrir los ojos, le parece que el dolor se debe a un golpe. Los recuerdos llegan despacio. Sí, ha debido de darse un golpe al caer dormida sobre el suelo de su cuarto: nota el impacto a un lado de la cabeza. Pero hay algo más. Le duele como cuando tiene exámenes finales y se queda estudiando hasta tarde varias noches seguidas; como si se hubiera librado una batalla dentro de su cráneo.

El resto de los recuerdos son un caos en su cerebro. Recuerda que se ha peleado con ese peatón de camino a casa, que se ha encontrado a Luna, Hana e Iris registrando su cuarto; que Iris le ha… Oh, no.

Abre un ojo con cautela. No quiere que sepan que está despierta.

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Gala

La han tendido en su cama. Hana está sentada en el suelo, jugando distraídamente con Nashira. A los pies de la cama, Luna examina su cuaderno de notas. Gala siente el impulso de arrebatárselo, pero se obliga a repetirse que da igual: no llegó a escribir nada comprometedor; nada que Luna no deba leer.

Las palabras de su breve discusión regresan poco a poco. Le avergüenzan las barbaridades que ha llegado a decir. Y ha estado a punto de escapársele su hipótesis delante de las chicas. Si Iris no hubiera entrado en su mente, Gala habría… Inspira, alarmada. Después, contiene el aliento, pero ni Hana ni Luna parecen haberla oído. Iris, sin embargo, sí. Está sentada en la silla del escritorio, mirándola. Gala sabe que es una estupidez, pero casi siente su presencia dentro de su cabeza.

¿Qué habrá visto Iris mientras la liberaba de la bruma de Némesis? Gala intenta ordenar sus palabras, formular la pregunta sin revelar más de lo necesario, pero, por supuesto, es absurdo: Iris ya sabe lo que quiere decir.

Gala

Cuando oye su voz en su cabeza, Gala se estremece por muchos motivos.

«Sí, he visto tu plan en tu mente», le confirma. «No era mi intención, pero estabas pensando en ello cuando he entrado.»

A Gala se le escapa una mirada culpable hacia Luna.

«No se lo digas», pide. Se siente un poco tonta comunicándose así, aunque sabe que Iris la está escuchando. «La conoces. Se lanzaría a ello sin pensarlo, y…»

«No se lo diré», le asegura Iris. «De momento. A mí tampoco me gusta la idea. Pero nos quedamos sin tiempo, Gala.»

«No estáis preparadas. Y aunque lo estuvierais, no hay ninguna garantía de que yo tenga razón. Es solo una hipótesis.»

«Pero tiene sentido. De hecho, se nos habría ocurrido a nosotras tarde o temprano. Es… lógico: la única manera de destruir a Némesis sin hacer daño a Gabriel es acabar con su verdadero cuerpo».

«Y para eso tenemos que ir a Umbria».

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